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Casa de Oración Iglesia del Nazareno

Tema 32: Una cobertura invaluable.


Base bíblica: 1 Samuel 16:1-13.
Introducción
Cuentan que un día, un fuerte y hambriento León salió en busca de comida. No pasó
mucho tiempo, cuando encontró a su paso un ciervo que pastaba solitario. El león
emprendió la cacería mientras el ciervo aguardaba su momento final. A escasos
centímetros de la presa, el ciervo le dijo: ¡señor león! No se atreva a comerme, yo soy
el animal más temido del reino; sígame, se lo voy a demostrar.
El inocente león caminó detrás del ciervo, mientras asombrado veía huir a todos los
animales al paso del ciervo. Fue tan grande el asombro del León, que reverenció al
ciervo y se fue. Probablemente no seamos los más fuertes y sagaces, pero la
cobertura de Dios hace notoriamente la diferencia. David es un buen ejemplo de un
hombre que aprendió a vivir bajo la cobertura de Dios. No fue el más calificado, pero
practicó los principios que veremos a continuación, y eso hizo la diferencia:
1. Humildad.
David entendió desde pequeño el principio de la humildad. Era el más joven de su
familia y creció bajo el reinado de Saúl, un rey altivo. Una vez que David fue ungido
como rey, Saúl lo persiguió para matarle. David tuvo la oportunidad de levantar el
reino en contra de Saúl, sin embargo, prefirió esperar pacientemente, el obrar de
Dios.
A David nunca lo deslumbró una posición de liderazgo y tampoco el reconocimiento.
Eso hizo que Dios pusiera Sus ojos en él. La Biblia afirma: “Porque el que a sí mismo
se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Mateo 23:12.
Tampoco defendió su poder y autoridad, siempre eligió rendirse al Señor para que
defendiera su causa. La humildad nos permite alcanzar aquellos lugares donde solo
llegan los grandes. La cobertura de Dios no está con los altivos de corazón. Las
Escrituras declaran: “Das la victoria a los humildes, pero tu mirada humilla a los
altaneros”. 2 Samuel 22:28.
2. Pasión por la voluntad de Dios.
David podía entregar sin reparo su vida entera con tal de cumplir la voluntad de Dios.
Su más grande y constante preocupación era estar en el lugar correcto y en el
momento preciso.
Gene Edwards, autor del libro: “Perfil de Tres Monarcas”, pone asertivamente en la
boca de David las siguientes palabras: “Dios me puso aquí. No soy responsable de

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tomar ni de mantener el poder”. David hizo que su vida dependiera de la voluntad de
Dios y no del poder que tenía como rey. ¿Cuántas veces nosotros amamos la
voluntad de Dios en la medida que nos permite ocupar lugares de privilegio?
Amar la voluntad de Dios no es otra cosa que anularnos a nosotros mismos para que
el perfecto plan de Dios se lleve a cabo en la tierra a través de nosotros. Hoy más que
nunca tenemos la necesidad de vivir de acuerdo a la oración de Jesús: “hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo”.
Roguemos al Señor para que las prioridades celestiales sean también nuestras
prioridades y preocupaciones diarias. “Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley
la llevo dentro de mí”. Salmo 40:8. Dios cuida incesantemente de aquellas personas
que desean hacer Su voluntad, aun cuando para el mundo parezcan las más
ingenuas e inocentes de todas.
3. Diligencia.

David fue un hombre diligente. Siempre hizo más de lo que se le pidió. Se esforzó por
cumplir con excelencia los mandatos de Dios y las demandas de su rey, a quién honró
con su sujeción. En una ocasión, Saúl le pidió a David que consiguiera cien prepucios
de los filisteos para que se convirtiera en su yerno. David aceptó, y aunque aún no se
había cumplido el plazo, David fue con sus soldados y mató a doscientos filisteos,
cuyos prepucios entregó al rey (1 Samuel 18:25).
Este mundo procura vivir fiel a “la ley del más mínimo esfuerzo”. Esta ley consiste en
ganar todo sin entregar nada. Esto es un grave error. Nada puede conseguirse tan
fácil por muy espiritual que parezca. Es deshonesto de nuestra parte, tratar de gozar
de la cobertura de Dios, cuando no somos diligentes y responsables con los
compromisos y privilegios que hemos recibido. La diligencia ha hecho de los menos
calificados, los más capaces.
Conclusión
Consideren una pregunta final: ¿Realmente amas la voluntad de Dios por encima de
tus propios gustos e intereses? Tu éxito será proporcional a la pasión de tu alma por
hacer lo que Dios quiere.

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