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Corte de Apelaciones de Santiago


23/04/1980
Cita Westlaw Chile: J4026/1980

SUMARIO

La citación de evicción es una institución de Derecho Procesal reglamentada, en


parte, en el Código de Procedimiento Civil, artículos 584 al 587; y, por otra, en el
Código Civil, Libro IV, Título XXIII, sobre la compraventa. Sin embargo, opera en
un amplio parámetro que excede, con mucho, al que corresponde al contrato de
compraventa y a los otros contratos especialmente referidos por el legislador. La ci-
tación de evicción procede toda vez que el adquirente de la cosa está expuesto a ser
despojado de la misma, cualesquiera que sea él fundamento que el tercero deman-
dante arguya en tal sentido; sin importar la naturaleza del procedimiento judicial
a que se encuentra sometida la acción del demandante ni la de aquella del título
en cuya virtud el demandado adquirió la cosa. La citación de la evicción constituye
una obligación incorporada en todo contrato oneroso y también en algunos títulos
lucrativos. La ley no ha limitado su procedencia a contrato determinado; ni existe
razón valedera que obste al ejercicio de ella, en todos los casos que se produzca el
evento exigido, para que el adquirente pueda solicitar la comparecencia del tra-
dente a defenderlo en el dominio, posesión o valor de equivalencia, total o parcial,
de lo amagado por la evicción. La citación de evicción puede tener lugar en todo
asunto en el que, de ser acogida la demanda que le puso en marcha, termine con
la privación material de la cosa adquirida por el demandado, de aquel cuyo adve-
nimiento el juicio solicita. La oposición a la citación de evicción no puede fundarse
en que el título exhibido no sea una compraventa, ni otro de los expresamente indi-
cados por el Código Civil o en que el procedimiento del caso no autoriza la citación
de evicción. Mientras no se creen los Tribunales Administrativos, de acuerdo con lo
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que dispone el artículo 5 del Código Orgánico de Tribunales, lo referente al proce-


dimiento contencioso administrativo es de conocimiento de la justicia ordinaria, la
que debe proceder en el caso de la citación de evicción, conforme a la regla especial
de los artículos 584 y siguientes del Código de Procedimiento Civil o, a, falta de ella,
aplicar el procedimiento ordinario a que se refiere el artículo 3 del mismo texto le-
gal. Las conclusiones precedentes derivan de la circunstancia de que las personas
jurídicas de derecho público no son ajenas a los principios que informan esta mate-
ria. El artículo 74 de la Ley Nº 17.280 distingue claramente la asignación de tierras
del acta de asignación de las mismas. La primera no requiere del consentimiento
del asignatario y constituye un acto de autoridad; la segunda lo requiere y por lo
tanto es una convención; no es más que título traslaticio de dominio contrato de
compraventa o innominado que mediante su inscripción en el Registro de Propie-
dad del Conservador de Bienes Raíces respectivo, el asignatario o comprador pasa
a ser adquirente, dueño y poseedor del predio asignado. El acta de asignación y la
compraventa son términos similares, o por lo menos el legislador en el artículo 1 del
Decreto Ley Nº 2.405, de 1978, asimila la asignación o la compraventa y aquélla
reúne todas las exigencias indicadas en el inciso Nº2 del artículo 584 del Código de
Procedimiento Civil, para que se ordene la citación de evicción. De lo expuesto se
desprende que el acta de asignación no puede ser considerada un acto unilateral y
ubicarlo en torno al Derecho Administrativo. Por el contrario, cae dentro de la órbita
del derecho común (ley civil). La caducidad no es característica inequívoca del acto
administrativo, pues se trata de una institución de la ley civil, sin que se desnatura-
lice o cambie de origen, porque otras ramas del derecho la hagan suya. Las partes
contratantes son soberanas para convenir la caducidad, para el más fácil y eficiente
desenlace de las relaciones contractuales

TEXTO COMPLETO

Corte de Apelaciones de Santiago 23 de abril de 1980

LA CORTE

Vistos:

Se reproducen los considerandos primero y segundo de la sentencia en al-


zada. Se eliminan los restantes.

Se tiene en su lugar y, además, presente:

1º. Que la mejor comprensión del asunto en alzada justiica una breve rese-
ña del mismo: Don Luis Matte Valdés, agricultor, domiciliado en esta ciudad,
avenida José Pedro Alessandri Nº 8230, demanda de reivindicación a don Gui-
llermo del Carmen Silva Rojas, agricultor, con domicilio en el sitio 3, Jardín Alto,
La Florida, sosteniendo que es dueño del predio agrícola denominado “Potrero
El Diecisiete”, de parte del fundo “Jardín Alto”, que se encuentra en la comuna
de La Florida, Área Metropolitana.

Dicho predio según el actor está en posesión del Sr. Silva Rojas, quien ob-
tuvo inscripción de dominio en su beneicio con el mérito de la asignación o
venta que le efectuó la Corporación de la Reforma Agraria, después Oicina de
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Normalización Agraria, hoy Consejo de Defensa del Estado (D. Ley Nº 2.405 de
1978).
El demandado sería poseedor no dueño y el demandante, dueño no po-
seedor (art. 889 del Código Civil). Por ello, éste pide: a) que acoja su demanda,
debiendo el Sr. Silva Rojas restituir el predio de que está en posesión; b) que
se cancele la inscripción de dominio practicada en el Conservador de Bienes
Raíces a nombre del demandado; c) que éste debe devolver los frutos percibidos
después de la contestación de la demanda, y d) que el mismo ha de pagar las
costas de la causa.
Notiicado el Sr. Silva Rojas, citó de evicción a la Oicina de Normalización
Agraria, como sucesora de la Corporación de la Reforma Agraria.
Dicha Oicina, representada por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del
Estado, quien cita el artículo Nº1 del Decreto Ley Nº 2.405, de 1978; opuso como
cuestión de previo y especial pronunciamiento, la improcedencia de la citación
de evicción referida..
La Juez del Séptimo Juzgado Civil de Santiago, por resolución de 9 de agosto
del año 1979, declaró, después de cursada la tramitación de rigor, “que no ha
lugar a la incidencia previa promovida por el Consejo de Defensa del Estado y
que la citación de evicción ha procedido legalmente en esta causa en la forma
en que aparece intentada en lo principal de fs. 19”.
Tal es la resolución apelada por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del
Estado.
Se trajeron los autos en relación.
En estrados, la defensa de la parte apelante insistió en que en la especie no
procede la citación de evicción porque se trata de la asignación de tierras hecha
por la ex Corporación de la Reforma Agraria, asunto que no conigura una com-
praventa (único contrato en que procedería la citación solicitada, aparte de los
que expresamente y por excepción señala el Código Civil) ni un acto jurídico re-
gido por la ley civil. Airmó también que la “asignación es un acto unilateral en
el que el asignatario acepta cuanto se le impone, sin posibilidad de discusión,
incluyendo una cláusula de caducidad propia del Derecho Administrativo; que
dicha asignación no requiere escritura pública, no obstante versar sobre in-
mueble y que la propia nomenclatura de la Ley 16.640, claramente relejada en
el documento de fs. 12, demuestra las peculiaridades del acto de “asignar”, que
se ubica en el ámbito del señalado Derecho. Así luiría también del hecho de
ser, la Corporación referida, una persona jurídica de derecho público, empresa
autónoma del Estado.
La parte apelada sostuvo que la ley en vigencia asimila “la asignación a la
venta y que su título es una compraventa; haciendo presente que se le ofreció,
en su tiempo, no sólo el amparo de la evicción, asunto de la naturaleza de todo
64 C/C

