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MANIFESTACIÓN DE LA VOLUNTAD1
Además de la manifestación de la voluntad (que puede ser expresa o tácita, como bien
se estudió, en su momento, en el curso Derecho Privado I, módulo de teoría del negocio
jurídico) la segunda condición o requisito que debe cumplir la voluntad declarada es que
exista el ánimo o la intención efectiva de obligarse, de generar o producir unos efectos o
consecuencias jurídicas, es decir, que realmente lo que se busca al manifestar la voluntad
sea crear, modificar o extinguir relaciones jurídicas2. Atentan contra esa seriedad, por
ejemplo, las manifestaciones que se hacen en broma o chanza.
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Este documento de clase hace parte de los apuntes de clase empleados por la profesora Sandra Eliana Cataño
Berrío, para la preparación del curso Complementaria de Derecho Privado, por lo cual están en constante
revisión y ajustes. Este es compartido con los alumnos matriculados en dicha asignatura, en el semestre
académico 2015-1, con el fin de facilitar la lectura y estudio previo de la temática, por fuera del aula de clase.
El estudio juicioso de esta temática debe ser complementado con la siguiente lectura, que se encuentra en la
fotocopiadora del bloque 14, carpeta 230A: Suescún Melo, Jorge (2003), Derecho privado. Estudios de
derecho civil y comercial contemporáneo, tomo II, 2ª ed., Bogotá, Legis, pp. 255-414: Estudio XXVI. La
evolución de la jurisprudencia colombiana sobre simulación.
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Y la tercera condición de la voluntad, como requisito de existencia de los negocios y actos jurídicos, es la
rectitud en su manifestación (o buena fe), tema que también fue objeto de estudio en el curso de Derecho
Privado I, módulo de teoría del negocio jurídico.
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La reserva mental no produce efecto jurídico alguno porque está involucrada la
seguridad jurídica y la protección a la buena fe.
Es oportuno aclarar que esta figura no tiene nada que ver con la reserva como forma o
especie de protesta, que implica una manifestación expresa de voluntad en el sentido de
establecer que un comportamiento no supone la renuncia a un derecho o el reconocimiento
de un derecho a favor de otro. Por ejemplo, el destinatario de una mercancía la recibe pero
se reserva el derecho a revisar esta con el fin de poder aceptarla a satisfacción.
En esta figura, y en otras afines (fraude pauliano y fraude a la ley), se centrará este
estudio.
La simulación es una figura jurídica por la cual dos o más partes celebran un negocio
jurídico bajo el entendido de que este no producirá total o parcialmente efectos, o que será
un negocio jurídico diferente, o bajo condiciones distintas o se esconde a las verdaderas
partes interesadas en celebrar el negocio con la interposición de un tercero.
[…] es una máscara que se crea por medio de un acto jurídico, para encubrir una
realidad y darle una apariencia distinta de la que le corresponde. En palabras de
JOSSERAND, “la simulación consiste, de parte del autor o autores de un acto
jurídico, en esconder al público la realidad, la naturaleza, los participantes, el
beneficiario o las modalidades de la operación realizada.
Por la identidad de una de las partes: en la celebración del negocio jurídico aparece
una relación triangular, con la intervención de un tercero (denominado por la doctrina como
testaferro, hombre de paja o prestanombre) que no tiene ningún ánimo o intención de
obligarse pero que se presta como puente o enlace de las verdaderas partes que desean
celebrar el negocio jurídico, generalmente porque entre ellas existe algún impedimento para
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poder celebrar directamente el negocio3. Ejemplo: compraventa celebrada entre el padre y
el hijo de familia está prohibida en Colombia (artículo 1852 del CC), entonces se busca un
tercero (testaferro) para que el primero aparezca que le transfiere a él (testaferro) y luego
este transfiere al hijo de familia.
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Para que se configure esta clase de simulación, por “interposición de persona”, de carácter tripartito, es
necesario “que exista una acuerdo o connivencia entre los verdaderos contratantes y el testaferro, acuerdo
dirigido a esconder la identidad de uno de aquellos. Pero si dicho acuerdo solo se hace entre el contratante que
quiere permanecer oculto y el testaferro por él elegido, pero sin la participación del otro contratante, para un
sector de la doctrina no hay en este caso simulación, pues esta requiere del consentimiento tripartito.”
