You are on page 1of 16

Tíítulo: La comunicacioí n popular en Argentina.

Releyendo claí sicos de la


comunicacioí n latinoamericana desde la nueva Ley de Servicios de Comunicacioí n
Audiovisual.
Autor: Fernando Daniel Bustamante
Universidad de Maí laga, Universidad Nacional de Salta.
chacotadelnorte@gmail.com, fbustamante@uma.es
Resumen: Multiples experiencias, iniciativas y polííticas de comunicacioí n popular
actuales en Argentina encuentran un contexto favorable a partir de la discusioí n de la nueva Ley
de Servicios de Comunicacioí n Audiovisual. En este trabajo se abreva en autores claí sicos de los
estudios de comunicacioí n en Ameí rica Latina para extraer aprendizajes y reflexiones en torno a
las experiencias mencionadas.
Palabras Clave: Comunicacioí n popular, lo popular, Argentina, Ameí rica Latina

Este trabajo se escribioí desde Argentina, en un nuevo y desafiante contexto para el


campo de la comunicacioí n, que se vincula con la movilizacioí n social en torno a la nueva Ley de
Servicios de Comunicacioí n Audiovisual, en el que vuelve a hablar de comunicacioí n popular,
aunque con sentidos resquebrajados. Esa ligazoí n esgrimida entre la comunicacioí n y lo popular
entranñ a quizaí s la intuicioí n de que allíí, como una pequenñ a brasa en las muchas cenizas, reside el
eí nfasis en la politicidad de la comunicacioí n.
Se pretende aquíí rastrear algunos aprendizajes que dejaron los estudios de
comunicacioí n en Ameí rica Latina y su relacioí n con lo popular, para los actuales procesos que se
desarrollan en Argentina. Para ello planteamos los nudos temaí ticos comunicacioí n y masas,
comunicacioí n-pueblo, comunicacioí n/cultura, paradigma de las mediaciones y mediatizacioí n de
la sociedad, oportunamente senñ alados por Maríía Cristina Mata i.

Comunicación y Masas
En este recorrido, uno de los autores que se constituye en una referencia insoslayable
es Antonio Pasquali, a traveí s de su libro Comunicación y cultura de masas. El aporte de Antonio
Pasquali parte de la base de una profunda relacioí n entre tipo de sociedad, saber y medios
comunicantes (Pasquali, 1972, 42). Es sugerente el lugar central en el que pone a la
comunicacioí n en la dinaí mica social, y por lo tanto, como lugar de entrada a cualquier intento de
transformacioí n social. Sin embargo, Pasquali es enfaí tico en una distincioí n, los medios masivos
nunca pueden ser de comunicacioí n, sino solo de informacioí n. La relacioí n comunicacional –

1
tambieí n llamada diaí logo- solo puede existir cuando se da una dialeí ctica entre dos polos
transmisores y receptores a la vez, “en una relacioí n biuníívoca del tipo del con-saber” (Pasquali,
1972, 43), donde ese con-saber es lo constitutivo de lo social, y se construye por sííntesis entre
los polos de la relacioí n (Pasquali, 1972, 57). Es decir que ambos polos participan en la
construccioí n del con-saber, y por lo tanto de lo social comuí n.
La informacioí n, por el contrario, supone al receptor como un objeto, que solo recibe un
sentido intacto, tal como salioí del transmisor. Es un discurso unilateral, una notificación, donde
una parte niega a la otra. Estaí en la loí gica de los medios de informacioí n de masas, mandar a
callar (Pasquali, 1972, 58), porque desaparecen las posibilidades materiales de responder en
pie de igualdad. Esto conduce a la frustracioí n y represioí n colectiva (Pasquali, 1972, 61).
Auí n hoy retomamos en nuestras praí cticas de comunicacioí n popular con grupos
comunitarios esta distincioí n establecida por Pasquali entre información y comunicación. Estas
definiciones, que estaí n en profunda coincidencia con los planteos de Paulo Freire, todavíía hoy
logran hacer sííntesis de la relacioí n entre comunicacioí n y poder, como un cruce fundamental a
la hora de construir experiencias comunitarias. Digo todavía hoy como un reconocimiento del
contexto de la comunicacioí n en Ameí rica Latina en el que se produjeron estas ideas. Me refiero
al contexto en el que el concepto de dominación, posteriormente discutido y matizado, era
predominante.
Volviendo a Pasquali, la intensioí n de sus reflexiones era aportar a la subversión del
orden de los medios dominantes, que los intelectuales debíían motorizar. Mientras tanto, las
praí cticas de comunicacioí n comunitaria -que retoman sus conceptos- consistíían en muchos
casos en el eí nfasis en la comunicacioí n interpersonal o local.
¿Queí es lo que resuena de los planteos de Pasquali cuando en la actualidad se habla de
comunicacioí n popular? ¿La subversioí n del sistema de medios predominante? ¿La buí squeda de
modelos horizontales de comunicacioí n? En primer lugar, desde entonces, las experiencias
histoí ricas han establecido que la dominación no necesariamente desaparece luego de un
proceso revolucionario, con la toma de espacios de poder por nuevos actores revolucionarios,
oprimidos o subalternos. Esperar que de allíí surjan modelos horizontales de comunicacioí n de
por síí, parece, cuando menos, una idealizacioí n. Ademaí s, no parece posible hacer desaparecer
los medios masivos por el hecho de encarnar una estructura autoritaria, como decíía Pasquali.
Tampoco parece estar en la voluntad de los actores transformadores actuales. Por lo tanto,
subvertir el sistema de medios establecido debe entenderse, a mi modo de ver, en teí rminos de
establecer loí gicas de produccioí n y formas de apropiacioí n de las audiencias que encarnen la

