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MONOGRAFIA
INVESTIGADORES
ASESOR:
Tarapoto-Perú
2018
DEDICATORIA
Dios por demostrarme en muchas
oportunidades su presencia y con ello
poder darme la mentalidad y fuerzas
necesarias para poder salir adelante ante
las dificultades del día a día.
DEDICATORIA ........................................................................................................................... 2
PRESENTACIÓN ....................................................................................................................... 3
ÍNDICE ......................................................................................................................................... 4
2.1. Etimología de la constitución.................................................................................... 8
2.2. Evolución del concepto de constitución................................................................ 9
3.1. NATURALEZA JURIDICA DEL PREAMBULO CONSTITUCIONAL ................. 29
3.2. Categorías del preámbulo ........................................................................................ 30
3.2.1. El soberano. .......................................................................................................... 30
3.2.2. Narrativas históricas. ......................................................................................... 30
3.2.3. Metas Supremas. ................................................................................................. 31
3.2.4. Identidad nacional............................................................................................... 31
3.2.5. Dios o Religión..................................................................................................... 32
CAPITULO IV ........................................................................................................................... 33
PARTES DE LA CONSTITUCION ........................................................................................ 33
4.1. Parte dogmática de la constitución ....................................................................... 33
4.2. LA PARTE ORGANICA DE LA CONSTITUCION .................................................. 43
4.2.1. Formula de revisión de la constitución ............................................................. 63
4.2.2. Parte del Apéndice .................................................................................................. 63
CAPITULO V............................................................................................................................. 64
CLASIFICACIÓN DE LAS CONSTITUCIONES ................................................................. 64
5.1. CONSTITUCIONES ESCRITAS Y NO ESCRITAS ................................................ 64
5.2. CONSTITUCIONES CODIFICADAS Y DISPERSAS ........................................ 64
5.3. CONSTITUCIONES RÍGIDAS Y FLEXIBLES ..................................................... 64
5.4. CONSTITUCION NORMATIVA, NOMINAL Y SEMÁNTICA ............................ 65
5.5. CONSTITUCIONES RETRATO, CONTRATO Y PROMESA ........................... 66
5.5.1. Constitución Retratista ................................................................................. 66
5.5.2. Constitución Contrato ................................................................................... 66
5.5.3. Constitución Promesa .................................................................................. 66
CONCLUSIONES..................................................................................................................... 67
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................................ 68
I. INTRODUCCIÓN
Esto, porque los países bajo dicho régimen se estructuran a través de una
compleja red de ideas y pautas de comportamiento que regulan las acciones
del gobierno y los derechos de los gobernados mediante el principio de una
norma fundamental. (López, 2010)
LA CONSTITUCIÓN
Jellinek hace alusión a los principios jurídicos que designa a los órganos
supremos del estado, así como su origen y la función que desempeñan dentro
del poder público.
1
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014). «constitución».
Diccionario de la lengua española (23. ª edición). Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7.
los derechos de los ciudadanos están garantizados. Esto carece de valor
científico ya que los países tienen constitución a pesar de estar bajo un régimen
tiránico.
En una acepción filosófica " constituir " nos habla de la estructura interna de una
cosa, del ordenamiento de los elementos fundamentales; y en nuestro caso,
acepción jurídica, ordenamiento jurídico de los elementos sociales de una
nación. Aunque no siempre es así ya que observamos que lo que el pueblo vive
es una situación muy diferente a lo que se expresa en su ley fundamental.
Señalando como ejemplo lo establecido por nuestra constitución, ya que muchas
veces se mantiene detenida a una persona por un lapso mayor al establecido en
el término constitucional de 72 horas sin acreditar el cuerpo del delito ni la
presunta responsabilidad.
2
http://etimologias.dechile.net/?constitucio.n
2.2. Evolución del concepto de constitución
2.- La de repartir las tareas políticas entre varios órganos para evitar que
se produzca la concentración del poder en un solo órgano.
1.- el poder proviene del pueblo (origen popular y no divino del poder).
