You are on page 1of 1

¿Y la libertad de expresión?

Por: Mario Morales


MUY A PESAR DEL ALARDE EN Disminución de asesinatos de periodistas, no le fue bien a la
prensa, ni a la libertad de expresión en estos ocho años.

No se puede exhibir como logro que haya habido, por lo menos, 27 periodistas
asesinados de 2002 a 2009, como documenta la Flip. Si bien ese promedio
disminuyó, otros como las amenazas subieron: 45 en 2002, 74 en 2009. Y de
manera solapada, engordaron nuevas y sofisticadas amenazas a la prensa,
además de las “tradicionales” de intimidación, agresión, censura y muerte.

Esos nuevos ataques a la prensa, en medio de la polarización política y


concentración de medios, fueron, de manera sistemática: acoso judicial,
estigmatización o señalamientos indebidos, proyectos de ley limitantes,
obstrucción del trabajo, avalancha de propaganda política disfrazada de
información, presión laboral o de la pauta, y la “cacería de brujas”, o DAS-gate,
como la denominó Reporteros Sin Fronteras, para caracterizar el espionaje,
seguimiento y desacreditación de, al menos, 16 reporteros según informe a mayo
de 2010. Sin contar otros atinentes a las rutinas y prácticas, como ruedas de
prensa sin preguntas, invitación a giras, entrega de material editado y el “aceitado”
a la puerta giratoria entre periodismo y gobierno.

Las víctimas de neo-censura en ocho años superan de lejos el millar. En 2009


hubo 258 en 129 casos documentados por la Flip, lo que nos significó el nada
honroso lugar 126 entre 175 países (según RSF). Víctimas, entre la multitud de
reporteros anónimos, son Hollman Morris, Claudia Julieta Duque, Jorge E. Botero,
Daniel Coronell, Carlos Lozano, Claudia López, Javier Darío Restrepo, Alfredo
Molano, Álvarez Gardeazábal, Ramón Jimeno, Pascual Gaviria, Ma. Elvira Samper
y Rodrigo Pardo.

Pero, ¿hubo libertad de expresión? Para responder, resulta apropiada la metáfora


de Neil Postman, de la Universidad de Nueva York, al plantearse si a un río,
después de contaminado, se le puede seguir llamando río. Ha habido tantos
cambios acumulativos en las aguas del periodismo que la libertad de expresión
está contaminada, y puede ser tóxica, aunque con vida, pero lejos del río
transparente que el Gobierno, terco en su balance, insiste en presentar.

You might also like