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PROYECTO EDITORIAL
PSICOLOGÍA. MANUALES PRÁCTICOS
Directores:
COLECCIÓN SÍNTESIS • POLÍTICA
Manuel Maceiras Fafián
Juan Manuel Navarro Cordó
Ramón Rodríguez García
POLÍTICA COMPARADA
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-995894-1-1
ISBN: 978-84-995872-5-7
Depósito Legal: M. 35.481-2012
Prólogo .................................................................................................................. 9
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Política comparada
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Índice
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Prólogo
Esta obra está concebida para atender un campo de gran desarrollo en la ciencia
política actual, que es el estudio comparado de los sistemas políticos. En esta obra
se entiende la política comparada como un enfoque de la ciencia política que aco-
ta un espacio conceptual y temático. Para la construcción del entramado teórico se
combinan los planteamientos metodológicos institucionales de Sartori, Blondel,
Lijphart, Laver, Mair y Morlino entre otros, con los planteamientos del funcio-
nalismo norteamericano relativos a la dinámica política en la línea más clásica de
Macridis, Almond y Huntington, y la más reciente de Putnam e Inglehart. Las
instituciones políticas son concebidas en este libro como artificios humanos que
dan forma a las interacciones políticas, que se manifiestan como las reglas de
juego del sistema y delimitan a los actores y su campo de acción. Asimismo, las
instituciones se conciben como fruto de la dinámica política; por eso se ofrece un
marco teórico general para explicar los procesos de cambio e identificar los fac-
tores que los promueven o que favorecen la estabilidad política.
La obra consta de cinco capítulos orientados temáticamente. El primero se
dedica a determinar el objeto de estudio y la metodología. El sistema político es
concebido a efectos prácticos como un proceso de toma de decisiones. En el estu-
dio de la metodología se tienen en cuenta, por un lado, los paradigmas epistemo-
lógicos de la ciencia política: el neopositivismo, la teoría crítica y el normativis-
mo. Por otro, se analizan las grandes teorías o enfoques (approaches),
considerando en particular el debate entre el neoinstitucionalismo y el racionalis-
mo. Finalmente se estudian las técnicas cuantitativas y cualitativas para la inves-
tigación.
El segundo capítulo está dedicado al contexto social y económico en que se
desenvuelven los sistemas políticos. Al considerar la intervención del Estado, se
pone especial atención en la reforma económica de China y en el desarrollo de los
Estados de bienestar, que son cuestiones de gran trascendencia en la actualidad.
En el ámbito de lo social, se sigue el planteamiento de la teoría pluralista. Así, se
desarrolla una tipología de las formas de articulación de intereses que distingue
entre grupos anómicos, grupos no asociativos, grupos de presión, movimientos
sociales, estructuras de patronazgo y redes clientelares y los lobbyes de EE.UU.
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Política comparada
Al mismo tiempo, se pone gran énfasis en las explicaciones que aporta la teoría
de la acción colectiva para dar cuenta de la naturaleza de los grupos organizados.
También se incluye y analiza el concepto de cultura política, identificando dife-
rentes tipologías, y los conceptos de multiculturalismo, socialización política y
capital social.
El tercer capítulo está dedicado al aspecto dinámico de los sistemas. Con él se
intenta dar una explicación de los factores y las condiciones que impulsan los
cambios. Aquí se hace referencia, por una parte, al debate teórico entre la teoría
de la modernización y la teoría de la dependencia, hoy reformulada por la teoría
del sistema-mundo de Wallerstein. En la teoría de la modernización se analiza
con detalle la cuestión de la corrupción política y su efecto desinstitucionalizador.
Por otra parte, en este capítulo se consideran los procesos de revolución/reforma y
las guerras civiles. En la teoría de la revolución se estudian los distintos plantea-
mientos funcionalistas, en particular la teoría de la violencia y la teoría del con-
flicto analizada desde la acción colectiva. También se estudia la formulación
normativa de la revolución de H. Arendt, así como la marxista en su versión leni-
nista clásica y la actual de T. Skocpol.
El capítulo cuarto se dedica al estudio de los regímenes políticos autocráticos
y se pone el acento en las características y la tipología del régimen autoritario; en
particular se estudia el régimen islamista de Irán, así como del sistema político de
China, que son casos de gran transcendencia internacional. Y, por último, el capí-
tulo quinto se dedica al estudio de las democracias. Se pone especial atención en
la determinación de lo que sea la democracia, especificándose las distintas pers-
pectivas existentes. Primero la valorativa, en la que se da cuenta del planteamien-
to normativo de Arendt, del planteamiento crítico de la escuela de Frankfurt y el
de la democracia participativa de la “nueva izquierda”. En segundo lugar se ex-
plica la perspectiva positiva o empírica de la democracia, dando cuenta de los
planteamientos pluralista, corporativo, de las teorías competitiva y económica de
la democracia, para acabar con el planteamiento procedimental de Dahl. La terce-
ra perspectiva es la institucional, que se desarrolla en el último apartado al reali-
zar un análisis de las instituciones de la democracia. También se considera la
cuestión de la transición a la democracia y, ligado a ello, el tema de gran actuali-
dad relativo a la calidad de la democracia. La obra concluye con un estudio del
papel que tienen los partidos políticos, la configuración de los sistemas de parti-
dos y la cuestión del gobierno de partido que está referida a la composición de los
gobiernos.
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Capítulo 1
Objeto y método de la política
comparada
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Objeto y método de la política comparada
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Política comparada
La teoría del sistema político fue enunciada por primera vez por David Easton
con el objetivo de explicar la vida política dando cuenta de cómo se ejerce el
poder, cómo se toman las decisiones políticas y cómo se ejecutan en una socie-
dad. En definitiva se trataba de explicar el proceso político a través del sistema
político.
Entendía Easton que la vida política concebida como ejercicio del poder pue-
de considerarse como “un sistema de actividad”. Hay “sistema” ya que la vida
política, en primer lugar, es separable del conjunto de la actividad social, por lo
menos en términos analíticos (del medio en el que opera) y, en segundo lugar, la
actividad política tiene una entidad propia distinguible y enmarcada en el medio
social en el que opera.
El sistema de actividad política tiene una unidad que funciona porque hay
inputs de distintas clases que en el proceso del sistema se convierten en outputs,
los cuales, a su vez, tienen efectos sobre el sistema y sobre el medio en el que se
desenvuelve el sistema. Así, la teoría del sistema político enunciada por Easton
se basa en el proceso de “retroalimentación” que vincula al propio sistema con
el medio ambiente. El sistema recibe del medio inputs, que le obligan a generar
outputs, que a su vez revierten en el medio que de nuevo genera inputs para el
sistema.
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Objeto y método de la política comparada
Demandas Decisiones
SISTEMA políticas
POLÍTICO
INPUTS
Apoyos OUTPUTS
MEDIO
SOCIAL
Feedback
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análisis del sistema pasa por identificar los inputs, las fuerzas que los forman
y cambian, y el proceso por el que se convierten en outputs.
3. La diferenciación de elementos y funciones dentro del sistema. Dentro de
todo sistema cabe buscar una estructura basada en un principio de división del
trabajo que dé cuenta de las diferentes unidades y sus funciones en el proceso
del sistema.
4. La integración del sistema. Para el mantenimiento estructurado del sistema
hay mecanismos que inducen a la integración y cooperación de los miembros
del sistema y permiten producir decisiones de autoridad. En definitiva un
principio de consenso interno.
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Objeto y método de la política comparada
En tercer lugar, para hacer sus cálculos los actores consideran las reglas de
juego del ámbito institucional en el que operan, ya que las instituciones son facto-
res que restringen la forma en que se desarrolla el juego decisorio, determinan las
interacciones de los sujetos, la secuencia en que deben actuar los actores, la in-
formación que pueden adquirir y, adicionalmente, el resultado de la decisión.
Según los casos, los actores pueden incluso plantearse una modificación de las
instituciones para lograr un nuevo equilibrio en el juego decisorio.
En cuarto lugar, cabe señalar como consecuencia de todo lo anterior que en el
proceso de decisión los actores desarrollan estrategias, las cuales se caracterizan
por el hecho de que el resultado de su acción depende de lo que otros actores ha-
gan. Es decir, los sujetos actúan sobre la base de las expectativas acerca de las
decisiones de los demás. Consecuentemente, los actores no eligen o votan de
acuerdo con sus preferencias sinceras al decidir, sino de acuerdo con los cálculos
acerca de los efectos que su decisión tendrá en la interacción con las decisiones de
otros actores. Las decisiones se consideran entonces como el fruto de un “juego”,
es decir, de una situación estratégica, en que cada estrategia es un plan de acción
que especifica la manera en que el actor se comporta durante el juego decisorio.
En el juego los actores tratan de desarrollar estrategias que supongan una respues-
ta óptima a las de los otros actores, alcanzando el juego decisorio lo que se cono-
ce como “equilibrio Nash”.
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Política comparada
INPUTS
OUTPUTS
RETROALIMENTACIÓN
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Objeto y método de la política comparada
Monarca
Primer Ministro Informa (sigue el consejo
y Gabinete del Gabinete)
Crea nuevos
Designa Lores
al Gobierno Gobierna
el país
Cámara de los Cámara de los
Comunes Puede tratar de Lores
influir a los Comunes (Debate y vota)
Elige a los
miembros
del Parlamento
votantes
Figura 1.3. Ciclo de realimentación del gobierno parlamentario británico según
K. Deutsch (Fuente: Deutsch, K. (1976): Política y gobierno.
Fondo de Cultura Económica. México, p. 401)
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tado que tiende a identificar los sistemas autorregulados con la democracia, pero
que esto sólo es posible sobre la base del consenso y no del conflicto. Finalmente
se señala que la teoría tiende a reificar o cosificar la organización política confun-
diendo las fronteras entre modelo y realidad.
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Objeto y método de la política comparada
análisis de los sistemas políticos cuestiones como las revoluciones y, más parti-
cularmente, dar cuenta de situaciones de crisis como la de los sistemas de socia-
lismo real recientemente.
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Objeto y método de la política comparada
A) El neopositivismo
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B) La teoría crítico-dialéctica
C) El normativismo
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Siguiendo los planteamientos de Kuhn podemos afirmar que los tres pilares
en que descansa la ciencia política en el nivel epistemológico constituyen tres
paradigmas dominantes y en competición en cuyo marco se desenvuelve esta
ciencia en el presente. Si bien hay que tener en cuenta que la ciencia política ac-
tual, originada como Political Science en EE.UU., es muy reciente, y apareció en
el periodo de entreguerras vinculada a la renovación metodológica positivista, de
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Objeto y método de la política comparada
la mano del conductismo y la teoría de sistemas. Surgió para dar cuenta de los
nuevos fenómenos de este periodo: el fascismo, el estalinismo, el New Deal, y la
descolonización.
En la actualidad no podemos decir que exista un paradigma dominante, más
bien encontramos, como señalaba hace algunos años Almond, que la mayor
parte de los politólogos actuales practican una ciencia política ecléctica, es
decir, una ciencia que no se adscribe a un paradigma preciso, sino que se sitúa
dentro de un campo demarcado por los tres paradigmas. Entendiendo que, lógi-
camente, habrá siempre representantes más o menos puros de cada uno de los
paradigmas.
Esto se puede representar gráficamente (figura 1.4) mediante un triángulo, en
cuya parte central situamos a los científicos de la política. Entre éstos, además, se
establecen unos ejes referidos a las técnicas de investigación que encajan de for-
ma complementaria tales criterios metodológicos. Así, aquellos que se aproximan
al eje formado entre positivismo y teoría dialéctica tienden hacia el uso de técni-
cas de investigación cuantitativas, haciendo hincapié en la formalización de teo-
rías, en la constatación empírica, y en la medición objetiva de fenómenos, mien-
tras que aquellos que se sitúan en el eje formado por la teoría dialéctica y el
esquema normativo se caracterizan por lo opuesto, es decir, por seguir técnicas
cualitativas, poner el énfasis en el leguaje, en la interpretación de los hechos hu-
manos y en tomar el punto de vista del actor. Finalmente, los politólogos abierta-
mente opuestos a las tesis marxistas o socialistas se sitúan en el eje positivismo-
esquema normativo.
no marxista cualitativo
HERMENÉUTICA
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A) El enfoque legal-formal
B) El enfoque conductista
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C) El enfoque sistémico
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estructuras que realizan distintas funciones en los sistemas políticos. Este enfo-
que a su vez fue el germen de la teoría de la modernización y del desarrollo polí-
tico, en que se relaciona el desarrollo con diversas variables como el crecimiento
económico, el cambio social, los cambios culturales, el surgimiento de nuevas
élites, etc.
Una perspectiva complementaria ha sido la cibernética, desarrollada en la
ciencia política en primer lugar por K. Deutsch, inspirándose en la mecánica y la
biología. El sistema político se concibe como un mecanismo autorregulado donde
lo central son los flujos de información con el medio en el que opera. Más tarde
N. Luhmann ha destacado la centralidad del sistema político en los flujos que se
dan en los distintos sistemas sociales con el desarrollo del Estado de bienestar.
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E) El enfoque neoinstitucional
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otros estudios de carácter institucional se han centrado más en este segundo as-
pecto, es decir, entendiendo a las instituciones como el instrumento que facilita la
resolución del conflicto social que está en la base de todo proceso político. Así,
los trabajos de P. Schmitter, y de C. Lehmbruch que analizan las tendencias cor-
porativas en los sistemas políticos y el de G. O’Donnell que explica en términos
sociales las tendencias autoritarias o la responsabilidad (accountability) de los
actores políticos. Más tarde J. Linz, S. Lipset, A. Stepan o G. Sartori presentan
estudios sobre la democracia, la participación, las ideologías, y los partidos. Más
recientemente esta perspectiva ha desembocado en estudios sobre la cuestión del
diseño institucional en los procesos de reforma política y transición democrática.
Ejemplo de ello son los trabajos de D. Nohlen, J. J. Linz en el debate sobre presi-
dencialismo versus parlamentarismo en América Latina. O las cuestiones sobre
federalismo (Riker, Eskridge) o sobre bicameralismo (Tsebelis, Money), todas
ellas relacionadas con la estabilidad de los sistemas democráticos.
En los últimos años nos encontramos nuevos desarrollos del institucionalis-
mo. Uno viene de la mano de la teoría de la elección racional, el “institucionalis-
mo racionalista”, que difiere del enfoque sociohistórico de los ochenta. Se parte
de la idea de que los actores de los sistemas políticos adoptan siempre el mismo
comportamiento, que es un comportamiento racional; lo que varía son las distintas
configuraciones de los sistemas políticos, como muy bien expone J. Kato. Esto
explica que G. Tsebelis diga que actualmente hay un acuerdo general en ciencia
política de que “las instituciones importan”. Se trata por tanto de saber cómo de-
terminan las instituciones el comportamiento de los actores y el sentido de las
decisiones que se adoptan; por ejemplo, se trata de analizar cómo y por qué las
instituciones restringen la capacidad para el cambio de políticas.
En el estudio comparado esto supone una forma nueva de considerar los fac-
tores institucionales ya que, si se parte de la consideración de que el comporta-
miento es siempre similar, lo que interesa conocer es cómo varían las institucio-
nes en función de los diferentes resultados que producen los distintos sistemas
políticos. La aplicación práctica de este planteamiento es la “ingeniería institucio-
nal”, es decir, el diseño interesado de las instituciones.
La escuela del institucionalismo histórico actualmente plantea una diferencia
neta respecto del institucionalismo que sigue las tesis de la teoría de la elección
racional. Para los “racionalistas”, como Shepsle o Tsebelis, las instituciones in-
teresan en cuanto que factores del contexto estratégico de los actores; sin embar-
go, para los institucionalistas históricos como T. Skocpol o D. Asford, las institu-
ciones juegan un papel mucho más relevante en el desarrollo de los procesos
políticos, y en particular de la historia política. Se considera que los actores polí-
ticos no son tanto sujetos con un “conocimiento completo” cuyo comportamiento
racional les permite alcanzar al máximo sus objetivos, sino que realmente son
simples seguidores de las normas establecidas a las que dan cumplimiento o eje-
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F) El enfoque comparado
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lugar a las prescripciones legales y las relaciones causales que explican las varia-
ciones entre las instituciones de distintos países y distintas épocas.
Como consecuencia de ello el comparativismo tiene que tener alcance general
en cuanto al estudio de los sistemas. Tiene que establecer categorías amplias en
las que se tengan en cuenta las relaciones entre las instituciones políticas, las
ideologías y las configuraciones sociales y económicas para la identificación de
los rasgos y características de los sistemas políticos.
Resultado de este planteamiento ha sido el comparativismo en el marco de las
distintas teorías: funcionalismo y teoría de sistemas, teoría del desarrollo político,
la cultura política, teoría de la dependencia, teoría de la elección racional.
Hablamos de comparativismo institucional porque, siguiendo los recientes
desarrollos –explicados más arriba– del neoinstitucionalismo, el comparativismo
ha retomado este enfoque, en el que las instituciones se consideran de una mane-
ra dinámica como factores determinantes del comportamiento de los actores y
base del análisis comparado. Las instituciones son así entendidas como el fruto
de la dinámica política, pero también como un elemento de referencia para dar
cuenta de las nuevas fases de tal dinámica a partir de un momento dado. Las
instituciones se consideran artificios humanos que constriñen y dan forma a las
interacciones políticas. Es decir, según Pennings, Keman y Kleinnijenhuis, son
consideradas “reglas de gobernanza política” y se manifiestan como las reglas de
juego de una sociedad.
El objeto del enfoque comparado al ser tomado como un enfoque general es el
propio de la ciencia política. Lo político, o en términos de Easton, el sistema polí-
tico hay que entenderlo como “el proceso político”, es decir, la interacción entre
actores cuando existe un conflicto de intereses que no puede ser resuelto por ellos
mismos y requiere de un acuerdo institucional, que articule o establezca unas
reglas de juego en la sociedad.
Una manera en la que se ha traducido la forma de ver el objeto de estudio del
enfoque comparado ha sido a través de unos conceptos generales: democracia,
regímenes políticos, parlamento, revolución, Estado de bienestar, grupos de inte-
rés, guerra y paz, etc. Sin embargo, esta forma de estudio tiene que ser matizada
por la idea de que para el análisis comparado estos conceptos interesan en la me-
dida en que tras ellos hay un proceso político como es, por ejemplo, el proceso de
toma de decisiones y formación de políticas en las democracias. Otro ejemplo
más concreto de lo que estamos apuntando es que la perspectiva comparada en el
estudio de formación del Estado de bienestar requiere analizar sus propiedades
macropolíticas, como puede ser el conflicto de intereses entre las clases, tal y
como hace Esping-Andersen.
Dentro del comparativismo los estudios de área y los estudios de caso tienen
especial relevancia. Como apunta G. Almond, desde los años 80 se han incremen-
tado notablemente los estudios de área. Se trata de estudios de países con unas
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Objeto y método de la política comparada
G) Otros enfoques
Otros enfoques a los que cabe aludir en relación con el desarrollo de los dis-
tintos paradigmas son: el enfoque marxista y neomarxista. Su esquema básico es
la crítica del sistema capitalista en su fase actual y la defensa del socialismo. El
desarrollo más relevante de este enfoque lo encontramos en la teoría de la depen-
dencia y sus diferentes expresiones, en particular la teoría del sistema-mundo de
Wallerstein. Estas teorías aportan un esquema de análisis para el estudio de las
relaciones sociales, económicas y políticas a escala global. Es una teoría de la
globalización que trata de dar una explicación del atraso de los países del Tercer
Mundo.
Entre otros debates que genera el marxismo actual destaca el análisis del Es-
tado de bienestar. Mientras hay marxistas que lo denostan, los más ortodoxos, la
corriente socialdemócrata lo define como la vía adecuada para promocionar el
socialismo; uno de sus mejores exponentes es G. Esping-Andersen.
Lo que se puede decir del enfoque normativo ya está apuntado más arriba.
Descansa fundamentalmente en promocionar la reflexión filosófica en la política,
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Política comparada
Toda actividad investigadora puede tener distintas funciones y resultados, así puede
ser descriptiva, interpretativa, explicativa o evaluativa. El estudio de tipo “descrip-
tivo” no trata de formular hipótesis ni contrastar estudios previos. Se trata de expli-
car un fenómeno meramente mediante la construcción de una imagen teórica del
mismo de tipo intuitivo. Tiene poca utilidad. Más útil resulta la función “explicati-
va” de un estudio de política comparada ya que se recurre a generalizaciones y teo-
rías existentes aplicables al/los caso/s. En este caso se da cuenta del fenómeno polí-
tico con los conceptos de la teoría que se utilice. La investigación puede estar
orientada a la “interpretación” de uno o varios casos o supuestos políticos lo que
implica generar una hipótesis explicativa. Se trata de poner de manifiesto las pro-
piedades del/los caso/s y elaborar generalizaciones posteriormente. Es la vía para
formular hipótesis y construir teorías. Por último el estudio de tipo “evaluativo”
trata de controlar o falsar las teorías existentes. Es decir, la investigación sirve para
el control crítico de las teorías. Desde la perspectiva de la investigación en sentido
estricto sólo los análisis de tipo interpretativo y evaluativo tienen valor y utilidad.
En el esquema metodológico que seguimos la técnicas de investigación
corresponden al nivel de la formulación de los conceptos, de la definición del
instrumental analítico, del ámbito empírico. Aquí nos encontramos con las técnicas
que permiten formular y verificar las hipótesis y elaborar teorías.
Las teorías están integradas por un conjunto cohesionado de enunciados y le-
yes que permiten interpretar la realidad. En principio tales enunciados y leyes
proceden de hipótesis verificadas. Sin embargo, las teorías tienen distintos niveles
de abstracción y cuanto más abstractas sean resultan más difíciles de contrastar,
es decir, es más difícil elaborar hipótesis que puedan ser verificables.
El proceso de investigación consiste en la formulación y verificación de hipó-
tesis. Planteado un problema, una contradicción o una paradoja se formula una
hipótesis como respuesta provisional al mismo. La hipótesis se tiene que someter
a verificación empírica.
Para la formulación de una hipótesis partimos del conocimiento previo que
procede bien de una teoría general ya establecida, bien de una explicación históri-
ca, bien es sugerida por una intuición, por una comparación o bien se deriva in-
ductivamente de una situación particular.
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Capítulo 2
El medio social de los sistemas
políticos
Los sistemas políticos operan en un medio social con el que interactúan. La inter-
relación entre el contexto económico y social y la actividad política se puede con-
siderar desde tres perspectivas:
a) En primer lugar, cabe tener en cuenta las relaciones entre el sistema económi-
co y el sistema político. Aquí se suscitan las cuestiones referentes a la relación
entre el tipo de sistema político y la estructura económica, el desarrollo eco-
nómico, o la manera en que se distribuye el producto social.
b) En segundo lugar, cabe considerar la manera en que se articulan los intereses
sociales y la forma en que las organizaciones y grupos sociales actúan para
conseguir influencia política
c) Finalmente, cabe tener en cuenta el ámbito de la cultura política y los aspectos
relativos a la socialización política, que tanta importancia tienen para la carac-
terización de un sistema y para la legitimación y pervivencia del mismo.
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Política comparada
y los mecanismos de planificación económica. La reforma económica en China se
convierte en una cuestión especialmente trascendente en este apartado, ya que en
este país se persigue la modernización y desarrollo de la economía mediante la
introducción del mercado bajo un esquema de poder político que responde a las
premisas comunistas. Este sistema político trata de asegurar su pervivencia de
esta manera. También es relevante en este apartado el tema de las “variedades del
capitalismo”. En tercer lugar consideramos la relación entre economía de merca-
do y democracia, y valoramos el grado y la forma de desarrollo económico y su
relación con los tipos particulares de sistema político. Finalmente, se considera la
cuestión de cómo se lleva a cabo la distribución del producto social bajo distintos
regímenes o modelos, cosa que permite atender a las variantes organizativas de
los sistemas políticos que han construido Estados de bienestar maduros.
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El medio social de los sistemas políticos
60,0
55,0
Francia
50,0
Alemania
35,0
Estados
Unidos
30,0
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
Figura 2.1. Gasto público total como porcentaje del PNB (Fuente: OCDE)
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Política comparada
Las causas del crecimiento del gasto público son muy variadas: la interven-
ción en el sistema financiero; el incremento del gasto social que tiene que cubrir
nuevos riesgos sociales más allá de la sanidad, la educación y las pensiones; el
incremento del gasto en defensa y seguridad vinculado a la lucha contra las nue-
vas formas de terrorismo; la intervención de empresas que son ahora gestionadas
por el Estado, en particular en el ámbito de la energía; el aumento de la burocracia
que es necesaria para redactar y supervisar la aplicación de las nuevas y crecien-
tes regulaciones que han sido exigidas por la intervención bancaria o para el con-
trol del cambio climático entre otras causas.
Desde la perspectiva de la economía política el estudio comparado de las ins-
tituciones económicas lleva necesariamente a considerar las diferencias entre los
sistemas económicos. Durante el siglo XX aparecieron los sistemas alternativos al
capitalista: el corporativismo fascista y la planificación comunista, ambos basados
en centralización y planificación de la economía, que analizamos más abajo. En el
siglo XXI el análisis comparado se centra en la cuestión de “las variedades del
capitalismo”, por la evidente razón de que este es el sistema que ha perdurado
entre las distintas alternativas del siglo XX. El estudio de las variedades del capi-
talismo pone en evidencia que la organización del mercado tiene un carácter con-
tingente, es decir, dependiente de circunstancias y que, por ello, existen diferentes
maneras de organizar la economía de mercado pues una u otra forma dan resulta-
dos diferenciados en cuanto a la eficacia para cumplir determinados objetivos
económicos y sociales.
En la literatura sobre “variedades del capitalismo” se suelen distinguir múlti-
ples modelos dependiendo del papel que se asigne al Estado, a las empresas y a
las organizaciones sindicales. Por ejemplo D. Coates resaltando el papel que jue-
gan los sindicatos, distingue el “capitalismo liberal” del “capitalismo de consen-
so”. El factor diferencial aquí es que los sindicatos tengan un rol institucionaliza-
do y estén integrados de una manera corporativa en la gestión de la economía
capitalista. Un consenso elevado reduce la importancia del mercado y facilita el
desarrollo de una fuerza laboral que coopera de manera flexible para elevar la
productividad de la economía.
Otros análisis se centran en la estructura institucional a partir del nexo entre
empresas y Estado. Así se diferencia por un lado el “capitalismo anglosajón” (o
angloamericano) basado en un gran desarrollo del mercado de las acciones y valo-
res empresariales (que reparte la propiedad), que no sólo dominan el mercado de
capitales sino que también impone un régimen de gobierno corporativo, que mar-
gina al Estado y privilegia la obtención de beneficios para los propietarios de las
empresas sobre otras consideraciones. Otro modelo es el del “capitalismo renano”
basado en el histórico dominio bancario de los mercados de capitales y en la pro-
piedad cruzada corporativa o de las empresas (que concentra la propiedad); este
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El medio social de los sistemas políticos
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Política comparada
y esto último favorece que se desarrollen diversas alternativas y, por ello, la posi-
bilidad de formas de oposición al Gobierno. En la economía de mercado las élites
que controlan la economía tienden a limitar o condicionar al poder político. Este
planteamiento está claramente fundamentado por la hipótesis del desarrollo histó-
rico de la democracia liberal, debida a la aparición de la burguesía y el desarrollo
del pluralismo social.
Una cuestión importante, si tenemos en cuenta las transformaciones por las
que tienen que pasar los países atrasados, es la necesidad de que se supere la
generalmente defectuosa configuración del derecho de propiedad, que resulta
un lastre sin el cual no es posible la formación de un auténtico mercado. En
otros términos, la modernización que tiene como base la implantación de la
economía de mercado pasa por desarrollar el derecho de propiedad de una for-
ma plena.
La conexión entre las instituciones democráticas y el sistema capitalista es
muy compleja, en particular la relación entre las instituciones democráticas y los
sindicatos y las organizaciones empresariales.
El poder sindical ha sido considerado un problema para el gobierno democrá-
tico desde distintos puntos de vista liberales, por ejemplo, cuando se considera
que su posición de fuerza en el ámbito laboral les permite condicionar y determi-
nar los procesos económicos o sociales, porque tienen una capacidad de coerción
que no es compatible con el régimen de libertades; otro argumento es que los
sindicatos son grupos con capacidad de veto sobre la toma de decisiones (segundo
círculo) que obstruyen el funcionamiento del gobierno democrático. En esta mis-
ma línea desde la perspectiva de la acción colectiva se considera que los sindica-
tos se basan en incentivos organizativos que favorecen su desarrollo porque están
orientados a proteger intereses sectoriales, frente a las políticas de carácter gene-
ral que garantizan la eficiencia económica. El objetivo de mantener la estabilidad
democrática a largo plazo lleva a promover y proteger a estos grupos o asociacio-
nes que, sin embargo, dificultan la realización de las políticas generales de los
gobiernos democráticos, lo que impide la eficiencia económica. Esta fue la pers-
pectiva adoptada en los años 80 y 90 del pasado siglo en las democracias anglo-
sajonas en que tuvo lugar un ataque frontal, y a menudo exitoso, sobre el poder de
los sindicatos.
