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Con toda razón, pues, se ha llamado Las revoluciones de Santa Anna a este
periodo; y en muchos aspectos, la biografía de Santa Anna es la historia de las
primeras décadas del México independiente. Ahora bien, si se piensa en los
exiguos avances políticos y económicos de aquellos años y en la pérdida de la
mitad del territorio nacional en la guerra contra Estados Unidos, el dilatado
protagonismo de Santa Anna en la historia mexicana arroja un saldo cuando
menos deprimente.
Biografía
Antonio López de Santa Anna figuró entre los muchos que se adhirieron
tempranamente al Plan de Iguala. El apoyo a Iturbide de antiguos realistas no
debe sorprender, ya que ni siquiera las élites virreinales eran del todo reticentes:
en algunos de sus círculos se veía con buenos ojos el establecimiento de una
monarquía independiente como medio para eludir la implantación de un régimen
liberal y perpetuar el absolutismo.
Desde entonces Santa Anna se convirtió en el «hombre fuerte» del país por
espacio de treinta años, si bien su presencia formal al frente del poder político fue
intermitente. Su prestigio militar se acrecentó cuando consiguió rechazar una
expedición enviada por España con intención de reconquistar México y restaurar
el régimen colonial; la victoria de Santa Anna sobre las tropas del general español
Isidro Barradas en la Batalla de Tampico (1829) le valió un ascenso a general de
división y la consideración de héroe de la patria.
El propio Santa Anna fue hecho prisionero, enviado a Washington y liberado por el
presidente Andrew Jackson tras entrevistarse con él; para ello hubo de aceptar un
tratado por el que reconocía la independencia de Texas y se comprometía a no
emprender ninguna acción militar contra el nuevo estado. A su regreso a Veracruz,
Antonio López de Santa Anna parecía militar y políticamente acabado; había
perdido su prestigio militar, la presidencia y su ya escasa popularidad.
La intervención francesa
La Guerra Mexicano-Estadounidense
Al estallar la guerra entre México y Estados Unidos por la anexión a este país de
la antigua provincia mexicana de Texas (independiente desde 1836), Antonio
López de Santa Anna fue llamado por el presidente Valentín Gómez Farías y
regresó de su exilio en Cuba para dirigir las hostilidades; durante la Guerra
Mexicano-Estadounidense (1846-1848) volvería a ostentar la presidencia en 1847,
en dos breves periodos. Santa Anna, que se veía a sí mismo como el Napoleón de
América, se negó desde el principio a negociar con Estados Unidos a pesar de su
situación de inferioridad; los medios y organización del ejército mexicano eran
obsoletos comparados con el estadounidense. Incapaz de frenar los avances
norteamericanos, y perdiendo una batalla tras otra, provocó así la invasión
estadounidense de Veracruz, Jalapa y Puebla (1846).
Último mandato
Santa Anna partió otra vez al exilio, dejando atrás un país más empobrecido y con
la misma inestabilidad política; los liberales ganaron posiciones, pero sus intentos
de reforma no llegaban a buen término; las luchas políticas y los conflictos
fronterizos se agudizaron. Llamado por los conservadores para hacer frente a la
caótica situación, en 1853 regresó al país e inició un último mandato presidencial
(1853-1855), que fue en realidad una dictadura personalista sin eufemismos:
Santa Anna se otorgó el tratamiento de Su Alteza Serenísima y se erigió en
presidente vitalicio por decreto. Dictó toda clase de impuestos en un vano intento
de sanear las arcas públicas, amparó las corruptelas y persiguió a los
opositores.Tan nefasta política tuvo la virtud de aunar en el Plan de Ayutla las
voluntades de los liberales, que derrocaron a Santa Anna en 1855.