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SINDICATO MUNDIAL DEL CRIMEN

Rafael J. Sánchez Armas

Cualquier sociedad secreta del crimen organizado se basa en las más modernas técnicas de
dirección empresarial, desde la organización, planificación y coordinación de las actividades
hasta su ejecución y control de los resultados. Jerarquía, unidad de mando, división del trabajo,
productividad, etcétera, son conceptos manejados de forma natural por la delincuencia
organizada. También sus miembros (capos, lugartenientes, consejeros, capitanes, soldados)
tienen como máxima lo solidaridad entre ellos, exactamente como sucede en cualquier
empresa, en las cuales, los jefes y los obreros trabajan codo con codo por el bienestar común…
En cuanto a la célebre omertá o código del silencio, poco difiere del hermetismo imperante en
las empresas y organismos sensibles al espionaje, cuyos empleados deben comprometerse por
escrito a preservar los datos conocidos durante su trabajo (la violación del secreto está
penalizada con la cárcel y con toda clase de "listas negras"). Un mafioso traidor es
automáticamente represaliado: amenazas sobre la familia, secuestro, paliza, asesinato. La
indisciplina es mala consejera dentro de cualquier hermandad del crimen, como también ocurre
en la CIA o en el KGB, según la experiencia de algunos ex agentes víctimas de la "seguridad de la
información". Un miembro del CESID denunció en la prensa haber sido humillado con un objeto
inanimado por haber metido la nariz en la trastienda de la presunta guerra sucia contra ETA.

En próximos capítulos, trataré sobre diversas sociedades secretas del crimen organizado, tan
históricas e influyentes como la Mafia o Cosa Nostra, pero hoy comenzaré con la conjunción de
estas dos últimas, quizá las más populares debido a la mayor dedicación por escritores y
cineastas.

PRIMERA PARTE

La mafia italonorteamericana nació en Sicilia, isla expoliada tradicionalmente por los invasores
procedentes de casi todos los rincones del Mediterráneo y Europa. Durante el dominio árabe, las
tierras sicilianas estaban muy repartidas, pero cuando los normandos conquistaron la isla, en la
Edad Media, los señores feudales despojaron a sus propietarios germinando la semilla de la
Mafia. Muchos campesinos, contrarios a trabajar como siervos en los enormes latifundios de los
nuevos amos de Sicilia, huyeron a las montañas, donde permanecieron hasta el desembarco de
los españoles, en el siglo XV. Los nuevos conquistadores no se privaron de ninguna medida
represora contra los terratenientes ni contra sus esclavos. En aquella época, la Mafia
representaba el único baluarte para mitigar las injusticias provocadas por las autoridades y
soldados extranjeros. Durante varios siglos, la Mafia indujo a los sicilianos a buscar en el seno de
la familia la reparación de cualquier arbitrariedad y conflicto. Nada de colaborar con los
forasteros ni recabar el auxilio de los jueces borbones. El mutismo y la disciplina se convirtieron
en una norma frente al Estado, similar a los clanes escoceses. La venganza sólo era incumbencia
de la familia. En ese contestó emergió la Mafia como alternativa de gobierno hasta la conversión
de Sicilia en una colonia del reino de Nápoles. Desde entonces, los jóvenes sicilianos sólo
tuvieron tres alternativas: pelear contra el nuevo invasor; emigrar a EEUU o ingresar en la Mafia.
En las postrimerías del siglo XIX, cerca de un millón de isleños arribaron a Nueva York. Muchos
ya formaban parte de la Honorable Sociedad con bastante aplicación. En 1890, los hermanos
Mattanga, nacidos en Palermo, controlaban el tráfico del puerto de Nueva Orleans.

El alumbramiento de Cosa Nostra, como se iba a conocer a la mafia de origen


italonorteamericano, se produjo el 12 de noviembre de 1908. Inicialmente, se constituyó como
una filial de la mafia siciliana, entonces dirigida por Don Vito Cascio Ferro, jefe de todos los
jefes. Pero en poco tiempo llegó a convertirse en la más fabulosa organización criminal del
planeta. A mediados de 1970, su poder no era inferior al atesorado por los señores de Wall
Street.

Aunque con el transcurso de los años llegó a suprimirse la ceremonia de ingreso de los nuevos
mafiosos, durante bastante tiempo formó parte de la leyenda de Cosa Nostra. El rito comenzaba
en presencia del Padrino, quien, con la sangre del candidato a gangster, obtenida con un
pinchazo en un dedo, mojaba la imagen de Santa Rosalía, patrona de Palermo, y procedía a
quemarla después. Las cenizas las depositaba entre las manos del neófito, quien pronunciaba el
siguiente juramento: "Juro lealtad a mis hermanos; no traicionarlos nunca y socorrerlos
siempre. Si no lo hiciera, que sea quemado y reducido a cenizas como esta imagen". Desde ese
momento, el juramentado estaba comprometido con toda clase de vendetta o ajuste de
cuentas, bien contra los enemigos de la Mafia, bien contra los clanes mafiosos rivales. Contra
todo pronóstico, el voto de silencio no es patrimonio exclusivo de la Mafia; baste, si no,
recordar Cazador de policías, libro biográfico del ex agente del Departamento de Policía de
Nueva York Vincent Murano. El "muro azul" funciona entre los policías norteamericanos para
encubrir los crímenes perpetrados en los cuerpos de seguridad.

No todo el monte es orégano; tampoco EEUU para los inmigrantes sicilianos. Hacinados en
barrios periféricos de Nueva York o Chicago, pronto buscaron el trampolín de Cosa Nostra. Las
extorsiones, los asesinatos por encargo, el contrabando de bebidas alcohólicas, las apuestas
clandestinas y los préstamos con usura a los propios italianos formaron parte de un
conglomerado económico al margen de los negocios tradicionales. El FBI nació para responder a
la grave amenaza de Cosa Nostra.

Joe Petrosino no emuló a muchos de sus compatriotas e ingresó en el Departamento de Policía


de Nueva York. Según algunos detenidos, practicaba la tortura como sistema de interrogatorio.
En 1909, bajo la identidad falsa de Simone Velletri, viajó a Sicilia con la idea de convencer a las
autoridades locales de cooperar más activamente con la policía norteamericana. No regresó a
EEUU porque Don Vito Cascio Ferrero lo despidió del mundo en los muelles de Palermo. Muchos
enfrentamientos mantuvo Cosa Nostra con la policía de las principales ciudades
norteamericanas. Pero también han sido numerosas las denuncias hechas sobre determinadas
complicidades entre ambos gremios. Incluso el mismísimo Edgar J. Hoover, director del FBI
durante más de un siglo, murió bajo la sospecha de haber coqueteado con ciertos jefes de Cosa
Nostra.
El primer gran padrino de Cosa Nostra en Nueva York nació de la guerra entre sendas bandas de
sicilianos y napolitanos. Después, a Ignazio Saietta lo sustituyó Giusseppe Masseria, más
conocido como Joe the Boss. La fama de Masseria pronto se vio perturbada por gente con savia
nueva: Gambino, Luciano, Costello, Lucchese, Bonanno, Anastasia. Pero ninguno tan peligroso
en aquella época como Salvatore Maranzano, enviado por Don Vito Cascio Ferro para dominar
Cosa Nostra. En 1931, Lucky Luciano propuso a Maranzano liquidar a Masseria. Dio su visto
bueno porque Masseria ya lo había incluido en la nómina de gente a despachar. Poco después, y
durante un banquete multitudinario, Maranzano se proclamó jefe de todos los jefes. Dividió
Nueva York entre cinco familias (Bonanno, Lucchese, Colombo, Mangano -en 1957 tomó el
nombre de Gambino- y Genovese) e implantó la unidad y la colaboración entre las veinticuatro
familias existentes en Norteamérica para cubrir las necesidades de todos los italianos. Pero no
confesó un objetivo inmediato: quitar del medio a Lucky Luciano. "Mantén los ojos abiertos
porque es duro de roer", le dijo Josep Valacchi a Maranzano. Aun así, picó el anzuelo tendido
por Lucky Luciano acudiendo al restaurante Nuova Villa Tammaro, donde, Genovese, Anastasia,
Siegel y Adonis le quitaron la vida mientras Lucky Luciano, a medio comer, se había disculpado
un momento para echar una meada. Maranzano no duró ni cinco meses como rey del hampa en
Nueva York.

Con el advenimiento de Lucky Luciano como jefe de hecho de todos los jefes (abolió el cargo),
refundó el sindicato del crimen con la participación de las bandas de judíos e irlandeses por su
vieja relación con ellas. Lucky Luciano dio un giro radical a la estructura mafiosa en EEUU
creando una comisión u órgano de gobierno colegiado. La influencia de Cosa Nostra hizo escalar
peldaños antes inimaginables a ciertos prebostes de la Honorable Sociedad. El dinero de muchas
campañas electorales salió de las arcas mafiosas e incluso Lucky Luciano jugó un papel decisivo
durante la II Guerra Mundial, cuando los norteamericanos requirieron la colaboración de la
Mafia contra las tropas de Hitler.

Otro hombre descollante en Cosa Nostra ha sido Al Capone. Tras la promulgación de la Ley Seca,
Jim Colosimo, jefe indiscutible del crimen organizado en Chicago, mantuvo una reunión con
Torrio y Al Capone para establecer las bases de la producción, transporte y venta de whisky y
ginebra clandestinos, un negocio de pingües beneficios a pesar de las incautaciones y las bajas
producidas durante los enfrentamientos con la policía. Primero Colosimo y después Torrio,
abandonaron el mundo de forma precipitada, y Al Capone dio un salto hacia la fama en EEUU.
Su recuerdo subsiste aún en Chicago, Nueva York, Dallas. Murió varios años después de ser
condenado como defraudador de impuestos. El FBI jamás pudo demostrar sus otras actividades
delictivas.