Desde la perspectiva de izquierda, por otra parte, se suele argumentar que, da-
da la potente organización de las instituciones empresariales en la economía de
mercado, la democracia queda reducida. Las empresas se llevan de forma secreta
un amplio campo de decisión del ámbito democrático, por ejemplo, sobre las in-
versiones económicas y, vía inversiones, sobre el ámbito del empleo y del creci-
miento económico. Complementariamente está la capacidad de las grandes em-
presas para influir con sus enormes recursos en el proceso democrático bien por
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Política comparada
mica y tener un crecimiento sostenido. Sin embargo, esto se pretende alcanzar sin
abandonar el régimen de partido único.
Estos países se caracterizan por una gran extensión del sector público y tam-
bién suele darse una sobrerregulación de la actividad económica debida al plan.
Todo ello está vinculado con el hecho de la falta de flexibilidad de la economía y,
además, hay falta de desarrollo económico, estando muy extendida la pobreza.
Estos países tienden a producir una sobreabundancia de regulaciones que, aunque
se hayan planteado con las mejores intenciones, acaban resultando contraprodu-
centes porque hace que los inversores tanto nacionales como extranjeros se retrai-
gan, y porque introduce dificultades añadidas para la actividad económica y favo-
rece la corrupción. En este sentido la experiencia del comunismo soviético del
siglo XX ha puesto en evidencia que el control autoritario de la economía le quita
flexibilidad y acaba generando estancamiento.
En la economía de mercado siempre se ha dado algún nivel de planificación y,
en particular, con sistemas democráticos. Cuando se pusieron en marcha los pri-
meros planes quinquenales soviéticos, la planificación tuvo gran aceptación. En-
tonces se perfiló como un medio de control racional de la economía, producién-
dose un gran debate en torno a la misma en el periodo de entreguerras. En los
sistemas democráticos la planificación se generalizó tras la Segunda Guerra Mun-
dial, que empezó con el objeto de la reconstrucción de las economías. Más tarde
la planificación se justificó en la necesidad de combatir los fallos del mercado
(tendencia a formar monopolios), de racionalizar la economía o por la creciente
importancia del sector público. Fue ejemplar el Plan Monnet francés de 1945 con
el que se estableció la llamada planificación “indicativa”, que era orientativa para
el sector privado y obligatoria para el público. La planificación nunca sustituyó al
mercado en la asignación de recursos, solamente se trataba de despejar incógnitas
para reducir la incertidumbre en las decisiones económicas. De esta época tam-
bién datan los planes para el desarrollo de las economías atrasadas: “el desarro-
llismo”. Buen ejemplo de ello fueron los planes de desarrollo franquistas.
Tras la crisis de los años 70 se inició un proceso de desregulación y reducción
del sector público y desapareció el modelo de “planificación libro” que tenía un
alcance general y exhaustivo con relación a todos los sectores económicos. Hoy
hay planificación vinculada a los objetivos de la política económica y articulada
en la política presupuestaria, fiscal, monetaria, etc. Actualmente hay regulaciones
y hay intervención del sector público, mediante medidas de fomento, subvencio-
nes e inversión pública y con las políticas del Estado de bienestar que determinan
la manera en que se distribuye el producto social. En general, la intervención pú-
blica en la economía está orientada a establecer las regulaciones más adecuadas a
cada coyuntura y proporcionar los incentivos necesarios para orientar las decisio-
nes del sector privado de acuerdo con el objetivo del interés general.
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El medio social de los sistemas políticos
61
Política comparada
Sin embargo la estrategia de legitimidad basada en los logros económicos no
permite sostener indefinidamente a un gobierno autoritario pues, al cabo de un
tiempo, la población puede decidir que la dictadura ha cumplido su cometido. De
hecho, si la principal preocupación de una dictadura es su propia supervivencia,
su mejor estrategia ha de ser la de aislar al país, limitar las influencias internacio-
nales y desviar la riqueza hacia un reducido segmento de militares o de leales al
partido gobernante que defenderán al régimen contra viento y marea. Según L.
Diamond esta ha sido la estrategia de gobierno en Corea del Norte, Birmania,
Irak, Cuba o Zimbaue.
Pero también se ha comprobado que, alcanzado un cierto nivel de desarrollo
económico con un régimen autocrático, aparece la tendencia a que la población
haga crecer la demanda de democracia. Esto es en parte debido a que con los re-
gímenes autoritarios es difícil garantizar un Estado de derecho efectivo en el que
se respete el derecho de propiedad y se garantice la seguridad contractual. Por el
contrario, suele prevalecer la arbitrariedad del poder, dándose comportamientos
corruptos; esta situación, por otra parte, dificulta el progreso económico. Sin em-
bargo, la democracia hace que los derechos económicos sean más estables y creí-
bles y el “rule of law” tenga una vigencia más efectiva.
No se ha podido demostrar definitivamente que el desarrollo económico lleve
definitivamente a la democracia, pero sí que por su causa se abandonen las insti-
tuciones de tipo tradicional. Por otra parte, se ha comprobado que el enriqueci-
miento de las naciones favorece el alfabetismo, la educación, permite el desarro-
llo de los medios de comunicación, también se moderan los conflictos sociales y
se facilita el acuerdo y el compromiso entre los líderes políticos. Asimismo, la
riqueza económica permite que surjan sociedades complejas que no se pueden
controlar por un Gobierno autoritario. Con el desarrollo económico aumenta la
distribución de riqueza y se desarrollan las clases medias y la cultura participati-
va. En todo caso parece ser que, como afirma el premio Nobel de Economía
Amartya Sen, la democracia es la condición del desarrollo económico sostenible y
equitativo. El desarrollo económico equilibrado y la ciudadanía social son, en este
sentido, condiciones de la calidad de la democracia, es decir, determinantes de
que haya una democracia participativa y no meramente electoral, como puso en
evidencia el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) de 2004.
Por otra parte, estudios recientes sobre las formas de desarrollo económico
ponen en evidencia que las sociedades con una dependencia excesiva de un sólo
recurso, por ejemplo del petróleo, aunque lo tengan en gran abundancia, pueden
acabar produciendo un sistema político autocrático de base clientelar. Este siste-
ma organiza la economía para la distribución y reparto de los beneficios del prin-
cipal recurso económico del que se tiene una total dependencia. Esta situación
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El medio social de los sistemas políticos
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Política comparada
productivas). Se puede decir que es un modelo que se acerca más a la economía
de mercado, capitalista, que a la comunista. En todo caso la fórmula china de
modernización económica se ha convertido gracias a su éxito en un ejemplo a
seguir para los países que no quieren poner en riesgo el régimen de partido único,
como es el caso de Irán.
El punto de partida de los cambios económicos en China fue el proyecto re-
formista de 1978 y el programa de las cuatro modernizaciones: “agricultura, in-
dustria, defensa nacional y ciencia y tecnología”, bajo el liderazgo de Den Xiao-
ping. La importancia de este cambio se pone claramente de manifiesto por el
hecho de que Deng había sido vilipendiado anteriormente tanto en el periodo de
la “revolución cultural” por su orientación “capitalista” como tras la muerte de
Mao en 1976. Sin embargo, también es preciso destacar que el “liberalismo” eco-
nómico de Deng estaba combinado con la intolerancia ideológica, ya que estaba
muy aferrado al leninismo, como lo demuestra el hecho de que fuera el máximo
responsable de la represión de las protestas de la plaza de Tiananmen en 1989.
64
El medio social de los sistemas políticos
todos los aspectos del proceso económico. Las empresas públicas se encargaban
de ejecutar las decisiones y su actividad se medía en función del cumplimiento
del plan. La masiva información necesaria para elaborar el plan y el control de la
ejecución del plan estaba en manos del aparato burocrático. Actualmente sigue
habiendo planificación central, en 2011 se ha aprobado el último plan quinquenal,
el duodécimo, ahora llamado “guía” (gui-hua) económica (véase cuadro 2.1),
pero la planificación centralizada convive con el mercado.
En el proyecto reformista inicial de Deng al mercado se le dio un papel se-
cundario, pero con el tiempo se ha convertido en el elemento dinamizador de la
economía, la base de su gran crecimiento económico y el principal y casi único
sector generador de empleo y riqueza de China en los últimos años. Gracias al
mercado ha habido un espectacular crecimiento económico y se calcula que desde
2010 China es la segunda economía mundial. Según estimaciones, la economía
china ha tenido un crecimiento anual del 8% en los últimos 30 años.
Un cambio fundamental que introdujo la reforma fue la supresión de las “co-
munas” agrícolas entre 1977 y 1979. En realidad su desaparición fue espontánea
tras la muerte de Mao. Las comunas eran entidades productivas de tipo colectivo
que disponían de la titularidad de la tierra y asumían los gastos. Al introducir el
mercado en la agricultura, la reforma tenía como objetivo interesar a los agricul-
tores y motivar el crecimiento del producto nacional agrario, pues los rendimien-
tos en las comunas eran extremadamente bajos ya que no existían incentivos en el
plano familiar. Tal reforma era particularmente importante si se considera que la
mayor parte de la población (60%) habita en las zonas rurales (800 millones), si
bien sólo ocupa el 40% de la población activa. La desaparición de las comunas
tuvo gran éxito. Se propició la aparición de incentivos económicos en los agricul-
tores que se esforzaron en mejorar la producción, se desarrolló el mercado del
sector alimentario que fue impulsado, además, por un mayor y mejor abasteci-
miento de las zonas urbanas. En la década de 1980 aparecieron las pequeñas em-
presas de la industria rural (empresas de municipios y aldeas). La mayor parte de
las empresas agrarias se han organizado como “empresas colectivas” cuya pro-
piedad es de las comunidades locales y están dirigidas por los gobiernos locales.
Su actividad está fuera del plan.
El sector agrícola está sujeto a un proceso de modernización con mecaniza-
ción e incremento de la productividad impulsado por la creciente demanda de la
población urbana. Sin embargo, su desarrollo está lastrado por un exceso de po-
blación dedicado al mismo, que provoca, por otra parte, una constante emigración
hacia las zonas urbanas.
Otro cambio trascendental de la reforma económica ha sido el establecimiento
para la empresa pública del sector industrial de un sistema de “doble precio” a partir
de 1984. Como consecuencia del mismo una parte de su producción viene regida
por el “plan”, pero las empresas pueden incrementar su producción por encima de
65
Política comparada
lo establecido y venderlo a precios de mercado. Esto permite la autonomía de las
empresas que pueden organizar la producción para obtener beneficios.
La empresa pública controla toda la industria pesada y la mayor parte de la
tecnología china. La reforma de la empresa pública comenzó en 1998 con Zhu
Rongi que promocionó el principio “mantener la grande y dejar ir la pequeña”
(shua-da fang-xiao), con el objetivo claro de mantener las grandes empresas in-
dustriales bajo el control del Gobierno. Consecuentemente, en los siguientes cinco
años se reorganizó la empresa pública procediéndose a la venta de las pequeñas
empresas y de participaciones (acciones) minoritarias en grandes y medianas em-
presas a muy bajo precio a gerentes y jefes locales del partido. De tal forma que el
número de empresas públicas, que en 1997 era de 262.000 pasó a ser de 174.000
en 2001 (véase figura 2.2).
100%
80%
60%
40%
20%
0%
1980 1985 1990 1995 2001
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El medio social de los sistemas políticos
67
Política comparada
los últimos años también en la “economía oculta”; gracias a ella se han incor-
porado a la actividad económica los desempleados por la reforma agraria y de
las empresas públicas. También son las empresas privadas las que más inno-
van. Sin embargo, éstas están en situación de desventaja con la empresa públi-
ca. Se considera que tiene un estatus de segunda clase, lo que se hace espe-
cialmente evidente cuando entran en relación con las empresas públicas para
ofrecer servicios o suministros, pues la empresa pública en muchas ocasiones
no respeta los contratos.
La empresa privada encuentra dificultades variadas para su desarrollo, como
las de tipo burocrático (reglamentaciones excesivas), problemas de corrupción y
dificultades de acceso a los créditos para su expansión. Esto último explica que no
puedan alcanzar el tamaño suficiente que les permita competir a escala interna-
cional, ni desarrollar tecnología propia. Se han destacado otros factores que difi-
cultan el desarrollo de la empresa privada en China, como la existencia de una
cultura empresarial marcada por el exacerbado individualismo o la tendencia a no
especializarse y profundizar en negocios específicos, que permitiría que estas
empresas pudieran poner en el mercado productos diferenciados y sofisticados
El proceso de reforma económica general en China no ha estado predetermi-
nado sino que ha sido un “proceso incremental”, es decir las reformas se han ido
sucediendo paulatinamente. Entre todas las reformas destacan, además de las
apuntadas, las orientadas a atraer capital extranjero. El objetivo era la incorpora-
ción de capital, de tecnología, el “know how” y las técnicas de gestión empresarial
de las economías más avanzadas. La experimentación inicial comenzó con la
creación de cinco “Zonas Económicas Especiales” en 1980 en las regiones coste-
ras del sur donde se puso en marcha la economía de mercado, y la creación de
empresas mixtas (joint ventures) de capital nacional y extranjero orientadas fun-
damentalmente a la exportación. Luego se ha extendido la economía de mercado
a todo el territorio y se han ampliado progresivamente las posibilidades de la in-
versión extranjera. Esta tendencia ha sido reforzada por la incorporación de China
a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001.
La inversión extranjera ha tenido tres fuentes. Una es el capital procedente de
Europa y EE.UU., otra son las inversiones de las comunidades chinas en Asia y,
en tercer lugar, el capital público de China que tras pasar por intermediarios de
Hong Kong se ha reinvertido en China. Este último es el llamado “capital de ida y
vuelta”. La inversión de capital extranjero se ha caracterizado por que salvo aque-
llas empresas con capital procedente de Taiwán o Hong Kong orientadas a la ex-
portación, las multinacionales asentadas en China no obtienen grandes beneficios.
La causa de ello reside en que el mercado interno todavía no está bien desarrolla-
do. En el mercado imperan los comportamientos irracionales y hay graves pro-
blemas de corrupción.
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El medio social de los sistemas políticos
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Política comparada
Beijing 75.943 Liaoning 42.355 Chongqing 27.596
Tianjin 72.994 Jilin 31.599 Sichuan 21.182
Hebei 28.668 Heilongjiang 27.076 Guizhou 13.119
Shanxi 26.283 Yunnan 15.752
Inner Mongolia 47.347 Shandong 41.106 Tibet 17.027
Henan 24.446
Shanghai 76.074 Hubei 27.906 Shaanxi 27.133
Jiangsu 52.840 Hunan 24.719 Gansu 16.113
Zhejiang 51.711 Guangdong 44.736 Qinghai 24.115
Anhui 20.888 Guangxi 20.219 Ningxia 26.860
Fujian 40.025 Hainan 23.831 Xinjiang 25.034
Jiangxi 21.253
Figura 2.4. PIB regional per cápita en China en yuanes en el año 2010
(Fuente: Almond, G. A. et al. (2002), Comparative Politics Today, Longman, p. 418)
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El medio social de los sistemas políticos
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Política comparada
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El medio social de los sistemas políticos
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Política comparada
El distinguir diferentes modelos nos permite elaborar una tipología desde la
que caracterizar de una forma precisa al Estado de bienestar. No se trata sólo de
identificar si hay o no un elevado gasto social en sanidad, pensiones, educación,
etc., sino también de diferenciar el hecho de que a través de las políticas de cada
tipo de Estado de bienestar, y por tanto de las intervenciones desde el sistema
político, se consiguen unos objetivos particulares de organización social y eco-
nómica, de estratificación social, se genera un esquema particular de desigualdad
social, etc., como muy bien explica G. Esping-Andersen.
Se han elaborado distintas tipologías, así, se contrapone el modelo anglosajón,
al continental europeo, o el modelo corporativo al modelo universalista, también
se diferencia al modelo nórdico de los modelos anglosajón, continental y latino,
etc. También se diferencian los Estados de bienestar consolidados de los Estados
de bienestar emergentes. Tratando de tener una perspectiva global nosotros acep-
tamos la clasificación tripartita que sigue un criterio normativo y que entiende que
detrás de cada formación de Estado de bienestar hay un soporte ideológico y de
intereses. Concretamente, podemos distinguir tres grandes modelos: el residual, el
institucional-redistributivo o de seguridad social y el socialdemócrata:
1. El modelo residual, que es el que aparece con las primeras formas históricas
de Estado de bienestar, es el propugnado por la ideología neoliberal; se basa
en una defensa a ultranza del mercado frente a la intervención del Estado. Con
relación al concepto de democracia defiende el individualismo, una democra-
cia de base electoral donde se limite la sobrecarga de demandas y el corpora-
tivismo de las sociedades actuales. Promueve la intervención en defensa del
orden y la seguridad. La política económica tiene que orientarse a incentivar
al mercado, desregulando, reduciendo el sector público, liberalizando el mer-
cado de trabajo y estableciendo un sistema fiscal que facilite la acumulación y
la inversión privada. Esta ha de ser, por tanto, neutral.
La política social se basa en la intervención mínima, que no ha de afectar
a la eficiencia de la economía de mercado, dificultando el libre juego de las
fuerzas productivas, y que no debe afectar a la “ética del trabajo”. La seguri-
dad social es aceptable sólo si se autofinancia. La política social no tiene que
tener carácter redistributivo. Se defiende la existencia de “un nicho de seguri-
dad” para los ciudadanos con necesidades, basado en prestaciones asistencia-
les. Esto supone que los ciudadanos tienen que demostrar públicamente la ne-
cesidad para obtener ayuda.
2. El modelo institucional-redistributivo es el que se propugna como modelo a
seguir cuando se desarrolla económicamente una sociedad. Es decir, según los
teóricos “de la convergencia” este es el objetivo que han de perseguir todos
los países y se postula como esquema de convergencia de las sociedades mo-
74
El medio social de los sistemas políticos
75
Política comparada
Desde la crisis de los años 70 se viene planteando las dificultades para la per-
vivencia de los Estados de bienestar maduros. Desde entonces se han producido
reformas de diverso tipo, que en algún caso como en el Reino Unido han llevado
a cambios importantes.
En la actualidad se suele hacer referencia a dos problemas generales a los que
se enfrentan tales Estados de bienestar:
a) La sostenibilidad a largo plazo del Estado de bienestar por el hecho del cre-
cimiento de la tasa de dependencia, es decir del número de personas depen-
dientes sobre la proporción de población activa (figuras 2.6 y 2.7).
b) El “trade off” entre equidad y eficacia que se da en el Estado de bienestar.
Este es uno de los dilemas fundamentales que determinan su existencia. La
cuestión de fondo que suscita la propia naturaleza del Estado de bienestar es
la compatibilidad entre las políticas orientadas a favorecer la igualdad social y
el mantenimiento de una economía eficiente, en constante crecimiento, que
necesariamente ha de regirse por el principio de competitividad. Desde la
perspectiva (neo)liberal se propone a este respecto que la organización de los
programas de ayuda social (prestaciones y subsidios) han de ser regidos por el
criterio del “comportamiento responsable” por parte de sus preceptores, para
no prolongar en el tiempo las situaciones de dependencia. Tal comportamien-
to ha de estar ligado a proteger “la ética del trabajo”. Este principio es el que
informa las reformas llevadas a cabo en EE.UU. desde la presidencia del de-
mócrata Clinton y por el Nuevo Laborismo en el Reino Unido.
%
población
activa
%
población
empleada
Estimado
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El medio social de los sistemas políticos
2030 1990
Promedio OCDE
Alemania
Reino Unido
Japón
Canadá
Suecia
40 50 60 70
Figura 2.7. Tasa de dependencia: población entre 0-14 y 65 o más años como porcentaje
de la población en edad de trabajar (Fuente: The Economist, 24 de octubre de 1998, p. 9)
77
Política comparada
un papel regresivo en la distribución de renta, pues en muchos países quienes
están en situación de extrema pobreza y sin cobertura financian vía impuestos (al
consumo) la seguridad social de los grupos de mayor ingreso que están bien pro-
tegidos. En tercer lugar la política social tiene que ser un medio que contribuya al
desarrollo económico. Para ello los fondos de la seguridad social tienen que ser
utilizados adecuadamente para financiar el desarrollo, para contribuir a la crea-
ción de empleo en los servicios sociales. Una medida importante para esto es
combatir los excesivos gastos de administración de la seguridad social.
E. Huber por su parte defiende que el desarrollo de los Estados de bienestar
emergentes debe tener en cuenta la experiencia de los países con un Estado de
bienestar avanzado. En concreto estos países tienen que diseñar un modelo que
sea universalista e igualitario desde el comienzo, de no ser así los grupos privile-
giados, que son los más influyentes políticamente, se resistirán al cambio y el
coste económico de su protección (desigual) afectará peligrosamente a la finan-
ciación del sistema. El sistema sanitario ha de organizarse sobre una base pública
para que contribuya al desarrollo económico nacional y atienda a la gran masa de
población y, por tanto, de los trabajadores. En caso contrario los proveedores
privados de sanidad así como los grupos de beneficiarios privilegiados dificulta-
rán la extensión de la sanidad a las zonas pobres y tratarán de apropiarse de los
recursos. En tercer lugar la financiación ha de hacerse desde los presupuestos
generales y no por contribuciones de los trabajadores, pues esta encarece los cos-
tes laborales y reduce la competitividad de la economía nacional. Además el Es-
tado de bienestar ha de ser concebido en términos amplios de tal forma que la
cobertura de seguridad social alcance a todas las personas que están fuera del
sector formal de la economía. Finalmente el poder discrecional de políticos y
burócratas debe ser reducido al mínimo de tal forma que se minimicen las oportu-
nidades para la corrupción y para el desarrollo de la seguridad social sobre bases
clientelares.
78
El medio social de los sistemas políticos
El estudio de los grupos sociales organizados ha sido uno de los temas de mayor
interés en la ciencia política en el siglo XX. El punto de vista más extendido es el
propuesto por el enfoque “pluralista” (Dahl, Truman, Dahrendorf) que considera
que el contexto social en el que opera el sistema político puede ser considerado
como una estructura de intereses en competición, más o menos articulada, que se
proyecta sobre el propio sistema. Por tanto los grupos sociales organizados han de
ser considerados actores del proceso político. Es más, como apuntan los promoto-
res del enfoque “neocorporativista” (Schmitter, Lehmbruch), la manera en que se
agregan y articulan los intereses en una sociedad determina la forma del sistema
político.
El punto de partida de la teoría pluralista es que “el interés” es el motor tanto
de la actividad individual (que los individuos buscan satisfacer al máximo) como
de la interacción social y, por tanto, también lo es de la acción política, hasta el
punto de que el proceso político se define por la confrontación de los intereses. La
acción política es, por lo demás, la manera en que se define, perfila y resuelve “el
conflicto social” que consiste en una contraposición de intereses.
Los individuos interactúan políticamente en defensa de sus intereses de muy
diversas maneras, bien por vías convencionales, como es la elección de los cargos
en las instituciones representativas o el asociacionismo, bien por vías no conven-
cionales como manifestaciones y protestas. Para el “neocorporativismo” la repre-
sentación (funcional) de intereses por asociaciones empresariales y sindicatos de
trabajadores y su integración institucionalizada con el Estado se ha convertido en
la actualidad en un sistema complementario, si no alternativo, al parlamentarismo.
Según los teóricos del “pluralismo”, un rasgo característico de las sociedades
más desarrolladas (occidentales) es que proliferan los grupos especializados, los
llamados “grupos de interés”, de carácter económico, religioso, profesional, en
defensa de intereses particulares y formulan las demandas ante quienes toman las
decisiones políticas. Los grupos de interés son grupos que comparten normas,
valores y actitudes, lo que les da la cohesión necesaria para hacer que los indivi-
duos que los integran actúen colectivamente. Son al mismo tiempo redes sociales
y potenciales actores políticos. Entre estos los más importantes son los sindicatos
y las asociaciones empresariales.
Desde la perspectiva pluralista los sistemas políticos, en particular los demo-
cráticos, se caracterizan por que hay una “acomodación de intereses”, mediante la
negociación, el acuerdo y el compromiso entre los representantes de los diversos
grupos en competición o conflicto ya que estos formulan demandas contradicto-
rias. Hay intercambio entre los actores por lo que el proceso político no es otra
cosa que negociación. En este sentido la existencia de intereses organizados inter-
actuando es un factor de estabilidad y de equilibrio para el sistema, que permite
79
Política comparada
un desarrollo favorable de las políticas públicas. Este planteamiento supone, ade-
más, que el poder está esencialmente disperso en la sociedad y hay una variedad
de centros de formulación de políticas y de adopción de decisiones.
Como el sistema político constituye el ámbito en el que compiten, se confron-
tan y negocian los diversos grupos que plantean demandas en defensa de sus in-
tereses particulares, uno de los retos de todo sistema político moderno es estable-
cer una estructura que permita la expresión de los intereses organizados o, en
términos de G. Almond, “la agregación de intereses”. Se llega así a un concepto
básico en la ciencia política actual que es el de “grupos de presión” (pressure
groups).
Un grupo de presión es una estructura organizativa que sirve a un grupo social
organizado y cuyo objetivo (o función) es “influir” en la toma de decisiones polí-
ticas. Para ello utiliza cauces institucionales. A diferencia de los partidos políti-
cos, el grupo de presión no trata de ocupar el poder sino de representar y defender
intereses particulares ante el poder. Ello es independiente de que en algunos casos
el grupo de presión pueda llegar a ocupar el poder a través de un partido político o
colonizando la burocracia del Estado.
El análisis del pluralismo en las sociedades tradicionales más atrasadas, sin
embargo, lleva a conclusiones diferentes. Estas sociedades están atravesadas por
un pluralismo de lenguas, religiones, etnias y culturas que es disgregador y difi-
culta que se lleve a cabo una estratificación social homogénea. Además este plu-
ralismo frena el crecimiento económico e impide la resolución de conflictos al no
existir un consenso generalizado. Una consecuencia de todo ello es que la separa-
ción tribal y la cohesión que esta genera se antepone a la cohesión nacional difi-
cultando la construcción del Estado-nación y la formación de un sistema político
moderno.
80
El medio social de los sistemas políticos
el fin de alcanzar algún objetivo, pero no siempre los individuos con un interés
común tratan de realizar tal interés. En el caso de los llamados bienes públicos
o comunes en los que nadie, es decir su propietario, puede excluir a otros de su
consumo, la acción colectiva queda comprometida, frecuentemente de una mane-
ra fatal, por el problema del llamado “gorroneo” (free ride). En concreto, al en-
frentarse a la decisión de contribuir o no a la producción de un bien colectivo que
beneficia al grupo, cada sujeto puede pensar que su contribución va a hacer una
diferencia pequeña o incluso insignificante sobre la cantidad total del bien que se
provee y, por esta razón, el sujeto en cuestión puede muy bien beneficiarse de la
contribución hecha por los otros sin aportar nada, es decir, “gorronear” o free
ride. El peligro entonces es que, si todos los miembros del grupo actúan de la
misma manera y no colaboran, no se producirá la acción colectiva ni se producirá
el bien común. Ejemplo de ello pueden ser las organizaciones sindicales. De ellas
se benefician los trabajadores en las negociaciones salariales, sobre todo cuando
se consiguen subidas salariales, independientemente de que se pertenezca o no al
sindicato. De igual forma, en el caso de un proceso revolucionario que se supone
mejora las condiciones de vida de una población, una persona puede evitar impli-
carse en un proceso que es difícil y peligroso, pero del que se beneficia. También
en el ámbito de las relaciones intencionales se suele señalar que todos los países
pueden beneficiarse de un desarme general pero es muy difícil que alguno dé el
primer paso para ello.
En este sentido, la teoría de juegos a través del “dilema del prisionero” pone
de manifiesto la paradoja de que resulta más racional para el actor individual un
comportamiento de free rider que cooperar, es decir clarifica el problema de la
acción colectiva. Según explica la teoría del dilema del prisionero en la acción
colectiva se da la paradoja de que lo que es bueno para el grupo es malo para el
agente individual y al revés. A pesar de que hay una posibilidad de que todo el
grupo esté mejor si todos cooperan, la racionalidad les conduce a no cooperar con
el otro, terminando en un resultado subóptimo.
En la formulación original del dilema del prisionero por Albert Tucker (1995)
la historia que hay detrás del juego se plantea en los siguientes términos. Dos
duros criminales, Jake y Keith, son sospechosos de haber cometido un robo con
uso de armas. Ambos son arrestados y colocados en celdas separadas. El típico
agente de policía muy experimentado de carácter agresivo y cínico los visita uno
tras otro. El agente explica a Jake que, si confiesa el robo, él hablará con el juez y
conseguirá que su condena no sea mayor de un año de cárcel, mientras que Keith
tendrá una sentencia de por lo menos cuatro años. El agente dice a Jake que le va
a plantear a Keith exactamente lo mismo y que, si ninguno de los dos confiesa, él
tiene suficientes evidencias para conseguir que el juez condene a ambos a dos
años; en cambio, si los dos confiesan, cada uno tendrá una condena de tres años.
El agente de policía dice a Jake que tiene diez minutos para decidir si confiesa o
81
Política comparada
no, tira la colilla al suelo y abandona la celda. ¿Qué puede hacer Jake? Él razona
de la siguiente manera. Independientemente de lo que haga Keith, para él lo mejor
es confesar. Si Keith confiesa, para él será mejor confesar ya que obtendrá una
sentencia de tres años en lugar de una de cuatro. Si Keith no confiesa, para él será
mejor confesar ya que obtendrá una sentencia de un año en lugar de una de dos.
