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Hechos 6, cuando se requirió de un grupo de personas que velaran por las

necesidades físicas de la congregación. El problema no era que los líderes no


estuvieran trabajando; ni que la espiritualidad de la congregación fuera
deficiente. El punto problemático tenía más que ver con la administración del
ministerio. La solución dada fue la creación de este grupo de varones, que
antes no existía como tal, que se encargarían de esa área administrativa del
ministerio, mientras los apóstoles se dedicarían diligentemente a la enseñanza
y la oración.

Ministerio centrado en el Pastor

reclutar, capacitar y poner a funcionar a las personas a quienes Dios ha


dotado para realizar los diferentes ministerios de la iglesia. Mientras más
liberemos nuestro tiempo de tareas para las cuáles Dios ha dotado personas
dentro de nuestra iglesia, más podremos enfocarnos en aquellas partes del
ministerio que nadie puede hacer mejor que nosotros.

Los pastores pueden trabajar mucho, pero hasta que no descentralicen el


ministerio, no alcanzarán el potencial ministerial que pudieran tener usando los
dones que Dios ha repartido en esa congregación en particular.

Eliminar

Cada líder establece su propio rumbo, metas y estrategias para su ministerio,


resultando en muchos esfuerzos apuntando en cientos de direcciones que no
llevan a la Iglesia hacia ninguna parte. Por eso vemos iglesias muy activas que
no están creciendo al ritmo que se esperaría a juzgar por los esfuerzos de sus
miembros.

El liderazgo de nuestra iglesia decidió que nuestro sueño consistiría en ser “Una
comunidad que glorifica a Dios guiando a las personas a una relación
creciente con Cristo”. Con un fuerte énfasis en la palabra comunidad que
glorifica a Dios, subrayamos tres relaciones básicas en las que buscamos que
las personas crezcan: a) Relación con Dios; b) Relación cristocéntrica con los
creyentes; y c) Relación de influencia con lo no creyentes.

Determinamos también que nuestra misión como Iglesia es Hacer Discípulos


(Mateo 28:18-20) y el ambiente a donde queríamos llevar a todas las personas
sería la comunidad misma, traducida en la práctica, en grupos pequeños y el
culto congregacional. Decidimos llevar a las personas en esa relación
creciente con Cristo a través de tres pasos estratégicos:
1. CONOCE (actividades y eventos a los que las personas llegan como nuestros
invitados);

2. CONÉCTATE (actividades y eventos a los que las personas llegan como


nuestros amigos);

3. COMPROMÉTETE (actividades y eventos a los que las personas llegan como


nuestra familia).

Siguiendo estos pasos estratégicos, organizamos actividades o ambientes en


los que la gente no creyente tenga un primer contacto con la Comunidad; ya
que nos han conocido, nuestro desafío es convertirlos en amigos, para que
con el tiempo, lleguen a ser parte de la familia. Como vemos, se trata de una
relación progresiva y creciente con Cristo que lleva a una persona de ser
incrédulo a ser discípulo comprometido del pueblo de Dios.

Una vez que establecimos el rumbo que seguiríamos como Iglesia,


comenzamos a reestructurar y reordenar los elementos del sistema para que
todos apuntaran en la misma dirección. No ha sido nada fácil, pero el esfuerzo
ha dado resultados satisfactorios, hemos visto cómo el Espíritu Santo usa esta
sencilla estrategia para convertir hijos de ira en Hijos de Dios.

Quizá en tu iglesia ha faltado un rumbo general claro y definido, por eso todos
los ministerios están tratando de hacer su mejor esfuerzo, pero en diferentes
direcciones. El resultado es que no se percibe tangiblemente el avance de la
iglesia a través de sus ministerios. Quizá es tiempo de llevar al liderazgo en un
retiro para definir el rumbo, la filosofía de ministerio, la misión, la visión y la
estrategia, entre muchas otras cosas, para que todos los elementos que
componen la iglesia apunten en una sola dirección.

