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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE

HONDURAS FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


SOCIOLOGIA GENERAL
II UNIDAD

POBREZA
DESARROLLO
Y SUBDESARROLLO…

Compiladores: Alejandro Melgar y Selgia Paz


LA POBREZA

«Vivimos en un mundo de una opulencia sin precedentes, difícil de imaginar


hace cien o doscientos años […]. Y, sin embargo, también vivimos en un mundo
de notables privaciones, miseria y opresión […]. La superación de estos
problemas constituye una parte fundamental del ejercicio del desarrollo» Amartya
K. Sen (2000): Desarrollo y libertad, pág. 15.

La noción de pobreza dista de ser una invención moderna. Es posible seguir su


rastro a lo largo de la historia, en distintas sociedades y ámbitos geográficos. En
las últimas décadas, el debate teórico sobre la conceptualización y medición de la
pobreza ha pivotado en torno a dos tipos de enfoque: económicos y
multidimensionales.

Los enfoques económicos interpretan la pobreza como privación en un plano


exclusivamente material. Dentro de las explicaciones económicas es posible
identificar diversas propuestas según el tipo de necesidades tomadas en
consideración y según el carácter absoluto –basadas en mínimos universales– o
relativo –dependientes de los estándares sociales– de las mismas. Las propuestas
multidimensionales cuestionan que la pobreza pueda entenderse tomando en
consideración únicamente el plano económico.

En esta línea, surge la noción de pobreza humana, que interpreta la pobreza como
privación de capacidades básicas. Esta conceptualización considera que, en
última instancia, lo relevante es atender a las libertades que permiten a los
individuos realizar su potencial humano. La medición de la pobreza desde un
enfoque económico trata de capturar la existencia de privaciones de naturaleza
material, empleando para ello indicadores de renta o consumo.

Los enfoques multidimensionales, en cambio, consideran una variedad más


amplia de privaciones, incorporando indicadores que capturan otros aspectos
relevantes, en la determinación de la condición de pobreza (salud, educación,
entre otros). Dos de las principales propuestas de medición construidas sobre la
noción de pobreza humana son el Índice de Pobreza Humana (IPH) y su sucesor,
el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM).

«Pobreza significa que se deniegan las oportunidades y las opciones más


fundamentales del desarrollo humano: vivir una vida larga, sana y creativa y
disfrutar de un nivel decente de vida, libertad, dignidad, respeto por sí mismo
y de los demás»
PNUD (1997): Informe sobre Desarrollo Humano 1997, pág. 17.

El Diccionario de la Lengua Española define pobreza como “falta, escasez” y


considera pobre a aquel “necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. La
Enciclopedia Británica propone la siguiente definición: “El estado de aquel que
carece de la cantidad de dinero o bienes materiales considerada como normal o
socialmente aceptable”. Estas propuestas de definición, aparentemente similares,
difieren en al menos dos puntos:
 En ambos casos pobreza se identifica con una situación de privación. Sin
embargo, la Enciclopedia Británica sitúa esta privación en el terreno de lo
material (falta de “dinero o bienes materiales”) mientras que el Diccionario
de la Lengua Española no concreta la naturaleza de esa necesidad.
 La Enciclopedia Británica considera explícitamente que la situación de
pobreza surge de la comparación respecto a un estándar social
predominante (lo “normal o socialmente aceptable”), mientras que la
propuesta del Diccionario de la Lengua Española no concreta qué se
considera como “necesario para vivir”. La comparativa entre estas dos
definiciones básicas va más allá de la anécdota y permite sentar las bases
para la discusión sobre la noción de pobreza. Efectivamente, pobreza
implica privación, pero una adecuada conceptualización debe indicar cuál
es la naturaleza de esa privación, es decir, cuáles son las necesidades que
deben ser cubiertas para evitar la condición de pobre. En este sentido
¿debe circunscribirse el estudio de la pobreza al ámbito de las necesidades
materiales o existen exigencias más allá de este terreno?
Además, una adecuada conceptualización debe introducir criterios para decidir
qué niveles mínimos de cobertura de las necesidades es necesario alcanzar para
evitar la situación de pobreza. En este sentido ¿existen criterios universales y
atemporales para determinar ese nivel de cobertura o depende éste de los
estándares sociales prevalecientes?
La percepción social acerca de la pobreza ha experimentado cambios a lo largo de
la historia. Un elemento común en las sociedades precapitalistas era la asunción
de la pobreza como un fenómeno irremediable, una condición inevitable a asumir
por amplias capas de la población. No significa esto, sin embargo, que no se
considere necesario actuar para remediar los casos más extremos de pobreza.

La progresiva extensión y profundización en el capitalismo, con su correlato de


riqueza incrementada e intenso el avance tecnológico, y las importantes
transformaciones sociales y políticas que han acompañado este proceso, se han
traducido en una pérdida de relevancia, hasta su práctica desaparición, de esta
idea de inevitabilidad. Resulta difícil dudar, hoy en día, y a la vista de las
capacidades técnicas existentes, acerca del potencial de la humanidad para poner
fin a esta problemática que la acompaña desde los albores de su organización en
sociedad.

De hecho, no solamente se ha tendido a abandonar la noción de que la pobreza


es inevitable, sino que progresivamente se ha ido convirtiendo en un fenómeno
socialmente inadmisible, tanto al interior de las sociedades como desde una óptica
global. Este cambio de perspectiva se ha reflejado en el ámbito político, siendo
una auténtica rareza el gobierno o representante que no se adhiera, al menos
verbalmente, al objetivo de acabar con la pobreza. En la arena internacional esto
se ha plasmado, a su vez, en la adopción de un conjunto de acuerdos y
compromisos en materia de lucha contra la pobreza ampliamente suscritos.

Así, la Declaración de Copenhague, adoptada en la Cumbre Mundial sobre


Desarrollo Social de 1995, y suscrita por un total de 115 países, incorpora el
siguiente compromiso: Nos comprometemos, como imperativo ético, social,
político y económico de la humanidad, a lograr el objetivo de erradicar la pobreza
en el mundo mediante una acción nacional enérgica y la cooperación
internacional. NNUU (1995).

Este compromiso de carácter general fue abordado de forma más específica en la


Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, documento suscrito por un total
de 189 países en el año 2000 y que, como es bien conocido, contribuyó a la
conformación de una nueva agenda internacional de objetivos de desarrollo (los
conocidos como Objetivos de Desarrollo del Milenio, ODM) que sitúa la lucha
contra la pobreza humana en una posición central.

En este tema nos ocupamos del concepto de pobreza humana entendido desde
una óptica multidimensional. Para ello, en la primera sección estudiamos la
evolución de la noción de pobreza desde sus primeras materializaciones
modernas, asociadas a la idea de subsistencia, hasta su actual configuración
como privación de capacidades.

En la segunda sección abordamos la cuestión de cómo medir la pobreza, en torno


a los dos enfoques predominantes en la actualidad: uno de carácter
unidimensional y centrado en la pobreza material (exclusivamente económica), el
otro multidimensional y orientado a la medición de la pobreza humana. En la
tercera sección comparamos algunas de las principales medidas de pobreza a
partir de su aplicación práctica. El tema concluye con un resumen de las
principales lecciones y una reflexión sobre el reto de reducir la pobreza humana.
DESARROLLO
El concepto de desarrollo se tiende a confundir con: riqueza, cambio social,
progreso, evolución crecimiento e industrialización; aunque no se descarta que el
desarrollo es una forma de cambio social. Es un concepto muy reciente en las
ciencias sociales retomado de las ciencias naturales.

Cambio social: transformaciones que ocurren en la sociedad a lo largo del


tiempo. Alteración considerable de las estructuras sociales a través de los valores, los
modos de vida, las tradiciones, las normas y todas las manifestaciones objetivas y
subjetivas de una comunidad.

Se comenzó hablar de desarrollo en años posteriores de la segunda guerra


mundial y se le asociaba al crecimiento económico; que con el tiempo se planteó
que el desarrollo es algo más que crecimiento económico. En tal sentido, el debate
se amplia y se plantea que el desarrollo debe de concebirse como un proceso
multidimensional que implica cambios en lo económico, social, político y cultural.