Jake también comprende que, si Keith hace el mismo razonamiento y los dos
confiesan el crimen, van a tener una sentencia de tres años mientras que, si ambos
se quedan callados, la sentencia será inferior y más ventajosa pues será de dos
años. En suma, con independencia de lo que haga Keith, para Jake lo mejor es
confesar. Este es el dilema. Como consecuencia de tal razonamiento, diez minutos
después vuelve el agente de policía y tanto Jake como Keith terminan confesando
y el policía, en la escena final, le dice a un colega que no hay honor entre los la-
drones.
Para ambos la situación es simétrica con el resultado de que la estrategia do-
minante es confesar el delito aunque cada uno de ellos obtendría un mejor resul-
tado no confesándolo, es decir, cooperando (véase cuadro 2.2).
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El medio social de los sistemas políticos
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Política comparada
segundo lugar la noción de cleavage requiere que tales grupos tengan conciencia
de su identidad colectiva y deseen actuar sobre esta base. Finalmente, el cleavage
se tiene que expresar en términos organizativos mediante sindicatos, iglesias,
partidos políticos, etc.
Al explicar Lipset y Rokkan el proceso de formación del Estado-nación en
Europa y las distintas fases de la modernización política han definido una estruc-
tura típica de cuatro cleavages, que están en la base de la formación de los siste-
mas políticos europeos. Estos son los cleavages Iglesia-Estado (religioso), centro-
periferia (regionalismo/federalismo), capital-trabajo (clase social) y medio rural-
medio urbano. Las recientes transformaciones de las sociedades europeas permi-
ten añadir a esta estructura el cleavage ecológico.
La estructura de cleavages varía con las distintas sociedades. Así, en la India
son cleavages relevantes las etnias (regiones), las castas y las religiones. En los
países árabes los grupos tribales y en el África negra los grupos étnicos integran
los principales cleavages. De la misma manera “el indigenismo” (la etnia) se ha
convertido en un cleavage relevante en América Latina. El análisis de cleavages
actualmente suele referirse principalmente a “la política de los partidos”, por
ejemplo al considerar el tipo de apoyo electoral de los partidos. En este sentido,
los cleavages más relevantes y más generalizados que se observan en las diferen-
tes sociedades son la clase social y la religión.
El grupo étnico en cuanto que estructurador de un cleavage, que se transmuta
en indigenismo o tribalismo, se perfila como una fórmula de identificación prima-
ria y de construcción de identidad. Weber define a los grupos étnicos como aque-
llos grupos humanos que tienen una creencia subjetiva en una común descenden-
cia debido a similitudes de tipo físico o de costumbres o ambas a la vez. En
consecuencia la etnicidad se refiere a atributos específicos e instituciones sociales
que hacen diferente culturalmente a un grupo de gente de otro grupo. La etnicidad
aparece donde la gente se reconoce y es reconocida por otros como perteneciente
a un grupo distinto.
Las diferencias étnicas han sido causa de un gran número de conflictos políti-
cos alrededor de la tierra. Los conflictos derivan de cuestiones controvertidas
como son: la de qué lengua debe usarse en las escuelas y centros de trabajo; si se
debe permitir la entrada en los países de los grupos étnicos migrantes o debe res-
tringirse el acceso; si los diferentes grupos deben regirse por una misma ley con
relación al matrimonio, divorcio o el derecho de herencia, o debe admitirse un
derecho de familia procedente de diferentes códigos religiosos o basados en la
costumbre; si la indumentaria religiosa debe ser permitida en lugares públicos; si
determinados grupos étnicos deben beneficiarse de la llamada “acción afirmati-
va”, o de la provisión de ciertos bienes públicos. La explicación del cleavage
étnico tiene dos vertientes. Por un lado, se puede decir que la construcción de la
84
El medio social de los sistemas políticos
identidad étnica tiene como función instrumental, que consiste en facilitar que la
gente pueda organizarse en entidades sociales, culturales o políticas que les per-
mita competir con otros por cualquier tipo de bienes y servicios que se consideran
valiosos en su entorno. Por otro lado, se considera que la formación del grupo
étnico es fruto de la modernización y puede considerarse como una reacción a la
creación de una estructura política compleja más que como un estado preliminar
en su evolución.
85
Política comparada
PANAMÁ
MÉXICO
417.000
15.730.000
12,7%
15%
VENEZUELA
756.000
GUATEMALA
6.000.000 2,8%
60%
COLOMBIA
EL SALVADOR 1.400.000
422.000 3,1%
7%
HONDURAS
922.000
15%
NICARAGUA
BRASIL
514.000
817.000
9,4%
1%
COSTA RICA
60.000
BOLIVIA
1,7% 5.704.000
62%
ECUADOR
5.235.000
43% PARAGUAY
109.000
PERÚ 2%
13.406.000
44,4%
ARGENTINA
600.000
1,5%
CHILE
1.200.000
7%
Figura 2.8. Los grupos indígenas de América Latina (Fuente: modificado del Anuario
El Mundo Indígena de 2012 del IWGIA-Copenhague y Banco Interamericano
de Desarrollo-BID)
86
El medio social de los sistemas políticos
87
Política comparada
Cuadro 2.4. El juego de las identidades en América Latina
(Fuente: Máiz, “El indigenismo político en América Latina” en Revista
de Estudios Políticos, nº. 123 de 2004, p. 139)
(B)
Campesino Indio
Campesino 2,2 1,1
(A)
Indio 1,1 2,2
Explicación: es un juego de coordinación en el que los jugadores emplean estrate-
gias iguales o correspondientes que llevan al equilibrio
Se pueden establecer criterios variados para clasificar los grupos de interés. Por
ejemplo, por su origen se puede hablar de grupos tribales, étnicos, religiosos,
ideológicos, de clase o profesionales. También se puede recurrir al esquema de
cleavages aludido más arriba. Partiendo de la topología de Almond y Powell, que
toma en consideración los aspectos relativos a la organización y a la actividad
desarrollada por los grupos, se pueden especificar varios tipos de grupos de inte-
rés a través de los cuales los miembros de una comunidad manifiestan sus prefe-
rencias y demandas. Estos son los grupos anómicos, los grupos no asociativos y
los grupos asociativos. Esta clasificación parte de un mayor o menor desarrollo
organizativo y de una actividad más o menos estructurada formalmente. Com-
plementariamente, para poder comprender todas las formas organizativas de in-
tereses particulares que se observan en las sociedades actuales, hay que considerar
otras dos formas de articulación de intereses que no recoge la clasificación ante-
rior: los movimientos sociales y las redes clientelares.
88
El medio social de los sistemas políticos
89
Política comparada
Sus características son que tienen una organización permanente, servida por
un aparato burocrático, es decir, personal profesional dedicado a tiempo completo
a la organización, y siguen procedimientos formales y ordenados para formular
las demandas y defender sus intereses. Sus tácticas y fines son considerados legí-
timos en la sociedad. Su base organizativa les confiere ventajas sobre los otros
grupos no asociativos.
Dentro de esta categoría hay que incluir a los grupos que operan en el seno de
organizaciones e instituciones establecidas: dentro de la administración pública,
dentro de los partidos políticos, en las iglesias, etc. Estos son llamados por Al-
mond y Powell “los grupos de presión institucionales”. En estos casos se imponen
los intereses del grupo sobre los intereses de la organización; el grupo, además, se
aprovecha de la importancia de la organización a la que pertenecen. Este tipo de
grupos de presión juega un papel muy relevante en los sistemas autoritarios y
también son característicos de las sociedades premodernas, donde apenas existen
grupos de presión generales.
Los grupos de presión recurren a diversos medios para hacerse oír. Así utili-
zan canales legítimos como son los medios de comunicación, la intervención en
partidos políticos (laborismo británico), el lobby ante el parlamento, los contactos
con la burocracia estatal y las manifestaciones de protesta. Sin embargo, en oca-
siones, también recurren a canales ilegítimos como las revueltas y los tumultos,
llegando incluso al uso de la violencia y al terrorismo.
Las formas de actuación de los grupos están ciertamente vinculadas al tipo de
representación política. Así ocurre que los grupos de presión que operan con el
sistema del lobby (véase más abajo) se pueden encontrar donde los parlamentarios
tienen más autonomía individual, tanto en la realización de sus campañas electo-
rales como en la actividad parlamentaria, es decir, donde no opera una disciplina
de partido rígida. La profesionalización de los grupos de presión es casi exclusiva
de los Estados Unidos, aunque también se está desarrollando en torno a las insti-
tuciones de la Unión Europea.
En los países con estructuras de partido más disciplinadas, como los europeos,
y en particular en Francia por lo que es muy conocida, los grupos de presión pre-
fieren negociar con los burócratas (altos funcionarios) antes que con los políticos
(diputados). Además existe una estructura de comités consultivos y consejos de
asesoramiento donde confluyen y se encuentran regularmente los representantes
de los grupos de presión y los altos funcionarios (consejos económicos nacionales
y regionales).
El aspecto más importante de la actividad de los grupos es la influencia que
logran por vía económica, financiando las campañas electorales, las organizacio-
nes partidistas, etc. Para incentivar un comportamiento favorable a los intereses
representados por los grupos de presión se utilizan sobornos a los políticos, que si
90
El medio social de los sistemas políticos
91
Política comparada
lugares públicos e incluso a comportamientos ilegales como la quema de tarje-
tas oficiales, etc. Los movimientos sociales tienden a utilizar y explotar al má-
ximo las posibilidades de las actuaciones masivas y espontáneas. Sin embargo,
es destacable que los ecologistas en muchos países se han organizado explíci-
tamente de acuerdo con el esquema formal de los partidos y competido electo-
ralmente para obtener representación parlamentaria y participar en los órganos
ejecutivos.
92
El medio social de los sistemas políticos
93
Política comparada
Estas redes clientelares están también descritas en los sistemas neo-
patrimoniales africanos, siguiendo las explicaciones de Weber sobre la domina-
ción patrimonial. Son grupos organizados fundamentados en la lealtad personal
en los que la persona que ejerce la autoridad no es un superior, sino un jefe perso-
nal y cuyo entorno está compuesto por deudos personales. No constituyen una
asociación. Otra forma de definir la relación clientelar en este caso es la del “pre-
bendalismo”. La prebenda, que puede consistir en un cargo público, se obtiene
como recompensa por la lealtad en los servicios prestados a un señor o a un diri-
gente.
94
El medio social de los sistemas políticos
más capacidad de mediación entre la sociedad y el sistema político que los grupos
de presión. Si bien en el ámbito de la Unión Europea se han contabilizado en
torno a 1.800 lobbyes registrados.
En EE.UU. también han adquirido mucha importancia las PAC (Political Ac-
tion Committees), Comités de Acción Política. Se trata de organizaciones que en
principio no están afiliadas a ningún partido pero que apoyan, es decir, financian
y desarrollan campañas a favor de los candidatos de los partidos y persiguen obje-
tivos definidos que quieren ver atendidos por las políticas públicas. Las hay eco-
nómicas, por ejemplo, Coca-Cola o General Motors, de intereses no materiales
como la Asociación Nacional del Rifle, o la Liga antiaborto, e ideológicas vincu-
ladas a los partidos políticos. Actualmente se contabilizan por miles y son una de
las causas del elevado coste que han alcanzado las campañas electorales.
El estudio comparado sobre cómo se establecen las relaciones entre los grupos de
presión y los actores que elaboran las políticas públicas ha llevado a distinguir
distintos sistemas de grupos de presión. Podemos distinguir tres sistemas: plura-
lista, el corporativo de base democrática y el sistema de grupos de presión contro-
lados. Los dos primeros son propios de sistemas democráticos, mientras que el
tercero se da en los regímenes no democráticos.
A) El sistema pluralista
95
Política comparada
los años 70 se daban formas explícitas de neocorporativismo, pero con el tiempo
los sindicatos han sido excluidos de la toma de decisiones, en particular a partir
de los gobiernos de M. Thatcher. En Francia la explicación de esta situación mix-
ta está en la existencia de pluralismo, tanto de organizaciones empresariales como
sindicales, lo que hace imposible la negociación centralizada.
Los grupos asociativos de EE.UU. son múltiples y muy diversos. En el sector
empresarial destacan La Asociación Nacional de Fabricantes y las Cámaras de
Comercio, si bien hay importantes federaciones en los distintos sectores económi-
cos como la Asociación de la Banca, de las refinerías del petróleo, empresas de
comunicación, etc. En el sector agrícola destaca la American Farm Bureau Fede-
ration que representa a las grandes empresas agrícolas. Los trabajadores disponen
de una confederación sindical AFL-CIO formada por la American Federation of
Labor y el Congress of Industrial Organizations, que se unieron en 1955. Pero los
distintos sindicatos (unos 50) que integran la confederación, como la Unión de
Mineros (United Mine Workers), también actúan autónomamente con sus propios
lobbyes. Son también relevantes en EE.UU. las asociaciones profesionales, entre
ellas la American Medical Association, que es muy activa y efectiva en la defensa
de los intereses corporativos y se caracteriza por su rechazo permanente de la
legislación que pudiera establecer un servicio público de salud. Otras asociacio-
nes relevantes desde la perspectiva de los grupos de presión son la de los jubila-
dos, American Association of Retired Persons (AARP), o la asociación en defensa
de las armas de fuego, la National Rifle Association (NRA). Destaca, por último,
la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People) para
promover los derechos de los “afroamericanos”.
En Inglaterra hay unidad sindical en las TUC (Trade Union Congress) cuyos
miembros están mayoritariamente afiliados al Partido Laborista y donde están
aproximadamente sindicados un tercio de los trabajadores. Los sindicatos de las
TUC suelen tener conflictos de intereses en relación con la negociación de las
diferencias salariales. De las TUC forman una parte importante los empleados del
sector público, como educadores y personal sanitario. La conexión institucional
entre TUC y el Partido Laborista se estableció en el comienzo del siglo XX. Por
el lado empresarial la Confederación de la Industria Británica es la organización
más representativa. Otro grupo de presión es el Instituto de Directores, que inte-
gra a los ejecutivos empresariales con sueldos más elevados.
En Francia los trabajadores están integrados en diferentes sindicatos. El más
antiguo es la CGT (Confederation Generale du Travail) que tradicionalmente se
ha identificado con el Partido Comunista Francés. La segunda organización en
importancia es la CFDT (Confederation Française Democratique du Travail) que
tuvo su origen en el movimiento católico. Su razón de ser ha sido la oposición
sindical a la CGT. En la década de 1990 la CFDT se orientó a cooperar con los
96
El medio social de los sistemas políticos
B) El sistema corporativo-democrático
97
Política comparada
obligatoria y universal. La asociación principal está centralizada y dirige la acción
de sus miembros. Un aspecto muy relevante es que los grupos se implican en la
elaboración e implementación de las políticas. Un buen ejemplo de esto es el de
los sindicatos suecos que tienen el control de la gestión de las políticas activas del
mercado de trabajo y del subsidio de desempleo. Otro ejemplo de este modelo es
el de la política de “colaboración social” desarrollada en Austria a través de la
“Comisión paritaria de precios y salarios” (Paritätische Kommission) creada en
1957 e integrada por miembros del gobierno nacional y representantes de las aso-
ciaciones empresariales y de los sindicatos. En esta Comisión se debaten las
grandes cuestiones de la política económica. A veces ha sido presidida por el
Canciller federal y se considera una especie de segundo Gabinete.
El sistema corporativo-democrático se caracteriza específicamente por la gran
representatividad de los sindicatos y su gran capacidad de negociación. Esta re-
presentación se suele considerar complementaria de la representatividad de los
partidos y del parlamento. A. Lijphart ha realizado una identificación del corpora-
tivismo como rasgo sustantivo de la democracia de consenso. Para su estudio, tal
planteamiento ha llevado a algunos investigadores como Schmitter, Paloheimo y
Lehner a la elaboración de indicadores del corporativismo como son: el potencial
de “chantaje” de los sindicatos determinado por la actividad huelguística, o la
capacidad de concertación entre sindicatos y empresarios (acomodación de intere-
ses), definida como intervención de éstos en la toma de decisiones económicas.
Las conclusiones obtenidas tras establecer las correlaciones correspondientes han
puesto de manifiesto que hay una total independencia entre el corporativismo y la
democracia de consenso.
Se suelen citar como países con modelo corporativo Suecia, Austria, Alema-
nia, Holanda, Noruega, Finlandia y Dinamarca. Holanda se caracteriza por baja
densidad sindical pero alta centralización sindical.
En Suecia los trabajadores están integrados en una confederación sindical
única que es la Confederación Sindical del Trabajo (LO) vinculada al partido
socialdemócrata. Existen otras organizaciones sindicales para empleados (white
collar). Una es la Organización Central de Empleados (TCO), otra es la Federa-
ción de Funcionarios (SACO/SR). Por su parte los empresarios están asociados en
la Federación Sueca de Empresarios (SAF) y en la Federación Sueca de la Indus-
tria (SI). Hasta 1990 hubo negociación colectiva centralizada a nivel nacional
entre LO y SAF; desde entonces la negociación está centralizada a nivel regional.
En Noruega se sigue un modelo similar al de Suecia en lo relativo a las orga-
nizaciones laborales, con la diferencia de que la Confederación del Trabajo (LO)
integra también a la mayor parte de los empleados. Sin embargo, en Dinamarca
hay división sindical, pues los trabajadores cualificados se organizan en la Confe-
deración del Trabajo (LO) mientras que los trabajadores no cualificados lo hacen
98
El medio social de los sistemas políticos
99
Política comparada
liación es obligatoria y porque los grupos están organizados jerárquicamente. Sin
embargo, lo más destacable de este sistema y la gran diferencia con los anteriores
es que los grupos no tienen autonomía, no pueden negociar entre ellos y están
controlados por el Gobierno o sus agentes. Estos grupos tienen el objetivo de
facilitar o producir las movilizaciones en apoyo de las políticas gubernamentales.
Estos son típicos de los regímenes totalitarios y autoritarios fascistas (sindicato
vertical) y comunistas. En los regímenes comunistas a los grupos se les conside-
raba, según expresión de Stalin, “correas de transmisión” para las consignas lan-
zadas por la dirección del partido comunista. Evidentemente, las asociaciones
juveniles, de mujeres, asociaciones vecinales y de barrio, los sindicatos en los
regímenes comunistas actuales sirven sobre todo para el control de la sociedad, ya
que por medio de ellos se penetra en todos los sectores sociales. Actualmente se
puede identificar este tipo de corporativismo en los países con régimen comunista
como China, Cuba, Corea del Norte o Vietnam.
También existe el control de los grupos de presión en algunos casos de regí-
menes no comunistas, como en México. Así, el PRI ha desarrollado históricamen-
te un sistema de representación corporativa interno, aunque también han existido
grupos de presión independientes, como la Iglesia Católica y diversas organiza-
ciones empresariales. En México el corporativismo de Estado está en declive,
como consecuencia del desarrollo de nuevas generaciones de trabajadores jóvenes
desempleados, sin formación y que tiene menores niveles de afiliación sindical.
En Brasil, por otra parte, permanecen residuos corporatistas de la etapa fascista de
las dictaduras (G. Vargas, 1930-1945). La Constitución brasileña de 1934 organi-
zaba la actividad laboral por categorías profesionales, mientras que el Estado
promovía y reconocía oficialmente a las organizaciones sindicales, a las que con-
trolaba por medio del Ministerio de trabajo. Después de 1945 este sistema se
mantuvo porque era una fuente de poder para los sindicatos. Con la transición a la
democracia se han desarrollado sindicatos independientes.
Los indicadores que se utilizan para identificar los modelos pluralista y corpo-
rativo-democrático son múltiples. En la figura 2.9 referida a sistemas de grupos
de presión, en un eje se mide la densidad sindical como porcentaje de trabajadores
sindicados, y en el otro se mide el grado de integración sindical (o pluralismo
sindical), en el que la mayor valoración se da a los países en los que los sindica-
dos actúan unitaria y centralizadamente. Del gráfico se deduce que los Estados
Unidos tienen muy baja afiliación sindical (como se especifica también en el cua-
dro 2.5) y que los sindicatos actúan autónomamente, independientemente de que
100
El medio social de los sistemas políticos
20
Austria
Noruega
Suecia
Holanda
Integración
sindical
Suiza
Dinamarca
Alemania
Bélgica
Finlandia
10
Japón
Francia
Italia
Reino
Unido
Nueva
Zelanda
Australia
EE.UU.
Canadá
0
0
20
40
60
80
100
Porcentaje
de
trabajadores
sindicados
101
Política comparada
baja densidad sindical, baja centralización de la negociación colectiva y pobre
cobertura del contrato laboral mediante los convenios colectivos.
La noción de élite resulta de gran utilidad, como lo han puesto de relieve estudios
muy diversos, desde el marxismo hasta el enfoque pluralista de la sociedad. De
acuerdo con T. Bottomore, podemos definir a la élite como “el grupo funcional
que ocupa un rango social elevado por razones diversas”.
Los estudios sobre élites diferencian entre tres tipos de élites básicas: la eco-
nómica, la política y la intelectual o cultural. El estudio de la élite política tiende a
ser el más desarrollado ya que lo hacen los politólogos y porque se identifica esta
élite con el grupo que controla el poder político, que es un tipo de poder especial.
Hay un concepto paralelo que es el de “clase política” al que alude K. von Bey-
me, que pone de relevancia que lo fundamental en el análisis de esta cuestión es la
“profesionalización de la política”, que es un fenómeno paralelo al de la burocra-
tización general de la sociedad, destacada en su momento por Weber. Es decir,
102
El medio social de los sistemas políticos
En los estudios sobre la élite política hay un debate de fondo muy importante, que
ya es histórico, y se proyecta en la constatación de dos teorías que se suelen de-
fender por distintos estudiosos del tema. Por un lado está la “teoría tradicional de
las élites” y, por otro, la “teoría pluralista de las élites” (teoría competitiva). La
trascendencia de este debate se refiere a la propia naturaleza de los sistemas de-
mocráticos.
Para la teoría tradicional la “élite” está separada de la “masa” y la razón de ser
de la élite es la dirección y el gobierno de la masa. En su teoría de “la circulación
de las élites”, G. Mosca sostiene que la renovación de la aristocracia social se
lleva a cabo generalmente de manera lenta y natural sin que se produzca un
desequilibrio social, y aún en el caso de las revoluciones, en que una surge y se
establece una nueva élite, el viejo dualismo entre élite y masa se acaba
reponiendo. También R. Michels con su famosa “ley de hierro de la oligarquía”
explicaba que en cualquier gran organización, como son actualmente los partidos
políticos, se da una tendencia natural a la separación entre los dirigentes y el resto
103
Política comparada
de sus integrantes que es irreversible. Además, los miembros de la organización
no disponen de recursos para el control de los dirigentes y éstos tienden a no
dejarse controlar. Por otra parte, tras la Segunda Guerra Mundial, Wright Mills
elaboró la “teoría de la élite del poder” siguiendo un planteamiento marxista. Este
sostiene que la élite de poder está muy cohesionada por los intereses comunes, es
muy poderosa y la integra el grupo social dominante en lo económico, en la
política y en lo militar. En EE.UU. se identifica con el complejo militar-industrial
En definitiva, la perspectiva tradicional de “la teoría de las élites” ha puesto el
acento en las dificultades que tienen los ciudadanos para participar y la imposibi-
lidad de que la democracia pueda hacerse efectiva.
Sin embargo, para el enfoque pluralista hay diversas élites sociales compi-
tiendo entre sí, que son un reflejo de la existencia de intereses y grupos sociales
diversos y contrapuestos. Concretamente, la teoría pluralista de la democracia,
que sigue el planteamiento de Schumpeter, establece que pueden distinguirse
claramente diversas élites en competición en lo que constituye la clase política,
siendo la competición entre estas élites lo sustantivo de la democracia. Los parti-
dos políticos pueden muy bien ser considerados como la expresión organizativa
de esta competición entre las élites. Desde la perspectiva pluralista la crítica de
Michelses cuestionable ya que sólo se refiere a un único partido y la democracia
pluralista se basa en la existencia de, al menos, un partido en el gobierno y otro en
la oposición. A este respecto, la teoría de partidos está orientada a dar cuenta de
los problemas que presenta la selección de los dirigentes y la materialización de la
democracia interna.
104
El medio social de los sistemas políticos
Los partidos son el canal normal de reclutamiento de las élites en las democra-
cias. Es decir, para llegar a la élite política hay que hacer la carrera en primer lugar
dentro del partido. Por ello se da una clara tendencia a la profesionalización de los
políticos en los sistemas democráticos. Esto es igualmente relevante en los regíme-
nes de partido único, como es el caso de los comunistas. Sin embargo, no es éste el
caso de EE.UU., donde los políticos suelen tener una carrera profesional diferente
antes de iniciar la carrera política. Otra fuente de procedencia de la élite es la buro-
cracia del Estado. A este respecto destaca Francia donde se conoce muy bien el
peso de los “enarcas” o políticos procedentes de la Escuela Nacional de la Adminis-
tración y de la Escuela Politécnica. También es relevante la intervención de grupos
de presión para colonizar la élite, como es el caso del Opus Dei en España.
Se pueden diferenciar modelos de élite política en función de la manera en
que se recluta, dependiendo de que tenga más peso el carácter político-partidista
de la selección de sus miembros o, por el contrario, tenga mayor relevancia la
vertiente profesional y la vinculación a diferentes sectores sociales de los miem-
bros. En EE.UU. los altos cargos, empezando por los Secretarios de Estado, pro-
ceden de actividades profesionales y se les considera expertos en el área a la que
dedican su actividad como altos cargos. Lógicamente, en este caso tienen más
incidencia los grupos de presión en el reclutamiento de la élite. En los países eu-
ropeos, por el contrario, suele tener más peso la carrera dentro de los partidos
políticos.
En los regímenes comunistas y otros de partido único opera el modelo “no-
menklatura”, que es una denominación que procede del régimen soviético. La
nomenklatura es el grupo dirigente comunista y lo componen los que ocupan los
puestos de dirección en la burocracia del Estado y, al mismo tiempo, en el partido
comunista. Se recluta por cooptación, es decir, los dirigentes incorporan a los
nuevos miembros, y se debe a razones familiares, de lealtad personal y a la adhe-
sión ideológica y partidista (véase las redes clientelares).
Otra cuestión de bastante trascendencia es la de la “circulación de las élites”,
y complementariamente el control de la élite. Los estudios clásicos sobre las éli-
tes, de Mosca, Pareto o Michels generalmente destacaban un lento proceso de
sustitución de las élites. Sin embargo en la actualidad se puede decir que los pe-
riodos de crisis, los cambios en las mayorías parlamentarias, etc., favorecen la
rotación en la élite salvo que sean sistemas muy oligárquicos o en los que haya
una fuerte colonización de la élite política por los grupos de presión, particular-
mente de procedencia burocrática. La alternancia en el poder es una causa impor-
tante de rotación en la élite, y es el fundamento del principio competitivo de la
democracia schumpeteriana. Esto nos lleva a la cuestión del “control” de la élite.
Hay modelos como el de la “nomenklatura” en que el control lo ejerce la propia
dirección. En los sistemas democráticos, sin embargo, la base del control es la
elección popular de los cargos.
105
Política comparada
El control de la élite en los sistemas representativos se estudia bajo criterios
racionalistas entre los que destaca los de la “la teoría de la agencia”. De acuerdo
con esta teoría el control de la élite política se tiene que plantear en dos sentidos.
Uno es que hay que evitar la “selección adversa” del representante o agente, o
sea, del cargo político que carece de información, conocimientos, capacidad, etc.
El otro es que hay que evitar el problema del “riesgo moral” (moral hazard), es
decir, evitar elegir un “agente” más preocupado por sus propios intereses que por
los de quien representa, y que puede actuar en contra de ellos. Para todo ello hay
dos medios de actuación: uno ex ante de la selección y dos ex post. Por la vía
ex ante hay que establecer un acuerdo programático con el agente y los represen-
tados que identifique los intereses comunes entre ambos. También hay que esta-
blecer mecanismos de selección de candidatos, como son las elecciones primarias
en los partidos o las comparecencias parlamentarias para seleccionar a los altos
cargos del Gobierno. Por la vía ex post hay que utilizar procedimientos de control
que permitan que los cargos compartan la información de que disponen, como son
comparecencias públicas, preguntas parlamentarias, etc. En esta línea hay que
establecer mecanismos de veto en manos de otros agentes o cargos y mecanismos
de exigencia de responsabilidad.
106
El medio social de los sistemas políticos
accede por nacimiento y se basa en lazos de sangre. Esta élite se identifica por los
valores que propugna que, en general, son las tradiciones que reflejan la estructu-
ra familiar. Los valores religiosos también tienen mucho peso en la cultura de la
élite tradicional. Es opuesta a las reformas que pongan en peligro su posición
social y reduzcan su poder.
La élite liberal se desarrolla en los centros urbanos, en el ámbito de los nego-
cios, entre los sectores profesionales. Sus miembros suelen tener una formación
en universidades occidentales y son partidarios de las democracias de tipo occi-
dental basadas en el reconocimiento de los derechos humanos, de la implantación
de una Constitución y del Estado de derecho. Son partidarios de la participación
política de todos los ciudadanos y promotores del desarrollo industrial en una
economía de mercado.
La élite autoritaria de corte nacionalista o de tendencia burocrática, aunque es
partidaria de la democracia, considera que este es un objetivo que ha de posponer-
se hasta haber conseguido el desarrollo económico. Esta élite considera que la
competición democrática puede desorientar y desviar a la sociedad del objetivo
del desarrollo del bien común al imponerse demandas más perentorias de tipo
particular. Así, se dice que la democracia real, no la formal, se consigue por la
igualdad de oportunidades y el desarrollo económico. Se enfatiza la idea de uni-
dad nacional y el hecho de que el esfuerzo colectivo tiene que ser dirigido por la
élite educada, informada y responsable. Defienden el sistema de partido único, la
organización estatal de tipo patrimonial y burocrática y en otras ocasiones gobier-
nos militares. También propugnan la intervención económica del Estado.
