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SUMARIO
1. INTRODUCCIÓN: A) La costas procesales en la nueva LEC; B) Breve aproximación a la
regulación legal de la tasación de costas: entre la continuidad y la novedad.- 2. ALGUNOS
PUNTOS CRÍTICOS EN LA SOLICITUD, PRÁCTICA, IMPUGNACIÓN Y EJECUCIÓN DE
LA TASACIÓN DE COSTAS: A) La obligación de presentar los justificantes de pago de
las cantidades cuyo reembolso se reclama a través de la tasación; B) La legitimación para
solicitar la tasación la tiene la parte, no el profesional; C) La condena en costas al abogado
o perito cuando su minuta es considerada excesiva; D) Resolución que pone fin a la
impugnación por conceptos indebidos y recursos contra la misma; E) La ejecución por las
costas y el problema del título.
1. INTRODUCCIÓN
En dos lugares se ocupa la nueva LEC de la materia relativa a las costas procesales. De
una parte, los arts. 241 a 246, que integran el Título VII del Libro I LEC, regulan la tasación
de costas. De otra, los arts. 394 a 398, que integran el Capítulo VIII del Título I del Libro II
LEC, hacen lo propio respecto de la condena en costas. Desde esta perspectiva, se
mantiene una incardinación sistemática similar a la que presentaba la LEC/1881 -arts. 421
a 429, para la tasación de costas, y art. 523 para la condena en costas-, incluida la
paradoja que suponía y supone regular en segundo lugar lo que es exigencia necesaria
para lo que se establece en primero: la tasación de costas, a la que, sabido es, sólo puede
accederse cuando hubiere un pronunciamiento firme de condena en costas (art. 242.1
LEC).
Junto a esta normativa, que constituye el núcleo básico en la materia que nos ocupa,
todavía cabe referir la existencia de una pléyade de preceptos sobre el régimen de
condena en costas en diversos supuestos, desde los más generales, como la previsión
contenida en el art. 539.2 LEC (para las costas y gastos de ejecución), hasta los más
específicos (sin ánimo exhaustivo: arts. 22.1.II, 240.3, 458, 471, o 481 LEC, entre otros
muchos).
Pues bien, si a la lógica limitación de estas líneas, sumamos la problemática que nos
sugiere la práctica cotidiana de una normativa como la apuntada, dos son las posibilidades
que se nos ofrecen. La primera, abordar una aproximación general y superficial a la nueva
regulación legal. La segunda, centrar el análisis en algunos aspectos y puntos concretos
que mantengan cierto hilo conductor. Como no podría ser de otra forma, ésta es la opción
por la que nos decantamos, y en su consecución pasamos a exponer una selección de
cuestiones relacionadas con la solicitud, práctica, impugnación y ejecución de la tasación
de costas en la nueva LEC, cuyo único mérito para presentarlas agrupadas no es otro que
el de suscitar una práctica controvertida que ya ha merecido la atención por parte de los
Juzgados y las Audiencias, aunque no siempre con respuestas homogéneas.
Sea como fuere, no parece prudente adentrarse en aspectos concretos sin ofrecer, si
quiera sea de forma breve, una panorámica general de la regulación de la tasación de
costas en la nueva LEC.
Como se apuntó, la nueva Ley Procesal Civil regula la tasación de costas en los arts. 241
a 246, que forman el Título VII del Libro I, que se ocupa de las disposiciones generales
relativas a los juicios civiles. Por su contenido, la nueva normativa transita entre las notas
de continuidad y novedad.
La continuidad se evidencia en el mantenimiento de exigencias tan lógicas como la
necesidad de un pronunciamiento firme de condena en costas previo a la tasación, o la
legitimación activa de la parte favorecida por la condena en costas (art. 242.1 LEC), junto a
la práctica de la tasación a cargo del Secretario Judicial que hubiera conocido del proceso
o recurso (art. 243.1 LEC), en la que no se podrán incluir los derechos correspondientes a
escritos y actuaciones que sean inútiles, superfluas o no autorizadas por la ley, así como
las partidas de las minutas que no se expresen detalladamente o se refieran a honorarios
no devengados en el pleito (art. 243.2.I LEC), la reducción a una tercera parte de la
cuantía del proceso de los honorarios de los abogados y demás profesionales no sujetos a
arancel, siempre que no se hubiera declarado la temeridad del litigante condenado en
costas (art. 243.2.II LEC), o la posible impugnación de la tasación por los conocidos
conceptos de excesivos e indebidos (art. 245.2 y 3 LEC), bien cierto que con algunos
matices por lo que respecta a su alcance y tratamiento procesal (de estas cuestiones ya se
ocupaba la LEC/1881 en los arts. 421 a 424, 427 y 429; cfr.).
En el apartado de novedades, cabe destacar:
1º) La definición de gastos del proceso como "aquellos desembolsos que tengan su origen
directo e inmediato en la existencia de dicho proceso"; género del que las costas
constituyen especie y de las que se ofrece una relación cerrada inspirada en el art. 6 LAJG
(art. 241.1 LEC).
2º) La facultad que tienen los titulares de créditos derivados de actuaciones judiciales para
reclamarlos de la parte que deba satisfacerlos sin esperar a que finalice el proceso y con
total desvinculación del eventual pronunciamiento sobre costas (art. 241.2 LEC).
3º) La necesidad de aportar -junto a la solicitud de tasación de costas- los justificantes
acreditativos de haber satisfecho las cantidades cuyo reembolso se reclama a través de su
inclusión en la tasación (art. 242.2 LEC), punto controvertido al que enseguida nos
referiremos.
4º) El traslado a las partes de la tasación de costas practicada por un plazo común de diez
días (art. 244.1 LEC), en lugar del sucesivo y preordenado de 3 días a que se refería el art.
426 LEC/1881.
5º) La expresa legitimación de la parte favorecida por la condena en costas para poder
impugnar la tasación por el concepto de indebidos por la no inclusión de los gastos
debidamente justificados y reclamados, o de la totalidad del importe las minutas de su
Abogado o profesional no sujeto arancel, y también por no haber incluido correctamente
los derechos de su Procurador (art. 245.3 LEC).
6º) La obligación de que el escrito de impugnación mencione las cuentas o minutas y las
partidas concretas a que se refiera la discrepancia y las razones de ésta, procediéndose a
su inadmisión caso contrario (art. 245.4 LEC).
7º) El establecimiento de un trámite de mantenimiento o modificación de la tasación de
costas a cargo del Secretario Judicial, cuando la misma hubiera sido impugnada por el
concepto de "excesivos" (art. 246.3.I LEC), trámite que no vincula al órgano jurisdiccional
como tampoco lo hace el informe o dictamen emitido por el Colegio al que pertenezca el
profesional minutante, con el agravante de que nada dice la norma acerca del instrumento
o forma de cumplimentar este trámite, si diligencia de ordenación, nueva tasación,
dictamen propiamente dicho, etc., y mucho menos sobre algo que entendemos
trascendente, el traslado a las partes de su contenido.
8º) En los supuestos de estimación total o parcial de la impugnación por el concepto de
"excesivos", se contempla la imposición de las costas del incidente al Abogado o al Perito
cuyos honorarios se hubieran considerado excesivos (art. 246.3.II LEC), con lo que se
llega al absurdo de condenar en costas a alguien que no ha sido parte en el incidente, a no
ser que pretendamos enmendar toda la jurisprudencia sentada sobre la titularidad de la
parte sobre el crédito en costas, que de no los profesionales que le defienden y
representan.
9º) La sustanciación del incidente de impugnación por el concepto de "indebidos" según
los trámites del juicio verbal (art. 246.4 LEC), remisión no exenta de controversia como
veremos. 10º) La tramitación simultánea de incidentes cuando una misma partida resulte
impugnada por "indebida" y "excesiva". En este caso, quedaría en suspenso la resolución
(no la tramitación) por este último concepto hasta tanto se decida si la misma es o no
debida (art. 246.5 LEC).
