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PSICOPATOLOGÍA – 3ER PARCIAL

FREUD (1905) – “FRAGMENTO DE ANÁLISIS DE UN CASO DE HISTERIA: DORA”

Capítulo 1: EL CUADRO CLÍNICO

La interpretación de los sueños es uno de los caminos por los cuales puede llegar a la CC el material
psíquico que fue bloqueado de la misma, y así se volvió patógeno. Es uno de los rodeos por los que se puede
sortear la represión. Todos los enfermos tienen la incapacidad de dar una exposición ordenada de su
biografía. Esto por dos cosas: en primer lugar, se guarda una parte concientemente por timidez y vergüenza;
en segundo lugar, una parte de su saber no le acude durante el relato. En tercer lugar, siempre hay
amnesias reales, lagunas de memoria, etc. Sólo hacia el final del tratamiento se puede abarcar un historial
clínico congruente y comprensible. Puede plantearse como una 2da meta del tratamiento (la 1era sería
cancelar los síntomas) la tarea de salvar todos los deterioros de la memoria del enfermo.

El círculo familiar de la paciente (18 años) incluía a sus padres y a un hermano un año y medio mayor. La
persona dominante era el padre. Su situación material era muy holgada; la hija estaba apegada a él con
particular ternura, la cual se había acrecentado por las graves enfermedades que el padre padeció desde
que ella tenía 6 años. Esto provocó que la familia se trasladara de ciudad. No se conocía a la madre, pero de
acuerdo con las comunicaciones era una mujer de escasa cultura. La relación con la hija era poco amistosa.

Dora ya presentaba a los 8 años síntomas neuróticos. Contrajo una disnea permanente. A los 12 le
aparecieron hemicranias y ataques de tos nerviosa. En los últimos años, el síntoma más molesto era una
afonía total. A los 16, muere su tía y le diagnostican apendicitis. Los signos principales de su enfermedad
eran una desazón y una alteración del carácter. No estaba satisfecha consigo misma ni con los suyos,
enfrentaba hostilmente a su padre y no se entendía con su madre. Buscaba evitar el trato social.

La familia de Dora había establecido una amistad íntima con un matrimonio en B. El señor K se había
mostrado siempre amable hacia Dora, le hacia obsequios. Dora atendía a los hijos del matrimonio. Una vez
contó a su madre que el señor K durante una caminata por el lago, había osado hacerle una propuesta
amorosa. Cuando el padre pidió cuentas, este desconoció toda acción y arrojó sospechas sobre la muchacha.
Dora pide al padre que rompa relación con el señor K y su esposa, el no lo hace porque piensa que todo lo
dicho es una fantasía de su hija.

En la vivencia de Dora con el señor K, tendríamos el trauma psíquico, que se definió como la condición
previa para la génesis de un estado patológico histérico. Es común que esto resulte inservible para
especificar los síntomas, ya que la tos y la afonía aparecieron años antes de este trauma, por lo cual
tenemos que retroceder en el tiempo. Tiempo después, Dora comunica una vivencia anterior con el señor
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K. Tenía 14 años, habían convenido ir a su tienda. Una vez allí, estando solos, él bajó las cortinas, fue hacia
donde estaba la muchacha y la estrechó contra sí, y le dio un beso en los labios. Dora sintió asco y corrió
hacia la escalera. No obstante, el trato con el señor K prosiguió.
Se ha producido aquí un desplazamiento de la sensación: en lugar de la sensación genital que en tales
circunstancias una muchacha sana no habría dejado de sentir, le sobreviene la sensación de displacer, el
asco. Este había pasado a ser un síntoma permanente: comía mal y confesaba repugnancia por los alimentos.
Además había quedado una alucinación sensorial: seguía sintiendo la presión de aquel abrazo sobre la parte
superior del cuerpo. Fue en realidad la presión del miembro erecto contra su vientre, la cual fue sustituida
por la sensación de presión en el tórax. Distinguimos entonces 3 síntomas que provienen de la misma
vivencia: asco, la presión en el pecho, y el horror a los hombres en tierno coloquio.

Dora no podía perdonarle al padre no haber cortado relación con el señor K. Además pensaba que tenía una
relación amorosa con la señora K. Ella se había vuelto la cuidadora del padre en los momentos en los cuales
estuvo enfermo. No tenía duda de que ella le aceptaba dinero. Aún después que abandonaron B, ese trato
con la señora habría proseguido. Esas enfermedades eran pretextos para ver a su amiga. Se podía ver
claramente el reproche de Dora hacia el padre: ella había sido entregada al señor K como precio por la
tolerancia que este mostraba hacia las relaciones con su señora.

Cada vez que en el tratamiento surgen pensamientos correctamente fundados, ello es una confusión para el
médico. Éstos han sido usados para encubrir otros que se quiere sustraer de la CC. Una serie de reproches
dirigidos hacia otros, hacen sospechar autorreproches de igual contenido. En la paranoia esta proyección
del reproche sobre otra persona se vuelve manifiesta como proceso de formación del delirio. También los
reproches de Dora estaban totalmente enfundados: ella había hecho lo mismo que su padre, y se había
vuelto cómplice de aquella relación. Dora siguió tiernamente apegada a la señora K. También tenía una
gobernanta, enamorada de su padre. Ella se irritó al notar que el amor que la misma le mostraba, en
realidad iba dirigido hacia su padre.

Su otro reproche era que el padre creaba enfermedades como pretextos. Dora en este caso se había
comportado de forma inversa que la señora K: ésta, cada vez que llegaba su marido, se hacía la enferma.
Dora, enfermaba cuando él estaba ausente. En relación con esto, sabemos que en las personas que padecen
de mutismo histérico, la escritura suplanta el habla. En los primeros días de afonía de Dora, su escritura
fluía con particular facilidad: cuando el amado estaba lejos, ella renunciaba hablar, y la escritura pasa a
tomar importancia como único medio de comunicación. Volviendo a las enfermedades: con ellas Dora quería
que el padre se alejase de la señora K. Si el padre no cedía, ella no habría de renunciar a su enfermedad.
En el caso de la histeria, los motivos de la enfermedad han de separarse de las posibilidades de enfermar.
El síntoma es primero mal recibido en la vida psíquica, lo tiene todo en contra y por eso se desvanece
fácilmente. Al comienzo no cumple ningún cometido útil, pero a menudo lo obtiene secundariamente. Una
corriente psíquica halla cómodo servirse del síntoma, y entonces éste alcanza su función secundaria y
queda anclado en la vida anímica.

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El carácter en apariencia involuntario del estado patológico, le posibilita el uso de un medio que probó su
eficacia en la infancia. Es preciso intentar hacer entender al enfermo la existencia de ese propósito de
enfermar.
En la histeria, el punto débil para la terapia es el combate hacia los motivos de la enfermedad. Hay casos
con motivos puramente internos, como el autocastigo. En ellos la tarea terapéutica resultará más fácil que
en los casos de una meta exterior. Para Dora esta meta era mover a compasión al padre y hacerlo apartar
de la señora K.

Llegamos a la conclusión de que todo síntoma histérico requiere de la contribución de dos partes. No puede
producirse sin la solicitación somática, brindada por un proceso normal o patológico en el interior de un
órgano. Pero no se produce más de una vez si no posee un significado psíquico, un sentido. Ambos son
soldados. Algunos factores operan para hacer menos arbitrarias las relaciones entre los pensamientos ICC y
los procesos somáticos que se los ofrecen como medio de expresión. Los síntomas se solucionarán en la
medida que se explore su intencionalidad psíquica.

Las acusaciones contra el padre se repetían en el análisis, y cuando lo hacía tosía. Freud supuso que ese
síntoma tenía un significado referido al padre. Un síntoma significa la figuración de una fantasía de
contenido sexual, al menos uno de los significados es sexual. Pronto se presentó la oportunidad de atribuir
a la tos una interpretación de esa clase. Cuando insistió otra vez en que la señora K sólo amaba al papá
porque el era “un hombre de recursos”, se ocultaba la contraria: que el padre era un hombre sin recursos.
Esto podía entenderse sexualmente: era impotente. Dora ya bien sabía que hay más de una manera de
satisfacción sexual. Con su tos espasmódica, se representaba una situación de satisfacción sexual entre su
padre y la señora K (fantasía de fellatio).

Dora halla horroroso el carácter perverso de sus fantasías. Las perversiones son desarrollos de gérmenes,
contenidos en la disposición sexual indiferenciada del niño, cuya sofocación o cuya vuelta hacia metas más
elevadas, asexuales, están destinadas a proporcionar fuerza motriz a nuestros logros culturales. Todos los
psiconeuróticos tienen inclinaciones perversas muy marcadas, pero reprimidas. Por eso sus fantasías ICC
exhiben idéntico contenido que las acciones de los perversos. Las fuerzas impulsoras de la formación de
síntomas histéricos no provienen sólo de la sexualidad normal reprimida, sino también de las mociones
perversas ICC. Así, Dora, ya con conocimiento de ese tipo de comercio sexual, desarrolló una fantasía ICC y
la expresó a través de la sensación en su garganta y la tos. Un hecho particular proporcionaba la
precondición somática: recordaba que en su infancia había sido una chupeteadora. Entonces, esta fantasía
perversa de la succión del pene tiene el más inocente origen; es la nueva versión de la succión del pecho de
la madre.

El síntoma de la garganta tiene otra observación. Hay un rasgo conservador en el carácter de la neurosis: el
síntoma ya constituido se preserva, por más que el pensamiento ICC que en él se expresó haya perdido
significado. Llamo a ello conversión. El esfuerzo ejercido desde lo ICC para descargar la excitación lleva a

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contentarse en lo posible con la vía de descarga ya transitable. Por más que la parte somática del síntoma
histérico aparezca como el elemento más permanente y la psíquica como la más mudable, no se debe inferir
una jerarquía. Para la terapia, la parte psíquica es la más importante.

En Dora, los pensamientos sobre la relación de su padre pueden llamarse hiperintensos o reforzados. A pesar
de su carácter correcto, resultan patológicos porque no pueden ser destruidos. Los pensamientos
hiperintensos deben su refuerzo a lo ICC. Otro pensamiento ICC es casi siempre su opuesto directo, los
opuestos están siempre enlazados; uno es CC con hiperintensidad, pero su contraparte está reprimida en el
ICC. Esta constelación es resultado del proceso represivo. La represión se produjo por el esfuerzo
desmedido del opuesto del pensamiento que se reprimía. Esto se llama refuerzo reactivo, y se llama
pensamiento reactivo al que se afirma en lo CC y se muestra indestructible. Hacer CC el opuesto reprimido
es el camino que permite sustraer su refuerzo al pensamiento hiperintenso.

En Dora, la raíz de su preocupación compulsiva le era desconocida, porque residía en lo ICC. Sentía y
obraba como una mujer celosa; ocupaba el lugar de la madre. En la fantasía referida a la tos, ella ocupaba
el lugar de la señora K. Así, se identificaba con dos mujeres amadas por el padre. Se puede ver en tales
vínculos amorosos ICC unos gérmenes de sentimiento infantil. Esta inclinación temprana de la hija por el
padre, no puede menos que suponerse más intensa en el caso de la neurosis. Dora estaba enamorada de su
padre, pero no lo exteriorizó. Ese amor se había renovado en fecha reciente. Lo sofocado era el amor por el
señor K. Dora había retomado y reforzado su vieja inclinación hacia el padre a fin de no tener que notar
nada en su CC de ese primer amor que se le había vuelto penoso. Por una parte le consternaba tener que
rechazar a ese hombre, por la otra se revolvían contra estas mociones de ternura y nostalgia. De tal modo,
dio en imaginar que había terminado con el señor K y no obstante, tenía que llamar en su auxilio y exagerar
la inclinación infantil hacia el padre, a fin de protegerse contra ese enamoramiento. Dora presentaba una
total contradicción cuando se le presentaban estas intelecciones.

Una complicación: tras el itinerario de pensamientos hipervalentes, se escondía una moción de celos cuyo
objeto era la señora K. Se sabe que durante la pubertad normal pueden verse inclinaciones homosexuales.
En circunstancias favorables, la corriente homosexual se seca, pero cuando no se obtiene la dicha en el
amor por el hombre, es despertada de nuevo. En mujeres histéricas cuya libido dirigida al hombre ha
experimentado una sofocación enérgica, hallamos reforzada y aún CC en parte, la libido dirigida a la mujer.
Recuérdese además de la señora K, aquella gobernanta y su prima.
En cuanto a su relación con la señora K, se sabía que habían sido confidentes. Cuando Dora se hospedaba en
la casa de los K, compartían dormitorio. A Dora, nunca se le escuchó una palabra dura hacia la señora K,
sólo halagos. Sin embargo para sus pensamientos hipervalentes, era la causante de su desdicha. Cuando el
padre se enteró de la escena del lago, se cree que una muchacha que lee semejantes libros y se interesa por
esas cosas no puede reclamar respeto de un hombre. Entonces era en realidad la señora K quien la había
traicionado. Se repetía lo mismo con la gobernanta: tampoco la señora K la había amado por su propia
persona, sino por su padre.

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Entonces, el hipervalente itinerario de pensamientos de Dora, no estaba destinado sólo a sofocar el amor
por el señor K, sino que también debía oculta el amor por la señora K. Dora hacía ver ruidosamente que no
dejaría que ella de quede con el papá, pero así ocultaba lo contrario: no dejaría que el papá se quede con
el amor de la señora K. Esta corriente de sentimientos varoniles, han de considerarse típicos de la vida
amorosa ICC de las muchachas histéricas.

Capítulo 2: EL PRIMER SUEÑO

“En una casa hay un incendio. Mi padre está frente a mi cama y me despierta. Me visto rápido. Mamá
pretende salvar su alhajero, pero papá dice: no quiero que yo y mis dos hijos nos quememos a causa de tu
alhajero. Descendemos de prosa por las escaleras. Una vez abajo me despierto”.

Recuerda que tuvo el sueño en L (el lugar del lago) y había vuelto a tenerlo en Viena. Tal vez con motivo de
una disputa entre sus padres, porque la madre cierra por la noche el comedor, y el padre no quiere,
porque dice que por la noche podría pasar algo que obligase a salir.
El sueño fue el efecto de la vivencia con el señor K. Dora cuenta después que el día del viaje por el lago, se
tiró a dormir y cuando despertó vio al señor K de pie frente a ella. Lo increpó para ver que buscaba. Él le
respondió que no dejaría de entrar en su dormitorio cuando el quisiese. A la mañana siguiente Dora se
encerró para hacerse la toilette; a la tarde cuando quiso volver a hacerlo para dormir, no estaba la llave.
En ese momento, se propuso no quedarse en la casa de los K. Temía que el señor K la descubriera desnuda
por eso se vestía con gran rapidez. Ella piensa: no podré dormir tranquila hasta que no me encuentre fuera
de esta casa. Lo inverso dice en el sueño: una vez abajo me despierto.

Ahora, el alhajero. El papá de Dora le ha regalado muchas alhajas a su madre. También a Dora. Hace
algunos años hubo una gran pelea a causa de una alhaja: la mama de Dora quería algo especial, unos aros en
forma de gotas de perlas. Su padre en lugar de eso, le trajo una pulsera. Ella se puso furiosa y dijo que le
regalara eso a otra. El señor K además, le había regalado a Dora un alhajero. Alhajero es una designación de
los genitales femeninos. Si el señor K le ha obsequiado uno, ella debería retribuirle el regalo. En esta serie,
su mamá es sustituida por la señora K.

“Por la noche podría pasar algo que los obligase a salir”. Si se traslada esto a un percance de la infancia,
sería mojar la cama. Para evitar que los niños hagan esto, se los despierta. Eso hace el padre en el sueño.
Se infiere que Dora mojó la cama por más tiempo que el corriente. La causa más probable de una enuresis
de esta clase es la masturbación infantil. Acusaciones al padre, jugueteo con la carterita, enuresis después
del 6to año son indicios de la masturbación infantil. Dora mojó la cama casi hasta el momento que tuvo su
primera disnea. En esa época su papá había salido de viaje por primera vez después de su mejoría. Ahora
bien, las acciones sintomáticas y otros indicios me llevaron a suponer que la niña espió con las orejas una
visita nocturna del padre a su mujer, y lo oyó jadear en el coito. La disnea y las palpitaciones son

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fragmentos desprendidos de la acción del coito. Bajo la influencia de la coexitación que le sobrevino esa
vez, pudo producirse un ímpetu en la sexualidad de la pequeña, quien sustituyó la inclinación a masturbarse
por la inclinación a la angustia. Así se le repitió como ataque de asma.
Debajo de todo cabe suponer un estímulo de tos real, el cual es susceptible de fijación porque afecta a una
región del cuerpo que conservó en alto grado la significación de una zona erógena.

Al día siguiente contó que todas las veces tras despertar, había sentido olor a humo. Esto señalaba, además
de la relación con el fuego, la relación con Freud. El señor K, su papá y él, son fumadores. Una
transferencia sobre él llegó a esto: desearía ser besada por Freud.

El sueño corresponde a un designio que Dora retomó durmiendo. Por eso se repitió hasta que fue cumplido,
y reapareció años más tarde al presentarse una ocasión para que ella formara un designio análogo. Contiene
un material infantil que no guarda relación alguna (a primera vista) con el designio de escapar de la casa
del señor K. La niña resuelve a huir con su padre, huye a refugiarse en el. Del peligro presente, el padre
mismo es el culpable. Por tanto, el designio de huir de la casa no es en sí soñable, sino que se asocia con
otro designio que se apoya en un deseo infantil: el deseo de sustituir al señor K por su padre. Se habría
despertado una inclinación infantil hacia el padre a fin de poder mantener en la represión el amor reprimido
hacia el señor K. Mojarse en la cama, el catarro, el asco; una prehistoria así puede ser fundamento de dos
tipos de conducta hacia el reclamo de amor en la edad madura: o bien la plena entrega a la sexualidad,
lindante con lo perverso, o bien su desautorización y la contracción de la neurosis.
El sueño muda el designio de refugiarse en el padre en una situación que muestra cumplido el deseo (que el
padre la salve del peligro).

En el contenido del sueño se dice en dos lugares: “alhajero de mamá” y este elemento sustituye a la
mención de los celos infantiles, de las gotas, por tanto de la mojadura sexual, del ensuciamiento por el
fluor, y por tanto de los pensamientos de tentación actuales. El alhajero es un resultado de la condensación
y el desplazamiento.

Capítulo 3: EL SEGUNDO SUEÑO

“Ando paseando por una ciudad que no conozco, veo calles y plazas. Llego una casa donde yo vivo, voy a mi
habitación y encuentro una carta de mi mamá. Escribe que no quiso avisarme que mi padre enfermo, que
ahora murió, y “si tu quieres, puedes venir”. Me encamino a la estación ferroviaria, pregunto unas 100
veces donde está la estación y siempre me contestan “5 minutos”. Veo después frente a mí un bosque
denso; penetro en el y pregunto a un hombre, quien dice “2 horas y media”. Me pide acompañarme, lo
rechazo y me marcho. Veo frente a mí la estación y no puedo alcanzarla. Después estoy en casa. Me llego a
la portería y pregunto al portero por nuestra vivienda. La muchacha de servicio me abre y dice “La mamá y
los otros ya están en el cementerio”.

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Deambula por una ciudad, que asegura que no es B. Se agregó el recuerdo de un monumento en la plaza.
Para navidad le habían enviado un álbum con postales, estaba en una cajita. Preguntó a su mamá, ¿Dónde
está la cajita? El remitente era un joven a quien Dora había conocido.
El deambular tiene que ver con una de las ocasiones diurnas; había recibido la visita de un primito al cual
llevó a pasear por Viena y recordaron otro momento en el cual ella, como extranjera, paseó por Dresde. Ahí
otro primo quiso hacer de guía, pero ella lo rechazó y se fue sola, deteniéndose frente a las imágenes que le
gustaban. Permaneció 2 horas frente al cuadro “La Madonna”.

“Pregunto unas 100 veces”. Ayer el padre pidió coñac, Dora pide a su madre la llave del bar pero ésta
estaba ensimismada en una conversación, entonces Dora le dice “Te he preguntado ya 100 veces donde está
la llave”. La llave, la cajita, corresponde a los genitales. En la misma reunión alguien había brindado por el
papá de Dora, entretanto el padre dejaba ver un rictus de fatiga. Con ello llegamos al contenido de la carta
que aparece en el sueño. La frase “si tú quieres” nos lleva de nuevo hacia la escena del lago. Dora recuerda
unas palabras dichas por el señor K: “Usted sabe, no me importa nada de mi mujer”. Luego de la
bofetada, preguntó a un hombre cómo volver, su respuesta fue “2 horas y media”. El señor K de nuevo ahí,
le pidió disculpas y que no contara nada. El bosque del sueño, era parecido al bosque de la orilla del lago.
Tras la situación del sueño se encuentra una fantasía de desfloración: un hombre que se esfuerza por
penetrar los genitales femeninos.

Comuniqué a Dora mis conclusiones. Emergió un fragmento olvidado del sueño: ella se va tranquila a su
habitación y lee un gran libro. El padre había muerto en su sueño entonces, ella podría leer ese libro, con
temas prohibidos, tranquila. Recordé en ese momento que en la época que la tía suya murió, llegó una carta
de otro familiar diciendo que no podrían viajar porque el niño tenía apendicitis. Dora buscó esto en la
enciclopedia para averiguar los síntomas. Luego contrajo apendicitis. Tras su apendicitis había tenido
dificultades para caminar, por eso arrastraba una pierna. Esto era ilógico como consecuencia de una
apendicitis. Entonces, era un síntoma histérico. La neurosis se había apropiado del ataque para usarlo como
una de sus manifestaciones. Pregunté cuando sucedió su apendicitis: fue 9 meses después de la escena del
lago. La supuesta apendicitis entonces había realizado la fantasía de un parto. ¿Y la pierna que arrastraba?
Porque ella habría dado “un mal paso”, el cual también por otra parte tenía su base infantil (se había
torcido ese pie al bajar una escalera).

Dora inició la 3era sesión con estas palabras: “Sabe usted doctor, que hoy es la última vez que vengo aquí?”
dijo haber tomado esa decisión hace 14 días. Suena como si se tratase de una gobernanta; un preaviso de
14 días. Ella dice, una gobernanta que dio preaviso había también en la casa de los K cuando visité L.
Cuenta que ella no saludaba al señor K, no le hablaba. El tampoco era cortés con ella. Días antes de la
escena del lago, la gobernanta le dijo a Dora que él se había acercado a ella en una época. Ella cedió pero
al poco tiempo él ya no le hizo caso, y por eso ella ahora lo odiaba. Ahora puede verse el motivo de aquella
bofetada: la venganza por celos. El “Nada me importa de mi mujer” también se lo había dicho a esta
señorita.

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La incapacidad para cumplir la demanda real de amor es uno de los rasgos más esenciales de la neurosis.
Los enfermos están dominados por la oposición entre la realidad y la fantasía. Lo que anhelan en sus
fantasías es justamente aquello de lo que huyen cuando la realidad se presenta.
Capítulo 4. EPÍLOGO

Falta una serie de resultados del análisis, debido a que Dora abandonó la cura antes de lo previsto.
Nadie podrá negar el carácter de factor orgánico que presenta la función sexual, en la cual yo veo el
fundamento de la histeria así como de las psiconeurosis en general. En cuanto a lo que puede afirmarse
sobre la solicitación somática, los gérmenes infantiles de la perversión, las zonas erógenas y la disposición a
la bisexualidad, no lo he conseguido en este ensayo. Sólo he puesto de relieve los lugares en que el análisis
tropieza con estos fundamentos orgánicos de los síntomas.

Con esta publicación busqué mostrar cómo la interpretación de los sueños puede aplicarse al
descubrimiento de lo reprimido en el interior de la vida anímica. También me interesaba demostrar que la
sexualidad presta la fuerza impulsora para cada síntoma y cada exteriorización singular. Los fenómenos
patológicos son las prácticas de los enfermos.

En este caso, la mejoría no ha llegado a darse. Este feliz resultado se alcanza cuando los fenómenos
patológicos son sustentados únicamente por el conflicto interior entre las mociones tocantes a la sexualidad.
En estos casos, uno ve mejorar a los enfermos, a medida que va traduciendo el material patógeno en
material normal, y así solucionar sus problemas psíquicos. Otro es el desarrollo cuando los síntomas se han
puesto a servicio de motivos vitales externos, como en Dora. El estado del enfermo no da señales de
cambiar, incluso luego de largo tiempo de tratamiento. Sin embargo es cierto, que los síntomas van
desapareciendo una vez disuelta la relación con el médico.

Tenemos que saber que en el curso de una cura, la neoformación de síntoma se suspende, pero la
productividad de la neurosis no se ha extinguido, sino que se afirma en la creación de transferencias. Éstas
son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que avanza el análisis se van
haciendo CC. Lo característico es la sustitución de una persona anterior por el médico. Toda una serie de
vivencias psíquicas es revivida como un vínculo actual. La transferencia el algo necesario; o al menos no hay
con qué evitarla. Es la formación más difícil de combatir, ya que el enfermo no nos da el texto, como en el
caso de los sueños, sino que hay colegirla por cuenta propia. Se podrá decir que esto es dañino para el
enfermo, o considerarla una desventaja del procedimiento.

En el psicoanálisis son despertadas todas las mociones, aun las hostiles, haciéndolas CC se las aprovecha
para el análisis, y así la transferencia es aniquilada una y otra vez. Me vi obligado a hablar de transferencia
porque fue lo que me permitió esclarecer particularidades en Dora; aunque también fue lo que llevó a una
ruptura prematura. Yo no logré dominar a tiempo la transferencia. Fue claro que en su fantasía yo hacía de

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sustituto del padre. Y aún me comparó CC con él. Acaso de aquello por lo cual yo le recordaba al señor K,
ella se vengó de mi como se vengara de él, y me abandonó. Así actuó un fragmento de sus fantasías, en
lugar de reproducirlos en al cura. En el 2do sueño, la transferencia estaba ya subrogada por varias
alusiones. Las aspiraciones del sueño que se referían al joven de las postales y provenían de la espera hasta
que el señor K pudiera casarse ella ya se habían exteriorizado: la cura se le hacía larga.
FREUD (1905) – “TRES ENSAYOS DE LA TEORÍA SEXUAL”

Capitulo 1: LAS ABERRACIONES SEXUALES

El hecho de la existencia de necesidades sexuales es expresado mediante el supuesto de una pulsión sexual.
La misma faltaría en la infancia, advendría en la época de la pubertad y se exteriorizaría en las
manifestaciones de atracción irrefrenable que un sexo ejerce sobre otro. Llamamos objeto sexual a la
persona de la que parte la atracción sexual, y meta sexual a la acción hacia la cual se esfuerza la pulsión.
Hay numerosas desviaciones respecto de ambos:

Desviación con respecto al OBJETO SEXUAL

1) INVERSIÓN: Hombres que tienen como objeto sexual a hombres, y mujeres que tienen a mujeres.
a) Conducta: Pueden ser invertidos absolutos, o sea que su objeto sexual tiene que ser de su mismo sexo,
mientras que el sexo opuesto les provoca repugnancia. Pueden ser invertidos anfígenos, en los cuales el
objeto sexual puede pertenecer a ambos sexos. O pueden ser invertidos ocasionales, los cuales bajo ciertas
condiciones pueden tomar como objeto sexual a una persona del mismo sexo y sentir satisfacción en el acto
sexual. Los invertidos toman la inversión como algo natural, y defienden su igualdad de derechos. Este rasgo
puede conservarse durante toda la vida o bien desaparecer. Particular interés presentan los casos en los que
la libido se altera en sentido de la inversión después de que se tuvo una experiencia penosa con el objeto
sexual normal.
b) Concepción de la inversión: La primera apreciación consistió en concebirla como un signo innato de
degeneración nerviosa. Esta caracterización tiene dos notas que deben ser juzgadas: el carácter innato y la
degeneración. Es adecuado hablar de degeneración sólo cuando: coincidan varias desviaciones graves
respecto de la norma y la capacidad de rendimiento y de supervivencia aparezcan gravemente deterioradas.
Varios hechos hacen ver que los invertidos no son degenerados en este sentido. En cuanto al carácter
innato, se ha comprobado solamente respecto de la primera clase de invertidos. Opuesta a esta concepción,
es la que afirma que la inversión es un carácter adquirido de la pulsión sexual. Esto se apoya en algunas
consideraciones: En muchos invertidos puede rastrearse una impresión sexual que los afectó en una época
temprana de su vida, y cuya secuela duradera fue la inclinación homosexual. En segundo lugar, es posible
indicar en algunos la influencia externa favorecedora e inhibidora que llevaron a la fijación de la inversión.
Por último, la inversión puede eliminarse por vía de sugestión hipnótica, lo cual sería asombroso si esto
fuese innato. Sin embargo la certeza de haberse adquirido cesa por esta observación: se demuestra que

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muchas personas están sometidas a esas mismas influencias sexuales sin por ello convertirse en invertidas.
Ninguna de las hipótesis (innata o adquirida) explica completamente la naturaleza de la inversión.
c) El recurso a la bisexualidad: La ciencia conoce esos casos en los cuales los caracteres sexuales
aparecen borrosos. En primer lugar en el campo anatómico, los genitales reúnen caracteres femeninos y
masculinos (hermafroditismo), pero en la mayoría, ambos atrofiados. Cierto grado de hermafroditismo es la
norma: en ningún individuo se echan de menos las huellas del aparato del otro sexo. Hay una disposición
originariamente bisexual que luego se va alternando hacia la monosexualidad. Lo que se halla en los
invertidos es una disminución de la pulsión sexual en general, y ligeras atrofias anatómicas en los órganos.
Además se ha atribuido gran importancia a los caracteres sexuales secundarios y terciarios.
d) Objeto sexual en los invertidos: una gran parte de los invertidos masculinos han conservado el
carácter psíquico de la virilidad, presentan escasos caracteres secundarios del otro sexo, y en verdad buscan
en su objeto sexual rasgos psíquicos femeninos. El objeto sexual no es lo igual en cuanto al sexo, sino que
reúne los caracteres de ambos sexos, acaso como un compromiso entre una moción que aspira al hombre y
otra a la mujer. Más unívoca es la situación en el caso de la mujer: las invertidas activas presentan con
frecuencia caracteres somáticos y anímicos viriles y requieren feminidad en su objeto sexual.
e) Meta sexual de los invertidos: no puede hablarse de meta sexual única en la inversión.
f) Conclusiones: Entre la pulsión sexual y objeto sexual hay una soldadura. Debemos aflojar los lazos
entre pulsión y objeto. Probablemente, la pulsión sexual es al comienzo independiente de su objeto, y
tampoco debe su génesis a los encantos de éste.