2
superacioí n de la comunicacioí n como mercancíía, a favor de la comunicacioí n como derecho. Y
eso no puede ser tarea solo de intelectuales, como proponíía Pasquali, que en Ameí rica Latina
histoí ricamente han corrido detraí s de las praí cticas populares de comunicacioí n.
Este es el primer rasgo que quiero senñ alar, para tener presente quienes habitamos las
actuales evocaciones de la comunicacioí n popular.
Alicia Entel y otros autores, en su texto “La Escuela de Frankfurt en Ameí rica Latina”,
senñ alan que tanto Antonio Pasquali como Heriberto Muraro fueron dos de los lectores de la
Escuela de Frankfurt en Ameí rica Latina. Sin embargo, sus trabajos no pueden asimilarse a otros
del marxismo maí s ortodoxo e incluso economicista, a los que se llamaron estudios
“denuncistas” de la comunicacioí n.
Heriberto Muraro retomaba tesis de la Escuela de Frankfurt, pero a diferencia de los
autores alemanes, pretendioí contrastarlas con investigacioí n empíírica. En el tercer capíítulo de
su libro Neocapitalismo y comunicación de masa, publicado en 1974, contrastaba las tesis de
Marcuse con investigaciones de Lazarsfeld (Entel y otros, 1999). Esta decisioí n epistemoloí gica y
metodoloí gica constituye un gran salto respecto de los trabajos de Frankfurt, en los cuales
puede interpretarse un rechazo por el empirismo. Esa opcioí n de Muraro por la contrastacioí n
supone que estaí implíícita la posibilidad de que se den condiciones en las cuales la
manipulacioí n no logra su cometido. De hecho, la conclusioí n de Muraro sostiene que la
manipulacioí n no se logra cuando se topa con organizaciones populares. En esta misma líínea
van estudios de Micheè le Mattelart y Mabel Piccini sobre la recepcioí n de telenovelas en sectores
populares, entendida como posibilidad de actos cotidianos de resistencia, ligada a la
organizacioí n popularii (Vinelli, 2006).
Pero volviendo a Muraro, el autor discute que los medios sean los uí nicos que realizan
la “dominacioí n neocapitalista”, siendo necesarios para la unidad del sistema, ademaí s, el
aparato de represioí n fíísica y el de distribucioí n de los beneficios econoí micos de la explotacioí n
del trabajo (Entel, 1999: p.6).
Si bien, seguí n Entel, es reduccionista la interpretacioí n de Muraro sobre Marcuse,
Muraro abre el camino para los estudios sobre economíía políítica de la comunicacioí n. En
Neocapitalismo y comunicación de masas, Muraro retoma la cuestioí n de la manipulacioí n del
receptor. La propuesta teoí rica de Muraro consistíía en construir “una teoríía histoí rica de los
medios de comunicacioí n de masa que nos permita explicar de manera sistemaí tica en queí
condiciones los hombres son convencidos (…) y en queí condiciones logran escapar a las
demandas (de los medios)” (citado en Grimson y Varela, 2002). La teoríía de la manipulacioí n

3
falla, para Muraro, en dos aspectos: confunde el puí blico con una masa informe, y por otro lado,
pierde de vista que los sujetos manipulados tienen muchas veces intereses convergentes con
los de los monopolios de comunicacioí n.
Esta conclusioí n lo coloca como antecedente de los estudios de recepcioí n. Para eí l, es
necesario explicar los haí bitos de los sujetos, no en los medios de comunicacioí n, sino en la
estructura maí s profunda de la sociedad capitalista. Los sentidos que emergen de la recepcioí n
de mensajes mediaí ticos se relacionan a la posicioí n en la estructura social que se ocupa y a una
dimensioí n ideoloí gica. Las conclusiones de Muraro en torno al rol parcial de los medios de
comunicacioí n masiva para la dominacioí n, fueron muchas veces olvidadas en las miradas
comunicacionales posteriores, ya sea para postular el poder absoluto de la ideologíía
dominante, ya sea en la creencia de que en los proyectos de comunicacioí n popular residíía la
clave de la “liberacioí n”. A la revisioí n de esto uí ltimo se llegoí con la derrota de los movimientos
populares de los anñ os 80 (Bruno y Uranga, 2001). Si Muraro sostuvo el rol parcial pero
complementario de la comunicacioí n masiva en un sistema de dominacioí n, en la actualidad
argentina, esto ha sido dramaí ticamente puesto en la escena puí blica por juicios contra críímenes
de lesa humanidad, donde se revela la relacioí n material entre dictadura y consolidacioí n
mediaí tica monopoí lica. Los procesos sociales y polííticos detraí s de lo que hoy se nombra como
comunicacioí n popular en Argentina reconocen implíícitamente la materialidad de la relacioí n
entre la comunicacioí n y el resto de las aí reas del sistema social al postular, por ejemplo, que el
fortalecimiento democraí tico debe tener correlato en la democratizacioí n de la comunicacioí n.
Sin embargo, masivamente hablando, la experiencia cotidiana de los sujetos apenas si comienza
a cambiar, quizaí s maí s como condicioí n de posibilidad que como experiencia concreta, a partir
de la percepcioí n de descreí dito de las empresas mediaí ticas establecidas. Sin embargo, aunque
no tenemos espacio aquíí para desarrollarlo, es importante considerar, con Muraro, la
posibilidad de coincidencia de intereses entre los receptores y los medios masivos de
comunicacioí n.