Aunque la LEC es clara en este punto, a menudo se confunde lo que es la facultad para
solicitar la inclusión de honorarios, derechos y gastos, por los profesionales que tengan
pendiente algún crédito que deba ser incluido en la tasación, una vez firme la resolución en
que se hubiese impuesto la condena en costas (art. 242.3 LEC), con lo que es la
legitimación para solicitarla, que la ley atribuye en exclusiva a la parte favorecida por la
imposición de las costas, precisamente a su contraria (así se deduce explícitamente del
art. 242.1, al final, pero también del art. 242.2, en la medida que sólo puede solicitar el
reembolso de cantidades quien tenga derecho a ser resarcido de las mismas).
Lo anterior se trae a colación por la práctica, cada vez más extendida, de presentar
escritos encabezados por el Procurador de la parte que ha resultado favorecida por la
condena en costas, pero aclarando que se verifica en su propio nombre y derecho (en el
del Procurador presentante), para, acto seguido, realizar dos cosas, una coherente con la
previsión del art. 242.3, que es la de presentar la cuenta de derechos y gastos para su
inclusión en la tasación de costas, en atención a que todavía no le ha sido abonada por su
poderdante (y lo mismo cabría decir, cuando lo que se pretende es la inclusión de la
minuta del Letrado), y otra que no lo es a causa de la aclaración que se realiza al inicio del
escrito; nos referimos a la solicitud de que se practique la tasación de costas para que se
incluya la cuenta de derechos y minuta de honorarios presentadas, trance procesal que
únicamente puede ser solicitado por la parte vencedora en costas, parte a la que
precisamente representa el Procurador, pero de la que se hace expresa exclusión para el
trámite de tasación de costas, con lo que llegamos al absurdo de admitir la cuenta y
minuta, pero diferir la realización de la tasación al momento en que sea solicitada por parte
legitimada.
Los artículos apuntados ofrecen pocas dudas: la solicitud de tasación de costas se vincula
al concepto y cualidad de parte ("antes de que la contraria solicite dicha tasación" o "la
parte que pida la tasación", ex art. 242.1 y 2), reservándose a los profesionales
intervinientes en el proceso la mera facultad de presentar las minutas y cuentas para su
inclusión en la tasación de costas, una vez firme la sentencia o auto en que se hubiese
impuesto la condena ("podrán presentar", ex art. 242.3).
¿Qué ocurre si no se acuerda la práctica de la tasación porque no se solicita por la parte?,
¿Acaso queda perjudicado el derecho de crédito del profesional? Por supuesto que no, ya
que en todo caso va a poder reclamar de su cliente moroso lo devengado y debido en
virtud del vinculo obligacional existente entre ambos (contrato de mandato o arrendamiento
de servicios, en función de si se trata de Procurador o Abogado), con la única prevención
del plazo de prescripción, que será el de tres años (art. 1967.1ª CC).
D) Resolución que pone fin a la impugnación por conceptos indebidos y recursos contra la
misma
Referir cuál es la resolución que debe poner fin a la impugnación de la tasación de costas
por el concepto de "indebidos" puede parecer cuestión extremadamente obvia y desde
luego nada controvertida, sobre todo si reparamos en la existencia de un buen número de
resoluciones de las Audiencias Provinciales que vienen a resolver los recursos de
apelación interpuestos contra las sentencias dictadas por los Juzgados de Primera
Instancia en incidentes de tasación de costas por el concepto de "indebidos". Y si a lo
anterior le añadimos una interpretación apresurada del art. 246.4 LEC, marcada por la
regulación pretérita sobre la materia, la conclusión no puede ser otra que la artificiosidad
de la cuestión que planteamos: el incidente de impugnación de la tasación de costas por
partidas indebidas se resuelve por sentencia, y contra la misma cabe interponer recurso de
apelación. Sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen, y no es esta la
interpretación que entendemos más exacta por lo que respecta a la remisión que realiza el
art. 246.4 LEC.
No obstante, antes de abordar una interpretación rigurosa de la norma de presente se
hace necesario recordar cuál era la situación con la ley anterior, ya que su lectura nos dará
la clave para deslindar una previsión que sí realizaba una remisión normativa precisa y
clara -como sin duda lo era el art. 429 LEC/1881-, de otra -como el art. 246.4 LEC- que
deja en la ambigüedad punto tan trascendente como el de la resolución que cabe dictar
para resolver la impugnación por "indebidos", aspecto que a su vez condiciona el de la
recurribilidad de la resolución en cuestión.
Establecía el art. 429 LEC/1881 que, cuando fuese impugnada la tasación por el concepto
de indebidos, "se sustanciará y decidirá esta reclamación por los trámites y con los
recursos establecidos para los incidentes". Así las cosas, ningún obstáculo se seguía para
entender que la remisión no se detenía en el cauce procesal que cabía reportar a la
tramitación del incidente, sino que, por el contrario, se extendía tanto a la decisión como a
los recursos; por lo que resultaba plenamente aplicable la previsión contenida en el art.
758 LEC/1881 (en sede de incidentes), que disponía que celebrada la vista o transcurrido
el plazo para solicitarla, sin haberlo hecho, "el Juez dictará sentencia dentro del quinto día.
Esta sentencia será apelable en un solo efecto". La norma en cuestión no podía ser más
clara. Pero esta claridad no se encuentra presente en el art. 246.4 LEC, al establecer que
cuando sea impugnada la tasación por haberse incluido en ella partidas de derechos u
honorarios indebidas, o por no haberse incluido en aquella gastos debidamente justificados
y reclamados "se convocará a las partes a una vista continuando la tramitación del
incidente con arreglo a lo dispuesto para el juicio verbal".
Dos son los hitos procedimentales a los que alude el precepto. El primero, la convocatoria
de las partes a una vista. El segundo, la prosecución de la tramitación del incidente
conforme a las normas del juicio verbal. Por lo que aquí interesa, conviene detenerse en la
segunda de las precisiones. En principio podría parecer superflua la precisión de que la
tramitación del incidente habrá de continuar conforme a lo dispuesto para el juicio verbal,
dado que el propio inciso aclara que se convocará a las partes en el incidente a una vista,
de forma análoga a lo que dispone el art. 440.1 LEC para el propio juicio verbal, pero la
precisión es del todo necesaria, dado que una cosa es la convocatoria a la vista, y otra
distinta la normativa que regula el desarrollo de dicho acto, de forma que la remisión
deviene imprescindible y, básicamente, alcanzaría al contenido de los arts. 442, 443 y 445
LEC, aunque, por el lugar en que nos detenemos, no creemos que la impugnación deba
resolverse por sentencia. A esta cuestión se refiere el art. 446 LEC, precepto que, a
nuestro juicio, no resulta aplicable por las siguientes razones:
1ª) Por que, a diferencia de lo que acontecía con la legislación pretérita, la remisión no se
extiende a la decisión de la reclamación por indebidos (aspecto éste que expresamente se
recogía en el art. 429 LEC/1881, junto con la mención a los recursos).
2ª) Por que el propio art. 246.4 LEC, en el inciso trascrito, nos recuerda la naturaleza de la
reclamación en cuestión, naturaleza que no es otra que la de un incidente. Y tanto por
aplicación de las normas generales relativas a la utilización de las distintas resoluciones
judiciales, como por las particulares propias de los incidentes, la conclusión es la misma: la
resolución debe revestir la forma de auto y no de sentencia.
En efecto, conforme al art. 206.2, regla 2ª LEC, "se dictarán autos cuando se decidan...,
cualesquiera cuestiones incidentales, tengan o no señalada en esta ley tramitación
especial", y a la misma conclusión cabría llegar por la vía del apartado núm. 3 del artículo
citado, para aquellos que consideran esta actuación como propia del proceso de ejecución,
y también por exclusión del art. 206.2, regla 3ª LEC, que recoge los casos en los que debe
dictarse sentencia, entre los que no se encuentra la resolución de incidentes.
