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Nos advierte que el diablo invita a los hombres a pecar: “yo hago lo que
mi Padre me ha mostrado, y ustedes lo que su padre les ha dicho” (Jn 8, 38).
“El diablo es el padre de ustedes; ustedes le pertenecen, y tratan de hacer lo
que él quiere” (Jn 8, 44). Más todavía, el Señor sigue diciendo a los judíos que
hacen el mal y quieren seguir haciéndolo, tratando de matarlo a él: “ustedes
hacen lo mismo que hace su padre” (Jn 8, 41), y su obre es muerte: “el diablo
ha sido un asesino desde el principio, nunca se ha basado en la verdad, nunca
dice la verdad… es un mentiroso, es el padre de la mentira” (Jn 8, 44)
El diablo, dice Pablo, es “el dios de este mundo” (2 Cor 4,4) que hace
ciegas a las personas “para que no vean la brillante luz del evangelio del Cristo
glorioso, imagen viva de Dios”. El Diablo que ha lanzado sobre el mundo un
plan secreto de iniquidad, de maldad, lo que Pablo llama “misterio de iniquidad”
(2 Cor 4, 4), y asegura que los paganos ofrecen culto a los ídolos, a los
demonios. Por eso advierte a su comunidad de Corinto: “yo no quiero que
ustedes tengan parte con los demonios”. Pues el cristiano ha hecho una opción
por Jesús y una renuncia a los demonios, por tanto “No pueden beber de la
copa del Señor y a la vez de la copa de los demonios; ni pueden sentarse a la
mesa del Señor, y a la vez, a la mesa de los demonios” (1 Cor 10, 20-22)
San Pablo alude al diablo como alguien que engaña como lo hizo con
Eva, y sobre todo engaña a los creyentes que son capaces de aceptar un
espíritu diferente al Espíritu Santo que recibieron (Cfr 2 Cor 11, 3-4)
Pablo asegura a los obedientes que luchan por hacer lo bueno que
“pronto Dios aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes” (Rom 16, 20), pero
nos recuerda que aquellos que han sido liberados del dominio de Satanás
corren el riesgo de recaer, cediendo a las sugestiones del Maligno (1 Cor 7, 5).
Se afirma que « el diablo y los otros demonios han sido creados por
Dios, naturalmente buenos, pero ellos mismos se volvieron malos y se
volvieron ángeles caídos. SE afirma tambén que el hombre ha pecado por
instigación del diablo » (Denz. Sch., Enchiridion symbolorum, n. 800).
Trento declara que el hombre pecador « está bajo el poder del diablo y
de la muerte » y que Dios al salvarnos « nos ha librado del poder de las
tinieblas y nos ha traspasado al reino de su Hijo bien amado, quien nos ha
rescatado y redimido de nuestros pecados ». Nos recuerda que pecar después
del bautismo es « entregarnos al poder del demonio ». Por eso el catecúmeno
para ser bautizado renuncia a Satanás, profesa la fe en la Trinidad y se adhiere
a Cristo el Salvador
Además de los tres concilios que se refieren al misterio del Diablo y sus
demonios, digamos algo sobre el Concilio Vaticano II.
El primer Papa, San Pedro, advertía con palabras claras a los cristianos
de su tiempo de guardarse de las insidias del diablo: “Sean sobrios; velen. Su
adversario, el diablo, como un león que ruge, ronda buscando quien devorar;
resístanle, firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos los deben
soportar todos sus hermanos que hay al mundo] (1 Pe 5, 8-9).
Dios anunció a los ángeles que iba a crear en el orden del tiempo
criaturas quienes también participarían en su Reino. Lucifer en su
orgullo desafió la Voluntad Divina. Una gran batalla espiritual comenzó
entre aquellos ángeles fieles a Dios, guiados por el Arcángel Miguel,
quienes en humildad sintieron vergüenza por el desafío de Lucifer y
comenzaron a adorar a Dios diciendo “¿Quien puede ser como Dios?”.