Encarcelado Lucky Luciano (por dirigir una red de prostitución) y huido temporalmente Vito
Genovese, Frank Costello brilló con luz propia durante varios años. Lo apodaban "Primer
Ministro del Hampa" por sus fraternales relaciones con gobernantes, jueces, policías y
banqueros. Gozaba con la posesión de diamantes, coristas de lujo y automóviles blindados.
También asesorando al director del FBI en las apuestas de caballos. En 1951, el senador Kefauver
denunció la connivencia entre Cosa Nostra, los políticos y las corporaciones de Wall Street. La
jefatura de Frank Costello (asesinado por mandato de Vincent Gigante siguiendo a su vez las
órdenes de Anastasia y Genovese) coincidió más o menos en el tiempo con las operaciones de
Murder Inc (Homicidas Anónimos), un grupo de sicarios al servicio de cualesquiera de las
veinticuatro familias de Cosa Nostra. Se anunciaba sin cortapisa por doquier: "Servicio eficaz;
máxima discreción. Aceptamos encargos en cualquier Estado". Usaban veneno, puñales, armas
de fuego, las profundidades del mar, gasolina. El FBI andaba detrás de Anastasia, máximo
responsable de Homicidas Anónimos, para mandarlo a la silla eléctrica, pero el mafioso hubo de
contentarse con la silla de la barbería del hotel Park Sheraton, donde unos matones enviados
por Genovese lo dejaron frito.

Durante años, los hombres de Anastasia habían sembraron el pánico entre los estibadores
díscolos de los muelles de Brooklyn, remisos a la hora de pagar una comisión por la carga y
descarga de los barcos. Un hermano de Anastasia también ostentaba la vicepresidencia del
sindicato ILA (Asociación Internacional de Estibadores). Precisamente por la influencia de Cosa
Nostra sobre la marcha del puerto de Nueva York, en 1942, aprovechando el riesgo latente de
los submarinos alemanes, los hermanos Anastasia urdieron una treta para liberar a Lucky
Luciano, encarcelado desde 1936. Provocaron un incendio a bordo de uno de los barcos
atracados y las autoridades no dudaron en negociar la seguridad de las instalaciones portuarias
con el sindicato del crimen. Lucky Luciano recuperó la libertad y fue deportado a Sicilia, donde
jugó una misión decisiva coadyuvando en el desembarco de las tropas aliadas.

Después de la desaparición de Frank Costello, y preso Vito Genovese por la traición de Carlo
Gambino, la familia creada por Lucky Luciano dejó de ser la más importante dentro de Cosa
Nostra y cedió el testigo a la familia Gambino, dirigida por Mangano hasta su muerte, en 1931
(ordenada por Anastasia), y por el mismo Anastasia hasta 1957, asesinado tras la conspiración
de Gambino y Genovese. El relevo en la jefatura de la vieja familia Mangano coincidió con su
cambio de nombre. Don Carlo Gambino es sin duda, en la historia de la mafia
italonorteamericana, la personalidad más brillante tanto por su inteligencia como por la
cantidad de poder atesorado. En 1958, sólo Don Vito Genovese, su aliado en la desaparición de
Anastasia, amenazaba los planes de Gambino. Pero Don Carlo no lo dudó ni un instante y dio el
chivatazo al Departamento de Policía de Nueva York. Genovese no salió vivo de la cárcel tras
violar la Ley de Control de Narcóticos, aunque antes sufrió una nueva traición: Joseph Valacchi
declaró en su contra ante la Comisión Senatorial McClellan.

La Mafia tiene un lema sagrado: "Apoyar a quienes ostentan el poder o van a ostentarlo".
Leyenda o realidad, subsiste la sospecha (cada vez menos sospechosa) del coqueteo entre la
familia Kennedy y Cosa Nostra. Lo denunció en un libro uno de los sobrinos de Sam Giancana,
antiguo jefe de la Mafia en Chicago, quien presuntamente financió la campaña electoral del
primogénito del clan Kennedy. Sin embago, tanto desde la presidencia del Gobierno como desde
la Fiscalía General del Estado, los hermanos John y Robert declararon la guerra a Cosa Nostra
nada más asumir sus respectivos mandatos. Robert Kennedy transmitió al director del FBI una
lista de los mafiosos perseguibles con urgencia: San Giancana; Santos Trafficante (jefe de Cosa
Nostra en Tampa y La Habana, respectivamente); Josep Profaci (jefe de la familia Colombo);
Tommy Lucchese (Nueva York); John Scalish (Cleveland); Josep Civello (Dallas); Carlo Gambino
(Nueva York); Frank de Simone (California); Frank Majuri (Nueva Jersey); Carlo Marcello
(Lousiana y Texas); Angelo Bruno (Philadelfia). Todos iban detrás del nombre de Jimmy Hoffa,
presidente de la Hermandad Internacional de Camioneros y estrechamente vinculado a Cosa
Nostra. Pero su desaparición no le costó ni un centavo al Departamento del Tesoro porque
"Tony el Griego", lo dejó sin aliento por encargo de San Giancana.

En 1961, los tribunales de justicia condenaron a más de setenta gángsteres; en 1962 se duplicó
la cifra y en 1963 se triplicó. Los hermanos Kennedy representaban un quebranto para la
seguridad de Cosa Nostra. La muerte de ambos se convirtió en un objetivo de máxima prioridad,
aun cuando un par de años antes, según las conclusiones del Comité Church, la Mafia y el
Gobierno norteamericano habían planeado amistosamente matar a Fidel Castro Ruz. El
magnicidio del presidente Kennedy es un tema oscuro todavía. ¿Por qué Jack Ruby, brazo
derecho de San Giancana en Dallas, eliminó a Lee Harvey Oswald, agente de la CIA y cabeza de
turco en el atentado contra Kennedy? ¿Mantuvo San Giancana una entrevista con Nixon y
Johnson a cuenta de la necesidad de matar al presidente? Las revelaciones de los detectives
privados Fred Otash y John Danoff, contratados por Jimmy Hoffa para grabar las confidencias de
Robert Kennedy a Marilyn Monroe, su amante, pusieron en un brete la presunta honorabilidad
de los hermanos Kennedy en su guerra contra la Mafia. Incluso San Giancana, colaborador a su
vez de la CIA, acusó a la Agencia Central de Inteligencia de haber asesinado a Marilyn Monroe
con un supositorio de Nembutal (más efectivo porque no dejaba rastro en el estómago ni en el
riñón) para evitar el riesgo de una explosiva declaración por su parte sobre las confidencias del
fiscal general del Estado. Lionel Grandison, entonces juez del condado de Beverly Hills, ha
reconocido haber recibido presiones para falsear las causas de la muerte en el certificado de
"suicidio".

Mientras Don Carlo ("Don Vito Corleone" en la película El Padrino) iba construyendo su vasto
imperio, Lucky Luciano, residente en Sicilia desde la deportación, continuaba presidiendo la
comisión de gobierno del Sindicato Nacional del Crimen Organizado. En Nápoles, lo entrevistó
John H. Davis, oficial de la VI Flota y más tarde autor de La Dinastía Mafia. Lucky Luciano
transitaba en la ciudad como Pedro por su casa, a pesar de su añoranza constante de Nueva York
y la frustración de haber perdido los casinos en La Habana tras la victoria de la revolución de los
barbudos. Igea, una hermosa milanesa casi treinta años más joven, trataba de consolarlo
envolviéndolo en las redes del amor. Pero los sentimientos y los negocios no son incompatibles
y Lucky Luciano continuaba exportando a EEUU la heroína procedente de Oriente Medio. Con
algo más de sesenta años de edad, aunque con un pie ya buscando la otra vida por su mala
salud, recibió una propuesta de Martin Gosch, ex guionista de Hoolywood, para filmar una
película sobre la Mafia. Aceptó de inmediato, pero no contaba con la oposición de Genovese,
Bonanno, Lucchese y Gambino. Lucky Luciano perdió la asignación de 25.000 dólares mensuales
y ganó una oferta de asesinato. Un infarto, en 1962, lo salvó de la peor suerte para quien hizo de
Cosa Nostra un mito imperecedero. Sus honras fúnebres no desmerecieron las de cualquier
monarca europeo.
Gambino, tras la boda de su hija con un vástago de Thomas Lucchese, hincó el diente a la familia
Lucchese. Después también consiguió el control de la familia Colombo, precisamente
maniobrando en beneficio del nombramiento de Josep Colombo como jefe (más tarde dio la
orden de asesinarlo por no compartir sus excentricidades como predicador de la Liga
Italonorteamericana de los Derechos Civiles, sermones contrarios a la personalidad discreta de
Gambino). La muerte en prisión de Vito Genovese hizo posible la extensión del dominio de Don
Carlo a la familia Genovese. En 1970, a Gambino únicamente le quedaba por manejar la
pequeña familia Bonanno, dirigida entonces por Carmine Galante (muerto pocos años más tarde
por enfrentarse a Paul Castellano, cuñado y sucesor de Don Carlo). Gambino tuvo el privilegio de
fallecer de muerte natural, hecho infrecuente entre los jefes de Cosa Nostra. Su desaparición
dejó consternado a los habitantes neoyorkinos de Pequeña Italia, donde, en el café Biondo, Don
Carlo solía escuchar las quejas y peticiones de sus compatriotas. Miles de italianos estaban en
deuda con el Padrino.

Como todo gangster de reputación, Paul Castellano amaba viajar en limusina; residir en una
mansión y tener dinero a espuertas. Nunca llevaba encima ni una modesta pistola del calibre 22.
Pero no dudaba ni un segundo en ordenar cualquier asesinato cuando las palabras no
significaban nada. Su medio natural se situaba entre distinguidos empresarios o leyendo The
Wall Street Journal. Varias sociedades relevantes de Nueva York pasaron a manos de la familia
Gambino gracias a su poder de infiltración en el mundo de la economía legalizada. Una diabetes
mal curada lo dejó impotente cuando aún no había coronado la edad de sesenta años. Pero la
enfermedad no iba a ser la causa de su muerte. John Gotti, Frank DeCicco y Salvatore Gravano
decidieron mover ficha. Jaque mate al jefe. Paul Castellano murió acribillado mientras entraba
en el restaurante Sparks Steak House.

