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ANDRÉS AYALA

PIEDRA BLANCA

Piedra
Blanca

ANDRÉS AYALA
Copyright © 2018 Andrés Ayala

Todos los derechos Reservados

ISBN:
ISBN-13: 978-1729681459
A mi esposa, Angela,
y nuestros bellos hijitos
Valentina y Matteo.
PIEDRA BLANCA

“Lo que hemos de considerar ahora primordialmente es


el alma del hombre, que es una imagen o réplica de la
ciencia divina, como réplica del conocimiento divino y
natural, ya que el fundamento de todos los seres reposa
en el uno, que se hace divisible con la voluntad que sale
del alma, y se manifiesta, de modo que reconocemos
claramente cómo el alma es una fuente del bien y del mal,
cosa que la Escritura también nos indica al mostrarnos
cómo la caída y la perdición surgieron del deseo de
propiedad de las propiedades; por eso nos resulta
necesario en extremo que aprendamos a conocer cómo
desde la propiedad adoptada, en la que tenemos
tormento, necesidad y dolor, conseguimos entrar en la
unidad, es decir, en el fundamento y origen del alma,
donde el alma pueda descansar en su fundamento
eterno”.

Jakob Boehme, Mysterium Magnum


ANDRÉS AYALA
Anhelo

Hay en el bosque un suave canto;


no sé si es el viento, o los pájaros.

Hay en el bosque un fuerte llamado;


no sé si es Dios, o soy yo anhelando.

Libertad deseo, y libertad no tengo.


Libertad me llama, y sólo hay silencio.

¿Cuántos días sufriré tras estos muros?


Las negras paredes no están fuera de mí.

Si hay un Dios que me escucha, pregunto:


¿Cuántos días penaré tras estos muros?

¿Cuántos días esperaré tras estos muros?


Si el silencio me habla más alto que el viento.

Sí hay un Dios que me escucha, lo sé...


Pero yo no soy capaz de escucharlo a Él.
ANDRÉS AYALA

Juicio

Todas las preguntas son mudas


en la dolorosa mentira que es
vivir sin vivir realmente.

Unos días fríos me abrigan


con su luz de nubes grises
y sus fuegos inexistentes.

Tengo hambre, sed y miseria,


como un preso de mí mismo.
Aquí, solo y, sin más que ausencia,
soy mi propio cruel carcelero.

La conciencia me atormenta,
yo sé que soy culpable.
¡No tengo quién me defienda!
Solo ante mi solo juicio.

Estos días fríos son mi abrigo,


nubes grises son mi luz
sin calor ni brillo que me alegren.

¿Este vacío es lo que llaman vida?


Me doy cuenta que es mentira.
Todas las preguntas son mudas.
PIEDRA BLANCA

Nuevo hogar

De madrugada escuché una voz


que me llamaba desde el bosque.

Un viejo carro me esperaba allí,


pero cada caballo era yo mismo.

No hay como ver el propio rostro,


a no ser en los ojos de los demás.

Desde el bosque oí un fuerte llamado;


no sé si fue Dios, o fui yo anhelando.

No dudé, aunque la duda no cedía.


No paré, aunque los pies no avanzaban.

La huida fue hacia lo más profundo


del enmarañado bosque interior.

Más allá lo vi, después del sendero;


mi nuevo hogar de piedras blancas.
ANDRÉS AYALA

Cartas viejas

La primavera avanza con su música


de brisas florales y aguas limpias.
La primavera promete lo imposible.

En la mesa hay siete cartas abiertas.


Esperaba noticias nuevas en palabras
de lo que pasó hace mucho tiempo.

Palabras de amor sin amor a las palabras.


Todas las promesas se marchitan aquí.
Es como un abismo de dolores coloridos
que va devorando las tiernas esperanzas.

Otro mundo, otra ciudad, otra gente, tal vez,


puedan disfrazar el vacío que dejan siempre
la confianza puesta en lo efímero y lo fútil,
y las agrias alegrías que matan poco a poco.

El tiempo siguió su paso inexorable,


sin dar noticias nuevas en palabras
de siete cartas viejas sobre la mesa.

La primavera sigue prometiendo imposibles.