Lucifer fue arrojado del Cielo como relámpago (Cfr. Ez 28, 17) (cfr. Lc
10, 18), y recibió su castigo volviéndose el monarca de la oscuridad por
haberse opuesto a Dios quien es Luz. (Is 14, 12-15)
“¡Cómo caíste del cielo lucero del amanecer! Fuiste derribado por el
suelo, tú que vencías a las naciones. Pensabas para tus adentros: ‘voy a subir
hasta el cielo; voy a poner mi trono sobre las estrellas de Dios; voy a sentarme
allá lejos en el norte, en el monte donde los dioses se reúnen. Subiré más allá
de las nubes más altas; seré como el Altísimo’. Pero en realidad has bajado al
reino de la muerte, a lo más hondo del abismo” (Is 14, 12-15)
Que esta rebelión contra Dios partió de un cabecilla que agrupó en torno
a sí otros partidarios, se deduce de Ap 12, 7-9: “Después hubo una batalla en el
cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. El Dragón y sus ángeles
pelearon, pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Así
que fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama
Diablo y Satanás, y que engaña a todo el mundo. El y sus ángeles fueron
lanzados a la tierra”
A los ángeles caídos podemos aplicarle las palabras de San Pablo los
gentiles: “habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios… antes
bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se
entenebreció… no se mantuvieron en la verdad” (Cfr Rom 1, 21-25), por eso
Satanás es el padre de la mentira, el seductor. Se alejó de Dios que es la
verdad y por tanto no se mantuvo tampoco en su propia verdad, en su realidad
de criatura que depende de Dios. Quiso ser autónomo, bastarse a sí mismo y
empezó a ser la primera criatura que se escapaba de la influencia de Dios, que
se desprendía de sus brazos, que iniciaba una rebelión contra Dios. De esa
manera convirtió su ser en mentira, y se convirtió así en padre de la mentira, “el
que cambia la verdad de Dios en mentira” (Rom 1, 25)
Juan Pablo II, en una catequesis de 1986 sobre las creaturas visibles e
invisibles creadas por Dios, dice “existen espíritus puros, creaturas de Dios,
inicialmente todos buenos, y después por una opción de pecado se
dividieron irremediablemente en ángeles de luz y en ángeles de
tinieblas…
Una referencia a los ángeles caídos la hace Jesús cuando dice: “vi caer
a Satanás…” (Lc 10, 17-20)
“El Diablo fue homicida desde el principio” (Jn 8, 44). Su intención desde
el principio es precipitar los hombres a la ruina (Jn 8, 44), sublevarlos contra
Dios y perderlos. Los hombres por propia culpa se hacen esclavos del diablo (1
Jn 2, 8.10). Satán sólo tiene poder sobre los que le den lugar (Ef 4, 27), sobre
los que se dejen llevar por la triple concupiscencia (1 Jn 2 16) y le abren así las
puertas de su pensamiento y de su voluntad. El pecado es la verdadera esfera
o atmósfera en el que el diablo vive y trabaja (1 Jn 3, 8). Detrás del paganismo
con su idolatría y superchería está Satán (Hch 13, 10), el príncipe de este
mundo (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11; 1 Jn 5, 19). Su maldad invisible se hace
visible en la traición de Judas a Cristo. Ataca también y se opone a la acción de
los discípulos de Jesús (Lc 22, 31), y de la Iglesia naciente (Hch 5, 3) y a la
predicación de los apóstoles (1 Tes 2, 18). Amenaza a las Iglesias pero éstas
pueden resistirle por la fuerza de su fe (Rom 16, 20; 1 Pe 5, 8)
Su plan pues es perder a los hombres. Emplea la táctica de la
seducción, la mentira, el engaño. Se vale de la fragilidad humana, de sus
instintos, de su carne débil para tentarlos, influir en su mente y corazón,
asediarlos, oprimirlos e infestar sus lugares y cosas y de esa manera llenarlos
de miedo, alejarlos de la Voluntad de Dios, del camino que va al cielo, y
perderlos por los caminos de pecado y de muerte “pues por la envidia del
diablo entró el pecado y la muerte en el mundo” (Sab 2, 24; Cfr Rom 5, 12; Heb
2, 14)
El es el que arrebata la buena semilla del corazón de los oyentes (Mt 13,
19), siembra la cizaña en medio del trigo ( Mt 13, 28), induce a mentir a
Ananías y Safira (Hch 5, 3), tienta a los continentes (1 Cor 7, 5), excita la
discordia en las Iglesias (2 Cor 2, 11; Ap 2, 24), trata de impedir la acción del
apóstol de las naciones por todos los medios, por la enfermedad paralizante y
por otras circunstancias adversas (1 Tes 2, 18;3, 5;2 Cor 12, 7)
Juan Pablo II nos recuerda que “la Iglesia en el concilio de Letrán (1215)
enseña que el diablo y los otros demonios han sido creados buenos por Dios,
pero que se volvieron malos por su propia voluntad. En la segunda carta de san
Pedro se habla de “ángeles que habían pecado y que Dios no perdonó sino
que los precipitó al abismo de tinieblas” (2 Pe 2, 4).