Según John H. Davis, los ingresos de Cosa Nostra, sólo en Nueva York, sumaban 500 millones de
dólares a la muerte de Paul Castellano. El negocio no iba a decrecer en los siguientes años. John
Gotti, nuevo jefe de la familia Gambino, tampoco cultivaba la ociosidad. A través de un
conglomerado de empresas fantasmas y la sumisión de los sindicatos, controlaba un sinfín de
sectores económicos, desde la construcción hasta la recogida de basura pasando por la
hostelería, el transporte, la prostitución y la industria textil. Por si fuera poco, logró salir
absuelto en un juicio por asociación con el crimen organizado. La fama como persona ejemplar
se disparó aún más. Sin embargo, tanto derroche publicitario no gustó a los jefes del resto de las
familias de Nueva York. Vincent Gigante, jefe de la familia Genovese, insinuó la posibilidad de
mudarlo de galaxia. El FBI descubrió la conspiración y John Gotti pasó a ser un protegido de la
Administración de Justicia norteamericana hasta la celebración de un nuevo juicio por asesinato.
También salió indemne de la acusación, pero el apuesto mafioso ya no contaba con la fidelidad
de Salvatore Gravano, primero su consejero y después su lugarteniente. "Sammy the Bull",
apodo de Gravano, lo acusó de haber ordenado la muerte de Paul Castellano. La noticia corrió
como un reguero de pólvora. Salvatore, frío como un témpano y robusto como un toro, pactó la
delación y destrucción de la familia Gambino a cambio de cumplir sólo cinco años de prisión.
"¿Por qué lo hizo?", le preguntó una periodista de la cadena de televisión ABC. "Porque John
pensaba traicionarme. Es un maestro del doble juego, pero esta vez perdió", dijo "Sammy the
Bull" mirando fijamente a los ojos de Diane Sawyer. Salvatore Gravano ingresó en Cosa Nostra
con apenas 21 años de edad. El dinero, las mujeres, los automóviles, el honor y la fraternidad
influyeron en la decisión de convertirse en gangster. Hoy, recuperada la libertad, también ha
escrito un libro sobre sus andanzas en Cosa Nostra. John Gotti no ha necesitado leerlo para
ofrecer un millón de dólares por la cabeza del "pájaro" cantarín.

SEGUNDA PARTE

La mafia siciliana nunca permaneció desconectada de Cosa Nostra, pero después del regreso de
Lucky Luciano, tanto la isla como Nápoles (manantial también de la Camorra), cobraron un
enorme prestigio. En la II Guerra Mundial, tras la victoria de los aliados en Túnez, último bastión
del III Reich en África, el siguiente objetivo no podía ser otro: Sicilia, cabeza de puente hacia
Roma. La flota norteamericana estaba compuesta por centenares de barcos. El general Patton
mandaba el VIII Ejército. El 15 por ciento de las tropas de asalto llevaba sangre de origen
siciliana; también el germen de Cosa Nostra. El desembarco no constituyó ningún riesgo, salvo la
tormenta desatada la noche anterior. En cada rincón de Sicilia o a la vuelta de cada esquina,
muchos antiguos emigrantes en Nueva York o Chicago, saludaban: "¡Vivan los aliados! ¡Viva la
Mafia!".

Los norteamericanos liberaron a los gángsteres presos y la mayoría de ciudades cayeron en


manos de alcaldes mafiosos, como Don Calogero Vizzini, cacique de Villalba, o Serafino de Peri,
máximo responsable del ayuntamiento de Bologueta y terror de Nápoles durante varios años. La
Iglesia bendijo tales nombramientos. Los norteamericanos incluso llegaron a coquetear con la
idea de apoyar la independencia de Sicilia gracias al anticomunismo de la Mafia. Pero no
estaban solos en los manejos internos. Sir William Sthepherson, italiano de origen y teniente
coronel de la Sección de Operaciones Especiales del Ejército británico, se hizo cargo de organizar
y adiestrar a los sicilianos en técnicas de guerrilla y sabotaje. Muchos de aquellos reclutados
también formaban parte de la Mafia. Pero no Salvatore Giuliano, un contrabandista joven,
valiente, impetuoso y semejante a Robin Hood: robaba a los ricos para repartir el botín entre sus
familiares, amigos y vecinos. Tras ser nombrado coronel por el Servicio Militar de Información,
mantuvo a raya a dos divisiones alemanas sólo con una dotación de doscientos hombres.
También soñaba con la separación de Sicilia del resto de Italia, y su banda integró el Movimiento
Independentista Siciliano. Feroz anticomunista, mandó una carta al presidente Truman
deseando convertir a Sicilia en un Estado más de USA para "preservarla de la terrible Rusia". El 1
de mayo de 1947, su banda, apostada en las montañas cercanas al valle de Portella della
Ginestra, donde se concentró un gran número de campesinos para festejar el Día del Trabajo,
abrió fuego. Murió una docena de personas. Giuliano, convertido en fugitivo de los tribunales de
justicia, inexperto en política y traicionado por la Mafia (fiel aliada de la Democracia Cristiana),
cayó abatido cuando no contaba aún treinta años.

Tras finalizar la II Guerra Mundial, la Mafia se convirtió en un Estado dentro del Estado. Sus
tentáculos ya no abarcaban sólo a Sicilia, sino casi a toda la estructura económica de Italia, y de
usar escopetas de cañones recortados, pasó a disponer de armamento más expeditivo:
revólveres del calibre 357 Magnum, fusiles lanzagranadas, bazokas, cargas explosivas. La Mafia y
otras sociedades secretas del crimen organizado formaron un sistema de vasos comunicantes.
En la Logia Masónica P-2, representada por el gran maestre Licio Gelli, había parlamentarios,
ministros, generales, jueces, policías, banqueros, aristócratas, mafiosos. En 1993, cinco ex
presidentes de Gobierno, un montón de ministros y más de 3.000 políticos y empresarios fueron
acusados, procesados o condenados por corrupción y asociación con la Mafia. Uno de los
implicados en el "Maxiproceso", Francesco Madonia, hubo de resignarse con la requisa de 250
cuentas bancarias, 200 edificios, 60 empresas, 265 automóviles, 45 fincas rústicas y varios yates.
El jefe de la Democracia Cristiana, miembro de la Honorable Sociedad, cayó abatido tras la
confirmación de la sentencia multitudinaria. Se trataba de un mensaje de la Mafia al viejo
Andreotti, ex presidente del Gobierno, por no impedir la encarcelación masiva de sus miembros.
La Mafia no perdona nunca, como ya no podrán atestiguar los banqueros Michele Sindona y
Roberto Calvi, dos magos de las finanzas del Vaticano, la Mafia y otras instituciones de Italia.
Abandonaron la tierra sin oposición de la medicina por un arrebato de codicia: quisieron
apropiarse del dinero de la Mafia.

La mitad de los ingresos de la Honorable Sociedad procede de los asuntos criminales, y el resto
de los negocios y empresas sin mácula: almacenes, fábricas, minas de oro, navieras, casinos.
Hasta FIAT ha contribuido al engrandecimiento de las arcas de la Mafia tras instalar una factoría
en San Nicolás de Melfi, donde hubo de abonar la correspondiente comisión para no sufrir
ningún percance. Incluso el mármol de las canteras del municipio almeriense de Macael ha de
competir con el obtenido en Carrara, propiedad de la Honorable Sociedad. Las fraudulentas
adjudicaciones de obras y servicios son la esencia de la Mafia, como sucede en no pocos
rinconcitos de nuestro bello planeta: España, México, Colombia. A la vista del tejido social bajo
control de la Honorable Sociedad, quizá no sea exagerado calcular en cientos de miles de
personas las ocupadas en toda clase de negocios respetables dentro y fuera de Italia. Seguir el
rastro del dinero blanqueado hasta hoy por la Mafia ha sido una misión imposible. Según la
periodista Claire Sterling, la investigación del caso "Pizza Connection" (como se conoció a
mediados de los años ochenta la red norteamericana de "French Connection"), apenas dio
resultado.

Tras el desmoronamiento del Pacto de Varsovia y la desintegración de la URSS, la Mafia ha dado


un paso más adelante en la globalización del crimen organizado. El estado de bancarrota, la
corrupción y el capitalismo salvaje dentro de los antiguos países "comunistas", han permitido la
expansión de la Honorable Sociedad más allá de los límites hasta hace poco establecidos por la
extinta división del mundo en dos bloques políticos antagónicos. De un tiro, la Mafia ha cazado
dos pájaros: cobertura para el dinero negro y posibilidad de nuevas inversiones. Los sicilianos,
como también han hecho las demás sociedades secretas del hampa internacional, han
comprado todo cuanto han encontrado en el camino desde la caída del Muro de Berlín: armas,
bonos del Estado, municiones, restaurantes, discotecas, estudios de cine, hoteles, agencias de
viaje, casinos, empresas de transporte, medios de comunicación, fábricas de automóviles,
yacimientos de petróleo, partidos políticos, militares del KGB, equipos de fútbol. Desde Rusia sin
honor. Los mafiosos del mundo, con la complicidad de políticos corruptos y delincuentes
nacionales, han conseguido blanquear una inmensa fortuna valiéndose de sociedades
interpuestas y otros cambalaches. El resultado ha sido la puesta en circulación dentro del
circuito financiero internacional de un montón de dinero ajeno a cualquier sospecha. "La capital
del crimen organizado está en Rusia", ha dicho el presidente de la Comisión Parlamentaria
Antimafia de Italia.

La descomposición del bloque "comunista" ha supuesto un duro revés en la guerra contra la


delincuencia organizada, fundamentalmente contra la producción, comercio y venta de drogas
estupefacientes, máxime por la estrecha relación entre la Mafia y los carteles colombianos para
repartirse una parte del mercado europeo de la cocaína. A principios de 1992, gracias a la
detención de Bettina Maartens, la policía de EEUU, Canadá, Gran Bretaña, Italia, España,
Colombia, Islas Cayman y Costa Rica llevaron a cabo la operación "Green-Ice", bajo la
coordinación de la DEA. Fueron arrestados todos los mafiosos asistentes a la segunda junta de
colombianos e italianos y Scotland Yard confiscó una gran cantidad de dinero en una caja de
seguridad de un banco londinense. Entre los detenidos se hallaba Carlos Rodríguez Polonia-
Camargo, inspector general del Banco Central de Colombia y representante del Gobierno en
materia de drogas. Lo acusaron de ser el consejero de finanzas de Gilberto Rodríguez Orejuela,
jefe de uno de los carteles colombianos de la cocaína. Siete de los circuitos de blanqueo de
dinero del consorcio del hampa quedaron al descubierto.

