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MONOGRAFÍA

METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN
PROFESOR TRAPANI DANIEL
TERCER AÑO. CIENCIAS SAGRADAS
ISPI 4028 “CARDENAL A. CAGGIANO”

RÚAJ SANTA Díaz Rebeca María


Noviembre 2018

Investigación Bíblica y Teológica.


Introducción
"Rey celestial Consolador, Espíritu de la verdad,
que estás en todo lugar y llenas el universo,
Tesoro de bienes y Dador de vida,
ven a habitar en nosotros, purifícanos de toda mancha,
y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas."1

Comenzar un trabajo sobre el Espíritu Santo con una oración es una opción metodológica
utilizada en Oriente; es teognosis, conocimiento sapiencial de una teología contemplativa, orante,
hecha en sinergia con el mismo Espíritu de quien se habla (Texto electrónico «Revista de
espiritualidad n° 116», p.119).
La teología occidental y la vida eclesial actual se muestran particularmente sensibles a la
reflexión sobre el Espíritu Santo. La sed de espiritualidad que caracteriza al hombre
contemporáneo, la vitalidad de las comunidades que expresan creativamente su fe y una
profundización teológica más orgánica han concurrido en una revaloración del Espíritu Santo ya
tenido en cuenta en Oriente. Añadido a lo anterior, actualmente abundan los "temas femeninos"
tanto en contextos sociales, como políticos. Esta creciente conciencia con respecto a asuntos
relacionados con el género no fue tema ignorado por la Iglesia temprana ni por los escritores de
los antiguos textos religiosos. La noción de la feminidad jugó un rol altamente significativo en el
pensamiento y creencias de dichos autores. Lejos de ser los autoritarios defensores del
patriarcado, los descubrimientos más recientes revelan que tenían una sensibilidad innata y cierto
aprecio por el aspecto femenino de la Divinidad que no se había sospechado hasta hace poco
tiempo.
Conocida como el “Alma de la Iglesia” o la “Ráfaga de Pentecostés”, el Espíritu Santo -o la Rúaj
como nos referiremos en este trabajo- está dando a conocer una nueva faceta de su riquísima
naturaleza. Hasta hace poco, para muchos católicos era casi la deidad desconocida; hoy se
presenta como Presencia inefable, Unión entre los miembros del cuerpo Místico, o Divinidad
Divinizadora, entre otras.
El presente trabajo no pretende negar lo que siempre se ha enseñado desde la Tradición, sino
abrir nuevos horizontes a la contemplación del Misterio. Particularmente intentaremos
comprender lo que, en párrafos anteriores, denominamos «Rúaj Santa de Dios». ¿Qué es? O,
mejor dicho, ¿quién es? ¿Por qué algunos pueden llegar a utilizar dicho término como «lo
femenino» en Dios? Al correr de las páginas iremos investigando la “femineidad” de la Tercera
Persona Trinitaria, apoyándonos con argumentos bíblicos y teológicos, descubriendo que el
Espíritu de Dios aparece en nuestra fe como tanto como “Ráfaga Divina” desde el génesis,
“Paloma mensajera del cielo”, “Neuma santificadora”, o “Dulce huésped del alma” a quien el
creyente experimenta gozosamente dentro de él.
Además, nos referiremos al ser humano como el mejor icono de Dios en su realidad de cuerpo,
mente y espíritu. Desde este enfoque, la Rúaj en su personalidad profunda, emotiva, vivencial,
hace al hombre místico, quien llega a descubrirla como vida operante a todo nivel; tanto en su
prójimo, como en la Iglesia toda.

