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SUMARIO
TEXTO COMPLETO
LA CORTE
Vistos:
1º. Que la mejor comprensión del asunto en alzada justiica una breve rese-
ña del mismo: Don Luis Matte Valdés, agricultor, domiciliado en esta ciudad,
avenida José Pedro Alessandri Nº 8230, demanda de reivindicación a don Gui-
llermo del Carmen Silva Rojas, agricultor, con domicilio en el sitio 3, Jardín Alto,
La Florida, sosteniendo que es dueño del predio agrícola denominado “Potrero
El Diecisiete”, de parte del fundo “Jardín Alto”, que se encuentra en la comuna
de La Florida, Área Metropolitana.
Dicho predio según el actor está en posesión del Sr. Silva Rojas, quien ob-
tuvo inscripción de dominio en su beneicio con el mérito de la asignación o
venta que le efectuó la Corporación de la Reforma Agraria, después Oicina de
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Normalización Agraria, hoy Consejo de Defensa del Estado (D. Ley Nº 2.405 de
1978).
El demandado sería poseedor no dueño y el demandante, dueño no po-
seedor (art. 889 del Código Civil). Por ello, éste pide: a) que acoja su demanda,
debiendo el Sr. Silva Rojas restituir el predio de que está en posesión; b) que
se cancele la inscripción de dominio practicada en el Conservador de Bienes
Raíces a nombre del demandado; c) que éste debe devolver los frutos percibidos
después de la contestación de la demanda, y d) que el mismo ha de pagar las
costas de la causa.
Notiicado el Sr. Silva Rojas, citó de evicción a la Oicina de Normalización
Agraria, como sucesora de la Corporación de la Reforma Agraria.
Dicha Oicina, representada por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del
Estado, quien cita el artículo Nº1 del Decreto Ley Nº 2.405, de 1978; opuso como
cuestión de previo y especial pronunciamiento, la improcedencia de la citación
de evicción referida..
La Juez del Séptimo Juzgado Civil de Santiago, por resolución de 9 de agosto
del año 1979, declaró, después de cursada la tramitación de rigor, “que no ha
lugar a la incidencia previa promovida por el Consejo de Defensa del Estado y
que la citación de evicción ha procedido legalmente en esta causa en la forma
en que aparece intentada en lo principal de fs. 19”.
Tal es la resolución apelada por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del
Estado.
Se trajeron los autos en relación.
En estrados, la defensa de la parte apelante insistió en que en la especie no
procede la citación de evicción porque se trata de la asignación de tierras hecha
por la ex Corporación de la Reforma Agraria, asunto que no conigura una com-
praventa (único contrato en que procedería la citación solicitada, aparte de los
que expresamente y por excepción señala el Código Civil) ni un acto jurídico re-
gido por la ley civil. Airmó también que la “asignación es un acto unilateral en
el que el asignatario acepta cuanto se le impone, sin posibilidad de discusión,
incluyendo una cláusula de caducidad propia del Derecho Administrativo; que
dicha asignación no requiere escritura pública, no obstante versar sobre in-
mueble y que la propia nomenclatura de la Ley 16.640, claramente relejada en
el documento de fs. 12, demuestra las peculiaridades del acto de “asignar”, que
se ubica en el ámbito del señalado Derecho. Así luiría también del hecho de
ser, la Corporación referida, una persona jurídica de derecho público, empresa
autónoma del Estado.
La parte apelada sostuvo que la ley en vigencia asimila “la asignación a la
venta y que su título es una compraventa; haciendo presente que se le ofreció,
en su tiempo, no sólo el amparo de la evicción, asunto de la naturaleza de todo
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contrato, sino cuanto fuere menester para el mejor logro de los ines que enton-
ces se perseguían.
Agregó que repugna a los más elementales principios de ética y equidad
que un organismo del Estado, ante posible negligencia, ignorancia o impericia
de sus funcionarios, trate de eludir su responsabilidad en hechos que le afec-
tan, entre otros aspectos, como ente empleador de aquéllos, quienes así quedan
impunes, y se deje en la orfandad a ciudadanos que la ley quiso beneiciar con
paternal tutela;
2°. Que lo relacionado indica que se discute en autos la procedencia de la
“citación de evicción pedida por el demandado Sr. Silva Rojas y decretada por
el Tribunal a quo; materia que exige un somero análisis del valor semántico del
vocablo “evicción y de los orígenes, fundamentos y inalidad de la “citación que
así se denomina.
