You are on page 1of 68

Facultad de Derecho

Escuela profesional de Derecho

MONOGRAFIA

ESTRUCTURA Y CLASIFICACION DE LA CONSTITUCIÓN

INVESTIGADORES

Apellidos y Nombres DNI

ASESOR:

Tarapoto-Perú

2018
DEDICATORIA
Dios por demostrarme en muchas
oportunidades su presencia y con ello
poder darme la mentalidad y fuerzas
necesarias para poder salir adelante ante
las dificultades del día a día.

A mis padres que con su apoyo incondicional


han logrado encaminarme siempre por el mejor
camino y es gracias a su esfuerzo diario que
tengo una educación de alta calidad que será de
gran ayuda en mi desarrollo personal y
profesional en mi vida.

Un cordial saludo y agradecimiento a


nuestra docente del curso, por su apoyo
durante este tiempo de duración del
curso, además de encaminarme gracias a
sus consejos y enseñanza para poder
concluir de manera satisfactoria mi
investigación y es gracias a su apoyo
intelectual, que obtenido una tesis de
gran valor personal y universitaria que
colabora en la investigación científica de
la región.
PRESENTACIÓN

La presente monografía es una recopilación de información en temas generales


de la estructura y clasificación de la constitución para poder tener conocimientos
y comparar con la realidad actual.

Partiremos en términos generales en el capítulo II con lo referente en la


constitución, lo conceptual e histórico.

- En el capítulo III conceptualizaremos parte de la estructura el preámbulo

- En el capítulo IV la parte dogmática y orgánica de la constitución

- En el capítulo V la clasificación de las constituciones.

Terminando en conclusiones del tema después del análisis correspondiente a


nuestro tema en general.

El estado es la forma institucional en que se ha organizado las sociedades más


desarrolladas. El estado es generador de un orden social que requiere de formas
de regulación normadas por el derecho. El Estado es consustancial al derecho,
allí donde hay derecho existe la necesidad de una organización que haga cumplir
el mandato de forma constitucional y democrática, esto es la coacción que se
hace exigible mediante el Estado. Por ello el Estado es la sociedad jurídicamente
organizada.

Por ello, la importancia de saber cómo surge, evoluciona y se desarrolla el


Estado, articulándose correspondientemente con el derecho constitucional.
ÍNDICE

DEDICATORIA ........................................................................................................................... 2
PRESENTACIÓN ....................................................................................................................... 3
ÍNDICE ......................................................................................................................................... 4
2.1. Etimología de la constitución.................................................................................... 8
2.2. Evolución del concepto de constitución................................................................ 9
3.1. NATURALEZA JURIDICA DEL PREAMBULO CONSTITUCIONAL ................. 29
3.2. Categorías del preámbulo ........................................................................................ 30
3.2.1. El soberano. .......................................................................................................... 30
3.2.2. Narrativas históricas. ......................................................................................... 30
3.2.3. Metas Supremas. ................................................................................................. 31
3.2.4. Identidad nacional............................................................................................... 31
3.2.5. Dios o Religión..................................................................................................... 32
CAPITULO IV ........................................................................................................................... 33
PARTES DE LA CONSTITUCION ........................................................................................ 33
4.1. Parte dogmática de la constitución ....................................................................... 33
4.2. LA PARTE ORGANICA DE LA CONSTITUCION .................................................. 43
4.2.1. Formula de revisión de la constitución ............................................................. 63
4.2.2. Parte del Apéndice .................................................................................................. 63
CAPITULO V............................................................................................................................. 64
CLASIFICACIÓN DE LAS CONSTITUCIONES ................................................................. 64
5.1. CONSTITUCIONES ESCRITAS Y NO ESCRITAS ................................................ 64
5.2. CONSTITUCIONES CODIFICADAS Y DISPERSAS ........................................ 64
5.3. CONSTITUCIONES RÍGIDAS Y FLEXIBLES ..................................................... 64
5.4. CONSTITUCION NORMATIVA, NOMINAL Y SEMÁNTICA ............................ 65
5.5. CONSTITUCIONES RETRATO, CONTRATO Y PROMESA ........................... 66
5.5.1. Constitución Retratista ................................................................................. 66
5.5.2. Constitución Contrato ................................................................................... 66
5.5.3. Constitución Promesa .................................................................................. 66
CONCLUSIONES..................................................................................................................... 67
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................................ 68
I. INTRODUCCIÓN

La rama del derecho encargada de analizar y controlar las leyes


fundamentales que rigen al Estado se conoce como derecho constitucional.
Su objeto de estudio es la forma de gobierno y la regulación de los poderes
públicos, tanto en su relación con los ciudadanos como entre sus distintos
órganos.

Probablemente uno de los ejes fundamentales del estudio del Derecho es el


conocimiento y el análisis del constitucionalismo.

Esto, porque los países bajo dicho régimen se estructuran a través de una
compleja red de ideas y pautas de comportamiento que regulan las acciones
del gobierno y los derechos de los gobernados mediante el principio de una
norma fundamental. (López, 2010)

Esta rama del Derecho es la base y la estructura de la conformación del


Estado. De la Constitución se deriva el orden y la estructura de un país;
ninguna ley nacional puede estar por encima de ésta.

La importancia que representa un derecho constitucionalmente reconocido


en la Constitución es trascendental; debido a que este, es un derecho propio
de la persona jurídica en razón de su naturaleza jurídica, pero que al mismo
tiempo se ve reconocido en el ordenamiento jurídico constitucional, esto a
pesar de no haber sido regulado para la persona jurídica, sin embargo es
factible de ser ejercido por ella en razón de la naturaleza misma del derecho
(Ej. Derecho al debido proceso).

Es así, que esta evidente realidad jurídica, permite el libre acceso de la


persona jurídica a los mecanismos de defensa en el ámbito procesal
constitucional, con la eficacia e inmediatez que estos representan
CAPITULO II

LA CONSTITUCIÓN

Una Constitución (del latín constitutio, -ōnis)1 es un texto codificado de carácter


jurídico-político, fruto de un poder constituyente, que tiene el propósito de
constituir la separación de poderes, definiendo y creando los poderes
constituidos (legislativo, ejecutivo y judicial), que antes de la constitución
estaban unidos o entremezclados, define sus respectivos controles y equilibrios
(checks and balances), además es la ley fundamental de un Estado, con rango
superior al resto de normas jurídicas, fundamentando (según el normativismo)
todo el ordenamiento jurídico, incluye el régimen de los derechos y libertades de
los ciudadanos y delimita los poderes e instituciones de la organización política.

Habitualmente llamamos Constitución a dos cosas diferentes, aunque una y otra


sean en realidad inseparables. La Constitución es, en primer lugar, una cosa
inmaterial: la ley fundamental por la que se rige el sistema de gobierno de un
país; pero es también, al mismo tiempo, una cosa material: el librito donde se
contiene el texto articulado de esa ley fundamental

Durante la época del derecho Romano se denominaba Constitución a las leyes


establecidas por los emperadores. Aristóteles en su obra " La Política " percibe
como constitución a la organización regular de todas las magistraturas.

Ya en la época moderna se puede observar que no hay una gran diferencia en


la concepción que se tenía de una Constitución comparada con la que se tenía
en la época de Justiniano en el Derecho Romano.

Jellinek hace alusión a los principios jurídicos que designa a los órganos
supremos del estado, así como su origen y la función que desempeñan dentro
del poder público.

Bouvier hace mención a que a la constitución es la ley fundamental de todo país


libre y asegura los derechos de los ciudadanos como hombres libres, subrayando
que esta definición apunta que sólo tienen constitución los países libres donde

1
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014). «constitución».
Diccionario de la lengua española (23. ª edición). Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7.
los derechos de los ciudadanos están garantizados. Esto carece de valor
científico ya que los países tienen constitución a pesar de estar bajo un régimen
tiránico.

(López, 2010) Generalmente en los países de derecho escrito se considera a la


constitución como " Ley Fundamental de un País, que contiene preceptos
jurídicos para la formación, organización y funcionamiento de los poderes del
estado consagrando los derechos sociales reconocidos por el estado”.

No podemos confundir diciendo que la constitución es un documento impreso ya


que no sucede lo mismo en otros estados donde no es la constitución un cuerpo
de preceptos ordenados y materializados en libro impreso (como es el caso de
Inglaterra).

En una acepción filosófica " constituir " nos habla de la estructura interna de una
cosa, del ordenamiento de los elementos fundamentales; y en nuestro caso,
acepción jurídica, ordenamiento jurídico de los elementos sociales de una
nación. Aunque no siempre es así ya que observamos que lo que el pueblo vive
es una situación muy diferente a lo que se expresa en su ley fundamental.
Señalando como ejemplo lo establecido por nuestra constitución, ya que muchas
veces se mantiene detenida a una persona por un lapso mayor al establecido en
el término constitucional de 72 horas sin acreditar el cuerpo del delito ni la
presunta responsabilidad.

Considerando pues a la constitución como ley fundamental porque sirve de base


a las demás leyes que se expidan y además regula a los poderes del estado para
que no obren fuera de las atribuciones que la misma establece, y organiza
políticamente a la nación.

(López, 2010) Una vez dado el concepto de constitución en sus diferentes


acepciones, habremos de comenzar a estudiar la conformación de una
constitución señalando los tres grupos principales en que se divide:

1. Parte Dogmática: Que es la que contiene los preceptos relativos que la


constitución reconoce y otorga a la persona jurídica, es decir la parte relativa al
derecho social.
2. Parte Orgánica: Se refiere a la formación, organización y funcionamiento de
los poderes del estado, en nuestro caso particular del poder ejecutivo, poder
legislativo y poder judicial.

3. Referente al sistema de sanciones, responsabilidades oficiales, reformas a la


constitución y preceptos diversos.

Las constituciones implícitas existen en el mercado de costumbre y se aplican


de hecho, no se encuentran expresamente formuladas en un acto que tenga por
objeto la organización de los poderes públicos, ya que es el uso el que fija el
poder de los jefes y los derechos de los individuos. Las constituciones explicitas
son formuladas por un acto especial emanado de una autoridad superior a los
poderes constituidos y con un carácter imperativo y no contractual.

Hablando sobre reformas a la constitución encontramos la división de


constituciones rígidas y flexibles. Las rígidas no pueden ser modificadas por la
acción de la legislatura ordinaria, requieren de un proceso especial así como de
una autoridad especial que las modifique y reforme. La constitución flexible
puede expedirse y reformarse en la misma forma y término que las leyes
ordinarias.

2.1. Etimología de la constitución

La palabra constitución viene del latín constitutio, constitutionis2, nombre


formado a partir del verbo constituere (establecer, colocar, organizar, construir).
Este verbo se forma con el prefijo con- (conjuntamente, idea de conjunto) y el
verbo statuere (colocar, situar, disponer, erigir) con apofonía radical

2
http://etimologias.dechile.net/?constitucio.n
2.2. Evolución del concepto de constitución

Existen antecedentes de Constitución como la Carta Magna de Juan Sin Tierra


en 1215, en el sentido de textos que en alguna medida limitaban el poder.
Durante el período del Antiguo Régimen existieron también reglas más o menos
objetivas y más o menos pactadas por las cuales el poder absoluto se sometió a
determinadas cortapisas que lo limitaban en cierta medida.

Pero el concepto de Constitución proviene realmente de un momento en el cual


se produce una discontinuidad con la situación anterior, concretamente en los
siglos XVII y XVIII, en los que se produce el triunfo de las ideas del racionalismo
liberal. Esta filosofía va a suponer un cambio cualitativo esencial respecto a las
situaciones anteriores, en lo que respecta a la limitación del poder. Los límites al
poder no serán ya de carácter extrínseco –de orden divino o moral-, sino
intrínsecos a la propia concepción del poder, consecuencia del criterio racional
aplicado a la organización política. Por tanto, es a partir del triunfo de las ideas
racionalistas cuando podemos hablar con propiedad del concepto de
Constitución.

Así, se suelen destacar tres textos fundamentales como primeras constituciones


de la Era Moderna:
1.- La Declaración de Derechos (Bill of Rights) inglesa de 1689, con la que
se pone término al proceso revolucionario inglés del s. XVII.

2.- La Constitución de Estados Unidos de finales del s. XVIII.

3.- La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada


en Francia en 1789, y con la que se abre el período revolucionario francés.

No hay unanimidad en cuanto al concepto de Constitución, en lo que se entiende


o no por “Constitución”, es decir, a saber distinguir cuándo nos encontramos ante
un texto constitucional y cuándo ante otra cosa. Veamos algunos de los posibles
conceptos de Constitución, que se obtienen a partir de tres enfoques distintos,
tal como es expuesto por BLONDEL:
Concepto ideológico de Constitución (concepción racional).

Estaríamos ante una definición ideológica en aquellos supuestos en los que se


exige a la norma fundamental que posea un contenido concreto y el respeto a
unos principios apriorísticos para concederle la categoría de Constitución. El
concepto ideológico es más restrictivo que el descriptivo, que luego veremos.

El concepto ideológico es el primitivo concepto que se tuvo de la idea de


Constitución: surge en paralelo a los movimientos revolucionarios de inspiración
liberal, momento en el que se produce un cambio radical y profundo sobre cuál
sea la forma de ejercer el poder político. Para este concepto ideológico, la
Constitución se identifica con la idea y la función de limitar el poder. Y ello a
través de dos técnicas:
1.- La de establecer garantías jurídicas de las libertades y derechos.

2.- La de repartir las tareas políticas entre varios órganos para evitar que
se produzca la concentración del poder en un solo órgano.

La plasmación más clara de este concepto se halla recogida en el artículo 16 de


la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que señala
con claridad que “Toda sociedad en la que no esté asegurada la garantía de los
derechos y no esté determinada la división de poderes, no tiene Constitución”.

Este concepto está íntimamente ligado a unas ideas de corte iusnaturalista, y se


basa en los postulados del Estado liberal, que se van a traducir en unos
principios básicos, que constituirán los pilares fundamentales de la separación
de poderes, y que responden a tres ideas principales:

1.- el poder proviene del pueblo (origen popular y no divino del poder).

2.- el poder no debe estar concentrado.

3.- existen unos derechos de la persona como supuesto previo a la idea


del poder y de la organización, derechos inviolables e inalienables que
están mostrando precisamente el origen popular del poder.
Realmente el concepto ideológico es un concepto histórico y combativo que
surge, a finales del s. XVIII, en un momento álgido de la lucha entre el
absolutismo monárquico y las concepciones liberales defendidas por una nueva
clase política que pretendía hacerse con las riendas del Estado mediante el
dominio de las Asambleas Legislativas. Pero los movimientos revolucionarios
fueron zanjados por Napoleón, y tras la derrota de éste, por el Congreso de
Viena, que intentaba la vuelta al pasado y el restablecimiento de la normalidad
existente antes de la época de la revolución. No obstante, en su finalidad –evitar
que el poder político nos avasalle- y en lo sustancial también en los métodos
empleados, el concepto que denominamos ideológico es válido en la actualidad.

Concepto descriptivo de Constitución.

