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DESARROLLO URBANO Y RURAL

El desarrollo urbano está ligado a la cuidad y a la demografía. Este desarrollo se expresa como la
funcionalidad urbana que “surge como condición para un buen desempeño de la economía y el
mejoramiento de las condiciones de vida de la población”. Es además, como dice Jordan y Simioni
(1998), un proceso cuya forma de organización urbana se “presenta como parte de cualquier
solución económicamente racional a los esfuerzos de una sociedad para enfrentar los problemas
tradicionales de producción, distribución y consumo”; asimismo, de educación, comunicación y
salud.

Estilos de vida y consumo

Los estilos de vida de la gente están relacionados en forma estrecha con el medio ambiente y los
inventarios de recursos naturales. Los estilos de vida se encienden como la “forma de vida de las
personas”. Estos estilos están “determinados por un conjunto de factores (físicos, sociales,
laborales y ambientales) que dependerán tanto del individuo como del complejo entorno que le
rodea, dando lugar a estilos de vida medianamente saludables”. Conquistar un estilo de vida
saludable es una condición necesaria para garantizar niveles básicos de salud. Sin embargo, la
relación del consumo con los estilos de vida se define, por un lado, por el modelo de crecimiento
y, por el otro, por el sistema de producción que se distingue por ser unidireccional, el cual consiste
en extraer, producir, consumir y desechar recursos.

El consumo sin freno eleva el riesgo de agotar los recursos naturales, en tanto que el planeta
Tierra es un bien común finito del que una parte de la sociedad humana consume mucho y la otra
consume poco. La intensidad de las actividades antropogénicas esta alcanzando los umbrales, de
manera peligrosa, de los bienes mas importantes para la humanidad: bosques, agua, aire y suelo.
A la par, se promueve el consumo de productos que han sido diseñados para la “obsolescencia”. El
consumo, definido por la publicidad, induce al consumidor a adquirir tan rápido como lo sea
posible el nuevo modelo. Esta forma de consumo crea, por un lado, prosperidad y, por el otro,
socava o corta los recursos naturales y luego, en breve tiempo, se les entierra o se les quema
(McDonough y Braungart, 2002).

Democracia, equidad, paz, ciudadanía.

¿Puede haber democracia, equidad y paz en una sociedad donde sus ciudadanos no leen? ¿En una
sociedad en la que los canales de información se saturan de subinformacion y desinformación?
(Sartori, 1998). Dentro de la población pobre existen grupos que sufren dichas condiciones de
forma más acentuada, sea “el caso de las mujeres que constituyen alrededor de 60% de los pobres
del mundo y una amplia población infantil sometida a condiciones de privación y pobreza”. Lejos,
muy lejos, quedan la democracia, la equidad y la paz mientras predomine el imperio de la
inequidad. Se trata de problemas abiertos, complejos y contravertidos cuya posible vía de solución
es la educación.

Aquella debe ser, sugiere Chamorro, “esencialmente educación para la reflexión. Paralelamente, la
educación debe contribuir a universalizar la visión del mundo que tenemos, pero sin que
perdamos nuestras raíces más profundas”. Es pues, la educación para la sustentabilidad, pero
sobre todo es el primer escalón hacia la democracia, la equidad, la paz y el principio de
responsabilidad que capacite y permita a la ciudadanía ejercer por completo sus derechos e
intervenir en los procesos de toma de decisiones.

En este mismo sentido, la Declaración sobre Santiago sobre democracia y confianza ciudadana: un
nuevo compromiso de gobernabilidad para las Américas declara que “la consolidación de la
democracia en la región requiere de una cultura basada en principios y valores democráticos
profundos y en la vivencia cotidiana de ellos. Estos valores deben fomentarse a través de una
educación para la democracia”. La educación tiene como propósito lograr el saber. Se entiende,
entonces, el saber es producto de la educación.

Intervención en comunidades

La intervención es un enfoque que se deriva de la psicología de la intervención social. Esta, a su


vez “surge como respuesta a la necesidad de analizar y actuar sobre los problemas de las
interacciones personales en sus diversos contextos sociales”. Su acción, reflexión e investigación
tiene como principal marco de referencia a la psicología social, la antropología, la sociología y
otras disciplinas afines. En este marco, los procesos de intervención en las comunidades procuran
generar cambios de largo plazo en los sistemas sociales en los que los grupos vulnerables están
inscritos. Especialmente cuando estos son objeto de exclusión, discriminación, racismo y
xenofobia.

Los problemas que abordan las tareas de intervención “tienen que ver con los múltiples niveles y
con los procesos complejos que encierra la relación entre el individuo y su contexto social,
especialmente con los procesos que definen la forma en que las necesidades individuales y
colectivas son satisfechas en ese medio social”. Es decir, toda acción es por y para la humanidad
en la que los aspectos sociales y su relación con los problemas ecológicos atraen una mayor
atención. Esta intervención podría ser preventiva, proactiva y de mejora para la calidad de vida.

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