1
Invocación inicial al Espíritu Santo en la liturgia bizantina.

1
En la Sagrada Escritura
DESDE EL GÉNESIS.

Utilizar el pronombre “El” para referirnos al Espíritu, nos es heredado de una teología que ha
querido encajarlo en el sustantivo “Dios”, además, la civilización machista siempre ha visto lo
femenino como símbolo de imperfección o pasividad. En latín o en otras muchas lenguas, la
palabra “Espíritu” es masculina. No obstante, en los textos veterotestamentarios encontramos la
palabra hebrea «rúaj» que, como sustantivo, puede ser masculina o femenina y como participio
(espirado), neutra.
En el Antiguo Testamento, «rúaj» (o «rúah») va siempre unida a un genitivo de especificación:
generalmente va referido al hombre, a la naturaleza, a Dios. Cuando dicha palabra se relaciona
con la naturaleza, el significado más ordinario es el del soplo del viento; cuando se refiere al
hombre, designa el aspecto vital esencial del mismo: la rúaj va ligada al hombre como alma,
espíritu, bien a un nivel psicológico (sentimientos, emociones) o bien a un nivel más profundo
(centro de su espiritualidad).
Pero cuando nos referimos a Dios, la misteriosa Rúaj aparece desde Gn 1,2, junto a la Palabra
creada, aleteando y dando vida en medio del caos inicial. Está también presente en la creación del
hombre en el segundo relato yahvista de la creación (Gn 2,3). Como mencionamos anteriormente,
“rúaj” significa energía vital, ánimo, capacidad que se manifiesta en respirar, a veces en jadear,
en respirar fogosamente como en el parto. Su género femenino posiblemente esté ligado a la
capacidad de engendrar vida, mientras que cuando significa un viento huracanado destructor, es
del género masculino. “El espíritu de la mentira, por mencionar otro ejemplo, aparece en
masculino, pero cuando en los textos bíblicos se refiere al Espíritu o Soplo de Dios, la Rúaj
siempre es femenina” (Ibáñez 2014, p.19). Por lo tanto, referirnos al Espíritu Santo como "ella"
tendría una justificación lingüística.
Aquella Divina Persona que habló por los profetas, cuando quiso revelarse a sí misma, esquivó
el masculino. Cabe aclarar que no es que tenga sexo, pero para acercarnos más y conocer su íntima
personalidad, nos puede ser útil ahondar en este tema.
Remontándonos al pensamiento hebreo, en su más íntima significación, la rúaj era considerada
como una voz enviada desde lo alto para hablar con el profeta. Por tanto, en el lenguaje profético,
«Rúaj» es Espíritu de santificación y creatividad inherente y se la considera con poder femenino.
“La revelación profética es revelación de la Rúaj: el profeta es un ish-ha-rúaj, un hombre del
espíritu. La Rúaj es unas veces una gracia permanente, y el profeta hace de ella un uso regular y
casi inconsciente; otras veces explota de repente y queda limitada a la experiencia de un instante
deslumbrador” (Ibáñez 2014, p.20).

Si algo tienen en común los hagiógrafos es que con gran creatividad han llenado de piropos el
hueco teológico que dejaba esta deidad desconocida; así «Paloma» desde luego, es un piropo
metafórico.
“La Biblia ha recurrido a más de una imagen para hablar del Espíritu Santo. Este juego de
imágenes, escogidas siempre con precisión, es el que hemos de seguir si queremos abrirnos a la
doctrina bíblica del Espíritu Santo” (Texto electrónico «El Espíritu Santo y Ruah en el Antiguo
Testamento).

2
El P. Carlos González Vallé nos dirá:
“Todo el Cantar de los cantares es un poema de amor, y al amor le gusta expresarse en metáforas.
La paloma se hace al instante ternura, inocencia y sencillez (…). Esos rasgos se aplican con fervor
espontáneo al Espíritu Santo, y la imagen ayuda al contacto” (Ibáñez 2014, p.22)

Y más adelante hará referencia al génesis añadiendo:


“Rabinos entendidos ven a la paloma en las palabras de la creación: «el Espíritu de Dios aleteaba
sobre las aguas». Aunque allí no se menciona expresamente la paloma, sí se menciona el aleteo, y
ellos adivinan en la cita la imagen implícita y comparan la Paloma que vuela sobre las aguas
originales de la creación con la Paloma que vuela sobre las aguas conquistadas del diluvio”.
(Ibáñez 2014, pp. 22-23).

EN EL NUEVO TESTAMENTO.

En el segundo capítulo de los Hechos de los Apóstoles (2,2), el acontecimiento de Pentecostés


