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Autónomas: Para el año 1820 las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Salta,
Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Luis, San Juan, Mendoza, Corrientes,
Santa Fe y Entre Ríos ya tenían sus propias jurisdicciones, es decir, eran autónomas (a
la que se sumaría Jujuy, que en el 1834 se separa de Salta) con respecto a sus cabeceras
de intendencias. Si bien territorialmente las provincias mantenían los contornos dados
por la Ordenanza de Intendencias del año 1782, éstas se rigen a partir de este momento
por nuevos reglamentos, constituciones o leyes fundamentales dictadas,
respectivamente, por cada uno de los gobiernos provinciales.
Forma de gobierno: Luego de la caída del poder central las provincias abrazaron
paulatinamente la forma republicana (que adopta el principio de división de poderes)
de gobierno en sus nuevas reglamentaciones. En ellas se establecieron regímenes
representativos de base electoral muy amplia (salvo algunas excepciones como fueron
los casos de Córdoba y Mendoza), ejecutivos unipersonales ejercidos por gobernadores,
legislaturas unicamerales, encargadas de la designación del gobernador, autoridades
administrativas y judiciales, y sistemas fiscales independientes.
Esto implicó una redefinición de las bases de poder entre la ciudad y el campo: al
predominio del espacio urbano colonial con base en los cabildos le sucedió un nuevo
equilibrio en el que el espacio rural cobraba nueva entidad política
La gestión de Martín Rodríguez, que se extendió desde el 1820 al 24, (conocido como
“la feliz experiencia”) tuvo un amplio consenso de la población bonaerense,
especialmente de los sectores económicamente más poderosos (como los grandes
comerciantes), de no volver a pasar por el drama de la crisis del 20. Dicho consenso se
expresó en el apoyo al Partido del Orden (o Partido de la reforma) liderado por
Bernardino Rivadavia (ministro de gobierno de Rodríguez) que apuntó a impulsar un
plan de reformas tendientes a transformar los aspectos políticos, sociales, económicos,
culturales y urbanos de Buenos Aires. Buscaba “el orden” (luego de la crisis) y el
progreso, y para esto Rivadavia buscó rodearse de dirigentes pertenecientes a las clases
letradas. Entre las reformas que impulsaron por esos años, que pretendían lograr un
orden en la provincia se cuentan las siguientes:
Ley electoral de 1821: “hombre libres” y campaña.
Ley de supresión de Cabildos.
Reformas en el poder judicial (Juzgados de paz en vez de los Cabildos).
Reforma en el poder ejecutivo: Ministerio de gobierno de Hacienda y
Guerra. La Sala de Representantes devino en poder Legislativo.
Reforma militar y eclesiástica donde ambos perdieron privilegios.
Ley de prensa 1821: Expansión de la prensa periódica y muy bajo grado de
censura.
Creación de la Sociedad Literaria: Periódico El Argos de Buenos Aires;
Revista literaria La abeja Argentina.
Fundación de la Universidad de Buenos Aires de 1821.
A nivel económico:
o Se buscó un crecimiento apoyado en la producción granadera,
mediante la conquista de tierras a los indios expandiéndose hacia el
sur.
o Derechos y gravámenes a los bienes muebles e inmuebles y a los
productos ingresantes desde países extranjeros.
o Ley de enfiteusis y planes de inmigración.
o Transformación edilicia.
o El empréstito de la Baring Brothers, en 1824
Legalidad y legitimidad.
Constitución del 26
En el ’25, cuando aún las diferencias dentro del Congreso estaban más moderadas, se
propusieron crear una Constitución nacional, una de las tareas que se habían propuesto.
El sector unitario (a sabiendas que tenía mayoría en la Asamblea) había propuesto una
consulta a las provincias para que se expidieran con respecto a la futura organización
del estado. La Asamblea Constituyente evaluaría después los resultados. La consulta dio
los siguientes resultados:
Federales: Entre Ríos, Santa Fe, Santiago del Estero, San Juan, Mendoza y Córdoba,
que rectificó un primer dictamen en favor del sistema unitario.
Unitarios: Tucumán, Salta, Jujuy y La Rioja.
Remitieron la decisión al Congreso: Corrientes, Catamarca, San Luis, Misiones,
Montevideo y Tarija.
Lavalle – Dorrego: Luego de que Dorrego declara la paz con el Brasil, Lavalle y un
grupo de unitarios lo destituyen, obligándolo a huir hacia la campaña y a refugiarse con
Rosas (comandante de milicias). Sin embargo Lavalle se lanza a su persecución y lo
ejecuta en diciembre del ’28. Esto lleva a una guerra civil en la provincia que dura más
de seis meses.
La Liga Unitaria (la Liga del Interior) y el pacto federal (Liga Federal) de 1831.
Liga Unitaria: (Córdoba, Salta, Tucumán, San Juan, La Rioja, Mendoza, San Luis,
Catamarca y Santiago del Estero) José María Paz decide avanzar sobre Córdoba
(Bustos) con un ejército reducido compuesto de excombatientes de la guerra contra el
Brasil, y vence a Bustos en la batalla de San Roque en abril del 1829; obteniendo así la
adhesión de Salta y Tucumán; Bustos se retira hacia La Rioja y busca refugio con
Facundo Quiroga. Éste, hecho de un ejército de 5.000 hombres avanza sobre Córdoba,
ahora en dominio de Paz, y es rechazado en la batalla de la Tablada ante el ejército
unitario compuesto por apenas 2.300 hombres. Un año más tarde, en 1830, Quiroga
vuelve a invadir Córdoba pero vuelve a ser derrotado por las fuerzas de Paz en la batalla
de Oncativo. La principal consecuencia del triunfo del general cordobés fue la
constitución de un bloque opositor en todo el interior que, en nombre del unitarismo,
intentaría erradicar a los federales del conjunto del territorio. Se lanzó entonces a
trascender la esfera provincial, valiéndose de las alianzas previas. El general Lamadrid
se apoderó de San Juan y La Rioja, mientras otras divisiones ocuparon Mendoza, San
Luis, Catamarca y Santiago del Estero. El poderío de Quiroga parecía destruido frente
al avance de Paz. Con el objetivo de institucionalizar las victorias obtenidas, se
proponen conformar una liga de provincias, la cual implicaba entre otras cosas:
Comprometerse a convocar un congreso nacional para dictar una constitución.
Entregar al general Paz el supremo poder militar con plenas facultades.
Retirarle a Buenos Aires la representación de las relaciones exteriores.