La Mafia, lejos ya el respeto y la inviolabilidad del código de silencio, ha sufrido contratiempos


como su homónima en EEUU. Las deserciones y chivatazos han descubierto parte de sus
entresijos. Pero ninguno de los "arrepentimientos" han sido tan espectaculares como los
protagonizados por Don Masimo Tommaso Buscetta (antiguo capo de la familia Corleone, cuya
confesió dio lugar al "Maxiproceso") y por Giovanni Brusca, nieto de Don Emanuele (viejo aliado
de Salvatore Giuliano).

Los Corleoneses asentaron su dominio sobre las demás familias sicilianas después de la guerra
habida entre las mismas a principios de los años ochenta. Murieron más de mil gángsteres
acribillados, degollados, quemados, devorados por los cerdos, estrangulados, descuartizados.
Pero nunca llueve a gusto de todos y el asesino de los jueces Falcone y Borsellino, Giovanni
Brusca, ex lugarteniente de Salvatore "Totó" Riina, jefe de la familia Corleone desde la
sustitución de Luciano Leggio, ha elegido la cooperación para desmantelar a la Honorable
Sociedad en vez de morir de viejo en la cárcel. Las autoridades italianas han puesto en práctica
las usuales medidas de seguridad: nuevo nombre, vigilancia continua y dinero para no vivir con
apuros. Salvatore "Totó" Riina, recluido en prisión hasta la hora de presentarse ante San Pedro,
ya ha dado la orden: "¡Metan a ese cerdo en un bidón con ácido!".

CARTELES SUDAMERICANOS DE LA DROGA

En los albores del siglo XXI, la miseria en América Latina; la degradación de la sociedad
norteamericana; el afán de lucro de los carteles mexicanos y colombianos de la droga y la
corrupción han hecho de la producción, venta y consumo de sustancias estupefacientes el
principal escollo de la política criminal de una buena parte de la tierra.

Algunos mafiosos como Rafael Caro Quintero, legendario miembro del cartel de Guadalajara, o
Pablo Escobar Gaviria, convertido de ratero en diputado, han sido cuasi venerados por
campesinos y gente humilde como benefactores de la sociedad. El precio injusto de los
productos agrícolas tradicionales de América Latina; las trabas impuestas por EEUU a la
importación de los mismos y la desidia de los gobernantes nacionales frente a los intereses
norteamericanos han propiciado la gestación de las organizaciones criminales. Carlos Lehder
Rivas, fundador del Movimiento Cívico-Latino Nacional y editor del diario Quindío Libre,
pregonaba que la exportación de cocaína a EEUU era una manera de luchar contra el
imperialismo. El drama no es pequeño. No hace mucho tiempo, el analista político Hernando
Gómez Buendía, dijo: "Los colombianos tenemos un dilema: estar a favor del imperio y la moral
en la guerra contra la exportación de drogas o situarnos del lado de la corrupción y la patria".

Hasta 1970, la frontera sur de EEUU sólo estaba amenazada por los contrabandistas; los
traficantes de marihuana y las repetidas oleadas de "espaldas mojadas" (emigrantes mexicanos
clandestinos). Pero a raíz de la prohibición en Turquía del cultivo de la planta adormidera, cuya
producción alimentaba a 90.000 familias, la ruta de la droga Estambul-Marsella-Sicilia quedó
fuera de servicio. Aparte de Hong Kong, donde comenzó a refinarse la morfina procedente de
China para ser enviada luego a Holanda (centro de operaciones en Europa del tráfico de
heroína), México también sirvió de recambio a los laboratorios de Marsella donde hasta
entonces se había transformado la morfina procedente de Turquía y Saigón, cuyo embarque
hacia EEUU pasaba por Sicilia.

Jaime Herrera Nevares, un rico hacendado y ex funcionario de la Policía Judicial de Durango,


cuya flota de camiones cruzaba México en todas las direcciones, emergió como gran proveedor
de la droga. Dos traficantes más completaban el organigrama del sustituido eslabón de "French
Connection". Se trataba de Pedro Avilés Pérez y Alberto Sicilia Falcón, respectivamente, para
quienes trabajaba Juan Ramón Matta Ballesteros, más tarde socio de Miguel Angel Félix
Gallardo, jefe del importante cartel de Guadalajara y antiguo guardaespaldas del gobernador del
Estado de Sinaloa.

La situación estratégica de México y la complejidad de la guerra contra las organizaciones


suministradoras de drogas influyó en la creación de la DEA. Corría el año 1973 y las autoridades
de un lado y otro de la frontera sellaron un convenio para destruir todas las plantaciones de
adormidera en Sierra Maestra. Durante dos o tres años, la represión contra la droga también
sirvió de pretexto a la policía mexicana para torturar a los disidentes políticos y campesinos
rebeldes. El creciente malestar de la sociedad mexicana por la pretensión de EEUU de rebajar el
precio del gas importado desde las refinerías situadas al sur de Río Bravo, derivó en el fin de la
colaboración entre ambos gobiernos. En 1978, los aviones utilizados por la DEA para fumigar las
tierras productoras de opio abandonaron México definitivamente. Para entonces, los jerarcas de
la delincuencia organizada y los mafiosos de Colombia ya trabajaban de mutuo acuerdo.
La expansión del negocio de la cocaína se produjo como resultado de la corrupción generalizada
tanto en México como en Colombia (donde aún no es difícil vencer la endeble voluntad de
ministros, diputados, alcaldes y policías); por la connivencia de ciertos bancos a la hora de
blanquear el dinero y también por la gran dotación e infraestructura de las organizaciones
mafiosas: aviones, barcos, sistemas de comunicación, etcétera. Por supuesto, no menos
importante ha sido el trabajo desarrollado por sus gabinetes jurídicos y servicios de información,
donde incluso hay graduados por la Universidad de Harvard.

Una de las clásicas rutas aéreas de la cocaína iba desde la frondosa Sierra Nevada de Santa
Marta hasta Cayo Norma, un islote del archipiélago de Bahamas, tras repostar en cualesquiera
de las pistas de aterrizaje improvisadas por los carteles mexicanos. Aparentemente, Cayo
Norman se trataba de un refugio turístico visitado por centenares de yates y avionetas, pero en
realidad jugaba un papel determinante como catapulta de la droga hacia las costas de Florida.
Carlos Lehder Rivas, el hombre del cartel de Medellín en EEUU, figuraba como propietario.
Varios procedimientos abiertos en los tribunales de justicia norteamericanos y la presión del
Gobierno de Washington sobre las autoridades de Nassau provocaron la huida del gangster
sudamericano y dueño de la empresa International Durch Ressources, fundada en Hamburgo,
pero con domicilio fiscal en las islas Bahamas.

En Colombia se reunió con los demás jefes del cartel de Medellín, Jorge Luis Ochoa Vázquez (hijo
del ganadero Fabio Ochoa Restrepo) y Pablo Escobar Gaviria, dueño de la finca "Hacienda
Nápoles", donde coleccionaba jirafas, elefantes, hipopótamos. A principios de 1980, Escobar
Gaviria ya se había convertido en uno de los terrícolas más adinerado. Construyó un hospital y
cientos de viviendas para la gente sin recursos. Compró un equipo de fútbol y consiguió ser
alabado hasta por Darío Castrillón de Pereira, secretario del Consejo Espicopal Latinoamericano.
Después de la firma del tratado de extradición entre Colombia y EEUU, el diputado Escobar
Gaviria se opuso radicalmente porque violaba la soberanía nacional. Evidentemente, el convenio
signado por el presidente colombiano Julio Cesar Turbay Ayala perjudicaba a los jefes del cartel
de Medellín, reclamados por las autoridades norteamericanas por ser los responsables del 80
por ciento de la fabricación de cocaína. El primer asalto entre los gángsteres y el Gobierno se
saldó con la muerte de Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia. No obstante, la noticia de la
financiación de su campaña electoral dentro del Partido Liberal (recibió presuntamente 12.000
dólares del crimen organizado) ha empañado su imagen de feroz detractor de los carteles de la
droga.

Menos Carlos Lehder Rivas, extraditado a Florida en 1987, donde iba a ser enjuiciado,
condenado y encarcelado en la prisión de Jacksonville, el resto del clan de Medellín emigró a
Panamá, feudo de Manuel Antonio Noriega Morena, comandante supremo del Ejército y agente
de la CIA. No perturbó ni un momento a los recién llegados. Años más tarde, cuando el general
panameño dejó de servir con fidelidad a sus amos de Langley, en Virginia (sede de la CIA), las
tropas norteamericanas invadieron Panamá. Nadie tiene la menor duda sobre cuál será su
epitafio: "Tras ser capturado, sentenciado y encarcelado por tráfico de drogas, murió en una
cárcel de EEUU sin haber pisado nunca más la calle".
¿Plata o plomo? Semejante tarjeta de presentación de los mafiosos mexicanos ha empujado a
muchos jueces, alcaldes y policías a escoger la vida sin apuros. México es una de las más
duraderas tramas de corrupción y delincuencia organizada sobre la faz del planeta. Luchar
contra el gangsterismo en aquella nación es apuntar contra la cúspide misma del Estado. Cuando
Enrique Camarena llegó a México, los traficantes de droga campaban por sus respeto en las
oficinas de la Dirección Federal de Seguridad. Todos estaban al cabo de la calle sobre cualquier
tipo de información compartida por el agente de la DEA y los mandos policiales. Rafael Caro
Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Manuel Salcido Uzeta, Miguel Ángel Félix Gallardo, José
Contreras Subia, Juan Esparragoza Moreno y demás gángsteres de Tijuana, Guadalajara y Juárez
no escatimaban dinero ni lujosos regalos a sus privilegiados soplones. Muchos policías también
han sido utilizados como vigilantes de seguridad en las plantaciones de marihuana y
adormideras.

