Professional Documents
Culture Documents
Tomando como principio un pensamiento disyuntivo sobre los roles de género (hombre-
mujer) éste no da lugar al advenimiento del deseo; de igual forma éste como algunos
otros modelos son en sí mismos producciones culturales y sociales, en donde lejos de
establecer una identificación como ser sexuado, no hacen más que marcar
normativamente el objeto de deseo. Estas diferencias biológicas-sexuales y roles de
género no hacen más que inscribir en el sujeto privación de todo acceso directo a su goce
sexual, castrando su deseo e instaurándolo como “ser en falta”, como “sujeto perdido” en
esas cadenas de significantes, pero siempre en busca de su ser. Tal como Freud lo
escribe en Tres ensayos sobre teoría sexual: “La libido es, de manera habitual y conforme
a las leyes, de naturaleza masculina, tanto si se manifiesta en el hombre como en la
mujer” (Freud, 1905:109). Para más tarde señalar: “No hay sino una libido que está
puesta al servicio de la función sexual tanto masculina como femenina” (Freud, 1933: 104)
La sexualidad por otro lado, entonces, desde una óptica organicista como medio de
aprobación de algo inadmisible, coloca al saber médico ante un enigma, un “cuerpo
sexual” que cumple una función específica por lo regular biológica. Sin embargo, para el
psicoanálisis, la sexualidad es el dominio donde el ser humano no puede constituirse más
que como sujeto marcado por una ignorancia, por un no-saber de lo que él es.
Justamente los aportes significativos que ha hecho el psicoanálisis en este campo más
allá de un conocimiento organicista y de un saber objetivo integral a los conocimientos
médico-científicos, el psicoanálisis ha llevado ese conocimiento hacia un pensar subjetivo,
aunque no integra a su práctica la verdad absoluta o la conquista del saber. El
psicoanálisis no pretende encasillar las manifestaciones socialmente disfuncionales o
prácticas no convencionales en cuanto a sexualidad se refiere, justamente porque la
sexualidad es, en nuestra sociedad, el dominio por excelencia donde el individuo se
queda solo ante esta cuestión, ante la interrogación acerca del objeto de su deseo.
“El goce femenino es un espanto que goza con lo que causa intrusión. El placer es
siempre intruso. La voluptuosidad sorprende siempre al cuerpo que desea. El goce nunca
distingue en absoluto el terror del espanto” (Quignard , P. 2005 p. 104)
En 1990, Judith Butler, en su libro “El género en disputa”, inicia con un cuestionamiento
que considero vital: “¿Quién es el sujeto del feminismo?”, “¿Es posible pensar de forma
categórica y universal sobre la mujer?”. La respuesta, obviamente, es “no”. Ya que no es
posible pensar en “mujeres” y “cosas de mujeres” como vivencias femeninas, no es
posible universalizarlas en la producción de un concepto de identidad inmutable.
Es en este sentido que las vivencias de las mujeres trans, travestís, personas no-binarias,
etcétera, que se identifican con la feminidad pueden ser comprendidas como vivencias
individuales femeninas, y que deben ser respetadas como tal. Obviamente, hay
diferencias en la vivencia de una a otra posición, de eso no hay dudas, pero todas poseen
vivencias de su feminidad, de las opresiones diarias, de los enfrentamientos,
señalamientos y de una incesante lucha por significarse a partir de una perspectiva
cultural prejuiciosa y moralista que de la feminidad se tiene.
Lacan, por su parte se da cuenta que hay una cosa que se repite en la vida de cualquier
sujeto, y es siempre la misma y esa es la verdadera esencia. ¿Qué es esa cosa que se
repite?: Una manera particular de gozar. Y de esta forma afirma: “Si Freud centró las
cosas en la sexualidad es porque en la sexualidad, el ser parlante balbucea.”
BIBLIORAFIA
Freud, S., “Tres ensayos de teoría sexual”, (1905), Obras completas. Amorrortu editores.
Buenos Aires 1998. Tomo VII.
Lacan, J., “El Seminario XX, Aún”, (1973). Paidós. Madrid, 1981.
“FREUD III”
25 de Octubre de 2018