Liga Federal: (Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos) Surge como inmediata
respuesta al pacto que unió a las provincias del interior para formar una alianza ofensiva
y defensiva de las provincias del litoral para enfrentar a las fuerzas de Paz. Luego de
varias gestiones, en mayo de 1830 se firmó un primer tratado entre Buenos Aires, Santa
Fe y Corrientes, del que quedó excluido Entre Ríos, dada la convulsión interna que
sufría en ese momento por el alzamiento de López Jordán. Al resolverse la situación
entrerriana, se consideró necesario firmar un nuevo tratado, por lo que los delegados
de las cuatro provincias se reunieron en Santa Fe. Comenzaban así las tratativas de lo
que daría como resultado la firma del Pacto Federal. Aquí quedaron en evidencia
las fuertes contradicciones entre Corrientes y Buenos Aires, sin embargo, a fin de no
retrasar la firma del Pacto, Rosas transigió en algunos puntos.
El contenido del Pacto Federal fue el siguiente:
Expresaba su voluntad de paz, amistad y unión, reconociéndose recíprocamente
libertad e independencia, representación y derechos.
Vaga y ambigua referencia a una futura reunión de un congreso constituyente
(ambigüedad por la cual Corrientes queda luego excluida del Pacto), el cual
debería adoptar el principio federal.
Se creaba la Comisión Representativa de los Gobiernos de la Provincia del
Litoral: con facultad de reunir al congreso, declarar la guerra y la paz.
Estanislao López asumía el mando supremo de las fuerzas federales; Rosas
comandaría las reservas.
Disidencias: un sector federal más antiguo (que había sido liderado por Dorrego) hizo
notar sus disidencias con Rosas apenas éste asumió y, sobre todo, en la Sala de
Representantes cuando ocurrió el debate sobre el otorgamiento de las facultades
extraordinarias al gobernador. Luego de dos meses de largos debates, la Sala de
Representantes aprobó el proyecto de facultades extraordinarias, el cual duraría un año.
El desacuerdo de 12 miembros que tenían que votar se hizo notar con su ausencia.
La situación se tornó más tensa cuando la misma Sala aprobó la ampliación de las
facultades por tiempo indeterminado.
Ya para el año 1831, luego de la caída de Paz, los argumentos a favor de las facultades
extraordinarias cejaban en su fuerza, ya que no existían amenazas externas.
Pero es en el 32 cuando Rosas, viendo que “la opinión pública” mostraba grandes
desacuerdos con el sostenimiento de sus facultades extraordinaria, decidió devolverlas a
la Sala. Algunos fieles a Rosas sometieron a votación tal decisión, pero la oposición
federal le dio una abrumadora mayoría en votos.
División del federalismo porteño: Luego de que Balcarce fuera designado para la
Primera Magistratura, Rosas inició su proyecto de campaña del desierto (contra los
indios al norte de Río Negro). Desde allí pretendía manejar la política porteña y
aguardar el momento en que volvería a ser llamado por los legisladores porteños,
ofreciendo el gobierno y los poderes extraordinarios. Sin embargo, esto se le complicó
ya que Enrique Martínez (primo del nuevo gobernador) pasó a ocupar el Ministerio de
Guerra. Éste intentó aunar bajo su seno a todos los federales independientes en la
Legislatura. A mediados del ’33, los “federales cismáticos” (independientes a Rosas,
comandados por Martínez) y los “federales apostólicos” (diputados favorables a Rosas)
se opusieron en las elecciones para renovar la Sala de Representantes. Ganan los “lomos
negros” (cismáticos), reafirmando así su hegemonía en la Sala de Representantes.
Meses más tarde se realizaron elecciones complementarias, que fueron suspendidas por
Balcarce aduciendo que hubo violencia, aunque en realidad se auguraba una victoria del
sector rosista. Esto agravó aún más el conflicto.
Este enfrentamiento tuvo su discusión en la Sala de Representantes en ocasión de
discutirse el proyecto de Constitución provincial (Bs. As.). Por un lado la propuesta de
Anchorena (primo de Rosas), que sólo apuntaba a restarle poder a los cismáticos. Y por
el otro, la propuesta de éstos último que pretendía sancionar una carta orgánica que,
además de garantizar la división de poderes y las libertades individuales, estableciera
explícitamente que el cargo de gobernador sólo se ejercería por tres años, sin posibilidad
de reelección por el término de seis años. Además, el proyecto prohibía específicamente
el otorgamiento de facultades extraordinarias al poder ejecutivo, hiriendo de muerte la
vocación hegemónica de Rosas.
En octubre del ’33, el gobierno de Balcarce castiga a varios diarios rosistas. Esto
ocasiona la reacción de los apostólicos, quienes aprovechan para movilizar a sus
seguidores a protestar a la Plaza de la Victoria. Son reprimidos. Tiempo después, desde
Barracas organizan un enfrentamiento contra las fuerzas oficiales y triunfan. Martínez y
Balcarce se ven obligados a renunciar.
Pero como los cismáticos aún tenían mayoría en la Legislatura, los apostólicos
decidieron ganar poder a través del amedrentamiento: Encarnación Ezcurra creo la
Sociedad Popular Restauradora, un pequeño grupo de fieles rosistas que presionaban a
los sectores federales opositores. En el 33 se produce, al igual que en el 29 con los
unitarios, un éxodo federal.
Discurso ilustrado: Fue propio de la generación del ’37, los primeros “intelectuales”
interesados en la construcción de alguna forma de identidad nacional que son también
los primeros que van a pensar lo que hoy sería el análisis de la realidad, la realidad
como objeto de análisis. Tiene dos líneas claramente marcadas: línea alberdina y línea
sarmientina, porque de alguna manera esta generación considera al rosismo o a la
experiencia de la etapa rosista como algo que se necesita explicar o entender. Estos
buscan el origen de ese “mal” y lo encuentran en el desierto, en la vagancia, en el
nativo. Alberdi y Sarmiento tienen una visión pesimista sobre ellos (exterminio), en
cambio Mitre piensa que en un futuro de progreso de alguna manera ese mal se
solucionaría (poblamiento).
Sarmiento encuentra una solución en la educación a través de la escolarización.
Alberdi también considera que hay una solución en la educación pero no la entiende de
una manera formal como Sarmiento; dice: “Educar es poblar”. Mediante el poblamiento
del territorio con inmigrantes europeos.
Una idea de la generación del ’37 va a ser la de la “policía de conciliación”: unificación
de las posiciones. Esta idea es crítica del faccionalismo. Va a perdurar en el tiempo y va
a intentar ser llevada adelante por Viamonte en el ’32 y por Urquiza en el ‘53
UNIDAD III
El orden rosista tiene su comienzo a partir del momento en que asesinan a Facundo
Quiroga en Barranca Yaco, el 16 de febrero de 1835. La Legislatura porteña temió
volver a recrear la “anarquía del año 20” o los enfrentamientos de 1828 (cuando el
primer mandato de Rosas), por lo que estuvo dispuesta a renunciar a su iniciativa y
protagonismo, y entregó a Rosas los poderes tantas veces reclamados. La Sala de
Representantes volvió a elegir a Rosas como gobernador, cediéndole no sólo las
facultades extraordinarias, sino además la suma del poder público.
