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Introducción
Primera Parte
Exclusión de la Iglesia y su Doctrina Social del ámbito público
1. El fenómeno de la secularización
1
donde se expresa dicho concepto, otorgándole un relieve particular a la secularización del
poder político. En un segundo momento, examinaremos el proceso secularizador
delimitado al contexto de la cultura Occidental, centrándonos de modo especial en el
periodo de la Ilustración.
2
entre la dimensión moral y la técnico-económica triunfó la segunda, provocando ‒según
Habermas‒ que la modernidad sea un «proyecto moral inconcluso».
3
En la edad pre-moderna, el cristianismo articulaba en solitario la identidad del
sujeto y la sociedad. Las minorías religiosas, como judíos y musulmanes, vivían en guetos.
Con la Reforma se puso en el banco del acusado a la cosmovisión dominante provocando
su ruptura. La misión de cada iglesia consistía en aniquilar las iglesias percibidas como
falsas generando conflictos. Dado que ninguna comunidad logró imponerse, cambió la
organización política. Locke Hobbes y Rousseau pusieron las bases de la democracia
liberal. Según sus ideas, imponer una religión apoyándose en el poder político genera
conflictos; no se puede establecer públicamente cuál es la religión verdadera; por ende,
toda iglesia debe separarse del poder.
El Estado no toca la libertad de culto, salvo si algunas religiones violan la
estabilidad social o ciertas prácticas rituales atenten contra la vida del sujeto. La clave del
liberalismo es que puso al centro al individuo y su libertad de conciencia. Y la religión, al
limitarse a la relación íntima del hombre con Dios es privatizada. Además, no puede
participar en asuntos públicos porque los creyentes intervendrían inspirándose en
teofanías, dogmas, textos sagrados y en las disposiciones de las autoridades religiosas que
no son compartidos. Ante esta situación, la razón secular, se erguirá como el principio
para interactuar en la dimensión pública. El reto consiste en superar la exclusión de la
religión y de su Doctrina en el ámbito público.
Segunda Parte
El lugar de la Iglesia y su Doctrina Social en un Sistema Democrático
En esta parte nos limitamos a describir el lugar que ocupa la Iglesia Católica y su
Doctrina Social en un Sistema Democrático; además, presentamos un camino hipotético
que la Iglesia debería seguir para expresarse sobre cuestiones públicas.
1. Estado democrático
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civil es el ámbito de lo privado, aquella dimensión que escapa al control estatal, como el
trabajo, la familia y la participación en grupos como las iglesias. En lo que sigue
describimos la estructura de un Estado democrático laico, compuesto por la comunidad
política considerada como dimensión pública y, la sociedad civil cual ámbito privado.
La Iglesia se coloca en el mundo civil que alberga una pluralidad de visiones del
mundo, ante las cuales no pretende asumir el monopolio ni le disputa el poder al Estado.
Un primer grupo de autores neoliberales se restringen a «describir» la sociedad civil. Para
Rawls, la comunidad política se limita al ejercicio del poder ejecutivo, legislativo y
judicial. En cambio, la sociedad civil constituye las asociaciones que forman parte de lo
«no público». Barber, en la misma línea de Rawls, escinde el ámbito público del privado:
en un lado la política, en el otro el trabajo, el ámbito del libre asociacionismo. Según
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Gutmann y Thompson el espacio público es el contexto estatal; mientras que la sociedad
civil es vista como un campo de «entrenamiento deliberativo», previo al foro público.
Un segundo sector de autores concede a las asociaciones civiles, una dimensión
«activa». Rogers con su enfoque de «asociaciones fuertes», se refiere a los individuos o
empresas que condicionan a los organismos estatales. Cohen afirma que dichos grupos
influyen en la vida pública buscando su beneficio. Según Christiano las propuestas fuertes
son articuladas por los grupos de poder; sin embargo, suelen privatizar las ganancias y
socializar las pérdidas. Para Cortina, la sociedad civil posee determinadas «asociaciones
débiles» donde los ciudadanos, motivados en la solidaridad, trabajan con los últimos y
ayudan al Estado.
Un último grupo de autores otorga a las asociaciones un rol «normativo».
Habermas busca que los grupos de la sociedad civil discutan sobre sus problemas y
colaboren en la creación de las normas. Dryzek entiende que la labor de las asociaciones
debe ser, por un lado, la crítica al Estado, y por otro, resolver problemas de la sociedad
civil. Para Bohman, la sociedad civil es el conjunto de grupos que participan directamente
en el sistema político. En la misma línea, Cortina retiene que el sistema político debe
comprometerse en la solución de los problemas sociales, así como las asociaciones que
trabajan motivadas en la solidaridad deben influir en la creación de las leyes para regular
el mercado financiero.
El conglomerado de autores que otorga a los grupos laicos y religiosos una función
participativa y «normativa» constituye la postura ideal para participar en la estructura
política al momento de la creación de normas justas. En lo que sigue, nuestro interés se
concentra en describir la relación entre la cosmovisión laica y la Iglesia, presentes en la
sociedad civil, desde la óptica de Rawl y Habermas. Éstos enfoques nos muestran cómo
la Iglesia puede “recuperar la voz” en ámbito público.
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mundo se lleva a cabo, desde el cómo creemos que es. De hecho, Popper fija la
contrastabilidad de las teorías científicas en la falsabilidad. Dicha conjetura dice que una
teoría es considerada verdadera, porque aún no se ha falseado su hipótesis sobre la realidad.
El segundo problema sostiene que los sujetos considerarán como racional los
conocimientos de su cosmovisión y como irracionales los conocimientos de las otras
visiones. Ante esto, la razón laica garantizaría un marco cognitivo común. Como
consecuencia, los creyentes, para no quedar excluidos, tienen que «traducir» sus
contenidos, antes de entrar en diálogo con los no creyentes.
Para comprender mejor el panorama del diálogo tocamos la idea de «persona». En
el sujeto se distingue la «identidad pública», que es común a todos los ciudadanos; y la
«identidad comprehensiva» que surge de la profesión de un credo, que no es compartida.
La persona también posee la «facultad moral» que surge de su concepción del bien y el
sentido de la «justicia». Asimismo, en la persona se evidencia «lo racional» que
corresponde a la elección de medios para lograr fines personales y «lo razonable», aquella
actitud de apertura a dialogar sobre cuestiones públicas proponiendo términos justos de
cooperación. Un individuo razonable traduciría el contenido de su cosmovisión y buscaría
reforzar el consenso sobre la justicia que ya existe al interior de una sociedad democrática.