El Diccionario de la Lengua consigna al efecto: “Evicción (del latín evictio,
onis). Privación, despojo que sufre el poseedor y, en especial, el comprador de
una cosa, o seria amenaza de ese mismo despojo. Citación de evicción, prestar
la evicción, cumplir el vendedor su obligación de defender la cosa vendida o de
sanearla cuando es ineicaz su defensa. Salir a la evicción, presentarse el ven-
dedor a practicar en juicio esa misma defensa”.
Escriche, en la página 665 de su “Diccionario Razonado de Legislación y
Jurisprudencia”, explica: “. . .evicción es precisamente el acto de vender a otro,
esto es, el acto de quitarle judicialmente una cosa que pertenece al vencedor en
el juicio, y saneamiento no es más que la obligación que uno tiene de reparar los
daños y perjuicios que se siguieren al vencido por razón del despojo”; agrega:
“mas, para que pueda intentarse la acción de evicción, esto es, para que pueda
exigirse del vendedor el saneamiento, se requiere que el comprador le haga sa-
ber el pleito luego que le fuere movido (citación de evicción)”. A continuación
aclara: “El saneamiento u obligación de prestar la evicción tiene lugar no sólo
en la venta, sino en todos los contratos onerosos, cuando al que recibió alguna
cosa se le quita o embaraza jurídicamente (no de hecho) su uso por un tercero
en virtud de causa anterior al contrato; en cuyo caso podrá recurrir contra el
que se la dio, para que se la sanee o le resarza los daños y perjuicios. Tiene,
pues, lugar: Nº1 En los cambios o permutas: ley 4, tít. 6, part. 5. 2º En la dación
en pago: Gómez, lib. 2 Variar., cap. 2, núm. 33. 3° En los arrendamientos. 4º En
la eniteusis. 5º En la dote estimada o necesaria o procedente de promesa obli-
gatoria. 6º En las transacciones o concordias, no con respecto a las cosas que
son objeto de la transacción, sino con respecto a las que una de las partes diere
a la otra para que consienta en la transacción. 7° En las particiones de heren-
cias: ley 9, tít. 15, Part. 6. 8Nº En la división de la cosa que es común a dos o más
personas por contrato, por última voluntad o por otra razón”. Luego dice: “En
las adquisiciones por título gratuito no compete, por lo regular, la prestación de
la evicción. Así es que no se debe en la donación meramente gratuita o simple,
a no ser que el donador la hubiere hecho con dolo y el donatario tuviese gastos
por esta causa o que expresamente se hubiese prometido el saneamiento. Tam-
poco tiene lugar en el legado de una cosa determinada y especíica que creyó el
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testador era suya. Pero compete siempre que el que adquirió por título lucrativo
tuviese derecho para pedir de nuevo la cosa que le hubiese sido quitada o su
equivalente; y así, el legatario de una cosa genérica podrá pedir otra al heredero
si se le despojare por evicción de la que éste le había dado: Guzmán, De Evict.,
quoest. 27, núm. 3, y Ant. Gómez, d. cap. 2, núm. 36”.
En la Enciclopedia Jurídica Omeba, tomo XI, página 364, se lee al respecto:
“Etimológicamente, “evicción signiica desposesión por orden o sentencia ju-
dicial; se dice que un adquirente o poseedor ha sido evicto, cuando por la fuer-
za de una sentencia ha sido excluido de la posesión o de un derecho que tenía
sobre una cosa sometida a su poder; se designa también con este vocablo a la
sentencia misma que ordena la desposesión ampliándose este alcance a aque-
lla que ordena efectuar un pago, ejecutar una obra, etc.”. (En el mismo sentido:
Pothier, “Tratado del Contrato de Venta”, traducido por Manuel Deó, T.V.,.Nº 83,
págs. 302 y siguientes).
“Actualmente sigue la E. J. Omeba sirve para designar la obligación de ga-
rantía que compete al “tradens respecto del adquirente por la cosa o derecho
que le ha transferido o transmitido; es el nombre de la acción con que se re-
clama esa garantía por toda pérdida, turbación o perjuicio que sufre el que ha
adquirido una cosa por un vicio inherente al derecho transmitido, y anterior o
coetáneo a la adquisición.