Ya en sede de cuestiones incidentales, el art. 393.3 y 4 LEC dispone la convocatoria de las
partes a una comparecencia, que se celebrará conforme a lo dispuesto para las vistas de
los juicios verbales, tras cuya celebración (con formulación de alegaciones y práctica de
prueba, en su caso), si la cuestión fuere de previo pronunciamiento, habrá de dictarse auto
en el plazo de diez días. La ley únicamente autoriza la resolución de la cuestión incidental
por sentencia cuando esta fuere de especial pronunciamiento (art. 389 LEC), en cuyo
caso, "será resuelta, con la debida separación, en la sentencia definitiva" (art. 393.4 LEC),
lo que no acontece en el caso examinado.
De ninguna forma autoriza la ley que se dicte sentencia para resolver la impugnación de la
tasación de costas por indebidos. La resolución adecuada es aquella que reviste la forma
de auto. Es partir de aquí desde donde debe cuestionarse la impugnabilidad de la citada
resolución, o lo que es lo mismo, ¿qué recursos pueden interponerse contra este auto? En
principio, dos son las posibilidades: el recurso de reposición y el recurso de apelación. Que
nos decantemos por uno u otro va a depender del carácter definitivo o no que
reconozcamos al auto que pone fin al incidente que nos ocupa, y ello en la medida que el
art. 451 LEC dispone la recurribilidad mediante reposición de los autos "no definitivos",
mientras que el art. 455.1 LEC posibilita la apelación de los autos "definitivos y aquellos
otros que la ley expresamente señale". Con todo, la alternativa entre uno y otro recurso
sólo va a centrarse en el apuntado carácter del auto en cuestión (definitivo o no), habida
cuenta que, en este punto, la ley (art. 246.4 LEC) no señala expresamente que el auto sea
apelable.
¿Es o no definitivo el auto que resuelve la impugnación por indebidos? La solución nos la
ofrece el art. 207.1 LEC, al disponer: "son resoluciones definitivas las que ponen fin a la
primera instancia y las que decidan los recursos interpuestos frente a ellas". Pues bien, el
auto a que nos referimos ni pone fin a la primera instancia ni resuelve recurso alguno
interpuesto, precisamente, contra resolución que ponga fin a la primera instancia, de lo que
se sigue su consideración de resolución no definitiva y, consecuentemente, su aptitud para
ser recurrido en reposición, a tenor de lo que indica el art. 451 LEC, pero no a través del
recurso de apelación, dado que ni es auto definitivo, ni la ley señala expresamente esta
posibilidad, ex art. 455.1 LEC.
Hasta aquí la interpretación que entendemos más correcta, avanzada en parte en nuestra
intervención sobre Costas, en la 2ª edición del Curso sobre la nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil (Valencia, Bancaixa, mayo de 2001).
Pero, ¿qué opinan los Juzgados y Audiencias Provinciales?, y más concretamente,
¿cuáles son las soluciones que ofrece la Audiencia de Valencia frente a esta disyuntiva, si
es que ha sido planteada? Bien, con carácter general y como aclaramos al principio de
este epígrafe, diríase que nada ha cambiado en nuestra normativa procesal civil, dado que
se mantiene el mismo estado de cosas que con la antigua ley: se siguen dictando
sentencias que resuelven recursos de apelación frente a sentencias de Juzgados de
Primera Instancia decidiendo impugnaciones de tasaciones de costas por conceptos o
partidas indebidas. Sin embargo, esta solución ya no es monolítica.
En efecto, el Auto de 1 de octubre de 2001, de la Sección 7ª de la Audiencia Provincial de
Valencia avanzó una línea interpretativa divergente con la siguiente argumentación:
"sustanciada la impugnación de la tasación de costas por los trámites de la nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil artículos 246-4º, la resolución que pone fin a la misma no es
susceptible de apelación por cuanto la misma no prevé dicha posibilidad no estando
comprendida en las resoluciones recurribles en apelación establecidas con carácter
general en el artículo 455-2ª (sic), al no existir previsión expresa de recurso ante la
resolución que pone fin a la impugnación"; motivo por el que procedía declarar la
inadmisibilidad del recurso de apelación interpuesto contra dicha resolución. Pero una
cosa es el sentido de la decisión, claro por lo demás, y otra la exhaustividad en la
argumentación, máxime si reparamos en el giro copernicano que venía a comportar una
solución tal. Quizá por ello, posteriores resoluciones de la misma Sección 7ª han venido a
desarrollar su argumentación inicial, resoluciones entre las que cabe citar el reciente Auto
de 5 de diciembre de 2001, en el que se realiza un prolijo examen de la cuestión.
En primer lugar, se detiene el Auto citado en la regulación de las cuestiones incidentales
en la nueva LEC, distinguiendo dos grupos en orden a su tramitación. El primero,
comprensivo de las cuestiones de especial pronunciamiento y de las necesitadas de previo
pronunciamiento, que habrán de sustanciarse conforme a lo previsto en los arts. 392 y 393
LEC. El segundo, a tenor de lo dispuesto en el art. 388 LEC, comprendería a todo tipo de
cuestión incidental que no tenga señalada en la Ley Procesal Civil otra tramitación. Con lo
que todavía quedaría un tercer grupo, que comprendería a las cuestiones incidentales con
norma específica sobre su tramitación, grupo al que pertenecería, por tanto, el incidente
que nos ocupa, en la medida que para el mismo dispone la Ley una tramitación específica.
Así las cosas, "la primera conclusión a la que se llega es que el incidente de impugnación
de la tasación de costas por el concepto de indebidos no se tramita conforme a las normas
generales de los incidentes, sino por las específicas contenidas en el artículo 246-4º de la
L.E.C.".
Establecido lo anterior, se plantea el Auto que comentamos, "si la remisión a los trámites
del juicio verbal determina que el incidente deba concluir por sentencia o, por el contrario,
por auto", punto en el que se trae a colación la previsión contenida en el art. 206.2.2ª LEC
para llegar a la misma conclusión de que se dictarán autos "cuando se decida sobre
cualesquiera cuestión incidental, tengan o no señalada en esta ley tramitación especial",
citándose igualmente la norma de la regla 3ª del precepto citado, para el supuesto de que
se entendiera que el incidente lo es en un proceso de ejecución y no de declaración. Por lo
tanto -concluye el auto- "la resolución que pone fin al incidente es un auto y no una
sentencia".
Y desde esta perspectiva es desde la que se aborda la segunda cuestión: "si contra dicha
resolución es posible preparar e interponer recurso de apelación"; respuesta que, de forma
análoga a lo que argumentamos, se condiciona al carácter de definitivo o no del auto en
cuestión, y para ello se citan los arts. 455.1 y 207.1 LEC -no así el art. 451 LEC
(examinado supra), dado que la resolución que comentamos no se ocupa de discernir qué
recurso es el posible; únicamente si es admisible el recurso de apelación-, para llegar a la
conclusión de que no tiene naturaleza de resolución definitiva en la medida que no se
encuentra en las indicaciones del art. 207.1 LEC, por lo que no es posible la interposición
de recurso de apelación.
Se repara también en la previsión contenida en el art. 562.1.2º LEC, llegando a idéntica
conclusión de que no cabe recurso de apelación en la medida en que nada se indica
expresamente. A nuestro juicio, este precepto únicamente sería aplicable al supuesto de
que la impugnación se refiriese a costas de ejecución, ello por entender que la
determinación de las costas es un acto "ex ante" ejecución (argumento, ex art. 572.1 LEC).
Por último, señala el Auto de 5-12-01 de la Sección 7ª, que la conclusión a la que se llega
es similar a la prevista en otro incidente de similar naturaleza, como el previsto en el art. 35
LEC, que regula la reclamación de honorarios de los Abogados frente a la parte a la que
defienden, y que, en lo que aquí interesa, remite a lo dispuesto a los párrafos 2º y 3º del
art. 34.2 LEC, esto es, resolución del incidente de oposición por medio de auto "que no
será susceptible de recurso".