Líderes desenfocados

Es muy común ver a los pastores y líderes de las iglesias empleando horas y
horas a la semana en el ministerio. Si echamos un vistazo a nuestras agendas
notaremos que raras veces hay una noche desocupada o un espacio
intencionalmente destinado para nuestras familias. Estamos invirtiendo nuestro
tiempo en el ministerio. Pero aun así, no se ve el fruto proporcional a nuestros
esfuerzos en términos del crecimiento resultante.

Este es un problema que todos enfrentamos como líderes. Quisiera sugerir que
el problema no está en cuánto tiempo estamos invirtiendo, sino en la falta de
enfoque que solemos tener en el ministerio. Estamos invirtiendo horas y horas
en diversas cosas, en vez de enfocarnos en dos o tres que sean fundamentales
para el desarrollo del ministerio y sean congruentes con nuestros dones. La
misma historia ocurre con los demás líderes. Están haciendo malabares con seis
pelotitas a la semana y eso resta eficiencia en lo que hacen por su falta de
enfoque.

Siempre aducimos que no hay gente que ocupe las vacantes ministeriales, y
por eso, tenemos que hacer muchas cosas diferentes a la vez. Pero eso no
podría estar más lejos de la verdad. Dios nunca abandona Su iglesia y Él ha
repartido los dones necesarios en la gente que se congrega para suplir las
necesidades ministeriales. Debemos dejar de promover un desenfoque en
nuestros líderes y pedirles que se dediquen a uno o dos aspectos del ministerio
a lo sumo, pero que lo hagan con todo su esfuerzo enfocado. Los líderes
enfocados redundarán en ministerios de calidad, crecientes y efectivos.

En nuestra iglesia dejamos de medir el compromiso con Cristo de acuerdo con


el número de eventos o ministerios en los que participaban las personas por
semana. Para que las personas se enfoquen ahora medimos el compromiso
con las siglas ADAMI. Los discípulos comprometidos son discípulos ADAMI:

Adoran (participan en el culto comunitario dominical);

Diezman (diezman fielmente al Señor);

Aprenden (participan en un grupo pequeño durante la semana y/o un grupo


pequeño dominical);

Ministran (participan enfocadamente en un ministerio de la Iglesia según sus


dones);
Influyen (invierten tiempo intencional en la relación con sus conocidos, amigos
y familiares no creyentes y los invitan oportunamente a los eventos donde
puedan conocer a la comunidad y el ministerio de la Iglesia).

Al clarificar las expectativas, hemos permitido que la gente enfoque sus


esfuerzos y optimice el tiempo para cumplir todas sus responsabilidades
cristianas como empleado, padre o madre, hijo o hija, y demás papeles
semejantes. Todo esto redunda en un mayor número de líderes enfocados; es
decir, haciendo una o dos cosas en el ministerio general de la Iglesia, pero
haciéndolas con toda su dedicación y atención. Contrario a lo que piensen
algunos, cuando los líderes se enfocan, no pierden compromiso, sino lo
fortalecen.

Sistemas en Competencia

En muchas de nuestras iglesias no sólo los líderes están desenfocados, sino


también los diversos ministerios. Estamos muy acostumbrados a iniciar
ministerios de acuerdo con la última moda, el último curso que hayamos
tomado, o la idea que está funcionando en la iglesia de enfrente. No hay
nada malo en iniciar nuevos ministerios; el problema viene cuando vamos
traslapando varias capas de sistemas ministeriales que al final de cuentas,
entran en competencia por recursos económicos y humanos.

La Escuela Dominical infantil compite con el “Club Buenas Nuevas”. El grupo


juvenil de los viernes, compite con los que atienden a los jóvenes los domingos
en la mañana. El grupo de oración compite con el ministerio de Deportes. El
Estudio bíblico de los miércoles compite con los grupos pequeños de entre
semana. En fin, ponemos ministerio sobre ministerio sin darnos cuenta cómo lo
nuevo y lo antiguo compiten entre sí. El resultado es una iglesia con mucha
actividad, pero sin avanzar hacia el mismo punto. Sin mencionar, los conflictos
interpersonales que se dan cuando los líderes ven amenazado su nicho
ministerial por la incursión de un nuevo grupo de ministerio con quienes
tendrán que competir por recursos humanos y económicos.

