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La ola feminista en el neoliberalismo

Eje 4: feminismo y capitalismo neoliberal. “Tsunami violeta o la organización feminista


de la resistencia”
Carla Di Terlizzi

Universidad Nacional de Rosario

Palabras Claves: Feminismo, Neoliberalismo, Feminización de la Pobreza, Patriarcado

Introducción

Debemos comprender al neoliberalismo como algo más que políticas que rigen la
economía de una región o del mundo (si tenemos en cuenta la estrecha relación que existe
entre neoliberalismo y globalización). El neoliberalismo se ha transformado en una
realidad que nos modifica como sujetos y altera nuestra forma de relacionarnos con las
demás personas dentro de una sociedad. Este tipo de políticas ha impactado de manera
especial en las mujeres, quienes son doblemente explotadas por el capitalismo,
percibiendo menor remuneración, siendo discriminadas, produciéndose, a partir del
impacto del neoliberalismo, una nueva división entre mujeres “ricas” y mujeres “pobres”
y provocándose lo que muchas autoras trabajan, pero sobre todo Silvia Federici, que es la
“feminización de la pobreza”. A partir de esta realidad que se presenta desde fines del
siglo XX y principios del siglo XXI en América Latina, donde nos encontramos que para
la década de 1990 la mayoría de los países de la región toman como doctrina al
neoliberalismo, con un breve interregno de llamados “gobiernos populares” para la
primera década del 2000, y en este contexto actual estamos presenciando a nivel
latinoamericano, una vuelta al neoliberalismo como forma de gobierno. En este sentido,
ante esta realidad, comenzó a gestarse y consolidarse una nueva ola feminista, que
comienza a mutar en movimiento de masas, que tiene como premisas fundamentales
derribar al patriarcado entendido como la encarnación del capitalismo neoliberal, y
conseguir el empoderamiento de las mujeres. Entendiendo a esta ola feminista no como
un solo movimiento, sino como varios feminismos que le dan diferente sentido.

¿Qué es el neoliberalismo y la Globalización?

El neoliberalismo como doctrina tiene su origen a mediados de la década de 1940, en


reacción a la intervención del Estado en la economía y a los llamados “Estados de

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Bienestar”. Sus principales exponentes y de alguna manera sus ideólogos han sido
Friedich Von Hayek y Milton Friedman. El neoliberalismo tuvo sus primeras experiencias
en Chile, en la dictadura de Augusto Pinochet, a partir de las políticas implementadas por
el grupo económico llamado los “Chicagos Boys”, un grupo de economistas que se habían
formado en la Escuela de Chicago. Luego este tipo de medidas iban a ser implementadas
en Argentina por el Ministro de Economía del gobierno de las Fuerzas Armadas, Martinez
de Hoz; pero va a tener sus máximos representantes en la década de 1980 con Margaret
Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos.

Tal como mencionamos en la introducción, el neoliberalismo no es solo un conjunto de


medidas económicas, sino que es también un modo de gobernar, de entendernos como
sujetos, de comprender a la sociedad, todos los aspectos de la vida comienzan a girar en
torno a las concepciones que tiene el neoliberalismo, en este sentido, Alba Carosio señala:

Se postula que bajo la gran mano del mercado se lograrán para la humanidad el
progreso y la felicidad completa; el mercado se presenta como la garantía de la
realización humana que se cumple a través del consumo soberano. La
globalización capitalista fue acompañada y favorecida por la difusión del
modelo de sociedad de consumo y, en consecuencia, la mayoría de la población
mundial no sólo ambiciona la posibilidad de escoger entre distintas ofertas de
mercancías y participar del estilo de vida de los países industrializados, sino
que considera esta posibilidad como contenido esencial de la libertad individual
y la autorrealización. (Carosio; 2009;229)

La vuelta a la implementación de políticas neoliberales ha sido devastador para América