Con brisas florales y aguas limpias
Su me música engaña me hipnotiza.
PIEDRA BLANCA

Los días pasaron

No hay mal que dure cien años,


ciertos males duran millones.

Si cada camino conduce hacia ti,


¿Por qué siempre me siento perdido?

Escucho atentamente, escucho


el silencio que quiero callar.

Nunca antes me había dado cuenta


que la voz del silencio dice tanto.

Las palabras mundanas son manchas


de tinta en cartas viejas, sin vida.

El gran Silencio me ha hablado,


me ha propuesto viajar juntos.

Con miedo acepto la mano extendida;


la tomo sin verla, respiro y avanzo.
ANDRÉS AYALA

¿Por qué yo?

Los primeros días fueron dichosos,


hasta que la ausencia heló la sangre.
Heladas sombras que me envuelven.

Ni sabio, ni hábil, ni santo, ni héroe.


¿Por qué yo? Si había tantos otros
en el mundo que esperaban por Ti.

Sentado en el jardín te escucho,


aunque no estés, en cada trino.
Y en la cocina te saboreo,
aunque no estés, en cada jugo.

Cae la tarde en el jardín, sentado


aún te escucho en las hojas trémulas.
Y en la noche sé que estás,
aunque dudé, siempre junto a mí.

Cada día muchos claman por Ti,


son tantos y tantos, ¿Por qué yo?
Si no soy más que un peregrino.

Las heladas sombras me envuelven,


pero no siento frío, ni ausencia.
Todos los días ahora son dichosos.
PIEDRA BLANCA

Sin cesar

Por cada paso que doy me canso,


más camino, menos avanzo aquí.

Trabajo, voluntad, ganancia, poder;


todo es vano para alcanzar el oro.

El jardín produce rosas y espinas;


cada cual tiene su tiempo y función.

¿Por qué yo?, ¿Por qué yo?, pregunto...


Y la respuesta es siempre la misma.

Toda una vida de huidas y máscaras;


toda una vida de andar sin cesar.

La pausa llega, sin búsqueda ni deseo;


¿Por qué yo?, ¿Por qué yo?, pregunto...

“Porque te amo, y te amo porque sí;


sin más razón ni condición que el amor”.
ANDRÉS AYALA

Lobo manso

Los rayos del sol conocen su camino,


y en cada estación lo recorren hasta aquí.
El calor hace cambiar las esencias.

Trasmutada en paz imperecedera,


la ferocidad del lobo da lugar
a la mansedumbre del cordero.

Tomo en mis brazos al niño pequeño,


veo en sus ojos mis ojos reflejados.
Tomo en mis brazos al tierno niño,
siento el abrazo de todas las estrellas.

He recorrido el sendero del rayo,


caí postrado a los pies del Bien.
El todo Amor susurró a mi oído:
“En ese día el lobo y el cordero vivirán juntos”.

El cordero humilde y manso


toma el lugar del feroz lobo,
Es mi corazón trasmutado.

El fuego eterno cambia la esencia,


y las estaciones se suceden una a otra,
en cada rayo de sol estamos todos.
PIEDRA BLANCA

Los días van pasando

Ahogado entre los lazos cotidianos;


Dormir, comer, dormir, hacer. Cansa.

Mi mercurio se deshace en el crisol,


cada partícula muere para renacer.

Va aumentado el fuego del azufre


que me consume hasta agotarme.

La sal resultante se condensa en mí


y me veo relucir como una piedra blanca.

Los días van pasando, el crisol quema


y purifica cada lazo que me ata al mundo.

La piedra blanca aún no es pura;


la piedra blanca aún necesita fuego.

Voy a la orilla del río y observo,


me sorprenden los rayos dorados.
ANDRÉS AYALA

El verano llegó

Como una fiebre, intensa y maligna,


se extiende mi duda, mi desconfianza.
Quiero ver, gustar, tocar, quiero tener.

Siempre es más fácil culpar a otro,


siempre es más fácil vivir por sí.
Entregarme y rendirme, ¡Jamás!

Mi enfermedad más grave es creerme


sano y sin defecto, libre de todo mal.
No hay remedio para quien no sabe
que necesita cura, que sólo no puede.

El verano llegó, pero su sol no fue


mi alegría, ni siquiera mi calor.
Fue tan fría como la muerte su luz
para mis ojos delirantes de orgullo.