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Al dialogar, el creyente debe renunciar a su aspiración de erigirse con el
monopolio interpretativo del mundo. El ciudadano arreligioso evitará de considerar a la
religión como algo irracional. No obstante, los contenidos de la doctrina social, para
ingresar en ámbito institucional, deben ser traducidos. Habermas, a diferencia de Rawls,
sostiene que en la esfera pública los creyentes pueden expresarse en lenguaje religioso
porque la tarea de traducción compete también a los no creyentes. Con esta apertura se
propone un proceso de aprendizaje recíproco que obligue, tanto al mundo laico como a la
Iglesia, a superar la incomunicación y abrirse al dialogo sobre las normas que deben
garantizar nuestros derechos. Además, tendríamos una “Iglesia en salida” del ámbito
privado a la esfera pública como sugiere Papa Francisco.
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II Parte
EL DESIGNIO DE DIOS PARA EL HOMBRE
1. La creación, la persona y su dignidad, Jesucristo como plenitud de lo
humano, Iglesia y humanización
La Biblia afirma que Dios es el creador de todas las cosas. En el Credo de Israel,
afirmar que Dios es Creador significa captar el horizonte original del actuar gratuito y
misericordioso del Señor en favor del hombre. Él, en efecto, libremente da el ser y la vida
a todo lo que existe. El hombre y la mujer, creados a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,
26-27), están por eso mismo llamados a ser el signo visible y el instrumento eficaz de la
gratuidad divina en el jardín en que Dios los ha puesto como cultivadores y guardianes
de los bienes de la creación.
En el actuar gratuito de Dios Creador se expresa el sentido mismo de la creación,
aunque esté oscurecido y distorsionado por la experiencia del pecado. La narración del
pecado de los orígenes (cf. Gn 3,1-24), en efecto, describe la tentación permanente y, al
mismo tiempo, la situación de desorden en que la humanidad se encuentra tras la caída
de nuestros primeros padres. Desobedecer a Dios significa apartarse de su mirada de amor
y querer administrar por cuenta propia la existencia y el actuar en el mundo.
La ruptura de la relación de comunión con Dios provoca la ruptura de la unidad
interior de la persona humana, de la relación de comunión entre el hombre y la mujer y
de la relación armoniosa entre los hombres y las demás criaturas. En esta ruptura
originaria debe buscarse la raíz más profunda de todos los males que acechan a las
relaciones sociales entre las personas humanas, de todas las situaciones que en la vida
económica y política atentan contra la dignidad de la persona, contra la justicia y contra
la solidaridad.
b) La persona y su dignidad
Las páginas del primer libro de la Sagrada Escritura, que describen la creación
del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1.26-27), encierran una
enseñanza fundamental acerca de la identidad y la vocación de la persona humana. Nos
dicen que la creación del hombre y de la mujer es un acto libre y gratuito de Dios; que el
hombre y la mujer constituyen, por su libertad e inteligencia, el tú creado de Dios y que
solamente en la relación con Él pueden descubrir y realizar el significado auténtico y
pleno de su vida personal y social; que ellos, precisamente en su complementariedad y
reciprocidad, son imagen del Amor trinitario en el universo creado; que a ellos, como
cima de la creación, el Creador les confía la tarea de ordenar la naturaleza creada según
su designio (cf. Gn 1,28).
El libro del Génesis nos propone algunos fundamentos de la antropología
cristiana: la inalienable dignidad de la persona humana, que tiene su raíz y su garantía en
el designio creador de Dios; la sociabilidad constitutiva del ser humano, que tiene su
prototipo en la relación originaria entre el hombre y la mujer, cuya unión «es la expresión
primera de la comunión de personas humanas »; el significado del actuar humano en el
mundo, que está ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza que
Dios ha impreso en el universo creado, para que la humanidad lo habite y lo custodie
según su proyecto. Esta visión de la persona humana, de la sociedad y de la historia hunde
sus raíces en Dios y está iluminada por la realización de su designio de salvación.
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En la misma línea, el Art. 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos
del 1948 afirma que: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros. Cabe mencionar que la Declaración surge después
de la II Guerra mundial (1939-º1945), fruto de la experiencia sangrienta del genocidio
judío y de la explosión de la bomba atómica; factores que pusieron en peligro a toda la
raza humana.
La Constitución de la República del Ecuador del 2008, en el Art. 3, n. 1., afirma
que “Son deberes primordiales del Estado: 1. Garantizar sin discriminación alguna el
efectivo goce de los derechos establecidos en la Constitución y en los instrumentos
internacionales, en particular la educación, la salud, la alimentación, la seguridad social
y el agua para sus habitantes”. Todo esto, porque la persona tiene dignidad y la
Constitución se crea para conservar éste “valor en sí” de la persona.
La Declaración de la ONU como la Constitución del Ecuador tiene como base la
dignidad de la persona humana. Según el Gn, la persona es “sagrada” porque es “creada”
a imagen y semejanza de Dios; y, si somos Hijos de Dios somos algo “muy bueno”. A
partir de la Ilustración (siglo XVIII), el término “sagrado” se traduce en lenguaje secular
como “dignidad”. Y, el principal protagonista que debe proteger la “dignidad” es el
Estado democrático liberal.
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d) Iglesia y humanización
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manipulado ni tratado como medio para cualquier fin. Esta dignidad es la fuente de los
derechos humanos cuyo fundamento hay que ubicarla en la Doctrina Social de la religión
judeo-cristiana.
La religión es para las personas fuente de sentido, de esperanza, de consuelo y no
puede reducirse a ninguna otra dimensión. Entre las actividades humanas podemos
distinguir la actividad política, la económica, la estética, la actividad religiosa, etc. Todas
ellas tienen su especificidad y componen a la persona humana y ninguna de ellas se
encuentra en estado puro. La dimensión religiosa es una especificidad de la persona que
esta entreverada con otras dimensiones, pero no se reduce a ninguna de ellas.
La especificidad de la religión es muy vulnerable, porque la religión, como todos
los grandes ideales pueden ser manipulables. De la misma manera que grandes principios,
utopías como la raza pura, la sociedad sin clases, la libertad, la igualdad, etc., han sido
manipulados, la religión es manipulable. De hecho, ha habido guerras de religión que en
realidad han sido y son guerras económicas y políticas. En este contexto, las religiones
han sido usadas por la racionalidad estratégica.