Latina, pero, sobre todo, ha sido devastador para las mujeres latinoamericanas quienes, a
partir de la implementación de este tipo de políticas, atraviesan lo que muchas autoras
llaman un proceso de “feminización de la pobreza” que luego trabajaremos. La década de
1980 y más la década de 1990 han sido en América Latina escenario de las políticas
neoliberales más recalcitrantes, con la intervención del Fondo Monetario Internacional y
el Banco Mundial, entre otros organismos internacionales. Coincidimos plenamente con
la caracterización que hace Alba Carosio sobre el impacto del neoliberalismo en América
Latina sobre todo en la década de 1990, donde este tipo de políticas se han impuesto sobre
estructuras de desigualdad y miseria. El mercado pasa a ser un regulador de decisiones
sociales, un guía político, un valorador de seres humanos, se erige como universal, sin
embargo, se basa en la selectividad y la segmentación. Regula sobre todo la vida

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cotidiana, donde se comienza a diferenciar el goce de la “sobrevivencia” dice la autora, a
su vez que las formas de la vida cotidiana son modificadas.

Alba Carosio plantea que a partir de la lógica de mercado que se inserta en todos los
ámbitos, “se consolidó en la expansión globalizadora un sustrato cultural narcisista,
donde el individuo es el centro de todos los derechos, especialmente fundamentados en
la primacía del derecho al placer” (Carosio: 2009 ;232). Lo que busca el neoliberalismo
es la individuación, tal como sostiene Virginia Cano, la alabanza a la meritocracia, el
discurso emprendedor de si mismo, el autoelogio al trabajo, y en este sentido lo que busca
través de la alabanza al individuo es el aislamiento y la separación de lo colectivo.

Íntimamente ligadas con las políticas neoliberales y con esta lógica universal del mercado,
se encuentra un proceso de globalización, si bien la globalización es un fenómeno
inherente al desarrollo del capitalismo, con el neoliberalismo adquiere características
especiales. Alicia Girón plantea que la globalización es un “proceso de integración entre
culturas, naciones y mercados que se conjugan en espacios cada vez más estrechos donde
desde el conocimiento y el know how hasta los mercados financieros se van entrelazando
en entidades únicas en el marco de relaciones e intereses contradictorios” (Girón: 2009
;79). Así el proceso de globalización requiere del debilitamiento del Estado Nación, de
las democracias -en el sentido de que cada vez menos asuntos sean de decisión pública-
y también el debilitamiento de políticas de bienestar. En este sentido, Silvia Federici
plantea que la globalización crea un nuevo orden colonial, produciendo lo que ella
propone como una nueva división internacional del trabajo, allí existen “países en vías de
desarrollo” en donde las corporaciones multinacionales desde mediados de los setenta,
reubicaron plantas de trabajo intensivo, donde se forman zonas de libre comercio. En este
fenómeno de la globalización y en la nueva división internacional del trabajo es muy
importante el rol de la mujer, y como son afectadas.

El neoliberalismo y las mujeres

Los países que implementaron políticas neoliberales durante la década del noventa, y que
lo están haciendo en la actualidad, por lo general recurren a préstamos que les otorgan
tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial. Ambas entidades a
cambio de los créditos otorgados, imponen a los países, programas de ajuste estructural
que están relacionados con una reducción del gasto público, y esto se traduce ya sea en
una privatización de servicios públicos como por ejemplo salud, educación, seguridad

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social, etc., también la eliminación de subvenciones de otros servicios como luz, agua,
transporte, etc. Los programas que imponen estos organismos también están relacionados
con una mayor flexibilización laboral, la tercerización del trabajo, la quita de pensiones
y jubilaciones, entre otras cosas. Mencionamos estas medidas porque son disposiciones
que afectan directamente a las mujeres ¿en qué sentido?

En primer lugar, en las dependencias del Estado, se ha determinado que son mayormente
empleadas las mujeres para realizar tareas administrativas. En por eso que, la
privatización de servicios públicos como salud, educación, seguridad social, etc. produce
la pérdida de empleo. Según el Informe de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) realizado en el 2006, las tasas de desempleo femeninas se mantienen por
encima de la tasa de desocupación de los varones (Valdivieso: 2009; 33).