Enfermo de soberbia, me cuesta


rendirme y entregar mis latidos.
Siempre es más fácil culpar a otro.

El deseo insaciable de ver por mí


me lleva a la duda y desconfianza.
Como una fiebre intensa, me mata.
PIEDRA BLANCA

Tensa calma

Idas y venidas parecen sucederse


sin interrupción, el ciclo eterno.

Todo mi mercurio arde en el crisol,


el principio no se diferencia del fin.

El calor del azufre llena el aire


con vapores de espíritu extraño.

Busco la sal en mí, pero no puedo


producir por mi fuerza la piedra blanca.

Vuelvo al jardín, a las flores y aves,


me siento en silencio y escucho todo.

Todo canta, todo respira, todo vive,


cuando no lo poseo, y sólo estoy.

Me despojo de mi nombre, y desvisto


de sus nombres a todo lo que existe.
ANDRÉS AYALA

Desgarrado

Si este día es diferente, lo es


porque es igual que el de ayer.
Me abruma el repetido sonido.

Como una tormenta lejana,


como un eco de pasos sordos,
así es mi mente en este momento.

La peste nos ha dejado desolados;


la muerte canta, orgullosa, ¡victoria!
Caigo en cama, duermo el dolor
y el letargo se adueña de mi ser.

No es para la oscuridad que fueron


creados mis ojos, dados mis pies.
Veo la luz resplandeciente, rostro
amigable de un niño muy tierno.

Mi mente se aquieta y calma,


Los pasos sordos se alejan
siguiendo los truenos y su eco.

Lo rutinario se vuelve nuevo,


lo que vi ayer me sorprende.
Este día es diferente de sí mismo.
PIEDRA BLANCA

Nacimiento

El calor de la noche se rompe


por la brisa tierna del llanto.

Las rosadas mejillas del sol


reflejan la dulzura de la niña.

A los pies de la cuna puedo ver


la esperanza de una vida vivida.

Dios está en todos los espacios,


aunque para mí ceguera no sea.

Rindo mis ojos ciegos para ver


lo invisible en todo lo que veo.

Un pájaro eleva su salmodia,


la alabanza sublime se oye allí.

La flor sacrifica su incienso,


el Universo así es santificado.
ANDRÉS AYALA

¿Qué es el amor?

Cada cosa tiene su tiempo


y también su lugar propio.
Cada cosa es un todo por sí.

Cosas y casos se alternan


y compiten por el corazón.
La memoria es un desierto.

Ocho días han pasado y todo es


nuevo, como nacido ahora mismo.
Siete días son la edad del todo,
pero el octavo otorga vida.

El amor es darse por completo,


donando vida a quien se ama.
Imposible hacerlo por mí fuerza,
Si el Todo Amor, no me impulsa.

La memoria es un yermo seco.


El corazón se desgarra inerme
entre cosas y casos que fluyen.

Suelto todas las cosas, se van


sin rumbo ni destino, se van.
El tiempo muere, y soy eterno.
PIEDRA BLANCA

Alto

¡Callen, mente y mi corazón!


¡Callen y escuchen la voz!

Voy a cesar la lucha y la palabra,


voy a sentarme solo por sentarme.

Sin ningún sonido digo ¡Ven! ¡Ven!


Sin ningún sonido lo escucho llegar.

Dios está aquí, siempre estuvo.


Dios está aquí, y me sostiene.

Todo es dulce presencia del más Alto.


Todo es dulce presencia de mi corazón.

El Universo y el polvo son uno.


El Universo y el polvo me aman.

Mercurio, azufre y sal, me han dado la piedra.


Mercurio, azufre y sal, ya no están, sólo yo.
ANDRÉS AYALA
SOBRE EL AUTOR

Andrés Omar Ayala, argentino, de Santa Fe, clérigo, profesor y poeta, se


describe a sí mismo diciendo: "No soy un poeta. Sólo soy un cazador de
palabras". En Piedra Blanca, el autor nos sumerge en un mundo de
experiencias nacidas de una espiritualidad inclusiva, universal y, sobre todo,
confiada en el infinito amor de Dios.
ANDRÉS AYALA

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