Es importante recuperar el valor de las religiones y de sus respectivas doctrinas
que son para los hombres fuente de sentido, de esperanza de consuelo. Conviene evitar
que sean una “arma arrojadiza”, al extremo de pensar que para que haya paz hay que
poner en paz a las religiones. En este mundo pluralista donde necesitamos de la política,
de la economía, etc., es importante evidenciar qué nos pueden ofrecer las religiones. Entre
las aportaciones específicas de la religión católica y su Doctrina social está el
reconocimiento de la persona y sus derechos.
2. Reconocimiento mutuo
La palabra religión proviene del latín religare: re-liga-dos. Y, el relato del Génesis nos
dice que los seres humanos estamos “re-ligados” desde el origen y como somos hijos de
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un mismo Padre todos tenemos los mismos derechos. Al firmar un Contrato y formar
parte de un Estado los derechos deben cumplirse por medio de normas justas. Los
derechos son exigibles por ley y el estado está obligado a cumplir los derechos porque el
contrato “liga” y por ende “obliga” a que se cumplan.
La palabra obligación viene de ob-ligatio que toca la palabra vínculo, porque
cuando uno se da cuenta que tiene un vínculo con otro se siente obligado. Pero hay que
descubrir la vinculación porque surge la pregunta: ¿por qué tengo que preocuparme de
los mendigos, chicos de las calles, etc.? Por ello la necesidad de descubrir que existe un
vínculo o una ligazón. En este sentido, el relato del Génesis nos recuerda que existe un
“ligamen” de manera que hay que exigir los derechos como deberes de justicia porque
tanto el Contrato social como el relato del reconocimiento nos ligan.
Pero los seres humanos tenemos un conjunto de necesidades que nunca pueden
exigirse como derechos y no pueden reclamarse como deberes. Todos tenemos necesidad
de sentido, de cariño, de consuelo, de esperanza, solidaridad, etc.; y, uno no puede ir a
una oficina pública a exigir como un derecho que le den sentido, cariño, consuelo, etc.
Estas necesidades son satisfechas por aquellos ciudadanos que inspirados en su religión
y su Doctrina social ven al otro como “carne de su carne y hueso de mis huesos”. Y, a
partir de ese reconocimiento se sienten motivados “gratuitamente” a dedicarse a la salud,
educación, misiones, etc.
El Estado liberal protege una «serie de derechos», concretamente de tres tipos: los
«derechos civiles» concedidos en el siglo XVIII, los «derechos políticos», alcanzados en
el siglo XIX, los «derechos sociales» y «económicos» reconocidos en el siglo XX. Los
derechos civiles y políticos nacen porque los individuos al pactar crean el Estado,
renunciando a la libertad natural a cambio de la protección de los derechos, cuyo garante
es la ley. El compromiso genera derechos como: gobernarse con sus leyes, poder opinar,
escoger su trabajo, disponer de su propiedad, moverse con libertad, formar asociaciones
comerciales o religiosas y elegir sus propios representantes. Estos bienes primarios
expresan la libertad y constituyen los Derechos de Primera Generación.
La Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948 en los
artículos 22 al 26 recoge las Segunda Generación de Derechos. Los derechos
económicos, sociales y culturales se basan en la igualdad del género femenino y
masculino, garantizan el acceso a la seguridad social, al trabajo, al descanso, a la
alimentación, vestido, vivienda, asistencia médica, servicios sociales, al seguro en los
tiempos más vulnerables de la vida (desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez,
etc.) y la educación. Desde esta perspectiva, “es ciudadana aquella persona que su
comunidad política reconoce y protege, no sólo derechos civiles y políticos, también
defiende los derechos económicos, sociales y culturales”1.
Por lo que se refiere a los Derechos de la Tercera Generación surgieron en los
años 80 y se vinculan con el valor de la solidaridad. Ésa unifica el destino de los hombres
y el cosmos a nivel universal, para su realización es necesario la cooperación a nivel
planetario. En esta generación se incluye el derecho a la paz, a la calidad de vida y el
poder vivir en un ambiente sano. Estas libertades buscan incentivar el progreso social y
elevar el nivel de vida de todos los pueblos. Para alcanzar un estilo de vida digno se deben
solucionar problemas alimenticios, demográficos, educativos y ecológicos a nivel
planetario.
1
Thomas MARSHALL, Ciudadanía y clase social, Alianza, Madrid 1998, 165.
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Algunos autores2 afirman que está surgiendo una Cuarta Generación
denominada Derechos Humanos Emergentes (DUDHE). Entre ellos se menciona el
derecho a conservar el hábitat natural de los pueblos, evitar la explotación laboral de los
más débiles, luchar contra la explotación sexual de los pobres, contrarrestar las guerras
por los recursos naturales que promueven el fanatismo religioso, etc.3. Si las tres primeras
generaciones se refieren al ser humano como miembro de la sociedad, los derechos de la
cuarta, toca a la especie humana. Al respecto, la ONU señaló entre sus propósitos el
siguiente: “cooperar para resolver problemas internacionales de carácter económico,
social, cultural o humanitario, para garantizar el respeto de los derechos humanos de
todos, sin hacer distinción de raza, sexo, idioma, religión”4.
El Estado sería el responsable del cumplimiento de las generaciones de derechos.
Sin embargo, vista la amarga experiencia de la II Guerra Mundial y la crisis de la
democracia, la realización de los derechos humanos no se ha cumplido. Su actuación
conlleva dar voz a organizaciones y agrupaciones nacionales e internacionales como las
iglesias, ONG’s y los movimientos sociales que han tenido poco o ningún peso en la
configuración de las normas. Las organizaciones frente a los retos sociales, políticos y
tecnológicos que plantea la globalización económica, política y militar, reclaman mayor
protagonismo.
La DUDHE sugiere que sean los ciudadanos los encargados de formular y cumplir
los derechos. Entre otras cosas porque la ONU ha perdido fuerza al estar controlada por
los países que poseen el poder económico, político y militar. Ante esta dificultad declaran:
“Nosotros, ciudadanas y ciudadanos del mundo, miembros de la sociedad civil,
comprometidos con los Derechos Humanos, formando parte de la comunidad política
universal, reunidos en ocasión del Foro Universal de las Culturas en Barcelona 2004 y
Monterrey 2007, e inspirados por los valores de respeto a la dignidad del ser humano,
libertad, justicia, igualdad y solidaridad, reclamamos el derecho a una existencia que
permita desarrollar estándares uniformes de bienestar y de calidad de vida para todos los
seres humanos […]”5.