(Suescún Melo y Suescún de Roa, 2011, p. 411). Por tal razón, no toda interposición de persona configura una
simulación tripartita, aunque para los autores mencionados en ambas hipótesis (simulación por interpuesta
persona bipartita y la tripartita), habría simulación, “toda vez que se presenta una distorsión entre la realidad
de lo acontecido y la imagen ficticia que se difunde ante terceros.” (p. 414).
De igual forma, se sugiere en este punto revisar el documento de Suescún Melo, Jorge (2003), pp.271-278.
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Ahora bien, para que se configure la simulación de negocios jurídicos se
requieren tres elementos o requisitos:
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Éticamente, la simulación se concibe como buena o mala. Antiguamente se
consideraba que todo evento de simulación, por el hecho de implicar un engaño, era malo.
Luego fue evolucionando esta idea y se estableció que no todo caso de simulación era
dañino, porque en ocasiones persigue fines altruistas como cuando se aparenta vender y se
está regalando. Finalmente, se considera que la simulación no es buena ni mala en sí
misma, lo que se debe revisar es el fin que se persigue con esta. En este mismo sentido se
afirma que “Lo criticable no es la simulación en sí, sino el móvil espurio a que obedezca y
el perjuicio que genera.” (Suescún Melo y Suescún de Roa, 2011, p. 423).
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Recordar que las causales de nulidad son taxativas, atendiendo al principio de que no existe nulidad sin texto
legal que la consagra y a la conservación de los negocios jurídicos.
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de una compraventa el único negocio que se celebra entre las partes es la donación, el otro
solo es una apariencia.
Teoría monista: sostienen que solo existe un negocio jurídico, donde la declaración
de voluntad se bifurca en dos (la falsa o aparente y la oculta o disimulada), y debe
prevalecer la voluntad declarada en forma privada.
Crítica a esta teoría: es muy apropiada para explicar la simulación relativa, pero no
la absoluta donde no existe negocio jurídico, porque los agentes solo crean una farsa o
apariencia, pero descartan cualquier posibilidad de producir efectos o consecuencias
jurídicas, se presenta una negación misma del negocio jurídico.
En este punto se hace un llamado a recordar, en primer término, las personas que
tienen la calidad de partes en cualquier negocio y acto jurídico (real o simulado) y los que
son terceros frente a cualquier acto y negocio jurídico, tema estudiado, en su momento, en
teoría del negocio jurídico:
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¿Quiénes son parte en un negocio jurídico?
Agentes que actúan personalmente: quienes celebran no solo en forma directa sino
también personalmente el negocio jurídico, sin la intermediación o intervención de otro.
Son partes por excelencia de cualquier negocio o acto jurídico.
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¿Quiénes son terceros en un negocio jurídico?
Absolutos: nada tienen que ver con las partes que celebran el negocio jurídico, no
tienen relación jurídica alguna con las partes que pueda resultar afectada con la celebración
de este. Ejemplo: el vigilante en una notaría o en un juzgado, el testigo de un negocio, el
funcionario de la notaría que apoya el trámite.
Los asignatarios sucesorales forzosos: las asignaciones forzosas, según la ley, son
las legítimas rigurosas, los descendientes con cuarta de mejoras, las pensiones alimentarias,
la porción conyugal. En este caso actuarán en interés propio, iure propio, no como
continuadores de la personalidad del causante, sino defendiendo su derecho hereditario,
bien a través de la acción de reforma del testamento o con la acción de simulación.
Acreedores: en virtud del derecho de prenda general que tienen sobre el patrimonio
embargable del deudor. Pueden demostrar que con un negocio real o simulado de su deudor
resulta afectado su crédito por la insolvencia real o aparente de este.
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Teniendo claro quiénes son partes de un negocio jurídico y los terceros frente a un
negocio, es necesario establecer ahora las consecuencias jurídicas que se siguen de la
simulación, primero entre las partes que participan en ella y, luego, frente a terceros:
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mismo, a menos que esté afectado de un vicio que lo condene a la ineficacia, lo cual
necesita declaración judicial.
