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Uno de sus primeros defensores, Berengario de Tours (1000-1088), sostenía que el pan
consagrado retenía su sustancia anterior, pero al mismo tiempo adquiría una nueva, el
Cuerpo de Cristo; es decir que no perdía nada de su sustancia anterior, representando el
cuerpo y sangre de Cristo de manera simbólica (panis sacratus in altari, salva sua
substantia, est corpus Christi, non amittens quod erat sed assumens quod non erat). Las
opiniones de este teólogo fueron condenadas en diversos concilios (Roma 1050, 1059,
1078, 1079; Vercelli 1050; Poitiers 1074)
Más tarde, la idea de la consustanciación fue defendida por Martín Lutero y constituyó una
de sus principales disidencias con la Iglesia Católica, así como también con bautistas y
calvinistas.
Transubstanciación
La Transubstanciación es una doctrina católica de la Eucaristía, definida por un
canon del Concilio de Trento, aunque en realidad ya figuraba desde el siglo IV puesto que
Cirilo de Jerusalen ya lo había redactado en el Catecismo a los Catecúmenos. El Concilio
de Trento no hace más que confirmar lo que hacía 1500 años se venía creyendo en lo
referente a que "la consagración del pan y del vino que se opera en el cambio de toda la
substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo y de toda la substancia del vino en
la substancia de su Sangre".1 Significando "especie" para estos efectos, los "accidentes" del
pan y del vino: color, gusto, cantidad, etc.
Se basa en el sentido literal e inmediato de las palabras de Cristo en la Última Cena: "esto
es mi cuerpo...y mi sangre" Marcos 14:12-16 16:22-26, Mateo 26:26-28, Lucas 22: 14-23.
Si bien en el evangelio de Juan no se hace mención a la instauración de la Eucaristía, Jesús
hace mención a dar de comer su carne como alimento de vida eterna (Jn 6: 51-58). Los
cristianos de la Iglesia ortodoxa aceptan también esta doctrina, opuesta a la doctrina
luterana de la consubstanciación. Las Iglesias de Comunión Anglicana, aceptan la
Presencia Real del Señor en los elementos consagrados, sin entrar a discutir cómo ocurre el
Misterio, simplemente en las palabras del Señor Jesús: "este pan es mi Cuerpo", "este vino
es mi Sangre". Los protestantes la rechazan, argumentando que para obtener la vida eterna,
no es necesaria otra cosa que una fe verdadera en Jesús, lo que eliminaría la necesidad de
cualquier sacramento. A veces también bajo el argumento de que a los judíos les tenían (y
tienen) prohibido beber sangre y ellos aún estaban bajo esa ley.
Doctrina de la Transubstanciación
"Tomad y comed, esto es mi cuerpo. " ... "Tomad y bebed, esto es mi sangre"
Que de acuerdo deben ser interpretados literalmente sin interpretaciones simbólicas, ya que
el texto original del Evangelio según San Juan utiliza las palabras griegas "fagon" que
significa literalmente "comer".
El término transubstanciación parece haber sido utilizado por primera vez por un discípulo
de Berengario, Hildeberto de Lavardin alrededor del 1097.
Esta presencia real fue negada por diversos grupos de manera directa o indirecta, como los
docetas, y más tarde por Wyclif, Juan Calvino, Zwinglio, y en cierto aspecto Lutero, quien
elaboró la doctrina de la Consubstanciación que aunque no negaba la presencia real, hacía
permanecer la substancia del pan y el vino al lado de la substancia del cuerpo y sangre de
Cristo.
La doctrina "T" fue declarada sobre todo contra las sectas espiritualistas nacidas de la
Iglesia Católica en el siglo XII, como los albigenses, cátaros o petrobrusianos, quienes
atacaban la jerarquía eclesial, con ello el poder del sacerdote de consagrar y por último la
presencia real de Cristo en la eucaristía. La doctrina fue reafirmada por el concilio de
Trento esta vez contra los reformadores.
