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El caso de los comandos vascos

Resumen: Los nacionalistas vascos enviaron una milicia de gudaris (guerrilleros vascos)
a Francia a sueldo del ejército americano en 1945 para ser entrenados. El objetivo era
invadir y separar las Vascongadas de España. El entrenamiento, en el máximo secreto,
duró seis meses en un castillo de los Rothschild a 30 km de París. Este constituye el
primer embrión de ETA.

NOTA: El PNV es un partido masónico de la rama inglesa (Gran Logia, frente al Gran
Oriente, rama francesa). La ikurriña es básicamente una bandera inglesa. Sabino Arana
felicitó a Estados Unidos por la independencia de Cuba, y sus agentes trabajaron para
los americanos en Suramérica durante mucho tiempo. Todos los independentismos
(incluso el de Blas Infante) son de raíz masónica y están gobernados por potencias
extranjeras. Su finalidad es desmembrar España y evitar que una España fuerte haga
sombra a Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos. Como todos sabemos, no
reparan en medios, que incluyen el terrorismo más brutal.

Este origen masónico de la violencia vasca parece la razón obvia por la que los etarras
han tenido siempre un “santuario” seguro en Francia, que es un estado masónico.
También explica por qué no puede existir ninguna banda que no sea apoyada (por
omisión) por el sistema, y por qué en cambio es “imposible” acabar con las bandas
deseadas por el sistema.

El caso de los comandos vascos


Mikel Rodríguez
http://www.euskonews.com/0099zbk/gaia9902es.html

El caso de los comandos vascos

Mikel Rodríguez

Fueron días de muchas esperanzas, de mucha camaradería, pero sobre todo


queda la frustración. Que estuvimos muy cerca de haber logrado derrocar a Franco
en el 45, porque el exilio para muchos ha sido una tragedia personal y no
reconozco la Euzkadi por la que nosotros peleábamos en la actual. Así nos resumía
José Antonio Beleda su experiencia en el castillo Rothschild. De mayo a julio de
1945 se produjo el mayor intento militar del Gobierno Vasco por derribar al régimen
de Franco. En el mayor de los secretos se instaló en un suntuoso castillo de
Cernay-la-Ville un grupo de gudaris que recibieron una esmerada formación militar.
Se esperaba la caída del Gobierno de Madrid debido a las presiones de los Aliados
y estos hombres serían los encargados de mantener el orden público en el País
Vasco.

Aguirre, tras asumir en 1941 la representación legal del Gobierno de Euzkadi,


sondeó prudentemente en Washington las posibilidades de soberanía vasca en un
nuevo espacio político que abarcase la antigua España y Portugal. Su creencia era
que, si la Gran Guerra había permitido el surgimiento de muchos pequeños países,
al término de la contienda se produciría una nueva reestructuración de los estados
europeos. El Lendakari y el PNV deseaban lograr un ámbito político propio para
Euskadi en esta nueva Europa. J. A. Aguirre deseaba que el restablecimiento de la
democracia en España conllevase el autogobierno del País Vasco y la hegemonía
del PNV en ese autogobierno. Para lograr sus planes, el Presidente lo fiaba todo a
una solución que debía venir del exterior, concretamente de los Estados Unidos.

El escudo de la Baronía de Rothschild que coronaba la entrada del "Château".

La función del Gobierno Vasco era construir el embrión de un aparato estatal, sobre
todo, la fuerza militar. Se organizó así "Euzko-Naya", el ejército del interior, y se
logró el control de la Brigada Vasca de la UNE. Pero era necesario algo más y se
negoció con los Estados Unidos la formación intensiva de un millar de hombres. La
operación se llevaría a cabo en el mayor de los secretos. El primer grupo,
seleccionado por Primitivo Abad, lo componían unos setenta veteranos del Batallón
Gernika, cuarenta jóvenes procedentes del interior y media docena de "niños de la
guerra" provenientes de Gran Bretaña,