contrato, sino cuanto fuere menester para el mejor logro de los ines que enton-
ces se perseguían.
Agregó que repugna a los más elementales principios de ética y equidad
que un organismo del Estado, ante posible negligencia, ignorancia o impericia
de sus funcionarios, trate de eludir su responsabilidad en hechos que le afec-
tan, entre otros aspectos, como ente empleador de aquéllos, quienes así quedan
impunes, y se deje en la orfandad a ciudadanos que la ley quiso beneiciar con
paternal tutela;
2°. Que lo relacionado indica que se discute en autos la procedencia de la
“citación de evicción pedida por el demandado Sr. Silva Rojas y decretada por
el Tribunal a quo; materia que exige un somero análisis del valor semántico del
vocablo “evicción y de los orígenes, fundamentos y inalidad de la “citación que
así se denomina.
El Diccionario de la Lengua consigna al efecto: “Evicción (del latín evictio,
onis). Privación, despojo que sufre el poseedor y, en especial, el comprador de
una cosa, o seria amenaza de ese mismo despojo. Citación de evicción, prestar
la evicción, cumplir el vendedor su obligación de defender la cosa vendida o de
sanearla cuando es ineicaz su defensa. Salir a la evicción, presentarse el ven-
dedor a practicar en juicio esa misma defensa”.
Escriche, en la página 665 de su “Diccionario Razonado de Legislación y
Jurisprudencia”, explica: “. . .evicción es precisamente el acto de vender a otro,
esto es, el acto de quitarle judicialmente una cosa que pertenece al vencedor en
el juicio, y saneamiento no es más que la obligación que uno tiene de reparar los
daños y perjuicios que se siguieren al vencido por razón del despojo”; agrega:
“mas, para que pueda intentarse la acción de evicción, esto es, para que pueda
exigirse del vendedor el saneamiento, se requiere que el comprador le haga sa-
ber el pleito luego que le fuere movido (citación de evicción)”. A continuación
aclara: “El saneamiento u obligación de prestar la evicción tiene lugar no sólo
en la venta, sino en todos los contratos onerosos, cuando al que recibió alguna
cosa se le quita o embaraza jurídicamente (no de hecho) su uso por un tercero
en virtud de causa anterior al contrato; en cuyo caso podrá recurrir contra el
que se la dio, para que se la sanee o le resarza los daños y perjuicios. Tiene,
pues, lugar: Nº1 En los cambios o permutas: ley 4, tít. 6, part. 5. 2º En la dación
en pago: Gómez, lib. 2 Variar., cap. 2, núm. 33. 3° En los arrendamientos. 4º En
la eniteusis. 5º En la dote estimada o necesaria o procedente de promesa obli-
gatoria. 6º En las transacciones o concordias, no con respecto a las cosas que
son objeto de la transacción, sino con respecto a las que una de las partes diere
a la otra para que consienta en la transacción. 7° En las particiones de heren-
cias: ley 9, tít. 15, Part. 6. 8Nº En la división de la cosa que es común a dos o más
personas por contrato, por última voluntad o por otra razón”. Luego dice: “En
las adquisiciones por título gratuito no compete, por lo regular, la prestación de
la evicción. Así es que no se debe en la donación meramente gratuita o simple,
a no ser que el donador la hubiere hecho con dolo y el donatario tuviese gastos
por esta causa o que expresamente se hubiese prometido el saneamiento. Tam-
poco tiene lugar en el legado de una cosa determinada y especíica que creyó el
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testador era suya. Pero compete siempre que el que adquirió por título lucrativo
tuviese derecho para pedir de nuevo la cosa que le hubiese sido quitada o su
equivalente; y así, el legatario de una cosa genérica podrá pedir otra al heredero
si se le despojare por evicción de la que éste le había dado: Guzmán, De Evict.,
quoest. 27, núm. 3, y Ant. Gómez, d. cap. 2, núm. 36”.
En la Enciclopedia Jurídica Omeba, tomo XI, página 364, se lee al respecto:
“Etimológicamente, “evicción signiica desposesión por orden o sentencia ju-
dicial; se dice que un adquirente o poseedor ha sido evicto, cuando por la fuer-
za de una sentencia ha sido excluido de la posesión o de un derecho que tenía
sobre una cosa sometida a su poder; se designa también con este vocablo a la
sentencia misma que ordena la desposesión ampliándose este alcance a aque-
lla que ordena efectuar un pago, ejecutar una obra, etc.”. (En el mismo sentido:
Pothier, “Tratado del Contrato de Venta”, traducido por Manuel Deó, T.V.,.Nº 83,
págs. 302 y siguientes).
“Actualmente sigue la E. J. Omeba sirve para designar la obligación de ga-
rantía que compete al “tradens respecto del adquirente por la cosa o derecho
que le ha transferido o transmitido; es el nombre de la acción con que se re-
clama esa garantía por toda pérdida, turbación o perjuicio que sufre el que ha
adquirido una cosa por un vicio inherente al derecho transmitido, y anterior o
coetáneo a la adquisición.
“Esta obligación de garantía que corresponde al trasmitente, o esta acción
que puede ejercer el adquirente nace de la naturaleza de los contratos y de la
buena fe que inspira su celebración y ejecución.
“Inicialmente aparece como una característica del contrato de compraven-
ta, y como una rama de la “actio empti”, luego se generalizó a otros contratos y
relaciones jurídicas.
“El adquirente puede citar a su enajenante o trasmitente inmediato o a cua-
lesquiera de los que le precedieron, porque en nuestro derecho, a diferencia del
romano, la cesión no es gradual, siempre que el vicio jurídico que se trata de
cubrir corresponda a fecha anterior a su adquisición por el citado”.
Por in, trata, en particular, diversos casos en que procede la citación en
estudio, entre ellos, “el de la compraventa, de las ventas judiciales, entre coper-
mutantes, entre socios, entre copartícipes, entre donantes y donatarios, entre
cedentes y cesionarios”.
El profesor Arturo Alessandri Rodríguez, explicando la noción de sanear
la evicción y, por ende, la de su trámite previo: la respectiva citación, dice en
la página 13 de su obra “De la compraventa y de la promesa de venta”, t. 2Nº:
“Quien debe dar una cosa en cierta forma convenida; si le falta algo o si alguien
pretende derechos sobre ella, no se ha entregado en los términos estipulados”.
En el mismo sentido se pronuncia Louis Josserand al tratar la “obligación de
garantía que empecé al tradens (“Derecho Civil”, traducción de Santiago Cun-
chillos y Manterola, t. II, vol. II, pág. 63).
66 C/C

En el “Curso Elemental de Derecho Civil de Ambrosio Colín y M. Capitant,


con notas de Demóilo de Buen, t. IV, pág. 106, se lee:

“El que adquiere a título oneroso ha dado, o se ha obligado a dar, un contra-


valor a cambio de la cosa que se le entrega; su prestación o su obligación dejaría
de tener razón de ser si se viera despojado de la cosa adquirida o no recibiera
más que una cosa incompleta o defectuosa. El donatario, por el contrario, que
no ha prometido nada a cambio de la cosa que le ha sido dada, no tiene derecho,
en principio, a garantía, y decimos “en principio porque el acuerdo en contrario
es comúnmente posible, y ahí tenemos para demostrarlo las “constituciones de
dote en las que el saneamiento es de pleno derecho.

“Lógicamente, por tanto, debería la legislación consagrar al saneamiento


texto de alcance general, que era lo que hacía el primitivo proyecto del Código
Civil alemán, pero es tal fuerza de la tradición histórica que en el Código Civil
francés e incluso en el Código Civil alemán deinitivo, no se trata del sanea-
miento más que al tratar de la venta. Ahora bien, en nuestro Código se sobre-
entiende y en el Código alemán se declara concretamente, que los principios
así planteados se aplican a todos los demás contratos de transmisión a título
oneroso.

“Otra observación importante sobre el estado actual de los artículos rela-


tivos a la materia es que, en rigor, se podría muy bien prescindir de textos es-
peciales sobre la obligación de sanear, si se considerase como un aspecto más
de la obligación esencial del vendedor, que es la de transmitir la propiedad de
la cosa. Si el comprador puede, en efecto, argüir se ve despojado o de cualquier
modo perturbado en la posesión de la cosa que le ha sido entregada por el ven-
dedor, la sanción de este incidente debe ser desde luego la que lleva consigo,
en principio, la violación de toda promesa, es decir, la rescisión del contrato, la
cual implica restitución del precio e indemnización en metálico del perjuicio
suplementario. Y para la hipótesis de una evicción parcial, la solución es la mis-
ma, mutatis mutandis, ya que siendo igualmente la venta, como todos nuestros
contratos modernos, un contrato de buena fe, el vendedor, en virtud de los prin-
cipios generales, tendrá que indemnizar al comprador si a la cosa que por él le
ha sido entregada afecta algún vicio que la hace impropia para el uso que las
partes habían tenido en consideración al hacer el contrato.