La reducción de inversión social, provoca que las mujeres tengan que hacerse cargo de
muchas de las tareas de las que anteriormente podía hacerse cargo el Estado, Magdalena
Valdivieso aclara al respecto

El hecho de que continúen siendo responsables casi exclusivas del trabajo de


cuidado de la familia las lleva a tener que intensificar el trabajo doméstico para
compensar la disminución de los servicios sociales, producto de la caída del
gasto público; más personas de la tercera edad e infantes y un mayor número
de tareas de reproducción son atendidas en el hogar… (Valdivieso: 2009 ;31)

Entonces el Estado expande lo privado, dice Alba Carosio, para invisibilizar los costos
del desplazamiento de la economía remunerada a la no remunerada, y por ende produce
un incremento del trabajo doméstico. Así, se produce algo que es propio del capitalismo
pero que con el neoliberalismo se exacerba, que es que esta mujer que debe hacerse cargo
de las tareas del hogar, no deja de trabajar fuera del ámbito privado, siendo de esta manera
doblemente explotada por el capital, en el espacio público realiza su trabajo productivo a
cambio de un salario, en el espacio privado, realiza el trabajo doméstico que posibilita la
reproducción de la fuerza de trabajo. En esta doble explotación de la mujer, debemos
considerar que la mayoría de las veces, percibe un salario menor con respecto a los
varones, hay teorías que aluden este fenómeno a que el hecho de que las mujeres tengan
que dedicarse al trabajo en el hogar no posibilita que puedan capacitarse de la mejor
manera, como tampoco pueden dedicar el tiempo que le dedican los varones al trabajo.

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En cuanto al trabajo de la mujer, Silvia Federici plantea, tal como se ha esbozado
anteriormente, que con la globalización se ha dado una nueva división internacional del
trabajo, que se aprovecha de las mujeres de regiones como la latinoamericana, que son
integradas como mano de obra barata, en beneficio de la mano de obra metropolitana. Las
condiciones de trabajo que deben soportar estas mujeres son semejantes a la de la
esclavitud, con salarios por debajo del nivel de subsistencia, forzadas a trabajar por las
horas, vigiladas constantemente “están sujetas a cacheos diarios para asegurarse que no
se lleven nada de las plantas, a menudo se ven forzadas a utilizar la píldora de control de
natalidad para no quedarse embarazadas y trastocar la producción; y se restringe su
capacidad de movimiento. En muchos casos se las encierra en las fábricas sin permiso
hasta que hayan alcanzado la producción establecida” (Federici; 2013; 109)

La agenda de ajuste neoliberal, produce el empobrecimiento de la población, sobre todo


en el caso de América Latina, y una de las consecuencias de este empobrecimiento fueron
los movimientos migratorios de mujeres del Sur hacia el Norte. En cuanto a este
fenómeno, dos autoras lo trabajan muy bien, Silvia Federici y Alba Carosio, quienes en
sus propuestas parecieran que establecen una conversación. La globalización y el
neoliberalismo obligó a muchas mujeres a emigrar buscando mejores condiciones de vida,
para ellas y para su familia que por lo general quedaban en su lugar de origen. La
emigración femenina tiene como consecuencia en los países como Estados Unidos,
Europa, Canadá, un continuo incremento de mano de obra que es empleada en sectores
de servicios y trabajo doméstico. Esto produce dos cosas: por un lado, libera a un
porcentaje de mujeres para que trabajen fuera del trabajo doméstico; y, por otro lado, crea
una relación entre “criadas” y “señoras”, entre “mujeres ricas” y “mujeres pobres”. Estas
mujeres migrantes consiguen empleos no permanentes, con condiciones laborales muy
precarias, con ingresos bajos e inestables y conforman lo que Alba Carosio llama
“cadenas globales de cuidados”. Pero la migración, y la nueva división internacional del
trabajo no sólo provee a ciertos países de trabajo doméstico y de trabajo de cuidados, sino
que también a través de la subrogación o la adopción, las mujeres de los países avanzados
pueden continuar con sus carreras, mientras que los llamados “Países del Tercer Mundo”
corrigen su “exceso demográfico”. Otra cosa que tampoco podemos obviar es el tráfico
de esposas por catálogo y las mujeres que trabajan como prostitutas. En este sentido,
Silvia Federici destaca que