En general, se podría decir desde esta perspectiva que la constitución


sería “la manera o forma de ser de una cosa o realidad”. Como es obvio, una
definición semejante no se encuentra limitada al mundo jurídico, sino que puede
aplicarse a cualquier ser: por ejemplo, se dice de una persona que posee una
“constitución” fuerte o débil. Desde esta perspectiva, toda organización del poder
político tiene una constitución, y todo Estado posee la suya, es decir, una peculiar
manera de organizar las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados.
En definitiva, la concepción descriptiva se reduce a realizar una “radiografía”, un
análisis del ente estatal sin añadir criterios de valoración.

Según se haga mayor hincapié en los aspectos históricos o en los sociológicos


estaremos ante la vertiente historicista o sociológica del concepto descriptivo.

. Construcción historicista: Esta construcción no es privativa del Derecho


Constitucional, ya que su origen se localiza en la denominada “Escuela
Histórica”, auspiciada por Savigny en Alemania a principios del s. XIX. Para los
autores que defienden un punto de vista historicista no resulta posible que por
un acto racional se logre cambiar las estructuras políticas de un país, ya que,
para ellos, cada Estado tiene una “constitución” nacida y conformada a través de
los tiempos, en una continuada y pausada evolución histórica, de forma que, en
el supuesto de que se apruebe una Constitución formal, la misma debe reducirse
a plasmar por escrito la “constitución histórica” de ese país. La existencia de una
constitución en estos términos implica que resulte imposible traspasar o
trasplantar normas fundamentales de un pueblo a otro distinto de aquel en el que
se originaron.

Para este punto de vista historicista, el mejor ejemplo es la “constitución inglesa”,


conformada poco a poco, a lo largo de muchos siglos y hasta la actualidad en el
devenir histórico del país.
En España esta corriente influyó en las Constituciones de 1845 y de 1876, ambas
de tendencia moderada.

Construcción sociológica. Parte de admitir como Constitución real de un país


la efectiva configuración de las fuerzas políticas vigentes en el mismo: si existe
una Constitución escrita, se limita a recoger por escrito las relaciones de poder
existentes entre las distintas fuerzas. Por tanto, la Constitución no es resultado
del pasado, sino consecuencia de las situaciones y estructuras sociales del
presente, especialmente, de las situaciones y relaciones económicas.

Uno de los principales defensores de esta concepción fue Ferdinand Lasalle,


quien en su obra ¿Qué es una Constitución?, de 1862, distingue entre
“Constitución escrita” a la que califica de “simple hoja de papel”, y “Constitución
real”, formada por las efectivas relaciones de poder que existen en la sociedad,
dado que para él, las cuestiones constitucionales no son cuestiones ideológicas
ni jurídicas, son simplemente cuestiones de fuerza. Todas las entidades que
realmente disfrutan y detentan poder conforman lo que Lasalle llama “pedazos o
fragmentos” de Constitución.

Concepto jurídico-formal de Constitución.

Recuérdese que a lo largo del s. XIX en Europa, a diferencia de lo que sí ocurrirá


en Estados Unidos de América, la Constitución no va a ser considerada como
norma jurídica, sino que se irá convirtiendo en la expresión de unos buenos
deseos, de un capítulo de buenas intenciones, una especie de programa político.
Tras la Primera Guerra Mundial, Europa va a recoger de nuevo la idea, cargada
de consecuencias prácticas, de que la Constitución es verdadera norma jurídica
y por tanto directamente aplicable por los tribunales ordinarios, idea que había
permanecido viva en Estados Unidos de América.
El concepto jurídico-formal procede de dos nociones distintas de Constitución
que acabarán integrándose en un solo concepto:

1.- El concepto jurídico de Constitución expuesto por Hans Kelsen: es


Constitución la especial norma que regula la creación del Derecho dentro del
Estado. La Constitución sería la norma que determina cuáles son las fuentes del
Derecho, cómo se articulan dichas fuentes de una manera jerarquizada, cuáles
son los órganos que las crean y cuáles son los procedimientos adecuados para
que un determinado producto se entienda norma jurídica.

2.- El concepto formal de Constitución. Es Constitución aquel texto, o textos


normativos, que dentro de un Estado tienen el carácter de norma escrita, superior
y de reforma agravada.

El concepto jurídico-formal pone especial énfasis en afirmar que las


Constituciones se traducen en un conjunto de documentos a los que se les da
un valor especial, a los que se consideran, sean o no aplicables, el vértice del
ordenamiento jurídico de una sociedad, y los cuales no pueden ser cambiados
de la noche a la mañana, como puede ocurrir con otro tipo de normas. Se da,
pues, un marcado énfasis a la forma jurídica.

Conviene tener presentes dos ideas complementarias respecto a este concepto:

a) El énfasis formalista no sólo hace referencia a su pura forma externa,


sino que además supone una cierta rigidez para su modificación, que
habrá de efectuarse por procedimientos determinados en la propia
Constitución (rigidez en la reforma constitucional).
b) Jerarquía de la Constitución, que es la norma primera y superior de
todo el ordenamiento. Por lo tanto, las restantes normas, y, en
especial, las leyes aprobadas por el poder legislativo, no podrán ir
contra lo dispuesto en la Constitución, que procede del poder
constituyente. Existirán órganos constitucionales encargados de
declarar si hay contradicción entre la Constitución y la ley (en España
el Tribunal Constitucional).
2.3. Antecedentes de la constitución

El nacimiento del constitucionalismo

La Gran Bretaña (1688-1776) En la historia constitucional comparada es posible


distinguir cuatro grandes etapas3. La primera de ellas se desarrolla en Inglaterra
-sólo a partir de 1707 cabe hablar de la Gran Bretaña- desde comienzos del siglo
XVII hasta la época de la emancipación de las colonias americanas, con una
fecha clave en medio: la “Gloriosa” revolución de 1688. En los documentos más
importantes de esta primera etapa, sobremanera en el Bill of Rights de 1689, se
formulan dos principios básicos del derecho público británico, todavía en vigor:
el rule of law o Estado de derecho y la soberanía del Parlamento, esto es, del
rey junto a las cámaras de los Lores y la de los Comunes. Dos principios
procedentes de la baja Edad Media (Bracton y Fortescue los habían formulado
con claridad), que los intentos absolutistas de Tudores y Estuardos no
consiguieron nunca desterrar, a diferencia de lo que ocurrió al otro lado del Canal
de la Mancha. De acuerdo con estos dos principios, los revolucionarios de 1688,
tras forzar la abdicación de Jacobo II, vertebran la primera monarquía
constitucional del mundo, cuyo fundamento se hallaba en el consentimiento de
la nación representada por el Parlamento, aunque éste siguiese reconociendo a
Guillermo de Orange amplios poderes en la esfera ejecutiva e incluso en la
legislativa, al poder vetar las leyes aprobadas por los Lores y los Comunes. En
realidad, el rey que emerge de la revolución de 1688 -que fue una mera
revolución política, a diferencia de la francesa de 1789- no sólo reinaba, sino que
también gobernaba. Téngase presente que los hombres que hicieron esta
revolución estaban tan lejos del absolutismo monárquico como de la república,
cuyo recuerdo se asociaba al puritanismo de Cromwell. Querían un rey robusto,
con política propia, aunque para llevarla a cabo tuviese necesariamente que
recabar el concurso del Parlamento, al que correspondía aprobar las leyes -que
en adelante el monarca ya no podría dispensar-, y, por tanto, los impuestos, así
como exigir la responsabilidad penal de los miembros del ejecutivo a través de
un complicado procedimiento: el impeachment. Un procedimiento que en ningún
caso podía dirigirse contra el rey, dada su irresponsabilidad jurídica y política,

3
Aids Alert. Advice for women seeking progesterone counseling. 1996 Jul; 11(7): 78-79.
que exigía que todos sus actos fuesen refrendados por sus ministros, según las
máximas king can not do wrong y king can not act alone. El rey, por otra parte,
ya no podría intervenir en el ejercicio de la función jurisdiccional, que se
encomendaba a unos jueces independientes e inamovibles, a quienes se
confiaba la importantísima misión de proteger los derechos individuales, como el
de habeas corpus, el de petición, el de portar armas y la libertad de imprenta.
Derechos incluidos en el Bill de 1689. Se trataba, pues, de una monarquía de
nueva planta, aunque los revolucionarios de 1688 pretendiesen engarzarla con
la de la baja Edad Media, basada en el binomio rey/ reino, y los derechos
individuales con los privilegios estamentales consagrados por la Carta Magna,
como expresamente había hecho ya la Petición de Derechos de 1628, aprobada
por el Parlamento durante la época de Jacobo I. Tal engarce era muy acorde con
el liberalismo inglés del siglo XVII y en particular con el que alumbró la revolución
de 1688. Un liberalismo cuyo substrato iusracionalista -muy evidente en Locke,
el gran teórico de esta revolución- no le impidió mantener una concepción
historicista, pragmática y conciliadora de la política, que le impulsó a tender
puentes entre el presente y el pasado, entre la aristocracia y la burguesía, entre
las dos Cámaras del Parlamento y una Corona ocupada por una Casa, la de
Orange, símbolo del protestantismo; Una religión cuya continuidad trató de
asegurar en 1701 la Ley de Establecimiento. Ahora bien, es preciso tener en
cuenta que desde la entronización de los Hannover, en 1714, diversas reglas no
escritas, conocidas más adelante como "convenciones constitucionales", fueron
alterando las bases constitucionales de la revolución de 1688. Estas
convenciones irían parlamentarizando la monarquía constitucional al transferir
de facto al Gabinete, y dentro de él sobre todo al Primer ministro, la dirección
política del Estado, que de iure residía primordialmente en el rey, como se ha
dicho. A un Gabinete, desde luego, responsable políticamente, y no sólo
penalmente, ante el Parlamento, sobremanera ante los Comunes, sin perjuicio
de que la confianza regia siguiese siendo necesaria para gobernar hasta el siglo
XIX. En realidad, el sistema parlamentario de gobierno, en cuya consolidación
desempeñó un papel clave el sistema bipartidista, sería la tercera gran
aportación del constitucionalismo británico, junto al rule of law y a la soberanía
del Parlamento. En esta primera etapa de la historia constitucional comparada
es necesario, pues, distinguir dos modelos: el que diseñaba la Constitución
formal y el que articulaba la Constitución material. El primero, sustentado
doctrinalmente en la lockeana teoría de la balanced constitution, retocada más
tarde por Bolingroke, Blackstone y Paley, era una modelo monárquico-
constitucional; el segundo, defendido por Burke y Fox, era un modelo
monárquico-parlamentario. Dos modelos, sin embargo, no siempre fáciles de
distinguir en el siglo XVIII, ni siquiera para los propios británicos, y llamados a
gozar de una enorme influencia en la historia constitucional comparada. En rigor,
el debate que tuvo lugar, dentro y fuera de la Gran Bretaña, acerca de ambos
modelos (para rechazarlos o para aceptarlos) representa una parte
importantísima de esta historia, como se verá de inmediato.

El constitucionalismo revolucionario

Estados Unidos, Francia y el mundo hispánico (1776-1814) Si la primera etapa


es la más extensa de todas, la segunda, la revolucionaria, es la más intensa. Se
inicia en 1776 con la independencia americana, prosigue con la Revolución
francesa de 1789 y culmina con las Cortes de Cádiz, abarcando, así, las tres
fases de la revolución euroatlántica, de la que surgirá una pluralidad de naciones
independientes y republicanas, tanto en la América anglosajona como en la
hispánica. Durante esta etapa, los textos constitucionales americanos y
franceses se inspiran sobre todo en el iusnaturalismo racionalista, fuente
primordial de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de la
Declaración de Derechos de Virginia y de la Declaración francesa de 1789, con
sus referencias al estado de naturaleza, al pacto social, a los derechos naturales
e inalienables del hombre y a la soberanía del pueblo o de la nación. No obstante,
en los Estados Unidos el iusnaturalismo no estuvo reñido con el respeto a la
tradición británica del common law, como tampoco había ocurrido con Locke,
máxima autoridad doctrinal para los padres fundadores de los Estados Unidos.
Un common law que, a juicio de éstos, la metrópoli había hollado reiteradas
veces, como recuerda la Declaración de Independencia, pergeñada por
Jefferson. En la Constitución española de 1812, origen del constitucionalismo
hispánico, el iusnaturalismo está todavía más matizado que en los Estados
Unidos, al fundamentarse en una supuesta tradición medieval liberal,
laboriosamente exhumada por Martínez Marina y a la que se remite una y otra
vez el extenso y enjundioso "Discurso Preliminar"-en cuya redacción destacó la
pluma de Agustín Argüelles- del código gaditano, así como el preámbulo de éste,
que contiene también una significativa invocación divina, fruto del fuerte influjo
que el catolicismo ejerció sobre los diputados de las Cortes de Cádiz, incluidos
algunos destacados liberales, como Diego Muñoz Torrero, presidente de la
Comisión constitucional. El impulsor del constitucionalismo durante esta
segunda etapa es un liberalismo radical, aunque no democrático, que exaltaba
la libertad individual, sin cerrarse del todo a la igualdad. Un liberalismo anti
aristocrático y antimonárquico, aunque en Europa se viese obligado a aceptar la
Monarquía. Una Monarquía, eso sí, en la que el monarca pasaba a ser siervo del
Parlamento, de un Parlamento monocameral, como aconteció en la Francia de
1791 y en la España de 1812. Los dos modelos constitucionales más influyentes
que se vertebraron durante esta etapa fueron obra de la Convención de Filadelfia
y de la Asamblea de 17894. El primero de ellos cristalizó en la todavía vigente
Constitución de los Estados Unidos de América, aprobada en 1787, a la que se
agregó en 1791 un Bill de Derechos, propuesto por Madison, en donde se
reconocieron la libertad religiosa, de expresión y de imprenta, el derecho de
reunión y de portar armas, la inviolabilidad de domicilio y correspondencia y una
larga lista de garantías procesales, a partir de la cláusula due process of law,
que en el futuro permitiría al Tribunal Supremo articular una construcción
jurisprudencial del Estado de derecho. Desde un punto de vista organizativo, el
modelo americano ponía en pie una República inspirada en la soberanía popular
y vertebrada de acuerdo con una rígida separación de los poderes, de donde
nacería el sistema presidencialista de gobierno. La Jefatura del Estado y del
gobierno se atribuía a un Presidente de la República, elegido por el cuerpo
electoral, aunque de forma indirecta; el poder legislativo a un Congreso
bicameral, compuesto de la Cámara de Representantes y del Senado, y el poder
judicial a unos jueces y Tribunales presididos por el Tribunal Supremo. Tales
poderes se sometían entre sí a un conjunto de checks and balances, como el
veto presidencial de las leyes y la responsabilidad penal del Presidente ante el
Congreso. Pero, además, la Constitución de 1787 establecía una distribución
federal del poder que iba más allá del entramado previsto en los "Artículos de la
Confederación" (el documento trazado en buena medida por John Dickinson) y

