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Los NO de la separación

cuando hay niños


La separación de los padres implica un duelo en todos los miembros
de la familia.

Dependiendo de las características personales de cada uno, de las


condiciones en las que se produjo el quiebre de la pareja, de la red
de apoyo con la que cuente la familia y de la forma en la que los
padres se relacionen entre ellos con posterioridad a la ruptura, va a
impactar en menor o mayor medida a los niños.

Y, aun cuando no existe una “receta” para llevar tal proceso, te


presento aquellas situaciones que, bajo ningún punto de vista es
sano hacer:

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1. Hablar mal del padre de tus hijos

Cuando hablas mal de él, o de su nueva pareja y/o de su familia extensa,


les provocas malestar y sufrimiento, independientemente de la veracidad
de tus dichos.

Hablar mal equivale a devaluar (“restar valor”) a la figura del padre y a


veces se hace de manera directa comentándoles a tus hijos, por ejemplo,
“Tú padre es un irresponsable, se atrasó de nuevo en el pago de la pensión”- y
otras veces de manera indirecta -por ejemplo, vas hablando por bluetooth
en el auto, y le cuentas a una amiga tus dificultades con él ¡Mientras los
niños van en el asiento de atrás!… ¡Aunque ellos vayan conversando o
concentrados en otra cosa… Están escuchando un contenido que los daña,
aun cuando no les estés hablando mal de él directamente!

El daño que se produce al exponer a los niños a la situación anterior se


traduce en dos problemáticas psicológicas:

a) Conflicto de lealtades: los niños, además de sentir amor hacia sus


padres, desarrollan lealtad hacia cada uno de ellos. La lealtad es entonces
un sentimiento natural que surge en las relaciones humanas como una
consecuencia del amor.

Este es el motivo por el que, cuando tus hijos se ven expuestos a situaciones
en las que dañas verbalmente la imagen de su padre, sienten que están
siendo parte de esto y, por lo tanto, que están traicionando al papá. Cuando
no lo “defienden” se sienten mal después contigo (aunque no lo muestren)
y cuando lo hacen, se genera una escalada de conflictos y comparaciones
contigo, que redunda en un mayor daño a tu hijo (a).

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Un niño que está conflictuado de esta manera no puede asociar que esa
sensación interna se debe a un conflicto de lealtades y, por lo mismo,
va a expresar su sensación en conducta. Por ejemplo, va a decirle a la
mamá que cuando está con el papá, no lo pasa bien… ¡Aunque hayan
hecho actividades muy entretenidas! Puede ocurrir también que se sienta
enojado (a) con el progenitor que hable mal del otro, y que entonces, su
enojo se exprese a través de pataletas, desobediencia, etc.

b) Confusión emocional o discordancia interna:


Los seres humanos internalizamos a los padres a través de las experiencias
que tenemos con ellos y también los internalizamos a través de lo que el
otro padre comunica sobre sus características -positivas y/o negativas.

Cuando hablas mal del papá a tus hijos, ellos internamente comparan
la imagen que se han hecho del papá – es decir, la que han construido e
internalizado- con la que tú, como madre, les estás entregando.

Entonces ¿qué ocurre si estas imágenes son contradictorias entre sí?


Lo más probable es que, aunque a ti tú ex te parezca un un mal padre,
para tú hijo es un súper – héroe, por lo que se genera una confusión muy
difícil de resolver, que tiene como efecto que los niños empiecen a dudar de
sus propias experiencias y percepciones, alterando así la auto – confianza,
lo que se manifiesta, por ejemplo, con mayor timidez, con susto frente a
cosas que antes no le temía, etc

Posteriormente, los niños que han experimentado un conflicto de lealtades


y/o el sentimiento de discordancia interna, tienden a tener dificultades en el
proceso de adolescencia y luego, durante la adultez, pueden experimentan
temor y/o desconfianza en sus relaciones interpersonales, celos, inseguridad
respecto de su autovalía, entre otras.

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2. Pelear con tu ex-pareja
delante de ellos:

Los psicólogos clínicos e investigadores coinciden en que esta situación es un


tipo de violencia, pues los niños no tienen las herramientas necesarias para
defenderse y/o resolver el conflicto, ni mucho menos, para desentenderse
de éste.

Ellos perciben que ambos padres se están peleando POR ellos y, por lo
tanto, empiezan a sentirse como un trofeo. Perciben además que sus
padres se están haciendo daño y como la tendencia natural en los niños
es proteger a sus figuras de apego, experimentan impotencia, tristeza,
frustración y culpa por no poder proteger a ninguno de los dos, puesto
que proteger a uno significa atacar al otro. Y si el niño o niña “defiende” al
papá, luego sentirá culpa pues su sensación es que te “atacó”

Es común observar en niños que han sido testigo de peleas frecuentes entre
sus padres algunas de estas manifestaciones:

· Pesadillas recurrentes con un despertar angustioso


· Conductas regresivas -como, por ejemplo, dejar de controlar esfínteres
y/o experimentar dificultades para quedarse en el jardín o colegio.
· Trastornos conductuales: “portarse mal” en el colegio y/o en la casa, contestar
agresivamente a los padres. En adolescentes, se puede observar una acentuación
de la natural “rebeldía” de esa etapa.
· Aparición o aumento de desregulaciones emocionales (“pataletas”)
· Retraimiento, por ejemplo, mostrar menor interés en jugar con otros niños.
· Disminución del apetito o, por el contrario, un aumento considerable de la
ingesta de comida.
· Irritabilidad -andar “enojón” o “enojona”- o agresividad.
· Desmotivación respecto de actividades que antes disfrutaba.
· Ánimo triste.
· Disminución del rendimiento escolar.
· En casos más graves, hay niños que presentan ideación suicida.