nos permite descubrir desde una relectura cristiana, que aquella Rúaj que actuó en los profetas, es
la misma que sigue actuando en el Nuevo Pueblo Escogido. «Vino del cielo un ruido, como el de
una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa».
En los textos neotestamentarios, la Rúaj se nos presenta como distinta al Padre, pero igual e
inseparable de Él. No se le llama "eso" a pesar del hecho de que «Neuma» en griego sea un
nombre neutro. La doctrina Eclesiástica considera al Espíritu Santo como una Persona, nos la
presenta como fuerza activa que da vida, que gobierna todas las cosas; pero al mismo tiempo no
se confunde con un sustrato corporal cósmico, como sucedía en algunas filosofías y concepciones
religiosas antiguas.
Cuando en el Nuevo Testamento se habla del Espíritu siempre es en relación con Jesús. Él es
quien nos revela al Padre y nos dona al Paráclito. El P. Alberto Ibáñez, en su libro “Rúaj Santa”
hace una comparación sencilla de comprender para argumentar su pensamiento acerca de la
feminidad de la Tercera Persona:
“Algún lector podrá alegar: la palabra Paráclito o Abogado es nombre masculino […]. Me bastaría
responder que ese sustantivo en griego no tiene más que forma masculina, aunque se aplique a un
sujeto femenino o neutro. En cambio, los textos siríacos, que son la más antigua traducción, ponen
en femenino: La Consoladora. Y conste que el siríaco es casi igual al arameo.

Imaginemos a un abogado que anuncia la colaboración de una colega suya: «En mi ausencia, les
enviaré otro abogado, mujer de gran rectitud y ciencia, me consultará todo. Es como si yo mismo
estuviera con ustedes».

Ahora escuchemos a Jesús: «Si me amáis guardaréis mis mandamientos y Yo pediré al Padre y os
dará a otro Abogado, para que esté siempre con vosotros, la Rúaj de la Verdad, a la cual el mundo
no puede recibir, porque no la ve ni la conoce. Pero vosotros la conocéis, porque mora en vosotros
y con vosotros está. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros».

En el original se ve que todo lo que pusimos en femenino concuerda con Rúaj (Neuma en griego)
y no con Abogado (Parákletos) […]. Más que Parákletos, la Unción Deífica merece llamarse
Paráklesis: consolación, exhortación. Claro que, como es la Consolación personificada, sustancial,
igual al Verbo, que acude a nuestro llamado, con razón puede llamársela también otro Paráclito”
(Ibáñez 2014, pp. 27-28).

3
Maternidad Divina
La tradición judía mística trasmite el pensamiento materno-femenino de Dios, posible de
conocer por medio de la Shehináj (término hebreo para designar el habitar de Dios). “Los rabinos
hablan de ésta casi como los cristianos decimos “el Espíritu Santo” cuando hablamos de la acción
y habitación de Dios” (Ibáñez 2014, p. 25).
La sabiduría como la Shekináh, presencia o habitación, es un modo de ser o de actuar de Dios,
especialmente en referencia al mundo, a los hombres, a Israel. Es una realidad femenina. Se la
ama y busca como a una mujer; es una esposa y una madre. Es fuente de fecundidad, de intimidad
y de gozo sereno. En el Antiguo Testamento se la identifica, a veces, con un espíritu y muchos
Padres como Teófilo de Antioquía o Irineo -entre otros- consideraron que podía ser una
representación del Espíritu Santo, tomado esta concepción de una tradición oriental, siriaca o
palestinense.
Siguiendo con el Antiguo Testamento, dicha imagen se hace presente en el libro de la
Consolación, cuando todavía no se había revelado la distinción de las Personas Trinitarias: «Así
habla Yahvé, su creador, el que los formó desde el seno materno y el que los socorre. No teman,
hijos de Jacob, a quien yo elegí, para que me sirvan (…) Derramaré mi espíritu (Rúaj) sobre tu
raza y favoreceré a tus descendientes. Crecerán como hierba regada, como sauces a orillas de los
ríos» (Is. 44, 2-4).
Podríamos decir entonces que Aquella voz que habló en este libro nos transmite un mensaje
maternal: «¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas?
Pues bien, aunque alguna lo olvidase, ¡Yo nunca me olvidaré de ti!» (Is. 49,15).
Retrocediendo al Génesis vemos que, cuando se dice que Dios creó a la humanidad a su imagen,
podemos vislumbrar un toque del misterio: aunque la Trinidad no tenga sexo, es origen y modelo
de nuestra realidad sexuada. Esto mismo nos sirve como fundamento de la metáfora de la
Maternidad Personificada que estamos desarrollando.
Algunos autores de lengua griega, entre ellos el norafricano Sinesio de Cirene, obispo
contemporáneo de San Agustín, expresaba una opinión bastante original, siguiendo la línea de la
mística y poesía pagana que lo acunaba:
“El mismo acto que da origen al Hijo nos explica el nombre del Padre; el Padre es Padre porque
tiene un Hijo. A ese acto lo llama Parición (Odís), que es la Tercera Persona. Por lo tanto, las tres
son eternamente simultáneas. La parición está entre las otras dos, pero no es algo separado de ellas,
sino el hecho mismo de que el Padre engendre y el Hijo sea engendrado”. (Ibáñez 2014, p.33)