“Nuestras modernas legislaciones, sin embargo, se han creído en el deber


de considerar el saneamiento como constitutivo de una “fuente especial de
obligaciones, y como tal lo han reglamentado, consagrando, por otra parte, tex-
tos distintos al saneamiento en caso de evicción y al saneamiento por vicios de
la cosa. Estas legislaciones han sufrido la inluencia de una tradición secular,
cuya raíz se encuentra en el Derecho Romano”.

Como decía Manuel Seoane, la mente humana es la materia gris más con-
servadora y reacia a las transformaciones. Asimila conocimientos, los ija en la
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memoria, los transforma en hábitos, a veces automáticos, rutinarios,, y se aferra


a ellos, negándose a transformarlos o a cambiarlos.
En otra parte de la obra citada se lee: “En el Código Civil español, la obli-
gación de garantía es caliicada también de saneamiento. En virtud del sanea-
miento a que se reiere el artículo 1461, el vendedor responderá al comprador:
1º De la posesión legal y pacíica de la cosa vendida; y
2º De los vicios o defectos ocultos que tuviere (artículo 1474).
Tampoco en nuestro Derecho se reglamenta de un modo general con re-
lación a todos los contratos la obligación de garantía; y también, como en el
Derecho francés, tal obligación no es privativa de la compraventa, sino de todos
los contratos onerosos (Ob. cit., pág. 187, nota de De Buen). Más adelante (pág.
194), el mismo glosador expresa: “Para hacer efectiva, cuando corresponda,
la obligación del vendedor del saneamiento, es indispensable que se le cite de
evicción dentro del término y en la forma establecida por la ley de Enjuicia-
miento Civil. La facultad del citado de evicción no se limita a la defensa del que
le citó, sino que alcanza también a defender sus propios derechos, alegando las
excepciones que estime procedentes”.
De Buen agrega: “Si en vez de tratarse de una acción judicial se dice en los
comentarios de Manresa se tratase, por ejemplo, de un expediente administra-
tivo, mediante el cual la Administración hiciese, por ejemplo, la declaración de
nulidad de una venta hecha primitivamente por el Estado, en cuyo caso, como
hemos dicho, entendemos que procede exigir la obligación del saneamiento al
vendedor por la persona que por ese expediente se ve perturbada, y creemos
que el expediente, dentro del término que se le haya concedido para alegar lo
que a su derecho convenga, debe pedir que la administración notiique la for-
mación del expediente y los hechos y motivos en que se funda a dicho vendedor,
como modo de preparar el ejercicio de evicción, y que los artículos del Código
que comentamos deben aplicarse con las obligadas modiicaciones que impon-
ga la distinta naturaleza del procedimiento”. (Ob. cit. págs. 195196).
Se agrega: “Por regla general, el derecho a exigir la evicción, efecto natural
de los contratos onerosos, puede ser ejercitado por el comprador y sus herede-
ros contra el vendedor y los suyos”. . . “¿Habrá lugar al saneamiento por evicción
en las ventas forzadas? No dudamos en contestar que a estas suertes de ventas
les serán aplicables las reglas generales del contrato en cuando no se opongan a
lo que especialmente se determine respecto de ellas(Ob. cit. pág. 198).
Sobre éstas relaciones esenciales entre el “dentis (tradens o tradente) y el
“accipientis( adquirente ), vierten, a poco más o menos, conceptos similares
Marcel Pianiol y Georges Ripert en su “Traité Elémentaire de Droit Civil”, T.
Deuxième, páginas 545 y siguientes.
Don Carlos Anabalón Sanderson, en la página 154 de su obra “Tratado prác-
tico de Derecho procesal Civil chileno”, Vol. 1(), dice: “El saneamiento por evic-
ción no es una creación, como puede imaginarse a primera vista, que se aplica
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únicamente en el contrato de compraventa (art. 1837) y comprendido en éste


el de permutación (Art. 1900), sino que abarca las adquisiciones onerosas en
general, siempre que haya un adquirente a quien un tercero pretende privar del
todo o parte de la cosa que recibiera, en razón de una causa anterior al título de
la tradición, Tanto es así que en nuestro Código Civil existen disposiciones que
extienden aquella obligación a otras instituciones jurídicas, como ser: las ad-
judicaciones particionales (Art. 1345); el contrato de arrendamiento en el caso
de arrendarse una cosa ajena (Art. 1916) y la sociedad, en cuanto a los aportes
de los socios (Art. 2085). La transacción, en cuanto es traslaticia de dominio,
siempre; o, si se quiere, en los casos que lo sea, en conformidad a la distinción
doctrinaria que se contiene en el inciso inal del artículo 703 del Código Civil,
dará lugar a la citación de evicción, es decir, cada vez que se transija sobre cosas
de dominio cierto. De un modo excepcional, en determinadas adquisiciones a
título gratuito procede aquella acción, y son ellas: las donaciones remunerato-
rias (Art. 1435) y las donaciones con causa onerosa en los casos particulares del
artículo 1423 del mismo Código”.

No se discute, que procede también en las ventas forzadas que se hacen por
decreto judicial a petición de un acreedor, en pública subasta; caso éste, en que
vale la pena recordar atendido lo que se argumenta por el Consejo de Defensa
del Estado que todo interesado y el adjudicatario deben consentir, más que eso,
aceptar a fardo cerrado las llamadas “bases de remate”, sin que a nadie se le
haya ocurrido sostener que, en tal caso, no procede la citación de evicción, por-
que se trata de “un acto unilateral”.

En términos similares a los del Sr. Anabalón Sanderson aunque menos ex-
plícitose pronuncia el profesor Mario Casarino Viterbo (Manual de Derecho
Procesal, t. VI, págs. 187 a 191);

Lo propio se observa en diversos estudios que contienen las correcciones


de etimologías y deiniciones que se evidencian a través del tiempo conforme a
criterios más acordes con las formas vivientes del orden social;

3°. Que al estarse a las apreciaciones de Escriche, seguido por los autores
que tratan el punto que nos ocupa, la citación de evicción no es principio, for-
ma o método propio del contrato de compraventa, con exclusión de otro u otros
títulos cual lo sostiene el apelante sino un instituto de Derecho Procesal cuya
normativa, entre nosotros, se encuentra en parte en el Código de Procedimien-
to Civil (Arts. 584 a 587, Tít. V., L. III) y, en parte, en el Código Civil: Libro IV,
Tít. XXIII, “De la compraventa”; circunstancia ésta que ha permitido a algunos
civilistas circunscribir la “citación de evicción a dicho contrato, como una con-
secuencia directa de la obligación de saneamiento que, por naturaleza, empece
al vendedor. Sin embargo, no existe razón alguna en la legislación nacional que
induzca necesariamente a concluir en tal sentido, y los orígenes, fundamentos
y inalidad de la institución ya recordados llevan a convencer que dicha “cita-
ción opera en un amplio parámetro que excede, con mucho, al que natural-
J E 69

