EL IMPULSO de la dinámica burgués-individualista, que promovió la nueva
época, un proceso sociológico-cultura, una rápida subida, inicia, al llegar a su cúspide, un lento descenso. a) El riesgo y el espíritu de empresa Esta actitud era para el caballero un fin en sí, que involucraba todo el sentido de la vida. Bertran de Born y también por Molinet, era para él la suma de su honor estamental, un valor en sí, el supremo y último, mientras que el burgués, tal como lo ve el caballero, sólo piensa en ganar dinero y en una vida. el burgués, una sociedad todavía fuertemente articulada como 'ordenación estamental, categorías de superioridad y subordinación, como ordenaciones absolutas establecidas por Dios y de una vez para siempre. Cada uno de los estamentos aparecía fuertemente separado de los otros con su “ethos” especial y con su ética propia, arraigada en su peculiar sentido de la vida. La nobleza se fue haciendo citadina, fue mezclándose con la alta burguesía, especialmente a partir del Renacimiento. los estamentos se mezclaron, también se mezclaron sus mentalidades específicas: el aventurar guerrero-aristocrático y el arriesgar comercial-burgués, y de la unión del espíritu aventurero de libre botín y del espíritu comercial especulador, nace aquel espíritu de "empresa" primordialmente en el comercio marítimo. Organizadas de un modo racional y capitalista, que hicieron famosas a las ciudades marítimas italianas. La "época heroica" del capitalismo primitivo, y los que figuraban a la cabeza de dichas empresas parecían "pertenecer con frecuencia a la nobleza, a la que aquí se le ofrecía una compensación." La piratería fue su primera manifestación. Entre "los fenómenos de transición, que llevan de las antiguas formas del audaz y rudo espíritu de empresa a las nuevas, propiamente capitalistas". La evolución hace que el espíritu del traficante burgués, el rudo espíritu señorial desaparece gradualmente. En el siglo XIII, el proceder de los florentinos en Levante. Se realiza el proceso de adaptación de la nobleza a la burguesía adueñada del poder político. Se sabía distinguir entre el comerciante que por la fuerza de la propia virtú había llegado al éxito y los cani del danaio, a los que se miraba con desprecio. Es "espíritu de empresa", acción metódica de una voluntad organizadora que dispone en vista de un efecto útil a conseguir, libre de todas las espontaneidades pasionales. Una ganancia por un riesgo de correspondiente pérdida, es declarado como perfectamente moral "El capital”. Las partes de la opinión pública orientadas por la Iglesia legitimaron el espíritu de empresa, ese nuevo espíritu económico que cambió el mundo estable y seguro de la Edad Media con la libre concurrencia. Audacia y falta de miramientos eran las cualidades indispensables, y sólo así, con actividad y espíritu de mando, podía crearse algo nuevo. b) La cultura de las nuevas clases gobernantes; el nuevo estatismo y el conservadurismo burgués La época de la creación positiva, de la curva en progresión ascendente, del goce en la actividad social y en la adquisición de las riquezas. El bienestar de una familia, figura la de aumentar y acrecer el patrimonio de una manera ilimitada, la actividad más productiva los gran traffichi. El cuidado por conservar lo ganado lleva al gran burgués propiamente al ideal pequeño burgués de "la prudencia" económica. El burgués empieza a sentirse ya saturado y busca seguras inversiones para su dinero. En vez de invertir su dinero en empresas capitalistas piensa el burgués que es más cómodo vivir conforme a una renta; transformación ésta que ya se realiza en Florencia hacia el final del siglo xv. Se manifiesta la tendencia, en la misma medida en que el espíritu burgués de economía tomó la primacía sobre el espíritu de empresa, de una dosificación y racionamiento de la intervención en la vida política. El tirano ilegítimo se convierte en dinasta hereditario, la pura dominación (signoria) se convierte en principado, y todo el interés se concentra ahora en el mantenimiento de lo adquirido, en legitimar el poder usurpado y en rodear con "garantías" una existencia que hasta entonces había carecido por completo de ellas. La relación entre gobernantes y gobernados se funda en el mayor "provecho" posible para ambas partes (en verdad, una societas leonina); así nace la idea