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Estos fenómenos muestran que lejos de ser una herramienta para la
emancipación femenina, la nueva división internacional del trabajo es el
vehículo de un proyecto político que intensifica la explotación de las mujeres,
y recupera formas de trabajo coercitivo que habíamos considera extintas con la
desaparición de los imperios coloniales. También relanza la imagen de las
mujeres como objetos sexuales y como criadoras, e instituye entre las mujeres
una relación similar a la que mantenían las mujeres blancas y negras durante el
apartheid en Sudáfrica (Federici: 2013;121)

Podemos observar de esta manera como el neoliberalismo constituye una herramienta de


destrucción en muchos sentidos. A través de su ajuste estructural, su flexibilización
laboral, liberalización del comercio, globalización, privatización, entre otras cosas, ataca
a las mujeres, quienes se vieron y se ven afectadas por el desmantelamiento de los
servicios sociales y el empleo público, por el desempleo, pero sobre todo por el ajuste que
implica la implementación de políticas neoliberales, que provocaron y provocan una
“feminización de la pobreza”

Feminización de la pobreza

Tal como señalan las autoras, que coinciden ampliamente, el neoliberalismo y la


globalización han sido catastróficos para las mujeres, sobre todo por los objetivos que se
han propuesto que

son proporcionar al capital el control total sobre el trabajo y los recursos


naturales y para ello debe expropiar a los trabajadores de cualquier medio de
subsistencia que les permita resistir a un aumento de la explotación. Y dicha
expropiación no es posible sin que se produzca un ataque sistemático sobre las
condiciones materiales de la reproducción social y contra los principales sujetos
de este trabajo, que en la mayor parte de los países son mujeres. (Federici:
2013;144)

Siguiendo con esta autora, Silvia Federici, considera que la feminización de la pobreza es
una categoría sociológica, en la cual las sociólogas feministas están de acuerdo en que las
mujeres están pagando un precio desproporcionado por la integración global de la
economía, que es un término que no sólo engloba la situación de pobreza por la cual
atraviesan las mujeres latinoamericanas, sino también las condiciones laborales de
precarización, donde las mujeres deben aceptar trabajos de menor calidad, con menor
seguridad social a cambio de flexibilidad para poder hacerse cargo del trabajo doméstico,

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esto produce lo que Alba Carosio llama “feminización de la sobrevivencia” es decir, ante
tanta pobreza la prioridad es la de sobrevivir, y para eso se acepta trabajar de manera
flexible, adaptándose ya sea a los horarios, las tares, el lugar, e incluso las mujeres están
dispuestas a migrar para conseguir un trabajo que les permita sobrevivir a ellas y su
familia. En este sentido entonces, si queremos caracterizar a la mujer latinoamericana,
debemos unir su condición de género y clase, teniendo en cuenta la feminización de la
pobreza, la desvalorización de las habilidades laborales y la brecha en el acceso a las
nuevas tecnologías de la información y comunicación, Magdalena Valdivieso añade que
si queremos incluir en la caracterización a la minoría de mujeres que alcanzan los
“beneficios del desarrollo”, no gozan plenamente de todos sus derechos políticos,
económicos, sexuales y reproductivos.

Entonces ¿Por qué utilizamos el término “feminización de la pobreza” cuando el


neoliberalismo y la globalización se encargan de ajustar y afectar a la sociedad en
general? Porque a partir de diferentes informes, y de todo lo detallado aquí, se ha
demostrado que las mujeres son las más afectadas, y con este término lo que se busca es
“evidenciar una mayor proporción de mujeres que hombres en situación de pobreza. Las
mujeres exponen con claridad ser las “más pobres entre los pobres” (Girón: 2009; 79).