Se quiera o no, el incidente de impugnación de la tasación de costas por el concepto de
indebidos debe resolverse por medio de auto contra el que no cabe recurso de apelación
(pero si de reposición, argumento ex art. 451 LEC), habida cuenta su carácter "no
definitivo". Esta es la única conclusión posible a no ser que violentemos toda una serie de
preceptos legales, como los que hemos tenido ocasión de citar tanto por nuestra parte,
como en la exhaustiva argumentación del Auto de 5-12-01, cuyo exacto contenido puede
consultarse en el apartado de jurisprudencia civil de esta misma Revista.
La última de las cuestiones a tratar es la relativa al título para la ejecución de las costas, y
nuevamente podría concluirse en la artificiosidad de este pretendido problema, ya que el
órgano jurisdiccional competente para la ejecución no es otro que el que conoció del
asunto en primera instancia (art. 545.1 LEC), de forma que si fue éste el que condenó en
costas, pocos problemas se podrán plantear en la medida que la sentencia firme de
condena es el primero de los títulos que se relacionan en el art. 517.2.1º LEC, y lo mismo
cabría decir de resolución distinta a sentencia por vía del art. 517.2.9º LEC.
Obviamente, la cuestión no parece tan simple, como viene a demostrarlo la circunstancia
de las más variadas exigencias y respuestas judiciales en este punto, no exentas de
contradicción. Desde órganos que exigen como único título la resolución que contiene el
pronunciamiento firme de condena en costas (título ejecutivo, ex art. 517.2.1º y 9º LEC,
según se trate de sentencia firme de condena o resolución judicial distinta que lleve
aparejada ejecución), hasta los que reconocen esta cualidad tan solo al auto que aprueba
la tasación de costas (título ejecutivo, ex art. 517.2.9º, en relación con el art. 242.1, ambos
LEC) -no obstante olvidar que la actual LEC no contempla el trámite de aprobación de la
tasación de costas en los casos en los que no media impugnación, que son mayoría-,
pasando por los que exigen ambas resoluciones (la resolución que contenga el
pronunciamiento firme de condena en costas más el auto aprobatorio de la tasación, o
expresión de que no se ha formulado impugnación contra la misma una vez transcurrido el
plazo de diez días a que se refiere el art. 244.1 LEC. Es ésta última solución la que
entendemos más acertada si observamos la naturaleza dineraria de la ejecución por
costas, por lo que únicamente a través del trámite de la tasación costas puede llegarse a la
cantidad líquida que exige el art. 572.1 LEC para el despacho de ejecución. No bastará
pues con un título que condena, pero que no determina cuál es la cuantía a la que
condena y por la que debe ejecutarse.
Y todavía se complica más la cosa por la dicción del art. 242.1 LEC: "..., se procederá a la
exacción de las mismas por el procedimiento de apremio, previa su tasación", precepto
heredero del art. 421 LEC/1881, pero que hoy debe ser tamizado por el filtro del proceso
de ejecución, en el sentido de que no bastará para la ejecución por este concepto con que
la parte favorecida por dicho pronunciamiento solicite la tasación de costas, sino que, una
vez aprobadas, deberá solicitar su ejecución conforme a las reglas generales y particulares
de la misma.
Por supuesto que no hará falta aportar título ejecutivo alguno cuando los mismos hayan
sido dictados por el tribunal competente para conocer de la ejecución a tenor de lo que
dispone el art. 549.2 LEC. Sin embargo, sí que devendrá necesario en todos aquellos
supuestos en los que la condena y la tasación vengan impuestas y practicadas por tribunal
distinto (por ejemplo, condena en las costas de la apelación). En este punto adquiere
especial importancia la omisión normativa por lo que respecta a la aprobación de la
tasación de costas no mediando impugnación, supuesto del que nada dice la LEC, ni en el
lugar en que debía hacerlo (al regular la tasación de costas), ni tampoco en el art. 206
(relativo a las distintas clases de resoluciones judiciales, y los casos en que deben dictarse
unas y otras).
Desde la postura que estimamos más razonable -la necesidad no sólo de la resolución que
contenga el pronunciamiento firme de condena en costas, sino también de aquella que
determina la cantidad exacta en que las mismas han quedado aprobadas-, ésta
circunstancia de ausencia de previsión legal para dictar auto aprobatorio no mediando
impugnación ha venido a complicar las cosas, especialmente cuando se solicita la
ejecución ante órgano competente, pero distinto del que condena y tasa las costas, hasta
el punto de que conocemos prácticas que vienen a exigir un testimonio comprensivo de la
tasación de costas practicada y las actuaciones posteriores (traslado a las partes y
transcurso del plazo de diez días sin impugnación). Demasiadas complicaciones para algo
que puede resolverse dictando una resolución tradicional en la práctica, y desde luego no
prohibida. Esta es la solución que propugnamos.
| 02.06.2017
I. Tres interminables polémicas en las costas del proceso ejecución
Dice el art.394.3 LEC -EDL 2000/77463- que cuando se impusieren las costas al
litigante vencido, éste sólo estará obligado a pagar, de la parte que corresponda
a los abogados y demás profesionales que no estén sujetos a tarifa o arancel, una
cantidad total que no exceda de la tercera parte de la cuantía del proceso, por
cada uno de los litigantes que hubieren obtenido tal pronunciamiento; límite
que no se aplicará cuando el tribunal declarase la temeridad del litigante
condenado en costas.
Una segunda postura parte del hecho que la ley no establece una regulación
específica para las costas en el proceso de ejecución (art. 539.2 LEC -EDL
2000/77463-). Falta de regulación que nos abocaría a la aplicación analógica del
art. 394.3 LEC o, a una aplicación extensiva que estaría en el ánimo del
legislador, pues si la razón de ser de la limitación se encuentra en evitar que la
condena en costas pueda servir de base para cometer abusos al facturar el
importe de los trabajos profesionales, en mayor medida quedaría justificada en
la ejecución, en la que el despliegue de la actividad profesional del letrado
normalmente es menos dificultosa. Pero es que los arts. 561.1 y 575 LEC nos
darían soporte normativo para esa aplicación analógica: el primero establece
que el auto que desestime la oposición (por motivos de fondo) condenará en las
costas de ésta al ejecutado conforme a lo dispuesto en el art. 394 LEC, por lo que
hace una remisión en bloque a la normativa que para las costas se establece en
la fase declarativa; el segundo, el art. 575 LEC, fija otro límite en el despacho de
la ejecución para la cantidad prevista para intereses y costas, que no podrá
superar el 30% de la que se reclame en la demanda ejecutiva(3).
Sentado lo anterior es innegable que el art. 394 LEC contiene los principios y
reglas generales sobre la condena en costas y en aquellos aspectos de su
normativa no recogidos en ningún precepto especial y que carezcan de
regulación específica, como sería el caso del límite cuantitativo del apartado
tercero, que no se contempla ni se contradice de ningún modo en el art. 539.2
LEC, tendrán plena vigencia y aplicación en toda clase de procesos y en
particular en los de ejecución(4).
Además, el espíritu y finalidad que informa la limitación del art. 394.3 LEC,
tiene el mismo sentido y obedece a igual necesidad en los procesos declarativos
que en los de ejecución, por lo que su aplicación a éstos se encontraría
justificada. Siendo así que la interpretación contraria conduciría de hecho a
imponer una sanción, encubierta y carente de respaldo legal, al ejecutado,
obligado a pagar la totalidad de las costas en una cuantía que, podría superar el
importe de las costas del proceso principal(5).
Más recientemente la AP Málaga, 4/13, sec 4ª, 14-1-13, (ROJ: SAP MA 6/2013) -
EDJ 2013/76836- sostuvo que el límite cuantitativo del art. 394.3 LEC –EDL
2000/77463- no se contradice en el art. 539.2 LEC y que en atención a su
espíritu y finalidad, encontraría totalmente justificada su aplicación en sede de
ejecución. En definitiva, el límite del art. 394.3 LEC completaría el art. 539
LEC(6).