A colación, J. Jaramillo nos podrá decir:


“Los Santos Padres fueron los primeros que, por medio de analogías brillantes, concisas y
enriquecedoras, hicieron referencia al matrimonio como imagen de la Trinidad. La Patrología, para
probar la naturaleza divina del Espíritu Santo, y, a la vez, que no procede por generación del Padre
ni del Hijo, explica con diversas analogías esta procedencia, una de las cuales, entre las muchas
que utiliza, es la figura de Eva, que procede de Adán sin ser hija suya; de tal manera que Adán
representa al Padre ingénito, sin causa y causa de todas las cosas, sin principio y principio de todas
ellas; Set o Abel simboliza al Verbo, Hijo de Dios, y Eva con su procesión de Adán, al Espíritu
Santo”(Ibáñez 2014, p. 57) .

En contrapartida, para los occidentales del medievo no fue nada común este tema. ¿Por qué el
Santo Aquinate y con él la mayoría de la tradición, no citan más que la primera mitad del versículo
de Gn 1,27? Mühlen después de mucha investigación histórica nos explica:

4
“Ya que la comprensión antigua y medieval del elemento femenino-maternal era pasiva
y receptiva, es decir en el orden de la potencia, Tomás tuvo que excluir concretamente la
experiencia femenina del ser en la descripción analógica de la vida divina […] Y también
[es esto] una mutilación del mensaje bíblico fundamental […] El Dios bíblico no existe
solamente en sí mismo, sino que, también fuera de sí reacciona en la historia de los
hombres y ciertamente hasta el punto de que Él mismo se enajena dentro de esta historia
mediante su fuerza llamada Pnéuma”.( Ibáñez2014, p. 37).

Y adentrándonos más en la actualidad, hay teólogos que han insistido en femineidad de la


Tercera Persona: por ejemplo, Leonardo Boff quien nos dice:
«Mediante el Verbo eterno lo masculino fue divinizado y eternizado. Indirectamente (en
cuanto que lo femenino está incluido en lo masculino) también lo femenino fue alcanzado
y elevado a esta suprema plenitud de realización. Preguntamos entonces: ¿qué persona
divina estaría ordenada a asumir directamente lo femenino y divinizarlo?

Aquí no habla la fe sino la teología con todo el espacio de hipótesis que siempre se le ha
reconocido. Creemos que es el Espíritu Santo la persona divina a la que se le apropia lo
femenino. No sólo porque en la mentalidad hebrea el Espíritu Santo es femenino, sino
porque todo lo que está ligado a la vida, a la creatividad, a la generación, se le atribuye al
Espíritu en las fuentes de la fe» (Ibáñez 2014, p. 38).

5
María Icono del Espíritu Santo
Para adentrarnos en este capítulo, es necesario recalcar que, cuando hablamos de feminidad, no
lo hacemos desde un nivel sexual. Cuando a partir de las creaturas, se establece un concepto
acerca de Dios, es necesario despojarlo de toda imperfección creada.
El hecho de que la palabra Rúaj en hebreo o su correspondiente en arameo y siríaco sea femenina
y, otras veces también, masculina, nos invita a trascender y despojarnos de toda vivencia carnal
para adentrarnos en lo espiritual. De igual modo podríamos aplicar esto a la palabra Paloma2: es
femenina con prescindencia del sexo; así, del mismo animal se podría decir: “la paloma macho
es blanca” o “el palomo es blanco”. Eso es lo que nos evoca el neutro de la palabra griega Pneuma:
ni mujer ni varón.
El neutro subraya otro aspecto de esta Polifacética figura; con frecuencia es presentada en la
revelación como instrumento o lugar:
“El Padre actúa por ella y nosotros vivimos en ella. A primera vista, pareciera que es
rebajarla demasiado compararla con una cosa, sin embargo, la distancia entre ella y una
cosa es tan infinita como entre la Primera Persona y un padre humano. Dichas metáforas
de instrumento o lugar, si las despojamos de toda materialidad e imperfección, iluminan
las funciones que ejerce para con nosotros en nombre del Padre y del Hijo: es decir, lo
que en teología se llaman sus «misiones» o «envíos»” (Ibáñez 2014, p. 51).