Comunicación - Pueblo
El nudo comunicación-pueblo remite a un momento que le da caraí cter especíífico a los
estudios de comunicacioí n en Ameí rica Latina.
Juan Carlos Portantiero se refirioí a la “desviacioí n latinoamericana”, y la definioí como la
particularidad de los procesos de constitucioí n de los sectores populares como pueblo. Esto se

4
dio por procesos de participacioí n políítica, pero no debido al desarrollo de organizacioí n
autoí noma de clase, sino debido a la crisis políítica estatal, en la que los sectores populares
tuvieron un rol equilibrador. Esto obliga a replantear las concepciones desvalorizadoras de los
populismos como procesos estatales, y considerarlos como “experiencias de clase (…) que les
otorgoí ciudadaníía” (Portantiero, citado en Martin Barbero, 1987).
Los llamados populismos, como modelos de procesos polííticos originales de la regioí n,
tienen su correlato de originalidad en los estudios de comunicacioí n que reconocen en lo
popular el espacio desde donde producir conocimientos, impulsados por Jesuí s Martin Barbero.
Paradoí jicamente, al final de esta deí cada, entraraí en declive junto con los movimientos
populares latinoamericanos, la denominacioí n de pueblo, y la de comunicacioí n popular, esta
uí ltima entendida como la comunicacioí n asociada a un proyecto políítico de los sectores
populares.
Grimson y Varela senñ alan que el hito que constituyoí el Seminario de CLACSO (Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales) Comunicación y Culturas Populares, en 1982, a la vuelta
de los procesos dictatoriales latinoamericanos, reedita la importancia de la instancia pueblo
como preocupacioí n de la eí poca. Para los autores, durante la deí cada del ochenta, algunos
debates, como aquel en torno a la manipulacioí n, pierden importancia iii, pero los planteos de
Muraro se adelantan a dicha deí cada, en la cual la discusioí n teoí rica sobre el rol del receptor
implica muchas veces la discusioí n políítica sobre el lugar de lo popular. La capacidad de los
receptores para desviar o invertir el sentido de los mensajes mediaí ticos fue interpretada como
un espacio de poder de la cultura popular. Los estudios de recepcioí n, en algunas de sus
versiones, constituyeron un espacio donde reponer el conflicto social.
En este momento, aparece como una figura central, Jesuí s Martíín Barbero quien habíía
propuesto -y a mi entender sigue siendo necesario, aunque no del mismo modo- atender a la
comunicacioí n desde lo popular (Martíín Barbero, 1987). En la deí cada de los ochenta, a la vuelta
de las dictaduras latinoamericanas y con el repliegue de los movimientos populares y las
izquierdas regionales, quedaba abonado el terreno para un revival positivista que propuso
recortar las zonas problemaí ticas del campo de la comunicacioí n y despojarse del “lastre
ideoloí gico”. El paradigma informacional se planteaba como una teoríía que permitíía delimitar y
avanzar, dejando de lado preguntas y demandas sociales debido a las dificultades
epistemoloí gicas y metodoloí gicas que estas planteaban. Y donde la coherencia analíítica se
convirtioí en justificacioí n para tomar distancia del conflicto.

5
La contrapropuesta de Martíín Barbero parte de que en Ameí rica Latina existen una
serie de diversas praí cticas sociales de comunicacioí n, que se articulan con espacios polííticos,
esteí ticos, religiosos, etc., a traveí s de las cuales sectores populares expresan muchas veces
reí plicas. Estas praí cticas desbordan los medios de comunicacioí n masiva e impiden el recorte del
campo desde la teoría. Hay vastos ejemplos de coí mo las praí cticas y experiencias de
comunicacioí n popular, en Ameí rica Latina, antecedieron la reflexioí n teoí rica, llamaron su
atencioí n, la fecundaron. Martíín Barbero propone pensar desde allíí la comunicacioí n, de forma
de invalidar la linealidad del modelo informacional y las limitaciones de muchos anaí lisis
polííticos, que restringen lo políítico a lo partidario y que desestiman lo que hoy podemos llamar
la construccioí n de ciudadaníía (Martíín Barbero, 1987).
En ese sentido, Martin Barbero senñ ala que la recuperacioí n de la historia popular pasa
por la relacioí n de las praí cticas comunicativas con los movimientos sociales, que es el modo en
que lo popular se inscribe en el anaí lisis de los procesos culturales, pero discutiendo tanto la
idea de lo popular como industria cultural, asíí como lo popular en tanto lo inmediatamente
politizado.
Uno de los trabajos salientes de aquel seminario de CLACSO fue la intervencioí n de
Nestor Garcíía Canclini, que llevoí el tíítulo “¿De queí estamos hablando cuando hablamos de lo
popular?”. La pertinencia de este trabajo consiste en hacerse cargo del componente de
conflictividad políítica que supone lo popular, con el aporte adicional de procesar teoí rica y
metodoloí gicamente las reconfiguraciones que el campo de lo popular experimentaba en la
eí poca.
Garcíía Canclini senñ ala tres tipos de razones para un renovado intereí s en lo popular en
la deí cada de los ochenta: Socioeconoí micas, polííticas y de las ciencias sociales. Por razones de
intereí s y de espacio, tomaremos solo las segundas. Entre las razones polííticas, rescata el intereí s
en organizaciones polííticas por comprender las derrotas y los consecuentes replanteos de sus
concepciones clientelistas y economicistas sobre procesos ideoloí gicos de las masas; pero
tambieí n la pregunta por el comportamiento de todos los sectores populares -no ya solo el
proletariado-, ademaí s de las razones no polííticas que los movilizan polííticamente.
En ese momento, los estudios que primero habíían abundado en las denuncias de
“imperialismo cultural”, y luego pasaron a descubrir en todas partes manifestaciones populares
de “impugnacioí n” y “contrahegemoníía”, fueron siendo superados debido a nuevas formas de
entender los procesos de consumo, comunicacioí n y organizacioí n popular.