2) PERSONAS GENÉSICAMENTE INMADURAS Y ANIMALES COMO OBJETOS SEXUALES


Sólo por excepción son los niños objetos sexuales exclusivos; generalmente sucede que llegan a
desempeñar este papel cuando un individuo cobarde e impotente, ante una pulsión urgente, no puede
apropiarse en el momento de un objeto más apto. Algo similar es válido para el comercio sexual con
animales. Se querría atribuir a insania a estos extravíos graves de la pulsión sexual. Pero entre los insanos
no se observan perturbaciones de la pulsión sexual diferentes de las halladas en las personas sanas.
Las mociones de la vida sexual se cuentan entre las menos dominadas por las actividades superiores del
alma; quien es mentalmente anormal, lo es regularmente también en su vida sexual. Pero hay muchos que
son anormales en su vida sexual, a pesar de lo cual en todos los otros campos corresponden a la norma.

LA PULSIÓN SEXUAL EN LOS NEURÓTICOS


La única fuente enérgica constante en la neurosis es la pulsión sexual. La vida sexual de las personas
afectadas se expresa exclusivamente en los síntomas. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos.
Son el sustituto de procesos anímicos investidos de afecto, deseos, aspiraciones que en virtud de la
represión se les ha denegado el acceso a su tramitación en una actividad psíquica susceptible de CC. Estas
formaciones de pensamiento que han quedado relegadas, aspiran a una expresión, que en la histeria se
produce por conversión somática. Se encontró en la histeria una cuota de represión sexual que rebasa la
media, un aumento de las resistencias a la pulsión sexual como vergüenza, asco y moral, y una huida a
todo examen intelectual del problema sexual. Otro factor constitucional de la histeria es el despliegue

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hiperpotente de la pulsión sexual, que es desautorizado. Entonces el síntoma surge como intento de
escape, mudando las aspiraciones libidinosas en síntomas.

Los síntomas son una expresión convertida de pulsiones perversas, por lo tanto, se forman a expensas de
una sexualidad anormal. Las fantasías que los perversos tienen CC, coinciden con las fantasías ICC de los
neuróticos. En la vida anímica ICC de los neuróticos se encuentran mociones de inversión, fijación de la
libido en personas del mismo sexo. En el ICC de los psiconeuróticos pueden pesquisarse, como formadoras de
síntoma, todas las inclinaciones a la trasgresión anatómica. Entre los formadores de síntoma, las pulsiones
parciales tienen un papel sobresaliente. Se presentan en pares de opuestos, como promotoras de nuevas
metas sexuales: pulsión de ver/exhibir, crueldad activa/pasiva, y la mudanza de amor en odio. Toda
perversión activa es acompañada con su contraparte pasiva.

PULSIONES PARCIALES Y ZONAS ERÓGENAS


Pulsión es uno de los conceptos deslinde de lo anímico respecto de lo corporal. Lo que distingue a las
pulsiones es su relación con sus fuentes somáticas y con sus metas. La fuente es un proceso excitador en el
interior del órgano, y su meta es siempre cancelar ese estímulo. Otra hipótesis dice que los órganos del
cuerpo brindan excitaciones de dos clases. A una la designamos como la específicamente sexual, y al órgano
afectado, zona erógena. En el caso de las inclinaciones perversas que reclaman valor sexual para la
cavidad bucal o anal, el papel de la zona erógena es más visible. En el caso de la histeria, estos lugares se
convierten en la sede de nuevas sensaciones y alteraciones de inervación. Es particularmente en la histeria
donde resalta más la significación de las zonas erógenas como aparatos colaterales y subrogados de los
genitales.

FREUD (1915) – “LA REPRESIÓN”

Una moción pulsional puede chocar con resistencias que quieran hacerla inoperante. Al ser una pulsión, la
huída es inoperante porque no puede escapar de sí mismo. Una etapa previa al juicio es la represión, algo
intermedio entre la huida y el juicio adverso. Es uno de los destinos de la pulsión. Es posibilitado porque el
logro de la meta pulsional depare displacer en lugar de placer. Pero las pulsiones siempre deparan placer.
La satisfacción que sería placentera, entraría en conflicto o sería inconciliable con otras exigencias y
designios. Sería placer para un sistema y displacer para otro. La condición para la represión es que el motivo
de displacer cobre un poder mayor que el placer de la satisfacción. La represión no es un mecanismo de
defensa presente desde el origen; no puede engendrarse antes que se haya establecido una separación entre
actividad CC e ICC del alma, y su esencia consiste en rechazar algo de la CC y mantenerlo alejado de ella.
Hay una represión primordial que consiste en que la representación del representante de la pulsión 1 se le
deniega la admisión en lo CC. Se establece una fijación, el representante queda inmutable y la pulsión sigue
ligada a él. La segunda etapa es la represión propiamente dicha, que recae sobre los retoños psíquicos de
la representación del representante de la pulsión reprimida o pensamientos que han entrado en asociación

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con él. Tales representaciones experimental el mismo destino que lo reprimido primordial. La represión
secundaria es un esfuerzo de desalojo post-represión. La represión no impide al representante de la pulsión
seguir existiendo en lo ICC y producir retoños, anudar conexiones etc. La represión sólo perturba el vínculo
con lo conciente. Si los retoños de lo reprimido primordial se ha alejado lo suficiente de éste, sea por las
desfiguraciones o por el número de eslabones intermedios, tiene libre el acceso a lo CC. Las ocurrencias que
el análisis hace surgir son una traducción conciente de la representación del representante reprimida. Los
síntomas son retoños de lo reprimido que se han procurado el acceso a la CC mediante esta formación
distanciado de lo primordial. Cada uno de los retoños puede tener su destino particular.
La represión es móvil; exige un gasto de fuerza constante, que si cesara peligraría su resultado. Lo
reprimido ejerce una presión continua en dirección a lo CC, a raíz de lo cual el equilibrio tiene que
mantenerse por medio de una contrapresión.

La moción pulsional puede estar inactiva (escasamente investida con energía psíquica), o investida en
grados variables y activa. Su activación pondrá en movimiento los rodeos para acceder a la CC. Los retoños
representantes de una energía baja generalmente no son reprimidos, aunque su contenido sea idóneo para
presentar un conflicto psíquico, ya que el factor cuantitativo es el decisivo. Tan pronto esa representación
se refuerce, el conflicto deviene actual y la activación lo lleva a la represión. Un aumento de la investidura
enérgica actúa en el mismo sentido que el acercamiento respecto de lo ICC y la disminución del
distanciamiento o la desfiguración.

La representación del representante de la pulsión es un grupo de representaciones investidas desde la


pulsión con un monto de energía psíquica o libido. Junto a la representación, interviene algo que puede
experimentar un destino diferente: el monto de afecto. Corresponde a la pulsión en la medida que se ha
desasido de la representación y ha encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en afectos. La
represión tiene un destino para la representación y otro para la energía pulsional que adhiere a ésta.
El destino general de la representación es desaparecer de la CC o seguir coartada si nunca devino conciente;
el factor cuantitativo tiene tres destinos posibles: sofocación completa; salir a la luz como un afecto
coloreado cualitativamente; o mudarse en angustia. Como la represión tenía el propósito de evitar el
displacer; si no ha logrado impedir la producción de angustia entonces el proceso represivo ha fracasado.
Una represión crea una formación sustitutiva de representante: el síntoma. Éste es un indicio de un retorno
de lo reprimido, y debe su génesis a un proceso diverso de la represión, pero que convergen. Existen
diversos mecanismos de formación sustitutiva; los mecanismos de la represión tienen en común la
sustracción de investidura enérgica (libido).
En la fobia la representación fue sustituida vía desplazamiento por otro objeto, y el monto de afecto se ha
transpuesto en angustia. En la histeria de conversión el monto de afecto se ha hecho desaparecer
completamente, o bien una dosis de sensaciones se anuda a los síntomas y se produce algún
desprendimiento de angustia. El contenido produce como formación sustitutiva una inervación hiperintensa
somática ya sea como inhibición o excitación sensorial o motriz. El lugar se revela como una porción de la
representación que ha atraído hacia sí, por condensación, la investidura. La neurosis obsesiva produce una

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formación sustitutiva en la alteración del yo como escrúpulos de conciencia extremos. La representación se
muda en algo indiferente y conciente, y el modo de afecto en la mayor parte de los casos aparece en
angustia, de la cual se huye como en el caso de la fobia.

FREUD (1894) – “LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA”

Capítulo 1

Freud comienza este texto estableciendo una modificación en la teoría de la neurosis histérica: que el
complejo sintomático justifica el supuesto de una escisión de la CC con formación de grupos psíquicos
separados. Según Janet, la escisión de CC es un rasgo primario de la alteración histérica, debido a la
debilidad innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de conciencia.
En oposición, según Breuer, la condición de la histeria es el advenimiento de estados hipnoides, con aptitud
limitada para la asociación. La escisión de conciencia es según él secundaria, adquirida. Se produce en
virtud de que las representaciones que afloran están segregadas del comercio asociativo con el resto del
contenido de conciencia.

Luego Freud aporta la prueba de otras dos formas extremas de histeria, en las que la escisión de la CC de
ninguna manera puede interpretarse como lo interpretó Janet. Para la primera de ellas, consiguió demostrar
que la escisión del contenido de la CC es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo. En la tercera
forma de histeria, la escisión de la CC desempeña un papel mínimo. Son esos casos en los que meramente se
interceptó la reacción frente al estímulo traumático, y que luego serán curados por abreacción.
Al segundo modo de histeria lo llamo histeria de defensa, separándola de la histeria hipnoide y de la
histeria de retención. Los casos de histeria de defensa pueden nombrarse como “de histeria adquirida”,
pues bien, esos pacientes gozan de salud psíquica hasta el momento en que sobreviene un caso de
inconciabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se presenta una vivencia, un afecto tan
penoso que la persona decidió olvidarla. En las mujeres, tales representaciones nacen las más de las veces
sobre el suelo del vivenciar y sentir sexuales. Ese olvido no se logró, sino que llevó a diversas reacciones
patológicas que provocaron una histeria, o una representación obsesiva, o una psicosis alucinatoria.

La tarea que el yo defensor se impone, tratar como no acontecida la representación inconciliable, es


directamente insoluble para él; una vez que la huella anémica y el afecto están ahí, ya no se los puede
extirpar. Por eso equivale a convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto. Pero la
suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo.

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En la histeria, el modo de volver inocua a la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma
de excitación, lo cual llamamos conversión. Ésta sobrevendrá en aquella inervación que mantenga un nexo
con la vivencia traumática. Una vez formado en un momento traumático ese núcleo para una escisión
histérica, su engrosamiento se produce en momentos traumáticos auxiliares, los cuales aportan nuevo
afecto a la representación debilitada.
La excitación esforzada por una vía falsa (por conversión) consigue volver hasta la representación de la que
fue desasida, y entonces constriñe a la persona a su procesamiento asociativo o a su trámite en ataques
histéricos.

Capítulo 2
Si una persona predispuesta a la neurosis no tiene capacidad convertidora, y para defenderse de una
representación inconciliable se divorcia de su afecto, el monto de afecto permanece en el ámbito psíquico.
La representación debilitada queda segregada de toda asociación, pero su afecto se adhiere a otras
representaciones no inconciliables, que en virtud de este enlace falso devienen obsesivas. En todos los casos
la vida sexual fue la que proporcionó el afecto penoso. Es demostrable además el empeño voluntario.
Entre el empeño voluntario del paciente y la emergencia de la representación obsesiva que está dotada con
un afecto intenso, se abre la laguna que la teoría aquí pretende llenar. El divorcio entre la representación
sexual y su afecto, y el enlace de este último con otra representación, adecuada pero no inconciliable
(enlace falso).

Los enfermos suelen mantener en secreto sus representaciones obsesivas toda vez que son CC de su origen
sexual. Para el médico en cambio, lo llamativo es el enlace de ese afecto con una representación que no es
digna de él. Para el enlace secundario del afecto liberado se puede aprovechar cualquier representación
que sea compatible con un afecto de esa cualidad. El afecto bajo el cual el yo padecía permanece como
antes, sólo la representación inconciliable ha sido excluida del recordar.

FREUD (1896) – “NUEVAS PUNTUALIZACIONES SOBRE LAS NEUROPSICOSIS DE


DEFENSA”

Capítulo 1: LA ETIOLOGÍA ESPECÍFICA DE LA HISTERIA


Los síntomas de la histeria sólo se vuelven inteligibles reconduciéndolos a unas vivencias de eficiencia
traumática, relacionados con la vida sexual. Es preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez
temprana, y su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales. Se halló cumplida la
condición específica de la histeria, pasividad sexual en períodos presexuales, en todos los casos de histeria
analizados. No son las vivencias mismas las que poseen efecto traumático, sino sólo su reanimación como
recuerdo, después que el individuo ha ingresado en la madurez sexual.

De la lista de las nocividades sexuales de la niñez temprana patógenas para la histeria, hay que excluir a la
masturbación activa. Si se encuentra con tanta frecuencia es porque resulta ser la consecuencia del abuso o
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la seducción. No se puede indicar fehacientemente el límite máximo de edad para contraer histeria; y el
mínimo alcanza hasta donde llegue el recuerdo (1 año y medio o 2). Todos los síntomas sólo son explicables
si uno se remonta a aquellas vivencias sexuales infantiles, y su huello sólo podrá descubrirse a través de
estos síntomas y nunca por el recordar conciente.

Todas las vivencias que ocasionan el estallido de la histeria en el periodo posterior a la pubertad, sólo
ejercen su efecto por despertar la huella anémica de esos traumas de la infancia; huella que no deviene CC
sino que conduce al desprendimiento de afecto y a la represión. Además debe existir una predisposición
histérica, que puede reemplazarse enteramente o en parte por el efecto póstumo del trauma infantil
sexual.

Las representaciones obsesivas tienen también por premisa una vivencia sexual infantil, pero de otra
naturaleza. Ésta y la histeria son neurosis de defensa, y son consecuencias mediatas de influjos sexuales
nocivos que sobrevinieron antes del ingreso en la madurez sexual. Por otra parte, tenemos a la neurastenia
y la neurosis de angustia que son efectos inmediatos de las noxas sexuales mismas.

Capítulo 2. NATURALEZA Y MECANISMO DE LA NEUROSIS OBSESIVA


En la etiología, unas vivencias sexuales de la primera infancia poseen la misma significatividad que en la
histeria, pero ya no se trata de una pasividad sexual sino de unas agresiones ejecutadas con placer. En
todos los casos de neurosis obsesiva analizados por Freud se ha hallado un trasfondo de síntomas histéricos
que se dejan reconducir a una escena de pasividad sexual, anterior a la acción placentera. La naturaleza
puede ser expresada en una fórmula: las representaciones obsesivas son siempre reproches mudados, que
retornan de la represión y están referidos a una acción sexual de la infancia realizada con placer.

En un primer periodo ocurren los sucesos que tienen el germen de la neurosis posterior. A este periodo va a
poner término el ingreso en la maduración sexual. Ahora el recuerdo de aquellas acciones placenteras se
anuda a un reproche, y el nexo con la vivencia inicial de pasividad posibilita reprimir ese reproche y
sustituirlo por un síntoma defensivo primario. Vergüenza, desconfianza de sí mismo, CC moral, son
síntomas con los cuales se empieza el tercer periodo de la defensa lograda (salud aparente). El periodo
siguiente es el del retorno de los recuerdos reprimidos, por el fracaso de la defensa. Los recuerdos
reanimados y los reproches nunca ingresan inalterados en la CC, lo que deviene CC sin unas formaciones de
compromiso entre las representaciones reprimidas y las represoras.

Existen 2 formas de neurosis obsesiva: el primer caso es de las representaciones obsesivas típicas (ingresa
a la CC el contenido anémico de la acción-reproche), en que el contenido atrae la atención del enfermo y
como afecto se siente sólo un displacer impreciso. Este contenido está doblemente desfigurado: porque algo
actual reemplaza a lo pasado y porque lo sexual está sustituido por un análogo no sexual. El segundo caso se
produce si lo que se conquista no es el contenido, sino el reproche. El afecto de reproche puede mudarse e

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un afecto displacentero de cualquier otra índole. El reproche así se muda fácilmente en vergüenza, en
angustia hipocondríaca, etc.

Junto a estos síntomas del retorno de lo reprimido, se forman otros de origen diverso. Y es que el yo procura
defenderse de aquellos retoños de recuerdo reprimidos, y en esa lucha crea unos síntomas de defensa
secundaria. Estos constituyen medidas protectoras. Si estos auxiliares consiguen volver a reprimir los
síntomas del retorno, se crea una tercera plasmación: las acciones obsesivas (medidas expiatorias como
ceremoniales, preventivas como fobias y supersticiones, etc.). La defensa secundaria puede tener éxito
mediante un violento desvío hacia otros pensamientos, cuyo contenido sea el más contrario posible.
La raíz de la represión primaria se formó en el síntoma defensivo de la escrupulosidad de la CC moral. La
certidumbre durante el periodo de la defensa lograda impide creer en el reproche que está envuelto en la
representación obsesiva. Los síntomas patológicos del retorno reciben también creencia sólo pasajeramente.

FREUD (1895) – “SOBRE LA JUSTIFICACIÓN DE SEPARAR DE LA NEURASTENIA UN


DETERMINADO SÍNDROME EN LA CALIDAD DE NEUROSIS DE ANGUSTIA”

Capítulo 1: SINTOMATOLOGÍA CLÍNICA DE LA NEUROSIS DE ANGUSTIA


La neurosis de angustia se observa en forma aislada, o en combinación con otras. El cuadro comprende los
siguientes síntomas:
a) La irritabilidad general: este es un síntoma nervioso frecuente. En la neurosis de angustia posee
particularmente una significación teórica. Una irritabilidad acrecentada indica siempre una
acumulación de excitación, eso se expresa mediante una hiperestesia auditiva.
b) La expectativa angustiada: es el síntoma nuclear de la neurosis. Para una forma de expectativa
angustiada, la referida a la propia salud, se puede reservar la antigua designación de hipocondría.
Esta demanda como condición previa la existencia de parestesias y de sensaciones corporales
penosas. Otra exteriorización puede ser la angustia de la CC moral, la escrupulosidad.
c) Ataque de angustia: puede consistir sólo en un sentimiento de angustia sin ninguna representación
asociada, o bien mezclarse con la interpretación más espontánea (como “caer fulminado por un
síncope”) o se puede conectar con la sensación de angustia una perturbación de funciones
corporales.
d) Ataques de angustia rudimentarios y equivalentes: se ven distintas formas:
- Ataque de angustia acompañado por perturbaciones de la respiración.
- Ataques de angustia acompañados por perturbaciones de la actividad cardíaca.
- Ataques de oleadas de sudor.
- Ataques de temblores y estremecimientos.
- Ataques de hambre insaciable.
- Diarreas
- Ataque de vértigo locomotor.
- Ataques de las llamadas “congestiones”.
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- Ataques de parestesias.
e) Terror nocturno: es una variedad de ataque de angustia que condiciona un insomnio.
f) Vértigo: se clasifica dentro del locomotor o de coordinación y consiste en un malestar específico,
acompañado por las sensaciones de que el piso oscila, las piernas desfallecen, etc. suele estar
acompañado por perturbaciones cardíacas y respiratorias.
g) Dos fobias: amenazas fisiológicas comunes y locomoción. A las primeras pertenecen la angustia
ante serpientes, tormentas, oscuridad, etc. El otro grupo contiene la agorafobia entre otras. Lo que
sucede acá es que una representación se vuelve compulsiva por el enlace con un afecto disponible. El
mecanismo de la traslación de afecto vale para ambas variedades de fobia, pero en las fobias de las
neurosis de angustia este afecto es monótono y no proviene de una representación reprimida.
h) Perturbaciones de la actividad digestiva: náuseas, hambre insaciable, diarreas frecuentes, urgencia
de orinar.
i) Parestesias: tienen capacidad de asociarse en una secuencia fija. Estas sensaciones asociadas son
atípicas y cambiantes. Junto a este acrecentamiento de la sensibilidad a los dolores, se observa en
muchos casos una inclinación a las alucinaciones.

Capítulo 2: PRODUCCIÓN Y ETIOLOGÍA DE LA NEUROSIS DE ANGUSTIA


Se hallan como factores una serie de nocividades y de influjos que parten de la vida sexual. Es
recomendable tratar por casos separados hombres y mujeres
En MUJERES la neurosis de angustia sobreviene en los siguientes casos:
a) Como angustia virginal o angustia de las adolescentes: un primer encuentro con el problema sexual
puede provocar una neurosis de angustia que se combina con una histeria.
b) Como angustia de las recién casadas: señoras jóvenes que en las primeras cópulas han permanecido
anestésicas.
c) Como angustia de las señoras cuyo marido muestra eyaculación precoz o potencia aminorada
d) Como angustia de las señoras cuyo marido practica el coitus interruptus. Este caso se unifica con el
anterior. Interesa solamente que la mujer alcance o no la satisfacción en el coito. Si no la alcanza,
está dada la condición para la génesis de la neurosis de angustia. El coitus interrumptus es dañino
por regla casi general, ya que si por contrario el hombre aguarda la satisfacción de la mujer, el coito
adquiere para ella significado normal, pero quien enferma de neurosis es el hombre.
e) Como angustia de las viudas y abstinentes voluntarias.
f) Como angustia en el climaterio, durante un gran acrecentamiento final de la necesidad sexual.

En HOMBRES:
a) Angustia de los abstinentes voluntarios, combinada con síntomas de defensa (representaciones
obsesivas, histeria). Se cuentan en esta categoría personas con disposición hereditaria, raros,
excéntricos, etc.
b) Angustia con excitación frustránea, o de los que se conforman con tocar o mirar a la mujer.

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c) Angustia de los que practican el coitus interruptus. Cobra nocividad cuando pospone la eyaculación.
La mayor de las veces no se produce una neurosis de angustia pura, sino una mezcla con neurastenia.

Casos que valen para AMBOS SEXOS:


a) Los que son neurasténicos a consecuencia de la masturbación sucumben a una neurosis de angustia
tan pronto como abandonan su variedad de satisfacción. Se han vuelto incapaces de tolerar la
abstinencia.
b) Se puede generar una neurosis de angustia por el trabajo excesivo.

Dada la frecuencia de las neurosis, en especial de la neurosis de angustia, no se podría esperar un factor
etiológico de rara ocurrencia. Se tiene en cuenta principalmente al factor etiológico más común pero más
objetado que es el coitus interruptus y se presentan experiencias.
1. Siempre que en señoras jóvenes la neurosis de angustia aún no está constituida, se puede demostrar
que esas oleadas de neurosis se remontan a coitos con satisfacción faltante. Al día siguiente o a los
dos días siempre aflora en la persona el ataque de angustia o vértigo.
2. En ambos sexos se descubre una llamativa oscilación en la intensidad de los fenómenos.
3. por la anamnesis se averigua que a menudo los síntomas de la neurosis de angustia relevaron a los de
otra neurosis, por ejemplo, una neurastenia, ocupando su lugar.

Capítulo 3. ESBOZOS PARA UNA TEORÍA DE LA NEUROSIS DE ANGUSTIA


Ya tenemos algunos puntos de apoyo para caracterizar esta neurosis. Primero, la conjetura de que se trate
de una acumulación de excitación, luego el hecho de que la angustia no admite ninguna derivación
psíquica. El coitus interrumptus ocupa un primer plano. Se conjuga además con un aminoramiento de la
libido sexual, del placer psíquico. Todos estos indicios indican que el mecanismo de la neurosis de angustia
haya de buscarse en ser desviada de lo psíquico la excitación sexual somática y recibir, a causa de ello, un
empleo anormal.

En el organismo masculino se produce la excitación sexual somática que deviene un estímulo para la vida
psíquica. En ese momento será dotado de energía el grupo de representación sexual perteneciente a la
psique, y se generará el estado psíquico de tensión libidinosa que conlleva el esfuerzo a cancelar esa
tensión. El alivio solo es posible por la acción adecuada, que consiste en un acto reflejo espinal que tiene
por consecuencia el aligeramiento de aquellas terminaciones nerviosas. Este esquema en lo esencial se
puede transferir también a la mujer. También cabe suponer una excitación sexual somática y un estado en
que esta excitación deviene estímulo psíquico, libido, y provoca el esfuerzo hacia la acción específica.
Se genera neurastenia toda vez que la acción adecuada es sustituida por una menos adecuada, o sea,
cuando al coito normal lo reemplaza una masturbación o una polución espontánea; en cambio llevan a la
neurosis de angustia todos los factores que estorban el procesamiento psíquico de la excitación sexual
somática.

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Como primer factor etiológico para la neurosis de angustia se mencionó para el varón, la abstinencia
voluntaria. Esta consiste en la denegación de la acción específica que sigue a la libido. Tal denegación podrá
tener dos consecuencias: puede ocurrir que la excitación somática se acumule y luego sea desviada y la
excitación se exteriorice como angustia; o puede ser que si la libido no es disminuida, o la excitación
somática se gasta por el atajo de unas poluciones, se genera cualquier otra cosa pero no una neurosis de
angustia. El caso del coitus reservatus con miramiento por la mujer, influye perturbando el apronte psíquico
para el decurso sexual.

La psique cae en el afecto de la angustia cuando se siente incapaz para tramitar una tarea (un peligro) que
se avecina desde afuera; cae en la neurosis de angustia cuando se nota incapaz para reequilibrar la
excitación sexual endógenamente generada. El afecto es un estado pasajero, en tanto que la neurosis es
crónica.

Capítulo 4. NEXO CON OTRAS NEUROSIS


Los casos más puros de neurosis de angustia de los encuentra en individuos jóvenes potentes. Más frecuente
es la producción de síntomas de angustia juntos con otros de neurastenia, histeria, representaciones
obsesivas, melancolía. Para el análisis de las neurosis mixtas se sustenta la siguiente tesis: se puede
demostrar una contaminación entre varias etiologías específicas, las cuales puedes producirse por mero
azar. Pero en otros casos la pluralidad no es azarosa, sino que uno de ellos pone en vigencia a otro. En un
tercer caso, la misma condición etiológica provocará simultáneamente las dos neurosis.

Se infiere que es preciso distinguir entre las condiciones etiológicas para la producción de las neurosis y los
factores etiológicos específicos de ellas. Las primeras (coitus interrumptus, masturbación, etc.) son
capaces de producir cualquier neurosis; sólo los factores etiológicos de aquellas abstraídos (insuficiencia
psíquica, aligeramiento inadecuado, etc.) poseen un nexo inequívoco con la etiología de cada una de las
neurosis.

La neurosis de angustia muestra concordancias y diferencias con las otras. Con la neurastenia comparte
que la fuente de excitación reside en el ámbito somático y no, como en la histeria y la neurosis obsesiva, en
el ámbito psíquico. Pero, se puede discernir una oposición entre los síntomas de la neurastenia y neurosis de
angustia por acumulación de excitación – empobrecimiento de excitación.
Con la histeria, la neurosis de angustia muestra concordancias en la sintomatología: parestesias,
hiperestesias, ataques, etc. si se considera el mecanismo, se pueden ver puntos de vista que hacen aparecer
a la neurosis de angustia como el correspondiente somático de la histeria. En ambos acumulación de la
excitación, insuficiencia psíquica a consecuencia de los cuales se producen procesos somáticos anormales.
En ambos también interviene una desviación de la excitación hacia lo somático; la diferencia reside en que
la excitación en cuyo desplazamiento se exterioriza la neurosis es puramente somática en la de angustia,
mientras que en la histeria es psíquica (provocada por un conflicto).

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FREUD (1908) – “LAS FANTASÍAS HISTÉRICAS Y SU RELACIÓN CON LA
BISEXUALIDAD”

Fuentes comunes y arquetipo normal de todas las creaciones de la fantasía son los sueños diurnos. Su
frecuencia es igual en ambos sexos, pero parecen enteramente eróticos en las muchachas y en los varones
de naturaleza erótica y ambiciosa. Estas fantasías son unos cumplimientos de deseo, engendrador por la
privación y la añoranza, y llevan el nombre de sueños diurnos. Generalmente se los reserva con vergüenza.
Todos los ataques histéricos analizados por Freud probaron ser sueños diurnos de involuntaria emergencia.
De estas fantasías las hay tanto ICC como CC, y tan pronto como han devenido ICC pueden volverse
patógenas, y expresarse así en síntomas y ataques.
Las fantasías ICC pueden haberlo sido desde siempre, o sea, haberse formado en lo ICC, o bien, fueron una
vez fantasías CC, sueños diurnos, y luego se las olvidó adrede, y cayeron en lo ICC en virtud de la represión.
En esta segunda alternativa, su contenido pudo ser variado. Por otra parte, la fantasía ICC mantiene un
vínculo con la vida sexual de la persona, en efecto, es idéntica a la fantasía que le sirvió para su satisfacción
sexual durante un periodo de masturbación. El acto masturbatorio se componía en esa época de dos
fragmentos: la convocación de la fantasía y la operación activa de autosatisfacción. Originariamente, la
acción era una empresa autoerótica pura destinada a ganar placer de un determinado lugar del cuerpo. Mas
tarde esa acción se fusionó con una representación-deseo tomada del círculo de amor de objeto y sirvió para
realizar la sustitución que aquella fantasía culminaba. Cuando se renuncia a esta clase de satisfacción, la
fantasía deviene ICC. Y si la persona permanece en abstinencia y no consigue sublimar su libido, esta dada la
condición para que la fantasía ICC se refresque y se abra paso como síntoma.