mente corresponde al contrato de compraventa y, también, a los otros contratos


especialmente referidos por el legislador.
La “citación en estudio es la que posibilita responsabilizar por el sanea-
miento y éste representa una obligación involucrada, naturalmente, en todo
contrato oneroso y, también, en algunos títulos lucrativos, como ya se ha visto.
Nuestra Corte Suprema ha dicho que en contra del arrendatario pueden
ejercitarse acciones que afecten la cosa arrendada y que, en tal caso, aquél tiene
acción de saneamiento y puede, por tanto, citar de evicción al arrendador cuan-
do éste hubiera arrendado cosa ajena (Rev., t. 47, Sec. 1Nº, pág. 36); y, también,
ha dado lugar a la citación de evicción en juicio de comodato precario (Rev., t.
47, Sec. 1Nº, pág. 297.
En teoría, la ley no ha limitado la procedencia de la “citación de evicción
a contrato determinado ni existe razón valedera, emanada de su esencia, que
obste al ejercicio de ella en todos los casos en que se produzca el evento exigido
para que el adquirente pueda solicitar la comparecencia del tradente a defen-
derlo en el dominio, posesión o valor de equivalencia, total o parcial; de lo ama-
gado por la evicción;
4º. Que, según el criterio de los procesalistas citados y conforme a las ense-
ñanzas de Francesco Carnelutti (“Instituciones del Proceso Civil”, pág. 315, vol.
I), la citación de evicción es el acto procesal en cuya virtud el adquirente pone
judicialmente en conocimiento del tradente que ha sido demandado respecto
de la cosa tradida, por causa anterior al título, y con el objeto de que comparez-
ca a defenderlo. Se perila como un derecho procesal de acción que el Código de
Procedimiento Civil Chileno contempla, en cuanto a procedimiento, como un
juicio especial, aunque bien pudo estar en las disposiciones comunes aplica-
bles a todo procedimiento (Casarino, ob. cit., pág. 187). La criticada ubicación,
sin embargo, deja de maniiesto que la citación de evicción puede tener lugar en
cualquier procedimiento (declarativos y ejecutivos comunes y procedimientos
contenciosos de aplicación general o especial). Así aparece en las actas de la
Tercera Comisión Revisora del correspondiente proyecto (Santiago Lazo, Los
Códigos Chilenos Anotados. C. de Procedimiento Civil, pág. 611). Es una inter-
pretación que luye de la historia idedigna del establecimiento de dicho Códi-
go, corroborada por la Jurisprudencia (Rev. t. 47, 2º parte, sec. 1º, pág. 297) y por
la doctrina. El prof. don Fernando Alessandri Rodríguez en la pág. 63 de sus
“Apuntes de clases”, Procedimiento Civil, Juicios Especiales, explica: “Puede,
por ejemplo, citarse de evicción en el juicio a que da origen al ejercicio de la
acción de desposeimiento, en un interdicto posesorio, etc.”. En igual sentido se
pronuncia el prof. Casarino (ob. cit. pág. 189). Don Ramón Meza Barros es más
terminante aún: “La citación de evicción procede en toda clase de juicios (“De
las fuentes de las obligaciones”, t. I, pág. 148).
5º. Que esta reconocida amplitud del instituto en estudio, encuentra su ra-
zón de ser en la lógica jurídica. Si la evicción es el desposeimiento de la cosa ad-
quirida por sentencia judicial, basada en causa anterior al título que permitió
la tradición, es evidente que toda demanda intentada en contra del adquirente,
70 C/C

en que el objeto pedido si se acoge lo priva de cosa de su dominio, constituye


evicción. Si, por otra parte, la evicción así descrita tiene por base el derecho de
saneamiento que naturalmente asiste al adquirente en contra de su tradente, y,
por último, si aquél (adquirente), para tener derecho a que éste (tradente) lo sa-
nee es imprescindible que lo haya citado al juicio, resulta incuestionable que la
citación de evicción puede tener lugar en todo asunto en el que, de ser acogida
la demanda que lo puso en marcha, termine con la privación, desposeimiento
o desmembramiento material de la cosa adquirida por el demandado, de aquel
cuyo advenimiento al juicio solicita;
6º. Que la evicción es, entonces, despojo de la cosa al adquirente, en el sen-
tido indicado, sin que tenga relevancia, para la coniguración de este concepto,
el fundamento que el tercero, demandante en el juicio, hace valer para lograr la
privación; y la citación de evicción, el antecedente necesario para hacer efecti-
va la obligación de saneamiento, sin importar el procedimiento en que se hace
ni, por lo general, la naturaleza del título que hizo posible la tradición de la cosa
al demandado en el juicio;
7º. Que las exigencias procesales de. la solicitud de evicción o anteceden-
tes que formalmente la hacen aceptable (Art. 584, inc. 2Nº, C. P. C.) se limitan
según se ha resuelto con cierta uniformidad a los elementos que dan origen a
la exigibilidad de la obligación de saneamiento, o sea, el título que origina la
obligación de saneamiento para el tradente a quien se solicita se cite; el hecho
de que la demanda del tercero puede producir despojo, desmembramiento o
limitación de la cosa adquirida y que la causa basal de la evicción sea anterior
al título que origina el derecho del demandado.
Huelga advertir que cuando el contrato acompañado por éste contiene
prestaciones mutuas, o sea, cada parte reporta en el contrato utilidad de la obli-
gación que para con ella se contrae y se grava con la que toma a su cargo, se ha
entendido que el solicitante cumple, cabalmente, lo relacionado con el título
que origina la obligación de saneamiento;
8º. Que la citación de evicción se pone en marcha al formular el adquirente
(demandado) su pretensión de hallarse asistido respecto de su tradente, de una
concreta situación de derecho; el deber de amparo que pesa sobre el último con
motivo del título que ambos subscribieron, sea un contrato tradicional o de ad-
hesión. Dicho tradente legítimo contradictor para controvertir la pretensión del
adquirente podrá fundar su oposición en que la demanda del tercero no pide
la privación, desposeimiento o desprendimiento material de la cosa tradida, o
sea, que la demanda no es constitutiva de evicción; o en que la causa de pedir
de la acción del tercero se relaciona con hecho imputable al propio adquirente
demandado o en que éste, pudiendo hacerlo, renunció al saneamiento; o, en
todo caso, en que la causa indicada es de ocurrencia ulterior al título por el cual
transirió sus derechos al actual demandado; también sobre la base de que éste
efectuó las gestiones de citación fuera de la oportunidad consignada en la ley,
esto es, extemporáneamente. Pero, consecuente con el criterio de los tratadis-
tas consultados, jamás podrá fundar su oposición en que el título respectivo no
J E 71

es compraventa ni otro de los expresamente indicados por el Código Civil o en


que el procedimiento del caso no autoriza la citación para evicción.
Es ésta, la única conclusión lógica que deriva de aceptar como incontro-
vertible que la citación de evicción no es un instituto propio y excluyente de
contrato determinado o de un procedimiento especíico; y se refuerza la cer-
teza en ella si se tienen presentes las acciones que hacen de la naturaleza de
los contratos y la buena fe que deba inspirar su celebración, y particularmente,
su cumplimiento. Principios a los que no son ajenas las personas jurídicas de
Derecho Público.
9º. Que la solicitud de evicción presentada por don Guillermo del Carmen
Silva Rojas, cumple formalmente las exigencias reseñadas en el fundamento
7°;
10. Que la oposición formulada por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa
del Estado, en representación de la Oicina de Normalización Agraria, en cuan-
to se basa en el título invocado en estos autos no es una “compra venta ni otro
de los contratos expresamente indicados por el Código Civil, debe desestimarse
por inadmisible, atendido lo consignado en el fundamento 8º. Asimismo y con
igual fundamento, en cuanto insinúa que la citada de evicción es una persona
jurídica de Derecho Público, sujeta a otros procedimientos. Como no es posi-
ble suponer que lo argüido por el Sr. Presidente de dicho Consejo se ainca en
la irresponsabilidad de tales personas (personas jurídicas de Derecho Público
que son o habrían sido empresas autónomas del Estado), es dable entender que
se propone un “proceso contencioso administrativo que, mientras no se creen
los Tribunales de la especialidad es del conocimiento de la justicia ordinaria
(Art. 5°, C. O. T.), la que debe proceder conforme a la regla especial del caso (Art.
584 y sgts. C. P. C.) o, a falta de ella, aplicar el procedimiento ordinario (Art. 3º,
C. P. C);
11. Que para la mayor claridad de lo expuesto en el orden procesal, hemos
dado por cierto que el contrato aparejado no es compraventa. Sin embargo, esa
negación, como, asimismo, la formulada en orden a que conigura “un simple
acto unilateral de carácter administrativo”, o sea que tampoco es contrato, re-
sultan por demás exageradas a la luz de la legislación vigente. En efecto, el artí-
culo 15 del Decreto Ley Nº 2.405 de 1978, después de declarar, extinguidas cier-
tas hipotecas existentes en favor de la ex Corporación de la Reforma Agraria o
de la ex Caja de Colonización Agrícola, preceptúa: “Al practicar la cancelación,
los conservadores deberán dejar constancia del hecho de adeudarse al Fisco el
precio de asignación o de venta mediante anotación que será cancelada cuan-
do se acredite su pago con certiicado del Servicio de Tesorerías, Lo transcrito,
examinado de acuerdo con la primera regla de interpretación de la ley (art. 19,
Código Civil), permite concluir que “acta de asignación (llamada: “acto unila-
teral de carácter administrativo”) y “compraventa son términos similares, o por
lo menos, que el legislador asimiló “la asignación a la “compraventa”.
En todo caso, como se verá, el contenido del documento de fs. 12 tiene todos
los contornos esenciales de una compraventa,, y como título, reúne las exigen-
72 C/C

