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Cristianismo y Ecología. Ideas y propuestas.

Propuestas de Carlos de Prada a la Iglesia española en el VIII Congreso Católicos y Vida Pública
(17, 18 y 19 de noviembre de 2006)

CRISTIANISMO Y ECOLOGÍA
IDEAS Y PROPUESTAS

Hoy en día la conservación de un medio ambiente en condiciones es uno de los mayores retos que afronta la Humanidad,
como expresa la creciente preocupación social por el tema y las cumbres al máximo nivel que, con la presencia de jefes
de Estado de todo el mundo, se celebran periódicamente.

En consonancia con ello se ha manifestado también la Iglesia reiteradamente, destacando los llamamientos de papas
como Juan Pablo II o Benedicto XVI.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia titula su capítulo X “salvaguardar el medio ambiente”, y en él considera a
la Naturaleza como “un don de Dios, el lugar y el proyecto que El confía a la guía responsable y al trabajo del hombre” y
que “la relación del hombre con el mundo es un elemento constitutivo de la identidad humana. Se trata de una relación
que nace como fruto de la unión, todavía más profunda, del hombre con Dios”.

La necesidad de que las confesiones religiosas intervengan de manera más clara en la cuestión ha sido expresada en
diversos foros, como puede haber sido, entre otros, en el seminario sobre Pastoral del Ambiente y Ecología Humana,
celebrado por el Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española.

Hoy día, todas las instituciones importantes de la sociedad tienen áreas dedicadas específicamente al medio ambiente.
Los Gobiernos tienen ministerios del ramo, las Comunidades Autónomas consejerías, los ayuntamientos concejalías, las
empresas, partidos políticos o sindicatos áreas o departamentos dedicados al medio ambiente.

La Iglesia española y entidades ligadas a ella, han desarrollado iniciativas en este ámbito, pero aún no se ha creado un
área específica (como pudiera ser, por ejemplo, un departamento de la Conferencia Episcopal u otra posible figura, en
esta u otras instancias eclesiales, como pudieran ser fundaciones, movimientos, etc.) que sirva para potenciar, mejorar y
hacer más visible ante la sociedad, su labor en el tema.

La Naturaleza o, en términos teológicos, la Creación, es algo básico en la fe cristiana. El Catecismo de la Iglesia Católica
nos recuerda como la belleza del Universo, el orden y armonía del mundo creado, reflejan “la infinita belleza del creador”
y deben “inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y su voluntad”. Y la Doctrina Social de la Iglesia
(453) nos dice como “la salvación definitiva que Dios ofrece a toda la humanidad por medio de su propio Hijo, no se realiza
fuera de este mundo. Aun herido por el pecado, el mundo está destinado a conocer una purificación radical” y como “toda
la Creación toma parte en la renovación que brota de la Pascua del Señor” (455).

En la sociedad actual, las cuestiones de la ecología suelen ser abordadas casi exclusivamente desde perspectivas
científicas, técnicas, económicas, políticas,… Es decir, desde enfoques dominantemente laicos. Y ello a pesar de que, como
dice la Doctrina Social (487) “si se coloca entre paréntesis la relación con Dios, la naturaleza pierde su significado profundo,
se la empobrece”. Lo que le sucede a nuestro planeta, como ha reiterado una y otra vez la Iglesia, es expresión de una
profunda crisis espiritual del hombre y no sólo algo que deba afrontarse desde enfoques materialistas. De ahí la
importancia de cualquier iniciativa que pretenda amplificar la voz de la Iglesia en estos temas.

Al mismo tiempo, tampoco debe olvidarse lo que escribiera el arzobispo Fernando Sebastián hace poco (en un artículo del
libro En comunión con la creación. BAC 2004) que el hombre, al alejarse de la Naturaleza y vivir cada vez más sólo dentro
de sus propias creaciones, tiende demasiado a verse a sí mismo como elemento creador autosuficiente. Porque la
Naturaleza nos remite a su Creador y separarnos de ella favorece que nos olvidemos de Él.
Desde la noche de los tiempos, la Naturaleza ha sido el más contundente kerigma, esto es, pregón, generador de fe en un
Dios creador. Y en unos tiempos en los que se vive cierta zozobra de la fe en muchos ámbitos y se habla de la necesidad
de una nueva evangelización, no debiera olvidarse el apoyo que en esa ardua labor puede representar la Naturaleza (como
en su tiempo entendería, por ejemplo, Fray Luis de Granada con su Introducción del Símbolo de la Fe).