Desarrollo
(Proceso multidimensional)

Desarrollo económico: conlleva alcanzar altos niveles de


productividad (ciencia, tecnología y comercialización)

Desarrollo social: apostar al capital humano (salud, educación e ingresos)

Desarrollo político: fortalecimiento de la democracia


(igualdad, equidad participación, institucionalidad

Desarrollo cultural: Conlleva concebir la cultural como una valoración y


reconocimiento de lo nuestro
Lo antes expuesto nos permite debatir que el desarrollo no es lo mismo que
progreso porque este está ligado al desarrollo tecnológico, industrial y
urbanización; por lo tanto, progreso solo es un aspecto del desarrollo; que ha sido
un tema analizado únicamente desde la óptica de la ciencia económica, siendo
concebido como sinónimo de crecimiento económico.

Sin embargo, como señala Mario Bunge, éste es un punto de vista unilateral y por
lo tanto erróneo (Bunge, 1985: 123). El desarrollo es un proceso complejo que
comprende elementos biológicos, económicos, políticos y culturales políticos y
ambientales; que deben analizarse desde una perspectiva sistémica.

Es decir establecer una conexión entre el medio ambiente y el desarrollo


humano de tal forma que para el consumo de recursos, versus la degradación
ambiental, hay que tener en cuenta necesariamente un modelo económico, cuya
viabilidad esté sujeta a la sustentabilidad ambiental del mismo.

Otro punto es, comprender y analizar que la antítesis del desarrollo, es el


subdesarrollo y que no se pueden asimilar solo como un proceso mecánico de
causa y efecto, y menos, de forma independientes. Estos deben caracterizarse y
relacionarse entre sí y, comprender que sus consecuencias son de carácter
multidimensional, que están ligados por un proceso sociohistorico.

Entonces las consecuencias para el estudio del desarrollo, implica: en primer


lugar, todo modelo o plan de desarrollo debe considerar todas las variables
posibles (sociales, económicas, políticas y culturales). En segundo lugar, una
visión sistémica del desarrollo permite aseverar que «no existe un único indicador
de desarrollo, ni siquiera una batería de indicadores del mismo tipo, por ejemplo
económicos sino que debe de verse como una visión holística

Un único indicador fidedigno de desarrollo no puede ser solo el PIB. Sino un vector
con componentes biológicos, económicos políticos y culturales entre otros de
diverso tipo: dominantes o débiles, relativos o absolutos, aislados o sistémicos,
descriptivos o normativos» (Bunge, 1985: 128). Finalmente, una visión sistémica
del desarrollo exige que la planificación del desarrollo sea realizado por equipos
multidisciplinarios y la evaluación de su ejecución se efectúe teniendo en cuenta
indicadores de los tipos señalados (Bunge, 1985: 126).

El desarrollo debe también generar una dinámica de modernización… Es


necesario que las sociedades en desarrollo se adaptasen de forma creciente a las
transformaciones que conllevan un proceso de modernización. Estos cambios son
de naturaleza intelectual, política, económica, psicológica y sociales (véase Black,
1979: 233-249).

El no considerar estos aspectos ha sido una de las grandes limitaciones de los


planes de desarrollo en los países del Tercer Mundo. Como expresa Bunge (1985:
66), «la mayoría de los planes de desarrollo concebidos para dichos países, se
deben a economistas que han ignorado las circunstancias y los valores culturales
y políticos, y han sacrificado deliberadamente las necesidades culturales y las
aspiraciones políticas del pueblo para alcanzar un objetivo a toda costa, sea
industrialización, sea estabilización de la moneda».

Esto es particularmente válido para explicar las experiencias de programas de


desarrollo en América Latina, que excluyeron elementos políticos y culturales, lo
que a su vez es contradictorio, pues fue en América Latina donde se discutió, en el
seno de la CEPAL, un programa global de desarrollo que no sólo incluía variables
económicas sino también políticas y sociales, y que en la actualidad es necesario
ampliar, es decir hay otros escenarios de discusión y debate que entran en la
contienda de la pobreza, el desarrollo y el subdesarrollo.

Otro concepto que tiende a confundir es el de cambio social, que puede ser
positivo o negativo y que tampoco es desarrollo. Por ejemplo el nivel tecnológico
alcanzado en las telecomunicaciones permite a las personas tener un teléfono
móvil, antes, se comunicaban vía telegrama o carta; aquí hubo una cambio social
producto del cambio tecnológico pero no determina que haya desarrollo.
¿Entonces preguntémonos qué es el desarrollo? Para conocer más del tema
veamos algunas características.
Características del desarrollo


Apostar por el capital humano: Es la capacidad instalada que tiene una
sociedad focalizada en su población a través de la educación, salud e
ingresos, elementos claves para incrementar la calidad de vida.


Niveles de productividad. Es producir bienes materiales en cantidad y
calidad para ello es necesaria la ciencia, educación, producción y
comercialización.


Democracias sólidas: la promoción de la participación ciudadana en un
ámbito de igualdad y equidad.


Sostenibilidad: Hacer uso racional de los recursos de hoy, para no poner
en riesgo el futuro de las generaciones venideras.


Erradicar la desigualdad social: significa apostar por una igualdad de
oportunidades para erradicar la pobreza y por la equidad para tener los
derechos que correspondan.

EL SUBDESARROLLO
En el lenguaje común se considera que el subdesarrollo es algo que está por
debajo de lo que se pretende alcanzar. Si sabemos que el desarrollo es potenciar
las capacidades multidimensionales, como lo económico, social, político y cultural;
entonces sociológicamente el subdesarrollo es lo contrario, es la suma de
contradicciones que reflejan el atraso o estancamiento de una sociedad.
Dichas contradicciones se ven reflejadas en la desigualdad social y la pobreza.
Por ejemplo, barrios marginales con características rurales dentro de las ciudades
urbanizadas, edificios frente a casas de láminas y cartón.

A los países subdesarrollados también se les conoce como países del tercer
mundo, países pobres, en vías de desarrollo o países periféricos. Estos países
presentan una serie de características que los lleva a definirlos como tal.
Un país subdesarrollado es aquel que generalmente su Estado es disfuncional es
decir hay crisis de institucionalidad que se ve reflejada en la corrupción,
autoritarismo y poca participación ciudadana. Otro aspecto es el bajo capital
humano que significa: crisis en educación, salud y bajos ingresos. En cuanto a lo
cultural existe una actitud indiferente, individualismo, consumismo y apatía entre
otros.

En lo económico los países subdesarrollados tienen una baja productividad,


dependencia tecnológica y según la división internacional del trabajo a los países
subdesarrollado se les ha asignado la tarea de producir uno o dos cultivos de
acuerdo a sus recursos naturales (clima, suelo y recurso agua) estos cultivos
pueden ser café, azúcar, cacao entre otros.

Lo paradójico de los países subdesarrollados es que a pesar de poseer recursos


naturales y población joven, están sumergidos en la pobreza. Mientras los países
desarrollados, no todos poseen las condiciones climáticas para producir sus
alimentos en todo el año y no tienen suficientes trabajadores agrícolas, por lo tanto
importan verduras, frutas, entre otros.

Uno de los grandes problemas de los países subdesarrollados es que tiene


grandes índices de pobreza y desigualdad social; que les impiden alcanzar el
desarrollo ya que tienen bajo capital humano. La pobreza no es un dogma, no es
algo que está dado, ha sido un fenómeno social impuesto por las desigualdades
sociales y los procesos socio histórico (a través del tiempo). Lo anterior lleva a
pensar, para algunos países subdesarrollados que salir de la pobreza es una
utopía. Muchas son las teorías que explican las causas del subdesarrollo y las
formas de cómo alcanzar el desarrollo.

Teoría de la modernización del Estado. Desarrollada durante los años 50 y 60.


Para los teóricos de esta teoría la causa del subdesarrollo es el arraigo de
patrones y valores culturales tradicionales que impiden insertase en las
sociedades modernas. Entonces, el subdesarrollo según esta teoría, está en la
mente de las personas, no es un problema social y económico. El siguiente
muestra dos facetas de la sociedad actual.