Si establecido, por ejemplo, que el real negocio celebrado entre las partes es
una donación y no una compraventa, las relaciones entre ellas deben regularse por
las reglas de la donación y si se llegan a producirse situaciones de hecho,
verbigracia, el pago del precio, esas situaciones deben destruirse retroactivamente.
Ejemplos:
Un tercero que actúa con buena fe (desconoce la simulación realizada por las
partes) puede tener uno de estos intereses:
Un evento en el cual el tercero puede ser considerado que actuó de mala fe, porque
tenía conocimiento de la simulación antes o al tiempo de contratar es el siguiente: “[…]
cuando se inscribe una demanda de simulación en la oficina de registro, de manera que si
un tercero adquiere el bien con posterioridad a ese registro, ya no será considerado como de
buena fe, pues el registro se presume conocido por todos […]”(Suescún Melo y Suescún de
Roa, 2011, p. 432).
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mientras que otros pueden pretender valerse de la declaración privada o el acuerdo
oculto de las partes, lo cual puede dar lugar a conflictos de intereses entre terceros,
porque pueden adoptar posiciones encontradas frente a una misma situación jurídica.
Por tanto, se protege la buena fe de los terceros contra las sorpresas de que
podrían ser víctimas. Pero si estos obraron con mala fe, es decir, conocían del acto
simulado, deben soportar las consecuencias que se derivan de la declaración de
simulación bien sea absoluta o relativa, como ocurre si hay lugar a restituciones de
bienes o cancelaciones de garantías reales, por ejemplo.
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En relación con este aspecto es importante tener en cuenta la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala
de Casación Civil, del 4 de septiembre de 2006, del Magistrado Ponente Jaime Alberto Arrubla Paucar, que
establece la posibilidad de amparar los intereses contrapuestos de los acreedores del sediciente comprador y
del sediciente vendedor, en relación con los remanentes que queden de la ejecución seguida contra el
propietario aparente, en tal sentido manifiesta la Corte: “Habiendo quedado plenamente demostrado que el
acto fue simulado, asunto que no es materia de censura en casación, es claro que todo cuanto quede después
de la ejecución en verdad pertenece al vendedor simulado. Así las cosas, si luego de la persecución judicial
algo subsistiere, y si ese remanente no pertenece al comprador aparente, justo es que beneficie a los
acreedores del propietario verdadero.”
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La declaración de simulación y el objeto de esta
Por tal razón, la simulación necesariamente debe ser declarada por el juez a petición
de parte interesada o por la excepción propuesta dentro de un proceso judicial.
Se trata, además, de un proceso ordinario declarativo. “La sentencia que la acoge [la
simulación] declara la falta de eficacia jurídica del acto aparente y la prevalencia de la
situación real.” (Pájaro, 2013, p. 645). De igual forma, es una acción de carácter
patrimonial, por lo tanto es transferible, renunciable, transmisible y prescriptible.
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Otras características importantes de la acción de simulación, señaladas por Pájaro
(2013, p. 646) son:
- El acreedor ejerce dicha acción de manera directa, y no por cuenta del deudor.
- Es una acción personal. Con ella, el acreedor busca hacer efectivo un derecho
personal accesorio a su derecho de crédito y no un derecho real.
Cualquier interesado en ejercerla, porque resulte afectado por esta, bien sea una de las
partes que intervino en la simulación o un tercero.
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Recordar que, de acuerdo con lo que se estudió en el módulo de teoría general de las obligaciones, el
acreedor cuenta con una serie de acciones con las que busca que el deudor cumpla con las obligaciones que
tiene a su cargo, la más importante es la acción ejecutiva y la indemnización de perjuicios, pero también
cuenta con acciones o remedios para reconstruir el patrimonio del deudor y evitar así que dichos actos y
omisiones del deudor lo perjudiquen. Cf. Pájaro Moreno, Nicolás, “Las acciones reconstitutivas del
patrimonio del deudor”, En: Castro de Cifuentes, Marcela (Coord.), Derecho de las Obligaciones, Tomo II,
Volumen I, Bogotá: Universidad de los Andes y Editorial Temis, 2013, pp. 609-669.