3
Aids Alert. Advice for women seeking progesterone counseling. 1996 Jul; 11(7): 78-79.
que exigía que todos sus actos fuesen refrendados por sus ministros, según las
máximas king can not do wrong y king can not act alone. El rey, por otra parte,
ya no podría intervenir en el ejercicio de la función jurisdiccional, que se
encomendaba a unos jueces independientes e inamovibles, a quienes se
confiaba la importantísima misión de proteger los derechos individuales, como el
de habeas corpus, el de petición, el de portar armas y la libertad de imprenta.
Derechos incluidos en el Bill de 1689. Se trataba, pues, de una monarquía de
nueva planta, aunque los revolucionarios de 1688 pretendiesen engarzarla con
la de la baja Edad Media, basada en el binomio rey/ reino, y los derechos
individuales con los privilegios estamentales consagrados por la Carta Magna,
como expresamente había hecho ya la Petición de Derechos de 1628, aprobada
por el Parlamento durante la época de Jacobo I. Tal engarce era muy acorde con
el liberalismo inglés del siglo XVII y en particular con el que alumbró la revolución
de 1688. Un liberalismo cuyo substrato iusracionalista -muy evidente en Locke,
el gran teórico de esta revolución- no le impidió mantener una concepción
historicista, pragmática y conciliadora de la política, que le impulsó a tender
puentes entre el presente y el pasado, entre la aristocracia y la burguesía, entre
las dos Cámaras del Parlamento y una Corona ocupada por una Casa, la de
Orange, símbolo del protestantismo; Una religión cuya continuidad trató de
asegurar en 1701 la Ley de Establecimiento. Ahora bien, es preciso tener en
cuenta que desde la entronización de los Hannover, en 1714, diversas reglas no
escritas, conocidas más adelante como "convenciones constitucionales", fueron
alterando las bases constitucionales de la revolución de 1688. Estas
convenciones irían parlamentarizando la monarquía constitucional al transferir
de facto al Gabinete, y dentro de él sobre todo al Primer ministro, la dirección
política del Estado, que de iure residía primordialmente en el rey, como se ha
dicho. A un Gabinete, desde luego, responsable políticamente, y no sólo
penalmente, ante el Parlamento, sobremanera ante los Comunes, sin perjuicio
de que la confianza regia siguiese siendo necesaria para gobernar hasta el siglo
XIX. En realidad, el sistema parlamentario de gobierno, en cuya consolidación
desempeñó un papel clave el sistema bipartidista, sería la tercera gran
aportación del constitucionalismo británico, junto al rule of law y a la soberanía
del Parlamento. En esta primera etapa de la historia constitucional comparada
es necesario, pues, distinguir dos modelos: el que diseñaba la Constitución
formal y el que articulaba la Constitución material. El primero, sustentado
doctrinalmente en la lockeana teoría de la balanced constitution, retocada más
tarde por Bolingroke, Blackstone y Paley, era una modelo monárquico-
constitucional; el segundo, defendido por Burke y Fox, era un modelo
monárquico-parlamentario. Dos modelos, sin embargo, no siempre fáciles de
distinguir en el siglo XVIII, ni siquiera para los propios británicos, y llamados a
gozar de una enorme influencia en la historia constitucional comparada. En rigor,
el debate que tuvo lugar, dentro y fuera de la Gran Bretaña, acerca de ambos
modelos (para rechazarlos o para aceptarlos) representa una parte
importantísima de esta historia, como se verá de inmediato.
