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en calidad educativa
El presente informe tiene por objetivo analizar y valorar cinco prácticas, de escuelas que han sido
exitosas en gestionar una mejora constante y sostenida en el tiempo, de sus indicadores de
aprendizaje y gestión interna y externa.
Vale decir, que independientemente del contexto en que se ubique un establecimiento escolar
estas, buenas prácticas, han contribuido a construir ambientes educativos, ricos y consistentes y
que son vistos como el modelo a seguir, considerando los requerimientos de los estamentos
estatales vinculados a la educación.
1. Escuelas que poseen una cultura escolar positiva
Las escuelas exitosas han aprendido a ver el ambiente de su organización desde un punto de vista
holístico. Este enfoque amplio es lo que el concepto de cultura escolar le ofrece a los diferentes
actores de un establecimiento escolar. Les da un marco más amplio en el cual trabajar para
comprender problemas difíciles y relaciones complejas dentro de la escuela. Al profundizar su
comprensión de la cultura escolar los líderes estarán mejor preparados para formar los valores,
las creencias y las actitudes necesarias para promover un ambiente de aprendizaje estable y
beneficioso.
En ese sentido, existe una amplia conceptualización de lo que se denomina cultura escolar y entre
las definiciones más significativas se puede encontrar la siguiente:
La cultura escolar se podría definir como los patrones de significado transmitidos históricamente y
que incluyen las normas, los valores, las creencias, las ceremonias, los rituales, las tradiciones, y
los mitos comprendidos, quizás en distinto grado, por las personas miembros de la comunidad
escolar (Stolp, 1994). Este sistema de significados generalmente forma lo que la gente piensa y la
forma en que actúa. Algunos autores tienen una visión más bien holística (Hargreaves, 1995)
mientras otros enfatizan el hecho que toda cultura escolar incluye diversas subculturas en su
interior (Firestone y Louis, 1999).
Las numerosas investigaciones han recolectado una cantidad importante de pruebas acerca de la
cultura escolar (positiva). Culturas escolares sanas y sólidas se correlacionan fuertemente con
altos logros y motivación de los estudiantes y con la productividad y satisfacción de los profesores.
Estos resultados son consistentes junto con otros hallazgos que sugieren que la implementación
de una misión clara, visión compartida y metas que abarcan a toda la escuela, promueven mejores
logros por parte de los estudiantes.
Por otra parte, Ying Cheong Cheng (1993) halló que las culturas escolares más fuertes tenían
profesores mejor motivados. En un ambiente con una ideología organizacional fuerte,
participación compartida, liderazgo carismático e intimidad, los profesores experimentaron una
mayor satisfacción en su labor y una productividad mejorada.
En otras palabras, la correlación de una cultura escolar positiva con todos los elementos antes
mencionados, influye directamente en la cultura de trabajo de los profesores que trabajan en
esos ambientes sanos de trabajo, en que la ética de trabajo es una práctica que se hace realidad,
con profesores más motivados a realizar su entrega.
Uno de los aspectos más recomendados, es aquel, en que las escuelas ponen todas sus energías
en pos de un mejoramiento continuo y sostenido de los aprendizajes de los alumnos y alumnas.
En la concreción de las metas propuestas, la mayoría de los establecimientos trabajaron en forma
sistemática en la autoestima de sus estudiantes.
También dentro de las estrategias más recomendadas y utilizadas por escuelas exitosas, es la
formación integral del alumno, dicho indicador, en la actualidad ha adquirido un papel importante
tanto es así, que se mide en el SIMCE, el cual dispone un porcentaje a la puntuación final de la
medición con la incorporación de “los otro indicadores”
Por otro lado, las escuelas más exitosas incorporaron una serie de medidas que tenían un objetivo
central en sus prácticas, que no es otro que colocar como centro de su gestión la el aprendizaje de
sus alumnos, para ello se fijan metas concretas y plausibles de realizar, todo esto, bajo el paraguas
de una visión compartida por todo los miembros de la comunidad educativa.
Según un estudio titulado “Escuelas que mejoran: aprendizaje desde la experiencia” efectuado por
el CIAE, analizan un total de 14 escuelas exitosas de Chile, que tienen un denominar común, es
que sostienen un mejoramiento continuo en el tiempo, a pesar, de las contingencias que demanda
la educación, fueron constante en sus excelentes números en la evaluación SIMCE.
La receta en que coincidían todas eran las siguientes medidas pedagógicas y de gestión:
• Existencia de una visión global respecto de hacia dónde quieren conducir la escuela, que logra
entusiasmar y comprometer a los docentes, estudiantes y apoderados.
Durante mucho tiempo, el modelo de dirección escolar dominante centró la actuación del director
en tareas no necesariamente enfocadas en lo pedagógico, sino por el contario en tareas
administrativas y burocráticas. Sin embargo, la evidencia muestra que un director involucrado,
directa o indirectamente, en lo técnico-pedagógico, incide directamente en mejores resultados
académicos de los estudiantes.
Desde esta perspectiva, la dirección escolar ha tenido que transformarse y adaptarse a los cambios
de paradigmas de la función directiva ya que, en la actualidad, limitarse a la gestión burocrática y
administrativa resulta insuficiente.
Ante esto, Barber y Mourshed (2008) mencionan que aquellos sistemas educativos cuyos
directores dedican la mayor parte del tiempo a actividades que no se relacionan directamente con
la mejora de la enseñanza en sus escuelas ven limitadas sus posibilidades de incidir en los
resultados de los estudiantes.