En mayo se constituyó la unidad. Se produjeron por lo menos cuatro embarques en


ferrocarril hasta París. Allí, Iñaki de Durañona los recibía en la estación,
conduciéndoles a un camión cubierto del ejército norteamericano. Tras un corto
viaje, los componentes de la expedición se encontraban en el jardín de un
imponente palacio. Era el castillo Rothschild, en Cernay-la-Ville, a unos treinta
kilómetros de la capital. Unos oficiales americanos, con ayuda de intérpretes, les
interrogaban respecto a su pasado y les hacían firmar un documento. El contrato,
en inglés, se hacía entre los particulares y el Gobierno de Estados Unidos. Por seis
meses serían empleados de este Gobierno. Se establecía un sueldo muy
substancioso y los firmantes se comprometían a mantener el secreto y a no
traspasar los límites del recinto, A continuación recibieron su equipo: uniforme de
campaña, uniforme de recreo, monos de trabajo Herringtone, tres pares de botas
silenciosas con gruesas suelas de caucho, etc...
Los gudaris aprendieron el manejo de los vehículos de tracción total: en la foto, sobre un
Jeep Willis

Los oficiales quedaron muy satisfechos con el material humano: físicamente muy
aptos, motivados e "ideológicamente correctos". El comandante Warner comentó
que era el mejor grupo que había tenido. Aunque entre los vascos no había rangos,
se reconocía una jerarquía de facto: Primitivo Abad, Landa, Esturo y Fernando
Echegoyen entraban en ese reducido grupo de líderes.

Todos los días, tras el preceptivo saludo a la bandera americana, transcurrían


varias horas de ejercicios físicos y se impartían clases teóricas: cartografía, tácticas
de combate, utilización de armamento, técnicas de comunicación, primeros auxilios,
técnicas de camuflaje... Los gudaris aprendieron a utilizar todas las armas ligeras
del ejército USA. También les enseñaron a conducir vehículos de tracción total. Se
les entrenó como rangers, los comandos estadounidenses. Probablemente, este
entrenamiento constituyó una solución de compromiso ante la imposibilidad de
formar una academia de oficiales previa a la organización de un ejército vasco.
Los ejercicios físicos ocupaban
la mayor parte del tiempo. El
combate cuerpo a cuerpo incluía
técnicas de lo más novedoso,
como el jiu-jitsu y el yudo. Por la
tarde se realizaba la parte
práctica de lo aprendido a la
mañana: preparación de cargas
explosivas, desmontaje y
limpieza de las armas... También
algunas noches se dedicaban a
las prácticas, teniendo los
comandos que orientarse en el
bosque mediante la brújula o las
estrellas. Los instructores constituían un grupo variopinto: estadounidenses de
origen anglosajón o mejicano y el británico Fairbanks, una leyenda en el mundo de
las artes marciales. La moral era buena. En una visita del Lendakari, el comandante
americano presentó a la unidad como los futuros oficiales del Ejército de Euzkadi.
Incluso se permitieron redactar un periódico, el Okay, del que salieron dos números.

Dos gudaris junto a las únicas mujeres presentes en el castillo: la familia del apoderado del
barón.

El día 8 de julio, domingo, les comunicaron la fatídica orden: el curso se acababa y


todos deberían volver a sus lugares de origen. El rumor más repetido era que José
Antonio Aguirre no era bien visto por el presidente Truman, que se desentendió de
los compromisos adquiridos por su predecesor. La disolución de la unidad
respondió principalmente al interés del Departamento de Estado en no propiciar la
lucha armada en España en el contexto de la Guerra Fría. Una hipotética
intervención bélica podía favorecer al PCE, la fuerza más organizada e implantada.
Dos gudaris practicando el remo en el lago del castillo.

En el nº 2 de Okay, se podía leer: "Capitán Plastic, si nuestro semanario sale hoy


es para saludar a vuestro gran país, para testimoniar a ustedes nuestro respeto a
todos los profesores. Aquí vivió un centenar de muchachos de condición muy
diversa y de mentalidad muy variada, en paz y concordia. Nacidos en un País Viejo
de tradición democrática, de buena ley, con el temple que da a las almas la
honradez, desterraron del Valle Secreto las diferencias que separan a los hombres,
dieronse la mano el gesto fraternal y vivieron un pequeño ideal de convivencia que
haría felices a los pueblos".

De los gudaris desmovilizados la mayor parte volvió a España. Otros quedaron en


Francia, al servicio del Gobierno Vasco, enrolados en la Legión Extranjera o como
simples civiles. Algunos de éstos figuraron entre los primeros instructores de ETA.

Mikel Rodríguez, profesor de Historia


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