cias indicadas en el inciso segundo del artículo 584 del Código de Procedimien-
to Civil para que se ordene la citación de evicción.
En dicho título por el cual el señor Silva Rojas pudo adquirir y entrar en po-
sesión del inmueble que reclama como suyo don Luis Matte Valdés se declara
que la Corporación de la Reforma Agraria es dueña de un predio que se espe-
ciica cuidadosamente; que se otorga título de dominio sobre ese predio al Sr.
Silva y que se le “transiere como “especie o cuerpo cierto”; se individualiza al
adquirente; se consigna que el precio de la propiedad que se transiere es el que
allí se ija y se detallan las condiciones de pago; se estipula primera hipoteca
para “garantizar el pago del saldo insoluto del precio y comparece el Sr. Silva
(asignatario o comprador) aceptando las condiciones del contrato. Es evidente,
pues, que las partes: ex Cora y el Sr. Silva Rojas, han convenido en la cosa y en el
precio (consensus, res, pretium).
Además, el contrato contenido en el documento de fs. 12, es bilateral, pues-
to que las partes contratantes se obligan recíprocamente: ex Cora, a transferir
la cosa (véase Art. 74, Ley Nº 16.640) y el Sr. Silva a pagar el precio; oneroso, de-
bido, precisamente, a las prestaciones mutuas que engendra; conmutativo; las
prestaciones a que respectivamente se obligan las partes se miran como equi-
valentes, no obsta a ello que en el hecho no equivalgan, sólo importa que las
partes miren sus mutuas prestaciones como equivalentes, lo que en la especie
encuentra plena justiicación en las inalidades que perseguía la Ley Nº 16.640,
todas ellas ya conocidas; es, sin duda, un contrato principal porque subsiste
por sí mismo; por último, es consensual, en cuanto requiere con insistencia el
consentimiento de las partes (véase el art. 74, Ley Nº 16.640 y cláusula decimo-
quinta del contexto aparejado a fs. 6 y 12), y solemne porque debe constar por
escrito;
12. Que atendido lo que precede inmediatamente, es inaceptable desde ya
el aserto formulado por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del Estado de
que el documento de fs. 12 contiene un acto unilateral. Asimismo, inadmisible
resulta su airmación de que ese contexto no es de derecho común, porque en
él las partes no son libres para modiicar o suprimir cosas que no sean de su
naturaleza. Como se sabe, junto a ese tipo venerable del contrato de libre discu-
sión ha surgido, adquiriendo creciente auge, el denominado “de adhesión”, en
el cual una de las partes formula las condiciones del contrato y la otra se limita a
prestar su aprobación a dichas condiciones en block, sin que lo así pactado pase
a ser “un simple acto unilateral (véase el contrato de seguro, el de transporte,
los de suministros de luz, agua, teléfonos, etc.).
Tampoco tiene asidero el argumento basado en que en la especie, no se
aplica el artículo 1801 del Código Civil que exige escritura pública, entre otras,
respecto de las ventas de bienes raíces, porque así como la ley formuló esta
prescripción general en virtud de la suma importancia que se atribuía a la pro-
piedad raíz, bien puede, ella misma, eximir de tal exigencia a los predios que
indique en determinados casos, basada en otros predicamentos, verbo y gracia,
hacer menos onerosas las transferencias cursadas en virtud de la Ley Nº 16.640,
J E 73

atendidos los ines que perseguía la llamada reforma agraria, sin que ello con-
duzca, necesariamente, al Derecho Administrativo.
13. Que, consecuencialmente, esta Corte estima que no es posible substraer
del derecho común lo debatido en la especie, porque el contenido del docu-
mento de fs. 12 sería un acto unilateral, pues, no lo es. Tampoco sobre la base
de que se trata de una simple adhesión que no consta de escritura pública, no
obstante versar sobre inmueble; estimándose que se trata de un “contrato de
adhesión que, por disposición expresa de la ley, no es menester extender por
escritura pública;
14. Que con el mérito de lo dicho y, establecido que el acto jurídico que con-
tiene el documento indubitado de fs. 12 es una convención, más que eso, un
contrato con las características ya reseñadas innominado tal vez, pero regido
también por los principios generales que gobiernan los contratos y sujeto, por
tanto, a las previsiones de la ley civil, no cabe ubicarlo en el entorno del Dere-
cho Administrativo a pretexto de ser un acto unilateral, o de que el adquirente
no pudo discutir sus cláusulas o porque entre ellas aparece una la décima que
prevé la “caducidad como medio de ponerle término, o porque la historia de la
Ley Nº 16.640 y su nomenclatura, así lo determinarían.
Ya se ha ponderado, al parecer bastante, lo atinente a la supuesta unilatera-
lidad y a la no posibilidad de disentir propia de todo “contrato de adhesión”.
En cuanto a la “caducidad”, ella no es característica inequívoca del acto ad-
ministrativo, pues se trata de una institución de la ley civil, donde nació y fue
cultivada, sin que se desnaturalice o cambie de origen porque otras ramas del
Derecho la atrapen o hagan suya. Las partes contratantes pueden convenir li-
bremente esa “caducidad” y, con mayor razón, si en un caso particular y para el
más fácil y eiciente desenlace de las relaciones contractuales, así se prescribe;
mas, ello no autoriza para sostener que ese contrato, por la cláusula de caduci-
dad, ha dejado de ser tal.
Procede ocuparse, por último, de la logo maquia parlamentaria que se re-
produce a fs. 24 vta. y 25 (Boletín de Sesiones C. de Diputados, 24 noviembre de
1965), no en cuanto de ella se iniere (por la parte apelante) que el contenido del
tantas veces citado documento de fs. 6 y 12, no es un contrato de compraven-
ta (detalle irrelevante para decidir sobre la procedencia o improcedencia de la
citación de evicción, según ya se ha demostrado), sino porque, dando desusa-
da importancia a la historia idedigna del establecimiento de la ley o elemento
histórico como norma de hermenéutica judicial, se pretende, sobre la base de
tal debate parlamentario, alterar la esencia misma de lo consignado en dichas
fojas (6 y 12).
Desde luego, es notorio que esa controversia congresal no tiene funda-
mento jurídico serio y que los conceptos en ella vertidos, como los términos
en la misma empleados (que en parte surgen en la Ley Nº 16.640), sólo revelan
la violencia con que se enfrentaron dos tendencias socioeconómicas dispares,
74 C/C