Finalmente, también se diferencia a las élites radicales o revolucionarias, que
en algunos casos siguen directamente las tesis leninistas que propugnan la toma
del poder por asalto y la dirección política por un partido único de revolucionarios
profesionales. Entre las élites radicales cabe situar también a las élites islamistas
radicales. En general la élites radicales promueven un cambio rápido y drástico de
las estructuras económica y social. Su planteamiento de la acción política se apo-
ya en las ideas de movilización social dirigida y del control social para encauzar
el proceso de desarrollo.
Un buen ejemplo de proceso de modernización en el que el proceso político
se puede explicar mediante análisis de élites es el caso de Turquía. En este país
las élites tradicionales dominantes han estado compuestas por los oficiales del
ejército, los funcionarios civiles, los jueces y el clero. Estas constituyeron la base
del poder en el imperio otomano. Con el kemalismo (1920-1950) se impuso el
ejército dentro de la élite, e internamente se desarrolló una competición entre
sectores de oficiales radicales (jóvenes) y conservadores. En torno a Kemal
Ataturk se agrupó una élite modernizante de corte autoritario-burocrático
compuesta básicamente de oficiales del ejército y funcionarios. Sin embargo,
gracias a las transformaciones económicas y sociales que llevo el kemalismo a
107
Política comparada
Turquía, se formó una élite liberal basada en empresarios, comerciantes (el
bazar), profesionales y grupos locales que formaron una coalición agrupados en el
Partido Democrático cuyo principal objetivo era “desburocratizar” la sociedad.
Esta coalición terminó por imponerse electoralmente en la década de 1950. Sin
embargo la pérdida de importancia de la élite “burocrática” acabó provocando la
intervención militar en los 60, para recuperar influencia. Después se vivió un
periodo de “acomodación” entre las dos élites dominantes. A partir de 1983 la
élite “liberal” formó una nueva coalición tras el Partido de la Madre Patria que
propugnaba la reducción del peso de la burocracia en la sociedad, además de
promover el desarrollo de las libertades y de la sociedad civil. Desde las
elecciones de 2002, sin embargo, se ha consolidado una élite vinculada al
islamismo político mediante el partido Justicia y Desarrollo (AKP) que primero
gobernó en alianza con los liberales del Partido del Pueblo (CHP) y luego en
solitario, si bien el ejército se sitúa como un poder “a la sombra”.
108
El medio social de los sistemas políticos
109
Política comparada
obligados a negociar con los dirigentes regionales, sobre todo si son de partidos
distintos al suyo.
Otra cuestión que cabe resaltar desde la perspectiva institucional es la limitada
capacidad y, por tanto, la limitada posibilidad de ejercer un liderazgo efectivo de
monarcas y presidentes de república, en cuanto que jefes de Estado, en los siste-
mas parlamentarios actuales. Su competencia simbólica de representación del
Estado está muy condicionada por la función legitimatoria del poder legislativo.
Los parlamentos son considerados como los garantes de la democracia, aunque su
poder legislativo no sea muy efectivo, por su naturaleza representativa.
Por el contrario, los líderes de los regímenes autoritarios no tienen límites ni
restricciones para el ejercicio de su poder y por ello pueden desarrollar un lide-
razgo muy fuerte. Estos, además, suelen diseñar un sistema institucional que les
permita perpetuarse en el poder, por lo que están décadas gobernando. Muchos de
ellos llevan a la práctica técnicas de “culto a la personalidad del líder” desarro-
llando un tipo de liderazgo carismático en el sentido weberiano. Este es el propio
de los regímenes totalitarios.
110
El medio social de los sistemas políticos
111
Política comparada
timidad son también consecuencia del proceso de modernización de las socie-
dades más atrasadas, porque se desarrolla una legitimidad de base racional apo-
yada en el principio de la “soberanía popular” y fundada en el Estado de dere-
cho, que se contrapone a la legitimidad carismática de tipo tradicional (de
carácter tribal).
112
El medio social de los sistemas políticos
113
Política comparada
Una distinción básica de tipos de cultura política es la que se hace entre cultu-
ra consensual y conflictiva. Se dice que predomina una cultura política consensual
donde es fácil lograr acuerdos vía pacto social o por otros medios. Un buen indi-
cador de este tipo de cultura es que el voto de centro es el más importante en los
procesos electorales. Este tipo es el que se ha descrito como forma de cultura
dominante entre las élites reformistas en los casos en los que la transición demo-
crática ha tenido éxito, como por ejemplo en España. En el estudio de las transi-
ciones se ha puesto de manifiesto que la democracia se estabiliza cuando las élites
reformistas han desarrollado una cultura de moderación, cooperación, negocia-
ción y acomodación de intereses, basada, además, en la tolerancia, el pragmatis-
mo, la confianza entre los actores y el deseo de buscar el compromiso con un
discurso político civilizado.
Sin embargo, hay países con cultura política conflictiva donde tiende a polari-
zarse la opinión pública y, a veces, ello llega a afectar a la legitimidad del siste-
ma. Un buen ejemplo histórico es la crisis de la democracia en Europa en el pe-
riodo de entreguerras, con la polarización ideológica del electorado en partidos de
extrema derecha y extrema izquierda. Este periodo se caracterizó por la formación
en los parlamentos de “mayorías negativas” que impedían la toma de decisiones,
pero no eran capaces de gobernar, ya que no era posible formar una coalición de
114
El medio social de los sistemas políticos
C) Otras tipologías
115
Política comparada
La distinción de Weber ha sido revisada por los teóricos de la modernización
en el sentido de considerar únicamente las culturas de tipo tradicional y moderno
como modelos alternativos que alcanzan consistencia en el tiempo. Con esta dis-
tinción se hace alusión al cambio cultural que generalmente es provocado por la
occidentalización de las sociedades atrasadas. Consiste este cambio en la incorpo-
ración de las ideas e instituciones de Occidente en las sociedades no occidentales.
Se trata de un proceso muy lento que es debido a los cambios profundos de largo
plazo en la estructura social causados por el desarrollo económico. Junto a ello
hay otros factores complementarios como son el desarrollo de organizaciones
sociales autónomas y la influencia exterior e internacional. Históricamente fueron
las potencias coloniales de Francia e Inglaterra las que iniciaron el cambio cultu-
ral mediante imposición de regímenes liberales y con la educación de las élites
locales en las metrópolis; a ello también ayudó la expansión de los medios de
comunicación de masas. Más recientemente ha tenido muchísima importancia la
expansión de la educación universitaria en estos países, lo que ha tenido dos efec-
tos, de un lado el crecimiento del número de estudiantes universitarios y, de otro
lado, la preparación del profesorado en Estados Unidos. En la práctica las élites
con formación universitaria han sido el motor de la oposición política en algunos
países donde imperaban regímenes autoritarios y han sido también los impulsores
de las transiciones democráticas, como ha ocurrido en Taiwán o en Corea del Sur.
Las subculturas son las culturas de los grupos internos de una sociedad, como por
ejemplo de los partidos, los grupos de presión o determinadas élites sociales. Con
este concepto aludimos generalmente a las diferencias ideológicas, pero es un
concepto que trasciende a cuestiones generales sobre la propia comunidad y el
sistema político.
Desde la perspectiva de grupo la cultura permite definir los objetos simbóli-
cos y materiales que son valiosos y por los que tiene sentido luchar, además, fija
el contexto en el que se dan las disputas, las reglas con las que tiene lugar la acti-
vidad política y los actores que participan. Por ello la cultura define los intereses
del grupo y la manera en que han de ser perseguidos. Es decir, en términos de
Laitin, la cultura permite ordenar las prioridades políticas de los grupos. Más allá
de esto, la cultura define la identidad de cada grupo ya que conecta el destino del
individuo con el del grupo. El destino común refuerza la identidad individual y de
grupo. Por medio de la cultura el grupo construye las imágenes del mundo ex-
terno a partir de las experiencias que comparten sus miembros y se perfila el mo-
delo de asociación y comportamiento del propio grupo. También permite interpre-
116
El medio social de los sistemas políticos
tar las acciones y las motivaciones de los otros grupos. La cultura provee de re-
cursos para la organización y la acción política del grupo. En este sentido Tilly ha
desarrollado el concepto de “repertorios de la acción colectiva” refiriéndose a
creaciones culturales que se aprenden (rutines) y sirven para organizar y movili-
zar a un grupo social; de este tipo son, por ejemplo, las estrategias electorales de
los grupos para conseguir los fines políticos y económicos.
Las subculturas de los grupos se canalizan en los periódicos, organizacio-
nes sociales, los procesos de socialización y, en el marco de los sistemas de-
mocráticos en particular, en los partidos políticos. Así, se diferencian distintos
posicionamientos ideológicos y partidistas como liberalismo, conservadurismo,
democracia cristiana, socialismo democrático, comunismo, ecologismo, nacio-
nalismo, etc.
El estudio de las subculturas está relacionado estrechamente con la identifica-
ción de los diferentes tipos de élite en cada sociedad. Por ejemplo, en África ne-
gra las élites liberales y autoritarias difieren entre sí fundamentalmente en el papel
que otorgan al Estado en el desarrollo económico y social y, en particular, en la
distribución del producto social. Los liberales defienden el mercado, mientras que
los autoritarios propugnan el “capitalismo de Estado”, es decir el control por el
Estado de buena parte de la economía, en particular de las materias primas y las
rentas que estas generan.
Cuando estas subculturas se basan en diferencias de tipo étnico, nacional o re-
ligioso están muy arraigadas, son perdurables y pueden llevar a conflictos de tipo
violento, como ha ocurrido con los nacionalismos irlandés y vasco, o las diferen-
cias religiosas en la India.
El factor religioso alcanza un peso muy relevante en la cultura política tanto
de las sociedades modernas como tradicionales, siendo un factor determinante
para la formación de subculturas. En las sociedades modernas el cleavage religio-
so suele tener gran trascendencia a la hora de la construcción de los partidos polí-
ticos. En muchos países se establece una estrecha relación entre ciertos partidos y
las iglesias, como por ejemplo es el caso de la democracia cristiana en Alemania
o en Italia. En las sociedades tradicionales, por otra parte, se plantea el problema
del determinismo religioso. Es decir, es un hecho comprobado que cuanto más
determinista es la religión es más difícil que se establezcan unas pautas democrá-
ticas en el sistema político. Por ejemplo, el islamismo y el budismo difícilmente
aceptan la secularización del poder político. El confucionismo desarrolla una cul-
tura de súbdito debido a la práctica que se sigue en esta religión del culto a los
dirigentes. El catolicismo fue reticente a aceptar el Estado-nación en las primeras
etapas de su desarrollo y más tarde el advenimiento de la democracia, pero desde
el siglo XX no se ha producido ningún rechazo de la misma. Sin embargo, el hin-
duismo en India y el sintoísmo en Japón no han obstaculizado la implantación de
sistemas representativos.
117
Política comparada
Señala Dahl que debido a que la identidad étnica o la religión es incorporada
por el individuo profundamente a su personalidad, los conflictos entre subculturas
étnicas o religiosas son extremadamente peligrosos, sobre todo si ambas se com-
binan. En el estudio comparado del pluralismo Dahl identifica 26 países que tie-
nen pluralismo cultural insignificante (en el sentido numérico) y 34 donde es ex-
tremo. Los casos de Canadá, Bélgica o la India, demuestran que es posible la
democracia con un grado elevado de pluralismo subcultural, sin embargo el de
Filipinas, por poner un ejemplo, es causa de que haya guerrillas en el campo. Hay
tres condiciones que permiten reducir el conflicto en caso de pluralismo subcultu-
ral acentuado. Primero que haya un número elevado de miembros en cada subcul-
tura, entre ellos los líderes, que deseen cooperar con otras subculturas, al menos
por algún tiempo. Otra condición es que, en el caso de que sean subculturas mino-
ritarias, cada una reconozca que no puede constituir una mayoría capaz de gober-
nar a menos que no forme una coalición con otras. Finalmente hay que establecer
garantías mutuas entre las subculturas mediante pactos, como son los acuerdos
constitucionales.
El multiculturalismo o pluriculturalismo describe el hecho de sociedades for-
madas por múltiples comunidades con lenguas, religiones y costumbres diversas,
es decir, con pluralismo subcultural. Es un fenómeno extendido por muchos paí-
ses como India, Irak, Sudán, Ruanda (casi toda África), Irlanda, Malasia, Canadá,
Bélgica, Holanda y EE.UU. entre otros. En las sociedades occidentales se ha per-
filado como un fenómeno nuevo en los años noventa, consecuencia de los proce-
sos de inmigración y ha generado el debate, muy importante sobre la base de la
contraposición entre universalismo y la integración de culturas.
La perspectiva multicultural es la de que en las sociedades democráticas con
diversidad cultural, es decir con un cleavage étnico bien definido, se establece el
reto de la integración en el ámbito público de las minorías sin obligarlas a perder
su identidad cultural. Más que eso, se trata de evitar que la cultura y la proceden-
cia nacional no se convierta en una distinción social, y, por lo tanto, en una forma
de exclusión social. Como se considera que los individuos se integran socialmente
a través de sus comunidades, es necesario mantener las identidades comunitarias
para evitar la exclusión social, el racismo y la xenofobia. Por ello se suelen reco-
nocer y garantizar junto a los derechos individuales los derechos colectivos de
estos grupos, en concreto los referentes a su identidad y los de representación y
participación. Ejemplo de ello es la situación del indigenismo en América Latina
señalada más arriba. Esto les permite gozar de cierta autonomía (marco de com-
petencias y recursos económicos) para gestionar asuntos referentes a su identidad
colectiva como la lengua y las tradiciones, que en algunos países han dado lugar a
formas federales o descentralizadas de organización del sistema político como en
Canadá, Bélgica, España o Nigeria.
118
El medio social de los sistemas políticos
119
Política comparada
mistas de base fundamentalista, como en Irán. En este país la resocialización en el
Islam fundamentalista chií se produjo después de las políticas de occidentaliza-
ción de la sociedad impulsadas por el régimen del Sha. Otro ejemplo es el de la
crisis del bloque soviético y las sociedades de Rusia y de los países de Europa del
Este, en las que los ciudadanos han tenido que aprender las pautas de la economía
capitalista y de los modelos democráticos occidentales. Actualmente se constata
que las dificultadas para superar una sociedad fuertemente burocratizada y la falta
de arraigo de valores como la iniciativa privada, el imperio de la ley y el respeto a
la legalidad, entre otros, suponen un lastre para la consolidación de la democracia
y el desarrollo capitalista.
Un buen ejemplo para tener en cuenta los procesos de resocialización es el caso
de Alemania. La sociedad alemana primero fue socializada en el modelo totalitario
nazi en el periodo de entreguerras. Tras la Segunda Guerra Mundial el Oeste de
Alemania fue socializado por las potencias ocupantes con políticas activas de des-
militarización, desnazificación, democratización y descentralización según el mode-
lo democrático liberal, mientras que el Este fue resocializado también con políticas
activas de propaganda y por la educación en el modelo socialista soviético. Final-
mente, tras la unificación, el Este ha sido resocializado en el sistema de economía
capitalista y la democracia parlamentaria. De la experiencia de la Alemania occi-
dental se sabe que a pesar de los esfuerzos del Gobierno y de las potencias occiden-
tales en la desnazificación, el cambio cultural más determinante se ha debido a los
cambios generacionales. También ha ayudado a la implantación de la cultura demo-
crática-liberal el hecho de que no hubiera alternativa al régimen establecido, junto
con la modernización económica, urbana e industrial del “milagro alemán”. Sin
embargo, también hay que destacar que, a pesar de todo el esfuerzo resocializador,
en los estudios comparados de las democracias occidentales Alemania es el país
donde el sistema político goza de menos legitimidad (World Values Survey).
120
El medio social de los sistemas políticos
121
Capítulo 3
Dinámica de los sistemas
políticos: desarrollo, cambio
y conflicto
123
Política comparada
El cambio político puede tener un alcance muy variado; por ejemplo puede
ser un cambio del sistema o un cambio en el sistema. Según L. Morlino cabe dife-
renciar varias dimensiones del cambio y así elaborar una tipología del mismo:
124
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
+ –
+ A B
Legitimidad
– C D
125
Política comparada
126
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
127
Política comparada
128
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
SOCIEDAD MODERNA
129
Política comparada
130
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
pio hereditario aristocrático) tienen que ser sustituidos por los valores modernos a
medida que la sociedad se transforma. El criterio de legitimidad dominante tiene
que ser que el poder procede de la soberanía popular y nacional, y que quien go-
bierna lo hace por una delegación colectiva basada en la elección periódica, según
un principio de competición entre distintos candidatos. Además, el ejercicio del
poder ha de estar sujeto a las leyes y consiste en aplicar las leyes que elabora y
aprueba el cuerpo de representantes de la nación. La ley positiva es expresión de
la voluntad colectiva manifestada de forma racional por un órgano representativo.
Es decir, el ejercicio del poder se ha de adaptar al Estado de Derecho y al imperio
de la ley.
La cuarta pauta se refiere a participación política de los distintos grupos y sec-
tores sociales y, en definitiva, de todos los individuos. El paso de la sociedad
tradicional a moderna requiere la incorporación de todos los grupos sociales. Esta
pauta se asimila al establecimiento del sufragio universal. La máxima expresión
de la participación es que todos los ciudadanos puedan ejercer libremente el su-
fragio y elegir a los representantes de la nación. Lógicamente esto supone, ade-
más, la posibilidad de que cualquiera pueda ser elegido para ocupar los cargos
públicos. Complementariamente esta pauta implica que se pueden formar coali-
ciones y partidos políticos con el objetivo de organizar la participación de la masa
de la población, así como la plena libertad de expresión, el derecho a recibir in-
formación de fuentes diversas y alternativas, etc. Es decir, todas las condiciones
que requiere un sistema democrático.
La quinta característica se refiere al principio de la distribución. En esta pauta
se trata de organizar un esquema de distribución del producto social que garantice
el bienestar colectivo. Este punto se refiere concretamente al Estado de bienestar
y a las políticas económicas y sociales orientadas a mantener una organización
social que sea económicamente eficiente y que promueva el mayor bienestar co-
lectivo, reduciendo al mismo tiempo la desigualdad social. Es aquí donde se plan-
tea en la actualidad el debate sobre cómo alcanzar el mayor grado de modernidad
en las sociedades desarrolladas. Es un debate básicamente ideológico sobre el
modelo a alcanzar. El Estado de bienestar en la práctica supone que tiene que
producirse la negociación, el acuerdo y la acomodación de intereses entre los
distintos grupos organizados representativos de los sectores sociales. La contrapo-
sición de intereses expresada en estos términos es la base del conflicto social mo-
derno.
Estas cinco pautas se refieren a las distintas fases de transformación histórica
que tuvieron las sociedades occidentales. Las dos primeras tienen que ver con la
construcción del Estado-nación, la tercera con el desarrollo del sistema liberal y
del Estado de derecho decimonónico, la cuarta pauta se refiere al desarrollo de la
democracia que se consolida en los inicios del siglo XX y la última al desarrollo
del Estado de bienestar desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
131
Política comparada
132
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
133
Política comparada
fuerte, de una autoridad poderosa que pueda superar los tremendos obstáculos
sociales creados por las diferencias de riqueza y clase social, por las diferencias
de cultura entre las élites modernizantes y los sectores tradicionales, por las dife-
rencias étnicas, etc.
Cabe sostener, sin embargo, que lo mejor es el punto medio (B en la figura
3.1) teniendo en cuenta que primar la pauta participativa (A) puede promover
regímenes populistas poco estructurados y dominados por demagogos, donde no
se llega sino a desarrollar una democracia meramente electoral, y no de tipo par-
ticipativo. Mientras que primar la capacidad de gobierno (C) supone promover
regímenes autoritarios de tipo burocrático, y en su extremo dictaduras militares,
caracterizados por el ejercicio arbitrario del poder y fuertes dosis de corrupción,
que en muchos casos acaban produciendo la desinstitucionalización del poder.
En definitiva, el modelo más adecuado de desarrollo político ha de atender a las
demandas de mayor participación con una creciente institucionalización del po-
der, es decir, una situación donde se combina la representación y la instituciona-
lización.
A
Participación
B
Capacidad de gobierno
D) El impulso de la modernización
134
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
zación”. Pero también hay factores internos que son los más determinantes. En
general la modernización se debe al socavamiento de la estructura socio-
económica tradicional por el incremento de la productividad del trabajo, por el
desarrollo del comercio y del mercado, por la aparición de la economía monetaria,
de las ciudades y la urbanización, el desarrollo industrial, o la aparición de unos
nuevos grupos y clases sociales. Como resultado de ello también surge una nueva
estructura política, tal como ocurrió en Europa.
Actualmente se pueden identificar diversos tipos de procesos que impulsan la
modernización en los países atrasados. Por un lado, el crecimiento demográfico y
económico. Este no supone en sí el desarrollo económico pero genera un efecto
que es el de la llamada por K. Deutsch “movilización social”. La movilización
social tiene como base los procesos migratorios a las zonas urbanas y al exterior,
y la movilidad ocupacional en la medida en que surgen nuevas actividades eco-
nómicas y se desarrollan las clases medias. La movilización social es favorecida
además por el desarrollo de los medios de comunicación de masas como son la
radio, el cine y la televisión. Estos medios impulsan el proceso de alfabetización y
el cambio cultural al adoptarse nuevos criterios de racionalidad y de pensamiento.
Son todos ellos procesos interrelacionados ya que la alfabetización facilita la mo-
vilidad ocupacional. Los antiguos (tradicionales) compromisos sociales, econó-
micos, psicológicos quedan erosionados y las personas se abren a nuevas pautas
de socialización y conducta.
Finalmente K. Deutsch alude a la asimilación de la cultura occidental, que fa-
vorece un cambio en las actitudes y en los hábitos. Hay diferentes dimensiones en
el proceso de asimilación. Una posibilidad es el aprendizaje de idiomas (inglés),
pero es más profunda la asimilación si además se produce la incorporación de
valores, se perfilan nuevas aspiraciones y expectativas, se desarrolla la responsa-
bilidad cívica, y la lealtad política, etc. La asimilación se debe a la consideración
de que los países occidentales gozan del mayor bienestar, seguridad, igualdad, de
más riqueza y de más oportunidades laborales, etc. Aunque en ocasiones también
se observa el proceso inverso, la “desasimilación” propugnada por los sectores
radicales que asocian la cultura occidental a experiencias de opresión y frustra-
ción. Por ejemplo, esto ha ocurrido en los procesos de lucha por la independencia,
en que se rechazaba la cultura del país colonizador. También está ocurriendo ac-
tualmente con la implantación de regímenes islamistas dirigidos por fundamenta-
listas. Pero no son sino situaciones transitorias propias de las crisis de desarrollo
de la modernización.
Por otra parte hay que tener en cuenta que en el marco de la teoría de la mo-
dernización no todo el mundo defiende los mismos postulados. Concretamente
S. Huntington sostiene que la modernización no supone necesariamente la incor-
poración de los valores occidentales. Este autor defiende que la modernización se
diferencia netamente de la occidentalización, es decir, rechaza que sea inevitable
135
Política comparada
Occidentalización
A Modernización
136
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
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Política comparada
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
139
Política comparada
Las instituciones políticas existen para atender el interés público o general, esta
es su razón de ser. Así, los órganos de gobierno de una comunidad sólo tienen senti-
do en virtud del interés público, para dar satisfacción al mismo, y este consiste tanto
en las regulaciones, como en los servicios públicos, y en la actividad de policía.
La existencia de instituciones políticas capaces de dar satisfacción a los in-
tereses públicos diferencian a las sociedades desarrolladas políticamente de las
subdesarrolladas. En definitiva, la institucionalización consiste en generar capaci-
dad de gobierno, es decir, organizar, ordenar y dar estabilidad y, finalmente, cons-
truir y llevar a efecto el interés publico.
Otra cuestión que hay que tener en cuenta para valorar la institucionalización
de un sistema es la llamada ingeniería institucional. Esta consiste en la construc-
ción, reforma o adaptación de las instituciones a diferentes circunstancias. Este es
un fenómeno bien conocido. Por ejemplo, la separación de poderes permitió his-
tóricamente la formación de sistemas políticos democráticos, y el diferente diseño
de la separación de poderes ha dado lugar a los diferentes regímenes, como son el
parlamentario y el presidencial.
Las instituciones tienen un efecto organizativo del poder y la autoridad refe-
rente a cómo se constituye, ejercita, legitima, controla y distribuye. El estudio de
la ingeniería institucional en cada caso permite explicar el grado y el tipo de insti-
tucionalización de un régimen político.
Para ello un buen elemento de análisis son las constituciones, que son cons-
trucciones racionales donde se materializa tal ingeniería. En ocasiones se observa
que una determinada estructura institucional se ha establecido en respuesta al
interés por mantener en el poder a un sujeto o a un grupo; este es un fenómeno
observado en las transiciones de los países excomunistas. Si bien es frecuente
encontrar reformas constitucionales que contienen ingeniería institucional cuyo
sentido es el de perfeccionar los sistemas democráticos. En la práctica el buen
diseño y uso de las instituciones políticas va unido a la calidad de la democracia
y, también, a la calidad de las políticas que se adopten, pues tendrán un carácter
de largo plazo más que de corto, generando estabilidad, amplitud de expectativas
y, en definitiva, bienestar.
140
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
141
Política comparada
tos directivos son ocupados por quienes han hecho un largo aprendizaje, como
ocurre en el caso de la profesionalización de los políticos en las democracias.
Se discute actualmente sobre la importancia que han alcanzado determinados
grupos (grupos de presión) en los sistemas democráticos actuales. Ejemplo de ello
es el gran debate que hay actualmente en torno al dominio que tiene el “complejo
militar –industrial” sobre las decisiones políticas y económicas de alto nivel en
EE.UU. Sin embargo, este debate no es nuevo, sino que se inició con la crítica
que hizo al mismo el presidente de EE.UU., Eisenhower, tras la Segunda Guerra
Mundial en su discurso de despedida presidencial. Para dar trasparencia a la ac-
tuación de los grupos de presión y legitimar su actividad política, en los sistemas
democráticos se establece un marco institucional de representación y actuación,
mediante consejos, comisiones y oficinas de representación que facilitan la nego-
ciación y el asesoramiento por tales grupos de las políticas públicas.
La autonomía del sistema político en los sistemas democráticos está fuerte-
mente vinculada a los procesos de alternancia. Estos siempre suponen un impor-
tante grado de renovación de la clase política, así como un método higiénico para
evitar la colonización de los altos cargos por los grupos de presión. Por el contra-
rio, en los sistemas donde la alternancia entre partidos está bloqueada se alcanzan
elevadas cotas de corrupción en los niveles superiores de la administración. Buen
ejemplo de ello fue el periodo de gobierno ininterrumpido durante cincuenta años
de la democracia cristiana en Italia o la actual situación de Japón, donde gobierna
el partido liberal desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, Huntington alude a la coherencia y su contrapuesto, la desunión.
La coherencia se identifica mediante un consenso interior y está vinculada a la
autonomía. Tiene que ver con que las instituciones políticas están vinculadas al
interés general y que su razón de ser es la satisfacción del interés público. En los
sistemas democráticos la existencia efectiva del Estado de derecho y del “imperio
de la ley” son una fuente de legitimidad fundamental para garantizar su estabili-
dad. Aquí se entiende la ley como expresión de la voluntad general producida por
medio del órgano de representación popular.
Estos cuatro criterios sirven como indicadores para valorar la calidad institu-
cional de un sistema político y trascienden al ámbito de las decisiones políticas.
La calidad institucional favorece la estabilidad y la eficiencia del sistema y de sus
políticas.
142
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
143
Política comparada
sobre los públicos, no hay obligaciones cívicas ni deberes cívicos (pagar impues-
tos, obedecer las reglas, etc.). En una sociedad así las instituciones políticas son
débiles y las fuerzas sociales son fuertes.
Al analizar las causas de la corrupción Villoria señala que la corrupción está
inmersa en un círculo vicioso en el que hay distintos factores que la producen y,
a su vez, esta produce la expansión de dichos factores. Así, por ejemplo, la falta de
confianza en las instituciones produce corrupción, pero esta favorece la falta
de confianza en las instituciones. Entre los principales factores que impulsan la
corrupción está el bajo desarrollo moral de una población y, en particular, de su
clase política. El desarrollo moral de una sociedad se basa en la educación, la
socialización y en la formación de capital social, es decir, de una comunidad
cívica. Otro factor es la elevada desigualdad económica tal como apuntan los
datos de las encuestas mundiales, en las que hay una gran estabilidad de las élites
que favorece la formación de redes clientelares en las que anida la corrupción.
Otro factor es la falta de confianza interpersonal y, consecuentemente, la ausen-
cia de solidaridad. Evidentemente la confianza generalizada no surge en socieda-
des jerarquizadas. Otro factor es la falta de instituciones sociales y políticas efi-
caces que en las nuevas democracias lleva a la desafección política, es decir,
desconfianza hacia los partidos y la acción política, y a la apatía. Otros factores
son la existencia de partidos corruptos y prebendalistas, la insuficiente financia-
ción de los partidos, la falta de una administración profesionalizada, la ineficien-
cia de las políticas públicas y, en fin, la complicidad de la prensa y los medios de
comunicación.