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Pero es muy importante para estar legitimado (autorizado) para obrar, que el actor sea
titular de un derecho cierto y actual, cuya eficacia resulta afectada en modo real por el acto
simulado. De esta manera, las simples expectativas no autorizan para ejercer la acción de
simulación.
Acreedores: cuando son titulares de un derecho crediticio que ya nació (no puede
estar sujeto a una condición suspensiva de la cual, precisamente, dependa el nacimiento del
derecho; sí puede estar sujeto a plazo suspensivo porque de este no depende el nacimiento
de la relación jurídica sino la exigibilidad del derecho); que es actual su derecho (solamente
puede ser ejercida la acción de simulación por aquellos acreedores que tuvieran dicha
condición al momento de la celebración del negocio simulado) y que se encuentra en
insolvencia, aparente, el deudor con su actuación, porque si conserva otros bienes dentro de
la prenda general, no estará legitimado el acreedor para demandar la simulación.
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como será objeto de estudio, en su momento, con la sentencia de la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, expediente Nº 4920 de octubre 30 de 1998, Magistrado
Ponente: Dr. Jorge Antonio Castillo Rugeles:
Prueba de la simulación
Las partes y los terceros cuentan con plena libertad probatoria para acreditar o
probar la simulación. Es muy usual que las partes tengan en su poder documentos
privados o contraescrituras donde aparece el acuerdo privado.
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Los terceros gozan, aún más, de libertad probatoria ante la ausencia, en la
mayoría de ocasiones, de prueba documental.
Fraude pauliano: se refiere a una actuación ejecutada con mala fe por parte del
deudor, dirigida a generar su insolvencia, o mejor un mal estado de sus negocios, y
afectar la prenda general de los acreedores, para defraudar su confianza. En este caso,
el deudor, a diferencia de lo que ocurre con la simulación, realiza actos o negocios
jurídicos reales, pese al mal estado de sus negocios, con el fin de perjudicar el interés
de sus acreedores y no tener posibilidad de responder por sus deudas.
Se actúa con mala fe, es decir, con el ánimo o la intención efectiva de ocasionar
daño al acreedor, lo que le permite a este (acreedor) ejercer la acción pauliana7 o
revocatoria en contra del deudor, con la cual “se busca reconstituir el patrimonio del
deudor cuando este, de mala fe, ha ejecutado un acto que sacó un bien de su
patrimonio o disminuyó el valor de sus activos, ocasionándole un daño a sus
acreedores.” (Pájaro, 2013, p. 617).
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Se cree que toma su nombre del jurisconsulto Paulo, a quien se atribuye su creación.
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Para ejercer esta acción se requiere, de acuerdo con lo regulado en el artículo
2491 del CC, lo siguiente:
Ahora bien, la acción pauliana solo puede ser ejercida por los acreedores8 que
se vean afectados con un acto revocable del deudor. Para ello se requiere que el
acreedor cumpla con dos condiciones:
a) Legitimación en la causa, que implica que debe tener el carácter de acreedor
antes del acto revocable, es decir el derecho al restablecimiento solo lo
tienen los acreedores que habían adquirido el crédito contra el deudor antes
de celebrase el acto revocable. Pueden ser acreedores que a la fecha del acto
tuvieran créditos ya exigibles, como también aquellos cuyos créditos se
encuentran sometidos a plazo pendiente, no así los acreedores con
condición suspensiva pendiente.
b) Interés para obrar, toda vez que la revocatoria del acto debe mejorar la
situación del crédito del acreedor. En esta medida, un acreedor está
legitimado para demandar la revocatoria del acto de su deudor porque este
generó o aumentó la insolvencia del deudor e hizo imposible cobrar el
crédito. De modo que, no pueden ejercer esta acción los acreedores que no
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Los herederos y cónyuge no están legitimados para ejercer esta acción.”[…] el heredero no está legitimado
para demandar la revocatoria de los actos que en vida celebre su causante. El heredero únicamente adquiere la
condición de acreedor a la muerte de este último […] el cónyuge no tiene legitimación para iniciar acción
pauliana, pues la acción pauliana solo puede ser ejercida por los acreedores de derechos ciertos e
indiscutibles, y el hecho de ser cónyuge no cumple con dicha condición.” (Pájaro, 2013, p. 622).