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3. Competir por el cariño de tus hijos

Es el fenómeno que ocurre cuando sientes o piensas que tus hijos quieren
más a su papá que a ti. Entonces, esperas que ellos se entretengan más
contigo que con el papá, esperas que quieran estar más contigo que con él
y/o que te demuestren más el cariño que a él. Así estableces una “lucha” o
competencia para lograrlo.

Muchas veces no es algo consciente, pero puedes notarlo si tienes alguna


de las siguientes conductas:

a) Les compras más juguetes, ropa o aparatos electrónicos que antes, con
el objetivo de que se sienta contento (a) cuando está contigo.
b) Tratas de ser una mamá “entretenida” y dejas de poner las mismas
reglas que antes. Por ejemplo, los dejas ver televisión hasta más tarde
o quedarse en la casa un día de colegio, aunque no estén enfermos.
c) Les das permisos o beneficios que antes no les hubieses dado
(Por ejemplo, para ir a fiestas, o aumentas el horario de las salidas en el
caso de adolescentes)
d) Sientes rabia, rencor y/o tristeza cuando tus hijos hablan con admiración
y/o cariño de su papá.

El problema es que esto tiene un impacto directo en tus hijos porque los
límites les aportan seguridad y lo que experimentan es un cambio en
las “reglas del juego”. También puede ocurrir que los niños comiencen a
“condicionar” su afecto hacia ti dependiendo de los permisos u objetos que
les compres.

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4. Transformarlos en tus confidentes

Contarles a tus hijos con detalle tus sentimientos después de la separación


y/o llorar con ellos muy seguido, independientemente de cuáles hayan
sido los motivos por los que la ruptura se produjo, invierte la relación:
empiezan a sentir que son ellos los encargados de cuidarte a ti. Es decir,
tu hijo (a) ocupa entonces el rol de madre/padre respecto de ti. Recuerda
que, por muy maduro (a) que pueda parecerte tu hijo (a), no cuenta con
las herramientas suficientes para ayudarte y guiarte en el proceso de duelo
en el que estás… y tampoco le corresponde: esta podría ser la tarea de una
amiga, tía, mamá o de un especialista.

Esta inversión de los papeles en la relación con tus hijos se conoce como
parentalización.

En esta situación los niños sienten el deber de acompañarte, consolarte,


protegerte y ayudarte y también sienten la presión de “tomar partido” por
ti. Esto último los daña porque genera un conflicto de lealtades.

Al mismo tiempo, tus hijos, al observarte tan frágil, dejan de verte como
un adulto que los puede consolar cuando están en problemas o cuando se
sienten mal, por lo que no te contarán sus propios problemas ni mucho
menos te pedirán ayuda cuando la necesiten.

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5. Usarlos como un medio
para transmitir mensajes

Esto ocurre cuando no quieres o no puedes comunicarte con el papá de tus


niños y entonces intentas coordinar aspectos de la vida cotidiana a través
de ellos.

Por ejemplo, pedirles a tus hijos que le digan al papá cuándo será el torneo
de hockey, o que sean ellos los encargados de avisarle a la casa de qué
amiga o amigo tendrán que ir a buscarlos el día que empieza la visita.

Lo mismo aplica en lo referente al dinero, si este no es suficiente y no


alcanza a cubrir las necesidades de tus hijos… ¡No deben ser ellos quienes
se lo digan al papá!

Pedirles a los niños que hagan de mensajeros los daña porque conduce
a malentendidos, discusiones y puede incluso aumentar el conflicto pre–
existente. Por ejemplo ¿Qué sucedería si le pides a tu hija que le diga a
su papá que pensión es insuficiente y él se enoja con ella por darle ese
mensaje? ¿Qué ocurriría si a tu hijo se le olvida decirle al papá que el
viernes tiene que ir a buscarlo a la salida del lugar donde practica hockey
en lugar de tú casa?

Esto genera, además, que los hijos empiecen a acumular rabia hacia quien
le solicita el envío de mensajes y/o que experimenten un conflicto de
lealtades.

La separación es un momento personal y familiar muy duro. Se siente


tristeza, rabia, confusión y ansiedad, por lo que es importante buscar
ayuda… No vivas esta etapa sola!

Si necesitas más información y recursos puedes visitar mi página de


Facebook en Mónica Gabler – Herramientas para una separación sana
Con mucho cariño, Mónica Gabler, Psicóloga Clínica

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