En sentido contrario al que se expone, esto es, a que los autos y los decretos
aprobatorios de las tasaciones siempre generarían nuevas costas, sólo
encontramos interpretaciones literales del art. 517 LEC –EDL 2000/77463- de
las que no se puede extraer ninguna conclusión: habrá ejecución, porque habría
un auto y despachada, habrá costas(10). Y evidentemente, la introducción del
decreto en el art. 244 LEC y la modificación del número 9 del apartado 2 del art.
517 LEC por la L 37/2011 -EDL 2011/222122-, que concedió fuerza ejecutiva a
las demás resoluciones procesales abundó en la interpretación literal de la
norma.
Y por ello leemos en el TS, Sala 1ª, auto 7-9-10 (ROJ: ATS 9905/2010) -EDJ
2010/188470- y en doctrina que es vigente en la actualidad: «La práctica de la
tasación de costas por el Secretario Judicial no es un acto de ejecución forzosa
contra el condenado que incumple, sino una liquidación conforme a la ley del
quantum del importe que en concepto de costas puede repercutirse sobre la
parte condenada el pago. Cuantificación que la ley ordena al Secretario Judicial
y sin la que no existe una obligación dineraria susceptible de pago o
cumplimiento por parte del vencido en juicio. En definitiva, practicar la tasación
de costas no es susceptible de cumplimiento voluntario y por tanto tampoco de
ejecución forzosa, que requiera demanda ejecutiva».
Resumiendo los términos de este debate la AP Barcelona, sec 13ª, auto 15-11-05
(ROJ: AAP B 4777/2005) -EDJ 2005/252875- explica con mucha claridad la
razón por las que el proceso monitorio no genera costas cuando se transforma
en un proceso declarativo o termina por pago. El monitorio se configura como
un proceso especial, plenario y rápido, con ausencia total de formalismos en su
petición inicial cuya «tramitación» es radicalmente diferente en función de la
actuación del deudor ante el requerimiento, y así:
Sobre el primer asunto es indudable que solo habría costas siempre que la
cantidad por la que se despachare ejecución fuera superior a 2.000 euros (ex.
art. 539.2 LEC–EDL 2000/77463-)(15), pero ¿qué conceptos incluiría dicho
importe? Aquí volvemos a encontrarnos con posturas enfrentadas. Mientras la
AP Barcelona 336/12, sec 16ª, 9-5-12 (ROJ: SAP B 4540/2012) -EDJ
2012/122346- sostiene el criterio de que deberá estarse a la suma total por la
que se despachó ejecución (siguiendo la literalidad de los arts. 539.1, 816.2 y
575.1 LEC), la AP Barcelona, sec 19ª, auto 18-5-05 (ROJ: AAP B 2793/2005) -
EDJ 2005/100785- sólo tiene en cuenta el montante de la deuda reclamada.
Y ¿entonces qué sentido tiene el dictado del Decreto del art. 816.1 LEC –EDL
2000/77463- y su relación con el art. 21 LPH –EDL 1960/55-? Como en tantas
otras ocasiones la solución vuelve a pasar por la lógica. La finalidad de estas
resoluciones que, recuérdese se impusieron desde la práctica, es la de evitar
ejecuciones por deudas que se han satisfecho con posterioridad a su dictado, lo
que es muy frecuente en esta clase de reclamaciones y, por lo mismo el precepto
habla de «solicitud», no de «demanda» en el caso de incomparecencia del
requerido y, tampoco se aplica el plazo de espera del art. 548 LEC.
NOTAS:
1.-Consúltese AP Ciudad Real, sec 1ª, auto 6-6-07 (ROJ: AAP CR 408/2007) –
EDJ 2007/154540-. Ese argumento, que responde a una exégesis literal de los
art.394.3 y 539.2 LEC –EDL 2000/77463-, se repite en todas las resoluciones
que defienden la inaplicación del límite y así tenemos, entre otras, la AP León,
sec 2ª, 11-7-08 (ROJ: SAP LE 836/2008) –EDJ 2008/19179- y el AP
Guadalajara, sec 1ª, auto 6-2-08 (ROJ: AAP GU 18/2008) –EDJ 2008/100234-.
4.-AP La Coruña, sec 5ª, auto 27-11-07 (ROJ: AAP C 252/2007) –EDJ
2007/347345-.
5.-Vid. el AP Madrid, sec 12ª, auto 29-7-09 (ROJ: AAP M 12214/2009) –EDJ
2009/261990-. La limitación tiene su razón de ser en la intención por parte del
legislador de evitar que el coste del procedimiento declarativo resulte
excesivamente gravoso. Empero entendidos como todos aquellos
procedimientos en los que el juez resuelve la controversia suscitada entre las
partes sobre la base de lo alegado y probado en el procedimiento de que se trate,
también podrán darse en la fase de ejecución. Y precisamente porque dentro del
proceso de ejecución podrán existir procedimientos de carácter declarativo en el
sentido indicado es por lo que el art.539.2 LEC -EDL 2000/77463- se refiere a
las costas derivadas de las actuaciones del proceso de ejecución para las que la
Ley prevea un expreso pronunciamiento en costas, como serían las costas de la
oposición a la ejecución (art.559 y 561 LEC).
6.-AP Valladolid, sec 1ª, auto 13-2-09 (ROJ: AAP VA 13/2009) -EDJ
2009/49116-.
9.-AP Las Palmas de Gran Canaria, sec 4ª, auto 24-4-08 (ROJ: AAP CG
575/2008) -EDJ 2008/86849- y AP Las Palmas de Gran Canaria, sec 5ª, auto
22-9-11 (ROJ: AAP CG 1404/2011) –EDJ 2011/245726-.
10.-AP Barcelona, sec 16ª, auto 29-4-08 (ROJ: AAP B 2169/2008 -EDJ
2008/75618-) y AP Barcelona, sec 13ª, auto 5-12-07 (ROJ: AAP B 8327/2007) –
EDJ 2007/302028-.
11.-Ilustro el debate con un ejemplo que nos advierte del motivo del discurso: el
juicio cambiario que siga en un proceso de ejecución puede originar otros dos
títulos ejecutivos -las resoluciones que aprueben los intereses y las costas- y dos
nuevas ejecuciones separadas, y a su vez, éstas dos ejecuciones pueden causar
nuevas ejecuciones forzosas según las costas que se vayan postulando en cada
uno de los procesos. Esa «ejecución sin fin» que denuncia Martín Contreras
encuentra acomodo sin dificultad en la Ley de Enjuiciamiento Civil (Martín
Contreras, Luis y VV.AA., «Las costas procesales y la ejecución forzosa» en La
Ejecución Civil, Estudios de Derecho Judicial, núm. 53/2004, CGPJ).
12.-AP Albacete, sec 1ª, auto 22-5-08 (ROJ: AAP AB 20/2008) -EDJ
2008/166888-. El proceso analizado se inició como monitorio y por la oposición
del deudor, se «transformó» en juicio verbal. No era necesaria la intervención
de letrado, ni la representación por procurador en el monitorio, pero sí lo eran
ambas para el juicio verbal, dada su cuantía. Antes de la fecha señalada para la
vista, el demandante y el demandado se personaron en las actuaciones
valiéndose de abogado y procurador, pero el demandado se allanó siendo
condenado al pago de las costas. La Audiencia revocó la condena porque fue la
personación la única actuación del letrado.
14.-AP Las Palmas de Gran Canaria, 139/12, sec 4ª, 29-3-12 (ROJ: SAP GC
1127/2012) –EDJ 2012/189640-.