Para los síntomas histéricos, las fantasías ICC son los estadios psíquicos previos más próximos. Estos
síntomas son las fantasías ICC figuradas mediante conversión. El psicoanálisis permite colegir desde los
síntomas éstas fantasías ICC y luego hacer que devengan CC. El nexo de las fantasías con los síntomas es
múltiple y complejo. Un síntoma no corresponde a una única fantasía ICC sino a una multitud de éstas.

Fórmulas del síntoma histérico:


- El SH es el símbolo anémico de ciertas impresiones y vivencias traumáticas eficaces.
- El SH es el sustituto, producido mediante conversión, del retorno asociativo de esas vivencias
traumáticas.
- El SH es expresión de un cumplimiento de deseo.
- El SH es la realización de una fantasía ICC.
- El SH sirve a la satisfacción sexual y figura una parte de la vida sexual de la persona.
- El SH corresponde al retorno de una modalidad de la satisfacción sexual que fue real en la vida
infantil y desde entonces fue reprimida.
- El SH nace como un compromiso entre dos mociones pulsionales o afectivas opuestas.
- El SH puede asumir la subrogación de diversas mociones ICC no sexuales, pero no puede
carecer de significado sexual.
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La resolución del síntoma por una fantasía no alcanza. Para la solución hacen falta dos fantasías sexuales:
una de carácter femenino y otra masculino. Un SH Corresponde a un compromiso entre una moción
libidinosa y otra represora, pero además de ello puede responder a una reunión de dos fantasías libidinosas
de carácter sexual opuesto. No es difícil pesquisar casos en que las mociones contrapuestas han hallado una
expresión sintomática separada. (Por ejemplo un caso en el cual aprieta con una mano el vestido, haciendo
el papel de mujer, y con la otra mano intenta arrancarlo, el papel del varón). El significado bisexual de los
síntomas histéricos es una prueba de la aseveración de que la disposición bisexual que suponemos en el ser
humano se puede discernir con particular nitidez en los psiconeuróticos por medio del análisis.

FREUD (1908) – “APRECIACIONES GENERALES SOBRE EL ATAQUE HISTÉRICO”

Cuando se somete al psicoanálisis a una histérica, uno se convence de que sus ataques son unas fantasías
ICC proyectadas sobre la motilidad. A menudo un sueño sustituye un ataque, pues idéntica fantasía alcanza
una expresión diversa en el sueño y en el ataque. Por regla general, la figuración pantomímica de la fantasía
ha experimentado desfiguraciones análogas a la alucinatoria del sueño.
1. El ataque se vuelve incomprensible por el hecho de que en un mismo material se figuran a la
vez varias fantasías, por vía condensación. Los elementos comunes de las fantasías constituyen el
núcleo de la figuración. A menudo son de índole muy diversa.
2. El ataque se vuelve no transparente por el hecho de que la enferma procura poner en escena
las actividades de las dos personas que emergen en la fantasía, o sea, por identificación múltiple.
3. Un efecto desfigurador produce el trastorno antagónico de las inervaciones, análogo a la
mudanza de un elemento en su contrario, tan común en el trabajo del sueño.
4. El efecto de la inversión de la secuencia temporal dentro de la fantasía figurada, halla
también su correspondiente pleno en muchos sueños que empiezan con el final de la acción.

La emergencia de los ataques histéricos obedece a leyes. Puesto que el complejo reprimido consta de una
investidura libidinal y un contenido de representación (fantasía), el ataque puede ser convocado:
1. Asociativamente, cuando un anudamiento de la vida CC alude al contenido del complejo.
2. Orgánicamente, cuando por razones somáticas y por un influjo psíquico exterior la investidurta libidinal
supera cierta medida.
3. Al servicio de la tendencia primaria, como expresión del refugio en la enfermedad.
4. Al servicio de las tendencias secundarias con que se ha coligado la condición patológica, toda vez que
mediante la producción del ataque sea posible alcanzar un fin útil para el enfermo.

El ataque está destinado a ser el sustituto de una satisfacción autoerótica. Esta satisfacción retorna en el
ataque mismo, con extrañamiento de la CC. La anamnesis del enfermo arroja los siguientes estadios:
1. Satisfacción autoerótica sin contenido de representación.
21
2. La misma, engarzada a una fantasía que desemboca en la acción-satisfacción.
3. Renuncia a la acción conservando la fantasía.
4. Represión de esa fantasía.
5. Devuelve la acción-satisfacción que le corresponde, que en vano se intentó desarraigar.

La pérdida de CC, proviene de aquella privación de CC que se registra en la cima de toda satisfacción sexual
intensa. El mecanismo de tales ausencias es relativamente simple. Primero toda la atención se acomoda al
decurso del proceso-satisfacción, y cuando esta última sobreviene, la investidura de atención íntegra se
cancela; así se genera un momentáneo vacío de CC. Esta laguna es ensanchada luego al servicio de la
represión, hasta que puede recoger todo cuanto la instancia represora arroja de sí.

El dispositivo que señala a la libido reprimida el camino hacia la descarga motriz en el ataque, es el
mecanismo reflejo de la acción del coito. El ataque histérico, como la histeria, reintroduce en la mujer un
fragmento de quehacer sexual que existió en la infancia y al cual se le podía discernir un carácter
masculino. En toda una serie de casos, la neurosis histérica responde a un sesgo excesivo de aquella oleada
represiva que hace nacer a la mujer por remoción de la sexualidad masculina.

FREUD (1907) – “ACCIONES OBSESIVAS Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS”

Existe una semejanza entre las acciones obsesivas de los neuróticos y las prácticas religiosas. La gente
que pone en práctica acciones obsesivas o un ceremonial pertenece a una particular unidad clínica: la
neurosis obsesiva. El ceremonial neurótico consiste en prácticas, agregados, restricciones, ordenamientos,
que se cumplen de una manera idéntica o con variaciones que corresponden a leyes. El enfermo es incapaz
de abandonarlas, pues cualquier desvío se castiga con angustia. En casos leves, el ceremonial se asemeja a
la exageración de un orden habitual. Pero la particular escrupulosidad de la ejecución y la angustia si es
omitida, lo singularizan.

Cualquier actividad puede convertirse en una acción obsesiva. Las acciones obsesivas casi siempre provienen
de un ceremonial. Además, forman el contenido de esta enfermedad prohibiciones e impedimentos
(abulias), no permitiendo al enfermo ciertas cosas, y permitiéndole otras sólo bajo obediencia a un
ceremonial preescrito. Es curioso que durante mucho tiempo la compulsión sólo ocupe las prácticas
solitarias, dejando intacta su conducta social.

La semejanza con las acciones religiosas se sitúa en la angustia de la CC moral a raíz de omisiones, así
como la escrupulosidad con que se ejecutan los detalles. Igualmente notables son las diferencias. La mayor
diversidad individual de las acciones ceremoniales neuróticas por oposición al rito, el carácter privado de
aquellas por oposición al público de las religiosas, pero sobre todo los pequeños agregados del ceremonial
religioso se entienden con pleno sentido, mientras que los del neurótico aparecen necios y carentes de
sentido. Esto se elimina con el análisis, donde se averigua que las acciones obsesivas en realidad poseen

22
sentido, y están al servicio de sustantivos interesas de la personalidad. Expresan vivencias de dos maneras:
como figuraciones directas o simbólicas.

Quien padece de compulsión y prohibiciones se comporta como si estuviera bajo el imperio de una CC de
culpa de la que él nada sabe. Ésta tiene su fuente en procesos anímicos tempranos, pero halla
refrescamiento en la tentación, renovada por cada ocasión reciente; y por otra parte genera una angustia de
expectativa siempre al acecho. En los comienzos del ceremonial, todavía deviene CC al enfermo que debe
realizar esto para que no acontezca una desgracia; por lo tanto empieza como una acción de defensa, una
medida protectora. A la CC de culpa del neurótico corresponde la solemne declaración de los fieles: ellos
sabrían que en su corazón son pecadores, y las prácticas piadosas parecen tener valor de protección.

La neurosis obsesiva es la represión de una moción pulsional que estaba contenida en la constitución de la
persona, tuvo permitido exteriorizarse durante un tiempo en su vida infantil y luego cayó bajo la
sofocación. Una especial escrupulosidad nace a raíz de su represión, pero esta formación psíquica reactiva
se siente amenazada de continuo por la pulsión que acecha en lo ICC. El influjo de la pulsión reprimida es
sentido como tentación y se genera la angustia. El proceso de represión en la neurosis obsesiva debe
calificarse como imperfectamente logrado. Así, las acciones ceremoniales y obsesivas nacen en parte como
defensa frente a la tentación, y en parte como protección frente a la desgracia esperada. Es parte de la
índole de la neurosis obsesiva que sus exteriorizaciones cumplan la condición de un compromiso entre los
poderes anímicos en pugna. Por eso siempre devuelven también algo del placer que están destinadas a
prevenir. También la formación de la religión parece tener por base la sofocación de ciertas mociones
pulsionales; no obstante no se trata de componentes exclusivamente sexuales, sino de pulsiones egoístas.

Un carácter desvalorizador de la N.O es que el ceremonial se liga a pequeñas acciones de la vida cotidiana.
Sólo se comprende este rasgo cuando se averigua que el mecanismo de desplazamiento psíquico gobierna los
procesos anímicos de la N.O esta inclinación al desplazamiento es lo que hace variar de continuo el cuadro
de los fenómenos patológicos y lleva a convertir lo que en apariencia es ínfimo en lo más importante. En el
ámbito religioso también hay una tendencia parecida al desplazamiento.

Uno podría atreverse a concebir a la N.O como un correspondiente patológico de la formación de la religión.
La concordancia más esencial residiría en la renuncia al quehacer de unas pulsiones dadas
constitucionalmente; la diferencia más decisiva que en las neurosis las pulsiones son exclusivamente
sexuales y en la religión son egoístas.

FREUD – “OBSESIONES Y FOBIAS”

Obsesiones y fobias no pertenecen a la neurastenia y no está justificado hacerlos depender de la


degeneración mental. Son neurosis separadas de un mecanismo especial. Se propone dejar de lado una clase

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de obsesiones intensas que son recuerdos, imágenes inalteradas de acontecimientos importantes. Apartado
de este grupo, se distinguen las verdaderas obsesiones por un lado, y las fobias por otro.

En toda obsesión hay dos cosas: una idea que se impone, y un estado emotivo asociado. En las fobias, ese
estado emotivo es siempre la angustia. En las verdaderas obsesiones puede ser la ansiedad, la duda, u otra.
En muchas obsesiones es evidente que el estado emotivo constituye la cosa principal, puesto que permanece
inalterado, en tanto que la idea asociada varía. Además, siempre está justificado. En estos caracteres
consiste el sesgo patológico: el estado emotivo se ha eternizado, y la idea asociada no es la idea justa,
sino que es una reemplazante. Siempre es posible hallar dentro de los antecedentes del enfermo, en el
origen de la obsesión, la idea original. Las sustituidas corresponden a impresiones penosas de la vida sexual
del individuo, que se ha esforzado por olvidar. Sólo ha logrado reemplazar la idea inconciliable.
La sustitución expresaría una disposición psíquica especial. Al menos en las obsesiones hallamos a menudo
“herencia similar”. El motivo de ella es un acto de defensa del yo contra la idea inconciliable. El estado
emotivo se perpetúa por el hecho mismo de la sustitución.
La gran diferencia de las verdaderas obsesiones con las fobias, es que en éstas últimas el estado emotivo es
siempre la ansiedad, el temor. Las obsesiones son múltiples y más especializadas, en tanto que las fobias
tienden a ser monótonas y típicas. También entre ellas se puede hallar dos tipos, caracterizados por el
objeto del miedo: las fobias comunes (noche, soledad, muerte) y fobias ocasionales (miedo en ocasiones
especiales, por ejemplo, agorafobia). La angustia de ese estado emotivo no deriva de un recuerdo
cualquiera. Corresponde establecer una neurosis especial, la neurosis ansiosa (neurosis de angustia), cuyo
síntoma principal es este estado emotivo. También esta neurosis es de origen sexual, pero no se reconduce a
unas ideas extraídas de la vida sexual: carece de mecanismo psíquico en sentido propio. Su etiología es la
acumulación de tensión genésica, provocada por la abstinencia o la irritación genésica frustránea. Las
fobias son una manifestación de esta neurosis ansiosa.

Una fobia y una obsesión propiamente dicha pueden combinarse. La idea que constituye la fobia puede ser
reemplazada por otra idea, o más bien, por el procedimiento protector que parecería aliviar el miedo.

FREUD – “CONFERENCIA Nº 17: EL SENTIDO DE LOS SÍNTOMAS”

El psicoanálisis ha sido el primero en demostrar que el síntoma es rico en sentido. Esto fue descubierto por
Josef Breuer, mediante el estudio de un caso de histeria. La neurosis obsesiva no es tan popular como la
histeria, se porta más como asunto privado del enfermo, renuncia a manifestarse en el cuerpo y crea todos
sus síntomas en el alma. Sin embargo, se ha hecho más transparente que la histeria.

La neurosis obsesiva se exterioriza: los enfermos son ocupados por pensamientos que no les interesan,
sienten impulsos extraños, y son movidos a realizar acciones que no les depara contento alguno, pero le es
imposible omitirlas. Se ve así forzado contra su voluntad. Los impulsos que siente tienen el más espantable
contenido, y se protege de ejecutarlos mediante prohibiciones. Jamás llegan a ejecutarse, el resultado es

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siempre el triunfo de la huida. Lo que en realidad ejecuta son las acciones obsesivas, que son cosas
ínfimas, repeticiones, ceremoniales. El enfermo puede desplazar la obsesión pero no suprimirla. Junto a la
obsesión de contenido positivo y negativo se hace valer en el campo intelectual la duda. El todo desemboca
en una creciente indecisión, en una falta de energía y una restricción de la libertad.

La psiquiatría da nombres a las diversas obsesiones, y fuera de eso no dice otra cosa. Insisten en que los
portadores de tales síntomas son degenerados. Por el psicoanálisis se considera que es posible eliminar los
síntomas obsesivos. Un ejemplo:

Una dama 30 años corre de una habitación a la siguiente, se para frente a la mesa. Llama a la mucama para
darle un encargo trivial. Había una gran mancha en el mantel, que ubicaba de tal manera como para que la
mucama la viera. De nuevo corría hacia la habitación primera. Sucede que hace más de 10 años se había
casado con un hombre mucho mayor que ella. En la noche de bodas resultó impotente. Esa noche el corrió
de una habitación a otra. A la mañana dijo “es como para que uno tenga que avergonzarse frente a la
mucama” y tiró un frasco de tinta roja en la sábana. La paciente se identifica con su marido, sustituye la
cama por la mesa y la sábana por el mantel. Mesa y cama juntas, significan matrimonio. La mujer no sólo
repitió la escena sino que la corrigió, y así corrigió también la impotencia. Figura el deseo como cumplido
(que el marido no era impotente).

Así se puede demostrar que los síntomas neuróticos poseen un sentido, lo mismo que las operaciones
fallidas y los sueños. Una dificultad, es que el sentido del síntoma reside en un vínculo con el vivenciar del
enfermo. Para una idea sin sentido y una acción carente de fin, se plantea la tarea de descubrir aquella
situación del pasado en que la idea sí estaba justificada. Todos los enfermos obsesivos tienen la inclinación
a repetir, estos se llaman síntomas típicos. La histeria también tiene una serie de síntomas que podrían
llamarse típicos.

Podemos esclarecer el sentido de los síntomas neuróticos individuales por su referencia al vivenciar, pero
nuestro arte nos deja en la estacada respecto de los síntomas típicos. Es difícil suponer una diversidad
fundamental entre una y otra clase de síntomas. Si los individuales dependen del vivenciar del enfermo,
para los típicos queda la posibilidad de que se remonten a un vivenciar típico en sí mismo, común a todos los
hombres. En la doctrina del sueño se tropieza con una dificultad semejante. El contenido manifiesto de los
sueños es variado y diferente según los individuos, pero junto a eso hay sueños llamados típicos (caer, volar,
estar desnudo).

FREUD (1925) – “INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA”

Capítulo 3
La separación del yo respecto del ello parece justificada: determinadas constelaciones nos la imponen.
Pero, por otra parte, el yo es idéntico al ello, no es más que un sector diferenciado de éste. Parecido es el

25
nexo del yo con el superyó, en muchas ocasiones se nos confunden. En el caso de la represión se vuelve
decisivo el hecho de que el yo es justamente el sector organizado del ello. Sería injustificado representarse
al yo y al ello como dos cosas diferentes, en que el yo procurara sofocar una parte del ello mediante la
represión, y el resto del ello acudiera en socorro de la parte atacada y midiera sus fuerzas con las del yo. El
acto de la represión muestra al mismo tiempo la fortaleza y la impotencia del yo, y el carácter no influible
de la moción pulsional singular del ello.

La lucha defensiva contra la moción pulsional desagradable se termina a veces mediante la formación de
síntoma. Pero por regla general, la trayectoria es otra: al primer acto de la represión sigue un epílogo
escénico prolongado, o que no se termina nunca; la lucha contra la moción pulsional encuentra su
continuación en la lucha contra el síntoma. Esta lucha nos muestra dos rostros contradictorios. Por una
parte, el yo es constreñido a emprender un intento de reestablecimiento o de reconciliación. Su energía
desexualizada revela su origen en su aspiración a la unificación, y esta compulsión a la síntesis aumenta a
medida que el yo se desarrolla más vigoroso. Así se comprende que intente cancelar la amenidad y el
aislamiento del síntoma. En cuanto cumplimientos de una exigencia del superyó, tales síntomas participan
por principio del yo, mientras que por otra parte tienen la significativdad de unas posiciones de lo
reprimido. Son por así decir, estaciones fronterizas con investidura mezclada.
Puede ocurrir que la existencia del síntoma estorbe la capacidad de rendimiento, y así permita apaciguar
una demanda del superyó o rechazar una exigencia del mundo exterior. Así el síntoma cobra un valor para la
afirmación de sí, se fusiona cada vez más con el yo; quien se lo ha procurado para gozar de sus ventajas.
Otras configuraciones del síntoma, las de la neurosis obsesiva y la paranoia, cobran un elevado valor para el
yo, porque le deparan una satisfacción narcisista de que estaba privado.

Resulta lo que nos es familiar como ganancia (secundaria) de la enfermedad en el caso de la neurosis.
Viene en auxilio del afán del yo por incorporarse el síntoma. Estas ligazones actúan en el bando de las
resistencias, lo sabemos por el análisis.

Los dos procedimientos que el yo aplica contra el síntoma se encuentran en contradicción. La perturbación
parte del síntoma, que sigue escenificando su papel de sustituto y retoño de la moción reprimida, cuya
exigencia de satisfacción se renueva constriñendo al yo a dar en cada caso la señal de displacer y ponerse a
la defensiva.

Capítulo 5.
Son muchas las neurosis en las cuales no se presenta angustia. La histeria de conversión es una. Las fobias se
encuentran tan cercanas que se ha considerado situarlas en una misma serie con éstas, y llamarlas “histeria
de angustia”.

Los síntomas frecuentes de la histeria de conversión son procesos de investidura permanentes o


intermitentes. Mediante el análisis puede averiguarse el decurso excitatorio perturbado al cual sustituyen.

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Ellos mismos participan de este último, y es como si toda la energía del decurso excitatorio se hubiera
concentrado en este fragmento. El dolor estuvo presente en la situación en que sobrevino la represión; la
parálisis motriz es la defensa frente a una acción que habría debido ejecutarse en aquella situación pero
fue inhibida.

La sensación de displacer que acompaña a la emergencia del síntoma varía. En los síntomas permanentes
desplazados a la motilidad casi siempre falta por completo; el yo se comporta frente a ellos como si no
tuviera participación alguna. En el caso de los síntomas intermitentes referidos a la esfera sensorial, se
registran sensaciones de displacer que pueden aumentar hasta un nivel excesivo. El síntoma de dolor
emerge con igual seguridad cuando ese lugar es tocado desde afuera y cuando la situación patógena que ese
lugar subroga es activada por vía asociativa desde adentro, y el yo recurre a medidas precautorias para
evitar el despertar del síntoma por la percepción externa.

Los síntomas de la neurosis obsesiva son en general de dos clases. O bien son prohibiciones, medidas
precautorias, penitencias; o bien son satisfacciones sustitutivas. Cuando la enfermedad se prolonga
prevalecen las satisfacciones, que burlan toda defensa. Constituye un triunfo de la formación de síntoma
que se logre enlazar la prohibición con la satisfacción. En casos extremos el enfermo logra que sus síntomas
añadan a su significado originario, el de su opuesto directo. Puede suceder que el síntoma sea de dos
tiempos, es decir, que a una primera acción, le sigue una segunda que lo cancela.
En los síntomas obsesivos entonces, en primer lugar, se asiste a una lucha continuada entre lo reprimido,
que se va inclinando cada vez más en perjuicio de las fuerzas represoras, y en segundo lugar, el yo y el
superyó participan muy considerablemente en la formación del síntoma.

La situación inicial de la neurosis obsesiva es la de la histeria. Parece tener un estrato de síntomas


histéricos formados muy temprano. Empero, la configuración ulterior es alterada por un factor
constitucional. La organización genital de la libido demuestra ser endeble y poco resistente. Cuando el yo da
comienzo a sus intentos defensivos, el primer éxito que se propone es rechazar la organización genital (de
la fase fálica) hacia el estadio anterior, el sádico anal.
Se busca la explicación de la regresión en una desmezcla de pulsiones. El forzamiento de la regresión
significa el primer éxito del yo en la lucha defensiva contra la exigencia de la libido. Quizá en la N.O el
complejo de castración es el motor de la defensa, y la defensa recae sobre las aspiraciones del complejo
de Edipo. El comienzo de la latencia se caracteriza por el sepultamiento del complejo de Edipo, y con ello
la creación del superyó y la erección de las barreras éticas. En la N.O estos procesos rebasan la medida
normal; a la destrucción del complejo de Edipo se le agrega la degradación regresiva de la libido, el superyó
se vuelve particularmente severo y desamorado, y el yo desarrolla elevadas formaciones reactivas de la CC
moral, la compasión, etc.

27
Se puede admitir como un nuevo mecanismo de defensa, junto a la regresión y a la represión, las
formaciones reactivas que se producen dentro del yo del neurótico obsesivo y al que discernimos como
exageraciones de la formación normal del carácter. En la N.O se forma un superyó severísimo.

En el periodo de latencia, la defensa contra la tentación onanista parece ser considerada la tarea principal.
Esta lucha produce síntomas, que se repiten de manera típica en diversas personas, y presentan el carácter
de un ceremonial. La pubertad introduce el corte tajante en el desarrollo de la N.O. la organización genital
se reinstala con gran fuerza. Por una parte, vuelven a despertar las mociones agresivas iniciales, y por la
otra, un sector de las nuevas mociones libidinosas se ve precisado a marchar por las vías que prefiguró la
regresión, y a emerger en condición de propósitos agresivos. En la N.O el conflicto se reafirma en dos
direcciones: lo que defiende ha devenido más intolerante, y aquello de lo cual se defiende más
insoportable.

La representación obsesiva desagradable deviene en general CC. Lo que ha irrumpido hasta la CC es en


realidad, sólo un sustituto desfigurado. Si la represión no ha roído el contenido de la moción pulsional
agresiva, ha eliminado en cambio el carácter afectivo que la acompañaba. Ocurre que el afecto ahorrado
sale a la luz en otro lugar. El superyó se comporta como si no se hubiera producido represión alguna, y trata
al yo de manera condigna a esa premisa. El yo debe registrar un sentimiento de culpa. El yo no busca
sustraerse de la crítica del superyó. De hecho hay N.O sin ninguna CC de culpa. El yo se ahorra percibirla
mediante una nueva serie de síntomas. Tales síntomas significarán al mismo tiempo satisfacciones de
mociones pulsionales masoquistas, que también recibieron un refuerzo desde la regresión.

La tendencia de la N.O consiste en procurar cada vez mayor espacio para la satisfacción sustitutiva a
expensas de la denegación. Estos síntomas cobran más tarde el carácter de satisfacciones. El resultado de
este proceso es un yo extremadamente limitado, obligado a buscar sus satisfacciones en los síntomas.

Capítulo 6
En el curso de las luchas pueden observarse dos actividades del yo en la formación del síntoma. Éstas son
el anular lo acontecido y el aislar. La primera tiene gran campo de aplicación, mediante un simbolismo
motor quiere hacer desaparecer, no las consecuencias de un suceso, sino el suceso mismo. En la N.O nos
encontramos con la anulación de lo acontecido sobre todo en los síntomas de dos tiempos. La tendencia a
anular se revela como una de las principales fuerzas motrices de la formación de síntoma. La otra técnica es
el aislamiento. Recae también sobre la esfera motriz, y consiste en que, tras un suceso desagradable, se
interpola una pausa en la que no está permitido que acontezca nada, no se hace ninguna percepción ni se
ejecuta acción alguna. El efecto del aislamiento es el mismo que sobreviene a raíz de la represión con
amnesia. El aislamiento garantiza la suspensión del nexo en el pensamiento.

El neurótico obsesivo halla dificultad en obedecer a la regla psicoanalítica fundamental. Su yo es más


vigilante y son más tajantes los aislamientos. Tiene demasiadas cosas de las cuales defenderse. Luego apoya

28
esta compulsión a concentrarse y a aislar: mediante acciones mágicas de aislamiento que se vuelven tan
llamativas como los síntomas. El aislamiento es una cancelación de la posibilidad de contacto (tabú del
contacto), un recurso para sustraer a una cosa del mundo, y cuando el neurótico aísla también una
impresión mediante una pausa, nos da a entender que no quiere dejar que los pensamientos referidos a ello
entren en contacto asociativo con otros.

El punto de arranque tanto de las fobias, como de la histeria de conversión, como de la neurosis obsesiva
es la destrucción del complejo de Edipo, y en todas, el motor de la renuencia del yo es la angustia de
castración. Pero sólo en las fobias saldrá a la luz esa angustia.

FREUD – “PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO”

Capítulo 7. LA IDENTIFICACIÓN
El psicoanálisis reconoce a la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva
con otra persona, y desempeña un papel en la prehistoria del Complejo de Edipo. El varón manifiesta
interés hacia su padre, lo toma como ideal. Contemporáneamente a esta identificación con el padre, el
varón emprende una investidura de objeto de la madre. Muestra así dos lazos: con la madre una investidura
sexual de objeto, con el padre una identificación. Ambos coexisten un tiempo sin influirse, pero la vida
anímica avanza y en consecuencia ambos lazos confluyen, y por esto nace el Complejo de Edipo normal. El
pequeño nota que el padre le significa un estorbo junto a la madre, entonces su identificación con él toma
una tonalidad hostil. Desde el comienzo la identificación es ambivalente.
Más tarde puede ocurrir que el complejo experimente una inversión, que se tome por objeto al padre en
una actitud femenina. La diferencia entre una identificación de este tipo con el padre y una elección de
objeto que recaiga sobre él es que en la primera el padre es lo que uno querría ser, en el segundo caso, es
lo que uno querría tener.

Hay que dilucidar la identificación en el caso de una formación neurótica de síntoma. Supongamos que una
niña reciba el mismo síntoma de sufrimiento de su madre. Ello puede ocurrir por diversas vías. La
identificación puede ser la misma que la del complejo de Edipo, y el síntoma expresa el amor de objeto por
el padre; realiza la sustitución de la madre bajo el influjo de la CC de culpa. “Has querido ser tu madre,
ahora lo eres al menos en su sufrimiento”. O bien el síntoma puede ser el mismo que el de la persona
amada (Dora por ejemplo que imitaba la tos de su padre), en tal caso, la identificación reemplaza a la
elección de objeto. Sucede a menudo que la elección de objeto vuelva a la identificación, o sea, que el yo
tome sobre sí las propiedades del objeto. En estas identificaciones el yo copia en un caso a la persona no
amada, y en el otro a la persona amada. En los dos la identificación es parcial, porque toma un único rasgo
de la persona objeto.

Un tercer caso de formación de síntoma, es en el cual la identificación prescinde por completo de la


relación de objeto con la persona copiada. El mecanismo es el de la identificación sobre la base de poder o

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querer ponerse en la misma situación. Tal infección o imitación se establece también en circunstancias en
que se supone simpatía preexistente entre las dos personas. Uno de los yo ha percibido en el otro una
analogía en un punto; luego crea una identificación en ese punto, ésta se desplaza al síntoma que el primer
yo ha producido.

Resumimos lo que hemos aprendido de estas tres fuentes. En primer lugar, la identificación es la forma más
originaria de ligazón afectiva con un objeto; en segundo lugar pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de
objeto por vía regresiva; y en tercer lugar puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a
percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales. La ligazón recíproca entre los
individuos de la masa tiene la naturaleza de una identificación de esa clase.

Nos encontramos con la identificación en algunos casos especiales. Por ejemplo.


La génesis de la homosexualidad masculina es: el joven ha estado fijado a su madre, en el sentido del
complejo de Edipo, durante un tiempo y con una intensidad inusualmente grandes. Al completarse el
proceso de la pubertad, llega el momento de permutar a la madre por otro objeto sexual. El joven no
abandona a su madre, sino que se identifica con ella, y ahora busca objetos que puedan sustituir el yo de él.
En análisis de la melancolía, afección que cuenta con la pérdida real o afectiva del objeto amado,
proporciona un segundo ejemplo de esa introyección de objeto. Rasgo principal de esta afección es la cruel
denigración de sí, unida a una gran autocrítica y autorreproches. Estos reproches en el fondo se aplican al
objeto, y constituyen la venganza del yo sobre él. Estas melancolías nos muestran al yo dividido en dos
fragmentos, uno de los cuales arroja su furia sobre el otro. Este otro es el alterado por introyección, que
incluye el objeto perdido. El fragmento que se comporta cruelmente incluye a la CC moral. Es el ideal del
yo, y le atribuimos las funciones de la observación de sí, la CC moral, la censura onírica, etc.