Sociedad tradicional Sociedad moderna


Una estructura social vertical con Una sociedad democrática, con mayor
rasgos autoritarios participación

Agricultura tradicional de subsistencia Agricultura para el mercado

Un hombre tradicional, supersticioso, Un hombre moderno, independiente,


sin ambición, conservador, fatalista, eficiente, libre, deseoso de cambiar el
aferrado a la tradición mundo.

Teoría Centro-periferia, desarrollada por la comisión económica para américa


latina (CEPAL) en la década de los años 50 y 60. La idea fundamental de esta
teoría, es la asimetría con la que los países centro (desarrollados) y los países
periféricos (subdesarrollados) se relacionan, creando desventajas que no
contribuyen a que los países subdesarrollados alcancen su desarrollo. Esta teoría
explica una dinámica circular de relaciones económicas.

Países centro

Productos manufacturados

Materias primas

Países periféricos
Teoría de la dependencia, según esta teoría las causas fundamentales del
subdesarrollo y el desarrollo, están en el sistema capitalista y plantean que los
países desarrollados (industriales) producen riqueza, y el capitalismo de los países
periféricos (agrícolas) producen pobreza. Por ejemplo EEUU es un país
industrializado donde hay mejores salarios, mientras que países como los países
centroamericanos el capitalismo local genera bajos salarios y una mala
distribución de la riqueza, por lo tanto produce pobreza.

Los teóricos de esta teoría consideran que es necesario que los países
subdesarrollados diseñen su propio modelo de acumulación capitalista que
parta de su contexto y de las particularidades de su población. Mientras se siga
dependiendo o sosteniendo relaciones desequilibradas con los países
desarrollados, jamás podrán salir adelante. Los países desarrollados definen el
precio de sus materias primas.

MODELOS DE DESARROLLO

La sociología latinoamericana en su planteamiento para salir del subdesarrollo ha


diferenciado tres modelos de desarrollo capitalista, que serían como las
alternativas para superar el subdesarrollo.

Un modelo es una propuesta teórica (una reproducción objetiva y/o subjetiva)


puesta a prueba y comprobada en la realidad.

LA ESCUELA ESTRUCTURALISTA –LA CEPAL-

En los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, en América Latina, surgió un
pensamiento que cuestionaba la teoría neoclásica en cuanto a la interpretación
que se le daba al comercio y al desarrollo económico. Esta nueva corriente se
denominó, “Estructuralismo latinoamericano o escuela estructuralista del
desarrollo”, cuyas raíces están en dos fuentes principales que derivaron en dos
tradiciones diversas: una tradición radical asociada con el marxismo, que surge en
medio de un contexto internacional y regional, permitiendo la aparición de fuerzas
sociales que promovían un modelo de desarrollo más autónomo para la región.

La otra, una vertiente reformista vinculada con el keynesianismo y el


institucionalismo que con el triunfo de Estados Unidos en la II Guerra Mundial
supuso el predominio del modelo capitalista como sistema económico para los
países latinoamericanos, entonces en la región se excluyó la implantación de un
modelo económico centralmente planificado como sucedía en Europa Central.

Otro rasgo fue que en esta postura el Estado desempeñaba un papel fundamental
y existía una tolerancia con las vertientes nacionalistas del capitalismo. Esto
provocó que los factores nacionales incidieran en la aparición del desarrollismo
en su versión de la CEPAL. Ambas coinciden en que el capitalismo no es un
sistema armónico sino conflictivo y que su desarrollo se produce a través de
grandes saltos, que van generando desequilibrios.

Otro rasgo de este periodo sociohistorico se dio cuando se produjo una explosión
demográfica significativa que creaba un mayor número de personas
desempleadas que no podían ser absorbidas por el sector agrícola. Se necesitaba
entonces un nuevo modelo de desarrollo que privilegiase actividades capaces de
absorber la creciente mano de obra urbana. La industrialización parecía ser la
actividad adecuada para este propósito. Por otra parte, se trataba también de
redimensionar las políticas nacionales de desarrollo industrial que habían
colapsado debido a la estrechez de los mercados nacionales.

Finalmente, existía en América Latina una suerte de convicción que el crecimiento


económico era una garantía de la mejora en las condiciones de vida. Se concebía
a la industrialización como motor del crecimiento y, en consecuencia, del progreso
social en la región (Graciarena y Franco, 1991: 47-51). El enfoque estructuralista
partía de una crítica radical al sistema económico mundial vigente. Raul Presbisch
dividió a la economía en dos polos con diferente dinamismo: el centro y la
periferia. Estos dos polos se concebían como estructuralmente diferentes, pues
mientras en la periferia predominaban estructuras productivas heterogéneas y
especializadas, en el centro eran homogéneas y diversificadas. Estas diferencias
incidían en el tipo de intercambio comercial y en las transferencias tecnológicas
que ocurrían en la economía mundial.

De acuerdo a la CEPAL, el mantenimiento de un sistema económico internacional


de tipo centro-periferia producía un rezago productivo y tecnológico y un deterioro
en los términos de intercambio de esta última (Rosales, 1988: 20-25). La
dicotomía centro-periferia constituía el elemento relevante del pensamiento
estructuralista, pero éste era mucho más amplio, e incluía los siguientes aspectos:

En primer lugar el estructuralismo rechazaba la teoría tradicional del comercio


internacional pues, debido a la dualidad centro-periferia, los países de esta última
tenderían a especializarse en la producción de bienes primarios de exportación
hacia los países del centro, mientras éstos venderían sus manufacturas a la
periferia. Prebisch alegaba que este patrón de intercambio de la periferia había
provocado un deterioro en los términos de intercambio de su sector externo. Este
deterioro de los términos de intercambio obedecía al desigual reparto de los frutos
del progreso técnico en el centro y la periferia. De acuerdo a Prebisch este
desequilibrio entre el centro y la periferia podría corregirse mediante el desarrollo
de un programa racional de industrialización, que permitiría aumentar la eficiencia
productiva y acceder al avance técnico. Esta debía acompañarse con una reforma
de la legislación social, que permitiese elevar de forma gradual el salario real y se
correspondiese con los incrementos en la productividad (Prebisch en Rosales,
1988: 21).

En segundo lugar: uno de los argumentos fundamentales del pensamiento


estructuralista es su alegato en favor de la industrialización de la periferia. El
establecer un aparato industrial competitivo y consolidado permitiría alcanzar un
desarrollo dinámico y autónomo que fuese menos vulnerable frente al exterior. De
igual manera, el desarrollo industrial permitiría absorber el exceso de mano de
obra existente en las economías latinoamericanas, elevar la productividad y
mejorar el nivel de vida de la población (Rosales, 1988: 21). Pero no se trataba
entonces, de producir cualquier bien a cualquier costo. Por el contrario, razones de
economicidad recomendaban continuar importando bienes cuya producción a nivel
nacional resultase más costosa. La industrialización colapsaría o no cumpliría con
sus objetivos si se desarrollaba en los límites de los estrechos mercados
nacionales.

Un tercer lugar: el ideario estructuralista era su confianza en la planificación como


un imperativo del desarrollo. En consecuencia, confiar a las fuerzas del mercado
su solución no se consideraba recomendable, no sólo porque no ayudaba a su
solución sino porque, al contrario, los agudizaba. De tales problemas, no podía
estar orientada por el simple juego de la oferta y la demanda sino que debía ser
programada y conducida por el Estado.

Este debía dirigir la acumulación de capital, invertir en infraestructura y, al menos,


supervisar los grandes proyectos industriales. Se requería también crear
empresas públicas en aquellas actividades que superasen la capacidad de acción
de la empresa privada, e incluso se sugería que se regulase la actividad de esta
última (Rosales, 1998: 22

Finalmente, la escuela estructuralista también expresó su preocupación por la


dimensión social del desarrollo. Debido a la heterogeneidad estructural de las
economías latinoamericanas, su tendencia al desempleo estructural y la
inadecuación de la tecnología provocaba que grandes masas de población
estuviesen desempleadas o sub-empleadas, además de mantener bajos niveles
de capital y exigua productividad.