Todo ello, por otro lado, no es más que la directa aplicación de un mensaje básico de la Biblia, desde el Génesis al
Apocalipsis, desde los Salmos a San Pablo, desde Job al Libro de la Sabiduría,… que apela a sobrecogerse ante el poder de
Dios manifestado en su Creación: en el sol, en las estrellas, en el mar, en el trueno, en el viento, en el fuego, en las
montañas, en los bosques, en los animales,… En consonancia con todo ello, bastaría hacer un repaso por los principales
santuarios cristianos del país, así como por muchos de sus monasterios, para descubrir que se encuentran, y no
casualmente, en los principales paraísos naturales de España. La presencia de la espiritualidad cristiana en la naturaleza
es tan antigua como Jesús transfigurándose en lo alto de una montaña, bautizándose en el río Jordán, orando en los
desiertos o caminando sobre las aguas del lago Libertades. Como la Ley de Moisés fue dictada por Dios en el monte Sinaí,
o como tantos santos, desde Francisco de Asís a San Juan de la Cruz, tuvieron tan presente que la Naturaleza era una
metáfora de lo divino. Un camino de primer orden hacia su Creador.

Deberíamos plantearnos también por qué algunas cosas que perturban, amenazan o inciden negativamente sobre la fe
cristiana –el materialismo exacerbado, el consumismo, el culto al dinero, etc.- son, al mismo tiempo, con demasiada
frecuencia, también, los que tienen tan negativas repercusiones sobre la Creación. Y si la falta de respeto a ella, a la
Creación, no expresa, en el fondo, una falta de respeto al que la creó.

Son cuestiones con un interés creciente entre los cristianos, muchos de los cuales aman profundamente la Naturaleza y
ven en ella un soporte, un apoyo consistente de su fe en un Dios creador. La Iglesia, que ya fomenta estas cuestiones a
muchos niveles, podría mejorar su labor en ellos de diversas maneras, lo que, a la vez, constituiría un factor más que daría
vigor a la institución.

Al mismo tiempo, muchos amantes de la Naturaleza no creyentes, pero que acaso podrían ser convertidos –especialmente
jóvenes- a través de la grandiosidad de los paisajes, de los bosques y montañas en las que se palpa la presencia de Dios,
verían abiertos desde la Iglesia nuevos y atractivos canales.

Por otra parte, tampoco conviene olvidar que muchas de las personas sensibles a estos temas tienen incluso la errónea
idea de que ha sido precisamente la cosmovisión judeocristiana la responsable de que Occidente haya dañado tanto
nuestro planeta, cuando ,como se sabe, más bien ha sido cierto desproporcionado culto al materialismo racionalista el
responsable de lo sucedido. Debe por tanto mejorarse el esfuerzo realizado por restablecer la imagen de compromiso de
la Iglesia a favor, como no podía ser de otro modo, de la Creación divina.

En resumen, potenciar estas cuestiones por parte de la Iglesia española y sus instituciones podría convertirse en algo muy
positivo que haría que los sectores crecientes de la sociedad española preocupados por estos asuntos viesen en la Iglesia,
todavía más claramente, un lugar al que orientar sus miradas. Servirá para potenciar la fe de los creyentes y para generarla
en los que aún no la tienen. Sería un elemento más de vivificación de la Iglesia y mostraría el compromiso que tiene con
uno de los temas que más inquietan al hombre de hoy.

POSIBLES AMBITOS DE ACTUACIÓN

Entre los aspectos en los que yo creo que incidiría una mayor potenciación de esta vertiente ecológica, si así podemos la,
del cristianismo, están los que a continuación expongo:

-Promover el acercamiento a Dios a través de su obra: la Naturaleza

Lo cual puede conseguirse de diversas formas, como por ejemplo:

— Promover la educación ambiental en colegios, institutos, universidades,… pero no como la que hacen ciertas
instituciones laicas ,que incluso utilizan las ciencias naturales como un elemento para combatir la fe o relativizarla , sino
antes al contrario, haciendo hincapié en la Naturaleza como camino hacia Dios o manifestación de Él. Puede hacerse
dentro de las clases de religión o en otros espacios (como charlas en salones de actos, como visitas a lugares donde se
hable de estos temas,…)

–Otro de las labores podría ser nutrir de apoyo a la asignatura de Cristianismo y Ecología que se imparte en Institutos
Superiores de Ciencias Religiosas, mediante charlas, excursiones, documentos, actividades,…

–Promoción de encuentros, jornadas, seminarios,… que profundicen con seriedad en la Teología de la Creación.

–Orientar a movimientos cristianos que lo requieran sobre la cuestión.

–Creación de una biblioteca y coordinación de un centro o área de estudios sobre estas cuestiones.

