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Discurso del Rector Luis Riveros, en funeral de Carlos

Martínez Sotomayor
Domingo 25 de febrero de 2006.

Cumplo con el penoso deber de despedir los restos mortales de don Carlos Martínez Sotomayor a nombre
de la Universidad de Chile, de su comunidad, especialmente a nombre del cuerpo académico y directivo de
la Institución, que hoy día expresa, con su bandera ondeando a media asta, el profundo dolor que le ha
causado la partida de uno de sus hijos predilectos.

La partida de nuestro colega, amigo, académico, embajador y miembro actual del Consejo Universitario
constituye una pérdida que la Universidad lamenta. Pero el nuestro es un lamento que responde su ejemplo,
sus virtudes, su condición para expresar tristeza enorme, pero también el deseo de que siga prodigando su
aporte a la Universidad por siempre, como lo han hecho y lo harán siempre los grandes hombres y mujeres
nuestros.

Carlos Martínez vino desde tierras copiapinas. Fue un estudiante destacado del Internado Nacional Barros
Arana, acogido por la mano generosa del Estado que a tantos como a él, hijo de una esforzada familia clase
media, le brindó la oportunidad no sólo de aprovechar las múltiples posibilidades, sino que le dio la
igualación de condiciones por medio de una educación adecuada que le permitió llegar a la Escuela de
Derecho de la Universidad de Chile. Fue allí un alumno destacado, discípulo del profesor y rector don
Juvenal Hernández, de quien sería su ayudante y uno de los colaboradores jóvenes más cercanos. Pronto
expresaría su interés por la carrera académica y por el ejercicio en la enseñanza superior. Su desempeño
como académico de la Universidad de Chile estuvo primero en la Escuela de Economía y posteriormente
en la Escuela de Derecho y más tarde en el Instituto de Estudios Internacionales, donde mantenía una
jornada en la temática de diplomacia. Su enorme experiencia en el campo internacional, a través de una
carrera que inició muy joven como Ministro y que le llevó a importantes cargos diplomáticos y en agencias
internacionales, le permitió allegar contribuciones importantes al trabajo de creación y docencia.

Como representante de S. E. el Presidente de la República en el Consejo Universitario cumplió un rol de


extraordinaria importancia. Su criterio equilibrado, su inspiración profundamente universitaria, su amor
enorme por la Universidad de Chile, su palabra fácil y consecuente, todo colaboro para que hiciera de su
papel uno destacado siempre en defensa de los intereses de la Universidad. Fue par el rector un apoyo
indispensable. Su inspiración fue siempre relevante, siempre necesaria en momentos difíciles. Más de
alguna vez me recordó cómo Juvenal Hernández había enfrentado situaciones delicadas, y cómo había
logrado sortearlas con una gran capacidad para escuchar, lograr acuerdos, crear consensos y, por
sobretodo, creer infinitamente en la Universidad de Chile. Siempre me aconsejó llevar a delante a la
Universidad por la vía del diálogo, del encuentro, del debate esclarecedor.

Tuve también la oportunidad de compartir con él como miembro de número de la Academia de Ciencias
Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, la cual ha presidido con talento y gran disposición. Él
ocupaba el sillón dejado por don Juvenal Hernández, y yo el legado por Roberto Munizaga. Decíamos que
ambos habíamos tenido la suerte de haber sucedido en la Academia a dos grandes educadores, defensores
acérrimos de la educación pública, e hijos distinguidos de nuestra Universidad.

Recibió en 1998 la Medalla Juvenal Hernández Jaque, distinción máxima que otorga la Universidad de Chile
a académicos de la Institución. Recuerdo su emoción, su enorme entusiasmo cuando recibió la noticia.
Expresó en su discurso la enorme honra que sentía, hizo recuerdos del rector Juvenal Hernández, y expresó
su compromiso de por siempre con la Institución. Varias veces nos encontramos en la propia Corporación
Juvenal Hernández, y comentamos acerca del significado de su concepto de entrega a la Universidad y sus
tareas, y nos lamentábamos de que hoy día cada vez menos se tiña el corazón con el sentido universitario
profundo al estar entregada la educación superior a un esquema simplista de compra y venta de
conocimientos y títulos.

Expresé en la oportunidad de entrega de la Medalla distintiva que "además de sus dotes de ser humano
magnífico y enriquecedor, están también las de padre de familia, creador y escritor, activo defensor de la
Universidad en todos sus campos. Pero más allá, Carlos Martínez fue el discípulo, el hombre cercano, el
ayudante, el colaborador, el amigo de intergeneración de Juvenal Hernández Jaque. Heredó no sólo su
sillón en la Academia sino también su visión y su compromiso con esta centenaria casa y con su futuro.
Junto a este homenaje merecido y sincero de su Universidad, vaya también el deseo del rector, y de las
autoridades de la Corporación, por que el ejemplo de Carlos Martínez se haga carne en la defensa de
nuestra Institución, en la defensa de sus ideales y misión, en la defensa de su excelencia y de que se nos
permita que sirvamos a Chile, como Chile quiere, y como Bello se comprometió: con entrega, con decisión,
con pasión incontenible por el conocimiento nuevo y por la formación de miles de jóvenes que deberán
seguir construyendo la huella infinita de nuestra historia".

Quiero ratificar en este momento penoso esas palabras que expresé en su presencia, y que le emocionaron
visiblemente. Hablé con él, por última vez, el día 13 de febrero recién pasado, cuando le invité a participar
en una sesión extraordinaria del Consejo Universitario. Me contó de su enfermedad, me expresó su
esperanza, pero me habló mucho más de lo importante que era aquel Consejo y de cómo yo podía disponer
de él para lo que fuera, especialmente en conexión con los nuevos estatutos y su trámite. Hizo bromas,
mostró tranquilidad. Creo que sabía muy bien lo que le estaba pasando, y me dio una última lección de
valor, de decisión, de entrega, de consecuencia como hombre íntegro, pleno, realizado en su vida, y lleno
de valores humanistas.

Querido Carlos: Te vamos a echar de menos, mientras deambulas por los nuevos orientes, sabremos
siempre escuchar tu voz inconfundible, apreciar en la memoria tu mirada sincera, sentir tu corazón que
seguirá palpitando fuerte y bellamente para todos quienes, como tú, hemos abrazado los principios más
queridos en defensa del ideal humanista y de la educación.

Querido Carlos Martínez Sotomayor: profesor, amigo, embajador, nuestro saludo fraternal a tu viuda y
abnegada compañera, junto a todos tus seres queridos. Nosotros universitarios, no olvidaremos tu gesta,
tu aporte, tu ejemplo, tu entrega. A descansar Carlos: con solemne tristeza te deseo paz, con aquella frase
que tantas veces me dijiste cuánto te gustaba como expresión de tu ideal: una Universidad de Chile para
Chile.

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