La expresión de san Juan: “el mundo entero está bajo el poder del
Maligno” (1 Jn 5, 19) hace alusión a la presencia de Satanás en la historia de la
humanidad, una presencia que se acentúa en la medida en que el hombre y la
sociedad se alejan de Dios” (13 Agosto de 1986)
Dice el Papa Juan Pablo II: “Es claro que si Dios no perdonó el pecado
de los ángeles es porque permanecieron en su pecado, porque están
eternamente encadenados a la elección que hicieron desde el principio,
rechazando la verdad del Bien Supremo y definitivo que es Dios mismo.
Este pecado ha sido tan grande como lo es la perfección espiritual y la
perspicacia cognoscitiva de la inteligencia angélica, y como grande es su
libertad y su cercanía de Dios…. Satanás vive en la negación radical e
irreversible de Dios, y busca imponer a la creación, a los otros seres
creados a la imagen de Dios, y en particular a los hombres, su trágica
mentira sobre el Bien que es Dios” (Catequesis de 1986)
Cristo le arrebata su dominio (Mt 12, 28; Jn 12, 31). Esta victoria empezó
con la aparición de Jesús sobre la tierra (Lc 10, 18) y sobre todo con su muerte
y resurrección, cuando dijo antes de morir: “Ahora va a ser echado el príncipe
de este mundo” (Jn 12, 31).
En efecto Cristo se presenta como el más fuerte que saquea al fuerte y lo ata y
lo vence (Cfr. Mt 12, 29-32)
Pero por muy poderosa que sea la acción de Satanás, es la bestia que
va a su perdición (Ap 17, 8), y está destinada a las cadenas eternas (Jds 6), y
al tormento eterno en el estanque de azufre y fuego (Ap 20, 10)
Pero no puede hacerle daño total a una persona que ha sido rescatada
por la sangre poderosa de Cristo, no puede hacerle daño total a un bautizado,
a no ser que este bautizado reniegue de su fe, de su Dios y se entregue
voluntariamente al Diablo, deje de ser templo del Espíritu Santo y convierta su
templo en cueva de ladrones, y se deje habitar, mejor, invadir, influenciar no por
Dios sino por el Espíritu Maligno. “El influye y actúa sólo en los que son
rebeldes” (Ef 2, 2)
Cristo es el sol, los ángeles y santos son los astros del sistema solar que
giran a su alrededor, los otros planetas son los hombres y mujeres, María es la
luna, etc. El Diablo y los demonios son astros que se apartaron voluntariamente
tanto del sol y ya no reciben su influencia, se salieron de su zona gravitacional,
bien lejos se fueron al abismo, a la oscuridad, al frío de las tinieblas exteriores,
donde no llegan los rayos del sol, donde todo es muerte y perdición y
oscuridad.
• Imagen de la manzana
En el N.T. más que posesión, el verbo griego que alude a ello quiere
decir más bien perturbación, ser molestado, atormentado, vejado. Algunos
comentaristas bíblicos dicen que un ejemplo de posesión es que Satanás entró
en Judas, pero este entrar en Judas lo que significa es que nubló su cabeza y
su corazón de tal manera que lo apartó de Cristo y de la comunidad, le hizo
perder la gracia de Dios y la vida misma.
Pero Dios nos hizo libres, y con esa libertad y su gracia podremos
enfrentar la batalla dura contra el Enemigo. Si caemos en las trampas de
Satanás, la responsabilidad es nuestra.