Para comenzar a salir de este embrollo, nos preguntamos cuál era la visión,
misión, estrategia, filosofía de ministerio y expectativas de los discípulos de
nuestra Iglesia. Luego comenzó el doloroso proceso de alinear todos nuestros
ministerios con el rumbo en el que habíamos decidido ir. Fue doloroso, porque
tuvimos que dejar ir varios programas que amábamos, pero que ya no
estaban cumpliendo su propósito en el contexto actual de nuestro ministerio.
En ese proceso tuvimos que recordarnos que las formas de hacer el ministerio
no necesariamente son canónicas, sino más bien, son tradicionales. Aun
cuando amamos y respetamos nuestra tradición, había que enfocar nuestro
ministerio de acuerdo con la visión. Ciertas formas del pasado, ya no
encajaban con el presente.

Por ejemplo, solíamos tener un estudio bíblico los miércoles a las 8:00 pm al que
asistían como 15 personas. Al sacrificar ese estudio y reemplazarlo con un
sistema de grupos pequeños durante la semana, descubrimos, que al dar
opciones de horarios y lugares diversos, las personas se conectaban más para
estudiar la Biblia entre semana. Sencillamente, el ritmo de la vida urbana
moderna no correspondía a la inflexibilidad de tener un estudio bíblico un solo
día y a una misma hora. Así tuvimos que hacer con cada uno de los
programas que hacíamos para alinearlos, estructurarlos y organizarlos de tal
manera que guiaran a las personas a una relación creciente con Cristo.

Si tu iglesia está trabajando fuertemente y no ves los avances, cuestiona


donde hay sistemas en competencia que están estorbando el crecimiento
fluido de la congregación. Luego, toma esas decisiones difíciles y reestructura
todo para que de una forma, lógica y natural, vaya conduciendo a las
personas hacia donde las quieres llevar.

En nuestro caso, decidimos que por cada grupo de edad, sólo haríamos tres
cosas:

1) Reuniones enfocadas para invitar personas nuevas de esa etapa o


condición en la vida;

2) Eventos especiales y Retiros para las personas que ya estuvieran conectadas


con la Iglesia de ese grupo de edad, y

3) Grupos pequeños homogéneos de ese grupo de edad o condición en la


vida.
De esta forma, en cada ministerio, ya sea de jóvenes, universitarios, solteros,
varones, mujeres o matrimonios tenemos exactamente los mismos tipos de
actividades. Al limitar el tipo de actividades y ordenarlas estratégicamente
hemos evitado entrar en conflictos de sistemas y enfocar los ministerios para
que lleven a las personas, sin importar de qué grupo estemos hablando, al
mismo lugar.

Los sistemas en competencia atrasan el crecimiento. En tanto que los sistemas


organizados, de cooperación y estratégicamente ordenados llevan al
cumplimiento de la misión.

Ministerios enfocados sólo hacia adentro

Cuando la iglesia enfoca su ministerio sólo hacia adentro, va perdiendo su


potencial para crecer. Cuando dejamos de ser intencionales en alcanzar a
nuevas personas y nos ocupamos sólo en mantener a los que ya están
adentro, la iglesia entra en una especie de letargo espiritual que impide su
crecimiento. Normalmente, al revisar la programación ministerial de una iglesia
apagada e indiferente, notarás que el común denominador es que todo lo
que hacen está orientado hacia los de adentro.

Por otro lado, las iglesias vivas y crecientes tienen la característica de ser
intencionales en estar alcanzando, por medio de sus ministerios, a personas
que no conocen a Cristo. Las personas recién convertidas inyectan nueva
vitalidad a la iglesia. Su entusiasmo por Cristo, despierta a los antiguos
miembros de su apatía. Tiene un efecto vivificante el ver, en primera fila, lo que
Dios hace en la vida los demás.