Rosas va a establecer un orden que tiene mucho que ver con su liderazgo. Rosas es
gobernador de la provincia más rica, por lo que tiene una serie de ventajas:
1. Manejo de las relaciones exteriores de las distintas provincias.
2. La existencia de un Pacto Federal que sostiene una suerte de débil
confederación.
3. La caja: el dinero que obtiene de la aduana de Bs. As. le permite a Rosas poder
subsidiar a las demás provincias.
Control de los comicios: En el plano electoral, la unanimidad fue producto de una ardua
tarea a través de la cual Rosas logró reemplazar la lógica política instaurada en la época
rivadavíana y vigente hasta 1835, fundada en la deliberación de las listas de candidatos
en el interior de la elite, por un sistema de lista única en el que todos debían votar “sin
disidencias”. El control personal que Rosas ejerció sobre los actos comiciales logró
consolidarse recién después de 1838. Hasta esa fecha se observan todavía algunas
votaciones en disidencia con la lista oficial que, aunque muy minoritarias, revelan
ciertas grietas en el régimen, que no serían toleradas luego de 1840.
Plebiscitos: Este particular mecanismo electoral se combinó, además, con los frecuentes
plebiscitos realizados durante el período en los que los habitantes de la provincia -
organizados por las autoridades menores del régimen- reclamaban la reelección de
Rosas con la suma del poder público. Tales reclamos tenían su origen, por lo general, en
el ya mencionado ritual que incluía la renuncia al cargo por parte de Rosas y su
posterior asunción en nombre del deber y de la razón pública.
Propaganda: Aun cuando era claro que no se toleraban disidencias en los periódicos, es
cierto también que todavía no se les exigía -como sí ocurrirá después de 1839-
reiteradas muestras de adhesión al régimen. Si en esos primeros años era posible leer
noticias políticas y comentarios en la prensa circulante, luego se asistirá a una monótona
y reiterativa propaganda oficial. Rosas contó para ello con un grupo de publicistas y
colaboradores encargados de editar los periódicos del régimen. Sin duda, el más
destacado fue el napolitano Pedro de Angelis, redactor de la Gaceta Mercantil, el
periódico oficial más importante de la época, y del Archivo Americano, publicación
trilingüe destinada a mostrar las bondades del régimen a los países y lectores
extranjeros. Además de este periodismo “culto”, Rosas buscó la colaboración de
periodistas “populares” para difundir consignas propagandísticas entre estos sectores.
En esas páginas se reproducían textos en prosa o en verso, escritos en un lenguaje
directo y fácil de recordar.
Terror: Sin duda, el sistema coercitivo más conocido de la experiencia rosista fue el que
encarnó la Sociedad Popular Restauradora, conformada en 1833, que tuvo como brazo
armado a la Mazorca. Si bien ambas organizaciones estaban en un principio unificadas,
luego de 1835 las distinguió el hecho de que la Mazorca, como ala ejecutora, era la
encargada de cometer asesinatos y torturas, y que casi todos sus miembros eran parte de
la policía. De esta manera, el aparato coercitivo del rosismo estuvo constituido, por un
lado, por la maquinaria legal que funcionaba a través de la policía -formada por un
cuerpo de comisarios con jurisdicción en la ciudad de Buenos Aires, mientras que en la
campaña dichas funciones recaían en los jueces de paz-y, por otro lado, por la Mazorca
que, como grupo parapolicial, operaba desde las sombras, de manera ilegal, y con un
vínculo con el gobernador que nunca llegó a dilucidarse por completo.
Terror en el provincia y en el interior: El mes de octubre de 1840 estuvo marcado por
los asesinatos, atentados, torturas y encarcelamientos de supuestos unitarios en la ciudad
de Buenos Aires. Aunque no se sabe a ciencia cierta cuál fue la cantidad dé muertes
producto de la acción directa de la Mazorca, el clima de terror que había creado no tenía
precedentes. La misma escena se repitió luego en el interior, cuando las fuerzas de
Oribe derrotaron a la Coalición del Norte, y en la misma Buenos Aires, en marzo de
1842, cuando llegó la noticia de que el general Paz, luego de huir de su arresto porteño,
había derrotado a Pascual Echagüe en Caaguazú en noviembre de 1841. La acción del
general Paz se encuadró en una alianza con el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, y
con el de Santa Fe, Juan Pablo López, para exigir una vez más la organización
constitucional del país. El santafecino no demostró gran fidelidad hacia el gobernador
de Buenos Aires y fue vencido por los ejércitos de Oribe y Echagüe en abril de 1842.
Tales hechos desataron nuevas escenas de terror en Buenos Aires. En abril de 1842, la
Mazorca se adueñó de las calles: se repitieron los asesinatos, torturas y atentados. El
papel de Rosas en todos estos eventos es oscuro. Si bien no era ajeno a las matanzas,
tampoco es posible dilucidar si fue él en persona quien las ordenó y cuál fue su grado de
responsabilidad frente a sus fanáticos seguidores que, en algunos casos, actuaban con
cierta autonomía en su sed de venganza. Lo cierto es que este nuevo terror cerró una
etapa de la que el régimen salió consolidado. La unanimidad federal y la lealtad a Rosas
se extendió.
Discurso Rosista: El federalismo era para los rosistas una adecuación de los principios
abstractos del republicanismo a la realidad política de la Argentina pos-independiente.
Sus creencias consistieron en: eran la defensa de la independencia nacional frente a las
amenazas de potencias extranjeras, la preservación de un orden político federal que
impidiese el desmembramiento de las Provincias Unidas en unidades auto-suficientes, el
restablecimiento del orden social a fin de proteger la propiedad privada y la seguridad
personal, y la adhesión a un principio de representación basado en la voluntad popular.
El discurso republicano del rosismo estuvo asentado sobre todo en cuatro componentes:
1. El ideal de un mundo rural estable y armónico, con fronteras claras a la
propiedad y con jerarquías socales bien delimitadas, una sociedad en que cada
uno tenía un rol social “natural”. Dentro de este orden republicano, el ideal de
virtud era aquel Gran Ciudadadno que , siendo meramente un labrador o un
pastor (un propietario rural), entregase su tiempo y esfuerzos a la construcción
del orden social y a la restauración de las instituciones republicanas, volviendo
después a su espacio natural, la vida en la campaña.
