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Para terminar con una crisis de la democracia es necesario que el pueblo se una y postule una

oposición lo suficientemente fuerte como para erosionar la legitimidad del régimen actual.

El gobierno de Maduro se ve cada vez más puesto en tela de juicio, ya que su declive
económico, el descontento social y unas elecciones dudosas, donde varios de los opositores
quedaron proscriptos o, inclusive, algunos tras las rejas, siendo entonces presos políticos,
generan gran duda, no solo para los habitantes de ese país, sino que también para la
comunidad internacional.

La intervención militar no es una estrategia inteligente, puesto que el presidente de Venezuela


ha alegado, en diversas ocasiones, que se está creando una revuelta contra él, donde es
espiado, e incluso se envían diplomáticos extranjeros con intensión de asesinarlo.

Si Estados Unidos, como mencionó Trump alguna vez, interviene en el país, no hará más que
darle veracidad a lo dicho por el déspota venezolano, lo que de alguna manera aumentaría su
credibilidad. No debemos olvidar, pues, que Estados Unidos muchas veces no es visto con
aprecio por el cono sur, ya que se ha podido comprobar su apoyo en golpes de estado, sumado
a las intervenciones directas. Que este país se entrometa militarmente, o apoye la
intervención por cualquier otro estado, solo generará descontento y se comenzará a recrear,
una vez más, la idea del “imperialismo yanqui”.

Sabiendo que la agencia ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados) ha reconocido a los venezolanos migrantes como refugiados, es no solo tarea, sino
que también obligación del resto de los estados del mundo a cooperar. Es importante que los
gobiernos puedan elaborar la idea de que la nacionalidad, la religión, o cualquier otro tipo de
etiqueta son clasificaciones que no deben socavar la idea principal de la preservación de la
vida humana.

No solo a través de recepción de contingentes humanos es que deben ayudar los estados. A
esta política se le debería sumar el envío de provisiones y campañas donde se alerte al mundo
sobre la real situación del país. Puesto que, para que un estado sea legítimo, tiene que ser
reconocido tanto como por su pueblo como por sus pares, si estos lo comienzan a profanar, su
legitimad será cada vez peor.

Finalmente, cabe destacar que un bloqueo económico tampoco serviría ya que la sociedad
venezolana ya tiene suficientes problemas con el estado actual. Es necesario derrocar al
gobierno, pero mantener al pueblo vivo.

Podemos concluir, que si las diversas ONG’s, en conjunto con los estados y el pueblo
venezolano, ponen todo su esfuerzo en derrumbar la imagen de Maduro, por medio de
protestas, boicots, y una firme confrontación, es probable que esa figura, más tarde que
temprano, acabe retirándose, de modo tal de que Venezuela pueda volver a nacer y tener una
democracia como le corresponde.

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