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This article explores why alongside sanitar y legislation and public health
works, Mexican physicians of the late nineteenth centur y attempted to trans-
form the habits, customs and day to day activities of the population. It stresses
the importance that the teaching of the principles of private and public hy-
giene had for the future of the countr y, how this education was to be carried
out, and why some members of the medical profession believed that the hy-
gienic education of mothers/women was an unavoidable requirement for the
progress of the nation.
Este artículo analiza por qué durante las décadas nales del siglo diecinueve, el
gremio médico mexicano consideraba que era absolutamente indispensable que
los habitantes del país, y en particular las mujeres de la capital, contaran con
una cultura de la higiene. No sólo era fundamental sanear y ordenar a la ciudad
de México mediante obras de infraestructura sanitaria, y emitir leyes que regu-
laran la salubridad de la nación, sino que era igualmente importante, y quizás
más urgente, que los habitantes transformaran sus hábitos y costumbres de
acuerdo con lo establecido por la higiene pública y privada. Asimismo, el artículo
examina los métodos mediante los cuales se procuró crear una cultura de la
higiene, y por qué la madre de familia fue considerada como una aliada impres-
cindible para la empresa de los higienistas.
Mexican Studies/ Estudios Mexicanos Vol. no. 18(1), Winter 2002, pages 1–22. ISSN 07429797 ©2002
Regents of the University of California. All rights reserved. Send requests for permission to reprint to:
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more: The Johns Hopkins University Press, 1993), y Dorothy Porter, “Public Health” en
Companion Encyclopedia of the History of Medicine, vol. 2, ed. W.F. Bynum & Roy Porter
(London: Routledge, 1993): 1231–61.
5. Sobre Brasil véase Sidney Chalhoub, “The Politics of Disease Control:Yellow Fever
and Race in 19th Century Brazil,” Journal of Latin American Studies 25 (1993):441–64,
y Luis Antonio Castro Santos, “O pensamento sanitarista na Primeira Repúbica: una ideo-
logía da construçao da nacionalidade” Dados. Revista de Ciências Sociais 28 (1985):
193–210. Para Argentina ver Héctor Recalde, La higiene y el trabajo (1879–1930) (Buenos
Aires: Ceal, 1988), y Diego Armus, “Enfermedad, ambiente urbano e higiene social. Rosario
entre nes del siglo XIX y comienzos del XX”, en Diego Armus et. al., Sectores populares
y vida urbana (Buenos Aires: CLACSO, 1984): 37–66.
6. Para un análisis de las políticas de salud pública implementadas en diversos países
durante el transcurso del diecinueve véase Lourdes Márquez Morfín, La desigualdad ante
la muerte en la ciudad de México. El tifo y el cólera (1813 y 1833) (México: Siglo XXI,
1994); Ann La Berge, Mission and Method.The Early-Nineteenth Century French Public
Health Movement (Cambridge: Cambridge University Press, 1992); Marcos Cueto (editor)
Salud, cultura y sociedad en América Latina.Nuevas perspectivas históricas (Lima: Ins-
tituto de Estudios Peruanos/Organización Panamericana de la Salud, 1996); John Duffy,
The Sanitarians:A History of American Public Health (Urbana:University of Illinois Press,
1990); Martha Hildreth, Doctors, Bureaucrats and Public Health in France, 1888–1902
(New York: Garland, 1987), Richard Evans, Death in Hamburg: Society and Politics in
the Cholera Years 1830–1910 (New York: Oxford University Press, 1987), y R.A. Lewis,
Edwin Chadwick and the Public Health Movement, 1832–1854 (London: Longmans
Green 1952), entre otros.
