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JOSEP PCIG MONTADA

Averroes y el problema de la eternidad


del movimiento

Separata de .lA CnJDAD DE DIOS. - Vol. CCXII, NíUll. 1

Enero·Ahril 1999

Real Monasterio de El Escorial

Averroes y el problema

de la eternidad del movimiento

En el estudio de dos cuestiones culmina el desarrollo de la


Física aristotélica: una, si el movimiento o cambio es eterno o
ha tenido un principio, y otra, si el universo tiene un primer
motor y cuál es la naturaleza de este motor.
Aristóteles parte de su definición del movimiento como <da
perfección o realización del móvil, el sujeto cambiante, como
tal» (Phys., 251 a 10) para llegar, finalmente, a constatar que el
movimiento es eterno. El móvil, es decir, el sujeto del movi­
miento, es condición previa; el móvil tiene que existir antes que
el movimiento.
Puede, entonces, que el móvil haya venido a la existencia
o, por el contrario, que existiera eternamente (Phys., 251 a 18).
En el primer caso, habrá un movimiento o cambio anterior al
que analizamos gracias al cual habrá venido a la existencia. En
el segundo caso, si el movimiento no se produce, a pesar de
que motor y móvil existen, entonces algo lo impide o motor
y móvil están demasiado separados 1. La remoción del obstácu­
lo o el acercamiento del motor al móvil exigen, por tanto, un
movimiento también anterior.
En ambos casos, siempre hay un movimiento anterior y de
esta concatenación ad infinitum no se libra uno más que admi­
tiendo la eternidad del movimiento, según Aristóteles. Contra
este carácter eterno se pronunciará Juan Filópono o el Gramá­
tico (m. ca. 570), en su tratado Contra Aristóteles, acerca de la

1 Ver Ternistio, In Physica Paraphrasis, Ed. H. Schenkl, Berlín 1900,


pp. 210: 34 - 211: 6. (Cornrnentaria in Aristotelern Graeca, vol. V, 2).
232 JOSEP PUIG MONTADA [2]

eternidad del universo. La obra no se conserva más que parcial­


mente, a través de los fragmentos que reproduce Simplicio
(fols. 532-538) en su comentario de la Física cuando critica a
Filópono 2.
Filópono advierte, en primer lugar, que si un movimiento
es eterno no se puede aplicar la tesis de que el móvil siempre
es anterior al movimiento. El universo de las esferas debería
existir antes que su propio movimiento, que es eterno.
La respuesta de Simplicio apunta al hecho de que Aristóteles
no se refiere a un movimiento determinado, sino al movimiento
o cambio en general. Ciertamente, el movimiento de lo eterno es
diferente del movimiento de lo finito en cuanto a la manera cómo
precede el móvil al movimiento o cambio. En el movimiento o
cambio de lo finito, el móvil está en reposo antes del cambio; en
el movimiento local -el único propio de lo eterno-- la anteriori­
dad consiste en que para desplazarse a un punto de su recorrido
esférico, antes tiene que estar en otro punto anterior 3.
Filópono tiene, sin embargo, más objeciones que hacer.
Hay que señalar que éste opera con una noción de potencia que
no es la misma que en Aristóteles, donde la potencia no es más
que la capacidad que tiene el móvil para moverse y el motor,
para hacer mover. En cambio, para Filópono, que sigue la tra­
dición neoplatónica, la potencia es una fuerza independiente
en el seno de un sujeto.
Filópono considera el caso de los llamados movimientos
naturales: hay cuatro cuerpos elementales, la tierra, el agua,
el aire y el fuego, cada uno con su correspondiente lugar natu­
ral. La tierra, como cuerpo más pesado, ocupa el lugar infe­
rior, mientras el fuego, como más ligero, el superior. Así, si
levantamos una piedra, la alejamos de su lugar natural, de
modo que al soltarla, caerá hasta reposar en su lugar natural,
en la tierra.