A partir de aquí, podríamos preguntarnos qué papel ocupó la Rúaj en la Encarnación. En este
misterio, la Sombra del Altísimo no ejerció una función paterna (esta pertenece sólo al Padre),
sino que causó en María la maternidad virginal. Imaginemos al ángel frente a la Virgen hablándole
en arameo: «La Rúaj Santa vendrá sobre ti y la potencia del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el que ha de nacer será santo y será reconocido como Hijo de Dios».
Aquí la Dýnamis (potencia de Dios) es femenina. No cubre a María como un marido, sino como
una sombra benéfica, símbolo de protección divina. Para San Lucas dýnamis y pneuma son casi
sinónimos. Cuando decimos “Abbá”, la Potencia del Altísimo se identifica con cada hombre para
hacerlo ejercitar la filiación, lo mismo cuando profesamos «Jesucristo es el Señor».
“De manera semejante, ella, que es la Fecundidad en Persona, se unió a María divinizando
su partenogénesis. Para entender esto, en lugar de pensar en la acción de marido y mujer,
podríamos pensar en la acción del alma y el cuerpo de una misma persona”. (Ibáñez 2014,
p. 62)

El título de María como «Esposa del Espíritu Santo» también es aceptable ya que una metáfora
no necesita ser exacta en todos sus aspectos; no obstante, presenta dos inconvenientes: (a) deforma
el papel de la Rúaj interpretando el sentido genital la expresión «por obra del Espíritu Santo» y
(b) anula el papel de Dios Padre respecto a Jesús.
Durrwell insistirá al respecto:
«Jesús nace divina y humanamente de su Dios y Padre, concebido a la vez en el Espíritu
Santo y en una muchacha judía. La maternidad de María es la transposición en el registro
humano del Espíritu Santo en su acción materna. María es la suplente del Espíritu Santo»
(Ibáñez 20114, pp. 62-63)

2
Paloma: Peristerá, en griego.

6
Como mencionamos en un principio, la teología oriental ha precedido a la nuestra en el
acercamiento del misterio del «aspecto femenino» del Espíritu Santo, hallando raíz en el hecho
mismo de que se le atribuyen funciones femeninas como protección, fecundidad y hasta la
culminación de su unión en la Virgen María y, para adentrarnos un poco más, debemos considerar
los siguientes términos griegos: Panagion y Panagia3 .
La semejanza de estos títulos ha sugerido a los mejores teólogos ortodoxos el paralelismo de
relaciones entre la Pneuma y María. Vladimir Lossky recogiendo lo mejor de las intuiciones
patrísticas nos presenta:
“En la Virgen María encontramos el centro místico de la Iglesia. Uno de sus misterios
más secretos, su perfección, ya realizada en una persona humana que está plenamente
unida a Dios y que se encuentra ya más allá de la Resurrección y del Juicio: esta persona
es María, Madre de Dios. La que da la humanidad al Verbo y engendra a Dios hecho
Hombre, se hace voluntariamente instrumento de la Encarnación actuada en su naturaleza,
purificada por el Espíritu Santo. Pero el Espíritu desciende de nuevo sobre la Virgen en
el día de Pentecostés; esta vez para darse a su persona, para ser instrumento de su
deificación. La naturaleza purísima que llevó en ella el Verbo ha entrado en unión perfecta
con la divinidad en la persona de la Madre de Dios». «Si el Espíritu Santo -Panagion-
hipostatiza, personifica la santidad divina, María Panagia- personaliza la santidad
humana”. (Revista de espiritualidad p. 146)

Y junto a Denise S. Blakebrough podríamos agregar:


“El Espíritu Santo en la Encarnación hizo a María «Llena de Gracia» toda Santa,
Inmaculada; por eso, se dio toda en María. En ella se dieron los dones
septiformes. Ella tuvo la Ciencia de los santos en grado eminente, el Magníficat
ha recogido la Sabiduría Divina; por sus consejos la llamamos «Madre del buen
consejo»; en el Calvario recibió una gran Efusión de Piedad y ternura, la Fortaleza
la mantuvo de pie junto a la Cruz; la Rúaj no dejó de regalarle ni uno solo de sus
carismas, pero el gran regalo fue su maternidad junto con los otros carismas de
discernimiento, profecía, sanación, milagros… María es el icono del Espíritu
Santo; relación extraordinaria que jamás se podría expresar en palabras. Ella lo
refleja como espejo purísimo y nos remite a él introduciéndonos en su misterio y
el Espíritu santo nos hace descubrir a María como la criatura en que él se
complace. En la Renovación, se descubre a María como persona viva y próxima,
cuya presencia es discreción y anulación de sí misma para dar testimonio del
Señor Jesús” (Blakebrough 2006. p.619).