Actualmente existe una organización no gubernamental (ONG) Transparency
International fundada en 1993 con sede en Berlín que elabora y publica un indi-
cador de “percepción de la corrupción” cada año a partir de encuestas a empresa-
rios, académicos y analistas de riesgos (cuadro 3.4). Sus informes tienen gran
prestigio y son un referente para todos los estudios sobre esta cuestión. Se evalúa
aproximadamente a 140 países según la corrupción de sus sectores públicos.
También se han ido elaborando nuevos indicadores como “el índice de sobornos
de 2002” que pagan empresas a los funcionarios de países emergentes, referido a
15 países con economías emergentes. En 2005 se elaboró un informe sobre la
corrupción en la sanidad.
Gracias a estos estudios se sabe que actualmente hay un gran desarrollo de
la corrupción a nivel global. Además hay un círculo vicioso que se forma entre
la pobreza y la corrupción: cuanta más pobreza hay, también hay más corrup-
ción. Los países nórdicos son los que obtienen habitualmente las mejores cali-
ficaciones. Según estos estudios se sabe que la corrupción se encuentra entre
otros lugares en los juzgados, los partidos políticos y la policía. Transparency
International destaca que las causas de la corrupción son entre otras: la tole-
rancia hacia la corrupción, el deterioro del imperio de la ley, la inmunidad de
144
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
los altos funcionarios, la falta de control en el lavado de dinero o los bajos sa-
larios del sector público; también los problemas de financiación de los partidos
políticos.
La corrupción se combate con distintos medios. Entre los más destacados que
se deducen de las encuestas planteadas por Transparency International figuran: la
legislación que proscribe el soborno, las mayores dotaciones de medios a los juz-
gados para perseguirlo, las campañas educativas en contra de las prácticas ilega-
les. Entre los factores de tipo social que hacen disminuir la corrupción se indican:
la mayor libertad de prensa, las investigaciones por parte del Gobierno, la mayor
transparencia del Gobierno, una mejor organización empresarial (corporativa),
combatir la práctica del soborno, el control del lavado del dinero, el aumento de la
competencia en el mercado, la mejora de la contratación pública, la rendición de
cuentas (responsabilidad) de los altos cargos y funcionarios, la privatización de
los bienes del Estado.
145
Política comparada
146
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
campaña para la revisión de la idea de Estado bajo el lema “bring the State back
in”, entre cuyos principales promotores figuraba T. Skocpol. El punto de partida
ha sido el de considerar al Estado como un actor y no meramente como un lugar
donde interactúan los intereses sociales y económicos organizados a lo que había
quedado reducido el sistema político por la teoría pluralista. Gracias al neoinstitu-
cionalismo histórico se ha reconsiderado el papel que corresponde a los actores
públicos y a las instituciones, por lo que el Estado recupera su posición anterior
frente a la sociedad y se configura como entidad dotada de autonomía. La recupe-
ración de la idea de Estado ha tenido dos campos operativos principales: el Estado
de bienestar (Welfare State) y la creación del Estado-nación en los países atrasa-
dos. Este segundo aspecto es el que consideramos en este apartado.
El esquema de la formación del Estado europeo que explicó C. Tilly en 1975,
en el marco de los inicios de la teoría la modernización, ha seguido siendo opera-
tivo para dar cuenta de la construcción del Estado en los países del Tercer Mundo.
Tilly entendía el Estado como una estructura de poder creada para resolver distin-
tos problemas como son: la defensa frente a la agresión externa, el mantenimiento
del orden interno, el suministro de alimentos y otros bienes esenciales, así como
para la extracción de recursos con que financiar los gastos de la actividad de go-
bierno. Además Tilly explicaba que para realizar esta actividad el Estado recluta-
ba y preparaba un aparato burocrático compuesto por personal civil y militar.
Hoy el Estado se concibe básicamente como poder coactivo y como un actor
independiente con unas características estructurales y funcionales típicas. De una
manera más precisa se puede identificar al Estado como una estructura centraliza-
da de poder que tiene el monopolio de la coacción y ejerce este poder de una ma-
nera legal e independiente sobre la población asentada en un territorio. Ello supo-
ne que el Estado tiene una delimitación territorial y personal. El Estado es una
organización soberana; su soberanía se pone de manifiesto tanto interna como
externamente en su ámbito territorial, es decir, el poder del Estado se impone
sobre los ciudadanos y grupos del Estado y todos aquellos sujetos (personas físi-
cas o jurídicas) que actúan dentro de su territorio, y además este poder se confron-
ta con el de otros Estados con los que puede establecer acuerdos. El Estado goza
de autonomía respecto de los grupos sociales y frente a los gobiernos extranjeros
y tiene la misión de asegurar el orden interno de la comunidad y garantizar su
defensa frente al exterior. Otra característica del Estado es que descansa en diver-
sas instituciones como son un órgano ejecutivo, un parlamento, una estructura
judicial y una burocracia civil y militar. El ejecutivo dirige y coordina el aparato
burocrático compuesto por funcionarios profesionales.
A través del Estado, además, se identifica el interés público. El Estado cumple
una función reguladora y es el garante de la seguridad jurídica, es decir, de la
vigencia del orden jurídico, que en los sistemas democráticos está basado en el
principio del “imperio de la ley”. El Estado tiene una función extractiva o fiscal y
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Política comparada
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
B) La construcción de la nación
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Política comparada
Las mayores dificultades con que se encuentran las élites modernizadoras pa-
ra la construcción de las naciones derivan del hecho de la necesidad de transfor-
mar sociedades multiétnicas, multiculturales, multirreligiosas y, a veces, multirra-
ciales en naciones unificadas, que tienen que llenar el espacio político delimitado
por las fronteras de los Estados ya existentes procedentes de la colonización.
El principal problema, sin embargo, que enfrenta la construcción de las na-
ciones en el Tercer Mundo es la existencia de una estructura de clanes y de gru-
pos tribales que trascienden las fronteras estatales, ya que los Estados deben su
existencia a la división colonial. También es destacable que los gobiernos colo-
niales favorecieron el desarrollo de identidades tribales para combatir y dividir a
la oposición nacionalista-independentista. Actualmente hay múltiples conflictos
de tipo étnico-religioso debidos a la formación artificial e interesada de fronteras,
como es el ejemplo del conflicto entre la India y Pakistán, o el de los Hutus y
Tutsis en Ruanda.
Un ejemplo de la estructura tribal y las dificultades que impone al proceso
de modernización lo observamos en el caso de la etnia “pastún” que está com-
puesta de 35 tribus y 180 clanes. Esta etnia constituye alrededor del 38% de los
25 millones de la población afgana y el 20% de los 140 millones de la pobla-
ción paquistaní, lo que dificulta enormemente la construcción de la nación en
ambos países. La etnia pastún tiene su propio código de conducta, el pastunwa-
li, que es tanto de tipo social como legal, si bien no ha desarrollado un sistema
político moderno basado en la construcción nacional. Como sabemos, esta et-
nia ha estado obligada a la confrontación militar con los colonizadores ingle-
ses, la ocupación soviética, los árabes talibanes y más recientemente las fuer-
zas de los gobiernos occidentales liderados por el gobierno de EE.UU.
(OTAN), sin embargo, esto no ha generado cohesión política entre los grupos
tribales, ni entre “los señores de la guerra”. De hecho, como ha sido reconocido
recientemente por el ultimo líder de la extinta Unión Soviética, M. Gorvachov:
“los soviéticos cometieron el error de apoyar a los grupos comunistas afganos
que trataban de imponer un poder muy centralizado en una sociedad dividida
tribalmente”.
En la práctica las tribus son la antítesis de la nación, son retrógradas, repre-
sentantes del pasado y constituyen un obstáculo para el progreso. Por ello cuando
la ideología nacionalista se ha convertido en la ideología dominante en los nuevos
países, tras los procesos de independencia de la posguerra mundial, se ha favore-
cido la creación de un sistema político (nacionalista) de tipo autoritario, basado en
un partido único de corte nacionalista que ha prohibido tanto la actuación política
de los grupos tribales como de otros partidos de oposición. Igualmente se ha re-
ducido la autonomía de los grupos sociales. Ejemplo de esto fueron los casos de
Irak y Siria. Como consecuencia de todo ello se dificulta enormemente la implan-
tación de sistemas democráticos.
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
C) El caso de Nigeria
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Política comparada
Entre los grupos tribales hay tres que son los más numerosos e influyentes: el
Housa-Fulani, el Igbo y el Yoruba. Los miembros del grupo Housa-Fulani son
aproximadamente 2/3 de la población del norte de Nigeria; son mayoritariamente
musulmanes, tienen identidad comunitaria y su propia organización institucional
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
articulada por unos Emiratos, que no tiene reconocimiento oficial. Además, en los
territorios que ocupan, los Emiratos imponen la vigencia de la Sharia. Los Housa-
Fulani son, por ello, los más resistentes a los cambios de la modernización. Los
Igbos son 2/3 de la población del sureste de Nigeria, en su mayoría son cristianos
católicos. Los Igbos también se caracterizan por ser los principales receptores de la
cultura occidental derivada de la colonización británica. Sólo han desarrollado un
sentido de identidad colectiva recientemente, tras la descolonización y los conflic-
tos interétnicos, en particular la separación de Biafra entre 1967 y 1970. Los Yo-
ruba están asentados en el sudoeste, y son mayoritarios en Lagos, la capital de
Nigeria. Estos se caracterizan por que internamente tienen distintos grupos tribales
que son los que dan la identidad comunitaria, como los Ijebu, Egba, Awori, Oyo,
Ekiti, Igbomina y otros. Estos subgrupos tienen sus estructuras políticas tradiciona-
les de tipo monárquico (los obas o reyes gobiernan las tribus). La mitad de ellos
son musulmanes y el resto cristianos baptistas. Esta mezcla religiosa los sitúa en
una posición intermedia en referencia al cambio de la modernización.
Los nacionalistas nigerianos proceden de distintos ámbitos. Una parte procede
de los antiguos negros liberados que han emigrado desde América a la zona costera.
Otro sector lo componen excombatientes de la Segunda Guerra Mundial en las filas
británicas, frustrados por la falta de reconocimiento de sus servicios por la corona
británica. Otro grupo lo componen los profesionales que han estudiado en las uni-
versidades de EE.UU. y Europa. Por otro lado las guerras civiles han estimulado el
nacionalismo. Una característica de los nacionalistas nigerianos es que tienen un
sentido patrimonial del Estado que les ha llevado al desarrollo de una conciencia de
tipo clientelar según la cual el Estado ha de proveer de recursos a las comunidades.
Ello es posible gracias a la importante renta petrolífera de que dispone Nigeria.
Nigeria fue colonia británica hasta 1960. Desde entonces se sucedieron distin-
tos conflictos civiles de pequeña importancia hasta 1967-1970, que fue la guerra
de separación de Biafra. La mayor parte del tiempo se han sucedido gobiernos
militares, si bien lo más característico del caso de Nigeria ha sido el proceso de
descentralización política. Tras la independencia se establecieron tres regiones
autónomas, pero a consecuencia de los conflictos civiles interétnicos se ha ido
desarrollando un sistema federal más complejo. Así, en las diferentes constitucio-
nes se ha ido incrementando el número de Estados federados a partir de divisiones
de los primeros Estados. En 1967 se establecieron 12 Estados federados que pasa-
ron a 19 en 1976, a 21 en 1987, a 30 en 1991 y 36 en 1996. Es un caso de federa-
lismo consociativo (véanse figuras 3.3. y 3.4).
El efecto final ha sido el fortalecimiento del Estado federal, de la autoridad fe-
deral, que es la que tiene capacidad para administrar los recursos provenientes de la
renta del petróleo, que es un monopolio en manos del gobierno federal. Se ha con-
figurado así un sistema neopatrimonial implantado a través del sistema federal. En
la administración federal participan proporcionalmente todos los grupos étnicos.
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Política comparada
Protectorados
británicos de 1990 19 Estados en 1967
Millas
12 Estados en 1967
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
Legitimidad racional-normativa
Reino Unido Francia Italia Alemania EE.UU.
- Gloriosa - Revolución - Estatuto - Régimen - Declaración de
Revolución Francesa Albertino Guillermino Independencia
(1688) (1789) (1870) (1871) (1776)
Distribución-Estado de bienestar
Reino Unido Francia Italia Alemania EE.UU.
- Desde 1912 - IIIª República - Legislación - Seguros socia- - New Deal
legislación labo- legislación social con el les entre de 1933
ral social fascismo 1883-1889 - War on
- Informe -Seguridad - Seguridad social -Derechos Poverty
Beveridge de social tras tras sociales en 1919 en 1968
1945 2ª GM 2ª GM
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Política comparada
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
base estamental. En esta el Parlamento no había sido eliminado sino que, por el
contrario, el Rey apoyaba su legitimidad en el mismo, con lo que el Parlamento
adquirió el carácter de órgano de soberanía. Más tarde, al ser denostado el Parla-
mento por los Estuardo, se produjo la primera revolución liberal de la historia,
que culminó en la llamada “Gloriosa Revolución” que puso fin a la república de
Cromwell en 1688. En este momento quedó resuelta “la crisis de legitimidad” del
proceso de modernización en Inglaterra. Es decir, se impuso una legitimidad ra-
cional-normativa.
La revolución (realmente fue una restauración monárquica) de 1688 supuso el
triunfo definitivo del Parlamento, que consiguió controlar definitivamente el po-
der legislativo. A partir de entonces el monarca ha quedado sometido al Common
Law y al derecho estatutario (de origen parlamentario). También en este momento
se estableció la independencia judicial. Desde entonces, por lo demás, comenzó la
construcción del régimen parlamentario. Inicialmente se originó un parlamenta-
rismo dualista y oligárquico, ya que, por una lado, el poder ejecutivo quedó en
manos del monarca y, por otro, la representación parlamentaria estaba limitada a
la clase de los propietarios. Pero a partir de aquí se dio un proceso de transforma-
ción progresiva.
En la formación del régimen parlamentario, primero emergió el Gabinete, di-
rigido por un Primer Ministro, si bien su formación dependía de la voluntad del
monarca. Poco después se estableció en la práctica la posibilidad de que el Parla-
mento pudiera iniciar el proceso judicial del impeachment contra el Primer Minis-
tro, lo que abrió la posibilidad de llevar a cabo la actividad del control parlamen-
tario.
En 1832 se produjo la reforma electoral conocida como de la supresión de los
“burgos podridos”, modificando las circunscripciones electorales. Estos eran pe-
queños municipios que contaban con representación en la Cámara de los Comu-
nes desde la Edad Media, mientras que las nuevas ciudades industriales que acu-
mulaban gran parte de la población no tenían representación parlamentaria o la
tenían muy reducida. Además en 1832 se extendió el derecho de participación
entre los propietarios de inmuebles urbanos y grandes arrendatarios.
El cambio de la representación supuso una modificación de primera magni-
tud en el sistema político británico, ya que con el nuevo sistema representativo la
aristocracia perdió el control de la mayoría y el monarca dejó de controlar al
Gabinete, pues el monarca estaba obligado a nombrar un Gabinete que contara
con el apoyo de la cámara. Este es el momento de emergencia definitiva del ré-
gimen parlamentario, si bien todavía era un régimen de tipo oligárquico. La re-
forma electoral de 1832 fue el punto de partida del desarrollo del sistema demo-
crático, iniciándose entonces la pauta de la participación en el proceso
modernizador. Además, otro hecho característico de este momento es la imposi-
ción de la voluntad de la cámara baja, Cámara de los Comunes, sobre la cámara
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Política comparada
alta, Cámara de los Lores, que se vio obligada a aceptar la reforma aprobada en
la de los Comunes.
Durante el siglo XIX se fueron aprobando sucesivas reformas electorales im-
pulsadas inicialmente por “el movimiento Cartista” desde principios del siglo XIX.
En 1867 se amplió el sufragio a las clases medias urbanas, momento en el que se
puso en marcha el sistema bipartidista británico. En 1918 se estableció el sufragio
universal, si bien el sufragio femenino se limitaba por la edad a aquellas mujeres
mayores de 30 años. En 1928 se estableció sufragio universal para mayores de 21
años de ambos sexos y en 1966 se rebajó la edad para ejercer el derecho de voto a
los 18 años.
Por lo que respecta a la construcción del Estado de bienestar británico, cabe
apuntar que en 1911 se introdujo una importante legislación social, siguiendo los
planteamientos del reformismo liberal de la mano del primer Ministro Lloyd
George. Sin embargo, el momento más relevante para el desarrollo del Estado de
bienestar británico fue la puesta en práctica por el gobierno laborista de lo previs-
to en el Beveridge Report tras la Segunda Guerra Mundial. Uno de sus máximos
logros fue la creación de un sistema nacional de salud que fue copiado en muchos
países europeos.
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incorporación de las masas a la vida política sin que se hubiera formado todavía
una auténtica cultura participativa. Como relata Arendt, el totalitarismo del primer
tercio del siglo XX sólo pretendió organizar a las masas, pero no a las clases ni a
los ciudadanos con opiniones e intereses; es decir, se dirigía a la masa de personas
apáticas que nunca antes habían aparecido en la escena política y a las que no
habían llegado anteriormente los partidos políticos. En definitiva, la crisis se ex-
plica porque el sistema democrático permitía que las mayorías pudieran imponer-
se pero, al mismo tiempo, la ausencia de cultura participativa facilitaba la rápida
manipulación de las masas mediante la propaganda de los grupos totalitarios.
Desde la perspectiva de la pauta de la distribución, la crisis de los años treinta
del siglo XX se explica por la inestabilidad económica de la época, con fuertes
tasas de paro, y por el insuficiente desarrollo de las políticas del Estado de bienes-
tar, que hubieran podido amortiguar los efectos sociales de la crisis económica.
La ineficiencia de las decisiones políticas en dar satisfacción a las crecientes de-
mandas de ayuda de los grupos afectados por la crisis derivó en una crisis de legi-
timidad de la incipiente democracia.
Tras la Segunda Guerra Mundial las potencias ocupantes, EE.UU., Inglaterra,
Francia y la URSS, dividieron el territorio alemán en cuatro zonas. Inmediata-
mente se fusionaron las tres zonas ocupadas por las potencias occidentales y se
creó la República Federal de Alemania. En la zona ocupada por la URSS se creó
la República Democrática de Alemania con un régimen autoritario que seguía las
características del modelo comunista soviético. Como consecuencia de todo ello
Alemania quedó dividida nuevamente durante casi medio siglo, pero en 1990, tras
la crisis de la URSS, se produjo la reunificación por incorporación de los territo-
rios de la RDA a la RFA.
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sos. Para rechazar estas medidas se produjo el Congreso de Nueva York en 1773,
que es el primer acto de unidad de las colonias frente a la metrópoli. Londres
anuló la ley del timbre pero impuso derechos aduaneros, lo que a su vez generó el
primer acto revolucionario del llamado “el motín del té”.
En 1774 se llevó a cabo un Segundo Congreso continental en Filadelfia en el
que los representantes de las asambleas rebeldes declararon la guerra económica a
Inglaterra, que desde 1775 se convirtió en guerra militar acordada en el Segundo
Congreso continental. Entonces se decide nombrar un gobierno central de las
colonias, y se nombra como comandante en jefe del ejército a G. Washington.
También se recomienda a las colonias que adopten textos constitucionales (según
el modelo de Virginia).
En 1776 se produce la Declaración de Independencia, que fue una declaración
típicamente liberal, que fundamentaba la separación de las colonias en las leyes
de la naturaleza y del Dios de la naturaleza. Esta declaración señala la existencia
de derechos inherentes a la naturaleza del hombre como son la vida, la libertad y
la búsqueda de la felicidad y se recoge el principio de que el gobierno ha de ba-
sarse en el libre consentimiento de los ciudadanos.
En 1777, como consecuencia de la necesidad de profundizar en la unidad po-
lítica para la dirección y conducción de la guerra, se aprobaron los llamados Arti-
cles of Confederation, que es de donde procede el nombre de Estados Unidos de
América. Entonces se establece un sistema político confederal, que en realidad es
una unión política débil en la que las ex colonias se conciben como Estados sobe-
ranos, cada uno dotado de su propia Constitución. En esta norma se regulan los
sistemas de postas, el de pesos y medidas y la moneda.
En 1783 se firma la paz con Inglaterra y en 1787 se convoca una nueva
Convención en Filadelfia que tenía la misión de revisar el acuerdo establecido
en “Los Artículos de la Confederación” para regenerar la unidad lograda, sobre
todo en lo económico ya que faltaban recursos financieros a la federación (con-
federación) y se producía, además, una guerra aduanera y comercial entre Esta-
dos. Como consecuencia de la Convención se aprobó una nueva Constitución
que era fruto de un nuevo pacto y se creó por primera vez en la historia un Esta-
do federal. El sistema federal se puede considerar como la gran innovación que
aportan los EE.UU. desde la perspectiva de la diferenciación institucional de la
modernidad.
Sin embargo durante un largo tiempo, un siglo aproximadamente, se mantuvo
latente en EE.UU. un conflicto entre centralistas y los confederales, por el que en
realidad se dirimían diversos intereses en juego como eran: la cuestión de la cen-
tralización del poder, la pugna entre intereses industriales del norte y agrarios del
sur, así como el problema de la esclavitud defendida en el sur. En 1860 se produjo
la guerra civil que terminó con la ocupación del sur por la tropas del norte y de-
terminó la unificación política definitiva bajo el molde federal y capitalista del
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todas sus transacciones económicas son con el centro. Por otra parte las zonas
periféricas son las últimas que se han incorporado al sistema cultural establecido
desde el centro. Como los patrones (pequeños empresarios), los ancianos, los
jefes tribales o los brujos tienen en sus manos las redes de comunicación, la radio
constituye el principal vínculo con el mundo exterior para la población situada en
los pequeños poblados. A través de la radio es como reciben los mensajes trans-
mitidos por los medios de comunicación del centro.
Las relaciones entre el centro, la semiperiferia y la periferia constituyen la base
del crecimiento económico, pero también de los conflictos armados, de las guerras.
Son las contradicciones internas del sistema capitalista las que determinan los
cambios fundamentales y, lógicamente, los conflictos. Estos últimos son debidos a
la competitividad entre los capitalistas. Según el esquema de la teoría del sistema-
mundo el sistema capitalista ha tenido diversos ciclos de expansión y de
contracción que se explican por sus contradicciones internas, y que son las que han
causado los conflictos bélicos entre el centro, la semiperiferia y la periferia. Por
ejemplo, en la primera etapa del sistema capitalista, los Estados del centro
confiaron en su fuerza militar para asegurarse las fuentes de materias primas, una
fuerza de trabajo barata o el control de los mercados. Ejemplo de ello fue la Guerra
de los Treinta Años (1618-1648), que es cuando emerge el capitalismo holandés.
Otro ejemplo más reciente en el siglo XX es el desafío por los capitalistas
alemanes y japoneses de la hegemonía económica de EE.UU. y Gran Bretaña, que
dio lugar a la Segunda Guerra Mundial, de la cual salió, a su vez, EE.UU. como
poder hegemónico mundial.
El crecimiento económico en el centro deriva de la acción de las empresas
multinacionales y del apoyo que reciben de los Estados del centro para explotar a
la periferia. Para lograr la mayor eficiencia los Gobiernos facilitan la integración
y concentración de empresas en los distintos sectores: agroindustrial, comercial y
financiero con el objetivo de maximizar la productividad. Para todo ello resulta
muy operativo para los capitalistas la disponibilidad de una relativamente podero-
sa estructura estatal.
Después de la Segunda Guerra Mundial, circunstancias como la reconstruc-
ción de posguerra, los bajos costes laborales y la hegemonía de EE.UU., junto a
otros factores como las innovaciones tecnológicas en informática, electrónica,
biotecnología, etc., estimularon un crecimiento económico rápido, en particular
en los países del centro y algunos de la semiperiferia como Corea del Sur, Tai-
wán, Singapur y Brasil. Para ello, se canalizaron las inversiones hacia Europa
occidental y algunos países de América Latina y Asia por medio del Banco Mun-
dial y del FMI, que son instituciones internacionales que están controlados por el
gobierno de EE.UU. y los bancos multinacionales. Las inversiones capitalistas en
la periferia producen rápido crecimiento a corto plazo, es decir en seis años apro-
ximadamente, pero los países periféricos suelen experimentar la pérdida de capi-
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tal en el largo plazo. Esto último es debido a que las empresas multinacionales
remiten el beneficio hacia el centro y, cuando la maquinaria queda obsoleta, no se
produce la reinversión necesaria, por lo que al cabo de diez años la expansión
económica de la periferia se detiene debido a la descapitalización. Por otro lado,
las inversiones necesarias para construir plantas o adquirir equipamiento y ma-
quinaria precisan de préstamos de los bancos multinacionales, pero los altos tipos
de interés incrementan y agravan la deuda externa de los países periféricos o se-
miperiféricos, cosa que, a su vez, impide conseguir nuevas inversiones de capital.
Consecuentemente, el crecimiento se desacelera. La petición de ayuda a las insti-
tuciones internacionales como el Banco Mundial o el FMI, controlados por las
multinacionales financieras, determina que en los países periféricos se lleven a
cabo medidas de austeridad como bajada de salarios, subida de los tipos de inte-
rés, reducciones en las prestaciones sociales, etc., que acaban provocando estan-
camiento económico e incrementando la desigualdad social.
El proyecto de investigación desarrollado en la teoría del sistema-mundo se
sintetiza en diferentes procesos a los que se da contenido empírico. El estudio de
estos procesos constituye un buen programa para identificar las diferentes situa-
ciones tanto históricas como actuales de los distintos países. Entre estos procesos
destacan, en primer lugar, el estudio de ciclos y tendencias ya que el funciona-
miento del sistema-mundo es cíclico. En segundo lugar, el análisis de la llamadas
“cadenas de mercancías” que es lo que da estructura al sistema. A través de ellas
se analizan los procesos de producción particularizados. Concretamente, para
establecer el carácter de un país debemos de tener en cuenta el tipo de cadenas de
mercancías que tiene; así, será central si tiene mayoría de cadenas con alto bene-
ficio, y periférico si tiene mayoría de cadenas de escasa rentabilidad. En tercer
lugar se analiza la hegemonía y la rivalidad entre los países del centro, que expli-
ca el grado de igualdad de acumulación de capital y poder entre ellos. En cuarto
lugar cabe estudiar la regionalidad y la semiperiferia. Por un lado se identifica el
grado de integración en determinadas zonas y, por otro, la situación particular de
países que tienen una mezcla equilibrada de cadenas de mercancías de alta y baja
rentabilidad. En quinto lugar está el análisis de los procesos de incorporación y
periferización, entendiendo que la incorporación es el primer estadio de la perife-
rización.
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La revolución es una categoría muy analizada por los historiadores pero tam-
bién es un fenómeno que interesa a la ciencia política. En nuestro caso la estu-
diamos desde la perspectiva del cambio político. En el lenguaje corriente se con-
sidera que es una convulsión político-social generalmente violenta que produce
un cambio repentino y brusco, dándose una ruptura de un proceso histórico.
Una de las cuestiones que necesariamente hay que tener en cuenta es que,
como señala R. Cotarelo, desde los años 50 comienza a hacerse evidente en Euro-
pa occidental y, en general, en todas las sociedades industriales avanzadas, que no
hay perspectivas reales para la revolución, pues el Estado de bienestar hace im-
pensable un proceso de transformación violenta de la organización política, eco-
nómica y social de los países capitalistas más avanzados. Por otro lado, los mode-
los o referentes revolucionarios como son los de la Unión Soviética o China no
son válidos por la implantación en estos de regímenes totalitarios y de un modelo
económico no aceptable por ineficaz. Todavía en los años 60 hubo un intento de
revitalizar el pensamiento revolucionario en Europa al margen del anquilosado
comunismo europeo. Fue la “nueva izquierda” influida por el freudo-marxismo, la
teoría crítica, el estructuralismo y las concepciones de la escuela de la dependen-
cia, que acabó siendo la impulsora del último movimiento revolucionario europeo
de mayo de 1968. A esta revolución, junto a los movimientos radicales estudianti-
les de los campus universitarios americanos de la misma época, se les reconoce el
haber facilitado la introducción de importantes cambios culturales en la sociedad
occidental, generando mayor permisividad y tolerancia en el plano moral y una
actitud crítica hacia la sociedad de consumo. Como consecuencia de estos movi-
mientos la “nueva” izquierda en Europa ha llegado a alcanzar cierto apoyo en la
década de 1980, con un 3% del electorado, y se ha proyectado en el movimiento
ecologista.
La única posibilidad que hoy se atisba de que se produzca una revolución está
en los países del Tercer Mundo, tal como pone de relieve la teoría de la depen-
dencia. De hecho, las únicas revoluciones habidas en los últimos decenios han
tenido lugar en la periferia del sistema global. En la mayor parte de los casos han
estado vinculados al proceso de descolonización y, cuando han triunfado, han
acabado dando lugar a un régimen alineado con el modelo soviético tradicional
caracterizado por la ausencia de libertades.
En principio parece que no es posible construir una teoría general de la revo-
lución, habida cuenta de las diferencias históricas, culturales, de contexto interna-
cional, etc., que hay entre los distintos casos conocidos. Por otra parte, el fenó-
meno de la revolución es analizado de manera diferente por las distintas escuelas
de la ciencia política, como vamos a ver. A pesar de todo ello cabe identificar
unos aspectos generales sobre los que descansa la lógica de las revoluciones, co-
mo son la determinación de sus causas y de sus consecuencias, y la interacción
que se da entre sus actores del proceso revolucionario. A continuación vamos a
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exponer los puntos de vista de los distintos enfoques de ciencia política sobre el
cambio revolucionario.