Capítulo 8. ENAMORAMIENTO E HIPNOSIS


En algunos casos, el enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones
sexuales, con el fin de alcanzar la satisfacción sexual directa, lograda ésta, el amor de extingue. Es lo que
se llama amor sensual. La historia del desarrollo por el que atraviesa la vida amorosa humana, agrega un
segundo factor. En la primera fase, el niño había encontrado un primer objeto de amor en uno de sus
progenitores; en él se habían reunido todas sus pulsiones sexuales que pedían satisfacción. La represión que
después sobrevino obligó a renunciar a la mayoría de estas metas sexuales infantiles y dejó como secuela
una modificación de las relaciones con los padres. El niño permaneció ligado a ellos, pero con pulsiones de
meta inhibida. Los sentimientos que de en adelante alberga se llaman tiernos. Las anteriores aspiraciones
sensuales se conservan en el ICC.

Con la pubertad se inician nuevas aspiraciones, dirigidas a metas sexuales. En el marco del
enamoramiento, llama la atención el fenómeno de la sobreestimación sexual: el hecho de que el objeto
amado goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son más estimadas que en otras personas, etc. a
raíz de una represión de las aspiraciones sensuales se produce este espejismo: se ama sensualmente al

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objeto sólo en virtud de sus excelencias anímicas; y lo cierto es que ocurre lo contrario, únicamente la
complacencia sensual pudo conferir al objeto tales excelencias. El afán que aquí falsea al juicio es el de la
idealización. El objeto es tratado como el yo propio, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto una
medida mayor de libido narcisista. En muchas formas salta a la vista que el objeto sirve para sustituir un
ideal del yo propio, no alcanzado. En el entusiasmo amoroso, el yo resigna cada vez más todo reclamo, se
vuelve más modesto, a la par que el objeto se hace más grandioso. El objeto, ha devorado al yo.

Esto ocurre con particular facilidad en el caso de un amor desdichado. Contemporáneamente a esta entrega
del yo al objeto, fallan por entero las funciones que recaen sobre el ideal del yo. La CC moral no se aplica a
nada de lo que acontece en favor del objeto; sucede que el objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo.

Ahora es fácil describir la diferencia entre la identificación y el enamoramiento. En la primera el yo se ha


enriquecido con las propiedades del objeto. En el segundo, se ha empobrecido, se ha entregado al objeto.
En el enamoramiento extremo, el yo se ha introyectado el objeto. En el caso de la identificación el objeto
se ha perdido o ha sido resignado; después se lo vuelve a erigir en el interior del yo, y el yo se altera
parcialmente según el modelo del objeto perdido.
El trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es muy grande. La misma sumisión humillada,
igual obediencia y falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado. El hipnotizador ha
ocupado el lugar de ideal del yo. El vínculo hipnótico es una entrega enamorada que excluye toda
satisfacción sexual, mientras que en el enamoramiento esta última se pospone sólo de manera temporaria.
Podemos decir también que el vínculo hipnótico es una formación de masa de dos.
Justamente las aspiraciones sexuales de meta inhibida son las que logran crear ligazones tan duraderas
entre los seres humanos. Esto se explica por el hecho de que no son susceptibles de una satisfacción plena,
mientras que las aspiraciones sexuales no inhibidas experimentan una disminución toda vez que alcanzan su
meta. El amor sensual está destinado a extinguirse en la satisfacción, para perdurar tiene que ser mezclado
con componentes tiernos.

Las elucidaciones anteriores nos han preparado para indicar la fórmula de la constitución libidinosa de una
masa. Una primaria es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de
su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo.

FREUD (1927) – “EL FETICHISMO”

Los fetichistas rara vez sienten al fetiche como un síntoma que provoque padecimiento. Están contentos con
el y halagan sus facilidades en la vida amorosa. La respuesta que el análisis arrojó acerca del sentido y el
propósito del fetiche fue en todos los casos la misma. El fetiche es el sustituto del pene, de un pene
determinado, que ha tenido gran significatividad en la primera infancia, pero que se perdió más tarde. El
fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento. Es entonces un sustituto del falo de la mujer (de
la madre) en que el varoncito ha creído y no quiere renunciar.

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El proceso es el siguiente. El varón rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, a saber, que la
mujer no tiene pene. Pues si la mujer está castrada, su propio pene corre peligro. Parece que la percepción
permanece y emprendió una acción muy enérgica para sustentar su desmentida. El niño ha conservado la
creencia del falo en la mujer, pero también la ha resignado. En el conflicto entre la percepción indeseada
y la intensidad del deseo contrario se ha llegado un compromiso. En lo psíquico la mujer sigue teniendo
pene, pero para este pene ha sido designado un sustituto. Como stigma indelebile de la represión
sobrevenida permanece además, la enajenación respecto de los reales genitales femeninos. El fetiche
perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella, y le ahora
al fetichista devenir homosexual.

Cabría esperar que en sustitución del falo femenino que se echó de menos, se escogieran aquellos órganos u
objetos que también en otros casos subrogan el pene en calidad de símbolos.
Hay numerosas pruebas de la biescindida actitud del fetichista frente al problema de la castración en la
mujer. En casos muy refinados, es en la construcción del fetiche donde se han encontrado cabida tanto a la
desmentida como la aseveración de la castración.

GODOY – “EL SÍNTOMA OBSESIVO: UN PENSAMIENTO QUE EMBARAZA EL ALMA”

Capítulo 1: FREUD Y EL PENSAR OBSESIVO

Introducción: sufrir del cuerpo o del pensamiento


En 1973 Lacan ubica el síntoma histérico como un recorte del cuerpo, y el síntoma obsesivo como un
pensamiento que embaraza el alma. Señala que en ese caso, la cura es una demanda que parte de la voz del
sufriente. El sufrimiento se localiza en el cuerpo o en el pensamiento.

El síntoma histérico, tal como lo describió Freud en “Algunas consideraciones con miras…” no sigue las vías
de inervación nerviosas. Esto fuerza a una redefinición de cuerpo. Siguiendo a Lacan podemos pensar el
cuerpo a partir de los dos efectos del lenguaje, destacándose el primero de ellos (la fragmentación).
Afirma que el lenguaje recorta el cuerpo, y la prueba es el histérico. A este primer efecto podríamos
llamarlo efecto “cizalla”. Esto nos enseña el síntoma histérico sobre el cuerpo, entonces, ¿qué podría
enseñarnos el síntoma obsesivo sobre el pensamiento? Lacan afirma que la cizalla llega al alma con el
síntoma obsesivo: pensamiento con que el alma se embaraza, no sabe que hacer. El síntoma obsesivo surge

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como un pensamiento que entorpece lo psíquico. La irrupción de este síntoma muestra el surgimiento
insistente, compulsivo, de un pensamiento que la psique no puede manejar.

En el Seminario 10, el embarazo es definido por Lacan como “el sujeto revestido de su barra, cuando ya no
saben que hacer de ustedes…” Dicha experiencia de la barra implicaría una forma ligera de la angustia. El
embarazo plantea una singular relación con la pregunta por la causa, a través de la cual, el obsesivo puede
entrar en la transferencia. El particular “no saber qué hacer” es la experiencia de la barra, el modo en que
se presenta la división subjetiva del obsesivo frente al síntoma. El síntoma obsesivo es la contracara de la
armonía de la psique. Un concepto muy importante para captar el estatuto del pensamiento obsesivo, es el
de erotización del pensamiento.

La representación obsesiva y la función del corte


A partir de los primeros trabajos de Freud se desprende la oposición entre el pensamiento y el cuerpo en las
neurosis a través de los conceptos de conversión y falso enlace. Mientras que la defensa, opera una
separación entre la representación inconciliable y el afecto, la divergencia se produce según el destino
que tomo éste último: en la histeria sucede “el salto a lo somático” por medio de la conversión, mientras
que en la neurosis obsesiva permanece en lo psíquico ligado a otra representación (falso enlace). Esta
diferencia según Freud ya marca la menor ganancia que tiene la obsesión: el monto de afecto constituye una
presencia perturbadora en el seno mismo de lo psíquico, y la representación sustitutiva introduce el efecto
de una cizalla en lo anímico. En la conversión se produce un recorte en el conjunto imaginario del cuerpo,
por una vía que no corresponde a la anatomía. En la neurosis obsesiva, la representación obsesiva es
producto de un recorte en la unidad imaginaria de los pensamientos CC del yo. Lo psíquico queda recortado
por el síntoma obsesivo.

Párrafo de Freud: “si uno reconstruye la génesis de casa representación obsesiva, halla que desde una
impresión actual han sido incitadas dos diversas ilaciones de pensamiento; de ellas, la que ha pasado por el
recuerdo reprimido, demuestra estar formada tan correctamente como la otra, no obstante ser
insusceptible de CC. Si los resultados de las dos operaciones psíquicas no concuerdan, entra en la CC una
representación obsesiva que parece absurda”. La impresión actual suscita un cierto proceso de
pensamiento, este sigue un hilo lógico y llega a la conclusión A. El obsesivo padece el desdoblamiento por
“Otra” ilación de pensamiento, aquella que resulta comandada por el recuerdo reprimido, llegando a la
conclusión B, que no carece de lógica pero es ICC. Aparece para la CC como absurda. El sujeto queda
dividido entonces entre dos conclusiones, pero con el agregado de que B se le impone, e irrumpe
desconectada de todo el conjunto de representaciones del yo; pero con una tenaz insistencia por el monto
de afecto a ella ligado a través del falso enlace.

Ahora bien, no toda representación obsesiva aparece como absurda. Freud presenta una segunda
alternativa: “si las dos ilaciones de pensamiento llevan a la misma conclusión, se refuerzan entre sí, de
suerte que un resultado del pensar adquirido por vía normal se comporta ahora como una representación

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obsesiva”, por su carácter forzoso. En este caso también tendríamos un recorte, no por divergencia sino por
convergencia de las ilaciones. El sujeto le reconoce aquí lógica y coherencia, pero termina recortada por el
modo en que se comporta. La conclusión normal funciona como una representación obsesiva ya que el sujeto
podría preguntarse “esto no es absurdo, pero ¿porqué no puedo dejar de pensar en ello?”.

Freud también destaca que la compulsión de estas formaciones psíquicas es independiente de la creencia y
de la intensidad de la representación. O sea, el sujeto puede experimentar todo el peso de la compulsión
aún sin creencia. Para ello usa la representación contraria que proviene de la etapa de los síntomas de
defensa primarios. En esta primera época de Freud, la representación obsesiva es un retorno desfigurado del
reproche por una acción sexual realizada con placer.
Los únicos casos en donde se manifiesta la creencia son aquellos que se producen en los momentos iniciales,
cuando surge una representación obsesiva “nueva”, antes de que se ponga en marcha la representación
contraria. El otro caso es cuando se produce una melancolía del yo.

La representación obsesiva termina siendo una nueva forma (desfigurada) de la representación inconciliable,
la irrupción del goce que perturba el funcionamiento del conjunto de las representaciones del yo. La
defensa fue una solución fallida.

La duda obsesiva y la escisión de las convicciones


A lo largo de la obra de Freud nos encontramos con distintas concepciones sobre la duda obsesiva. En un
principio, es una consecuencia del recorte en lo psíquico que introduce la representación obsesiva, o sea, la
consecuencia directa de la perturbación inicial. En otras oportunidades Freud le atribuye otra función:
hace de ella una de las formas de la defensa secundaria frente a la representación obsesiva. Por un lado
estaría la compulsión a cavilar y por otro la compulsión a pensar y examinar y la manía de duda. Esta
constituiría un intento de adueñarse de la idea obsesiva por medio del trabajo lógico y el uso de la memoria
CC. En el hombre de las ratas, la duda es reubicada en los laberintos de la obsesión. Así, en referencia a las
ideas supersticiosas de su paciente, destaca como éste tenía frente a ellas un comportamiento
contradictorio. El mostrarse convencido de dos cosas contradictoras es un rasgo característico de la neurosis
obsesiva. Esta escisión de las convicciones es referida por Freud a la desconexión de los nexos entre las
representaciones que opera la defensa.

Freud también distingue otra dimensión: la producción de incertidumbre del obsesivo. Es definida como un
método para aislar al sujeto del mundo. El obsesivo evita tomar noticia de alguna información que habría
precipitado una decisión en su conflicto. Dice “la predilección por la incertidumbre y la duda se les
convierte en motivo para adherir sus pensamientos, preferentemente a aquellos temas en que la
incertidumbre de los hombres es universal (filiación paterna, duración de la vida)”. Este tipo de preguntas
existenciales del obsesivo alimentan la incertidumbre que está al servicio de posponer una decisión que, en
el caso del hombre de las ratas por ejemplo, concierne a una elección amorosa que resulta conflictiva por la

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ambivalencia. La duda y la incertidumbre generan un estado de inhibición en la acción que muchas veces se
compensa con acciones sustitutivas en donde aparentemente se llega a una resolución por desplazamiento.

En el 1913 la duda aparece como resultado del rechazo de la pulsión de apoderamiento. El pensamiento y
lo intelectual serían la sublimación de un goce sádico. Si la represión afecta a ese goce, su correlato en el
plano intelectual será el no poder apoderarse de los problemas con la inteligencia: queda dubitativo.
Finalmente en 1926, en Inhibición, síntoma y angustia, la duda es retomada como una división y presentada
como una parálisis de la voluntad del yo. Es el producto del conflicto entre el yo y el superyó, a la vez que
la consecuencia de la desmezcla pulsional.

Omnipotencia, sexualización del pensar, narcisismo intelectual y aislamiento


La omnipotencia del pensamiento es introducida por Freud en el Hombre de las ratas y desplegada en
Tótem y tabú. Muestra como la evitación del contacto se expande a todo lo relacionado con lo prohibido.
Las prohibiciones obsesivas son muy desplazables; entran cada vez más cosas en el dominio de la
imposibilidad, lo cual daría cuenta de su dificultad para la acción.
En la representación obsesiva insistía en lo psíquico el monto de afecto ligado a una escena sexual activa
que había generado un placer en exceso. Allí hay un goce traumático que irrumpe y que, por el fracaso de
la defensa, retorna en el falso enlace. Aquí tenemos una satisfacción, que generaba nuevos empeños
defensivos. Uno de ellos era la manía de cavilar. Esto podemos concebirlo como un antecedente del
problema de la erotización del pensamiento. Esta manía puede, luego, tornarse también compulsiva,
marcando dos caras de la satisfacción o del goce obsesivo: una traumática y otra defensiva.

Freud en Tótem y Tabú señala que “la represión de lo sexual ha aportado una sexualización nueva” cuya
consecuencia es “la sobreinvestidura originaria del pensar y el de su sobreinvestidura libidinosa alcanzada
por vía regresiva: narcisismo intelectual, omnipotencia del pensamiento”. El obsesivo, encerrado en sus
propios pensamientos, se torna impermeable a los acontecimientos que ocurren a su alrededor y a su vez
produce un rechazo de la acción, de poner en juego sus pensamientos. Siguiendo esta línea se pueden
relacionar las formaciones de sistemas y el pensar obsesivo. Se produce un reordenamiento del material
psíquico de un tema. Freud diferencia la ventaja que procura el síntoma histérico, de la satisfacción
narcisista que procura la formación de sistemas de los obsesivos. El sistema es solidario del narcisismo
intelectual y del aislamiento.

En 1909 construye una articulación entre el pensamiento, la acción y la satisfacción. Propone una regresión
del actuar al pensar, siendo a través de ella que el proceso mismo del pensar es sexualizado. Esto se
produce porque la energía que busca irrumpir en la acción queda detenida en esta regresión al pensar. Nos
muestra como el pensar se vuelve compulsivo: “la dilación en el actuar pronto halla su sucedáneo en el
demorarse en el pensar, y todo el proceso, es traducido a un nuevo terreno”. Este uso defensivo del
pensamiento sexualizado encuentra su límite cuando se transfiere la dilación del actuar al pensar. Esta
demora en el pensar marca el punto en que el pensamiento se sintomatiza, porque deviene compulsivo. Esta

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satisfacción morigerada termina generando entorpecimiento del pensar. La demora es el nombre del
pensamiento que trabaja para el goce. Permite situar dos vertientes de la relación pensamiento-goce: la
del goce controlado, y la otra compulsiva.

En Inhibición, síntoma y angustia se encuentran tres características esenciales del yo del obsesivo:
1. que es el escenario de la formación del síntoma. La representación obsesiva perturba el
conjunto imaginario de las representaciones en las que el yo se reconoce.
2. que se atiene con firmeza a su vínculo con la realidad y la CC, empleando para este fin de
todos los recursos intelectuales.
3. que la actividad del pensamiento aparece sobreinvestida, erotizada. La defensa es, por lo
tanto, un modo de satisfacción, lo que llamaba regresión del actuar al pensar.

La otra perspectiva que aporta en este texto es la diferencia entre la amnesia histérica y el aislamiento
obsesivo. En la histeria, la impresión traumática queda relegada a la amnesia, mientras que en la neurosis
obsesiva se la despoja de su afecto y sus vínculos asociativos, quedando aislada. El obsesivo deshace nexos
entre las representaciones, tiene noticia de sus traumas en la medida en que no los ha olvidado, pero no
tiene noticia de ellos puesto que no discierne su significado. El aislamiento del obsesivo puede ser
relacionado con lo que Lacan llamó “la intrasubjetividad del obsesivo” para contraponerla a la
“intersubjetividad histérica”.

SCHEJTMAN – “LA HISTERIA Y OTRO GOCE”

Capítulo 1. FREUD, LA FEMINEIDAD EN LA HORMA FÁLICA

Del lado del niño: complejo de Edipo y complejo de castración


Hay cierto momento en Freud en el cual modifica su idea respecto del complejo de Edipo, entendido en un
momento como igual en ambos sexos. Hay una serie de textos posteriores a 1923 en los que se advierte que
comienza a subrayar una disimetría fundamental. Por un lado, respecto del varón, se destaca el carácter
completo del Edipo, agregando el Edipo positivo (identificación con el padre) y el Edipo negativo (desde el
lugar de la madre, espera satisfacción sexual del padre). Para el varón, es el complejo de castración lo que
pone fin al Edipo completo. Para que este sepultamiento acontezca, es necesario que se pongan en relación
dos tiempos: el de la visión y el de la amenaza.

Hay un primer momento en el que el niño no cree lo que sus ojos ven, que la niña está desprovista de pene.
Al sobrevenir la amenaza de castración, comienza a darle crédito a esto: “a ella se lo habrían cortado”. El
camino también puede ser inverso. Lo importante es subrayar un movimiento retroactivo. Freud en “El
sepultamiento del complejo de Edipo”, anota: “la aceptación de la posibilidad de la castración, la
intelección de la mujer castrada, puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de
Edipo”. Así, por temor a la castración, se descatectizan los objetos incestuosos, y las investiduras

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resignadas se sustituyen por una identificación, que es la que da lugar al superyó. Se trata de una
identificación regresiva con un rasgo del objeto amado. En ella, la catexia libidinal “regresa” al yo y deja en
él una impronta. Freud advierte que no debería haber allí solamente una represión, sino una destrucción y
cancelación. De no lograrse, este subsistirá en el ICC y más adelante desplegará su efecto patógeno.

Del lado de la niña: complejo de castración y complejo de Edipo


Al igual que en el varón, para la niña, el primer objeto de amor es la madre. Respecto de esta fase, se
destaca una característica masculina: en función del predominio del clítoris como zona directiva, la
actividad y presencia de la masturbación. La niña pequeña es como un pequeño varón. Es el encuentro con
la castración lo que le pone un tope a este primer tramo de ligazón con la madre. La castración entonces
posibilita la salida de la fase “masculina”. Al enfrentarse con la castración, dice Freud “nota la diferencia,
se siente gravemente perjudicada y cae presa de la envidia del pene”. Es por la vía de la envidia del pene
que la trayectoria del barco femenino desemboca en las aguas calmas del Edipo positivo, en el que la niña
buscará aquello que le falta, en quien supone que lo tiene: el padre. La castración de la madre es su propia
castración, esto la hace apartarse de ella.

En este pasaje, el clítoris pierde su condición de zona rectora y se abandona la masturbación, prevaleciendo
la pasividad. Se han producido entonces tres pasajes: de la madre al padre, del clítoris a la vagina, y de la
actividad a la pasividad. Ahora la libido de la niña resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo
de un hijo, y toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de celos.

Las tres orientaciones


Ahora bien, el Edipo positivo, esta orientación hacia el padre, constituye solo uno de los caminos posibles,
pero son tres los que pueden darse. Freud los describe en “La femineidad”: “una lleva a la inhibición sexual
o a la neurosis, la otra a la alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y la
tercera, a la femineidad normal”. Las tres formas pueden ser abordadas como “formas neuróticas de la
femineidad”.

- La primera forma lleva al universal extrañamiento respecto de la sexualidad. La mujercita queda


descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y con él, a la sexualidad en general.
- La segunda se refiere al complejo de masculinidad, retiene la esperanza de tener pene, y esto persiste
hasta épocas muy tardías; y es elevada a la condición de fin vital. La fantasía de pasar a ser un varón puede
terminar también en una elección homosexual de objeto. Si no logra superar pronto el complejo de
masculinidad, puede deparar grandes dificultades: la esperanza de tener un pene puede convertirse en
motivo de extrañas acciones, o bien, una desmentida que llevaría a una psicosis. Si el deseo del hijo se sitúa
en el lugar del reconocimiento de la castración, la convicción de que tiene un pene taponaría el lugar de la
falta necesario para sostener este deseo. La castración se encontraría “desmentida”, lo que no impide que
pueda devenir madre. Pero el deseo del hijo, se supone, algo más que el hecho de ser madre.

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- La tercera orientación es la designada como normal. El deseo con que la niña se vuelve hacia el padre, es
el deseo del pene que la madre le ha denegado. Pero la situación femenina sólo se establece cuando este
deseo se sustituye por el del hijo. Con esta transferencia, la niña ha ingresado en el Complejo de Edipo.

En el caso de la niña, el Edipo no tendrá un corte abrupto, sino que se irá reconstruyendo lentamente de
manera incompleta. El superyó será producto de una identificación regresiva que lo constituye por la vía de
la descatectización, y el retorno al yo, de la carga que investía los objetos incestuosos del Edipo.

La femineidad “norme-male”
“El antiguo deseo masculino de poseer pene sigue trasluciéndose a través de la femineidad consumada”.
Tras el deseo del hijo, sobrevive el deseo del pene. Las tres orientaciones suponen una orientación fálica
como sostén: las tres se soportan de la envidia del pene. Con Lacan se puede definir como masculina o fálica
la orientación hacia el padre. El deseo del hijo logra regular y hasta normalizar la sexualidad de una mujer.
La femineidad normal, según Freud, es femineidad norme-male, sería “norma-macho”.
Las tres orientaciones, como modos de goce, encuentran su razón en el falo, incluyéndose en el terreno del
goce fálico. Incluso en la primera orientación en la cual se retira de la sexualidad, no podemos suponer que
quede exenta de goce por rechazar el encuentro de los cuerpos.

Capítulo 2. LACAN, EL OTRO GOCE

No-toda en el goce fálico


Hay dos goces: el fálico y el Otro. Son de estructura, diferentes. Hay un esfuerzo de Lacan por escribir el
distingo entre estos dos goces. Si hay un goce que se regula por la ley del padre (el fálico), hay además un
goce propiamente femenino que resiste al encuadramiento que proviene de la ley. De esta manera, si puede
considerarse al complejo de Edipo como la maquinaria que regula el goce, falicizándolo, puede decirse que
una mujer es “no-toda” tomada por aquel. Para ella no-todo el goce se deja atrapar por las redes del
Edipo. Resta entonces, Otro goce.

Se puede retomar el final freudiano del Edipo en la mujer. Falta el motor de su sepultamiento (la angustia
de castración en el caso del varón). Allí donde la mujer no disuelve su complejo de Edipo, según Freud, no-
toda es tomada por este. Solo con el sepultamiento el goce se inscribe “todo” del lado del falo. Freud
propone que es preciso que el Edipo se disuelva para que la ley del padre se incorpore. Por eso entonces se
entiende que, del lado femenino, se sufre “menoscabo de la formación del superyó”. Es la faz paterna del
superyó, la cara reguladora, la que sufre este menoscabo en la mujer.

Del “lado hombre”: el universal de la castración y la excepción


Del lado hombre, Lacan escribe Ax, Фx, que se lee: “para todo x, Ф de x”. O sea, para todo individuo que se
ubique de este lado, del lado hombre, se afirma la función fálica. El goce fálico, como goce regulado por la
castración. Para que este universal se sostenga es necesario postular al menos un individuo para el que no se

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cumpla. Sustrayéndose al menos uno se constituye el límite que vuelve posible el “para todos” de la
castración. Este “al menos uno que no” Lacan lo encuentra leyendo a Freud: se trata del padre primordial,
de la horda primitiva. Agente de la castración, quien al sustraerse de la misma soporta, haciendo de límite.
Se ve entonces que “el lado hombre” y “el lado mujer” no coinciden con lo que la biología nos dice del
sexo. Puede suceder que haya mujeres que elijan posicionarse del lado del hombre, si así les place.

La perversión polimorfa del macho


Dice Lacan: “el hombre es quien aborda a la mujer; sin embargo solo aborda la causa de su deseo, que
designé con el objeto α”. Entonces, si no hay La mujer, ¿con quién se aparea el hombre? La respuesta
lacaniana es: con el objeto α. Viene al lugar de la relación sexual que no hay, ya que no hay La mujer. Esto
de emparejarse con la causa de su deseo, Lacan lo escribe como el fantasma: $ ◊ α. El sujeto ($) cree
abordar a la mujer pero en verdad, solo aborda el objeto (α) de su fantasma. El fantasma suple la ausencia
de la relación sexual. El modo hombre de abordar lo hetero femenino se reduce a eso: conducir a una mujer
a la posición de objeto en su fantasma. Esto viene a constituir su “rasgo de perversión”.

Lacan habla de “la perversión polimorfa del macho”, se refiere a la estructura perversa del fantasma.
Pero es ésta la que determina aquello que Freud llamó “condición de amor” y es que si no hay La mujer,
¿qué es lo que determina lo que Freud llamó elección de objeto? Es cierta fijación a un rasgo de perversión,
una condición de goce anudada al fantasma. Una relación fija del sujeto con un objeto ( $ ◊ α ) es lo que
determina la elección amorosa. Lacan revela que es en realidad una “condición de goce” la que direcciona
las elecciones amorosas del lado del hombre, y este goce esta perversamente orientado.
Si no hay relación sexual, el fantasma regula, normativiza, encauza para el sujeto “las” relaciones sexuales,
estas que sí son posibles. Pero hete aquí que el sujeto ya no lo hace con La mujer, sino con el objeto α de su
fantasma.

También la histérica aborda “lo Otro” que es una mujer, del “modo hombre”. Es decir, por vía del
fantasma: lo que constituye es un rasgo de “père-version”. De este modo se señala que es por una
mediatización fantasmática que Dora puede abordar el mhisterio de la femineidad en la señora K. este
fantasma sostiene una versión específica del padre: su impotencia, y la degradación del Otro femenino,
encarnado en este caso por la señora K. Modo hombre también en Dora, intento de reducir a la otra al
objeto α en la escena del fantasma.
Goce fálico
Con el razonamiento de Aquiles y la tortuga, podemos ver que siempre queda un resto en la carrera que se
vuelve interminable, es ese resto que funciona como un motor. Ese resto podemos llamar con Lacan objeto
α, es el que continua “causando el deseo de Aquiles” por alcanzar a la tortuga, aunque nunca se satisfaga.
Este es el esquema para el goce del lado hombre. El goce fálico apunta a su meta y siempre falla, dejando
un resto (α) que relanza la carrera. Puede explicarse entonces porqué situábamos al fantasma como el
“modo hombre” de abordar al Otro. En su escritura se representa el deseo insatisfecho ($) y el resto (α) que
se produce en el momento mismo del desencuentro. El goce fálico está destinado al fracaso.

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Del otro lado
Lacan propone dos fórmulas para el lado del hombre y otras dos para el lado de la mujer. En la primera
señala que, para cualquier ser que habla, si se ubica de este lado (lado mujer) no-todo es alcanzado por la
función fálica y consecuentemente, su goce no-todo se regula por la razón fálica. Para el lado de la mujer
no se afirma la función fálica como universal. Para el lado del hombre dijimos, que para que se logre el
“todo” de la castración debía exceptuarse al menos uno. Del lado de la mujer no hay ese al menos uno que
sostenga la clase, surge así la segunda fórmula para el lado femenino. Aquí, no existe uno que se sustraiga a
la castración, y no habiendo excepción, no se cierra el conjunto, por tanto, La mujer no existe. Por eso, que
la hace no toda, la mujer tiene un goce adicional, respecto a lo que designa como goce la función fálica. A
una mujer le toca un goce que excede al que designa como goce la función fálica. Goce “en más”, respecto
al goce encauzado por la ley del padre.

Advirtiendo la diferencia con la psicosis, Lacan dice: “el ser no-toda en la función fálica no quiere decir
que no lo esté del todo. No es verdad que no esté del todo. Está de lleno allí, pero hay algo más”. Que ella
tenga acceso a un goce no encauzado fálicamente, no encarrilado por el nombre del padre, no quiere decir
que no se encuentre tomada por el Edipo. Hay para ella algo más que el goce ordenado en la carretera
principal. El psicótico no ha entrado a la ciudad del falo, mientras que en cambio el goce femenino es algo
más allá de la ciudad.
Lacan dice “lo que da cierta plausibilidad a lo que propongo, que de este goce la mujer nada sabe, es que
nunca se les ha podido sacar nada…”. Hay una dificultad de estructura para hablar de este Otro goce. Es
que cuando pronunciamos la primera palabra para acercarnos, ya lo hacemos desde el lado del hombre, y en
ese instante lo perdemos. El goce propiamente femenino, paradójicamente, causado por el significante, es
repelente al mismo. Cuando intentamos asirlo con palabras, se escapa.

