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ropa
expresiones
de los ciudadanos parecían más importantes a la hora de distinguir entre unitarios y federales.
El ser federal de opinión requería que la comunidad recordara que el sujeto había expresado
claramente por la causa federal. Lo que se requería de la población era que no emitiese
opiniones unitarias; esto requería del estado un monitoreo constante de un conjunto de
expresiones verbales. Rumores de los vecinos acerca de expresiones vertidas, reales o
supuestas, podían afectar la suerte de cualquier ciudadano. Expresiones en otro contexto
inocentes se transformaban en “evidencia” de adhesión al enemigo. En un régimen de
prácticas políticas que privilegiaban la verbalización, el silencio servía para identificar
oponentes. Sólo a los alienados y a los ebrios se les permitía estos exabruptos verbales. En
tanto la política no establecía diferencias entre los espacios públicos y privados, la
conversación de todos los días constituía una de las principales arenas de la contienda. Las
contribuciones
servicios
a) Ropa e insignias
. Una muestra de presos remitidos a Santos Lugares entre 1831 y 1852 nos permite una
primera aproximación a la cuestión del cumplimiento a las prescripciones federales en materia
de vestido e insignias. Sus resultados muestran la peculiar renuencia de los habitantes pobres
de la campaña al “orden de apariencias” prescripto por el dictador. Entre los arrestados, el
grado de cumplimiento con este requisito varía en relación a las ocupaciones, la raza, y la
educación.
b) Donaciones
. Quienes más contribuían a la causa federal no eran precisamente los grandes terratenientes.
Contrariando la prédica liberal posterior a Caseros, las suscripciones de los vecinos eran en su
mayoría voluntarias. Los donantes, por lo que puede inferirse a partir de las listas, no eran por
lo general acaudalados estancieros; eran más bien postillones, pequeños criadores, viudas de
veteranos federales, o dependientes cuya relación con el sistema federal estaba basada tanto
en afinidades ideológicas como en la defensa de intereses económicos. La importancia de los
pequeños propietarios para el orden resista no puede ser minimizada. La adhesión de este
grupo social, aunque motivada principalmente por afinidades ideológicas, no era totalmente
desinteresada. Su acumulación de capital había sido rápida, en parte gracias a la Paz Resista.
c) Servicios militares.
Tal vez la mejor medida de la adhesión de los paisanos pobres a la causa federal sea el grado
en que éstos cumplían con sus obligaciones militares. La deserción o el esconderse de las
partidas reclutadoras figuraban entre los delitos más frecuentes del período. La evidencia,
aunque fragmentaria, refuerza la creencia de que las adhesiones federales no fueron ni
“unánimes “ni “entusiastas”. Fueron más bien adhesiones “tibias, condicionadas al
cumplimiento de ciertas promesas por parte del aparato judicial-militar. Es claro que Rosas
trató de cubrir estas expectativas al menos en parte, otorgando a los soldados medallas y
premios en ganado tierras. Pero las promesas incumplidas fueron más en proporción y,
consecuentemente, el entusiasmo de los paisanos pobres por prestar servicios de guerra
disminuyó con el tiempo. Examinados en su conjunto, estos indicadores parecen sugerir que, si
bien el régimen fue apoyado por los sectores subalternos de la campaña, este apoyo no fue
todo lo intenso y activo que la historiografía revisionista creyó. En el continuo entre una
identificación ideológico-política superficial y una profunda, aquella de los vecinos-propietarios
parece la más intensa. Algunos de estos pequeños productores, los que llegaron a posiciones
de poder en las comunidades locales fueron sin duda los federales más entusiastas. Se unían a
ellos, en las celebraciones públicas, un grupo de vecinos que gustaba llamarse “federales
netos” que expresaban sus simpatías condonaciones de bienes, voces y servicios. El resto de la
población de las comunidades ejercía formas menos activas de expresión política: vestían a lo
federal, no se pronunciaban por la Unidad, contribuían “servicios pasivos” y, ocasionalmente,
asistían a bailes, procesiones, y fiestas patrias.
