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INTRODUCCIÓN

El siguiente trabajo de investigación es un desarrollo histórico y doctrinal sobre el dogma


de la Asunción de María. Tiene como objetivo proponer una catequesis que profundice en las
verdades de fe relacionadas con los misterios gloriosos de la Virgen María. Revisando el
contenido de otros dogmas mariológicos, como la Concepción Inmaculada y la Maternidad
divina, pretendemos formular una vía teológica que nos conduzca a una mejor comprensión de
lo que ha sucedido al final de la vida terrena de María, para luego aproximarnos a la idea de la
gloria sin descuidar los presupuestos antropológicos.

Para ello, proponemos en primer lugar esclarecer algunos conceptos fundamentales en


orden a ofrecer una mejor colocación de la Mariología en el conjunto de la teología dogmática.
Posteriormente en un segundo apartado desarrollaremos la fundamentación bíblica, las
narraciones apócrifas, los testimonios patrísticos y las posteriores aportaciones de la época
medieval. Finalmente confrontaremos nuestra investigación con la Constitución Apostólica
Munificentissimus Deus, retomando diversos aspectos que nos ofrece y señalando sus
repercusiones teológicas interdisciplinarias.

El valor de nuestra investigación deriva en gran medida de las necesidades espirituales de


los fieles cristianos que desde una fe sencilla, encontraron en la oración litúrgica y en la
devoción popular un medio de expresión para significar las realidades contempladas en la
enseñanza de la Iglesia respecto a la vida futura, plenamente realizada en María. En este
mismo contexto hay que apreciar el papel del sentir de los fieles a la hora de proclamar la fe de
la Iglesia y de definirla.El presente trabajo pretende orientarnos en este itinerario dogmático y
espiritual.

Aunque el dogma de la Asunción de María proclamado solemnemente por el Papa Pío XII
se limita a declarar que María fue asunta a la gloria celeste en cuerpo y alma, existen diversas
posturas teológicas que interpretan ésta fórmula. Nuestra línea de investigación se inclina a un
planteamiento en el que María por diversos privilegios ordenados a la salvación se nos
presenta como modelo y primicia eclesiológica y de una escatología realizada.

4
CAPITULO I. NOCIONES PRELIMINARES AL ESTUDIO DEL DOGMA DE LA
ASUNCIÓN DE MARÍA

INTRODUCCIÓN

Con este primer capítulo, pretendemos delimitar nuestro campo de investigación y a la vez
encontrar un punto de partida para poder desarrollar el dogma de la Asunción de María. Es de
interés personal guiar al lector paso a paso en la explicación de los conceptos claves, con el fin
de permitirle una mejor comprensión del tema.

En la primera parte de este capítulo trabajaremos de forma deductiva, es decir, partiendo


de lo general a lo particular hasta llegar al tratado teológico que estudia los dogmas marianos y
que comúnmente conocemos con el nombre de Mariología. Sabemos de antemano que la
revelación divina se nos ha dado de manera plena en la persona de Jesucristo, quien nos ha
dado a conocer al Padre, y que su término ha llegado, como técnicamente se dice, con la
muerte del último Apóstol; sin embargo, la teología en base a esta revelación continúa
reflexionando y propone nuevas hipótesis que estén de acuerdo al resto del contenido
teológico.

Una vez ubicada la Mariología dentro de la teología, explicaremos de manera resumida su


desarrollo y fundamento, así como la relación con los otros tratados teológicos. Consideramos
prudente explicar los cuatro dogmas marianos como parte de este estudio preliminar, buscando
siempre un lenguaje sencillo y comprensible para lo que pretende ser, además de un trabajo de
investigación, una catequesis para el cristiano actual.

Si bien lo que se ha profesado acerca de María muchas veces ha sido motivo de debate,
también ha servido como punto de encuentro entre lo que las distintas tradiciones teológicas
han reflexionado. Por ello, la última parte de este capítulo tiene como objetivo mencionar la
función de la Mariología y de la persona de María en el diálogo ecuménico e interreligioso,
puesto que el papel de María no solo se limita a la teología católica, sino que está presente en
las otras confesiones cristianas e incluso en algunas religiones no cristianas.
5
1.1 LA MARIOLOGÍA COMO CIENCIA TEOLÓGICA
1.1.1 La teología: tratado sobre la fe
Para poder ubicar la Mariología dentro de la teología, primero debemos entender qué es la
teología; tomando en cuenta su raíz etimológica, podemos decir que la teología es la ciencia o
el estudio sobre Dios. Santo Tomás de Aquino define a la doctrina sagrada como ciencia de
Dios1, y San Agustín dice en su obra Ciudad de Dios: ―vocablo griego que significa discurso o
tratado sobre la divinidad‖2. Ahora bien, ya que esta definición es muy amplia, debemos
especificar que nuestro estudio es una investigación sobre el Dios uno y trino que se nos ha
revelado por medio de Jesucristo.

Por consecuencia, delimitamos nuestro trabajo a la teología cristiana; no obstante, la


teología cristiana tiene diversas confesiones (como los protestantes luteranos, anglicanos o
calvinistas entre otros), de tal manera que dejamos en claro que nuestro campo de trabajo es
sobre la teología cristiana católica. Esta teología se basa sobre la doctrina del Dios uno y trino
que nos ha revelado Jesucristo (la segunda Persona de la Santísima Trinidad), y que se nos ha
transmitido por medio de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición. Las verdades de fe
que estas dos fuentes revelan están custodiadas por el Magisterio de la Iglesia; se entiende por
Magisterio el Papa y los obispos sucesores de los apóstoles.

A lo largo de la historia del cristianismo, han existido distintos tipos de aportaciones a


la teología; regularmente cuando alguien indaga sobre un determinado tema, debe tomar en
cuenta todo lo que se ha dicho sobre el mismo ya sea a favor e incluso en contra. Sin embargo,
dentro de las mismas aportaciones, hay un rango de veracidad y una jerarquía en su valor
doctrinal. La Sagrada Tradición, mencionada anteriormente, tiene el mismo valor que la
Sagrada Escritura, se conforma por el conjunto de verdades transmitidas de generación en
generación y de muchos escritos que ya no formaron parte del canon bíblico pero que guardan
un importante valor doctrinal.

1
Cfr. SANTO TOMÁS de AQUINO, S. Theol. I, q.1 a.2.
2
AGUSTÍN (San), Civ. Dei VIII, I.

6
Es importante distinguir la teología natural —que podemos también llamar teodicea y a la
cual podemos acceder por medio de la luz natural de la razón— de la teología sobrenatural,
que es ―la exposición científica de las verdades acerca de Dios, en cuanto éstas son conocibles
por la luz de la revelación divina”3. Según Santo Tomás, la teología es una ciencia, ya que
parte de principios absolutamente ciertos que son las verdades reveladas; y a partir de estas
verdades adquiere nuevos conocimientos aplicando un método científico para argumentar sus
tesis y, por último, las concentra en un sistema organizado. Sin embargo, es una ciencia
supeditada, porque sus principios no son intrínsecamente evidentes para nosotros, sino que son
comunicados por revelación de la ciencia divina4.

El Doctor Angélico también nos enseña que la doctrina sagrada (teología) ―es una ciencia
más especulativa que práctica porque trata principalmente más de lo divino que de lo humano;
pues cuando trata de lo humano lo hace en cuanto que el hombre, por su obrar, se encamina al
perfecto conocimiento de Dios‖5. Según el santo dominico, el hombre para poder salvarse
necesitaba conocer esta ciencia y la única forma de poder acceder a ella es por medio de la
revelación divina (lo que Dios nos ha dado a conocer de sí mismo), ya que nuestra razón por sí
sola no tiene la capacidad de acceder a dichas verdades trascendentales; así que esta ciencia es
superior a todas las demás, tanto especulativas como prácticas, por la certeza de su contenido y
la dignidad de la materia que maneja.

Aunque la teología es una sola ciencia, para su estudio o según los diversos fines que se
proponga, se divide en distintas disciplinas o especialidades; esta división puede variar según
el autor que la proponga, pero a continuación enumeramos una lista de ramas en las que puede
dividirse la teología, y a su vez identificar la teología sistemática: 1. Teología bíblica, 2.
Teología histórica, 3. Teología sistemática y 4. Teología práctica.

La teología sistemática, como una especialidad de la teología, se encarga de la importancia


y la unidad de los testimonios revelados, de tal manera que las distintas afirmaciones de la fe

3
Ludwig OTT, Manual de Teología dogmática, Herder, Barcelona, 1998, p.25.
4
Cfr. S. Theol. I, q.1 a.2.
5
S. Theol. I, q.1 a.4.

7
puedan integrarse al depósito común y general. Para esta tarea, la teología sistemática se
auxilia de las siguientes disciplinas teológicas: 1. Teología fundamental, 2. Teología
dogmática, 3. Teología moral, 4. Doctrina social cristiana, 5. Derecho canónico y 6.
Propedéutica filosófico-teológica6.

1.1.2 La teología dogmática


―Es la exposición, metódicamente desarrollada, de la realidad y de la interconexión de la
autocomunicación, liberadora de los hombres, del Dios trino en Jesucristo, tal como se expresa
en el medio de la confesión de fe de la Iglesia”7.La teología dogmática pretende describir la
conexión interna de la revelación; sin embargo, la revelación divina sólo podemos
sistematizarla de manera relativa ya que en sí continúa siendo un misterio a la razón humana.
Gracias a la teología dogmática podemos encontrar de manera metódica y sistemática la
acción salvífica de Dios que se manifiesta en la revelación y su práctica en la Iglesia de Cristo
a través de la historia y podemos palpar estas verdades de fe en diversas expresiones de orden
litúrgico o devocional, pero, sobre todo, en sentencias que el magisterio ha declarado
formalmente y que hoy conocemos como dogmas; estos dogmas resumen el testimonio de toda
la Iglesia.

La teología dogmática es una ciencia hermenéutica y especulativa ya que procesa


ordenadamente el contenido de la fe. De igual forma, se expresa de un modo histórico, ya que
Dios irrumpe en la historia y un hecho histórico lo convierte a su vez en un acto salvífico.
Ludwig Ott nos aclara que se llama teología dogmática a toda la teología sobrenatural, pero se
reserva el nombre de dogmática ―al conjunto de verdades teóricas que nos han sido reveladas
sobre Dios y sus operaciones”8. A su vez, hay dos tipos de método en la teología dogmática:
uno positivo y otro especulativo. El primero consiste en que el Magisterio de la Iglesia
propone una enseñanza para que los fieles lo crean, y dicho contenido se basa en las fuentes de
la revelación. Por otro lado, la teología dogmática especulativa hace un esfuerzo por
comprender con la mayor profundidad posible las verdades de fe mediante la razón humana.

6
Cfr. B.WOLFGANG, ―Teología‖, en Diccionario de teología dogmática, Herder, Barcelona, 1999, p. 677.
7
Gerhard LUDWIG, Dogmática, teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona, 1998, p. 36.
8
Ludwig OTT, Manual de Teología dogmática, Herder, Barcelona, 1998, p. 29.

8
No debemos separar estos dos métodos; al contrario, siempre deben encontrar cierta armonía;
esto lo propone el Papa Pío XI en laConstitución Apostólica Deus scientiarumDominus(1931).

Dentro de la teología dogmática encontramos diversos tratados que la conforman y a su


vez podemos en última instancia ubicar a la Mariología. La teología neo escolástica ha
propuesto un esquema de distintos tratados que a continuación enumeramos: 1. Epistemología
teológica, 2. Doctrina del Dios uno y trino, 3. Doctrina de la Creación, 4. Antropología
teológica, 5. Cristología/Soteriología, 6. Mariología, 7.Eclesiología, 8. Pneumatología, 9.
Doctrina de la gracia, 10. Doctrina de los sacramentos y 11. Escatología.

Pues bien, si la teología dogmática estudia y profundiza en los dogmas, es necesario


precisar qué se entiende por tal concepto. De manera sencilla diremos que un dogma es una
verdad de fe; la teología fundamental enseña que un dogma ―se refiere a una proposición que
expresa alguna parte del contenido de la revelación divina y que es públicamente propuesta
como tal por la Iglesia y, por lo tanto, a la que se ha de asentir por fe‖9. Como es materia de fe,
la Iglesia tiene el derecho y la obligación de custodiar dicha verdad; por tal motivo, cuando se
declara un dogma se realiza a través del magisterio que éste a su vez puede ser ordinario o
extraordinario. El magisterio ordinario es el del obispo en su diócesis y el magisterio
extraordinario, a su vez, se subdivide en el del colegio apostólico (cuando todos los obispos se
reúnen en un Concilio) y en el ministerio petrino (ex cathedra) cuando proclama un dogma.
De tal manera que los artículos de los credos y los cánones de los Concilios ecuménicos deben
ser aceptados como expresión de los dogmas.

Diversos autores prefieren sustituir el término dogma por el de ―profesión de fe‖,


―declaración‖ o ―definición de fe‖, por las fuertes connotaciones negativas que ha recibido el
concepto desde la época de la Ilustración, ya que apelan a que los dogmas son principios
impuestos de manera absoluta, decretos sin fundamentos y que atentan contra la libertad

9
R. LATOURELLE, ―Dogma‖, en R. FISICHELLA y S. PIÉ-NINOT (dirs.), Diccionario de teología
fundamental, San Pablo, Madrid, 1990, p. 338.

9
humana y su capacidad de creatividad10. Menciono este tipo de críticas con el propósito de
dejar en claro que nos estaremos moviendo en un ámbito que implica necesariamente la fe.
Son válidas estas críticas si queremos aplicar los mismos métodos de investigación a toda
clase de conocimiento, pero debemos tomar en cuenta que la teología es una ciencia que
cuenta con métodos de investigación distintos a las ciencias exactas o a cualquier otro tipo de
ciencia; su propio terreno de investigación requiere procesos distintos, más no significa que
sean falsos o menos científicos que otras ciencias. Por la naturaleza de la fe religiosa, el dogma
es un camino válido para formular una definición que resuma una enseñanza doctrinal.

Cuando el magisterio declara una nueva enseñanza, recurre a diversos tipos de documentos
según el propósito de la verdad promulgada; por ejemplo, existen las Constituciones
Apostólicas que es la promulgación doctrinal con mayor rango emitida por el Vicario de
Cristo. Las Constituciones pueden ser dogmáticas o pastorales y se publican por medio de una
bula papal11 debido a su forma solemne y pública.

Otro tipo de documento son las Encíclicas, que son cartas con contenido doctrinal enviadas
por el Papa a la cristiandad en general. A diferencia de las Constituciones, las Encíclicas
guardan un carácter más personal y es el segundo documento más importante expuesto por el
Papa; algunas Encíclicas son clasificadas de manera informal como ―exhortaciones
apostólicas‖, por ser dirigidas a un público más amplio que el de los obispos12.

10
Cfr. L. PACOMIO, ―Dogma‖, en Fr. ARDUSSO, G. FERRETI, G. GHIBERTI, G. MOIOLI, D. MOSSO, G.
PIANA Y L. SERENTHÁ (dirs.), Diccionario teológico interdisciplinar I-II, Sígueme, Salamanca, 1985, p. 852.
11
Las bulas son documentos que expresan diversos mandatos en materia de ordenanzas y constituciones,
condenaciones doctrinales, concesión de beneficios, juicios de la Iglesia, decretos de indulgencias, de señoríos
eclesiásticos, etcétera.
12
Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_enciclica.

10
1.2 LA MARIOLOGÍA COMO TRATADO DOGMÁTICO

Hasta este punto hemos ubicado a la Mariología dentro de la teología, de tal manera que
podamos poco a poco delimitar nuestro campo de investigación y dejar en claro conceptos
claves, que nos den una visión más profunda del punto central de nuestro estudio que es el
dogma de la Asunción de María. Iniciamos este apartado diciendo que la Mariología es
―aquella parte de la Teología que estudia a María como Madre de Dios y Madre de los
hombres, según los principios de la Revelación divina‖13.

Hay diversos autores que han puesto en tela de juicio el tratado teológico sobre María, ya
que hemos mencionado que la teología se ocupa sobre Dios y su obra salvífica. Es insuficiente
argumentar que la Sagrada Escritura habla sobre ella ya que también la Biblia habla sobre la
acción de muchos otros personajes y no por este motivo existe un tratado teológico sobre cada
uno de ellos. Lo mismo podemos decir de sus privilegios que son muy importantes, pero en
última instancia son dones personales. Con este par de argumentos sólo se justificaría una
biografía sobre María o una hagiografía por su santidad y la corresponsabilidad con las gracias
recibidas.

Sin embargo, a diferencia de otros grandes personajes bíblicos o de destacados santos,


María es considerada un instrumento de salvación invaluable que de forma positiva colaboró
con la voluntad de Dios. La mayoría de los teólogos concuerda en que el fundamento
teológico de la Mariología ―radica en su maternidad divina y, de ella, en la asociación íntima y
activa que tuvo en la realización de los planes divinos, por medio de su único Hijo, en orden a
la salvación de todos los hombres‖14. En otras palabras, si existe un tratado teológico
específicamente sobre María es por el hecho de que Dios dispuso que la salvación de los
hombres se llevara de esta forma que se nos ha revelado y no de otra forma. María de manera
activa hizo efectiva una salvación real, histórica y concreta por la encarnación del Verbo
Eterno en su seno virginal.

13
Gustavo RUIZ y Alberto VEGA, Curso de Teología: La Santísima Virgen María, Minos, México, 2007, p. 27.
14
Ibíd. p. 20.

11
En la Cristología y la Soteriología María juega un papel especialísimo por cuanto la
Encarnación se llevó a cabo en sus entrañas purísimas. María manifiesta la verdad de la
humanidad de Cristo y colabora con su Hijo como Corredentora, Mediadora y Dispensadora
universal de todas las gracias15.

El Concilio Vaticano II en el capítulo 8 de la Constitución sobre la Iglesia Lumen Gentium,


ofrece una solución a la disyuntiva que presentaba la Mariología en relación a la cristología y
la eclesiología. Los Padres conciliares parten desde un enfoque teocéntrico-trinitario y cristo-
céntrico16. María, es por un lado, miembro de la Iglesia y, en su calidad de primera criatura
redimida, tipo y modelo de esta Iglesia. Pero, al mismo tiempo, supera a la Iglesia, en cuanto
que es la Madre del Hijo de Dios, y está, desde sus mismos orígenes, asociada a la obra
salvífica de Jesucristo de la que surgieron la Iglesia y la posibilidad de la existencia cristiana.

1.2.1 La mariología y su relación con otras disciplinas teológicas


La figura de María puede ser analizada desde diversos aspectos. Hay quienes llegan a
afirmar que es parte integrante de la cristología y no un tratado diferente. Hay también quienes
desarrollan una Mariología desde un entorno bíblico, analizando las prefiguraciones marianas
en el Antiguo Testamento o realizando diversas exégesis del Nuevo Testamento. Otro aspecto
es el histórico, que fija su mirada en la mujer que vivió hace más de dos mil años en Palestina,
que detalla los usos y costumbres de su época, los dinamismos sociales y los aspectos
culturales que la determinaron. A María también la podemos abordar desde una filosofía de las
religiones por su equivalente en otros credos religiosos; con la teología de la liberación retoma
un nuevo auge devocional, y la teología feminista confiere actualidad nueva al tema de María;
pero el aspecto que a nosotros nos interesa en este trabajo de investigación es la Mariología
que parte para su estudio concretamente del dogma cristiano, sin dejar de lado los aportes de
los otros tratados teológicos.

Al igual que los otros tratados, la Mariología se alimenta de las fuentes bíblicas,
particularmente en la obra lucana, el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles. Un

15
Ibíd. p. 31.
16
Cfr. Gerhard LUDWIG, Op. cit. p. 481.

12
desarrollo más amplio se centra en la persona de María, motivo por el que se ha llegado a
concluir que una de las fuentes de este autor fue ella misma17, particularmente por los detalles
relatados de la infancia de Jesús. No se excluye el Evangelio de Juan, pues según la tradición,
el Apóstol convivió con la Santísima Virgen desde que le fue encomendada por el mismo
Señor en el suplicio de la cruz hasta sus últimos días. Y aunque en el resto de losEvangelios y
de los escritos del Nuevo Testamento encontramos poca información, no dejan de ser
importantes los datos que por ser revelación divina ya implican una base segura de
conocimiento.