2 In Aristotelis Physicorum libros commentaria, Ed. H. Diels. Berlín


1882-1895, pp. 1117: 15 1182: 36 (Commentaria in Aristotelem Graeca,
IX-X). Trad. inglesa de C. Wildberg, Philoponus, Against Aristatle, on the
Eternity of the World, Comell UP, 1987.
3 Simplicii In Physic., 1131: 17-22. Cf. W. Wieland. {(Die Ewigkeit der
Welt. Der Streit zwischen Joannes Philoponus und Simplicius», in Die
Gegenwart der Griechen im neuen Denken. Festschrift H-G. Gadamer, Tübin­
gen, 1960, p. 302.
[3] AVERROES y EL PROBLEMA DE LA ETERNIDAD ... 233

Ahora bien, estos cuatro cuerpos se generan unos de otros,


y así el fuego se genera de la tierra, cuando arde la leña. La obje­
ción que formula Filópono es la siguiente: el fuego que asciende
no cumple la ley de que el móvil tiene que ser anterior al movi­
miento porque la madera, el móvil que preexiste, se mueve hacia
abajo y no hacia arriba. Filópono sostiene que la fuerza que
mueve el fuego hacia arriba es simultánea (syndromon) con la
esencia del fuego 4, y no es una capacidad existente antes en
la madera. Si la potencia y el móvil que la posee no son anterio­
res al movimiento correspondiente, el movimiento no necesita
ser eterno, puesto que hemos quitado su base al argumento.
A los ataques de Filópono responde Simplicio con detalle S.
A propósito de los elementos, advierte que Aristóteles distingue
entre dos aspectos bajo los cuales algo está en la potencia de
moverse: en uno, potencia y actualidad coexisten, y el móvil
posee una potencia terminal (teleía) que proyecta actualidad, en
otro, la potencia está desvinculada de toda actualidad y por
naturaleza el móvil está en reposo ó. Aristóteles, ahora bien, sólo
decía en Phys., 255 a 31 b-30, que el estar en potencia atraviesa
dos fases, siempre en el caso de estos movimientos. En una pri­
mera fase, el agua, por ejemplo, está en una fase de potenciali­
dad para ser ligera, y cuando se ha convertido en aire, la poten­
cialidad entra en una segunda fase y en ella se hace realidad
«sin más» (euthys).
Según Simplicio, el primer aspecto, en el que potencia y acto
se mezclan, se manifiesta en el fuego que se mueve hacia arriba
o en el agua que cae. No admite que la potencia en los cuatro
elementos sea simultánea, en primer lugar porque a la existencia
del fuego le precede su generación a partir de la madera, por
ejemplo.
Simplicio sostiene también que en este proceso de genera­
ción la potencia precede al movimiento (potencia entendida en el
sentido primero). Explica que la potencia no se encuentra en
el fuego que sube sino en la parte de madera de la que se genera,
en la medida en que precede a su generación; para nuestro pro­
pósito este segundo argumento va a tener especial interés.

4 Simplicii in Physic., p. 1133: 24-28.

5 In Physic., p. 1136: 1 - 1140: 10.

6 Simplicii in Physic., p. 1136: 1-10.

234 JOSEP PUIG MONTADA [4]

La polémica prosigue en torno a la admisibilidad de que


algo se genere de la nada 7. Filópono sostiene que Dios no nece­
sita de una materia preexistente para su obra, sino que creó «la
materia y el tiempo al mismo tiempo que creó el universo» 8,
mientras que Simplicio se apoya en la doctrina aristotélica que
explica el cambio mediante las formas eternas, la materia prima
subyacente y la privación 9.
Si bien la discusión sobre el tema concluye en Simplicio,
en lo que hace al período helenístico, luego se reabre en la filo­
sofía árabe. Una obra perdida de Alfarabi (m. 950), Los entes
cambiantes, se centraría en este problema. El antecedente más
próximo a Averroes es Avempace (m. 1139), quien en su SharJ¡
assamd~ a{-{ab(f 10 se apoya, de manera explícita, en este escrito
de Alfarabi. Alfarabi, y con él Avempace, siguen la dirección de
Simplicio, aunque no exactamente, y se oponen a Filópono, al
que conocen y mencionan.

