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Ser egocéntrico significa que la persona sólo piensa en sí mismo y no importa lo que piensen
o sientan los demás. Pero en el caso de los niños no significa que sea egocéntrico (o egoísta)
simplemente que están en una etapa evolutiva en la cual ellos son los protagonistas porque
aún no han desarrollado un pensamiento empático.
El egocentrismo es parte del desarrollo de los pequeños y es sano que lo pasen, además es
que deben pasar por esta etapa y los padres no tienen por qué darle más importancia de la
que realmente tiene, únicamente deben armarse de paciencia y cariño.
Por alguna razón tu niño cree que lo merece todo, quizá lo has consentido demasiado
o está creciendo solo, sin una figura de autoridad. Reconoce algunos signos en su
conducta e intenta ser una ayuda para él.
Tu pequeño se muestra egoísta, nunca pide por favor ni ofrece las gracias cuando
complacen sus deseos. Tampoco reconoce los talentos o aciertos de sus amigos o hermanos.
No le gusta jugar con otros niños, ni compartir sus juguetes. Prefiere distraerse solo; o
buscar que los demás se sumen a sus exigencias, son manipuladores y no es extraño verlos
malhumorados.
Si tu niño se reafirma en su conducta y el problema se centra en las pocas o muchas
atenciones que recibe en casa, cambia tu actitud; Y ofrécele tu cariño manteniendo los
límites.
Aproximadamente hacia los dos años o tres años los niños pasan por esta fase de
egocentrismo en muestra del estado profundo del ser humano porque las personas son
egocéntricas por naturaleza pero el buen desarrollo y la educación harán que eso cambie.
El niño conoce el mundo según su propia perspectiva como única y por este motivo tiene
gran dificultad para ponerse en la perspectiva del otro. No pueden empatizar y entender la
perspectiva de la otra persona, para poder entender qué ocurre el niño debería poder tomar
conciencia de la realidad algo que es complicado para su mente en ese momento porque aún
no es capaz de diferenciar a él mismo de lo demás.
En la etapa egocéntrica de los niños es habitual que aparezcan las rabietas de forma
continua por la falta de entendimiento y la falta de posibilidad de una comunicación adecuada
por lo que los niños muestran gran frustración ante diferentes hechos.
Con las rabietas el niño manifiesta conductas inadecuadas (gritos, insultos, pataletas) que
utiliza para obtener aquello que desea, aunque sea una etapa que se pasa hay que ayudarles a
que las rabietas no sean un habitual diario.
Cómo actuar durante la etapa del yo de los niños
Para ello y como padres tendréis que tener una actitud mental positiva considerando que
es posible el cambio de conducta animándole de forma constructiva. Para ello:
- No tendrás que darle aquello que demanda (con rabieta o malos modos) y entretenerle con
otra alternativa que consideres adecuada, actuar con tranquilidad, controlar tu actitud sin
gritos y malos modos, actúa con afecto e indícale las cosas con calma, dile las cosas con
pocas palabras y usa el 'disco rayado' (decir lo mismo una y otra vez) con calma y sin nervios,
después de la rabieta y cuando haya llegado la calma explícale su comportamiento y expresa
qué esperas de él la próxima vez…pero sobre todo lucha porque el ambiente familiar sea
tranquilo y feliz y sé un buen ejemplo de calma y serenidad.
- Será a partir de la adquisición completa del lenguaje cuando los niños empiecen a
socializar con los demás y a empezar a entender el punto de vista del otro, siendo hacia los
cuatro años el empiece de otra etapa evolutiva porque comenzará a tener madurez y
comprensión del mundo que le rodea.
NIÑOS AGRESIVOS
Una de las grandes dificultades de los padres es saber cómo tratar la conducta agresiva de
sus hijos ya que, a menudo, nos enfrentamos a la desobediencia y a la rebeldía de los
hijos. La agresividad es un trastorno que, en exceso, y si no se trata en la infancia,
probablemente originará problemas en el futuro, y se plasmará en forma de fracaso escolar,
falta de capacidad de socialización y dificultades de adaptación.
¿Qué entendemos por agresividad en los niños?
Cuando se habla de agresividad, se está hablando de hacer daño, físico o psíquico, a una
otra persona. De una acción intencionada manifestada a través de patadas, arañazos, gritos,
empujones, palabrotas, mordidas, tirones del pelo... a otra persona. Este comportamiento es
relativamente común y, a menudo, aparece cuando el niño cumple un año.