6
Es asíí que a partir del reconocimiento de que las organizaciones y militantes se
desenvuelven en medio de las relaciones sociales y de poder que impone “el sistema” (Garcíía
Canclini, 1987, 32) y participan de praí cticas de consumo y disputan simboí licamente en
espacios sexuales, barriales y culturales; la propuesta metodoloí gica de Garcíía Canclini consiste
en estudiar de manera relacionada las formas de hegemoníía, las praí cticas de consumo -como
instancia de disputa por la apropiacioí n de bienes- y las formas propias y condiciones en que se
da la organizacioí n de los sectores populares.
En Argentina, quizaí s una de los hechos maí s auspiciosos en torno a la nueva Ley de
SCA, radica en la movilizacioí n social generada en torno a su discusioí n, y, con su promulgacioí n,
la proliferacioí n de expectativas de organizaciones sociales por ejercer praí cticas
comunicacionales. Esos procesos deberíían articular experiencias populares adquiridas con
reflexiones desarrolladas desde los estudios de comunicacioí n, en un nuevo contexto abierto a
la experimentacioí n. A mi modo de ver, hay dos grandes aprendizajes de esta etapa: En primer
lugar, que lo popular no es lo inmediatamente politizado, es decir, que la politicidad de lo
popular radica en las culturas populares, y no ya en las instituciones polííticas. Y en segundo
lugar, que los proyectos políítico-culturales transformadores necesariamente estableceraí n
diaí logos y negociaciones con las praí cticas de consumo y el individualismo en el que deberaí n
moverse sus integrantes.

Comunicación/Cultura
Los estudios de recepcioí n basados en gran parte en las formulaciones de Jesuí s Martíín
Barbero, y del consumo propuestos por Garcíía Canclini, una vez consolidados, debieron
enfrentar su uso con fines de mercado, opuestos a los marcos conceptuales e ideoloí gicos que
los produjeron. El giro acríítico y despolitizador de los anñ os 90 quedoí marcado en el tíítulo del
libro de Oscar Landi “Devoí rame otra vez. Queí hizo la televisioí n con la gente. Queí hace la gente
con la televisioí n”. Hay allíí una clara apelacioí n a la teoríía de usos y gratificaciones, con su
problemaí tica concepcioí n del receptor, entendido como sujeto consciente de todas las razones
de sus praí cticas y elecciones, que tienen en parte la consecuencia de otorgar a este sujeto una
autonomíía casi absoluta en su relacioí n con la comunicacioí n masiva, y por lo tanto,
implíícitamente, la posibilidad de no prestar atencioí n a la hegemoníía. Pero ademaí s, la opcioí n
por el nominativo neutro “gente”, en contraposicioí n a “lo popular”, que fue caracteríístico de la
eí poca.

7
Quizaí s debido a este ambiente de eí poca, Jesuí s Martíín Barbero se ve en la necesidad de
escribir en 1996:

La combinacioí n de optimismo tecnoloí gico con escepticismo políítico ha fortalecido un realismo


de nuevo cunñ o que se atribuye a síí mismo el derecho a cuestionar todo tipo de estudio o de
investigacioí n que no responda a unas demandas sociales confundidas con las del mercado o al
menos mediadas por éste (citado en Fuentes Navarro, 1999, 111).

A pesar de advertencias como estas, en los anñ os noventa el mercado parecioí inundar
todos los espacios de lo social. En esos anñ os, y como consecuencia del desarrollo teoí rico de
Nestor Garcíía Canclini, su propuesta en torno a la participacioí n popular se concentroí en el
consumo. En teí rminos metodoloí gicos habííamos senñ alado su proyecto de estudiar la relacioí n
entre organizacioí n popular y consumo en la deí cada de los ochenta. En los noventa, en su texto
“El consumo sirve para pensar” (Garcíía Canclini, 1991), hace una propuesta políítica que podríía
expresarse en la frase organizarse para consumir. En ese trabajo, Garcíía Canclini detalla las
condiciones que deben darse para que las praí cticas de consumo sean un espacio que permitan
a los sectores populares pensar, no solo para reproducir la fuerza de trabajo, distinguirse
sectorialmente y comunicarse. Si bien no queda del todo claro lo que entiende por “pensar”,
Garcíía Canclini pretende con ello dar cuenta del trabajo de sentido detraí s de las praí cticas de
consumo de los sectores populares, que muchas veces se basan en criterios, a simple vista,
opacos.
Si bien, Florencia Saintout (Saintout, 1998: p. 163) pone a Garcíía Canclini a la cabeza
de un movimiento, que por hacer devenir el ciudadano en consumidor, negaba la dimensioí n del
poder, el planteo de Garcíía Canclini en el texto en cuestioí n refiere tambieí n a la necesidad de
reposicionar lo puí blico, hacieí ndose cargo de las transformaciones de la relacioí n entre las
esferas de lo puí blico y lo privado.
Es decir, el voluntarismo políítico, como vicio militante, que pretende que la totalidad
de la vida esteí regida por el espacio puí blico y los compromisos polííticos asumidos.
Y la condena a la dimensioí n del disfrute en el consumo de mensajes masivos.

