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En este módulo nos concentraremos en la construcción como lector de cada persona involucrada en
la tarea de generar experiencias significativas en torno a la lectura y la escritura, para esto se
desarrollarán cuatro unidades en las que tendremos la oportunidad de explorar nuestra propia
historia lectora, a partir de la revisión de nuestra autobiografía para, posteriormente, darnos la
oportunidad de transitar por la literatura universal, infantil y juvenil y, por último, construir
herramientas para la construcción de puentes intertextuales que permitan ser conscientes de los
procesos que están involucrados en la promoción de lectura y escritura.
Objetivo
Introducción
“Me desperté por el sonido de la alarma del celular. Lo busqué por dos segundos
hasta que lo encontré en la mesa de noche, encima de los libros, donde siempre
lo dejo. Apagué la alarma y vi que eran las 5:30 de la mañana. Durante los
siguientes treinta segundos pensé en qué hora sería. Hasta que recordé que
había puesto la alarma a las 5:30 y que, efectivamente, había visto que eran las
5:30 de la mañana…”
Probablemente, nos tardaría más de una hora, más de dos y hasta más de un día completo
responder a la pregunta: ¿qué hiciste hoy? Para entonces, muy seguramente, nuestro
interlocutor ya se hubiera asombrado y cansado del tamaño de nuestro ego. Olvidar,
generalizar y pasar por alto es una tarea más que necesaria. Basta recordar la vida de Funes
el memorioso1:
Así, saludable e inevitablemente, todos los seres humanos pasamos por alto muchos de los
detalles de la vida, de lo que hacemos y, por supuesto, de cómo, por qué y qué leemos. Han
sido muchos los investigadores que se han dedicado a entender el olvido y el recuerdo, dos
procesos indisociables. Este módulo estará dividido en dos partes: en la primera hablaremos
acerca del olvido en su relación con la lectura y, en la segunda, hablaremos de la
autobiografía y la historia lectora, que nos serán útiles para recordar lo olvidado.
Bernard Lahire, sociólogo francés, investigó muchos años los factores que incidían en que
fuera mayor la diferencia entre lo que las personas «dicen que hacen» y lo que
«efectivamente hacen». Para ello, tomó como uno de sus ejemplos la lectura. Así, observó e
identificó la manera en que las personas leían y lo contrastó con lo que ellas mismas decían
acerca de sus lecturas. De este modo, él identificó varios factores que hacían que algunas
prácticas de lectura se volvieran “invisibles”, se pasaran por alto y, finalmente, se olvidaran.
Es importante mencionar estos factores porque, a la postre, serán vitales para identificar las
1
Es un cuento de Jorge Luis Borges en el que Funes tiene la capacidad de recordarlo todo, ver cuento aquí:
http://www.literatura.us/borges/funes.html
diferentes experiencias que cada uno ha tenido con la lectura desde la primera infancia. Los
factores que identificó son: la institucionalización, las actividades principales y secundarias,
las actividades representativas y, por último, el efecto de legitimación, que toma prestado de
Pierre Bourdieu, también sociólogo francés.
Antes de leer qué son cada uno de estos factores, escuchemos en el programa de radio
“Hojas de lectura” la experiencia que Sebastián Prieto y Leonardo Velásquez tuvieron con
los libros en su infancia, pues son buenos ejemplos de cómo funciona el olvido y el recuerdo
en nuestras primeras experiencias lectoras:
https://soundcloud.com/user-316027004/la-autobiografia-y-la-historia-lectora
Las actividades principales y secundarias se refieren a que se recuerda con mayor facilidad la
actividad principal que se lleva a cabo, mientras que las actividades secundarias, que son un
medio para alcanzar la principal, se olvidan rápidamente. Lahire ofrece el ejemplo de un
encuestado que cuando se le pregunta por cómo armó un mueble no menciona haber leído
las instrucciones de armado entre las tareas que llevó a cabo, aunque efectivamente leer el
manual haya sido una de las actividades (Lahire, 2006, p. 141). Es decir, que una lectura se
recuerda más cuando es la actividad principal, cuando es un fin en sí misma. Si es solo un
medio para un fin es mucho más fácil que esa experiencia de lectura se diluya en la memoria.
Vemos en Hojas de Lectura que la respuesta de Sebastián hace que Leonardo evoque el
recuerdo de su madre haciéndole leer recetas de cocina. Este recuerdo no había sido tenido
en cuenta por Leonardo porque leer recetas de cocina es una actividad secundaria. Aunque
la receta indique cómo preparar los alimentos, ¡lo importante es prepararlos bien!
Las actividades más representativas se refieren a que en cada grupo de prácticas hay siempre
unas que son más representativas que otras. Por ejemplo, aunque se lea tanto cuando
leemos un manual de un juguete como cuando leemos un libro de filosofía, en el grupo de
las lecturas, leer un libro es más representativo que leer un manual. Esa es la razón por la
que para averiguar los índices de lectura nos preguntan por libros leídos y no por manuales
o recetas de cocina leídas. Nos dice Lahire
Las conclusiones de Sebastián Prieto en Hojas de lectura ilustran lo que el sociólogo francés
llamó las actividades más representativas. Las relaciones con la lectura no empiezan solo
cuando se lee buena literatura, ocurren de formas tan cotidianas: la oralidad, las adivinanzas,
los chistes, las recetas de cocina, el amor a los padres y los cuidadores. Desde niños estamos
creando una relación con la lectura.