3
El Espíritu Santo es invocado en la liturgia oriental como "Santísimo (Panagion), bueno y vivificante" y, la Virgen María es la
"Santísima" o "Toda santa" (Panagia).

7
La Neuma de Dios según San Pablo.

El Apóstol ha descubierto a la Neuma inefable, pero nos ha sabido transmitir ciertas


características. Ella es:
▪ Reveladora de los misterios de Dios 1Co. 2, 6-16; Ef. 3,5
▪ Fuerza divina que realiza la proclamación del Evangelio 1Ts 1,2-6; 2,1-5
▪ Delantera de la Nueva Alianza y del nuevo culto 2Co. 3,4-11; Flp. 3,3; 2,18; 5,18-2
▪ Realizadora, en el bautismo, de una nueva criatura 1Co 6,11; Gál. 5,16-25; 6,7-8; Rm
2,29; 7,1-6; 8,1-17; Ef. 3,16
▪ Testificadora del amor del Padre Tit. 3,5-6; Rm. 5,5; 8,14-17; Gál. 4,6.
▪ Huésped que nos convierte en santuarios suyos 1Co. 3,16-17; 6,19; Gál. 4,6; Rm. 5,5;
Ef2,22; 1Ts. 4,8
▪ Santificadora Rm. 15,16; 2Ts. 2,13.
▪ Guía de nueva vida y auxilio en las dificultades Rm. 8,14; Gál. 5,16; Flp. 1,19
▪ Fuente de gozo, esperanza y libertad Gál. 5,22; Rm. 14,17; 15,13; 2Co. 3,17
▪ Causa de nuestros gemidos inerrables Rm. 8,26-27
▪ Dispensadora de todos los carismas 1Ts. 5,19-22; 1Co. 12; Ef. 1,17; Rm. 15,19
▪ Alma de la Iglesia 1Co. 12,13; 2Co. 13,13; Fil. 1,27
▪ Prenda de la Gloria Rm. 8,11; Ef. 1,14; 2Co. 1,22
En el presente vemos «en espejo y en enigma» nos dice el Apóstol en la primera epístola a los
corintios (1 Co, 13,12). Lo revelado en la Sagrada Escritura se nos presenta como una gran
adivinanza; es como que Señor nos dijera «soy así, pero no soy ¿Cómo soy?
Partiendo desde el Génesis, bajo el concepto de que «hemos sido creados a imagen y semejanza
de Dios», podemos encontrar un punto en común que nos relacione con la Trinidad: nuestra propia
personalidad. El P. Alberto Ibáñez postula que el hombre posee tres personalidades, tres «yo», en
la unidad del ser humano. ¿Cómo es esto? Las tres «personalidades» incluyen ser, conocer y
querer, pero ejercidos a la manera característica de cada una. Cualquiera de las tres puede decir
«Yo» al único individuo, aunque desde una relación especial.
Por un lado, el hombre posee una «personalidad física» que representa de modo especial su Fýsis
(naturaleza). A esto se lo puede llamar «yo» a secas y, con frecuencia, engloba a las otras dos.
En segundo lugar, el «yo reflexivo», consciente o lógico, es engendrado por la reflexión. Es el
autoconcepto o la idea de «uno mismo». Aquí radica la raíz de todos los conceptos lógicos del
hombre: el “yo pienso” está implícito en cualquiera de las reflexiones humanas y representa todo
lo que se es, por eso merece llamarse mente, pensamiento, sabiduría, logos, personalidad lógica,
«otro yo»; en fin, es una personalidad completa, capaz de amar y de actuar a nivel consciente.
En tercer lugar y, simultáneamente, se encuentra la «personalidad neumática» que, más o menos,
coincide con el concepto que otros autores denominan «punta fina del alma», interioridad o
espíritu. “Es aquella personalidad más profunda, vivencial, emocional, intuitiva y mística”
(Ibáñez 2014, p.98). Dicha personalidad procede de las otras dos y se manifiesta libremente
cuando éstas se quedan en penumbra (sueño/éxtasis). Le brinda al hombre una total cohesión y
autoafirmación. San Pablo la distingue de la mente cuando dice: «oraré con mi espíritu (Neuma)

