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UNIVERSIDAD DE CUENCA

Cátedra: Teoría e Historia 2 Grupo 1


Docente: Arq. Mónica Pesantez
Tema: Compromiso Social del Arquitecto
Alumno: Paúl Quizhpi Lucero
Cuenca, 10 de octubre de 2018

COMPROMISO SOCIAL DEL ARQUITECTO


En este documento se destacan algunos puntos de vista sobre el ejercicio en la actualidad
de la profesión, que pone en evidencia el compromiso social de la arquitectura.

No se debe usar las dificultades o restricciones materiales como excusa para no hacer bien
el trabajo de los arquitectos. Los temas como inequidad, sustentabilidad, tráfico, desechos,
contaminación, comunidades, migración, segregación, desastres naturales, vivienda, conservación
y calidad de vida, deben estar presentes para dar respuestas adecuadas a las preguntas correctas o
más pertinentes.
No se debe generar una arquitectura del espectáculo. Al contrario, con un lenguaje formal austero,
sencillo, pero profundamente sensible, la arquitectura debe responder en forma eficiente,
pertinente y adecuada a las necesidades de la sociedad. Para ello se necesita una escuela de
pensamiento de la arquitectura comprometida con el debido equilibrio entre los aspectos estéticos,
políticos o procedimentales de la arquitectura.

La arquitectura del siglo 21 en nuestras sociedades debe ser una reivindicación


comprometida y con sentido de urgencia frente a los desafíos contemporáneos, sin perderse en
discursos teóricos refundacionales o en ideologías de salón que se alejan del ámbito de competencia
de la arquitectura. Hay que tomar distancia de la arquitectura caritativa y de los manifiestos
progresistas radicales, que no significa, sin embargo, optar por una arquitectura neutral o carente
de una posición política en el sentido más amplio.
Debe preguntar el arquitecto lo que genera la demanda de la arquitectura; cómo nuestras
necesidades y deseos son identificados y expresados; cuáles son los procesos lógicos,
institucionales, legales, políticos y administrativos que demandan hoy a la arquitectura y cómo ellos
permiten presentar soluciones que vayan más allá de lo banal e innecesario. En este sentido, es más
importante la trascendencia del discurso arquitectónico para volverlo a situar como parte de un
fenómeno cultural más amplio en la esfera de lo público y de su rol transformador, sin por ello
abdicar de la belleza como su valor fundamental.
La arquitectura desde esta perspectiva es un compromiso social que debe ser tratada con igual
importancia que la economía, la educación, la salud, el medio ambiente y ser parte permanente en
el debate de temas del desarrollo social y las políticas públicas.
Dentro de nuestro quehacer profesional, la arquitectura, es oportuno comentar que el famoso
arquitecto del momento Daniel Libeskind, en su carta abierta, dirigida a los profesores y estudiantes
de esta disciplina, bien nos dice que:
“La arquitectura no debe sucumbir para ser el producto degradado de la necesidad proveída por los
técnicos de utopías educativas y monetarias.”

“La arquitectura, como se enseña y practica hoy en día, no es más que una ficción gramatical. Basta
con ver el abismo que separa lo que se enseña (¡y como!) y lo que se construye (¡y porqué!) para
entender que en algún lugar una mentira está siendo perpetrada. Sólo un método sofístico podría
enmascarar una situación donde tantos gastan tanto para hacer tan poco, con tan dañinos
resultados.”

“Los estudiantes son corrompidos tempranamente al hacerles creer que sólo lo que tiene éxito es un
paradigma. Son preparados dentro de estructuras simuladas donde el éxito futuro puede ser
asegurado. Esto constituye una precondición para la habilidad de la escuela para sustraer
sistemáticamente a cada estudiante de su problema. Para cuando se convierten en “profesionales”,
el proceso ha concluido con su lavado de cerebro, de manera que ya no son capaces ni siquiera de
recordar que hay un problema: el problema de la existencia de la arquitectura en una sociedad
corrupta y el de cómo resistir ésta corrupción.”

El arquitecto comprometido con su profesión y al servicio de la sociedad, no detiene el aprendizaje


durante su existencia. Tiene que conocer para innovar. Permanentemente debe seguir estudiando
la realidad y los avances tecnológicos, para forjar una plataforma sobre la cual se aporten respuestas
creativas de solución a los problemas del hábitat humano para la salud.

Para tener tal capacidad de aprendizaje continuo, el arquitecto ha de dotarse de una gran humildad,
dejar a un lado la arrogancia y prestar atención a los habitadores, los sitios y los objetos. Solamente
así se puede observar, concebir y materializar la arquitectura.

Ser arquitecto es saber reconocer e interpretar la realidad que nos rodea, pero también ser capaz
de imaginar cosas que aún no existen, es decir, conjugar los mundos de la realidad y la imaginación,
tener los pies bien asentados en la tierra, conocer todas las limitaciones con las que nos movemos
para ser capaces de superarlas y crear nuevas realidades que mejoren nuestro entorno.

Virtuosamente debemos encarar la deplorable situación de la infraestructura física para


salud. Para esto hay que impedir que la transformación deforme la esencia utilitaria y el significado
del objeto arquitectónico para la comunidad circundante, es decir, dirigir y conciliar aquel objeto
del pasado con el que conviene que sea para el futuro, para que en el presente la transformación
sea vivida orgullosamente por la población beneficiada. Esto será posible mediante el reto de
intervenciones mínimas con máximas transformaciones en el uso y la imagen de los edificios,
estudiando y resolviendo, simultáneamente con un espíritu crítico y creativo, lo habitable
añadiendo lo expresivo volumétrico y la innovación tecnológica, sin olvidar que es la razón de ser y
el fin del objeto arquitectónico.

Bibliografía
https://www.eltiempo.com.ec/noticias/columnistas/1/el-compromiso-social-de-la-arquitectura
http://www.revista.unam.mx/vol.4/num2/art1/a1_sub3.htm

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