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Commonwealth (Negri & Hardt) - Parte 1-3 - Diego Ahumada Rivera

En el libro que se reseña a continuación, los autores establecen líneas generales a través de las
cuales proponen analizar la modernidad capitalista, desde sus antecedentes hasta presentar
una alternativa (la llamada “altermodernidad”). La propuesta teórica de Negri y Hardt busca
rescatar desde la teoría marxista, el concepto de biopolítica de Foucault y el estudio de los
movimientos de resistencia de la década de los 90 (sobre todo en latinoamérica) una visión
que reivindique los ejercicios de resistencia a la modernidad que escape a la dicotomía
opresores-oprimidos, propia de los estudios tradicionales.

En la primera parte del libro, Negri y Hardt examinan los inicios de las constituciones
modernas, apuntando a la centralidad del concepto de propiedad presente en ellas. Los
autores parten (a partir del prólogo) de la premisa que versa el carácter apocalíptico de los
estudios actuales sobre la modernidad. Pero antes, establece la perdida hoy en día de la
centralidad del trabajo y el decaimiento de sistema de Estado-Nación en pos del aumento de
poder de grupos económicos transnacionales (globalizados). Pero esto no solo supone la
expansión del sistema capitalista como lo postulan los marxistas tradicionales, a esto hay que
sumarle la influencia del capitalismo en las relaciones sociales, como es capaz de ser
productor de subjetividades.

De la perdida de la centralidad del trabajo, los autores apuntan a una transición de clase
trabajadora a un grupo que amparan bajo el concepto de multitud, tomado de diferentes
autores. Esta multitud se ve en las diversas resistencias de ciertos movimientos sociales como
la guerra del agua en Bolivia o los Zapatistas mexicanos, pasando por las luchas identitarias.
La multitud, con todas sus dimensiones, pasa a tomar el lugar de la clase obrera en las luchas.

Siguiendo lo anterior, entra un concepto central a la propuesta del libro, el concepto de


“común”, que se vería reivindicado por las luchas de la multitud con su diverso componente
humano. Se rescata mucho los movimientos indigenistas en este concepto, con los que
termina de desarrollar, además, el concepto de alter-modernidad: un concepto que se
desprende del conflicto entre modernidad y anti-modernidad, pero que busca desprenderse de
esta dicotomía para pensar en una modernidad inherentemente conflictiva y una salida que
permita resistir a las relaciones de poder que propone la modernidad.
Estas relaciones de poder (jerárquicas, dicotómicas e injustas) los autores las consideran
como propias de la modernidad, donde el problema del poder se debe responder con una
propuesta descentralizadora, tanto a nivel global como dentro del Estado-nación. Los autores
ven antecedentes en los movimientos sociales indigenistas de una política horizontal.

Esta concepción del poder, crítica de las relaciones impuestas por la modernidad tienen su
base en el concepto de biopolítica propuesto por Foucault. El poder corporeizado es
productor de subjetividades, de hecho, Negri y Hardt postulan más adelante que la teoría del
valor se queda corta en un contexto donde el capitalismo ya no solo produce bienes
materiales cuantificables, sino además una dimensión subjetiva que no puede ser medida
fuera de la lógica del capital biopolítico.

Este punto de vista (el biopolítico) permite a los autores hacerse cargo de la pérdida de la
centralidad del trabajo y a la vez, su extensión a la vida social: los cuerpos y la lógica
capitalista no pueden ser separados en la modernidad, pero este concepto permite la
reivindicación de las resistencias de la multitud (lo que llama “acontecimiento biopolítico” en
Foucault).

A través de los estudios de la escuela de Frankfurt, los autores notan la crítica a la


modernidad en lo que se llama la dialéctica de la ilustración; sin embargo critican su
pesimismo y su falta de propuesta a una alternativa, la cual señalan, se encuentra en su
propuesta de altermodernidad, como superadora de la dicotomía antimodernidad-modernid

Crítica a la Commonwealth
Después de una revisión de esta propuesta, hasta donde se ha llegado queda la duda de si este
libro ha resistido la prueba del tiempo en sus análisis. Su estudio del poder corporeizado y sus
esperanzas en las revoluciones subalternas y la multitud como lo que sería en los estudios
clásicos el “sujeto” (o sujetos) revolucionario (s) dan la impresión de subestimar la lógica del
capital en el contexto actual.
Vale decir, además, que la disputa por el poder y el gobierno de estas “multitudes” no parece
tener una salida expresable por los autores. Si bien los movimientos sociales pueden haber
presentado una propuesta de organización, la última década latinoamericana también ha
demostrado que las fuerzas reaccionarias pueden disputar y recuperar los espacios en los que
se ve desplazada mediante el uso del poder “vertical” que los autores atribuyen a la
modernidad. Queda la duda entonces del cómo resolver la cuestión del poder y la toma del
mismo por parte de los subalternos.

La commonwealth y el movimiento de “Aysén x aysén”


En febrero del año 2012 la región de Aysén comenzó un proceso de movilización con
antecedentes en el movimiento Patagonia Sin Represas. Como coyhaiquino, tuve la
posibilidad de experimentar de primera mano este movimiento y ser testigo de las dinámicas
que se fueron desarrollando en los dos meses que duró la movilización.

Además de las propuestas de carácter ecológico que los medios nacionales relacionaban a la
instalación de un mega-proyecto hidroeléctrico, se sumaron reclamos relativos a la situación
de abandono de las zonas extremas y los problemas de conectividad, además del costo de la
vida y las luchas de los pescadores artesanales de la región, en el contexto de la polémica por
la Ley de Pesca. En estos meses, un grupo de camioneros bloqueó las entradas que conectan
la ciudad con el resto del país, realizando una auténtica “toma de la ciudad” por parte de los
pobladores de Coyhaique. La reacción del gobierno de derecha de turno fue de una represión
sin precedentes.

Ante esta represión, todas las noches se realizaron barricadas en distintos puntos de la ciudad,
puesto que la demanda era sentida por la transversalidad de los habitantes. No solo era la
clase obrera, sino además clases acomodadas y clases medias las que formaban parte y
apoyaban las acciones de la movilización. Negri y Hardt permiten reivindicar las dinámicas
que se formaron en estas barricadas y en los momentos en los que debía existir una
representación de los pobladores, ya que estos espacios de resistencia fueron el vivo ejemplo
de la puesta en práctica de la horizontalidad y el establecimiento del común: noches de canto
y sopaipillas se vivieron en las barricadas mientras que en el día los locales de alimentos
intentaban racionar la escasa comida producto del bloqueo. Además, en las poblaciones las
sedes vecinales fueron lugares de encuentro para conversar entre los vecinos y realizas ollas
comunes para la gente que lo necesitara.

El problema (y también la crítica) que me permito respecto a la visión romántica de esta


movilización es que, casi de manera inevitable, aquellos involucrados que sí buscaban una
disputa en el poder (con intenciones aceptadas o no por la mayoría) fueron los que dieron el
cierre a la movilización, al llegar a una instancia de conciliación con el gobierno de turno.
Grande fue la decepción de la gente al ver dirigentes negociando a espaldas de la ciudadanía,
pero queda la duda abierta de si el error fue una confianza excedida en los métodos de
dirigencia o en las virtudes del espontaneísmo movimientista.

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