A juicio de Cortina, “los derechos humanos en sus ramos sociales, civiles y
políticos son realizables, siempre que el estado de bienestar de unos pocos se convierta
en un Estado de justicia, dispuesto a proteger los derechos de todos los ciudadanos”6. A
partir de estas premisas, nuestra misión consiste en interpretar la historia de las
democracias de Occidente como una realización progresiva de los derechos a partir de la
justicia. De forma tal, que aquellas libertades que en un tiempo se entendieron como
necesidades vitales que deben satisfacerse por beneficencia, han de irse reconociendo
como derechos que deben cumplirse con leyes justas7. Para esta misión, la Iglesia se
motiva en gratuidad.
2
Cf. David VALLESPIN, El modelo constitucional de juicio justo en el ámbito del proceso civil, Atelier,
Barcelona 2002; Cf. Antonio PÉREZ, Problemas de legitimación en el Estado social, Trotta, Madrid 1991,
96; Cf. Augusto M. MORELLO, Estudios de derecho procesal II, Platense, Buenos Aires 1998, 943-951.
3
Esta declaración surge de un proceso de diálogo de diversos componentes de la sociedad civil, organizada
por el Instituto de Derechos Humanos de Cataluña en el marco del Foro Universal de las Culturas Barcelona
2004, titulado Derechos Humanos, Necesidades Emergentes y Nuevos Compromisos. El 2 de noviembre
de 2007, en el marco del Fórum de Monterrey (México) es aprobada la DUDHE.
4
ONU, Carta de las Naciones Unidas, San Francisco 1945, Art. 1.
5
AA. VV., Los derechos humanos en las sociedades contemporáneas, Fondo Editorial de Nuevo León,
Monterrey 2007, 75.
6
CORTINA, Ciudadanos del mundo, o.c., 65.
7
Hegel en sus Principios de Filosofía del Derecho intentaba reconstruir la historia de la humanidad como
paulatina realización de la libertad. La perspectiva de Hegel, Cortina la reinterpreta como una progresiva
realización de la justicia (cf. CORTINA, Alianza y contrato, o.c., 56-58).
14
3. Cumplimiento de los derechos desde Principios como el bien común,
la justicia, la subsidiaridad, la participación, la solidaridad; y Valores
como la verdad, la libertad, la justicia y la caridad
…..
15
número posible). Pero el sujeto puede ir más allá del punto de vista contractual y utilitario,
llegando a pensar en perspectiva de principios de justicia válidos para todo ser humano.
Se trata de reconocer los derechos humanos, resaltando la libertad, la igualdad y la
fraternidad.
Por lo que se refiere a la «presencia de la mujer» de la mujer en la protección de
los derechos, cabe señalar que la lógica del contrato fue un instrumento utilizado
básicamente por el género masculino (burgués). Vista la disparidad de oportunidades, la
presencia de mujeres en la protección de los derechos puede ayudar a crear un mundo
más justo. Es decir, frente al dilema moral de la justicia, el género masculino cumple los
derechos como un deber; el femenino, en cambio, introduce la postura psicológica del
cuidado y la compasión de los más débiles.
a) El bien común
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Destino y uso universal no significan que todo esté a disposición de cada uno o de
todos, ni tampoco que la misma cosa sirva o pertenezca a cada uno o a todos. Si bien es
verdad que todos los hombres nacen con el derecho al uso de los bienes, no lo es menos
que, para asegurar un ejercicio justo y ordenado, son necesarias intervenciones
normativas, fruto de acuerdos nacionales e internacionales, y un ordenamiento jurídico
que determine y especifique tal ejercicio (n. 173).
La riqueza, efectivamente, presenta esta valencia, en la multiplicidad de las formas
que pueden expresarla como resultado de un proceso productivo de elaboración técnico-
económica de los recursos disponibles, naturales y derivados; es un proceso que debe
estar guiado por la inventiva, por la capacidad de proyección, por el trabajo de los
hombres, y debe ser empleado como medio útil para promover el bienestar de los hombres
y de los pueblos y para impedir su exclusión y explotación (n. 174).
El destino universal de los bienes comporta un esfuerzo común dirigido a obtener
para cada persona y para todos los pueblos las condiciones necesarias de un desarrollo
integral, de manera que todos puedan contribuir a la promoción de un mundo más
humano, «donde cada uno pueda dar y recibir, y donde el progreso de unos no sea
obstáculo para el desarrollo de otros ni un pretexto para su servidumbre» (n. 175).
Mediante el trabajo, el hombre, usando su inteligencia, logra dominar la tierra y
hacerla su digna morada. De este modo se apropia una parte de la tierra, la que se ha
conquistado con su trabajo: he ahí el origen de la PROPIEDAD INDIVIDUAL. La
propiedad privada asegura a cada cual una zona absolutamente necesaria para la
autonomía personal y familiar estimula la responsabilidad y constituye una libertad civil.
La doctrina social postula que la propiedad de los bienes sea accesible a todos por igual,
de manera que todos se conviertan, al menos en cierta medida, en propietarios.
La tradición cristiana nunca ha aceptado el derecho a la propiedad privada como
absoluto e intocable porque Dios es el dueño de toda realidad. Por ende, los bienes de la
creación deben ser destinados al desarrollo de todo el hombre y de la humanidad entera.
Este principio no se opone al derecho de propiedad, sino que indica la necesidad de
reglamentarlo. La propiedad privada es, en su esencia, sólo un “instrumento” para el
respeto del principio del destino universal de los bienes, y por tanto, en último análisis,
un medio y no un fin (n. 177).
La propiedad de los nuevos bienes, fruto del conocimiento, de la técnica y del
saber, resulta cada vez más decisiva, porque en ella « mucho más que en los recursos
naturales, se funda la riqueza de las Naciones industrializadas». Los nuevos
conocimientos técnicos y científicos deben ponerse al servicio de las necesidades
primarias del hombre, para que pueda aumentarse gradualmente el patrimonio común de
la humanidad (n. 179).
La propiedad individual no es la única forma legítima de posesión. Reviste
particular importancia también la antigua forma de propiedad comunitaria que, presente
también en los países económicamente avanzados, caracteriza de modo peculiar la
estructura social de numerosos pueblos indígenas. Sigue siendo vital, especialmente en
los países en vías de desarrollo o que han salido de sistemas colectivistas o de
colonización, la justa distribución de la tierra (n. 180).