El constitucionalismo revolucionario
4 Normas técnicas de control externo ambiental”, Acuerdo No. 004-CG, R.O. 538, 20 de marzo de 2002
que consagraba un difícil compromiso entre los partidarios de reforzar los
poderes de la Federación, como Hamilton y Madison, y los que abogaban por
mantener unos Estados robustos, como Jefferson. Last but not least, el modelo
americano sancionaba el valor normativo de la Constitución y, por tanto, de los
derechos que a partir de 1791 tal Constitución reconoce. En realidad, en los
Estados Unidos de América la Constitución se concibió como la norma suprema
del país, a la que se subordinan todas las demás. La supremacía de la
Constitución se afianzaría de forma definitiva en la importantísima sentencia
dictada por el Juez Marshall en el célebre caso Marbury versus Madison, de
1803, en la que se encuentra el fundamento de la revisión judicial de las leyes
(la judicial review). El segundo gran modelo constitucional de esta etapa
revolucionaria se plasmó en la Declaración de Derechos de 1789 y en la
Constitución de 1791. El primer texto parte de una concepción filosófica, no
jurídica, de los derechos, que se conciben como derechos del "hombre" y no sólo
de los "ciudadanos". Una concepción que defendieron con especial brillantez
Sieyès y Barnave, frente al criterio de Mounier y Mirabeau, que deseaban
"positivizar" tales derechos, incluyéndolos en la Constitución. La Declaración de
1789 comenzaba afirmando la igualdad natural de los hombres, esto es, no que
los hombres "debieran ser" iguales, sino que, en efecto, lo eran. Una afirmación
que criticaría ácidamente Bentham poco después. Conforme a estas premisas,
la Declaración proclamaba la igualdad ante la ley, la libertad religiosa, de
expresión y de imprenta, el derecho de habeas corpus, los principios de legalidad
penal y fiscal, la presunción de inocencia y el derecho, "inviolable y sagrado", de
propiedad. Unos "derechos naturales e imprescriptibles del hombre" cuya
conservación era "el objetivo de toda asociación política". Para lo cual era preciso
que el Estado en ciernes se articulase conforme a dos principios claves: el de
soberanía nacional y el de división de poderes, a los que alude esta Declaración
en los artículos tercero y décimo sexto. Estos dos principios, interpretados ambos
de acuerdo con las doctrinas de Rousseau más que con las de Montesquieu,
como hizo Sieyès, el gran ingeniero constitucional de la Revolución francesa, se
convirtieron en los dos grandes pilares de la Constitución de 1791, aprobada por
la Asamblea Constituyente el 3 de septiembre y "aceptada" por el monarca, a la
sazón Luis XVI, diez días más tarde. A partir de estos dos principios, más bien
dogmas o apotegmas, la Constitución de 1791 puso en planta una monarquía
republicana, que otorgaba a la Asamblea Nacional, además de la función
legislativa, el ejercicio primordial de la dirección política del Estado, a la que
debía someterse el rey (que no podía disolver el Parlamento) y unos ministros a
los que se prohibía ser diputados. Prohibición que se aprobó, una vez más,
contra el criterio de Mirabeau, el miembro más clarividente de aquella magna
Asamblea, precursor del constitucionalismo que triunfaría en el siglo XIX. Pese
a que el modelo de 1789-1791 fracasó estrepitosamente, los principios en los
que se inspiraba ejercerían una gran influencia no sólo en Francia, en donde la
Declaración de 1789 sigue todavía en vigor, sino también en España. En
realidad, pese a los deseos de anglófilos como Jovellanos y Blanco-White, el
modelo constitucional por el que se decantó la Asamblea de 1789- la más
brillante e influyente de toda la historia del parlamentarismo- fue el que tuvieron
más en cuenta los hombres que redactaron la Constitución española de 1812.
Una Constitución del siglo XVIII, aunque cronológicamente se hubiese aprobado
en el XIX. Frente a una monarquía tan o más absoluta que la francesa y con una
sociedad mucho más parecida a la de Francia que a la de la Gran Bretaña -con
una nobleza igualmente parasitaria, aunque con una burguesía muchísimo
menos potente social y políticamente en España que en Francia- los liberales
doceañistas prefirieron seguir el modelo francés de 1789-1791 en vez del
británico de 1688. Ciertamente, algunas piezas de este modelo suscitaban su
admiración, como la independencia de los jueces y el florecimiento de las
libertades públicas, pero, no bien conocedores del proceso parlamentarizador
llevado a cabo por las convenciones constitucionales, entendían que en la
monarquía británica el peso del monarca y de la Cámara de los Lores era
excesivo e incompatible, desde luego, con el que debían tener en una nación
decidida a llevar a cabo no sólo una revolución política, como la de 1688, sino
también una revolución social, como la de 1789. Debe tenerse en cuenta,
asimismo, que la adopción del modelo monárquico-constitucional británico
chocaba con un contexto histórico en el que el pueblo era el protagonista
indiscutible, en contraste con la ausencia del rey y la deserción de buena parte
de la aristocracia, que había decidido colaborar con las autoridades francesas y
aceptar el Estatuto de Bayona. Es preciso recordar, no obstante, que los dos
grandes principios en los que se fundamentaba el modelo constitucional creado
por la Asamblea de 1789, la soberanía nacional y la división de poderes, no se
defendieron en las Cortes de Cádiz apelando a la razón, como había ocurrido en
esta Asamblea con los "patriotas", artífices de la Constitución de 1791, sino a la
historia medieval española. Por otro lado, es preciso señalar que la Constitución
de Cádiz carecía de una declaración de derechos. No fue un olvido involuntario.