Cuando el bebé nace, trae impulsos amorosos y agresivos que, con el tiempo y con el cuidado
de los padres, empezará a distinguir y diferenciar. Dependiendo del establecimiento de sus
vínculos afectivos empezará a desarrollar un tipo de relaciones personales u otras. Este es un
concepto muy importante y con gran repercusión en la vida del niño. Su personalidad se
construirá a partir de su conocimiento del mundo a su alrededor. Para eso, es necesario que
el bebé se sienta protegido y cuidado en su entorno familiar.
La influencia de la familia en la conducta del niño
La familia es uno de los elementos más relevantes dentro del factor sociocultural del niño.
La familia lo es todo para él. La familia es su modelo de actitud, de disciplina, de conducta
y de comportamiento. Es uno de los factores que más influyen en la construcción de la
conducta agresiva.
Está demostrado que el tipo de disciplina que una familia aplica al niño, será el
responsable por su conducta agresiva. Un padre poco exigente, por ejemplo, y que tenga
actitudes hostiles, y que está siempre desaprobando y castigando con agresión física o
amenazante constantemente a su hijo, estará fomentando la agresividad en el niño.
Otro factor que induce al niño a la agresividad es cuando la relación entre sus padres es tensa
y continuada. Dentro del factor sociocultural influirían tanto el tipo de barrio donde se viva
como la presencia de expresiones que fomenten la agresividad, como 'no seas un cobarde'.
Tratamiento de la conducta agresiva de los niños
El tratamiento de la conducta agresiva en un niño, en los casos que sea persistente su conducta
agresiva, debe estar sometido a un profesional especializado. El tipo de tratamiento que se
utilizará dependerá del resultado de la evaluación que se haga. Lo primero que harán será
identificar, a través de observaciones, charlas y entrevistas, los antecedentes (causas y
reacciones a la frustración) y los consecuentes (qué es lo que gana con la agresión) del
comportamiento agresivo del niño.
Cómo controlar la conducta agresiva del niño
2- Apuntar diariamente en una tabla, y durante una semana, cuantas veces el niño aplica la
conducta de agresividad. Anotar qué es lo que provocó el comportamiento. Con lo cuál será
necesario registrar los porques y las respuestas. Apuntar también en qué momentos los
ataques agresivos son mas frecuentes.
3- Elegir dos objetivos para modificar la conducta: debilitar la conducta agresiva y reforzar
respuestas alternativas deseables existentes en el repertorio de conductas del niño o en la
enseñanza de habilidades sociales. Ejemplos:
- Reducir el contacto del niño con los modelos agresivos. Muéstrele a su hijo otras vías para
solucionar los conflictos cómo el diálogo, el razonamiento, el establecimiento de normas,
etc. Si los niños ven que los mayores tratan de resolver los problemas con tranquilidad,
podrán imitar esta forma de actuar.
- Los padres deben reducir los estímulos que provocan la conducta. Enseñar al niño a
permanecer en calma ante una provocación.
4- Cuando esté determinado el procedimiento que utilizará, poner en práctica el plan. Debe
continuar registrando la frecuencia con que su hijo emite la conducta agresiva para así
comprobar si el procedimiento utilizado está sendo o no efectivo. Informar del plan elegido
a todos los adultos que formen parte del entorno social del niño. Mantenga una actitud
relajada y positiva y notarás los progresos. Al final, todos se sentirán mejor.
Hay situaciones que ayudan a saber el grado de timidez de tu hijo. Así que antes de
alarmarse y acudir rápidamente al especialista, conviene observar su comportamiento en
determinadas situaciones.
Algunos niños prefieren no involucrarse en algunos asuntos, pero esta cautela no debe
confundirse con algún tipo de retraimiento.
No obstante, algo distinto sería si los padres se dan cuenta que un niño que tiene más de 3
y 4 años no busca la compañía de sus compañeros de la escuela, tanto durante el tiempo
de clase como en el recreo. Es decir, si tu niño prefiere jugar solo, antes que con otros
compañeros, es posible que sea más tímido de lo normal.
Algo diferente ocurre si un niño se coarta cuando está con personas desconocidas, con sus
amigos o en lugares públicos. Si el niño no se siente bien cuando debe dirigirse a personas
que no conoce, puedes ayudarle a abrirse a los demás. Muéstrale que no pasa nada por
relacionarse con otras personas.
Lo importante es descubrir qué situaciones disparan la timidez en tu hijo. Hay niños que
se muestran así sólo cuando están en grupo. Otros se vuelven tímidos cuando en la escuela
se les pide que expliquen una lección o presenten un trabajo frente al resto de la clase. Trata
de identificar las habilidades que tu hijo necesita desarrollar en las situaciones sociales que
disparan su timidez.
