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Estas breves notas tienen su origen en una conversación con miembros del
Equipo Mennonita, durante su reunión de evaluación, los días 28 y 29 de mayo
pasado. A raíz de algunas reflexiones sobre las diferencias entre los pueblos
indígenas andinos y los pueblos indígenas del Gran Chaco, basadas en mi
propia experiencia con indígenas quechua en el Perú, por un lado, y con los
wichi del Chaco Salteño, por el otro, desarrollamos una conversación a la que
se podría caratular “La Resistencia de los Pueblos Chaqueños a las
Estructuras”. Las siguientes observaciones son un intento, a pedido del equipo
mennonita, a ordenar algunos de los puntos que tratamos en esa conversación,
para servir como ayuda memoria. Aunque se podría tildar de “antropológicas”
estas reflexiones, sería más honesto enfatizar cuán impresionistas son, y que
muchas veces responden a cosas que se palpan más que a fenómenos
claramente definidos.
productos de la puna) está identificada con el varón y la otra (con los productos
del valle) con la mujer. Aquí se vislumbre claramente una estructura conceptual y
práctica cuyas ramificaciones son casi interminables.
Vemos, por ejemplo, que diferentes ambientes son relacionados con los
diferentes sexos. Esta diferencia entre los sexos se extiende a diversas
dimensiones de la vida social. Los llameros tienen dos fiestas principales durante
el año. Una esta relacionada con la parición de los animales y el culto a todos los
seres que pueden influir en la reproducción del ganado y de la propia sociedad.
Las ceremonias duran 3 días y son conducidas por los varones, las ofrendas
siendo preparadas por el varón, y todo se hace mirando hacia el este, concebido
como la dirección de donde origina la luz y la vida. La otra fiesta se preside las
mujeres y esta relacionada con el culto a los espíritus de los muertos. En esta
fiesta son las mujeres que preparan comidas especiales para esos espíritus y les
dan de comer. Durante la misma, la orientación predominante de las ceremonias
es hacia el oeste, la dirección hacia la que viajan los espíritus de la muerte,
identificada con la noche y la oscuridad.
Cuando llegué por primera vez al Chaco paraguayo para vivir y trabajar con
grupos indígenas de esta región, sentía una profunda tristeza por no encontrar
entre estos pueblos la misma riqueza de expresión simbólica como la que me
había acostumbrado a vivenciar entre los quechua. Me llamó aún más
fuertemente la atención ese contraste por el hecho de que aparentemente los
indígenas del Chaco, se habían sometido al mundo blanco mucho más
recientemente que los quechua del Perú. ¿Será que en tan corto tiempo se
han perdido tantas expresiones simbólicas y culturales? ¿Será que los pueblos
andinos son más resistentes en su propia cultura?
apreciar algunas de las profundas diferencias entre los pueblos andinos y los
pueblos del Chaco, una divergencia histórica que a veces ha hecho difícil que
los dos se comprendiesen. Mientras los pueblos andinos siguen afirmando
ciertas estructuras conceptuales para dar sentido a un mundo en proceso de
cambio, los pueblos chaqueños demuestran en muchos aspectos una asombrosa
flexibilidad, que igualmente les permite perdurar como pueblos diferenciados. Se
podría decir que son dos caminos opuestos para alcanzar el mismo fin. Esa
flexibilidad también es histórica y se ha manifestado una y otra vez en cierta
resistencia a ser confinados o reducidos a estructuras fijas.
Salta, 08/06/98