La suma de estos factores incide en que cuando a una persona le preguntan por su relación
con la lectura tienda a subestimar su experiencia. Incluso puede llegar a pensar que tal
relación no existe, cuando, en realidad, todos tenemos una relación con la lectura. Un
ejemplo perfecto es el caso de los adultos mayores que no saben leer o que aprendieron ya
siendo mayores. Cuando se les realizó una biografía lectora se encontró que han tenido
desde niños experiencias profundas con la lectura: recuerdan vívidamente cómo nació el
deseo por la lectura, recuerdan la frustración de no poder leer y, por último, recuerdan la
alegría de, por fin, aprender (Castiblanco, 2017).
De esta manera los seres humanos, desde nuestro nacimiento, tenemos experiencias ligadas
a la lectura que pueden ser positivas, neutrales o negativas. Que pueden ir desde el deseo
de la lectura, pasar por el recuerdo de nuestros padres leyendo un cuento o hablando del
periódico e, incluso, la tristeza al leer una carta, una noticia o un boletín de notas. La relación
con la lectura se da con el solo hecho de vivir, es una experiencia tan cotidiana que puede
pasarse por alto, como perder las gafas y, súbitamente, descubrir que ya las teníamos
puestas.
En esta sección, vimos algunos factores que hacen invisible nuestra relación con la lectura:
no hay un tiempo específico para la lectura, no es una rutina, no está institucionalizada; la
lectura no es un fin en sí mismo, es un medio o una actividad secundaria; o las lecturas que
hacemos no son las más reconocidas en el mundo de las lecturas, leemos noticias deportivas,
consejos de salud o recetas de cocina (actividades más representativas y efecto de
legitimación). En la siguiente sección presentamos formas para recordar y hacer visible
nuestra relación con la lectura.
Nuestra autobiografía lectora y la historia lectora de los demás
La lectura es una experiencia social que es diferente en cada ser humano, aunque muchas
personas tengan experiencias similares. Esto se debe a que leer es una palabra que se llena
de sentido dependiendo de las vivencias personales pero también de factores que inciden
en la vida de grupos de seres humanos, como la nacionalidad: es diferente leer en Colombia
que en Nepal; el tiempo histórico: había cosas que antes no se podían leer que ahora sí,
formas de leer que existieron pero que ya no existen más; el momento de la vida, si se es
niño, adulto o adulto mayor; y así se puede seguir con un sinfín de características comunes,
que moldean una experiencia individual.
La autobiografía lectora es una herramienta que nos permite dos cosas principalmente:
1. Nos permite descubrir las formas particulares en las que la lectura ha moldeado
nuestras vidas. Nos permite hallarle sentido a las emociones que nos despierta la
lectura, encontrar un origen al gozo de la lectura o a la repulsión por ella.
2. Nos permite descubrir que, así como nuestra vida ha sido marcada por la lectura, la
vida de los demás también, es decir, todos tenemos una historia lectora. Y, en el caso
de las personas que promovemos la lectura, nos permite ser conscientes de que
somos y seremos una parte activa de la autobiografía y de la historia lectora de otros
seres humanos.
Ya que el fin de este módulo es reconocer cómo la lectura nos ha moldeado desde que
nacimos y reconocer cómo la población con la que trabajamos está siendo impactada por la
lectura, mostraremos cómo se hace una autobiografía desde el nacimiento hasta la
adolescencia.
Para empezar a realizar una autobiografía, es necesario definir un límite y darle una dirección
o un orden a la información que se recoge. Para este caso, como ya dijimos, lo haremos
desde la infancia hasta la adolescencia, se puede fijar otro límite u otro periodo, como la
juventud. Para darle una dirección uniforme, nos centraremos en dos variables: el tiempo y
el espacio. Cuando hablamos de tiempo, nos referimos a que la autobiografía se hará en
orden cronológico, es decir, desde lo más antiguo hasta lo más reciente. Cuando hablamos
de espacios, nos referimos a que serán estos las estaciones de la autobiografía, serán los
puntos de quiebre, lo que nos permitirá revivir los detalles de la lectura en nuestras vidas.
Si bien una autobiografía es una biografía que uno hace de sí mismo, esto no quiere decir
que uno la haga solo. Sentarnos a escribir una autobiografía que comience con nuestra niñez
a partir de nuestros recuerdos puede ser una tarea ardua y, seguramente, infructuosa, pues
la mayoría recuerda poco sobre lo que vivió antes de los cinco años. Nuestra autobiografía
debe empezar con los recuerdos de los otros. Escribir una autobiografía requiere realizar
previamente una labor de investigación.