El paradigma de las mediaciones


Es necesario aclarar la ííntima vinculacioí n de este apartado con el anterior. Es Jesuí s
Martíín Barbero, a traveí s de diferentes textos, abanderado de la reformulacioí n de los estudios

8
de comunicacioí n, que corre del centro a los medios como transmisores para trabajar la cultura.
Esta es la operacioí n conceptual fundamental de la constitucioí n del nudo Comunicacioí n-cultura,
y de ese corrimiento emerge el concepto de mediaciones.
A traveí s de conceptos como el de mediación, se enriquecioí el campo con una serie de
nuevas problemaí ticas y se permitioí superar dualismos y visiones instrumentalistas de la
cultura de masas.
Seguí n Maríía Cristina Mata, el concepto de mediaciones se refiere a procesos de
articulacioí n cultural. Esta articulacioí n pude darse entre procesos de produccioí n de sentido en
base a los medios masivos y otras praí cticas cotidianas de produccioí n de sentido; entre
temporalidades sociales diversas; entre matrices culturales; entre la produccioí n de una cultura
masiva y las transformaciones de las culturas subalternas. Pero tambieí n, mediaciones refiere a
los “dispositivos por los que los medios masivos adquirieron materialidad institucional y
espesor cultural” (citado en Mata, 1999), a los “dispositivos a traveí s de los cuales la hegemoníía
transforma desde dentro el sentido del trabajo y la vida de la comunidad”, y a los lugares “de los
que provienen las constricciones que delimitan y configuran la materialidad social y la
expresividad cultural” de los medios masivos (Mata, 1999: 84).
Se rescata entonces, no la mera no pasividad del receptor, sino la necesidad de cambiar
el eje de anaí lisis desde la comunicacioí n -como medios masivos- al campo de los conflictos que
articula la cultura, entre las culturas y la hegemoníía.
De los medios a las mediaciones organizaba su argumentacioí n en torno a la categoríía de
pueblo, se preguntaba por la supervivencia de lo popular, y por su continuidad expropiada y
despolitizada. El anaí lisis cultural se trata de la hegemoníía, y eso supone la impugnacioí n de una
condicioí n de dominacioí n y de subalternidad. Es decir que sin lo popular no puede haber
democracia (Alabarces, 2008).
Martíín Barbero plantea que este desplazamiento coincide con el que operaron los
investigadores de “polííticas nacionales de comunicacioí n”, que comenzaron a problematizar la
nocioí n de Estado en relacioí n a su peí rdida de poder de decisioí n frente al avance de la economíía
trasnacional, pero tambieí n en relacioí n a la resistencia que despierta en las culturas populares
la tendencia a la homogeneizacioí n del mismo proceso trasnacional (Martíín Barbero, 1987).
Washington Uranga ha planteado uí ltimamente la necesidad de recuperar en el nuevo
contexto el concepto de polííticas nacionales de comunicacioí n. Las iniciativas que hoy se
impulsan invocando la comunicacioí n popular parecen hacer maí s eí nfasis en el primero de estos
dos ejes senñ alados por Barbero: Intentando la recuperacioí n del Estado como agente de lo

9
puí blico, en disputa con empresas de comunicacioí n. La resistencia de los sectores populares a la
homogeneizacioí n cultural trasnacional aparece maí s bien en un segundo plano, en la medida en
que los actores populares, con muchos problemas, crecen.

La sociedad mediatizada
Ademaí s del fundacional aporte de Jesuí s Martin Barbero, impulsan el mismo
corrimiento de los medios a la cultura los aportes semioí ticos expresados por Eliseo Veroí n. Y
esto, a traveí s del concepto de mediatización, en la medida en que constituye la maí s difundida
de las mediaciones. Nos detenemos en este concepto porque nos permite reflexionar sobre las
profundas transformaciones sociales y culturales relacionadas con las nuevas tecnologíías.
La mediatizacioí n de las sociedades es entendida por Veroí n como la transformacioí n de
las mismas en virtud de la presencia de medios masivos de comunicacioí n. En una sociedad en
víías de mediatizacioí n, la forma estructurante de los medios convive con otras formas de
estructuracioí n de lo social, pero influye en cada praí ctica social, aunque de distintas maneras
(Mata, 1999). Sin embargo, el concepto de mediatización no invierte el desplazamiento “de los
medios a las mediaciones” operado por Martíín Barbero: La centralidad de los medios en el
anaí lisis cultural se debe dar, no por su caraí cter de transportes, nexos o canales de mensajes,
sino en tanto modelo, racionalidad o matriz de produccioí n y organizacioí n de sentido (Mata,
1999).
Eliseo Veroí n, en su trabajo Interfaces. Sobre la democracia audiovisual avanzada resenñ a
la historia de la mediatizacioí n de lo políítico –de las campanñ as presidenciales- en Francia, que
se da entre los anñ os 1974 y 1988. La mediatizacioí n de lo políítico estaí relacionada, para Veroí n,
con la irrupcioí n de la loí gica de mercado en la televisioí n francesa. No entraremos en
profundidad en el estudio en cuestioí n por razones de espacio, pero creo que es importante
discutirlo desde nuestro actual contexto argentino y latinoamericano.
Luego de su fino anaí lisis discursivo, Veroí n supone que el espacio políítico estaraí
preservado del dominio total de la loí gica del mercado mientras las campanñ as no se reduzcan a
spots publicitarios. Y parece dejar en segundo plano de rigor este aspecto políítico sobre la
mercantilizacioí n de lo políítico. Sin ignorar la posibilidad de estar siendo injustos con un texto
al hacer caso omiso de su antiguü edad, es verdad que luego de la gran discusioí n y participacioí n
que muchos de nosotros hemos llevado adelante en torno a la Ley de SCA, parece casi ingenuo
el planteo de Veroí n en torno a la forma de preservacioí n de la discusioí n políítica contra su
mercantilizacioí n. Por nuestra parte, vemos como imprescindible y posible la constitucioí n de