Los Evangelios son los escritos bíblicos que nos hablan de María como la mujer Virgen
que, desposada con José, concibió por obra del Espíritu Santo al Hijo de Dios. A pesar de que
en otras partes de la Biblia su mención es indirecta como en San Pablo cuando escribe: ―Pero,
al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley‖(Gal 4, 4), los primeros cristianos así como encontraron en el Antiguo Testamento
prefiguraciones cristológicas o pasajes que de alguna manera revelaban el misterio de Dios
realizado en la persona de Jesús, también hicieron lo mismo con la persona de María.

En la Iglesia naciente la persona de María está íntimamente vinculada con lo que se afirma
de Cristo y poco a poco la liturgia incluye himnos y alabanzas a la madre del Creador. María
ha sido tema constante de espiritualidad y reflexión a lo largo de la era cristiana, ya que de
manera analógica concentra en su persona la figura del pueblo de Israel y la Iglesia de Cristo.

Aunque existen diversos e importantes documentos sobre María, es evidente que la vida de
la Iglesia ha colaborado en gran medida para la elaboración de la doctrina mariana, y es uno de
los sectores de pensamiento en donde observamos un trabajo en conjunto entre las Sagradas
Tradiciones (oral y escrita). Sin duda alguna, la Mariología no queda aislada ni marginada en
ningún sentido; se entiende como parte de un todo e incluso funge como puente entre diversas
ramas de estudio dentro de la teología.

17
Cfr. Joseph RATZINGER, La infancia de Jesús, Planeta, Barcelona, 2012, p. 23.

13
Diversos autores como Ireneo, Tertuliano, Victorino de Petovio, Gregorio Nacianceno,
encontraron en María la Nueva Eva, ya que por su obediencia nos ha llegado la solución de las
desgracias desatadas a partir de la acción de Eva. La profecía de Is 7,14 sobre la virgen que
dará a luz tuvo rápidamente asociación con la concepción virginal de María como nos lo
enseña Eusebio de Cesarea. El monte Sion, constantemente mencionado en el Antiguo
Testamento, fue para San Efrén de Siria un símbolo mariano al ser el lugar donde Dios puso su
morada como aconteció en la Encarnación del Verbo. San Ambrosio compara la ―Puerta
cerrada‖ del oráculo de Ezequiel con María a causa de su virginidad; y así sucesivamente
muchos Padres de la Iglesia no escatimaron esfuerzos en tratar de ensalzar los dones y virtudes
de María con diversas figuras bíblicas. Los distintos géneros literarios (proféticos, históricos,
apocalípticos, poéticos, etcétera) han revelado importantes verdades acerca de la Madre del
Creador directa o indirectamente.

Tanto la liturgia como la piedad popular se han inspirado en María por medio de cantos,
himnos, alabanzas, oraciones, letanías y devociones para elevar el grado de espiritualidad de
los fieles de todos los tiempos. Con el axioma Lexorandi, lexcredendidesignamos el valor
dogmático de la liturgia; es decir, lo que nosotros creemos lo hemos expresado en breves
oraciones que resumen toda una doctrina y que la celebramos dentro de un rito específico. En
particular, la liturgia oriental guarda una importante tradición litúrgica sobre María; así recita
un himno ruso: ―Habitando en el cielo en estado glorioso, la Virgen sigue siendo la Madre del
género humano. Ella santifica la totalidad del mundo natural, en ella y por ella el universo
llega a la gloriosa transformación‖18.

Otro de los tratados con los que también se relaciona la Mariología es la escatología o
tratado de las postrimerías, ya que el dogma de la Asunción de Maríaaporta nuevos enfoques a
la visión teológica sobre la vida eterna y es anticipo de la resurrección de los muertos en el día
del juicio final.

18
Citado por Hugo RAHNER, María y la Iglesia, Cristiandad, Madrid, 2002, p. 173.

14
1.2.2 Los dogmas marianos
Otro detalle que podemos rescatar es el desarrollo histórico y controversial por el que han
atravesado las verdades de fe. No sólo son el resultado de una revelación mística, sino el fruto
de una fatigosa lucha por sacar a flote la verdad divina.

Existen cuatro verdades de fe respecto a María proclamadas solemnemente por la Iglesia


católica como dogmas, los cuales, como bautizados, estamos obligados a creer y profesar
como verdades reveladas, a saber: María permaneció Virgen antes, durante y después del
parto; María debe ser llamada verdaderamente Madre de Dios; María desde el primer instante
de su concepción por una gracia especial fue preservada del pecado original y, cumplido el
curso de su vida terrena, fue asunta al cielo en cuerpo y alma.

1.2.2.1 La Maternidad divina de María


Los Evangelios son muy claros al decir que María es Madre de Jesús; sin embargo, en los
primeros siglos del cristianismo surgen algunas controversias cristológicas que ponen en duda
la divinidad de Jesús y por ende designan a María el título solo de Madre del Señor (Jesús
como hombre); empero, los Padres de la Iglesia dejaron en claro que Jesús es verdadero Dios y
verdadero hombre; es decir, no podemos separar por ningún motivo estas dos naturalezas.
Podemos decir que María es Madre de Dios porque Jesús es Dios y hombre verdadero. Este
dogma sobre María surge como consecuencia de la apologética contra los nestorianos, y así se
popularizó el ya conocido título griego de Theotokos19, que significa Madre de Dios.

Precisamos que la naturaleza humana ha sido creada por Dios y que ésta se transmite por
la unión de los gametos (masculino y femenino). Pero María, como lo constata la Sagrada
Escritura, concibió sin concurso de varón. Es decir, la corporalidad de Jesús se realizó de
manera extraordinaria o milagrosa por obra del Espíritu Santo que descendió sobre María
Virgen; sin embargo, es solo la segunda persona de la Santísima Trinidad quien se encarnó en
su seno. Toda esta doctrina sobre la maternidad divina la podemos encontrar en los escritos de
19
Alejandro de Alejandría (antecesor de San Atanasio) es el primero de los Santos Padres en el cual hallamos el
título de Theotokos.Conviene señalar que fue el Concilio de Éfeso el que la proclamó con este título. Al
cumplirse el XV centenario del Concilio se estableció la fiesta de la Maternidad divina el 11 de octubre.

15
San Cirilo de Alejandría contra los Nestorianos en donde concluye: ―Si alguno no confiesa que
Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la santa Virgen es madre de Dios (pues dio
a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema‖20 y en muchos otros Padres de
la Iglesia que iluminaron la fe en el Emmanuel, concepto cristológico que encierra las dos
naturalezas de Cristo como nos enseña San Ireneo:―y los que le proclamaron Emmanuel (cf.
Is7,14), nacido de una virgen, demostraron la unión del verbo de Dios con su obra, porque el
Verbo se haría carne y el Hijo de Dios se haría hijo del hombre‖ 21. La maternidad divina es la
más alta expresión de la receptividad humana visitada por la gracia. Sin duda alguna el
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios permite a María gozar de una excelente dignidad y
plenitud de gracia a causa de su maternidad.

1.2.2.2 La Virginidad perpetua de María


Las Sagradas Escrituras atestiguan la concepción virginal del Hijo de Dios (cfr. Lc 1, 30-
34); no obstante, hay quienes aseguran que María concibió a Jesús sin concurso de varón, pero
posteriormente María como toda mujer continuó su vida marital con José concibiendo más
hijos con motivo del pasaje evangélico en donde el mismo Jesús pregunta quiénes son su
Madre y sus hermanos22.

Como habíamos comentado, el dogma se refiere ante todo a la integridad corporal: la


virginidad de María se conserva íntegra antes, durante y después del parto. Aunque las
primeras confesiones de fe que se encuentran son de orden cristológico, la verdad sobre la
virginidad perpetua de María se constata en casi todos los símbolos a partir del segundo siglo
y diversos autores comienzan a hablar de ella directa e indirectamente como San Ignacio de
Antioquia, Tertuliano o San Ireneo.

Mientras que San Justino es el primero en llamar a María como La Virgen en un sentido
prototípico, San Ignacio afirma que la virginidad de la Madre es un signo del libre designio
divino de salvación y Orígenes en su comentario al Evangelio de Juan denuncia la falta de

20
DH 252.
21
Guillermo PONS, Textos marianos de los primeros siglos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994, p. 30.
22
Se constata que en el griego común, la palabra griega traducida ―hermanos‖, basada en el semítico, significa e
incluye los parientes de sangre, como primo o hermanos, cfr. Mc 3, 31-35.

16
verdad en aquellos que no creen en la virginidad de María. San Jerónimo escribe un tratado
sobre la Virginidad de María y este mismo tema inspira la obra lírica de San Efrén de Siria en
sus himnos marianos; en fin, menciono esto para señalar el común criterio entre los grandes
teólogos y la tradición que de ellos hemos recibido hasta nuestros días. Concluyo con una cita
del célebre maestro Agustín de Hipona en la controversia acerca de la virginidad después del
parto que dice: ―el sepulcro nuevo en el que nadie había sido sepultado es como el seno
virginal de María, donde, ni antes ni después, ningún mortal había de nacer por inseminación
de varón‖23.

A pesar de que la Iglesia siempre afirmó la virginidad perpetua de María, por el año 500 d.
C. el monofisismo amenazaba con provocar una fuerte ruptura en el interior de la Iglesia,
convenciendo cada vez más a los creyentes de que en Jesús sólo estaba presente la naturaleza
divina, pero no la humana; es decir, aunque existen en Cristo dos naturalezas, los monofisitas
pensaban que la naturaleza divina absorbía a la humana, hasta el punto de llegarla a divinizar.
En tal controversia cristológica también quedaba en entredicho todo lo relacionado con el
origen de Jesús. Para aclarar esta confusión iniciada por Eutiques, el Papa Vigilio y el
emperador Justiniano I acordaron convocar a un Concilio ecuménico el cual se celebró en
Constantinopla en el año 553 y del que se desprendieron las siguientes afirmaciones
doctrinales incluidas la formulación dogmática sobre la virginidad de María:

Si alguno no confiesa que hay dos nacimientos de Dios Verbo, uno del Padre, antes de los
siglos, sin tiempo e incorporalmente; otro en los últimos días, cuando Él mismo bajó de los
cielos, y se encarnó de la santa gloriosa madre de Dios y siempre Virgen María, y nació de
ella; ese tal sea anatema24.

En un mismo clima de controversia respecto a Cristo, pero ahora en torno a su voluntad


humana y a su voluntad divina, el Papa Martín I convocó en el año 649 un sínodo, el cual se
celebró en la basílica de San Juan de Letrán en Roma. Dicho sínodo condenó el monotelismo,
el cual sostenía que en Jesús sólo existía una voluntad divina y no una humana. Una vez más,

23
AGUSTÍN (San), De Trin, IV, 5.9.
24
DH 422.

17
definiendo una verdad cristológica, se reafirma una verdad mariana la cual se vio consagrada
en las siguientes palabras del Concilio25:

Si alguno no confiesa junto con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre
de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos
tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y
verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente lo
engendró, permaneciendo ella, aún después del parto, en su virginidad indisoluble, sea
condenado26.

1.2.2.3 La Inmaculada Concepción de María


En los primeros siglos del cristianismo sólo se habló de la santidad perfecta de Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero; se deducía su santidad absoluta por la unión hipostática de sus dos
naturalezas. Ante tal lógica era difícil de pensar que María pudiese gozar de dicho privilegio.
Recordemos que hay un dogma fundamental en la Iglesia que llamamos la universalidad de la
redención que afirma: ―no hay gracia ni salvación posibles, tras el pecado de Adán, que no sea
en Jesucristo Redentor‖27. La dificultad radicaba en ¿cómo fue redimida María si no estaba
sujeta a ningún pecado, incluso el pecado original?

A lo largo de los siglos se hicieron varios planteamientos: Ireneo de Lyon propuso la idea
de una purificación en María en el momento de la Anunciación y Encarnación del Verbo;
diversos teólogos hablaron de una santificación en el seno de su madre; teólogos bizantinos
propusieron una liberación del pecado original en el momento de su concepción (pasiva); sin
embargo, hablar de una purificación, liberación o santificación del pecado original no es
exactamente la doctrina de la preservación, que hunde sus raíces en la teología de la gracia y el
pecado original28.

Debemos tener claro que sólo la persona es sujeto de la gracia, pero la interrogante es a
partir de qué momento comienza a existir un ser humano. La concepción de un ser humano
tiene dos momentos: el primero es cuando el óvulo es fecundado por el espermatozoide del
25
Fue un sínodo, el primer o segundo sínodo lateranense pero también es llamado Concilio.
26
DH 503.
27
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, María, evangelizada y evangelizadora, CEM, México, 1989, p. 296.
28
Cfr. Gerhard LUDWIG, Op. Cit. pp. 506-507.

18
varón; a este momento lo llamamos ―concepción activa‖; el segundo momento es cuando Dios
infunde el alma humana a este nuevo ser, momento que conocemos como ―concepción
pasiva‖.Es en la concepción pasiva cuando podemos decir que existe un nuevo ser humano
como persona y sujeto de la gracia; es a esta concepción a que se refiere el dogma de la
inmaculada concepción en María29.

Los primeros siglos del cristianismo tuvieron su propio ritmo y sus propias interrogantes
sobre la fe que poco a poco iban aceptando y viviendo; esta fe se centra como debe ser en la
persona de Jesús; sin embargo, la estrecha relación entre el Señor y su Madre lleva a todo
creyente a interrogarse sobre la figura materna de María. Profesar que María fue concebida sin
pecado original no es una idea primaria en el cristianismo como lo fue la maternidad divina o
la virginidad perpetua, que están contempladas en los Evangelios y que expresan verdades ya
asimiladas por los primeros cristianos.

El primer indicio sobre el origen extraordinario de María lo encontramos hacia el siglo II


en el Protoevangelio de Santiago en donde se narra que Ana concibió a su hija sin el concurso
de su esposo Joaquín que se encontraba en ese momento en el desierto; dicha narración
popular es uno de los primeros esfuerzos por tratar de explicar la santidad perfecta de María.
Esta concepción milagrosa contradice las reflexiones modernas de los teólogos que tienden a
dar una explicación más biológica; sin embargo esta tesis fue admitida por muchos, dicho
texto dice literalmente lo siguiente:

Y he aquí que un ángel del Señor apareció, y le dijo: Ana, Ana, el Señor ha escuchado y
atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra.
Y Ana dijo: Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea
hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los
días de su vida.Y he aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín tu marido
viene a ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole:
Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana
concebirá en su seno30.

29
Cfr. Gustavo RUIZ y Alberto VEGA, Curso de Teología. La Santísima Virgen María,Minos, México, 1992, p.
94.
30
http://escrituras.tripod.com/Textos/ProtEvSantiago.htm

19
Antes del siglo IV no encontramos afirmaciones claras sobre la santidad perfecta de María.
Es entre los teólogos del Oriente cristiano en donde sale a relucir este tema, como en San
Epifanio o en los himnos Carmina Nisibena de San Efrén, que, dirigiéndose al Señor, dice:
―Tú solo y tu madre sois hermosos en todos los aspectos; en ti no hay pecado alguno y
ninguna mancha en tu madre”31.Recordemos que la santidad de María no es a base de sus
esfuerzos ascéticos como lo sostienen los pelagianos; sino que su santidad proviene como
privilegio de la gracia cristológica, como lo enseña San Agustín.

Entre los teólogos del medioevo y los modernos existían opiniones encontradas respecto a
este tema; personas como San Bernardo, San Buenaventura, San Alberto Magno, Santo
Tomás, entre otros, aunque confesaron firmemente la santidad perfecta de María, ―no hallaron
el modo de armonizar la inmunidad mariana del pecado original con la universalidad de dicho
pecado y con la indigencia de redención que tienen todos los hombres‖32.

Sin embargo, Guillermo de Ware y particularmente su discípulo, Juan Duns Escoto,


encontraron una solución que armonizaba las distintas posturas al introducir el término pre
redención, que implicaba el hecho de que por un lado María se veía libre de la culpa original y
por el otro también tenía la necesidad de ser redimida; la misma preservación del pecado
original es para Juan Duns Escoto una forma perfecta de redención.

A continuación citaremos la definición del dogma por el Papa Pío IX en su bula Ineffabilis
Deus, del 8 de diciembre de 1854:

Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de
Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la
autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y
con la nuestra declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la
beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el
primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en
atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios
y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles33.
31
Carlos Ignacio GONZALEZ, Op. cit.p. 227.
32
Ludwig OTT, Manual de Teología dogmática,Herder, Barcelona, 1968, p.317.
33
DH 2803.

20
El dogma de la Inmaculada Concepción será desarrollado con mayor detenimiento en
el segundo capítulo, ya que consideraremos que la Asunción de María es un dogma
consecuente con su privilegiada elección.

1.2.2.4 La Asunción de María


El último dogma mariano proclamado por la Iglesia católica es el dogma de la
Asunción de María; éste es el tema central de nuestro estudio y el cual desarrollaremos
ampliamente en los siguientes capítulos. En este momento sólo nos limitaremos a mencionar
un par de cosas como parte del estudio preliminar, que tiene como objetivo manejar términos
claves que nos permitan un análisis más profundo y una mayor comprensión del tema.

La reflexión sobre el final terrenal de la Madre de Dios es una preocupación que inicia
en los ambientes de fe más sencillos hasta convertirse en tema de estudio de los más
destacados teólogos. Menciono esto porque buscaremos citar los autores más sobresalientes
respecto al tema y su argumentación para concluir que María fue asunta al cielo en cuerpo y
alma.

Un tema que también se discutió, pero que en la promulgación del dogma no se trató,
es la muerte en María. Hay quienes sostienen que María murió pero resucitó a ejemplo de su
Hijo; hay quienes, basándose en la profecía de Simeón, concluyen que María fue mártir por
causa del evangelio pero sin conocer la corrupción del cuerpo; hay quienes dicen que fue una
dormición en el sentido bíblico; hay quienes sostienen que no murió porque según San Pablo
la paga al pecado es la muerte y como ella nunca pecó no estuvo sometida a la muerte.

Los primeros relatos sobre el término de la vida terrena de la Virgen María los
encontramos en escritos apócrifos. Son relatos que no fueron incluidos en el canon bíblico,
sino que circularon en ambientes de devoción personal y a menudo se consideraban falsos
documentos caracterizados por tener un género literario sensacionalista. Posterior al Concilio
de Éfeso, surgió un escrito con el título TransitusMariaecomo respuesta al dogma proclamado
en ese Concilio. Por supuesto estos relatos carecen de valor histórico y son más piadosos que
teológicos; sin embargo, debemos rescatar el valor que tiene la fe popular de aquel momento y
21
de alguna forma reconocer que son las primeras indagaciones sobre lo que posteriormente
sería una solemne verdad de fe.

1.3 LA MARIOLOGÍA EN EL DIÁLOGO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO

A lo largo de la historia del cristianismo han acontecido diversos cismas, que son
divisiones dentro de la misma comunidad de creyentes. La Sagrada Escritura menciona las
advertencias de Pablo sobre sus comunidades respecto a la infiltración de nuevas ideas
contrarias a la predicación apostólica; estas fragmentaciones han existido siempre a mayor o
menor escala. Las dos divisiones que han causado mayor impacto a la cristiandad son las
separaciones conocidas como: el cisma de Oriente y el cisma de Occidente.

El primero aconteció entre los siglos IX y XI. La negación del primado romano y la
procedencia del Espíritu Santo fueron los temas más debatidos, ya que mientras la teología de
la Iglesia católica reconoce en el sucesor de Pedro una supremacía en la fe y en la jurisdicción
de la institución eclesial, la teología de las Iglesias ortodoxas reconocen en el ministerio
petrino una superioridad honorífica pero no de jurisdicción. Ellas argumentan que Roma es
una sede apostólica como también lo han sido Alejandría, Jerusalén, Constantinopla y
Antioquía desde los primeros siglos del cristianismo y defienden la autonomía de sus
patriarcados.