Migel Ángel Félix Gallardo, miembro del omnipresente cartel de Guadalajara, pronto estuvo en
el objetivo de las investigaciones de Camarena. La DEA sospechaba desde hacía tiempo de la
cooperación entre Félix Gallardo y el cartel de Medellín para suministrar cocaína a los
distribuidores de la costa occidental de EEUU. El agente de la DEA estuvo recopilando
información durante dos o tres años hasta descubrir el organigrama completo del cartel de
Guadalajara (Caro Quintero, Fonseca Carrillo, Esparragoza Moreno). Pero su gran hallazgo
consistió en demostrar la complicidad de ciertos funcionarios del Gobierno sandinista con los
traficantes de drogas colombianos en la utilización de pistas de aterrizaje, hangares y
laboratorios. La CIA se metió por medio y provocó la caída de Barry Seal, antiguo comandante
de la TWA y quizá el piloto más cualificado del cartel de Medellín. Cobraba una fortuna por cada
transporte de cocaína. Lo detuvieron en Norteamérica en 1983. Diez años de cárcel o
"arrepentimiento". Decidió colaborar con la DEA para sentar en el banquillo de los acusados a
todos los jerarcas de la organización colombiana. Las antiguas rutas aéreas estaban "quemadas"
y el cartel de Medellín había conseguido la utilización de ciertos aeródromos nicaragüenses para
reabastecer a los aviones con destino a Luisiana. Barry Seal empuñó los mandos del avión C-123-
K y despegó rumbo hacia el aeropuerto Los Brasiles, donde, con una cámara oculta instalada por
la CIA, fotografió cómo un oficial del Ejército de Nicaragua y varios soldados ayudaron a Pablo
Escobar Gaviria a cargar los sacos de cocaína. El ansia de Reagan para vincular al Gobierno
nicaragüense en la producción y comercio de la droga echó por tierra la misión de Barry Seal.
Murió acribillado mientras iba conduciendo su Cadillac Fleetwood por las calles de Miami. EEUU
procesó a Jorge Luis Ochoa Vázquez como instigador del crimen, aunque para embrollar más la
situación, la cadena de televisión CBS acusó al Gobierno de Reagan de haber participado en
diversas operaciones de tráfico de drogas para financiar el adiestramiento y suministro del
Frente Sur Antisandinista. Ochoa Vázquez y Escobar Gaviria fueron denunciados como agentes
de la CIA. Los beneficios del "Irangate" (venta de armas a Irán para financiar la guerrilla
contrarrevolucionaria en Nicaragua) sirvieron para enviar varios aviones cargados hasta los
topes con armas, municiones y medicinas. Una de aquellas vetustas aeronaves iba tripulada por
Barry Seal poco antes de morir.
En 1982, Miguel Aldana Ibarra, jefe de la oficina nacional de la Interpol en México, juró cumplir
el cargo de comandante de la Policía Judicial Federal. Bajo su mandato se practicaron muchas
redadas de traficantes e importantes decomisos de drogas, pero Enrique Camarena nunca confió
en aquel pariente del abogado Manuel Ibarra Herrera, director de la Policía Judicial de México.
Jamás se detuvo a ningún "pez gordo" del comercio clandestino de la muerte. El agente de la
DEA solicitó audiencia al presidente de México Miguel de Lamadrid Hurtado porque el nombre
de Aldana Ibarra circulaba como presunto benefactor de una banda de traficantes de cocaína.
Camarena no consiguió hablar con el mandatario de la república porque un grupo de forajidos
consiguió secuestrarlo a tiempo. Murió enterrado vivo tras sufrir múltiples fracturas en el
cráneo, rostro y costillas. Varios policías de Jalisco fueron detenidos como sospechosos de haber
cumplido la orden de los reyes del tráfico de drogas, pero el delegado de la DEA en México
jamás creyó esa versión, máxime cuando Aldana Ibarra dimitió inesperadamente, y José Antonio
Zorrilla Pérez, director de la Dirección Federal de Seguridad, sobornado habitualmente por el
mafioso Rafael Caro Quintero, huyó de México. Mientras los policías mexicanos andaban
rastreando la pista del desaparecido Camarena, otro miembro del cartel de Guadalajara, Miguel
Ángel Félix Gallardo, permaneció refugiado en la finca de Antonio Toledo Corro, gobernador del
Estado de Sinaola.

El asesinato del agente de la DEA provocó una catarata de críticas sobre la imposibilidad de
combatir la delincuencia organizada en México. En los siguientes comicios, Carlos Salinas de
Gortari tomó el relevo del ex presidente de Lamadrid Hurtado. Prometió moral y honradez. Pero
su mandato estuvo marcado por un reguero de corruptelas y ajustes de cuentas dentro del PRI.
Un hermano suyo, socio de Juan García Abrego, jefe del cartel del Golfo, fue procesado por la
muerte de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. Hubo más asesinatos en la
época de Salinas de Gortari. El 14 de mayo de 1993, el arzobispo Juan Posadas Ocampo, azote de
la corrupción y del tráfico de drogas, sufrió un atentado en el aeropuerto de Guadalajara.
Andrew Reding, experto en delincuencia organizada y miembro del Instituto Mundial de la
Policía, denunció la complicidad de la Policía Judicial Federal. Más tarde cayeron abatidos Luis
Ronaldo Coloso (candidato del PRI a las elecciones presidenciales de 1994) y el director de la
policía de Tijuana, demarcación del cartel encabezado por los hermanos Arellano Félix,
precisamente por investigar la posible connivencia del servicio de seguridad de Ronaldo Coloso
en el atentado del candidato a la presidencia de México. En un programa de la televisión
norteamericana, Carlos Hank González, ministro de Agricultura mexicano, fue acusado de
proteger a los amos de la droga en México, cuyo rendimiento superaba en aquella época los
beneficios de la exportación de petróleo.

Tras la huida del traficante Héctor Luis Palma Salazar, con la vista gorda del subdelegado de la
Policía Judicial Federal de Jalisco, la delegada en Chihuahua de la Procuradoría General de la
República, dijo: "El grado de corrupción no tiene precedentes en México".

Salinas de Gortari abandonó la presidencia de México y llegó Ernesto Zedillo Ponce de León.
Nombró jefe de la Policía Federal Judicial a Antonio Lozano Gracia, quien destituyó a más de
setecientos comandantes, subcomandantes y agentes. Un atentado lo dejó fuera de combate.
No mucho después, The New York Times acusó a Jorge Carrillo Olea, ex gobernador del Estado
de Morelos, y a Manlio Fabio Beltrones, ex gobernador del Estado de Sonora, de proteger al jefe
del cartel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes. Esta revelación provocó la detención del general
Jesús Gutiérrez Rebollo, director del Instituto Nacional de Combate contra la Droga. También
Guillermo González Calderoni, jefe superior de la policía, cayó en desgracia mientras Bill Clinton
y Ernesto Zedillo renovaban por enésima vez la promesa de hacer frente a la mafia mexicana de
la droga. Recientemente, Jesús Gutiérrez Rebollo acusó a Adrián Carreras Fuentes, sustituto de
Guillermo González Calderoni, de complicidad con la delincuencia organizada.

Extraditado Carlos Lehder Rivas a EEUU, y asentados en Panamá los principales miembros del
cartel de Medellín, una porción significativa de los laboratorios donde se transformaba la pasta
de coca fueron trasladados a varias regiones de Bolivia, Perú y Ecuador, donde también los
carteles colombianos contaron con la complicidad de gobernantes, policías y militares corruptos.
De todas formas, Colombia no perdió ni una pizca de su triste prestigio como centro
internacional de la droga. Según la revista Time y el diario colombiano El Tiempo, José Guillermo
Medina Sánchez, ex director de la Policía Nacional, y el senador Eduardo Mestre Sarmiento, han
tenido vínculos con Pablo Escobar Gaviria (cartel de Medellín) y Gilberto Rodríguez Orejuela
(cartel de Cali). Germán Bocanegra Cote, antiguo secretario de comercio en el consulado
colombiano de Hamburgo, ha sido condenado por un tribunal norteamericano por tráfico de
drogas; también Orlando Vázquez Velázquez, ex fiscal general del Estado.

En 1986, España repatrió a Colombia a Jorge Luis Ochoa Vázquez y a Gilberto Rodríguez
Orejuela, presos en Madrid desde 1984 tras una orden de busca y captura de las autoridades
norteamericanas, si bien el Ministerio de Justicia no permitió la extradición a EEUU por una
cuestión de procedimiento judicial. Confinado en una cárcel de Cartagena de Indias, Ochoa
Vázquez no tardó mucho tiempo en recuperar la libertad en medio del consiguiente escándalo.
En 1991, y aprovechando la política trazada por el entonces presidente de la república Cesar
Gaviria Trujillo, el jefe del cartel de Medellín se puso a disposición de las autoridades
colombianas. Cinco años de reclusión bastaron para quedar libre nuevamente. Desaparecidos
para siempre de la escena del comercio de la muerte algunos de sus viejos aliados, el futuro de
Jorge Ochoa Vázquez es una incógnita, máxime después del rumor extendido en Colombia sobre
su vinculación con la CIA y con el pacto hecho con la DEA en su momento para capturar a Carlos
Lehder Rivas. Presuntamente, Ochoa Vázquez ha prometido retirarse del tráfico de drogas, pero
sin perder el uso y disfrute del patrimonio atesorado durante años.