10
organizaciones y actores sociales para la construccioí n de ciudadaníía, que a su vez instituyan
espacios no mercantiles para la comunicacioí n. En este planteo nuestro sigue hacieí ndose visible
un espacio de lo popular, desde el que se desarrollan nuestras experiencias y reflexiones de
comunicacioí n, y que nos parece un rasgo distintivo de los estudios de comunicacioí n de
Ameí rica Latina.
Existe otra razoí n para plantear la nocioí n de mediatizacioí n desde esta clave de lectura
nuestra. A esta altura, debemos llamar la atencioí n sobre la mediatizacioí n de la experiencia, que
pone en tensioí n a lo popular en la actualidad, y consiste en la delegacioí n de esta en los
artefactos teí cnicos. La mediatizacioí n de la experiencia consiste, asíí, en la sustraccioí n del
cuerpo, frente a la necesidad de lidiar con la complejidad de lo real. Esta mediatizacioí n de la
experiencia parece reponer ciertas certezas de las que el desencantamiento moderno del
mundo nos habíía despojado (Mata, 1999: 85 a 87). De un modo similar, es posible pensar los
uí ltimos usos de redes sociales virtuales para convocar manifestaciones callejeras como una
forma de mediatizacioí n de la organizacioí n social iv.
Paradoí jicamente, esta mediatizacioí n de la experiencia se da en simultaneo con una
proliferacioí n de la “cultura del aguante”, que tiene su origen en las praí cticas de las barras
bravas de futbol, pero que aparece expandieí ndose luego hacia distintos grupos populares como
organizaciones territoriales, seguidores de bandas musicales o en el “mundo de la noche”
juvenil, y que tiene el sentido de exponer el cuerpo a traveí s de la violencia como uí nica forma de
trabar relaciones “verdaderas” con otros, es decir, sorteando mediaciones: el cuerpo seríía lo
uí nico que no miente (Gonzaí lez Arzac, 2006) .
Las praí cticas de comunicacioí n popular deben recuperar la dimensioí n corporal, para la
construccioí n de nuevas subjetividades, pero dependen para ello de fuertes polííticas puí blicas
que piensen y transformen el haí bitat popular, mejorando las condiciones materiales de la
expresioí n. En este sentido, se da un momento propicio a partir de las nuevas regulaciones de
matrimonio igualitario, identidad de geí nero y aborto no punible. Estaí n pendientes todavíía, por
ejemplo, polííticas decididas para la efectivizacioí n de derechos territoriales indíígenas y
campesinos, actores populares sumidos en la negacioí n, y para las praí cticas econoí micas
sostenibles, no contaminantes y socialmente fructííferas, asíí como planes masivos de vivienda.
Estas deudas son fuertes condicionantes actuales al ejercicio de los derechos que involucran,
pero tambieí n al ejercicio del derecho a la comunicacioí n que pudieran encarnar iniciativas de
comunicacioí n popular.

11
Propuesta: lo popular y sus potencialidades
La convergencia de intereses de investigadores de la comunicacioí n, analistas polííticos
e historiadores sobre la cultura popular dan un rasgo propio al campo de la comunicacioí n en
Ameí rica Latina.
En “Memoria narrativa e industria cultural”, analizando el relato popular, Martíín
Barbero fundamenta el aporte de lo popular a un proyecto de comunicacioí n y cultura: cuando
se mira el relato popular desde la críítica culta, solo se encuentra una foí rmula, el esquematismo,
la repeticioí n y las convenciones. Sin embargo, el objeto impone un “lugar” desde donde mirarlo,
que no es la literatura, sino la cultura. Mirado desde su modo de narrar, el relato popular tiene
otro funcionamiento, transitivo, en continuidad con la vida cotidiana, articula la memoria de un
grupo, que ademaí s de hablar de, materializa las praí cticas. Las culturas populares manifiestan,
nombradas negativamente como cultura no letrada, la imposibilidad de referirla por fuera de
los conflictos que le son constitutivos a su identidad.
Hay una fuerte relacioí n entre la comunicacioí n y lo popular en el llamado a un
compromiso social y políítico de la produccioí n del campo de la comunicacioí n. En la cita ya
mencionada de Jesuí s Martíín Barbero, se plantea la necesidad de evitar responder a las
demandas del mercado, evitar ignorar las demandas sociales, a que conducen cierto optimismo
de la tecnologíía sumado a cierto escepticismo políítico (Martíín Barbero, citado en Fuentes
Navarro, R., 1999). Este peligro no estaí superado en la sociedad argentina, donde las
representaciones predominantes sobre la comunicacioí n la asocian con la difusioí n, con
aparataje tecnoloí gico de las nuevas tecnologíías y con sus mitos asociados.
Tambieí n hay una fuerte relacioí n entre comunicacioí n y lo popular en discusiones sobre
la recepcioí n, como la problematizacioí n de Garcíía Canclini desarrollada anteriormente, pero
presente en todo el seminario de CLACSO de 1982, que actualizan y problematizan los
esquematismos todavíía hoy activos en muchos militantes y trabajadores del desarrollo.
Desde una visioí n normativa de lo popular -lo que la cultura popular debería ser-, estos
esquematismos impiden muchas veces ver, en organizaciones populares y en sus praí cticas
organizativas, la complejidad. Allíí emergen las contradicciones entre declaraciones militantes,
por un lado, y el consumo, loí gicas tecnocraí ticas, de mercado o individualistas, por otro. Pero
tambieí n aparece la convergencia de intereses de sectores populares con la hegemoníía. Este es
el terreno en el que cualquier proyecto de construccioí n de ciudadaníía o movimiento social
debe hacerse lugar.