15.-Achón Bruñen precisa con acierto que el hecho de que la cantidad por la que
se despache ejecución no exceda de 2000 euros no supone que no haya costas
en la ejecución, pues aunque no sería necesario Abogado ni Procurador, éstas
podrían provenir de la intervención de un perito tasador o de los gastos
registrales de anotaciones preventivas de embargo. (Achón Bruñen, María José,
«Intervención de abogado y procurador en el juicio monitorio, supuestos
conflictivos y nuevos problemas suscitados por la Ley de reforma 42/2015, de 5
de octubre –EDL 2015/169101- », Práctica de Tribunales, Nº 119, Marzo-Abril
2016, Editorial La Ley 820/2016).
19.-AP Jaén, 89/11, sec 1ª, 14-4-11 (La Ley 309077/2011) –EDJ 2011/377111-.
20.-Consúltese la AP León, sec 2ª, auto 25-3-10 (ROJ: AAP LE 185/2010) –EDJ
2010/64925-.
21.-Leemos en la AP Cádiz, 25/12, sec 2ª, 24-1-12 (ROJ: SAP CA 84/2012) -EDJ
2012/20919- que el problema que se suscita es si el régimen especial y
privilegiado que tienen las Comunidades de Propietarios cuando se utiliza la vía
del monitorio en materia de costas se aplicaría también cuando se optara por
acudir a la vía declarativa directamente. Pues bien, parece claro que la norma
especial solo será de aplicación a los supuestos expresamente afectos a ella, de
tal suerte que fuera de ellos habría que estar a las reglas generales en materia de
costas. Siendo preceptiva la intervención de Abogado y Procurador en función
de la cuantía reclamada, solo si se obtuviera una sentencia favorable a las
pretensiones de la Comunidad de Propietarios y aquella fuera superior al
referido límite, cabría incluir el coste de la intervención de los profesionales en
la correspondiente tasación.
23.-AP Alicante, 55/14, sec 5ª, auto 9-4-14 (ROJ: AAP A 92/2014) -EDJ
2014/295956-.
I. Introducción
Hace algo más de diez años que entró en vigor la nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil -EDL 2000/77463- que ha supuesto, con los marices y objeciones que se
quieran, una innegable racionalización del sistema procesal civil español. Se
trata de un texto corto y sencillo, en comparación con la norma derogada de
1881 -EDL 1881/1-, cuya disposición y estructura permite una aplicación lógica
y coherente. No obstante, la experiencia acumulada durante este tiempo ha
revelado inconvenientes y disfunciones no previsibles en el momento de su
promulgación en 2000 pero que hoy ha fructificado en una primera gran
actualización por Ley 13/2009, de 3 noviembre, de Reforma de la Legislación
Procesal para la Implantación de la Nueva Oficina Judicial -EDL 2009/238889-
, entre cuyas modificaciones se incluye alguna con cierta incidencia en la
cuestión que pretendo tratar. Todo ello seguido de una Ley 37/2011 de medidas
de agilización procesal -EDL 2011/222122- que ha introducido también
importantes modificaciones en la fase de la ejecución civil.
Una aplicación de la oficina judicial, que, por cierto, ya se está llevando a cabo
en muchos partidos judiciales bajo un profundo cambio estructural y
organizativo de la sistemática de trabajo de los órganos judiciales bajo la idea de
hacerlo bajo servicios comunes en lugar de llevar a cabo las mismas actuaciones
juzgado por juzgado, lo que en la materia que aquí analizamos de ejecución se
pone en marcha organizando servicios comunes procesales de ejecución que son
más eficaces que dotar de más medios, uno por uno, a cada órgano judicial.
Además, tradicionalmente las medidas de refuerzo solo se adoptaban en
partidos judiciales referentes en cada provincia olvidando a los partidos
judiciales servidos por los denominados juzgados mixtos, lo que convertía a
estos en una especie de "cenicienta" dentro de la justicia. En la actualidad, pues,
vemos un panorama que se asienta sobre la idea de que esta fase de la ejecución
procesal civil se lleve a cabo y tramite en unos servicios especializados que den
un tratamiento unitario y uniforme a toda la ejecución que se debe afrontar en
cada partido judicial.
Pues bien, como toda reforma, ésta es fruto de una continua labor de revisión
que debe perseguir dos metas fundamentales: la previsibilidad y la seguridad en
la aplicación de la norma jurídica.
Creo que estas dos notas vienen particularmente al caso en materia de ejecución
forzosa, objeto de estas reflexiones, en cuanto fase del procedimiento civil con
mayores repercusiones sobre el patrimonio de los particulares; se debe exigir,
por tanto, un esfuerzo suplementario de orden, claridad y rigor en la
satisfacción de créditos documentados en títulos que llevan aparejada fuerza
ejecutiva precisamente porque sobre el fondo del crédito mismo no cabe ya
discusión alguna. Y si bien así sucede en líneas generales, la redacción de
determinados preceptos sobre la materia genera en ocasiones cierta confusión e
incluso la indefensión del ejecutado a quien, entiendo, en justa reciprocidad a la
imposibilidad en que se halla de discutir el crédito que se le reclama salvo por
las estrictas causas que contempla la Ley (concretamente, cuando se trata de
títulos extrajudiciales que no van precedidos de proceso declarativo
contradictorio), debe quedarle rigurosamente garantizado el derecho a no ser
ejecutado más que por las cantidades que estrictamente se desprendan del título
ejecutivo.
« [...] En efecto, la práctica forense que, tras la sentencia, permitía una especie
de peculiar incidente tendente a concretar los intereses devengados, incidente
que tampoco estaba previsto en la Ley anterior aunque explicable al no
requerirse en rigor la demanda ejecutiva para iniciar el proceso de ejecución, es
con la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil -EDL 2000/77463- absolutamente
rechazable. En ella se considera líquida la cantidad que aunque no se concrete
resulte de una simple operación aritmética realizada a partir de las bases
establecidas en la sentencia (artículo 219.1), o más ampliamente del título
ejecutivo (artículos 572 y 575) y como tal esa cantidad puede ser reclamada, sin
más que la realización de esa operación y especificación de las bases que se han
tenido en cuenta, en la demanda ejecutiva (artículos 571, 572 y 575). El deudor
que considere mal realizada la liquidación, una vez despachada ejecución, puede
oponerse mediante la pluspetición (artículo 575.2 y 558). Por ello, no hay
ningún procedimiento específico de liquidación, siendo particularmente
rechazable el que la Ley de Enjuiciamiento Civil prevé, para otros supuestos, en
los artículos 712 y siguientes, ya que el único cauce es, insistimos, la liquidación
en la demanda ejecutiva, con eventual oposición por pluspetición y resolución,
en el seno del proceso ejecutivo, de esa oposición [...] Por ello, las actuaciones
llevadas a cabo en este proceso declarativo tras la sentencia firme, son
superfluas y contrarias a la propia ordenación procesal, en cuanto dictada la
sentencia firme de condena, ninguna otra actividad puede realizarse que no sea
la pura y estrictamente ejecutiva, a salvo de la tasación de costas y de los
recursos de aclaración y de completación que prevé la LECiv (artículos 214 y
215) y que desde luego no son atinentes al caso que ahora nos ocupa. Sólo
respetando el cauce legalmente establecido se evita la duplicidad de actuaciones
que aquí, sin razón alguna, como no sea el seguimiento de una práctica forense
desterrada ya por la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, se ha producido [...]. »
Entiendo que no es así y que tal conclusión parte de una interpretación sesgada
de la norma, contradictoria con otros preceptos de la Ley, y hace sencillamente
inaplicables otros tantos concebidos con el fin de determinar la cantidad por la
que haya de despacharse ejecución en matera de intereses vencidos, tanto
ordinarios como moratorios, y cuya aplicación tras la reciente reforma entiendo
que está aún más fuera de duda (vid. nuevo texto del art. 715 LEC -EDL
2000/77463-, que identifica su ámbito natural de aplicación con los procesos en
que se haya dictado orden general de ejecución). En todo caso, sugiero una
primera objeción: es cierto que el título ejecutivo aparece revestido de unas
formalidades que conceden al acreedor la seguridad de que su crédito no es