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vayan a reportar beneficio alguno con la revocatoria, ejemplos: el saldo de
los activos después del acto revocable es suficiente para pagar el crédito. O
cuando el acto revocable versó sobre bienes que no podían ser objeto de
ejecución forzada por el acreedor.
Esta acción expira en un año contado desde la fecha de celebración del acto o
negocio susceptible de revocación.
El fraude pauliano se asimila, parcialmente, a la simulación absoluta por
compraventa de confianza y suposición de deudas, porque con ellas se busca
defraudar a los acreedores, pero en el caso del fraude pauliano no se aparenta nada, se
realizan actos reales de disposición que generan la insolvencia del deudor en perjuicio
de sus acreedores.
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Existen varios regímenes de insolvencia en Colombia, a saber: en el caso de la crisis de las personas
jurídicas y las naturales comerciantes, la regulación está en la Ley 1116 de 2006. Las entidades territoriales
siguen el procedimiento de reestructuración regulado en la Ley 550 de 1999. A las personas naturales no
comerciantes, se les aplica la regulación de la Ley 1584 de 2012 o nuevo código general de proceso. Y,
finalmente, las entidades del sector salud, financiero, solidario y bursátil, en términos generales se rigen por
los procedimientos de toma de posesión y liquidación forzosa administrativa regulados en el Estatuto
Orgánico del Sistema Financiero. Cf. Pájaro, 2013, pp. 632-639.
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Negocios en fraude a la ley: consiste en la celebración de un negocio jurídico
como medio para escapar a la aplicación de una prohibición establecida por una
norma imperativa (o de obligatorio cumplimiento). Existe en su celebración una
apariencia de licitud en el negocio, pero en realidad se realiza para eludir el
cumplimiento de una norma imperativa. El acto es aparentemente lícito, pero en el
fondo se trata de un negocio anulable por objeto ilícito (porque se está celebrando un
negocio que realmente está prohibido, eludiendo la prohibición existente).
Se trata de negocios jurídicos que por vías transversales se encuentra que son
lícitos o conformes a la ley, pero que tiende a lograr evadir una prohibición de esta,
con la finalidad que realmente con él se busca. Se puede asimilar a la simulación que
en ocasiones se emplea para defraudar la ley, para escapar a la aplicación de una
norma imperativa que prohíbe celebrar el negocio. Ejemplo: en la simulación relativa
en cuanto a la identidad de las partes.
Ejemplos:
Deudor que encarga (a través de un mandato sin representación) a su amigo
para que intervenga en el remate de sus bienes.
Juez que encarga a alguien para que adquiera el bien que se remate a órdenes de
su Juzgado para luego transferírselo a él.
Padre de familia que utiliza a un testaferro para lograr la venta de un bien a su
hijo de familia, situación en la cual, además, se podría presentar una simulación
relativa en cuanto a la identidad de las partes.
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Bibliografía consultada y sugerida:
Ospina Fernández, Guillermo y Ospina Acosta, Eduardo (2009), Teoría general del
contrato y del negocio jurídico, 7ª edición, Bogotá: Temis, pp. 112-142, 508-529.
Pájaro Moreno, Nicolás (2013), Las acciones reconstitutivas del patrimonio del
deudor, En: Castro de Cifuentes, Marcela (Coor.), Derecho de las Obligaciones, Tomo II,
volumen 1, Bogotá: Universidad de los Andes y Editorial Temis, pp.609-669.
Suescún Melo, Jorge (2003), Derecho privado. Estudios de derecho civil y comercial
contemporáneo, Tomo II, 2ª ed., Bogotá, Legis, pp.255-414.
Suescún Melo, Jorge y Suescún de Roa, Felipe (2011), La Simulación, En: Castro de
Cifuentes, Marcela (Coor.), Derecho de las Obligaciones, Tomo I, Bogotá: Universidad de
los Andes y Editorial Temis, pp. 407-437.
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