“Esta obligación de garantía que corresponde al trasmitente, o esta acción
que puede ejercer el adquirente nace de la naturaleza de los contratos y de la
buena fe que inspira su celebración y ejecución.
“Inicialmente aparece como una característica del contrato de compraven-
ta, y como una rama de la “actio empti”, luego se generalizó a otros contratos y
relaciones jurídicas.
“El adquirente puede citar a su enajenante o trasmitente inmediato o a cua-
lesquiera de los que le precedieron, porque en nuestro derecho, a diferencia del
romano, la cesión no es gradual, siempre que el vicio jurídico que se trata de
cubrir corresponda a fecha anterior a su adquisición por el citado”.
Por in, trata, en particular, diversos casos en que procede la citación en
estudio, entre ellos, “el de la compraventa, de las ventas judiciales, entre coper-
mutantes, entre socios, entre copartícipes, entre donantes y donatarios, entre
cedentes y cesionarios”.
El profesor Arturo Alessandri Rodríguez, explicando la noción de sanear
la evicción y, por ende, la de su trámite previo: la respectiva citación, dice en
la página 13 de su obra “De la compraventa y de la promesa de venta”, t. 2Nº:
“Quien debe dar una cosa en cierta forma convenida; si le falta algo o si alguien
pretende derechos sobre ella, no se ha entregado en los términos estipulados”.
En el mismo sentido se pronuncia Louis Josserand al tratar la “obligación de
garantía que empecé al tradens (“Derecho Civil”, traducción de Santiago Cun-
chillos y Manterola, t. II, vol. II, pág. 63).
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Como decía Manuel Seoane, la mente humana es la materia gris más con-
servadora y reacia a las transformaciones. Asimila conocimientos, los ija en la
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No se discute, que procede también en las ventas forzadas que se hacen por
decreto judicial a petición de un acreedor, en pública subasta; caso éste, en que
vale la pena recordar atendido lo que se argumenta por el Consejo de Defensa
del Estado que todo interesado y el adjudicatario deben consentir, más que eso,
aceptar a fardo cerrado las llamadas “bases de remate”, sin que a nadie se le
haya ocurrido sostener que, en tal caso, no procede la citación de evicción, por-
que se trata de “un acto unilateral”.
En términos similares a los del Sr. Anabalón Sanderson aunque menos ex-
plícitose pronuncia el profesor Mario Casarino Viterbo (Manual de Derecho
Procesal, t. VI, págs. 187 a 191);
3°. Que al estarse a las apreciaciones de Escriche, seguido por los autores
que tratan el punto que nos ocupa, la citación de evicción no es principio, for-
ma o método propio del contrato de compraventa, con exclusión de otro u otros
títulos cual lo sostiene el apelante sino un instituto de Derecho Procesal cuya
normativa, entre nosotros, se encuentra en parte en el Código de Procedimien-
to Civil (Arts. 584 a 587, Tít. V., L. III) y, en parte, en el Código Civil: Libro IV,
Tít. XXIII, “De la compraventa”; circunstancia ésta que ha permitido a algunos
civilistas circunscribir la “citación de evicción a dicho contrato, como una con-
secuencia directa de la obligación de saneamiento que, por naturaleza, empece
al vendedor. Sin embargo, no existe razón alguna en la legislación nacional que
induzca necesariamente a concluir en tal sentido, y los orígenes, fundamentos
y inalidad de la institución ya recordados llevan a convencer que dicha “cita-
ción opera en un amplio parámetro que excede, con mucho, al que natural-
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cias indicadas en el inciso segundo del artículo 584 del Código de Procedimien-
to Civil para que se ordene la citación de evicción.
En dicho título por el cual el señor Silva Rojas pudo adquirir y entrar en po-
sesión del inmueble que reclama como suyo don Luis Matte Valdés se declara
que la Corporación de la Reforma Agraria es dueña de un predio que se espe-
ciica cuidadosamente; que se otorga título de dominio sobre ese predio al Sr.
Silva y que se le “transiere como “especie o cuerpo cierto”; se individualiza al
adquirente; se consigna que el precio de la propiedad que se transiere es el que
allí se ija y se detallan las condiciones de pago; se estipula primera hipoteca
para “garantizar el pago del saldo insoluto del precio y comparece el Sr. Silva
(asignatario o comprador) aceptando las condiciones del contrato. Es evidente,
pues, que las partes: ex Cora y el Sr. Silva Rojas, han convenido en la cosa y en el
precio (consensus, res, pretium).