representadas éstas por connotados políticos y no por juristas, en un momento


crucial de la historia parlamentaria chilena.
Por otra parte, como es sabido, algunos tratadistas notables Radbruch, por
ejemplo niegan, como medio de interpretación, la voluntad del legislador (Fi-
losofía del Derecho, págs. 148 y siguientes). Otros, entre ellos Duhalde, opinan
que este elemento de interpretación (histórico) “es hoy día de secundaria im-
portancia y que, hasta cierto punto, son fundadas las críticas que se han hecho
para señalar el ocaso del legislador, por su ignorancia en la materia misma en
general y, aún, del contenido de la ley que dicta, y su irremediable incapaci-
dad para engendrar un Código con conciencia de su técnica, con noción de las
ideas, de los sentimientos y de los impulsos que lo integran(J. Duhalde: “Una
revolución en la lógica del Derecho”, pág 129. Barcelona. Bosch, 1933).
Sin ir tan lejos, se puede airmar, con Mezger, que “la meta de la interpre-
tación es la adaptación de la ley a las necesidades y concepciones del derecho y
que la tarea principal del intérprete consiste en ponderar de acuerdo la ley del
pasado con las necesidades y concepciones del presente, estableciendo, de este
modo, la indispensable conexión del ayer con el hoy.
Ahora bien, el Sr. Presidente del Consejo de Defensa del Estado o el jurista
que habla por él, citando la ley de antaño y su historia (Ley Nº 16.640) y con su
mérito sostiene que al ente que representa (Cora Odena Fisco) no se le puede
citar de evicción o, lo que a la postre es lo mismo, que ese ente estaría exento de
la obligación de sanear la cosa por él tradida, porque el saneamiento es de de-
recho común y, en la especie, atendida la naturaleza del acto de que se trata, se
aplicaría la ley de la especialidad: el Derecho Administrativo, que no reconoce
evicciones. Mas es lo cierto que de ese acto contenido en los documentos de fs.
6 y 12, y en muchos otros semejantes emergen obligaciones y derechos corre-
lativos para el ente representado por el Sr. Presidente del Consejo de Defensa
del Estado, entre los últimos, los créditos constituidos en favor de la ex Caja de
Colonización Agrícola y de la ex Corporación de la Reforma Agraria, créditos
cuyo titular, según lo prescrito por los artículos 4º, 10º y 15º del Decreto Ley Nº
2405 de 1978, es hoy día el Fisco de Chile, a quien representa el mismo Consejo
(D. F. L. Nº 1, de 1963; hoy: Decreto Ley Nº 2.573, Ley Orgánica del Consejo de
Defensa del Estado, sin perjuicio de lo prescrito por el D. Ley Nº 2405, ya citado,
sobre el particular).
Huelga recordar que el artículo 4º del citado Decreto Ley Nº 2405 es pe-
rentorio en cuanto ordena que a contar del 1º de enero último (1980), todos los
bienes y derechos de la Oicina de Normalización Agraria (Sucesora de Cora), se
entenderán incorporados al patrimonio del Fisco, el que se hará cargo de todas
las obligaciones pendientes.
Tal precepto debe ser considerado de acuerdo con las normas y doctrinas
que informan la llamada “interpretación auténtica (artículo 9º, inciso 2º Código
Civil).
Además, la indispensable conexión del ayer con el hoy que preconiza Mez-
ger, lleva a desestimar las conclusiones que la parte apelante extrae del discur-
J E 75

so que reproduce a fs. 24 vta. y 25, esto es, que el ente asignante o vendedor
(Cora Odena Fisco) está actualmente liberado de las obligaciones que contrajo,
como tradente, al asignar o vender (términos asimilados por el Decreto Ley Nº
2.405) la cosa tradida.

A despecho de la dialéctica, el artículo 10 del Código Civil nos dice que


“cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pre-
texto de consultar su espíritu”. Tal es la primera norma de hermenéutica que
señala dicho Código;

15. Que se ha dicho, también, que el contenido de los documentos apareja-


dos a fs. 6 y 11, conigura en sí un “acto administrativo concreto y negociable,
porque luiría de diversos artículos de la ley Nº 16.640 que, en esos, se vierte un
acto de autoridad regido por las normas del Derecho Administrativo.

Como factor previo de ubicación y referencia, es preciso consignar, con Ro-


lando E. Pantoja Bauza, que dentro de la realidad institucional chilena y desde
el ángulo jurídico tradicional, “el Acto Administrativo es un acto jurídico eje-
cutado por un administrador (“Concepto de Acto Administrativo”, Edit. Jurí-
dica de Chile, pág. 79). En el mismo sentido: Isaac Rubio Godoy, “Proceso de
formación de un Acto Administrativo”, página 114; y Enrique Silva C: “Derecho
Administrativo Chileno y Comparado”, página 160.

Patricio Aylwin A., en su manual sobre la materia (t. II, pág. 80), concibe el
acto administrativo como una “declaración unilateral de voluntad de la admi-
nistración en el ejercicio de sus potestades administrativas que produce efectos
particulares o subjetivos”. Tomando pie en esta deinición se ha insinuado que
la enajenación de tierras a los asentados es una típica declaración unilateral de
voluntad que calza exactamente en la concepción de Aylwin (acto administra-
tivo) y que sí, a la postre, requiere, exige o precisa el consentimiento del bene-
iciado, ello es así por la misma. razón de que el testamento, acto unilateral por
excelencia,, obra de la voluntad de una persona, ha menester, a su hora, de la
aceptación de herederos y legatarios como producir los efectos que le son pro-
pios. Se citó, también, como acto unilateral del poder administrativo, la “conce-
sión”, concluyéndose que la manifestación del “asignado (adquirente del suelo),
la del sucesor y la del concesionario, dando su consentimiento, no transforma
el acto unilateral en bilateral.

Tal raciocinio es más efectista que real. Ya se demostró que el consenti-


miento del adquirente del suelo conigura el consensus, res, pretium. Lo refe-
rente al testamento se desvanece con la simple lectura del art. 999 del Código
Civil. Respecto de la “concesión se dijo lo correspondiente en su oportunidad
(ver considerando 14º).

Siguiendo los razonamientos de la defensa iscal, debemos analizar los an-


tecedentes que ella relaciona con el concepto de acto administrativo. Son tales:
76 C/C

A. El respectivo mensaje del Ejecutivo sobre la ley que nos ocupa; y B. diversos
preceptos de dicha ley, hoy, en parte, derogada.
A. El mensaje “El objeto y propósito que esta materia persigue en el esta-
blecimiento de un sistema agrario en el cual la concentración excesiva de la
propiedad de la tierra no lesione los intereses de la sociedad entera, sino que,
por el Contrario, busque el pleno aprovechamiento de este recurso tan escaso,
otorgando el máximo de posibilidades a la población campesina para un traba-
jo intensivo de la tierra”.
En otras palabras, el sistema agrario a implantar requería como cuestión
previa la expropiación forzosa de predios rústicos, procedimiento de Derecho
Público mediante el cual “la administración o un instituto debidamente su-
brogado en su derecho, adquiere la propiedad de un bien ajeno, mediante la
indemnización correspondiente (Carlos García Oviedo: “Derecho Administra-
tivo”, t. I, año 1957). La administración, por sí o por el instituto que lo subroga,
debía proceder, luego, a otorgar el máximo de posibilidades a la población cam-
pesina a in de que la propiedad agraria cumpliera una función social a través
del mayor número de propietarios.
B. La ley Nº 16.640, disposiciones que siguen:
Artículo 2º: este precepto, con el objeto ya indicado, terminar con la con-
centración excesiva de la propiedad de la tierra, declara de utilidad pública y
autoriza la expropiación parcial o total de determinados predios rústicos.
Artículo 66, inciso 1º: señala lo que la Corporación de la Reforma Agraria
debía hacer una vez producida la expropiación de un predio, habiendo tomado
ella posesión del mismo. Se relacionaba con el inciso agregado por la letra H del
artículo Nº1 de la Ley Nº 17.280 y, en síntesis, trata del destino y distribución de
las tierras expropiadas.
Artículo 67, inciso 1º: prescribe la constitución de unidades agrícolas que
dice” serán asignadas a campesinos, en dominio individual”.
Artículo 71: se limita a enumerar requisitos para ser asignatario de tierras,
así como el estatuto de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado lo dis-
pone para ser chofer de sus buses ¿Acto administrativo o relación laboral? Huel-
gan las respuestas.
Artículo 74: su texto era:
“La asignación de tierras será acordada por el Consejo de la Corporación de
la Reforma Agraria.
El acta de asignación, que el Vicepresidente Ejecutivo de la Corporación
deberá expedir dentro de los noventa días siguientes al referido acuerdo, ex-
presará las obligaciones y prohibiciones a que estará sometido el asignatario en
conformidad a la presente ley.
Dicha acta, aceptada por el asignatario en forma expresa, sin restricciones y
por escrito, constituirá título traslaticio de dominio. Su inscripción en el Regis-
J E 77

tro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces correspondiente, transferi-


