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Fuente 2:
Difícil tarea fue para nuestros legisladores decidir por la viabilidad de la pena
de muerte para los violadores de menores de edad. Dicho debate de por sí,
siempre es sumamente polémico, toda vez que de tener luz verde, implica que
el Estado peruano se aparte de las Convenciones Internacionales sobre
Derechos Humanos de la que es parte, y ello repercutiría sobre una probable
reforma constitucional.
En Estados Unidos de Norteamérica, en 1997 un adolescente de 15
años falleció producto de una violación, y la declaración de Elvia Gonzáles,
madre del menor, dijo lo siguiente “…Siento que es legítimo que yo pida
justicia, no estoy pidiendo venganza, estoy pidiendo justicia y siento que los
castigos deben de ser al nivel de los delitos, que no tengo porqué respetar la
vida de quien no respetó la vida de mi hijo. Por supuesto que es legítimo, si el
crimen y el castigo no van juntos no se cierra un ciclo…”.
No es legítimo defender la pena de muerte por varias razones. En primer
lugar, porque es lógico que aquella madre, o las víctimas pidan el mayor
castigo posible para con el agresor, no sirve de nada y no es aceptable, pero
es completamente razonable que la ira haga decir o pensar con el hígado. Pero
el Estado peruano no es, no puede, ni debe ser nuestro sicario personal,
mucho menos nuestro vengador anónimo.
El Estado no puede tener el poder de ejecutar, sería un mal comienzo,
toda vez que la persona ya está apresada. Y cuando veamos que este tipo de
crímenes no disminuyan ¿cómo fundamentar todo el costo de implantar esta
pena?, lo que es peor, cuando ejecutemos al primer inocente ¿cómo se
justificaría dicha medida?
En segundo lugar, la pena de muerte en nuestro país es injustificable
porque aquella persona que viole a otra persona (menor de edad), no por el
hecho de cometer dicho ilícito penal deja de ser persona humana para
convertirse en un animal enfermo. De esta manera, y aunque cueste creerlo y
suscite indignación, dicho sujeto por ser persona humana se encuentra
revestido de derechos humanos, como es el derecho a la vida (Convención
Americana de los Derechos Humanos suscrita en San José de Costa Rica el 22
de Noviembre de 1969, y de la que el Perú es parte), y nadie, ni el Estado
peruano se encuentra facultado para arrebatarle tal privilegio.
Asimismo, no comprendo porque se insiste tanto en incorporar en el
sistema de penas la pena de muerte, ya que por una cuestión personal, de
derechos humanos y de valores la rechazo completamente. Que se implante
dicha medida no arregla absolutamente nada y los países que la aplican lo
hacen porque no son capaces de hacer cumplir las leyes como debe ser. El
peor castigo que puede tener un ser humano es la reclusión perpetua y si
entran por una puerta y salen por la otra, es por un mal cumplimiento de las
leyes.
Invoco a nuestros legisladores a no desviar la atención del problema, no
se trata de proponer nuevas penas, sino de fiscalizar el cumplimiento de las
existentes (las penas para los violadores se han incrementado y se condena
hasta con cadena perpetua). Dentro de este contexto, radica la responsabilidad
directa en los administradores y operadores de justicia, en la Policía Nacional
del Perú y en el Ministerio Público.
De otro lado, asumamos por un segundo, que el Estado peruano da luz
verde a la pena de muerte para los violadores de menores de edad y la
incorpora en la legislación penal, y asumamos también que la pena de muerte
es la medida más eficaz y apropiada para frenar dicho delito. Sinceramente no
creo que sea así, ya que numerosos trabajos científicos realizados en
diferentes países, con distintas metodologías, no han podido probar que ella
disuada a los delincuentes (violadores de menores de edad) en forma más
efectiva que otros tipos de pena. Es más, no existe una relación entre el
aumento y disminución de la criminalidad y el aumento y disminución de la
dureza de las penas. No es admisible crear en la sociedad sentimientos de
angustia y de miedo, y de esta manera bloquear los intentos de humanizar el
derecho penal. Pero ello acontece, y la sociedad peruana no es ajena a tal
realidad, en épocas de crisis en las que las grandes masas de la población se
muestran proclives a quebrantar la norma y con ello a la delincuencia.
Para finalizar, remarco dos aspectos importantes. Primero, la sociedad
no puede justificar la pena de muerte como un merecido castigo para crímenes
aberrantes (violación de menores de edad), de justificarla, lo que se estaría
haciendo es utilizar al sistema penal como instrumento de venganza. Segundo,
aquellas personas que desean implantar la pena de muerte, no hacen más que
desviar la atención de la sociedad sobre otros problemas, siendo que la
criminalidad aumenta por una multiplicidad de factores que nada tienen que ver
con la presencia o no de la pena de muerte en nuestra legislación penal; entre
otras, la pobreza extrema, la precariedad de vivienda, los contratos basura en
materia laboral, la inestabilidad y la falta de empleo, la desaparición de otros
métodos de control social y sobre todo la exclusión del sistema de producción.
Cueva R., R. (24 de febrero de 2012). Reflexiones sobre la instauración de la
pena de muerte en el Perú (énfasis en los violadores de menores de edad).
Recuperado de http://www.panoramacajamarquino.com/noticia/reflexiones-
sobre-la-instauracion-de-la-pena-de-muerte-en-el-peru-enfasis-en-los-
violadores-de-menores-de-edad/
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