2. El segundo componente importante de este imaginario fue la imagen de una
república amenazada por una banda de conspiradores de clase alta. Los unitarios
–identificados en el discurso rosista con los intelectuales, los comerciantes, los
artistas, las personas de gustos refinados y dinero- aparecían como un grupo
irreformable de alienados mentales, perversos morales y herejes siempre
dispuestos a subvertir el orden institucional. Ellos constituían la principal
amenaza a la continuidad de la república.
3. La defensa del “Sistema Americano”. Para responder a las amenazas que se
cernían sobre la “causa federal” y sobre la integridad territorial y la soberanía de
los estados de la Confederación Argentina, se hizo uso de un imaginario
“Sistema Americano” enfrentado con las ambiciosas monarquías europeas.
4. Se refiere principalmente a esta adaptgación entre teoría y realidad políticas. El
orden republicano requería restaurar el orden social, calmar las pasiones de la
revolución, para poder funcionar. De nada servían las instituciones si los
ciudadanos no obedecían la ley.
En resumen: una sociedad agraria estable y armónica, un americanismo moderno y
pragmático engrentado a la tradicional y monárquica Europa, la amenaza
permanetne de conspiradores unitarios y una obsesión por el orden constituyerosn
las bases del discurso del republicanismo rosista.
La generación del 37: los proyectos de nación.
Situación en Litoral: Se produce en el ’38 el bloqueo del puerto porteño por parte de las
fuerzas navales francesas hasta el ’40. Si bien las razones del bloqueo derivaban de un
antiguo reclamo diplomático, se cruzaron entonces con asuntos de política interna en la
República Oriental del Uruguay y con la acción de los unitarios que se habían exiliado
allí. El conflicto diplomático respondía a una exigencia del gobierno francés, que desde
la década de 1820 pretendía recibir el trato de “nación más favorecida”, tal como lo
había obtenido Gran Bretaña en 1825. Ello implicaba gozar de ventajas comerciales y
de la exención de cualquier tipo de servicio de armas para los franceses radicados en
Buenos Aires, exención otorgada durante el gobierno de Lavalle, pero desconocida por
Rosas ya en su primer gobierno. Desde ese momento, Francia había presionado para
obtener una respuesta favorable a su reclamo, hasta que la muerte en una prisión porteña
del artista francés Cesar Bacle, a comienzos de 1838, desembocó en el endurecimiento
de las posiciones y en el bloqueo.
Este bloqueo también implicaba la respuesta de Rivera (presidente de la República
Oriental del Uruguay) a la intromisión de Rosas en la política de su país a favor de
Oribe con tal de contrarrestar el poder que iban adquiriendo los exiliados unitarios y
federales. Rivera pide apoyo a Francia y éste decide el bloqueo. Los unitarios creyeron
que ese sería el final del rosismo.
Esto trae muchas consecuencias negativas en la economía del régimen. Santa Fe y
Corrientes le reclaman a Rosas. Estanislao López (Sta. Fe) envía a Cullen a Bs. As.,
pero en medio él muere. Rosas intenta hacerse de la vacancia de liderazgo que López
dejó en Santa Fe, ejecuta a Cullen y logra imponer, por medio de Pascual Echagüe, al
hermano de López, Juan Pablo López.
El gobernador de Corrientes, Berón de Astrada, se une a Rivera y a Francia y decide
enfrentar a Rosas (principalemente, para poder resolver por vìa no diplòmaticas los
antiguos conflictos económicos con Bs. As: la libre navegación de los Ríos, el reparto
de los ingresos de la Aduana y la pronta resolución de una constitución. Sin embargo,
este muere en Pago Largo a manos de Echague.
Situación en la provincia:
Juan Lavalle decide enfrentar a Rosas con el apoyo de Rivera y de Francia,
campaña que comienza en el 1839.
“Conspiración de Maza”; El coronel Ramón Maza, hijo del presidente de la
Legislatura de Buenos Aires, era el cabecilla de este movimiento que, bajo la
forma de un alzamiento militar, pretendía derrocar al gobernador. La
conspiración estuvo lista para junio de 1839, pero una denuncia no sólo la llevó
al fracaso, sino que desató una reacción amplificada. Los cabecillas fueron
arrestados, Ramón Maza fusilado por orden de Rosas, y su padre, Manuel
Vicente Maza, asesinado por miembros de la Mazorca.
Levantamiento de la campaña: Se produce en el sur de Buenos Aires,
corresponde a las zonas ganaderas y hacendados (antes alìados a Rosas). Lo que
pasa es que el bloqueo francés vino a arruinar sus expectativas de ganancias
basadas en la exportación. Pero estos se desencontraron con el movimiento que
venía con Lavalle y terminaron siendo sofocados y liquidados por Rosas.
Coalición del Norte: en 1840 se forma una coalición que incluía a Salta,
Tucuman, La Rioja y Jujuy, liderada por Lamadrid y acompañada por los
emigrados federales y la expedición de Lavalle. Pretendían retirarle el manejo de
las relaciones exteriores y llevar su poder al resto de las provincias para poder
derrocar a Rosas. Esta coalición logró dominar gran parte de las provincias del
Interior exceptuando Cuyo, pero los ejércitos enviados desde Buenos Aires por
el general Oribe (que había sido desplazado de Uruguay) dieron por tierra a la
Coalición del Norte.
Brasil, que apoya a la república oriental, (Rosas apoya a Oribe). La pretensión
de Brasil en su enfrentamiento con Rosas era mantener asegurada su provincia
más meridional, Río Grande do Sul, y lograr la libre navegación del río Paraná.
Rosas evaluaba esta pretensión como una muestra más de las apetencias de
imperio brasileño. En el 1851 se pronuncia abiertamente el conflicto
Urquiza, como gobernador de Santa Fe, empieza a competir económicamente
con Rosas. Los estancieros entrerrianos, entre ellos el mismo Urquiza, se habían
vuelto unos de los principales proveedores de la banda oriental. En el 1851 se
pronuncia contra Rosas, le acepta la renuncia tanas veces escenificada, que
implicaba la renuncia al manejo de las relaciones exteriores
Conflictos internacionales:
Bloqueo francés, 38-40: Francia reclama un trato igualitario con respecto a
Inglaterra, ya que ésta es considerada país privilegiado. Además Rosas había
quitado un derecho brindado por Rivadavia a los habitantes franceses en suelo
argentino: la obligatoriedad de participar en la guerra.
Bloqueo anglo-francés: Inglaterra y Francia (países neutrales) deciden intervenir
el puerto porteño cuando Rosas bloquea, a su vez, el puerto de la República
Oriental del Uruguay, ya que de este modo complicaba las relaciones
comerciales internacionales de aquellos países neutrales. Ambos países
exigieron a Rosas que retirara su escuadra de la república oriental, ante la
negación, la flota inglesa bloqueo el puerto de Buenos Aires desde el ’45 hasta l
’48.
La expansión ganadera.