4 Normas técnicas de control externo ambiental”, Acuerdo No. 004-CG, R.O. 538, 20 de marzo de 2002
que consagraba un difícil compromiso entre los partidarios de reforzar los
poderes de la Federación, como Hamilton y Madison, y los que abogaban por
mantener unos Estados robustos, como Jefferson. Last but not least, el modelo
americano sancionaba el valor normativo de la Constitución y, por tanto, de los
derechos que a partir de 1791 tal Constitución reconoce. En realidad, en los
Estados Unidos de América la Constitución se concibió como la norma suprema
del país, a la que se subordinan todas las demás. La supremacía de la
Constitución se afianzaría de forma definitiva en la importantísima sentencia
dictada por el Juez Marshall en el célebre caso Marbury versus Madison, de
1803, en la que se encuentra el fundamento de la revisión judicial de las leyes
(la judicial review). El segundo gran modelo constitucional de esta etapa
revolucionaria se plasmó en la Declaración de Derechos de 1789 y en la
Constitución de 1791. El primer texto parte de una concepción filosófica, no
jurídica, de los derechos, que se conciben como derechos del "hombre" y no sólo
de los "ciudadanos". Una concepción que defendieron con especial brillantez
Sieyès y Barnave, frente al criterio de Mounier y Mirabeau, que deseaban
"positivizar" tales derechos, incluyéndolos en la Constitución. La Declaración de
1789 comenzaba afirmando la igualdad natural de los hombres, esto es, no que
los hombres "debieran ser" iguales, sino que, en efecto, lo eran. Una afirmación
que criticaría ácidamente Bentham poco después. Conforme a estas premisas,
la Declaración proclamaba la igualdad ante la ley, la libertad religiosa, de
expresión y de imprenta, el derecho de habeas corpus, los principios de legalidad
penal y fiscal, la presunción de inocencia y el derecho, "inviolable y sagrado", de
propiedad. Unos "derechos naturales e imprescriptibles del hombre" cuya
conservación era "el objetivo de toda asociación política". Para lo cual era preciso
que el Estado en ciernes se articulase conforme a dos principios claves: el de
soberanía nacional y el de división de poderes, a los que alude esta Declaración
en los artículos tercero y décimo sexto. Estos dos principios, interpretados ambos
de acuerdo con las doctrinas de Rousseau más que con las de Montesquieu,
como hizo Sieyès, el gran ingeniero constitucional de la Revolución francesa, se
convirtieron en los dos grandes pilares de la Constitución de 1791, aprobada por
la Asamblea Constituyente el 3 de septiembre y "aceptada" por el monarca, a la
sazón Luis XVI, diez días más tarde. A partir de estos dos principios, más bien
dogmas o apotegmas, la Constitución de 1791 puso en planta una monarquía
republicana, que otorgaba a la Asamblea Nacional, además de la función
legislativa, el ejercicio primordial de la dirección política del Estado, a la que
debía someterse el rey (que no podía disolver el Parlamento) y unos ministros a
los que se prohibía ser diputados. Prohibición que se aprobó, una vez más,
contra el criterio de Mirabeau, el miembro más clarividente de aquella magna
Asamblea, precursor del constitucionalismo que triunfaría en el siglo XIX. Pese
a que el modelo de 1789-1791 fracasó estrepitosamente, los principios en los
que se inspiraba ejercerían una gran influencia no sólo en Francia, en donde la
Declaración de 1789 sigue todavía en vigor, sino también en España. En
realidad, pese a los deseos de anglófilos como Jovellanos y Blanco-White, el
modelo constitucional por el que se decantó la Asamblea de 1789- la más
brillante e influyente de toda la historia del parlamentarismo- fue el que tuvieron
más en cuenta los hombres que redactaron la Constitución española de 1812.
Una Constitución del siglo XVIII, aunque cronológicamente se hubiese aprobado
en el XIX. Frente a una monarquía tan o más absoluta que la francesa y con una
sociedad mucho más parecida a la de Francia que a la de la Gran Bretaña -con
una nobleza igualmente parasitaria, aunque con una burguesía muchísimo
menos potente social y políticamente en España que en Francia- los liberales
doceañistas prefirieron seguir el modelo francés de 1789-1791 en vez del
británico de 1688. Ciertamente, algunas piezas de este modelo suscitaban su
admiración, como la independencia de los jueces y el florecimiento de las
libertades públicas, pero, no bien conocedores del proceso parlamentarizador
llevado a cabo por las convenciones constitucionales, entendían que en la
monarquía británica el peso del monarca y de la Cámara de los Lores era
excesivo e incompatible, desde luego, con el que debían tener en una nación
decidida a llevar a cabo no sólo una revolución política, como la de 1688, sino
también una revolución social, como la de 1789. Debe tenerse en cuenta,
asimismo, que la adopción del modelo monárquico-constitucional británico
chocaba con un contexto histórico en el que el pueblo era el protagonista
indiscutible, en contraste con la ausencia del rey y la deserción de buena parte
de la aristocracia, que había decidido colaborar con las autoridades francesas y
aceptar el Estatuto de Bayona. Es preciso recordar, no obstante, que los dos
grandes principios en los que se fundamentaba el modelo constitucional creado
por la Asamblea de 1789, la soberanía nacional y la división de poderes, no se
defendieron en las Cortes de Cádiz apelando a la razón, como había ocurrido en
esta Asamblea con los "patriotas", artífices de la Constitución de 1791, sino a la
historia medieval española. Por otro lado, es preciso señalar que la Constitución
de Cádiz carecía de una declaración de derechos. No fue un olvido involuntario.
Se rechazó expresamente una declaración de esta índole para no dar lugar a las
acusaciones- por otra parte muy frecuentes- de "francesismo". No obstante, de
una forma dispersa y desordenada, el código gaditano, sobre todo en el título V,
reconocía algunos derechos individuales, como el del juez predeterminado por
la ley, el de Habeas Corpus, el de petición o la libertad de imprenta, pero no
desde luego la libertad religiosa. Antes al contrario, el artículo 12 de este texto-
dolorosa y a la postre inane concesión de los diputados liberales a los
sentimientos mayoritarios de los españoles- consagraba de manera rotunda la
confesionalidad católica del Estado. Precisamente, la mezcla de catolicismo,
historicismo nacionalista -vinculado éste de forma inextricable a la resistencia
contra Napoleón-, y radicalismo liberal, explican en buena medida el enorme
influjo de la Constitución de Cádiz en Europa, sobre todo en la del Sur, y en
Hispanoamérica, durante las tres primeras décadas del siglo XIX, esto es,
justamente en el decisivo momento de la transición del Antiguo Régimen al
Estado liberal, aunque el mito de Cádiz perduraría a lo largo de toda la pasada
centuria.

El constitucionalismo del siglo XIX

El contraste entre Europa y América (1814-1917) La tercera etapa, la


decimonónica, comienza en 1814 y termina en 1917, en plena Primera Guerra
Mundial. Durante ella se consolida y expande el Estado Constitucional en Europa
y América,5 aunque dentro del viejo continente esta expansión quedase detenida
en su parte oriental, bajo el yugo de los imperios ruso y otomano. Si la
Constitución de los Estados Unidos se convirtió a lo largo de este período en el
más importante punto de referencia para los países Iberoamericanos (aunque
más teórico que práctico), el nuevo constitucionalismo post-revolucionario
europeo, fruto en buena medida del acuerdo entre la aristocracia reformista y la
alta burguesía, dio la espalda al constitucionalismo salido de la Revolución de

5
Artola, Miguel, El constitucionalismo en la historia, editorial Crítica, Barcelona, 2005.
1789 y adoptó el que había triunfado en la Inglaterra de 1688. Un
constitucionalismo este último que ya habían elogiado Voltaire y Montesquieu
durante la primera mitad del siglo XVIII y Mounier y Mirabeau en la Asamblea de
1789. De este modo, la soberanía del Parlamento (de un Parlamento bicameral,
con una Cámara Baja elegida por una minoría de la población y con una Cámara
Alta inspirada en la de los Lores), la concepción de los derechos individuales
como derechos positivos creados por el legislador nacional, así como el sistema
parlamentario de gobierno, pasaron a formar parte esencial del bagaje doctrinal
del nuevo constitucionalismo europeo, traumatizado por el recuerdo del terror
jacobino y en cuya definición jugaron un papel muy relevante Benjamín Constant
y los doctrinarios franceses Royer-Collard y Guizot. A partir de 1814 se rompe,
así, el nexo que en el siglo XVIII había existido entre el Constitucionalismo de los
Estados Unidos y el de la Europa continental. Un nexo fácilmente perceptible si
se coteja la Constitución de 1787 con la francesa de 1791 y con la española de
1812. De este modo, mientras en los Estados Unidos se consolida una República
presidencialista y federal basada en la supremacía de la Constitución sobre la
ley, en Europa se consolida una monarquía abierta al sistema parlamentario,
unitaria, con la excepción de los Imperios confederales de Austria-Hungría y
Alemania, y cimentada en la supremacía de la ley sobre la Constitución, cuyo
valor jurídico se devalúa respecto del que había alcanzado bajo la Constitución
francesa de 1791 y la española de 1812, hasta convertirse en un mero
documento político. El abandono de los principios de 1789 y la adopción de los
británicos de 1688 se hace patente en las Carta francesa de 1814, otorgada por
Luis XVIII, hermano del monarca guillotinado en 1793, y cuyas líneas maestras
fueron trazadas por los doctrinarios Beugnot, redactor del preámbulo, en el que
se formulaba el principio monárquico, y Montesquieu, autor principal de su breve
articulado. La Carta de 1814 reconocía que Luis XVIII, "Rey de Francia y de
Navarra", sin dejar de ser soberano, autolimitaba voluntariamente el ejercicio de
su soberanía en beneficio de un Parlamento y de unos jueces independientes.
Esto es, venía a admitir, no una división de poderes (pouvoirs), pero sí una
división de potestades (puissances). La Carta, además, aceptaba una de las más
relevantes conquistas de la Revolución de 1789 cuando, bajo la rúbrica de
"Derecho Público de los franceses", recogía algunos derechos y libertades que
en la Declaración de 1789 se habían presentado como "derechos naturales del
hombre y del ciudadano": la igualdad ante la ley, la libertad de conciencias y
cultos -pese a la confesionalidad católica del Estado- la libertad de Imprenta y el
respeto a la propiedad privada sin excepción, incluidos los "bienes nacionales"
confiscados a la aristocracia y el clero durante la revolución. La intransigencia
del "ultra" Carlos X, hermano de Luis XVIII, provocó en 1830 la revolución de
julio, que obligó a revisar la Carta de 1814, sobre todo su preámbulo. La nueva
Carta ya no se concebía como un texto otorgado por el rey, sino como resultado
de un pacto entre Luis-Felipe de Orleans, "Rey de los franceses", y el
Parlamento. Por lo demás, el contenido de la Carta de 1814 se mantuvo casi en
su integridad, aunque la de 1830 limitaba la potestad reglamentaria del monarca,
ampliaban un tanto las competencias del Parlamento, por ejemplo en materia de
iniciativa legislativa, y suprimía el artículo que proclamaba la confesionalidad
católica del Estado. La revolución francesa de 1830 alentó a los liberales belgas
a separarse de Holanda y a proclamar un nuevo Estado constitucional. La
Constitución de 1831 tuvo, no obstante, un contenido político bastante más
avanzado que la Carta francesa de 1830. No era, como ésta, una "Carta
constitucional", sino una auténtica Constitución, esto es, la consecuencia del
acuerdo unilateral de una Asamblea constituyente, que, en nombre de la nación,
imponía el nuevo texto constitucional a los órganos constituidos que ella creaba,
incluido el rey, Leopoldo I, cuya dinastía, la de Sajonia-Coburgo, los
constituyentes belgas eligieron libremente, rechazando la continuidad dinástica
de la Casa de Orange, al negarse a aceptar las pretensiones del Rey Guillermo
de Holanda. Como consecuencia de este punto de partida, los poderes del rey
estaban más limitados en la Constitución belga de 1831 que en la francesa de
1830. Asimismo, mientras que en la Carta de 1830 se había conservado una
pairía hereditaria designada por el rey, en Bélgica el Senado se articuló ya
inicialmente como una cámara electiva. El sufragio electoral, además, si bien en
ambos países estaba basado en el censo de los contribuyentes, era bastante
más amplio en Bélgica que en Francia. La libertad religiosa se regulaba, en fin,
con más generosidad en la Constitución de 1831, a la que no fue ajena la
influencia de Lamennais, que en la Carta de 1830. Desde un punto de vista
histórico-constitucional, la principal característica de la Constitución belga reside
en haber acogido las dos tradiciones constitucionales más relevantes del
continente europeo: la francesa y la inglesa. Si merced a la primera el artículo 25
proclamó la soberanía nacional, a tenor de la segunda las relaciones entre el rey
y el Parlamento se regularon desde unas premisas proclives al desarrollo del
sistema parlamentario de gobierno. Los tres textos constitucionales que se
acaban de comentar tuvieron una influencia muy grande. El principio monárquico
recogido en la Carta de 1814 inspiró el constitucionalismo alemán desde del siglo
XIX y fue también la fuente más relevante de la Carta portuguesa de 1826
(trasunto, a su vez, de la brasileña de 1824), así como del Estatuto Albertino de
1848. La Carta de 1830 fue tenida muy en cuenta, en cambio, por los redactores
de las Constituciones españolas de 1845 y 1876. Por su parte, la Constitución
belga tuvo un enorme influjo en el constitucionalismo más progresista, como el
que cristalizó en la Constitución española de 1869. Ahora bien, en rigor, las
Cartas francesas de 1814 y 1830 y la Constitución belga de 1831 articulaban tres
versiones distintas de un mismo modelo monárquico constitucional, inspirado
sobre todo en la Gran Bretaña, aunque esta última Constitución intentase -y en
parte consiguiese- llevar a cabo una síntesis entre el constitucionalismo francés
revolucionario y el británico, según se acaba de decir.

La monarquía constitucional, en realidad, se convirtió en el modelo mayoritario


en la Europa del XIX, aunque, en función de la práctica y de las convenciones,
este modelo amparase diversos sistemas de gobierno: desde el parlamentario,
que se consolidó en la Gran Bretaña -sobre todo a partir de la Reform Act de
1832- en Bélgica, en Holanda y en los países escandinavos, hasta el
antiparlamentario que estuvo en vigor en Alemania, pasando por el orleanista de
la Europa del sur, basado en la doctrina de la doble confianza del Gobierno: ante
la Corona, la más importante en la práctica, y ante el Parlamento. Una doctrina
sustentada por Royer-Collard y Guizot en Francia, así como por todos los
conservadores españoles, desde Martínez de la Rosa a Cánovas del Castillo,
defensores de la "soberanía compartida" entre el rey y las Cortes, pilar del
constitucionalismo moderado y conservador español del siglo XIX, que en
realidad no era sino la versión patria de la británica soberanía del Parlamento.
Desde luego, durante esta tercera etapa se aprobaron también algunos textos
constitucionales inspirados en los principios de la Revolución francesa (no sólo
la del 89 sino también en parte la del 93), como ocurre con la Constitución que
se aprobó en Francia en 1848. Una Constitución elaborada por una Comisión
parlamentaria entre cuyos miembros figuraban hombres tan ilustres como
Tocqueville, Considérant y Lamennais, y en cuyo preámbulo se esbozaba lo que
se llamaría en el siglo XX el Estado democrático y Social de Derecho. En
realidad, el texto de 1848, pese a enlazar con el constitucionalismo de la etapa
revolucionaria, o precisamente por eso, puede considerarse una Constitución
precursora del constitucionalismo del siglo XX, a la vez que la contra-
Constitución del siglo XIX. En cualquier caso, esta Constitución fue muy efímera
(como todas las Constituciones progresistas del siglo XIX): en 1851 el sobrino
de Napoleón acabó con ella desde la Presidencia misma de la República

El constitucionalismo de entreguerras (1917-1939)

El triunfo de la revolución soviética marca el inicio de una nueva etapa en la


historia constitucional comparada, que llega hasta 1939, aunque muchos de sus
rasgos se mantengan en la actualidad, por ejemplo en las vigentes
Constituciones italiana, alemana y española. Esta etapa, la cuarta, se caracteriza
por la profunda crisis del Estado liberal que se había ido construyendo a lo largo
del siglo XIX, así como de la teoría que a su abrigo se había ido articulando.