Estos factores, a su vez, provocaban un deterioro en las condiciones de vida de la


población tanto rural como urbana y, procesos migratorios del campo a la ciudad
que contribuían a crear cinturones urbanos de pobreza. Los modelos impulsados
son: Modelo de desarrollo primario exportador o desarrollo hacia afuera (1);
Modelo de industrialización por sustitución de importaciones o desarrollo hacia
adentro (2) y por último Modelo neoliberal (3).

MODELO DE DESARROLLO PRIMARIO EXPORTADOR O DESARROLLO


HACIA AFUERA

Modelo primario exportador. Llamado también desarrollo hacia afuera. Es un


modelo que se impulsó a finales del siglo XIX (1871) por la influencia de la reforma
liberal. Inspirado en la teoría centro periferia.

Caracterizado por los procesos de emancipación y la fuerte inestabilidad política,


dadas las enormes dificultades para consolidar una Nación y un Estado a partir del
control del territorio, la población y los recursos. Además por la lentitud de las
transformaciones económicas (sobre la herencia colonial), entonces se propone
recomponer la actividad productiva previa y generar nuevos vínculos comerciales
dentro de la expansión capitalista de mediados-finales de siglo XIX que genera un
comercio y una especialización desigual (Centro industrial-Periferia primaria).

La producción mayoritaria es agrario-alimentaria de subsistencia. El sector


exportador se convierte en el eje dinámico del crecimiento económico, según:
demanda, precios, captación de divisas, capacidad de importación, etc. La Minería
tiene una demanda muy dinámica, dadas las necesidades de las economías
desarrolladas. Tiene escasa incidencia, salarios bajos (para locales) y escasos
ingresos públicos. La Agricultura de plantación, tiene mayor competencia en el
mercado internacional, es intensiva en tierra, pero la productividad no es muy alta,
utiliza mucha mano de obra con sueldos bajos.

Una de las grandes debilidades de este modelo fue la dependencia del sector
exportador del mercado externo o mundial quien era el que determinaba la
demanda y los precios internacionales. Esto generaba una dependencia del ciclo
capitalista y de sus cambios en su estructura productiva (necesidades y
sustituciones) y en el poder hegemónico mundial.

El modelo primario exportador; fue concebido bajo la lógica que los países
subdesarrollados empezaran a exportar sus productos primarios (de origen
agrícola o ganadero). En el caso de Honduras sus productos primarios fueron:
café, caña de azúcar, cacao y la planta de jiquilete (colorante textil). El propósito
de este modelo era lograr que la economía del país se insertara en el mercado
mundial.

Como el país no tenía suficiente infraestructura física, social y capital humano,


entonces son las empresas transnacionales que asumen la dirección y
administración de la economía agro exportadora, a través de concesiones que les
facilita el Estado, a cambio de lograr el mercado mundial y beneficiar a un sector
de la oligarquía hondureña.

Una característica de este modelo es la existencia de un sector exportador,


agrícola que dominan la economía nacional. En el caso de Honduras se impulsó la
minería y la producción de banano, con la modalidad del enclave que significó que
estas economías (transnacionales) no se vincularon con la del país (es decir los
mayores beneficios no fueron para el país) porque el capital y la tecnología eran
de origen extranjero. Un ejemplo de ello es que las compañías bananeras crean el
Banco Atlántida para manejar el capital.

Honduras no tuvo ninguna participación compartida en cuanto a la generación de


riqueza que producían estas compañías transnacionales, por el contrario los
gobiernos dieron concesiones como territorios, infraestructura (carreteras, vías
férreas, telégrafos, puertos entre otros) y libertad para explotar los recursos y la
mano de obra, a cambio de regalías y cuotas de poder para los gobiernos de
turno. Este modelo no dio grandes beneficios al país ya que la burguesía agraria
local no estaba industrializada.
MODELO DE INDUSTRIALIZACIÓN POR SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES
O DESARROLLO HACIA ADENTRO

Desde mediados de la década de los ochenta ha surgido en el seno de la CEPAL


un nuevo enfoque de desarrollo que tomando en cuenta las experiencia de varias
décadas de sustitución de importaciones propone políticas económicas
alternativas al modelo de desarrollo hacia adentro, sin subordinarse por ello al
modelo de apertura propuesto por el pensamiento neoliberal, la expresión
«desarrollo desde dentro» ha sido acuñada para describir este nuevo modelo. Se
trata de un esfuerzo creativo interno para crear una estructura productiva que sea
funcional a las carencias y potencialidades propias de cada país.

De acuerdo a esta propuesta, se debe comenzar por establecer industrias


consideradas pilares fundamentales para crear «un núcleo endógeno básico» para
un proceso de industrialización, acumulación, generación y difusión del progreso
técnico e incremento de la productividad, así por ejemplo, se crearían industrias
electro y metal mecánicas o de química básica a partir de la industria del hierro y
del acero; ó infraestructura de energía, sistema de transporte y comunicaciones, a
partir de la utilización de recursos naturales desaprovechados y de la articulación
del territorio y del mercado nacional (Sunkel, 2005:64).

En una etapa posterior, se promovería una mayor participación e interrelación


entre los diversos actores y sectores: grandes plantas industriales vinculadas con
pequeñas y medianas empresas, infraestructura científica y tecnológica,
organismos de capacitación de recursos humanos en todos los niveles, ministerios
y organismos que definan políticas y normas. Una vez que se haya producido la
comunicación, interacción y fluidez entre estos actores se habrá conformado lo
que se conoce como «núcleo endógeno de dinamización tecnológica», a partir de
los cuales se pueden generar sistemas articulados capaces de alcanzar niveles de
excelencia internacional en los diversos eslabones de la cadena de
especialización productiva (Sunkel, 2005:64).
Esta propuesta de desarrollo endógeno también tiene una dimensión territorial,
pues plantearía crear un sistema productivo en el cual las ciudades y regiones
crecen y se transforman utilizando el potencial de desarrollo existente en el
territorio, mediante inversiones que realizan las empresas y los agentes públicos
bajo el control de la comunidad local. Esto supone la creación de una
institucionalidad que sea capaz de gerenciar las potencialidades de desarrollo
local y que pueda explotar el potencial existente mediante la activación de redes
de cooperación entre los actores (empresas, conglomerados territoriales,
universidades y centros de investigación) (Vázquez Barquero, 1999:268).

En esta estrategia de desarrollo desde dentro juega un papel primordial la


promoción de capital social. Diversos autores han formulado concepciones en
torno a la figura del capital social asociado a la cultura y al desarrollo en una
suerte de movimiento global que se afianza en los valores como la solidaridad,
confianza, tolerancia, reciprocidad, rechazo a la desigualdad, injusticia, grado de
asociatividad y el nivel de conciencia cívica entre los individuos para el beneficio
mutuo. El hecho de que los valores de que es portadora una sociedad incidan
fuertemente en el comportamiento y desarrollo de las mismas, termina finalmente
por ser aceptado por los organismos de cooperación internacional.

De igual manera, las redes que se constituyen a nivel local, nacional y global
también son importantes en esta estrategia de crecimiento desde dentro. Estas
redes pueden ser entendidas como un capital social que permite articular
diferentes recursos, mejorar la eficacia adaptativa de la estructura económica, y
consolidar mecanismos de concertación social (Putnam, 1994; Sudarsky, 1997).
Otros autores como Douglas North (1990) centran su atención en otros elementos
generadores de capital social, como el entorno político y social que configura las
estructuras sociales y permite que se establezcan normas.

Este entorno incluye las relaciones y estructuras institucionales de carácter oficial


como el gobierno, el régimen político, el ordenamiento jurídico, el sistema judicial y
las libertades políticas y civiles. Las instituciones tienen efecto importante en el
ritmo y el modelo del desarrollo económico (North, 1990). En resumen, como se
señala en los últimos estudios del Banco Mundial acerca de este tema, existen
cuatro formas básicas de capital:
1. El material formado por la dotación de recursos naturales que posee un país.
2. El construido por los aportes realizados por el ser humano que agrega diversas
formas de capital: bienes de capital financiero, comercial, infraestructura, etc.
3. El capital humano determinado por los grados de nutrición, salud y educación
de una población.
4. El capital social: constituido por las capacidades de articulación colectiva a
través de las cuales es manifiesta la cooperación, la participación, la
organización, las redes sociales entre otros; y el potencial institucional tanto de
gobierno como local.