Además, el contrato contenido en el documento de fs. 12, es bilateral, pues-
to que las partes contratantes se obligan recíprocamente: ex Cora, a transferir
la cosa (véase Art. 74, Ley Nº 16.640) y el Sr. Silva a pagar el precio; oneroso, de-
bido, precisamente, a las prestaciones mutuas que engendra; conmutativo; las
prestaciones a que respectivamente se obligan las partes se miran como equi-
valentes, no obsta a ello que en el hecho no equivalgan, sólo importa que las
partes miren sus mutuas prestaciones como equivalentes, lo que en la especie
encuentra plena justiicación en las inalidades que perseguía la Ley Nº 16.640,
todas ellas ya conocidas; es, sin duda, un contrato principal porque subsiste
por sí mismo; por último, es consensual, en cuanto requiere con insistencia el
consentimiento de las partes (véase el art. 74, Ley Nº 16.640 y cláusula decimo-
quinta del contexto aparejado a fs. 6 y 12), y solemne porque debe constar por
escrito;
12. Que atendido lo que precede inmediatamente, es inaceptable desde ya
el aserto formulado por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del Estado de
que el documento de fs. 12 contiene un acto unilateral. Asimismo, inadmisible
resulta su airmación de que ese contexto no es de derecho común, porque en
él las partes no son libres para modiicar o suprimir cosas que no sean de su
naturaleza. Como se sabe, junto a ese tipo venerable del contrato de libre discu-
sión ha surgido, adquiriendo creciente auge, el denominado “de adhesión”, en
el cual una de las partes formula las condiciones del contrato y la otra se limita a
prestar su aprobación a dichas condiciones en block, sin que lo así pactado pase
a ser “un simple acto unilateral (véase el contrato de seguro, el de transporte,
los de suministros de luz, agua, teléfonos, etc.).
Tampoco tiene asidero el argumento basado en que en la especie, no se
aplica el artículo 1801 del Código Civil que exige escritura pública, entre otras,
respecto de las ventas de bienes raíces, porque así como la ley formuló esta
prescripción general en virtud de la suma importancia que se atribuía a la pro-
piedad raíz, bien puede, ella misma, eximir de tal exigencia a los predios que
indique en determinados casos, basada en otros predicamentos, verbo y gracia,
hacer menos onerosas las transferencias cursadas en virtud de la Ley Nº 16.640,
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atendidos los ines que perseguía la llamada reforma agraria, sin que ello con-
duzca, necesariamente, al Derecho Administrativo.
13. Que, consecuencialmente, esta Corte estima que no es posible substraer
del derecho común lo debatido en la especie, porque el contenido del docu-
mento de fs. 12 sería un acto unilateral, pues, no lo es. Tampoco sobre la base
de que se trata de una simple adhesión que no consta de escritura pública, no
obstante versar sobre inmueble; estimándose que se trata de un “contrato de
adhesión que, por disposición expresa de la ley, no es menester extender por
escritura pública;
14. Que con el mérito de lo dicho y, establecido que el acto jurídico que con-
tiene el documento indubitado de fs. 12 es una convención, más que eso, un
contrato con las características ya reseñadas innominado tal vez, pero regido
también por los principios generales que gobiernan los contratos y sujeto, por
tanto, a las previsiones de la ley civil, no cabe ubicarlo en el entorno del Dere-
cho Administrativo a pretexto de ser un acto unilateral, o de que el adquirente
no pudo discutir sus cláusulas o porque entre ellas aparece una la décima que
prevé la “caducidad como medio de ponerle término, o porque la historia de la
Ley Nº 16.640 y su nomenclatura, así lo determinarían.
Ya se ha ponderado, al parecer bastante, lo atinente a la supuesta unilatera-
lidad y a la no posibilidad de disentir propia de todo “contrato de adhesión”.
En cuanto a la “caducidad”, ella no es característica inequívoca del acto ad-
ministrativo, pues se trata de una institución de la ley civil, donde nació y fue
cultivada, sin que se desnaturalice o cambie de origen porque otras ramas del
Derecho la atrapen o hagan suya. Las partes contratantes pueden convenir li-
bremente esa “caducidad” y, con mayor razón, si en un caso particular y para el
más fácil y eiciente desenlace de las relaciones contractuales, así se prescribe;
mas, ello no autoriza para sostener que ese contrato, por la cláusula de caduci-
dad, ha dejado de ser tal.
