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R. Básicamente por su incapacidad de lograr acuerdos políticos y consensos que generen mejoras
en la productividad. Y eso va desde buscar la eficiencia en el gasto público a priorizar
infraestructuras y, también, a generar competencia en los mercados. Se ha mantenido la brecha de
productividad frente a las economías desarrolladas en los últimos 80 años.
P. ¿Qué ha fallado?
R. No hemos tenido una visión de largo plazo. Hay casos interesantes, pero desgraciadamente no
son generales: ciudades como Medellín [Colombia], que han mantenido una misma ruta, o países
como Panamá, que han apostado por ser un hub logístico y de servicios. Tienen los mismos
problemas de institucionalidad y corrupción que el resto de la región, pero al menos alinean sus
políticas con una visión de largo plazo.
R. Que el crecimiento se ha ido apagando lentamente y no hemos sido capaces de prender otros
motores. No hemos sido capaces de dar un enfoque integral al tema de la productividad, y es lo
que necesitamos para reducir la desigualdad y la pobreza.
P. ¿No cree que hay un menor énfasis social en esta última generación de Gobiernos
latinoamericanos?
R. La clave, de nuevo, está en la productividad. A veces utilizamos políticas públicas con buenas
intenciones, pero que terminan afectando a la asignación eficiente de recursos. Tenemos que
enfocarnos hacia aquellas que realmente tienen impacto. En Perú, por ejemplo, la agricultura
moderna de exportación es algo reciente: empieza a crecer a partir del 2000 y explica en buena
medida las ganancias de productividad de la economía peruana. Pero solo hay 183.000 hectáreas
dedicadas a estos cultivos, frente a cuatro millones de cultivos de baja rentabilidad. La pregunta
que tendría que hacerse la Administración es cómo pasar de un modelo a otro: y eso pasa por
mercados que funcionen, por capacitar a los agricultores y por asegurar los modelos de
crecimiento que han tenido estas inversiones. Pero las políticas públicas, desgraciadamente, no
están apuntando hacia eso.
P. La mejora de las infraestructuras ha sido uno de los grandes mantras de las últimas décadas,
pero muchas de las carencias siguen.
R. 180 millones de personas no tienen acceso a Internet en la región y la inversión per cápita en
tecnología es equiparable a la de países africanos. Es un punto central, y la pregunta es: ¿qué
estamos haciendo para resolver eso? El tema de infraestructuras se suele ver simplemente como:
“Vamos a poner más autopistas”. Pero el enfoque que debemos darle es el de corredores
logísticos. Tenemos un problema en la última milla: las carreteras funcionan muy bien hasta que
llega a la ciudad, pero después es caótico. Los costos logísticos en América Latina son del 26% del
PIB, mientras en economías desarrolladas están entre el 8% y el 9%: si no se reducen, será muy
difícil destrabar el crecimiento. En todos los países de la región tienes una historia en la que mover
un contenedor a un puerto es el doble de caro que mandarlo de China a ese mismo puerto. La
productividad tiene que estar en la agenda de todos y cada uno de los Gobiernos de la región.
P. ¿Debe Latinoamérica tener como aspiración dejar de depender de las materias primas?