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INTRODUCCION.
Esta monografía averigua si la disminución del capital minero de
la RA es compensada por el crecimiento de otras formas de
"capital humano" que contribuyan a mantener el balance global.
En particular, se analiza si los Indicadores de Desarrollo
Humano de la Región de Antofagasta (RA) son superiores a los
del resto del país como podría esperarse del mayor crecimiento
económico. En la primera sección se resume la situación de
salud por medio de la esperanza de vida. En la segunda sección
se discuten las líneas de pobreza oficial. En la tercera sección
se evalúa la distribución de ingreso por medio de las curvas de
Lorenz. En ambas secciones se procesó la base de datos
CASEN mediante el programa estadístico SPSS. En la cuarta
sección se examinan indicadores de la salud mental tales como
las tasas de depresión, los suicidios y las drogas. En la sección
siguiente, se compara la tasa de matriculación por nivel de
educación. En la quinta sección se examina la calidad de la
educación mediante los tests de resultados del aprendizaje.
Finalmente se analizan regionalmente los Indicadores de
Seguridad Humana Subjetiva elaborados por el PNUD en Chile.
ESPERANZA DE VIDA.
En Chile esta variable describe un mejoramiento de largo plazo
(Gráfico 12.2.1). Después de 1975-1980 hubo un progreso a
tasas decrecientes, explicable en series que convergen a un
límite natural.
No se dispuso de series históricas pero ya en 1953 la RA
gozaba de niveles de mortalidad y morbilidad levemente
mejores que el promedio nacional a pesar de las duras
condiciones en el desierto511. Esto se explica probablemente
por la presión sindical y política en un país donde gran parte de
la población vivía bajo condiciones agrarias semi-feudales.
Entre 1982 y 2000-2005 la RA (II) se ha mantenido debajo del
promedio nacional y mejoró más lentamente que otras regiones
del país (Cuadro 12.2.1). La explicación no se encuentra en los
"rendimientos decrecientes" pues la RA partió con niveles
inferiores al resto en ambos períodos, 1982 y 1992.
Estos débiles resultados son consistentes con otros indicadores
vitales515. La tasa de mortalidad infantil 2003 a nivel nacional
era de 7,8 mientras que en la RA la tasa era de 8,6. La tasa de
nacidos vivos con bajo peso al nacer era mayor en la RA (6.3)
que en Chile (5.6). Lo mismo ocurre con la mal nutrición de
menores de 6 años en 2004; la RA (5.7) casi duplica la tasa
nacional (5.7). Por otro lado la Razón Estandarizada de
Mortalidad (REM) 516 se calculó para el quinquenio 1994-1998
en cada comuna de Chile En esta comparación, 64.0% de la
población de la RA vivía en 3 comunas con REM
significativamente superior al promedio nacional de 41.9%.
Además no debe olvidarse que estos promedios ocultan
desigualdad social y territorial, agravada por la existencia de dos
sistemas de salud de diferente calidad (Capítulo 4.2).517.
LINEAS DE POBREZA
Desde 1987, MIDEPLAN ha realizado la medición de la pobreza
e indigencia utilizando el método de líneas de pobreza. De
acuerdo con este método heredado del régimen militar, a un
individuo se le considera pobre si su nivel de ingreso se sitúa
por debajo de un nivel mínimo que le permita satisfacer sus
necesidades básicas; e indigente, si éste no le permite
satisfacer sus necesidades alimenticias. Estos mínimos se
denominan "línea de pobreza" y "línea de indigencia"
respectivamente. El valor de la Línea de Pobreza para las zonas
urbanas se obtiene duplicando el valor de la Línea de
Indigencia, en tanto que el de las zonas rurales se calcula
incrementando en 75 % el presupuesto básico de alimentación
estimado para estas zonas, sin tener en cuenta el incremento
del proletariado rural respecto al campesino productor.
Si se emplea este método la pobreza habría disminuido
drásticamente, de modo parecido en la RA y en el resto del país;
la RA mantiene una situación favorable respecto al promedio
nacional (Gráfico 12.3.1). En el Capítulo 11. 5 se evidencia en
cambio que la mayoría de la población trabajadora es pobre y el
porcentaje no es diferente al promedio nacional.