7. El alcance y la transformación que se registró en el concepto de higiene durante
el siglo diecinueve ha sido el objeto de estudio de Georges Vigarello. Ver Lo limpio y lo
sucio.La higiene del cuerpo desde la Edad Media (Madrid: Alianza Editorial, 1985):240–87,
y del mismo autor Histoire des pratiques de sanité.Le sain et le malsain depuis le Moyen
Âge (Paris: Éditions de Seuil, 1999)
8. Bruno Latour, The Pasteurization of France (Cambridge: Cambridge University
Press, 1988); Rosen, A History of Public Health, 270–319.
9. Nancy Tomes, “The Private Side of Public Health: Sanitar y Science, Domestic Hy-
giene and the Germ Theory, 1870–1900,” Bulletin of the History of Medicine, no. 64 (1990):
509–39.
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10. Los hospitales de la ciudad de México estaban divididos en dos grupos, los que
dependían de la Dirección General de la Benecencia Pública y las instituciones estable-
cidas por particulares. De los primeros se encontraban los siguientes: Hospital de Hom-
bres Dementes, Hospital de Epilépticos, Hospital de Mujeres Dementes, Consultorio Cen-
tral, Hospital Juárez, Hospital Morelos, Hospital de Maternidad e Infancia, Hospital General
de San Andrés, Hospital González Echeverría, Hospital Homeopático, y a partir de 1905,
el Hospital General. De los hospitales pertenecientes a particulares se encontraban el Hos-
pital Béistegui, Hospital de Jesús, Hospital Francés, Hospital Americano, Hospital Español,
entre otros.
11. Consejo Superior de Salubridad, La salubridad e higiene pública, p. lxxxii.
12. El origen del Código Sanitario fue reseñado por José Alvarez Amézquita en el li-
bro Historia de la salubridad y de la asistencia en México (México: Secretaría de Salu-
bridad y Asistencia, 1960): 227–50. También ver Eduardo Liceaga, Mis recuerdos de otros
tiempos (México: Talleres Grácos de la Nación, 1949).
13. Sobre la convocatoria y deliberaciones del Primer Congreso Médico ver “Con-
greso Médico. Dictamen de la comisión de higiene pública,” Gaceta Médica de México
11, núm. 22 (15 de noviembre de 1876): 430–36, y “Congreso Médico” Gaceta Médica
de México 13, núm. 14 (11 de mayo de 1878): 307–8.
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cas, entre muchos otros temas. Los delitos o faltas contra la salud pública
estaban claramente establecidos en el Código Sanitario, señalándose que
estaban referidos en el Código Penal.
Si bien el Código Sanitario era un el reejo del interés guberna-
mental en mejorar la salud pública, los médicos subrayaban que la pre-
cisión de la disposiciones sanitarias e higiénicas en él contenidas no era
suciente para garantizar el pleno desarrollo del país o el futuro de la
capital. La causa era que no existía una cultura de la higiene.
El que los mexicanos no contaran con hábitos y costumbres higié-
nicas fue el tema que llevó a que en 1882 se celebrará el Congreso Hi-
giénico Pedagógico en la capital de la república. Durante la conferencia
de apertura, el Dr. Ildefonso Velasco subrayó la necesidad impostergable
de promover una educación completa, es decir, una educación que in-
cluyera los principios y preceptos de la ciencia la higiene:
La educación exclusivamente intelectual, sin atender al mejor desarrollo cor-
poral por medio de la higiene, forma hombres instruidos, es verdad, pero
debilitados, achacosos, enfermos. No basta poseer los conocimientos culti-
vados en los planteles de instrucción para satisfacer las exigencias de la vida
social. Es preciso también gozar de buena salud sin la cual la vida es una des-
gracia y el trabajo, medio de bienestar, una carga.17
17. Dr. Ildefonso Velasco, “Discurso pronunciado por el presidente del Consejo Su-
perior de Salubridad en la instalación del Congreso Higiénico Pedagógico,” en Memorias
del Primer Congreso Higiénico Pedagógico reunido en la ciudad de México el año de
1882 (México: Imprenta del Gobierno en Palacio, 1883): 10.