Esta crisis, fruto de diversas y complejas causas económico-sociales y


culturales, entre ellas la irrupción de un potente movimiento obrero, venía
anunciándose en las últimas décadas del siglo XIX, sobre todo en los países
económicamente más industrializados, como la Gran Bretaña, Alemania y
Francia, pero estalló después de la Gran Guerra, espoleada por el triunfo del
comunismo en Rusia y por la inmediata reacción fascista. Buena parte de las
Constituciones aprobadas en el período de entreguerras, eran fruto de una
revolución, como la mexicana de 1917, o, al menos, de un cambio político
brusco, como la alemana de 1919, la austriaca de 1920 y la española de 1931.
Tres constituciones que sustituyeron viejas monarquías por nuevas repúblicas,
a veces en medio de la violencia, como ocurrió en Alemania. Por otro lado, en la
elaboración de las nuevas Constituciones resultó decisiva la participación de los
profesores de Derecho, como aconteció con Hugo Preuss en Alemania, con
Kelsen en Austria, y con Adolfo Posada y Luis Jiménez de Asúa en España. Las
Constituciones de entreguerras modificaron profundamente el contenido de las
Constituciones ochocentistas -troqueladas, como queda dicho, en el modelo
británico- recuperando algunos principios inspiradores del constitucionalismo
revolucionario francés y americano. Algunas de estas Constituciones, como la
austriaca de 1920 y en la española de 1931, ponían en planta un Tribunal
encargado de velar por la constitucionalidad de las leyes aprobadas por el
Parlamento, según las pautas establecidas en la Constitución estadounidense
de 1787, aunque con las importantes modificaciones que introdujo Kelsen en ese
modelo. De este modo, se reforzaba jurídicamente todo el texto constitucional
frente a la ley, con lo que se llevaba hasta sus últimas consecuencias el telos
primordial del Estado del Derecho: la subordinación de todos los poderes
públicos a normas jurídicas, incluido el Parlamento. En estas dos Constituciones,
además, los derechos reconocidos en el texto constitucional dejaban de ser,
como hasta entonces habían sido en Europa, unos derechos cuya eficacia
jurídica dependía de la regulación de una ley posterior, para convertirse en unos
auténticos derechos fundamentales, que vinculaban a todos los poderes
públicos, Gobierno, Parlamento y jueces, aunque no todos de la misma manera,
sin necesidad de la interpositio legislatoris. Pero además de profundizar en el
Estado de derecho, las Constituciones de entreguerras transformaron este
Estado en un Estado democrático. Con ello consiguieron soldar dos conceptos
que desde el siglo XVIII se habían considerado no sólo distintos, sino distantes
e incluso antitéticos: el liberalismo y la democracia. Esta apertura a la
democracia se hizo de muy diversas maneras. Desde luego, al extender un
principio tan vinculado a la democracia como el republicano, así como al
proclamar el principio de soberanía popular y reconocer el sufragio femenino,
pero también al suprimir una segunda cámara parlamentaria conservadora y al
tratar de conjugar la democracia representativa con la directa, recogiéndose a
este efecto los institutos del referéndum y de la iniciativa legislativa popular. En
las nuevas Constituciones de entreguerras se vertebraba, asimismo, un Estado
social de derecho, hasta entonces sólo esbozado en la Constitución francesa de
1848. El Estado social era la consecuencia de una nueva manera de concebir
las relaciones del Estado con la sociedad y la conquista más palpable de los
sindicatos obreros y de los partidos socialistas, que desempeñaron un papel
clave en esta etapa del constitucionalismo, al lado de las formaciones
representativas de la burguesía progresista. A este respecto, es preciso
mencionar, por su carácter pionero, a la Constitución mexicana de 1917, cuyo
título sexto recogía algunos principios básicos del Estado social (ya adelantados
en su art. 27), que habrían de influir en el capítulo II del título III de la Constitución
española de 1931. Las Constituciones de entreguerras organizaban también
sobre nuevas bases la distribución territorial del poder. Cierto que la Constitución
mexicana seguía fiel al federalismo tradicional, pero las europeas, como la
alemana de 1919, la austriaca de 1920 y la española de 1931, pretendieron
superar tanto los esquemas federales como los unitaristas, con el objeto de
racionalizar jurídicamente el poder público, como insistió Kelsen al trazar las
bases de la Constitución austriaca, y de fortalecer la función integradora del
Estado, como insistiría Smend en el contexto de la Alemania weimariana. De
acuerdo con estas ideas, la Constitución española de 1931 articulaba "un Estado
integral" -concepto no demasiado claro- compatible con la autonomía de los
municipios y las regiones, como decía su artículo primero. Un tipo de Estado
cuyas premisas serían tenidas muy en cuenta por los constituyentes italianos de
1947 y por los españoles de 1978. Por último, si bien la Constitución mexicana
de 1917 seguía fiel a la tradición presidencialista, la mayoría de las
Constituciones europeas de entreguerras, como las tres que se acaban de
mencionar, se decantaban por un sistema parlamentario de gobierno. Ahora
bien, lo hacían de acuerdo con las pautas de lo que Boris MirkineGuetzevitch
llamó "parlamentarismo racionalizado", a tenor del cual plasmaban expresa y
detalladamente en su articulado los mecanismos de control parlamentario del
ejecutivo, con el propósito, además, de evitar la crónica inestabilidad
gubernamental de algunos sistemas parlamentarios del ochocientos, como el
que se desarrolló durante la III República francesa.
CAPITULO III

EL PREÁMBULO EN LA CONSTITUCIÓN
Se suele entender por la expresión preámbulo aquello que es introductorio o que
precede a un determinado texto con la intención de fundamentarlo, de expresar
su sentido y significación, de dejar constancia de su razón de ser. Tratándose de
la Constitución, el preámbulo adquiere una especial importancia pues contiene
el pensamiento rector, las líneas maestras o las directrices que han inspirado la
redacción de sus normas. Es decir, el planteamiento ideológico del que se ha
valido el legislador para la elaboración del texto constitucional. De ahí que en el
preámbulo hallemos el sentido histórico de una determinada Constitución.

El preámbulo de la Constitución se constituye en la savia vivificante de su


articulado, por lo que ilumina y unifica la comprensión de los objetivos y
propósitos de sus textos normativos. Interpretación que, en última instancia,
significa encontrar el sentido valioso o des valioso de las conductas
intersubjetivas a partir de la comprensión que emana de dichos textos. Es decir,
que lo que se interpreta no es la norma en sí -que no es otra cosa que una forma
del pensamiento- sino las conductas por ellas axiológicamente reguladas.

En síntesis, el preámbulo constitucional tiene un preciso objetivo como es el de


constituirse, a través de un cuerpo de ideas y de propósitos, en un instrumento
de capital importancia para la integración nacional así como para inferir de su
texto el conjunto de fines que una determinada comunidad nacional intenta
alcanzar y realizar y el de establecer los valores prioritarios que inspiran la
Constitución.

Lo expuesto en precedencia, que intenta expresar brevemente la razón de ser


del pretímindo constitucional denota, con absoluta nitidez, la importancia que él
tiene para comprender la voluntad del legislador al resumir su decisión política
en torno al sentido que debe tener la convivencia de las gentes del país y el
propósito y dirección de su actividad.

En su texto encontramos resumida la visión proyectada hacia el futuro de los


ideales que deberían ser vivenciados por los ciudadanos del país. Por ello,
podríamos decir que el preámbulo se yergue como un proyecto de vida colectivo
destinado a asegurar la integración nacional que el legislador aspira alcanzar,
alrededor de un determinado cuerpo ideológico destinado a convertirse en
propósitos de acción comunes de los miembros que integran la comunidad
nacional. El preámbulo constitucional cobra mayor importancia en un país que,
como el Perú, requiere de un constante y decidido esfuerzo de integración pues
se trata de un país en formación y pluricultural. Por ello, las metas y propósitos
constitucionales deben ser claros y definidos en un preámbulo a imagen y
semejanza del de la Constitución de 1979. De todo lo expresado se desprende
que no cabe confundir el preámbulo con un Título Preliminar o con una
Exposición de Motivos de la Constitución. Más adelante desarrollamos la
diferencia conceptual existente.

El preámbulo es una declaración realizada por los constituyentes, en la cual se


fijan y precisan los grandes objetivos que se persiguen con la sanción de la
Constitución.

La Ley Fundamental, además de establecer las principales pautas de


organización dentro del Estado, constituye un amplio programa de gobierno. Se
trata del programa destinado a perdurar el mayor lapso de tiempo posible, no del
detallado plan que confeccionan los distintos gobiernos en ocasión de su paso
por el poder.

Nuestro preámbulo comienza reivindicando el origen democrático de la carta


magna. Son los representantes del pueblo quienes, reunidos en un Congreso,
elaboran la Constitución. Toman como antecedentes los pactos que las
provincias habían celebrado luego de la Independencia, con la finalidad de
elaborar una Ley Fundamental para el país.

Los constituyentes se proponen organizar un país unido, que cuente con una
justicia afianzada, donde reinen, por siempre, la paz y la libertad y se persiga el
bienestar general de la población. Se expresa una política inmigratoria abierta y
se invoca la protección divina como “fuente de toda razón y justicia”. Estos
enunciados, a pesar de que no componen el texto propio de la Constitución,
conforman criterios básicos para su interpretación.
3.1. NATURALEZA JURIDICA DEL PREAMBULO CONSTITUCIONAL
Como es sabido, el preámbulo de la Constitución no adquiere el sentido de una
prescripción. No constituye, por ello, una norma jurídica. No es una regla de
conducta intersubjetiva de observancia obligatoria, es decir, no es vinculante.
Carece de un valor jurídico, en sentido estricto pero, en cambio, adquiere un
trascendente valor político en la medida que el preámbulo expresa la decisión
del constituyente de preferir una entre varias alternativas ideológicas. Si bien la
norma jurídica, en cuanto tal, es neutra al valor, en cambio el Derecho expresa
siempre una alternativa ideológica.

Lo jurídico traduce, como recordaba el compara tista francés René David, la


idiosincrasia de un pueblo, su cultura, su concepción del mundo. Mediante el
atento estudio integral del contenido de las normas jurídicas, sobre todo de
aquellas de rango constitucional, es posible señalar la orientación axiológica y
política de una determinada comunidad nacional. El Derecho es, pues, una
expresión de la cultura de una determinada comunidad. O mejor dicho, en cuanto
creación del ser humano es, de suyo, un producto cultural. Nos referimos, y en
esto debemos estar atentos, al Derecho en su expresión unitaria tridimensional
y no a una de sus dimensiones, como es la normativa que, de suyo y como se
ha anotado, es neutra al valor. De lo expuesto resulta que el preámbulo no sólo
sirve, como se apuntó en precedencia, para interpretar, a partir de las normas,
el sentido axiológico de las conductas intersubjetivas que integran el Derecho -
es decir, para encontrar su sentido valioso o desvalioso- sino para comprender
la cultura de un pueblo y conocer su opción política-axiológica.

En lo expresado reside, en síntesis, la importancia del preámbulo, el que


considerarnos indispensable para comprender, a cabalidad, los alcances del
texto constitucional y despejar, por consiguiente, cualquier duda o mal
interpretación al respecto. Nos libraremos también, y en gran medida, de las
caprichosas interpretaciones auténticas de ingrata recordación. Corno
señalamos con anterioridad, no cabe confundir el preámbulo constitucional con
un Título Preliminar o con una Exposición de Motivos. El Título Preliminar, en
tanto supone un conjunto de normas de carácter general o de principios
generales del Derecho, tiene un específico valor jurídico. Sus normas son
obligatorias y, por tanto, vinculantes. En lo que se refiere a una Exposición de
Motivos, ésta pone de manifiesto la voluntad del legislador ínsito en las normas
de un determinado texto jurídico. Se erige corno una explicación de aquello que
llevara al legislador a preferir una determinada opción sobre otras así como, a
través de ella, se puede encontrar el sentido axiológico de las conductas
normativamente reguladas.

3.2. Categorías del preámbulo


Según (Flores, 1999) se clasifica en 5 las categorías del preámbulo 6

3.2.1. El soberano.
La mayoría de los preámbulos especifican la fuente de la soberanía. En algunos
casos, el poder soberano recae en la gente (“nosotros, la gente de…”). Este es
un término relativamente neutral con el que la mayoría de la población
generalmente puede identificarse. Otra frase se refiere a la fuente de soberanía
que proviene de una nación en particular (la “Nación lituana”, la “Nación
española”, etc.). Esta terminología enfatiza un grupo nacional específico y es
menos neutral.

Algunos preámbulos combinan una referencia a las personas con una referencia
a cuerpos representativos; otros se refieren solo a cuerpos representativos;
mientras que otros no hacen referencia a una autoridad soberana. En las
federaciones y sindicatos, el preámbulo a menudo identifica a los estados
constituyentes -y sus pueblos- como la fuente de la soberanía.

3.2.2. Narrativas históricas.


Los preámbulos incluyen, típicamente, narrativas históricas de un estado, una
nación o un pueblo, que cuentan historias específicas que están arraigadas en
el lenguaje, el patrimonio y la tradición. Estas historias dan forma a la identidad
común (“nosotros”). La referencia es a menudo a eventos pasados que influyeron
en el establecimiento del estado. El preámbulo sudafricano, por ejemplo, declara
que el pueblo de Sudáfrica “reconoce las injusticias de nuestro pasado” y “honra
a quienes sufrieron por la justicia y la libertad en nuestra tierra”. El preámbulo de
la Constitución china señala que “China es uno de los países con las historias
más largas del mundo “y detalla, en gran medida, la historia de China y los logros

6
https://leyderecho.org/preambulo-constitucional/
de la nación. El preámbulo turco menciona que la Constitución turca se establece
“en línea con el concepto de nacionalismo descrito y las reformas y principios”
introducidos por el fundador de la República, Atatürk. En Europa oriental y
central, en países como Croacia, Estonia, Eslovaquia, Eslovenia y Ucrania, los
preámbulos celebran las luchas de las naciones por la independencia y la
autodeterminación.

