Professional Documents
Culture Documents
(PAG114) La autoestima no solo es algo que viene dado por el reconocimiento social.
También hay que ganársela. Si la pasión por la libertad es la pasión por tener una identidad
individual, esa identidad hay que forjarla y no dejar que se confunda y quede englobada en
una identidad colectiva. Es el individuo, y no los colectivos, quien es primordialmente
sujeto de derecho, lo cual significa que, aun sea impresindible la organización y la
asociación para instrumentalizar y reclamar derechos no reconocidos, luego el disfrute y el
uso que se haga de tales derechos es un cometido individual. El anhelo de identidades – y
de teorías que las cobijen- propio de nuestro tiempo es una consecuencia más de la falta de
ideologías y del desamparo y la incertidumbre en que se encuentra el individuo que tiene
que escoger quién y cómo quiere ser entre un número de opciones cada vez más amplio y
polivalente Perdidos los puntos de referencia clásicos, como la religión, la familia nuclear,
las costumbres sociales, lo que queda es una indeterminación difícil de asumir. Superar la
dificulta por la vía de limitarse a las referencias identitarias no solo es retroceso con
respecto al valor de la libertad individual, sino que puede tener consecuencias reaccionarias
indeseables. Tony Judt lo ponía de relieve recientemente a propósito de los estudios
culturales:
(PAG115) Así pues, si el reconocimiento tiene que pasar por el grupo, también pasa por
uno mismo. También uno se reconoce contra los otros, separándose de ellos, aprendiendo a
apreciar sus virtudes y sus capacidades.
No solo hoy corremos el peligro de disolver el yo en una serie de pertenencias grupales por
el temor que nos produce vivir en una sociedad individualista, sino que muchas de las
identidades que la misma sociedad nos ofrece son identidades simplificadoras que dan lugar
a un “hombre modular”, hecho a base de módulos, donde cada actividad va por su cuenta
sin el respaldo de todo lo demás. Con tales identidades, a lo único que se aspira es a tener
un estatus, un reconocimiento social. Pues que lo que recibe reconocimeinto es el grupo,
basta la pertenencia al grupo para que uno se sienta reconocido. La identidad individual
queda entonces reducida a una identidad patriótica, profesional, religiosa o de género. Las
personas que se contentan con tener un estatus –escribe Isaiah Berlin- “están dispuestas a
cambiar el penoso privilegio de decidir –el peso de la libertad- por la paz, la comodidad, la
relativa innecesariedad de tener que pensar que lleva consigo una estructura autoritaria o
totaliratia”. ¿Cómo puede satisfacer una identidad que renuncia de entrada a cargar con “el
peso de la libertad? (PAG115)
(PAG132) Montaigne lo dice bien: “Hemos de aprender a soportar aquello que no podemos
evitar”. Soportarlo no es insensibilizarnos frente a ello, sino saber manejarlo y adecuarlo a
nuestros fines o a los fines colectivos. La receta, si se puede hablar de “receta”, la da
Sócrates con la mayéutica, el autoconocimiento. (PAG132)