Bloqueo francés y anglo-frances: Uno de los problemas ocurridos con respecto a la libre
navegación de los ríos ocurre cuando el bloqueo francés entre 1838-40; esto implicó un
grave perjurio a la economía no sólo porteño sino también el litoral, motivo por el cual
Corrientes y Santa Fe reclamaron en clave bélica a Rosas que solucione el conflicto,
reavivando así viejas discusiones (’29-’30) de economía.
UNIDAD IV
El fin del orden rosista abría una nueva etapa. Todo indicaba que, con la desaparición de
quien había obstaculizado la organización constitucional definitiva del país, el camino
hacia su institucionalizado quedaba allanado. Sin embargo, éste demostró ser más
sinuoso de lo que predecían las versiones más optimistas. Las dificultades no derivaron
sólo de los enconos y resentimientos, legado de tantos años de enfrentamientos
facciosos y guerras civiles, sino de problemas que, con la caída de Rosas, no habían
quedado resueltos. Entre ellos, la difícil relación de Buenos Aires con el resto de las
provincias seguía vigente. Los debates abiertos en torno a la organización nacional, aun
cuando plantearon nuevos desafíos, no pudieron soslayar el dilema ya configurando con
la revolución: definir la distribución del poder entre territorios ahora dispuestos a formar
un estado y una nación argentina.
Una de las primeras tareas de Urquiza luego de la caída de Rosas es la recomponer el
orden a nivel nacional. Sólo tenía el apoyo de Corrientes y Entre Ríos, el resto de las
provincias habían rechazado su pronunciamiento y se mantenían fieles a Rosas. Sin
embargo, Bernardo de Irigoyen fue comisionado para reclutar adhesiones a las
provincias; tan exitosa fue su misión que no fue necesario mayores cambios en los
elencos de gobernantes, además, se le brindó al igual que a Rosas el manejo de las
relaciones exteriores.
Para esto, a diferencia de Rosas, Urquiza lo primero que hace es llamar a un Congreso
con la finalidad de dictar una constitución donde se arregle la administración general del
país bajo un sistema federal.
Antes, sin embargo, decide llamar a una Convención Nacional en San Nicolás, en donde
se llega a un acuerdo unánime (del que no participó, sino sólo más tarde, Córdoba, Jujuy
y Salta) de designar a Urquiza como director provisional de la Confederación Argentina
y de convocar a un Congreso Constituyente (en el que participarían todas las provincias
mediante sus dos diputados elegidos libremente). A este acuerdo suscribirían todas las
provincias, menos Buenos Aires que luego se separaría. Antes de realizarse el Congreso
Constituyente, se separa de la confederación y desconoce los poderes otorgados a
Urquiza en el Acuerdo de San Nicolás.
El proyecto urquicista.
La Constitución de 1853.
Luego del acuerdo unánime de San Nicolas, Buenos Aires emprenderá un camino
insospechado hasta ese momento. Ese camino está compuesto por cuatro momentos
clave:
1. Los debates de junio de 1852: mientras Buenos Aires viajaba a la Convención,
se iniciaron los debates por los posibles resultados. Luego de conocerse el
acuerdo, los opositores a Urquiza (que eran llamados “unitarios”) pusieron en
disputa los temas de 1) las potestades que había recibido el gobierno provisorio
de Urquiza; 2) que todas las provincias tuvieran el mismo número de diputados;
El debate legislativo comenzó el 21 de junio con una sala colmada: los
defensores del Acuerdo fueron Vicente Fidel López (hijo de Estanislao López) y
María Gutiérrez; por su parte, el excelente orador Mitre despertó el entusiasmo
de “la barra” (donde se encontraba el pueblo) y la calle. A esto siguió la renuncia
del gobernador y la designación de un miembro opositor a Urquiza. Éste
disolvió la Legislatura, repuso al gobernador y expulsó de la provincia a varios,
todo con la fuerza militar.
2. La revolución del 11 de septiembre de 1852: cuando el director supremo
(Urquiza) viajó a Santa Fe para inaugurar el Congreso, un grupo opositor
organizado militarmente tomó la plaza central, tomó la ciudad y el gobernador
(José María Gutierrez) se vio obligado a huir. Los legisladores se reunieron y
nombraron a las nuevas autoridades.
3. El sitio de Buenos Aires: Las fuerzas que se oponían al Acuerdo de San Nicolás
y que organizaron la “revolución” del 11 de septiembre, controlaron
militarmente la ciudad. Realizaron una reunión en donde se eligieron a los
nuevos dirigentes. Así, desde ese momento, Buenos Aires se separó del resto de
la confederación: le quitaron a Urquiza el manejo de las relaciones exteriores, no
asistieron a la Convención Constituyente a realizarse en Santa Fe y envió a José
María Paz a las provincias para levantarlas contra el proyecto urquicista.
4. El triunfo de las fuerzas porteñistas: Luego de varios meses de negociaciones
infructuosas y de sobrevivencia de los porteños sitiados al mando de Alsina, la
interrupción de fuerzas extranjeras y la mendacidad de muchos “opositores” de
Alsina, dispuestos a aceptar los sobornos de éste, permitieron que se firmara un
armisticio que decretó la paz entre ambas partes: Lagos debía entregar las armas,
Urquiza debía retirarse de la provincia.
La secesión duraría diez años, durante los cuales de hecho coexistirían dos estados
republicanos: Buenos Aires y la Confederación
La Confederación:
1. Fondos extraídos de las aduanas: Con la secesión de Buenos Aires, la
Confederación perdió los fondos que desde allí se recaudaban, por lo cual
Urquiza se vio obligado a realizar la apertura de los ríos a la libre navegación
por parte de los buques de otras nacionalidades, aunque ni aun así logró los
niveles de ingresos de la aduana porteña. Por consecuencia, el gobierno de
Paraná sufrió desde entonces una crónica escases de fondos. Además, la
intención de Urquiza de crear un banco para poder sostener los gastos que
necesitaría para poder realizar sus proyectos, se vio frustrada por la desconfianza
de la gente con el uso de billetes (papel) de valor nominal que se quiso imponer
(acostumbrada al uso de metálicos: onzas de oro, monedas de plata y cobre). La
Confederación quedó “sin banco, sin moneda nacional y sin ningún recurso para
sostener su gobierno”. A partir de entonces Urquiza intentó diversas soluciones
estratégicas parciales:
1. Búsqueda de fuentes de ingresos reales: consistente en las aduanas; se
intentó gravar con creces la importación y exportación de la aduana de
Buenos Aires para así favorecer las aduanas propias.
2. La financiación del déficit fiscal a través de empréstitos y créditos: la
administración debió recurrir a créditos caros que le proponían capitalistas y
banqueros dispuestos arriesgarse a cambio de los intereses; así que esta fue
una salida muy dificultosa, pero salida al fin.