Capítulo 3. LA HISTERIA DEL LADO “HOMBRE”

La pregunta neurótica, la respuesta del fantasma


Lacan en el Seminario 3: “Volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas diferentes. Diría
aún más, se pregunta porque no se llega a serlo”. La histérica, preguntándose “qué es ser una mujer”, ya
se ubica en las antípodas de serlo. Así se posicionará la histeria del lado del hombre en las fórmulas
lacanianas de sexuación. La forma neurótica de la pregunta es, como tal, la pregunta no desplegada. Dice
también Lacan: “La tópica freudiana del yo muestra como una histérica, como un obsesivo, usa de su yo
para hacer la pregunta, es decir, precisamente para no hacerla”.

La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta, y que supone ya una respuesta anticipada
(que no hay respuesta). Si somos freudianos recordaremos que no hay inscripción de la vagina ni de la propia
muerte en el ICC. En términos lacanianos, falta “material simbólico” para decir de la mujer y de la muerte.
Pero queda aún una posibilidad para no enfrentarse con ese agujero: no acercarse al lugar donde no hay

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respuestas a la pregunta. O sea, no acercarse al lugar en donde el Otro ya no responde. En una neurosis, esa
respuesta se localiza en el nivel del fantasma.

Teniendo en cuenta el grafo del deseo: el neurótico desvía el recorrido, tomando por el circuito corto del
fantasma, no desplegando el interrogante. La neurosis elige desviarse por la ruta del fantasma. La
característica de la gente normal, como decía Lacan norme-male es no hacerse preguntas, para no alcanzar
así el lugar donde éstas no tienen respuestas. Las dos grandes neurosis están del lado del modo hombre de
sortear la falta en el Otro, responden anticipadamente con “versiones-hacia-el-padre” sin llegar al sin
respuesta del significante de la falta del Otro. La vida muchas veces acerca al neurótico al borde del
agujero, que él pretende evitar. Este es el orden de encuentro que el psicoanálisis nombre como
traumático; el encuentro con aquello que logra conmover. Es una vacilación del fantasma que mantiene
taponado el agujero en lo simbólico. Este encuentro con la falta del Otro nunca es sin angustia, y esto puede
empujar al neurótico a un análisis para formular su pregunta.

La respuesta de Dora
La histeria consiste en la respuesta anticipada que, desde el lado del hombre se da, en el fantasma, al
“qué es ser una mujer”. De esta manera la histérica tapona la falta del Otro con una singular “versión del
padre”. Lo cual la provee de un marco estable para encarar al otro. Su fantasma le da una razón fálica. Pero
este modo hombre se presenta para cada histérica de una manera singular, que es a partir de cada versión
del padre.
En el caso de Dora, su tos nos conduce hacia el fantasma. Su singular versión del padre es a partir de su
impotencia, lo cual nos conduce hacia la respuesta anticipada que propone el fantasma de Dora al
interrogante por la mujer. Una mujer se reduce en ese marco a ser “algo a ser chupado”. La señora K es
“degradada” hasta esta posición.

En “Intervención sobre la transferencia” Lacan propone: “Es aquella imagen que alcanza Dora, chupándose
el pulgar mientras le tira la oreja a su hermano mayor, la que resulta más importante. Tenemos aquí la
matriz imaginaria en la que han venido a vaciarse todas las situaciones que ella ha desarrollado en su
vida…” a partir de esta escena podemos dar cuenta de lo que son para Dora, la mujer y el hombre.
Del lado hombre, tal es la manera de suplir la relación sexual que no hay: el fantasma, que reduce al Otro
femenino a funcionar como objeto α. Se suple la ausencia de La mujer, por la relación del sujeto con el
objeto α del fantasma.

Hacer de hombre
Dora hace de hombre, esto quiere decir, se identifica con el hombre. Y es que sólo desde ese lugar puede
responderse la pregunta por la mujer. Dora tose como su padre, y a partir de eso, aborda a la señora K. En
realidad, Dora se identifica con todos los hombres del historial: su padre, el señor K, Freud, etc; pero ellos
no son más que intermediarios.

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En otro texto de Lacan, ya no se destaca tanto la identificación, sino la detención. ¿Qué detiene a la
histérica? Es el despliegue de su pregunta por lo femenino lo que se ve detenido, demorado. El análisis se
encamina apartando a la sujeto de esas respuestas identificatorias que la amarran al lado hombre. La
conduce más allá de su fantasma, hasta el punto donde lo simbólico no responde.

El deseo en la histeria y la obsesión


Las dos formas neuróticas del deseo no son sino estrategias diferentes, pero con un mismo fin: no saber de
la falta del Otro, de su castración. Del lado del obsesivo, el mundo entero se vuelve imposible al hacerse
esclavo de un Otro, degrada el deseo del Otro a su demanda. La posición del obsesivo es justamente en
lugar del deseo del otro, sus órdenes, sus demandas. Habrá construido un Otro completo: A. Así puede
desentenderse de la castración del otro, y de la suya. La histérica se sostiene como una deseante
insatisfecha. El Otro tiene lo que a ella le falta, y no se lo quiere dar. En el fondo, no tiene otro fin que
sostener un Otro completo, garantizar su consistencia.

El deseo insatisfecho como un modo de goce


Si el goce se ubica siempre del lado de un “demasiado” eso deja especio para gozar del “demasiado…
poco”. Encontraremos para la histérica el goce del demasiado poco. Lacan señala que la insatisfacción-el
deseo insatisfecho supone ya, una recuperación del goce; el menos de goce se vuelve aquí un plus de
gozar. Si no hay un goce todo, si falta el goce del Otro, el deseo insatisfecho suple este defecto estructural
dándole consistencia. Cualquier poco de gozar se sostiene en tanto se compare con un punto de goce como
absoluto, como todo. La posición histérica se sostiene ubicando en su mira la suposición de un goce
absoluto.
No se tarda en encontrar en una histérica, a la otra que supuestamente llega a gozar todo lo que ella no
goza. Esta queja usual, encuentra su apoyo en este presunto goce-todo de la otra. Pero éste en realidad no
existe, no hay goce del Otro. Pero que no exista no le impide a la histérica darle alguna consistencia en el
horizonte de su insatisfacción. El goce de la otra no es el goce propiamente femenino, ya que el goce
femenino resiste, es repelente al significante. La histérica dice de él del lado del hombre; confunde el goce
propiamente femenino con el pretendido goce de la otra.

En el Seminario 17 Lacan hace una diferencia entre Dora y la bella carnicera: Dora encuentra el plus de
goce, justamente al dejarle a la otra (la señora K) aquello que el hombre (el señor K) está dispuesto a
ofrecerle. Esto es lo que la bella carnicera no alcanzaría a ver.

O la masa o el goce femenino


Hay que dar cuenta de las razones por las que, en las dos masas que describe Freud (ejército e iglesia)
encontramos un rechazo de lo femenino. Ubicamos el fenómeno de masa plenamente del lado del hombre.
La masa se soporta de la conformación de un todo en el que los miembros se igualan, y el todo se logra solo
del lado del hombre. Ahora bien, es del lado del “totalitarismo del universal” que se intenta reducir todo lo
que de real no se ajusta a su ley. De allí que no pocas veces el goce femenino pueda presentarse en su faz

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de resistencia: goce que resiste al empuje totalitario. Todo esto se verifica en el fenómeno de la disolución
de la masa: Freud nos habla del pánico que se produce cuando cae el líder del lugar del Ideal del yo, y
entonces, se aflojan los lazos que unen a los miembros de la masa. El fenómeno de la masa se encarga, ni
más ni menos que de ocultar la castración del líder.

SCHEJTMAN – “LAS FANTASÍAS PERVERSAS DE LOS NEURÓTICOS”

Capítulo 1. FANTASÍA Y PULSIÓN EN EL SÍNTOMA NEURÓTICO

Del síntoma a la fantasía… perversa


Se recuerda que cuando Dora protesta en relación con su padre, tose. Freud decía “un síntoma significa la
figuración de una fantasía de contenido sexual”. Aunque lo matiza diciendo que al menos uno de los
significados del síntoma debe corresponder a una fantasía de este tipo. La fantasía se liga al campo del
sentido. Lo que permite anticipar la noción lacaniana de fantasma que, no es otra cosa que un sentido fijo,
del cual se goza.

Por otra parte, hay una diferencia entre la solicitación somática y el sentido del síntoma. Dicho por Freud
“el síntoma histérico no trae consigo este sentido, sino que le es prestado, y en cada caso puede ser diverso
de acuerdo con la naturaleza de los pensamientos sofocados que pugnan por expresarse”. Así, el sentido
del síntoma sólo se agrega secundariamente, y lo hace por la vía de una soldadura que le otorga una
intencionalidad, una utilidad, de la cual carece originariamente. Lacan diría que el sentido es un efecto en
lo imaginario, mientras que la causa del síntoma es real. Entonces, si las fantasías están del lado del
síntoma, tales fantasías se agregarían secundariamente.

En cuanto a Dora, a Freud se le presentó la oportunidad de atribuir a la tos una interpretación referida a
una situación sexual fantaseada. “un hombre de recursos” en la asociación libre de Dora, Freud lo traduce
en “un hombre sin recursos” (la impotencia del padre). Aquí se ve una primera contradicción: Dora imputa
al padre una relación con la señora K pero al mismo tiempo lo declara impotente; lo cual conduce a la
revelar la fantasía. Freud lo describe así: “con su tos espasmódica, ella se representaba una situación de
satisfacción sexual entre las dos personas (fantasía de fellatio). Desde luego, la tos desapareció poco
después de este esclarecimiento”. Esta fantasía subyace y sostiene el síntoma de Dora. Es el padre el que
chupa allí, y con él se identifica Dora en ese síntoma. Donde el padre chupa, Dora tose.

En Psicología de las masas, Freud hace con la tos de Dora un ejemplo de formación de síntoma para el
segundo tipo de identificación (identificación regresiva con un rasgo del objeto amado). Pasemos además
a indicar que esta fantasía es considerada por Freud, perversa. Él define las perversiones en esta época
como conductas desviadas respecto de la “norma”, tanto por el objeto como por el fin sexual. En Tres
ensayos, organiza una clasificación de las perversiones sexuales en dos grandes grupos (las que se desvían
por su objeto, como la homosexualidad; y las que se desvían por su meta, como el sadismo).

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Dice Freud. “todos los psiconeuróticos son personas con inclinaciones perversas pero reprimidas y devenidas
ICC. Por eso sus fantasías ICC exhiben idéntico contenido que las acciones que se han documentado en los
perversos”. Las fuerzas impulsoras para la formación de síntomas histéricos provienen, además de la sexual
normal reprimida, de las mociones perversas ICC.

De la masturbación al síntoma
La dirección de un tratamiento psicoanalítico llevaría desde los síntomas hasta las fantasías de las cuales
preceden. Y luego, que devengan CC. Para explicar el mecanismo de la formación del síntoma neurótico,
Freud parte de la masturbación infantil, indicando que se componía en esa época de dos fragmentos: por
un lado la convocación de la fantasía, por otro, la operación de autosatisfacción; unidos ambos por una
soldadura. Se plantea entonces un primer tiempo en el que se localiza una empresa autoerótica pura, aún
sin referencia a la fantasía. Sólo en un segundo tiempo esta pura autosatisfacción se suelda con la fantasía.
Dice “más tarde, esa acción se fusionó con una representación-deseo tomada del cierculo de amor de
objeto, y sirvió para realizar la situación en que aquella fantasía culminaba”. La satisfacción anárquica de
las pulsiones parciales se fusiona con el campo de las representaciones. Desde Lacan, tenemos que decir que
estos dos goces no son iguales, pero el síntoma neurótico va a heredar ambas satisfacciones (la del
autoerotismo y la de la fantasía).

Luego hay un abandono de esta clase de satisfacción masturbatoria y fantaseada. Con esta renuncia, la
fantasía deviene ICC. Si no se introduce otra modalidad de la satisfacción sexual y no se consigue sublimar
su libido, está dada la condición para que la fantasía ICC se refresque, prolifere, y se abra paso como
síntoma patológico. Según Freud, el síntoma neurótico viene al lugar de la masturbación abandonada.

Chupetea-Dora
Se ha dicho que la fantasía que se encuentra en Dora es la fantasía de fellatio. Pero, la fantasía según “Las
fantasías histericas y su relación con la bisexualidad”, se monta sobre una satisfacción autoerótica, y se
suelda a un goce pulsional autónomo. Freud indica que para Dora había un hecho que proporcionaba en ella
la precondición somática para la creación autónoma de una fantasía que coincide con el obrar de los
perversos. Esto es, que en su infancia había sido una chupeteadora. La fantasía oral de Dora, estaría
montada sobre esta precondición somática (la autosatisfacción por el chupeteo). La intensa activación de
esta zona erógena a temprana edad es la condición para la posterior solicitación somática.
La escena con el hermano, donde ella le tiraba la oreja mientras se chupaba el dedo, es ya un fantasma que
enmarca la pulsión, ya se encuentra la relación con el Otro.

Ubicamos la autosatisfacción por el chupeteo como puro goce de la pulsión oral. En un segundo tiempo, ese
goce pulsional se enmarca en la escena fantaseada. Y esto puede destacarse tanto en el nivel de aquella
escena temprana con el hermano, como la fantasía oral de Dora respecto de su padre. Y en la tos,
confluyen las satisfacciones provenientes de ambas vertientes, por lo cual no podría sostenerse que el goce
autoerótico se elimina en términos absolutos cuando la pulsión se enmarca en el fantasma. El fantasma no

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tendría otra función que transformar ese goce pulsional en un goce limitado, ajustado al principio del
placer. Pero en el nivel del síntoma existe un resto de goce autoerótico, diferente del fantasmático.

El grafo: compromiso del fantasma y la pulsión en el síntoma


El grafo localiza la manera por el cual el fantasma interfiere en la formación del síntoma neurótico. Es lo
que se encuentra en el vector que va de $ ◊ α (fantasma) hacia s (A) (significando del Otro), lugar donde
se localiza el síntoma. En ese vector se sitúa la relación que Freud propone entre el síntoma y la fantasía: la
fantasía sosteniendo y expresándose en los síntomas. Se puede entonces escribir en el nivel del síntoma
s (A) la tos de Dora, y en el del fantasma $ ◊ α tanto la escena con el hermano como la situación fantaseada
entre el padre y la señora K. En el lugar del significante de la falta del Otro, es donde freudianamente
podríamos anotar el trauma. Lo traumático es el sin sentido del deseo del Otro y el fantasma.
Sobre el síntoma se ejerce también una interferencia de lo pulsional. Lo que podemos escribir en el grafo
como el recorrido que va desde $ ◊ D (pulsión) hasta s (A) (localización del síntoma).

Lo perverso en la fantasía y en la pulsión


Freud considera como perverso tanto el fantasma (fantasía en términos freudianos) como la pulsión. Ambas
lo son pero no en el mismo sentido. La perversión de las fantasías se sitúa en relación con el contenido.
Muchas veces la fantasía no sólo es expresada por el síntoma, sino por “realizaciones CC”. Cuando se refiere
a la perversión de la pulsión lo acentuado es el carácter parcial de las mismas. Lo perverso está relacionado
con el objeto de la pulsión, que no puede ser nunca el adecuado, puesto que justamente, el objeto
adecuado es el que falta.

Capítulo 2: REENCUENTRO CON DORA. OTOÑO DE 1922

Dora con Félix Deutsch


Deutsch atenderá a Dora 20 años después. Ella debía estar en cama debido a acentuados síntomas del
síndrome de Meniere: vértigos, mareos, vómitos. Especialmente en Dora se destacaba una tinitus
(zumbidos), la disminución de la audición del oído derecho, mareos e insomnio. El otorrinolaringólogo no

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encontró causa orgánica. Las entrevistas se desarrollaron en el domicilio de Dora, ya que no podía moverse.
La primera contó con la presencia del marido y del otorrino. Su esposo abandonó el cuarto rápidamente
luego de escuchar sus quejas. El otorrino lo siguió poco después.

Dora comenzó a describir los ruidos que sentía en su oído derecho y sus mareos. Se recordará a partir de
esto la neuralgia facial (explicada como un auto castigo de la bofetada al señor K en el lago). Dora comenzó
además con un discurso acerca de la indiferencia de su marido, y de lo infortunada que había sido en su
vida marital. También su único hijo había empezado a descuidarla: había terminado hace poco el colegio,
salía de noche, y “ella sospechaba que él estaba interesado en mujeres”; si se ha leído Lacan se sabe que en
realidad, la que está interesada en mujeres, es ella misma. A partir de esto, ella lo esperaba escuchando.
Además dijo que su marido le fue infiel y que pensó en divorciarse, pero no podía decidirse. Recordó a su
hermano.

Se produce en un momento un viraje en la entrevista. Dora pregunta a Deutsch si conocía a Freud, él le


pregunta a ella si lo conocía, y responde que ella misma es el caso Dora. Que el analista haya leído Freud,
facilitó la situación transferencial. Manifiesta su preocupación por sus resfríos y dificultades respiratorias
que atribuía a su excesivo fumar.

La pulsión invocante
Discute la interpretación de Freud de sus dos sueños. Deutsch le comunica la relación de su síndrome de
Meniere con la relación con su hijo. A partir de esto, aquellos síntomas desaparecen y Dora pide una
segunda entrevista. Los efectos de la interpretación apuntan al goce fantasmático que sostiene al síntoma,
y lo hace tocando el punto de identificación del sujeto en ese fantasma. A través del fantasma, la posición
del sujeto en relación con la pulsión se satisface en los síntomas. Deutsch toca entonces el goce
fantasmático en tanto los síntomas auditivos, como Freud lo había hecho antes con la tos. Pero, aquí en los
síntomas auditivos es otra la pulsión que está concernida: la invocante.
La dificultad respiratoria de Dora muestra nuevamente la identificación con el padre. Tanto en la tos como
en los síntomas de Meniere, como en la disnea, el fantasma le reserva a Dora una identificación viril, la que
le permite a ella sostener una relación con otra mujer, y entonces, su pregunta histérica.
A nivel de la tos, encontramos a Dora identificada con el padre impotente que chupa; con los síntomas
auditivos la hallamos identificada con su hijo. En relación con la disnea y el espiar con las orejas, podemos
decir que la madre Dora, parece ser silenciosa, mientras que el que hace ruido y jadea es el padre. De
nuevo, identificación con él. En todos los casos el fantasma perverso le proporciona a la histérica un lugar
de identificación que le permite una respuesta a la pregunta por la mujer.

En aquella escena temprana con el hermano entonces, habría que incluir la vertiente ligada a la pulsión
invocante. No es solamente la pulsión oral la que está comprometida en esta escena. La estructura del
fantasma es la misma, pero según el síntoma que invoquemos será una u otra allí la pulsión comprometida.

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MAZZUCA – “LA PRIMERA NOSOLOGÍA FREUDIANA”

Capítulo 1. Introducción y antecedentes

La primera nosología es entre 1894 y 1899, anterior a la Interpretación de los sueños. Freud establece dos
grupos: el de las neurosis (neurastenia y neurosis de angustia) y el de las neuropsicosis (histeria y neurosis
obsesiva). Hay otras entidades que incluye en el segundo grupo, como la psicosis alucinatoria y la paranoia.

La degradación del término neurosis


En la actualidad se hace un uso muy amplio de la noción de neurosis. Hoy en día, cuando uno dice psicosis
se refiere a algún cuadro que supone más grave, y cuando dice neurosis a alguno más leve. El Tratado de
Psiquiatría de Ey fue considerado como una especie de manual oficial. El capítulo 2 comenzaba con la
siguiente definición “Las neurosis son enfermedades de la personalidad, caracterizadas por conflictos
intrapsíquicos que inhiben conductas sociales”. Ya el hecho de considerar las neurosis como enfermedades
de la personalidad, es sumamente discutible. En cuanto a lo demás, la definición coincide casi con la
definición de personalidad. Ey introduce además, un término introducido por Freud (el de realidad) sin
mayor aclaración.

Transformaciones del concepto de neurosis


Hubo muchas transformaciones en el uso de esta noción, que han sido introducidos en momentos históricos
muy diferentes. La mayoría de las nociones comentadas corresponden a los textos de Paul Bercherie, quien
dice que el término de neurosis surge en relación a las investigaciones en el siglo XVIII en relación con el
sistema nervioso: “este tardío descubrimiento del sistema nervioso, dio como resultado que enfermedades
que hasta entonces se atribuían a vapores o a humores, fueran adjudicadas al sistema nervioso
exclusivamente”.

Los antecedentes inmediatos de la nosología freudiana


Se debe comenzar por el fundador del movimiento psiquiátrico: Pinel, y la concepción que él tenía sobre
el tratamiento de las enfermedades mentales. Proponía un “tratamiento moral” que es lo que hoy
llamamos psicoterapia, en oposición a técnicas físicas y químicas que usaban hasta el momento. Esta
acentuación de lo psicológico en el tratamiento se fue perdiendo a lo largo de la historia de la psiquiatría.
Freud recuperará algo de los orígenes de este movimiento. La posición freudiana se opone a todas las
concepciones científicas de ese momento: los sueños son interpretables. Pero, cuando se lee los tratados
antiguos sobre la interpretación de los sueños, se tiene la impresión de que Freud no inventó nada.

Como un antecedente más cercano, se ubica al fundador de la psiquiatría alemana: Griesinger. De allí
toma la noción de que hay representaciones reprimidas, entre otras cosas. En la primera nosología se hallan
sobre todo nociones muy ligadas a un psiquiatra vienés: Krafft-Ebing, quien utiliza distinciones entre
neurosis, psicosis, psiconeurosis y neuropsicosis. El término neurosis será usado en relación a aquellas

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entidades clínicas referidas a síntomas somáticos; como la histeria, la epilepsia y la hipocondría. Más
adelante se agrega la neurastenia, que fue una entidad inventada por Beard alrededor de 1880.

Krafft-Ebing llamaba neuropsicosis a las perturbaciones psíquicas permanentes de las neurosis. Cuando la
neurosis llegaba a tener síntomas psíquicos, se las designaba neuropsicosis. Cuando estos síntomas mentales
se daban sin correspondencia con los somáticos, se utilizaba el término psicosis. Y destinaba el término
psiconeurosis para referirse a aquellos sujetos en los cuales hasta el momento en que se desarrolla la
enfermedad mental, sus funciones cerebrales han sido normales. Krafft-Ebing considera que hay una
predisposición totalmente latente, de tal modo que la enfermedad se desencadena sólo a partir de
determinados acontecimientos.

Finalmente tenemos que considerar a quien provee los antecedentes para esta primera época de Freud:
Charcot.

La noción de histeria
Tomaremos como punto de partida la noción griega de histeria, la cual se conserva hasta el siglo XVII. La
histeria es la crisis histérica. Lo que parece inalterable desde la concepción griega es atribuir su origen a un
desorden uterino. De allí que fuera considerada como una entidad específica de las mujeres. En 1618,
cuando se empiezan a desarrollar las teorías sobre el sistema nervioso, Lepois será el primero en
considerar la histeria como una enfermedad cerebral primitiva, lo que daba lugar a poder considerar la
posibilidad de histeria también en los hombres.

La histeria es una entidad que siempre a lo largo de los siglos ha tenido una pareja, por una distinción
específica por la cual se distingue de ella. En un primer momento la pareja es la epilepsia, más tarde la
hipocondría, después la neurastenia, hasta que Freud propone la neurosis obsesiva.
En 1667 Willis pone en correlación con la histeria no ya la epilepsia sino la hipocondría, cuya caracterización
era un estado de tristeza y preocupación ansiosa por la salud, con ideas de incurabilidad e intentos
terapéuticos fracasados. Willis siguiendo a Lepois, considera a la histeria como un desorden cerebral. En
1681, Sydenham retoma a Willis aunque con un retroceso: utiliza la descripción de la hipocondría y la
histeria pero las considera una enfermedad única, con lo cual vuelve a la noción de histeria femenina. Dice
que es una misma enfermedad pero con distinto nombre, según el sexo.

Capítulo 2. LA TRANSFORMACIÓN DE LA HISTERIA. LA HIPOCONDRÍA Y LA NEURASTENIA

Las transformaciones de la noción psiquiátrica de la histeria


Hay que esperar hasta el siglo XVII, donde surgen las investigaciones sobre el sistema nervioso para que
Lepois defina la histeria como una enfermedad del sistema nervioso, específicamente cerebral, y se la
considera semejante a la epilepsia. Lepois es el primer en reconocerla tanto en mujeres como en hombres.

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Las concepciones de Lepois eran discordantes con las vigentes, por lo cual no tuvieron influencia en ese
momento. Hasta que 50 años después son retomadas por Willis, quien la considera también como una
enfermedad nerviosa, pero cercana a la hipocondría. Se verifica así un cambio en la noción misma de la
histeria, donde el acento no está puesto en la sintomatología de la gran crisis, sino que está enlazado a otro
conjunto de síntomas de la hipocondría: cefaleas, palpitaciones, etc. Esta misma noción es también
retomada por Sydenham en 1681, y su idea se construye invariable a lo largo de dos siglos, hasta Freud. Es la
misma además que Charcot sigue trabajando.

La novedad que introduce Sydenham es agregar a la semiología de la histeria un tercer grupo de


fenómenos, ya no solamente la crisis ni los síntomas corporales, sino las perturbaciones del carácter.
Compara la histeria con la hipocondría y termina unificándolas, volviendo a la vieja noción de histeria
femenina. En cuanto a las perturbaciones del carácter dice: “aunque las mujeres histéricas y los hombres
hipocondríacos están extremadamente enfermos del cuerpo, lo están más todavía del espíritu; porque
desesperan de su curación y desde que se le declara algún signo de la menor esperanza, entran en una gran
cólera…”. Se va a considerar además, que la histérica engaña intencionalmente al médico.

La noción de hipocondría y neurastenia


A la neurastenia, la podemos considerar en un principio como una transformación de la hipocondría. En la
psiquiatría el término fue usándose cada vez más en el sentido de lo que ahora, después de Freud, llamamos
psicosis. La vieja noción, la que usaba Sydenham, fue designada con otros términos. Pero además se la
concibió como un fondo neuropático común a una cantidad de enfermedades nerviosas, y ya no como una
enfermedad específica. En este cambio intervienen muchos psiquiatras. En primer lugar, Cerise, quien en
1842 escribe un tratado, y dice que corresponde a un estado de predisposición para diversas neurosis, y que
está caracterizado por una infinita variedad de síntomas. Después, Sandras en 1851, lo va a llamar “estado
nervioso”, el cual abarca un estado mental de irritabilidad, de emotividad extrema, tristeza, y por otro
lado un conjunto de síntomas físicos. Cualquier tipo de síntomas es incluido en esta noción, la cual indigna a
Freud. Sobre esta noción Beard va a construir la de neurastenia, acentuando el registro de la depresión y la
astenia. Esta será la noción de neurastenia que va a criticar Freud.

A los 3 grupos semiológicos (crisis, perturbaciones corporales y alteraciones del carácter) se le agrega un
cuarto, que es el de las perturbaciones mentales: alucinaciones y estados delirantes. Con Griesinger,
Morel y Falret aparece la noción de psicosis histérica. Además de este cambio, las perturbaciones del
carácter pasan a estar asociadas íntimamente a las perturbaciones de los estados mentales.

Morel retoma la noción de carácter histérico, pero produciendo un deslizamiento. Dice “estos pacientes
tienen el hábito de exagerar sus sensaciones, la necesidad de que uno de ocupe de sus sufrimientos, llevan
la manía de sospecha, se enredan en suposiciones. No exponen jamás los hechos en su realidad y engañan a
sus maridos, sus padres, sus médicos…”. Falret por su lado, caracteriza el carácter histérico por cinco
grupos: la gran movilidad de sus suposiciones psíquicas (que son fantásticas y caprichosas, pasan fácilmente

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de la excitación a la depresión, permanecen frías frente a los más grandes dolores); la disposición a la
contradicción y las controversias (resistencia pasiva); el espíritu de duplicidad y de mentira (exageración
teatral de sus manifestaciones afectivas, cleptomanía); y finalmente la rapidez de producción de ideas y
actos.

El trabajo de Charcot
Podemos considerar la histeria en Charcot en 2 periodos: el primero estrictamente neurológico,
considerándola como una enfermedad del sistema nervioso. Por esto se ve llevado a aplicar el mismo
método para estudiar otras enfermedades neurológicas. El método está compuesto por 3 pasos:
1) Nosológico: compuesto por dos etapas:
- Constitución del tipo: es la forma completa de la enfermedad. Se agrupan todos los elementos
sintomáticos.
- Descomponer el tipo: para reconocer distintas formas parciales de la enfermedad.
2) Anátomo-clínico: se trata de trabajar con autopsias para aislar la localización de la lesión. Nunca
pudo encontrar ninguna, pero siguió sosteniendo que la lesión existía. Les daba el nombre de lesiones
funcionales.
3) Fisiopatológico: destinado a articular los dos primeros, o sea, cuál es la relación entre la lesión y el
síntoma.

Freud, a diferencia de Charcot, se plantea que si estas lesiones funcionales existen, entonces la
sintomatología que produzcan tendría que ser idéntica a la de una lesión neurológica; y si sus rasgos no son
idénticos es porque se refuta la hipótesis de la lesión orgánica. Cuando Freud escribe su primer artículo
sobre las parálisis histéricas y motoras, admite que las histéricas no siguen las vías del sistema nervioso,
sino que siguen vías determinadas por ideas, por representaciones. De todas maneras, la obra de Charcot
resulta decisiva porque se dedicó a demostrar la objetividad del síntoma histérico y dejar de interpretarlo
como un engaño. Demostrar que el síntoma era objetivo, está en relación al criterio de organicidad: solo es
objetivo un síntoma en tanto que es orgánico; sólo si es orgánico puede ser neurológico, y solo si es
neurológico puede ser ICC.

Charcot incluye en esta noción de histeria, 3 grupos de síntomas:


1) Los paroxísticos: crisis histéricas, que subdivide en la gran crisis y otras menores.
2) Los síntomas corporales, a los que lama estigmas permanentes (perturbaciones motoras y de la
sensibilidad)
3) El estado mental, asociado con las perturbaciones del carácter, fundamentalmente
impresionabilidad y excitabilidad.

Hay otras 2 nociones de Charcot que se reencuentran en Freud: zonas histerógenas y estigmas móviles.
Estos síntomas pueden desplazarse, desaparecer en una parte del cuerpo para aparecer en otra.