12
Las actuales apelaciones a lo popular que se hacen desde espacios polííticos no deja de
sonar un tanto fuera de su contexto. Esto entranñ a una razoí n histoí rica: En los anñ os ochenta dejoí
de usarse el nombre popular en los congresos de comunicacioí n, en consonancia con el giro
privatizador y despolitizador que siguioí a la derrota de los movimientos populares, y que
alcanzoí su culminacioí n en los anñ os noventa. Allíí, el pueblo fue reemplazado por el colectivo
“gente”. La recuperacioí n del teí rmino “popular” fue posible a partir de las jornadas de diciembre
de 2001, y de los estallidos sociales que las marcaron.
Pero tambieí n hay razones actuales: Acompanñ adas de la pretensioí n de revivir rituales y
combatividades de los anñ os 70, genera la desconfianza de ser una repeticioí n automaí tica que
desconozca las transformaciones sociales, polííticas y culturales que hemos experimentado.
La reflexioí n sobre lo popular encuentra continuidad hoy en un planteo de Pablo
Alabarces: Lo popular pone en el centro de la discusioí n la ofensiva desigualdad material y
simboí lica en la actual estructura y dinaí mica de produccioí n de discursos, es decir, el derecho a
la visibilidad y el derecho al acceso a los medios para producir dicha visibilidad. En ese
contexto, lo popular estaí fuera de lo visible, de lo decible y de lo enunciable (Alabarces, 2008:
25). A riesgo de ser demasiado apresurados, creo que es pertinente, a partir del nuevo
contexto, plantearse la pregunta ¿puede lo popular referirse a algo maí s que lo invisible y lo
inenunciable? ¿Es posible pensar que lo popular integre, a las ya reconocidas subjetividades
populares activas en lo cultural, alguna capacidad políítica, de produccioí n de discursos sociales
de alguna legitimidad, aunque provisoria y en disputa? Esta apertura no supondríía una
conviccioí n de que tal cosa ocurriraí , sino maí s bien, la concepcioí n de una condicioí n de
posibilidad.
En mi visioí n, lo popular sigue aportando, eminentemente, el eí nfasis en la dimensioí n
del poder. Y la nominacioí n popular permite seguir haciendo referencia, desde la comunicacioí n
y sus praí cticas que tensionan la teoríía, hacia sujetos concretos, a los que caracteriza la
situacioí n de desigualdad (Alabarces, 2008: 17). La dimensioí n del poder instala la diferencia
social, es decir, la presencia, en el conjunto social, de sujetos subalternizados -ahora vistos
como maí s diversos-. En ese sentido, lo popular nos remite fuertemente al concepto de
hegemoníía, que contextualiza la diferencia social en el proceso de produccioí n de dicha
diferencia, y a las culturas populares, en tanto procesos culturales bajo condiciones histoí ricas
concretas.
El nuevo contexto de movilizacioí n social en torno al derecho a la comunicacioí n no
desactiva el llamado de Hector Schmucler a no resignarse a lo inevitable de leyes inexorables de

13
“una civilizacioí n”. Por el contrario, el llamado desafíía a profundizar el nuevo contexto. Es
necesario seguir abiertos a lo imposible, decíía Schmucler, y apelando a Edgar Moríín, senñ alaba
que la lucha no se justifica ya por la certidumbre de victoria que recorrioí los proyectos
emancipadores de la modernidad, debemos aprender a luchar por la lucha misma, en los
nuevos escenarios, por la dignidad intelectual. “Un proyecto de comunicacioí n/cultura no
podríía continuar sin asumir esta lacerante conciencia” (Schmucler, 1997, 149). Es un proyecto
que asume los problemas de la eticidad –de lo políítico- que se dan en la intersubjetividad, el
siempre vulnerable reconocimiento recííproco v. La propuesta fue lanzada hace anñ os por Heí ctor
Schmucler: “Comunicar es comulgar” y no responder a la razoí n tecnocraí tica. Si se la sostiene,
en lo popular es posible volver a hallar un aliado, que auí n en la maí s cerrada hegemoníía logra
percibirse como distinto a lo dominante (Alabarces, 2008). Lo popular, con todos sus achaques,
a diferencia de otros apellidos de la comunicacioí nvi, sigue apelando a un sujeto que, aunque
ahora sabemos que no existe previamente, tal como podríía decir Alain Badiou vii, su constitucioí n
estaí al asecho tras el acontecimiento de lo políítico.
Por esa razoí n, el mayor desafíío de las iniciativas que hoy se enmarcan bajo la
comunicacioí n popular, a mi entender, radica en no dar por supuesta la existencia de un actor
popular cuya “liberacioí n” empujaríía el cambio. Maí s bien, se requiere, no solo de la habilitacioí n
y crecimiento de las organizaciones sociales activas, que supone la apertura del nuevo
escenario, sino la conformacioí n de nuevos sujetos populares, hoy todavíía marginalizados. Aquíí
se choca con la negacioí n de otros derechos distintos del derecho a la comunicacioí n. Pero
ademaí s, es necesario que logremos superar las barreras de nuestras organizaciones e
instituciones, con vocacioí n de interpelar a audiencias amplias. Esto no puede llevarse adelante
solo desde medios de comunicacioí n, son necesarios verdaderos procesos de
comunicacioí n/educacioí n. Es decir, polííticas de construccioí n de ciudadaníía que partan del
reconocimiento de las praí cticas socioculturales con las que debe trabar relacioí n.