susceptible de discusión: pero ello será así en la medida en que el crédito sea
cierto, o lo que es lo mismo, siempre que sus contornos se desprendan
indubitadamente de la simple lectura del título. Precisamente por ello la
primera actuación del Juzgado al incoar el procedimiento de ejecución es, sin
mayor trámite, el despacho, con requerimiento de pago o embargo de bienes
caso de que tal requerimiento no sea necesario. Sin embargo, por las mismas
razones formales que aconsejan conceder esa fuerza ejecutiva al crédito
especialmente documentado, no puede reconocerse tal efecto al crédito
accesorio, surgido de la obligación de abonar intereses por la cantidad debida,
cuya determinación no aparece revestida de aquellas formalidades sino que
nace de la declaración unilateral del acreedor: la suma así obtenida ni ha sido
fijada judicialmente ni aparece reflejada en documento cuya confección se haya
ajustado a las prescripciones de la Ley. En este caso, por tanto, se impone una
declaración judicial, accesoria o incidental si se quiere, pero en todo caso
respetuosa del derecho del deudor a intervenir, como pudo hacerlo en el proceso
declarativo previo o en la creación del título extrajudicial. Y sin que resulte
argumento suficiente, a mi entender, que este derecho quede preservado
mediante una eventual oposición por pluspetición pues ésta tendría lugar
siempre tras el despacho y embargo de bienes: insisto, el privilegio que para el
acreedor supone obtener medidas ejecutivas sobre el patrimonio del deudor
puede desplegar su eficacia sólo y exclusivamente respecto de cantidades
líquidas en el sentido de los arts. 520, 571 y 572,1 LEC, como ahora se verá, pero
nunca antes. El orden a seguir, en consecuencia, debería ser inverso: primero se
liquida (el principal ya aparece liquidado en el título) y luego se despacha
ejecución por esa cantidad líquida. En mi opinión, dejar al albur de una eventual
oposición por pluspetición la ejecución de un título ejecutivo más allá de sus
estrictos límites relaja indebidamente la forma, por ello se presta a abusos
contra el ejecutado y, por lo demás, es contrario al papel que la Ley reserva al
Juez en este aspecto: recuérdese que debe controlar al revisar la demanda
ejecutiva que los actos de ejecución que se soliciten sean conformes con la
naturaleza y contenido del título (art. 551,1 LEC) y si tal carencia puede dar
lugar a la denegación del despacho con mayor motivo ha de permitir una
decisión menos gravosa para el ejecutante, es decir, el ajuste del despacho a la
tutela ejecutiva que realmente se desprende del título.
Esto último no supone contradicción alguna con el art. 219,1 LEC -EDL
2000/77463-. Esta norma, efectivamente, impide la presentación de demandas
por las que se pretenda sentencia meramente declarativa del derecho a percibir
una determinada cantidad de dinero: "cuando se reclame en juicio el pago de
una cantidad de dinero determinada [...] no podrá limitarse la demanda a
pretender una sentencia meramente declarativa del derecho a percibirlos, sino
que deberá solicitarse también la condena a su pago, cuantificando exactamente
su importe, sin que pueda solicitarse su determinación en ejecución de
sentencia, o fijando claramente las bases con arreglo a las cuales se deba
efectuar la liquidación, de forma que ésta consista en una pura operación
aritmética" y de ahí el apartado segundo, a cuyo tenor "...la sentencia de
condena establecerá el importe exacto de las cantidades respectivas, o fijará con
claridad y precisión las bases para su liquidación, que deberá consistir en una
simple operación aritmética que se efectuará en la ejecución ...". Sin embargo,
deducir de ello que este precepto convierte en líquidas cantidades no
determinadas por el mero hecho de ser liquidables mediante una simple
operación aritmética y que ello las asimila a las líquidas a efectos de ejecución
(como afirma aquella resolución), no sólo es contrario al propio precepto (que
no prohíbe todas las sentencias a reserva de liquidación sino sólo aquéllas que
no la permitan mediante simples operaciones, nótese la rúbrica del precepto:
"sentencias con reserva de liquidación") sino a la propia definición que de
cantidad líquida contiene el art. 572,1 LEC: la constituye toda cantidad de
dinero determinada expresada en el título en cifras, letras o guarismos
comprensibles, cosa que no se predica de los pronunciamientos ilíquidos por
muy sencillas que resulten las operaciones aritméticas necesarias para
liquidarlos, que en todo caso deberán efectuase en ejecución de sentencia, dice
el art. 219,2 LEC in fine. Porque una cosa es admitir un determinado tipo de
pronunciamientos ilíquidos y otra muy distinta es atribuirles liquidez por esa
sola razón. Pues bien, exactamente esto es lo que prevén los arts. 712 y ss. LEC:
la determinación, en fase ejecutiva, de la cantidad debida en concepto de frutos.
Y esto no supone perpetuar, contrariamente a lo afirmado por el Auto citado
más arriba, una corruptela contraria a la regla según la cual una vez dictada la
sentencia en primera instancia no han de tramitarse más incidentes que los de
tasación de costas y aclaración o rectificación pues expresamente remiten los
arts. 219,2 y 712 LEC, como se ha dicho, al trámite de ejecución. No se
entendería, pues, un auto de despacho de ejecución de una sentencia de
condena, en los supuestos de daños causados en accidentes de circulación, que
incluyera la ejecución del pronunciamiento relativo al devengo de intereses del
art. 20 LCS sin que previamente tal suma hubiera sido liquidada mediante
incidente contradictorio y la Ley no prevé otro que el de los arts. 718 y 719 LEC.
Tachar de corruptela la liquidación de los intereses del art. 20 LCS -EDL
1980/4219- por medio de incidente durante la ejecución es algo que la realidad
nos muestra inexacto. Por el contrario, una vez liquidada esa suma, no debería
existir inconveniente en ampliar la ejecución por las cantidades resultantes,
como se deduce de la referencia expresa del art. 718,1 al 571. Entiendo, por
razones obvias, que esto es aplicable a todo tipo de pronunciamientos ilíquidos,
se contengan en el título ejecutivo que se contengan.
Otro tanto sucede respecto del despacho de ejecución por título extrajudicial
que documente la obligación de abono de una suma determinada (principal)
cuando se pretenda extender el despacho a los intereses ordinarios o moratorios
legales o pactados, fuera de los casos de los arts. 517,1, apdos. 4º y 5º, 572,2 y
573,2 LEC -EDL 2000/77463-: la amplitud de la redacción del art. 712,1 así lo
permite entender pues, al ocuparse de la determinación de la cantidad debida
en concepto de frutos, no distingue según que la deuda resulte de título judicial
o extrajudicial: lo relevante es que tal determinación deba producirse durante la
ejecución forzosa, lógicamente, para que esa prestación cumpla los requisitos de
liquidez exigidos y pueda llevar aparejada ejecución, conforme al art. 575,1 LEC.
Abogado.
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| 18.07.2013
En este punto cabe preguntarse sobre la función del Secretario judicial en la fase
de ejecución tanto a la hora de imponer las costas procesales devengadas como
en la posterior de tasación de las mismas.
Pues bien, entre las funciones de control del Secretario judicial en esta fase se
encuentra la contenida en el art. 243.2,III LEC -EDL 2000/77463-, es decir, la
reducción del importe de los honorarios de los abogados y demás profesionales
que no estén sujetos a tarifa o arancel, cuando los reclamados excedan del límite
a que se refiere el artículo 394.3º y no se hubiese declarado la temeridad del
litigante condenado en costas. Esta obligación del Secretario de comprobar que
no se supere el límite del tercio de la cuantía del proceso no ofrece duda de su
procedencia en la fase declarativa al tratarse de una norma de ius cogens, no
disponible por las partes, pero viene suscitando más problemas en el
procedimiento de ejecución: ¿Es o no aplicable a las costas de ejecución el límite
de la tercera parte del art. 394.3 LEC respecto de los honorarios de abogado?