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Lo decisivo en Charcot fueron 2 cosas: demostrar la objetividad del síntoma histérico y excluir y demarcar la
histeria y otras entidades psicopatológicas.

Capítulo 3. EL SEGUNDO PERIODO DE CHARCOT Y FREUD

Las transformaciones de la nosología freudiana


La oposición neurosis – neuropsicosis se conserva, pero el término neurosis designa cada vez más el grupo
de las neuropsicosis, por lo cual se modifican los términos: neurosis actuales y psiconeurosis. A medida que
va postulando que se trata de procesos psíquicos y que los desencadenantes tienen que ver con las
experiencias del sujeto, va acentuando cada vez más el carácter adquirido de la histeria y las otras
neuropsicosis, y es lo que lleva a Freud a cambiar el término por psiconeurosis.

Cuando comienza a ocuparse del narcisismo, Freud produce la diferenciación entre neurosis y psicosis.
Conserva para todo el grupo el nombre de psiconeurosis, y produce una división: psiconeurosis de
transferencia y psiconeurosis narcisistas. En estas últimas, incluye a la paranoia, la parafrenia (demencia
precoz o esquizofrenia) y la psicosis maníaco-depresiva.

La superposición entre histeria y neurosis traumática más adelante, conserva cierta vigencia en la primera
época de Freud, en la medida que postula para la histeria una etiología traumática. A medida que avanza, y
después de Más allá del principio del placer, la neurosis traumática va adquiriendo independencia. Freud
utiliza los sueños de estas neurosis que constituyen una de sus características. Va a restringir su hipótesis de
La interpretación de los sueños: los sueños de las neurosis traumáticas son la única excepción de los sueños
como realizaciones de deseos.

El segundo periodo de Charcot


Lo que viene a producir Freud es la noción de una subjetividad objetiva. Planteará las nociones de la
estructura del sujeto y las leyes de su funcionamiento en términos objetivos tales que no dependen de la
intencionalidad CC. Es Charcot quien lo precede al sostener como sustrato de los síntomas histéricos la
existencia de una lesión funcional. Al mostrar la objetividad, Charcot demostraba que no se trataba de una
simulación.

Charcot nunca estableció una diferencia entre los síntomas histéricos y los orgánicos. Freud emprenderá
este trabajo. Hay un segundo periodo de Charcot dedicado a la histeria, donde introduce nociones más allá
de la neurología que son claves para Freud. Produce la idea de hipnosis como una neurosis artificial,
esencialmente de naturaleza histérica. Los síntomas obtenidos por sugestión bajo hipnosis, son
semiológicamente idénticos a las perturbaciones histéricas espontáneas y a los síntomas de las neurosis
traumáticas. Charcot llega así a la conclusión de que los síntomas histéricos deben ser considerados como
psíquicos, ya que se fundan en una idea y representan la realización funcional de la misma.

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Los primeros pasos hacia una nueva psicopatología
Freud en 1886, después de estudiar con Charcot, publica una cantidad de trabajos. Particularmente en
“Algunas consideraciones sobre el estudio comparativo…” dice, que no es posible oponerse a la idea de que
existan lesiones funcionales, pero que si lo admitimos, tienen que producirse síntomas que compartan todas
las características de los síntomas que son provocados por lesiones. Mas adelante afirmará que la lesión de
las parálisis histéricas debe ser independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la histeria se
comporta en su parálisis como si la anatomía no existiese. Si un histérico paraliza un brazo, se guía por la
representación del brazo en el lenguaje común, y no por la delimitación anátomo-nerviosa.
Se propone demostrar entonces que puede haber una alteración funcional, sin lesiones orgánicas
concomitantes. La lesión sería la condición de la imposibilidad asociativa de la concepción del brazo; esto es
el origen de lo que luego llamará el síntoma de conversión.

A Freud le interesa demostrar que no hay lesión, pero además, que el hecho de que esta idea sea apartada,
que no entre en asociación, no implica que desaparezca. Freud se separa de Charcot, aun siguiendo sus
nociones y será quien logre levantar la hipoteca de la noción neurológica de la histeria.

Por esta época también publica “Estudios sobre la histeria”, postulando la existencia de un estado histérico;
y lo escribe status. Se apoyará en Charcot para dar una definición metapsicológica de esta noción de status
histérico: dice que consiste en perturbaciones de la distribución normal en el sistema nervioso de cantidades
estables de excitación. Infiere dos características: una mayor influencia de los procesos psíquicos sobre el
organismo; y que el estado histérico se caracteriza por un plus de excitación, el cual puede ser desplazado
con gran libertad. Freud utilizará esta hipótesis para oponer la histeria y la neurastenia, dice que el estado
mental en un caso y en el otro es el inverso: en la neurastenia de trata de una debilidad, y en la histeria de
un exceso. Con esta oposición llegamos al umbral de la teoría freudiana. Lo decisivo para que se inaugure la
primera nosología freudiana será el desplazamiento de la histeria desde la categoría de neurosis a la de
neuropsicosis.

El pasaje por el cual construye su primera nosología consiste en 3 operaciones. Una primera recae sobre la
naturaleza de la histeria. A partir de la oposición entre histeria y neurastenia, extrae la histeria de este
lugar de la neurosis y la traslada a neuropsicosis. Al sacar la histeria, queda un lugar vació. Entonces surge
una primera operación complementaria: inventa la neurosis de angustia, quedando como pareja de la
neurastenia. La tercera operación, sería ubicar la pareja de la histeria: inventa la neurosis obsesiva. De
esta manera la histeria queda separada de toda entidad que tenga que ver con mecanismos orgánicos.

Capítulo 4. LAS NEUROPSICOSIS

En 1894, tomando como eje el texto “Algunas consideraciones sobre las diferencias…” se oponía la histeria a
la neurastenia. Esto surgía por la construcción de algunas hipótesis por las cuales se postula un estado

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mental caracterizado por una cantidad de excitación circulando en el sistema nervioso, a partir de lo cual se
define el estado mental de la histeria: un plus de excitación. Se trata en la histeria de un exceso, y en la
neurastenia de una debilidad. En otro texto de este año, Freud dirá que la neurastenia es una falta de
voluntad y la histeria una perversión de la misma.

El valor de la nosología en la obra de Freud


Freud, además de la naturaleza de la enfermedad y la descripción de sus síntomas, tiene muy en cuenta las
hipótesis etiológicas, y las consecuencias en la terapia. La terapia y la etiología son tenidas en cuenta como
factores determinantes cuando se trata de establecer distinciones clínicas. El criterio descriptivo es
insuficiente. En un texto de 1896 dirá “me ha sido necesario comenzar por una innovación nosográfica.
Sitúo al lado de la histeria a la neurosis obsesiva… El segundo grupo contiene la neurastenia de Beard que
yo he descompuesto en dos estados: la neurastenia propiamente dicha y la neurosis de angustia…”.

En esta primera nosología, la etiología es considerada de orden sexual en ambos grupos, una etiología
común pero que a su vez tiene que ser diferente. Hacia fines del 96 termina de esbozar su teoría etiológica
traumática sobre las neuropsicosis, aunque después la abandonará, las principales hipótesis serán
mantenidas. Lo que ha logrado es describir mecanismos específicos.
La insistencia de Freud en la etiología sexual responde a su esfuerzo para combatir la concepción vigente
que ubicaba la herencia como causa fundamental. En Freud, la herencia solo ocupa el lugar de una
condición.

Con el desarrollo del psicoanálisis, en especial con Lacan, los postulados etiológicos pierden importancia. La
cuestión de resolver porqué un sujeto se vuelve obsesivo o histérico, es planteada por Freud en términos de
series complementarias, las que siempre dejan un margen de indeterminación, donde se produce “la
elección de la neurosis”; en Lacan encontraremos una propuesta similar.

Las neuropsicosis de defensa


En el texto “Las neuropsicosis de defensa” es donde Freud constituye claramente este grupo. Va a decir
que la teoría de las representaciones compulsivas es la que ha permitido un aporte a la teoría de la histeria
(cuando en realidad, nosotros lo pensamos al revés). Aquí es donde ser ve la necesidad de la creación de la
neurosis obsesiva. Recordemos que neurosis era una enfermedad constituida por los síntomas corporales, y
que, por esa razón, la histeria figuraba en par con la neurastenia. Si se logra demostrar que hay una mayor
similitud entre los síntomas de la histeria y la neurosis obsesiva, se va a romper con la concepción vigente.
Es claro que la neurosis obsesiva está ubicada del lado de los mecanismos mentales.
La principal tarea que se propone Freud en este trabajo es demostrar el parentesco entre la histeria y las
representaciones compulsivas, y así demostrar que la histeria es una enfermedad mental y no una
enfermedad nerviosa. Postulara que ambas tienen una naturaleza y un mecanismo común.

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El término neurosis compulsiva (u obsesiva) aparecería un año después. En este texto utilizaba la
denominación “fobias y representaciones compulsivas”.

En el primer capítulo habla del origen común de ambas entidades. Toma como punto de partida a Brear, a
Janet, pero inmediatamente se diferencia de ellos postulando que la disociación de la CC no es primaria.
Para él es adquirida y por lo tanto no corresponde a una degeneración, lo cual si creían los anteriores
nombrados.

Freud describirá 3 formas de histeria: la hipnoide (de Breuer), la de retención (de Charcot) y la que
realmente nos interesa, la histeria de defensa. Dice que en esa forma clínica, la disociación del contenido
de la CC es consecuencia de una volición del enfermo, siento iniciada por un esfuerzo de la voluntad.
Para demostrar que se trata de algo adquirido, ubica en el origen un acto voluntario, se trata de algo CC.
Por supuesto que el paciente no se propone introducir una disociación en su CC, sino otra cosa. Freud dice
que se produce una experiencia determinada, surge incompatibilidad porque esta experiencia tiene el
carácter de un afecto muy penoso, por lo cual se decide olvidar. El sujeto renuncia así a resolver una
dificultad. La enfermedad es una vía desviada de una solución, el sujeto la prefiere en esta situación.

Cuando Freud adopta el término “neurosis actuales” hay que tener en cuenta que el término actual debe
relacionarse con un acto, una forma de enfrentar la vida, y por lo tanto, un fuerte componente ético. En los
mecanismos que dan origen a las neuropsicosis se encuentra un acto de voluntad, se decide olvidar algo,
implica un acto de renuncia. Esta representación que el sujeto intenta olvidar, es del terreno de la
experiencia sexual. Pero, por sí solo este paso no necesariamente conduce a una patología. Hace falta que
se agreguen otras causas desencadenantes. En un segundo texto, ubica la experiencia sexual infantil en el
lugar de la predisposición.

Habría entonces una tarea imposible, insoluble, y surgen de ella hipótesis decisivas: que ni las
representaciones ni el afecto pueden desaparecer una vez surgidos. Una vez que surge una representación,
hay una huella; el sujeto podrá olvidar pero la marca sigue allí. Lo único que se puede lograr es debilitar la
representación por medio de la separación del afecto. Pero esta cantidad de excitación tampoco
desaparece. Freud producirá la diferencia entre histeria y neurosis obsesiva teniendo en cuenta el camino
que haga esta cantidad de excitación: en la histeria es utilizada en el cuerpo (conversión) y en las
obsesiones el empleo es otro. Puede suceder que un sujeto no tenga disposición a la conversión, entonces
esa cantidad de excitación, por un falso enlace queda asociada a otra representación cualquiera. Dice
Freud: “este afecto tiene que seguir permaneciendo en lo psíquico. La representación debilitada queda
apartada de toda asociación en la CC, pero su afecto que queda libre se adhiere a otras representaciones
que no son intolerables entre sí, pero a las que este falso enlace convierte en representaciones obsesivas”.
Las partes observables de este proceso son la primera (el esfuerzo de voluntad por olvidar) y el último (el
síntoma conversivo), mientras que todo lo que está en el medio se presenta como una laguna.

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Luego agrega otras hipótesis auxiliares sobre las representaciones compulsivas. A este otro empleo del
afecto lo llama transposición. Agrega que para este enlace secundario, puede ser usada cualquier
representación que tenga alguna conexión con la otra disociada. Y aclara que la ventaja que se obtiene es
mucho menor que la que se obtiene en la histeria, ya que el afecto no queda transformado.

La principal oposición de la primera nosología freudiana: las neuropsicosis responden a un mecanismo


psíquico que es la defensa. Este mecanismo no existe en la neurosis, la cual se trata de algo corporal.

Capítulo 5. NEUROSIS DE ANGUSTIA

Hasta que Freud establece la sintomatología de las neurosis de angustia, no existía este cuadro, y ni
siquiera la angustia formaba parte de las teorías. A partir de su introducción, la noción es tomada por la
psiquiatría rápidamente.

Al principio de su trabajo, Freud concibe la angustia de dos maneras diferentes: una a partir de un
mecanismo fisiológico, por el cual la angustia surge como un efecto tóxico, y otra que se deriva de un
mecanismo psíquico por el cual la angustia surge como efecto traumático. A medida que avanza, termina
por producir la unificación. ¿Qué lleva a Freud a crear este cuadro? Principalmente razones clínicas. Dice
que mientras se continúe con la noción aquella de neurastenia, nunca se va a decir algo que sea válido.

Freud ubica la neurosis de angustia para soportar la hipótesis enunciada de la oposición neurastenia-histeria.
Ahora es la neurosis de angustia la que va a aparecer caracterizada por un plus de excitación, en
comparación con la neurastenia, caracterizada por un empobrecimiento. Por otra parte, la teoría sexual que
Freud tenía elaborada en esta época, no es todavía la planteada en Tres ensayos, donde introduce la
sexualidad infantil. Tampoco estaba la teoría de la libido. Encontraremos en esta época, 1895, una teoría
sexual que reúne un conjunto de hipótesis complejas, que Freud había discutido sobretodo con Fliess.

Freud presentará la angustia como un efecto de procesos que, generados en algunos órganos corporales,
actúan sobre el sistema nervioso. Postula que la excitación sexual se origina en los órganos sexuales y de
allí estimula al sistema nervioso. Concibe que existen ciertas barreras que hacen resistencia a la llegada de
esta excitación hasta los centros superiores, de modo que la misma es retenida y necesita de una
acumulación, hasta un determinado umbral, para poder atravesarlas. Cuando finalmente la excitación ha
llegado a la corteza cerebral se convierte de somática en psíquica; lo cual significa que un grupo de ideas o
de representaciones resulta cargado de una cantidad de excitación sexual, y trae como consecuencia un
estado de tensión libidinal. Hay que tener en cuenta que en este momento excitación sexual y libido son
tomados como términos opuestos. Libido es utilizado como placer psíquico.

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Según esta teoría Freud postula que a partir del momento que la excitación sexual llega al registro de lo
psíquico, es posible la producción de la descarga adecuada por medio de acciones eficaces, que llamó
“acción específica”. Esta acción no consiste solamente en el orgasmo, sino que abarca todos los
preparativos necesarios para el desencadenamiento de tales reflejos.

La neurosis de angustia se produce cuando la acción específica no se produce; porque la excitación


alcanzó el registro de lo psíquico y su satisfacción fue impedida por un acto voluntario. Hay una renuncia
voluntaria al acto sexual. O bien cuando esta excitación alcanza defectuosamente el registro de lo psíquico.
Como no se produce la acción específica, se producen otros síntomas característicos de la neurosis de
angustia: aceleración del ritmo cardíaco, respiratorio, sudoración; todos como sustitutivo de la satisfacción
sexual. La excitación sexual (somática) encuentra impedido su acceso a la elaboración psíquica (libidinal),
se produce entonces un bloqueo en la descarga, y con ello una acumulación que termina por encontrar vías
de descarga colaterales.
La neurastenia se origina cuando la excitación alcanza el registro del lo psíquico y se produce la acción
específica pero de un modo defectuoso o insuficiente. Por ejemplo el caso de los masturbadotes, coito
interrumptus, etc.

Freud había destacado que en la génesis de las neuropsicosis hay un acto de renuncia. Esto sucede también
en las neurosis, y se puede ver más claramente en la abstinencia voluntaria, por ejemplo.

En cuanto a los síntomas de la neurosis de angustia, Freud describe 10 grupos, algunos de ellos:
- Excitabilidad general, sumamente ligado al plus de excitación.
- La espera angustiosa, que es lo que más podría parecerse a la noción subjetiva de angustia, a
la sensación.
- Angustia flotante, que se une a cualquier representación, un día tiene miedo a aquello, otro
día a esto otro.
- Terror nocturno
- Vértigo
- Etc.

¿Cuál es la principal consecuencia de las hipótesis de la primera nosología? Ante todo, la oposición
neurosis – neuropsicosis (luego, neurosis actuales – psiconeurosis). Trae consecuencias en la práctica muy
importantes: si en las neuropsicosis los síntomas son sustitutos de representaciones reprimidas, y en cambio,
en las neurosis los síntomas son sustitutos del orgasmo; los síntomas de la neurosis de angustia no son
accesibles al tratamiento psicoanalítico.
En las neuropsicosis tampoco todo es interpretable. Dentro de él, Freud establecerá más adelante una
división: psiconeurosis narcisistas (actuales psicosis) y psiconeurosis de transferencia. Las narcisistas son
excluidas del tratamiento. Por otra parte, las neurosis actuales no pueden ser interpretadas por que no
tienen ningún significado psíquico. Esto no quiere decir que el tratamiento carezca de eficacia: si el síntoma

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tiene que ver con condiciones actuales de la vida del sujeto, son esas condiciones las que deben ser
modificadas. Para dirimir si la interpretación tiene fundamento, hay que ver el efecto de la misma: si
produce emergencia de nuevo material, si se produce un cambio, etc., si la interpretación no tiene efecto
hay que sospechar que esos síntomas no son psiconeuróticos.

En el texto del 96 Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa, va a dar el último paso para
su nosología. El texto se completa con la teoría traumática, donde ubica como causa específica de la
histeria una experiencia de pasividad sexual previa a la madurez sexual; y en la neurosis obsesiva, además
de esta experiencia de pasividad, una experiencia de actividad vivida con participación y placer. El trauma
se constituye en dos tiempos, y el segundo termina de resignificar el primero retroactivamente.

SOSSO – “ALCOHOLISMO”

Introducción
Se considera que una persona es alcohólica cuando pierde la libertad de abstener de consumir alcohol.
Alude a una enfermedad crónica y progresiva, infiriendo en la salud física, mental, social, afectando
responsabilidades laborales y legales. El beber debe ser diferenciado por su frecuencia, cantidad, por el tipo
de bebida, la modalidad social, etc. No se pueden dar causas únicas y comunes, porque además, los efectos
del alcohol varían de un individuo a otro. Casi todos los autores proponen dos tipos de alcoholismo, uno
más social y menos grave (tipo I) y otro más ligado a impulsos adquiridos o genéticos (tipo II)

Acción farmacológica
Las crónicas son las enfermedades que se prolongan en el tiempo. El alcoholismo es típicamente una de
ellas, que puede tener periodos de agudización. El alcohol, específicamente el etanol, es una potente droga
psicoactiva que produce gran cantidad de efectos secundarios. Dado que los problemas físicos se producen
de manera progresiva, la mayoría no suelen darle importancia.

El alcohol ingresa al organismo por vía digestiva, produciendo paulatinamente un efecto abrasivo sobre la
capa protectora de los órganos involucrados. Como pasa del estómago al intestino delgado casi sin sufrir
transformación, el intestino disminuye su capacidad para absorber vitaminas importantes. Desde allí circula
por todos los órganos, distribuyéndose por los tejidos corporales, a través del torrente sanguíneo. Luego
pasa por el hígado, donde es transformado. Cuando se consume alcohol prolongadamente, provoca una
alteración de las funciones del hígado, ocasionando agrandamiento hepático. Si no se deja de beber, se
puede complicar aún más y producir una hepatitis o una cirrosis, que es irreversible.
Si el hígado tiene una hepatopía es probable que metabolice menos alcohol que antes, o sea que su función
de desintoxicar no se lleva a cabo correctamente. Es decir que o bien el sujeto está bebiendo el doble, o
toma lo mismo pero tiene el doble efecto; entonces se produce la tolerancia, intentando aumentar la dosis

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para producir igual efecto. La tolerancia declina por diversos factores: con la edad (porque disminuye el
metabolismo), por lesiones cerebrales, o en la cirrosis (disminuye el funcionamiento hepático)

A pesar de lo que se cree, el alcohol es un depresor del sistema nervioso. Su aparente estimulación se
debe a la liberación de los centros inferiores, por depresión de los centros superiores. Comienza
deprimiendo la corteza, hasta llegar al bulbo. La corteza funciona como una barrera que si se anula,
aparecen conductas desinhibidas. Ahora, si una persona sigue tomando, llegará a un estado generalmente de
depresión.

Así el alcohol produce una parálisis descendente del SNC que afecta primero la corteza, luego centros
subcorticales y cerebelo, después a la médula espinal y finalmente al bulbo, con depresión de los centros
vitales, tanto respiratorio como vaso-motor. También produce alteraciones en el SNP, como trastornos de
la motilidad, dificultad para caminar, etc. En cuanto al trabajo muscular, los movimientos simples no son
afectados, pero si la realización de una actividad compleja. Además, el periodo latente de los reflejos está
alargado, y los tiempos de reacción aumentados.

Variedades
Hay dos tipos de intoxicación:

1) INTOXICACIÓN AGUDA (EMBRIAGUEZ). Es un cuadro agudo por consumo repentino de alcohol. Puede
ser alguien que toma pro primera vez, o alguien que toma más de lo que suele tomar.
a) Típica o simple: se trata de la borrachera común. Se observa desinhibición por depresión de
la zona cortical, se deprime la función sexual. Es común que se presente bajo dos formas
clínicas: pacientes que se pueden poner un poco maníacos, o pacientes con una presentación
melancólica. Tal estado puede durar 2 o 3 horas. El paciente tiene que ir simplemente a
dormir, salvo que la dosis ingerida haya sido muy alta y se haya producido una intoxicación.
b) Atípica o patológica: las características principales son una respuesta exagerada con una
grave compromiso de la CC, que se acompaña generalmente de amnesia posterior. Las formas
clínicas de presentación: crepuscular, alucinatoria, delirante, convulsiva, etc. Pueden
consumir la misma cantidad que alguien que se embriaga y sin embargo no se ponen
borrachos, pesados, sino que desarrollan un cuadro patológico. Esta forma requiere de un
tratamiento psiquiátrico con administración de neurolépticos.

2) INTOXICACIÓN CRÓNICA (ALCOHOLISMO)


a) PSICOSIS ALCOHÓLICAS: el cuadro presenta alucinaciones y delirios. Las formas clínicas son las
siguientes:
- Síndrome de abstinencia: se presenta bajo 2 formas: síndrome menor o delirium tremens. La abstinencia
la vive un sujeto que está acostumbrado a tomar e interrumpe la ingesta (por causas varias). La gravedad se

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relaciona con la dosis, duración y modalidad de consumo. Se desarrollan desde las 2 a las 72hs
generalmente.
- Síndrome confuso onírico: Las características son taquicardia, nerviosismo, náuseas, un delirio de tipo
onírico, ansiedad, sudor abundante, etc.
- Delirium tremens: se trata también de un síndrome confusional (alteración de la CC) y se le suman
temblores. Se trata de una persona que está como confusa y medio comatosa. Lo observable
psiquiátricamente son delirios, alucinaciones, desorientación, etc. tiene una iniciación más brusca y grave,
pérdida total del sueño, fiebre muy alta. Es un cuadro grave con alto riesgo de mortalidad.
- Síndrome de Korsakoff: entra dentro de los confusionales, en el cual predomina la amnesia de fijación, la
fabulación y los falsos reconocimientos. Se puede agregar una polineuritis, aunque no necesariamente. El
estado afectivo es de puerilidad eufórica o indiferencia. Se produce por el déficit de una vitamina: la
tiamina. Los pacientes alcohólicos tienen dificultad para absorberla. Se puede presentar mejoría y hasta
curación si el tratamiento es precoz. Sin embargo, también puede provocar la muerte en 2 o 3 semanas.
- Alucinosis alcohólica: alucinaciones más que nada auditivas, con contenido terrorífico. Inicio y finalización
abrupta. Ligera obnubilación.
- Delirio crónico: puede presentarse de acuerdo con 3 tipos de delirios: interpretativos, alucinatorios
crónicos, o paranoides.

b) ENCEFALOPATÍAS
- Encefalopatía de Wernicke: se encuentra generalmente asociada con Korsakoff, y su causa es la carencia
de la vitamina B1 o tiamina. Los síntomas de ambas se dan simultáneamente, por eso lo llaman síndrome de
wernicke-korsakoff. Los de wernicke son más agudos, como dificultad en caminar y en el equilibrio,
confusión, somnolencia, etc.
- Encefalopatía de Marchiafava-Bignani: sobreviene en el curso de un alcoholismo antiguo y grave. Con
disartria, temblor, hipertonía.
- Esclerosis laminar cortical de Morel: forma demencial difícil de diferenciar de la pseudo parálisis general
alcohólica.
- Encefalopatía Portocava: se presenta en el portador de cirrosis. Trastornos de la CC de niveles variables,
trastornos de humor. Temblor especial (abatimiento de alas, extensión de dedos). Hipotonía muscular. Es un
cuadro de breve duración.
- Pelagra: se debe a carencia de ácido nicotínico, de complejo B y en proteínas. El ácido nicotínico
interviene en los procesos enzimáticos relacionados con las oxidaciones celulares y se presencia es necesaria
para la integridad de la piel, mucosa digestiva y SNC. Los síntomas son dermatitis, diarrea, demencia,
deceso. Las alteraciones mentales están asociadas con confusión, depresión, delirios, alucinaciones, y al
final demencia.
- Síndrome fetal alcohólico: caracterizado por retardo del crecimiento pre y post natal, retardo mental y
síndrome mal formativo.

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c) DEMENCIAS: el debilitamiento intelectual es frecuente cuando lleva una largo periodo de
intoxicación. Se trata ante todo de trastornos en la atención y en la memoria. Se acompaña de
apatía, pasividad, reducción de la capacidad de juicio y autocrítica.

ROSENSTEIN – “EPILEPSIAS”

Definición
Se definen como un grupo de trastornos caracterizado por paroxismos recurrentes, espontáneos y
transitorios de hiperactividad cerebral, que producen convulsiones o equivalentes: trastornos de la CC,
movimientos involuntarios, alteraciones del SNC o trastornos psiquiátricos y sensoriales. Las convulsiones
recurrentes son causadas por una disfunción o enfermedad del SNC. La crisis es una alteración fisopatológica
paroxística transitoria de la función cerebral causada por la descarga neuronal, espontánea y excesiva.
La anormalidad se encuentra en la corteza cerebral, incluido el hipocampo.

Clasificación
1) Crisis parciales: son producidas por descargas o hiperactividad neuronal, focalizadas en una zona
particular de la corteza. Las simples se caracterizan por conservar el estado de CC, las complejas van
seguidas de confusión y amnesia del episodio.
a) Simples
- Con síntomas motores: movimientos involuntarios o clónicos de un segmento corporal.
- Con síntomas sensitivos: parestesias, adormecimientos de miembros, sensaciones olfativas, vértigo, etc.
- Con síntomas del SN autónomo: epigastralgia, vómitos, arritmia, incontinencia.
- Con síntomas psíquicos: por foco en zona temporal. Entre ellos están las dismnesias (deja vú, estados de
emoción, ilusiones en forma de imágenes), las alucinaciones visuales (con forma de proyección, vivencias de
ensueño), las alucinaciones auditivas (voces conocidas o no), y las alucinaciones olfativas (olores fuertes y
desagradables). También puede presentarse un pensamiento compulsivo.
b) Complejas
Presentan un trastorno focal, y se acompañan de un trastorno de la CC. Suelen iniciarse como una simple y
luego va seguida de confusión y amnesia.

2) Crisis generalizadas: son aquellas en las cuales la descarga o hiperactividad neuronal se produce en la
totalidad de la corteza cerebral, produciendo una crisis masiva. Pueden ser convulsivas o no.
a) Convulsivas
- Crisis tónico-clónicas: se presentan en el 80% de los epilépticos. Se inicia con un breve grito repentino,
una caída, inconciencia y rigidez, extensión del tronco y las extremidades. Sobrevienen primero las
convulsiones tónicas y luego las clónicas. Las primeras ponen rígidos los músculos, cabeza hacia atrás,
mandíbula apretada, ojos desviados. Este espasmo tónico da lugar a la mordedura de la lengua y la apnea,
de lo que deriva la cianosis progresiva (coloración azulada de la piel). Luego aparecen las clónicas,
sacudidas musculares involuntarias y simétricas de ojos, cabeza, movimientos de flexión y extensión. Una

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vez producida la última sacudida el sujeto queda fláccido, con reanudación respiratoria ruidosa y
relajamiento esfinteriano. Pasada la crisis, entra en un sueño profundo y sudoración. Luego despierta
obnubilado, con cefalea y amnesia del episodio.
b) No convulsivas
- Ausencias: episodios breves de inconciencia, casi exclusivamente ocurren en niños. Mirada fija, aumento
de tono muscular y automatismos simples. Duran 10 segundos.
- Mioclonías: brusca sacudida bilateral y sincrónica de los miembros superiores y a veces de la cabeza y los
miembros inferiores. Extremadamente breve.
- Atonías: suspensión del tono muscular, brusca y repentina caída.

Diagnóstico
Podemos arribar al diagnóstico a través de una anamnesis detallada, exploración física y estudios
complementarios. Es necesario preguntar por la frecuencia y la duración de la crisis, además interrogar
sobre el consumo de alcohol, drogas, traumatismos, etc. Habrá que tener en cuenta ciertos síntomas
asociados como alteraciones de la conducta, depresión, síntomas psicóticos, violencia.