En nuestra iglesia uno de esos esfuerzos hacia fuera se llama “Mundo S”. Se
trata de un programa para niños y sus padres en el que se enseñan valores por
medio de la actuación, música y multimedia. Los sábados a las 7:00pm
nuestras familias tienen una oportunidad de invitar a sus conocidos, familiares y
amigos a pasar un rato agradable que sirve como introducción a la
comunidad de nuestra iglesia. Esto abre la puerta a conversaciones
espirituales que desembocan, posteriormente, en la presentación del
evangelio.

Otro de los esfuerzos intencionales hacia afuera es nuestra clase para visitas
que le llamamos “Punto de Partida”. A todos los que asisten como invitados al
culto les ofrecemos esta clase que tiene dos finalidades: 1) Ser buenos
anfitriones de nuestros visitantes y 2) Dar una probadita de lo que es estudiar la
Biblia en un grupo pequeño. La mayoría de las personas que participan en
Punto de Partida continúan viniendo. Al terminar sus 7 lecciones iniciales, los
conectamos de inmediato al siguiente curso básico y así sucesivamente hasta
llegar a ser miembros en plena comunión de la Iglesia. Esta estrategia ha
rendido magníficos frutos. No hay nada como ser testigos de lo que Dios va
haciendo en la vida de personas que llegaron a la iglesia siendo no creyentes
y poco a poco, fueron experimentando una relación creciente con Cristo.

Si al hacer un balance de tu programación ministerial descubres que todo está


orientado hacia adentro, entonces habrá llegado el momento de hacer
cambios en los que incluyas esfuerzos intencionales para alcanzar a nuevas
personas para Cristo.

Falta de evaluación

Un ministerio que no se evalúa constantemente está destinado a perpetuar sus


propios errores. La evaluación mantiene el enfoque, el entusiasmo, la
innovación y la creatividad. Si no evalúas, nunca sabrás si estás cumpliendo la
misión.

Muchas iglesias realizan actividad tras actividad, programa tras programa y no


separan tiempo para celebrar los logros, corregir los errores, ajustar las
estrategias, prever posibles problemas y planear para el futuro. La evaluación
es fundamental para mejorar la efectividad del ministerio.

Nuestro equipo ministerial se reúne cada lunes a las 10:00am. En esa reunión
celebramos la obra que Dios hizo durante el fin de semana; comentamos
nuestros errores cometidos, sus posibles soluciones y nos preparamos para los
desafíos de la semana en curso. La constancia en la evaluación nos ha
permitido estar mejorando continuamente lo que hacemos.

También una o dos veces al año nos reunimos por dos o tres días consecutivos
para evaluar nuestras estrategias ministeriales y reestructurar todo aquello que
sea necesario. En esas reuniones de evaluación, poco a poco, se ha ido
forjando toda nuestra filosofía de ministerio.
Evaluar requiere tiempo, esfuerzo y constancia, pero tiene un efecto positivo
en el crecimiento de tu iglesia. Comienza a planear esos tiempos regulares
para evaluar en todos los niveles del ministerio en tu iglesia.

Conclusión

Una Iglesia con un liderazgo diligente, una vida espiritual sana y una
administración ministerial adecuada tendrá como resultado un crecimiento
constante. Si tu iglesia no está creciendo revisa cuidadosamente cada uno de
estos tres aspectos y trabaja en los ajustes necesarios. Aquí nos hemos
dedicado a reflexionar sólo en el aspecto administrativo del ministerio, pero el
crecimiento viene cuando se da una combinación positiva de los tres. Por lo
demás, abócate como líder al ministerio que Dios te ha dado, fomenta una
vida cristocéntrica dentro de tu iglesia y revisa constantemente el aspecto
administrativo de tu ministerio. Nuestro sueño debe ser ver iglesias crecientes,
sólidas y dando testimonio del glorioso evangelio de Jesucristo.

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