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Teología de la Ordenación: declaración votada

por la Asociación General


febrero 2, 2018Escogidas Para Servir

Teología de la Ordenación
Esta declaración, aprobada por votación en el Concilio Anual de octubre de 1991, se reproduce aquí
exactamente como aparece en la edición de 1992 del The Seventh-day Adventist Minister’s Manual.

Ordenación: una declaración


“La iglesia cristiana es el cuerpo de personas que se han reconciliado con Dios y sus semejantes mediante
Jesucristo (Efe. 2:16; Rom. 12:5). Los cristianos, al unirse con Dios mediante el bautismo (Mat. 28:19), quedan
incorporados a su obra de redención como‘real sacerdocio’para‘que anunciéis las virtudes de aquel que os
llamó de las tinieblas a su luz admirable’ (1 Ped. 2:9). Esto significa, entre otras cosas,que los cristianos deben
ser ministros de reconciliación,promoviendo la misión de Dios en el mundo (2 Cor. 5:18-20). Por lo tanto, el
ministerio es función de cada cristiano tanto como de la iglesia en conjunto, y se lleva a cabo por medio de los
dones que el Espíritu Santo imparte (Rom. 12:4-8; 1 Cor. 12:4-7; Efe. 4:8-16; 1 Ped. 4:10).

‘”En esta sección se reproduce la declaración sobre ordenación ministerial preparada por la Asociación
Ministerial de la Asociación General y el Instituto de Investigación de la Asociación General. La declaración
recibió amplia contribución del campo mundial y pasó por numerosas revisiones. Omite intencionalmente el
problema de los géneros en la ordenación ministerial, porque más bien busca establecer principios básicos para
juzgar todos los asuntos relacionados con la ordenación ministerial”.
“Ordenación para un servicio en particular. Si bien es cierto que todos los cristianos prestan servicio espiritual,
el Nuevo Testamento presenta una iglesia organizada, administrada y nutrida por personas que son
especialmente llamadas por Dios, apartadas mediante la imposición de las manos para prestar un servicio en
particular. Fuera de la designación y ordenación de los doce apóstoles para un rol único en su género y que no
se puede repetir (Mar. 3:13-l4;E7 Deseado de todas las gentes, p.263), la Biblia distingue tres categorías de
dirigentes ordenados: (1) el ministro evangélico, cuyo rol puede percibirse como predicar y enseñar,
administrar los ritos y dar atención pastoral a la gente y las iglesias (ITim. 4:l4;2Tim. 4:1-3); (2) el anciano
(quien a veces la Biblia denomina obispó), que ejerce tareas de supervisión en una congregación local y realiza
también funciones pastorales necesarias (Hech. 14:23;20:17;Tito 1:5,9; ITim.3:2,5);y (3) el diácono, a quien
se ha confiado la atención de los pobres y la obra de caridad de la congregación (Fil. 1:1; Hech. 6:1-6; 1 Tim.
3:8-13).

“Los ancianos y diáconos ordenados prestan servicio para obtener el bienestar de la congregación local y
promover la propagación de la fe. Pero posiblemente porque refleja el papel único de los apóstoles, mayores
responsabilidades descansan sobre los ministros del Evangelio ordenados. Con el apoyo de ancianos y
diáconos, sirven localmente a la iglesia en palabra y administración de los ritos, recordando continuamente los
fundamentos bíblicos (2 Tim. 4:1-5).

“El Ministerio Evangélico: un Llamamiento Especial. Mientras los ancianos y los diáconos son designados en
base a su capacidad y experiencia espiritual (Tito 1:5; Hech. 6:3), los adventistas creen que el ministerio
evangélico es un llamamiento especial de parte de Dios. Independientemente de los medios que Dios emplea
para iniciarlo, su llamamiento se convierte en una pasión absorbente, en una motivación incansable que induce
a su poseedor a exclamar:“Porque me es impuesta necesidad. ¡Ay de mí, si no anuncio el evangelio! ”(1 Cor.
9:16). La convicción se convierte en ‘fuego ardiente, prendido en mis huesos’ 0er. 20:9). Los adventistas del
séptimo día, históricamente han insistido en un procedimiento de ordenación para los que son llamados.

“Significado de la ordenación. Así como los profetas, sacerdotes y reyes eran ungidos con aceite para que
pudieran desempeñar sus funciones especiales, también el rito de la ordenación por imposición de manos
reconoce que Dios llama a algunos, que ya son suyos, para propósitos especiales (ver Mar. 3:13-14). La
ordenación al ministerio evangélico reconoce necesidades especiales en el cuerpo de la iglesia: (1) la necesidad
de liderazgo que provee a los feligreses con ejemplo y desafío para avanzar en el programa de Dios (1 Cor.
11:1; 1 Tim. 4:12); (2) la necesidad de centinelas ‘en las murallas de Sion’, con la responsabilidad de informar
y alertar al pueblo de Dios (Eze. 3:17-19; 2 Cor. 11:2-3); (3) la necesidad de que la Palabra y la predicación
autorizada de la voluntad de Dios para los miembros de la iglesia y en las campañas de evangelismo para los
que no están salvados, surja del estudio serio de las Escrituras (Hech. 6:2-4; 2Tim. 4:2-4).