Vamos a analizar esta cuestión a continuación.
Esta resolución sigue declarando que: "...piénsese además que la tesis ahora
combatida puede llevar a resultados injustos, pues si el pronunciamiento a
ejecutar es de una cuantía económica no elevada y es precisa la intervención de
profesionales en el proceso a ejecutar, con el correspondiente devengo de
gastos, el incumplimiento de la condena por la parte ejecutada podría llevar a
que cuando los costos que el incumplimiento de lo ejecutoriado genera para la
defensa y representación del ejecutante sobrepasaran tal límite del tercio de la
cuantía del pronunciamiento a ejecutar, la obtención de la efectividad de la
tutela judicial reconocida en pronunciamiento ejecutorio se habría de hacer
materialmente a costa del propio patrimonio del ejecutante, que ya no podría
repercutir estos costos generados por la actuación incumplidora del ejecutado,
lo que implicaría un quebranto indirecto de tal derecho a la tutela...".
De otra parte, en el supuesto analizado por la SAP Cáceres, sec. 1ª, nº 211/2007,
de 22 mayo -EDJ 2007/154425- relativo a la ejecución de un auto que
homologaba una transacción judicial, la sentencia dictada por el juzgado de
instancia desestimó la impugnación por indebidos de los honorarios de letrado y
los honorarios del perito, aprobando la tasación de costas, y disconforme con tal
resolución, se alzó recurso de apelación alegando entre los motivos la infracción
de los arts. 243.2 y 394.3 LEC -EDL 2000/77463-, al entender la parte
recurrente que los honorarios de abogado y perito no pueden exceder de un
tercio de la cuantía del juicio por tratarse de profesionales no sujetos a arancel y
ello aunque estemos en presencia de un proceso de ejecución. La Sala ad quem
desestima el recurso por los siguientes motivos: "...respecto a la limitación de
los honorarios de letrado y perito, porque supera el límite cuantitativo
establecido en el art. 243.2 LEC en relación con el art. 394.3 LEC, las sentencias
de esta Sala de fecha 14 marzo 2005 -EDJ 2005/25070- y 23 noviembre 2004
tienes declarado que "Para resolver esta cuestión es necesario aclarar que
estamos ante un proceso de ejecución, y en estos supuestos, a partir del hecho
indiscutido de estar en presencia de la ejecución de una resolución judicial, en
virtud de la cual la parte ejecutada tenía la obligación de realizar determinadas
obras, y como no cumpliera voluntariamente dicha resolución, se inició el
proceso de ejecución, que culminó con el cumplimiento de la resolución judicial,
generando los correspondientes gastos y costas, cuya tasación se interesó una
vez concluida la fase de ejecución.
Pues bien, en tales casos, la limitación prevista en el artículo 394.3 LEC -EDL
2000/77463- se concreta a la fase declarativa del proceso, como claramente se
infiere de su tenor literal, y se complementa con lo dispuesto en el art. 539.2
LEC, que impone a cargo del ejecutado las costas y gastos de la ejecución, sin
necesidad de expresa imposición, y sin el límite de la tercera parte de la cuantía
del proceso que establece el art. 394.3 para la fase declarativa, sin perjuicio,
claro está, que se pudieran impugnar por excesivos los honorarios del letrado tal
y como ha hecho el ejecutado.
Por último, destacamos en esta línea argumental la SAP Barcelona, sec. 1ª, nº
583/2005, de 31 octubre -EDJ 2005/231729-, cuya fundamentación es
interesante: "...la limitación referida, tan sólo es de aplicación a los juicios
declarativos, porque así lo establece el párrafo 1º del artículo citado, teniendo
tal consideración, por disposición expresa del artículo 248 de la ley citada -EDL
2000/77463-, el juicio ordinario y el juicio verbal, pero no así los juicios
ejecutivos, integrados en el Título III que regula la ejecución en general. No se
opone a esta consideración, el que el art. 243 del mismo texto legal, al regular la
práctica de la tasación de costas, imponga al Secretario judicial la obligación de
reducir el importe de los honorarios de los abogados y profesionales no sujetos a
tarifa o arancel, porque tras esta imposición remite a la concurrencia de los
requisitos a que se refiere el apartado tercero del art. 394, y ya hemos visto que
este apartado se remite, a su vez, al párrafo primero en el que se alude a los
juicios declarativos, por lo que esta referencia al indicado precepto se hace con
la finalidad de establecer la obligación de los Secretarios judiciales de aplicar la
referida reducción, pero que interpretado conjuntamente con el art. 394, nos
lleva a concluir que esta imposición tan sólo le viene impuesta al Secretario
judicial cuando el proceso de que se trate sea declarativo, pero no en los
procedimientos que no tengan esta naturaleza.
A modo de resumen se puede decir que, para los defensores de esta tesis, el
límite que establece el art. 394.3 LEC -EDL 2000/77463- viene referido
exclusivamente al procedimiento declarativo, como así se infiere de su tenor
literal y se complementa con lo dispuesto en el art. 539.2, teniendo las costas de
ejecución un tratamiento independiente de las costas relativas al proceso
declarativo, y en cuya regulación la Ley ha tenido en cuenta la actitud del
condenado de no dar cumplimiento voluntario al contenido de la sentencia(6).
- Debe significarse que el art. 575 LEC -EDL 2000/77463- señala que en la
demanda de ejecución se incluirán las cantidades previstas para intereses y
costas de la misma, sin que puedan exceder del 30%, lo que supone la
consideración de un criterio de limitación de las costas.
Así, en principio, se puede entender que el límite del art. 394.3 -EDL
2000/77463- no contradice sino que complementa el art. 539, por su espíritu y
finalidad, pero lo cierto es que habrá que atender aquellos supuestos en los que
si el pronunciamiento a ejecutar es de una cuantía económica no elevada y es
precisa la intervención de profesionales en el proceso a ejecutar, con el
correspondiente devengo de gastos, el incumplimiento voluntario de la condena
por la parte ejecutada podría llevar a que cuando los costes que el
incumplimiento de lo ejecutoriado genera para la defensa y representación del
ejecutante sobrepasen el límite del tercio de la cuantía del pronunciamiento a
ejecutar, la obtención de la efectividad de la tutela judicial reconocida en
pronunciamiento ejecutorio se habría de hacer materialmente a costa del propio
patrimonio del ejecutante, que ya no podría repercutir estos costes generados
por la actuación incumplidora del ejecutado, lo que implicaría un quebranto
indirecto del derecho a la tutela.
VI. Bibliografía
4.- El art. 394.3 LEC -EDL 2000/77463- se engarza con lo dispuesto en el art.
243 de la LEC.
5.- Tesis defendida, entre otros, por Luis Martín Contreras (en “La tasación de
costas y la liquidación de intereses y sus impugnaciones en los órdenes
jurisdiccionales civil, penal, contencioso-administrativo y social”. 6ª edición,
Granada, 2010, pág. 258), según el cual, refiriéndose a la tasación de costas en
la ejecución, afirma que: “no estará limitada por el tope cuantitativo regulado en
el artículo 394 de la LEC -EDL 2000/77463-, por lo que en su labor tasadora, el
Secretario únicamente podrá excluir de la misma aquellos conceptos que
puedan ser encuadrados dentro de los límites de exclusión del art. 243 de la
LEC…”. Así, algunas resoluciones de Audiencias Provinciales sostienen que el
límite es únicamente aplicable a los procesos declarativos, tal y como se recoge
en el apartado 1º, y no a la ejecución, respecto de la cual no se establece ninguna
remisión al precepto comentado [SAP Vizcaya de 23 febrero 2010 -EDJ
2010/52120-, SAP Lugo de 9 julio 2009 -EDJ 2009/152868-, entre otras].
8.- Tesis reiterada por el AAP A Coruña, sec. 3ª, nº 197/2010, de 24 mayo -EDJ
2010/186959-.