La pobreza en Latinoamérica tiene rostro, forma, cuerpo y se mueve como mujer.

Resistencias feministas al neoliberalismo y la globalización

Al momento de definir al movimiento feminista, creo que es acertada tomar la


caracterización que hacer Magdalena Valdivieso, quien expresa:

El feminismo es una doctrina ética, política, económica, cultural que ha


elaborado y fundado propuestas para todos los ámbitos de la convivencia
humana, no obstante, es reconocido mayoritariamente solo por las
reivindicaciones históricas por los derechos específicos de las mujeres. Sin
duda, las dramáticas consecuencias de las desigualdades y subordinaciones que
vivimos, con sus manifestaciones de privación de derechos, discriminación y
violencia, han impuesto que las demandas feministas más voceadas y
sostenidas contengan exigencias de reconocimiento de derechos “para las
mujeres”, pero esto no implica que no estén fundadas en sistemas de ideas de
alcance societal. (Valdivieso: 2017;44)

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En la década de 1990, el feminismo como movimiento, comienza un proceso de transición
hacia nuevas formas de existencia, a expresarse en diferentes espacios, confluir con otros
movimientos. Alba Carosio plantea que se añaden a estos espacios desde identidades
específicas como, por ejemplo: negras, lesbianas, indígenas, jóvenes; otras lo hacen desde
temas específicos como por ejemplo la salud, derechos humanos, violencia, etc. pero la
autora también plantea que fue en esta época, donde se fueron creando dos vertientes del
feminismo: por un lado un feminismo profesional, y por el otro un feminismo popular
que de alguna manera privilegió el trabajo con las bases del movimiento de mujeres.

Creemos que el feminismo comienza en la década de 1990 una transición hacia un


movimiento de masas que se va a evidenciar sobre todo en el contexto contemporáneo, y
esto se puede ejemplificar teniendo en cuenta el caso argentino. La incidencia de las
políticas neoliberales en el país tuvo como consecuencia la aparición de formas de
resistencia y protestas, en donde la mujer comienza a tener un papel importante, no sólo
como acompañante del obrero, sino como protagonista de las huelgas y los paros. Son las
mismas mujeres quienes se encargaron de cortar rutas tanto en el sur como en el norte del
país a partir de la privatización o el cierre de ciertas fábricas que implicaban la crisis del
lugar, las mujeres en tanto obreras, amas de casas o maestras, asumieron la categoría de
piqueteras y empezaron a ocupar un lugar en el espacio público haciendo visible la
protesta. Otro caso paradigmático en Argentina, que plantea Dora Barrancos, el cual tuvo
como protagonista a la movilización de mujeres fue el asesinato de María Soledad
Morales, en Catamarca, después de que fuera sometida sexualmente por un grupo de
varones considerados los “hijos del poder”. Las manifestaciones para pedir justicia
estuvieron a cargo de la hermana Marta Pelloni.

Tal como lo deja en claro Florencia Minici, el feminismo como movimiento de masas
podemos evidenciarlo en los últimos años (tanto en Argentina como en América Latina)

El auge en Argentina del feminismo como un movimiento histórico de masas y


ya no confinado a un gueto de militancia, implica una conexión transversal de
experiencias que involucran a quienes transitaran su primera juventud durante
los años de gobierno kirchnerista -un gobierno que de forma contradictoria
mixturó elementos neo-desarrollistas, populistas y algunos resabios
neoliberales que no logró eliminar, pero con una vocación de justicia social
inédita desde los años 70-, a los grupos feministas que en los años ochenta y
noventa se mantuvieron activos y ligados a luchas como el divorcio, la

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derogación de los edictos policiales, el respecto a la disidencia sexual, los
derechos civiles, y a nuevas generaciones que por estos años son jóvenes
adolescentes. Todo ello además vinculado a las luchas por los derechos
humanos. Y a la llamada “resistencia” antineoliberal de los años noventa.
(Minici: 2018; 48)