Procede ocuparse, por último, de la logo maquia parlamentaria que se re-
produce a fs. 24 vta. y 25 (Boletín de Sesiones C. de Diputados, 24 noviembre de
1965), no en cuanto de ella se iniere (por la parte apelante) que el contenido del
tantas veces citado documento de fs. 6 y 12, no es un contrato de compraven-
ta (detalle irrelevante para decidir sobre la procedencia o improcedencia de la
citación de evicción, según ya se ha demostrado), sino porque, dando desusa-
da importancia a la historia idedigna del establecimiento de la ley o elemento
histórico como norma de hermenéutica judicial, se pretende, sobre la base de
tal debate parlamentario, alterar la esencia misma de lo consignado en dichas
fojas (6 y 12).
Desde luego, es notorio que esa controversia congresal no tiene funda-
mento jurídico serio y que los conceptos en ella vertidos, como los términos
en la misma empleados (que en parte surgen en la Ley Nº 16.640), sólo revelan
la violencia con que se enfrentaron dos tendencias socioeconómicas dispares,
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so que reproduce a fs. 24 vta. y 25, esto es, que el ente asignante o vendedor
(Cora Odena Fisco) está actualmente liberado de las obligaciones que contrajo,
como tradente, al asignar o vender (términos asimilados por el Decreto Ley Nº
2.405) la cosa tradida.
Patricio Aylwin A., en su manual sobre la materia (t. II, pág. 80), concibe el
acto administrativo como una “declaración unilateral de voluntad de la admi-
nistración en el ejercicio de sus potestades administrativas que produce efectos
particulares o subjetivos”. Tomando pie en esta deinición se ha insinuado que
la enajenación de tierras a los asentados es una típica declaración unilateral de
voluntad que calza exactamente en la concepción de Aylwin (acto administra-
tivo) y que sí, a la postre, requiere, exige o precisa el consentimiento del bene-
iciado, ello es así por la misma. razón de que el testamento, acto unilateral por
excelencia,, obra de la voluntad de una persona, ha menester, a su hora, de la
aceptación de herederos y legatarios como producir los efectos que le son pro-
pios. Se citó, también, como acto unilateral del poder administrativo, la “conce-
sión”, concluyéndose que la manifestación del “asignado (adquirente del suelo),
la del sucesor y la del concesionario, dando su consentimiento, no transforma
el acto unilateral en bilateral.
A. El respectivo mensaje del Ejecutivo sobre la ley que nos ocupa; y B. diversos
preceptos de dicha ley, hoy, en parte, derogada.
A. El mensaje “El objeto y propósito que esta materia persigue en el esta-
blecimiento de un sistema agrario en el cual la concentración excesiva de la
propiedad de la tierra no lesione los intereses de la sociedad entera, sino que,
por el Contrario, busque el pleno aprovechamiento de este recurso tan escaso,
otorgando el máximo de posibilidades a la población campesina para un traba-
jo intensivo de la tierra”.
En otras palabras, el sistema agrario a implantar requería como cuestión
previa la expropiación forzosa de predios rústicos, procedimiento de Derecho
Público mediante el cual “la administración o un instituto debidamente su-
brogado en su derecho, adquiere la propiedad de un bien ajeno, mediante la
indemnización correspondiente (Carlos García Oviedo: “Derecho Administra-
tivo”, t. I, año 1957). La administración, por sí o por el instituto que lo subroga,
debía proceder, luego, a otorgar el máximo de posibilidades a la población cam-
pesina a in de que la propiedad agraria cumpliera una función social a través
del mayor número de propietarios.
B. La ley Nº 16.640, disposiciones que siguen:
Artículo 2º: este precepto, con el objeto ya indicado, terminar con la con-
centración excesiva de la propiedad de la tierra, declara de utilidad pública y
autoriza la expropiación parcial o total de determinados predios rústicos.
Artículo 66, inciso 1º: señala lo que la Corporación de la Reforma Agraria
debía hacer una vez producida la expropiación de un predio, habiendo tomado
ella posesión del mismo. Se relacionaba con el inciso agregado por la letra H del
artículo Nº1 de la Ley Nº 17.280 y, en síntesis, trata del destino y distribución de
las tierras expropiadas.
