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Valsendero:

Roberto Rodríguez Guerra a la sombra de Doramas


(20/10/2018)

I
Preámbulo: la pregunta por los orígenes

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por los orígenes o, mejor aún, por sus
orígenes, por el entorno natural y el espacio social en el que has nacido y ha
transcurrido buena parte de tu vida? En mi caso, esas preguntas surgieron hace ya
tiempo cuando regresaba del Instituto de Teror o del Pérez Galdós de Las Palmas.
Eran tardes en que volvía a casa caminando desde Valleseco a Valsendero, no pocas
veces bajo la lluvia y deseando que alguien te recogiera por el camino. Entonces
cuando, a mitad de recorrido, traspasaba la vuelta de La Pedrera o me asomaba a
los altos de La Cuesta vislumbraba a lo lejos el pueblo, me acercaba lentamente a él
y me preguntaba por algunos de los sugerentes nombres de sus lugares (El Salopón,
La Gallega, La Gerina, Los Hijos, La Hoya del Mocán, El Traguillo, Las Casillas, El
Malpei, El Andén,…). Estos interrogantes e inquietudes prosiguieron durante largo
tiempo en conversaciones en familia, entre amigos y amigas del pueblo y, en suma,
con las gentes de Valsendero. Podría decirse así que, tanto en solitario como con
otras personas, las preguntas acerca de los comienzos de nuestro pueblo, por sus
primeras casas y pobladores, por su nombre y el de sus lugares, por los orígenes y
peculiaridades de su flora y fauna,…, eran frecuentes. Pero, al menos en lo que a mí
concierne, las respuestas a estos interrogantes habían quedado siempre en algunas
conjeturas y muchas suposiciones. No obstante, hace unos meses me tropecé con
un amigo -experto y amante de jardines- que, en el contexto de una conversación
sobre una visita que había realizado a Corvo (Moya), me animó a que leyera una
pequeña y encantadora obra, por momentos irónica, a ratos divertida y en el fondo

1
no exenta de cierto romanticismo. Esa obra no era otra que Don Chano Corvo
(Crónica de un jardinero y su jardín) de José Miguel Alzola.1
La obra de Alzola que acabo de mencionar está dedicada a Sebastián María de
los Remedios Victorio González Corvo de Quintana, por todos conocido –dice el
propio Alzola- como Chano Corvo. En ella nos relata su retiro a la finca y casa de
Corvo tras la muerte de su amada novia (María del Pino de Quesada y Déniz) y su
decisión de construir, como lugar de recogimiento y recuerdo de su fenecida
prometida, «uno de los lugares más bellos de Gran Canaria: el Jardín de Corvo».2 Al
margen de la amena crónica que Alzola nos traslada acerca de la dolorosa
experiencia de Chano Corvo, de los detalles de su empeño en la construcción del
Jardín y de otras experiencias posteriores, lo cierto es que el lugar en que fue
construido dicho jardín está muy cerca (casi a la vista) de Valsendero y –al igual que
él- forma parte del espacio natural que antiguamente se conoció como La Selva o El
Bosque de Doramas. De hecho, la obra de José Miguel Alzola nos brinda una suerte
de historia de la familia de González-Corvo, que ya a comienzos del siglo XIX y a raíz
de los Repartimientos de los baldíos de la jurisdicción del pueblo de Moya, «obtuvo y
disfrutó una generosa heredad en Doramas». Y, precisamente por esto, Don Chano
Corvo (Crónica de un jardinero y su jardín) comienza con un nostálgico recuerdo de
«La selva profanada», esto es, del extenso bosque que rodeaba el monte al que
Doramas -«el último de los canarios»3, líder y dirigente indígena de Telde y Tamarán
(Gran Canaria)- elige «para refugio de su rebeldía» frente a los conquistadores

1
José Miguel Alzola (1913-2014) nació en Las Palmas de Gran Canaria y fue –entre otras cosas- abogado y miembro de
diversas instituciones (Presidente de El Museo Canario 1972-1987, miembro de la Real Academia Canaria de Bellas
Artes, etc.). Fue nombrado Premio Canarias de Patrimonio Histórico y también Hijo Predilecto de Las Palmas. Pero
Alzola fue sobre todo un humanista, un historiador y autor de diversos trabajos sobre Gran Canaria y sobre Canarias.
Entre ellos destacan, además de la obra ya mencionada, Historia del Ilustre Colegio de Abogados de Las Palmas, La
rueda en Gran Canaria, El millo en Gran Canaria, La Semana Santa en Las Palmas, El Bosque de Doramas, La Cueva
Pintada de Gáldar, El imaginero José Luján Pérez 1756-1815, Biografía de una calle: La Peregrina, Iconografía de la
Virgen del Pino o, por último, una Breve Historia de las Islas Canarias.
2
José Miguel Alzola, Don Chano Corvo (Crónica de un jardinero y su jardín, Las Palmas de Gran Canaria, Litografía-
Imprenta Marcelo, 1973, p. 15.
3
José de Viera y Clavijo, Historia de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, Volumen II, p. 93 (edición,
introducción y notas de Manuel de Paz Sánchez).

2
encabezados por Pedro de Vera. Desde entonces –asevera Alzola- «monte y rebelde
llevarán en adelante un mismo nombre, y esta identidad se prolongará más allá de
su muerte».4
La lectura de esta obra me sumergió en un espacio natural y un imaginario
simbólico (el Bosque de Doramas) del que forma parte el entorno en que nací, en el
que transcurrió mi juventud y al que vuelvo frecuentemente, esto es, Valsendero. Y
fue esto lo que me animó a volver sobre aquellos interrogantes a que me refería al
inicio de estas páginas.
Así pues, el propósito último de estas y otras páginas que quizá vean la luz en
un futuro es esbozar -en la medida en que ello me sea posible- unos pocos apuntes
acerca de Valsendero y algunas de sus vicisitudes. Pero no se trata–lejos de mí esa
intención y posibilidades- de «una historia de Valsendero». Ni siquiera aspiran a
constituirse en «crónica» del mismo. Pretenden, más bien, dar pie a lo que
describiría como «pequeños relatos sin mayor orden ni concierto» acerca de
acontecimientos, problemas, personas,…, que han ocurrido y vivido en diferentes
momentos de nuestra particular historia como pueblo. Esos relatos comenzarán –
como seguidamente se verá- con un pequeño acercamiento a Valsendero y su
relación con el Bosque de Doramas (II) y con una indagación acerca los primeros
topónimos con que fue conocido (III). En todo caso, dado el carácter de apasionada
pero ocasional ocupación que tendrán estos apuntes, no está de más indicar que -a
día de hoy- no sé ni cuántos serán, ni de qué se ocuparan, ni cuándo verán la luz. Ni
siquiera tengo la certeza de si tendrán continuidad, pese a que algunas ideas y
proyectos están ya en la fragua. Otra cosa es que logre doblegar el hierro.

4
José Miguel Alzola, Don Chano Corvo (Crónica de un jardinero y su jardín, p. 7.

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