2. Relaciones exteriores: la imagen de la Confederación a nivel internacional se vio
gravemente afectada debido a la secesión de Buenos Aires. Para contrarrestar
esto, Juan Bautista Alberdi fue enviado a Europa, logrando resultados parciales
favorables en España, Francia e Inglaterra, aunque éstos tampoco cortaron
relaciones con la rica provincia.
3. Relaciones interprovinciales: Urquiza tuvo muchos problemas para poder
organizar un orden nacional dentro de la Confederación. Éstos se debieron
principalmente a que no contaba con la organización completa de un ejército
nacional, lo que permitía el surgimiento de conflictos a pequeña escala
originados por sectores opositores. A su vez, su idea de la conformación de un
partido único en el que se pudieran “fusionar” los distintos partidos llegando a
acuerdos que cumplieran las diferentes necesidades, fue un sueño casi utópico
que nunca se llegó a llevar a cabo, de hecho apenas constituida la Confederación
aparecieron disidencias internas (se conforma, por ejemplo dentro del
federalismo, un grupo de antirrosistas que se denominaba “liberales”). Otro
motivo por el cual Urquiza no pudo paliar los conflictos internos fue la carencia
de una fuente de ingresos constantes que le permitiera “negociar”
estratégicamente con las diferentes provincias (como sí tenía Buenos Aires
gracias a su puerto y aduana). La relación interprovincial de la Confederación
estuvo marcada por una segmentación regional en varias áreas que, a su vez,
reconocían superposiciones: 1) el Noroeste (NOA) que incluía Tucumán,
Santiago del Estero, Salta, Jujuy, La Rioja y Catamarca; 2) Cuyo, con San Juan
y Mendoza, San Luis y algunas relaciones con Catamarca y La Rioja; 3) el
Litoral, con Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe y, por último, 4) Córdoba,
conectada con todas las demás pero relativamente autónoma.
En suma, el intento de conformar un orden político nacional que respetara ciertas
reglas y donde hubiera una subordinación de los poderes locales al poder central
dieron magros resultados.
Buenos Aires:
1. Búsqueda de diferenciación y conflicto con la Confederación: el que orquestó el
simbolismo y la terminología de este periodo en Buenos Aires fue, en gran parte,
Bartolomé Mitre. Intentó por sobre todo diferenciar la “libertad de todos y por
todos” del que gozarían en la provincia de la pasada “tiranía” y “despotismo”
rosista, del que también se hacía partícipe a la figura de Urquiza, en tanto
disponía de las fuerzas de la Confederación que podían en cualquier momento
invadirlos. Mitre quería convertir el “principio salvador” (de todos y por todos)
en un movimiento colectivo, para ello fue necesario “crear” un pasado, en donde
se resaltó el papel de Buenos Aires en los procesos revolucionarios de 1806-07,
1810, pasando por el estadio de los unitarios, hasta la resistencia contra Rosas.
En este proyecto de unidad nacional se postulaba como única causa legítima al
“progreso” y la “civilización”, que desde Buenos Aires debía proyectarse al
resto de las provincias. En este horizonte, los liberales porteños se reservaban el
liderazgo.
Su Constitución (1854) tuvo bases que no se diferenciaron de las nacionales.
No existía un mecanismo formal de definición de candidaturas. Se buscaba
ocupar cargos en la Legislatura, ya que estos elegían al gobernador). Para esto
más bien se utilizaban las fuerzas coactivas provenientes de las milicias
reclutadas en la provincia, Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina, que necesitaron
construir bases propias para competir con el poder, fueron comandantes de la
Guardia Nacional.
2. Economía: El gobierno se apoyaba en una situación financiera relativamente
sólida y una economía que empezaba a crecer: comenzó una de las
transformaciones productivas más importante de la historia argentina, con el
ciclo ovino (demanda mundial de lana; uno de los principales exportadores). Su
única dificultad por el momento era de una infraestructura que resultaba
insuficiente. Poseía un Banco y una Casa de la Moneda (creada en el ’54) que
fue fundamental para el financiamiento del crédito estatal y privado; su papel
moneda contó con la confianza necesaria.
Hubo intentos de conciliación: los tratados de diciembre del ’54 y enero del ’55 que
establecieron:
1. el armisticio basado en el reconocimiento del statu quo,
2. la declaración de la buena voluntad para defender a la nación de la amenaza
externa,
3. y la institución de ciertas facilidades para el comercio y las comunicaciones.
Cepeda y Pavón.
Cepeda: La guerra fue declarada de hecho; Rosario se hizo cargo del control militar de
la Confederación y Mitre fue designado comandante del ejército. El 23 de octubre se
enfrentaron 8.000 hombres de Buenos Aires contra 10.000 de la Confederación. Junto a
la cañada de Cepeda las fuerzas urquicistas ganaron (con una baja de 300 hombres),
ocupando luego parte del territorio porteño, y Buenos Aires se retiró hacia su provincia
(con 500 bajas y 2.000 prisioneros). El 2 de noviembre, Urquiza realiza un proclama en
la que nombra a Buenos Aires pueblo vecino y amigo y lo llama a conformar una
unidad nacional; comienzan las negociaciones en las que interviene el paraguayo
Francisco Solano López. El 11 del mismo mes se firma el pacto que:
1) declara a Buenos Aires parte integrante de la Confederación. Pero se debería
reunir una convención para revisar la Constitución nacional, que propuso un
conjunto de reformas acordes con la voluntad porteña de proteger la
autonomía provincial, entre otras.
2) Buenos Aires mantendría todas sus propiedades y establecimientos públicos,
menos la Aduana (a control federal).
3) Se fijaban cláusulas contra la persecución y se fijaba un plazo de quince días
para que las fuerzas federales abandonaran la provincia.
Las elecciones se realizaron unos días después; el Congreso nacional consagró la
fórmula Santiago Derqui—Juan Pedernera, pero era claro que la fusión impulsada por
Urquiza había fracasado y que las desavenencias en su propio campo habrían de
continuar.
Santa Fe: cayó después de la ultimación del ejército de la Confederación por parte del
ejército porteño, éstas avanzaron sobre la ciudad y provocaron la huida del gobernador
Pascual Rozas. Luego de un interino, se designó al liberal Patricio Cullen a cargo del
ejecutivo provincial.
Mendoza: Laureano Nazar huyó a Chile, dejando un reemplazante que fue desconocido
por los liberales; Sarmiento incidió para que se llamara gobernador a Luis Molina.
Noroeste: si bien la situación fue un poco más complicada, los liberales terminaron
controlando las provincias.