3.2.3. Metas Supremas.


Los preámbulos a menudo describen los objetivos fundamentales de una
sociedad. Estos pueden ser objetivos universales, como el avance de la justicia,
la fraternidad y los derechos humanos; objetivos económicos, como alimentar
una agenda socialista o avanzar en una economía de libre mercado; u otros,
como mantener la unión. Estos objetivos tienden a ser ideas abstractas, como la
felicidad o el bienestar.

El preámbulo de la Constitución de Japón, por ejemplo, es amante de la paz


(“nunca más seremos visitados por los horrores de la guerra deseamos la paz
para todos los tiempos”), mientras que los preámbulos de las Constituciones de
Filipinas y de Turquía enfatizan amor.

3.2.4. Identidad nacional.


Los preámbulos generalmente contienen declaraciones sobre el credo nacional.
Comprender la fe constitucional de cada país y su filosofía constitucional no
puede completarse sin leer su preámbulo. Con frecuencia, los preámbulos
incluyen un elemento adicional sobre las aspiraciones futuras y pueden incluir el
compromiso de resolver las disputas por medios pacíficos, atenerse a los
principios de la Carta de las Naciones Unidas o promover las aspiraciones
nacionales según lo declarado en una declaración de independencia. Estas
declaraciones a menudo se refieren a derechos inalienables, como la libertad o
la dignidad humana.
3.2.5. Dios o Religión.
Un preámbulo puede incluir referencias a Dios. Algunos preámbulos enfatizan la
supremacía de Dios, como los preámbulos de la Carta canadiense (“la
supremacía de Dios”) o la Constitución suiza (“en el nombre del Dios
Todopoderoso”). Otros preámbulos se refieren a una religión: el preámbulo
griego se refiere a la Santísima Trinidad; en el preámbulo irlandés, la Santísima
Trinidad se menciona como “nuestro fin final” y una fuente de autoridad hacia la
cual deben referirse todas las acciones de “hombres y estados”. A la inversa, el
preámbulo puede enfatizar la separación de estado y religión o el carácter
secular del estado. Dieciséis

Si bien se pueden identificar características comunes, cada preámbulo tiene sus


propias características distintivas. Los preámbulos vienen en varias longitudes,
armonizan con o contradicen el cuerpo de la constitución, y pueden ser
promulgados junto con el cuerpo de la constitución así como también en un
momento constitucional posterior.
CAPITULO IV

PARTES DE LA CONSTITUCION

4.1. Parte dogmática de la constitución


La Constitución habla sobre aquellas normas, principios, pilares y la acción de la
Nación y el Estado, a su vez, trata sobre los derechos fundamentales e
inherentes de sus mismos ciudadanos nacionales y extranjeros

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA CONSTITUCIÓN

Existen cinco principios básicos de supremacía que señalan las formas y


procedimientos para la elaboración de las demás normas del ordenamiento
jurídico, ya que si alguna de estas es contrario a una norma constitucional, puede
ser anulada.
La constitución es entendida como la ley suprema (lex superior) del derecho, ya
que esta goza de una legalidad formal que asegura una permanencia como la
ley de mayor jerarquía dentro del ordenamiento jurídico.

Para reconocer esta supremacía de la constitución se deben contemplar a


menos dos principios fundamentales: el principio de supremacía y el principio de
inviolabilidad.

En el caso del principio de inviolabilidad, este no se refiere a que la constitución


deba permanecer inmóvil a pesar del paso del tiempo; deja que esta pueda ser
reformada o modificada según la norma prevista en la propia constitución. El
principio de inviolabilidad es una garantía de que los principios y valores; así
como los derechos fundamentales contenidos en el texto supremo, no serán
eliminados ni modificados.

1. Principio de fuerza vinculante

Esta fuerza vinculante de la constitución se da en medida que el texto


supremo es el único que reconoce los derechos de las personas,
derechos que exponen principios y valores.
La fuerza vinculante de la constitución se irradia todo el sistema jurídico,
ya que este está basado en los principios y valores de la constitución.
Esta vinculación debe ser entendida como el deber jurídico de respetar a
los derechos fundamentales por parte de todas las instituciones del
estado ya que estas están reconocidas por el poder constituyente.
Por su parte el TCP (Tribunal Constitucional del Perú) sostiene que la
fuerza normativa de la constitución implica dos tipos de fuerza: la fuerza
activa, que es la capacidad para innovar el ordenamiento jurídico, lo que
permite la derogación de leyes que resulten incompatibles con la
constitución; y la fuerza pasiva, que es la capacidad de resistencia de la
constitución frente a normas inconstitucionales que pretenden entrar en
vigencia.

2. Principio de fuerza expansiva de la constitución

La fuerza expansiva constitucional alcanza a los poderes públicos y a todo


aquel sujeto de derecho que se encuentra cubierto por la constitución.
Dentro de nuestro sistema jurídico, es la constitución quien constituye la
norma suprema y que goza de supremacía material gracias a dos
elementos: su origen, según lo cual, la constitución actúa como fuerza de
legitimación del poder político en un sistema democrático por haber sido
concebida bajo un pacto social; su contenido, en la constitución se
encuentran los derechos fundamentales y la organización del poder
político que es la base en la conformación de cualquier comunidad.

3. Constitución como norma jurídica y norma suprema

El fundamento de la supremacía normativa de la constitución está dado


por su origen como fuente constitucional.
Según esto, la constitución, al ser la norma que contiene los principios,
valores y derechos por los que se rige la sociedad, debe ser la norma que
prevalezca sobre cualquier otra.
De este contexto se desprende que la constitución necesita tener la mayor
estabilidad posible ya que esta es la base del estado.
La constitución está considerada como un orden de valores en el sistema
democrático, por lo que esta es muy importante para el desarrollo de la
sociedad. Es así que la constitución pasa a ser el elemento político-
jurídico supremo de un estado y es gracias a ello que los individuos
pueden llegar a realiza sus fines sociales, pues cuentan con la protección
de la constitución.

4. Constitución como norma jurídica

“la constitución es una norma jurídica y política que distribuye las


funciones y competencias los poderes constituidos imponiendo
límites al ejercicio del poder de los gobernante; así mismo contiene
el catalogo abierto de los derechos fundamentales.” (Pérez
Casaverde, 2013)

Según esto, la constitución tiene como misión el ordenar los poderes del
estado que fueron constituidos por ella; y la de establecer los límites del
poder político, así como también velar por el cumplimiento de las
libertades y es respeto a los derechos fundamentales de la sociedad. Es
la constitución quien le da legitimidad al estado.
Se podría decir que la constitución tiene un doble objeto: la de organizar
el ejercicio del poder; y por otro lado, la de consagrar los principios que
servirán de guía para la acción de los órganos del poder político.

5. Constitución como límite del poder político

Al igual que todos los ámbitos de la sociedad, el estado está regulado por
el derecho, en este caso, quien se encarga de dictar las regulaciones del
estado es el Derecho Constitucional que podría ser considerado como
una organización independiente del estado con la misión de fiscalizar el
poder.
Es la norma constitucional la encargada de trazar los límites del poder
público asegurándose así que sus principios serán respetados por el
poder político.
Declaraciones de derechos

Las declaraciones de derechos son documentos mediante los cuales se busca


enumerar los derechos fundamentales de los seres humanos.
Estas declaraciones son promulgadas por organismos internacionales, es así
como estos acuerdos internacionales mediante el cual se protegen los derechos
fundamentales son reconocidos por los estados los cuales garantizan su
protección, incluso de posibles abusos de poder del gobierno.

A través de la historia se han formulado diversas declaraciones de derechos.


Uno de los documentos más antiguos en los cuales se decretan los derechos del
hombre es la Declaración de independencia de los Estados Unidos, promulgada
en 1776, donde se consideran como inalienables los derechos de la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad. Así mismo, en 1789, durante la Revolución
francesa, se creó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

En 1948, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), decreto la Declaración


Universal de Derechos Humanos la cual funciona como un conjunto de normas
que contempla los derechos fundamentales de las personas. Los países
pertenecientes a la ONU tienen la obligación de contemplar y proteger por medio
de sus constituciones o leyes supremas los derechos fundamentales estipulados
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es así que será la ONU
quien se encargue de velar porque estos derechos sean respetados por todas
las naciones.

Derechos fundamentales

Los derechos fundamentales pertenecen en principio a la persona humana


debido a su condición misma de especie humana. Estos derechos son
cualidades innatas de la persona, por lo que el estado solo se encarga de otorgar
garantías para el ejercicio de estos y de su reconocimiento.
Los derechos fundamentales solo pueden ser plenamente realizables dentro de
un estado Constitucional de Derecho, por vía de la democracia constitucional.
Esta democracia constitucional se caracteriza porque en su texto de la
constitución presenta un gran contenido de derechos lo que hace que estos
estén catalogados en la norma fundamental del estado. Los derechos
fundamentales se establecen en la constitución como defensa frente a las
intervenciones injustificadas del Estado.

Los derechos humanos se dan con la conformación del estado y por la relación
de convivencia social entre los miembros de una comunidad.

La inclusión de estos derechos fundamentales dentro de la ley suprema de una


nación asegura que estos serán cumplidos en todos los ámbitos tanto públicos
como privados y que los poderes del estado harán que estos derechos sean
respetados por todas las leyes que se promulgues. Con el respeto de estos
derechos fundamentales se asegura el reconocimiento de la dignidad humana.
La dignidad humana es un atributo de la naturaleza del hombre por a razón de
ser un ser racional.

 Características de los derechos:


a) Son inherentes: esta característica hace referencia a que todos los
seres humanos nacen libres y con igualdad en dignidad y derechos.
Esto significa que los derechos le corresponden a cada persona por el
solo hecho de serlo y estos derechos no pueden ser suprimidos ni por
la sociedad ni por el estado.
b) Son universales: esta es la consecuencia de la inherencia de los
derechos. Se califican a estos derechos como universales porque
estos deben ser aplicados en cualquier parte del mundo. Mediante
esto se afirma que los derechos fundamentales están por encima del
Estado y su soberanía.
c) Son transnacionales: son transnacionales debido a las diferentes
declaraciones dictadas alrededor del mundo. Según esto, los derechos
fundamentales no se diluirán por razones de soberanía, ya que estos
deben ser protegidos, en primer lugar, por el Estado al que pertenece
la persona; y en segundo lugar por los organismos internacionales.
d) Son irreversibles: esto quiere decir que una vez que un derecho sea
reconocido como inherente al ser humano, este no podrá ser quitado
de la lista y su inviolabilidad estará garantizada.
e) Son progresivos: según esto, los estados deben comprometerse a
tomar medidas de cualquier tipo, e incluso tomar medidas legislativas
para que se dé una plena efectividad de los derechos fundamentales
reconocidos.
f) Son históricos: se caracterizan como históricos debido a que los
derechos fueron apareciendo y reconociéndose en distintas
circunstancias históricas.
g) Son vinculantes: esta es una consecuencia de la positivización del
derecho tanto en documentos internacionales como constitucionales.
Es por ello que el incumplimiento de alguno de estos derechos en
cualquier ámbito del ordenamiento jurídico de un país constituirá una
infracción que será sancionada por una corte internacional.
h) No son absolutos: esto quiere decir que estos derechos pueden ser
restringidos en caso de que afecten el orden público o las buenas
costumbres dentro de una sociedad. Es así que el estado está
facultado a restringir derechos temporalmente con el fin de volver a un
estado de orden y tranquilidad para la convivencia de la sociedad.
Estos derechos solo pueden ser restringidos siempre y cuando estén
dentro de un estado social y democrático de derecho.

EL ORIGEN DEL ESTADO

Grecia

En la Antigua Grecia existían dos conceptos de Constitución importantes:


el primero como un concepto material, el cual lo consideraban en esa
época como un regulador o un organizador básico del mismo Estado.
Según Aristóteles la Constitución de un Estado es el organizador regular
de todas las magistraturas que es dueña y soberana de todo. En todas
partes el gobierno de la ciudad es la autoridad soberana; la Constitución
misma es el gobierno.
Platón propone otro criterio para la Constitución como un orden superior,
este consistía según lo que decía este autor que la política ideal es la
creada por las personas capaces de gobernar con cierta fuerza superior
a la ley, y como estaba seguro de que tal persona no existía en el mundo
debía recurrirse a una ley superior, lo que dijo Platón lo convirtió como el
fundador del constitucionalismo moderno.
También se distinguen las leyes comunes del principio que les sirve de
base y que les imprime validez, ese principio dicho para Platón es
la justicia, y para Aristóteles es la Constitución. Y formulaba que las leyes
deben estar supeditadas a la Constitución solo así serán justas.

Roma

En Roma desaparece por completo toda concepción dada por los griegos,
para convertirse en un poder supremo emanado del emperador.
En Roma identificaba la Constitución en el Lex o edictum, o más que todo
de las disposiciones, órdenes o mandatos imperiales de la época.
Tambien se dice que Constitución en si es una obra de la Republica
romana, pero no todo el pueblo romano podía intervenir en la
conformación de la misma, solo eran para clases privilegiadas y no para
la plebe, los revoltosos y los enemigos de la Republica.
Pobilio, pensador romano, llego a decir que Roma creo las primeras
formas de gobierno estamoes como el Imperio y la Republica, que se
sucedieron, del cual creo una mixtura dando origen a las formas
monárquicas con limites institucionales a través del senado.

Europa Medieval

En esta época hubo dos hechos históricos relevantes los cuales fueron la
caída del Imperio Romano y el nacimiento del Cristianismo en el viejo
continente, estos hechos influyeron notoriamente en
el pensamiento sobre el aspecto jurídico. Esta época se caracterizó que
paso un largo lapso de tiempo y la Constitución simple y llanamente era
como la Iglesia lo definiera.
En esta época la Constitución era una regla suprema, como lo era en
Roma pero esta vez esta norma no era promulgada por un emperador si
no por la autoridad eclesiástica o el Papa particularmente, estas órdenes
fueron promulgadas por Gregorio El Grande denominadas como
las Dictattus Papae en el siglo VI o la Segunda Carta a Hermann de Metz
de Gregorio VII en el siglo XI. Pero en el siglo XII el concepto de
constitución vario un levemente, debido a que no era el poder netamente
papal o episcopal sino una acuerdo entre la Iglesia y el Estado.
En el siglo XIII reapareció la idea de Constitución como un edicto real y
hubo diversos autores de la época que denominaron estos edictos
como constituidos, y esto se dio primordialmente en Francia e Inglaterra.

El origen del derecho constitucional en el mundo

La preocupación por limitar el poder de los gobernantes y asegurar los derechos


individuales de las personas es muy antiguo. Así, encontramos un primer
antecedente de importancia en el año 1215 con la Carta Magna otorgada por el
rey inglés llamado Juan Sin Tierra. Allí, entre otras cosas, el rey se comprometía
a respetar las libertades fundamentales de los nobles y a no arrestarlos sin juicio
previo de sus pares. Pero fue con la Revolución Francesa, en 1789, cuando se
consolidaron valores tales como la libertad y la igualdad, plasmados en la
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano dictada por la Asamblea
Nacional Francesa. De este modo, surgieron las primeras constituciones: la
estadounidense y la francesa, de 1791, las cuales establecieron las bases
normativas para la jerarquización de la dignidad humana. Desde entonces se fue
generalizando el dictado de constituciones nacionales, que dio origen a un
proceso llamado constitucionalismo.