Se rechazó expresamente una declaración de esta índole para no dar lugar a las
acusaciones- por otra parte muy frecuentes- de "francesismo". No obstante, de
una forma dispersa y desordenada, el código gaditano, sobre todo en el título V,
reconocía algunos derechos individuales, como el del juez predeterminado por
la ley, el de Habeas Corpus, el de petición o la libertad de imprenta, pero no
desde luego la libertad religiosa. Antes al contrario, el artículo 12 de este texto-
dolorosa y a la postre inane concesión de los diputados liberales a los
sentimientos mayoritarios de los españoles- consagraba de manera rotunda la
confesionalidad católica del Estado. Precisamente, la mezcla de catolicismo,
historicismo nacionalista -vinculado éste de forma inextricable a la resistencia
contra Napoleón-, y radicalismo liberal, explican en buena medida el enorme
influjo de la Constitución de Cádiz en Europa, sobre todo en la del Sur, y en
Hispanoamérica, durante las tres primeras décadas del siglo XIX, esto es,
justamente en el decisivo momento de la transición del Antiguo Régimen al
Estado liberal, aunque el mito de Cádiz perduraría a lo largo de toda la pasada
centuria.
5
Artola, Miguel, El constitucionalismo en la historia, editorial Crítica, Barcelona, 2005.
1789 y adoptó el que había triunfado en la Inglaterra de 1688. Un
constitucionalismo este último que ya habían elogiado Voltaire y Montesquieu
durante la primera mitad del siglo XVIII y Mounier y Mirabeau en la Asamblea de
1789. De este modo, la soberanía del Parlamento (de un Parlamento bicameral,
con una Cámara Baja elegida por una minoría de la población y con una Cámara
Alta inspirada en la de los Lores), la concepción de los derechos individuales
como derechos positivos creados por el legislador nacional, así como el sistema
parlamentario de gobierno, pasaron a formar parte esencial del bagaje doctrinal
del nuevo constitucionalismo europeo, traumatizado por el recuerdo del terror
jacobino y en cuya definición jugaron un papel muy relevante Benjamín Constant
y los doctrinarios franceses Royer-Collard y Guizot. A partir de 1814 se rompe,
así, el nexo que en el siglo XVIII había existido entre el Constitucionalismo de los
Estados Unidos y el de la Europa continental. Un nexo fácilmente perceptible si
se coteja la Constitución de 1787 con la francesa de 1791 y con la española de
1812. De este modo, mientras en los Estados Unidos se consolida una República
presidencialista y federal basada en la supremacía de la Constitución sobre la
ley, en Europa se consolida una monarquía abierta al sistema parlamentario,
unitaria, con la excepción de los Imperios confederales de Austria-Hungría y
Alemania, y cimentada en la supremacía de la ley sobre la Constitución, cuyo
valor jurídico se devalúa respecto del que había alcanzado bajo la Constitución
francesa de 1791 y la española de 1812, hasta convertirse en un mero
documento político. El abandono de los principios de 1789 y la adopción de los
británicos de 1688 se hace patente en las Carta francesa de 1814, otorgada por
Luis XVIII, hermano del monarca guillotinado en 1793, y cuyas líneas maestras
fueron trazadas por los doctrinarios Beugnot, redactor del preámbulo, en el que
se formulaba el principio monárquico, y Montesquieu, autor principal de su breve
articulado. La Carta de 1814 reconocía que Luis XVIII, "Rey de Francia y de
Navarra", sin dejar de ser soberano, autolimitaba voluntariamente el ejercicio de
su soberanía en beneficio de un Parlamento y de unos jueces independientes.