De la propiedad deriva para el sujeto poseedor, sea éste un individuo o una
comunidad, surgen una serie de ventajas objetivas: mejores condiciones de vida,
seguridad para el futuro, mayores oportunidades de elección. De la propiedad, por otro
lado, puede proceder también una serie de promesas ilusorias y tentadoras. El hombre o
la sociedad que llegan al punto de absolutizar el derecho de propiedad, terminan por
experimentar la esclavitud más radical (n. 181).
17
El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particular
SOLICITUD POR LOS EMPOBRECIDOS por aquellos que se encuentran en
situaciones de marginación (n. 182). La miseria humana es el signo evidente de la
condición de debilidad del hombre y de su necesidad de salvación. De ella se compadeció
Cristo Salvador, que se identificó con sus «hermanos más pequeños» (Mt 25,40.45). «
Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres. La buena nueva
“anunciada a los pobres” (Mt 11,5; Lc 4,18) es el signo de la presencia de Cristo» (n.
183).
El amor de la Iglesia por los pobres se inspira en el Evangelio de las
bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los pobres: «Cuando damos
a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que
les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es
cumplir un deber de justicia». Los Padres Conciliares recomiendan con fuerza que se
cumpla este deber «para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de
justicia». El amor por los pobres es ciertamente incompatible con el amor desordenado
de las riquezas o su uso egoísta (n. 184).
b) La subsidariedad
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c) La solidaridad
Todos los valores sociales son inherentes a la dignidad de la persona humana, cuyo
auténtico desarrollo favorecen su desarrollo integral; y, son esencialmente: la verdad, la
libertad, la justicia y el amor. Su práctica es el camino seguro y necesario para alcanzar
la perfección personal y una convivencia social más humana; constituyen la referencia
imprescindible para los responsables de la vida pública, llamados a realizar las reformas
sustanciales de las estructuras económicas, políticas, culturales y tecnológicas, y los
cambios necesarios en las instituciones con miras a garantizar los derechos.
a) La verdad
Los hombres somos lenguajes. Cuando hablamos, nuestras palabras no deben contradecir
con lo pensamos y lo que hacemos. En este sentido, vivir en la verdad tiene un importante
significado en las relaciones sociales como en las relaciones interpersonales, en la
convivencia de los seres humanos dentro de una comunidad. La verdad debe estar
presente en el mundo de la comunicación pública, en la economía y la política (n. 198).
b) La libertad
19
justicia. La libertad, por otra parte, debe ejercerse también como capacidad de rechazar
lo que es moralmente negativo, cualquiera que sea la forma en que se presente (n. 199).
El valor de la libertad, como expresión de la singularidad de cada persona humana,
es respetado cuando a cada miembro de la sociedad le es permitido realizar su propia
vocación personal; es decir, puede buscar la verdad y profesar las propias ideas religiosas,
culturales y políticas; expresar sus propias opiniones; decidir su propio estado de vida y,
dentro de lo posible, el propio trabajo; asumir iniciativas de carácter económico, social y
político (n. 200).
c) La justicia
d) La caridad
20
III Parte
LA FAMILIA: CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
212 La familia es importante para la persona porque el niño ahí nace y crece.
La entrega recíproca del hombre y de la mujer unidos en matrimonio, crea un
ambiente de vida humano y saludable en el cual el niño puede desarrollar sus
potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su
destino único e irrepetible
En la familia, el niño recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien;
aprende qué quiere decir amar y ser amado y, por consiguiente, qué quiere decir
en concreto ser una persona. Las obligaciones de sus miembros no están limitadas
por los términos de un contrato, sino que derivan del pacto conyugal irrevocable y
de las relaciones que proceden de la generación o adopción de los hijos.
21
Una sociedad pensada como familia es la mejor garantía contra toda
tendencia de tipo individualista o colectivista, porque en ella la persona es siempre
el centro en cuanto fin y nunca como medio. La sociedad, sin familias fuertes en
la comunión se debilita. En la familia se inculcan desde los primeros años de vida
los valores morales, se transmite el patrimonio espiritual de la comunidad religiosa
y el patrimonio cultural de la Nación.
214 Ha de afirmarse la prioridad de la familia respecto a la sociedad y al
Estado. La familia, al menos en su función procreativa, es la condición misma de
la existencia de aquéllos porque antes de ser ciudadanos somos hijos. La familia
no está, por lo tanto, en función del Estado, sino que el Estado está en función de
la familia.
22
220 El matrimonio capacita y compromete a los esposos y a los padres
cristianos a vivir su vocación de laicos, y, por consiguiente, a buscar el Reino de
Dios gestionando los asuntos terrenos. La familia esta unida a la Iglesia por el
vínculo sacramental que la hace Iglesia doméstica o pequeña Iglesia. Los cónyuges
cristianos, además de ayudarse recíprocamente en el camino de la santificación,
son signo del amor de Cristo.
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230 El amor conyugal está por su naturaleza abierto a la acogida de la vida. En la
tarea procreadora se revela la dignidad del ser humano, llamado a hacerse
intérprete de la fecundidad que proviene de Dios. La familia fundada en el
matrimonio es el santuario de la vida porque ahí se genera la vida. Por este motivo,
cuidar la vida supone que las familias, participando en asociaciones, trabajen para
que las leyes e instituciones del Estado no violen el derecho a la vida, desde la
concepción hasta la muerte natural.
232 A la familia corresponde la “paternidad y la maternidad responsables”
que se pone en práctica en la deliberación de tener una familia numerosa, ya sea
con la decisión, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo. Para la
procreación responsable, se han de rechazar tanto la esterilización como el aborto.
Este último, es un delito abominable que lejos de ser un derecho, es más bien
atentado a la vida.
Se ha de rechazar también el recurso a los medios contraceptivos en sus
diversas formas. Las mismas razones de orden antropológico, justifican, en
cambio, como lícito el recurso a la abstinencia en los períodos de fertilidad
femenina. Rechazar la contracepción y recurrir a los métodos naturales de
regulación de la natalidad comporta la decisión de vivir las relaciones
interpersonales entre los cónyuges con recíproco respeto y total acogida.
234 Son moralmente condenables, como atentados a la dignidad de la
persona y de la familia, los programas de ayuda económica destinados a financiar
campañas de esterilización y anticoncepción. La solución del crecimiento
demográfico se debe buscar, más bien, promoviendo una mayor justicia y una
auténtica solidaridad.