La discusión acerca de la procedencia del Espíritu Santo surge aparentemente cuando un


grupo de cristianos ha visto a una comunidad monástica en Jerusalén celebrar la liturgia
cantando en el credo que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Al oír esta versión,
acusan a la Iglesia latina de no reconocer el credo universalmente proclamado por la Iglesia y
piensan que la Iglesia de Roma ha comenzado a traicionar la tradición y el consenso unánime
de los Padres. Las Sagradas Escrituras dicen que el Espíritu Santo procede del Padre y también
que es enviado por medio del Hijo, pero no tenemos una fuente que diga que procede de
ambos. La reflexión teológica en la tradición latina que sugiere que el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo se basa en las especulaciones de San Agustín; sin embargo, estas
doctrinas no fueron admitidas en la Iglesia de Oriente.
22
La razón por la que nos referimos a este acontecimiento es porque, a partir de éste, cada
Iglesia continuó su propio camino teológico; sin embargo, consideramos que han estado
pendientes una de la otra en muchos aspectos y por eso llegaron a aceptar ciertas prácticas,
devociones y afirmaciones doctrinalesque permanecen dentro de lo convenido antes de la
fractura eclesial.

A grandes rasgos, a partir del siglo XI podemos distinguir por un lado a los orientales
conocidos como ortodoxos del Oriente y por otro lado los católicos. Como un simple dato,
debemos saber que dentro de la Iglesia católica existen distintos ritos que difieren ya sea por
su liturgia, disciplina eclesiástica o patrimonio espiritual. El más difundido en Occidente es el
rito latino al que nosotros pertenecemos. Están encomendados por igual al gobierno pastoral
del Romano Pontífice; por tales motivos también hay católicos de ritos orientales.

La Iglesia de Oriente ha dado grandes aportes a la Mariología en diversos aspectos, ya que


guarda una rica tradición litúrgica respecto a las fiestas marianas, y conserva un importante
patrimonio de himnos, cantos y devociones, así como de grandes lumbreras que han iluminado
la fe, no solo de un patriarcado, sino de la Iglesia universal. La Asunción de María surge como
una liturgia celebrada en Oriente con el nombre de dormición o tránsito de María, fiesta
trasladada y asumida por la Iglesia católica tiempo después.

El cisma de Occidente se produjo entre los años 1378 y 1417 cuando diversos papas se
disputaban la autoridad pontificia. Particularmente fue un problema entre el reino de Francia y
el papado; incluso algunos historiadores llaman a éste el cisma de Aviñón porque la sede
petrina se trasladó a Aviñón por problemas políticos en Roma. Esta serie de fracturas
generaron cada vez más conflictos al interior de la Iglesia católica; por tal motivo, no es de
extrañar que cada ruptura implicara una visión diferente de las cosas. Más adelante, en el siglo
XVI surge en Alemania un movimiento religioso cristiano al que se le denominó
protestantismo que buscaba la restauración de un cristianismo primitivo idealizado.

23
Ante un cristianismo constantemente resquebrajado, se inició un movimiento que ha
buscado la restauración de la unidad de los cristianos. Es un movimiento reciente que ha
surgido lentamente, pero llevando a cabo encuentros y diálogos significativos. Dejamos en
claro que el término ecumenismo sólo se utiliza para el diálogo entre Iglesias que profesan la
fe en un solo Dios en tres personas y reconocen a Jesucristo como Dios y salvador.
Recordemos que en este diálogo entre Iglesias cristianas, existe una jerarquía en las verdades
de fe; es decir, en este orden son prioridad las verdades que fundamentan la fe cristiana
respecto a su fin (a saber, temas sobre la Santísima Trinidad, sobre Jesucristo, sobre el Reino
de Dios o la justificación, etcétera) y en un segundo grado se encuentran las verdades
concernientes a los medios (por ejemplo: los sacramentos, la Iglesia, los santos y también los
temas que se refieren a la Santísima Virgen María). De este modo, los diálogos ecuménicos
sobre la Virgen María son de segundo orden. No obstante, siguen siendo importantes en el
sentido que pueden ser causa de unión o de mayor ruptura entre las diversas Iglesias cristianas.

No debemos confundir las Iglesias cristianas que se han desprendido del seno de la Iglesia
católica (luteranos, calvinistas y anglicanos), con los movimientos religiosos que comúnmente
son denominados sectas, que tienen un origen relativamente reciente y que fundamentan sus
creencias incluso en herejías de los primeros siglos. Con este tipo de confesiones es mayor el
esfuerzo que se debe realizar por ser menores los puntos doctrinales de encuentro.

Los reformistas conservan como revelación divina el nacimiento virginal de Cristo y la


maternidad divina de María, fundamentalmente como lo expresa la Biblia. La mayor
problemática surgió cuando se invocó a María como intercesora, cuando ellos sostienen que
Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, afirmación que por supuesto los
católicos también sostenemos. Sólo que, basados en el texto joánico de las bodas de Caná (cfr.
Jn 2, 1-12), los católicos han encontrado un recurso eficiente en María que por supuesto en
último caso tiene a Jesucristo como único fin: ―Hagan lo que él les diga‖.

En el diálogo ecuménico, debemos considerar que particularmente el tema sobre la


Asunción de María ha sido propuesto por los cristianos ortodoxos, asumido por los católicos y
rechazado por los protestantes; el motivo de dicha inconformidad consiste en el hecho de que
24
consideran que el catolicismo ha hecho un uso excesivo de la especulación en los llamados
privilegios de María.

Consideramos prudente atender las críticas de los protestantes sobre un maximalismo


respecto a la figura de María, es decir, no sobrepasar los límites cuando nos referimos a la
Madre de Dios, sino dar un justo lugar en el culto de nuestra veneración; no perder de vista los
pilares fundamentales de la vida y práctica del cristianismo en lo que ellos han denominado:
sola scriptura, sola fide, sola gratia, solusChristus, soli Deo gloria; que desde nuestro punto
de vista son principios que la Iglesia católica desde siempre ha proclamado y asumido. La
proclamación del dogma de la Asunción de María no se contrapone, a nuestro parecer, a
ninguno de estos principios, sino que se desprende precisamente de ellos como posteriormente
analizaremos.

Una vez aclarado en qué consiste el diálogo ecuménico, agrosso modo hablaremos sobre la
Mariología en el diálogo interreligioso. El Papa Pablo VI instituyó en el año de 1964 un
secretariado para los no cristianos con el fin de promover estudios adecuados y relaciones
amistosas con miembros de religiones no cristianas; actualmente este secretariado es conocido
como el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y mantiene relaciones diplomáticas
con el mundo del Islam, del budismo y del hinduismo34.

Es evidente que con estas religiones no podemos ni siquiera hablar sobre la Asunción de
María, porque el acercamiento con ellos es de otra índole y no precisamente doctrinal; sin
embargo, hemos tenido a bien mencionar el diálogo interreligioso en este apartado porque
queremos dejar en claro en qué consiste esta relación.

El islamismo es considerado junto con el judaísmo y el cristianismo como religiones


reveladas. El Corán es el libro sagrado de los musulmanes. El nombre de María es el único
nombre femenino mencionado en el Corán35. Los autores musulmanes asignan a María una

34
Cfr.http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_pro_20051996_s
p.html
35
Cfr. Sura 19.

25
ascendencia noble de la estirpe sacerdotal de Aarón y sostienen que María y su hijo son los
únicos que escaparon a la acción del demonio y permanecieron sin pecado.

El budismo contempla la figura materna de Kannon que abraza y sostiene la verdad y la


vida. También el judaísmo, como fuente del cristianismo, constantemente destaca figuras
femeninas de las que Dios se vale para rescatar a su pueblo, como lo testifican las Escrituras
del Antiguo Testamento y de las que los cristianos del primer siglo interpretaban como
prefiguraciones de María, la madre de Jesús.

Hasta este punto, detenemos nuestro estudio preliminar con el fin de adentrarnos al
desarrollo histórico y doctrinal del dogma de la Asunción de María; con este apartado
concluido, se pretende tener las herramientas necesarias para hacer un análisis serio que nos
permita una mayor comprensión del tema.

26
CAPÍTULO II. DESARROLLO HISTÓRICO Y DOGMÁTICO DE LA ASUNCIÓN
DE MARÍA

INTRODUCCIÓN

Este segundo capítulo tiene como objetivo mostrar el desarrollo histórico y doctrinal del
dogma de la Asunción de María, desde sus antecedentes más remotos hasta los estudios más
recientes sobre el tema. En el primer capítulo hemos tenido a bien dejar en claro algunos
conceptos que en los siguientes capítulos se utilizarán, con el fin de aclararlas ideas que
llevaron a concluir que María fue asunta al cielo en cuerpo y alma.

Toda verdad de fe tiene como fundamento las Sagradas Escrituras, pero éstas no dan un
testimonio explícito sobre el hecho de que María al terminar su vida terrenal fue asunta al cielo
como lo presenta el libro de Hechos de los Apóstolessobre la ascensión de Jesús; sin embargo,
la Iglesia a través de los siglos encontró en diversos pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento narraciones que analógica y alegóricamente reforzaban la creencia de que en
efecto María ya gozaba de la vida eterna en un cuerpo glorificado.

La interrogante sobre el final de la vida terrenal de la Virgen María surge originalmente en


la fe sencilla de hombres y mujeres que veían en la persona de María una prefiguración de
aquello a lo que el cristiano podría aspirar con la gracia divina. El hecho de que los primeros
antecedentes los encontremos en narrativas apócrifas pone en cuestión su veracidad histórica,
pero no su desarrollo; la idea continuó su curso buscando cada vez más argumentos que
sustentaran lo que en sus orígenes surgió como una devoción.

En los primeros ocho siglos del cristianismo surgieron en el seno de la Iglesia diversos
personajes que ilustraron las verdades divinas y que en la actualidad conocemos como Padres
de la Iglesia. Retomaremos algunos de sus escritos con el fin de enriquecer nuestra
investigación, conocer la reflexión teológica de su momento y analizar el desarrollo dogmático
de la Iglesia primitiva respecto a la figura de María en lo que respecta al final de su vida
terrenal y su Asunción a los cielos. Tomemos en cuenta que los primeros siglos tuvieron su
27
propia problemática doctrinal con herejías principalmente de orden cristológico y el debate
sobre el acontecimiento que nos concierne sólo tuvo relevancia del siglo IV en adelante en la
Iglesia de Oriente.

Una vez analizados los antecedentes históricos, los argumentos bíblicos y la teología
mariana de los santos Padres sobre la Asunción de María, concluiremos el segundo capítulo
con algunos aportes de los teólogos medievales como Tomás de Aquino y Bernardo de
Claraval que son figuras sobresalientes por su doctrina y su influjo en épocas posteriores.
Aunque el segundo capítulo es propiamente una recopilación del desarrollo doctrinal, es
importante ir formando un criterio en base a dichos datos con miras a tener una base sólida
para sostener dogmáticamente lo que hoy celebramos en la liturgia.

2.1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Los cristianos de los primeros siglos se esforzaron por defender las verdades de fe
referidas a Jesucristo, fuertemente cuestionadas y debatidas. La persona de María, tan
estrechamente unida a su Hijo, sufrió las consecuencias de acaloradas discusiones en diversos
aspectos, ya que lo afirmado o negado sobre Jesús, directa o indirectamente concernía a María
y viceversa. Es así que los temas sobre la maternidad divina y la virginidad perpetua de María
ocuparon las primeras reflexiones de la teología mariana.

En el año 600 encontramos un hecho relevante que oficializaba lo que de alguna manera el
pueblo de Dios creía y celebraba de manera particular: cuando el emperador bizantino
Mauricio promulgó en todo su imperio la celebración de la dormición de María. Esta
solemnidad sustituyó a la fiesta de la Theotokos (Madre de Dios), celebrada en Jerusalén desde
el siglo V en la fecha del 15 de agosto, aunque no existía una idea clara de lo que se celebraba
(su muerte, resurrección o asunción). Aproximadamente en el año 650, esta fiesta fue
transmitida a la Iglesia de Occidente con el nombre de Dormición de María:

Desde Roma la fiesta se expandió a Inglaterra y Francia con el nombre de Depositio,


Navidad o Pausatio; pero a partir de los papas Adriano I (795) y Pascual I (824) la fiesta se
28
denominó Assumptio. Según las tres primeras denominaciones, el objetivo de la fiesta sería la
muerte de María; según la última, su glorificación36.

El testimonio más antiguo sobre el tema se lo debemos a Epifanio, que por una
preocupación pastoral y por instruir a sus fieles sobre el final terrenal de la Madre de Dios,
escribió alrededor de los años 374-377 un texto donde expresa que no existía ninguna
tradición palestina que hablara al respecto y llegó a la formulación de tres conclusiones,
primera: María simplemente murió como cualquier ser humano, incluso como su propio Hijo;
segunda, María acaeció mártir en base al texto evangélico de Lc 2, 34 y, la tercera y última,
María fue asunta al cielo sin haber muerto, afirmación basada en el texto de Apocalipsis 12.
Otro testimonio es el sermón de Timoteo, sacerdote de Jerusalén, que cita una posible
tradición que sostiene la Asunción de la Madre del Señor, y otras referencias son las
enseñanzas de los gnósticos que pretendían enseñar que María se encontraba en estado
inmortal, pero escondida en algún lugar de la tierra37.

Lo que sí se puede afirmar es que para el siglo V, la Iglesia de Oriente ya celebraba tres
grandes fiestas marianas: la Anunciación, la Purificación (Hipapanté) y la Dormición. Hay
quienes sostienen que el origen de la tradición de la dormición de María remonta hasta los
tiempos apostólicos: ―La fiesta de la Asunción de la Virgen María es la más antigua y solemne
de las festividades marianas. Se cree que comenzó a celebrarse en Jerusalén en los tiempos
apostólicos, y luego se extendió por el resto de Oriente y en Occidente‖ 38; otros proponen una
fecha posterior: ―tenemos que fijarnos sobre todo en el hecho históricamente comprobado de
la celebración de ésta última fiesta (Dormición) hacia el año 380‖39, pero un consenso más
general nos lleva a concluir que la fiesta surgió entre los siglos IV o V aproximadamente.

Aunque en Oriente la idea de la Asunción se iba difundiendo rápidamente, en Occidente


diversos textos obstaculizaron su libre propagación. Un texto de un pseudo-Agustínaseveraba
tajantemente que nosotros nada podemos saber del cuerpo de María; otro texto de un pseudo-
36
José GARCÍA, Mariología, BAC, Madrid, 2005, p.265.
37
Cfr. Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. pp. 238-239.
38
Esther PIZARIELLO, Amigos de Dios y de los hombres, Claretiana, Buenos Aires, 1984, pp. 580-581.
39
Manuel GARCÍA, El dogma de la asunción,Escelicer, Madrid, 1947, p. 20.

29
Jerónimo cuestiona el hecho de si María fue asunta con o sin el cuerpo y, por último, un
escrito del martirologio de Usuardoalababa el silencio de la Iglesia respecto al tema, porque
fácilmente podría tomarse como una leyenda. Sin embargo, a partir del siglo XII apareció un
tratado que fue adjudicado a San Agustín40 que tiene a bien defender el hecho de que María
fue asunta corporalmente al cielo; posteriormente diversos papas tendieron a defender dicha
verdad, como el Papa Pío V que sustituyó del breviario la lectura del pseudo-Jerónimopor
otras que estaban a favor y el Papa Benedicto XIV que apreció dicha doctrina41.

2.2 TEXTOS APÓCRIFOS SOBRE LA ASUNCIÓN DE MARÍA

Entre los siglos IV y VI surgieron diversos textos apócrifos que narran cómo aconteció la
muerte y asunción de María; estos relatos pretenden explicar el misterio de la participación de
María en la gloria de Cristo resucitado, al mismo tiempo que de su muerte y sepultura. Aunque
históricamente carecemos de datos sobre el final de la vida de la Madre de Dios, los textos
apócrifos constituyen una expresión particular sobre una reflexión popular que pretendía
alimentar la fe de los creyentes, aunque constantemente presentan teologías confusas y
deficientes en sus contenidos42.

A pesar de las carencias históricas de los relatos, los libros apócrifos que hablan de la
Asunción de María conservan un valor antropológico y cultural, expresan a nivel popular la
idea que se tenía de la muerte y de lo acontecido más allá de la vida terrena. Todos ellos
mantienen entre sí elementos comunes que tienen como trasfondo la muerte y resurrección de
Jesús, así como la intervención de un ángel en paralelismo con la anunciación de Lucas, pero
que ahora anuncia su pascua, la concentración de los apóstoles que representan la
universalidad de la Iglesia y que acompañan a María en su tránsito, el cortejo fúnebre
violentado por los judíos y el final extraordinario de su cuerpo. Por la manera libre de la
narración de los hechos, es evidente que no existía ningún control por alguna autoridad
eclesiástica.

40
Hasta la fecha no se ha aclarado si el texto pertenece realmente a San Agustín.
41
Cfr. Ludwig OTT, Op. cit. p. 329.
42
Cfr. Gonzalo ARANDA y Jacinto GONZÁLEZ, Dormición de la Virgen, relatos de la tradición copta, Ciudad
Nueva, Madrid, 1995, p. 16.

30
Entre los diversos relatos apócrifos, los más destacados son: el relato del pseudo-Melitón,
atribuido al obispo Melitón de Sardes y por el cual fue cambiado el concepto de Dormición a
Asunción, y que tuvo una fuerte influencia en la teología y en la liturgia de su tiempo.
Paralelos a este texto, en Occidente fueron muy conocidos los escritos atribuidos a un pseudo-
Dionisio (s. VI), las narraciones de Juan de Tesalónica (s.VII) y una homilía de San Juan
Damasceno.

Respecto a la Asunción, las narraciones apócrifas sobre el tránsito, difundidas entre los
coptos, la enseñan expresamente, admitiendo su gloriosa resurrección, sucedida el 9 de
agosto, doscientos seis días después de su muerte. La narración siriaca y la etiópica
dependen del pseudo-Juan, mientras que la arábiga admite de modo bastante claro la
resurrección de la Virgen43.

Actualmente se conocen más de ochenta textos, en su mayoría anteriores al siglo X,


escritos en diversas lenguas como el griego, latín, siriaco, copto, árabe, etiópico, armenio y
eslavo. Recordemos que a partir del siglo II se inició en la Iglesia la práctica de venerar a los
mártires:

Para cultivar el recuerdo de su muerte y pasión […] surge un género peculiar: las
passiones. Quizá fue ese el contexto en el que se iniciaría el relato de la muerte de la
Virgen, unido en el origen, y desarrollado posteriormente, al hilo del reconocimiento
del lugar de su tumba, tema siempre presente en todos los textos44.

En torno al Concilio de Éfeso celebrado en el año 431, donde se declara solemnemente que
María es Madre de Dios, se inicia una importante propaganda de textos que hablan sobre la
Dormición de la Virgen. Su intención es ubicar a María dentro del proyecto de salvación por
medio de narraciones y creencias populares.

Un dato interesante respecto a los escritos apócrifos, es que la tradición asuncionista


sobrevivió a los decretos de San Gelasio que condenaba los textos apócrifos en el año 449;
este Papa condenó junto con otros textos el libro del pseudo-Melitón; sin embargo, el mismo

43
Gabriel ROSCHINI, La Madre de Dios. Según la fe y la teología, Apostolado de la prensa, Madrid, 1954, p.
144.
44
Ibíd. 38-39.

31
decreto señalaba que el libro se rechazaba en cuanto falsamente era atribuido a Melitón, y no
sobre el hecho mismo de la Asunción.