Para poder escribir nuestra autobiografía tenemos que apelar a diferentes tipos de archivos,
tres, por lo menos:
1. Fotografías: es importante que en estas
aparezcamos en diferentes espacios y
en diferentes edades. Los álbumes
familiares son un gran insumo. Las
fotografías son detonadores de
recuerdos, tanto para nosotros como
para aquellos que nos criaron.
2. Objetos: es importante indagar si
alguien de nuestra familia guarda
algunos elementos que alimentaron
nuestra experiencia lectora, pueden ser
cuadernos viejos, libros infantiles, 4 Ilustración de Ivar da Coll en Azúcar
dibujos, cartillas, etc. Si tenemos
biblioteca o algún lugar donde guardan libros, visitémoslo y tratemos de recordar
cuáles son los más importantes.
3. Las personas con las que crecimos o con las que nos criamos. Estas personas
ayudarán a construir los momentos de la vida que no recordamos. Hagamos una
lista con esas personas.
Si bien no es imprescindible disponer de todos los archivos, entre más información tengamos
mejor resultará nuestra autobiografía. Una vez se tengan los archivos debemos seguir los
siguientes pasos.
Crear dos líneas del tiempo: una pública y una íntima
Apelando a la memoria y las fotografías, se podría construir una línea del tiempo que tenga
en cuenta las fechas y los espacios que marcaron nuestra infancia. No nos centremos solo
en espacios de lectura convencionales como la escuela o las bibliotecas, la idea es indagar
por nuestra relación con la lectura en todos los espacios que nos marcaron. Aun así,
tengamos en cuenta los siguientes espacios que son los que suelen ser comunes en nuestra
experiencia con la lectura: las casas en las que crecimos, las casas de los amigos o de
familiares cercanos, los jardines y los colegios en los que estudiamos, los espacios donde
jugamos y donde pudimos hacer lecturas o escrituras privadas, como el diario, la parte
trasera de los cuadernos, el cuarto o la biblioteca.
Es de gran ayuda hacer una línea del tiempo que podamos presentar a nuestros conocidos y
otra íntima, una que no tengamos que mostrar a nadie y que nos ayude a entender nuestra
relación con la lectura.
Al aceptar esta invitación de hacer una autobiografía lectora, la línea del tiempo podría verse
así:
Evento Fecha Espacios
Una vez hayamos hecho la línea del tiempo, ubiquemos en esta los objetos y las fotografías
que recopilamos.
3. Recorramos la línea del tiempo con nuestros conocidos
Para seguir con el proceso ilustrativo, tomemos la línea del tiempo que construimos, los
objetos y fotografías que recopilamos, y vayamos a donde esas personas que hicieron parte
de nuestra infancia: la profesora del jardín que a la vez es la vecina, el abuelo, la nana, etc.
Preguntemos, primero, por el contexto general de cada espacio, de cada evento, de cada
edad, es decir, cómo eran los lugares, qué personas eran las más cercanas en ese entonces,
qué cosas nos gustaban, qué cosas no nos gustaban. Posteriormente, indaguemos por
nuestra relación con la lectura: ¿Cómo éramos en el jardín? ¿Cómo fue nuestro aprendizaje
de la lectura? ¿Nuestros padres nos leían? ¿Qué cosas nos leían? (Recordemos preguntar por
más cosas que por libros. Preguntemos noticias, salud, deportes, belleza, libros religiosos,
etc.) ¿Cuál fue la peor o la mejor de lectura que recordamos?
Escribamos una autobiografía en la que dialoguen las fotografías y los objetos que
recopilamos, nuestros recuerdos con la lectura, que estarán apoyados con la línea del tiempo
que no le mostraremos a nadie, y los recuerdos que nuestros conocidos tienen sobre
nosotros.
Ahora que conocemos cómo se realiza una autobiografía lectora a profundidad, tengamos
en cuenta algunos de esos aspectos para realizar la actividad de la unidad.
Actividades Unidad 1
Orientaciones
Una vez haya leído y observado los materiales que hacen parte de la unidad:
1. ¿Cuáles son los lugares, personas y libros que han estado presentes y han dejado
una huella en nuestra vida como lectores?
Para esto pensemos en la siguiente frase del autor Arturo Pérez Reverte “Y es que
un libro no es sólo un libro. Es también, entre otras cosas, los lugares donde lo
leíste, el consuelo que te dio en cada momento, la diversión, la compañía” y
tratemos de describir una imagen a manera de un retrato hablado, de una
situación que haya sido significativa en torno a estos tres (3) elementos de
nuestra autobiografía lectora (lugares + personas + libros).
Bibliografía
Borges, J. (1983). Narraciones. Bogotá: Oveja Negra
Heath, S. (1982). What no bedtime story means: Narrative skills at home and school.
Language in Society, 11(1), 49–76.
Molina, L. (2013). Guía para la autobiografía. Documento para el espacio Identidad del
Estudiante. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.
Moreno, L. (2004). La formación de lectores en la escuela. Bogotá, Colombia.
Vásquez, F. (2007). La autobiografía como herencia socrática. En F. Vásquez, Educar con
Maestría. Bogotá.