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James Daniel

PRIMERA PARTE: Los antecedentes

1. El peronismo y la clase trabajadora, 1943-55

El trabajo organizado y el Estado peronista

- Por aliento de los regímenes conservadores, la sociedad argentina se enfrentó a la recesión de 1930-1940 a través
de una paulatina sustitución de importaciones, es decir, la producción de bienes manufacturados que antes se
compraban al extranjero. Aun manteniendo sus relaciones económicas con Gran Bretaña, se alentó el crecimiento
industrial argentino mediante una política de protección arancelaria. El sector agrario continuó siendo la fuente
principal de divisas, y ahora la industria constituía el centro de acumulación de capital.

- El crecimiento industrial estuvo acompañado por un cambio en la fuerza laboral: antes que de la inmigración
extranjera, el personal estaba ahora conformado por gente de las provincias del interior, atraídos por los centros
urbanos del litoral.

- Sin embargo, el crecimiento industrial no se tradujo en mejores condiciones laborales ni en soluciones a los
problemas inherentes de la rápida urbanización (hacinamiento y falta de servicios). La represión, orquestada por los
empleadores y el Estado, limitaban la poca legislación laboral y social.

- Para 1943, había cuatro gremiales centrales: la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de índole anarquista;
la Unión Sindical Argentina (USA), de índole sindicalista; la Confederación General del Trabajo (CGT), dividida en la
CGT Nº 1 y la CGT Nº 2. La mayoría del proletariado industrial (principalmente los emergentes del sector metalúrgico
y textil) era ajeno a cualquier organización sindical efectiva; los que mayor influencia ostentaban eran los
comunistas, que se regio en campos no tradicionales y entre trabajadores de la madera, construcción y alimentación.

- En este aspecto, y desde sus cargos como secretario de Trabajo y posteriormente vicepresidente del gobierno
militar impuesto en 1943, el general Juan Perón supo dar respuesta a las reivindicaciones de la emergente fuerza
laboral industrial, a la vez que los alejaba de la gravitación de las organizaciones de izquierda. El apoyo conseguido
entre las filas obreras se cristalizaría el 17 de octubre de 1945, día en que una manifestación popular y espontánea
logró sacar a Perón del confinamiento y posteriormente conducirle a su victoria en las elecciones presidenciales de
febrero de 1946.

- La experiencia peronista de 1946-1955 permitió un aumento en la capacidad de organización y negociación de la


clase trabajadora, así como en su peso social. En sector de la actividad económica solo se otorgó a un sindicato el
reconocimiento como mediador oficial entre los trabajadores y el empresariado, lo que estaba garantizado por la Ley
de Asociaciones Profesionales (23.852). Se creó una estructura que ascendía, por intermedio de federaciones, a una
única central, la Confederación Nacional del Trabajo (CGT) y que aseguraba a los sindicatos muchas ventajas, a la vez
que otorgaba al Estado las funciones de garante y receptor de los beneficios derivados.

- La extensión de la agremiación (que por primera vez incluyó a empleados públicos) fue acompañada por un sistema
global de negociaciones colectivas y disposiciones sociales que contemplaban la licencia por enfermedad, por
maternidad y las vacaciones pagas.

- La clase trabajadora paralelamente a su integración como fuerza social asistió a una integración política,
coordinada por el aparato estatal. En el período 1946-1951 se dio la paulatina subordinación del movimiento sindical
ante el Estado gracias a la eliminación del poder autónomo de los viejos líderes sindicales. Para la segunda
presidencia las intenciones corporativistas se tornaron evidentes; se creó una vasta red para garantizar el bienestar
social, operada por el Ministerio de Trabajo y Previsión, la Fundación Eva Perón y los propios sindicatos. Si bien hubo
focos de disidencia en oposición a la integración política del sindicalismo, las ventajas económicas para los
trabajadores eran concretas e inmediatas, por lo que los cuestionamientos fueron mínimos a grandes rasgos.

- Es de remarcarse la relativa homogeneidad racial y étnica de la clase trabajadora y su concentración en los grandes
centros urbanos, lo que propició la cohesión política.

- La experiencia peronista efectivamente borró las antiguas lealtades políticas del sindicalismo, ya sea los
arraigamientos con el comunismo, el socialismo o mismo el radicalismo. Mientras que los radicales y socialistas
criticaron fervientemente al peronismo y su inserción de naturaleza desmoralizante dentro de la clase trabajadora,
los comunistas prefirieron una posición más flexible.