2.3. REFERENCIAS BÍBLICAS

Las Sagradas Escrituras no contienen un testimonio explícito y directo acerca de que María
haya sido asunta en cuerpo y alma al cielo; sin embargo, desde el Antiguo Testamento
encontramos pasajes en donde ciertos personajes tuvieron un final especial o distinto al
finalizar su peregrinaje por esta vida. Uno de esos ejemplos es el narrado en el libro de
Génesis 5, 24: ―Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó‖, y el conocido
caso del profeta Elías: ―Iban caminando y hablando, y de pronto un carro de fuego con
caballos de fuego los separó el uno del otro. Elías subió al cielo en la tempestad‖ (1 Rey 2,
11).

Andrés de Creta retoma éste mismo pasaje sobre Elías para embellecer el relato apócrifo
donde los apóstoles son arrebatados desde el lugar donde se encontraban para asistir a la
Virgen María en sus últimos momentos y del comentario que realiza al relato apócrifo
atribuido a Dionisio el Areopagita que retoma el pasaje bíblico de Daniel 14, 33-39:

Nada tiene de extraño que, habiendo el Espíritu divino arrebatado a Elías, cual celeste
auriga en un carro de fuego, ahora también, por obra del Espíritu y por medio de una
nube, en un breve momento, los discípulos se encontraran reunidos. Todo, en efecto, es
fácil para el poder de Dios, como se nos manifiesta en el caso de Habacuc y Daniel45.

Otros pasajes del Antiguo Testamento resultaron propicios para interpretarse en clave
mariológica y dar un poco más de sustento al acontecimiento de la Asunción. Uno de ellos es
el de la zarza ardiente que Moisés contempló en el desierto, según el libro del Éxodo, y que
Modesto de Jerusalén interpreta como figura de la incorrupción de María:

Así pues, esta zarza ardiente de la divinidad, que estaba entre los mortales, pasando
como de gloria en gloria, ha sido trasplantada a la tierra de los vivientes, para que

45
ANDRÉS de CRETA, Homilías marianas, Ciudad Nueva, Madrid, 1995, pp. 137-138.

32
resplandezca junto a la persona de Cristo Dios, al que real y verdaderamente llevó en
su seno y por el cual ella, la bienaventurada Virgen y Madre de Dios, como caso único
entre todas las mujeres, fue preservada de la combustión46.

Otra de las figuras es el arca de la alianza. María es ahora el tabernáculo espiritual de


madera incorruptible, portadora de quien es la nueva y definitiva alianza. Con esta misma
imagen encontramos en el libro del Apocalipsis 11, 19 la siguiente afirmación: ―Y se abrió el
Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario…‖. Ese
instrumento de madera incorruptible portador de la divinidad en el Antiguo Testamento, ahora
aparece en el Nuevo Testamento como una señal que brilla en el cielo: acontecimiento
analógico en donde aquella mujer inmaculada que concibió en su seno virginal al Hijo de
Dios, ahora aparece en el cielo como una gran señal, según los versículos siguientes que
narran: ―un gran signo apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus
pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza‖ (Ap 12, 1).

Consideramos que el pasaje del primer libro de Reyes donde aparece Salomón y su madre
Betsabé puede también interpretarse con esta misma clave. Recordemos el texto que
literalmente dice: ―Betsabé entró donde el rey Salomón para interceder a favor de Adonías. El
rey se levantó a su encuentro, hizo una inclinación ante ella, y tomó luego asiento en su trono.
Dispuso un trono para la madre del rey, que tomó asiento a su derecha‖ (1 Rey2, 19). Salomón
es figura de Jesucristo Rey del universo que hace entrar a su Madre Virginal a su presencia y
una vez preparado un trono especial desde toda la eternidad la hace sentar a su derecha, en
donde ella intercede por la salvación de todos los hombres.

Se conserva en la Biblioteca Vaticana una homilía de Teodosio de Alejandría que


encuentra en las palabras del Salmo 45, 15 una prefiguración de la Asunción de María al cielo.
Según este autor, cuando el salmista escribe: ―Serán introducidas ante el Rey vírgenes tras
ella; serán introducidas ante él todas sus otras compañeras‖ se refiere a que las vírgenes son el
cuerpo y el alma de la Virgen María y sus otras compañeras son las virtudes que la
acompañan. En la misma literatura lírica encontramos en el Salmo 132, 8: ―¡Levántate Señor,

46
Guillermo PONS, Op. cit. p. 235.

33
hacia tu reposo, ven con el arca de tu poder!‖; este salmo recordaba precisamente el traslado
del arca al Templo de Jerusalén, así como la ascensión del Señor a su morada en el cielo en
donde traía consigo a su madre, arca de la nueva alianza.

La literatura lírica del Cantar de los cantares ha sido interpretada en varios de sus pasajes
como figuras mariológicas. En lo que se refiere a la Asunción de María hay uno que dice:
―¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el
sol, imponente como un ejército en formación?‖ (Cant 6, 10). Otro pasaje más adelante en el
versículo 10 dice: ―¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado?‖. El autor
sagrado en su inspiración divina no alcanza a vislumbrar la figura de esta mujer que brilla
como el sol porque no existe mancha alguna que la opaque, una mujer que se eleva del
desierto (lugar de peregrinaje hacia la tierra prometida) no por sus propios medios, sino
apoyada en la gracia que solo proviene del Amado.

El texto del evangelio de San Mateo sugiere la probabilidad de la Asunción cuando dice:
―se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y saliendo de los
sepulcros después de la resurrección de Él, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a
muchos‖ (Mt 27, 52-53). Una interpretación muy antigua explica que se trata de una referencia
a la resurrección como lo sugiere la traducción citada de la Biblia de Jerusalén. De alguna
manera, esta idea de una resurrección y glorificación corporal ya se encuentra en la conciencia
de los fieles, que conocen desde el Antiguo Testamento testimonios de justos que consiguieron
la salvación retrospectivamente por los mérito de Jesucristo, único redentor del género
humano.

Otro texto evangélico que se retomó principalmente en la teología escolástica para explicar
la Asunción de María es el de Lucas 1, 28: ―Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo‖.
Esta plenitud de gracia con la que cuenta María, es el testimonio bíblico que la preserva de la
triple maldición del pecado prescrita en el libro de Génesis 3, 16-19 e incluso de volver al seno
de la tierra.

34
Pablo tratando el tema sobre la resurrección de la carne escribe: ―Pues del modo que en
Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo
como primicias; luego los de Cristo en su venida‖ (1 Cor 15, 22-23). Ludwig Ott comenta que
este pasaje no niega la posibilidad de una asunción corporal antes de la parusía de Cristo, ya
que la muerte de Jesucristo consumó la redención47; el libro del Génesis nos enseña que Dios
hizo caer en un profundo sueño a Adán y que de su costado formó a una mujer, que era hueso
de sus huesos y carne de su carne; retomando esta imagen podemos decir que Cristo es el
nuevo Adán y que en el profundo sueño de su muerte dio vida eterna a una mujer: María, la
nueva Eva según los Padres de la Iglesia. Cristo, que es hueso y carne de María en su
naturaleza humana, ahora hace partícipe a su Madre de su glorificación. Santo Tomás afirma
que:
Cuando algo está más cerca del principio en cualquier género de cosa, tanto más
participa de los efectos de dicho principio […]. Ahora bien, la Santísima Virgen María
gozó de la suprema proximidad a Cristo según la humanidad, puesto que de ella recibió
la naturaleza humana. Y por tanto, debió obtener de Cristo una plenitud de gracia
superior a la de los demás48.

Es así, que por la proximidad de María a Cristo, su rango o turno dentro de la resurrección
tenía que ser muy próximo al de su Hijo, la glorificación de su cuerpo y de su alma debía ser
antes que cualquier creatura, pero después de la mayor de las primicias que es Cristo.

Muchos otros textos bíblicos han sido citados para seguir iluminando el misterio de la
Asunción de María, pero consideramos que los antes mencionados son los más destacados por
su hermenéutica mariológica. Por último, mencionamos que ante la proclamación del dogma
de la Inmaculada Concepción, del pasaje paulino que afirma: ―la paga al pecado es la muerte‖
(Rom 6, 23), se entiende que María por predestinación divina y preservada de cualquier tipo
de pecado no fue reo de muerte o, por lo menos, no de una muerte como nosotros la
conocemos o experimentamos.

47
Cfr. Ludwig OTT, Op. cit. p. 327.
48
S. Theol. III q.27 a.5.

35
2.4. REFERENCIAS PATRÍSTICAS

Del Concilio de Éfeso hasta el final de la época patrística (s. V-IX) surgen diversos
predicadores y autores de homilías como Gregorio de Tours, Teotecno de Livia, San Modesto
de Jerusalén, San Germán de Constantinopla, San Andrés de Creta, San Juan Damasceno y
Epifanio el monje entre otros, que retomando las primeras ideas básicas sobre María (la
maternidad divina, la virginidad perpetua y su imagen como segunda Eva) incorporan otras
verdades como la Inmaculada Concepción, su función de Mediadora, su dignidad como Reina
del universo y su Asunción a los cielos.

Siendo uno de los pioneros en la materia, nos interesa mencionar primero a Epifanio de
Salamina que nació en el año 315 en Palestina; fundó un monasterio en su tierra natal y por su
fama de santidad fue electo metropolita de Chipre. Su constante lucha contra las herejías le
permitió crear una obra literaria, que hoy en día es considerada la más grande obra patrística
que describe las herejías de aquel entonces. Entre sus textos encontramos uno concerniente al
término de la vida terrena de María que pretendía orientar la devoción a la Madre de Jesús, ya
que por un lado existían las coliridianas, que era una secta religiosa gnóstica en el siglo IV,
integrada en su mayoríapor mujeres en la región de Arabiay que adoraban el cuerpo incorrupto
de María ofreciéndolepanes como si se tratara de una divinidad femenina como las de Fenicia,
de allí que les venga el nombre de coliridianas(pan que en griego se dice: collyris) y por el
otro existían los antidicomarianitas, otra sectaque floreció entre los siglos III y V también en
Arabia y que rechazaba toda veneración a la Virgen, negaba el dogma de su virginidad
perpetua y que diversos autores contestaron a sus creencias como Tertuliano, Orígenes o el
mismo Epifanio quien fue el autor de dicho término para referirse a ellos. Con el fin de instruir
a sus fieles en la fe, Epifanio escribe:

Por esta pureza perpetua la Aeiparthénos no podía no ser sustraída a la corrupción y


exaltada más que los mártires. Porque, si los mártires venerados junto a sus tumbas son
destinados antes del éschatonuniversal a dormir en el polvo, María, cuya tumba era
venerada, no podía ser honrada como una del reino de los muertos49.

49
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. p. 115.

36
Gregorio de Tours nació alrededor del año 538 y, gracias a la curación de una enfermedad
quepadecía, reunió una serie de relatos milagrosos que testimonian la devoción popular de su
tiempo. Entre estos mismos escritos que llevan por nombre La gloria de los mártires,
sobresale un relato que nos habla de la Asunción de María, y que en teoría sería el primer
testimonio en occidente referente al misterio mariano que nos concierne. El relato que
Gregorio nos transmite contiene en general los mismos datos de las antiguas narraciones que
circulaban en Oriente un siglo antes; sin embargo, hay ciertas peculiaridades que son
importantes de señalar. Por ejemplo, cuando Jesús vino en persona al lecho de su madre,
Gregorio escribe que el Señor tomó su alma y se la entregó al Arcángel Miguel y se retiró.
Esta versión difiere de otras. Por un lado, en que es Miguel quien interviene en su funeral y no
el Arcángel Gabriel, que comúnmente se le relaciona con la Virgen desde la Anunciación; por
otro lado, si entendemos como muerte la separación de alma y cuerpo, entonces estamos
hablando en esta versión de que María efectivamente falleció como cualquier ser humano, sólo
que el hecho extraordinario que le acompaña es la inmediata resurrección de su cuerpo sin
esperar el Juicio Final, que María sólo espera como hija de la Iglesia, esto es, aguarda que todo
el Cuerpo místico de Cristo resucite50.

En el siglo VI se difundieron diversas homilías que tenían como autor a un hombre


llamado Timoteo, que se presumía ser presbítero de Jerusalén. Probablemente fuese sólo un
pseudónimo. En la conocida Homilía sobre Simeón, Timoteo habla sobre la escatología de
María y rechaza la idea sobre el martirio de la Madre de Dios, reafirmando la postura de que la
Virgen recibió el don de la inmortalidad y la gracia de ser asunta al cielo. Basándose en el
texto de Lucas 2, 35,Timoteo aclara: ―la espada fabricada por un artífice puede cortar un
cuerpo, pero no un alma. Por eso actualmente la Virgen permanece inmortal, gracias a Aquel
que moró en ella, el cual, tomándola consigo, la llevó a las mansiones celestiales‖51.

Teotecno, obispo de Livia; vivió a finales del siglo VI y es otro de los personajes
importantes que nos han transmitido un testimonio escrito que apoya el argumento de que
María fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Para Teotecno, la dignidad de tan alto misterio se

50
Cfr. Guillermo PONS, Op. cit. pp. 208-209.
51
Ibíd. p. 213.

37
genera de la ya celebrada maternidad divina, de su virginidad perpetua y de su santidad
insigne. Como muchos otros autores, tiende a apoyarse en el método de conveniencia, el cual
pretende armonizar los misterios divinos que proceden del Hijo, aplicándolos a la Madre:

Era conveniente que su cuerpo santísimo, que había llevado y contenido dentro de sí a
Dios, cuerpo divinizado, incorruptible, iluminado por la luz divina y lleno de gloria,
fuese transportado por los apóstoles, en compañía de los ángeles, y puesto por poco
tiempo en tierra, fuese alzado gloriosamente al cielo, junto con su alma agradable a
Dios52.

Teotecno cita el pasaje evangélico de Juan 14, 2 que dice: ―me voy para prepararos un
lugar‖, y comenta que habrá un lugar especial preparado para Aquella que le dio a luz. Sin
duda alguna, creemos que Teotecno ha tocado un punto relevante, María en principio es
modelo perfecto de esas moradas, ya que María ha sido morada del Eterno, concibió dentro de
sí al que contiene y sostiene todas las cosas.Ahora goza de experimentar en cuerpo y alma ser
templo glorioso del Altísimo; María es el prototipo de morada hecha por Dios y que ya
inaugura la residencia celestial. Como templo vivo del Espíritu Santo, María ―después de
haber subido al cielo ha venido a ser, para el género humano, una fortaleza inexpugnable,
intercediendo por nosotros ante su divino Hijo‖53.

Aunque sea de manera breve, también citamos en esta lista de autores a Juan de
Tesalónica, quien también compuso una homilía sobre la Dormición de la Virgen. Juan retoma
un escrito del siglo IV, pero tiene el cuidado de filtrar el texto y eliminar las partes más
fantasiosas y confusas. En dicho texto destaca la labor maternal de María dentro del colegio
apostólico y su servicio eclesial como mediadora universal. Juan estaba tan convencido de este
misterio que se atrevió a prometer una serie de bendiciones a quienes celebrasen tan excelsa
fiesta, incluyendo la remisión de los pecados y la gracia y misericordia de Nuestro Señor
Jesucristo54.

52
Ibíd. p. 220.
53
Ibíd. p. 221.
54
Cfr. Ibíd. 231.

38
Otro pastor preocupado por sus fieles tanto en el sentido material (mermado por la
invasión de los persas), como en el sentido doctrinal y dogmático, fue Modesto, patriarca de la
ciudad santa de Jerusalén que vivió hasta el año 630. Se conservan tres homilías referentes a la
Asunción de María, la más citada es una homilía que guarda un valor importante por ser la
predicación bizantina más antigua que se conserva de la Dormición de la Virgen y, aunque se
ha puesto en duda su autenticidad por utilizar términos dogmáticos posteriores a su época, el
escrito sigue siendo atribuido a San Modesto. Dicho sermón tiene la cualidad de hablar sobre
el misterio de la Dormición de María con argumentos más teológicos que con bases apócrifas
asuncionistas. Modesto utiliza la imagen bíblica de la vid verdadera en la que Dios Padre es el
labrador y el Espíritu Santo el cultivador, el fruto incorrupto de dicho campo es Cristo. María
obtiene la vida eterna deleitándose en el pan celestial vivificante. Modesto concuerda con la
idea de que María obtuvo la inmediata vida eterna en razón de ser de su maternidad divina.
Otra imagen que utiliza es la de la zarza ardiente, figura de la incorrupción de María que fue
preservada de la combustión y que arde permanentemente como lo hemos citado
anteriormente55.

Para Modesto56, la Madre de Dios ha gustado la muerte, pero no ha conocido la corrupción


corporal y ocupa el término asumir para designar que el cuerpo de María fue llevado al cielo
junto con su alma inmaculada por los arcángeles; y el lugar que ocupa es solo uno inferior al
de Dios y superior al de cualquier criatura. El argumento más sobresaliente para Modesto es la
maternidad divina. La Madre de la Vida, la carne que se ha tomado para nuestra restauración,
no puede estar sometida a la no-vida, a la ausencia de Dios cuando desde la Encarnación ha
estado tan estrechamente unida al Hijo de Dios. Es por esta razón que María ha experimentado
dormir en el Señor y la Asunción no es otra cosa que su participación en el misterio pascual de
Cristo: ―Él la despierta del sepulcro y la asume consigo, de la manera que sólo él conoce‖57.

55
Cfr. Ibíd. p. 235.
56
El texto citado por los autores en lo que respecta a Modesto de Jerusalén es el Sermón sobre la Dormición¸ 2;
PG86, 3284.
57
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, María en los Padres griegos, CELAM, México, 1993, p. 185.

39
El misterio de la Asunción es para Modesto no sólo acción del Hijo sino obra de la
Trinidad. De la misma forma en que actuó en el misterio de la Encarnación del Verbo, así
actúa en la glorificación de la Reina del cielo. Utilizando la teología esponsal, Modesto
pretende explicar también el misterio de la Asunción. Retomando su idea, pensamos que es
acertada dicha analogía; porque María es el tálamo nupcial en donde se llevaron a cabo las
nupcias entre el género humano y la divinidad encarnada que es el Hijo. Ese tálamo virginal
ahora se localiza en la Jerusalén celestial, en el seno de la Trinidad, en el sentido en que sigue
realizando las bodas del Cordero. Por último, Modesto comenta que Cristo, supremo
legislador, realiza el precepto de honrar a sus Padres, primero asumiendo la condición humana
para honrar a su Padre Eterno y ahora asumiendo a su inmaculada Madre.

Otro ilustre teólogo es Germán de Constantinopla, que vivió aproximadamente del año 640
al 730, y por su origen noble se involucró muy de cerca en la vida política del imperio
bizantino; Germán ocupó la sede episcopal de Santa Sofía por cuarenta años y se distinguió
por su instrucción en las Sagradas Escrituras y sus constantes intervenciones diplomáticas. El
emperador Anastasio lo promovió a la sede patriarcal de Constantinopla en el año 715. Se le
atribuyen diversas obras entre las cuales encontramos siete homilías marianas. Tres de ellas
hablan de la Asunción de María al cielo.Mostraremos algunos fragmentos para enriquecer
nuestro estudio:

Es evidente que, cuando emigraste de la tierra, ascendiste a los cielos, pero antes de
que subieras ya participabas de los bienes celestiales. Y después de tu Asunción no te
desligaste de las cosas terrenales, pues al incorporarte a las más altas jerarquías del
cielo, te mostraste como la más excelsa entre las creaturas de la tierra58.

El patriarca Germán instruye a sus fieles respecto a María con un estilo casi poético, como
quien canta las proezas que Dios ha realizado en la más excelsa de sus criaturas. Es interesante
destacar el argumento que utiliza Germán para demostrar la Asunción de María: en su lógica,
la encarnación del Verbo es motivo suficiente para la glorificación de María, ya que si el Hijo
ha tomado su carne inmaculada para darse a conocer al mundo, esta misma carne la ha elevado
con su resurrección: ―La carne con la que Cristo se revistió la tomó de ti, oh Madre de Dios, y

58
GERMÁN de CONSTANTINOPLA, Homilías mariológicas, Ciudad Nueva, Madrid, 1991, p. 113.

40
con ella no sólo apareció y fue reconocido por la fe en el presente mundo, sino que con la
misma carne se ha de manifestar en el futuro, cuando venga a juzgar a los vivos y a los
muertos‖59.