8
pero también oraré con mi mente» (1 Co. 14,15) pero, al mismo tiempo, la relaciona llamándola
«el espíritu de vuestra mente», es decir que está dentro del yo y del otro yo, pero se distingue de
ellos. Grandes místicos como San Juan de la Cruz no dudan en denominar al alma «la amada» de
Cristo, o la «esposa» consumada como el mismo Apocalipsis lo menciona escatológicamente.
“Estar en éxtasis se dice en griego es «estar en espíritu». Lo contrario de «estar en sí»” (Ibáñez
2014, p 99); ser llevado al desierto en espíritu es diferente a ser llevado físicamente. Por esta
íntima unión, frente a algunas experiencias religiosas se puede creer que la autora de las mociones
espirituales es la Neuma Santa, cuando en realidad, es el mismo espíritu humano, ese «yo íntimo»
o la llamada «voz de la conciencia» acompañada de la Neuma Divina quien viene en ayuda de
ella.
Los escritos paulinos comparan la Neuma Divina con el yo profundo humano. ¿Quién sabe lo
íntimo de cada uno, sino, en su interior, su propio espíritu? (1Co. 2,11) Del mismo modo, nadie
conoce lo íntimo de Dios sino la Neuma de Dios. Ésta se une tanto al espíritu humano que actúan
juntos. A los gálatas (4,6) el Apóstol les dice que la Neuma Divina clama ¡Abbá! y, en un texto
paralelo, a los romanos (8,15) les dice que es el hombre quien clama; por ende, no resulta extraño
que a veces lleguen a confundirse. En 1Co 14,15 «orar en espíritu» significa orar con nuestro
espíritu, mientras que en judas 20, con el Espíritu de Dios.
Por esta semejanza e interacción nos encontramos con frases bíblicas que unos autores aplican
a uno o al otro, y por eso no hay seguridad para poner espíritu con mayúscula o con minúscula.
Por ejemplo; en Juan 4,23 «adorar en espíritu y en verdad» o en 6,63 «el espíritu es el que da
vida» por mencionar sólo dos.
Siguiendo con el Apóstol, en la formación de sus conceptos, además de su experiencia y
revelación personal, influyó en él la tradición profética, sin olvidar de su formación a los pies de
Gamaliel, de donde aprendió todo el pensamiento judío que reflejan los últimos libros del Antiguo
Testamento. En éstos se habla de la Sabiduría de Dios y del Espíritu Santo, aunque sin precisar
su personalidad. Además, influyó el pensamiento griego, no nos olvidemos que perteneció a los
judíos de la diáspora, aunque, por más que narró al estilo de los filósofos, sus ideas no dejaron de
ser judías. No obstante, mucho más influyó el pensamiento cristiano, marcado por la enseñanza
de Jesús.
La doctrina de Pablo se asemeja a la de los evangelios sinópticos y a las cartas de Pedro: hablan
poco sobre la naturaleza del Espíritu y más bien indica su acción en los hombres. No afirma que
la Neuma sea una persona, pero sí una fuerza poderosa, algo que se puede experimentar, vivir,
sentir y lo insinúa cuando nos dice que «distribuye los carismas como quiere (1Co 12,11),
escudriña las profundidades de Dios Padre (1Co. 2,10ss), interviene ante él a favor nuestro (Rm.
8,26ss), es enviada a nuestros corazones y habita en nosotros (Gal 4,6 1Co 3,16; 6,19)».
Así mismo, podemos ver en sus escritos fórmulas trinitarias, entre las más claras: «Hay
diversidad de carismas, pero todos proceden del mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios,
pero un solo Señor, hay diversidad de operaciones, pero en el mismo Dios el que realiza todo en
todos» (1Co. 2,11) y «La gracia del señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu
Santo permanezcan con todos ustedes» (1 Co. 12,4-5).