El principal problema de la timidez del pequeño, y lo que se debe intentar que no ocurra es
que ésta se convierta en un hándicap para él. Los padres pueden ayudar a evitar esta
situación. En primer lugar, no se le debe forzar a interactuar con personas que no
conoce o que conoce poco. Pídele, no obstante, que dé muestras de educación con las
personas que se encuentra: "buenos días", "gracias", "por favor”, etc.
Anímale progresivamente a que responda él mismo a las preguntas que le sean planteadas
por otras personas. No te olvides de felicitarlo en privado cada vez que supere sus
dificultades. Su seguridad debería llegar progresivamente mediante estos intercambios, que
poco a poco serán más amplios y espontáneos. También puede invitar a uno de sus amigos
para una actividad que le guste, y luego ampliar su círculo de amistades. Esto podrá
ayudarle a apreciar el contacto con otros niños.
Como padres, no se debería intentar cambiar radicalmente a un hijo, ya que no es fácil
vencer la timidez. Pero sí hay que tratar de ayudarle a superar este temperamento, intentar
facilitarle su apertura social y así favorecer los inevitables contactos sociales que tendrá
que establecer a lo largo de toda su vida.
No llames “tímido” a tu hijo. Algunos estudios demuestran que los niños a menudo crecen
obedeciendo a las etiquetas que se les ponen. La presión de los padres puede causar al niño
ansiedad y posteriormente llevarle a un empeoramiento de la timidez. Si tienes que usar la
palabra “tímido” para describirle, relaciona siempre ésta con algo positivo; por
ejemplo, “Ana es un poco tímida con la gente, pero es una bailarina brillante”.
Según el médico pediatra Eduardo Cruz Avilés, de Puertollano (Ciudad Real), “La
timidez es un rasgo de la personalidad que puede, a veces, ser un trastorno de conducta; que
afecta a la autoestima del niño, causándole malestar y sufrimiento y pudiendo crearle
problemas en el desarrollo social y personal. Para combatirla hay que ayudar al niño a
potenciar su autoestima, y para ello recalcar sus cualidades y aptitudes, darles amor y
cariño, sin sobreprotección, y enseñarles a expresar sus sentimientos. Los padres deben
hacer sentir al niño que es muy competente y capaz; y deben enseñarle las habilidades de
las que carezcan”.
La psicóloga Ana García Mac Dougal del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña,
aconseja que el mejor modo de animar a tu hijo a vencer su timidez, según su edad, es
llevándole a alcanzar sus deseos por sus propios medios. Siempre adaptándote a su nivel de
independencia, le dirás que no se lo alcanzas tú, ni se lo consigues tú, sino que lo tiene que
lograr él mismo. Hasta llegar a que, por ejemplo, cuando te pida que quiere un polo del
quiosco, le digas que averigüe cuánto cuesta y le des el dinero para que lo compre él
mismo, lo cual, para él será un gran logro. Como quiere el polo, hará todo el proceso. Así, y
con todo, desde pequeño. Cuando te diga en la pubertad que quiere un ordenador, le
animarás a averiguar en Internet con qué complementos lo quiere, qué precios hay, y armar
un presupuesto. Lo prepararás para ir enfrentándose al mundo adulto tomando sus propias
decisiones.
DEFICIENCIA DE LENGUAJE
El desarrollo del habla y el lenguaje en los niños varía. Los profesionales de la salud tienen
listas de hitos para determinar lo que es normal. Estos hitos ayudan a establecer si un niño
avanza en forma normal o si pueden necesitar ayuda adicional. Por ejemplo, un niño
generalmente dice una o dos palabras como "papá", "mamá", "ajo" o "agua" para cuando
celebra su primer cumpleaños.
A veces, un retraso puede ser causado por la pérdida de audición. Otras veces puede ser
debido a un trastorno del habla o del lenguaje. Los niños que tienen trastornos del habla
pueden tener problemas para producir los sonidos del habla en forma correcta. Ellos pueden
dudar o tartamudear al hablar. Los niños con trastornos del lenguaje pueden tener problemas
para entender lo que otros dicen o tener dificultades para comunicar sus pensamientos.
Si cree que su hijo presenta un atraso para hablar o cree que tiene problemas con el lenguaje,
consulte con el pediatra de su niño
En qué consisten los trastornos del habla y del lenguaje
Los trastornos del habla y del lenguaje son diversos y pueden aparecer a cualquier edad.