Colombia, como México, es un pozo de sorpresas continuas. Recientemente, López Michelsen,


ex presidente del Gobierno, ha sido acusado por Ernesto Samper Pizano, presidente de la
república, de haber recibido dinero de los carteles de la droga para financiar su campaña
política. Pero Samper Pizano tampoco goza de la confianza del Gobierno de Bill Clinton por
haber mantenido en el cargo a tres ministros bajo sospecha. Más información en Nueva
generación de la mafia
SOCIEDADES CRIMINALES ASIÁTICAS

En China son las triadas y en Japón la temible Yakuza. Nacieron como sociedades secretas para
combatir las arbitrariedades de los viejos emperadores del Lejano Oriente, pero con el
transcurso del tiempo degeneraron en organizaciones meramente criminales.

La Sociedad del Loto Blanco ha sido la organización con más raíces en China. Su fundación se
remonta a principios de la Era Cristiana, aunque la Sociedad de la Terna, creada en 1674 por
cinco monjes budistas, es la verdadera madre de las triadas. Su mayor virulencia se desató en las
postrimerías del siglo XIX, cuando se rebeló contra el sojuzgamiento de la dinastía manchú
reinante en China. La Sociedad de la Terna y el Partido Republicano de Sun Yat-Sen consiguieron
destronar al último emperador e instaurar un sistema de gobierno más democrático. Durante
varias décadas, la sociedad embrionaria de la mafia china reunió tanto poder como jamás había
soñado. Pero su incursión en la política y en los negocios terminó por corromperla y dividirla en
varias triadas. Después de la victoria de Mao Tse-Tung, las triadas tomaron asiento sobre todo
en Hong Kong y Taiwan, pero siempre estuvieron presente en todos los destinos masivos de la
emigración china. En 1850, sólo en California, la terna "Cinco Compañías" ya contaba con 35.000
afiliados dedicados a la extorsión de los propios inmigrantes chinos y a las demás actividades
habituales entre las bandas mafiosas: contrabando, tráfico de drogas, prostitución, juegos de
azar, trata de inmigrantes, asesinatos por encargo. Hoy, las triadas han sentado realeza en las
principales ciudades de Norteamérica, Europa y Australia. Sólo en un año, en Alemania lograron
meter 10.000 emigrantes procedentes de China y Hong Kong; en Italia, el cupo de inmigrantes
clandestinos no le anduvo a la zaga. Muchas triadas han abandonado sus clásicas estructuras y
pompas de iniciación. En la cúspide de la jerarquía se halla el presidente de la triada. El tesorero,
el Maestre de Incienso, varios Bastones Rojo y un número variable de miembros ordinarios
completan la organización. El Maestre de Incienso tiene como función presidir la ceremonia de
iniciación. El candidato a miembro ordinario, tras ser instruido en los orígenes de las sociedades
secretas chinas y las consecuencias de la traición entre hermanos, ha de pagar una cuota
simbólica; prestar juramento de fidelidad y sorber un buche de la sangre vertida previamente en
un cuenco por él mismo y por el resto de iniciados en el mismo día. Las triadas ya no usan las
rituales señas de reconocimiento mutuo por temor a ser detectados por la policía. Es un tipo de
mafia extremadamente peligrosa porque no existe coordinación entre las infinitas triadas, y su
enorme dispersión hace muy difícil, no ya la erradicación, sino incluso su seguimiento. Las
triadas y las bandas japonesas se han repartido el control de la prostitución, el juego
clandestino, los préstamos de usura y las extorsiones en San Francisco, Chicago, Philadelfia,
Nueva York y Atlantic City.

Hablar de la Yakuza es hablar del emporio mafioso más grande hoy día. Sus raíces se pierden en
los albores de la sociedad feudal japonesa. La boryokudan se divide en más de 3.000 bandas y
cuenta con casi 100.000 afiliados. Cinco son los principales mandamientos de cualquier
organización criminal japonesa: guardar silencio sobre los secretos de la banda; respetar a la
familia de cualquier miembro de su organización; no robar el dinero de la boryokudan; obedecer
a los jefes mafiosos y no recurrir jamás a las autoridades, salvo para sobornarlas. Las
infracciones se castigan desde la degradación hasta la expulsión o la muerte. Otra de las penas
de los yakuzas, muy popularizada en Occidente gracias al cine, consiste en la amputación de la
falange del dedo meñique. Ha de hacerla el mismo infractor y después ofrecérsela al jefe en
señal de enmienda. Los tatuajes son un símbolo de la pertenencia a cualquier grupo mafioso. Su
origen se basa en la marca hecha en el brazo a los delincuentes en la época medieval. Las
organizaciones yakuzas están estructuradas jerárquicamente. Desde el vértice de la pirámide,
ocupado por un oyabun, hasta la base, formada por los aspirantes a yakuzas (durante meses o
años desempeñan tareas propias de mandaderos), hay múltiples niveles de mando. Los yakuzas
son tan feroces como sus colegas chinos.

A finales del siglo XVII, la delincuencia nipona estaba centrada fundamentalmente en el juego de
azar clandestino y en el comercio de objetos robados o deteriorados (buhonero). Décadas más
tarde amplió el abanico de actividades, no sólo en el crimen organizado, sino relacionándose con
los dirigentes nacionalistas ultraconservadores. Su implicación política quedó sellada cuando
mataron a la reina de Corea previamente a la invasión del territorio por parte de las tropas
japonesas. Durante la II Guerra Mundial, la Yakuza controló sectores económicos tan
estratégicos como la construcción y los transportes. Hoy, sus actividades se hallan divididas por
igual entre los negocios criminales y los de naturaleza lícita. Entre los primeros destacan la trata
de mujeres (asiáticas hacia Occidente y de raza blanca en sentido contrario); el comercio de
relojes falsos; la venta clandestina de carne de ballena y el tráfico de animales en fase de
extinción. Las drogas también forman parte del negocio criminal, así como la corrupción y la
delincuencia de cuello blanco.

Entre los negocios inmaculados, la Yakuza tiene compañías de seguros, bancos, hoteles,
empresas de navegación aérea, periódicos, casinos. Para estudiar e investigar la penetración de
la Yakuza en la economía japonesa no es necesario consultar los informes de la policía, sino los
cuadernillos de inversión y negocios de cualquier diario de información general. No hace mucho
tiempo, una periodista del diario El País, escribió: "El escándalo de la mayor casa de valores de
Japón, Nomura Securities, propietaria del 1,3 por ciento del Banco de Santander y acusada de
realizar transacciones bursátiles irregulares para satisfacer las exigencias económicas de los
mafiosos, ha vuelto a poner sobre la mesa la fragilidad de la ética corporativa japonesa. Llueve
sobre mojado. El caso Nomura Securities salta unas semanas después de anunciarse un plan de
saneamiento del Nippon Credit Bank, cuya quiebra ha provocado la mayor crisis financiera de
Japón desde la II Guerra Mundial. Según el estudio de la Asociación de Auditores de Japón, una
de cada cinco empresas niponas se ha visto en vuelta en algún tipo de escándalo por
corrupción".

Las empresas japonesas, cuyos resultados son falseados en las juntas generales, han de pagar
una comisión a las bandas mafiosas para evitar la publicidad de los datos reales y las
reclamaciones de los accionistas. Es el precio del silencio. Unas veces los sicarios de la Yakuza
irrumpen en los consejos de administración y otras se valen de la compra de un cupo importante
de acciones para luego chantajear a las empresas en cuestión. Japón es una perla de la
delincuencia, organizada por sociedades multinacionales, bancos y autoridades del Gobierno.
Noboru Takeshita, ex primer ministro, fue nombrado mediante un acuerdo con una de las
bandas de la Yakuza. Fuera de Japón, la boryokudan está implantada en Paris, Londres,
Rotterdam, Honolulu, San Francisco, Los Angeles, Nueva York. Según la prensa norteamericana,
un hermano del ex presidente George Bush trabajó como consejero de inversiones para una
empresa de la Yakuza.

(1) Director de la Agencia BK Detectives.

RESUMEN DE "LOS PADRINOS"

En Sicilia los indiscutibles amos han sido los notables sicilianos, y siempre, por lo menos desde la
edad moderna hasta la edad contemporánea, han sido amos muy exigentes y opresores de las
clases populares. En otras palabras, la clase dirigente siciliana (astuta y sagaz como pocas en la
historia) ha tenido interés en alimentar y encauzar la hostilidad popular hacia los dominadores
extranjeros, considerados los únicos responsables de la miseria del pueblo. El papel de padrino
se ha podido atribuir a verdaderos aristócratas o bien a un caballero, un sacerdote, un diputado,
siempre y cuando tuviera habilidad y falta de escrúpulos. Pero se ha tratado de excepciones. Por
regla general la elección ha recaído entre los de baja condición, elevados a las funciones de
gobierno por tener madera de delincuente. El padrino se afianzaba con la fascinación de un
notable considerado universalmente digno de honor y respeto. Para un gran mafioso, el respeto
a la legalidad del Estado es una simple mediocridad de la existencia, un deshonor, porque un
"hombre de honor" sólo reconoce la autoridad de la mafia y la "normativa" (consejos a punta de
lupara o kalashnikov) de su reinado. El padrino es todo menos un bravucón. Ningún parecido
con Rambo de musculosos brazos. Su poder reside en el "respeto" y la principal arma es la
inteligencia. Los brutos en la mafia están condenados a obedecer.
En Gangi nunca hubo cruzados ni Estado, sólo bandidos y mafiosos. El 2 de febrero de 1849 nació
con título de barón Antonio Li Destri di Ventimiglia. El título nobiliario lo heredó de un
antepasado, quien lo "conquistó" con la espada. Altanero y risueño, Don Antonio también
heredó los valores de su estirpe. Voraz en el acaparamiento y control de los recursos de la tierra,
ostentaba una refinada capacidad de explotar a los campesinos y dominar a las autoridades
municipales. La guerra por la propiedad ajena, unas veces la disputaba con las armas de la ley y
el resto, casi siempre, con la fuerza de la "lupara" (escopeta de cañones recortados).
Gastaba más de la cuenta y más de una vez sufrió estrecheces. En uno de esos momentos se
sintió atraído por la novela. Escribió la obra autobiográfica "Sulla via del dolore" ("Por el camino
del dolor"). Su afán por el conocimiento pragmático lo hizo matricularse en la Universidad de
Pisa. Estudió derecho y regresó a Sicilia. Dominando por un alma fogosa y apasionada, su deseo
se manifestaba con apremiante vocación por el amor sin ataduras, libre como los pájaros. Pero
por razones "dinásticas" e intereses patrimoniales contrajo matrimonio con una pariente de
Salvatore Li Destri di Rainò, de quien se consideraba legítimo sucesor. La esposa, rica, guapa y
joven, estaba muy cerca de Dios y no andaba para relajos en el catre ni para soportar los
tocamientos del marido. Don Antonio buscó consuelo en la hermana de su esposa, menos
agraciada físicamente (bueno, fea como el demonio, para ser sincero), pero desvergonzada con
el género masculino, muy dada a la parranda entre sábanas, y a orillas del río, y detrás de las
caballerizas. Don Antonio le puso el ojo encima y ya no se lo quitó hasta la desgraciada muerte.
Acaeció a temprana edad. La devota esposa del barón de Ramo, mujer piadosa, sintió
compasión por el marido porque en Sicilia el hombre es cazador. Descargó su resentimiento en
la propia hermana. Mandó a llamar a un empleado de toda confianza. "Haga justicia pronto por
el bien de don Antonio, embrujado por esa mala pécora". El crimen no tuvo consecuencias
judiciales porque a la pobrecita cuñada del adúltero la mató un delincuente anónimo de paso
por aquellas tierras del Señor. Don Antonio sentó la cabeza y entabló amistad con los
funcionarios del ministerio del Interior Giovanni Nicotera, dispuesto a limpiar de bandidos y
mafiosos las montañas de Sicilia. Don Antonio y el resto de la "alta mafia" entregaron a sus
antiguos servidores en el manejo de la "lupara" (escopeta de cañones recortados) a cambio de
reconocimiento. En Gangi no quedó títere con bigote, sólo Don Antonio y otros capos de la
"nobleza" mafiosa. El trato se hizo con los gobernantes conservadores y de izquierda. Unos
mafiosos abrazaron la defensa de la hoz y el martillo y otros juraron amor eterno a Benito
Mussolini. Antonio Li Destri di Ventimiglia se hizo fascista. Pero Roma no paga traidores y el 31
de julio de 1924, otro ministro envió a sus hombres a las montañas. Don Antonio se libró de la
escabechina porque ya criaba malvas por la gracia de Dios.