235 Son evidentes los derechos de quien aún no ha nacido, al que se deben
garantizar las mejores condiciones de existencia, mediante la estabilidad de la
familia fundada sobre el matrimonio y la complementariedad de las dos figuras,
paterna y materna. Es necesario reafirmar que no son moralmente aceptables todas
aquellas técnicas de reproducción —como la donación de esperma o de óvulos; la
maternidad sustitutiva; la fecundación artificial heteróloga— en las que se recurre
al útero o a los gametos de personas extrañas a los cónyuges.
236 Una cuestión particular es la clonación humana, término que, de por sí,
en sentido general, significa reproducción de una entidad biológica genéticamente
idéntica a la originante. Este tipo de clonación puede tener una finalidad
reproductiva de embriones humanos o una finalidad, llamada terapéutica, que
tiende a utilizar estos embriones para fines de investigación científica o, más
específicamente, para la producción de células estaminales.
La clonación es contraria a la dignidad de la procreación humana porque se
realiza en ausencia total del acto de amor personal entre los esposos. Este tipo de
reproducción representa una forma de dominio total sobre el individuo reproducido
por parte de quien lo reproduce. 237 La paternidad y la maternidad representan un
cometido de naturaleza no simplemente física, sino espiritual; en efecto, por ellas
pasa la genealogía de la persona, que tiene su inicio eterno en Dios y que debe
conducir a Él.
24
c) La tarea educativa
….
25
a) Solidaridad familiar
26
252 El punto de partida para una relación correcta y constructiva entre la familia y
el Estado es el reconocimiento de la prioridad social de la familia. Esto exige que
la acción política y legislativa salvaguarde los valores de la familia, desde la
promoción de la intimidad y la convivencia familiar, hasta el respeto de la vida
naciente y la efectiva libertad de elección en la educación de los hijos. El Estado
no puede, por tanto, ni absorber ni sustituir, ni reducir la dimensión social de la
familia; más bien debe honrarla, reconocerla, respetarla y promoverla según el
principio de subsidiaridad.
253 El servicio del Estado a la familia se concreta en políticas familiares
eficaces, con intervenciones precisas, capaces de hacer frente a las necesidades que
derivan de los derechos de la familia como tal. En este sentido, es necesario como
requisito previo, esencial e irrenunciable, el reconocimiento —lo cual comporta la
tutela, la valoración y la promoción— de la identidad de la familia, sociedad
natural fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer
254 El reconocimiento, por parte del Estado, de la prioridad de la familia
sobre cualquier otra comunidad y sobre la misma realidad estatal, comporta
superar las concepciones meramente individualistas y asumir la dimensión familiar
como perspectiva cultural y política, irrenunciable de las democracias. Ello no se
coloca como alternativa de los derechos que las personas poseen individualmente,
sino más bien como su apoyo y tutela.
27
258 El culmen de la enseñanza bíblica sobre el trabajo es el mandamiento
del descanso sabático que abre al hombre, la perspectiva de una libertad más
plena, la del Sábado eterno (cf. Hb 4,9-10). La experiencia del sábado
constituye un baluarte contra el sometimiento humano al trabajo, y contra
cualquier forma de explotación. El descanso sabático ha sido instituido en
defensa del pobre del huérfano y la viuda porque la acumulación de bienes en
manos de algunos se convierte en una privación de bienes para otros.
259 Jesús dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual
junto al banco del carpintero, en el taller de José. Jesús condena el
comportamiento del siervo perezoso, que esconde bajo tierra el talento
(cf. Mt 25,14-30) y alaba al siervo fiel. Él describe su misión como un trabajar:
«Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo» (Jn 5,17); y a sus discípulos
como obreros en la mies del Señor. Para estos obreros vale el principio general
según el cual «el obrero tiene derecho a su salario» (Lc 10,7).
259 En su predicación, Jesús enseña a los hombres a no dejarse dominar
por el trabajo porque los tesoros de la tierra se consumen, mientras los del cielo
son imperecederos (cf. Mt 6,19-21). El hombre preocupado y agitado por
muchas cosas, corre el peligro de descuidar el Reino de Dios. Para Jesús, se
trabaja para vivir, no se vive sólo para trabajar. El trabajo permite a la
humanidad encaminarse hacia el sábado del descanso eterno.
262 La actividad humana tiende a la perfección cuyo modelo es Dios.
Quien soporta la penosa fatiga del trabajo en unión con Jesús coopera, con el
Hijo de Dios en su obra redentora y se muestra como discípulo de Cristo
llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a cumplir. Desde
esta perspectiva, el trabajo puede ser considerado como un medio de
santificación. Su acción libre y responsable muestra su relación íntima con el
Creador y su potencial creativo, mientras combate la deformación del pecado.
b) El deber de trabajar
28
en beneficio sobre todo de los más necesitados. El trabajo humano, orientado
hacia la caridad, se transforma en oración devota y en anhelante esperanza del
día que no tiene ocaso. La frase ¡Ora et labora! (rezar y trabajar) confiere al
trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora.
…
a) La dimensión subjetiva y objetiva del trabajo
29
referencia al «capital social» cuando se quiere indicar la capacidad de colaborar
en la construcción del bien común.
277 El trabajo tiene una prioridad intrínseca con respecto al capital. Éste
principio se refiere al proceso de producción, donde el trabajo es una causa
primaria, mientras el “capital”, es sólo un instrumento. 278 En las relaciones
entre trabajo y capital, se debe considerar que «el recurso principal» de que
dispone el hombre es el hombre mismo. El mundo del trabajo está descubriendo
que el valor del «capital humano» reside en los conocimientos de los
trabajadores, más que a los instrumentos.
279 Ayer, el conflicto entre capital y trabajo se originaba, por el hecho
de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a
disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del
rendimiento máximo, trataba de establecer el salario más bajo posible para el
trabajo realizado por los obreros. Actualmente, el conflicto presenta aspectos
nuevos: los progresos científicos y tecnológicos y la mundialización de los
mercados, exponen a los trabajadores al riesgo de ser explotados.
d) El descanso festivo
284 «El día séptimo cesó Dios de toda la tarea que había hecho» (Gn 2,2):
también los hombres, creados a su imagen, deben gozar del descanso y tiempo
libre para poder atender la vida familiar, cultural, social y religiosa. A esto
contribuye la institución del día del Señor. En efecto, los creyentes, durante el
30
domingo y en los días festivos de precepto, deben abstenerse de trabajos que
impidan el culto a Dios y la práctica de las obras de misericordia.