Diagnóstico diferencial
1) Con psicosis: a diferencia de lo observado en los psicóticos, la alucinación producida en la epilepsia es
principalmente visual, vivida como ensoñación. No condicionan el comportamiento, ni promueven la
construcción delirante. Lo viven sin certeza. Los episodios epilépticos no son continuos, se presentan en
forma paroxística y estereotipada.
2) Con ataque y parálisis histérica: el mismo Freud decía: “por lo común, el ataque histérico no sobreviene
de manera tan repentina como en la epilepsia. Durante un breve lapso los enfermos procuran luchar contra
las convulsiones, al caer esquivan las situaciones peligrosas. El epiléptico podría caerse hasta sobre el
fuego. Mientras el primero al comenzar el ataque se pone pálido y después cianótico, el rostro del histérico
conserva más o menos el color normal”. “tras el ataque los histéricos se recuperan pronto. No queda
ninguna inclinación a postrarse ni a dormir como en los epilépticos”. Con respecto al DD de las crisis
parciales somples con signos motores y sensitivos, también citamos a Freud: “La histeria es ignorante de la
distribución de los nervios, toma los órganos en sentido vulgar…”

Tratamiento
Debe ser medicada con fármacos que actúan sobre la descarga neuronal como así también sobre los
síntomas. No debe ser bruscamente interrumpida. En los casos en que las crisis reiteradas perturban la
calidad de vida o la cognición, algunos neurólogos recomiendan la intervención quirúrgica.

LACAN – “INTERVENCIÓN SOBRE LA TRANSFERENCIA”

Hablando de la transferencia, se ha introducido lo que podemos llamar los hechos de resistencia en la


experiencia psicotécnica. Su alcance consiste en poner en valor la primacía de la relación de sujeto a

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sujeto en todas las reacciones del individuo, en cuanto a que son humanas. En un psicoanálisis, el sujeto se
constituye por un discurso donde la mera presencia del analista aporta la dimensión del diálogo. Su curso
debe seguirse según las leyes que le son propias.

El caso Dora es expuesto bajo la forma de una serie de inversiones dialécticas. No tocan solamente a la
comprensión de las cosas del sujeto, sino a su posición misma en cuanto sujeto del que los “objetos” son
función. Es decir que el concepto de la exposición es idéntico al progreso del sujeto, o sea a la realidad de
la curación.

Ahora bien, es la primera vez que Freud da el concepto del obstáculo bajo el término de transferencia.
Tendremos que pasar por todas las fases que llevaron a ese momento. Encontramos así:
Un primer desarrollo, en el cual Dora se adentra en la requisitoria de Freud, abriendo un expediente de
recuerdos. La señora K y su padre son amantes y lo disimulan. Pero el colmo es que de este modo ella queda
entregada a los galanteos del señor K, ante los cuales su padre hace la vista gorda. Freud influenciado por
conocer al padre de Dora. Una primera inversión dialéctica, a partir de la cual surge un segundo
desarrollo de la verdad, que es gracias a la complicidad de Dora misma como pudo durar la ficción de los
dos amantes. Hay una continua circulación de regalos preciosos, prestaciones sexuales. Al mismo tiempo la
relación edípica se revela constituida en Dora por una identificación al padre, que ha favorecido la
impotencia sexual de éste. Esta identificación se transparenta en todos los síntomas de conversión de
Dora, y luego el levantamiento de muchos de éstos.

¿Qué significan, sobre esta base, los celos de Dora hacia su padre? Aquí se sitúa:
La segunda inversión dialéctica: no es aquí el objeto pretendido de los celos el que da su verdadero
motivo, sino que enmascara un interés hacia la persona del sujeto-rival. De donde surge, un tercer
desarrollo de la verdad: la atracción fascinada de Dora hacia la señora K (su cuerpo blanquísimo…), las
confidencias que recibe. ¿Por qué motivo tiene lealtad con esta señora? A través de esta pregunta seremos
llevados a la tercera inversión dialéctica, la que nos daría el valor real del objeto que es la señora K. es el
misterio de su propia femineidad corporal, así como aparece en el segundo de sus sueños.

Es aquella imagen, la más lejana que alcanza Dora de su infancia: chupándose el dedo, tirándole la oreja a
su hermano. Parece que tuviéramos aquí la matriz originaria. La mujer es el objeto imposible de
desprender de un primitivo deseo oral y en el que sin embargo es preciso que aprenda a reconocer su propia
naturaleza genital (asombra que aquí Freud no vea que la determinación de la afonía expresa el llamado de
la pulsión erótica oral en el encuentro a solas con la señora K, sin que haya necesidad de invocar la
percepción de la fellatio). Para tener acceso a este reconocimiento de su femineidad, le sería necesario
realizar esa asunción de su propio cuerpo, a la falta de la cual permanece abierta la fragmentación
funcional que constituye los síntomas de conversión. Así pues Dora se ha identificado al señor K, como a
Freud mismo (recordar el olor a humo).

62
Igual que para toda mujer, el problema de su condición es en el fondo aceptarse como objeto del deseo del
hombre, y es éste para Dora el misterio que motiva su idolatría hacia la señora K.

El hecho de que la falla fuese fatal para el tratamiento, Freud lo atribuye a la acción de la transferencia.
Freud confiesa que durante mucho tiempo no pudo encontrarse con esa tendencia homosexual de Dora hacia
la señora K sin caer en un desaliento. Esto proviene de un prejuicio, aquel mismo que falsea en su comienzo
la concepción del complejo de Edipo haciéndole considerar como natural la prevalencia del personaje
paterno.

Freud tiene hacia el señor K una cierta simpatía, puesto que fue él quien le trajo al padre de Dora. En lo
que refiere a ella, su participación personal en el interés que le inspira es confesada en muchos lugares.
Freud en razón de su contra-transferencia vuelve demasiado constantemente sobre el amor que el seño K
le inspiraría a Dora.

¿Qué sucedió entonces en la escena del lago? El señor K sólo tuvo tiempo de colocar algunas palabras “mi
mujer no es nada para mí” como consecuencia, la bofetada. Si ella no es nada para usted, entonces ¿que es
pues usted para mi? La fantasía latente de embarazo que sigue a esta escena se produce en las histéricas
justamente en función de su identificación viril. Por la misma trampa, va a desaparecer Freud.

La sedación de los síntomas obtenida en la segunda fase se ha mantenido. La detención del proceso
dialéctico arroja como saldo un retroceso, pero las posiciones resumidas no pueden ser sino una afirmativa
del yo, considerada como progreso. La transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un
momento de estancamiento de la dialéctica analítica. La transferencia es entonces llenar con un engaño el
vació de ese punto muerto. Pero este engaño es útil, porque vuelve a lanzar el proceso.
No hay progreso si no es por la integración a que llega de su posición en lo universal: por la proyección de su
pasado en un discurso en devenir.

LACAN – “FUNCIÓN Y CAMPO DE LA PALABRA Y DEL LENGUAJE EN EL


PSICOANÁLISIS – VARIANTES DE LA CURA TIPO”

El discurso toma una función fálico-uretral, erótico-anal, incluso sádico-oral. En los silencios se capta la
inhibición de la satisfacción que experimenta en él el sujeto. Así la palabra puede convertirse en objeto
imaginario, y aún real, en el sujeto, y rebajar la función del lenguaje. El análisis no tiene otra meta que el
advenimiento de una palabra verdadera y la realización por el sujeto de su historia, en relación con su
futuro. El mantenimiento de esta dialéctica se opone a toda orientación objetivante del análisis.

Freud va hasta a tomarse libertades cuando se trata de alcanzar la verdad del sujeto. En el hombre de las
ratas, percibe el papel determinante que desempeñó la propuesta de matrimonio presentada al sujeto por
su madre en el origen de la fase actual de su neurosis. Interpreta su efecto como el de una prohibición
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impuesta por su padre difunto contra su relación con la dama de sus pensamientos. Esto es inexacto
psicológicamente, pues la acción castradora del padre no desempeño en este caso sino un papel en segundo
plano. Pero la percepción de la relación dialéctica es tan justa que la interpretación de Freud desencadena
el levantamiento decisivo de los símbolos mortíferos que ligan narcisistamente al sujeto con su padre
muerto y con la dama idealizada. De igual manera, reconociendo la deuda obsesiva, es como llega a la
meta: hacerle recuperar de la indelicadeza de su padre, de su matrimonio con su madre.
Las resistencias son utilizadas todo el tiempo. El hombre de las ratas llega a introducir en su subjetividad su
mediación verdadera bajo la forma transferencial de la hija imaginaria que da a Freud para recibir de él la
alianza y que en un sueño clave le revela su verdadero rostro: la muerte.

Para saber cómo responder al sujeto en el análisis, el método es reconocer en primer lugar el sitio donde se
encuentra su ego, o sea, saber por quién y para quién el sujeto plantea su pregunta. Ninguna verdadera
palabra es únicamente palabra del sujeto, puesto que es siempre fundándola en la mediación con el otro
como ella opera.

En el hombre de las ratas el viraje mayor se encuentra en el momento en que Freud comprende el
resentimiento provocado por el cálculo que su madre le sugiere, en cuanto a la elección de esposa. Que la
prohibición que semejante consejo implica de comprometerse con la mujer que cree amar sea referida a la
palabra de su padre. Maravillosamente, su padre está muerto.
No es solamente por un asumir simbólico como la palabra constituye el ser del sujeto, sino que por la ley de
alianza la palabra determina, no sólo el estatuto del sujeto, sino la llegada al mundo de su ser biológico.
Ahora bien, parece que el acceso de Freud al punto crucial le fue abierto por el hecho de haber sido él
mismo objeto de una sugestión semejante de la prudencia familiar.

FREUD (1909) – “A PROPÓSITO DE UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA – EL HOMBRE


DE LAS RATAS”

Capítulo 1. EL HISTORIAL CLÍNICO

Un joven de formación universitaria padece representaciones obsesivas, ya desde su infancia, pero con
particular intensidad desde hace 4 años. Principalmente, que les suceda algo a dos personas especiales: su
padre y una dama a quien ama. Además dice sentir impulsos obsesivos (cortarse por ejemplo) y producir
prohibiciones referidas aún a cosas indiferentes. La lucha contra esas ideas lo han hecho perder años de
estudio y trabajo. Sus relaciones sexuales son raras, su potencia es normal, 1er coito a los 26 años. El
onanismo ocupa un lugar ínfimo.

Introducción del tratamiento

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Tiene un amigo a quien respeta mucho. Acude a él siempre que lo asedia un impulso criminal. Él lo apoya.
Antes, otra persona ejerció sobre el parecido influjo, luego lo traicionó (le gustaba su hermana). Esta fue la
primera conmoción de su vida.

La sexualidad infantil
Se acuerda de escenas con una gobernanta que tenía a la edad de 4-5 años. La primera, yacía ella sobre el
sofá, le pidió permiso para deslizarse bajo su falta. Ella lo permitió, mientras no dijera nada. Tocó su
vientre y sus genitales. Desde entonces le quedó curiosidad por ver el cuerpo femenino desnudo. A los 6
años, con otra gobernanta, que tenía abscesos en las nalgas, y él la espiaba al momento de estrujárselos.
Recuerda una escena con la señorita, la cocinera y otra muchacha, ella decía “con el pequeño una lo podría
hacer, pero Paul (él) es demasiado torpe, seguro no acertaría”. La señorita lo consoló; cuando se metía en
su cama la destapaba y la tocaba.

Ya a los 6 años padecía de erecciones, y una vez acudió a su madre para quejarse. Tuvo la idea enfermiza
de que los padres podían leerle los pensamientos. Creía que podía suceder algo si él pensaba (en ver
desnudeces), y debía hacer toda clase de cosas para impedirlo. Ya a esta edad de 6 años, Freud dice, que
podemos encontrar una neurosis obsesiva. Se ve al niño bajo un imperio de un componente pulsional sexual,
el placer de ver, cuyo resultado es el deseo de ver desnudas a ciertas señoritas que le gustan. Es evidente la
presencia de un conflicto en la vida anímica del pequeño; junto al deseo obsesivo, hay un temor obsesivo
que se anuda a el (toda vez que lo haga, sucederá algo terrible). Una pulsión erótica y una sublevación
contra ella, un deseo (todavía no obsesivo) y un temor (ya obsesivo) que lo contraría… el inventario de la
neurosis está completo. Y aún hay una suerte de algo más: una suerte de delirio o formación delirante, que
era que sus padres adivinaban sus pensamientos.

También antes del sexto año, podemos inferir, sobrevinieron vivencias traumáticas, conflictos y represiones
que, si bien cayeron bajo la amnesia, dejaron como residuo ese contenido del temor obsesivo. En la neurosis
obsesiva, nunca se echa de menos el carácter de la actividad sexual prematura.

El gran temor obsesivo


“Quiero empezar hoy con la vivencia que fue la que me empujó a acudir a usted. Ocurrió durante las
maniobras militares en X. Antes me había martirizado con pensamientos obsesivos, que, empero, se
retiraron durante las maniobras. Me he interesado en mostrar que uno puede soportar bastante. Un día
hicimos una marcha. Durante el alto perdí mis quevedos, no quise postergar la partida y renuncié a ellos.
Tomé asiento junto a dos oficiales, uno de ellos estaba destinado a volverse significativo para mí. Tenía yo
cierta angustia ante ese hombre, pues evidentemente amaba lo cruel. Durante el rancho había abogado por
la introducción de los castigos corporales. El capitán contó de haber leído sobre un castigo particularmente
terrorífico”. Luego cuenta que este castigo se trata de atar al condenado, sobre su trasero es puesto un
tarro en donde hacen entrar ratas (ratten) que penetran en el ano.

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Interrumpe el relato para argumentar cuán ajenos eran estos pensamientos a él. Simultánea con la idea,
siempre aparece la sanción, la medida de defensa. Se devela en una frase un plural, lo cual resulto extraño
ya que hasta ese momento Freud había notado noticia solamente de una idea: que el castigo de las ratas se
cumpliría en la dama. Pero se puede ver entonces, que también recaerá sobre el padre, lo cual es aún más
disparatado, ya que el padre está muerto.

Al día siguiente el capitán le alcanza un paquete con los quevedos que llegó del correo y le dice “el teniente
A pagó el reembolso por ti. Debes devolvérselo”. En ese momento se le plasmó una sanción: no devolver el
dinero, de lo contrario sucede aquello (ratas). Dos días después terminan las maniobras el tiempo
transcurrido lo llenó con empeños por devolver al teniente A ese dinero.
En la tercera sesión, completa el relato de sus empeños por cumplir el juramento obsesivo: no había sido el
teniente A, ni el teniente B entonces quien había pagado el reembolso (él siempre lo supuso) sino que era la
empleada del correo. Otro capitán le comunicó que la señorita había estado preguntando por él.

La introducción en el entendimiento de la cura


Relata la historia de la enfermedad de su padre, muerto de enfisema 9 años atrás. No se le pasó por la
mente que su padre pudiera morir, entonces fue a su casa, y cuando despertó se enteró que su padre había
muerto. Se hizo reproche de no haber estado presente. Su fantasía jugaba también con el padre, cuando
entraba a una habitación esperaba hallarlo ahí, la expectativa de esa aparición era algo deseado. Un año
después este recuerdo del reproche empezó a martirizarlo, a punto tal de tacharse de criminal.
Ocasionamiento de ello fue la muerte de una tía.

Empieza la sesión siguiente diciendo que tiene que relatar algo de su infancia. A los 12 años amaba a una
niña, hermana de un amigo, pero ella no era con él todo lo tierna que él deseaba. Y entonces le acudió la
idea de que ella le mostraría amor si a él le ocurría una desgracia: se le puso en la cabeza que podría ser la
muerte de su padre. El mismo pensamiento le apareció un año antes de la muerte del padre, él ya
enamorado de aquella dama, pero a causa de impedimentos materiales no podía pensar en una unión. Una
tercera vez la misma idea, el día anterior a la muerte del padre. Sin embargo está seguro que la muerte de
su padre nunca puede haber sido objeto de su deseo, siempre fue un temor. Freud responde que justamente
ese amor intenso es la condición del odio reprimido. Es el mismo gran amor el que no permite que el odio
permanezca CC. El problema es averiguar de donde proviene este odio.

Dice que ha sido el mejor amigo de su padre, salvo unos pocos ámbitos donde solían discernir. Freud
entiende que acaba de dar una respuesta: la fuente de la cual la hostilidad contra el padre obtiene su
indestructibilidad pertenece a los apetitos sexuales, a raíz de los cuales ha sentido al padre como un
perturbador. El deseo de eliminar al padre como perturbador se habría generado en épocas en que las
constelaciones eran del todo punto diversas: quizá no amara entonces al padre con más intensidad que a la
dama, o bien no era capaz de tomar una decisión clara; fue en su muy temprana niñez, antes del 6to año,
cuando se instaló su recuerdo continuado, y esto puedo haber permanecido así para siempre.

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En la sesión siguiente retoma el mismo tema. Dice no poder creer haber tenido alguna vez ese deseo contra
el padre. Es algo sabido que a los enfermos su padecer les procura cierta satisfacción.
Quiere hablar de una acción criminal en la que no se reconoce, con su hermano menor. “antes de los 8 años
teníamos armas de juguete, cargué la mía, le dije que tenía que mirar dentro del caño y cuando miró le
disparé. Mi propósito había sido causarle un gran daño. Me arroje al suelo y pregunté ¿Cómo lo hice? Pero
lo hice”.

Dabe además de mociones de la manía de venganza contra aquella dama a quien adora. Se le plasmó una
fantasía CC: se haría rico, se casaría con otra, y luego visitaría con ella a la dama para mortificarla. Luego,
su esposa, debería morir.

Consigna todavía que la enfermedad se ha acrecentado desde la muerte de su padre, y Freud le da razón en
tanto reconoce al duelo por el padre como la principal fuente de la intensidad de aquella. El duelo ha
hallado en la enfermedad una expresión patológica.

Algunas representaciones obsesivas y su traducción


Las representaciones obsesivas aparecen sin sentido, y la tarea consiste en dárselo. Se lo consigue
situándolas dentro de un nexo temporal con el vivenciar del paciente, o sea, explorando la primera
emergencia de cada idea obsesiva y las circunstancias externas bajo las cuales suele repetirse.
Se comienza con un ejemplo, el impulso suicida. Perdió algunas semanas en el estudio a raíz de la ausencia
de su dama, que había partido para cuidar a su abuela enferma. En ese momento se le ocurrió precipitarse
al armario para tomar una navaja y pensó “tienes que viajar hasta allí y matar a la señora”. A eso sigue el
mandamiento: “mátate a ti mismo como autocastigo por semejantes pensamientos”; y todo el proceso
marcha en secuencia invertida. Algo parecido le sucedió una vez que pensó que debía adelgazar, y una vez
en los montos le fue pronunciado el mandamiento de saltar abajo.
Otras representaciones obsesivas orientadas también a la dama, permiten discernir un mecanismo y una
descendencia pulsional diversos.

Todos estos productos de la enfermedad dependen de un episodio que en ese tiempo dominaba la relación
con su dama. Cuando ella se despidió en Viena antes de ir a veranear, interpretó uno de sus dichos como si
quisiera desmentirlo ante los circunstantes. Otros mandamientos obsesivos como la compulsión protectora
(que se ponga su capa) puede significar la reacción frente a una moción opuesta. La duda de compulsión de
comprender es una duda en cuanto al amor de ella.

Tales acciones obsesivas de dos tiempos, cuyo primer tiempo es cancelado por el segundo, son de
ocurrencia típica en la neurosis obsesiva. Desde luego el pensar CC las dota de una motivación secundaria:
las racionaliza. Pero su significado real reside en la figuración del conflicto entre dos mociones opuestas
de magnitud aproximadamente igual, siempre se trata de la oposición amor-odio. Ellas permiten discernir

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un nuevo tipo de formación de síntoma. Aquí los dos opuestos son satisfechos por separado; aunque no sin
que se intente establecer entre esos algún tipo de enlace lógico. El conflicto amor-odio también se hacía ver
en otros indicios. Por ejemplo si decía “Dios lo proteja” le venía la idea de blasfemar.

Una vez trajo un sueño que contenía la figuración del mismo conflicto en su transferencia al médico: “mi
madre ha muerto. Quiere presentar sus condolencias pero tiene miedo de producir la risa. Por eso prefiere
escribir una tarjeta con “p.c” pero estas letras se mudan al escribirlas en “p.f”.

La querella de sus sentimientos hacia la dama era demasiado nítida para que pudiera sustraerse del todo a
su percepción CC. Se alternaban épocas en que creía amarla con otras de indiferencia. Muchas veces solía
decir en el tratamiento que no la quería tanto. Confesó que en ocasiones estaba bajo impulsos de hacerle
algo malo.

Ocasionamiento de la enfermedad
En la histeria es regla que las ocasiones recientes de la enfermedad sucumban a la amnesia, lo mismo que
las vivencias infantiles. Toda vez que un olvido total sea imposible, el ocasionamiento traumático reciente
será empero roído por la amnesia y despojado al menos de sus componentes más sustantivos. En la amnesia
vemos la prueba de la represión.
En la neurosis obsesiva sucede de otro modo. Es posible que las premisas infantiles sucumban a una
amnesia, en cambio, las ocasiones recientes se encuentran conservadas. La represión se ha servido de otro
mecanismo: en lugar de olvidar al trauma, le ha sustraído la investidura de afecto. El contenido anémico
indiferente sólo rara vez es reproducido y no desempeña papel alguno en la actividad CC de la persona.
Por eso enfermos obsesivos no es raro que le den a los médicos la información correcta y luego diga, “pero
nada me importa de ello”.
En cuanto al ocasionamiento de la enfermedad. Su madre había sido criada en el seno de una familia que
explotaba una gran empresa industrial. Su padre entró al servicio de aquella empresa. Por burlas entre sus
padres, supo que antes de conocer a la madre, su padre había hecho la corte a una muchacha pobre y linda.
Tras la muerte del padre, la madre comunicó al hijo que se había hablado sobre el futuro de él, y uno de los
primos había expresado su disposición para entregarle una de sus hijas. Este plan encendió el conflicto: si
debía permanecer fiel a su amada pobre o seguir las huellas del padre y tomar aquella esposa. Solucionó ese
conflicto, enfermando. El esclarecimiento no halló aceptación ninguna por parte del paciente.

El complejo paterno y la solución de la idea de las ratas


El hombre se encontró en una situación igual a la que el padre había pasado antes, y pudo identificarse
con él. El conflicto de la enfermedad era en esencia una querella entre la voluntad del padre y su
inclinación enamorada. Según las noticias, el padre fue un hombre de excelentes dotes. Cuando sus hijos
crecieron, él no pretendió elevarse a la altura de una autoridad inatacable, sino que se habían tratado como
amigos, salvo en un único punto. Era fuerza que se debiera a ese punto que el pensamiento de la muerte del
padre lo ocupara al hombre con intensidad.

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En el ámbito de la sexualidad algo se interponía entre padre e hijo; el padre había entrado en una oposición
con el erotismo del hijo, tempranamente despertado. Varios años después de su muerte, se le impuso al
hijo cuando experimentó una sensación de placer en un coito, esta idea: “esto es grandioso, por ello uno
podría matar a su padre”. Antes de su muerte, el padre notó que buscaba la compañía de aquella dama y lo
desaconsejó.

El onanismo de los años de la pubertad no es más que el refrescamiento del hasta hoy desdeñado onanismo
de la infancia, en donde podemos ver, la expresión más nítida de la constitución sexual del niño. Bajo este
disfrazo los enfermos inculpan a su sexualidad infantil. La nocividad del onanismo es sólo en mínima parte
autónoma. Este paciente no desarrolló ningún onanismo en la pubertad, su quehacer emergió a los 21 años,
poco después de la muerte del padre. Quedaba avergonzado tras cada satisfacción y pronto volvió a dejar
esta práctica, la cual afloraba solamente en raras ocasiones.
Al mismo nexo pertenecía también su rara conducta en una época que estudiaba para rendir un examen y
jugaba con esta fantasía: su padre aún vive y puede retornar en cualquier momento. Entre las 12 y la 1
suspendía su estudio, abría la puerta como si el padre estuviese enfrente y tras regresar contemplaba el
espejo del vestíbulo desnudo.

Freud forjó una construcción: de niño, él había cometido algún desaguisado sexual entramado con el
onanismo, y recibió del padre una reprimenda. Este castigo habría puesto fin al onanismo, pero dejó como
secuela una inquina inextinguible contra el padre, y fijó para todos los tiempos su papel como perturbador
del goce sexual. Su madre le había contado de esto, pero él no lo recordaba. El relato de su madre, fue que
él de pequeño emprendió algo enojoso, por lo cual el padre le pegó. El niño, preso de una ira terrible, no
conocía aún palabras insultantes y nombraba todos los objetos que se le ocurrían: Lámpara! Plato! El padre
dijo: “este chico será un gran hombre, o un gran criminal”. A partir de esto durante toda su vida tuvo una
gran angustia ante los golpes. Luego se enteró de que el castigo fue por morder a alguien.

Por el camino de la transferencia pudo adquirir el convencimiento de que su prelación con el padre exigía
real y efectivamente aquel complemento ICC. Pronto le sucedió en sus sueños, fantasías diurnas y
ocurrencias, insultar a Freud; no obstante en su conducta le demostraba el mayor respeto. Luego de una
situación así, se paraba del diván y paseaba por la habitación, sería por miedo a que Freud le pegase.
Empezó a recordar que su padre había sido colérico.

El primer enigma era porqué los dos dichos del capitán checo, el cuento sobre las ratas y su reclamación de
devolver el dinero, le provocaron tanta emoción y reacciones patológicas tan violentas. Por aquellos dichos
habían sido tocados unos lugares hiperestésicos de su ICC. Un importante elemento fue que el padre había
perdido en un juego de naipes una vez, una suma de dinero, y las habría pasado muy mal si un camarada no
le hubiese prestado un dinero. Luego buscó a este camarada para devolvérselo y nunca lo encontró. El
recuerdo de este pecado de juventud de su padre le resultaba penoso.

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La comunicación de que la empleada de la estafeta postal había saldado en reembolso, reforzó la
identificación con el padre en otro campo. En la realidad efectiva, el objeto de su añoranza era la
empleada, que se hallaba en ese sitio particular, y el teniente A no era más que un buen sustituto de ella,
pues había vivido en el mismo lugar.

En cuanto a la representación del castigo consumado con las ratas, había estimulado una multitud de
recuerdos, y por eso las ratas habían adquirido significados simbólicos. El castigo de las ratas despabiló
sobre todo el erotismo anal, que en su infancia había desempeñado considerable papel y se había
mantenido durante años por un estímulo constante debido a los gusanos (intestinales). Así las ratas llegaron
al significado de “dinero”, lo cual reforzó además en la reclamación del capitán a devolver el dinero del
reembolso. Ahora bien, la rata además era consabida como portadora de peligrosas infecciones, y por eso
pudo ser empleada como símbolo de la angustia ante la infección sifilítica; tras lo cual se escondían las
dudas sobre al conducta del padre mientras estuvo en servicio de armas. En otro sentido, el portador de la
infección era el pene. El pene, puede ser descrito como un gusano, y en el cuento del capitán las ratas
cavaban en el ano como en su infancia lo hacían los gusanos. Así el significado de pene de las ratas
descansaba en el erotismo anal.

Más adelante se pudo ver que en muchos de sus delirios obsesivos las ratas significaban también hijos. La
génesis de este significado nace una vez que estaba visitando la tumba de su padre, y había visto un animal
grande, una rata. Supuso que vendría de la tumba de su padre y se habría dado un banquete con su cadáver.
La dama a quien admiraba, estaba condenada a no tener hijos.

La rata es cruelmente perseguida y aplastada. Muchas veces había sentido pena por ellas. Él mismo era un
tipejo así de asqueroso y roñoso, que en la ira podía morder a los demás. Efectivamente podía hallar en las
ratas la viva imagen de sí mismo. Cuando el capitán contó el castigo de las ratas, primero lo sobrecogió el
carácter cruel, pero enseguida se estableció conexión con aquella escena infantil en que él mismo había
mordido; el capitán se le situó en el lugar del padre. La idea que le afloró se traduciría mediante esta
moción de deseo: “a ti habría que hacerte algo así” moción dirigida a quien hizo el cuento, pero tras el, el
padre. Cuando el capitán le reclama devolver las 3,80 coronas, él ya sabe que el se equivoca, y que su
deuda es con la señorita de la estafeta postal. Desde el complejo paterno y desde el recuerdo de aquella
escena infantil se le plasma esta respuesta: “si, devolveré el dinero al teniente A si mi padre y mi amada
tienen hijos”. Así se había cometido la blasfemia de él contra las dos personas que le eran más importantes,
y la punición consistió en imponerse un juramento imposible de cumplir: “ahora tienes que devolverle el
dinero al teniente A”.

Es preciso también tener en cuenta la constelación en la que hubo de formarse la gran idea obsesiva. En
virtud de una prolongada abstinencia, él había devenido libidinoso, y además había entrado en cierta
enajenación respecto de su dama. Este acrecentamiento libidinal lo inclinó a retomar la lucha antigua
contra la autoridad del padre, y osó pensar en una satisfacción sexual con otras mujeres. Se dejó arrastrar a

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la blasfemia contra ambos, y luego se castigó por ello. Cuando vaciló cumplir el juramento, lo que en
verdad hacía era figurar en una unidad los dos conflictos que desde siempre lo habían movido: si debía
obedecer al padre y si debía permanecer fiel a la amada.

Capítulo 2. SOBRE LA TEORÍA

Algunos caracteres generales de las formaciones obsesivas


Freud decía en un principio que las representaciones obsesivas son unos reproches mudados que retornar de
la represión, y están referidos siempre a una acción de la infancia sexual realizada con placer. Aquí va a
decir en su lugar, que es más correcto hablar de un pensar obsesivo, y poner en relieve que los productos
obsesivos pueden tener el valor de los más diferentes actos psíquicos. Cabe definirlos como deseos,
tentaciones, impulsos, etc.

En la lucha defensiva secundaria contra las representaciones obsesivas que se han filtrado en su CC, se
producen formaciones que merecen denominación particular: delirios. El valor de distingo entre la lucha
defensiva primaria y la secundaria se ve limitado por el discernimiento de que los enfermos no tienen
noticia del texto de sus propias representaciones obsesivas. El psicoanálisis hace crecer no sólo el coraje del
enfermo, sino también el de su enfermedad, la cuals e atreve a dar exteriorizaciones más nítidas.