La Rioja: aquí los federales contaban con una de sus figuras fuertes, Ángel Vicente
“Chacho” Peñaloza, dirigente que gozaba de gran apoyo popular en la zona de “los
llanos” y comandaba a las “montoneras” que reunía civiles armados para combatir. Con
estas fuerzas, los federales al mando de “Chacho” Peñaloza sufrieron reveses y victorias
contra el ejército porteño durante largo tiempo, sin terminar de ser derrotado ninguno.
En el ’62 La Rioja firma la Paz de la Banderita con Buenos Aires en donde acepta
subordinarse a las nuevas autoridades nacionales y éstas le encomendaban la tarea de
pacificar La Rioja.
La nacionalización del ideario liberal.
Las autoridades nacionales inician a partir del ’62 un proceso de ampliación de su esfera
de influencia sobre las provincias, incluida la de Buenos Aires. Este proceso fue
múltiplie, variado y complejo. Una visión clásica del periodo quiere ver a Buenos Aires,
con sus tropas y recursos financieros, barriendo resistencias populares y cooptando o
derribando élites provinciales. La expansión de las agencias estatales, sin duda, implicó
un grado considerable de coerción, pero involucró también un nivel importante de
negociación con las clases dirigentes provinciales. Muchas de ellas habían sufrido el
exilio en época de Rosas, y responsabilizaban de sus fracasos políticos a los caudillos
locales que se habían hecho con el poder provincial desde 1830. Para esas clases
dirigentes, sobre todo en las convulsionadas provincias del norte y del oeste, que habían
experimentado fuertes liderazgos caudillistas desde Quiroga a el Chacho y Felipe
Varela, la presencia de los ejércitos de Buenos Aires nacionalizados después de Pavón
era más tranquilizadora que disruptiva. Incapaces de movilizar a los sectores rurales (los
temibles gauchos) sus administraciones provinciales buscaron refugio seguro en esos
ejércitos que se transformaron en la garantía de su supervivencia política. Y las
autoridades nacionales encontraron en esas élites políticamente débiles pero
persistentes, que comenzaban a adoptar el liberalismo como credo, interlocutores
privilegiados con quienes armar una trama política que, con el tiempo, condujera a la
consolidación de una élite política nacional cuyas lealtades estuvieran más que con la
provincia, con ese horizonte nuevo, todavía incompleto pero cada vez más presente, el
“Estado nacional” con cuyo apoyo legitimarían mutuamente su poder.
Para los federales del interior, la debilidad fiscal de las provincias estaba íntimamente
vinculada con la cuestión de los impuestos aduaneros que recaudaba Buenos Aires. El
monopolio que tenía esa ciudad sobre estos ingresos era la causa de la pobreza de los
Estados provinciales. Como afirmaban los federales, los ingresos aduaneros eran el
producto de los impuestos pagados por los habitantes de todas las provincias. Pero esta
afirmación sólo tenía sentido para las provincias del litoral (las demás provincias
comerciaban con Chile o salían por el pacífico). La situación de La Rioja, por ejemplo,
para el 1859, era desesperante: su presupuesto anual para ese año fue de 22.000 pesos;
mientras que Buenos Aires se había asignado 3.961.000 pesos fuertes (es decir, 187
veces más que La Rioja). Esta situación llevó a que unitarios de varias provincias se
declaran enemigos de las “soberanías provinciales”, ya que nunca podrían sustentar sus
costos básicos.
Por ejemplo, en La Rioja el presupuesto aprobado para una fuerza pública “profesional”
en 1858 sólo alcanzaba para tener 28 personas. Esto permitió que los federales, gracias a
su capacidad de movilizar gente, se transformaran en generales y Chacho Peñaloza en
particular en árbitro de la política en la provincia. Ante la amenaza, en 1862 las tropas
porteñas avanzaron sobre La Rioja pudiendo colocar en el gobierno (de facto) a los
unitarios. El mismo año, un caudillo federal exigió el retiro de las tropas porteñas. De
esta manera, llega el partido federal (“la resistencia”) a la defensa de los términos a que
se llegaron en la Constitución de 1853. Para fines del ’60, gracias a la convocatoria a
todas las provincias realizada por la proclama de Felipe Varela, el sentimiento
antiporteño alcanzaría una acrimonia particularmente intensa: “luchar contra el odioso
centralismo de los hijos de Buenos Aires”…
Fue la contienda más larga (5 años) y destructiva de todas las que tuvieron lugar en
Sudamérica durante el siglo XIX. Se trató de una “guerra moderna” no sólo por los
nuevos métodos sino también por las tecnologías implementadas. Fue un momento
clave de la definición de la geografía política de la región. También, el conflicto resultó
en la ruina del Paraguay.
En los análisis historiográficos actuales de esta guerra queda descartada la hipótesis que
adjudicaba a Inglaterra un papel central en su gestación y desarrollo y ponen el énfasis
en la dinámica regional, tanto en lo referente a la cuestión de la soberanía, los límites y
la competencia por la supremacía entre los estados involucrados, como a las redes y
alianzas políticas que atravesaban las fronteras (si bien se podría pensar en la rivalidad
interestatal y la pretensión de cada gobierno de afirmar su soberanía e influencia
regional y asegurar sus fronteras pueden considerarse como motivos suficiente de las
fricciones entre ellos, no alcanza con ello sino que habría que realizar un estudio mucho
más profundo)
En 1856, Carlos Antonio López firmó un tratado con Brasil y la Confederación
para asegurar la libre navegación de los ríos y comenzó un acercamiento a
Uruguay que le podía ofrecer un camino alternativo de salida al mar; su hijo,
Francisco Solano López, luego del ’62, continuó con las relaciones regionales.
En el 1862 se produjeron muchas novedades en la región:
o Brasil: los liberales desplazaron a los conservadores en el gabinete del
emperador Pedro II;
o Argentina: se produjo la unión definitiva entre Buenos Aires y la
Confederación.
o Paraguay, fue designado presidente Francisco Solano López.
o En Uruguay se reactivó la larga disputa entre los partidos rivales: los
blancos (en el poder, con Pedro Berro) y los colorados (con Venancio
Flores).
Los “blancos” se relacionaban con los federales, mientras que los “colorados” se
relacionaron primero con los unitarios y luego con los liberales.
El ascenso de Mitre preocupó a los blancos, y debido a los favores que aquél
debía a los colorados (Venancio de Flores) por su participación en los conflictos
nacionales, Mitre tuvo que intervenir en Uruguay en el 1863 (a favor de la
invasión de los colorados al mando de Venancio de Flores).
Brasil tuvo tensiones con los blancos desde el comienzo, los cuales se agravaron
cuando Berro decidió no renovar el contrato de libre navegación que favorecía a
los brasileros.
Paraguay mantuvo relaciones cordiales con Berro hasta el ’62, las cuales se
estrecharon cuando Francisco Solano López subió al poder. Por esto mismo,
Paraguay decide intervenir a favor de los blancos cuando Venancio de Flores
invade Uruguay en el ’63.