del estado, que se cuida del bienestar, que en cierto modo se prepara ya en aquel estado (ya legitimado) de Federico II en el sur de Italia; transformarse el estado en legítimo. La gran burguesía, le garantiza su hegemonía social y económica, dispuesta a pactar con la nueva monarquía absoluta y a renunciar a sus instituciones repúblico-democráticas un velo del efectivo gobierno plutocrático. c) El humanismo como romanticismo y restauración El primer humanismo estaba estrechamente ligado con el presente de la vida burguesa práctica, a cuya formación trataba de contribuir. La vida de esa primera burguesía de "empresa", no puede decirse que fuera del todo pacífico, aunque la representación ideal bélica se refiere menos a la fama personal que no a la disciplina militar de un pueblo, y que, por consiguiente, halla especialmente en la Roma (primitiva y media) sus modelos históricos. La pasión noble aparece ya limitada por una cierta estrechez del horizonte. El cambio característico hacia un ethos humano, de amplitud universal, que caracteriza al aristotelismo de Bruni. El afecto de la vita activa et política. Ha de realizar su "libre personalidad", frente a todas las vinculaciones burguesas — tanto en la vida profesional, como en la de familia o la política— ha de afirmar su libertad individual y no ligarse ni "pronunciarse", ni entregarse, sino reservarse siempre todas las posibilidades, y mantener siempre, asocial y antisocialmente, una postura estética. Se gana la distancia que se desea frente a la masa de los hombres, del presente, no a modo de los intelectuales revolucionarios, que construyen un futuro ideal "utópico", sino como intelectuales reaccionarios, que buscan su salud en la huida hacia la Antigüedad, como un laudator temporis acti, apartándose de la realidad y de la vida. La clase social de los intelectuales para afirmar, su posición independiente frente a la burguesía propietaria, un interés de la clase que reacciona espontáneamente contra una civilización, que no tiene sentido para la cultura por sí misma, pues sus afanes culturales son siempre limitados e indirectos. Representa el deseo del hombre que, en su ansia de independencia, se ha apartado del resto del mundo, apoyándose en la base, no bastante firme, del puro espíritu y que, en su aislamiento, ya no es capaz de entrar en contacto con el mundo exterior, y llega así, como a su última ratio, al ideal de la pura introversión. Los humanistas la función intelectual se convierten en una afición, que es fundamento y justificación de una existencia consciente puramente privada. La inteligencia no había alcanzado aún su sustantividad, seguía, como antilla theologiae, refugiada en la clase de los clérigos, de modo que había escritores, pero no literati, porque este tipo repugna, acorde con su naturaleza, toda aprobación y no -es capaz de someterse a un imprimatur. Pero, en una época racionalista, la irracionalidad se desplaza hacia la periferia, y no puede afirmarse, como en la Edad Media, en el núcleo vital y en el centro espiritual de una época. La actitud del literato humanista con respecto al campo es la actitud típica del intelectual urbano, para el cual la vida del campo es un contrapeso. Se revela la irracionalidad emotiva de esta actitud y del deseo de aislamiento completo, aunque algunas corrientes sociales subterráneas hicieron que la separación no fuera estrictamente igual en todas direcciones. a. Esa actitud asocial se manifestaba como desinterés por la vida política. El cosmopolitismo, como mentalidad de aquellos cuyos intereses eran personales y no políticos, o que toman una actitud antipolítica, se convierte en moda entre los intelectuales. El interés de la libertad política cede ante la comodidad personal de una plácida existencia privada. La tendencia romántica antiburguesa del esteta, coincide con sus intereses, muy burgueses, de tranquilidad y orden, como garantía de su ocio privado. El capitalismo primitivo, es cierto, no conocía aún la monomanía económica: por encima de todos los puntos de vista "puramente objetivos". La adquisición de riquezas es sólo un medio y ya no para mandar realmente, sino sólo per non servire. La doble negación, la negación del negativo servire, expresa la estática del ideal de vida a que nos referimos, la reducción del nivel de una capa social imperante, de