Bibliografía
Alabarces, P. y otros (2008): Resistencias y mediaciones. Estudios sobre cultura popular,
Buenos Aires: Paidos (Introduccioí n).
Bruno, Daniela y Uranga, Washington (2001) Formacioí n acadeí mica e imaginarios
profesionales del comunicador y del planificador de procesos comunicacionales. Buenos Aires,
(sin maí s datos)

14
Entel, A., Lenarduzzi, V. y Gerzovich, D., “La Escuela de Frankfurt en Ameí rica Latina”. En
Entel, A. y otros (1999): Escuela de Frankfurt. Razón, arte y libertad, Buenos Aires: Eudeba.
Fuentes Navarro, R., “La investigacioí n de la comunicacioí n en Ameí rica Latina:
Condiciones y perspectivas para el siglo XXI” en Comunicación y Sociedad (Decs, Universidad de
Guadalajara), num. 36, julio-diciembre 1999, 105-132.
Garcíía Canclini, N. “De que estamos hablando cuando hablamos de lo popular”. En
VVAA (1987): Comunicación y culturas populares en Latinoamérica, Meí xico: FELAFACS, Gustavo
Gilli.
-“El consumo sirve para pensar” en DIALOGOS de la Comunicación, FELAFACS, Lima, Nº
30, junio de 1991.
Grimson, A. y Varela, M. “Cultura popular, recepcioí n y políítica. Genealogíías de los
estudios de comunicacioí n y cultura en argentina”. En Daniel Mato (comp., 2002): Estudios y
otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura y poder, Caracas: CLACSO, Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Gonzaí lez Arzac, R., “El fútbol argentino ofrece un cuadro absolutamente infame”.
Entrevista a Pablo Alabarces. Perfil 10/11/2006.
Martin Barbero, J., “Comunicacioí n, pueblo y cultura en el tiempo de las trasnacionales”.
En VVAA (1987): Procesos de Comunicación y matrices de Cultura, Meí xico: FELAFACS, Gustavo
Gilli.
Mata, M. C., “De la cultura masiva a la cultura mediaí tica”, DIA-LOGOS de la Comunicación
Nº 56, FELAFACS, Lima, octubre 1999.
- “Comunicacioí n, Ciudadaníía y poder: Pistas para pensar su articulacioí n”, DIA-LOGOS
de la Comunicación Nº 64, FELAFACS, Lima, diciembre 2002.
Muraro, H. (comp., 1977): La comunicación de masas, Buenos Aires: Centro Editor de
Ameí rica Latina.
Pasquali, A. (1972): Comunicación y Cultura de Masas, Caracas: Monte Avila.
Saintout, F. (1998): Los estudios de recepción en América Latina, La Plata: EPC-UNLP.
Schmucler, H. (1997): Memoria de la Comunicación, Buenos Aires: Biblos (La
investigacioí n (1982): un proyecto de comunicacioí n/cultura).
Veroí n, Eliseo, “Interfaces. Sobre la democracia audiovisual avanzada”. En Ferry, Wolton
y otros (1992): El nuevo espacio público, Barcelona: Gedisa.
Vinelli, Natalia (2006) Argentina: Miradas sobre la recepcioí n en los setenta. Revista
Question Nº12. Facultad de Periodismo y Comunicacioí n Social – UNLP. La Plata.

15
i

Los nudos temaí ticos propuestos corresponden a Maríía Cristina Mata en su curso Comunicación:
Modelos y perspectivas para su análisis. La clave de lectura a traveí s de esos nudos es personal.
ii
Revista Comunicacioí n y Cultura Nº 2
iii
Grimson y Varela senñ alan que los debates, llevados adelante respectivamente por Hector Schmucler y Heriberto
Muraro contra el textualismo y la teoríía de la manipulacioí n, pierden vigencia; esto se debe a que pierden vigencia
dichas teoríías discutidas por estos autores (2002).
iv
Cfr. Autor, Lo político como sordera, en revista Pampa, anñ o 4, Nº 6, septiembre 2010, Instituto de Estudios e
Investigacioí n CTA, Bs. As. Y tambieí n Autor, Digitales, comunes y democráticos, Pagina 12, Buenos Aires, 21 de abril
de 2010).
v
Habermas, J., Ciencia y técnica como “ideología”, Tecnos, citado en Schmucler, op. cit.
vi
Gabriel Kaplun se refiere a los apellidos para senñ alar adjetivos como comunitaria, popular, alternativa,
participativa, educativa, etc., que suelen acompanñ ar a la comunicacioí n. Cfr. Kapluí n, G. (2007) “La comunicacioí n
comunitaria” en Medios de Comunicación. El escenario iberoamericano. Espanñ a: Fundacioí n Telefoí nica y Ariel (311-
320).
vii
Alain Badiou desarrolla el acontecimiento como lo constitutivo de lo políítico y de sujetos. Cfr. Badiou, A. (1990)
¿Se puede pensar la política?, Buenos Aires: Nueva Visioí n (p. 59).

You might also like