Esto es, venía a admitir, no una división de poderes (pouvoirs), pero sí una
división de potestades (puissances). La Carta, además, aceptaba una de las más
relevantes conquistas de la Revolución de 1789 cuando, bajo la rúbrica de
"Derecho Público de los franceses", recogía algunos derechos y libertades que
en la Declaración de 1789 se habían presentado como "derechos naturales del
hombre y del ciudadano": la igualdad ante la ley, la libertad de conciencias y
cultos -pese a la confesionalidad católica del Estado- la libertad de Imprenta y el
respeto a la propiedad privada sin excepción, incluidos los "bienes nacionales"
confiscados a la aristocracia y el clero durante la revolución. La intransigencia
del "ultra" Carlos X, hermano de Luis XVIII, provocó en 1830 la revolución de
julio, que obligó a revisar la Carta de 1814, sobre todo su preámbulo. La nueva
Carta ya no se concebía como un texto otorgado por el rey, sino como resultado
de un pacto entre Luis-Felipe de Orleans, "Rey de los franceses", y el
Parlamento. Por lo demás, el contenido de la Carta de 1814 se mantuvo casi en
su integridad, aunque la de 1830 limitaba la potestad reglamentaria del monarca,
ampliaban un tanto las competencias del Parlamento, por ejemplo en materia de
iniciativa legislativa, y suprimía el artículo que proclamaba la confesionalidad
católica del Estado. La revolución francesa de 1830 alentó a los liberales belgas
a separarse de Holanda y a proclamar un nuevo Estado constitucional. La
Constitución de 1831 tuvo, no obstante, un contenido político bastante más
avanzado que la Carta francesa de 1830. No era, como ésta, una "Carta
constitucional", sino una auténtica Constitución, esto es, la consecuencia del
acuerdo unilateral de una Asamblea constituyente, que, en nombre de la nación,
imponía el nuevo texto constitucional a los órganos constituidos que ella creaba,
incluido el rey, Leopoldo I, cuya dinastía, la de Sajonia-Coburgo, los
constituyentes belgas eligieron libremente, rechazando la continuidad dinástica
de la Casa de Orange, al negarse a aceptar las pretensiones del Rey Guillermo
de Holanda. Como consecuencia de este punto de partida, los poderes del rey
estaban más limitados en la Constitución belga de 1831 que en la francesa de
1830. Asimismo, mientras que en la Carta de 1830 se había conservado una
pairía hereditaria designada por el rey, en Bélgica el Senado se articuló ya
inicialmente como una cámara electiva. El sufragio electoral, además, si bien en
ambos países estaba basado en el censo de los contribuyentes, era bastante
más amplio en Bélgica que en Francia. La libertad religiosa se regulaba, en fin,
con más generosidad en la Constitución de 1831, a la que no fue ajena la
influencia de Lamennais, que en la Carta de 1830. Desde un punto de vista
histórico-constitucional, la principal característica de la Constitución belga reside
en haber acogido las dos tradiciones constitucionales más relevantes del
continente europeo: la francesa y la inglesa. Si merced a la primera el artículo 25
proclamó la soberanía nacional, a tenor de la segunda las relaciones entre el rey
y el Parlamento se regularon desde unas premisas proclives al desarrollo del
sistema parlamentario de gobierno. Los tres textos constitucionales que se
acaban de comentar tuvieron una influencia muy grande. El principio monárquico
recogido en la Carta de 1814 inspiró el constitucionalismo alemán desde del siglo
XIX y fue también la fuente más relevante de la Carta portuguesa de 1826
(trasunto, a su vez, de la brasileña de 1824), así como del Estatuto Albertino de
1848. La Carta de 1830 fue tenida muy en cuenta, en cambio, por los redactores
de las Constituciones españolas de 1845 y 1876. Por su parte, la Constitución
belga tuvo un enorme influjo en el constitucionalismo más progresista, como el
que cristalizó en la Constitución española de 1869. Ahora bien, en rigor, las
Cartas francesas de 1814 y 1830 y la Constitución belga de 1831 articulaban tres
versiones distintas de un mismo modelo monárquico constitucional, inspirado
sobre todo en la Gran Bretaña, aunque esta última Constitución intentase -y en
parte consiguiese- llevar a cabo una síntesis entre el constitucionalismo francés
revolucionario y el británico, según se acaba de decir.