–Redacción de textos, libros, revistas,… vinculados con el tema. Incluso podría editarse una revista, no sé si desde la propia
CEE o desde otra entidad cristiana, que podría titularse algo así como “Ecología Cristiana”, “Creación”, “Hermana Tierra”,…
y recogería colaboraciones sobre el tema de autores cristianos, así como iniciativas diversas de la Iglesia vinculadas al
tema o documentos, cartas, artículos, entrevistas, etc. sobre el mismo de obispos, sacerdotes, miembros de movimientos
cristianos, personalidades del ámbito ambiental, y demás. Tal revista podría servir de órgano de expresión de todo lo que
se estuviera moviendo en la Iglesia sobre estos temas.

–Asimismo, potenciar la presencia de esta línea cristiana en diversos medios de comunicación más generalistas.

–Promoción, apoyo o complemento de excursiones a espacios naturales, campamentos y actividades de toda índole desde
las parroquias, asociaciones católicas, colegios, asociaciones de vecinos, seminarios,… en los que se potencie esta
percepción de la palabra de Dios en la Creación. Acaso fuese bueno en esto, como ya hemos apuntado antes, el trabajo
específico de un grupo de personas que sirviesen de levadura para nuevas iniciativas en este ámbito, mejorando si cabe
lo mucho que ya se está haciendo por diversas entidades cristianas. Dentro de esta labor , -que no solo debiera orientarse
hacia los fieles sino intentar incluir en la medida de lo posible a todo tipo de personas susceptibles de conversión- no
deberían olvidarse, en especial , las excursiones a santuarios, monasterios, ermitas, … enclavados en espacios naturales
destacados, para mostrar y sentir la vinculación histórica entre Naturaleza y espiritualidad. Domina y la Virgen del Rocío,
la Virgen de la Peña de Francia y la Batuecas, los ermitaños del Valle del Silencio,…El poderoso simbolismo sagrado de la
Naturaleza: montañas que se elevan al cielo, marismas que lo reflejan, silencio que permite escuchar la voz de Dios,… La
Naturaleza nos habla de Dios.

Del mismo modo, si así se estimase necesario o conveniente, podrían potenciarse actividades en la naturaleza gestionadas
desde los propios santuarios o por entidades dependientes de ellos, siempre encaminadas a fomentar la espiritualidad y
el contacto con la Creación. La Iglesia es, probablemente, a pesar de que una parte de la sociedad no haya reparado en
ello, una de las instituciones que más presencia tiene en los más privilegiados lugares de la Naturaleza española.
Santuarios, monasterios, ermitas,… ubicados en parques nacionales, parques naturales, reservas y otros espacios
protegidos. En buena medida, es algo que ya está funcionando en muchos lugares de España, en múltiples monasterios y
santuarios, pero que acaso podría mejorarse. Siempre vigilando que no supusiera una desvirtuarían de las finalidades de
los santuarios y siempre dando ejemplo de preocupación por la conservación de la Naturaleza. Una de las cosas que más
bonitas me parecen de iniciativas de este tipo es que a veces pareciera que la espiritualidad pudiera estarse anquilosando
dentro de las ciudades, de las distracciones del mundo moderno y de las rutinas y que esto sería, en cierto modo,
oxigenarla, extenderla por los ríos, bosques y montañas en los que se palpa la presencia del Creador. Creo que esto
supondría un elemento clave de revitalización de la fe, que además ofrecería una forma menos frívola, pero al mismo
tiempo aún más regeneradora, física y espiritualmente, de ocupar el tiempo libre. Incluso, en alguna medida y salvando
las distancias, sería emular un poco a los retiros contemplativos de tantos santos. Dios nos habla a través de la Naturaleza.

–Vinculado a lo anterior no debe de dejarse de hacer hincapié en especial en la juventud, a fin de potenciar una
multiplicación de actividades de los más jóvenes en la Naturaleza. La motivación es la promoción en ellos de dinámicas
que les alejen de peligrosas inercias que parecen estarse extendiendo cada vez más en la sociedad moderna.
–Otro aspecto interesante sería inventariar el patrimonio natural ligado a la Iglesia, así como la contribución de esta a su
conservación. Es universalmente conocido el patrimonio cultural ligado a la Iglesia, pero no lo es tanto el patrimonio
natural que ha estado históricamente ligado a la misma y que, desde luego, tiene también una importancia extraordinaria.
Debido a expolios como el de la Desamortización, tal patrimonio menguó (con unos efectos ecológicos negativos
reconocidos aún por los ecologistas más anti-clericales), pero sigue existiendo. Es de justicia realizar un estudio serio sobre
Iglesia y conservación de la Naturaleza, que mostraría –para sorpresa de muchos- la enorme contribución de esta
institución a la conservación de la Naturaleza en España. De hecho, muchos de los principales espacios naturales del país,
deben su existencia –como, por ejemplo, es el caso de los bosques del monasterio de Poblete- precisamente al hecho de
haber estado en manos eclesiales.