rá el dominio al asignatario”.
Este precepto, que se relaciona con el artículo 13 de la Ley Nº 17.280, distin-
gue, con bastante claridad, entre “asignación de tierras, acordada por el Consejo
de la Corporación aludida, y lo que la ley llama “acta de asignación”, a expedir,
dentro de cierto plazo, por su Vicepresidente. Son pues, cosas distintas que no
es posible confundir. La primera no requiere el consentimiento del asignatario:
es acto de autoridad; la segunda así lo requiere, es convención. Resulta así que
el “acta de asignación irmada por ambas partes (asignante y asignatario) no es
más que un título traslaticio de dominio (compraventa o contrato innominado),
mediante cuya inscripción en el Registro de Propiedad del Conservador de Bie-
nes Raíces respectivo el asignatario o comprador pasa a ser adquirente, dueño
y poseedor del predio asignado.
Se arguye que la ley en ninguna parte usa la denominación de “compraven-
ta”. Cierto es, pero no lo es menos que emplea otros términos de infalible signi-
icado, verbo y gracia: “título traslaticio de dominio”, “inscripción en el Registro
de Propiedad. . .”, “transferirá el dominio”, “adquirente( ver cláusula 2Nº de fs.
6 y 12), etc.
Artículo 75: señala las obligaciones que empecen al asignatario. La prime-
ra, “a) Pagar el precio del predio asignado”. Demás están los comentarios.
Artículo 76: señala diversas prohibiciones, como puede contenerlas cual-
quier contrato. Cabe recordar que su letra a) fue ya derogada por el D. L. Nº 208
de 19 de diciembre de 1973.
Artículo 78: contempla la “caducidad como medio de poner término al con-
trato. Su declaración era de la competencia de los Tribunales Agrarios Provin-
ciales. Ya nos referimos a ella (Ver considerando 14º) en cuanto la defensa iscal
citando al profesor español Rafael Entrena Cuesta (Curso de Derecho Adminis-
trativo, pág. 517) pretendió ver en este instituto un signo cierto de “acto admi-
nistrativo”.
Artículo 79: prevé el fallecimiento del campesino con posterioridad al
Acuerdo del Consejo, pero antes de obtener título de dominio (acta de asigna-
ción por él subscrita) y, obviamente, nada trasmite a sus herederos;
16. Que a estarse a los conceptos vertidos por Pantoja Bauza y Rubio Godoy
sobre “acto administrativo y su “gestación (Ver obs. cits.) los preceptos anali-
zados de la Ley Nº 16.640 los mismos que citara la defensa iscal demuestran
que una vez expropiado un predio rústico para los ines de la llamada “reforma
agraria”, o sea, ingresado el inmueble al patrimonio estatal, y, iniquitados los
estudios técnicos del caso, establecido el número de unidades agrícolas corres-
pondientes y hecha la selección de los futuros titulares de la tierra, el Consejo
de la Corporación procedía a decidir sobre lo que debía corresponder a cada
uno de ellos, en un acto de autoridad; mas, para concretar jurídica y material-
mente la inalidad perseguida: constituir la propiedad agrícola individual con
miras al interés público, de desconcentrar la tenencia de las tierras labrantías
78 C/C

para que éstas cumplieran una “función social (notable contubernio de la pro-
piedad exclusiva individual con la preconizada por León Duguit: “Las trans-
formaciones Generales del Derecho Privado desde el Código de Napoleón”,
págs. 168 y 169), el Vicepresidente Ejecutivo de la Corporación aludida, debía
subscribir con cada campesino seleccionado un contrato que la Ley 16.640 (si-
guiendo su vituperable alianza de conceptos) llama “acta de asignación”, título
a través del cual el Estado o quien lo subroga, se desprende de lo que estaba en
su patrimonio por haberlo adquirido mediante “expropiación”, puesto que, una
vez inscrito ese título, opera la respectiva tradición que radica el dominio en su
nuevo titular;

17. Que, hasta aquí hemos procurado analizar la controversia planteada en


autos, objetivamente, prescindiendo de la calidad de las personas que la sos-
tienen. Mas, es lo cierto que la defensa iscal ha hecho hincapié en que una de
ellas es la ex Corporación de la Reforma Agraria y, basándose en la forma como
la caliicó el legislador de entonces, le asigna como si existiere singulares pe-
culiaridades, coligiendo, de ello, que la asignación de tierras que hacía in ilio
temporeno puede ser un acto jurídico regido por el Derecho Civil y que, por
tanto, no ha de ser citada de evicción.

La proposición de dicha defensa fue formulada así: “Las asignaciones efec-


tuadas por Cora son actos jurídicos que caen dentro del ámbito del Derecho
Público por set realizadas por un instituto de derecho público”. Agregó: “Natu-
raleza jurídica de Cora persona jurídica de derecho público, empresa autónoma
del Estado. Art. 1Nº del Decreto R. R. A. Nº 11, de 5 de febrero de 1963. D. Oicial:
27 de marzo de 1963”..

Desde luego, cabe observar que se confunde, lamentablemente, la “asigna-


ción de tierras acordada por el Consejo con el “acta de asignación irmada por
el Vicepresidente Ejecutivo de Cora y el adquirente.

Luego es útil advertir que lo que se airma con tanta soltura sobre la con-
dición jurídica de la persona que se llamó Corporación de la Reforma Agraria y
que fue concebida, como se vio, con criterio político, no es simple.

No nos referiremos a los artículos 545 y siguientes del Código Civil, en cuan-
to tratan, precisamente, de las “corporaciones”, porque el argumento que de allí
deriva es sabido y está además trillado. Obsérvese, sí, lo que el profesor Silva
Cimma expone después de analizar el origen de las personas jurídicas públicas,
su in, el control administrativo, la potestad pública, y su organización: “Todos
estos criterios demuestran que resulta difícil establecer signos diferenciales
entre las personas públicas y las privadas. Con razón sostiene Michoud que no
puede encontrarse un elemento único que determine un criterio infalible. Aún
más, en el derecho contemporáneo se ha introducido un nuevo tipo de persona
jurídica a las dos ya tradicionales: el de persona jurídica de interés público, que
J E 79

si bien se encuentra sometida al derecho común, persigue un in público (“De-


recho Administrativo”, t. II, pág. 152).
En homenaje a la brevedad y por exceder, en parte, el ámbito de la contro-
versia, no insistiremos en la verdadera naturaleza de la mal llamada “Corpora-
ción”, hoy fenecida.
Hechas estas observaciones, cabe preguntarse:
I ¿Puede un acto jurídico dejar de ser lo que es conforme a su esencia y fu-
garse de la ley civil por la razón que anota la defensa iscal, o sea, por intervenir
o ser parte en él una persona jurídica pública? y
II ¿Puede sostenerse, hoy día, por aquella razón o cualesquiera otras, que
al Fisco de Chile no empece la obligación de saneamiento que se le exige en
autos?
Hay un precepto vigente (D. Ley Nº 2405, artículo 4º) que prescribe que
aquel se hará cargo de todas las obligaciones pendientes al efecto.
Ubi Lex non distinguit, nec nos distinguiré debamus o, en otros térmi-
nos, “la extensión que debe darse a toda ley, se determinará por su genuino
sentido(art. 23, Código Civil).
No está de más recordar que al interpretar una ley debe acudirse al mo-
mento en que ésta debe ser aplicada y no al momento de su formación. Puede
ocurrir, como dice Florían (“Parte General del Derecho”, pág. 201) “que en el
transcurso del tiempo, al cambiar las relaciones sociales o las condiciones po-
líticas, cambie la misma ratio legis y, consecuencialmente, también el signii-
cado y alcance de la ley. Creemos indispensable tomar en cuenta el objeto de
que se trata y las modiicaciones que haya podido sufrir con el transcurso del
tiempo, aún cuando estos aspectos nuevos estuviesen lejos de la razón orgánica
de la ley”.
¿Qué agregar cuando “estos aspectos nuevos han sido aclarados y prescri-
tos por el propio legislador Nada. Todo queda dicho en el citado Decreto Ley Nº
2406 .
Tenemos, entonces, que la segunda de las preguntas formuladas (Nº II) en-
cuentra elocuente respuesta en dicho precepto legal
¿Y la primera (Nº 1)?
Es lo que queda por dilucidar y responder;
18. Que, como es natural, no se trata de una cuestión nueva: nil novi sub
solé.
La aplicación de la Ley Nº 5604. sobre “Colonización Nacional que creó la
“Caja de Colonización Agrícola”, la Nº 6382, el D. F. L. Nº 6, de 1968, como tam-
bién las leyes Nº 4496, de 10 de diciembre de 1928, Nº 4963, de 4 de marzo de
1931, el D. F. L. Nº 33 de 12 de marzo de 1931 y, con anterioridad, las leyes sobre
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colonización de 18 de noviembre de 1845 y de 9 de enero de 1851, produjeron, al