Independientemente de la gravedad de los trastornos del habla y del lenguaje, la capacidad
de la persona para relacionarse y comunicarse con los demás se verá afectada. Dichos
trastornos pueden interferir con la capacidad que la persona tenga de comprender o
expresarse o que los demás la entiendan. Las causas que los originan son diversas; pueden
ser de origen congénito o aparecer durante la niñez o más adelante debido a un accidente o a
una enfermedad.
En qué consisten los trastornos del habla
Los trastornos del habla afectan la capacidad de articular las palabras de modo comprensible.
Muchas personas con trastornos del habla no tienen problemas de comprensión ni de
razonamiento. Por ejemplo, una persona con parálisis cerebral podría padecer un trastorno
del habla pero no tener problemas de razonamiento ni de comprensión.
Los trastornos del habla también pueden comprender trastornos de la voz como los
relacionados con el tono, la intensidad o el timbre. Uno de los trastornos del habla más
comunes es la disfemia (tartamudez), la cual se caracteriza por la repetición de sonidos y por
una gran dificultad para articular las palabras. Las causas de muchos trastornos del habla son
desconocidas.
En qué consisten los trastornos del lenguaje
Las personas con trastornos del lenguaje pueden tener dificultad para entender las palabras
habladas o escritas. Las deficiencias intelectuales, los trastornos del espectro autista, la
deficiencia auditiva, las lesiones o los tumores cerebrales, los accidentes cerebrovasculares
y la demencia pueden originar trastornos del lenguaje, o bien acompañarlos. Dichos
trastornos también pueden aparecer en personas que se desarrollan intelectual, sensorial o
físicamente de manera normal.
Los trastornos del habla y los del lenguaje no son lo mismo. Una persona puede padecer un
trastorno del habla y uno del lenguaje, o sufrir sólo uno de ellos sin tener necesariamente el
otro.
Quienes sufren trastornos del habla o del lenguaje quizás traten de ocultar sus afecciones y
tengan dificultad para leer en voz alta y en público. Es probable que algunas personas, en
especial los niños, no sepan que padecen este trastorno. Los familiares o los seres queridos
de la persona con el trastorno pueden encontrar a un especialista en habla y lenguaje para que
indique y haga las terapias. Tanto quienes tengan dichos trastornos como sus seres queridos
deben ser pacientes al procurar tratamiento.
Cómo prestar ayuda
Averigüe a través de la familia, de la persona o de quien sea responsable del cuidado
de ésta en cuanto a la naturaleza del trastorno de comunicación, ya fuere un trastorno
del habla, del lenguaje o de ambos.
Trate a la persona con respeto. No tema pedirle que repita una palabra o una oración.
Sea paciente; no le sugiera palabras a la persona ni finalice sus frases.
Diríjase directamente a quien sufre el trastorno de comunicación. No suponga que la
persona que padece dicho trastorno no tiene la capacidad para comprender.
Preste atención a los gestos del rostro, los movimientos de las manos u otras
reacciones, ya que el habla no es la única forma de comunicación.
No pida a las personas que tartamudeen que hablen más lento o que vuelvan a
comenzar. Ello tiende a empeorar el tartamudeo.
Apoye a la persona y a quienes sean responsables de su cuidado en su búsqueda de
apoyo espiritual. No intente explicar por qué tienen que afrontar esa dificultad.
Proporcione maneras adecuadas para que la persona participe en los servicios de
adoración, las actividades y el servicio en la Iglesia. Por ejemplo, una persona que
padezca un trastorno del habla podría participar en una presentación musical tocando
un instrumento, aunque sea una campana.
Hable clara y articuladamente, pero con naturalidad. Tenga en cuenta que la persona
podría sentir que usted le habla como a un niño si lo hiciera con demasiada lentitud.
Esté dispuesto a esforzarse para mejorar la comunicación. En algunos casos, ello
podría significar obtener conocimientos básicos de lenguaje de señas o estar al tanto
de los dispositivos de comunicación especiales para personas que no se comunican
verbalmente. Si fuera adecuado, familiarícese con los dispositivos, los sistemas y los
programas que se han diseñado para brindar asistencia.
Tenga en cuenta que la persona necesita un grupo alentador y afectuoso de amigos,
de miembros del barrio y de familiares.
Esfuércese por comprender lo que la persona diga al centrarse en lo que ella esté
diciendo en lugar de en cómo lo esté diciendo.