285 El domingo es un día que se debe santificar mediante una caridad
efectiva, dedicando especial atención a la familia, a los parientes, a los
enfermos, a los ancianos a los pobres. Es además un tiempo propicio para la
reflexión, el silencio y el estudio. Los creyentes deberán distinguirse, también,
por su moderación, evitando excesos y violencias que caracterizan las
diversiones masivas. El día del Señor debe vivirse siempre como el día de la
liberación y de fiesta por haber sido liberados.
286 Las autoridades públicas tienen el deber de vigilar para que los
ciudadanos no se vean privados, por motivos de productividad económica, de
un tiempo destinado al descanso y al culto divino. Los cristianos deben
esforzarse, respetando la libertad religiosa y el bien común de todos, para que
las leyes reconozcan el domingo y las demás solemnidades litúrgicas como días
festivos. Todo cristiano deberá evitar imponer sin necesidad a otro lo que le
impediría guardar el día del Señor.
8. El derecho al trabajo
31
291 Los problemas de la ocupación reclaman las responsabilidades del Estado,
al cual compete el deber de promover políticas que activen el empleo, es decir,
que favorezcan la creación de oportunidades de trabajo en el territorio nacional,
incentivando para ello el mundo productivo. El deber del Estado consiste en
ayudar la actividad de las empresas, creando condiciones que aseguren
oportunidades de trabajo, estimulándolas donde sea insuficiente o
sosteniéndolas en momentos de crisis.
292 Teniendo en cuenta las dimensiones planetarias que han asumido las
relaciones económico-financieras y el mercado de trabajo, se debe promover
una colaboración internacional eficaz entre los Estados, mediante tratados que
salvaguarden el derecho al trabajo. Hay que ser conscientes de que el trabajo
humano es un derecho del que depende directamente la promoción de la justicia
social y la paz civil. Tareas importantes en esta dirección corresponden a las
Organizaciones Internacionales, así como a las sindicales.
293 Se pueden encontrar testimonios y ejemplos de auto-organización en
las numerosas iniciativas, privadas y sociales, caracterizadas por formas de
cooperación y de autogestión, que revelan la fusión de energías solidarias. Aquí
entra el así llamado “Tercer sector” que se distingue por una atención particular
a la distribución justa de los bienes producidos y presta servicios en ámbitos
como la educación, cuidado de la salud, servicios sociales básicos, cultura, etc.
32
a las hierbas tiernas, las fuerzas que brotan de la infancia, la constitución de la
niñez viene a destruirse casi por completo.
c) La emigración y el trabajo
33
301 Los derechos de los trabajadores se basan en la naturaleza de la persona
humana y en su dignidad. El Magisterio social de la Iglesia enuncia algunos de
ellos: el derecho a una justa remuneración; el derecho al descanso; el derecho a
ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la
salud física y no dañen la integridad moral; el derecho a que sea salvaguardada
la propia conciencia; el derecho a subsidios para los trabajadores desocupados;
el derecho a la pensión, así como a la seguridad social para la vejez, la
enfermedad y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral; el
derecho a previsiones sociales vinculadas a la maternidad; el derecho a reunirse
y a asociarse.
302 El salario justo es un derecho fruto legítimo del trabajo. Comete una
grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa
proporción al trabajo realizado (cf. Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4). La
remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una
vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual. El simple acuerdo
entre el trabajador y el patrono acerca de la remuneración, no basta para
calificar de justa la remuneración.
303 El bienestar económico de un país no se mide exclusivamente por la
cantidad de bienes producidos, sino también teniendo en cuenta el modo en que
son producidos y el grado de equidad en la distribución de la renta, que debería
permitir a todos disponer de lo necesario para el desarrollo y el
perfeccionamiento de la propia persona. Una distribución justa del rédito debe
establecerse no sólo en base a los criterios de justicia conmutativa, sino también
de justicia social, es decir, considerando, además del valor objetivo de las
prestaciones laborales, la dignidad humana de los sujetos que las realizan.
a) El derecho de huelga
34
305 El Magisterio reconoce la función fundamental desarrollada por los
sindicatos de trabajadores, cuya razón de ser consiste en el derecho de los
trabajadores a formar asociaciones o uniones para defender los intereses vitales
de los hombres empleados en las diversas profesiones. Los sindicatos se han
desarrollado sobre la base de los trabajadores industriales para la tutela de sus
justos derechos frente a los propietarios de los medios de producción.
306 La doctrina social enseña que las relaciones en el mundo del trabajo
se han de caracterizar por la colaboración: el odio y la lucha por eliminar al
otro, constituyen métodos absolutamente inaceptables. A la luz de esta
concepción, la doctrina social no considera que los sindicatos constituyan
únicamente el exponente de la lucha de clases. Los sindicatos son los
promotores de la lucha por la justicia social, por los derechos de los hombres
del trabajo, en sus profesiones específicas.
La “lucha” debe ser vista como una acción de defensa normal en favor
del justo bien; no es una lucha “contra” los demás. 307 Al sindicato, además de
la función de defensa y de reivindicación, le competen las de representación,
dirigida a la recta ordenación de la vida económica, y de educación de la
conciencia social de los trabajadores, de manera que se sientan parte activa, en
el desarrollo económico y social, y en la construcción del bien común universal.
Las organizaciones sindicales deben influir en el poder público, para
sensibilizarlo sobre los problemas laborales y comprometerlo a favorecer la
realización de los derechos de los trabajadores. Los sindicatos, sin embargo, no
tienen carácter de «partidos políticos» que luchan por el poder, y tampoco deben
estar sometidos a los partidos políticos o tener vínculos demasiado estrechos
con ellos. En tal situación se apartan de lo que es su cometido específico, que
es el de asegurar los justos derechos de los trabajadores.
35
de seguridad social mediante los cuales los trabajadores han sido hasta hoy
tutelados. Y en esta actividad la Doctrina Social de la Iglesia puede colaborar
en las instituciones públicas donde se generan las normas.
IV Parte
SOCIEDAD CIVIL, DOCTRINA SOCIAL Y CONSTRUCCIÓN DEL
SISTEMA DEMOCRÁTICO
36
I. Visión bíblica de la Comunidad Política
380 San Pablo insiste en el deber cívico de pagar los tributos: «Dad a cada cual lo
que se le debe: a quien, impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien
respeto, respeto» (Rm 13,7). El Apóstol no intenta legitimar todo poder, sino más
bien ayudar a los cristianos a «procurar el bien ante todos los hombres» (Rm
12,17), incluidas las relaciones con la autoridad, en cuanto está «para hacer justicia
y castigar al que obra el mal» (Rm 13,4).