La teología de Germán está a favor de que María experimentara la muerte a semejanza de


su Hijo como vía ordinaria a la glorificación; empero, la muerte no puede causar en su carne
daño alguno, más bien, ella está llamada a tener una experiencia intensa en Dios que es fuente
de vida, y que dicho encuentro sólo produce gozo y alegría como en el caso de la Anunciación.
Las razones por las cuales considera que María murió son muy sencillas: la primera porque su
cuerpo es como el de nosotros, mortal, y la segunda—de orden soteriológico—porque, al
igual que su Hijo, no murió por el pecado en él sino por solidaridad con la raza humana,
estirpe infestada de pecado. Todavía más, la resurrección de María es prueba de la verdadera
Encarnación del Hijo de Dios, cuestionada desde los primeros siglos del cristianismo.

Para Germán, los componentes antropológicos que constituyen a la persona humana,


experimentan en la Trinidad un sentido múltiple y diverso según las cualidades y propiedades
de cada elemento en el momento de la glorificación: ―Tu alma divinizada contemplará la
gloria de mi Padre. Tu cuerpo inmaculado contemplará la gloria de su Hijo unigénito. Tu
espíritu incontaminado contemplará la gloria del Espíritu Santísimo‖60.

Otro destacado teólogo mariano es San Andrés de Creta (llamado así por haber ejercido el
ministerio episcopal en este lugar) o de Jerusalén (por haber habitado por varios años como
monje en la ciudad santa). Nació en Damasco en el año 660. Es autor de diversas obras
teológicas que abarcan temas cristológicos, litúrgicos y mariológicos. Se conservan ocho
homilías marianas de las cuales tres hacen referencia a la Asunción de la Virgen. La primera
homilía es un comentario al relato apócrifo de la dormición atribuido a Dionisio el Areopagita.
En la segunda homilía el santo analiza el sentido teológico del misterio de la Asunción, y la
tercera homilía es un himno triunfal que acompaña al sagrado tránsito de la Madre de Dios.

59
Ibíd. 121.
60
Ibíd. 135.

41
Andrés de Creta también opta por el tránsito mortal de María, ya que considera que nuestra
inmortalidad proviene por gracia y no por naturaleza. Así que la muerte también se entiende
como dormición, como lo enseña un proverbio sapiencial: ―La muerte es un descanso para el
hombre‖ (Sir 38, 24). Andrés extiende el discipulado de las almas que han muerto al
seguimiento fiel a Cristo, más allá del tránsito. Hay que seguir al Maestro incluso a los
infiernos, como lo atestigua la primera carta del apóstol San Pedro (cfr. 1 Pe 3, 19), El motivo
de este descenso de las almas al lugar de la muerte es para que puedan comprender mejor el
misterio de la salvación.

Hay una pauta importante dentro de los escritos de Andrés de Creta sobre la forma en que
debemos entender la muerte de María: ―No podemos ignorar que ella haya experimentado la
muerte natural […], a través de un sueño extático al estilo de aquel que tuvo el primer hombre,
cuando le fue quitada una costilla, para concluir la creación de la especie humana, recibiendo a
cambio su complemento‖61.

En Andrés de Creta aparece la idea de que María gozó siempre de una corporeidad
superior a la de cualquier criatura. Su argumento es simple: dicho cuerpo ha sido fuente de la
misma Vida y comienzo de una vida divina para el resto de los mortales, como San Pablo dice
a los romanos: ―Si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa, también las
ramas‖ (Rom 11, 16). Siguiendo esta misma lógica, la divina Providencia ha predestinado a
María para el plan salvífico, proveyéndola de todas las gracias necesarias para tan alta
empresa. Andrés lo expresa con la siguiente frase: ―El cuerpo de María es […] primicia
escogida de entre la descendencia de Adán y elevada divinamente en Cristo […], libro
espiritual que contiene la admirable descripción de la obra salvadora de Dios a favor
nuestro‖62. Muchos autores posteriores han formulado una vía soteriológica para explicar el
misterio de la Asunción, y otros más han hallado en el dogma de la Inmaculada Concepción
una clave singular para explicar el hecho de que María ha sido asunta al cielo en cuerpo y
alma.

61
ANDRÉS de CRETA, Homilías marianas, Ciudad nueva, Madrid, 1995, pp. 125-126.
62
Ibíd. 139.

42
Pasando a otro Padre de la Iglesia, recordemos a San Juan Damasceno que es considerado
como el último de los Padres griegos. Nació hacia el año 675 en medio de un ambiente hostil
para los cristianos por la invasión de los musulmanes. A los treinta años se retiró al desierto de
Judea para iniciar una vida monacal en donde tuvo la oportunidad de producir diversas obras
teológicas, de las cuales predicó una homilía sobre la dormición de la Virgen en el lugar donde
se consideraba que había sido sepultado su cuerpo. Fue nombrado doctor de la Iglesia en el
año de 1890 por el Papa León XIII63. Su testimonio es citado por el Papa Pío XII en la bula
Munificentissimus Deus que proclama el dogma de la Asunción de María.

Basándose en el texto de Prov 10, 7 que dice: ―La memoria de los justos se hace con
alabanzas‖ y del Salmo (116, 15) que proclama: ―Hermosa es ante el Señor la muerte de sus
santos‖,San Juan Damasceno justifica y promueve la fiesta que celebra el final de los días de
la Llena de gracia. Para el santo doctor, María es una criatura predestinada por el Padre,
santificada y purificada por el Espíritu Santo, y el Hijo la habitó para asumir la naturaleza
humana, ya que lo que no ha sido asumido tampoco ha sido sanado. Retomando el ya citado
argumento de conveniencia, Juan Damasceno explica:

Convenía que aquella que en el parto había conservado íntegra su virginidad,


conservase sin ninguna corrupción su cuerpo después de la muerte; convenía que
aquella que había llevado en su seno al Creador, hecho niño, habitara en la morada
celeste; convenía que la esposa de Dios entrara en la casa celestial; convenía que
aquella que había visto a su Hijo en la cruz y recibiera así en su corazón el dolor de que
había estado libre en el parto, lo contemplase sentado a la diestra del Padre; convenía
que la Madre de Dios poseyera lo que corresponde a su hijo y que fuera honrada como
Madre y esclava de Dios por todas las criaturas64.

Juan Damasceno retoma también la figura del Arca de la alianza para referirse a María
asunta al cielo; concuerda con la misma interpretación que arriba hemos señalado de la cita del
libro del Apocalipsis (cfr. Ap 11, 19), pero complementa dicha reflexión con el pasaje que
narra el traslado del Arca de la alianza en el Antiguo Testamento (cfr. 2 Sam 6). La Iglesia
celebra el traslado del arca viviente al Templo de Dios, y David, que representa a los justos del

63
Cfr. Guillermo PONS, Op. cit. p. 274.
64
Gustavo RUIZ y Alberto VEGA, Op. cit. p. 125.

43
Antiguo Testamento, danza frente a ella y todos los coros angelicales entonan himnos de
gloria. Así como en algún momento fue expulsada del paraíso aquella que escuchó las palabras
de la antigua serpiente, ahora se abren de nuevo las puertas del nuevo Edén a quien inclinó el
oído de su corazón a la Palabra de Dios hecha carne.

Para Juan Damasceno, el sepulcro de María es después de la sepultura del Señor el más
santo. El Damasceno pronunció un sermón en este mismo lugar, diciendo: ―en ti estuvo
aquella de quien nació el Autor de la vida, y fue como una fuente de donde después dimanó la
resurrección […] ¿En dónde está el cuerpo virginal de la Madre de Dios, tan hermoso, tan
puro y tan amable? Mas ¿Para qué buscáis en el sepulcro a la que vive en lo más alto de los
cielos a donde ha sido elevada?‖65.

Es interesante la reflexión que hace Juan Damasceno sobre la muerte de María, porque por
un lado sostiene que ella como Hija de Adán acató la condena del Padre, la misma condena a
la que el Hijo no se sustrajo; pero por otro lado comenta: ―viéndola, la muerte se espanta.
Porque cuando asaltó a su Hijo, aprendió de lo que sufrió, y enseñada por la experiencia se
hizo más prudente. Ella no pisó los horrendos escalones del Hades, sino se le preparó una
senda fácil, llana y ligera hacia el cielo‖66. En otras palabras podemos decir que María no
rehuyó a la muerte; sino que la muerte huyó de ella, porque al herir la carne de Cristo,
entendió lo que sucedería si tocaba la carne inmaculada de la progenitora del que es la Vida
misma. Así que Juan Damasceno apoya la idea de quienes sostienen que María como fiel y
perfecta discípula de Cristo lo siguió e imitó hasta el hecho de la muerte; sin embargo, la
muerte no pudo tocar el cuerpo de aquella que estaba revestida de toda gracia.

En el siguiente capítulo haremos un estudio crítico de los conceptos que acompañan a la


bula Munificentissimus Deus; por el momento, sólo mencionamos una afirmación sacada de la
homilía de Juan Damasceno que nos da una pauta para entender desde una dimensión
cristológica la palabra Asunción. Comúnmente en la Mariología entendemos que la palabra
asunción es sinónimo de elevación corporal, pero cuando leemos: ―así como Él había bajado a

65
Sentencias de los santos Padres, Tomo II, Apostolado mariano, Sevilla, 1990, p. 209.
66
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. p. 763.

44
ella, así ella es asumida a aquella tienda mejor y más perfecta, al mismo cielo‖ 67, tenemos la
oportunidad de entender el mismo concepto con un significado más hondo, es decir, podemos
entender la palabra Asunción también como asumir algo, en este caso una nueva condición.

Continuando con la lista de autores que han aportado algo sobre la Asunción, citamos a
Epifanio de Constantinopla, autor de la primera biografía de la Santísima Virgen y a quien se
le atribuye un breve relato sobre la Asunción de María; fue un monje bizantino que vivió entre
los siglos VIII y IX y ejerció el ministerio presbiteral, poco usual entre los monjes, según lo
atestigua él mismo en la obra que escribe sobre la vida de San Andrés. El texto que nos
interesa es una narración de los acontecimientos sucedidos cuando la Madre del Señor llegó al
final de sus días en la tierra. En él podemos encontrar un par de datospeculiares—pues
ciertamente no sabemos de dónde los retoma—que Epifanio tiene a bien mencionar, como la
edad en la que murió la Virgen María y el encuentro con su Hijo, quien acude personalmente
para conducirla a la gloria celestial:

La santa Madre de Dios, quince días antes anunció su muerte y tres días antes vino el
ángel Gabriel y le dio a conocer su tránsito y la venida del Señor. Ella, enviando
recado, convocó a todos los apóstoles y muchas personas vinieron junto a ella […], y
cuando llegó su hora Cristo se apareció a todos. Por causa del resplandor de su luz,
todos cayeron en tierra, por el espanto, y quedaron como muertos y Él les dijo:‗la paz
sea con vosotros‘, y todos, por el gozo, se recobraron. Mientras al principio, los ángeles
cantaban himnos, los hombres permanecían mudos, después cantaron himnos los
apóstoles. Ella como en un dulce sueño, abierta la boca, entregó su espíritu a su Hijo y
su Dios, teniendo setenta y dos años68.

Con este autor damos por terminado el desarrollo histórico y dogmático de lo que se aportó
en la época patrística. Consideramos que es de suma importancia retomar las reflexiones de los
Padres para impulsar nuevas hipótesis que den un sustentocada vez más sólido a lo que la
Iglesia cree y celebra. Debemos concentrar esfuerzos por unificar criterios que ilustren de
manera más clara las gracias que Dios ha concedido a María como figura de la perfección
cristiana.

67
Ibíd. 772.
68
EPIFANIO el MONJE, Vida de María, Ciudad Nueva, Madrid, 1990, pp. 133-136.

45
2.5. REFERENCIAS EN LA EDAD MEDIA

En la época medieval podemos encontrar a María en diversos ámbitos de la vida de los


cristianos, ya sea en la liturgia, en la literatura, en el arte, en la devoción popular y en el
acompañamiento misionero de las diversas órdenes religiosasque contribuyeron a un mayor
florecimiento de la Mariología. En Oriente enseñaron la doctrina sobre la Asunción corpórea
personajes como: ―San Teodoro Estudita, Epifanio Monje, Teognoste, Teodoro Abukurra,
Simeón Metafraste, León el Sabio Emperador, Juan Mauropus, etcétera‖69.

Respecto a Occidente, surgieron entre los siglos IX y XI constantes debates sobre el


misterio de la Asunción corpórea de la Virgen María. Por un lado se encontraban los
agnósticos encabezados por el pseudo Jerónimo, y por el otro los favorables, capitaneados por
el pseudo Agustín; sin embargo, ―después de un periodo de oscilaciones entre ambas partes,
los secuaces del pseudo Agustín terminan por prevalecer hacia fin del siglo XI sobre los del
pseudo Jerónimo, de modo que la Asunción corpórea de María comenzó a hacerse sentencia
común‖70. La sentencia del pseudo Agustín afirma: ―Aquel cuerpo sacratísimo del que tomó
Cristo su carne […], para que el Verbo, esto es Dios, se hiciera hombre, aquel cuerpo, por lo
mismo que no puedo pensar que fuera entregado como alimento a los gusanos, temo decir que
corriera la suerte común de la corrupción‖71.

En la Escolástica la doctrina asuncionista era común entre los teólogos como Pedro de
Poitiers, San Buenaventura, San Anselmo, San Pedro Damián, San Bernardo, y otros; sin
embargo, sobresalen los aportes de Santo Tomás de Aquino quien, hablando sobre el
sacramento de la Eucaristía, hace un interesante planteamiento que concierne a nuestro trabajo
de investigación.

Santo Tomás en su Suma teológica explica por qué el cuerpo eucarístico es fraccionado en
tres partes y no en cinco, ya que en la pasión, el cuerpo de Cristo fue abierto en los cinco

69
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 146.
70
Ibíd. 147.
71
Citado por Gregorio ALASTRUEY, Tratado de la Virgen Santísima, BAC, Madrid, 1956, p. 495.

46
lugares de las llagas. Recordemos que en la Eucaristía celebramos la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, y los actos litúrgicos que realizamos son signos eficaces de este
misterio; por lo tanto, sabemos que durante el rito sacramental el cuerpo se divide en tres
partes: la parte introducida en el cáliz, la parte que se comulga y la parte que se reserva72.

Citando al Papa Sergio para explicar la primera fracción donde una parte de la hostia
consagrada es introducida al cáliz por el sacerdote, Santo Tomás escribe lo siguiente: ―El
cuerpo del Señor puede encontrarse en tres condiciones. La parte de la hostia introducida en el
cáliz significa el cuerpo del Señor ya resucitado, o sea, el mismo Cristo, la Santísima Virgen y
los santos que estén ya en la gloria con su cuerpo‖73. De esto se deduce un sutil planteamiento:
Cristo asumió74 directamente la carne de María en la Encarnación; cuando Cristo resucita,
asume una nueva condición; es decir, goza de un cuerpo glorioso del que la Virgen María
necesitaba también asumir, no solo por compartir la misma carne con su Hijo, sino por formar
parte también de su cuerpo místico que es la Iglesia, en este caso la Iglesia triunfante. Por lo
tanto, como afirma Tomás de Aquino: debemos entender por cuerpo resucitado de Cristo al
mismo Cristo, a la bienaventurada Virgen María y a los santos que conforman el cuerpo
glorioso.

María en la teología de Tomás goza de una glorificación plena en alma y cuerpo, condición
que no es completa en aquellos que sus cuerpos yacen en los sepulcros y sus almas en otro
lugar: ―La parte que permanece en el altar hasta el final de la misa significa el cuerpo de Cristo
yacente en el sepulcro, porque hasta el final de los tiempos los cuerpos de los santos estarán en
el sepulcro, mientras que sus almas estarán en el purgatorio o en el cielo‖75.

En términos escatológicos y eclesiológicos podemos decir que María en el último día


solo espera la resurrección como miembro del cuerpo místico, ya que Jesús en su resurrección

72
Anteriormente la parte que permanecía en el altar hasta el fin de la Misa.
73
S. Theol. III, q.83 a.5.8.
74
Entre los Padres de la Iglesia la palabra ―asunción‖ era utilizada indistintamente para referirse al misterio de la
Encarnación.
75
S. Theol. III, q.83 a.5.8.

47
asumió la resurrección de su madre con la cual compartía la misma carne, en este mismo
contexto me atrevo a decir que la glorificación de Jesús es ya la glorificación de María.

Otra figura importante en esta época es San Bernardo de Claraval (1090-1153); El


Doctor Melifluo fue el gran impulsor del movimiento mariano que se originó en los siglos XII
y XIII. En diversos sermones San Bernardo trata el tema de la Asunción con profunda
devoción. Para el abad cisterciense el motivo de la Asunción es en orden a su misión
mediadora, cuando escribe: ―Subió de la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como
Madre del juez y Madre de misericordia, trate los negocios de nuestra salud devota y eficaz‖76.

En otra parte de su obra, Bernardo, comentando el pasaje bíblico de la resurrección de


Lázaro, escribe que ―tiempo es ya para toda carne de hablar cuando es llevada al cielo la
Madre del Verbo encarnado, ni debe cesar en sus alabanzas la humana mortalidad cuando sola
la naturaleza del hombre es ensalzada sobre los espíritus inmortales en la Virgen‖77. Para este
autor, la Asunción es un privilegio que le viene a María como gracia singular derivada de su
maternidad divina; la Iglesia eleva incesantes alabanzas a María porque en ella se ve
bendecida la humanidad entera. Para Bernardo Dios ha dado su bendición y nuestra tierra dio
su fruto; sin embargo, la Asunción de María no es tan digna como el anonadamiento del
mismo Dios.

A diferencia de la Inmaculada Concepción que provocó grandes debates entre los


teólogos medievales, a partir del siglo XIII ―la sentencia de la Asunción corpórea comienza a
hacerse común y a probarse con tal abundancia y fuerza de argumentos que los siglos
siguientes tuvieron muy poco que añadir‖78. Ahora, en el tercer capítulo de este estudio, me
vuelvo hacia la enseñanza de la Iglesia sobre la Asunción de María, como viene plasmada en
la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus.

76
BERNARDO (San), La Virgen Madre, Rialp, Madrid, 1957, pp. 164-165.
77
Ibíd. 182.
78
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 149.

48
CAPÍTULO III. ANÁLISIS DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
MUNIFICENTISSIMUS DEUS DE SS PÍO XII

INTRODUCCIÓN

El dogma de la Asunción corporal de María a los cielos fue proclamado por el Papa Pío
XII el 1° de noviembre de 1950 a través de la Constitución Apostólica Munificentissimus
Deus; dicho documento lleva por título este nombre por la tradición de nombrar los
documentos eclesiásticos por las primeras palabras que dan inicio al texto, en este caso: ―El
munificentísimo Dios‖.

El documento inicia invocando a ―Dios que todo lo puede y cuyos planes providentes
están hechos con sabiduría‖, palabras que nos ayudan a comprender que la Asunción de
María es obra de la Divina Providencia que desde su eternidad preparó su Inmaculada
Concepción para su misión como Madre del Redentor. María goza de la gloria junto con su
Hijo por la gracia que Dios ha obrado en ella y que le ha hecho tener incontables méritos
delante de él. Por tal motivo es importante detenernos en el tema de la predestinación de los
elegidos para comprender mejor el proyecto soteriológico en donde María tiene un papel
preponderante.