EL PREÁMBULO EN LA CONSTITUCIÓN
Se suele entender por la expresión preámbulo aquello que es introductorio o que
precede a un determinado texto con la intención de fundamentarlo, de expresar
su sentido y significación, de dejar constancia de su razón de ser. Tratándose de
la Constitución, el preámbulo adquiere una especial importancia pues contiene
el pensamiento rector, las líneas maestras o las directrices que han inspirado la
redacción de sus normas. Es decir, el planteamiento ideológico del que se ha
valido el legislador para la elaboración del texto constitucional. De ahí que en el
preámbulo hallemos el sentido histórico de una determinada Constitución.
Los constituyentes se proponen organizar un país unido, que cuente con una
justicia afianzada, donde reinen, por siempre, la paz y la libertad y se persiga el
bienestar general de la población. Se expresa una política inmigratoria abierta y
se invoca la protección divina como “fuente de toda razón y justicia”. Estos
enunciados, a pesar de que no componen el texto propio de la Constitución,
conforman criterios básicos para su interpretación.
3.1. NATURALEZA JURIDICA DEL PREAMBULO CONSTITUCIONAL
Como es sabido, el preámbulo de la Constitución no adquiere el sentido de una
prescripción. No constituye, por ello, una norma jurídica. No es una regla de
conducta intersubjetiva de observancia obligatoria, es decir, no es vinculante.
Carece de un valor jurídico, en sentido estricto pero, en cambio, adquiere un
trascendente valor político en la medida que el preámbulo expresa la decisión
del constituyente de preferir una entre varias alternativas ideológicas. Si bien la
norma jurídica, en cuanto tal, es neutra al valor, en cambio el Derecho expresa
siempre una alternativa ideológica.
3.2.1. El soberano.
La mayoría de los preámbulos especifican la fuente de la soberanía. En algunos
casos, el poder soberano recae en la gente (“nosotros, la gente de…”). Este es
un término relativamente neutral con el que la mayoría de la población
generalmente puede identificarse. Otra frase se refiere a la fuente de soberanía
que proviene de una nación en particular (la “Nación lituana”, la “Nación
española”, etc.). Esta terminología enfatiza un grupo nacional específico y es
menos neutral.
Algunos preámbulos combinan una referencia a las personas con una referencia
a cuerpos representativos; otros se refieren solo a cuerpos representativos;
mientras que otros no hacen referencia a una autoridad soberana. En las
federaciones y sindicatos, el preámbulo a menudo identifica a los estados
constituyentes -y sus pueblos- como la fuente de la soberanía.
6
https://leyderecho.org/preambulo-constitucional/
de la nación. El preámbulo turco menciona que la Constitución turca se establece
“en línea con el concepto de nacionalismo descrito y las reformas y principios”
introducidos por el fundador de la República, Atatürk. En Europa oriental y
central, en países como Croacia, Estonia, Eslovaquia, Eslovenia y Ucrania, los
preámbulos celebran las luchas de las naciones por la independencia y la
autodeterminación.
PARTES DE LA CONSTITUCION
Según esto, la constitución tiene como misión el ordenar los poderes del
estado que fueron constituidos por ella; y la de establecer los límites del
poder político, así como también velar por el cumplimiento de las
libertades y es respeto a los derechos fundamentales de la sociedad. Es
la constitución quien le da legitimidad al estado.
Se podría decir que la constitución tiene un doble objeto: la de organizar
el ejercicio del poder; y por otro lado, la de consagrar los principios que
servirán de guía para la acción de los órganos del poder político.
Al igual que todos los ámbitos de la sociedad, el estado está regulado por
el derecho, en este caso, quien se encarga de dictar las regulaciones del
estado es el Derecho Constitucional que podría ser considerado como
una organización independiente del estado con la misión de fiscalizar el
poder.
Es la norma constitucional la encargada de trazar los límites del poder
público asegurándose así que sus principios serán respetados por el
poder político.
Declaraciones de derechos
Derechos fundamentales
Los derechos humanos se dan con la conformación del estado y por la relación
de convivencia social entre los miembros de una comunidad.
Grecia
Roma
En Roma desaparece por completo toda concepción dada por los griegos,
para convertirse en un poder supremo emanado del emperador.
En Roma identificaba la Constitución en el Lex o edictum, o más que todo
de las disposiciones, órdenes o mandatos imperiales de la época.
Tambien se dice que Constitución en si es una obra de la Republica
romana, pero no todo el pueblo romano podía intervenir en la
conformación de la misma, solo eran para clases privilegiadas y no para
la plebe, los revoltosos y los enemigos de la Republica.