Los trabajadores y la atracción política del peronismo

- El sociólogo izquierdista Gino Germani quiso explicar la adhesión sindical al peronismo en términos de obreros
migrantes sin experiencia, receptáculos perfectos del populismo y para ser utilizados por la élite bajo la bandera
peronista. En cambio, el revisionismo ha visto el apoyo obrero a la ideología peronista como el compromiso lógico
ante un proyecto reformista que prometía ventajas concretas, decisión consciente llevada a cabo por actores
dotados de conciencia de clase en vistas de las antiguas dificultades económicas y explotación de clase.

- Si bien el peronismo respondió en términos de un pragmatismo de clase básico, el autor trata de encontrar las
razones por las cuales la solución adoptó la forma específica del peronismo y no la de otras ideologías con
llamamientos similares; para ello tiene en cuenta la figura carismática del general Perón, la retórica peronista y sus
diferencias con respecto a otras posturas políticas que se apoyaban también en la clase trabajadora.

Los trabajadores como ciudadanos en la retórica política peronista

- En el discurso peronista, el pleno acceso a la ciudadanía y los derechos políticos fue una constante, apoderándose
de una retórica ya iniciada por el radicalismo en los `30 con Yrigoyen. La “década infame” (1930-1943), que se
caracterizó por el mantenimiento del poder político a manos de una minoría conservadora mediante el fraude y
corrupción, alimentó un creciente cinismo político; en consecuencia, el peronismo pudo reunir un caudal electoral al
denunciar la hipocresía de las instituciones autoproclamadas “democráticas”. Sin embargo, el atractivo del
peronismo no se limitó a las reivindicaciones políticas, sino que evocó por el restablecimiento de derechos
proclamados pero no respetados (este fue también el lenguaje de la Unión Democrática) pero desde una dimensión
más amplia o social, que rechazaba las concepciones políticas meramente formales del liberalismo y tocaba una fibra
sensible entre los obreros.

- Si bien el liberalismo había reconocido la existencia política de los trabajadores, les había negado y/u obstaculizado
su consolidación como clase social; aún el radicalismo, a pesar de todos su retórica, jamás se opuso fervientemente a
los supuestos del sistema liberal. En cambio, el peronismo llamaba al reconocimiento de la clase obrera y su
integración privilegiada como fuerza social autónoma dentro del aparato estatal. La retórica peronista subrayó el
carácter independiente de los trabajadores como clase y su interrelación (pero no dependencia) para con el Estado,
al menos en sus comienzos; con la conquista del poder, el elemento personalista en Juan y Eva Perón se hizo más
evidente.

- La industrialización, el antiimperialismo y el nacionalismo fueron los ejes que sostuvieron al discurso peronista. La
dicotomía esgrimida por el peronismo no era tanto desarrollo agrario/industrialización como laissez-
faire/intervencionismo estatal, algo que los demás partidos políticos sabían. Lo que singularizo al peronismo fue la
manera en que se apropio de la industrialización y la soberanía nacional; los dos eran fines análogos participación de
la clase obrera en la vida pública y la justicia social.

Una visión digna de crédito: carácter concreto y creíble del discurso político de Perón

- El autor entiende al vocabulario del peronismo como visionario y a la vez creíble, que contrastaba con el carácter
harto abstracto de sus adversarios políticos. Los discursos iniciales del período 1945-1946 eran inéditos en su
naturaleza; el contenido nacionalista en el peronismo ponía especial énfasis en la clase trabajadora y evocaba
problemas económicos concretos y soluciones a corto plazo, y no generalidades y cambios estructurales a largo
plazo.

- El peronismo supo tomar la idiosincrasia de la clase trabajadora y glorificarla. La atracción política del peronismo
era esencialmente plebeya: rechazaba la necesidad de una élite política especializada y fomentaba el
antiintelectualismo contenido en las prácticas populares. Había un constante uso de simbología tanguera,
sensibilidad popular y términos del lunfardo. El tono rústico de su retórica contrastaba con el tono condescendiente
propio de los demás partidos políticos.