9
Conclusión.
A lo largo de esta investigación hemos podido descubrir que, en los últimos tiempos, la teología
occidental se ha penetrado en un campo poco conocido para los católicos, no tan así para nuestros
hermanos ortodoxos. La creciente conciencia con respecto a asuntos relacionados con el género
nos ha permitido realizar investigaciones más profundas, descubriendo que este tema de ninguna
manera fue ignorado por la Iglesia de los primeros siglos, ni por los escritores de los antiguos
textos religiosos.
Hoy, los eruditos se están permitiendo reconocer al Espíritu Santo como el «vehículo femenino»
para el derramamiento de una renovación espiritual. Pudimos ver que la Rúaj jugó varios roles en
las tradiciones Judeo-cristianas: en la Creación, impartiendo sabiduría, inspirando a los profetas
del Antiguo Testamento, entre otras.
También hemos aprendido que la palabra hebrea «rúaj» puede ser tanto femenina como
masculina e incluso neutra y que siempre va unida a un genitivo de especificación. Cuando está
relacionada con la naturaleza, hace relación al soplo del viento; cuando se refiere al hombre, está
ligada a su alma o espíritu, tanto a nivel psicológico como a un nivel más profundo y espiritual;
pero cuando nos referimos a Dios, siempre es en femenino.
Como mencionamos anteriormente, “rúaj” significa energía vital, espacio vital o aire, y de ahí
soplo o viento (Gn 1,2; 3,8). Indica el aliento o fuerza de Yahvé, que puede comunicarse al
hombre y hablar por medio de él. La noción de espíritu encierra casi siempre una relación
dinámica entre Dios y el hombre y expresa una fuerza que introduce a este último en una
dimensión espiritual.
Mayr, compañero de estudio del teólogo Karl Rahner mencionado en la introducción, menciona
que, estudiando los escritos de San Agustín, vio que un número significativo de cristianos
primitivos aceptaban la concepción del «lado femenino del Espíritu Santo». Este influyente Padre
se opuso a esto, argumentando que aceptar la feminidad del Espíritu Santo era una perspectiva
pagana. Pero Mayr insiste en que el Santo «se saltó el aspecto social y materno de Dios», y cree
que «puede apreciarse mejor en el Espíritu Santo, la Rúaj» (Texto electrónico «El Espíritu Santo:
El Aspecto Femenino de la Divinidad»). Al volver a examinar los primeros 100 años de la
cristiandad queda claro entonces que, en sus inicios, se estaba más cerca del "Espíritu Femenino",
la Rúaj o la Shekináh -a quien se la ama como a una mujer- que de lo masculino del Espíritu. Sin
embargo, como lo hemos dicho anteriormente, la Trinidad Divina está más allá de las formas
antropomórficas masculinas y femeninas.
Es propio del hombre actual estar continuamente en búsqueda de la belleza. Los Padres han
hablado del Espíritu Santo como «el creador y la fuente de la misma»; y María, la Theotókos,
como vimos en capítulos anteriores es la mejor representación e icono de ello. Me atrevo a agregar
que la más sublime belleza es la que experimenta el hombre, quien, por medio de la gracia, se
descubre Templo de la Neuma y asistido por ella puede clamar ¡Abbá! Tanto hombres como
mujeres peregrinamos hacia una vida eterna donde, recién allí, se nos darán a conocer todas las
cosas. En tanto, como dice el Apóstol, «conoceremos en espejo y en enigma».

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Referencias bibliográficas.
Libros.
Blakebrough, Denise S.: «La renovación en el Espíritu Santo: orígenes históricos, marco
doctrinal, aspectos eclesiológicos» Segunda edición. Secretariado Trinitario, Salamanca, 2006.
Ibáñez Padilla, Alberto, sj: «Rúaj Santa, Rasgos femeninos de la tercera persona divina» Editorial
Convivencia con Dios 7edición, 2014.

Textos electrónicos
Blog: La academia para la ciencia futura, 07/02/08.
El Espíritu Santo: El Aspecto Femenino de la Divinidad:
https://pistissophia.org/es/html/elespiritusanto.html

Revista de espiritualidad n° 116. Enero- Marzo 1983. Castellano Cervera Jesús, «La experiencia
del Espíritu Santo en Oriente» 119-150
http://www.revistadeespiritualidad.com/upload/pdf/362articulo.pdf.

El Espíritu Santo y la Ruaj en el Antiguo Testamento, 31 de marzo 2013.


https://rsanzcarrera2.wordpress.com/2013/05/31/10-el-espiritu-y-ruah-en-el-antiguo-testamento/

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Índice
Introducción……………………………………………………………………………………... 1
En la Sagrada Escritura…………………………………………………………………………. 2
Maternidad Divina………………………………………………………………………………. 4
María Icono Del Espíritu Santo…………………………………………………………………. 6
La Neuma de Dios según San Pablo……………………………………………………………. 8
Conclusión……………………………………………………………………………………... 10
Referencias bibliográficas……………………………………………………………………... 11

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