Estos planteamientos sobre desarrollo desde adentro, desarrollo endógeno y


capital social están estrechamente vinculados con el nuevo enfoque de la CEPAL
sobre una transformación productiva con equidad. Según este enfoque la
integración de este tipo requiere la intervención estatal en la creación de
externalidades en materia social y de infraestructura, exige la promoción de
encadenamientos inter e intra-sectoriales, obliga a desarrollar innovaciones
tecnológicas, organizativas y reformas institucionales.

El adaptar a la integración regional a una estrategia de transformación productiva


proveerá a la región de herramientas efectivas para aumentar su competitividad y
mejorar su inserción en los mercados globales. En este sentido está plenamente
vigente la vieja idea de integración de Raúl Prebisch, quien concebía ésta como
una fase previa de aprendizaje para competir en el mercado internacional. Una
estrategia de integración de este tipo permitiría que las industrias establecidas
mediante la política de sustitución de importaciones puedan cubrir sus costos fijos
de producción y exportar a costos marginales.

De igual manera, la existencia de un mercado regional puede servir como


laboratorio, con menor costo y a bajo riesgo, para las innovaciones en materia
tecnológica de productos y procesos. Estos últimos serían sometidos
posteriormente a la competencia externa. Además, en un ámbito regional se
podría desarrollar acciones conjuntas en pro de una mayor competitividad
regional, como esquemas de exportación conjunta, políticas de fomento de las
inversiones, inversiones comunes en materia de ciencia y tecnología, coordinación
de políticas, etc. La integración también facilita la complementariedad y la
especialización para desarrollar en conjunto ventajas competitivas, difíciles de
alcanzar por separado. Finalmente, si la integración incluye la acción conjunta
regional, cada país podría obtener beneficios imposibles de alcanzar con base en
acciones unilaterales (Salazar, 1990:179).

PRÁCTICA DE LA INTEGRACIÓN Y EL DESARROLLO LATINOAMERICANO

La CEPAL fue la institución que más promovió la integración desde la década de


los cincuenta hasta mediados de los ochenta. La integración era un elemento
central de su estrategia de industrialización y de búsqueda de una mayor
autonomía de América Latina en la economía mundial. Este proyecto se concibió
con la propuesta de crear un Mercado Común Latinoamericano que suponía
«tanto la promoción de un proceso de industrialización sustitutiva de importaciones
como la ampliación del comercio intrazonal», parte fundamental del programa de
desarrollo progresivo de la región (Laredo, 1990: 4).

Con posterioridad, los aportes de la teoría de la dependencia, que culpaba al


sistema capitalista mundial y a las fuerzas transnacionales por el retraso de la
región, también tuvo influencia en las políticas de integración, las cuales, sin
embargo, continuaron siendo básicamente inspiradas por las ideas cepalistas de
industrialización con sustitución de importaciones. La CEPAL promovía la creación
de una zona de libre comercio de forma gradual, tomando en cuenta la naturaleza
de los productos que serían negociados. Esta zona de libre comercio debía ser
acompañada por un régimen de especialización industrial, un sistema regional de
pagos, la coordinación de políticas comerciales y un sistema para el tratamiento
de los países de menor desarrollo económico.
Estos principios fueron plasmados en propuestas concretas que se presentaron
ante el Comité de Comercio de la CEPAL en una reunión celebrada en mayo de
1959. Allí se recomendó la creación de una zona de libre comercio en dos etapas.
La primera duraría diez años y comprendería una reducción importante de las
tarifas aduaneras, mientras la segunda comprendería la eliminación de otras
restricciones al comercio y el incremento de la cooperación en negociaciones
comerciales internacionales (Wionczek, 1972: 64). Este proyecto fue sustituido por
uno menos ambicioso centrado en el libre comercio, más en la línea del plan de
una zona meridional de libre comercio que estaban proponiendo en ese momento
los países del Cono Sur.

Sin embargo, este éxito inicial comenzó a revertirse hacia mediados de la década
de los sesenta cuando factores no económicos como la ausencia de una
infraestructura de transporte que facilitase el comercio, la falta de una actitud
competitiva en los empresarios nacionales y la toma del poder por gobiernos
nacionalistas en los países grandes, en especial Brasil y Argentina, obstaculizaron
el proceso de liberalización comercial. A partir de allí, la ALALC entró en un
período de estancamiento que nunca pudo superarse y fue sustituida en 1980 por
la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) (véase García y Cordero,
1987: 481-783).

Otra iniciativa de integración a escala sub-regional fue la creación del Pacto


Andino como un intentó más radical de superar el modelo comercialista de
integración. Ciertamente, al igual que la ALALC, se proponía la creación de una
zona de libre comercio, pero además incluía un programa de promoción conjunta
del desarrollo industrial, un régimen común de control de las inversiones
extranjeras, proyectos de integración física, un sistema institucional que tenía
algunos elementos de supranacionalidad e incluso programas de integración
cultural como el Convenio Andrés Bello.
El problema fue que detrás de este innovador esquema de integración se
escondían enormes contradicciones entre los países miembros en cuanto a la
ideología que debía inspirar al proceso. Esto fue evidente al intentar
implementarse los compromisos económicos pues se materializaron las
diferencias entre un sector neo-liberal y otro industrialista. El primero persistía en
los argumentos tradicionales sobre los beneficios del libre comercio en los niveles
de empleo, precios y desarrollo tecnológico, debido a lo cual se recomendaba una
estrategia de apertura comercial.

Junto a estas ideas convivían propuestas cepalistas de crear un arancel externo


común y la industrialización conjunta. Esta mixtura ideológica afectó severamente
el desarrollo del Pacto Andino, pues mientras el sector neo-liberal favorecía la
reducción arancelaria, el industrialista la obstaculizaba y, mientras el sector
industrialista apoyaba la negociación de acuerdos sectoriales de desarrollo
industrial para planificar en conjunto sectores como el automotriz, petroquímico o
metalmecánico, el sector neo-liberal se oponía a cualquier forma de intervención
estatal que no permitiese a las fuerzas del mercado guiar de forma espontánea el
proceso de industrialización (Puyana, 1981). Estas contradicciones causaron la
parálisis del proceso de integración que debió prorrogar reiteradas veces su metas
de libre comercio y la implementación de los programas de desarrollo industrial.

A su vez, el debate sobre el libre comercio versus industrialización absorbió de tal


manera las discusiones en el Pacto Andino que otros aspectos como la integración
física o la integración cultural perdieron relevancia. Así, a pesar de sus ambiciosos
objetivos originales, el Pacto Andino terminó convirtiéndose en un modelo
comercialista que prestó escasa atención a los factores no económicos de la
integración y del desarrollo económico. Un ejemplo revelador del modelo de
integración comercialista que predominó en América Latina en los años sesenta y
setenta, lo constituye el Mercado Común Centroamericano (MCCA).
Este último se creó en 1960 cuando Costa Rica, El Salvador, Honduras,
Guatemala y Nicaragua suscribieron el Tratado General de Integración Económica
Centroamericana. El MCCA constituyó un ambicioso programa que en sus
orígenes proponía la liberalización del comercio intra-centroamericano, la creación
de un arancel externo común y un programa regional de industrialización. Durante
los años sesenta estas metas fueron ampliadas.

El comercio intra-regional se incrementó de forma considerable, el arancel externo


común logró implementarse en más de un noventa por ciento y se promovió el
desarrollo industrial de la región. No obstante, ya a fines de los sesenta
comenzaron a manifestarse señales de las primeras crisis del proceso.

El reparto desigual de los costos y beneficios de la integración dividió al istmo en,


por un lado, Costa Rica, El Salvador y Guatemala, los más beneficiados del
proceso y, por el otro, a Nicaragua y Honduras, los que menos aprovecharon las
medidas de integración. Esta situación generó reclamos y tensiones en las
relaciones intrarregionales. El estallido de la Guerra del Fútbol entre el Salvador y
Honduras (1969) fue el detonante de la crisis, al ser utilizado por el último país
como excusa para separarse de hecho del MCCA (véase Noriega Morales, 1992).

