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La sinceridad y la comunicación

La sinceridad parece algo obvio, pero en realidad no lo es tanto. A lo largo de nuestra vida hemos

aprendido y desarrollado de forma natural innumerables habilidades para relacionarnos con los

demás. Se trata de capacidades cuasi instintivas más que conscientes. Nos comunicamos con la otra

persona ofreciendo información para que sea tenida en cuenta. La información ofrecida no es

siempre literal. Puede ser simplemente un gesto ( saludar como acto de amistad ), o también la

ausencia de tal gesto ( no saludar como acto de desprecio ). Incluso nuestra ausencia puede ser una

forma de comunicarnos con alguien ( no voy a tu cumpleaños para que sepas que estoy enfadado

contigo ). Resulta inevitable que cualquier acción o no acción nuestra sea interpretada como un

hecho comunicativo. Como postuló el psicólogo Paul Watzlawick, es imposible no comunicarse.

La mentira

Una de las más importantes capacidades comunicativas es la de mentir, alterar el estado mental de

otra persona de forma que piense o crea algo que no es verdad. Y podemos mentir en nuestro propio

beneficio o en el beneficio del otro. Y esta habilidad de mentir la aprendemos a la vez que

aprendemos a comunicarnos, es decir, sin la voluntad consciente de aprender eso. Una vez

desarrollada tal habilidad, ya forma parte de nuestros automatismos inconscientes.


El auto engaño

Esta habilidad de mentir conlleva de forma gradual la adquisición de una de las mayores y más

perversas capacidades humanas: mentirnos a nosotros mismos. La capacidad de mentirnos a

nosotros mismos puede llegar a ser un hábito que usamos en exceso. Ser sinceros con nosotros

mismos puede ser algo que nos genera sufrimiento ya que vemos cosas que no nos gustan. Es por

eso que la sinceridad requiere de un gran valor.

¿ Cómo evitar el autoengaño ?

No seremos capaces de superar nuestros miedos mientras no seamos conscientes de ellos. No

podremos controlar nuestra ira mientras no nos veamos como seres agresivos. A nadie le gusta

reconocer su cobardía o la responsabilidad de su propia agresividad.

Si quieres ser más sincero contigo mismo puedes comenzar por vigilarte a tí, y dejar de centrarte en

el otro. Cada vez que sientas enfado obsérvate como hablas, lo que dices, la forma en que lo dices,

la intención con la que lo dices. Si dejas de observar la ira del otro verás con facilidad que tras

nuestra fachada defensiva hay intenciones ocultas, miedos, sensaciones de rechazo…


Saber perdonarse

No se trata de auto culparnos, sino más bien de ser objetivos. A veces, para poder reconocer en mí

algo que no me gusta primero necesito saber perdonarme. Al perdonarme puedo aprender de los

errores y mirar hacia dentro sin miedo.

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