Posteriormente se describe el proceso que se llevó a cabo, el cual inició con una serie
de peticiones por parte de –según el texto— ―fieles particulares, representantes de naciones,
provincias eclesiásticas y Padres conciliares‖ (MD 7), hasta culminar con la proclamación
solemne del dogma. Antes de que el Santo Padre proclamara esta verdad de fe sobre María,
convocó a todos los episcopados por medio de una encuesta oficial a través de la carta
DeiparaeVirginisMariae a que se pronunciaran sobre el tema, un acto eclesial y colegial
que sólo reforzaría lo que el Pueblo de Dios ya creía y celebraba desde tiempos antiguos.
El consentimiento unánime de toda la Iglesia se manifestó por el hecho de que es una
―verdad revelada por Dios contenida en el depósito divino‖ (MD12), celebrada en la
liturgia, afianzada por los santos Padres y los ilustres doctores, y de que innumerables
argumentos se desarrollaron por parte de santos y teólogos como Antonio de Padua,
49
Alberto Magno, Buenaventura y Francisco Suárez. Una vez presentados los testimonios de
los diversos teólogos, el documento explica que fuera del consentimiento unánime esta
verdad se sostiene con las Sagradas Escrituras, se confirma en el culto eclesiástico, está en
concordancia con el resto de las verdades reveladas y que, con la autoridad vicaria del
Santo Padre, quien es asistido infaliblemente por el Espíritu Santo en cuestiones que se
refieren a dogma, es sin duda alguna verdad revelada que María fue asunta al cielo en
cuerpo y alma.

Este último capítulo tiene como objetivo rescatar algunos puntos esenciales dentro del
documento y desarrollarlos para tener una mayor comprensión del tema que estamos
tratando. Iniciaremos retomando la antropología cristiana que nos plantea la naturaleza
humana y espiritual del hombre, así como su origen y destino, realizado en María de modo
privilegiado.

Por este privilegio particular en María, es necesario estudiar la redención que Dios obró
en ella, desde su predestinación como Madre de Dios, su preparación por medio de su
Inmaculada Concepción y el tema más debatido sobre su destino al final de su vida. Estos
temas nos conducen a explorar en el campo de la escatología para indagar realidades más
allá de la vida terrena como la resurrección de la carne, el cielo y la gloria destinada para
los elegidos.

Por último, rescataremos los aspectos eclesiológicos que nos presenta la Constitución
Apostólica, particularmente sobre el magisterio de la Iglesia y la Infalibilidad papal, así
como lo referente a la liturgia y su aportación a la fe ya celebrada desde siglos remotos, la
importancia de esta verdad sobre la vida pastoral de la Iglesia y su dimensión espiritual que
alimenta la esperanza de ―cielos nuevos y tierra nueva, en los que habite la justicia‖ (2 Pe 3,
13).

50
3.1. ANTROPOLOGÍA CRISTIANA

Por revelación sabemos que el hombre fue creado por Dios y afirmamos que todo el
género humano procede de una sola pareja. El magisterio de la Iglesia nos enseña que ―los
componentes de la primer pareja humana: Adán y Eva, fueron los protoparentes de todo el
género humano‖79. Todo ser humano consta esencialmente de dos partes: un cuerpo
material y un alma espiritual. Esta alma es racional y es la forma sustancial del cuerpo.
Cada persona posee un alma individual e inmortal. Sobre el origen del alma hay diversidad
de opiniones; sin embargo, existe un consenso común en afirmar que el origen del alma
está vinculado a la generación natural y que cada alma es creada directamente por Dios de
la nada en el instante mismo de la unión de los gametos.

Por voluntad divina, el hombre fue elevado a un estado sobrenatural. Este estado
sobrenatural presupone la naturaleza creada en donde pueda sustentarse y actuar, realiza
una perfecta unión con la naturaleza y la perfecciona elevándola al orden divino del ser y
del obrar. El mismo Dios ha indicado al hombre un fin último sobrenatural que consiste ―en
la participación del conocimiento que Dios tiene de sí mismo, fin cuya consecución
redunda en gloria sobrenatural de Dios y en dicha sobrenatural para el hombre‖80.

Antes del pecado original, el hombre estaba dotado de una gracia santificante y de
ciertos dones preternaturales, a saber: el don de rectitud o integridad que consiste en el
dominio perfecto del libre albedrío sobre toda tendencia sensitiva o espiritual; el don de la
inmortalidad corporal como posibilidad de no morir y no como imposibilidad de morir
según enseña San Agustín81; el don de impasibilidad, es decir, la inmunidad de sufrimiento
ya que la Sagrada Escritura considera el dolor y el sufrimiento como consecuencia del
pecado y, por último, el don de ciencia, es decir, el conocimiento infundido por Dios de
muchas verdades naturales y sobrenaturales82.

79
Ludwig OTT, Op. cit. p. 164.
80
Ibíd. 174.
81
Cfr. De Gen. adlitt. VI, 25. 36.
82
Cfr. Ludwig OTT, Op. cit. pp. 172-180.

51
El magisterio nos enseña que nuestros primeros Padres pecaron gravemente en el
paraíso cuando trasgredieron el precepto que Dios había impuesto para probarles en la fe.
Como consecuencia de esta transgresión perdieron el estado de gracia santificante: ―perdió
inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido, e incurrió […] en la ira
e indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con que Dios antes le había amenazado‖83.
Sostenemos por la fe, que el pecado de Adán se transmite a todos sus descendientes por
generación natural y no por imitación y que es inherente a cada individuo. Como
consecuencia del pecado original, el hombre fue privado de la gracia santificante así como
de los dones preternaturales de la integridad.

3.2. LA REDENCIÓN EN MARÍA

3.2.1.La predestinación
Uno de los atributos de Dios en cuanto a sus operaciones es el gobierno de todas las
cosas haciendo un influjo real sobre ellas. El gobierno divino abarca la conservación del
mundo, su providencia y la predestinación de los hombres en orden a la salvación84. Sobre
la predestinación San Pablo escribe: ―Pues a los que de antemano conoció, también los
predestinó a reproducir la imagen de su Hijo […] y a los que predestinó, a esos también los
llamó; y a los que llamó, a esos también los justificó; a los que justificó, a esos también los
glorificó‖ (Rom 8, 29-30).

Santo Tomás, citando y explicando a San Agustín, enseña que: ―La predestinación es la
presciencia de los beneficios de Dios. Pero la presciencia no está en lo previamente
conocido, sino en quien previamente conoce. Luego tampoco la predestinación está en el
predestinado, sino en quien predestina‖85. Nos interesa recalcar en este punto que María ha
recibido de la Providencia divina todos los privilegios que convienen a su persona, y por
eso la Munificentissimus Deus precisa, antes de proclamar el dogma, que son un don
otorgado por Dios omnipotente en honor a su Hijo.

83
DH 1511.
84
Cfr. Gerhard LUDWIG, Op. cit. p. 219.
85
S. Theol. I, q.23 a.2.

52
La predestinación tiene una finalidad y en base a esta finalidad son ordenadas todas las
cosas. El fin del hombre es la salvación, pero alcanzar la vida eterna está por encima de sus
propias fuerzas y sobrepasa la naturaleza de seres creados. María está prevista en la mente
eterna de Dios, considerada para ser la Madre del único Mediador, Cristo, el primero de los
predestinados. María misma necesita la redención de su Hijo, y la Asunción es el sello de
su salvación.

Aclaramos que la predestinación no significa la eliminación de la libertad humana; más


bien, es ―la facultad de convertir, mediante la aceptación en la fe, la voluntad salvífica
universal en el principio de automovimiento al fin prometido‖86. Recordemos que Dios es
el Sumo Bien y nuestras almas hayan su fin último en su voluntad, sobre todo la Virgen
María que llena de gracia acepta la voluntad divina cuando dice: ―Hágase en mí según tu
palabra‖ (Lc 1, 38).

Consideremos también que la predestinación de María fue diferente a la de las otras


criaturas racionales, en cuanto al término y a la extensión. En efecto, la predestinación de
María fue dirigida a ―la unión sobrenatural con Dios por medio de la divina Maternidad,
que por pertenecer al orden hipostático, es superior a la gracia y a la gloria‖87 y además, a
diferencia del resto de las criaturas racionales, la Providencia ordinaria en la Santísima
Virgen cede totalmente a la predestinación; en otras palabras, Dios no creó a María
únicamente para la gloria eterna como al resto de sus elegidos, sino específicamente para
ser la Madre del Salvador. Todo lo que ella es—natural y sobrenaturalmente—se ordena a
su misión de Madre del Creador.

La Constitución Munificentissimus Deus al inicio de su desarrollo dogmático presenta


la predestinación en María en estos términos: ―Dios, que desde toda la eternidad mira a la
Virgen María con particular y plenísima complacencia […] ejecutó los planes de su
Providencia de tal modo que resplandecen en perfecta armonía los privilegios y las
prerrogativas que con suma liberalidad le había concedido‖ (MD 3). De igual forma,

86
Gerhard LUDWIG, Op. cit. p. 221.
87
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 181.

53
citando a Francisco Suárez, precisa que por un ―mismo decreto‖ de predestinación y en
razón de su estrecha relación con su Hijo, la Asunción es la coronación de todos sus
privilegios (MD 40).

Si la predestinación de María es consecuencia de la predestinación de Cristo, no


podemos perder de vista que fue enviado para la salvación de los hombres, que la
predestinación de los hombres radica en la vida eterna y que María como primado absoluto
y universal sobre las criaturas y de las cosas queridas de Dios, es asunta como primicia de
esta nueva condición de redimida en un cuerpo glorioso como prenda futura de todos los
elegidos.

3.2.2.La Inmaculada Concepción


Aunque en el primer capítulo ya se ha mencionado algo sobre la Inmaculada
Concepción de María, es necesario retomar el tema para precisar su importancia en el
dogma de su Asunción corporal a los cielos. Hablar sobre el origen de María es hablar del
origen de la humanidad misma, pues María no es portadora de un privilegio ajeno al
hombre; más bien, como portadora de un primigenio estado de vida que se encuentra en
perfecta armonía con Dios, María guarda en su persona el don inefable de una concepción y
vida inmaculada.

Recordemos que tanto Adán como Eva tuvieron una vida humana por medio de una vía
sobrenatural, ya que ambos fueron formados directamente por la mano de Dios. Fue Caín,
según el relato del Génesis, el primero en venir al mundo por vía natural: ―Adán se unió a
Eva, su mujer; ella concibió, dio luz a Caín y dijo: ‗He procreado a un hombre con el favor
del Señor‘‖ (Gen 4, 1). Sin embargo, Caín ya poseía en su carne el aguijón del pecado
original, el cual sus Padres poseían por la desobediencia al mandato divino, mismo hecho
que nos une a nosotros con nuestros primeros Padres: ―todos pecaron y se hallan privados
del conocimiento de Dios‖ (Rom 3, 23).

No obstante, María es la única persona en la historia creada por vía ordinaria y


preservada por designio divino del pecado original; y aunque Jesús tampoco tuvo ningún
54
tipo de pecado, la revelación sí nos enseña que su concepción fue por obra del Espíritu
Santo y no por semilla de varón, empero, ―a María se le concedió este privilegio nunca
perdido por la fuerza de la sangre redentora, que ella misma pudo preparar para el
Salvador‖88.

Si hemos dicho que por un lado María conservó este don otorgado al hombre desde el
origen de los tiempos y por el otro que lo ha obtenido por la sangre redentora de su Hijo, no
debemos encontrar contradicción alguna entre estas dos afirmaciones, ya que ―todo fue
creado por Él y para Él y todo se mantiene en Él‖ (Col 1, 16); es decir, que todo cuanto
existe, sus creaturas y sus procesos fueron creados por Dios, para Dios y hallan su lógica en
Él mismo, San Pablo lo refiere en sus cartas cuando dice: ―También a vosotros os ha
reconciliado Cristo por la muerte de su carne para haceros santos e inmaculados ante sus
ojos‖ (Col 1, 22); y en otro pasaje repite: ―Ya Cristo nos escogió antes de la fundación del
mundo, para que seamos santos e inmaculados en su presencia‖ (Ef 1, 4).

María transita por el camino original trazado por Dios. Posee tanto la vida divina—la
gracia santificante—como los dones preternaturales: ―el cuerpo humano, revestido de la
gloria de Dios, era inmortal y estaba exento de enfermedades y otras penalidades‖ 89. El
hombre perdió los dones preternaturales por el pecado original, pero María que fue exenta
de esta mancha conserva desde el momento de su Inmaculada Concepción la posibilidad de
no morir.

J.B. Carol, comentando sobre la plenitud de gracia en María, explica que ―la
preservación del pecado original no pudo tener lugar sin la infusión de la gracia de su
alma‖90; es decir, cuando Dios infundió el alma al óvulo fecundado del cual nacería María,
también infundió todas las gracias necesarias para su misión como Madre de Dios;
siguiendo este argumento afirmamos que María estuvo llena de gracia desde el primer
momento de su existencia.

88
Hugo RAHNER, María y la Iglesia, Cristiandad, Madrid, 2002, p. 38.
89
Michael SCHMAUS, Teología dogmática II. Dios creador, Rialp, Madrid, 1959, p. 132.
90
J. B. CAROL, Mariología, BAC, Madrid, 1964, p. 685.

55
Algunos teólogos afirman que la Virgen María recibió el bautismo, diverjo en dicha
opinión, ya que considero que María desde su Inmaculada Concepción ya es redimida en
razón de su Maternidad Divina y que su Asunción es solamente fruto de esta peculiar
redención. Pío XII en el número 4 de la Constitución argumenta: ―Ella, por privilegio del
todo singular, venció al pecado con su Concepción Inmaculada‖. Pío XII extiende su
argumento cuando afirma:

Cristo, con su muerte, venció la muerte y el pecado; y sobre el uno y sobre la otra
reporta también la victoria en virtud de Cristo todo aquel que ha sido regenerado
sobrenaturalmente por el bautismo. Pero por ley general, Dios no quiere conceder a los
justos el pleno efecto de esta victoria sobre la muerte, sino cuando haya llegado el fin de los
tiempos. Por eso también los cuerpos de los justos se disuelven después de la muerte, y sólo
en el último día volverá a unirse cada uno con su propia alma gloriosa (MD 4).

Tengamos claro que el pecado tiene dos vertientes: el mal de culpa y el mal de pena; el
pecado original originado, como todo pecado, tiene mal de culpa y mal de pena. El mal de
culpa se borra con las aguas del bautismo, la pena es el fomes peccati, del cual casi no
puede librarse el hombre. El pecado original originante es el de Adán y Eva. También tiene
mal de culpa que fue borrado por la muerte de Cristo y mal de pena, pues Adán y Eva
todavía aguardan la resurrección final y su descendencia fue hecha masa damnata. El
hombre ha vencido a la muerte por los mérito de Jesucristo, pero nuestra victoria será
palpable hasta el último día, ya que las consecuencias que provienen del pecado original
siguen presentándose en nosotros mismos aún después del bautismo.

María sin ser sacramentalmente bautizada venció a la muerte con su Inmaculada


Concepción y dicha victoria ya es palpable en su cuerpo asunto y glorioso; Pío XII lo
expresa así en la Munificentissimus Deus: ―Ella, por privilegio del todo singular, venció al
pecado con su Concepción Inmaculada; por eso no estuvo sujeta a la ley de permanecer en
la corrupción del sepulcro ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del
mundo‖ (MD 4).
56
No perdamos de vista que la salvación de Cristo es también retrospectiva, y María
recibe este privilegio por medio de la sangre de su Hijo antes de la creación del mundo. La
Inmaculada Concepción tiene su razón de ser por la diaconía que presta María a la
economía de la salvación; así como su perpetua virginidad. Así como el Hijo fue
engendrado por el Padre en el seno de la Trinidad sin concurso externo desde toda la
eternidad, en la Encarnación, el Verbo se hizo carne en el seno de María Virgen sin materia
externa, como un pálido reflejo de la comunión intra trinitaria.

El dogma de la Inmaculada Concepción no supone colocar a la Virgen fuera del ámbito


de la salvación de Cristo, sino más bien colocarla en el sitio más crítico de esta misma
redención y como una contundente prueba de su conveniencia en el proyecto salvífico: ―A
la Madre del Redentor sólo convenía la redención sin ignominia alguna, la redención
preservativa‖91.

3.2.3.La muerte de María


Una de las grandes interrogantes de la Mariología es sobre la cuestión de la muerte de
María. La definición dogmática sobre la Asunción sólo se limita a decir que: ―la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena,
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste‖. El dogma no precisa el modo que precedió
al hecho de la Asunción, no explicita si sucedió una muerte y resurrección o simplemente
se llevó a cabo un traslado inmediato de la vida terrena a la vida celestial92.

La mayoría de los teólogos se inclinan por la primera postura, en donde se afirma que
―como los demás fue incorporada a la muerte, resurrección y ascensión de su Hijo‖ 93. Pío
XII, hablando sobre el consentimiento unánime de los fieles, escribe: ―Igualmente no
encontraron dificultad en admitir que María haya muerto del mismo modo que su
Unigénito‖ (MD 14).

91
Hilario MARIN, Doctrina pontificia IV. Documentos marianos, BAC, Madrid, 1954, p. 163.
92
Cfr. Antonio ROYO MARIN, La Virgen María. Teología y espiritualidad marianas, BAC, Madrid, 1958, p.
204.
93
Michael SCHMAUS, Teología dogmática III. Dios redentor, Rialp, Madrid, 1959, p. 432.

57
Antonio Royo Marín, citando a Garriguet, escribe de manera poética el deceso de la
Santísima Virgen, sin embargo, advierte en sus líneas que María no experimenta la misma
muerte que el resto de los seres humanos marcados por las consecuencias del pecado, y por
eso lo asimila a un sueño, producto de un reposo en que la vida no cesa, sino que transita
apaciblemente:

María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin
sentimiento, porque vivió sin apego terrenal. Su muerte fue semejante al declinar de una
hermosa tarde, fue como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la
aurora de una existencia mejor. Para designarla la Iglesia encontró una palabra
encantadora: la llama sueño (o dormición) de la Virgen94.

Actualmente entre los teólogos hay una mayor insistencia en la consumación pascual
del destino humano en el misterio de la muerte corporal que aumenta entre los creyentes el
deseo de no excluir a María de semejante trance humano y espiritual95. La postura por la
que se inclina nuestra investigación consiste en afirmar junto con la mayoría de los
mariólogos que María sí murió, empero, no hay que perder de vista que María, a diferencia
del resto de los seres humanos, no cometió ningún pecado ni llevaba la mancha del pecado
original. En efecto, la muerte como castigo por el pecado es la separación del cuerpo y del
alma, y esta separación no es natural para el hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
La Iglesia latina habló del TransitusMariæ porque su muerte, en el caso de que la hubiera
experimentado, sería más un tránsito, una elevación, más que una separación. Además de
que tampoco el Apóstol entiende la transformación escatológica de 1 Cor 15 como
separación del alma y el cuerpo. Por lo tanto, el tránsito como el de María es lo que
originalmente Dios quiso para el hombre sin la anomalía del pecado original, pues ―Dios no
hizo la muerte ni se alegra de la perdición de los mortales, pues todo lo creó para que
exista‖ (Sab 1, 13-14).

Lawrence P. Everett en su compendio de Mariología concluye sobre este punto que:


―muriera o no María, no estaba sujeta a la ley de la muerte y de la corrupción del sepulcro.

94
Antonio ROYO MARIN, Op. cit. p. 208, que cita el teólogo Garriguet, [obra y lugar].
95
Cfr. Philippe FERLAY, María, madre de los hombres. Orar a María en la Iglesia, Sal Terrae, Santander, 1987,
p. 163.

58
Si murió, fue asumida al cielo antes que su sagrado cuerpo experimentara la corrupción‖96.
Sin embargo, la fórmula dogmática enuncia que María fue asunta ―en cuerpo y alma‖,
obviamente unidos, pues no hay asunción de la muerte ni de lo muerto, y al momento en
que acontece la separación del alma y del cuerpo, sin una intervención milagrosa, no hay
causa alguna para la incorrupción del cuerpo.

3.3. ESCATOLOGÍA

Un aspecto teológico mencionado en el documento que estamos analizando es su


referencia escatológica; es decir, la doctrina sobre las postrimerías. La escatología es lo más
sujeto a la fe porque no tenemos pruebas de que va a ser como lo consideramos. En gran
medida surge como una respuesta al problema del mal y de lo que sucederá al final de los
tiempos; es por tanto, un tratado que gira en torno a la fe y la esperanza.