-Inglaterra: entre 1642 y 1688 estallaron las revoluciones liberales que influyeron
en el modelo constitucional inglés junto a las aportaciones doctrinales de
Althusius y Locke.

-Estados Unidos: en 1774 se celebró el congreso de Filadelfia mediante el que


las colonias americanas declaraban su independencia. En 1776 se elaboró la
Constitución de Filadelfia que permanece vigente hoy en día.
-Francia: la revolución francesa de 1789 contra la monarquía absoluta dio lugar
a la “Declaración de los derechos humanos y del ciudadano” y a la Constitución
francesa de 1791 con la aporte de Diderot, D'Alembert, Montesquieu y
Rousseau.

- Siglo. XX: entre la I y la II Guerra Mundial aparecen las Constituciones sociales,


de las que destaca la Constitución de Weimar. Se llaman Constituciones
“sociales” porque la preocupación irá encaminada, aparte de a los derechos y
obligaciones, hacia los más desfavorecidos.

Morfología de la Constitución:

Las constituciones tienen formas internas de acuerdo a su funcionamiento que


le son propias y estas pueden ser las siguientes:

1. Constituciones formales: Son las constituciones en su aspecto de sistema


de normas escrito y codiciado. Es decir, lo que se debe ser según las
normas.
2. Constituciones materiales: Son las vividas en la realidad social, es decir
efectivamente en la realidad constitucional cotidiana; está en la conciencia
de cada persona si puede cumplir con sus deberes o no.
3. Constituciones racionales – normativas: Pretenden modificar la realidad y
adecuarla a un determinado esquema jurídico por el sólo hecho de la
existencia de un conjunto de normas fundamentalmente escritas y
ordenadas racionalmente.
4. Constituciones historicistas: Cuando surgen de un proceso histórico de
una tradición que eleva a una sociedad a tener determinados y
particulares reglas diferentes a las de otras sociedades con procesos
históricos distintos.
5. Constituciones sociológicas - Responden a las circunstancias de la
constitución sea considerada socialmente vigente en el presente. Una
Constitución de este tipo estaría integrada por las normas políticas que en
un momento determinado sea asumida por la sociedad como obligatorias.
6. Constituciones rígidas: El mecanismo de reforma es diferente del que se
aplica para la sanción y derogación de leyes ordinarias.
7. Constituciones flexibles: El Poder Legislativo puede reformarla por los
mismos medios que la legislación ordinaria
8. Constituciones semi flexibles: Se diferencia de las flexibles que para
reformar se requieres algunos modos.
9. Constituciones otorgadas- Se originan en la decisión unilateral de un líder
que otorga determinados derechos, regímenes, como la constitución
provisional otorgada por San Martin
10. Constituciones pactadas: Surge un acuerdo entre sectores enfrentados
de una comunidad (vigente en el Reino Unido).
11. Constituciones autoimpuestas: Los miembros de la comunidad ejercen el
Poder constituyente dándose así mismo una constitución. Esto ocurre con
la mayoría de constituciones vigentes y se da generalmente a través de
congresos y leyes.
12. Constituciones escritas: Código sistematizados.
13. Constituciones no escritas: Existen una sede de normas de carácter
constitucional y de Derecho Consuetudinario, el cual es aceptado por el
pueblo.
14. Constituciones pétreas: Se auto proclaman irreformables pero en realidad
algunas constituciones son pétreas en relación a contenido de ella, cómo
por ejemplo la Constitución de Bonn de 1949, pétrea en la imposibilidad
de modificar el régimen republicano de gobierno. La irreformabilidad
puede ser dada por un lapso de tiempo
15. Constituciones codificadas: Son escritos y sus normas se integran según
determinado método, por ejemplo: diferencian lo dogmático de lo práctico.
16. Constituciones dispersas: Pueden ser o no escritas; en general son
parcialmente escritas y se diferencian de los codificados en el método.
17. Constituciones breves: Es aquella que su contenido se basa en
contenidos mínimos de artículos, por ejemplo la de los Estados Unidos
que solo tiene 7 artículos
18. Constituciones extensas: Es aquella que su contenido alcanza una gran
extensión de artículos, por ejemplo de la Colombia que tiene 380 artículos.

También se pueden resumir en estos 3 tipos


a) Constituciones normativas: Son aquellas: que se establece una relación entre
la realidad y la ley en correspondencia armónica.

b) Constituciones nominales: Son aquellas donde no existe correspondencia


entre el texto constitucional y la realidad social.

a) Constituciones semánticas: Es aquella donde solo existe el texto sin ningún


grado de aplicación de esa ley. .

4.2. LA PARTE ORGANICA DE LA CONSTITUCION


La parte orgánica se refiere al cuerpo de principios, instituciones y normas de la
constitución que organizan, regulan y administran la definición, las atribuciones,
la estructura y los retos de los poderes u órganos del Estado. Estas son
completamente necesarias debido a que regulan los diferentes aspectos de la
vida social. Mantienen una competencia distinta a las leyes ordinarias y poseen
unos cuantos requisitos fuera de lo ordinarios, como por ejemplo es tener la
mayoría absoluta para que sean aprobadas. Abordan el desarrollo y elaboración
de las libertades públicas y los derechos fundamentales de los individuos e
individuas7

El paso del Estado liberal clásico al Estado social y democrático de derecho ha


supuesto modificaciones y alteraciones importantes en muchas de las categorías
tradicionales de la ciencia política y del derecho constitucional.

Una de esas categorías es la división de poderes. El análisis debe hacerse


teniendo en cuenta dos premisas importantes.

“La primera es que teoría jurídico-política debe asumir que no puede ofrecer
respuestas completas para todos los problemas; y que eso no va a cambiar a
menos que la propia doctrina sea capaz de construir una estructura conceptual
nueva y reforzada, capaz de servir al entendimiento y explicación de la realidad
estatal de la actualidad.”

7
Via: https://www.partesdel.com/partes_de_la_constitucion.html
La segunda es que el surgimiento de la división de poderes se produjo a partir
de la búsqueda de elementos suficientes para limitar al poder absoluto y para
proteger la libertad de los ciudadanos.

Realidad de la División de Poderes:

Para empezar hay que precisar que dentro de los poderes del Estado se
distinguen dos esferas, tal como destacó Manuel García Pelayo, “una
rigurosamente estatal”, integrada por los órganos que se encuentran
jurídicamente investidos de poder y por las “tecnoburocracias”; otra, compuesta
por “aquellos actores (partidos políticos y organizaciones de intereses) que tratan
de controlar las acciones del Estado o de orientarlas en un determinado sentido”.
En palabras del mismo autor, “el sistema clásico de la división de poderes ha
pasado a constituir un subsistema dentro de un sistema más amplio.”

Dentro de la esfera rigurosamente estatal hay que mencionar tres cuestiones


importantes:

A) El Estado social ha equilibrado el valor máximo que se buscaba


resguardar con la división de poderes, la libertad, con el valor que también
posee rango primario, la igualdad. Bajo esta perspectiva, mucha de las
tareas de los poderes públicos se deben hacer de manera concertada y
no separada.

B) Aunque el planteamiento de Montesquieu se presentaba como un


esquema ideológicamente neutro, en la práctica tal neutralidad no ha
existido, sino que por el contrario, la repartición de las funciones públicas
y el predominio de cierto poder sobre los demás se ha correspondido con
el florecimiento de ciertas clases sociales y con la estructuración de un
sistema económico determinado, tal como explica Carlos de Cabo:

“ la configuración de ejecutivo-legislativo y sus mutuas relaciones, hay que


explicarlas más allá de la mera vestidura jurídico-constitucional en cuanto
han funcionado como centros de localización de clase, lo que se ha
traducido, no en el equilibrio , ni en la igualdad, ni en la independencia,
conforme propugnaba la inicial formulación teórica, sino en la
protagonización de uno de ellos, precisamente de aquel en el que se ha
instalado la clase o fracción hegemónica, lo que a su vez ha supuesto una
peculiar forma de dominación política del Estado acorde con las funciones
a realizar según la perspectiva fase del desarrollo y, simultáneamente un
específico proceso de legitimación”

C) Hoy en día la soberanía estatal es quizá uno de los conceptos más


devaluados de todo el léxico político constitucional. Dicho concepto se
encuentra en retirada ante el asedio de la globalización y el auge de los
nuevos poderes.

En América Latina, aparte de lo señalado en los tres incisos anteriores, la


división de poderes se relativiza por el predominio excesivo del poder
ejecutivo. El liderazgo presidencialista opaca, y a veces anula, a los otros
poderes. Ello resulta de causas generales, pero también del uso directo
de las facultades constitucionales: la jefatura por el Ejecutivo de la
administración y el ejército; la participación en la legislación; la
intervención federal; las facultades extraordinarias para situaciones
excepcionales; los mecanismos de interferencia en el Poder Judicial.

Los poderes públicos:

La división de poderes puede significar tres cosas distintas.

1) Que las mismas personas no pueden formar parte de más de uno de los tres
órganos de gobierno.
2) Que un órgano no debe interferir con el desempeño de las funciones de los
otros.
3) Que un órgano no debe ejercer las funciones que tiene asignada otro órgano.
La nueva posición del parlamento:

Junto a la irrupción en la escena política de grupos y organizaciones, se ha


producido, por diversas causas, una perdida sensible del protagonismo de los
parlamentos. Lucas (Gutierrez, 2013) expone que: “En la generalidad de los
países democráticos, los Parlamentos han perdido protagonismo en favor de los
partidos e incluso de los sindicatos; han visto disminuir su función mediadora
entre la sociedad y las instituciones políticas; realizan con dificultades, o de modo
incompleto, la función integradora de intereses; cumplen con lentitud e
insatisfactoriamente sus misiones específicas y tradicionales. Como
consecuencia de todas estas deficiencias, la institución parlamentaria atraviesa
una fase de desprestigio.

Los parlamentos cuyo papel ya se había resentido con el surgimiento del Estado
social y la consecuente primacía del poder ejecutivo, han notado ahora también
la “crisis del Estado Social”, resultado de la cual se ha producido una tendencia
a la reducción del Estado y su intervencionismo económico, limitándose
asimismo las formas de participación política de los ciudadanos que ahora se
ven constreñidas únicamente a la participación electoral y el ámbito de las
instituciones político-representativas.

Los parlamentos no solo se convierten en instrumentos de ratificación de las


decisiones básicas para actuar sobre la crisis que se toman fuera del mismo y a
las que no obstante legitiman democráticamente, sino que cada vez más se les
vacía de todo contenido socioeconómico de mediación del conflicto, de manera
que cuestiones determinantes ni siquiera pasan por el Parlamento.

Justicia Constitucional:

Los órganos tradicionales de poder han sufrido un cambio importante por la


creación de los tribunales constitucionales que ha ido apareciendo en Europa y
se han extendido a múltiples países de la actualidad.

Estos tribunales, al menos en su modelo original diseñado por Hans Kelsen y


adoptado por la Constitución austríaca de 1920, no están encuadrados dentro
del poder judicial ordinario, sino que forman lo que se podría llamar un cuarto
poder, o un poder “vigilante” de la constitucionalidad de los actos de los demás
poderes. Aun así, algunos países no han seguido el modelo kelseniano de
jurisdicción constitucional sino el americano y han incluido el control de
constitucionalidad dentro de las competencias del poder judicial ordinario.

Lo que sucede con los tribunales constitucionales es que controlan los actos de
todos los demás poderes públicos, en tanto incidan dentro de la órbita de
derechos o competencias constitucionales, mientras que la judiciabilidad normal
de la administración sigue en manos del poder judicial ordinario.

La jurisdicción constitucional ha traído importantes consecuencias, entre las que


se pueden señalar las siguientes:

A) Ha provisto de fuerza directa a las normas constitucionales,


convirtiéndolas no solo en normas programáticas como se
consideraban en el siglo XIX, sino en normas directas y
prevalentemente aplicables a las situaciones que regulan; de este
modo, las constituciones no solamente contienen las normas sobre las
fuentes, sino que también son fuente de derecho y obligaciones en si
mismas.
B) Ha impuesto una interpretación uniforme y obligatoria de los preceptos
del ordenamiento que ha revisado, pues normalmente se considera a
la interpretación de los tribunales constitucionales como vinculante
para los poderes públicos y para los particulares respecto de los casos
futuros iguales o parecidos que se presenten.

C) Ha realizado una labor que además de meramente interpretativa,


puede considerarse altamente creativa, teniendo en cuenta el carácter
abierto de los actuales textos constitucionales. Muchos conceptos que
se han quedado vagamente explicitados en el texto constitucional, o
algunos derechos que no han sido más que introducidos en la Carta
Magna pero sin ulterior precisión, han llevado a los tribunales
constitucionales a jugar un papel determinante en la configuración del
actual sistema de división de poderes.
D) Ha llevado a cabo la llamada “judicialización de la política”, a veces de
tan difícil encaje en la lógica del Estado democrático, volviendo a los
jueves en árbitros definitivos del proceso político y guardianes de los
postulados valorativos consagrados por la constitución, llevando a la
arena de la justicia muchos temas que antaño se debatían y
solucionaban en el terreno estrictamente político.

Libertad Política y División de Poderes:

El principio de división de poderes tiende un puente entre los conceptos de


Estado de Derecho y democracia, impidiendo ciertos excesos en su disociación
y contribuyendo a superar una desfasada polémica. Lleva a rechazar un
entendimiento formalista del Estado de Derecho sin democracia y desprovisto de
contenidos materiales. Afortunadamente para las minorías y para la dignidad de
la persona, de la que emanan los derechos fundamentales, las cosas son más
matizadas y complejas en el Estado Constitucional. Sin juego de las diversas
reglas de la división de poderes no existe ni Estado de Derecho ni democracia.

No es solo un principio institucional en la organización de los poderes


constituidos, sino un postulado dogmático, un dogma del constitucionalismo que
orienta la labor del poder constituyente. Es ingenuo o formalista afirmar que este
principio juega solo en el plano de la organización del Estado y no en el de su
fundación: ningún poder constituyente verdaderamente democrático sería capaz
de desconocerlo, pese a su carácter factico e ilimitado.

La división de poderes no parece tener hoy en apariencia enemigos frontales y


declarados entre la familia de Estados constitucionales, aunque posea
numerosas, nuevas y distintas amenazas larvadas. Hasta autores de
sensiblemente tendencias elitistas y autoritarias, lejanos de la herencia liberal
democrática, no impugnan hoy la elaboración teórica del principio como con
frecuencia se hizo en el pasado.
La ilusión histórica de la separación absoluta de poderes:

La separación de poderes, concebida de forma rígida y absoluta, como algunos


quisieron entenderla en Montesquieu, malinterpretándole, jamás ha dejado de
ser sino un mito, una ilusión desprovista de sentido histórico.

Ni siquiera el señor de la Bréde tuvo una imagen rígida del principio. Puso el
acento en el equilibrio institucional y en unas relaciones constantes que
impidieran la confusión de poderes. Quienes han estudiado el asunto subrayan
que las expresiones separación y división no aparecen en todo El espíritu de las
Leyes, división, quiere realmente decir no confusión de poderes.

