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Huilliches

Habitantes del Futahuillimapo, aquello que en su lengua se entendía por las


“Grandes tierras del Sur”. Lo que hoy podríamos denominar como la zona entre
cordillera y mar, desde el Tolten y Reloncaví. Su territorio se expandió no mucho
antes de la llegada de los españoles, desplazando a Chonos de la costa y de la Isla
grande de Chiloe, incluso aquellas pequeñas islas que la rodean. Lo que explicaría
que sus mayores focos de “Resistencia” o donde su cultura ha podido manifestarse
más libremente sea precisamente en la Isla.

Debido a esta extensión de sus territorios los Huilliches se dividieron en forma


física de tres formas. Aquellos de la pre cordillera “Serranos”, los “LLanistas”
precisamente en los llanos de la zona central y los “Cuncos” de las zonas marítimas.

Esta gran extensión les permitió basar su economía en un fuerte intercambio


costa- cordillera e incluso llegando a establecer comercio con nativos del otro lado
de los Andes. Siendo focos neurálgicos de este intercambio las zonas aledañas a
grandes lagos como el Ranco.

Estructuralmente su pueblo mantenía una fuerte tradición de linajes con una


segmentación familiar, como sería la tónica en los pueblos Mapuches. El Lonko
(autoridad del grupo local) ejercía su poder sobre el Katan (hogares) compuesto por
el Muchülla (grupo local de parientes). Incluyendo otras unidades como los Cabí
(unión de Muchüllas). Con un Levo (unidad militar) que debería cumplir sus
obligaciones belicas cuando se le solicitaran.

"(...) eran grandes y altas, los techos eran de chupones que iban apretados
con varas y amarrados con voqui en las puntas y al medio y las paredes de tablones
labrados éstos iban parados y juntos y la puerta también la hacían de tablones que
iban pegados al tingle (...) y en la parte de arriba de la casa tenía un segundo piso
que era el sagrado donde guardaban sus papas o lo que cosechaban en el verano y
al medio de la casa estaba el fogón". (Alcamán; 1995: p.4)
Los roles no fueron excluyentes, a pesar de que el hombre se responsabilizaba
de abastecer el hogar en casos de necesidad la mujer también podía ayudar. Esta
se encargaba tradicionalmente de la vestimenta y el cuidado de los hijos.

Una marca distintita de los Huilliches es el Ad Mapu; el orden heredado. Si


bien los Mapuches en general se mitificaron por su carácter y aptitudes para la
guerra, en las zonas cercanas a la frontera del Biobío su carácter respondía a un
inherente instinto de preservación y resistencia. Sin embargo para el Huilliche la
guerra era una forma espiritual de preservar el equilibrio y por lo tanto la belicosidad
con otros asentamientos era constante y una parte esencial de su vida.

Para el Mapuche y por extensión al Huilliche la tierra o el lugar que habitaban


adquiría una dimensión espiritual. En su cosmovisión la tierra poseía cuatro esquinas
donde cada uno habitaba una pequeña porción por disposición de sus dioses. Y no
solo su sutento sino también el lugar del rehue (Altar de ceremonias) y los Wekufes
(Entidades dañinas). Más allá, era el lugar de descanso para sus antepasados. Su
espiritualidad convivía en una fuerte dualidad, donde al igual que con la tierra, todo
accionar humano tenía una trascendencia divina.

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