Mas grave aún fue el abandono de la propuesta de una integración que


promoviera un verdadero desarrollo de una región con enormes desigualdades
económicas y sociales. El sesgo excesivamente comercialista de la integración
soslayó, por ejemplo, la reforma del régimen de tenencia de la tierra en los países
centroamericanos. De hecho, el MCCA se presentó como un esquema que
pretendía promover la industrialización regional, con las enormes
transformaciones que ella implicaba, pero a su vez, no tocaba el régimen
latifundista de tenencia de la tierra.

Por ello, autores como Torres Rivas (1990) consideran que la integración en
América Central fue una coalición entre la oligarquía agrícola y el emergente
sector industrial, alianza en la cual la primera apoyaba la propuesta de integración
comercialista e industrializadora que proponía el sector industrial, mientras éste se
comprometía a no alterar el régimen de tenencia de la tierra.

En síntesis, la integración tampoco contribuyó en mayor medida al desarrollo


centroamericano y terminó convirtiéndose en un simple proyecto comercialista de
promoción del libre comercio. En la nueva etapa de la integración latinoamericana
iniciada a fines de la década de los ochenta, descrita como regionalismo abierto,
se ha insistido en promover políticas cuyos objetivos inmediatos continúan
dándole prioridad a indicadores del crecimiento económico, soslayando los ya
débiles elementos de intervención pública que existían en los proyectos de
integración de las décadas anteriores.

Un caso particular, lo constituye el Mercado Común del Sur (Mercosur), proceso


de integración iniciado en 1991 con la firma por parte de Argentina, Brasil,
Paraguay, Uruguay del Tratado de Asunción, que se propuso crear una unión
aduanera en un lapso relativamente breve, como primer paso para establecer un
mercado común. Debido a estas metas, el Mercosur podría ser incluido en la
categoría de esquemas de integración de tipo «comercialista».

Para autores como Aldo Ferrer esto obedeció al consenso neoliberal que existía
entre Brasil y Argentina durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando Collor
de Mello, quienes promovieron en sus países programas de ajuste estructural y
reforma económica inspiradas en las recomendaciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI). Esta hegemonía neoliberal en ambos países, tuvo incidencia
en el modelo de integración que adoptó el Mercosur en 1991.

Sin embargo, particularmente en Brasil tanto sectores gubernamentales,


especialmente luego de la destitución de Collor en 1991, como en sectores
productivos, el Mercosur fue también concebido como un mecanismo para
continuar en el nivel regional la estrategia de sustitución de importaciones. Por
ello, en este esquema de integración se mantuvieron ciertas modalidades de
planificación de las actividades productivas, como en el caso del sector automotriz.

A pesar de ello, el Mercosur ha sido objeto de crítica por la supuesta ausencia de


una dimensión social en su estrategia de integración, aunque recientemente se
han promovido políticas como la creación de un Fondo de Desarrollo para las
regiones menos avanzadas de los países miembros. El Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA), que en los últimos años ha sido la iniciativa de integración
que ha generado un mayor interés en la región está ausente de preocupación por
la promoción de la equidad. Una breve revisión de los Proyectos del Acuerdo
permite validar este argumento. Es notoria la ausencia de un Grupo de
Negociación dedicado al tema de las políticas sociales y de las asimetrías entre
países. Ni siquiera existe un Grupo para tratar los aspectos inherentes al ambiente
y al trabajo, como sucedió en el TLCAN, pues estas áreas en el ALCA se incluyen
en las discusiones del Grupo de Acceso a Mercados.

Como producto de la crisis mundial de los años 29 y30, los países


latinoamericanos vieron la oportunidad de impulsar sus industrias locales;
inspirados en el liberalismo económico y en el derecho de crear una economía
independiente y capitalista.

En Honduras este modelo se impulsa en los años 60 en donde el Estado juega un


rol protagónico, ya que es un ente que funcionará como regulador de la economía,
interventor, empresarial y con énfasis social.

Este modelo surge en un momento crucial para Centroamérica y por ende para el
país. Un antecedente histórico a considerar fue el movimiento de los trabajadores
de las bananeras, que dentro de sus grandes reivindicaciones organizan e
impulsan la huelga del año 54, la que va marcar nuevas rutas de reivindicaciones
sociales de los trabajadores. Surge el instituto Hondureño de Seguridad Social
(IHSS), se da la reforma agraria y se impulsa el cooperativismo y las
organizaciones y confederaciones sindicales.

Otro momento se da en los años 60 cuando nace el Mercado común


Centroamericano, como una estrategia comercial y económica que sería la
vanguardia de la región, para el intercambio de sus productos.

La lógica de este modelo fue la de producir lo necesario y dejar de importar (es


decir no comprar productos extranjeros). El propósito de éste modelo, era impulsar
un capitalismo local y gestar una clase media apta para el consumo; para tal fin el
Estado crea varias empresas estatales para albergar a los profesionales de esta
clase social. La creación del Banco Nacional de Fomento, fue fortalecer a la
burguesía agraria local, en torno al cultivo de algodón, caña de azúcar y
ganadería.

En este momento histórico, surge un pequeño grupo en torno a la industrial textil y


otras empresas industriales que logran organizarse en la Consejo Nacional de la
Empresa Privada, hoy COHEP. Con el apoyo del Estado este grupo empresarial
recibe beneficios que para tal fin, el Estado tuvo que endeudarse. Este pequeño
núcleo de burguesía (industrial) estaba conformado por inmigrantes Árabes y
judíos que llegaron al país a inicios del siglo XX.

Este modelo no tuvo los frutos esperados porque la burguesía (local y ahora
nacional) no logro articularse con los propósitos sociales que tenía previsto el
Estado, como fue la de impulsar un modelo de desarrollo hacia adentro
(capitalismo hondureño).
MODELO DE DESARROLLO NEOLIBERAL

La década de los 80 fue el tránsito para que en las economías mundiales y con el
apoyo del capital financiero mundial se diera impulso a un nuevo modelo de
desarrollo; como producto de las crisis políticas que se dieron en el mundo. El fin
de la guerra fría que se inició con la caída del muro de Berlín y el impulso de la
globalización como ensayo económico mundial, da inicio con mayor auge a lo que
se conoce hoy como modelo Neoliberal.

La clave para impulsar este modelo en los países subdesarrollados, fue la crisis de
la deuda externa en los años 80, iniciada desde el modelo de industrialización.
Esto comprometió a los países subdesarrollados a firmar convenios con los
organismos financieros como lo es el Banco Mundial, Fondo Monetario
Internacional y los países mayormente industrializados del mundo.

Los ejes a impulsar en el modelo Neoliberal, son las siguientes:


 Observar los gastos del Estado y reorientarlos para ser más eficiente el
presupuesto.
 Controlar los altos costos de la canasta básica, es decir que la población gaste
menos y produzca más.
 Eliminar el papel del Estado y reducirlo a una función administrativa. El Estado
no responderá a las exigencias sociales: salud, educación entre otras.
 Privatizar la economía del país, favoreciendo a las transnacionales
extranjeras, es decir que no paguen impuesto y que funcionen libremente.
 Modernizar el aparato público, encaminado a reducirlo entregándole las
empresas estatales como tele comunicaciones y energía entre otras a las
transnacionales.

Para el modelo Neoliberal, una de las grandes causas del subdesarrollo es la


mala administración del Estado. Por lo el capital extranjero decide que los
activos del Estado pasen a ser parte de empresas internacionales y así
“hacer más eficiente el servicio al público”.
Esto debe entenderse pues estas nuevas iniciativas están inspiradas en las
propuestas de apertura y liberalización comercial del Consenso de Washington y
los Programas de Reformas Estructurales del Fondo Monetario Internacional (FMI)
y el Banco Mundial (BD), que incluyen medidas relativas a una mayor
liberalización del comercio, la desregulación de diversos sectores de la economía
nacional, la privatización de las empresas estatales, la reforma fiscal y la
privatización de los servicios públicos. Los temas sociales en cambio no eran
prioridad en esta agenda.