capa directora consciente, a una clase de burguesía media que se ha encumbrado y que ya está contenta de no sentirse incómoda. Semejante ideología les llegó a los humanistas de modo muy natural: les estaba vedada la adquisición de grandes riquezas y dicha ideología representa una compensación para salvar su complejo de inferioridad económica. Ese lujo es burgués, por ser antiseñorial: si cl lujo significa "caballos de carreras", se indigna Alberti, porque esto hiere su "sentido económico". El ideal de vida de un Alberti trata, frente a esta tendencia, de combinar el lujo noble (en un sentido elevado y culto) con las exigencias de mantenerlo "en un buen término medio". Al apartarse la burguesía de su propio modo de ser, o de su grande ímpetu primero, el efecto había de partir de la periferia hacia el centro, efecto de la inteligencia sobre la economía, porque aquel proceso, debido a causas puramente sociales, sólo podía ser sostenido y reforzado por la influencia cultural y espiritual de la clase ilustrada. El burgués industrioso necesita la ciudad para hacer en ella sus negocios; el humanista no necesita la ciudad más que para el servicio de su fama literaria. El desplazamiento del centro de gravedad de la vida propiamente dicha hacia la villa, representa el triunfo cultural del humanismo sobre el capitalista. Son el compendio del mundo de lo bello. El gran burgués, ya saturado, piensa más en la conservación y goce de su riqueza, que no en nuevas adquisiciones, y la inteligencia humanista se encuentra con él sobre el plano de una nueva concepción estática, la villa es su expresión material, y la idea del clasicismo como modelo absoluto de todo lo bello y culto es su expresión intelectual. d) El arte del alto Renacimiento Una sociedad cultivada, ser tierra abonada para un arte "clásico": para un arte de la belleza perfecta, expresión de la armonía suma. Está lleno de naturalidad, de fuerza y de pujanza. Es un arte popular y democrático, porque con su tendencia al realismo trata de reproducir la realidad inmediata y está pletórico de movimiento, porque en él vive la aspiración hacia lo nuevo, que caracteriza una época, cuya sociedad, tanto en lo económico y político como en lo científico y artístico, se apresta a luchar para adquirir el dominio. Realismo burgués como algo plebeyo, que tiene que ser elevado a la forma culta de un alto estilo de completa armonía. Aparece el particular de gusto selecto y discriminador, que se convierte en patrón del arte, y la arquitectura, como la más pública y la más popular de las artes, como un arte todo de significación política, es desplazada en cierto modo por la escultura y más que nada por la pintura. Poco a poco, y correspondiendo a las transformaciones en la sociedad, el interés artístico se reduce a las nuevas clases privilegiadas de los ricos y de los cultos, y el arte va a remolque de los Mecenas privados de la capa social superior y de los nuevos dinastas. Toda la existencia, todo el corte de la vida, adquiere un carácter artístico, todas las posibilidades de una vida urbana, alegre y abundante, se llenan de gracia. Un sentimiento no ya religioso o simbólico, sino estético y personal, y sentimental más que ingenuo y directo. La "virtuosidad", fomenta el nacimiento de estilos "artísticos", es decir, de un arte desde el punto de vista del artista. Se aplica, como cálculo artístico, a una composición construida racionalmente, desde puntos de vista simétricos, a una compensación calculada y a un equilibrio de efectos artísticos. e) La decadencia de la burguesía y el clamor por la dictadura El dominio de todos los medios presenta el peligro concreto de agotarse en el manejo perfecto de una técnica y hacer que se pierdan los impulsos dinámicos hacia nuevos fines. La burguesía ascendente ha caído con este ideal estático en un cómodo pacifismo que se asusta del sacrificio, que trae consigo la decadencia de la virta, en aquel su sentido legítimo dinámico, en el sentido de forza, cuya suma expresión sigue siendo la guerra. El demócrata nacional anuncia la bancarrota del liberalismo burgués y constata el fracaso político del capitalismo privado: la economía monetaria de los comerciantes ha enterrado la capacidad militar. El mando político se obtenía ahora también por el influjo de la riqueza en dinero, adquirida en el