Artículo 67, inciso 1º: prescribe la constitución de unidades agrícolas que
dice” serán asignadas a campesinos, en dominio individual”.
Artículo 71: se limita a enumerar requisitos para ser asignatario de tierras,
así como el estatuto de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado lo dis-
pone para ser chofer de sus buses ¿Acto administrativo o relación laboral? Huel-
gan las respuestas.
Artículo 74: su texto era:
“La asignación de tierras será acordada por el Consejo de la Corporación de
la Reforma Agraria.
El acta de asignación, que el Vicepresidente Ejecutivo de la Corporación
deberá expedir dentro de los noventa días siguientes al referido acuerdo, ex-
presará las obligaciones y prohibiciones a que estará sometido el asignatario en
conformidad a la presente ley.
Dicha acta, aceptada por el asignatario en forma expresa, sin restricciones y
por escrito, constituirá título traslaticio de dominio. Su inscripción en el Regis-
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para que éstas cumplieran una “función social (notable contubernio de la pro-
piedad exclusiva individual con la preconizada por León Duguit: “Las trans-
formaciones Generales del Derecho Privado desde el Código de Napoleón”,
págs. 168 y 169), el Vicepresidente Ejecutivo de la Corporación aludida, debía
subscribir con cada campesino seleccionado un contrato que la Ley 16.640 (si-
guiendo su vituperable alianza de conceptos) llama “acta de asignación”, título
a través del cual el Estado o quien lo subroga, se desprende de lo que estaba en
su patrimonio por haberlo adquirido mediante “expropiación”, puesto que, una
vez inscrito ese título, opera la respectiva tradición que radica el dominio en su
nuevo titular;
Luego es útil advertir que lo que se airma con tanta soltura sobre la con-
dición jurídica de la persona que se llamó Corporación de la Reforma Agraria y
que fue concebida, como se vio, con criterio político, no es simple.
No nos referiremos a los artículos 545 y siguientes del Código Civil, en cuan-
to tratan, precisamente, de las “corporaciones”, porque el argumento que de allí
deriva es sabido y está además trillado. Obsérvese, sí, lo que el profesor Silva
Cimma expone después de analizar el origen de las personas jurídicas públicas,
su in, el control administrativo, la potestad pública, y su organización: “Todos
estos criterios demuestran que resulta difícil establecer signos diferenciales
entre las personas públicas y las privadas. Con razón sostiene Michoud que no
puede encontrarse un elemento único que determine un criterio infalible. Aún
más, en el derecho contemporáneo se ha introducido un nuevo tipo de persona
jurídica a las dos ya tradicionales: el de persona jurídica de interés público, que
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cie de aceptarse como actualmente está concebido, esto es, que el ente asig-
nante (Cora Odena Fisco) quede en situación de eludir la responsabilidad que
puede afectarle por negligencia; ignorancia o impericia de sus funcionarios, o,
de no existir tal negligencia, ignorancia ni impericia, no desvanezca, pudien-
do hacerlo y siendo el único que debe disponer de antecedentes ciertos para
ello, las premisas en que se apoyan las acciones que, deducidas por un tercero,
amenazan el dominio y la posesión tranquila del asignado o adquirente, quien
solicita la respectiva citación de evicción en ejercicio de un derecho que la ley
le reconoce;
21. Que es así como esta Corte llega a la conclusión de que el título apareja-
do a fs. 6 y 12 conigura un contrato en virtud del cual es obligación del tradete
amparar al adquirente en el dominio y posesión pacíica de la cosa tradida y
que, por ello, procede, en este juicio, citar de evicción (como se ha hecho) al
ente jurídico que aparece como continuador legal de la ex Corporación de la
Reforma Agraria, tradente reconocido del sitio Nº 3 de la Parcela Nº 7 del Pro-
yecto de Parcelación “Jardín Alto”, La Florida, Área Metropolitana, especiicado
en dicho título, al Sr. Guillermo del Carmen Silva Rojas, quien acciona como
adquirente indiscutido de tal predio;
Por estas consideraciones y disposiciones legales que en ellas se citan, y vis-
to, además, lo prescrito en los artículos 147 y 186 del Código de Procedimiento
Civil, se conirma, con costas del recurso, la resolución apelada, que es de 9 de
agosto último (1979).
Redacción del señor Ministro Amoldo Dreyse Jolland. Hernán Cereceda B.
Arnoldo Dreyse J. Edgardo Goldemberg U.