Sea como fuere, Leon Duguit, a finales del siglo XIX y Charles Eisenmann, en el
primer tercio del XX, pronto denunciaron el error del que arrancaba esa lectura
que podemos llamar separatista, tras analizar la experiencia de la Constitución
francesa de 1791 y evidenciar que una separación absoluta de poderes resultaba
en la práctica inviable.

En efecto, en tres artículos publicados en 1893, Duguit estudia la separación de


podres en la Asamblea Nacional francesa 1791 y advierte que el gobierno
parlamentario no se basa realmente en la separación de poderes, un principio
que no es realizable como tal, sino que reposa sobre su colaboración y su
solidaridad. Frente a esta regla general, la Historia de Francia señala dos únicas
excepciones basadas en la separación de poderes: el asamblearismo o tiranía
de la Asamblea y el despotismo del Emperador. La separación de poderes es
totalmente extraña, aun en 1789, al Derecho Público de Francia monárquica, y
bebe como fuentes en un Montesquieu malentendido al no limitar el alcance del
principio con otras partes de sus escritos.

Todavía mayor interés posee resaltar que el resto de estos trabajos de Duguit
tratan de demostrar, de forma bastante precisa, que, cuando la Constitución
francesa de 1791 intentó ordenar el Estado conforme a ese principio apriorístico,
se vio obligada a efectuar numerosas excepciones,

El maestro de Burdeos expuso la tesis simplificándola, con la brillantez propia


del clásico para luego poder fácilmente refutarla:
“Reducida a sus elementos más sencillos, la teoría de la separación de poderes
consiste en crear en el Estado varios órganos distintos, sin relación alguna entre
ellos, sin ninguna acción recíproca y en confiar a cada uno categorías de
funciones determinadas que cumple sin el concurso de los otros, Para muchos
bien intencionados, la separación de poderes es la condición esencial de
cualquier gobierno ponderado, el principio mismo de cualquier régimen
representativo basado en la soberanía popular, la garantía necesaria y común
de los intereses colectivos y de los derechos individuales; es, en definitiva, el
ideal político que los pueblos y legisladores deben perseguir sin tregua. He aquí,
a mi parecer, una singular ilusión”

Duguit puso de manifiesto que el cumplimiento de cualquier función estatal se


traduce siempre en un acuerdo de varias voluntades, que implica
necesariamente el concurso de todos o de varios de los órganos que constituyen
la personalidad estatal. Una afirmación de las ideas de cooperación e
interdependencia que se hace irrefutable, y resulta manifiesta en la misma
función legislativa, donde las fases de iniciativa, deliberación o constitutiva y de
integración de la validez o eficacia de la ley, requieren normalmente de su
satisfacción por una pluridad de órganos amen de las Cámaras.

El francés concluirá reinterpretando el principio a la luz del equilibrio de poderes


y de una estrecha solidaridad entre la Asamblea y Gobierno:

“Colocar a la cabeza del Estado dos poderes sin vínculo entre ellos, sin
interdependencia, sin solidaridad, es condenarlos fatalmente a la lucha; y como
de estos dos poderes uno estará necesariamente peor armado que su rival, este
absorberá aquél.”

Siguiendo sus pasos, igualmente, Eisenmann remarcaría en 1933 que era


inconcebible la delimitación de una esfera propia de cada poder, una función sin
injerencias posibles. En tal hipótesis, por ejemplo, el ejecutivo no podría
intervenir en el legislativo mediante su iniciativa en la presentación de proyectos,
ni los Ministros serían políticamente responsables ante el Parlamento, ni existiría
la sanción regia o el derecho de veto, ni cabría el derecho de amnistía.

La teoría de Montesquieu sobre los tres poderes y su separación;

La doctrina de Montesquieu parte de la siguiente idea:

“Es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder se ve llevado a
abusar del mismo: va hacia adelante hasta tropezar con los límites. Para que no
se pueda abusar del poder, es preciso que, por la disposición de las cosas, el
poder detenga al poder”.

En este párrafo, Montesquieu denuncia el vicio y pronuncia la condena del


régimen autocrático o régimen del poder absoluto. Cuando en un Estado todos
los poderes quedan reunidos en manos de un único titular, bien sea de un
hombre o de una asamblea, la libertad pública está en peligro. El peligro de toda
potestad sin límites es la posible opresión de los ciudadanos; éstos, frente a tal
potestad quedan expuestos a la arbitrariedad.

Según Montesquieu, la solución de este problema consiste en separar tres


funciones estatales, las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, para
entregarlas respectivamente a tres órganos distintos de poseedores. Dice
Montesquieu:

“Todo estaría perdido si el mismo hombre o el mismo cuerpo ejerciera esos tres
poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar y el de juzgar”

Montesquieu desarrolla el principio así formulado, justificándolo por las


siguientes consideraciones:

En primer lugar es preciso que los poderes legislativo y ejecutivo estén


separados. La ley es justa, porque es igual para todos, y porque sus preceptos,
al ser formulados para el porvenir, no han sido inspirados al legislador por
preocupaciones actuales de las personas o de casos particulares. Pero, si la ley
ha de concebirse así de una manera desinteresada, es preciso que no pueda ser
dictada por la autoridad gubernamental o administrativa; es decir, por aquella
misma que, siendo la llamada a ejecutarla y también a servirse de ella. Si el
ejecutivo retuviera la potestad legislativa, sería muy tentador para ella formular
leyes de circunstancias, que respondiesen a su política, a sus preferencias,
quizás sus pasiones, del momento actual. Sería muy de temer que el monarca
mismo o el Senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas tiránicamente también.
En estas condiciones no existe libertad y puede destrozar al Estado por sus
voluntades generales.

Por las mismas razones, Montesquieu sostiene que es necesario igualmente


separar las potestades legislativa y judicial. Si así no fuera así, el juez, al ser al
mismo tiempo legislador, podría él también, bien separarse de la ley, bien
cambiar ésta según su capricho, y ello en el instante mismo en que tuviera que
aplicarla. Entre las manos de semejante juez declara Montesquieu, el poder
sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario.

Finalmente, dice Montesquieu que es necesario que el poder judicial esté


separado del ejecutivo. Si estas dos potestades pertenecieran al mismo dueño,
éste podría tener fuerza de opresor. La opresión resultaría del hecho de que el
agente ejecutivo, podría en el curso de la ejecución, desnaturalizar el alcance de
la aplicación de las leyes mediante juicios tendenciosos e inicuos. La separación
de los poderes de juzgar y ejecutar no es también sino uno de los medios
destinados a asegurar el mantenimiento de la legalidad.

LOS PODERES DEL ESTADO

El poder judicial:

El poder que administra justicia es una rama del Estado que goza de
independencia total en sus funciones, pese a que la designación de los jueces
se hace con intervención del Ejecutivo y aun con la del Parlamento.

Para algunos tratadistas, la función judicial es una fase de la función ejecutiva,


en cuanto aplica la ley, y también, en cierto modo, es mirada como un aspecto
de la función legislativa, en cuanto crea normas a falta de ley aplicable. Poniendo
de lado tan exageradas equiparaciones, lo patente es que la administración de
justicia ha de estructurarse con independencia y garantías de imparcialidad.

Sabido es que el Derecho regula su propia creación. Las normas aparecen, al


menos formalmente, predeterminadas por otras normas de rango superior. La
famosa concepción kelseniana de la pirámide jurídica considera la totalidad del
ordenamiento jurídico como un mundo de normas unitario. Las normas se cruzan
horizontalmente en un mismo plano y se hallan ligadas, también, verticalmente.

Así, la sentencia judicial puede ser vista como si fuera una norma individual, por
encima de la cual existen normas generales. Conforme se desciende estas van
disminuyendo en cantidad, pero ganando en generalidad hasta llegar a la
Constitución.

La aplicación de las normas está ligada a la creación de las normas; ambas son
actividades relacionadas ya que, como observa Maggiore, aplicar la ley no es
como adherir una etiqueta a una botella; la ley, luego de ser aplicada a un caso,
no sigue el destino particular sino que continúa aplicándose a otros casos y con
un sentido no siempre idéntico, como que el juzgador debe poner un sentido en
la conducta humana sujeta a su consideración.

La valoración que hace el juez tiene una alta importancia. Aplica su estimativa a
las circunstancias del caso, así como a la estructura legal. Sobre una estructura
legal a priori hace incidir el contenido contingente de cada caso y efectúa una
valoración.

Esta vivencia del juzgador es un ingrediente de la experiencia jurídica y puede


llegar hasta la normación cuando media silencio en el ordenamiento positivo. Por
ello, exagerando el valor técnico de las decisiones judiciales, se ha dicho que:
“la ley reina pero la jurisprudencia gobierna”.

El Poder Judicial es un poder de funcionamiento permanente, cuyos órganos


gozan de estabilidad, y cuyas funciones son absolutamente indelegables,
pero no puede actuar de oficio, sino a pedido de parte, no pudiendo juzgar
sobre el contenido de la ley, sino según la ley.

Desde el punto de vista institucional, el Poder Judicial cumple la función de


controlar a los restantes poderes públicos; pero también a los particulares, en
la medida en que éstos ejercen, de acuerdo a las leyes, el poder público. Por
otra parte, la justicia federal tutela la supremacía de la Constitución sobre los
derechos de las provincias. Jurisdiccionalmente, asigna normas jurídicas
para dirimir conflictos: a tal fin realiza un acto complejo de aplicación-creación
del derecho, definido como "el conocimiento y decisión de todas las causas
que versan sobre puntos regidos por la Constitución, y por las leyes de la
Nación"

Y, si bien el Judicial constituye un poder independiente de los restantes


poderes del Estado, para que se cumplan sus decisiones, el Ejecutivo debe
prestarle la fuerza pública, y es el Congreso el que reglamenta la jurisdicción
federal -como lo ha hecho al establecer apelaciones, para lo cual creó
cámaras federales-, el que determina el número de jueces y su organización
y el que participa en la eventual remoción de los mismos.

Poder Legislativo

Es el órgano representativo de la nación y tiene como funciones principales la


representación de la nación, la dación de leyes, la permanente fiscalización y
control político, orientados al desarrollo económico, político y social del país, así
como la eventual reforma de la Constitución y otras funciones especiales.

Función legislativa:

La función legislativa comprende el debate y la aprobación de


reformas de la Constitución, de leyes y resoluciones legislativas, así
como su interpretación, modificación y derogación, de acuerdo con los
procedimientos establecidos por la Constitución Política y el
Reglamento del Congreso.
Función de control político:

La función de control político comprende la investidura del Consejo de


Ministros, el debate, la realización de actos e investigaciones y la
aprobación de acuerdos sobre la conducta política del Gobierno, los
actos de la administración y de las autoridades del Estado, el ejercicio
de la delegación de facultades legislativas, el dictado de decretos de
urgencia y la fiscalización sobre el uso y la disposición de bienes y
recursos públicos, el cumplimiento por el Presidente de la República
del mensaje anual al Congreso de la República y el antejuicio político,
cuidando que la Constitución Política y las leyes se cumplan y
disponiendo lo conveniente para hacer efectiva la responsabilidad de
los infractores

El Congreso de la Republica:

El Perú independiente se inicia con el debate acerca de la forma de gobierno que


debía adoptarse. Desde su fundación, el Congreso de la República está unido a
la historia contemporánea del Perú. Desde 1822, con la presidencia inicial de
Francisco Javier de Luna Pizarro, la vida institucional del Congreso ha
acompañado a los más importantes sucesos del acontecer nacional,
representando la aspiración del Perú de vivir en orden, en paz y democracia.

Desde su instalación en la capilla de San Marcos el Parlamento peruano ha


tenido diversas sedes a lo largo de su historia. Tradicionalmente el Congreso fue
bicameral. La Cámara de Diputados sesionaba en la Universidad de San Marcos
y la Cámara de Senadores en el antiguo local de la Inquisición.
Miguel Grau Seminario, héroe nacional, encarna el ideal de vida del
representante parlamentario, con actitud responsable frente al mandato de su
pueblo y respetuoso del ordenamiento jurídico de la República. Él pidió permiso
a su cámara, mientras cumplía su mandato parlamentario, para ir a la guerra y
defender la soberanía nacional.

La historia del Congreso es también la historia de las constituciones en el Perú;


por esta razón, los presidentes del Perú, invocando a Dios y a la patria, juran
ante el Congreso, sede de la soberanía popular, la estricta observancia de las
leyes y la promesa de velar por los intereses del país.
La institución parlamentaria tiene una primera e histórica responsabilidad: la
creación de la ley. La Constitución Política del Perú prevé varios caminos para
la formulación y promulgación de las leyes.
Otra importante función del Congreso de la República es la de control
parlamentario sobre los actos de gobierno y de la administración pública en
general. Se ejerce mediante pedidos de información, invitando a los ministros a
presentarse ante el Pleno y las comisiones, y ejerciendo el control sobre diversas
normas que expide el Presidente de la República.

El poder ejecutivo

Se trata de un órgano constitucional dotado de autonomía y encargado de la


formulación global de la acción gubernamental y de la adopción de las políticas
y programas públicos destinados a su verificación en la praxis. Por ende, se
dirige a la realización concreta de las normas y a la conducción dirección del
Estado, fundamentalmente en lo relativo a los servicios estatales en sus ámbitos
interno y externo.

Asume la responsabilidad del diseño, ejecución y supervisión de las medidas


conducentes a satisfacer las necesidades de la colectividad; por ende, asume la
dirección general de la actividad estatal, así como la verificación práctica de las
decisiones normativas o jurisdiccionales dispuestas por los órganos legislativo y
judicial.

La ley Orgánica del Poder Ejecutivo establece que dicho órgano desenvuelve
sus actividades conforme a las pautas basilares siguientes:

a) Principio de eficacia: la gestión gubernamental debe organizarse para


el cumplimiento de los objetivos y metas gubernamentales
b) Principio de eficiencia: la gestión gubernamental debe efectuarse
optimizando la utilización de los recursos financieros, laborales y
económicos disponibles procurando innovación y mejoramiento
continuo
c) Principio de simplicidad: debe verificarse eliminando todo
procedimiento innecesario. Debe ser racional y proporcional a los fines
que persigue cumplir
d) Principio de sostenibilidad ambiental: debe orientarse al uso racional y
sostenible de los recursos naturales.
e) Principio de predictibilidad: debe brindar información veraz, completa,
confiable y oportuna, que permita tomar conciencia certera acerca del
resultado de cada procedimiento. Esta exige la presunción anticipada
de resultados como consecuencia del conocimiento plenario acerca de
los presupuestos, requisitos, formalidades procedimentales señaladas
por la ley en sentido lato.
f) Principio de continuidad: debe adoptar como referentes de actuación
ininterrumpida de las políticas y programas acordados, así como los
objetivos y metas de planeamiento y programación multianual
establecidos
g) Principio de rendición de cuentas: debe realizarse con información
periódica a la ciudadanía, acerca de los avances, logros, dificultades
y perspectivas de verificación idónea en el tiempo.
h) Principio de prevención: debe acondicionarse y disponerse para
enfrentar aquellos acontecimientos que pudieran afectar la vida de sus
ciudadanos, así como asegurar la cabal prestación de los servicios
públicos
i) Principio de celeridad: debe asegurar que todo procedimiento se
efectué de manera regular dentro de los plazos establecidos, evitando
acusaciones que dificulten su desenvolvimiento bajo responsabilidad.