Pobilio, pensador romano, llego a decir que Roma creo las primeras
formas de gobierno estamoes como el Imperio y la Republica, que se
sucedieron, del cual creo una mixtura dando origen a las formas
monárquicas con limites institucionales a través del senado.
Europa Medieval
En esta época hubo dos hechos históricos relevantes los cuales fueron la
caída del Imperio Romano y el nacimiento del Cristianismo en el viejo
continente, estos hechos influyeron notoriamente en
el pensamiento sobre el aspecto jurídico. Esta época se caracterizó que
paso un largo lapso de tiempo y la Constitución simple y llanamente era
como la Iglesia lo definiera.
En esta época la Constitución era una regla suprema, como lo era en
Roma pero esta vez esta norma no era promulgada por un emperador si
no por la autoridad eclesiástica o el Papa particularmente, estas órdenes
fueron promulgadas por Gregorio El Grande denominadas como
las Dictattus Papae en el siglo VI o la Segunda Carta a Hermann de Metz
de Gregorio VII en el siglo XI. Pero en el siglo XII el concepto de
constitución vario un levemente, debido a que no era el poder netamente
papal o episcopal sino una acuerdo entre la Iglesia y el Estado.
En el siglo XIII reapareció la idea de Constitución como un edicto real y
hubo diversos autores de la época que denominaron estos edictos
como constituidos, y esto se dio primordialmente en Francia e Inglaterra.
-Inglaterra: entre 1642 y 1688 estallaron las revoluciones liberales que influyeron
en el modelo constitucional inglés junto a las aportaciones doctrinales de
Althusius y Locke.
Morfología de la Constitución:
“La primera es que teoría jurídico-política debe asumir que no puede ofrecer
respuestas completas para todos los problemas; y que eso no va a cambiar a
menos que la propia doctrina sea capaz de construir una estructura conceptual
nueva y reforzada, capaz de servir al entendimiento y explicación de la realidad
estatal de la actualidad.”
7
Via: https://www.partesdel.com/partes_de_la_constitucion.html
La segunda es que el surgimiento de la división de poderes se produjo a partir
de la búsqueda de elementos suficientes para limitar al poder absoluto y para
proteger la libertad de los ciudadanos.
Para empezar hay que precisar que dentro de los poderes del Estado se
distinguen dos esferas, tal como destacó Manuel García Pelayo, “una
rigurosamente estatal”, integrada por los órganos que se encuentran
jurídicamente investidos de poder y por las “tecnoburocracias”; otra, compuesta
por “aquellos actores (partidos políticos y organizaciones de intereses) que tratan
de controlar las acciones del Estado o de orientarlas en un determinado sentido”.
En palabras del mismo autor, “el sistema clásico de la división de poderes ha
pasado a constituir un subsistema dentro de un sistema más amplio.”
1) Que las mismas personas no pueden formar parte de más de uno de los tres
órganos de gobierno.
2) Que un órgano no debe interferir con el desempeño de las funciones de los
otros.
3) Que un órgano no debe ejercer las funciones que tiene asignada otro órgano.
La nueva posición del parlamento:
Los parlamentos cuyo papel ya se había resentido con el surgimiento del Estado
social y la consecuente primacía del poder ejecutivo, han notado ahora también
la “crisis del Estado Social”, resultado de la cual se ha producido una tendencia
a la reducción del Estado y su intervencionismo económico, limitándose
asimismo las formas de participación política de los ciudadanos que ahora se
ven constreñidas únicamente a la participación electoral y el ámbito de las
instituciones político-representativas.
Justicia Constitucional:
Lo que sucede con los tribunales constitucionales es que controlan los actos de
todos los demás poderes públicos, en tanto incidan dentro de la órbita de
derechos o competencias constitucionales, mientras que la judiciabilidad normal
de la administración sigue en manos del poder judicial ordinario.
Ni siquiera el señor de la Bréde tuvo una imagen rígida del principio. Puso el
acento en el equilibrio institucional y en unas relaciones constantes que
impidieran la confusión de poderes. Quienes han estudiado el asunto subrayan
que las expresiones separación y división no aparecen en todo El espíritu de las
Leyes, división, quiere realmente decir no confusión de poderes.