El herético impacto social del peronismo


- La mayor incidencia de la clase trabajadora en lo social y político se evidencia en la masiva ampliación del
gremialismo y el número de parlamentarios de extracción sindical. Sin embargo, otros aspectos no cuantificables
como el orgullo, el respeto propio y la dignidad deben de estudiarse por separado.

Significado de la década infame: respuestas de la clase obrera

- Las experiencias de la “década infame” fueron articuladas por la propaganda en la dicotomía entre el presente
peronista (1950-1960) y el pasado reciente (1930-1940), contrastando las duras condiciones laborales y frustración
con una efectiva organización gremial y aumento de salarios.

- Muestras de un mundo esencialmente injusto pueden destilarse de la cultura popular en el período 1930-1940,
como en los sombríos tangos cargados de simbolismos sobre la codicia y falta de escrúpulos. Aunque en menor
medida, había aún retazos de la ferviente actividad militante anterior a la “década infame”, propiciándose el espíritu
cooperativo y la erradicación de vicios como el alcoholismo y el tabaquismo gracias a una minoría de socialistas,
comunistas y anarquistas; esta organización gremial se acrecentó a medida que el desempleo decrecía.

Experiencia privada y discurso político

- El atractivo del peronismo radicaba en su capacidad para dar expresión pública a lo que hasta entonces solo se
pensaba, se manifestaba de forma interna, dentro de una experiencia privada. El discurso peronista, en este sentido,
era herético porque lograba exteriorizar en términos simples pensamientos ya arraigados en la sociedad, pero que
habían estado silenciados por el elitismo oligarca.

- La reconversión de los símbolos de humildad e identidad trabajadora (las ropas del obrero), por ejemplo, en el
“descamisado” y “la negrada”. Se los despoja de la connotación negativa (hasta entonces, los términos habían sido
usados por los antiperonistas despectivamente para caracterizar la pobreza de los militantes peronistas) y se los
incorpora al discurso oficial, como algo positivo. El uso del lunfardo y la resignificación de los vocablos usados para
con la clase trabajadora, implicaron una visibilización y la invasión de espacios públicos tradicionalmente de la élite;
un acto de blasfemia, propiamente herético.

Los límites de la herejía: ambivalencia del legado social peronista

- Con la asunción del peronismo al poder en 1946, una de sus principales preocupaciones será controlar e
institucionalizar el mismo desafío herético, que le había conducido al éxito electoral en un primer lugar. El Estado se
encargó de emprender esta desmovilización pasiva, a través de los sindicatos y una actitud cooptativa.

- El discurso oficial peronista entendía en concordancia a los intereses de la masa obrera y del “capital nacional no
explotador y progresista”, en oposición al capital internacional y la oligarquía local parasitarios.

- El detenimiento de la actitud herética expresada fervientemente en 1945-1946 puede entenderse por la respuesta
a las aspiraciones materiales, el prestigio personal de Perón y el naturaleza ideológica del peronismo para inculcar
una noción de armonía e intereses comunes entre clases.

- Debe admitirse que la experiencia peronista de 1943-1955 creó un período decisivo para la formación de la
moderna clase trabajadora argentina; la homogeneización de su identidad y fuerza como ente nacional nació en gran
parte con Perón y, asimismo, el peronismo se nutrió de su constitución. El apoyo de los trabajadores al movimiento
peronista no se explica únicamente por la experiencia en las fábricas, sino que la adhesión se generó también por
una forma particular de movilización y discurso.

- Como se dijo, la incorporación de la clase trabajadora al aparato estatal implicó la pacificación de dicha clase.

- La era peronista se adelantó al surgimiento del gremialismo activo y autónomo, y legó a la clase trabajadora un
profundo sentimiento de solidez e importancia nacional; les confirmó la sospecha de su conciencia de clase y su
estatuto como fuerza social dentro del capitalismo.

- Al igual que el New Deal estadounidense y los Estados benefactores posteriores a 1945, el peronismo evocaba por
un desarrollo económico basado en la integración social y política, a la vez que perpetuaba y fortalecía las clásicas
relaciones de producción capitalistas. Pero a pesar de estas permanencias, el peronismo se proclama (y es
entendido) en su voz herética y de oposición política y social hacia la élite dominantes. Por ende, este legado será
ambiguo y traerá múltiples interpretaciones sobre el movimiento, aún muchos años después de finalizada su
coyuntura favorable y la vida de su líder por excelencia.

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