Este modelo condujo a que el Estado se desentendiera de sus compromisos con


las políticas de promoción del desarrollo, intervención pública y de combate a la
pobreza, que caracterizaron, a pesar de sus limitaciones, a la estrategia
económica desarrollada en las décadas anteriores (véase Chossudovsky, 2003).
Como era de esperarse, la adopción de estos programas, influenció el modelo de
integración que se aplicaría en la región. Desde entonces, la integración se
convirtió en un mecanismo dirigido a lograr la inserción internacional de la región
bajos las premisas de la teoría clásica del comercio internacional.

Esto ha ocurrido con el Pacto Andino, transformado en Comunidad Andina desde


1996, y el MCCA, y con nuevas iniciativas como el Grupo de los Tres (G-3), el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre otros, que han
prácticamente marginado al Estado como actor del proceso de integración.
Entonces, el modelo de desarrollo neoliberal se inicia con el programa de ajuste
estructural de la economía, que se da en dos etapas:

Por ejemplo: en Honduras, la primera etapa de estabilización se inició en 1982


con el gobierno de Roberto Suazo Córdova; que consistió: en la reducción del
empleo, hacer un reajuste en los precios por los servicios públicos y ampliar la
tasa impositiva (se crearon nuevos impuestos) para regular el déficit fiscal es decir
disponer de más capital para pagar la deuda externa; generada por los fracasos
de los modelo anteriores.
El aporte económico que dio el gobierno de los EEUU, en compensación por el
apoyo que recibió por parte del gobierno hondureño, ante la amenaza de los
conflictos en Nicaragua y el Salvador, sirvió para que la moneda no se devaluara.
Ya que la devaluación es una de las medidas básicas de un programa de
estabilización económica. Sin embargo dicha devaluación se dio en otros
gobiernos.

Este modelo vino a abolir en su mayoría todos los beneficios sociales alcanzados
por los trabajadores en la huelga del año 54. La devaluación de la moneda solo
beneficio al capital extranjero y financiero ya que la moneda extranjera tiene más
valor que la nacional.

Uno de los grandes impactos de este modelo, fue la privatización de las empresas
del Estado lo que provoco que los servicios públicos y sociales incrementaran sus
costos, además una fuerte cantidad de trabajadores fueron expulsados.

Una segunda etapa es la de ajuste estructural, impulsada con el gobierno de


Rafael Leonardo Callejas con la ley de ordenamiento estructural de la economía
con la cual eliminó las exoneraciones y franquicias aduaneras que fueron
incentivos a los industriales.
Durante este periodo se crea la Ley Constitutiva de las Zonas Industriales de
Procesamiento para Exportaciones (ZIP), que promueve el surgimiento de la
maquila, para que los inversionistas extranjeros no pagaran ningún tipo de
impuestos por los territorios ocupados, ni por las utilidades generadas.

El inversionista nacional se vio afectado ya que el gobierno incremento el


impuesto de ventas, aumento las tasas por servicios de las vías públicas, reformo
la ley de impuestos sobre la renta, cobrándole más a las empresas pequeñas que
a las grandes empresas.
En esta segunda etapa se devalúa la moneda con mayor intensidad, beneficiando
solo al capital extranjero, abaratando costos de pago de mano de obra de los
trabajadores y agudizando aún más la pobreza del país. Se abre el camino de la
privatización de activos y empresas estatales. Miles de trabajadores se quedan sin
empleo agudizándose el desempleo en Honduras.

Otro de los grandes impactos que sufre la clase trabajadora, además del empleo
es la pérdida de derechos laborales que fueron parte de las conquistas sociales
libradas con la huelga del 1954.

Este modelo de Desarrollo actualmente ha fracasado, ya que ha incrementado la


pobreza, el desempleo y la devaluación de la moneda. Altos porcentajes de
poblaciones han emigrado del país. Además lleva un giro distinto ya que con las
ciudades modelos se busca asignar los territorios a las transaccionales, generar
un estilo de vida fuera del contexto cultural hondureño.

HACIA UNA INTEGRACIÓN AL SERVICIO DEL DESARROLLO INTEGRAL

En esta narrativa, se ha partido de dos premisas. La primera es que el desarrollo


es un proceso integral que comprende aspectos económicos, sociales, políticos,
culturales e incluso biológicos. En consecuencia, un programa de desarrollo debe
trascender lo simplemente económico e incorporar todos estos aspectos. Se alega
que la propuesta de la CEPAL fue un intento en esa dirección, que aunque con sus
limitaciones, al menos incluyó propuestas en materia social. La segunda premisa
es que la integración, tal como lo planteaba la CEPAL, puede ser un excelente
mecanismo para promover un verdadero desarrollo.

El problema ha sido que en América Latina, la integración ha adquirido un


excesivo carácter comercialista, olvidando otros aspectos económicos y más aún
las otras dimensiones del desarrollo. Esta tendencia comercialista se ha
fortalecido en los últimos años debido a la aplicación en la región de programas
neo-liberales que exigen la apertura de los mercados y la desregulación
económica. Este comercialismo, que podríamos describir como radical, es descrito
como el modelo adecuado por haber logrado éxitos que antes no había sido
posible alcanzar, en particular el importante incremento en los volúmenes del
intercambio regional.

Sin embargo, aceptar esto es volver al viejo error de creer que el simple
incremento del comercio, o del PIB es un sinónimo de desarrollo. Es cierto, que
estas variables son expresiones de desarrollo pero su crecimiento debe producirse
con un aumento paralelo en los niveles de vida y, en este aspecto, la integración y
la apertura comercial no han pasado la prueba. Datos recientes confirman el
drama social de América Latina.

Según Bernardo Kliksberg (2002: 28), cerca del 50% de la población en la región
vive por debajo de la línea de pobreza, el 60% de los niños es pobre, el habitante
promedio no tiene más de cinco años de escolaridad, en un contexto en el que el
30% de la población sólo tiene un 7. 5 del ingreso nacional. Es cierto que la
integración es apenas una de las políticas económicas que aplica un gobierno,
junto a la política cambiaria o monetaria, etc.

En consecuencia, no se le puede culpar de los males sociales de la región. De lo


que se trata, no obstante, es de criticar su muy escaso aporte en la mejora de
estos aspectos. Experiencias recientes como el TLCAN confirman este argumento.
Para especialistas como Beethoven Herrera (2004: 389), el análisis de los
resultados del TLCAN para México confirman que la entrada en vigor de este
acuerdo no ha logrado reducir el índice de desempleo.

En la actualidad el 60% de los empleados no reciben los beneficios que exige la


ley mexicana, y se estima que un tercio de la población económicamente activa
trabaja en el sector informal. La desigualdad ha empeorado, al igual que el
coeficiente de Gini1 en México, ubicándose en 48%, lo cual convierte a este país
en una de las naciones con mayor desigualdad del hemisferio.

Estas reveladoras cifras llevan a insistir en la necesidad de un modelo de


integración que sea un instrumento al servicio de una noción integral de desarrollo
entendido no sólo como crecimiento económico, sino como un concepto
fundamental que engloba la interrelación activa de las variables justicia social, paz,
libertad, participación ciudadana, economía, en un equilibrio entre la humanidad y
la naturaleza. La integración latinoamericana debe ser en primer lugar un
instrumento para lograr el crecimiento y el desarrollo económico integrado de los
países de la región, incrementar el bienestar para sus pueblos, favorecer la mejor
inserción de la región en la economía mundial e intensificar la cooperación política
entre los países de América Latina y que sea un mecanismo que favorezca la
consolidación de la democracia y de la sociedad civil en la zona (Laredo, 1991:
24).

El logro de estos objetivos supone desarrollar políticas que van más allá de la
liberalización comercial, adoptando otras significaciones diferentes de la expresión
de la producción y el consumo, estableciéndose objetivos de vida diferentes que
puedan ser reconocidos por los seres humanos como válidos. En materia
económica se requiere «una política activa de industrialización generadora y
difusora de la innovación tecnológica y organizacional adecuadas, dirigida a lograr
la mayor articulación del tejido económico y social, así como la inserción interna»
(Alburquerque Lorens, 1992: 67).