Sea como fuere, Leon Duguit, a finales del siglo XIX y Charles Eisenmann, en el
primer tercio del XX, pronto denunciaron el error del que arrancaba esa lectura
que podemos llamar separatista, tras analizar la experiencia de la Constitución
francesa de 1791 y evidenciar que una separación absoluta de poderes resultaba
en la práctica inviable.
Todavía mayor interés posee resaltar que el resto de estos trabajos de Duguit
tratan de demostrar, de forma bastante precisa, que, cuando la Constitución
francesa de 1791 intentó ordenar el Estado conforme a ese principio apriorístico,
se vio obligada a efectuar numerosas excepciones,
“Colocar a la cabeza del Estado dos poderes sin vínculo entre ellos, sin
interdependencia, sin solidaridad, es condenarlos fatalmente a la lucha; y como
de estos dos poderes uno estará necesariamente peor armado que su rival, este
absorberá aquél.”
“Es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder se ve llevado a
abusar del mismo: va hacia adelante hasta tropezar con los límites. Para que no
se pueda abusar del poder, es preciso que, por la disposición de las cosas, el
poder detenga al poder”.
“Todo estaría perdido si el mismo hombre o el mismo cuerpo ejerciera esos tres
poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar y el de juzgar”
El poder judicial:
El poder que administra justicia es una rama del Estado que goza de
independencia total en sus funciones, pese a que la designación de los jueces
se hace con intervención del Ejecutivo y aun con la del Parlamento.
Así, la sentencia judicial puede ser vista como si fuera una norma individual, por
encima de la cual existen normas generales. Conforme se desciende estas van
disminuyendo en cantidad, pero ganando en generalidad hasta llegar a la
Constitución.
La aplicación de las normas está ligada a la creación de las normas; ambas son
actividades relacionadas ya que, como observa Maggiore, aplicar la ley no es
como adherir una etiqueta a una botella; la ley, luego de ser aplicada a un caso,
no sigue el destino particular sino que continúa aplicándose a otros casos y con
un sentido no siempre idéntico, como que el juzgador debe poner un sentido en
la conducta humana sujeta a su consideración.
La valoración que hace el juez tiene una alta importancia. Aplica su estimativa a
las circunstancias del caso, así como a la estructura legal. Sobre una estructura
legal a priori hace incidir el contenido contingente de cada caso y efectúa una
valoración.
Poder Legislativo
Función legislativa:
El Congreso de la Republica:
El poder ejecutivo
La ley Orgánica del Poder Ejecutivo establece que dicho órgano desenvuelve
sus actividades conforme a las pautas basilares siguientes:
Son los organismos a los cuales se les confía la actividad directa e inmediata del
Estado, y que gozan de una completa independencia y paridad recíproca dentro
de los límites del derecho objetivo, que los coordina entre si y los subordina unos
a otros, caso por el cual es el legislador quien los crea, define su misión, le
atribuye sus funciones, define su estructura y, en fin, fija las reglas generales que
deben seguir en el cumplimiento de sus fines como entidades estatales.
Contraloria:
La Contraloría General de la República es la máxima autoridad
del Sistema Nacional de Control. Supervisa, vigila y verifica la correcta
aplicación de las políticas públicas y el uso de los recursos y bienes del
Estado. Para realizar con eficiencia sus funciones, cuenta con autonomía
administrativa, funcional, económica y financiera.
Academia de la Magistratura:
La Academia es la entidad encargada de formar académicamente los
candidatos de jueces y fiscales en todos sus niveles, y una vez nombrados
los actualizara a través de estudios especiales.
El Consejo Directivo:
La Direccion General
La Secretaria Academica:
El Comité Consultivo
El Consejo Academico:
El Tribunal Constitucional
Diversos son los criterios tomados por los constitucionalistas para clasificar a las
constituciones. Algunas de ellas, en la práctica, han dejado de tener vigencia y
se han vuelto obsoletas. Su estudio, dentro de este capítulo, obedece a
requerimientos de corte estrictamente académicos, razón por la que
presentamos las siguientes clasificaciones.
Pérez Casaverde, E. (2013). Manual de derecho constitucional (Primera ed.). Lima, Perú: Adrus
D&L Editorres S.A.C.