Uno de los temas principales de la escatología es la muerte, la cual surge como


consecuencia del pecado y no como creación de Dios. Hemos mencionado con anterioridad
que todos los hombres son portadores del pecado original y por lo tanto, están sujetos a la
ley de la muerte. Escribe Michael Schmaus sobre el hombre: ―de por sí, según el orden
natural, también su vida estaba orientada hacia la muerte. Era una vida creada, y por tanto,
limitada, una vida que tenía que agotarse‖97.

3.3.1.La resurrección de los muertos


En lo que respecta a la Virgen María, sabemos por dogma definido que fue exenta del
pecado original, por lo tanto, su muerte no es precisamente lo que nosotros entendemos o
experimentamos. San Pablo, en su primera carta a los Corintios, expone su doctrina sobre
el modo de la resurrección, de manera sencilla pero iluminadora, cuando afirma: ―Y lo que
tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de
alguna otra planta. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad: a cada semilla su cuerpo‖ (1 Cor
15, 37-38). María es la espiga de trigo que produjo un grano tan perfecto que al ser

96
Lawrence P. EVERETT, citado por J. B. CAROL, Mariología, BAC, Madrid, 1964, pp. 844-845.
97
Michael SCHMAUS, Teología dogmática II. Dios creador, Rialp, Madrid, 1959, p. 132.

59
sembrado hizo brotar toda clase de bienes. Y no fue el cuerpo de María lo que tuvo que ser
enterrado, sino su semilla que con su brote de resurrección ofreció a su Madre un cuerpo
conveniente, es decir, un cuerpo glorioso. La muerte de Cristo es ya la muerte de María;
por eso, no hubo necesidad de experimentar la muerte en carne propia, porque el fruto de su
carne ya la había antecedido.

Continúa San Pablo diciendo: ―¡Miren! les revelo un misterio: No moriremos todos,
mas todos seremos transformados‖ (1 Cor 15, 51). Podría considerarse un atrevimiento
encontrar en esta frase una relación con el dogma de la Asunción, pero en el fondo no es
una idea absurda. En primer lugar, la Asunción tiene una estrecha relación con el tema
escatológico de la resurrección, contexto en el cual está citado este pasaje. Tanto la
afirmación de Pablo como la proclamación del dogma pertenecen a un mismo contenido
doctrinal de revelación divina. En segundo lugar, no hay una interpretación oficial de la
Iglesia sobre esta cita bíblica que nos limite a considerar esta frase en un solo sentido. Y
tercero, el presente es un trabajo de investigación que requiere de un esfuerzo especulativo
para poder iluminar las ideas de teólogos precedentes.

Eugen Walter, comentando ese pasaje bíblico, dice: ―la gracia de esta transformación
supera o sustituye en cierto modo a la muerte‖98. Es común la opinión de que en el
momento del acontecimiento final de la segunda venida de Cristo, los que estén en vida
experimentarán esta transformación; desde mi punto de vista, esta doble realidad
escatológica, la muerte y la transformación encuentran su plena realización en la carne que
compartían Jesús y su progenitora: la carne de Jesús experimenta la muerte y la carne de
María la transformación. Del mismo modo, el cuerpo místico experimentará en unos la
muerte y en otros (testigos actuales de la parusía) la transformación en vista de la
resurrección final.

En un comentario bíblico de los Profesores de la Compañía de Jesús se afirma que ―No


hay, pues, en Pablo dos clases de fieles: los que resucitan y los que solamente son

98
Eugen WALTER, El Nuevo Testamento y su mensaje. Primera carta a los Corintios, Herder, Barcelona, 1977,
p. 317.

60
transformados. Nos parece que Pablo distingue esta doble clase: los que resucitan y los que
son transformados sin pasar por la muerte‖99. Concordamos con éste comentario que
efectivamente habrá quienes serán transformados sin pasar por la muerte, y María como
modelo eclesiológico es prefiguración de quienes se presentarán al juicio final mediante
esta vía. No obstante, el Apóstol nos lo advierte: es un misterio.

Hemos dicho que María, al ser preservada del pecado original, conservaba el don
preternatural de la inmortalidad, es decir, la facultad de poder no morir. La inmortalidad
corporal en María se muestra como signo de su estrecha cercanía con Dios. María goza del
privilegio de la Asunción por su condición de Madre de los hombres y como anuncio de la
salvación universal. Tal vez este aspecto quedara subrayado por el hecho de que el Papa
Pío XII no promulgara este dogma el 15 de agosto, fiesta de la Asunción, sino el día de
Todos los Santos, el 1 de noviembre100.

3.3.2.El cielo y la gloria


El dogma de la Asunción afirma sobre este aspecto que María: ―fue asunta en cuerpo y
alma a la gloria celeste‖. Es necesario remarcar lo que el dogma afirma sobre el hecho de
que ella entró a la gloria celeste en ―cuerpo y alma‖, es decir, en la unión de estas dos
realidades elementales de la persona.

Las almas de los justos, si en el instante de la muerte se hallan libres de toda culpa y
pena de pecado, entran en el cielo. A lo largo de la historia el concepto del cielo ha tomado
diversos tintes. En los libros más remotos el Antiguo Testamento se habla únicamente del
seolcomo el lugar en donde las almas de los difuntos descienden después de la muerte; no
obstante, la teología bíblica del Antiguo Testamento fue desarrollando la idea de que las
almas de los justos no tenían la misma suerte que los impíos y en los libros más recientes se
fue vislumbrando la idea de una retribución en el más allá. En el libro escatológico de
Daniel encontramos que ―muchos de los que descansan en el polvo de la tierra se

99
Juan LEAL et al,. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento Vol. II: Hechos de los apóstoles y cartas de S.
Pablo, BAC, Madrid, 1965, p. 470.
100
Cfr. Philippe FERLAY, María, madre de los hombres, Sal Terrae, Santander, 1987, pp. 162-163.

61
despertarán, unos para la vida eterna, otros para vergüenza y horror eternos‖ (Dn 12, 2), así
como los mártires Macabeos que obtienen consuelo y esperanza en la vida eterna (2 Mac 7,
29).

En las Sagradas Escrituras encontramos diversos pasajes en donde se habla de cielo en


singular y en plural y con diferentes sentidos; en el Nuevo Testamento adquiere una
connotación cristológica y soteriológica: El hijo del hombre baja del cielo (cfr. Jn 3, 13) y
en el cielo es acogido de nuevo tras haber cumplido su cometido en la tierra (cfr. Hech 1, 9-
11).

Ludwig Ott define el concepto de cielo como: ―un lugar y estado de perfecta felicidad
sobrenatural, la cual tiene su razón de ser en la visión de Dios y en el perfecto amor a Dios
que de ella resulta‖101. Las propiedades que componen el cielo son la eternidad y la
igualdad. La primera propiedad nos indica que la felicidad del cielo dura por toda la
eternidad como lo afirma el Papa Benedicto XII en la Benedictus Deus: ―la misma visión y
fruición es continua sin intermisión alguna de dicha visión y fruición, y se continuará hasta
el juicio final y desde entonces hasta la eternidad‖102. La segunda propiedad se entiende
como identidad consigo mismo, por lo que cada bienaventurado tiene la felicidad acorde a
sus méritos103. Y por ello su estado es pleno y satisfecho consigo mismo. María ya goza de
la felicidad eterna y es entre las creaturas la que posee el mayor grado de felicidad celestial.

María fue llevada al cielo porque el cielo es el sitio más congruente con el estado
glorioso. Así lo mostró Jesús al entrar él mismo en el santuario del cielo y sentarse a la
derecha del Padre. Y si la cabeza de la Iglesia había llevado a la gloria celeste nuestra
humanidad asumida, con toda verdad era conveniente que María fuera llevada al cielo con
su cuerpo del que había tomado carne el Hijo de Dios.

101
Ludwig OTT, Op. cit. p. 699.
102
DH 1000.
103
Cfr. DH 1304-1305.

62
La dóxa, que comúnmente conocemos como ―gloria‖, la entendemos por nuestra
limitada comprensión desde un ámbito racional y no empírico, como es el caso de María;
no es lo mismo la gloria de Dios que la alabanza de los hombres: ―la verdadera gloria de
María consiste en participar de esta gloria de Dios; en haber sido envuelta por ésta y en
haberse abandonado en ella. La gloria de María significa estar ya ahora llena de la total
plenitud de Dios (cfr. Ef 3, 19)‖104.

3.3.3.El término asunción


Hay en el consenso común de los fieles una diferencia entre los términos Ascensión y
Asunción. La misma liturgia habla de las fiestas de la Ascensión de Jesús y la Asunción de
María. La ascensión se predica de Cristo que subió al cielo por su propia virtud al ser Dios
y la Asunción se dice de la Virgen que fue llevada al cielo. Incluso se predica que los
ángeles fueron los encargados de trasladarla a la presencia de Dios. Sin embargo, el
traslado material a un determinado lugar lo hizo María en virtud de una de las dotes o
cualidades de los cuerpos gloriosos que es la agilidad105. El mismo dogma nunca menciona
que fuese llevada por seres espirituales.

Por otra parte, es interesante que el concepto como tal de Asunción fuese utilizado por
los Padres de la Iglesia (Severiano de Gabala, San Gregorio de Nisa, San Juan de
Constantinopla, Cirilo de Alejandría, y otros) en sus escritos desde su sentido original de
asumir; incluso diversos textos hablan de la ―asunción de la carne‖ como sinónimo de la
encarnación o de asumir una nueva realidad existencial. Por tal motivo, cuando decimos
que María fue asunta, en el fondo estamos afirmando que María asumió en su cuerpo y en
su alma una nueva realidad existencial que es la de gozar de un cuerpo glorificado a
semejanza de su Hijo.

104
Raniero CANTALAMESSA, María espejo de la Iglesia, Áncora, Milano, 1989. p. 259.
105
Cfr. Antonio ROYO MARIN, Op. cit. pp. 213-214.

63
3.4. ECLESIOLOGÍA

La Iglesia reconoce a Jesucristo como el único Mediador entre Dios y los hombres
según lo enseña el Apóstol (cfr. 1 Tim 2, 5-6) y la misión de María en favor de la Iglesia
solo devela su eficacia. El Concilio Vaticano II, citando a San Ambrosio, afirma: ―La
Madre de Dios es tipo de la Iglesia, a saber, en el orden de la fe, de la caridad y de la
perfecta unión con Cristo‖(LG 63). A semejanza de María, la Iglesia también ha sido
constituida como ―Madre‖, ya que por la predicación y el sacramento del bautismo
engendra nuevos hijos para la vida eterna y por gracia y don divino; ―imitando a la Madre
de su Señor […], conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera
caridad‖ (LG 64).

En sentido analógico podríamos decir que si Cristo, que es la cabeza de la Iglesia nació
del seno virginal de María, la Iglesia que es su cuerpo, encuentra su origen también en
María,ya que al ser constituida Cuerpo Místico de Cristo la Iglesia se acoge a la protección
maternal de María. No obstante, María a la vez que es Madre de la Iglesia, también se
considera Hija, ya que es un miembro insigne de ella. Gabriel Roschini, citando a San Luis
Ma. Grignon de Monfort, deduce que:

En el orden de la gracia, la cabeza y los miembros nacen de una misma Madre; y si


un miembro del cuerpo místico de Jesucristo, esto es, un predestinado, naciese de
otra madre que de María, que dio a la luz la Cabeza, no sería un predestinado, ni un
miembro de Cristo, sino un monstruo en el orden de la gracia106.

María es figura de la Iglesia ya que a lo largo de su destino realiza de manera anticipada


lo que la Iglesia realizará posteriormente. Encarna primero al Verbo Eterno de Dios en la
historia humana para que posteriormente la Iglesia predique al ―Dios con nosotros‖; se
conserva Virgen para que la Iglesia aprenda a ser fecunda, engendrando hijos para Dios; se
nos muestra como Madre para que la Iglesia eduque y gobierne a los renacidos por la fe; es
la primera en escuchar el mensaje de salvación, para enseñar a los creyentes a predicar la
Buena Nueva; se mantiene fiel en la cruz, para significar con su persona el nacimiento de

106
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 201.

64
un nuevo pueblo según el pentecostés de San Juan en la cruz; más aún, es asunta al cielo
para mostrarnos el camino de salvación esperando únicamente al último predestinado para
resucitar junto al Cuerpo Místico de Cristo que es su Iglesia; por tal motivo:
―contemplamos a María en la gloria porque ella es la imagen y la prenda de lo que un día
será toda la Iglesia‖107.

Como lo hemos mencionado con anterioridad, María goza siempre de privilegios


singulares. Que inician con la Concepción Inmaculada. Su perpetua virginidad es
extraordinaria al orden natural, así como su divina Maternidad. Sin embargo, ―en ella se
cumplen por anticipado los misterios que luego se cumplirán en cada uno de los redimidos:
es ella la figura señera que en sus misterios precede a la Iglesia, como una purísima imagen
de lo que la misma Iglesia espera y ansía ser‖108.

En el primer capítulo explicamos que el depósito de la fe está custodiado por el


Magisterio de la Iglesia; en este apartado queremos de manera específica tratar el ministerio
petrino y su función respecto a los dogmas. El Papa Pío IX a través de la Constitución
dogmática Pastor œternus y con la aprobación del Concilio Vaticano I definió como dogma
de fe la Infabilidad pontificia.

El dogma sobre la Infabilidad nos enseña que el Romano Pontífice, cuando se


pronuncia ex cathedra, define una verdad de fe o costumbres la cual debe ser asentida por
toda la Iglesia, y que su enseñanza como pastor es asistida por el Espíritu Santo tal como se
le prometió al apóstol Pedro. El Concilio Vaticano II ratifica esta verdad cuando declara:
―Esta doctrina de la institución, perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro Primado del
Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el santo Concilio la propone nuevamente
como objeto firme de fe‖ (LG 18).

Existen ciertas condiciones para que una definición sea ex cathedra; a saber: debe
tratarse sobre cuestiones de fe o de moral, cuando su declaración es en su papel de pastor y

107
Raniero CANTALAMESSA, Op. cit. p. 259.
108
Pedro PEREZ, Celebraciones de la Virgen María, PPC, Salamanca, 1969, p. 142.

65
maestro de todos los fieles y no a título personal y cuando lo declara como acto definitivo.
La misma Constitución Munificentissimus Deus en su párrafo 4 retoma otros dogmas
marianos para sustentar la nueva verdad de fe: ―Este privilegio resplandeció con nuevo
fulgor desde que nuestro predecesor Pío IX, de inmortal memoria, definió solemnemente el
dogma de la Inmaculada Concepción de la augusta Madre de Dios‖.

Lo que recalcamos de este aspecto es su desarrollo progresivo que inició como una
devoción popular en los lugares de peregrinación donde se creía que María había sido
sepultada antes de ser asunta al cielo; posteriormente algunos sacerdotes por motivos
pastorales orientaban a sus feligreses sobre esta creencia. La sencilla fe del pueblo progresó
hasta convertirse en un acto litúrgico. Esta celebración alcanzó un grado mayor en las
verdades de fe profesadas sobre la Virgen María. El constante fervor llevó a diferentes
estratos eclesiales a pedir a la Sede Apostólica que lo que la Iglesia celebraba se definiera
oficialmente:

Una verdad dogmática propuesta con asentimiento irrevocable por el Magisterio


eclesiástico, aun ordinario, es ya una verdad de fe divino-católica, una verdad de
fide definita; y una verdad no propuesta quiso con asentimiento irrevocable por el
Magisterio de la Iglesia, pero vivamente sentida por los fieles cristianos, impulsados
y alentados por el Espíritu Santo, es una verdad de fide definibili109.

La función del Magisterio respecto a la doctrina profesada es fundamental como una


estructura necesaria para la comunidad católica, es ―una mediación que parte de los
apóstoles, y se diversifica en el interior de la comunidad en una pluralidad de misterios,
siempre bajo el impulso del Espíritu, en el cual se hace todo en la Iglesia‖110.

3.5. LITURGIA

Con el título ―El testimonio de la liturgia‖ la Constitución Apostólica ha tenido a bien


retomar a grandes rasgos el desarrollo de la fiesta de la Asunción recabando testimonios de

109
Ángel Luis IGLESIAS, Reina y Madre, grandes temas marianos, vol. I, Covarrubias, Madrid, 1988, p.471.
110
José M. MARTIN, José María ROVIRA, Luis MALDONADO, La Palabra de Dios, hoy, PPC, Salamanca,
1974, pp. 163-164.

66
diversos pontífices como Adriano I, San Sergio I, San León IV y San Nicolás I, así como su
repercusión en diversas liturgias tanto de rito occidental como oriental. El mismo texto nos
demuestra que esta fiesta ha sido adornada con diversos actos litúrgicos como la procesión
estacional, su vigilia y octava e incluso en determinado momento el precepto del ayuno
obligatorio (Cfr. MD 19).La fiesta de la Asunción de María conservó su fecha celebrativa
el 15 de agosto, teniendo el grado de solemnidad.
La oración de la Iglesia es la síntesis doctrinal de lo que cree, profesa y celebra. María
no sólo ha celebrado la liturgia con la comunidad primitiva, sino que sigue participando de
la liturgia celestial junto a la Iglesia triunfante en la comunión de los santos; la oración es el
canal ideal en donde la Iglesia militante, purgante y triunfante unen sus voces en una sola y
única alabanza; los libros litúrgicos nos ofrecen las oraciones marianas con mayor
contenido teológico y espiritual. Basta detenernos en el prefacio de la fiesta de la Asunción
para apreciar su riqueza doctrinal. Dicho prefacio afirma:

Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios; ella es figura y
primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu
pueblo todavía peregrino en la tierra. Con razón no quisiste, Señor, que conociera la
corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al
autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro…

La liturgia de las horas, oración de la Iglesia entera que santifica el tiempo y nos anima
en nuestra jornada diaria, contempla en su estructura fija diversos momentos para orar de la
mano de la Santísima Virgen, particularmente en el cántico del Magnificat en las vísperas y
la antífona mariana que concluye tanto el rezo de completas como la jornada de oración y
trabajo.

Un detalle interesante es que todas estas oraciones nos invitan a contemplar a María
como la mujer glorificada; a saber, el Salve Regina eleva una súplica a la Madre del
Salvador que dice: ―después de este destierro muéstranos a Jesús‖; la oración nos habla de
la vida más allá de la muerte, donde ella ya goza de la gloria celeste. La antífona Alma
Redemptoris Mater describe a María como: ―Puerta del cielo siempre abierta‖. Ya hemos
dicho que María continúa ejerciendo su apostolado desde el cielo al interceder

67
constantemente por nosotros ante su Hijo. Por último, la antífona del Ave, Regina cælorum
ubica a María gozando de la plenitud de sus privilegios al ser saludada: ―Salve, reina de los
cielos y señora de los ángeles‖. Esta antífona se canta en el día de la Asunción.

Los dos misterios más importantes para la vida litúrgica de la Iglesia giran en torno al
nacimiento y muerte de Cristo que culmina con su resurrección. María no sólo está presente
en estos grandes acontecimientos salvíficos, sino que participa con ellos en el origen de su
sacramentalidad. El cuerpo místico de Cristo celebra este triunfo de manera parcial, ya que
sólo la cabeza ha atravesado las barreras de la muerte; el resto del cuerpo continúa con el
estigma de la separación que produce el pecado, seguimos marcados por la muerte que
separa el cuerpo del alma. Por eso nuestra acción de gracias aún no es plena; sin embargo,
María es el único miembro de éste cuerpo que por su Inmaculada Concepción y por su
Asunción corporal a la gloria celestial completa esta alabanza dando gracias a Dios en
cuerpo y alma.

3.6. TEOLOGÍA PASTORAL

La teología pastoral se divide tradicionalmente en pastoral didáctica, sacramental y


hodegética. La primera comprende el anuncio del kerigma, la catequesis en general y la
homilética; el segundo se enfoca a la formación de los creyentes para la recepción de los
sacramentos y el tercero es lo que comúnmente conocemos como la pastoral profética; es
decir, el anuncio de la Palabra de Dios en sus diversos contenidos y formas.