Para entender la doctrina "T" se emplean dos términos filosóficos básicos: sustancia y
accidentes. Sustancia es aquello que hace que una cosa sea lo que es. Accidentes son las
propiedades no esenciales y que son perceptibles por los sentidos. Por ello en la
Transustanciación la sustancia del pan cambia, por un milagro y por las palabras de la
consagración que pronuncia el sacerdote, y se convierte en la sustancia del cuerpo de
Cristo, el pan ya no tiene lo que lo hacía pan, ahora es el cuerpo de Cristo, de igual manera
pasa con el vino, pero permaneciendo los accidentes del pan y el vino como su olor,
textura, sabor. Como la substancia es la de Cristo, cualquier pedazo minúsculo contiene a
Cristo todo entero, igualmente cualquier gota del vino. De este modo comiendo sólo el pan
o bebiendo sólo el vino se come o bebe el cuerpo entero de Cristo.
"La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este
sacramento, `no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino sólo por la fe , la cual se
apoya en la autoridad de Dios'. Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22,19: `Esto es mi
Cuerpo que será entregado por vosotros', S. Cirilo declara: `No te preguntes si esto es
verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la Verdad, no
miente"
P:
R:
Cualquier dogma que intenta colocar, en un sentido literal, la “presencia real” de la carne y
la sangre de Cristo en los elementos de la comunión es el resultado de malentender el
lenguaje que la Escritura emplea.
Una de las reglas fundamentales para identificar el lenguaje figurado es esta: Normalmente
se debe considerar una palabra literalmente, a menos que otras consideraciones
imposibiliten la interpretación del término en tal sentido. Los factores determinantes
esenciales en una interpretación adecuada son los siguientes: el contexto, tanto el inmediato
y el remoto (i.e., discusión del mismo tema en otras referencias bíblicas), la gramática, la
consistencia (las Escrituras no se contradicen) y el sentido común (i.e., ¿es un disparate la
interpretación literal?).
1. Cuando Jesús partió pan y tomó jugo de uva, dio estos elementos a Sus discípulos y dijo,
“[E]sto es mi cuerpo…esto es mi sangre” (Mateo 26:26-28). Obviamente Él no estuvo
hablando literalmente, ¡ya que Él todavía poseía Su cuerpo y sangre literal! Además, al
mismo tiempo, Cristo identificó específicamente la bebida como “este fruto de la vid” (vs.
29). La naturaleza de la sustancia no había cambiado.
2. Existe una figura de expresión común llamada metáfora. La metáfora es una imagen
dramática por la cual se compara una cosa con otra, siendo representada figuradamente
como la misma cosa.
En cuanto a los descendientes de Judá, Jacob dijo: “Cachorro de león, Judá” (Génesis 49:9).
Sin duda esto no fue literal, sino Judá tenía ciertos rasgos del león. Cuando Jesús hizo
referencia a Herodes como una “zorra” (Lucas 13:31-32), ¡nadie entendió que Él estaba
implicando que el gobernador era un animal de cuatro patas con cola! Cristo una vez dijo:
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (Juan 15:5).
Los que estudian cuidadosamente saben que el Salvador empleó simbolismo en este
lenguaje. Se estaba haciendo una analogía; no se debía interpretar el lenguaje literalmente.
3. El hecho que Jesús instruyera a Sus discípulos a participar de la Cena del Señor “en
memoria” de Él (Lucas 22:19; 1 Corintios 11:24) implica que Él no estaría presente
físicamente en la celebración de la comunión.
Uno de los textos favoritos que se usa frecuentemente para intentar establecer la “presencia
real” de Cristo en la comunión es Juan 6:53-54. Aquí Jesús declaró:
De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero.
Se puede demostrar por medio de la gramática y el contexto que este pasaje no apoya tal
idea.
1. En el versículo 54, el término “come” y “bebe” son participios del tiempo presente, lo
cual significa que los discípulos debían estar comiendo Su “carne” y bebiendo Su “sangre”
en ese mismo momento, y continuar haciéndolo como un proceso.
Una interpretación literal sería: “Aquel que continúa comiendo mi carne y bebiendo mi
sangre”. ¡Los discípulos no estaban comiendo y bebiendo la carne y la sangre del Salvador
en ese momento!
2. Se dice que la “comida” y “bebida” dan como resultado “vida”; pero en el mismo
contexto se describe que esa “vida” es el resultado de recibir las palabras de Cristo, i.e.,
Sus enseñanzas (vs. 63). Entonces llega a ser claro que el consumo de Su carne y sangre es
equivalente a ingerir Su instrucción sagrada—la primera es una expresión figurada; la
última es una expresión literal.