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1. Por una parte está el estudio del liderazgo y de las élites. Se trata de averiguar
cómo son las élites revolucionarias, pudiéndose diferenciar básicamente entre
élites ideológicas o pragmáticas. En el caso de que fueran del primer tipo, ca-
be preguntarse por el tipo de ideología que promueven, como marxismo, is-
lamismo, populismo, valores tradicionales, etc.
2. Otra cuestión es el tipo de la coalición revolucionaria. Se trata de establecer
en este caso cuáles son los intereses que defienden los distintos grupos inte-
grantes de la coalición que dirige el proceso de la revolución y cómo se arti-
cula la red de los grupos sociales, partidos, etc., vinculados al proceso de la
revolución
3. Otra cuestión es considerar las características de la movilización social que se
da con la revolución. Por ejemplo, cabe diferenciar entre una movilización
obrera o campesina. En este ámbito un aspecto especialmente relevante es dar
una explicación de las causas de la participación de los individuos en los mo-
vimientos revolucionarios, es decir, tratar de identificar cuáles son los moti-
vos, intereses, valores que impulsan a la gente a implicarse.
4. Finalmente, cabe considerar las consecuencias concretas de la revolución
desde la perspectiva del tipo de políticas que se ponen en marcha. Así puede
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darse una reforma agraria, una reforma educativa, una reforma en el ámbito
de la sanidad, un programa de lucha contra la pobreza, etc. Entre las conse-
cuencias también se puede valorar si hay movilidad social ascendente como
consecuencia de la revolución.
– Novedad.
– Liberación.
– Violencia.
– Historicidad del proceso.
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comprender las experiencias reales y recientes del momento. Por otro lado la his-
toricidad es una factor que se puede ver muy bien en las revoluciones ligadas al
proceso de construcción nacional, que acaba siendo concebido como una necesi-
dad histórica.
Arendt también explica que las revoluciones generalmente se desencadenan
por hechos más o menos fortuitos y que nunca son desencadenadas por la acción
y movilización de las masas. Más bien hay que entender que las revoluciones
salen adelante porque existe un número suficiente de personas que están prepara-
das en el momento del colapso y al mismo tiempo ansían asumir el poder, estando
prestos para organizarse y actuar unidos con un objetivo común.
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Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
En definitiva, como apunta Cotarelo, Marx tiene una visión lineal de la histo-
ria que avanza sobre la base de los conflictos entre clases sociales. En cada mo-
mento histórico la clase dominada es la depositaria del relevo de la clase domi-
nante. La clase dominada es un nuevo sujeto histórico cuyas necesidades se
traducen en un proceso revolucionario, que es una expresión de los intereses co-
lectivos. La revolución supone una transformación social de amplias dimensiones,
no es sólo un acto político de insurrección, y es consecuencia de un devenir histó-
rico inexorable, es decir, de leyes históricas. La revolución siempre implica pro-
greso social, por lo que el marxismo es una teoría optimista del cambio político.
Marx diferencia dos revoluciones típicas: la revolución burguesa, que elimina
los obstáculos para el desarrollo de la economía capitalista, y sienta las bases para
el establecimiento de una democracia liberal. Esta supone históricamente un
avance, ya que el desarrollo de la tecnología, de la industria y del progreso y bie-
nestar actual ha sido debido a la superación de las trabas feudales; sin embargo,
en términos sociales tal progreso ha tenido un alcance liberatorio limitado pues ha
dado paso a la explotación del trabajo asalariado, es decir, del proletariado.
El segundo esquema de revolución marxista es la revolución del proletariado,
que ha de crear las condiciones para una sociedad sin clases y organizar la socie-
dad como una democracia política y social, en la que el Estado, en cuanto que
estructura de dominación de una clase sobre otra, se extingue.
A) La teoría de Lenin
189
Política comparada
Según hemos podido ver más arriba uno de los enfoque marxistas de mayor
relieve en la actualidad es el de la teoría de la dependencia. Esta construye una
teoría de la revolución para superar el modelo del capitalismo avanzado que des-
cansa en una estructura de tipo imperialista. Se considera que el capitalismo ha
alcanzado plena madurez y el conflicto de clases alcanza una escala global. Por
tanto la revolución socialista tiene que tener el mismo alcance. En este plantea-
miento la revolución sólo puede estar orientada a romper la estructura de domina-
ción y explotación que existe a escala global, y se da entre el centro desarrollado
y la periferia sometida a un neocolonialismo económico. Tal sometimiento se
estructura según un esquema de intercambio desigual que reduce a la periferia
básicamente a ser proveedora de materias primas que ha de intercambiar por pro-
ductos manufacturados, de alto valor añadido. En este planteamiento la revolu-
ción sólo puede proceder de la periferia, que quiere transformar las relaciones de
producción globales. No se acepta otra idea que no sea una revolución global ya
que no caben soluciones nacionales. El cambio revolucionario se entiende que es
una consecuencia de la crisis general del sistema capitalista.
190
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
191
Política comparada
Estos rasgos identifican tanto las revoluciones que transformaron las monar-
quías imperiales en Estados modernos, por ejemplo, en Francia con los Borbones,
en Rusia con los Romanov, o en China con la dinastía Manchú, como las revolu-
ciones que transformaron los países postcoloniales del siglo XX, es decir, las
revoluciones ligadas a las guerras de liberación nacional.
192
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
Por otro lado, en los sistemas democráticos actuales hay varios planteamien-
tos reformistas imperantes: el reformismo liberal y la socialdemocracia.
Para la socialdemocracia la revolución violenta se consideraba necesaria para
suprimir las ataduras feudales; sin embargo, el paso del capitalismo al socialismo
tiene que hacerse de manera gradual, mediante reforma, en la vía parlamentaria, y
preservando la riqueza social de la producción y los medios para producir esta. La
reforma socialista se puede analizar a partir de la teoría del Estado de bienestar
socialdemócrata.
El reformismo liberal, de base funcionalista, considera que la reforma es el
mejor camino para avanzar hacia la modernización progresivamente. Propugna
“la reforma social” y la “ingeniería social” que se convierten en los medios ade-
cuados para la construcción de una sociedad solidaria y más equitativa. A estos
efectos sirven las ciencias sociales.
193
Política comparada
194
Dinámica de los sistemas políticos: desarrollo, cambio y conflicto
195
Capítulo 4
Los regímenes autocráticos
197
Política comparada
pos. Se hace preciso, por ello, hacer un repaso de la manera en que se ha ido iden-
tificando este tipo de sistema político a lo largo del tiempo y, además, analizar sus
formas actuales como régimen autoritario.
4.1.1. La dictadura
198
Los regímenes autocráticos
199
Política comparada
Con el fascismo surge el totalitarismo como una nueva concepción del poder. Es
en Italia donde se origina el concepto de Estado totalitario para el que la actividad
social habría de entenderse según la conocida expresión de Mussolini como “todo
dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. Más tarde, en las
obras de Arendt y de Friedrich y Brzezinski, se acaba identificando el totalitaris-
mo con el régimen nazi y el estalinista como una forma nueva de dictadura.
H. Arendt describe el totalitarismo como una forma extrema de dictadura que
se ha dado en un momento muy preciso, en la Alemania nazi y en la Unión Sovié-
tica de la época de Stalin. Para estos autores el factor ideológico no parece ser el
factor determinante, ya que no hay diferencia entre un totalitarismo basado en la
clase social o en la raza. La característica principal de este régimen es que se sus-
tenta sobre un control permanente de cada individuo en cada una de sus esferas
vitales y, con ello, el dominio total de la población. Para conseguir este control se
utiliza la ideología, que es así un elemento puramente instrumental. En el trabajo
de Arendt el objetivo es explicar los orígenes del totalitarismo desde la perspecti-
va del apoyo que ha recibido por parte de las masas. En su opinión este origen se
encuentra, en gran medida, en el proceso de atomización e individualización de
los individuos, que se hacen muy vulnerables a la manipulación en la sociedad de
masas. Por otro lado entiende que los rasgos característicos del régimen son el
liderazgo personal, el partido único y el uso del terror para imponerse.
Friedrich y Brzezinski elaboraron una teoría más general que incluye el fas-
cismo italiano y los regímenes comunistas de posguerra. Estos autores destacan
seis características básicas en estos regímenes:
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Los regímenes autocráticos
201
Política comparada
Se suele cuestionar el uso genérico de este término para hacer referencia a to-
dos los regímenes no democráticos. Por ejemplo Sartori afirma que no es el tér-
mino más adecuado para identificar a estos sistemas políticos porque deriva de la
palabra “autoridad”, que significa el ejercicio del poder legítimo. Es decir, la au-
toridad es un poder aceptado, respetado, reconocido y legítimo. Mientras que
“autoritarismo” tiene un sentido negativo que implica el uso abusivo de la autori-
dad, una autoridad opresiva que aplasta la libertad. Sartori apunta que por ello el
llamar a un régimen autoritario no supone contraponerlo realmente a la democra-
cia ya que esta se basa en la autoridad. En la realidad, sin embargo, el término
régimen autoritario fue acuñado por el fascismo con el que pretendía trasladar al
Estado dictatorial los atributos o connotaciones favorables de la autoridad.
En todo caso el uso del término de régimen autoritario está generalizado entre
los politólogos. Por otro lado, hay que precisar que se trata de un tipo de régimen
que está muy extendido por los distintos continentes y, como dice Linz, no se
trata de un modelo residual o marginal. Desde nuestro punto de vista define todas
las formas de organización política que se dan entre dos grandes modelos polares:
el régimen totalitario y la democracia.
De acuerdo con Linz, cabe destacar cinco características del régimen autori-
tario:
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Los regímenes autocráticos
entre los actores políticos, por ejemplo, patria, nación, orden, jerarquía, auto-
ridad.
3. La ausencia de movilización. En principio la movilización supone la partici-
pación en los asuntos de la comunidad política. En la democracia la moviliza-
ción es fruto de la independencia de los ciudadanos que lleva a una participa-
ción voluntaria. Sin embargo en los regímenes totalitarios se moviliza a las
masas desde arriba y no es posible la participación espontánea, es decir la
movilización desde abajo. Una característica de los regímenes autoritarios es
que falta la movilización social tanto extensiva como intensiva, se puede decir
que la movilización es más bien la excepción de la dictadura autoritaria. Sin
embargo la movilización suele darse en los estadios iniciales de la vida del
régimen autoritario. En definitiva, la falta de movilización no es otra cosa que
despolitización de la población. A la comunidad no se le reconoce autonomía
ni independencia, se trata de mantener a la comunidad fuera de la actividad
política con el mínimo de participación y controlada desde el poder. Las fuer-
zas represivas y los servicios de seguridad se encargan de la desmovilización.
Así mismo hay ausencia de estructuras de movilización como son los partidos
políticos. También es destacable que muchos regímenes autoritarios propug-
nan una política desmovilizadora haciendo que los ciudadanos se vuelquen en
sus intereses particulares y privados en lugar de las cuestiones públicas. En
definitiva, en estos regímenes se fomenta la cultura de súbdito.
A pesar de lo apuntado más arriba, la movilización es un factor diferen-
ciador del subtipo de régimen populista, cuyo nivel de movilización de las
masas con fines políticos está próximo al de los regímenes totalitarios. Tam-
bién hay algunos casos en que tanto regímenes conservadores como progresis-
tas se vuelcan en la movilización social (dirigida) para conseguir que se lleven
a cabo las políticas de forma efectiva, para que sean aceptadas y puedan im-
plementarse. Un buen ejemplo de ello es la movilización electoral, que cuan-
do se da, cumple múltiples funciones pero nunca de auténtica representación.
Así, con la movilización electoral se trata en algunos casos de disfrazar con-
flictos étnicos y se utiliza para generar identidad comunitaria; en otros casos
la movilización electoral sirve para tratar de atraer hacia el régimen e integrar
a nuevos sectores como pueden ser emergentes clases económicas comercia-
les o empresariales. También la movilización electoral puede servir para gene-
rar un aura de legitimidad del régimen, bien porque aparentemente parece que
se fundamente en el apoyo popular, o bien porque se pretende demostrar la
debilidad de los grupos opositores. A este respecto sirvan de ejemplo las dis-
tintas funciones que tienen las elecciones en los regímenes autoritarios árabes
del siglo XX, según expone G. Martín Muñoz.
4. Un liderazgo carismático y poder centralizado. Puede haber un líder único o el
régimen puede estar controlado por un grupo como una junta (militar) o un
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Política comparada
comité (central comunista) que ejercen el poder, pero siempre dentro de unos
límites de arbitrariedad mal definidos pero predecibles. No es una dictadura
personal completamente arbitraria como en los regímenes totalitarios.
Un factor diferencial de subtipos es la existencia o ausencia de partido
único. Generalmente, los de baja movilización carecen de partido único, dán-
dose un régimen de los llamados personalista, caudillista o sultanista. Cuando
existe, el partido sirve a la movilización, pero los regímenes de baja moviliza-
ción de partido único, como son muchos de los africanos, evolucionan de tal
forma que el partido se convierte en una estructura clientelar despolitizada. En
general, el partido único autoritario no es una entidad ideológica bien organi-
zada que llegue a monopolizar completamente el acceso al poder.
La justificación que se maneja de la estructura institucional de este régi-
men en manos de un grupo o un líder es la explicada en la teoría del “tutelaje”
expuesta por Dahl. Generalmente este régimen se justifica por la necesidad de
que el gobierno esté en manos de “tutores”, “custodios” o “guardianes” de la
sociedad. Es una justificación normativa de un gobierno de tipo jerárquico
opuesto radicalmente a la democracia. Un buen ejemplo de este planteamiento
basado en el tutelaje es la teoría de Lenin que postula que el gobierno quede
en las manos del partido revolucionario comunista. También entra en esta jus-
tificación la teoría islamista del gobierno de los faquíes, o sabios jurisconsul-
tos islámicos.
5. Unos límites formales predecibles al poder. La existencia de límites formales
al poder determina cierta institucionalización del régimen pero, a diferencia
de la certeza del derecho en los sistemas democráticos, los perfiles mal defi-
nidos de las normas permiten a los gobernantes autoritarios gran discreciona-
lidad en el ejercicio del poder.
Por último cabe señalar que Linz observa las posibilidades evolutivas de los
regímenes autoritarios por distintas causas, como son el debilitamiento del ca-
risma del líder, o la tendencia a la institucionalización por el desarrollo de re-
glas y procedimientos estables de actuación, así como la tendencia a adquirir
formas civiles de los regímenes militares. Consecuentemente sus características
estructurales pueden ir variando con el paso del tiempo. Por la clasificación que
hace Linz de las características de los regímenes autoritarios se pueden diferen-
ciar varios tipos, como son el populista, la dictadura militar y el régimen de
partido único.
Cabe considerar que el régimen autoritario se encuentra en un campo inter-
medio por sus características entre los dos modelos polares: la democracia y el
totalitarismo. Es decir, se puede identificar a estos últimos como los dos extremos
de un contínuum, siendo la democracia el definidor opuesto del totalitarismo. Con
lo cual es posible situar a los distintos países en puntos diferentes del contínuum
204
Los regímenes autocráticos
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Política comparada
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Los regímenes autocráticos
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Política comparada
cuestión del pluralismo no responsable, cabe determinar quiénes son los que
componen la coalición dominante; por ejemplo, pueden ser los militares, la oli-
garquía agraria, la burocracia, los partidos, los sindicatos, las iglesias, etc. Res-
pecto del segundo punto, se puede tratar de determinar el grado de desarrollo
ideológico del régimen y, al mismo tiempo también, precisar cuáles son los valo-
res más importantes, como por ejemplo los tradicionales, los modernos, los reli-
giosos, etc. Respecto de la tercera cuestión, cabe investigar, si hubiera moviliza-
ción, cómo es esta, si está dirigida desde el poder, si es una movilización elitista
o de masas, si está institucionalizada, si es puramente electoral, etc. En la cuarta
cuestión cabe preguntarse sobre cómo es la estructura del régimen, si hay jefe de
Estado, si hay juntas, consejos, parlamento, sindicatos etc. Finalmente, en el
último punto cabe considerar cuál es el grado de institucionalización del poder,
hay que ver si es solamente una institucionalización administrativa, o atender a
otro tipo de cuestiones como si se respeta el derecho de propiedad, si la legalidad
es básicamente religiosa, si está garantizado el derecho de asociación y cuál es su
límite. También es relevante la cuestión de que los gobernantes tengan algún
grado de responsabilidad por sus actos, o sea, que haya ciertas posibilidades de
control, que rindan cuentas de sus actos y se les pueda exigir cierta responsabili-
dad tanto en vía judicial como política.
Complementariamente a estas dimensiones se pueden añadir otras dos, una es
la referente a las políticas promocionadas por cada tipo de régimen (industria,
agricultura, instrucción y otras), la otra es el grado de represión que practican. Las
políticas están relacionadas con el tipo de coalición dominante y los valores impe-
rantes, mientras que el grado y las formas de represión están relacionadas con el
tipo de movilización social y la estructura y tipo de institucionalización del régi-
men. Tanto las políticas como las formas de represión pueden variar con mayor
facilidad que las otras cinco dimensiones y son menos útiles para comprender los
aspectos estructurales de cada tipo de régimen, si bien pueden tenerse en cuenta
para caracterizar a un régimen autocrático particular.
En suma, para construir una tipología de los regímenes autoritarios podemos
considerar las cinco dimensiones que se apuntan en el cuadro 4.1.
208
Los regímenes autocráticos
Si precisamos los criterios señalados por Morlino en relación con las cinco
dimensiones señaladas, podemos elaborar una clasificación de regímenes autorita-
rios destacando los rasgos más característicos. Así, podemos distinguir las dicta-
duras militares, las dictaduras cívico-militares, los regímenes populistas, los re-
gímenes nacionalistas, los regímenes comunistas y los regímenes islamistas. Junto
a estos regímenes, también se distinguen los sistemas tradicionales y tribales, a
veces llamados sultanísticos, y las formas históricas como regímenes totalitarios y
los regímenes fascistas. Son categorías complementarias de las anteriores que
completan la tipología de las autocracias las de los regímenes autoritarios árabes
que encuadramos en el tipo de régimen nacionalista, los regímenes autoritarios
burocráticos que proceden de antiguos regímenes comunistas y los regímenes
personalistas que describimos más arriba.
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Política comparada
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Los regímenes autocráticos
una posición política de gran influencia en muchos casos, cosa que también ocurre
en América Latina en la actualidad.
En otros casos el factor externo puede ofrecer una oportunidad determinante,
como el ejemplo muy analizado de la intervención del gobierno de EE.UU. en
Chile cuando se produjo el golpe del general Pinochet, ya que el gobierno de
EE.UU. era contrario a que se consolidara el gobierno de izquierdas de Salvador
Allende.
Si analizamos la dictadura militar de acuerdo con el esquema apuntado más
arriba encontramos las siguientes características:
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Política comparada
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Los regímenes autocráticos
de liderar una revolución burguesa, al mismo tiempo que los trabajadores son
incapaces de generar organizaciones para la defensa de sus intereses, ya que
falta una cultura de clases. Una buena parte de los trabajadores, además, for-
ma bolsas de marginados en las grandes ciudades por el flujo rápido y masivo
de inmigrantes. Según la explicación de Marx, en el “bonapartismo” la domi-
nación de la clase burguesa no se ha organizado íntegramente, no ha adquiri-
do todavía una verdadera expresión política y tampoco ha surgido en un modo
puro el antagonismo de clases. Es decir, hay un proceso de ampliación de la
participación de las masas urbanas, que carecen aún de capacidad organizati-
va, pero pueden movilizarse electoralmente. Se trata de una situación de em-
pate social en términos marxistas.
Desde la perspectiva funcionalista el populismo se identifica como un ré-
gimen de transición en el proceso de transformación de una sociedad tradicio-
nal a otra moderna. Coexisten al mismo tiempo elementos de ambas socieda-
des. Germani apunta que grupos tradicionalmente sumergidos en la pasividad
en esta fase de transición adquieren cierto comportamiento “deliberativo”, es
decir, participan e intervienen en la vida nacional, bien mediante protestas,
bien a través de los partidos políticos, bien con el ejercicio del sufragio, etc.
Pero no hay realmente una integración de estos grupos en el sistema político a
través de los cauces institucionalizados de las democracias. Se trata por tanto
de una forma peculiar de participación en la vida política de los estratos tradi-
cionales en curso de rápida movilización en los países de industrialización
tardía. Por otro lado estos grupos adquieren conciencia de su poder por esta
movilización.
En todo caso, en el régimen populista se plantea una contraposición de in-
tereses de los sectores modernos (emergente proletariado y burguesía nacio-
nal) frente a la élite tradicional que ha desarrollado una oligarquía agroexpor-
tadora, agraria y minera y, como venimos apuntando, este régimen define una
situación de transición social y económica hacia formas modernas con desa-
rrollo económico e industrial.
En el llamado “neopopulismo” de la década de 1990 se identifica una
nueva alianza entre las élites emergentes con los más pobres, que excluye a
las clases medias, al proletariado y a la burguesía industrial. Esta situación se
explica porque la crisis económica de los 90 erosionó las identidades colecti-
vas y generó unas “masas disponibles” que necesitan ser integradas en el sis-
tema político. Esta también es la base social del “populismo de izquierdas” de
comienzos del siglo XXI, que en el caso de Bolivia ha tomado un carácter in-
digenista.
– En segundo lugar, en el ámbito de los valores el populismo no suele tener una
ideología bien articulada ni formulada con precisión. El discurso populista
principalmente da sentido a la pertenencia de miembros a una comunidad. Se
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Política comparada
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Los regímenes autocráticos
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Política comparada
– En primer lugar por lo que respecta a la naturaleza del grupo dirigente del
régimen, se caracteriza por ser una élite de procedencia local cuya principal
misión histórica ha sido dirigir el proceso de independencia nacional y cons-
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Los regímenes autocráticos
trucción del Estado-nación. Suele ser una élite autoritaria que no está dife-
renciada del resto del pueblo por un principio clasista. Se compone por una
“inteligencia” (intelectuales), es decir, un grupo de personas con educación
universitaria generalmente adquirida en universidades europeas o america-
nas, y con actividades profesionales. Suele estar ligada a la burguesía mer-
cantil, que en los países árabes son los comerciantes del “bazar”. En esta éli-
te, el sector militar tiene una importancia secundaria, salvo casos contados
como el de Argelia.
La élite se integra en un partido único (neo-Destur en Túnez, Baaz en Si-
ria o Irak, Frente Nacional de Liberación en Argelia, Unión Nacional Africana
(KANU) en Kenia, Unión Nacional Africana de Zimbaue (ZANU), que con el
tiempo se convierte en una estructura burocrática de tipo clientelar, es decir,
una red de patronazgo. Esto es particularmente evidente en países como Zim-
baue, Camerún, Malawi. El partido único se utiliza para dispensar bienes y
servicios entre los sectores afectos al régimen y como mecanismo para rege-
nerar y renovar a la élite a intervalos periódicos. En Kenia el KANU se escin-
dió en 2002 y perdió las elecciones después de estar 40 años gobernando inin-
terrumpidamente.
– En segundo lugar, estos regímenes han evolucionado desde una ideología
socialista ambigua basada en valores como el anticapitalismo y antiimpe-
rialismo hacia el liberalismo democrático. Cuando ha predominado la ideo-
logía socialista no se ha promovido “la lucha de clases” y, en general, tam-
poco se ha defendido un planteamiento marxista de las relaciones sociales.
No son sociedades clasistas y las diferencias entre las élites y la población
nunca se han definido en términos de clases sociales. Sin embargo en los
años 70 en algunos países como Angola, Mozambique y Guinea-Bissau se
defendió por los líderes del régimen una ideología socialista de base mar-
xista-leninista.
En muchos de estos países la existencia de un frente de unidad nacional ha
contrapuesto la idea de la “unidad nacional” a idea de “la lucha de clases”; el
frente nacional ha sido un medio para dar cohesión a la sociedad. Por otra par-
te, en estos países el nacionalismo se ha expresado históricamente en unas
ideologías generalistas como la de “la negritud”, “el panarabismo” o “el pana-
fricanismo” o “el panamericanismo”; este último, por ejemplo, fue propugna-
do por Ernesto Che Guevara. Para canalizar estas propuestas se crearon las
correspondientes organizaciones internacionales como la OEA (Organización
de Estados Árabes), la OUA (Organización para la Unidad Africana).
De manera más precisa cabe señalar que en el caso del “panarabismo”,
inspirado por Nasser y el partido Baaz (en Siria, Irak), se promovía la unidad
de la comunidad árabe en una sola nación. Los panarabistas han sostenido que
el colonialismo debilitó de forma deliberada a los árabes mediante la división
217
Política comparada
en pequeños Estados artificiales de lo que debía haber sido una nación. Desde
el partido Baaz se ha defendido que los árabes forman una nación y toda na-
ción tiene el derecho natural a vivir en un sólo Estado. Sin embargo, hoy el
nacionalismo árabe está en recesión y ha evolucionado hacia regímenes per-
sonalistas que se enfrentan a la oposición del islamismo, que ha adquirido un
fuerte matiz fundamentalista.
El nacionalismo en el Tercer Mundo es una ideología que define un
principio de identidad comunitaria frente al tribalismo y las estructuras de
clan características de estas sociedades tradicionales. Además el naciona-
lismo de estos regímenes promueve el interés público al mismo tiempo que
postula el desarrollismo económico y la redistribución. Buen ejemplo de es-
to fue el socialismo árabe de Nasser en Egipto, que tuvo muchísimo influjo
en los demás regímenes árabes. El nacionalismo en estos casos antepone los
derechos de la nación a los de los individuos, y defiende una propuesta re-
distributiva y comunitaria que lleva al estatalismo, es decir, a facilitar la
creación de un Estado protector paternalista. Es característica de estos regí-
menes la defensa del “capitalismo de Estado”, o sea, que el control de los
principales recursos económicos, como el petróleo, el gas o las materias
primas esté en manos de la administración pública. Este planteamiento pro-
pugna que exista un potente sector público que actúe en el marco de una
economía de mercado.
– En tercer lugar, la movilización y la ideología fueron muy importantes en la
primera etapa de formación de estos regímenes, cuando se desenvolvió el pro-
ceso de la independencia. En ocasiones las movilizaciones de la etapa de la
independencia tenían carácter violento y se hacía uso de la fuerza o de prácti-
cas terroristas propias de élites radicales.
La movilización alta mediante manifestaciones populares se mantiene ac-
tualmente en los regímenes que evolucionaron en un sentido populista, como
por ejemplo en Tanzania o Zambia. En los demás casos la vida política ha ad-
quirido una textura materialista, articulándose por medio de redes clientelares y
de patronazgo, a veces de carácter étnico. Por ello actualmente son más corrien-
tes las movilizaciones que tienen carácter plebiscitario de base institucional.
Ejemplo de ellas son elecciones con partido único donde las candidaturas del
partido obtienen el 90% de los votos o el recurso al referéndum (como ocurre
habitualmente en Túnez). Las elecciones también son un factor para generar
cohesión y, por su carácter periódico, se trata de generar legitimidad.
Muchos de estos regímenes se han liberalizado desde la década de 1990 y
han evolucionado, ampliando las posibilidades de la participación política. En
estos casos se ha tratado de conseguir mayor legitimidad con la incorporación
de nuevos sectores sociales. Para ello se han realizado elecciones que han am-
pliado el espectro de los partidos políticos presentes en las asambleas.
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Los regímenes autocráticos
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Política comparada
A) El islam político
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Los regímenes autocráticos
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Porcentaje
Mayoría
40-49%
20-39%
5-19%
Figura 4.1. Mapa de los países del islam (Fuente: McCormick, J. (1995): Comparative Politics in Transition,
Wadsworth, Belmont, California, p. 393)
Los regímenes autocráticos
B) El fundamentalismo islámico
Dentro del islam hay una división importante entre chiitas y sunnitas que es
muy relevante para explicar el proceso de la revolución islámica en Irán y la for-
mación del régimen islamista, ya que, como apunta A. Elorza, “la doctrina de los
seguidores de Alí favoreció la evolución religiosa y social que condujo al insólito
resultado” de tal revolución.
Los sunnitas son los mayoritarios en el islam y se les denomina de esta ma-
nera por ser seguidores de la sunna del Profeta, esto es, el conjunto de tradicio-
223
Política comparada
nes y juicios del Profeta. Su principal característica desde el punto de vista polí-
tico es que aceptan todo califa (autoridad) que respete las leyes coránicas. El
sunnismo es, así, una doctrina de obediencia al gobernante. Los chiitas son ma-
yoritarios en Irán y en algunas regiones de Irak, Afganistán y Pakistán. Se les
denomina de esta manera por ser los seguidores de chiat Alí, que fue primo y
yerno de Mahoma. Alí generó un conflicto sucesorio a la muerte de Mahoma y,
aunque aceptó la sucesión de Mahoma por los Omeya, desde entonces es una
figura de referencia en los movimientos de oposición al soberano establecido.
Los chiitas defienden la creencia de que los jefes legítimos de la Umma son los
descendientes de Alí y Fátima. Así, la principal diferencia entre ambos es que,
mientras que los sunnitas no contemplan la posibilidad de rebelión por intenso
que sea el mal gobierno, a no ser que se vulnere espectacularmente la ley divina,
en cambio los chiitas han contado con una larga tradición de enfrentamiento con
los gobiernos considerados tiránicos. Para los chiitas la única obediencia es de-
bida a los imanes, que por lo demás, salvo el fundador Alí, nunca tuvieron poder
históricamente hablando.