“La ordenación, un acto de investidura, reconoce el llamamiento de Dios, aparta a la persona y la designa para
que sirva en la iglesia con habilidades y aptitudes especiales. La ordenación respalda a las personas separadas
como representantes autorizados de la iglesia. Por medio de este acto, la iglesia delega autoridad a sus ministros
para que proclamen el Evangelio públicamente, que administren sus ritos, que organicen nuevas
congregaciones, y, dentro de los parámetros establecidos por la palabra de Dios, provean dirección para los
creyentes (Mat. 16:19; Heb. 13:17). En resumen, la ordenación confiere a los ministros plena autoridad
eclesiástica para que actúen en beneficio de la iglesia en cualquier lugar en el campo mundial donde puedan
ser empleados por la iglesia {Los hechos de los apóstoles, pp. 130-132). Los Adventistas del Séptimo Día no
creen que la ordenación sea sacramental en el sentido de conferir un carácter indeleble, poderes especiales o
la habilidad de formular una doctrina inequívoca. La ordenación ‘no añadía ninguna gracia ni cualidad virtual’
(Ibíd., p. 131).

“El trasfondo bíblico del rito indica que ‘era una forma reconocida de designación para un cargo señalado,y
un reconocimiento de la autoridad de uno para ese cargo’ {Ibíd.). La iglesia, por este medio, coloca su sello
sobre la obra de Dios realizada mediante sus ministros y sus laicos asociados. En la ordenación, la iglesia
invoca públicamente la bendición de Dios sobre las personas elegidas por él para esta obra ministerial especial.

“Calificaciones para la Ordenación. El Señor califica a quienes llama a algún servicio especial (Exo. 31:1-5; 1
Tim. 4:14; 2 Tim. 1:6). La iglesia, mediante la ordenación, reconoce la obra de Cristo —Cabeza de la Iglesia—
en el desarrollo de un ministro. Puesto que los ministros llevan a cabo su ministerio dentro de una organización
terrena, esa organización debe determinar si la convicción interior de esa persona es sólo un llamamiento
general a servir a Cristo como todos los miembros debieran hacerlo, o si es en realidad un llamamiento genuino
al ministerio evangélico. El llamado de Dios y su habilitación constituyen el primer paso hacia el ministerio;
el reconocimiento y la confirmación de ese llamamiento por los dirigentes autorizados para evaluar su validez,
constituyen el segundo paso (ver 1 Tim. 5:22).

“Los candidatos al ministerio evangélico debieran revelar que poseen:

“ 1. Experiencia espiritual. Deben tener un profundo conocimiento experimental del Señor Jesucristo y de su
personalidad, y total dedicación a él, lo que se manifiesta en un estilo de vida y una reputación ejemplares, en
un juicio sólido, en una vida de hogar intachable y en rasgos de carácter positivos (1 Tim. 3:l-7;Tito 1:6-11).

“2. Conocimiento de la Biblia. Los pastores cristianos son llamados mayormente al ministerio de la Palabra.
Por lo tanto, los candidatos a la ordenación debieran tener una mente provista con la verdad, totalmente sujeta
a la Palabra de Dios y preparada para discernir y exponer claramente su sentido correcto .Tendrán que haber
dado evidencia de conocer y poder aplicar la disciplina teológica en sus labores de predicación, enseñanza y
aconsejamiento (Tito 1:9; 2:15,24-26;2 Cor. 4:1-2; ver Obreros evangélicos, pp. 103-105).

“3.Idoneidad para efectuar las tareas del ministerio. Los candidatos a la ordenación deben manifestar que Dios
los ha dotado con los dones necesarios para el ministerio; los dones de intelecto y expresión que los capacitarán
para proclamar, defender y enseñar la fe (Efe. 4:12; ITim. 3:1; Tito 1:9; 2Tim. 2:2), y el don de liderazgo que
les permitirá guiar, motivar y entrenar las congregaciones que se confíen a su cuidado (1 Ped. 5:1-4).

“4. Un ministerio fructífero. Es impensable que Cristo pueda llamar y dotar a sus siervos sin bendecir sus
esfuerzos. Los candidatos a la ordenación pondrán en evidencia su llamamiento al ministerio mediante el éxito
en la ganancia de almas y por su habilidad para alimentar espiritualmente a los que están bajo su cuidado (1
Cor. 9:2).

“Responsabilidad de la Ordenación. Aunque la ordenación no transfiere un poder especial al que la recibe, sí


le impone responsabilidades solemnes y por esta razón no debiera aceptársela livianamente. Los pastores
ordenados no se pertenecen a sí mismos, sino a Dios. Su tiempo, sus talentos y sus vidas están dedicados a él
sin reservas, porque ellos son sus portavoces y representantes de su iglesia. Los ministros proclaman la palabra
del Señor a la gente que será juzgada, cuyo destino eterno está en la balanza. El cuidado y la salvación de las
almas es una comisión de suma importancia confiada a ellos ‘a tiempo y fuera de tiempo’ (2Tim. 4:2). Es la
intención de Dios que no se renuncie a esta vocación mientras haya vida y fuerzas, hasta que el Señor,‘Juez
justo’ confiera ‘la corona de justicia’ a todos sus fieles servidores en ‘aquel día’ de su venida (vers. 8).

Fuente: Seventh-day Adventist Minister’s Manual [Manual del ministro adventista], pp. 75-78,
edición de 1992.

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