18. Dr. Luis Lara y Pardo, “La puericultura en México,” Gaceta Médica de México
13, núm. 19 (1 de octubre de 1903): 275, y “La puericultura en México. Salario. El Trabajo
de la mujer—poder adquisitivo del dinero,” Gaceta Médica de México 2 (núm. 18, 15 de
septiembre de 1903): 259.
19. Sobre los deberes, las normas de conducta y la deontología médica de la época
ver Claudia Agostoni, “El arte de curar. Deberes y prácticas médicas porrianas,” en Mo-
dernidad, tradición y alteridad. La ciudad de México en el cambio de siglo (XIX–XX),
ed. Claudia Agostoni y Elisa Speckman (México: Instituto de Investigaciones Históricas—
UNAM, 2001), 97–111.
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Porrio Parra, al igual que Lara y Pardo, sostenía que amplios sec-
tores de la población capitalina (a quien él llamó los “desheredados de
la fortuna”) vivían en la pobreza y que por consiguiente carecían de los
medios para tener a su alcance los recursos materiales para adoptar una
forma de vida higiénica. No obstante, Parra añadía que numerosas per-
sonas sí tenían dinero pero no los “recursos intelectuales y morales que
se necesitan para vivir conforme a la higiene.”22 Por tanto, no era de ex-
trañar que entre las clases acomodadas numerosos individuos
ya por propensión hereditaria, ya por hábitos profundamente arraigados,
desdeñan toda cultura intelectual, todo placer elevado y noble y su naturaleza
20. Luis E. Ruiz, “Higiene,” Gaceta Médica de México 3 (núm. 15, 1 de agosto de
1903): 219.
21. Porrio Parra, “Pecados mortales contra la higiene,” Revista Positiva 12 (núm.
12, 1 de diciembre de 1901): 500.
22. Parra, “Pecados mortales,” 500.
Agostoni: Discurso médico y la mujer 9
mezquina no alcanza a forjar otro ideal que el del cerdo, revolcándose en todos
los fangos de la disolución, y se le ve derrochar fortunas cuantiosas en la satis-
facción de inmundos apetitos.23
Tanto los escépticos como los sostas eran para Parra los verdaderos
enemigos de la razón. Se oponían al progreso del ser humano y repre-
sentaban el más temible enemigo de la higiene. Además, con sus actitudes
y desdén desprestigiaban “a la más hermosa de las ciencias médicas.” 27
Para el gremio médico, la gran distancia entre la acción guberna-
mental y la individual en materia de higiene era una de las manifesta-
tura; consideraciones previas sobre una teoría del efecto estético”, en ed. Rall Dietrich,
En busca del texto;teoría de la recepción literaria (México: UNAM, 1987), 121–43.
33. Agostoni, “Monuments of Progress,” 130–51.
34. Sobre las actividades del Consejo Superior de Salubridad, y en particular sobre
las topografías médicas realizadas por los inspectores sanitarios de cuartel, ver Agostoni,
“Monuments of Progress,”130–51.
35. Manuel S. Iglesias, “Medidas que deben adoptarse para disminuir el número de
fallecimientos en los cinco primeros años de vida,” Gaceta Médica de México 3 (núm. 22,
15 de noviembre de 1903): 335.
36. Iglesias, “Medidas que deben adoptarse . . .”, 335.
Agostoni: Discurso médico y la mujer 13
que les den cabida en sus publicaciones, sea gratuitamente, sea a precios
reducidos . . .37
47. Verena Radkau, “Hacia la construcción de los ‘eterno femenino.’ El discurso cien-
tíco del Porriato al servicio de una sociedad disciplinaria,” Papeles de la Casa Chata
6, núm. 8 (1991): 23–34.
48. Sobre la dicotomía conceptual cultura/naturaleza ver Ludmilla Jordanova, Sexual
Visions. Images of Gender in Science and Medicine between the Eighteenth and Twen-
tieth Centuries (Wisconsin: The University of Wisconsin Press, 1989), 19–42; Sherry B.