Otra característica del chiismo es que descansa en una justificación del lide-
razgo político basada en el principio del imanato, que se trata de una teoría de
liderazgo carismático de tipo religioso. El principio del imanato tiene un funda-
mento histórico-religioso por el cual los chiitas sostienen la completa vigencia de
la teoría del “imán oculto”. Es decir, los chiitas entienden que el último imán o
jefe de la comunidad visible, que es el séptimo para los ismailies y el duodécimo
(el Mahdi) para los duodecimanos, no ha muerto sino que ha desaparecido. En sus
creencias se supone que con el retorno del “imán oculto” se llenará el mundo de
justicia. Mientras tanto, a la espera del retorno del “imán oculto”, se elige por la
jerarquía religiosa de los mulás al jefe espiritual.
De esta manera los chiitas han desarrollado una teoría del imanato que supone
una formulación práctica de la concepción del poder político basado en un princi-
pio carismático y de acuerdo a un criterio de jerarquía. El imán, jefe de la comu-
nidad, se considera impecable e infalible; es además, el depositario de la ley y su
intérprete. El imán tiene el conocimiento perfecto y es el único para interpretar la
Palabra Divina. Para los chiitas la misión profética de Mahoma se prolonga en el
imanato. Para estos el imán es el guía de los creyentes y, en un sentido más gene-
ral, el que dirige la oración colectiva en la mezquita.
En el sunnismo, según explica Balta, sólo se considera que el califa, llamado
a veces imán, dirige temporalmente los países del islam. Al califa le falta, pues, el
profundo sentido religioso y carismático que tiene en el chiismo.
Los mulás, que en Irán se llaman ayatolás, se presentan como los garantes de
la legitimidad del sistema basado en el principio del imanato. En Irán hay una
estructura religiosa jerarquizada y hay diez grandes ayatolás, que tienen el título
de “Objeto de Emulación” y viven en la ciudad Qom. Cada ayatolá tiene su grupo
224
Los regímenes autocráticos
de seguidores, que pueden ser millones de personas, por lo que tienen una gran
capacidad de liderazgo. El ayatolá Jomeini, que era “Objeto de emulación”, fue
quien trasladó este liderazgo religioso a la esfera política.
Otro rasgo característico del chiismo son las manifestaciones rituales colecti-
vas, como la conmemoración de la muerte de Hussein (hijo de Alí y de Fátima),
que es un periodo de aflicción y penitencia que se hace públicamente a través de
grandes manifestaciones cada año en el mes de febrero. Tales manifestaciones
rituales refuerzan la autoridad carismática de los mulás y generan una gran capa-
cidad de movilización popular en manos del clero.
Por último, otro rasgo característico del chiismo es que el clero percibe direc-
tamente los impuestos que establece como obligatorios la religión islámica. El
zakkat se corresponde con una quinta parte de la renta percibida que todo buen
creyente tiene que entregar voluntariamente, lo que dota al clero de una autono-
mía financiera extraordinaria para realizar actos de caridad y para ayudar a la
causa del islam. No es así en el caso de los sunnitas, ya que los impuestos que
estos pagan se canalizan a través de la administración pública.
Entre los sunnitas, el fundamentalismo lo practican los wahhabies asentados
en Arabia Saudí. Son ortodoxos y se oponen al sufismo, que es una forma de mis-
ticismo religioso, al que califican como herejía. Los wahhabies son especialmente
beligerantes con las representaciones en imágenes de la divinidad que consideran
fruto de idolatría y, en especial, con la consideración de la mujer como fuente de
constante tentación para el hombre. Para estos la mujer debe ocultarse en la so-
ciedad, por lo que sus propuestas en este sentido son atentatorias de los derechos
de la mujer.
D) La revolución iraní
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Los regímenes autocráticos
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Política comparada
política. En el Majlis elegido el año 2000 el 86% de los diputados tenían for-
mación universitaria.
– En segundo lugar, en el régimen islámico hay una ideología muy elaborada
que tiene gran peso. Es una ideología compleja que permite disciplinar y
controlar a la población a través de sus creencias religiosas, es decir, en
cuanto que creyentes. Se contrapone a otras ideologías como el nacionalis-
mo, el socialismo, el liberalismo. Mezcla el islamismo político y el funda-
mentalismo. Una importante característica de esta ideología es que se especi-
fica bajo valores que cuestionan los occidentales y en particular la moralidad
occidental. En ella se fomenta la cultura política islamista contraria a la secu-
larización de la sociedad y al individualismo occidental. En el caso de Irán se
construye a partir de las creencias político-religiosas del islam chiita. En la
interpretación del ayatolá Jomeini, que está actualmente vigente, basada en
“El gobierno del faquí”, se establece que el clero tiene que asumir el control
del poder político, básicamente del ejecutivo y el judicial, ya que el legislati-
vo viene determinado por la aplicación de la sharia. Se considera que la acti-
vidad legislativa consiste fundamentalmente en hacer una especie de “co-
mentario de la ley divina”. Con el proceso de institucionalización del
régimen se han incorporado elementos reformistas, en particular la participa-
ción limitada y la idea de imperio de la ley (islámica) frente a la arbitrariedad
del poder.
– En tercer lugar, la movilización es importante. Se trata de una movilización
articulada por el clero sobre motivos religiosos. En la medida en que el régi-
men se ha institucionalizado, la movilización política tiende a ser sustituida
por los procesos electorales. Sin embargo, en los momentos críticos de la vida
del régimen se produce una movilización a través de grandes manifestaciones
dirigidas por el clero por medio de los voluntarios paramilitares islamistas de
corte fundamentalista, que son creyentes afiliados en las distintas organiza-
ciones (basijs). Por otra parte, al ser un gobierno teocrático la movilización
siempre es de apoyo al régimen, pues la oposición al gobierno implica blas-
femia. La movilización popular en actos religiosos es utilizada políticamente,
esto es, para reforzar la legitimidad del régimen, como ocurre con la conme-
moración de la muerte de Hussein.
– En cuarto lugar, la estructura política es compleja (véase figura 4.2). En Irán,
de acuerdo con la Constitución vigente de 1979, hay dos fuentes de poder:
una secular y otra religiosa, si bien esta segunda se impone y prima sobre la
primera. Por vía de la legitimidad secular se trata de dotar al régimen de un
carácter pretendidamente democrático, al establecerse que ciertas institucio-
nes representativas tengan como base el sufragio universal. En cambio la se-
gunda legitimidad sigue los postulados de la teoría política del ayatolá Jo-
meini y tiene un fundamento teocrático.
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Los regímenes autocráticos
Ciudadanos
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tutelaje es una justificación normativa del principio de jerarquía que está con-
trapuesto totalmente al de democracia.
El régimen de la sharia es una gran fuente de poder para los clérigos mu-
sulmanes, aunque se dan situaciones muy variadas. Hay muchos sistemas polí-
ticos que no tienen establecido un régimen islámico pero sin embargo se rigen
por la sharia. Así, los países árabes de la península arábiga más Nigeria, Su-
dán, Afganistán y Pakistán son Estados confesionales en los que rige plena-
mente la sharia. Este hecho les aproxima al modelo de régimen islámico, si
bien el poder político no está bajo el control del clero. En otros países la sharia
es la fuente principal del derecho, como son los países árabes del norte de
África, Mauritania, Marruecos, Argelia, Libia, Egipto, además de Somalia o el
Emirato de Omán. Hay, por fin, otros países de mayoría musulmana donde el
Estado es laico y se tolera la aplicación de la sharia, como Senegal, Malí, Ní-
ger, Jordania, Líbano, Siria, Turquía, Irak, Azerbaiján, Uzbekistán, Turkmenis-
tán, Tayikistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Bangladesh, Malasia e Indonesia.
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Asambleas locales Congresos locales del PCCH
y cantonales
Congresos regionales PCCH
Asambleas regionales
y Fuerzas Armadas
ASAMBLEA
NACIONAL
POPULAR (ANP) Presidente
ANP COMITÉ CENTRAL
Comité
Permanente
Politburó
Presidente CE
COMITÉ
Consejo de Estado (CE) PERMANENTE
PRESIDENTE
DE LA REPÚBLICA SECRETARIO
(y vicepresidente) GENERAL
Designa
Forma parte
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Los regímenes autocráticos
Un último aspecto que hay que tener en cuenta es el relativo al proceso de instau-
ración, consolidación y, en su caso, de crisis de los regímenes autoritarios. A
grandes rasgos y siguiendo a Morlino podemos destacar los siguientes aspectos de
la dinámica del régimen autoritario.
En primer lugar, por lo que respecta a su implantación hay que señalar que el
régimen autoritario requiere la conformación de una “coalición fundante” de acto-
res que le den apoyo. Tal coalición se perfila en función de los problemas y cues-
243
Política comparada
tiones a partir de los que emerge el régimen, es decir, de los problemas que trata de
solventar y las demandas de grupos que trata de satisfacer (por ejemplo de oligar-
quías agrarias, sectores tecnocráticos, empresariales, organizaciones obreras, reli-
giosas, etc.). Esta coalición dominante ha de incorporar a los actores instituciona-
les como son la burocracia y el ejército. Estos actores se diferencian de los actores
sociales y adquieren preeminencia y privilegios con la instauración; finalmente, se
vinculan existencialmente al régimen. Para imponerse, la coalición dominante ha
de adquirir el control de la fuerza coactiva. Este hecho determina la instauración
definitiva del régimen, pues ello supone el control efectivo del gobierno. La coali-
ción en esta fase también ha de crear las normas y estructuras del nuevo régimen.
Son las reglas de juego institucionales mediante las que se toman decisiones y que
implican un consenso y un acuerdo entre los miembros de la coalición.
El periodo de consolidación se caracteriza por que la coalición dominante se
refuerza mediante el ejercicio del poder. Con ello consigue imponer un orden
estable. A partir de este momento se desarrolla un esquema de legitimidad a fa-
vor del nuevo régimen, que se refuerza vía socialización (resocialización) de la
población, impulsando una cultura de súbdito en su caso y mediante la utiliza-
ción de partidos y organizaciones sociales como correas de transmisión de las
consignas del poder y estructuras de movilización. En la fase de consolidación el
régimen se refuerza si consigue eficacia decisional, es decir, si da satisfacción a
las demandas que el régimen debe atender y son su razón de ser. La eficacia de-
cisional es determinante para que se mantenga cohesión de la coalición dominan-
te. Otros factores de consolidación son alcanzar legitimidad ante los grupos neu-
trales (las clases medias) y el reconocimiento internacional del régimen. En el
caso del régimen militar es muy importante el mantenimiento de la unidad del
ejército y eficacia represiva
La crisis del régimen autoritario se produce una vez que se rompe la coalición
dominante. El hecho determinante es que no haya acuerdo entre sus miembros
sobre problemas sustantivos y, en consecuencia, las decisiones no dan satisfac-
ción a las demandas de determinados grupos de la coalición. El régimen pierde
entonces legitimidad. Las causas de la crisis pueden ser varias. Así, pueden pro-
ducirse cambios en las preferencias de la coalición dominante, puede que algún
grupo de la coalición pase a la oposición, o puede ocurrir que surjan nuevos acto-
res por cambios socioeconómicos que no tienen acceso a la toma de decisiones.
Los efectos de la crisis del régimen se manifiestan en un incremento de la dificul-
tad para la toma de decisiones, en una pérdida de legitimidad ante la élite del ré-
gimen, también por la reducción de capacidad represiva, en particular en el régi-
men de tipo militar, y, finalmente, en el incremento de la movilización social no
controlada. Evidentemente la crisis puede provocar la implantación de otro régi-
men autoritario.
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Capítulo 5
Las democracias
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Las democracias
Que alguien está en el poder quiere decir para Arendt que está apoderado por
el grupo. En el gobierno representativo el pueblo domina a quienes le gobiernan,
por lo que las instituciones políticas de un país tienen poder porque se lo ha pres-
tado el apoyo del pueblo, basado en el consentimiento. Lo contrario es una forma
de gobierno basada en la violencia. El gobierno de la comunidad política no es un
conjunto de hombres que gobiernen a sus súbditos y promulgan leyes o mandatos
que estos están obligados a obedecer, sino un conjunto de hombres a los que el
pueblo ha conferido “ poderes” para ejercer la autoridad en su nombre y a los que
el pueblo está dispuesto a apoyar. Por tanto, la tradicional división entre gober-
nantes y gobernados es falsa y engañosa, y la democracia representativa actual es
rechazable en la medida en que las personas otorgan su consentimiento para ser
gobernados y, por tanto, elimina la posibilidad de la acción de los representados,
reservando esta únicamente a los miembros de los partidos.
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Las democracias
permiten a los individuos pensar sobre el sistema económico en el que les gustaría
trabajar o sobre el tipo de democracia en el que les gustaría participar, en definiti-
va, sobre el tipo de vida que les gustaría llevar. En estas condiciones la idea de
“gobierno por el pueblo” sigue siendo un sueño. Más bien hay que hablar de un
“control totalitario”, porque el sistema productivo tiende a determinar no sólo la
ocupación y aptitudes socialmente necesarias sino también las necesidades y aspi-
raciones individuales
Habermas ha señalado que la democracia pluralista liberal es una “democracia
formal”, que no permite llevar a cabo una auténtica participación popular, ni por
ello la emancipación política del pueblo. Además, el parlamentarismo no permite
al pueblo participar realmente, pues tiene que hacerlo a través de los partidos
políticos. A medida que se devalúa el parlamento hay un desplazamiento del po-
der hacia los partidos políticos y el poder ejecutivo, o sea, hacia la administración.
Por otra parte, en la toma de decisiones, que se basa en un fuerte intervencionis-
mo estatal, los grandes grupos económicos tienen un peso excesivo. Pero la crítica
es especialmente significativa con respecto a la participación electoral de los ciu-
dadanos. Las elecciones generales, que son la única posibilidad de participación
política a nivel nacional del pueblo, están desprovistas de consecuencias. En
realidad las elecciones constituyen un “acto de aclamación” y no se ejerce un
control sobre el poder ejecutivo o administrativo.
La participación en elecciones políticas es identificada por Habermas como
un medio de legitimación del Estado, que asegura las premisas generales del
proceso productivo en el capitalismo “organizado” por los oligopolios y “de
regulación estatal”. Pero la legitimación mediante las elecciones generales sólo
opera circunstancialmente y de modo siempre provisional, pues una participa-
ción de los ciudadanos amplia y constante en los procesos deliberativos –es de-
cir, la democracia material– traería a la superficie “la contradicción existente
entre la producción socializada administrativamente y la apropiación privada de
los valores producidos”.
En la democracia formal esta contradicción se evita al dotar al sistema admi-
nistrativo de autonomía con respecto a los procesos de legitimación participativa,
o sea de independencia respecto de los resultados electorales. Como consecuencia
las decisiones administrativas pueden tomarse sin tener en cuentanecesariamente
los objetivos e intereses concretos de los ciudadanos. En definitiva, el proceso de
legitimación procura la lealtad de las masas, pero al mismo tiempo evita su parti-
cipación real.
Un aspecto especialmente relevante del análisis crítico de Habermas se refiere
a la participación de los ciudadanos en la democracia formal. Según este los ciu-
dadanos gozan de un estatuto meramente pasivo cuyo único derecho es el de abs-
tenerse de la “aclamación a los gobernantes”. Esto es así porque la organización
de las elecciones parlamentarias sigue partiendo de una ficción liberal (decimo-
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Las democracias
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B) La democracia corporativa
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Países libres Países parcialmente libres Países no libres
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Las democracias
sino que está basada en el pluralismo. Por último, la coherencia y la unión del
sistema que versa sobre su legitimidad y sobre el hecho de que se valore como la
mejor forma de gobierno posible y no tenga contestación en términos, por ejem-
plo, de partidos antisistema.
La falta de adaptabilidad, complejidad, autonomía o unidad institucional afec-
ta a la calidad de la democracia. En concreto, la falta o pérdida de institucionali-
zación conlleva que la democracia quede presa de los intereses particulares y
predomine la corrupción. Con la institucionalización se impone el interés público
porque el desarrollo del mismo es el de las propias instituciones democráticas. Sin
embargo cuando hay corrupción el sistema carece de autonomía y coherencia y
los funcionarios y altos cargos se subordinan a exigencias exógenas al sistema
institucional. Entonces no se respeta la ley, ni a la autoridad, no hay cohesión
social, ni opera el consenso, en la sociedad predominan los intereses privados
sobre los públicos, no hay obligaciones cívicas ni deberes cívicos (pagar impues-
tos, obedecer las reglas, etc.).
En tercer lugar, el Estado de derecho es otro parámetro de análisis institucio-
nal de la democracia. El Estado de derecho se refiere al aspecto formal de la de-
mocracia, es su marco formal por lo que es un soporte de la misma. La configura-
ción del Estado de derecho es anterior a la democracia y, aunque en la realidad no
es otra cosa que una construcción normativa, sin embargo actualmente es un me-
dio de la democracia. La relación final entre ambas es que la democracia es un
desarrollo del Estado de derecho, como Estado democrático de derecho.
En el Estado de derecho el principio del “imperio de la ley” implica una es-
tructura jerárquica del sistema legal, lo que quiere decir que las relaciones entre
las normas legales están ellas mismas reguladas, y ningún actor puede por sí
mismo de manera justificada cancelar o suspender las normas que rigen sus actos.
Además, que el sistema legal basado en el hecho de que el gobierno está sujeto a
la ley y que la creación de la ley está también regulada legalmente es un aspecto
del orden social que conlleva definición, claridad, y predictibilidad a las interac-
ciones, es decir, seguridad.
El Estado de derecho supone algo más que el gobierno de la sociedad “me-
diante leyes”, es la regla básica de organización de la democracia, que entrelaza
las normas legales con las instituciones del Estado. En este sentido tiene dos ras-
gos característicos. Por un lado hace que todos los funcionarios y altos cargos y
las instituciones del Estado sean responsables ante la ley, o sea, estén sujetos a la
ley (en el Estado democrático cada cual está sometido a la autoridad legal de una
o más instituciones, nadie es legibus solutus sino legibus obligatus). Por otro es
un medio de protección de los derechos y libertades civiles y políticos, ya que es
la garantía fundamental de los mismos.
En cuarto lugar, hay que entender la democracia necesariamente como el fruto
de un proceso histórico que ha llevado al desarrollo del parlamentarismo. Tal es el
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Las democracias
Con el tiempo esta clasificación tradicional ha ido incorporando nuevos tipos que
no rompen el dualismo; estos son las categorías de régimen semipresidencial, que
resulta ser un híbrido de ambos, y la de régimen semiparlamentario, caracterizada
como una forma especial de régimen parlamentario, que ha tenido una vigencia
muy limitada en el tiempo y en el espacio: únicamente se dio en Israel entre 1996
y 2001. Los rasgos característicos de este último son, primero, que el primer mi-
nistro es elegido por sufragio universal al mismo tiempo que el parlamento, y,
segundo, que para formar gobierno el primer ministro tiene que contar con la
mayoría parlamentaria. Las dificultades de gobernabilidad llevaron a la necesidad
de suprimir la elección directa del primer ministro y retomar la forma del clásico
régimen parlamentario.
A) El régimen parlamentario
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B) El régimen presidencial
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C) El régimen semipresidencial
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marias que en muchos casos son abiertas a todos los ciudadanos, y tanto los
diputados de la Cámara de representantes como los senadores tienen un amplio
margen de autonomía respecto de sus partidos en las votaciones parlamentarias.
En definitiva, el régimen presidencial americano se caracteriza por que la cade-
na de delegación es compleja y los ciudadanos delegan en varios agentes que
compiten entre sí. La relación de responsabilidad de los agentes respecto de los
actores delegantes también es compleja. Se puede decir, por tanto, que en este
tipo de régimen se da un nivel mayor de responsabilidad, ya que todos los agen-
tes son directamente responsables, y hay mayores flujos de información desde el
agente hacia el actor delegante, los ciudadanos, a diferencia del régimen parla-
mentario donde la selección del agente es más perfecta y tiene menor coste la
toma de decisiones. Sin embargo en el régimen parlamentario se puede decir
que la eficacia en la actuación de los agentes es mayor, pues no están obligados
a generar un constante flujo de información, y por ello un esfuerzo adicional,
como respuesta a su debida responsabilidad.
Cámara de representantes
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Las democracias
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Política comparada
bólica y diferencial del poder, de estar por encima de los partidos. Por tanto, en el
régimen presidencial no se pueden diferenciar los papeles de jefe de gobierno que
tiene un programa del de jefe del Estado que encarna la continuidad del Estado y
la nación. Otro factor que afecta al liderazgo es la posibilidad de introducción de
“extraños” en la política, es decir, candidatos que no se identifican con los parti-
dos, ni reciben apoyo de los partidos, e incluso se presentan contra los partidos,
por ejemplo, candidatos populistas o militares. Como señala Linz, el problema en
este caso es pensar que el presidente puede gobernar sin el apoyo del congreso,
sin un equipo de personas con experiencia, o sin el apoyo de políticos que se iden-
tifiquen con sus posiciones. Finalmente, otra determinación que introduce el pre-
sidencialismo es que facilita el liderazgo populista, es decir, la democracia plebis-
citaria o democracia delegada, ya que las elecciones presidenciales suelen tener
un carácter plebiscitario y están cargadas de polarización y emoción que facilita
que se hagan muchas promesas irresponsables.
A. Stepan, por su parte, expone que el parlamentarismo es un marco más ade-
cuado para la consolidación de las democracias porque permite crear y mantener
mayorías de un sólo partido o coalición, minimiza los conflictos legislativos, evita
que el ejecutivo ignore la constitución y desanima los golpes militares. En cam-
bio, el presidencialismo fomenta la formación de gobiernos minoritarios, facilita
que se produzca y alcance su máximo nivel el conflicto legislativo irresponsable;
en consecuencia, se generaliza la legislación por decreto, lleva a que se bloqueen
los procesos de crisis. Además, según este autor el presidencialismo fomenta el
populismo y las crisis ministeriales.
Por otra parte señala Nohlen que cuando la imagen del parlamento, de los par-
tidos y de los políticos de turno es mala, como ponen de relieve los sondeos, difí-
cilmente puede imaginarse que el parlamentarismo pueda conducir a una mayor
consolidación de la democracia. Por su parte Mainwaring sostiene que el presi-
dencialismo difícilmente funciona bien con un sistema multipartidista.
Los recientes estudios, empero, ponen en evidencia que la supervivencia del
presidencialismo en las nuevas democracias se debe a la exitosa formación de
“coaliciones presidenciales” en entornos multipartidistas. Mediante la gestión del
llamado “cajón de herramientas” presidencial, es decir, por el control de la
agenda, la gestión de las partidas del presupuesto, la distribución de carteras
ministeriales, el poder sobre su partido y vía instituciones informales, los
presidentes consiguen gestionar con éxito las alianzas entre partidos y gobernar
con estabilidad.
278
Las democracias
Respecto de la teoría de las transiciones hay que empezar por retomar lo ya apun-
tado en el análisis de los procesos de modernización. Las transiciones a la demo-
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Política comparada
cracia siempre se han considerado como parte del proceso de modernización. Por
tanto, cabe tener en cuenta variables de distinto signo que son las que caracterizan
el proceso de modernización. Entre ellas destaca en primer lugar el desarrollo
económico y el logro de cierto nivel de riqueza y bienestar en la sociedad. Hun-
tington destaca el desarrollo económico como uno de los detonantes de la “tercera
ola”. Algunas transiciones, como la española, parecen debidas a esta condición, es
decir, a un previo proceso de transformación económica. Sin embargo, en otras
transiciones las condiciones económicas de bienestar no son tan llamativas, como
en Portugal. En este sentido Prezeworski no ha encontrado ninguna evidencia de
que las transiciones a la democracia ocurran con mayor probabilidad en países
con niveles de desarrollo elevados, como son los del Golfo Pérsico. En general se
entiende, sin embargo, que el aumento de la riqueza nacional contribuye a la de-
mocratización cuando genera otros efectos que presionan en esa dirección, como
son el incremento de los niveles de educación, la aparición de una clase media
diversa y compleja y, en consecuencia, el desarrollo de una sociedad civil más
pluralista y activa, además del desarrollo de una cultura política pro-democrática.
Corea del Sur y Taiwán son dos ejemplos clásicos de que en las últimas décadas
el cambio económico está ocasionando un cambio social y cultural que a su vez
ha generado una presión social a favor de la democracia. Sin embargo donde se
ha logrado controlar y coaccionar a la sociedad civil y manipular los símbolos
culturales como en Malasia o Singapur, la democratización ha sido detenida o
manipulada. Señala L. Diamond que con la excepción de estos países más China,
hoy no existen dictaduras que sobreviven por haber proporcionado bienestar a sus
habitantes.
Pero los factores económicos también cuentan en otro sentido. Si los autócra-
tas fracasan a la hora de cumplir sus promesas de desarrollo económico y proveer
de bienestar a la población, y exhiben corrupción, clientelismo e ineficacia, pier-
den su derecho moral a dirigir el país. En este sentido muchas autocracias se justi-
fican por sus logros prácticos y, por ejemplo, la desaparición de la URSS y las
transiciones de la Europa del Este han sido provocadas en buena medida por la
crisis y el estancamiento económico al que había llevado a estas sociedades el
régimen comunista.
El pluralismo social se ha considerado como una variable que puede ser bas-
tante determinante. Así, históricamente, el desarrollo de la burguesía fue una con-
dición para que se desarrollaran la libertad y los derechos políticos. En algunas de
las recientes transiciones como la de Polonia el desarrollo de los sindicatos inde-
pendientes y su gran capacidad de presión ha sido un factor de primer orden para
promover la transición. Por otra parte, se ha llegado a la conclusión por algunos
estudiosos del tema de que las sociedades con gran pluralismo como la India,
donde hay diversidad étnica, de castas y de religiones, parece que son difíciles de
sujetar bajo un molde autoritario. Lo mismo ocurre donde hay una alta segmenta-
280
Las democracias
ción social, como ha sido el caso histórico de las sociedades belga y holandesa en
Europa.
Los factores culturales son también relevantes. Se ha considerado la necesi-
dad de que se desarrolle una cultura política a favor de la democracia, en particu-
lar entre las élites, basada en la tolerancia, la idea de consenso, etc., como funda-
mento de una transición exitosa. Un factor que facilita el proceso de la transición
es la crisis de legitimidad de las autocracias, especialmente cuando estas fracasan
en sus promesas de facilitar los logros económicos, como ocurrió con el comu-
nismo soviético. Por otra parte, cabe decir que la democracia se está convirtiendo
en un valor universal, de tal forma que muchas autocracias se ocultan bajo la fa-
chada democrática. Aunque se ha hablado mucho del “choque de civilizaciones”,
lo cierto es que los musulmanes apoyan la democracia tanto como los no musul-
manes según establece recientemente el Afrobarómetro.
Desde la perspectiva cultural se puede decir que las religiones juegan un pa-
pel de primer orden en las sociedades actuales no democráticas ya que cuanto más
determinista del comportamiento humano es una religión, más difícil parece que
posibilite la implantación de un régimen democrático. Además, las tendencias
fundamentalistas de estas religiones, cuando se imponen, acaban siendo un obs-
táculo casi insalvable para llevar a cabo las transiciones. Por otra parte, según
Huntington, la reorientación en la doctrina, el alineamiento político y el liderazgo
de la Iglesia Católica impulsado por el Papa Juan Pablo II han sido uno de los
factores de impulso de la “tercera ola”, que ha influido tanto en Filipinas, Europa
del Sur, Europa del Este como en Sudamérica. Hoy la mayoría de los países pre-
dominantemente católicos son democráticos.
Finalmente, la presión desde el exterior al sistema político parece ser otro fac-
tor relevante. Es evidente que las potencias dominantes pueden tratar de forzar
procesos de transición, como ha sido el caso en Europa tras la Segunda Guerra
Mundial. A escala global han tenido mucha importancia recientemente las presio-
nes tanto del gobierno de los Estados Unidos como de las organizaciones interna-
cionales. Así, a finales de la década de 1990 los Estados Unidos gastaban 500
millones de dólares al año en promover y apoyar el desarrollo democrático en el
exterior. Como consecuencia de ello muchas dictaduras africanas se vieron obli-
gadas a legalizar la oposición y promover elecciones competitivas. En este mismo
sentido operan las instituciones internacionales en defensa de los derechos huma-
nos, civiles y políticos. Así, gracias a la Convención Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, la comunidad internacional por vía del Consejo de Europa, de
la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea o de la OEA, está
respaldando el derecho a un gobierno democrático. También es destacable la pre-
sión ejercida recientemente por la Unión Europea en favor de la democracia en
los países que han querido y quieren incorporarse a ella, como los del sur y el este
de Europa.
281
Política comparada
A pesar de todo lo anterior, lo que parece más relevante como presión externa
para impulsar las transiciones son las influencias regionales. Si los países del
mismo entorno regional, geográfico y cultural inician una dinámica de transición,
es muy difícil que un país vecino quede al margen de tales influjos, en especial si
hay intercambios y estos tienden a ser recientes. Un buen ejemplo de ello son los
países latinoamericanos en los que se dan claramente tendencias regionales y en
los que la Organización de Estados Americanos (OEA) desde el Compromiso de
Santiago de 1991 vela por la defensa de la democracia.
Las reflexiones sobre cómo caracterizar los procesos de transición son variadas.
