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Introducción
Es posible advertir que desde comienzos del siglo xix, pero con especial acento
desde la primera revolución industrial hasta nuestros días, las energías fósiles
como el carbón, el gas y el petróleo fueron insumos fundamentales para
desarrollar la actual economía capitalista mundial. Hoy en día, más de 90% del
consumo de energía depende de fuentes no renovables,2 y merced a la
creciente demanda del transporte terrestre, aéreo y fluvial, la energía fósil más
consumida es el petróleo, que representa casi 40% de la ecuación energética
global.
3. Brasil
4. Argentina
Así fue como en 1922, bajo una mirada estratégica de los recursos naturales, el
Estado Nacional fundó la primera petrolera estatal del continente: Yacimientos
Petrolíferos Fiscales (ypf), que desde sus orígenes estuvo integrada
verticalmente a lo largo de toda la cadena productiva petrolera. ypf fue
desarrollándose como un oligopolio público sobre el sector, que incrementaba
su producción a medida que descendía lentamente la participación de las
empresas privadas, que habían desembarcado en el país desde finales del
siglo xix.30 Con la llegada del peronismo al poder (1946-1955) se dinamizó la
industrialización por sustitución de importaciones, con que se incrementó la
demanda petrolera interna, situación que favoreció el desarrollo de ypf. Luego
del golpe militar a Juan Perón en 1955, en 1958 llegó al gobierno por el voto
popular Arturo Frondizi y su experiencia conocida como “desarrollista”. Con la
finalidad de ampliar la explotación petrolera, agendó un conjunto de contratos
de locación de obra y servicios para ypf con varias de las empresas
transnacionales más importantes radicadas en el país, como las
norteamericanas Standard Oil y Esso, o la anglo-holandesa Shell. Luego del
golpe militar a Frondizi en 1962 y al presidente Illia en 1966, se impuso un
gobierno de facto, liderado por el general Ongania, quien sancionó la ley de
Hidrocarburos Nº 17.319, que permanecía vigente en 2011. Tal norma ratifica
que los yacimientos pertenecen al patrimonio estatal, e incluye un impuesto
(regalías o royalties) de 12% del valor del crudo en boca de pozo que las
provincias les cobran a las empresas privadas que lo extraigan en su territorio
federal.
Sin embargo, el intento del Estado Nacional por organizar la industria a través
de una nueva estructura fiscal (desacople de los precios internos con los
internacionales buscando la autosuficiencia petrolera) y de participar
productivamente a través de Enarsa, no sólo no ha dado resultados positivos,
sino que vuelve aún más visible el problema estructural de este sector. La
organización institucional de la industria petrolera, basada en un sistema de
completa liberalización para determinar cuotas de mercado, stocks de
producción, refinación, comercialización como la estructura de costos y precios
a lo largo de toda la cadena productiva, ha llevado a un sistema en que no se
promuevan verdaderos incentivos a la inversión y a tener una visión estratégica
de largo plazo48 para el oligopolio privado que administra la industria. Esta
situación es evidente por la evolución de la inversión en exploración en el país
con posterioridad a las reformas estructurales (1989) y especialmente a partir
de la desregulación sectorial (1991). Sin lugar a dudas, esta situación queda
rotundamente expresada en la caída de los pozos explorados con posterioridad
a las reformas, y al aún más fuerte deterioro de la inversión en exploración con
posterioridad al peak oil petrolero, en 1998 (tabla 12). Al comparar la relación
entre la inversión en exploración y explotación realizada por las empresas
privadas en el periodo de liberalización, no quedan dudas de que la misma fue
empeorando con el tiempo, hasta caer a más de la mitad (gráfico 1) desde
1991 (año que comenzó la desregulación) hasta 2009. Este presente muestra
una clara y evidente decadencia de la proyección a largo plazo del rendimiento
económico y estratégico del sector para apuntalar el crecimiento industrial
experimentado por el país en los últimos años. Y plantea una tensión
estructural que deviene en un dilema, convirtiéndose en un perspicaz desafío
que la industria deberá afrontar para salir de su preocupante situación
presente.
5. Últimas consideraciones
Sin embargo, variadas son las respuestas a las preguntas iniciales de este
trabajo. No hay dudas de que la gestión de las reformas estructurales ha sido
disímil para los diversos casos nacionales en la región; la experiencia brasileña
y argentina permite comprender particularidades históricas, impactos en la
industria y desafíos a futuro.
Por otro lado, el caso brasileño resulta llamativamente diferente. Aun con las
reformas neoliberales implementadas en la segunda mitad de los años noventa
(Ley del Petróleo y Enmienda Nº 9), el Estado Nacional nunca dejó de tener
control económico y estratégico sobre el sector, permitiéndole sostener en el
tiempo las altas inversiones en investigación y desarrollo. Este control admite
inferir que, entre otras causas, fue imprescindible para que su petrolera estatal
sea hoy líder mundial en innovaciones tecnológicas respecto a las
exploraciones offshore en aguas muy profundas, y para que se proyecte como
una de las grandes compañías globales para el siglo xxi.