Excluidos participantes
Los unitarios y las mujeres representaban la otra cara del federalismo. Los unitarios porque sus
gradaciones o clasificaciones evidenciaban la ambigüedad de la definición del federalismo; las
mujeres porque su participación activa en el terreno de los hechos, negada en el terreno del
derecho, resaltaba las desigualdades del federalismo. A pesar de estar excluidas de la
comunidad política con derecho a voto, las mujeres constituyeron un soporte fundamental del
régimen resista. Ellas participaron de manera activa en las colectas de fondos y ganado para
“conclusión de la guerra”, ocuparon los primeros lugares en las procesiones o marchas con que
los pueblos celebraban las victorias de las fuerzas federales, y tuvieron un papel clave en la
circulación de información acerca de las amenazas al régimen. Este activismo cívico fue negado
por el régimen resista en el terreno de la ciudadanía. Desde el punto de vista de las
autoridades del régimen, las expresiones federales de las mujeres sirvieron más bien para
definir las identidades políticas de sus esposos. De forma similar se estructuraron las
identidades políticas y sociales de los otros grandes excluidos, los unitarios. Su exclusión,
también debida a razones ideológicas, necesitó la creación de similares ficciones. Como los
federales, los “unitarios” también se clasificaron por gradaciones y tipos de adhesión. Hubo así
“unitarios de opinión”, “unitarios empecinados”, y “unitarios pacíficos”. La existencia de
distintas gradaciones de unitarios muestra la inseguridad del régimen acerca de quién
constituía un verdadero opositor. Siendo las afiliaciones tan tenues –un producto de la misma
práctica política que asociaba adhesiones con la apariencia, los dichos y las contribuciones-
existía siempre el peligro que un buen federal se pasase a la Unidad. Las narraciones de la
experiencia militar de los paisanos muestran además la fragilidad de las adhesiones en el
terreno de los “hechos”. Es común que algunos presos unitarios relaten experiencias en el
bando federal y viceversa. Este temor al cambio de bando era compartido por ambos partidos
o ejércitos, indicando así una coincidencia en la baja intensidad de las adhesiones políticas de
los paisanos.
Conclusiones
vivieron los habitantes de la campaña bonaerense. Segundo, porque al divorciar el discurso del
régimen de las formas prácticas en que la mayoría de los actores sociales expresaban sus
“adhesiones”, tenemos una manera de asir la verdadera popularidad del régimen. Tercero,
porque al plantear la existencia de diversas formas de adhesión federal deja entrever la
naturaleza ambigua y contestada del propio federalismo. Si las identidades políticas podían ser
más o menos intensas, distintos agentes sociales responderían de diferente manera al llamado
de la “Causa Federal”. Ésta no demandaba identidades políticas profundas de toda la
población, sólo de aquellos servidores públicos que debían aplicar la ley y movilizar apoyo para
la guerra. La gradación de adhesiones e identidades federales no significa que los actores
sociales no debatieran y lucharan para defender su federalismo. Muy por el contrario, la
separación entre discurso oficial y prácticas cotidianas, así como las tensiones en el propio
significado de “ser federal”, crearon reales conflictos que aparecen cargados de indignación y
de reclamos. El federalismo, al tiempo que sostenía un ideario de nación orgánica, igualitaria y
republicana mostraba en sus prácticas las diferencias entre vecinos y transeúntes, entre
soldados de línea y milicianos, entre “federales de bolsillo” y “federales de servicio”. El
régimen contribuyó a acentuar estas desigualdades, “clasificando” a los habitantes de acuerdo
a su apariencia y distribuyendo en forma inequitativa el peso del servicio de armas. Así,
aquellos que vivieron el federalismo resista, pudieron contraponer al discurso oficial de
igualitarismo y un animismo la realidad de las diferencias sociales. La adhesión federal variaba
con la condición económica y social del individuo. La apariencia federal y las contribuciones
parecían suficientes para definir el federalismo de algunos. Para otros, largos años de servicio
militar resultaban escasos para el mismo fin.