Lo más destacable de ellas es la identificación que hacen de las variables que se
han de considerar en tales procesos. R. Dahl, por ejemplo, explica que hay que
considerar si el desarrollo de la competitividad entre la élite política resulta un
paso previo al de la transición y, como consecuencia, anterior a la expansión de la
participación política. Ello se justifica en que parece que todas las transiciones
exitosas parten de un pacto o acuerdo en el nivel de la élite que luego se hace
extensivo por la ampliación de la participación política a todos los ciudadanos.
Por su parte B. Moore ha destacado la importancia que han tenido la violencia y
los procesos revolucionarios para ampliar la participación y para que se implanta-
ran sistemas democráticos.
Como consecuencia de estos análisis se suelen considerar unas variables pola-
res para caracterizar de una forma más precisa el proceso, como son, por un lado,
el pacto o la imposición y, por otro lado, la intervención únicamente de la élite o
también de la masa de la población en el proceso. Karl y Schmitter han elaborado
una teoría de transiciones que es representativa de los esquemas que se suelen
plantear sobre los procesos de transición (véase figura 5.3). En el análisis de estos
autores caben cuatro posibilidades: a) Transición pactada entre la élite, b) transi-
ción impuesta por la élite, c) transición pactada con participación de las masas o
reformista o d) transición por imposición revolucionaria. En su estudio histórico
de las transiciones resulta que el tipo más corriente es la transición impuesta, en
muchos casos debida a presiones del exterior, si bien el tipo de más éxito es la
que ha tenido como punto de partida el pacto entre las élites, como por ejemplo ha
sido el caso de la transición española. En estos casos los gobernantes tienen el
control del proceso aunque haya presiones de base popular. En cambio las transi-
ciones revolucionarias no fructifican porque no evolucionan hacia formas de
competencia leal, basadas en la libertad de asociación, en la tolerancia de una
oposición libre y que permitan la alternancia en el poder; por el contrario suelen
282
Las democracias
ESTRATEGIA
TRANSACCIÓN FUERZA
Multilateral ...................................................... Unilateral
É
Pacto Imposición
L
(Ven-58) TU PGY*
I
(Col-57) (COS-48) BR URSS*
T
E H ECU BUL*
E
UGY CHI ELS* GUA*
S
A
P
C
(VEN-48)* (JAP)
T
RDA ARG
O
(ARG-46)* RUM*
R
E
S
Reforma Revolución
M CH (MEX-10)*
A PL (BOL-52)*
S YU* (CUB-59)*
A (GUA-46)* (NIC-79)
S (RUS-17)*
283
Política comparada
284
Las democracias
Al considerar esta cuestión la pregunta que se suele hacer es ¿qué pasa después de
la transición? En algunos casos la respuesta es que no se llega a establecer un
sistema democrático pleno. Así, Guillermo O’Donnell ha acabado por elaborar el
concepto de “democracia delegativa”, que es muy similar al que han plantado
otros como Diamond y Huntington, que distinguen entre las democracias libera-
les, consideradas las auténticas, y las democracias electorales, que son sólo par-
cialmente democracias. En este mismo sentido Kaldor y Vedjode distinguen entre
las democracias formales y las sustantivas: estas últimas son las auténticas. La
cuestión que todos estos autores tienen en consideración es que puede haber elec-
ciones en un país pero ello no quiere decir que realmente el régimen democrático
285
Política comparada
funcione plenamente. Por esta razón se suele aludir a la “falacia del electoralis-
mo”, que realmente no sirve como justificación del sistema democrático. Dicho
en otros términos, la mera existencia de elecciones tras un proceso de transición
no quiere decir que un país sea democrático en la práctica, como por otra parte se
puede muy bien deducir desde la perspectiva procedimental de la democracia que
manejamos.
Para hablar realmente de consolidación nos hemos de referir al hecho de que
una vez instaurado un régimen democrático se requiere ante todo la fijación de
las instituciones y procedimientos democráticos. Esto quiere decir que se tiene
que dar al mismo tiempo una institucionalización del proceso democrático y el
desarrollo de una legitimidad particular. Tal legitimidad consiste en la aceptación
de que las estructuras del sistema democrático son las mejores para resolver pa-
cíficamente los conflictos y, además, en la aceptación de que la base del sistema
es el compromiso.
Aunque el proceso de consolidación es complejo y depende de las condicio-
nes particulares de cada sistema político concreto, se han destacado unos rasgos
comunes y recurrentes en los distintos países. Tales son:
286
Las democracias
satisfacción a los intereses corporativos, tras haber sustituido a los jefes mili-
tares en la transición mediante promoción o jubilación.
4. El desarrollo de la “sociedad civil” o, lo que es lo mismo, articulación de
intereses mediante grupos de presión. Se tiene que facilitar que los intereses
sociales puedan ser articulados de manera legítima y que, mediante las or-
ganizaciones correspondientes, pueden defenderse y protegerse en las nego-
ciaciones que se lleven a cabo para la formación de las nuevas políticas. La
estructura política tiene que desenvolver un ámbito institucionalizado de re-
presentación de intereses tanto ante los órganos representativos, como es el
parlamento, como ante la administración pública, que sea complementaria
de la que ofrecen los partidos políticos. La consecuencia adversa de que esto
no se produzca es la corrupción, que inevitablemente lleva a la desinstitu-
cionalización del sistema porque se acaba abandonando la defensa del inte-
rés público.
5. Otro factor determinante de la consolidación es el desarrollo de los partidos y
de un sistema de partidos estable. Los partidos son los principales agentes de
la consolidación. Los partidos son los que organizan, moderan y controlan la
participación a nivel de las masas. La competición electoral, que es la base del
procedimiento democrático, hace que se refuercen organizativamente los par-
tidos.
El desarrollo del sistema de partidos supone que tiene que haber distintos
partidos que estén claramente diferenciados en cuanto a los intereses que arti-
culan y organizan. Se tienen que formar al menos dos partidos: el de gobierno
y la oposición, y ambos actúan legítimamente. Los electores tienen que acabar
diferenciando los partidos políticos respecto de los intereses y programas que
promueven, por lo que “el transfuguismo” tiene que acabar siendo un elemen-
to residual en el sistema. A ello favorece el sistema electoral y unas reglas que
permitan rápidamente dar claridad a la situación.
Las élites de los partidos tienen además que cooperar para que las deci-
siones puedan adoptarse, sobre todo en las fases iniciales, cuando el siste-
ma de partidos no está bien perfilado y la cultura participativa no está aún
desarrollada.
6. Una condición que en la actualidad es particularmente considerada como
inexcusable es que los sistemas democráticos han de poner en marcha las po-
líticas redistributivas del Estado de bienestar. Si no se da satisfacción a las
demandas de los distintos grupos no se desarrolla la legitimidad del sistema,
que es el factor que le da estabilidad. Es, por tanto, necesaria la intervención
del Estado para promover el bienestar colectivo como condición de la demo-
cracia. En su caso también hay que mantener las instituciones y facilitar la ac-
ción de los distintos grupos de interés orientados hacia las actividades propias
del Estado de bienestar, por ejemplo de las iglesias.
287
Política comparada
7. Hay que señalar que en muchos casos en los que la transición está vinculada
de manera complementaria y muy estrechamente al proceso de construcción
del Estado-nación, como ocurre en países africanos, resulta ser un factor de
primer orden para la consolidación democrática el desarrollo de una burocra-
cia neutral servidora del interés general. La burocracia es la que garantiza el
orden y la defensa nacional, permite que se posibilite las relaciones de inter-
cambio entre los actores sociales, permite que se resuelvan los conflictos (por
medio de los tribunales), facilita la creación y gestión de infraestructuras y la
gestión de las políticas públicas. Lógicamente, las políticas redistributivas no
son posibles sin una administración pública bien organizada.
288
Las democracias
estos se puede ver que los sistemas democráticos no ganan en legitimidad mien-
tras no permitan resolver los problemas de la pobreza.
En las sociedades occidentales desarrolladas hay problemas de gobernabilidad
debidas al hecho de que hay una explosión de demandas y expectativas formula-
das por grupos e individuos. Tal “sobrecarga” de demandas en los sistemas de-
mocráticos producen al mismo tiempo una incapacidad para seleccionar, resolver
y responder a las mismas que en muchos casos es debida a la falta de recursos.
También en las sociedades democráticas avanzadas han aparecido situaciones
nuevas que suponen una mayor fragmentación de intereses políticos y de las orga-
nizaciones que plantean nuevos retos para la democracia. Tales son los movimien-
tos sociales, como ecologistas, pacifistas, etc., que defienden una democracia de
tipo más plebiscitario, o los grupos defensores de valores tradicionales, étnicos y
lingüísticos que reclaman descentralización y autonomía en la toma de decisiones.
En todo caso, si se compara la situación actual de crisis económica (iniciada
en 2008) con el momento de la crisis de la democracia en la década de 1920 que
vio la llegada del fascismo, se puede decir que los sistemas democráticos euro-
peos tienen una situación muy sólida. Esta es debida a la existencia de estructuras
internacionales de cooperación e integración como La Unión Europea o la
OTAN; a que las sociedades están más desarrolladas con mayores niveles de alfa-
betización, de urbanización y mayor renta per cápita; a que hay intervención del
Estado para asegurar un mínimo bienestar colectivo; a que los partidos no están
radicalizados y que hay organizaciones de intermediación de intereses; y a que la
experiencia de la crisis de los años 20 y 30 influye de manera muy importante.
289
Política comparada
1. Calidad de resultados
2. Calidad de contenido
3. Calidad de procedimiento
290
Las democracias
responsabilidad de los dirigentes hacia los votantes, lo que a su vez conlleva tres
matices. Primero, tiene que haber un flujo de información de los dirigentes hacia
los ciudadanos. En segundo lugar, los dirigentes tienen que dar una justificación
de sus actos. Finalmente, cabe que se produzca la realización de un juicio sobre lo
bien o mal que hayan gobernado los dirigentes y hay una penalización de los diri-
gentes si han actuado inadecuadamente o un premio, que es el de mantenerles en
los cargos públicos, si han actuado correctamente.
También la calidad democrática supone que haya rendición de cuentas de los
gobernantes ante otras instancias públicas que poseen capacidad política y legal
para exigirla. En concreto, tal tipo de responsabilidad incluye la libre actuación de
la oposición parlamentaria que puede plantear la responsabilidad del Gobierno
por su actuación, y la intervención de comités de investigación parlamentarios, de
los jueces y tribunales, de los tribunales de cuentas, del Defensor del pueblo, de
bancos centrales autónomos, de comisiones específicas para combatir la corrup-
ción, de una jurisdicción electoral independiente y otros múltiples cuerpos cuya
función principal es vigilar y controlar a aquellos que gobiernan.
La cuestión de la calidad de la democracia no afecta únicamente a las demo-
cracias en proceso de consolidación, también afecta a las democracias consolida-
das como pusieron de relieve las movilizaciones populares en 2011 y 2012 en los
países europeos y los Estados Unidos. Los efectos de la crisis económica iniciada
en 2008 han llevado a la población a cuestionar la calidad de resultados, de con-
tenido y de procedimiento de las democracias occidentales mediante grandes ma-
nifestaciones y ocupación de espacios públicos y por la formación de movimien-
tos sociales como el del “15M” en España o el de “Occupy Wall Street” en Nueva
York, que protestan contra el excesivo poder que tienen las empresas en la toma
de decisiones políticas y el incremento de la desigualdad social.
291
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5.4.1. La constitución
292
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LEGITIMACIÓN
300
Las democracias
ciada por el cuerpo electoral. En todo caso el factor determinante del bicamera-
lismo es que la segunda cámara tenga competencia legislativa general.
Hay dos criterios de justificación del bicameralismo: uno moderado y otro fede-
ral. Se sigue un planteamiento conservador, o moderado, cuando se postula que debe
haber una segunda cámara de “enfriamiento”, para evitar que se tomen decisiones de
manera impetuosa al calor de debates, es decir, sin reflexión suficiente. Es, en defini-
tiva, una cámara que retarda la toma de decisiones para favorecer una segunda refle-
xión. La justificación federal es la dominante en la actualidad. La razón de ser de los
senados en este caso es la de facilitar una representación de los intereses territoriales.
Se puede decir que el sistema federal requiere un sistema bicameral, dado que las
unidades componentes deben estar representadas en un órgano separado. Es decir,
una de las cámaras, la cámara baja, representa a la unidad del sustrato humano de la
federación o comunidad federal, en tanto que la otra cámara, la cámara alta o senado,
representa la diversidad estatal, o sea, a las comunidades federadas. La dualidad de
cámaras es una consecuencia lógica de las peculiares condiciones del federalismo
La clasificación más interesante del bicameralismo es la que diferencia entre
bicameralismo simétrico o asimétrico, en caso de que ambas cámaras tengan o no
las mismas competencias, y bicameralismo congruente e incongruente, en el caso
de que tengan la misma o distinta representación política, es decir las mismas
mayorías partidistas. A partir de estas dos variables Lijphart ha construido la tipo-
logía siguiente:
El poder judicial es una pieza central y estructural del Estado de derecho. Su acti-
vidad consiste en aplicar las normas para dar una solución a los litigios concretos.
Es una actividad diferenciada encargada a órganos específicos que son los jueces
y los tribunales. Para que el Estado de derecho sea efectivo los órganos jurisdic-
cionales tienen que tener la facultad de poder comprobar la conformidad de las
leyes con el imperio de la ley, además los jueces han de ser fácilmente accesibles,
imperando el principio de acceso al juez natural.
301
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Las democracias
303
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No todas las decisiones políticas se toman siempre por un poder central. Hay di-
versos grados de centralización y descentralización en la toma de decisiones. Por
ejemplo, hay descentralización en los Estados de una federación y puede haber
descentralización a nivel regional o local. Por otra parte hay estructuras de poder
que superan el nivel de los Estados, a las que estos ceden parte de su poder, como
son la Unión Europea o la ONU.
La característica más general del Estado federal es que, a diferencia de lo que
ocurre en un Estado unitario, el poder central incide en el territorio sin la caracte-
rística de exclusividad y de forma desigual. El poder central coexiste con otras
unidades de poder de base territorial que son los Estados miembros del Estado
federal. En la práctica, en los sistemas federales el poder aparece diluido en una
serie de unidades políticas competitivas de carácter territorial. Frente a la tenden-
cia a la unificación que representa el Estado federal, los Estados miembros de la
federación representan la diversidad. Estos son los promotores de intereses, obje-
tivos y tradiciones particulares, mientras que el Estado federal promueve intere-
ses, objetivos y tradiciones comunes. Además, el sistema federal hay que enten-
derlo en términos dinámicos, como una situación de equilibrio entre fuerzas
integradoras que fortalecen el centro y fuerzas disgregadoras que pretenden la
separación y autonomía de las partes. El federalismo es una situación de equili-
brio entre fuerzas centrípetas y fuerzas centrífugas.
El Estado federal se ha presentado como la mejor respuesta a los problemas
que genera el cleavage centro-periferia porque maximiza la descentralización al
mismo tiempo que preserva la unidad del Estado, es decir, preserva la unidad
política. De hecho, en la práctica, el origen de los sistemas federales ha sido, bien
integrar unidades previamente separadas, es decir, la “federación” de unidades
preexistentes (federalismo para juntar), o bien “federalizar” un Estado unitario, un
Estado que anteriormente no tuviera una estructura federal, es decir, un sistema
centralizado (federalismo para mantener unido). El federalismo es en este último
caso una respuesta a la amenaza de desintegración. En este sentido, Linz ha anali-
zado el federalismo vinculado al multinacionalismo, al multilingüismo, al multi-
304
Las democracias
305
Política comparada
Los partidos políticos son unos actores centrales en la vida política contemporá-
nea. Las democracias actuales son democracias de partidos, y está aceptado que
las democracias no pueden funcionar sin los partidos políticos. Pero esto no siem-
pre ha sido así. Fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando se puso en
evidencia la utilidad de los partidos para promover programas de gobierno y mo-
vilizar al electorado, como ocurrió en EE.UU. con el partido demócrata, que im-
pulsó el programa del New Deal o con el laborismo británico y la democracia
306
Las democracias
cristiana alemana, que impulsaron las políticas del Estado de bienestar. Por otra
parte la experiencia del fascismo y del estalinismo pusieron en evidencia los peli-
gros que conlleva el régimen de partido único, que puede facilitar la implantación
de regímenes totalitarios. En conclusión, después de la Segunda Guerra Mundial
se extendió de forma generalizada la idea de que la democracia precisa para fun-
cionar adecuadamente de al menos dos partidos políticos: uno en el gobierno y
otro en la oposición. El o los partidos de oposición resultan imprescindibles para
llevar a cabo el control del poder característico de los sistemas democráticos.
Además, la oposición resulta necesaria para hacer posible la alternancia en el
gobierno.
Las características principales de los partidos son:
El último rasgo es el más característico de los partidos políticos, que los dife-
rencia de otro tipo de organizaciones como son los grupos de presión. Evidente-
mente, en muchos sistemas políticos hay pequeños partidos que son minoritarios
o que propugnan soluciones para una única cuestión y articulan un pequeño sector
de intereses, y que difícilmente pueden aspirar a conseguir la mayoría y gobernar.
Sin embargo, estos no dejan de ser partidos políticos en la medida en que su obje-
tivo prioritario es conseguir capacidad de negociación frente al Gobierno o inclu-
so pueden lograr la participación en Gobiernos de coalición.
La racionalidad que introducen los partidos en los sistemas políticos es que:
307
Política comparada
1. Ejercen el poder. Los integrantes de los partidos son los encargados de ocu-
par los cargos políticos, tanto en los órganos de representación como en los
ejecutivos o de gobierno, y de tomar las decisiones requeridas en el sistema
político.
2. Formulan las demandas al sistema político. Son los que canalizan las deman-
das mediante los programas de partido y en las propuestas legislativas que
más tarde se traducen en las políticas concretas. Cuando median en el proceso
de delegación, los partidos generan una especie de “contrato implícito” de re-
presentación entre los ciudadanos-votantes y el Gobierno, que se hace mani-
fiesto en las propuestas que promueven en el ámbito institucional.
3. Reclutan a la clase política. Esta es otra función central de los partidos, ya que
a través de ellos se lleva a cabo la selección de las personas que van a ocupar
los puestos de gobierno. En los sistemas democráticos la carrera política se
308
Las democracias
A) El sistema de partidos
1: 0,41 = 2,4
309
Política comparada
Multipartidismo
atomizado
Figura 5.4. Tipología de sistemas de partidos competitivos de Sartori
310
Las democracias
riza por un pluralismo limitado y una distancia ideológica relativa entre los parti-
dos. Se asemeja al bipartidismo por la competición centrípeta. Con el multiparti-
dismo moderado se forman Gobiernos de coalición o Gobiernos minoritarios de
un sólo partido; además, caben coaliciones alternativas. La fragmentación del
sistema entre tres y cinco partidos responde a la segmentación social, es decir, a la
existencia de una división social causada por una configuración multiconfesional
o poliétnica de la sociedad, como es el caso de Holanda o Bélgica.
El multipartidismo polarizado se caracteriza por el pluralismo extremo y por
una larga distancia ideológica entre los partidos. La polarización es de carácter
ideológico y es la que determina la fragmentación del sistema de partidos. Domi-
nan tendencias centrífugas de tal forma que las coaliciones de centro están blo-
queadas, aunque suelen gobernar partidos de centro. Un rasgo de este sistema es
la existencia de partidos antisistema importantes, como fascistas y comunistas,
que cuestionan la legitimidad del sistema y dan lugar a oposiciones bipolares, es
decir, a dos oposiciones excluyentes que no pueden sumar fuerzas. Ello dificulta
la alternancia. La oposición es irresponsable y no se modera con la posibilidad de
alcanzar el Gobierno. Ejemplo de este modelo es la Italia de la década de 1960 o
Chile antes de 1973.
El sistema de partido predominante se caracteriza por que hay un partido que
habitualmente gana la mayoría absoluta de los escaños, por lo que no hay alter-
nancia ni rotación de los partidos en el Gobierno. Ejemplo son la India con el
Partido del Congreso o de Japón con el Partido Liberal.
El sistema electoral es un factor clave para la conformación de los sistemas de
partidos. Un sistema electoral consiste en el conjunto de reglas que organizan las
elecciones, que se refieren a cómo se emiten los votos y cómo se distribuyen los
escaños entre los partidos. En la actualidad hay una gran diversidad y compleji-
dad de sistemas electorales. Atendiendo a la “fórmula electoral”, es decir, el pro-
cedimiento para contar los votos y distribuir los escaños, se distingue entre siste-
ma mayoritario, proporcional y mixto.
El mayoritario es el primero que apareció históricamente y se emplea en In-
glaterra y países anglosajones. La forma básica del sistema mayoritario, que se
conoce en inglés como the-first-past-the-post, se utiliza generalmente en distritos
uninominales en los que el candidato que más votos obtiene se lleva la represen-
tación del distrito. Otra configuración del sistema mayoritario es “a dos vueltas”:
si en la primera vuelta ningún candidato obtiene mayoría absoluta, sólo concurren
a la segunda vuelta los candidatos con mejores resultados.
El sistema proporcional apareció a finales del siglo XIX en Europa continen-
tal y se basa en la idea de que los partidos tienen que estar representados en pro-
porción a los votos que reciben. El sistema proporcional sólo puede utilizarse en
distritos plurinominales y tiene dos configuraciones básicas: el sistema de lista y
el sistema de voto único transferible. En el sistema de lista los escaños se reparten
311
Política comparada
entre las listas teniendo en cuenta la proporción de votos obtenidos por cada una;
hay distintos métodos para el reparto: D’Hondt, de restos mayores, etc. Con el
voto único transferible los votantes ordenan sus preferencias dentro de una rela-
ción (lista) que integra a todas las candidaturas formadas por las listas de los par-
tidos. Para el reparto se tienen en cuenta las primeras, segundas, etc. preferencias.
El mixto es una combinación de los anteriores, por ejemplo, estableciendo que
en unos distritos opere el sistema mayoritario (se elige un sólo diputado) y en otros
el proporcional. Se extendió por Europa tras la Segunda Guerra Mundial. En Ale-
mania este sistema sirve para dar la mayor proporcionalidad a la representación.
Duverger ha aludido al hecho de que el sistema mayoritario favorece el bipar-
tidismo y el proporcional el multipartidismo. En defensa del sistema mayoritario
se alega que favorece la formación de gobiernos monocolor que gozan de una
sólida mayoría, mientras que el sistema proporcional lleva a gobiernos de coali-
ción o minoritarios que necesariamente son más inestables. Se suele alegar que la
representación proporcional es más adecuada para sociedades segmentadas, es
decir, con cleavages étnicos o lingüísticos, en las que es necesario que los grupos
minoritarios estén representados. Pero también se señala que la representación
proporcional favorece la aparición de pequeños partidos que apelan a estos clea-
vages y fragmentan el sistema de partidos. J. M. Colomer ha defendido la teoría
de que los sistemas de partidos tienden a ser multipartidistas y estos a su vez tien-
den a requerir un sistema electoral proporcional.
312
Las democracias
tingue el número de partidos que forman el Gobierno: puede ser un sólo partido o
una coalición. Por ejemplo, en Inglaterra, España y Grecia habitualmente se for-
man Gobiernos de un sólo partido, mientras que en Holanda no ocurre nunca esto,
y es raro que ocurra en la mayor parte de los países europeos (véase figura 5.5).
Otra distinción es la que se refiere al apoyo parlamentario que tiene el Go-
bierno. En principio, todo Gobierno en el régimen parlamentario ha de contar con
el apoyo de la mayoría, es decir, de más del 50% de los parlamentarios, con lo
que el Gobierno puede superar fácilmente una moción de confianza. Sin embargo,
también puede darse un apoyo inferior al 50%, cosa que es cada vez más frecuen-
te. Entonces el Gobierno ha de negociar cada una de sus decisiones para evitar
que sean bloqueadas en el parlamento. En el primer caso hablamos de gobierno
mayoritario, mientras que en el segundo caso hablamos de gobierno minoritario.
Ahora bien, si tenemos en cuenta el número de partidos que forman el Gobierno y
su apoyo parlamentario, podemos distinguir tres supuestos: el gobierno mayorita-
rio de un sólo partido que cuenta con la mayoría parlamentaria, el gobierno de
coalición que está formado por varios partidos que tienen el apoyo de la mayoría
parlamentaria y, finalmente, el gobierno minoritario, que es aquel gobierno que
no cuenta con un mayoría suficiente en el parlamento.
R.
U
España
Grecia
Noruega
Suecia
Portugal
Irlanda
Dinamarca
Austria
Italia
Francia
Finlandia
Bélgica
Alemania
Luxemburgo
Holanda
0
20
40
60
80
100
313
Política comparada
Esta clasificación general tiene que ser matizada por las circunstancias en que
se desenvuelven los gobiernos y se hace preciso ampliar la tipología con catego-
rías complementarias, sobre todo a partir del hecho de que caben múltiples posibi-
lidades al gobierno de coalición. En consecuencia, cabe distinguir hasta cinco
categorías. Primero, el gobierno mayoritario, de un sólo partido. Segundo el go-
bierno de coalición de “talla mínima”, en el que participan un número mínimo de
partidos que consiguen tener la mayoría parlamentaria. Tercero, el gobierno de
coalición “sobredimensionada”, en la que participan más partidos de los necesa-
rios para obtener la mayoría parlamentaria. Cuarto, el gobierno minoritario con
soporte parlamentario, que en realidad se trata de un gobierno con una mayoría
disfrazada, porque se basa en acuerdos parlamentarios de legislatura por los que
el gobierno minoritario recibe un apoyo parlamentario mayoritario. Quinto, el
gobierno minoritario genuino, que únicamente cuenta con la fuerza del partido en
que se apoya y gobierna sobre la base de pactos puntuales. Finalmente cabe ha-
blar de gobierno minoritario de coalición.
Entre los datos que podemos manejar en el análisis comparado del gobierno de
partido disponemos, por un lado, de los aportados por Lijphart en su obra Modelos
de democracia, donde clasifica los gobiernos habidos entre 1945 y 1996 en 36 de-
mocracias, y por otro lado de los aportados por Gallaher, Laver y Mair en su estu-
dio sobre las democracias de Europa occidental entre 1945 y 1992 (cuadro 5.4).
Las diferencias que se observan entre los datos del cuadro se deben a que en
los aportados por Lijphart tienen un gran peso las democracias de corte anglosa-
314
Las democracias
jón de influencia británica, donde imperan los gobiernos mayoritarios. Sin embar-
go, si el análisis se circunscribe a Europa occidental, se observa que priman los
gobiernos de coalición y, asimismo, los gobiernos minoritarios tienen mucha re-
levancia. Esto último es consecuencia de que en muy pocas ocasiones un sólo
partido consigue la mayoría parlamentaria, porque está muy extendido el sistema
electoral proporcional, que suele generar multipartidismo y este tipo de gobiernos.
Los países que suelen tener gobiernos mayoritarios son Inglaterra, Nueva Ze-
landa, y otros países anglosajones por la tradición bipartidista. También se han
dado gobiernos mayoritarios en España y Grecia. Suelen darse gobiernos con
coaliciones sobredimensionadas en Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Alemania.
Ha habido gobiernos con coaliciones de talla mínima con frecuencia en Bélgica,
Austria, Alemania y Holanda. Finalmente, los gobiernos minoritarios son típicos
de Dinamarca, Suecia, Noruega, y en menor medida en Italia, Finlandia y España.
La teoría de las coaliciones ha tratado de dar explicación de la racionalidad
que impera en la formación de los gobiernos de coalición, de aquí que se distinga
entre coaliciones de talla mínima y sobredimensionadas. Hay dos criterios básicos
que se siguen para analizar y explicar las coaliciones. Uno parte de la hipótesis de
que entre los partidos impera el punto de vista del “reparto de cargos” al formar la
coalición, es decir, los partidos participan en las coaliciones porque quieren repar-
tirse el “botín” del poder que, además, da prestigio a los partidos. El otro criterio
que se maneja para explicar la formación de las coaliciones parte de la hipótesis
de que los partidos pretenden ante todo el desarrollo de un programa o de unas
políticas concretas. El debate radica en determinar cuál de los dos es más deter-
minante de la formación de las coaliciones de gobierno.
La existencia de coaliciones de talla mínima se ajusta al criterio del reparto de
cargos. En este sentido Riker ha señalado que las coaliciones sólo se formarán
teniendo en cuenta el número mínimo de escaños necesario para obtener la mayo-
ría y así maximizar las ganancias en términos de cargos a ocupar. En esta misma
línea Leiserson ha apuntado que las coaliciones han de tener el número mínimo
de partidos que facilite la negociación entre los mismos. Mientras que el punto de
vista de valorar el programa electoral ha sido defendido por Axelrod que ha seña-
lado que la formación de coaliciones se debe a la “conexividad” programática
entre los partidos. Según este autor, toda coalición tiene que conectar partidos
adyacentes en la escala izquierda-derecha. Completando este punto de vista Laver
y Shepsle señalan que, además de la conexión ideológica entre partidos, tiene que
darse la “viabilidad política” de una coalición, es decir, la posibilidad real de im-
plementación de los programas, que se concreta en los acuerdos de coalición. Esta
teoría nos permite dar una explicación de la razón de ser de las “coaliciones so-
bredimensionadas”, ya que la conexividad y viabiabilidad puede exigir que la
coalición supere el número de escaños y partidos exigibles para formar una mayo-
ría estricta.
315
Política comparada
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Las democracias
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