Si bien el feminismo como movimiento lucha por muchas causas, el objetivo primordial
desde la década de 1990 y en la actualidad es una, es resistir y derribar el patriarcado, que
es en última instancia la legitimación de todas las opresiones y discriminaciones que
sufrieron y sufren las mujeres. En este sentido, patriarcado es la encarnación del
capitalismo neoliberal, ambos sistemas se encuentran como patrón de poder, y se
refuerzan mutuamente, creando un vínculo que es inseparable. El patriarcado se sostiene
en una serie de instituciones políticas, sociales, económicas, y todas las consecuencias
del neoliberalismo en las mujeres que venimos mencionando, la feminización de la
pobreza, la violencia hacia la mujer, la división sexual del trabajo, la diferencia en la
remuneración, la doble explotación por el capital, la migración femenina, la prostitución,
la venta de mujeres para matrimonios, entre muchas otras cosas, no son más que síntomas
del sistema patriarcal. Es por eso que cuando analizamos el feminismo o los feminismos
de la década de 1990 hasta la actualidad, no pueden ser analizados fuera de la lógica de
resistencia del avance del neoliberalismo, avalado por un sistema capitalista patriarcal.
En este sentido, los feminismos no luchan solamente contra la precariedad y
reivindicaciones económicas, sino que lo que se busca también es el empoderamiento de
las mujeres, una autonomía vinculada a lo material, físico y psicológico, siguiendo esta
lógica, la gran mayoría de los sectores del feminismo resiste a la cosificación del cuerpo
de la mujer, y a los ideales de belleza que intentan imponer desde el capitalismo.

Siguiendo el planteo de Florencia Mincini con respecto a la resistencia feminista, el


argumento es que esta resistencia no se plantea un retorno a un Estado de Bienestar, salvo
que este tenga en cuenta al trabajo no remunerado y a la economía del cuidado. Entonces
lo que plantea la autora es que, las resistencias deben ser comprendidas en la transición
hacia un régimen económico incierto, vinculado con la lucha por la precariedad.

Para concluir, debemos tener en cuenta que dentro del feminismo, las reivindicaciones y
las luchas no son homogéneas, y mientras que hay sectores que se inscriben dentro del
rechazo absoluto al neoliberalismo; otros sectores consideran que a partir del ingreso de
la mujer en el sector del trabajo, si bien reciben una menor remuneración y son

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doblemente explotadas, el trabajo extra hogareño les brinda independencia económica,
autonomía, ganan más control sobre el presupuesto del hogar y otras decisiones
domésticas, así, mejora su poder y status.

Conclusión

Como bien se mencionó en un primer momento, el neoliberalismo es más que un conjunto


de medidas económicas de ajuste estructural, de economía regida por el mercado. El
neoliberalismo nos interpela por completo como sociedad, como sujetos, nos modifica en
nuestra forma de relacionarnos con las demás personas, de ver el mundo, de vernos a
nosotros y nosotras, este tipo de sistema busca la individualidad, el alejamiento, la
competencia y la sumisión. Es en esto en que el feminismo o los feminismos vienen a
resistir al neoliberalismo, ya que, desde sus diferentes ramas, los movimientos de mujeres
construyen desde y para lo colectivo, lo comunitario, desde una lógica de solidaridad y
sororidad. Las políticas impuestas por el neoliberalismo a través de programas de ajustes,
desde un sistema capitalista y patriarcal, afectaron y afectan de manera directa a las
mujeres, que son discriminadas y precarizadas desde todo punto de vista: económico,
político, social. Estas políticas no han hecho mas provocar en aquellos países del “Tercer
Mundo”, una feminización de la pobreza, noción que da cuenta no sólo de las carencias
que viven las mujeres latinoamericanas, sino también de los niveles de explotación que
deben soportar. Las resistencias feministas, teniendo como objetivo resistir y derribar al
patriarcado, buscan empoderar a las mujeres y encontrar un régimen económico que tenga
en cuenta sus reivindicaciones.

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