ejercicio de los negocios. La burguesía lo mira todo, incluso la guerra, como un negocio, el demos se desarma a sí mismo: realiza voluntariamente el primer acto, que hubiera correspondido a la tiranía en lucha con la burguesía. La economía y la política capitalista han fracasado en su lucha por la afirmación del poder. En consecuencia los ciudadanos pobres sirven mejor al estado que los ricos: es decir, que es preferible el ciudadano pobre, dispuesto al servicio militar. Su sobrestimación de la economía como su sobrestimación del espíritu en el sentido de intelecto y de gusto produjo un tipo de hombre que tenía que sucumbir en la lucha política por la existencia. La doctrina de la Iglesia, por afirmar la existencia de un más allá y por predicar la humanidad, contribuye a que se enerve el amor a la libertad y a que se debiliten las energías políticas, coincidiendo en esto con análogo efecto del interés mercantil. El dictador tiene que traer la "renovación"; uno que se eleve desde las capas inferiores; un elegido de la "Fortuna" y de "Dios", que es "amigo de los fuertes", para realizar grandissime cose, como Castruccio, el tirano de Lucca, elevado por Maquiavelo al rango de una personalidad ideal. f) La transformación cortesana de la sociedad La formación de las grandes fortunas es la condición económica para que aparezcan las cortes modernas. Desde un principio fueron las ciudades republicanas centros iniciales para la aristocratización de la gran burguesía. Los torneos se convierten en una moda de la burguesía, pero, sentimiento muy burgués, se hacen en forma menos peligrosa (Sombart). El "literato" humanista se siente por completo extraño y contrario a la simple mentalidad material y utilitaria y a la cicatería de la mayor parte de la burguesía, dedicada al lucro y, no obstante su ideología democrática e igualitaria, muestra una cierta tendencia hacia las clases nobles. La fama personal del príncipe se ostenta en un marco supraindividual y a la vez convenciones, como es el de esplendor de la dinastía, de una familia que representa al estado. La nueva magnificencia, con su esplendor, trata de suplir las deficiencias de la posición social del nuevo poder, por lo que se refiere al rango, la antigüedad de la familia y la tradición. El siglo XIV sabemos por el Paradiso degli Alberti, o por Luigi Marsigli, de mujeres que toman parte en controversias humanistas, pero en Leon Battista Alberti perdura como tipo ideal el de la mujer del burgués sometida a su marido, en el supuesto, real y subjetivo, que éste "sepa ser un hombre", mujer que obedezca gustosa al marido, y "le siga dispuesta", que se deje "formar", "educar" y "dirigir" por él, y hasta que se "desacostumbre" de usar el dañino "afeite". La nueva sociedad que se agrupa en la nueva corte, y que se ha encumbrado en oposición a toda la tradición y "legitimidad", admite a la cortesana, que hasta marca el tono. Si la independencia espiritual y la cultura de la personalidad es en la mujer un producto de la nueva educación humanista, le ofrece asimismo la posibilidad de desarrollar una influencia cultural decisiva que sólo en el medio y en el ambiente de la corte podía desarrollarse. La mujer mantiene la sociabilidad en la corte, forma la nueva sociedad cortesana, educándola en un nuevo ideal de disciplina y de cultura de la personalidad, que asocia a las características propias del humanismo las de la caballería. La dama crea una sociedad cultivada y representa su fina manera de vivir, su gracia en el trato y su sentido por lo bello. En los siglos xv y xvi, por la influencia de las cortes se constituye una nobleza del Renacimiento. En "la primera mitad del siglo xvi puede observarse en la nobleza un fuerte ingrediente de costumbres burguesas". El nuevo “ethos” se basa en una elevación de la voluntad política por encima de lo económico y en un humanismo orientado hacia la vita activa, a diferencia del contemplativo. El “ethos” humanista y el noble se encuentran aquí: ambos están interesados en el consumo, en el uso de los bienes económicos. El sentido de la humanista, que nadie parece más predestinado para la ostentación que quien es de noble linaje y tiene un sentido del honor, y que está, ya por naturaleza, avezado al magna facere que está hecho para representar las humanistas en su más alta y ejemplar perfección.