San Pedro, por su parte, exhorta a los cristianos a permanecer sometidos «a
causa del Señor, a toda institución humana» (1 P 2,13). El rey y sus gobernantes
están para el «castigo de los que obran el mal y alabanza de los que obran el bien»
(1 P 2,14). Y, la libertad no puede ser usada para cubrir la propia maldad, sino para
servir a Dios (cf. 1 P 2,16). Se trata de una obediencia libre y responsable a una
autoridad que hace respetar la justicia, asegurando el bien común.
381 La oración por los gobernantes, recomendada por San Pablo durante las
persecuciones, señala que la autoridad política debe garantizar una vida pacífica y
tranquila (1Tm 2,1-2). 382 Cuando el poder humano se extralimita del orden
37
querido por Dios, se auto-diviniza y reclama absoluta sumisión: se convierte
entonces en la Bestia del Apocalipsis (Ap 17,6). Frente a este poder, San Juan
recomienda la resistencia de los mártires: de este modo los creyentes dan
testimonio de que el poder corrupto y satánico ha sido vencido.
383 Cristo no ha querido retener para Él solo el ejercicio de todos los
poderes. Su comportamiento en el gobierno del mundo manifiesta que el poder
político procede de Dios y es parte del orden creado por Él. Este orden es percibido
por las conciencias y se realiza, en la vida social, mediante la verdad, la justicia, la
libertad y la solidaridad que garantizan la paz.
38
otro, el peligro de que, por defender los derechos de todos, impidan el desarrollo
de los derechos de determinados grupos.
396 La autoridad debe dejarse guiar por la ley moral. Hay quienes niegan la
existencia de una ley moral objetiva. Por esto, al no reconocer una única ley de
justicia con valor universal, no pueden llegar a un acuerdo pleno. En este orden, si
39
se niega la idea de Dios, de persona, de dignidad humana esos preceptos se
desintegran. Precisamente de este orden proceden la fuerza que la autoridad tiene
para obligar y su legitimidad moral; no del arbitrio o de la voluntad de poder.
397 Los valores morales son innatos porque derivan del ser humano y
tutelan su dignidad. Son valores que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún
Estado pueden destruir. Estos valores deben ser reconocidos como ley natural
inscrita en el corazón del hombre (cf. Rm 2,15), y son un punto de referencia de la
ley civil.
398 La autoridad debe emitir leyes justas, conformes a la dignidad de la
persona humana y a los dictámenes de la recta razón que deriva de Dios. Cuando
una ley está en contraste con la razón, se le denomina ley inicua y cesa de ser ley.
La autoridad que gobierna según la razón pone al ciudadano en relación al orden
moral y, por tanto, con Dios mismo. Análogamente la autoridad pública, tiene su
fundamento en la naturaleza humana y sigue al orden preestablecido por Dios.
40
una pena si antes no se ha probado el delito. Se prohíbe la práctica de la tortura.
También, se ha de asegurar la rapidez de los procesos. Y, los magistrados están
obligados a la necesaria reserva en sus investigaciones para garantizar la
presunción de inocencia. Puesto que un juez puede equivocarse, es oportuno una
indemnización justa para las víctimas de los errores judiciales.
405 La Iglesia rechaza la pena de muerte, incluso como instrumento de
legítima defensa social, para que no se le prive definitivamente de la posibilidad
de redimirse. El número de países que adoptan disposiciones para abolir la pena de
muerte o para suspender su aplicación va creciendo y constituyen manifestaciones
visibles de una mayor sensibilidad moral.
a) Instituciones y democracia
41
409 La obligación de los gobernantes de responder a los gobernados no
implica que los representantes sean simples agentes pasivos de los electores. El
control ejercido por los ciudadanos no excluye la libertad que tienen los electos,
en el ejercicio de su mandato, con relación a los objetivos que se deben proponer:
estos buscan el bien común, que constituye una de las finalidades.
413 Los partidos políticos deben ser democráticos, tienen la tarea de favorecer la
participación, el acceso de todos a los cargos públicos y están llamados a
interpretar los intereses de la sociedad civil. La representación política no excluye,
que por medio de referéndum, los ciudadanos puedan ser interpelados
directamente en las decisiones de mayor importancia para la vida social.
414 La información es uno de los principales instrumentos para participar
en asuntos públicos porque es impensable participar de manera razonable sin el
conocimiento de los problemas, de datos y de las propuestas de solución. Es
necesario evitar la concentración de editoriales y redes televisivas en manos de
personas o grupos de poder. El peligro crece cuando a este fenómeno corresponden
vínculos entre la actividad gubernativa, los poderes financieros y la información.
415 La falta de ética en la comunicación se agiganta por el deseo de
ganancia y de control político, de las rivalidades y conflictos entre grupos. La
42
dimensión ética atañe al contenido de la comunicación (el mensaje), al proceso de
comunicación (cómo se realiza), a la distribución de tecnología y productos de alta
calidad. La comunidad debe participar de forma pública y representativa en la toma
de decisiones sobre el uso y control de los medios de comunicación.
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libertad pueda ejercerse, no debe ser obstaculizada, dado que la verdad ni la fe se
imponen por la fuerza. Por lo tanto, la sociedad y el Estado no deben constreñir a
una persona a actuar contra su conciencia, ni impedirle actuar conforme a ella.
422 El derecho a la libertad religiosa debe ser reconocido como derecho
civil. Sin embargo, no es de por sí un derecho ilimitado. Los límites al ejercicio de
la libertad religiosa deben ser determinados según las exigencias del bien común,
y ratificados por la autoridad civil mediante normas jurídicas conformes al orden
moral. Son normas exigidas para tutelar a los ciudadanos y por la paz pública.
423 En razón de sus vínculos históricos y culturales con una Nación, una
comunidad religiosa puede recibir un reconocimiento por parte del Estado, que a
su vez, no debe discriminar a otros grupos religiosos. Las relaciones entre los
Estados y las organizaciones religiosas, promovidas por el Concilio Vaticano II,
corresponde a las exigencias del Estado de derecho y a las normas del derecho
internacional. La Iglesia es consciente de que no todos comparten esta visión
porque numerosos Estados violan el derecho a la libertad religiosa.
b) Colaboración mutua
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momento de tratar asuntos públicos, lo cual exige a la Iglesia que con su acción no
contradiga lo que predica (se le pide conversión).
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