Ortner, “Is Female to Male as Nature is to Culture?,” en Feminism, the Public and the Pri-
vate, ed. Joan B. Landes (Oxford: Oxford University Press, 1998), 21–44.
49. Jordanova, Sexual Visions, 29 y 20–2. Ver también Mary Poovey, “Scenes of an
Indelicate Character: The Medical ‘Treatment of Victorian Women,” en The Making of the
Modern Body. Sexuality and Society in the Nineteenth Century, ed. Catherine Gallagher
y Thomas Laquer (Berkeley—Los Angeles: University of California Press, 1987), 137–68.
50. Verena Radkau, “Imágenes de la mujer en la sociedad porrista. Viejos mitos en
ropaje nuevo,” Revista Encuentro 4, núm. 3 (1987): 16.
51. Jesús Guzmán, “Inuencia que la mujer mexicana tiene y puede tener en la for-
mación del carácter de sus hijos, e inujo que las enseñanzas maternales tienen en el carác-
ter y desarrollo de las fuerzas colectivas de la nación,” Memorias de la Sociedad Cientí-
ca Antonio Alzate. Revista Cientíca y Bibliográca 32, núm. 3–4, (1911–1912), 335,
cursivas en el original.
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52. Máximo Silva señala en la “Advertencia” a Higiene popular lo siguiente: “Las nu-
merosas dicultades que ha sido indispensable vencer para llevar a cabo la impresión del
presente libro, han hecho que esta labor se prolongue durante varios años. Téngase esto
muy en cuenta para no tachar de inoportunos o de inexactos algunos de los comentarios,
informes, datos, etc., etc., que en él aparecen.”
53. Ibid., 15.
54. Ibid., 467.
55. Sobre la distinción entre higiene individual y colectiva ver Andrew Wear, “The
History of Personal Hygiene,” Companion Encyclopedia of the History of Medicine, ed.
Roy Porter y William Bynum, (London: Routledge, 1993) vol. 2, 1283–1308.
Agostoni: Discurso médico y la mujer 17
60. Sobre la importancia que adquirió la familia para legitimar y otorgar mayor au-
toridad a la práctica médica durante las décadas nales del siglo diecinueve en Francia ver
Hildreth, “Doctors and Families in France,” 189–209.
61. Silva, Higiene popular, 25.
62. Ibid., 14.
63. Ibid., 12.
64. Ibid., 32.
65. Ibid., 32–3.
Agostoni: Discurso médico y la mujer 19
71. José Ladrón de Guevara, Ligeros apuntes sobre la higiene de las edades de la
pubertad y de la menopausia (México: Escuela Nacional de Medicina, 1887).
72. Ibid., 24–5.
73. Ibid., 21–3.
74. Ibid., 46.
75. Ibid., 48.
76. Ibid., 12–3.
77. Ibid., 13 y 16.
Agostoni: Discurso médico y la mujer 21
Como se puede apreciar, durante las décadas nales del siglo dieci-
nueve la mujer—y en particular la madre de familia—se convirtió en la
destinataria de cuantiosas recomendaciones higiénicas, así como en un
verdadero objeto de estudio. Las opiniones y sugerencias tanto de
Ladrón de Guevara como de Máximo Silva, que parten de la supuesta
objetividad de las ciencias médicas, y en este caso particular de los pre-
ceptos de la higiene, incursionaban en los hábitos, costumbres y mora-
lidad de los habitantes. Es decir que a través del discurso normativo y
descriptivo de los médicos e higienistas se procuró dar continuidad a
los roles y jerarquías sociales.
Conclusión
Durante las últimas décadas del siglo diecinueve y la primera del siglo
veinte, la salud pública, el saneamiento y la higiene pública y privada
fueron temáticas que ocuparon un lugar principal en la atención de di-