Al mismo tiempo, y aunque el patrimonio natural actualmente en manos de la Iglesia o vinculado a ella se ha reducido,
sigue existiendo y debiera valorarse. Una vez valorado, entre otras cosas, podría permitir, por ejemplo, optar a ayudas
para la mejora ambiental de tales espacios, de forma similar a las que se perciben para el patrimonio cultural o para otras
acciones de carácter social que se reconocen a la Iglesia.

–No olvidar tampoco las implicaciones de lo ecológico en relación con la situación del Tercer Mundo en el que tanto
trabaja la Iglesia, a través de las misiones, etc. Como apunta la Doctrina Social “el principio del destino universal de los
bienes ofrece una orientación fundamental, moral y cultural, para deshacer el complejo y dramático nexo que une la crisis
ambiental con la pobreza” (482)

-Tender nuevos puentes entre la Iglesia y la sociedad

Podría articularse mediante:

–Presencia en los foros en los que se debata sobre ecología. Siendo este uno de los asuntos que más interesan hoy a la
sociedad y que han dado pie al surgimiento de un movimiento social importante articulado en torno a organizaciones no
gubernamentales, sindicatos, instituciones oficiales, fundaciones,… Tal presencia materializaría más claramente el
compromiso que se tiene para con todas las cuestiones que afectan al hombre y a la Naturaleza de la que depende (y, a
nivel teológico, supondría acaso una forma más de ayudar a la creación de una Tierra Nueva que prepare la Parusía y, en
definitiva, de cumplimiento del encargo bíblico del Génesis de que cuidemos del mundo).

–Potenciar una ecología cristiana. No es admisible la hegemonía en la sociedad de una ecología laica, en algún caso incluso
anti-clerical, que no tiene presente todo lo que la Iglesia ha estado aportando y puede aportar al tema. Es preciso fomentar
el reconocimiento social de toda la cultura de ecología espiritual que ha desarrollado la Iglesia a lo largo de la Historia –
con manifestaciones tan hermosas como la de San Francisco de Asís- , de la que está desarrollando actualmente en todo
el mundo y de las nuevas iniciativas que puedan realizarse. Todo ello desde el convencimiento de que los problemas del
mundo, y muy especialmente los de la ecología, no podrán nunca abordarse seriamente si se olvida su perspectiva
espiritual. Debe mejorarse la percepción por parte de la sociedad de la voz de los cristianos en este asunto por estar
convencidos de que el papel de la fe puede ser esencial para llegar a su resolución. Como dice la Doctrina Social de la
Iglesia “el vínculo que une el mundo con Dios ha sido roto: esta ruptura ha acabado desvinculando también al hombre de
la tierra y, más radicalmente, ha empobrecido su misma identidad. El ser humano ha llegado a considerarse extraño al
contexto ambiental en el que vive. La consecuencia que deriva de todo ello es muy clara: “La relación que el hombre tiene
con Dios determina la relación del hombre con sus semejantes y con su ambiente”” (464).

–Asimismo, estas iniciativas podrían servir de vector de las inquietudes que en estos temas hay dentro de la Iglesia y de
elemento catalizador y aglutinador de las mismas, potenciando su expresión y desarrollo.

–Estas cuestiones harían que la Iglesia hallase una nueva y muy potente vía de contacto con la sensibilidad social que sin
duda sería muy bienvenida por los cristianos y que generaría una mayor posibilidad de acercamiento a la fe de sectores
de la población hoy más o menos ajenos a ella (en especial entre los más jóvenes algunos de los cuales erróneamente, por
malentendidos, en algún caso, pudieran pensar que la Iglesia no se ocupa de las cosas que a ellos les inquietan).

Amplios sectores sociales se sentirían más identificados con la Iglesia al ver de forma más clara como ella se identifica con
sus inquietudes ecológicas. Y ello no sería por que la Iglesia buscase más fieles, o más aprobación, sino porque estas
inquietudes están en concordancia plena con la doctrina bíblica. Porque esas inquietudes están dentro de la doctrina
cristiana, aunque es probable que, en algún caso, podrían haberse explicitado más y mejor. La propuesta de armonía que
Jesús representa, evidentemente ha de materializarse a todos los niveles: con uno mismo, con los semejantes, con la
Creación y con Dios.

–Acaso estas iniciativas podrían estructurarse creando, en cualquier nivel de la Iglesia, o en entidades ligadas a ella, algún
órgano de reflexión, coordinación y de creación de conciencia en este sentido, que pudiera facilitar la generación de
documentos e iniciativas.

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