Se inicia las conflictividades entre las cuatro naciones.
Brasil avanza sobre los blancos a favor de Flores; Paraguay decide detener a
Brasil. Paraguay y Brasil rompen relaciones en el ’64. Poco después, Brasil
derroca a Berro y coloca al dirigente colorado en la presidencia de Uruguay.
Si bien en un principio Argentina (Mitre) pretendía mantenerse neutral ante el
conflicto de los países vecinos, cuando se niega a dejar pasar a las tropas
Paraguayas (que pretendían llegar a Río Grande do Sul) por territorio argentino.
Paraguay le declara la guerra a Argentina y vapores paraguayos ataca a los
navíos argentinos estacionados en el puerto de Corrientes y un ejército de 3000
soldados ocupó la ciudad. Mientras que los correntinos no reaccionaron ante esta
provocación, los porteños se envalentonaron y movilizó al Ejército de Línea y la
Guardia Nacional, enviándolos al nordeste.
El 1 de mayo de 1865 se firma el Tratado de Triple Alianza:
o Composición del mando de los ejércitos.
o Ninguna de las partes podía firmar la paz o la suspensión de las
hostilidades en forma unilateral.
o Garantizaba el respeto a la “independencia, soberanía e integridad
territorial de la República del Paraguay”.
o Luego del conflicto, se realizarían los acuerdos necesarios para la libre
navegación de los ríos Paraguay y Paraná.
o El tratado debía mantenerse “secreto” hasta lograr su objetivo.
Costos y consecuencias de la guerra: La guerra duró cinco años. Brasil envió 140.000;
Argentina 30.000 y Uruguay 5.500. De los cuales no retornaron respectivamente:
50.000, 18.000, 5.000. Sus consecuencias principales fueron:
1. La guerra estuvo atravesada por los conflictos partidarios (federales y liberales),
pero al observar que los federales no conseguían movilizar a su máximo líder
(Urquiza) y que caían en una fragmentación ruinosa, Mitre quiso hacer de la
guerra una “causa nacional”. Esto no le fue posible, pero ello no evito que se
afincara un sentido compartido de nación más allá de las divisiones partidarias.
2. El aparato de Estado se fortaleció (debido a la concentración de recursos
militares y financieros en la administración central). El ejército se fortaleció
profundamente: mediante la jerarquización y estructuración interna, redes de
camaradería y complicidades entre oficiales, se generó un espíritu de cuerpo
entre tropas de diferentes orígenes, etc.
3. Tanto los federales como los liberales mitristas perdieron su fuerza política, lo
cual permitió que se formaran constelaciones políticas más amplias y diversas.
4. Mitre perdió para siempre su lugar en el poder. En las elecciones de ’68, Rufino
de Elizalde (delfín de Mitre) pierde contra Domingo Faustino Sarmiento.
Desequilibrios regionales.
Económico: uno de los desequilibrios regionales mas notables de los años ’70 y ’80 es
el que existió entre el sector agropecuario exportador y el sector que apuntaba a
fortalecer y diversificar el mercado interno. Este desequibrio llevó a que la rentabilidad
del primer sector empujara al segundo a insertarse necesariamente a esa economía. Así,
muchos sectores económicos periféricos empezaron a desaparecer tempranamente frente
a la competencia de productos importados, aunque algunas producciones del interior
con bases muy primitivas se modernizaron y crecieron rápidamente abasteciendo el
mercado interno (azúcar, tabaco, la yerba mate, el vino y el algodón).
Poder Centralizador; Civilización; Creación del Colegio Militar; someter las Guardias
Provinciales a los Ejércitos Nacionales; Comunicación, crear redes de comunicación:
ferrocarriles (grandes inversiones, empréstitos), el telégrafo, el fomento de la actividad
postal; Educación, logros modestos pero efectivos, a la vez que estableció nuevos
parámetros en relación con la importancia en la educación primaria; Inmigración: en ’70
se creó la Comisión Central de Inmigración, creció sostenidamente la inmigración;
Censo de 1869: 1.879.000 habitantes
Voluntad Centralizadora: estaba convencido de la necesidad de fortalecer la
autoridad y se dispuso a tomar las medidas necesarias para lograrlo, tanto en el
plano institucional como en el político. Se preocupó por los aspectos simbólicos
y culturales.
El control de la fuerza: un factor decisivo para ello fue la guerra exterior. Pero
perduraron dos rasgos que conspiraban contra la subordinación al poder central:
la relativa autonomía con que las provincias manejaban la Guardia y la falta de
profesionalismo y de espíritu corporativo. Quería subordinar las Guardias al
Ejército de línea y así jerarquizar éste a brazo armado “nacional”. En 1870 creó
el Colegio Militar para formar a los futuros oficiales, y en 1872 creó la Escuela
Naval Militar.
Comunicación: acortar distancias, conectar ciudades, crear redes de
comunicación que atravesaran y a la vez articularan al país, eran los impulsos
que llevaron al gobierno a avanzar en la construcción de ferrocarriles, el tendido
del telégrafo y el fomento de la actividad postal. De 573 kilómetros de línea
ferroviarias en 1868 se pasó a 1333 en 1874. En el ámbito del correo estatal, se
duplicó el volumen de la correspondencia y se crearon 5000 kilómetros de líneas
telegráficas; en 1870 se inauguró el cable transoceánico, que cambió
decisivamente la velocidad de transmisión de las comunicaciones entre la
Argentina y el resto del mundo.
Educación: Eran prioridad en los discursos del nuevo presidente, quien entendía
que la educación era el instrumento decisivo para promover el cambio y la
modelación de una nueva sociedad. De la mano del ministro Nicolás
Avellaneda, durante la presidencia de Sarmiento, se fundaron alrededor de 800
escuelas, y los alumnos pasaron de 30000 a 100000 (con una población
argentina de 2 millones). Creó en Córdoba la Academia Nacional de Ciencias y
el Observatorio Nacional; la Facultad de Ciencias Exactas y Matemáticas.
Inmigración y colonización: para el 1870 existía sólo un 10 por ciento de
inmigrantes espontáneos. A partir de ese año, el estado empezó a convocarlos a
través de agentes contactados en Francia, Italia, Suiza e Inglaterra. Se creó la
Comisión Central de Inmigración para canalizar la actividad del gobierno y
ubicar a los trabajadores recién llegados.
Contar y medir: Necesitaban saber qué sociedad tenían, por ello se realizó en el
’69 el primer Censo Nacional de Población en 1869: 1.897.000 habitantes.
Expansión del aparato estatal: del 1868 al 1874 el gasto público subio de 16 a 26
millones de pesos fuertes.