En el marco de un Estado Democrático y Social de Derecho, el Órgano Ejecutivo


tiene la responsabilidad de garantizar y promover el goce de los derechos
fundamentales de los ciudadanos y ejercer sus responsabilidades procurando
generar inclusión y equidad
LOS ORGANOS CONSTITUCIONALES

Son los organismos a los cuales se les confía la actividad directa e inmediata del
Estado, y que gozan de una completa independencia y paridad recíproca dentro
de los límites del derecho objetivo, que los coordina entre si y los subordina unos
a otros, caso por el cual es el legislador quien los crea, define su misión, le
atribuye sus funciones, define su estructura y, en fin, fija las reglas generales que
deben seguir en el cumplimiento de sus fines como entidades estatales.

Se encuentran en el vértice de la organización estatal, no tienen superiores y son


sustancialmente iguales entre sí.

Aparecen a partir de la segunda guerra mundial a cobijo del enriquecimiento que


se produjo en la tradicional teoría de la división de poderes que antaño postulaba
que dentro de un estado solo se desarrollan tres funciones: ejecutiva, legislativa
y judicial, exponiendo que dentro de un estado pueden haber labores o tareas
distintas que deben ser llevadas a cabo por órganos diferentes a los
tradicionales.

La Constitución política, para la salvaguardia del estado de derecho y la mayor


eficiencia en la ejecución de algunas labores, ha constituido algunos organismos
autónomos, que no dependen de ninguno de los poderes del Estado.

Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE):

Es un organismo electoral constitucional autónomo que forma parte de la


estructura del Estado. Es la autoridad máxima en la organización y ejecución de
los procesos electorales, de referéndum y otros tipos de consulta popular a su
cargo. Su finalidad es velar por que se obtenga la fiel y libre expresión de la
voluntad popular, manifestada a través de los procesos electorales a su cargo.
Con relación a las organizaciones políticas, se encarga de la verificación de
firmas de adherentes de los partidos políticos en proceso de inscripción; la
verificación y control externos de la actividad económico-financiera, así como
brindar asistencia técnico-electoral en los procesos de democracia interna.

Asimismo, otorga apoyo y asistencia técnico-electoral en la elección de


autoridades de centros poblados, de universidades, de representantes de la
sociedad civil en los consejos de coordinación regional y local y de autoridades
y representantes de todas las organizaciones de la sociedad y del Estado que
requieran su apoyo en los procesos electorales.

Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC)

Es un organismo público autónomo que cuenta con personería jurídica de


derecho público interno y goza de atribuciones en materia registral, técnica,
administrativa, económica y financiera.

Es autoridad, conforme su Ley Orgánica, con atribuciones exclusivas y


excluyentes en materia registral, técnica, administrativa, económica y financiera,
responsable de organizar y de mantener el Registro Único de Identificación de
las Personas Naturales, adoptar mecanismos que garanticen la seguridad de la
confección de los documentos de identidad e inscribir los hechos y actos relativos
a su capacidad y estado civil, así como asegurar la confiabilidad de la
información que resulta de la inscripción.

 Organismos constitucionalmente autónomos del poder control: Sistema


nacional de Control

Es el conjunto de órganos de control, normas y procedimientos


estructurados e integrados funcionalmente, destinados a conducir y
desarrollar el ejercicio del control gubernamental en forma
descentralizada.

Su actuación comprende las actividades y acciones en los campos


administrativos, presupuestal, operativo y financiero de las entidades y
alcanzan al personal que presta servicio en ellas, independientemente del
régimen que las regula.

Se crearon debido a que era preciso que se inspeccione y se vigilen los


actos de quienes tienen a su cargo la dirección del Estado en todos sus
frentes, y alguien debía encargarse de hacerlo.
Estos órganos han de instituirse para que fiscalicen si los actos expedidos
por los funcionarios y las actuaciones de estos se ajustan o no a las
prescripciones legales; si cumplen con las funciones asignadas en la
Constitución y en la ley o el reglamento; si cumplen, en fin con los
preceptos jurídicos o si se extralimitan en sus funciones o las omiten. En
otras palabras, deben encargarse de manera preferente de velar por el
imperio de la ley y porque se cumpla a cabalidad con las funciones a todas
asignadas en la sociedad o en los cargos de dirección y regencia político
administrativos.

El Sistema Nacional de Control está conformado por siete órganos


autónomos:

Contraloria:
La Contraloría General de la República es la máxima autoridad
del Sistema Nacional de Control. Supervisa, vigila y verifica la correcta
aplicación de las políticas públicas y el uso de los recursos y bienes del
Estado. Para realizar con eficiencia sus funciones, cuenta con autonomía
administrativa, funcional, económica y financiera.

El Consejo Nacional de la Magistratura

La constitución política vigente regula en sus artículos 150 al 157 la


estructura, competencia y funciones del Consejo Nacional de la Magistratura
que es la entidad encargada de la selección y nombramiento de los jueces y
fiscales. Asimismo, nuestra carta magna instituye a la Academia de la
Magistratura como el ente encargado de la formación y capacitación de
jueces y fiscales en todos sus niveles, para efectos de su selección.

Academia de la Magistratura:
La Academia es la entidad encargada de formar académicamente los
candidatos de jueces y fiscales en todos sus niveles, y una vez nombrados
los actualizara a través de estudios especiales.

Tambien les compete la capacitación academica para los ascensos de los


jueces y fiscales; asimismo se encarga del desarrollo de programas de
entrenamiento y capacitación para el personal auxiliar del Poder Judicial y
del Ministerio Publico.

El Consejo Directivo:

Es el órgano rector de la Academia y está conformado por siete miembros:


tres nombrados por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, dos nombrados
por la Junta de Fiscales Supremos del Ministerio Publico, uno nombrado por
el Consejo Nacional de la Magistratura y uno nombrado por la Junta de
Decanos de los Colegios de Abogados del país

La Direccion General

Es el órgano encargado de dirigir los asuntos


académicos de la academia y la representa
legalmente

La Secretaria Academica:

Es el ente que brinda apoyo a la Direccion


General en la gestión administrativa

El Comité Consultivo

Es un ente conformado por docentes


universitarios de distintas disciplinas, nombrados
por el Consejo Directivo. Tiene como función
emitir opinión sobre los planes de estudios,
programas de estudios, etc.

El Consejo Academico:

Es el ente conformado por todos los profesores


de la academia. Su función es evaluar la marcha
academica y de proponer recomendaciones al
Consejo Directivo

Superintendencia de Banca y Seguros (SBS)

La Superintendencia de Banca, Seguros y AFP es el organismo encargado


de la regulación y supervisión de los Sistemas Financiero, de Seguros y del
Sistema Privado de Pensiones, así como la prevención y la detección de
lavado de activos y financiamiento del terrorismo. Su objetivo primordial es
preservar los intereses de los depositantes, de los asegurados y de los
afiliados al SPP.

El Tribunal Constitucional

El Tribunal Constitucional es el órgano supremo de interpretación y control de la


constitucionalidad. Es autónomo e independiente, porque en el ejercicio de sus
atribuciones no depende de ningún órgano constitucional; se encuentra sometido
sólo a la Constitución y a su Ley Orgánica - Ley Nº 28301.

Al Tribunal Constitucional se le ha confiado la defensa del principio de


supremacía constitucional, es decir, que como supremo intérprete de la
Constitución, cuida que las leyes o actos de los órganos del Estado no socaven
lo dispuesto por ella. Interviene para restablecer el respeto a la Constitución en
general y de los derechos constitucionales en
4.2.1. Formula de revisión de la constitución
Hace referencia al ITER procedimental a seguirse para conseguir la
actualización de la Constitución, es decir fija la ruta a seguir para promover las
reformas o enmiendas que permiten conciliar el texto constitucional con la
siempre dinámica realidad política

4.2.2. Parte del Apéndice


Hace referencia a aquello que se añade de manera accesoria o dependiente.
Esta parte está conformada por clausulas complementarias, reglas
interpretativas, derogación expresa de normas infra constitucionales,
disposiciones finales y/o transitorias, fecha de entrada en vigencia y hasta la
ratificación de los tratados internacionales
CAPITULO V

CLASIFICACIÓN DE LAS CONSTITUCIONES

Diversos son los criterios tomados por los constitucionalistas para clasificar a las
constituciones. Algunas de ellas, en la práctica, han dejado de tener vigencia y
se han vuelto obsoletas. Su estudio, dentro de este capítulo, obedece a
requerimientos de corte estrictamente académicos, razón por la que
presentamos las siguientes clasificaciones.

5.1. CONSTITUCIONES ESCRITAS Y NO ESCRITAS


Esta clasificación es, quizá, la más tradicional, en efecto hoy casi todos los
países cuentan con una constitución escrita y hasta Inglaterra, considerado
como el país que ha rehusado a seguir este principio tiene una parte de su
constitucionalidad escrita. Por lo demás en la actualidad existe cada vez mayor
consenso en aceptar que en el Derecho Constitucional no todas las instituciones
políticas están escritas, así como que no todo el derecho escrito se reduce a las
constituciones, tal como lo advierte Elorrieta y Artaza.

5.2. CONSTITUCIONES CODIFICADAS Y DISPERSAS

Las constituciones codificadas contienen en un solo cuerpo normativo al


conjunto de instituciones políticas que pretenden ordenar la vida política del
estado, constituyen un todo orgánico, fuera de él las normas pierden
significación.

Las constituciones dispersas estas formadas por un determinado número de


leyes constitucionales, cada una de ellas con su propia estructura. Israel adopta
este modelo en la actualidad.

5.3. CONSTITUCIONES RÍGIDAS Y FLEXIBLES

Las Constituciones Rígidas son aprobadas por un órgano constituyente, distinto


a los órganos constituidos, y su reforma, por tanto sólo puede producirse
mediante un procedimiento agravado orgánico o formalmente.

Procedimiento Agravado (Art. 206 de la Constitución Política del Perú de 1993)


“Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el Congreso con mayoría
absoluta del número legal de sus miembros, y ratificada mediante referéndum.
Puede omitirse el referéndum cuando el acuerdo del Congreso se obtiene en dos
legislaturas ordinarias sucesivas con una votación favorable, en cada caso,
superior a los dos tercios del número legal de congresistas. La ley de reforma
constitucional no puede ser observada por el Presidente de la República.

La iniciativa de reforma constitucional corresponde al Presidente de la República,


con aprobación del Consejo de Ministros; a los congresistas; y a un número de
ciudadanos equivalente al cero punto tres por ciento (0.3%) de la población
electoral, con firmas comprobadas por la autoridad electoral”.

Las constituciones flexibles son dadas por un órgano constituido (Parlamento) y


modificadas por el mismo, conforme a las exigencias de cualquier ley ordinaria.
No distingue pues, entre poder constituyente y poderes constituidos.

Inglaterra es uno de los países con una constitucionalidad flexible. El parlamento


considerado como el poder constituyente que resume la soberanía del pueblo,
aprueba y deroga leyes constitucionales.

5.4. CONSTITUCION NORMATIVA, NOMINAL Y SEMÁNTICA


El criterio de esta clasificación es ontológico que, según Loewenstein, antes que
en el análisis de la esencia del contenido de las constituciones, se detiene en
establecer el nivel de concordancia de las normas con la realidad del proceso
del poder. “Una constitución escrita no funciona por sí misma una vez que haya
sido adoptada por el pueblo, sino que una constitución es lo que los detentadores
y los destinatarios del poder hacen de ella en la práctica”.

En este sentido, las constituciones son normativas, si sus normas dominan y


controlan el proceso político de un Estado, lo que equivale a decir que el proceso
de poder se adapta de la Constitución y se somete a ellas. Su validez depende
de su conformación por la realidad. Este tipo de constitucionalidad es propio de
los países desarrollados, con una larga tradición democrática y con un grado
relativamente alto de homogeneidad social y económica.

La constitución es nominal, cuando aun siendo jurídicamente válida, la dinámica


del poder no se adapta a sus normas. La función de esta constitución es
educativa en la esperanza de que en el futuro, cumplidas determinadas
condiciones se convierta en una de carácter normativa.

La constitución es semántica cuando sus normas están orientadas a favorecer


exclusivamente a los grupos de poder que son los que disponen del aparato
coactivo del Estado.

5.5. CONSTITUCIONES RETRATO, CONTRATO Y PROMESA

Esta clasificación corresponde al argentino (Sagües, 2014), quien toma como


criterio la eficacia de las normas.

5.5.1. Constitución Retratista


Es aquella que contiene un conjunto de normas que se limitan
únicamente a describir la realidad, sin pretender corregirla ni
perfeccionarla, esta constitución es eficaz sincera pero poco
innovadora.
5.5.2. Constitución Contrato
Es aquella cuyas normas diseñan un orden político jurídico realizable
exigible en el presente o en el corto plazo, su cumplimiento puede ser
reclamado por los interesados, mediante los mecanismos que ella
misma contempla, en caso de omisión o infracción.
5.5.3. Constitución Promesa
Es aquella que tiene como característica fundamental su inexigibilidad,
debido a que sus normas dibujan un esquema de poder y derechos
personales y sociales destinados al futuro. Es muy generosa en la
proclama de derechos y beneficios. Es muy teórica y utópica, lo que
hace que fácilmente pierda su legitimidad.
CONCLUSIONES

1. Una Constitución, debe realizarse con el objeto de establecer distintos


puntos con respecto del aseguramiento de los respectivos intereses de
los miembros de una comunidad social entre los cuales podemos
mencionar las funciones de los poderes del Estado, su actividad, así como
los derecho individuales y las garantías constitucionales que se le deben
reconocer a los ciudadanos.

2. El tratadista Nicolas Perez Serrano define al preámbulo como una


“Fórmula solemne de introducción, que enuncia compendiosamente quien
hace la constitución y a que fines se encamina, y sirve para exponer la
tendencia y espíritu del texto que le precede”.

3. La parte Dogmática hace referencia a los derechos y obligaciones de la


persona y de los grupos adscritos al estado. Actualmente antecede a la
parte orgánica a razón en que explica explícitamente la razón de ser del
estado y la orientación histórica del constitucionalismo.

4. La parte Orgánica hace referencia al estado, comprende la


institucionalización sistémica del cuerpo político, el conjunto de normas
para el establecimiento y función de los órganos y organismos estaduales
BIBLIOGRAFÍA

Flores, M. (1999). Partes de la constitucion . Lima: PAcifico .

Gutierrez, W. (2013). La consticución comentada. En W. Gutierrez, La consticución comentada.


Lima: Gaceta Jurídica.

López, J. (2010). La constitucion en términos generales. Madrid España : Bruño.

Orbe, R. C. (2015). La constitución comentada. En R. C. Orbe, La constitución comentada. Lima:


Legales Ediciones.

Pérez Casaverde, E. (2013). Manual de derecho constitucional (Primera ed.). Lima, Perú: Adrus
D&L Editorres S.A.C.

Sagües, N. P. (2014). Constitucion y estado . España-Madrid: el Bolo.

You might also like