Bajo esta premisa, el liderazgo pedagógico está centrado en la organización de buenas prácticas
pedagógicas y en la contribución al incremento de los resultados del aprendizaje (Bolívar 2010).
Los líderes educativos que se apropian de esta práctica de liderazgo pedagógico se involucran más
en el desarrollo del currículo en la escuela, presentando una mayor capacidad de alinear la
entrega en las aulas con los objetivos educativos planificados.
Además, existe una preocupación por el desarrollo profesional docente y supervisan en forma
constante su trabajo pedagógico y evalúan el logro de sus estudiantes tomando como referencia
las metas planteadas por la institución.
Lograr un ambiente armónico en la sala de clases es fundamental para que exista una sana
convivencia y buen aprendizaje, lo que se refleja en un mejor rendimiento académico. Por esto un
concepto que profesores, apoderados y alumnos deben hablar sin temor y trabajar conjuntamente
es la disciplina, concepto que está relacionado con el autocontrol, con alcanzar los objetivos
propuestos, el gusto por hacer las cosas bien y, además, se relaciona con la adecuación
comunitaria y la integración social armónica y pacífica.
Como afirma Cubero Venegas, CM (2004) dondequiera que grandes cantidades de personas se
reúnen para vivir y trabajar en grupos, son imprescindibles ciertas normas para regular su
comportamiento y asegurar un elemental orden social. Esto es especialmente válido en la escuela,
y la responsabilidad final de alcanzar ese orden recae en el personal docente.
Las escuelas que mejoran, presentan en general un aprendizaje y acervo cultural importante y
sostenido en el tiempo, todos los actores involucrados en el proceso de enseñanza y aprendizaje
tienen clara las reglas de comportamiento, tanto en el aula, como en los espacios comunes y
cuáles son sus derechos y deberes. Lo anterior, aplica tanto, a los alumnos, profesores y
apoderados, generalmente se respetan los conductos de comunicación y las faltas son
gestionadas, como una oportunidad de cambio.
El respeto, es un elemento central, cada estudiante es tratado en forma cordial y las indisciplinas
no constituyen un factor de ser víctima de menoscabo, por el contrario, se busca una solución
consensuada con la familia, la que maneja en forma explícita la normativa de convivencia escolar y
de lo que no se está permitido hacer.
La necesidad de una alianza efectiva entre los padre y escuela es uno de los aspectos más
subvalorados en la educación, generalmente esta disociación, es alimentada por la tensión que se
genera, con respecto a la responsabilidad que le asignan, tanto padres como la escuela en la
formación integral que se espera de los estudiantes.
Es necesario asumir que ambos sistemas tienen un impacto directo y potente en el logro de todas
las dimensiones de la formación integral. Las familias sí influyen en el logro de mejores resultados
académicos y las escuelas tienen una responsabilidad importantísima en la adquisición y
despliegue de habilidades sociales, valores y formas de convivencia sana, entre otras áreas de las
dimensiones socio afectivo y ética.
Toda escuela que pretenda aportar significativamente en la vida y formación de sus niños deberá
encontrar maneras de ofrecer accesos y soporte a los padres, y lograr una alianza con ellos (De
Bruin & Krol, 2003).
Beneficios de una alianza
• Mejoran sus resultados académicos (Gubbins, 2001).
Reducen sus conflictos, generando así una clima armónico que facilita el aprendizaje
(Ramírez, 1997).
Aumentan su comprensión de los reglamentos de la escuela.
Los alumnos sienten orgullo por sus padres cuando estos participan activa y efectivamente
en las actividades de la escuela.
Aumenta en los estudiantes su identificación con la escuela o liceo (Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia [UNICEF], 2000)
CONCLUSIÓN
Las cinco prácticas elegidas a mi juicio son las que inevitablemente, conducirán a cualquier escuela
a conseguir, más temprano que tarde, sus objetivos planteados en pos de una mejora, a partir, del
el lugar en que se encuentre, al fijarse como meta en común y de una visión compartida de todos
los estamentos que involucran una escuela.
La receta esta, el camino ya lo han recorrido escuelas que sistemáticamente han mejorado en el
tiempo, con más o menos, las mismas características de contextos, lo que lleva a la reflexión de
por qué, este modelo no es replicado a nivel país con los mismos empeños que si se atrevieron de
hacer estas entidades.
Posiblemente, la voluntad no es la misma en todos lados, un sistema que recién ahora se instaura
una institucionalidad, poco más descentralizada en lo que respecta a la calidad educativa.
BIBLIOGRAFÍA
Bellei, Gubbins & López (2002). Participación de los Centros de Padres en la Educación:
Expectativas, Demandas, Desafíos y Compromisos. Santiago de Chile: Centro de
Investigación y Desarrollo de la Educación [CIDE] / UNICEF.
Cubero Venegas, Carmen María; (2004). La disciplina en el aula: Reflexiones en torno a los
procesos de comunicación. Revista Electrónica "Actualidades Investigativas en Educación",
julio-diciembre
Bellei, C., Raczynski, D. & Muñoz, G. (2003). ¿Quién dijo que no se puede? Escuelas
efectivas en sectores de pobreza. Santiago de Chile: Ministerio de Educación / UNICEF.
Eyzaguirre, B., & Fontaine, L. (2008). Las Escuelas que Tenemos. Santiago: Centro de
Estudios Públicos.