Esto también se confirma al considerar la frase, “en mí permanece, y yo en él” (vs. 56). Se
dice que esa relación recíproca es el resultado de “comer” y “beber” la carne y sangre de
Cristo. Sin embargo, en un pasaje suplementario, en otro de los escritos de Juan, el apóstol
iguala esta relación con la frase “guardar Sus mandamientos” (1 Juan 3:24).
Referencia
Cross, F.L., ed. (1958), El Diccionario Oxford de la Iglesia Cristiana [The Oxford Dictionary of the
Christian Church] (Londres: Oxford).
¿Qué es la Transustanciación? -Programa Nº 393
Con la palabra transustanciación la Iglesia quiere expresar la verdad revelada de que en las
especies de pan y vino consagradas está verdaderamente presente el Cuerpo y la Sangre del
Señor.
De este modo, para explicar el cambio producido por la consagración en las especies de pan y
vino, afirmamos que mientras sus accidentes (color, apariencia, sabor, textura, etc.) no han
cambiado, sin embargo su sustancia (la de pan) sí se ha transformado en la sustancia del Cuerpo
de Cristo.
Lo mismo se predicaría de su sangre. Transustanciación por tanto nos habla del cambio de
sustancia (trans-sustancia) realizado en el pan y vino consagrados. Ya no son pan y vino, aunque
parezcan pan y vino, pues son el Cuerpo y la Sangre del Señor. A ese cambio radical, a ese cambio
en la sustancia es al que se refiere la transustanciación.
El término se usó en la doctrina de la Iglesia por primera vez en la carta CUM MARTHAE CIRCA del
Papa Inocencio III de 29 de noviembre de 1202. Sin embargo, como definición dogmática definitiva
fue recogido por el Concilio de Trento en el Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía, en la 13ª
sesión de 11 de octubre de 1551, en el que se dice:
"Cristo, Redentor nuestro, dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de
pan, de ahí que la Iglesia de Dios tuvo siempre la persuasión y ahora nuevamente lo declara en
este santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la
sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del
vino en la sustancia de su sangre. La cual conversión, propia y convenientemente, fue llamada
transustanciación por la santa Iglesia Católica."
Este concepto fue nuevamente tratado por la doctrina magisterial del Papa Pablo VI (entre otros)
con ocasión de su Encíclica MYSTERIUM FIDEI, de 3 de septiembre de 1965. Ciertas doctrinas
procedentes de la fenomenología y la filosofía existencial, habían puesto en entredicho el
concepto de transustanciación, proponiendo como alternativa la transignificación o la
transfinalización.
La veneración con la que la Iglesia trata la doctrina consolidada y recibida, así como los términos
que se usan para definirla, hace que si bien los conceptos de sustancia y accidentes son
elaboraciones que pertenecen al ámbito filosófico y no forman parte del dominio común, en
cambio la transustanciación expresa perfectamente el milagro realizado en cada Misa al convertir
el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor y por ello sigue siendo un concepto
plenamente válido para acercarnos a ese milagro del que somos testigos a diario.
Los cristianos de la Iglesia ortodoxa aceptan también esta doctrina, opuesta a la doctrina luterana
de la consubstanciación. Los protestantes la rechazan, a veces bajo el argumento de que a los
judíos les tenían (y tienen) prohibido beber sangre y ellos aún estaban bajo esa ley.
Que -de acuerdo a este dogma- deben ser interpretados literalmente sin interpretaciones
simbólicas, ya que el texto original del Evangelio según San Juan utiliza las palabras griegas "fagon"
que significa literalmente "comer".
Esta presencia real fue negada por diversos grupos de manera directa o indirecta, como los
docetas, y más tarde por Wyclif, Juan Calvino, Zwinglio, y en cierto aspecto Lutero, quien elaboró
la doctrina de la Consubstanciación que aunque no negaba la presencia real, hacía permanecer la
substancia del pan y el vino al lado de la substancia del cuerpo y sangre de Cristo.