La persona de María debe ser un elemento que contribuya a la construcción del Reino de
Dios, cuyo Reino ha surgido entre los hombres por medio de su Hijo Jesucristo. María coloca
la primera piedra—la piedra angular—de dicha construcción con su maternidad divina; no
obstante, es modelo de escucha permanente de la Palabra de Dios, de su anuncio y de
experimentar en carne propia la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, y este testimonio
de vida habla más que las miles de palabras pronunciadas por los más imponentes
predicadores de la historia.

68
La Constitución Dogmática exhorta a todos los cristianos a tener una mayor devoción a
María: ―Es de esperar, además, que todos aquellos que mediten los gloriosos ejemplos de
María se persuadan cada vez más del valor de la vida humana […] que la fe en la Asunción
corporal de María al cielo haga más firme y más activa la fe en nuestra resurrección‖ (MD 42).
Aquel que ha venido a darnos vida en abundanciaha tenido a bien hacerlo por medio de María,
ya que es la ―medianera de todas las gracias‖.Si María fuese realmente conocida,
entenderíamos que sus acciones siempre nos conducen al Hijo: ―Hagan lo que él les diga‖ (Jn
2, 5).

Revisando otro esquema tradicional de la teología pastoral, podemos dividir la acción


pastoral en profética, social y litúrgica. Según los textos sagrados, un profeta es ungido para la
misión de anunciar la Buena Nueva y denunciar las injusticias. María es ungida en la
Encarnación no con óleo alguno, sino con la unción directa del Espíritu Santo que se derramó
en ella; fue predestinada para anunciar la noticia más importante que los hombres habían
esperado por generaciones y generaciones. El mismo texto del Magníficat devela su acción
profética: ―Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos
los colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías‖ (Lc 2, 51-52).

María, a pesar de los condicionamientos sociales, emprendió su misión contra todo


convencionalismo humano, desafiando a su tiempo al aceptar ser Madre de Dios; fue la
primera catequista de la Iglesia al educar y gobernar a Jesús y ahora continúa su labor de
formadora del Cuerpo Místico. Su acción social a favor de la humanidad siempre se palpó en
signos concretos en favor de otros como la asistencia a su prima Isabel o su intervención en las
bodas de Caná.

La pastoral litúrgica celebra los misterios de Cristo, cuyos misterios fueron contemplados
y celebrados en primer lugar por la Esposa del Espíritu Santo. Debemos a María la escucha
atenta de la Palabra eterna del Padre hecha carne; es modelo de diaconía al estar al servicio del
Sumo Sacerdote y participa del sacerdocio común desde su Inmaculada Concepción;
proporciona a la Iglesia la fuente de Agua Viva para los sacramentos, que es Jesucristo; invoca
con toda la Iglesia la efusión del Espíritu Santo que acontece en cada sacramento como lo
69
atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles en Pentecostés; es más, entrega su propia
carne en el Hijo para ser ofrecida en la Eucaristía, que es ofrenda es perfecta y agradable al
Padre.

Es importante orientar a los creyentes en su devoción a María para no perder de vista el


núcleo central de nuestra fe que es Jesucristo. Una constante meditación de los Evangelios nos
permitirá tener una imagen clara del papel de María dentro de la economía de la salvación:
―En el evangelio es donde se nos dibuja la imagen más atrayente, recia y actual de la Madre
del Señor, modelo para nuestro camino de fe, madre valiente que estuvo al lado de Cristo y
sigue estando al lado de su Iglesia‖111. Sin duda alguna, María ocupa un puesto de honor como
miembro e hija de la Iglesia por su fe, su actitud orante, su santidad, y su entrega sin reservas a
Dios— no terminaría nuestra lista de virtudes de aquella que nos acerca siempre al Hijo—.

3.7. TEOLOGÍA ESPIRITUAL

La Constitución Dogmática también ofrece un alimento espiritual a los cristianos, que no


solo alimenta la esperanza en la vida futura, sino que alienta al hombre actual a continuar su
peregrinación por esta vida, construyendo con la gracia divina el Reino de Dios por medio de
la Iglesia, la cual no cesa de proclamar a la persona de Jesucristo como su Señor y salvador.
Por tal motivo, es importante subrayar el aspecto espiritual que aporta este documento
eclesiástico.

Iniciamos este apartado diciendo que la teología espiritual ―es una disciplina teológica que,
basada en los principios de la revelación, estudia la experiencia espiritual cristiana, describe su
desarrollo progresivo y da a conocer sus estructuras y sus leyes‖112. Al mencionar que es una
disciplina teológica, considera necesariamente los aportes de la Mariología y a su vez la nutre
con nuevos conocimientos; ambas disciplinas tienen su fundamento en la revelación en donde
Dios en su voluntad infinita ha querido manifestarse al mundo a través de María.

111
José ALDAZÁBAL, María: la primera cristiana, Emaús II, Barcelona, 1992, p. 9.
112
Charles André BERNARD, Teología espiritual. Hacia la plenitud de la vida en el espíritu, Sígueme,
Salamanca, 2007, p. 88.

70
El objeto material de la teología espiritual es la vida cristiana, cuyo modelo y prototipo
después de Jesucristo es su Santísima Madre quien, movida por el Espíritu Santo y por medio
de un acto de fe, acoge humildemente el proyecto de Dios y participa de la vida divina a través
de su gloriosa maternidad de tal forma que su profunda experiencia religiosa se funda
precisamente en estos dos elementos decisivos: la fe y la comunicación de la vida divina.

En María convergen todas las gracias espirituales procedentes del Espíritu Santo como
privilegios que adornan su santidad. Junto con los Padres del desierto podemos decir que
María es por antonomasia la Madre espiritual de los hombres ya que es capaz de sondear los
secretos de los corazones de sus hijos113. La misma Constitución anima a todos los fieles a
tener una mayor devoción a la que llama Madre celestial y pide ―el aumento del propio amor
hacia Aquella que tiene entrañas maternales para todos los miembros de aquel Cuerpo
augusto‖ (MD 42).

El Concilio Vaticano II nos aclara que María es nuestra Madre en el orden de la gracia
desde su asentimiento en la Anunciación hasta la consumación perfecta de todos los elegidos
(Cfr. LG 61-62). La Asunción de María a los cielos trajo consigo un mayor número de gracias
a sus hijos espirituales ya que en esta vida terrena ―no conocía como Cristo a cada una de las
ovejas del rebaño […] los había amado en su Hijo con un amor universal, pero indistinto. En
la visión beatífica los conoce individual y personalmente, con un conocimiento amoroso y
concreto‖114 y por tal motivo intercede por ellos con un amor más personal.

María nos enseña a dejarnos conducir por el Espíritu Santo en el proyecto divino sin
reserva alguna, a dar vida en cualquier vocación a la que Dios nos ha llamado; su Asunción a
los cielos es prenda segura de la fe que tenemos en Jesús que por sus méritos nos ha preparado
una morada en la casa del Padre, nos cuida y protege como el Buen Pastor que es, nos conduce
al Padre y se gloría en sus elegidos.

113
Cfr. Ibíd. 27.
114
AA. VV. Iniciación teológica. Vol. III. La economía de la redención, Herder, Barcelona, 1964, p. 238.

71
Uno de los argumentos que los Padres de la Iglesia citaron para fundamentar la Asunción
de María fue el precepto divino: ―Honra a tu padre y a tu madre‖. Consideraban que convenía
que ―el Hijo diera ejemplo de cómo se honra a su madre, ya que él mismo, en cuanto Verbo,
era autor del precepto‖115. Si hemos hablado de la maternidad espiritual de María, por ende,
también podemos citar una filiación espiritual de nosotros hacia ella que nos obliga a cumplir
el mandato divino; si hemos de contarnos entre los discípulos del Maestro, es deber del
discípulo imitar al maestro; por tanto, a ejemplo de Él honremos a la Virgen glorificada.

115
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. p. 323.

72
CONCLUSIONES

Una vez desarrollados los presupuestos de la investigación teológica creemos


importante resaltar algunos aspectos conclusivos:
1. No se habla de la Asunción de María en la Biblia, de manera explícita, pues la
teología de los primeros siglos del cristianismo estaba centrada en la persona de
Jesucristo. Sin embargo, como toda verdad de fe, el dogma de la Asunción tiene
fundamentos bíblicos de manera implícita en figuras y alegorías.

2. Una de las figuras más significativas es la del Arca de la Alianza, que une los
dos Testamentos, Antiguo y Nuevo. Los cristianos vieron en María la Nueva
Arca de la Alianza, por ser ella el tabernáculo de madera incorruptible que
contenía la nueva ley y la presencia real de Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero hombre. En el Antiguo Testamento, el Salmista canta: ―¡Levántate
Señor, hacia tu reposo, ven con el arca de tu poder!‖ (132, 8). Y en el Nuevo
Testamento el Apocalipsis revela: ―Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y
apareció el arca de su alianza en el Santuario…‖ (11,19).

3. Ahora bien, María no sólo es el Arca que contiene el cuerpo de Cristo. Es


también un miembro de la Iglesia, el más excelente, el que revela en sí mismo lo
que ha de llegar a ser la Iglesia al final de los tiempos. La Iglesia es un solo
cuerpo, pero este mismo cuerpo tiene dos vías de glorificación. Uno, que se
alcanza por la muerte y la resurrección. El otro, por la transformación. Cristo y
María forman el cuerpo de la humanidad que ha alcanzado la glorificación
incluso en la carne. Uno por la muerte, la resurrección, y la ascensión, y la otra
por la transformación y la Asunción a los cielos.

4. De aquí surge una interrogante sobre el final de la vida terrena de la Virgen


María. Epifanio el Monje es el primero en especular sobre las formas posibles,
planteando tres posibilidades: primera, María simplemente murió como cualquier
ser humano, incluso como su propio Hijo; segunda, María fue mártir según el
73
texto evangélico de Lc 2,34 y, la tercera, María fue asunta al cielo sin haber
muerto, afirmación basada en el texto de Apocalipsis 12. Aquí sostenemos que la
tercera vía es la más acorde con la misión a la que María estaba predestinada.

5. Con el término Tránsito, queremos afirmar que María ciertamente pasó de la


vida terrenal a la vida eterna. Sin embrago, este término no necesariamente
implica la muerte como separación de alma y cuerpo, dado que dicha separación
no es natural en el hombre, sino que es consecuencia del pecado original.

6. Entre los Padres de la Iglesia no hay un consenso unánime acerca de si María


murió o no, entendiendo la muerte como separación del alma y del cuerpo. Pero
sí hay un consenso acerca de que su cuerpo no sufrió la corrupción. Ahora bien,
esta incorrupción sólo puede acontecer o por una preservación milagrosa o por
no haber nunca sufrido dicha separación.

7. San Juan Damasceno, último de los Padres griegos, citado por la


Munificentissimus Deus, argumenta:―viéndola, la muerte se espanta. Porque
cuando asaltó a su Hijo, aprendió de lo que sufrió, y enseñada por la experiencia
se hizo más prudente. Ella no pisó los horrendos escalones del Hades, sino se le
preparó una senda fácil, llana y ligera hacia el cielo‖. En otras palabras podemos
decir que María no rehuyó a la muerte; sino que la muerte huyó de ella, porque al
herir la carne de Cristo, entendió lo que sucedería si tocaba la carne inmaculada
de la progenitora del que es la Vida misma. Así que Juan Damasceno apoya la
idea de que María como fiel y perfecta discípula de Cristo lo siguió e imitó hasta
la muerte; sin embargo, la muerte no pudo tocar el cuerpo de aquella que estaba
revestida de toda gracia.

8. Las últimas especulaciones de la época medieval se enfilaban en dos líneas, una


que se apoyaba en el Pseudo Jerónimo, y otra basada en el Pseudo Agustín. Esta
última se impuso sobre la primera, sosteniendo que ―Aquel cuerpo sacratísimo
del que tomó Cristo su carne […], para que el Verbo, esto es Dios, se hiciera
74
hombre, aquel cuerpo, por lo mismo que no puedo pensar que fuera entregado
como alimento a los gusanos, temo decir que corriera la suerte común de la
corrupción‖.

9. Si consideramos que María estuvo exenta de pecado desde su creación, cuando


fue concebida, no sólo diremos que —igual que Adán antes de la caída— podía
no morir, sino que de hecho la muerte no podía acontecer en ella. Además, la
divina maternidad exigía que la carne de la que había de nacer el redentor del
mundo, fuera carne libre de todo germen de mortalidad, pues su carne habría de
dar la vida al mundo, como está escrito: ―El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna‖(Jn 6,54).

10. Esta carne es el cuerpo que hace a la Iglesia, pues no sólo la Iglesia hace la
Eucaristía, sino que la Eucaristía hace a la Iglesia. De este modo, la Iglesia ama a
su cuerpo, que es el cuerpo de Cristo. Por eso se preocupa por él. De allí que en
torno a la especulación sobre el final terreno de María, hayan sido los fieles los
principales en expresar su preocupación, deseo y devoción acerca de una
definición sobre este asunto.

75
ANEXO:
DESARROLLO HISTÓRICO DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA

374-377 Peregrinaciones a Tierra Santa, en donde se predican los primeros sermones sobre
el fin de la vida terrena de la Santísima Virgen, en el lugar donde la tradición creía que
había sido enterrado el cuerpo de la Madre del Señor, Epifanio el monje, es uno de los
autores más antiguos que expone diversos planteamientos sobre este acontecimiento.

431 Se celebra el Concilio ecuménico de Éfeso en donde se proclama la maternidad divina


de María, acontecimiento que influyó en los fieles para una mayor devoción a su persona
expresada en la construcción de Iglesias y en diversas celebracioneslitúrgicas.

S. IV y V Surgen diversos escritos apócrifos que narran el final de la vida terrena de la


Virgen María, un género literario que nos permite conocer la vivencia religiosa de los
cristianos de ese tiempo y la creencia común de que María no podía haber tenido un final
igual al resto de los humanos.

S. V La Iglesia de Oriente ya celebraba tres fiestas marianas importantes: La Anunciación


del Señor, la Purificación de María y su Dormición.

553 Se Celebra el Concilio Ecuménico de Constantinopla en donde se defiende la


Virginidad perpetua contra ideas contrarias al sentir de la comunidad cristiana sobre la
integridad física y espiritual de la Santísima siempre Virgen María.

Año 600 El Emperador Mauricio hace de la fiesta de la dormición, una fiesta oficial y
solemne en todo su imperio.

S. IX-XI Surge una controversia teológica sobre la asunción corporal de la Virgen María a
los cielos, dos escritos encabezaban dicha discusión, por un lado el escrito del Pseudo
Agustín que se proclamaba a favor y por el otro el texto del Pseudo Jerónimo que se
manifestaba contrario a dicha sentencia.
76
S. XII El tratado del Pseudo Agustín prevalece sobre su rival haciéndose cada vez más,
sentencia común el hecho de que María fue asunta corporalmente al cielo y la comunidad
cristiana celebra con mayor fervor dicha verdad.

S. XII-XIII Impulsado por el doctor melifluo San Bernardo de Claraval, surge un


importante movimiento mariano gracias a los escritos de dicho autor y otros importantes
teólogos y la proliferación de diversas órdenes religiosas que se encomendaban al
patrocinio de la Virgen María.

8 de diciembre de 1854 SS. Pío IX proclama solemnemente el dogma de la Inmaculada


Concepción por medio de la bula Ineffabilis Deus.

1 de noviembre de 1950 Tras una encuesta mundial en donde toda la cristiandad se mostró
a favor, el Papa Pío XII declara por medio de la Constitución apostólica Munificentissimus
Deus el dogma de la Asunción de María a los cielos.

21 de Noviembre de 1964. Fruto de los trabajos conciliares del Concilio Ecuménico


Vaticano II se publica la Constitución apostólica Lumen Gentium, tratado eclesiológico en
donde se ubica a la mariología, al considerar a María como el miembro más excelso del
Cuerpo Místico de Cristo.

77
BIBLIOGRAFÍA

FUENTES

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GERMÁN de CONSTANTINOPLA, Homilías mariológicas, Ciudad Nueva, Madrid, 1991.

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DOCUMENTOS ECLESIÁSTICOS

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declarationum de rebusfidei et morum, EDB, Bologna, 2000.

BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA

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1964.

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copta, Ciudad Nueva, Madrid, 1995.

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Sígueme, Salamanca, 2007.

CANTALAMESSA Raniero, María espejo de la Iglesia, Áncora, Milano, 1989.

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78
GARCÍA José, Mariología, BAC, Madrid, 2005.

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María, evangelizada y evangelizadora, CEM, México, 1998.

IGLESIAS Ángel Luis, Reina y Madre, grandes temas marianos, vol. I, Covarrubias, Madrid,
1988.

LEAL Juan et al,. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento Vol. II: Hechos de los apóstoles y
cartas de S. Pablo, BAC, Madrid, 1965.

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MARTIN José, ROVIRA José María, MALDONADO Luis, La Palabra de Dios, hoy, PPC,
Salamanca, 1974.

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PEREZ Pedro, Celebraciones de la Virgen María, PPC, Salamanca, 1969.

PIZARIELLO Esther, Amigos de Dios y de los hombres, Claretiana, Buenos Aires, 1984.

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RAHNER Hugo, María y la Iglesia, Cristiandad, Madrid, 2002.

RATZINGER Joseph, La infancia de Jesús, Planeta, Barcelona, 2012.

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Madrid, 1955.

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RUIZ Gustavo y VEGA Alberto, Curso de Teología. La Santísima Virgen María, Minos,
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teología fundamental, San Pablo, Madrid, 1990.

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MOSSO, G. PIANA Y L. SERENTHÁ (dirs.), Diccionario teológico interdisciplinar I-II,
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INTERNET

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http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_enciclica.

http://escrituras.tripod.com/Textos/ProtEvSantiago.htm

http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_pro
_20051996_sp.html.

80
ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN 4

CAPITULO I. NOCIONES PRELIMINARES AL ESTUDIO DEL DOGMA DE LA


ASUNCIÓN DE MARÍA

INTRODUCCIÓN 5
1.1 LA MARIOLOGÍA COMO CIENCIA TEOLÓGICA 6
1.1.1 La teología: tratado sobre la fe 6
1.1.2 La teología dogmática 8
1.2 LA MARIOLOGÍA COMO TRATADO DOGMÁTICO 11
1.2.1 La mariología y su relación con otras disciplinas teológicas 12
1.2.2 Los dogmas marianos 15
1.2.2.1 La Maternidad divina de María 15
1.2.2.2 La Virginidad perpetua de María 16
1.2.2.3 La Inmaculada Concepción de María 18
1.2.2.4 La Asunción de María 21
1.3 LA MARIOLOGÍA EN EL DIÁLOGO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO 22

CAPÍTULO II. DESARROLLO HISTÓRICO Y DOGMÁTICO DE LA ASUNCIÓN


DE MARÍA

INTRODUCCIÓN 27
2.1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS 28
2.2 TEXTOS APÓCRIFOS SOBRE LA ASUNCIÓN DE MARÍA 30
2.3. REFERENCIAS BÍBLICAS 32
2.4. REFERENCIAS PATRÍSTICAS 36
2.5. REFERENCIAS EN LA EDAD MEDIA 46

81
CAPÍTULO III. ANÁLISIS DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
MUNIFICENTISSIMUS DEUS DE SS PÍO XII

INTRODUCCIÓN 49
3.1. ANTROPOLOGÍA CRISTIANA 51
3.2. LA REDENCIÓN EN MARÍA 52
3.2.1. La predestinación 52
3.2.2. La Inmaculada Concepción 54
3.2.3. La muerte de María 57
3.3. ESCATOLOGÍA 59
3.3.1. La resurrección de los muertos 59
3.3.2. El cielo y la gloria 61
3.3.3. El término asunción 63
3.4. ECLESIOLOGÍA 63
3.5. LITURGIA 66
3.6. TEOLOGÍA PASTORAL 68
3.7. TEOLOGÍA ESPIRITUAL 70

CONCLUSIONES 73

BIBLIOGRAFÍA 78

ÍNDICE GENERAL 81

82

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