Giuseppe Sgadari, Don Peppino, acaparaba tierras y ganado. Rico hacendado, sin embargo pasó
a la posteridad como cuatrero. Durante años se hizo llamar barón sin serlo. Sucedió a su padre
en los negocios de la familia, sustentados en los crímenes de la mafia. No traicionó la memoria
del patriarca, Don Francesco Valentino Sgadari, como empresario de la delincuencia y a la vez
caballero preocupado por el "orden social" y el bien público. Siendo alcalde de Gangi prestó
60.000 liras al municipio para la construcción de una carretera. Durante su mandato acosó a la
familia Milletari, otro clan mafioso de tendencia "socialista". Después de la I Guerra Mundial en
Sicilia estalló el "bienio rojo" por la recuperación de las tierras sin cultivar. Los campesinos
fueron apoyados por Antonio Milletari, Don Antonio. Un baño de sangre devolvió la paz a Gangi
hasta los albores de la II Guerra Mundial, cuando otra revuelta popular intentó linchar a Don
Peppino y quemar su palacio. La liberación de Sicilia del fascismo italoalemán se hizo con el
concurso de la "alta mafia", razón por la cual Don Peppino regresó a Gangi. Murió en la cama
varios años después.

El ingeniero Antonio Milletari, Don Antonio, nació en el seno de una familia acomodada, cuyos
antepasados estuvieron ligados a la Santa Inquisición y a las sangrientas bandas de criminales.
Burgués, moderno e instruido, su trato rebosaba educación, buenos modales, incluso cierta
timidez. Jamás levantaba la voz ni hablaba más de la cuenta. Sin embargo frío y maquiavélico
hasta meter miedo, tomaba decisiones fulminantes. En un ambiente de latifundistas y
malhechores, supo granjearse la devoción de una parte del pueblo. La mafia "democrátizada".
Un ejército de bandidos encabezado por el jefe de la banda de San Mauro di Castelverde
ejecutaba sus órdenes de robar ganado, ocupar tierras y extorsionar a hombres de fortuna.
Maestro en obtener adjudicaciones de obras públicas, su gran negocio giró en torno a la
construcción del faraónico acueducto de Gangi. Su enemistad con Antonio Li Destri di
Ventimiglia provocó su encarcelamiento, en 1924, acusado de ser "subversivo". Aquel episodio
"revolucionario" lo ventiló durante la II Guerra Mundial contra los capos mafiosos. Murió sin ver
el "renacimiento democrático" de la mafia.

Antonino Ortovela, Don Antonino, abogado, también apostaba por el imaginario paraíso
musulmán, el bienestar garantizado por la riqueza. Un horizonte ilimitado de latifundios,
salpicado de escuálidos y sucios campesinos y alquerías de piedra caliza por fuera y sin agua
corriente ni servicios higiénicos por dentro. Pobreza generalizada entre los braceros y opulencia
en la "alta mafia". Don Antonino, jefe de la Interprovincial (órgano de gobierno de la Oronata
Societat en la región), trataba de defenderla y acrecentarla valiéndose del derecho como tantos
otros abogados de la mafia. ¿En cuántos litigios medió? Se ignora, pero el 11 de agosto de 1928,
el periódico "L'Ora", publicó: "El padrino Don Antonino, tal como han demostrado los
documentos hallados en su despacho, resultó ser un "garante" entre la delincuencia y las
víctimas de ésta". Creó el Estado dentro del Estado. Don Antonino, la Interprovincial, funcionaba
como "gobierno", "tribunal" y "cuerpo represivo". En realidad Don Antonino ideó la futura Cosa
Nostra. En ese singular Estado dentro del Estado, y de conformidad con su vocación de hombre
de leyes, actuar como padrino justiciero, y como "normativa" sólo una regla, el "consejo",
porque la violencia (con mayor cuidado en el caso de un padrino como Don Antonino, dotado de
sensibilidad jurídica) se suavizaba con el sentido común. Pero cuando la "razón" fallaba, entraba
en acción la fuerza de la "lupara". Ni contravenir los "consejos" ni recurrir a las autoridades del
Estado. Mejor tener la protección de la mafia como todo "hombre de orden". El número
exagerado de penas de muerte decretadas por Don Antoninio hizo intervenir a la policía. Cayó
preso y durante dos años y poco no recuperó la libertad. Salió de prisión directamente para el
cementerio.

Vito Cascio Ferro, Don Vito, creció entre la rebeldía y el parasitismo. En las malolientes tabernas
y los sórdidos burdeles adquirió la "cultura" necesaria para vivir del cuento, la estafa y las
aventuras sin riesgo, característica de los vagabundos de vocación. A la edad de treinta años
asumió la dirección del fascio de los trabajadores. Entre los dirigentes del fascio, los
improvisados "socialistas revolucionarios" convivieron en la práctica con los anarquistas y con
una gran mayoría de reformistas y demócratas de cultura garibaldina. El cuadro socioeconómico
estaba marcado por la gran depresión y la crisis agraria. En el mismo destacaba, junto con el
sufrimiento de los braceros y las interminables masas de "forzados de la tierra" y mineros, el
pánico de una cierta burguesía agraria obligada a ponerse de rodillas como resultado del
proteccionismo de los cítricos y el vino; el derrumbe de los pequeños cultivadores y el malestar
de los intelectuales. En aquel cuadro, la Onorata Societat se dividió en dos frentes, uno
representaba el viejo modelo latifundista del poder y el otro se inspiraba en sacar partido a la
situación de caos. "La propiedad es un robo", arengaba Don Vito en sus discurso. Como agente
de la empresa Caruso, encargada del transporte postal en la zona, dejó de pagar a los
numerosos acreedores. Los entusiasmados campesinos y trabajadores decidieron obedecerlo.
Un día, Don Vito sintió la voz de Satanás. No sólo defendió a muerte el anticlericalismo, sino que
osó adueñarse de los ritos católicos. El "cura laico" le decían por su mensaje a las campesinas:
"Dejad de ir detrás de la procesión del viático y confesaros conmigo". Información y lujuria como
resultado del sacrilegio; relajo con más de una rolliza campesina y obtención de información
para usarla más adelante