correr del tiempo, serios conlictos entre los hoy llamados “asignatarios”, la po-
testad asignante y terceros; todos ellos fueron resueltos por la Justicia Ordinaria
conforme a la legislación civil (Rev., t. X,*2Nº parte, sec. V, págs. 27 y 37).
Actualmente acontece lo propio con aquellos problemas que provoca la Ley
Nº 16.640 y que no versan sobre materias expresamente señaladas como de la
competencia de los “Tribunales Agrarios (Fallos del Mes, Nº 246, página 99).
Tampoco es nuevo el argumento basado en discutidas distinciones entre
“Estado poder” y “Estado persona jurídica de Derecho Público”, o entre “actos
de autoridad o imperio” y los llamados, simplemente, “de gestión”.
Durante décadas se pretendió que no era posible responsabilizar a dichos
entes jurídicos públicos por hecho, verbo y gracia, de los conductores de sus
vehículos. Ayer como hoy se buscaba la liberación de responsabilidades ciertas
trayendo a cuenta principios de “Derecho Administrativo”.
La jurisprudencia se encargó de esclarecer el problema y darle solución,
resolviendo que “el artículo 2320 del Código Civil contiene una regla de gene-
ral aplicación, extensiva a toda clase de personas, sean éstas naturales o entes
constitutivos de personas jurídicas, tanto de Derecho Privado como de Dere-
cho Público, y comprende, de igual modo, a toda clase de dependientes o subor-
dinados (Juicio “Alegría con Municipalidad de Conchalí Cas. fondo, 11 de no-
viembre de 1947). Después, para la mayor eicacia de las acciones respectivas,
se concibió y fue realidad el actual artículo 65 de la Ley Nº 15.231. Así progresa
el Derecho en miras a cumplir su sagrada misión.
¿Cómo suponer entonces aunque fuese por diáspora, que por la sola concu-
rrencia de un ente público a un contrato cualquiera no se causan para ella las
responsabilidades que son de la naturaleza de ese contrato y sí le beneician los
derechos correlativos?
Tal presupuesto repugna a la equidad que la ley lleva implícita como esen-
cia medular de su contenido.
¿Cómo concebir que esos entes no pueden celebrar contratos regidos por el
Derecho Común?. Supongamos que la ley ante la inoperancia o irresponsabi-
lidad de empresarios particulares, crea un ente que llama persona jurídica de
derecho público, empresa autónoma del Estado, diciendo que lo hace con el in
de cumplir una función social y de interés público, proveyendo a las necesida-
des del transporte por tierra, ríos, canales navegables, mar y aire. Tal persona
quizá simple empresa estatal puede, en cuanto “autoridad” (según la ley de su
origen), ejecutar muchos actos administrativos, pero, llegado lo fundamental:
el transporte mismo que se encomienda como razón de su existencia, ha de
celebrar con los usuarios (sus asistidos o. protegidos) múltiples contratos de
arrendamiento de transporte sujetos al derecho que los rige (Civil y Comercial),
por los cuales ella se compromete, por esencia, mediante cierto precio (lete),
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a transportar o a hacer transportar personas o cosas de un paraje a otro (Arts.


2013, inciso 1Nº, del Código Civil; 166 y 171 del Código de Comercio) .
¿Sería posible airmar que tal persona jurídica del Estado, no asume res-
ponsabilidad alguna como “porteador” frente al “consignante”, al “cargador”,
al “remitente y al “consignatario”, en razón de su naturaleza, según la ley de su
origen
Si tales entes han de cumplir, por mandato de la ley, una función social,
amparando, protegiendo, asistiendo a la colectividad toda, no parece conce-
bible que ellos, a pretexto de su peculiar naturaleza, puedan eludir las respon-
sabilidades que contraen al relacionarse con el ciudadano, en particular, re-
sultando, a la postre, menos consecuentes que los empresarios privados que
se encargaban del mismo negocio y a los cuales se desplazó por inoperantes o
irresponsables.
Alguien, alza primando los conceptos, puede sostener que el asunto exorbi-
ta d Derecho Civil y que hay que distinguir entre contratos de Derecho Común y
Contratos Administrativos, luego se referirá a unos y otros como algo natural y
obvio. Mas, los doctos en la materia piensan de otro modo: “Difícilmente puede
haber materia más controvertida que ésta, al punto que las posiciones sobre la
materia ha mucho que se han radicalizado entre los que sostienen la existen-
cia de una categoría de contratos autónoma y con principios y particularida-
des propias, muy diferentes de las de la contratación ordinaria, hasta los que,
decididamente, niegan diferencias de fondo entre los contratos denominados
de derecho administrativo y los de derecho común, pasando por aquellos que
admitiendo diferencias entre uno y otro género, sostienen que ellas no expre-
san sino simples modalidades o matices establecidos en razón de la diferencia
cualitativa de los intereses comprometidos en una y en otra de las categorías de
contratos señalados (Hugo Caldera Delgado, “Manual de Derecho Administra-
tivo”, pág. 216).
A todo evento, nadie niega la posibilidad de que la Administración, al con-
tratar con los particulares (los administrados), en actividad convencional lla-
mada a crear derechos y obligaciones entre las partes, puede celebrar contratos
de derecho común, como los citados por vía ejemplar, y, por qué no, los acom-
pañados a fs. 6 y 12 de autos;
19. Que sesudos argumentos esgrimidos con prestancia y erudición sobre
la base de otros principios y teorías informan el “Derecho Administrativo Mo-
derno”, no permiten alterar lo que precede mientras tales principios y teorías
no sean ley de la República, porque deber es del juzgador aplicar la norma en
vigencia;
20. Que, atendido lo razonado por Silva Cimma, Entrena Cuesta y demás
maestros del Derecho Administrativo que se han citado, es posible a su hora
cuando aquellos atisbos doctrinarios alcancen altura de ley, que ésta, siguien-
do las advertencias de aquéllos, consagre el negocio de autos como “asunto
administrativo y, entonces, conforme a tales admoniciones, lo administrativo
proveerá lo necesario para que no se dé el evento que se vislumbra en la espe-
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cie de aceptarse como actualmente está concebido, esto es, que el ente asig-
nante (Cora Odena Fisco) quede en situación de eludir la responsabilidad que
puede afectarle por negligencia; ignorancia o impericia de sus funcionarios, o,
de no existir tal negligencia, ignorancia ni impericia, no desvanezca, pudien-
do hacerlo y siendo el único que debe disponer de antecedentes ciertos para
ello, las premisas en que se apoyan las acciones que, deducidas por un tercero,
amenazan el dominio y la posesión tranquila del asignado o adquirente, quien
solicita la respectiva citación de evicción en ejercicio de un derecho que la ley
le reconoce;
21. Que es así como esta Corte llega a la conclusión de que el título apareja-
do a fs. 6 y 12 conigura un contrato en virtud del cual es obligación del tradete
amparar al adquirente en el dominio y posesión pacíica de la cosa tradida y
que, por ello, procede, en este juicio, citar de evicción (como se ha hecho) al
ente jurídico que aparece como continuador legal de la ex Corporación de la
Reforma Agraria, tradente reconocido del sitio Nº 3 de la Parcela Nº 7 del Pro-
yecto de Parcelación “Jardín Alto”, La Florida, Área Metropolitana, especiicado
en dicho título, al Sr. Guillermo del Carmen Silva Rojas, quien acciona como
adquirente indiscutido de tal predio;
Por estas consideraciones y disposiciones legales que en ellas se citan, y vis-
to, además, lo prescrito en los artículos 147 y 186 del Código de Procedimiento
Civil, se conirma, con costas del recurso, la resolución apelada, que es de 9 de
agosto último (1979).
Redacción del señor Ministro Amoldo Dreyse Jolland. Hernán Cereceda B.
Arnoldo Dreyse J. Edgardo Goldemberg U.

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