La doctrina de la Transustanciación fue declarada sobre todo contra las sectas espiritualistas
nacidas de la Iglesia Católica en el siglo XII, como los albigenses, cátaros o petrobrusianos, quienes
atacaban la jerarquía eclesial, con ello el poder del sacerdote de consagrar y por último la
presencia real de Cristo en la eucaristía. La doctrina fue reafirmada por el concilio de Trento esta
vez contra los reformadores.
"La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este
sacramento, `no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la
autoridad de Dios'. Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22,19: `Esto es mi Cuerpo que será
entregado por vosotros', S. Cirilo declara: `No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien
con fe las palabras del Señor, porque él, que es la Verdad, no miente"
Debido a que ahí está la presencia misma de Cristo, los Católicos adoran y exaltan estos
elementos.
La Misa consta de una serie de rituales contenidos dentro de la Cena del Señor y entre ellos
la recreación del sacrificio de Cristo. Además, la enseñanza de la transubstanciación
establece que la substancia de los elementos son milagrosamente cambiados, aunque no su
apariencia. En otras palabras, el pan y el vino se presentan como pan y vino, incluso bajo el
examen científico, pero la verdadera substancia es de manera mística el Cuerpo y Sangre de
Cristo. A la par con la transubstanciación esta la doctrina de la Presencia Real o Verdadera.
Mientras la transubstanciación es el proceso de cambio, la presencia real es el resultado de
ese cambio. En otras palabras, la doctrina de la presencia real establece que el pan y el vino
contienen la presencia efectiva de Cristo en forma corporal como resultado del proceso de
transubstanciación. El Catolicismo Romano establece que la encarnación misma de Cristo
en donde Jesús se hizo hombre, pero conteniendo una naturaleza invisible y divina, es
análoga a la doctrina de la presencia real.
Algunos de los versículos usados para sostener esta enseñanza son los siguientes:
Mateo 26:28, “porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada
para el perdón de los pecados.”
Juan 6:52-53, “Entonces los judíos discutían entre si, diciendo: ¿Cómo este hombre puede
darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo, Si no coméis la carne
del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.”
1 Corintios 11:27, “De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del
Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.”
¿Podemos concluir a partir de los versos anteriores que la Cena de Comunión involucra
realmente un cambio de los elementos al cuerpo y sangre de Cristo de forma mística?
Observemos detenidamente.
No hay lugar en las Escrituras en donde encontremos eso. Vemos que las Escrituras hablan
de los elementos como el cuerpo y la sangre, pero también vemos a Jesús enseñando que
las palabras que El hablaba eran espirituales: “El espíritu es el que da vida; la carne para
nada provecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida,” (Juan 6:63). El
no dijo que eran palabras literales; esto es, El no dijo que eran de hecho Su cuerpo y sangre.
Pero, un Católico podría objetar y decir que Jesús claramente dijo, “Esta es Mi sangre…” y
“Esto es mi cuerpo…” Esto es verdad, pero Jesús frecuentemente habló en términos
espirituales: “Yo soy el pan de vida,” (Juan 6:48); “Yo soy la resurrección y la vida,” (Juan
11:25); “Yo soy la vid verdadera,” (Juan 15:1), etc. Jesús a menudo habló en términos
figurativos y en el contexto de las conversaciones con sus discípulos, que ellos debían
comer de Su cuerpo y Su sangre, claramente dice que está hablando en términos
espirituales, “…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”
Luego de que Jesús dijese, “Esta es mi sangre,” (Mateo 26:28), El dijo, “Os digo que desde
ahora no beberé mas de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con
vosotros en el reino de mi Padre.” (Mateo 26:29). ¿Por qué hablaría Jesús en sentido
figurado de Su sangre como “fruto de la vid” si era literalmente Su sangre? Vemos
claramente que Jesús estaba hablando figurativamente.
Segundo, no hay indicio de que los discípulos pensasen que los elementos
cambiaron.
No hay indicios en los registros bíblicos de la Ultima Cena que los discípulos pensasen que
el pan y el vino cambiaron al cuerpo y sangre de Cristo literalmente. No hay indicios de
eso. ¿Podríamos decir que los discípulos que estaban al lado de Jesús en la Ultima Cena,
pensaban que Jesús tenía en sus manos, Su sangre y Su cuerpo? Eso es ridículo.