No se trata de volver a viejas políticas de sustitución de importaciones y alto


proteccionismo como ocurría en el pasado, sino de una industrialización que sirva
de fundamento para la transformación de la base productiva de la región, acorde
con la nueva dimensión mundial de producción, para lo cual es necesario
aumentar las tasas internas del ahorro, invertir en capital humano, educación,
salud, capacitación y desarrollo de la ciencia y la tecnología.

Con la solución de estos problemas no sólo se podrá redimensionar el desarrollo


sino que al mismo tiempo, se podrán mejorar las formas aún precarias de
inserción en la economía internacional. Por otra parte, es necesario consolidar la
cooperación política como parte fundamental de la integración regional. Esto
supone redimensionar mecanismos de diálogo y concertación regional
latinoamericana como el Grupo de Río, para poder adquirir cierto grado de
sustentabilidad futura del proceso de integración.

No se trata de realizar simplemente reuniones a nivel presidencial de forma anual,


sino de mantener una coordinación permanente entre las diversas cancillerías y
presentar posiciones comunes en los diversos foros internacionales. La
integración también tiene una deuda social en América Latina. Es conveniente
comenzar a pensar en la integración como un medio para ayudar a la mejora de
las zonas más deprimidas de la región, con problemas múltiples y variados
ocasionados por un desarrollo desigual entre países con condiciones
desfavorables de inserción en el nuevo panorama mundial.

También debe asignarse valor a aspectos de la agenda internacional que son de


Ya no solo se avizora el desarrollo o reafirmación de relaciones de dependencia y
subordinación, sino que incluso se despliega un escenario de tendencias a la
exclusión. En este sentido, es valiosa la experiencia europea, que desde hace ya
varios lustros ha establecido un fondo para el desarrollo regional del cual se han
beneficiado las zonas más rezagadas de este continente.

gran prioridad en nuestros países, como por ejemplo, la seguridad social y


defensa del derecho al trabajo, la protección del medio ambiente, los derechos
humanos y el derecho internacional humanitario, la promoción del capital social, la
integración física, la cooperación energética, el desarrollo de la ciencia y
tecnología y la formación de capital humano.

La acción colectiva en defensa de la democracia es otro objetivo que tiene que


asumir la integración latinoamericana. Esto tiene una doble vertiente, por un lado,
el rechazo de los gobiernos que asuman el poder de forma inconstitucional, siendo
un ejemplo interesante la respuesta de los países del Mercosur ante el intento de
golpe militar en Paraguay en 1995.

Por otro lado, la integración debe ser un escenario para fortalecer a la sociedad
civil y promover la participación política, elementos claves del mantenimiento de la
democracia en la región. Es necesario promover una sociedad civil regional que
genere un debate sobre las políticas de integración y su influencia en el nivel de
vida de sus pueblos.

Como señala Laredo; «la afirmación y extensión de la integración exige llevar a


cabo una tarea sistemática de concientización y movilización de la sociedad civil,
particularmente de los sectores organizados: partidos políticos, sindicatos,
empresarios, medios de comunicación, sectores culturales, etcétera. Esto implica
ampliar el espectro social en el que se debe apoyar la integración» (Laredo, 1991:
24).
HACIA LA CONSTRUCCION DE UN MODELO DE DESARROLLO DESDE LA
GENTE Y PARA LA GENTE

En Honduras existe un bono demográfico que significa que en el país hay


alrededor de 750 mil jóvenes entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan, y sólo
28 de cada 100 alumnos culminan la enseñanza secundaria. Si el Estado
hondureño no impulsa políticas públicas para que los jóvenes no emigren y por el
contrario estudien y, además crear oportunidades de trabajo y de un entorno social
sin violencia; esto contribuiría a perfilar a corto y largo plazo un desarrollo en el
país con mejores expectativas. Cuando la demografía es utilizada para estos fines,
es lo que llamamos demografía social. No basta con solo contar las poblaciones,
sino determinar qué están diciendo los datos y que políticas públicas se deben de
impulsar para evitar problemas mayores.

La sociología posee una estrecha relación con la demografía ya que con el


crecimiento poblacional se incrementan las demandas sociales, asociadas a las
condiciones de vida, es decir tener acceso a educación, salud, trabajo, entre otras;
esto es lo que se conoce como situación sociodemográfica que no es más, que
el conjunto de características poblacionales como edad, sexo, ocupación, ingreso,
escolaridad entre otras; que determinan las condiciones de vida. La sociología
permite encontrar causas, efectos y posibles soluciones al tamaño, la
composición, evolución y desplazamiento de las poblaciones.

En Honduras por ejemplo, del total de la población, más del 50% son mujeres,
demográfica y sociológicamente tiene un significado, ya que las mujeres son las
responsables de la reproducción biológica y social de la sociedad. Es bilógica por
la acción misma de parir hijos. Es social porque en ellas descansa la
responsabilidad social de cuidar, alimentar y educar a los hijos; además de
contribuir a la economía de la familia y del país. Sociológicamente esta realidad
podría contribuir a analizar la condición de vida de ellas: si están en pobreza, si
poseen escolaridad, si son madres solas, jóvenes o adultas entre otras. Los
elementos demográficos antes expuestos son elementos estratégicos para
alcanzar el desarrollo. Mientras los países desarrollados carecen de población
joven aquí emigra, se estigmatiza o criminaliza. El apostar al capital humano y
social es un eslabón importante para alcanzar el desarrollo

Varios son los elementos que podrían contribuir a alcanzar el desarrollo en


Honduras. Dado que el desarrollo es multidimensional buscaremos agrupar cada
uno de los elementos de acuerdo a los aspectos sociales, económicos, políticos y
culturales.

Desde lo social, Honduras cuenta con un alto porcentaje de población joven apta
para trabajar. Si el país invirtiera en la formación y calificación de su capital
humano, se visualizaría un proyecto de desarrollo a largo plazo que contribuiría a
erradicar la pobreza. Además se cuenta con infraestructura en salud, educación y
recurso humano calificado entre otros.

En lo económico el país cuenta con una diversidad climática, suelos, micro


cuencas además su posición geográfica es estratégica. Algunos economistas han
planteado que Honduras posee siete polos de desarrollo, que si se explotaran y se
replanteara la forma tradicional de concebir el desarrollo, el país saldría adelante.
Por ejemplo el querer solo sembrar maíz. En el caso de la zona sur, se debería de
apostar a la producción de recursos hidrobiológicos (peces, camarones, algas
entre otros).

En cuanto a lo cultural es necesario reconocer y valorar lo que existe en el país


tanto en recursos naturales y humanos. Fortalecer la identidad permitiría que
juntos los hondureños consideraran un proyecto de país.

Erradicar la corrupción, es otro flagelo que contribuiría a alcanzar el desarrollo y a


lograr una mejor distribución de los recursos. Para ello es necesario apostar a la
institucionalidad jurídica con transparencia, la participación activa de la ciudadanía
y una voluntad política; para lograr cambios significativos en el país, es decir
perfilar el desarrollo.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

José Briceño Ruíz y Raquel Álvarez de Flores. Modelos de desarrollo
y estrategias de integración en América Latina: una revisión crítica


Sergio Tezanos Vázquez, Ainoa Quiñones Montellano, David Gutiérrez
Sobrao, Rogelio Madrueño Aguilar. Desarrollo humano, pobreza y
desigualdades. Manuales sobre cooperación y desarrollo Febrero de 2013

Mario Posas y Julio Cesar Navarro. Introducción a la Sociología

BIBLIOGRAFIA SUGERIDA

Osvaldo Sunkel y Pedro Paz. El subdesarrollo latinoamericano y la teoría
del desarrollo. Editorial siglo XXI.

Eduardo Galeano. Venas Abiertas de América Latina Editorial siglo XXI.

José Joaquín Brunner. Globalización Cultural y Posmodernidad. Fondo de
Cultura Iberoamericana.

Nestor García Canclini. Consumidores y ciudadanos

Werner Sengenberger. Globalización y Progreso Social. Nueva Sociedad.

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