El método de línea de pobreza tiene varios inconvenientes
conceptuales y metodológicos. Desde luego la pobreza es un
sentimiento, un problema cultural y no sólo material. En los años
ochenta y noventa, el traslado de los antiguos "campamentos" a
viviendas sociales, no ha resuelto el problema de exclusión
social. En las nuevas "villas" los pobladores siguen segregados
dentro de la ciudad, divididos internamente, hacinados y
estigmatizados por el resto de la sociedad por vivir, estudiar y
atenderse en lugares especiales para pobres, caracterizados
por la violencia intrafamiliar, las drogas y la delincuencia518.
Aun limitándose al aspecto material, la canasta de necesidades
básicas no ha sido corregida en los últimos 20 años a pesar de
los cambios culturales, económicos y tecnológicos y de las
privatizaciones que encarecen servicios básicos. En particular,
se ha mostrado en el Capítulo 11.5 que satisfactores
elementales difícilmente podrán ser cubiertos con el valor de
otra canasta de alimentos. Según Schatan (1998) si se exigue
que el gasto alimentario no supere a un tercio de la renta, el
porcentaje de pobres pasa del 23,2% al 56,0% de la población
chilena en 1996. Además, el año de comparación 1987, es
bastante poco exigente. Aún en 1990, el poder adquisitivo de los
salarios era inferior al de 1970, el salario mínimo era el mismo, y
el salario industrial medio de 1970 no se recupera hasta 1992.
Asimismo, existen problemas metodológicos. Los ingresos son
fluctuantes y vulnerables con la coyuntura macroeconómica;
esto afecta la historia de trabajadores ocasionales y de
pequeños productores que pagan deudas de arrastre que no
figuran en la canasta. Por otra parte, se asume que los
encuestados voluntariamente subestiman sus ingresos, pero el
método de corrección podría ser inapropiado. También se
presenta el sesgo de medición de los trabajadores
subcontratados en la RA ya señalado.
Existe un obstáculo mayor para comparaciones regionales. La
canasta utiliza el Indice de Precios al Consumidor (IPC) con
precios del Gran Santiago. Esto significa que la línea de pobreza
en la RA se encuentra subestimada respecto al resto del país.
En efecto, en el Capítulo 11 se ha expuesto que, en
comparación a Santiago, entre 1990 y 1998 la RA presentó
precios de alimentos 46% superiores en promedio simple a los
de Santiago. Además los vegetales, claves en una alimentación
de calidad, son los que presentan las mayores diferenciales de
precios con el Sur del país.
Para analizar el último problema se procesó la base de datos de
la encuesta CASEN 2003. En las primeras tres columnas del
Cuadro 12.3.1 se hayan los valores oficiales519. La columna
siguiente enseña que bastan precios 15% superiores para que
la tasa de pobreza de la RA alcance al promedio nacional. En
cambio, la columna a continuación indica que si los precios
fuesen 20% superiores, la tasa regional superará la línea de
pobreza nacional. Estos rangos de precios 15%-20% parecen
consistentes con las cifras presentadas en el Capítulo 11.2. En
1998-2003 el precio promedio del pan corriente de la RA fue
justamente 20% superior al registrado por el IPC en Santiago.
Luego, el método de la línea de pobreza no evidencia que haya
menos pobres en la RA que en el promedio nacional. El gráfico
13.3.2 ratifica estos resultados con otra variable correlacionada
a la pobreza y a los precios de la RA: el déficit de vivienda (de
mayores precios regionales) de la RA (II Región) es superior al
de otras regiones. Por otro lado, la pobreza (absoluta) aparece
en caída entre 1990 y 2003, pero cabe preguntarse si es
legítimo comparar ingresos diferentes en 13 años con una
misma canasta de bienes.
INDICADORES MACROECONOMICOS
Indicadores – Producción
Nuestra economía ha mostrado una recuperación a través del
crecimiento del PBI a 3.8% en lo que va del 2002, el mismo que
podría ser mayor si se siguen desarrollando los sectores de
construcción y servicios. Sin embargo, el entorno político y
factores externos pueden detener este crecimiento.