Tras ser denunciado como elemento "subversivo" huyó a Túnez, madriguera de forajidos,
contrabandistas, prófugos, asesinos y aventureros sicilianos. En África decidió abandonar la
política y dedicarse en cuerpo y alma a los negocios. Compró una flota de barcos pesqueros y
formó sociedad con bandas de cuatreros sicilianos. Los bandidos robaban el ganado y la flota de
Don Vito lo trasladaba a Túnez. Más adelante le mandó un mensaje al jefe superior de policía de
Palermo prometiéndole su "arrepentimiento" político sincero. Desde entonces nunca tuvo
ningún problema en Sicilia. Nada como un mafioso para preservar el "orden social". Lo hizo
durante varios años, hasta partir rumbo a EEUU. En la "tierra prometida" organizó a la Mano
Negra, predecesora de Cosa Nostra. Nueva York, San Luis, Kansas, Chicago, Nueva Jersey. Don
Vito difundió la idea entre los comerciantes e industriales de pagar el "pizzo", una especie de
"tributo" para no sufrir contratiempos. Amén de fomentar el "socialismo", el "pizzo" era una
forma de solidaridad de los prósperos empresarios con los menos afortunados. El
incumplimiento del "pizzo" acarreaba toda suerte de infortunios personales (palizas,
mutilaciones, asesinatos) y desgracias patrimoniales (incendio de los negocios, sabotajes). En
EEUU, Don Vito conoció a un compatriotra triunfador, y a la postre leyenda en la guerra contra
el crimen. Joe Petrosino, teniente de la policía de Nueva York, propugnaba deportar a todos los
delincuentes extranjeros. "Lo malo de los ciudadanos procedentes de Italia -escribió en un
informe para el asesor de la policía Theodore Bingham-, particularmente de Sicilia y Calabria, es
que no saben hacer un uso correcto de la libertad en EEUU". Don Vito y Joe Petrosino se odiaron
mutuamente. El primero regresó a Sicilia y el segundo le siguió los pasos. Mientras Don Vito
reanudó sus actividades criminales, especialmente como traficante de emigrantes (en EEUU esa
práctica estaba considerada delito y en Sicilia una obra benéfica), Joe Petrosino, con el
seudónimo de Simone Velletri, se hizo pasar por "turista" en Sicilia. Para un sagaz estratega
como Don Vito aquello fue casi un juego del gato y el ratón. La historia aún no ha podido
desvelar por qué acudió "Simone Velletri", el 12 de marzo de 1906, a las nueve de la noche, al
restaurante Gran Caffé Oreto. Pero un dato sí es cierto. A la salida, después de cenar, sonaron
cuatro disparos en la plaza Marina, y después dos sombras huyeron en la oscuridad. Todas las
pesquisas apuntaban a Don Vito. ¡¡Pero!! La policía tuvo mala suerte. El diputado Michele
Ferrantelli, declaró: "Don Vito y yo cenamos juntos esa noche, a la misma hora del asesinato, en
mi casa, a cien kilómetros de Palermo". El prestigio de Don Vito alcanzó cotas inimaginables a
raíz de aquel suceso. Huésped gratuito en los hoteles de postín y respetado por las autoridades.
Cuando iniciaba un viaje para inspeccionar su "zona" de influencia, los alcaldes lo esperaban en
la carretera para rendirle homenaje y besarle la mano. Pero, Benito Mussolini, en 1924, tras una
visita relámpago a Sicilia, ordenó el ataque contra la mafia. Uno de los procesados fue Don Vito.
Después de peregrinar por varias cárceles, en 1942, un bombardeo aliado hizo trizas la prisión
de Pozzuoli. Entre los escombros falleció el capo de capos. Ochenta años de edad acababa de
cumplir.

Salvatore Lucania o Lucky Luciano ha sido el "superpadrino"; el héroe de la ilegalidad; uno de los
titanes del siglo XX según la revista "Time". Lenin, Roosevelt, Churchill, De Gaulle, Juan Pablo II,
Lucky Luciano. A bordo de un barco fletado por Don Vito Cascio Ferro para el tráfico de
emigrantes, llegó a Nueva York, pobre como las ratas. Desde la infancia hasta la juventud
conoció sobre todo la calle, si bien esporádicamente acudió a la escuela y aprendió inglés. Creció
entre sicilianos, polacos, irlandeses, judíos, mexicanos, y sobre todo, delincuentes. En
Chinatown siendo menor de edad, probó la carne de mujer, una prostituta entrada en kilos y
años -1897- . El ambiente carcelario le sirvió para estar en contacto con numerosos
profesionales del hampa. Robos, agresiones, tráfico de drogas. Con la familia de Joe Masseria
estrenó cargo en la mafia, como salteador de camiones de bebidas alcohólicas. En aquella
época, Joseph Kennedy (padre del futuro presidente de EEUU) también probaba suerte en el
negocio de burlar la "ley seca". Lucky Luciano saltó a la fama en Cosa Nostra a finales de 1929,
cuando unos desconocidos lo dieron por muerto tras colgarlo de una viga con la garganta
chorreando sangre y la boca sellada con esparadrapo. Cayó al suelo y consiguió arrastrarse hasta
la calle. A partir de ese día empezaron a llamarlo Lucky (afortunado). Sus notables cualidades
físicas; la sangre fría y mantener la boca cerrada en los duros interrogatorios policiales
convencieron a Joe Masseria para nombrarlo su brazo derecho en East Side, en el negocio
de apuestas clandestinas (hípica, boxeo, casinos); el tráfico de drogas y la prostitución, así como
el contrabando de whisky. Pero el puesto de lugarteniente de Joe Massieria lo consideraba
poco. Dos familias dominaban el crimen en Nueva York, la de Joe Masseria y la de Salvatore
Maranzano, rivales entre sí. Lucky Luciano, con el beneplácito de Frank Costello, Vito Genovese,
Josep Lanza, Albert Anastadia yJoe Adonis, tramó un ajuste de cuentas entre ambos capos
inmortalizado con el nombre de "Vísperas Sicilianas". El fatídico encuentro tuvo lugar el 15 de
abril de 1931, en un restaurante de Brooklyn. Joe Masseriacomió por dos, acompañado por
Lucky Luciano, quien en los postres visitó el urinario. Cuando regresó a la mesa, los hombres de
Salvatore Maranzano ha ya habían terminado el trabajo. A pesar del apoyo de Lucky Luciano a
Maranzano, éste dio la orden de matar a Luciano. Pero Luciano pensaba hacer lo mismo con
Maranzano. Don Salvatore se reunió con Masseria cinco meses después. Ese día nació la nueva
mafia, sin capo dei capi. De ahora en adelante, Cosa Nostra iba a ser gobernada por la
"comisión", un ógano colegiado presidido por Luciano. El otrora ambicioso lugarteniente de
Masseria americanizó por fin la Honorable Societad fundada por Don Vito Cascio Ferro. Sin
embargo el fiscal Thomas Dewey le aguó la fiesta. Declaró: "La criminalidad organizada,
vinculada con la corrupción del gobierno constituye una grave amenaza para la democracia, la
justicia y la libertad". El 4 de abril de 1936 consiguió una orden captura por el delito de
explotación de la prostitución. Unos añitos pasó Luciano en la prisión de Dannemora redimiendo
la condena impuesta por el juez Phillip McCoock. Pero estalló la II Guerra Mundial y el servicio
de inteligencia de la Marina de EEUU necesitaba la cooperación de los estibadores (italianos) de
Nueva York. Luciano, presidente aún de la "comisión" dio las órdenes pertinentes a los
sindicatos portuarios controlados por Cosa Nostra. En aquellas neociaciones participó no solo el
emisario del comandante de la Naval Intelligence, sino el propio ex fiscal Thomas Dewey , ahora
convertido en gobernador del Estado de Nueva York. Fruto de aquella colaboración entre la
mafia y las autoridades norteamericanas, Luciano partió hacia Italia, deportado, el 3 de enero de
1946. En Sicilia no permaneció quieto y vio nacer el Sindicato Mundial del Crimen, una histórica
alianza entre la Onorata Societat y Cosa Nostra. Pero sólo la vio nacer porque regresó
urgentemente a EEUU, en ataúd, donde continúa sepultado. Falleció por capricho de la
naturaleza, un privilegio entre los sangrientos mafiosos.

Calogero Vizzini, Don Caló, el rey sol de la mafia, nació en Villalba, el 24 de julio de 1877. Dos
hermanos abrazaron la religión como "modus vivendi" y uno llegó a ser obispo. Don Caló apenas
estudió, pero tampoco estaba reñido con la inteligencia práctica. "¡¡Viva Sicilia!! ¡¡Viva
América!! ¡¡Viva la Mafia!!". Vítores de los sicilianos apostados frente al cuartel norteamericano,
mientras Don Vito estaba siendo galardonado con el título de Coronel Honorable del Ejército de
EEUU por su colaboración en el desembarco de las tropas del general Patton; a continuación lo
nombraron alcalde de Villalba. Nada nuevo después. Robo, cuatrerismo, vista gorda de la
Democracia Cristiana, asesinato del guerrillero Salvatore Luciano... y demás historias dolorosas
de la República. Cuando su vida se apagó, las campanas de la iglesia de Villalba repicaron a
muerto y a su entierro acudieron importantes miembros de la Iglesia, la política, la magistratura,
la policía, la banca, la nobleza, el Ejército y lo más nutrido de la Onorata Societá.

Michele Sindona ha sido la más lograda versión moderna de Don Vito Cascio Ferro. El banquero
de Dios y la mafia cubrió mucho tiempo con un velo impenetrable la historia de Italia durante la
"guerra fría". Una sombra de tinieblas en carne y hueso; un hombre convertido en demonio.
Sindona, hijo de un sistema de poder, si afianzó como elemento puntero de ese poder para
perjudicar constantemente el interés público en beneficio de intereses privados, sin escrúpulos y
subordinando las estructuras del Estado a sus fines siniestros y a veces criminales proyectos.
Según parece Lucky Luciano lo recomendó a las tropas norteamericanas para organizar, como
agente de la OSS (dirigida por el general William Donovan, más tarde fundador de la CIA), el
desembarco aliado en Sicilia. Terminada la II Guerra Mundial, Michele Sindona se abrió camino
en Milán como miembro de la Unión de Comerciantes de Lombardía. Gozó de la amistad de
Giulio Andreotti (alma mater de la Democracia Cristiana); monseñor Montini (obispo de Mián y
más tarde convertido en el papa Pablo VI); Lucio Gelli (gran maestre de la logia masónica P-2);
Edgardo Sogno (ligado a la red de espionaje Gladio de la OTAN); Paul Marcinkus (banquero del
Vaticano); Roberto Calvi (director del Banco Ambrosiano) y lo más granado tanto de Cosa Nostra
(Joe Adonis, John Gambino) como de la Onorata Societá (Luciano Liggio, Salvatore -Totó- Riina).
Entró en barrena a raíz de la crisis económica provocada por la carestía del petróleo, en la
década de los años setenta. Bancarrota y volatización del patrimonio confiado por la mafia. El 22
de marzo de 1986 murió envenenado con cianuro en la cárcel. Después de la caída en desgracias
de Michele Sindona, el clan de los corleones desataron una orgía de sangre con las familias
rivales. La paz se firmó con el nacimiento del "triunvirato" compuesto por Stefano Bontate;
Gaetano Badalamenti y Totó Riina, "ministro de Obras Públicas" de la mafia, un tipo con malas
pulgas. Las conexiones políticas de la Onorata Societá han salpicado a los demócratacristianos, a
los socialistas y a los comunistas. El "maxicproceso" y las confesiones del "arrepentido"
Tommaso Buscetta dio con todos ellos en prisión.

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