Los sueños pueden brindar el genuino texto de un mandamiento obsesivo que en la vigilia devino consabido
sólo de manera desfigurada. Estos textos afloran en el sueño como dichos. Por otra parte, en la indagación
analítica a menudo varias representaciones obsesivas que se siguen unas a otras pero cuyo texto no es
idéntico, son en el fondo una misma. La representación obsesiva fue rechazada la primera vez, retorna otra
vez en forma desfigurada y a causa de esta desfiguración, puede afirmarse mejor en la lucha defensiva. La
oficialmente llamada representación obsesiva lleva en su desfiguración respecto del texto original, las
huellas de la lucha defensiva primaria. Ahora bien, su desfiguración la hace viable.
El malentendido del pensar CC se puede mostrar no sólo en las ideas obsesivas, sino también en las
fórmulas protectoras, por ejemplo. Este paciente utilizaba como fórmula el “aber” = (pero) pronunciado con
rapidez, acompañado de un movimiento con la mano. El “abér” 8cambio de acento) era una asimilación de
“abwehr” (defensa), término del cual él tenía noticia y lo había empleado de forma abusiva para reforzar
una fórmula defensiva. No todas las ideas obsesivas de este paciente eran tan complejas como la de las
ratas; en algunas se había empleado simplemente la omisión, por ejemplo: “si yo me caso con la dama, a mi
padre le sucede una desgracia (en el más allá)”. La técnica de desfiguración por carencia parece ser típica
de la neurosis obsesiva. A veces en la neurosis obsesiva también irrumpen en la CC los procesos anímicos ICC
en la forma más pura y menos desfigurada.

Algunas particularidades psíquicas de los enfermos obsesivos; su relación con la realidad, la superstición
y la muerte

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Algunos caracteres anímicos de los enfermos obsesivos son muy particulares, como en este paciente. El
hombre de las ratas era supersticioso en alto grado, y al mismo tiempo no lo era. Parecía comprender que
esto dependía de su pensar obsesivo. Tan pronto se hacía dueño de una obsesión, ridiculizaba su credulidad,
y tan pronto volví a caer bajo el imperio de una compulsión, vivenciaba las más raras contingencias. Su
superstición era la de un hombre culto, creía en signos premonitorios, sueños proféticos, etc.
Tenía necesidad de hallar en el vivenciar algunos puntos de apoyo APRA su superstición, por eso reparaba en
las casualidades inexplicables de la vida cotidiana. Esto particular de la N.O podemos explicarlo, en esta
perturbación la represión no se produce por amnesia sino por desgarramiento de los nexos causales a
consecuencia de una sustracción de afecto. Sin embargo, a estos vínculos reprimidos parece restarles una
cierta virtud premonitoria, de esa suerte son introducidas en el mundo exterior por el camino de la
proyección y allí dan testimonio de lo interceptado en lo psíquico.

Otra necesidad anímica común es la de la incertidumbre en la vida, o la duda. Es uno de los métodos que
utiliza la N.O para sacar al enfermo de la realidad. Nuestro paciente había desarrollado facilidad para evitar
noticias que le habrían facilitado tomar una decisión en su conflicto. La duda se les convierte en motivo
para adherir sus pensamientos; preferentemente en aquellos temas en que la incertidumbre de los hombres
es universal, como la filiación paterna, la muerte, la memoria, etc.
De la incertidumbre de la memoria se sirve la N.O para la formación de síntoma. Se refiere a la
omnipotencia de sus pensamientos y sentimientos, de sus buenos y malos deseos. Este enfermo está
compelido a sobrestimar el efecto que sus sentimientos hostiles producen sobre el mundo exterior. Su amor,
o más bien su odio, son hiperpotentes y crean aquellos pensamientos obsesivos cuyo origen no comprenden.

Este paciente tenía además una relación particular con la muerte. Tomaba cálida participación en todos los
fallecimientos. Sabemos cuán temprano lo ha ocupado el pensamiento de la muerte del padre. Una
compensación por esos deseos de muerte contra el padre es la extraña extensión de sus temores obsesivos al
más allá. Ella se introdujo cuando el duelo por el padre experimentó un refrescamiento y estaba destinada a
volver a cancelar la muerte del padre en desafío a la realidad. Otros enfermos, necesitan de la posibilidad
de la muerte para solucionar conflictos que dejan sin resolver. En cada conflicto acechan la muerte de una
persona significativa para ellos.

La vida pulsional y la fuente de la compulsión y la duda


Este paciente enfermó alrededor de los 30 años, cuando se vio ante la tentación de casarse con una
muchacha que no era aquella a quien amaba desde hace tiempo, y se sustrajo de la decisión de este
conflicto posponiendo todas las actividades que se requerían para prepararla. Tanto en relación a su amada
como a su padre, hubo en él una querella entre amor y odio. Fantasías de venganza y fenómenos obsesivos
como la compulsión a entender atestiguan esa bi-escisión en su interior.

Su relación con la amada compuesta por ternura y hostilidad, caía en buena parte dentro de su percepción
CC. En cambio, la hostilidad contra el padre le había sido sustraída desde mucho tiempo atrás y sólo contra

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su más violenta resistencia pudo ser devuelta a su CC. Los conflictos de sentimientos del paciente no son
independientes, sino que están soldados de a parejas. El odio contra la amada tuvo que sumarse a la
fidelidad hacia el padre, y a la inversa. Pero las dos corrientes conflictivas, la oposición padre-amada, la
contradicción amor-odio, nada tienen que ver entre sí.

Una coexistencia crónica de amor y odio hacia la misma persona, ambos sentimientos en su intensidad
máxima, causa asombro. Semejante persistencia de opuestos sólo es posible bajo particulares condiciones
psicológicas y por cooperación del estado ICC. El amor no ha podido extinguir el odio, sino sólo esforzarlo
hacia lo ICC; y en lo ICC es capaz de conservarse y aun de crecer. El amor CC suele hincharse hasta alcanzar
intensidad elevada, a fin de retener en la represión a su adversario. Una división muy prematura de estos
dos opuestos en la infancia, sería la condición para esta constelación de la vida amorosa.
En todas las neurosis se descubre, como portadoras de síntoma, las mismas pulsiones sofocadas. El odio
retenido por el amor en la sofocación de lo ICC desempeña un importante papel también en la patogenia de
la histeria y de la paranoia.

En los casos en cuestión de odio ICC, el componente sádico del amor se ha desarrollado constitucionalmente
con particular intensidad, por eso ha experimentado una sofocación prematura, y así los fenómenos
observados derivan por una parte de la ternura CC elevada por reacción, y por otra parte del sadismo que en
lo ICC sigue produciendo efectos como odio. Si un amor intenso se contrapone, ligándolo, a un odio de
fuerza casi pareja, la consecuencia tiene que ser una parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad para
decidir.

En cuanto a la compulsión, es un ensayo de compensar la duda y de rectificar el estado de inhibición


insoportable de que esta da testimonio. Se exterioriza en mandamientos y prohibiciones, puesto que es ora
el impulso tierno, ora el hostil. Si el mandamiento obsesivo no se cumple, la tensión es insoportable. Pero el
camino mismo hacia la acción sustitutiva desplazada a algo ínfimo, solo puede imponerse como una medida
protectora en empalme con un impulso sobre el que recae la defensa.

Además, mediante una suerte de regresión, actos preparatorios reemplazan la resolución definitiva, el
pensar sustituye a la acción y en vez de la acción sustitutiva se impone algún estadio que corresponde al
pensamiento previo de la acción. Acciones obsesivas sólo son posibles por haberse producido dentro de ellas
una suerte de reconciliación entre los dos impulsos que se combaten mutuamente. Las acciones obsesivas se
asemejan cada vez más a las acciones sexuales infantiles del tipo del onanismo. Entonces se llega a actos de
amor, pero sólo con el auxilio de una nueva regresión: ya no a actos dirigidos hacia una persona, sino a
acciones autoeróticas como en la infancia. La primera regresión, del actuar al pensar, es promovida por otro
factor: la temprana emergencia y la represión prematura de la pulsión sexual de ver y de saber. El proceso
mismo del pensar es sexualizado, pues el placer sexual se vuelve hacia el acto mismo del pensar, y la
satisfacción de alcanzar un resultado cognitivo es sentida como satisfacción sexual. Así con ayuda de la
pulsión de saber, la acción sustitutiva puede ser reemplazada por actos preparatorios de pensamiento.

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Compulsivos se vuelven aquellos procesos del pensar que se emprenden con un gasto de energía que de
ordinario sólo se destina al actuar; o sea, unos pensamientos que regresivamente tienen que subrogar a
acciones. Ahora, lo que ha irrumpido en la CC como pensamiento obsesivo tiene que ser asegurado contra
los empeños disolventes del pensar CC. Esa protección se logra mediante la desfiguración, aunque no es el
único medio.

Lo característicos de esta neurosis no ha de buscarse según Freud en la vida pulsional, sino en las
constelaciones psicológicas. El paciente estaba fragmentado, en tres personalidades: en una ICC y dos PRCC,
entre las cuales podía oscilar su CC.

FREUD (1910) – “UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI”

Capítulo 2

“Me acude, como un tempranísimo recuerdo, que estando yo todavía en la cuna un buitre descendió sobre
mí, me abrió la boca con su cola y golpeó muchas veces con esa cola suya contra mis labios”. Freud dirá que
esta escena no es un recuerdo, sino una fantasía que el formó más tarde y traslado a su infancia. Los
recuerdos infantiles son recolectados y así alterados, falseados, puestos al servicio de tendencias más
tardías. A pesar de todas las desfiguraciones y malentendidos, la realidad del pasado está representada en
ellos. Si uno pudiera deshacer esas desfiguraciones no podría menos que descubrir la verdad histórica (en el
caso de la actividad historiográfica). Lo mismo vale para los recuerdos de la infancia o fantasías. No es
indiferente lo que un hombre crea recordar de su infancia; por lo común, tras los restos anémicos se
esconden testimonios de los rasgos más significativos de su desarrollo anímico.

Si consideramos la fantasía de Leonardo, la traducción apunta a lo erótico. “Cola” es uno de los símbolos
más familiares del miembro viril. La situación de que un buitre introdujese la cola en su boca, estaría
hablando de una fantasía de fellatio. Esa situación tan mal vista admite la más inocente derivación. No es
sino la refundición de otra: cuando de lactantes tomamos en la boca el pezón de nuestra madre. Esta
reminiscencia fue refundida por Leonardo en una fantasía homosexual pasiva, y la tradición lo caracteriza
efectivamente como una persona homosexual. Pero, no es el quehacer objetivo sino la actitud de
sentimiento lo que decide para nosotros si hemos de atribuirle a alguien la peculiaridad de invertido.

¿De dónde viene el buitre? Asalta una ocurrencia: en la escritura de los antiguos egipcios, la madre es
descrita con la imagen del buitre; esta divinidad es llamada “Mut”. El buitre era considerado símbolo de la
maternidad, porque se creía que sólo había hembras. Se creía que la fecundación se producía en cierto
momento que detenían vuelo, abrían su vagina y concebían del viento. Tal vez Leonardo pudo haber sabido
de esto. Esta fábula era tomada por los Padres de la Iglesia. Cierta vez que en un Padre o el un libro leyó
que los buitres eran todos hembras, emergió en él un recuerdo que se transfiguró en aquella fantasía, con
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este significado: que él mismo era hijo de un buitre, pues tenía madre, pero no padre; y a esto se le unió
un eco del goce que le había sido deparado en el pecho materno.

En el caso de Leonardo creemos conocer el contenido objetivo de la fantasía: la sustitución de la madre


por el buitre indica que el niño echa de menos al padre. El nacimiento ilegítimo de Leonardo armoniza muy
bien con su fantasía. Él paso los primeros años con su verdadera madre, abandonada y pobre. Según lo que
sabemos, el padre contrajo matrimonio con una mujer distinguida el mismo año que él nació; a la falta de
hijos de este matrimonio debió el muchacho ser acogido hacia sus 5 años. El hecho de que Leonardo haya
pasado con su verdadera madre solamente los primeros años de su vida, debe haber ejercido un influjo
decisivo.

Capítulo 3

El elemento del buitre nos representó el contenido objetivo. Al avanzar, nos encontramos con un problema:
averiguar por qué este contenido fue refundido en una situación homosexual. La madre que amamanta al
niño se ha mudado en buitre. Sostuvimos que la cola del buitre, significa un pene.
La diosa Mut de los egipcios fue a menudo fusionada con otras divinidades maternas, como Isis y Hathor.
Los egipcios dieron plasmación fálica a esta divinidad: su cuerpo llevaba un miembro viril erecto. La
mitología después nos explica que el falo adosado al cuerpo femenino estaba destinado a significar la
fuerza creadora primordial de la naturaleza, y expresan la idea de que sólo la reunión de macho y hembra
es capaz de proporcionar una figuración digna de la perfección divina.

El esclarecimiento viene del lado de las teorías sexuales infantiles. Hubo un tiempo en que el genital
masculino estuvo unido a la figuración de la madre. Cuando el niño varón dirige su apetito de saber a los
enigmas de la vida sexual, lo gobierna el interés por sus propios genitales. Halla demasiado valiosa esta
parte como para creer que le falta a otras personas. Entonces tiene que recurrir a la hipótesis de que todos
los seres humanos poseen un miembro. La percepción le dirá que el miembro puede faltar, lo cual es
insoportable. Por eso ensaya una decisión mediadora: el miembro está presente en la niña, pero es muy
pequeño. Si esta expectativa no parece cumplirse, se dice que el miembro estuvo en la niña pero fue
cortado. Bajo el influjo de esta amenaza de castración, él reinterpreta su concepción de los genitales
femeninos; temblará por su propia virilidad y despreciará a las criaturas en quienes se ha consumado ese
castigo. Antes de que el niño cayera bajo el imperio del complejo de castración, empezó a exteriorizarse
en él un intenso placer de ver como quehacer pulsional erótico. Quería ver los genitales de los otros, a fin
de compararlos con los propios.

El supuesto infantil del pene materno es la fuente común de la que derivan tanto la figura andrógina de las
divinidades maternas, como la cola del buitre. Podemos traducirlo así en la fantasía de Leonardo: “en aquel
tiempo yo dirigía hacia la madre mi tierna curiosidad, y aún le atribuía un genital como el mío”. Pero, el

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rasgo más llamativo era que mudaba el mamar del pecho materno en un ser amamantado, es decir, en
pasividad.

Los varones homosexuales gustan de presentarse como una variedad sexual distinta, un tercer sexo. Todos
los analizados habían mantenido en su primera infancia una ligazón erótica muy intensa con una persona
de sexo femenino, favorecida por la hiperternura de la madre y sustentada por un relegamiento del padre
en la vida infantil. Sadger ha destacado que la madre de sus pacientes homo era a menudo “un marimacho”.
El amor hacia la madre no puede proseguir el ulterior desarrollo CC y sucumbe a la represión. El muchacho
reprime su amor, identificándose con la madre y tomando a su persona propia como objeto de amor. Así se
ha vuelto homosexual, en realidad, se ha deslizado hacia el autoerotismo, pues los muchachos a quienes
ama ahora son versiones de su propia versión infantil. Halla sus objetos de amor por vía narcisismo. La
persona homo permanecerá en lo ICC fijada a la imagen mnémica de su madre.

Sólo huellas de una inclinación sexual no mudada nos es lícito esperar en Leonardo. Desde siempre ha
destacado que sólo tomó como discípulos a muchachos hermosos. Los trataba con bondad y consideración.
Se nos objetará que nada tiene esto que ver con sus gustos sexuales. En contra de ello aduciremos que
nuestra concepción esclarece algunos rasgos de conducta del maestro.

Leonardo llevaba un diario íntimo, destinado a él mismo. Se dirigía a sí mismo dándose tratamiento de
“tú”. Anotaba pequeños desembolsos, casi insignificativos. Una nota muy especial resume todos los
desembolsos que le causó un discípulo, debido a sus malas cualidades. En otra nota hablaba sobre los gastos
“por la muerte de Caterina”. Un poeta supo decirnos que esta Caterina es la madre de Leonardo. Esta
interpretación no es demostrable. Pero podemos decir que él había conseguido constreñir sus sentimientos
bajo el yugo de la investigación e inhibir su libre expresión; pero había también casos en que lo sofocado se
conquistaba una exteriorización, la muerte de la madre era uno de estos casos. En esa cuenta estamos
frente a una exteriorización desfigurada del duelo por la madre.

En la neurosis obsesiva vemos la exteriorización de unos sentimientos intensos, pero devenidos ICC,
desplazados a desempeños nimios y ridículos. En la imperiosa compulsión con que se abre paso esa acción
se delata el efectivo poder que arraiga en lo ICC, de las mociones que la CC querría desmentir. En lo ICC él
seguía ligado a ella, como en la infancia. La madre y los discípulos habrían sido sus objetos sexuales, y la
compulsión de anotar sería la revelación de esos rudimentarios conflictos.
La emergencia de la situación homosexual en su fantasía del buitre entonces, no enunciaba otra cosa que
esto: “por obra de ese vínculo erótico con la madre, he devenido un homosexual”.

LACAN - SEMINARIO 3

Capítulo 7. LA DISOLUCIÓN IMAGINARIA

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El texto de Freud sobre Schreber sólo procura la vía del enigma. Toda la explicación que da del delirio
confluye en la noción de narcisismo, que no es para Freud algo elucidado en ese momento. Hoy en día, se
asume al narcisismo como si fuese algo comprensible: antes de dirigirse hacia los objetos externos, hay una
etapa donde el sujeto toma su propio cuerpo como objeto. Lo que repugnaba al narcisismo de Schreber era
la adopción de una posición femenina respecto a su padre, la cual implicaba la castración.
La castración no le importa desde el momento en que su pareja es Dios: “yo no lo amo a él, es a Dios a
quien yo amo, y es Dios quien me ama a mí”. Ésta doble inversión no es completamente satisfactoria.
Proporciona una clave del mecanismo de persecución. Todo el problema es ese él.

Tomemos el caso Dora. Es una histérica. Se sabe la ambigüedad que persiste en torno al problema de saber
cuál es su objeto de amor. Freud finalmente vio su error, y dice que hizo fracasar todo por haber
desconocido el verdadero objeto de amor de Dora, que era la señora K.
La historia es la de un minueto de cuatro personajes: Dora, el padre, el señor K y la señora K. El señor K le
sirve a Dora de yo, por su intermedio puede sostener la relación con la señora K. Es esencial para el
mantenimiento de la situación. Prueba de ello es lo que sucede el día que el pronuncia estas palabras: “mi
mujer no es nada para mí”, entonces ¿Qué diablos es usted para mí? Y lo abofetea. El grupo de cuatro se
desdibuja, y la situación de equilibrio se rompe.

Dora apenas tiene síntomas. La afonía sólo se produce en la intimidad, en los momentos de confrontación
con su objeto de amor; y está ligada a una erotización especial de la función oral. A partir del momento en
que se va el cuarto personaje, la situación se descompensa, y un pequeño síntoma de persecución
vinculado a su padre aparece en Dora. A partir del momento este en que la situación se descompensa, ella
afirma que su padre quiere prostituirla.

Rehusé dar diagnóstico de psicosis por algo decisivo: no hay trastornos del orden del lenguaje. Dora
experimenta respecto de su padre un fenómeno significativo, alucinatorio incluso, pero que no llega a
producir un delirio. Es un fenómeno que está en la vía inefable, intuitiva, de la imputación a otro de
hostilidad. ¿Qué quiere decir esto? El nivel de alteridad de este personaje se modifica, y la situación se
degrada debido a la ausencia de uno de los componentes del cuadrilátero.

Capítulo 12. LA PREGUNTA HISTÉRICA

El Otro de la palabra es en la neurosis el elemento determinante. Se trata de una pregunta que se le


plantea al sujeto en el plano del significante. Se ilustra esto mediante un ejemplo de un psicólogo llamado
Joseph Hasler. Cuenta un caso de un hombre de 33 años, protestante húngaro. Dejó su familia para ir a la
ciudad. Su vida profesional está marcada por cambios: de panadero a laboratorio, luego a guarda de tranvía.
Un día baja de su vehículo, tropieza, cae al suelo y es arrastrado. Tiene en chichón, lo llevan al hospital, no
le encuentran nada le hacen sutura y radiografías.

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Luego empieza a tener crisis que se caracterizan por la aparición de un dolor a la altura de la primera
costilla, que se difunde y le crea al sujeto un estado creciente de malestar. Se agrava con el tiempo. Las
crisis avanzan hasta llegar a producir la pérdida de conocimiento. Lo examinan nuevamente, no encuentran
nada. Se piensa en una histeria traumática y lo mandan con Hasler. Indica las curiosas actitudes del sujeto.
Después de la primera sesión el sujeto se sienta bruscamente en el diván, se pone a mirar con los ojos como
plato, boquiabierto. En otras ocasiones presenta manifestaciones sorprendentes de transferencia.

El sujeto tiene con sus camaradas una relación de líder, goza de prestigio. Hasler intenta encontrar los
rasgos de un carácter anal y progresa. El desencadenamiento de la neurosis en su aspecto sintomático
supone un trauma, el cual debió despertar algo. En la infancia encontramos traumas a montones. Era
pequeñito, comenzó a arrastrarse por el suelo, su madre le pisó el pulgar y a partir de ese momento
comenzó a chuparse el dedo. Otro. Comienza sus crisis durante los exámenes que lo someten a la acción de
misteriosos instrumentos. Estas crisis se presentan como vinculadas con el fantasma de un embarazo.

La manifestación sintomática del sujeto está dominada por elementos relacionales que colorean sus
relaciones con los objetos, de modo imaginario. Se puede reconocer en ellas la relación anal. ¿Soy o no
capaz de procrear? Esta pregunta se sitúa a nivel del Otro. Lo que está en este sujeto es la pregunto ¿Qué
soy? ¿Soy?, es un significante fundamental. En la medida en que esa pregunta fue despertada, se
desencadenó la descompensación y se organizaron sus síntomas. Esta clave no se basta a sí misma. Se
confirma a partir de elementos de su vida pasada. Pudo observar un día una mujer de la vecindad que
emitía gemidos sin fin; estaba en un parto, al no poder culminarlo llegó el médico y vio en el corredor al
niño en pedazos.

El carácter feminizado del discurso del sujeto se percibe de inmediato. Se habla de sus preocupaciones
anales. Pero ¿en torno a qué gira su interés por sus excrementos? En torno a saber si puede encontrar en
ellos carozos de frutas capaces de crecer y ser plantados. 

En cuanto al accidente del tranvía. El tema único del embarazo domina en tanto significante de la pregunta
de su integración a la función viril, a la función de padre. Todo lo dicho cobra sentido en función de la
respuesta que ha de formularse sobre esa relación simbólica ¿Soy hombre o mujer?
Como en el caso Dora, ¿Qué es ser una mujer? Algo singular: la mujer se pregunta qué es ser una mujer,
del mismo modo que el hombre se pregunta también por la mujer. 

Para la mujer la realización de su sexo no se hace en el complejo de Edipo en forma simétrica a la del
hombre. La desventaja que e encuentra en la mujer en cuanto al acceso a la identidad de su propio sexo se
convierte en histeria en una ventaja, gracias a su identificación imaginaria al padre.

Capítulo 13. LA PREGUNTA HISTÉRICA II: ¿QUÉ ES UNA MUJER?

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Si lo que llaman reforzamiento del yo existe, no puede ser otra cosa que la acentuación de la relación
fantasmática, y más especialmente en el neurótico. El reforzamiento va en sentido opuesto al de la
disolución, no sólo de los síntomas, sino de la estructura misma.

Freud coloca al yo en relación con el carácter fantasmático del objeto. El yo está ahí como un espejismo,
lo que él llamo el ideal del yo. Su función es de ilusión, es fundamentalmente narcisista, y el sujeto da
acento de realidad a cualquier cosa a partir de ella. De esta tópica se desprende cuál es en las neurosis
típicas el lugar del yo. El neurótico hace su pregunta con su yo. La tópica freudiana del yo muestra cómo
una histérica o como un obsesivo usa su yo para hacer la pregunta, es decir, precisamente para no hacerla.
La estructura de la neurosis es una pregunta.

En Dora, Freud termina percatándose del objeto que verdaderamente le interesa a Dora (la señora K). El yo
de Dora, será el señor K. La afonía de Dora se produce durante las ausencias del señor K, Freud explica esto
de un modo novelesco. En realidad, la afonía aparece porque Dora es dejada en presencia de la señora K.
Todo acerca de las relaciones de ésta con su padre gira en torno a la fellatio. La identificación de Dora con
el señor K es lo que sostiene esta situación hasta el momento de la descompensación neurótica. Lo que dice
ella mediante su neurosis es, ¿Qué es ser una mujer?

A propósito del complejo de Edipo, Freud nunca dejó de insistir en la disimetría fundamental en ambos
sexos. Esta disimetría se debe a la relación de amor primaria con la madre, y evoca el elemento anatómico.
Se sitúa a nivel simbólico. Hablando estrictamente no hay simbolización del sexo de la mujer. Y esto porque
lo imaginario sólo proporciona una ausencia donde en otro lado hay un símbolo muy prevalente.
Es la prevalencia de la gestalt fálica la que, en la realización del complejo, fuerza a la mujer a tomar el
rodeo de la identificación al padre, y seguir por ende durante un tiempo los mismos caminos que el varón. El
acceso de la mujer al complejo se hace pasando por el padre, igual que el varón, debido a la prevalencia de
la forma imaginaria falo.

El falo es un símbolo que no tiene correspondiente ni equivalente. Lo que está en juego es una disimetría en
el significante. Esta disimetría determina las vías por donde pasará el complejo de Edipo. Ambas vías llevan
por el sendero de la castración. La experiencia muestra una diferencia llamativa: uno de los sexos
necesita tomar como base de identificación la imagen del otro sexo.
Donde no hay material simbólico hay obstáculo. Este defecto proviene del hecho de que lo simbólico carece
de material. El sexo femenino tiene un carácter de ausencia, de agujero, y hace que una disimetría esencial
aparezca. En los histéricos la pregunta no está siempre vinculada simplemente al material, sino a la relación
del sujeto con el significante en su conjunto, con aquello a lo cual el significante puede responder.

Parecería por una parte que lo simbólico es lo que nos brinda todo el sistema del mundo. Por otra parte, la
relación imaginaria está ligada a la etología, a la psicología animal. La relación sexual implica la captura por

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la imagen del otro. Ahora bien, la realización de la posición sexual en el ser humano está vinculada, nos dice
Freud, a la prueba de la travesía de una relación fundamental simbolizada: la del Edipo, que entraña una
posición que le hace desear el objeto de otro. Nos encontramos ahí ante una posición estructurada en la
duplicidad misma del significante y el significado. En tanto función la del hombre y la mujer está
simbolizada, en tanto es arrancada al dominio de la imaginario para ser situada en el dominio de lo
simbólico, es que se realiza toda posición sexual normal, acabada. La realización genital está sometida a la
simbolización.

Inversamente, la relación de identificación a partir de la cual el objeto se realiza como objeto de rivalidad,
está situada en el orden imaginario. El objeto se aísla, se neutraliza y se erotiza. Esto hace entrar en el
campo del deseo humano más objetos materiales que los que entran en la experiencia animal.

En ese entrecruzamiento de lo imaginario y lo simbólico, yace la fuente de la función esencial que


desempeña el yo en la estructuración de las neurosis. Cuando dora se pregunta qué es una mujer, intenta
simbolizar el órgano femenino en cuanto tal. Su identificación al hombre es el medio de aproximarse a esa
definición. El pene le sirve de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar.

Una vez comprometida la mujer en la histeria, su posición presenta una particular estabilidad: cuanto más
sencilla es una estructura, menos puntos de ruptura revela. Cuando su pregunta cobre más forma le es muy
fácil hacerla por la vía más corta, o sea, la identificación al padre. La situación es más compleja en la
histeria masculina. La pregunta histérica tiene menos probabilidades de formularse. Pero si se la formula,
también atañe la posición femenina. El factor común a la posición femenina y masculina por la histeria, se
trata de la pregunta por la procreación. Nada explica en lo simbólico el hecho de su individuación, el hecho
de que un ser sale de un ser; la procreación se escapa a la trama simbólica. La pregunta sobre la muerte es
otro modo de la creación neurótica de la pregunta, su modo obsesivo.

LACAN – “NOTA SOBRE EL NIÑO”

La función de residuo que la familia conyugal sostiene, pone de relieve lo irreductible de una transmisión;
que es de un orden distinto que el de la vida según las satisfacciones de las necesidades vitales, pero que es
de una constitución subjetiva que implica la relación con un deseo que no sea anónimo.
Las funciones del padre y de la madre se juzgan de acuerdo con una lógica de esa clase. La de la madre:
en la medida en que sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, aunque sólo fuese por la vía
de sus propias faltas. La del padre: en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el
deseo.

En la concepción que de él elabora Lacan, el síntoma del niño se encuentra en el lugar desde el que puede
responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. El síntoma se define en este contexto como
representante de la verdad: puede representar la verdad de lo que es la pareja en la familia.

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La articulación se reduce en mucho cuando el síntoma que viene a dominar resulta de la subjetividad de la
madre. Ahí el niño es interesado directamente como correlativo de un fantasma. La distancia entre la
identificación con el ideal del yo y la parte que toma en el deseo de la madre, si no tiene mediación (de la
se ocupa la función del padre), deja al niño abierto a todas las maneras de ser presa del fantasma. Se
convierte en "objeto" de la madre. El niño satura, sustituyendo ese objeto, el modo de falta en el que se
especifica el deseo (de la madre), sea cual sea su estructura especial: neurótica, perversa o psicótica.
Aliena en él todo acceso posible de la madre a su propia verdad, dándole cuerpo, existencia, e incluso
exigencia de ser protegido.

Él síntoma somático le da el máximo de garantía a esa falta de reconocimiento, ya sea para dar testimonio
de la culpabilidad, para servir de fetiche, etc. El niño en la relación con la madre, le da (sin mediación), lo
que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia, apareciendo en lo real.

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