“Porque la vida de toda carne está en su sangre. Por tanto He dicho a los hijos de Israel, No
comerás la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre, cualquiera
que la coma será eliminado,” (Levítico 17:14).
Notemos que las Escrituras nos dicen que no debemos comer la sangre de ninguna carne.
Pareciese que el punto de vista Católico Romano está en contradicción al Antiguo
Testamento ya que aboga a comer el cuerpo de Cristo.
La doctrina bíblica de la Encarnación establece que la Palabra que era Dios y que estaba
con Dios (Juan 1:1), se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Este “se hizo carne”
involucra lo que se conoce como “unión hipostática.” Esta es la enseñanza que en la sola
persona de Cristo hay dos naturalezas: divina y humana. Esto es, Jesús es tanto Dios como
hombre al mismo tiempo y que El será por siempre Dios y hombre.
Es mas, por definición, para que Jesús sea un hombre debe estar localizado en un solo
lugar. Esto es parte de la naturaleza humana. Un humano no tiene la habilidad de la
omnipresencia. El solo puede estar en un lugar. El decir que Jesús en Su forma física está
en más de un lugar a la vez, es negar la Encarnación. Es decir, es negar que Jesús sea
totalmente hombre, ya que un hombre solo puede estar en un lugar. Por tanto, decir que el
pan y el vino se vuelven en el cuerpo y sangre de Cristo es violación a la doctrina de la
Encarnación, al establecer que Cristo está físicamente presente en todo el planeta cuando la
misa es celebrada. Este es un serio problema y una seria negación de la verdad y de la
absoluta Encarnación de la Palabra de Dios como hombre.
Pero, ¿Acaso Jesús no dijo en Mateo 28:18-20 que El estaría con sus discípulos siempre,
hasta el fin del mundo? ¿No es esta una declaración de que Jesús estaría físicamente
presente en todos lados? No, no es lo que está declarando.
Para hacer esto mas claro, veamos algunos versículos que ilustran el principio del
communicatio idiomatum.
Juan 17:5, “Ahora pues, Padre, glorifícame Tu al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo existiera.”
Juan 3:13, “Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que
está en el cielo.”
Por favor, notemos que en estos dos versículos, Jesús declara la gloria que tenía con El
Padre antes de la fundación del mundo y que además ha descendido del cielo. Pero ¿Cómo
puede ser esto cierto si El es hombre? La respuesta es debido a los atributos de la naturaleza
divina son pertenecientes al persona de Cristo. Por tanto la persona de Cristo puede decir
tener la gloria con El Padre y el haber descendido desde el cielo. Pero sabemos que Jesús
hombre, en la carne, no existió hasta Su concepción. Aun así, esto significa que las dos
naturalezas de Cristo son distintas, aunque están en Unión en la persona de Cristo (unión
hipostática). También significa que los atributos de la naturaleza divina y los atributos de la
naturaleza humana no se transfieren unos a otros, es decir, lo divino no se vuelve localizado
y lo humano no se vuelve infinito. Si ese fuese el caso, la naturaleza de lo divino y la
naturaleza de lo humano serían violadas. Por tanto, la transubstanciación no sería una
enseñanza correcta.
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre. Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha
sentado a la diestra de Dios. Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por
estrado de sus pies. Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados.” (Hebreos 10:10-14).
Conclusión
Resulta obvio para cualquiera que cree en la Palabra de Dios, que la doctrina Católico
Romana de la transubstanciación no es bíblica. Por las razones anteriores, exhortamos a los
Católicos Romanos a reconocer que Jesucristo murió solo una vez y que no hay necesidad
de participar en un ritual en donde se practica el re-sacrificio de Cristo.
Finalmente, debido a que el sacrificio de Cristo fue solo una vez para siempre, es suficiente
para salvarnos y no necesitamos mantener nuestra salvación por nuestros esfuerzos o por
nuestra participación en la Cena del Señor. No hay medios de gracia que nos aseguren
vuestra salvación o infundan dentro nuestro la gracia necesaria que nos capacite para
mantener nuestra salvación por nuestras obras. Todo lo contrario, somos hechos justos
delante de Dios por la fe.
http://www.youtube.com/watch?v=KfAkW7LDqA8
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