* * *

1) Averroes acababa el lunes 16 de Rabí' 1 de 554 (7 de


abril 1159) su compendio de los Meteorológicos de Aristóteles 11
que, junto con la Física, Acerca del cielo y Acerca de la genera­
ción y la corrupción, forman una unidad en el conjunto de la
obra averroica, puesto que tratan de las distintas clases de cam­
bio. El compendio del capítulo VIII de la Física se ha conser­
vado en dos versiones, una de ellas batante posterior a la fecha
de 1159, pero nos interesa ahora la primera versión, la corres­
pondiente a esta fecha o poco antes.

7 La polémica ocupa In Phys., 1134: 29 - 1182: 36. Los argumentos


de Fílópono están traducidos por C. Wildberg, pp. 127-146. Véase asimis­
mo el artículo de Wieland, pp. 303-309.
8 Simplicii in Physic., p. 1142: 23-25.
9 In Physicorum, pp. 1142: 25 - 1146: 21.
10 "Comentario de la Física», ed. M. Fakhry. Beirut 1973, pp. 133­
134, Y en el apéndice de pp. 144-145. Véase la paráfrasis inglesa de
P. Lettinck en Aristotles Physics and its Reception in the Arabic World, Brill
1994), pp. 601-603 Y 605-608, Y el análisis de Lettinck en pp. 636-637.
11 Ras/m Ibn Rushd: Kitab al-athar al-Jilwíya, Haidarabad 1365/1947,
reed. R. al-'Ajam y J. Jihami, Beirut 1994, p. 106~ 21-23.
[5] AVERROES y EL PROBLEMA DE LA ETERNIDAD ... 235

La cuestión inicial que se plantea Averroes es si acaso el


movimiento como género nunca se extingue. En favor de su
eternidad se pronuncia la misma definición del cambio o movi­
miento como «perfección de lo que está en potencia en cuanto
potencia» 12, Y enseguida Averroes precisa a qué potencia se
refiere: «la potencia que existe en el movimiento es la parte que
todavía no ha aparecido» 13. Al definirla de esta manera, afirma
también que, tan pronto como se inicia el cambio, una parte
precede a otra.
Simplicio distinguía, acabamos de verlo, dos aspectos bajo
los cuales decimos que la potencia es anterior a la actualidad.
Averroes le sigue y habla de dos clases de prioridad: la de la
potencia que existe en el móvil antes de moverse, como la que
existe en los animales, cuando duermen, para moverse luego y
la de la potencia que existe en aquel cuerpo, del que se genera
otro cuya esencia que conlleva un movimiento, es decir, la poten­
cia que existe en la madera, de la que se genera el fuego, para
moverse hacia arriba 14. En ambos casos, la potencia precede al
movimiento y, recogiendo los argumentos de Aristóteles, para
Averroes es imposible que el movimiento tenga un principio.
Averroes prosigue su resumen del Libro VIII «saltando»
-al igual que hace Aristóteles 15_ a un movimiento específico,
el de los cuerpos celestes. El objetivo final es demostrar que
este movimiento continuo y eterno necesita de un primer motor
inmóvil.

* * *

En su comentario mayor, Averroes anuncia que la inten­


ción fundamental de Aristóteles es ocuparse de este primer

12 Epítome ín Physícorum libros, Madrid 1983, p. 130: 14·15, en ade­


lante abreviado en Epítome. Traducción española en Averroes: Epítome de
física, Madrid 1987. Averroes no hace aquí la distinción entre perfección
terminal y perfeccíón mixta de potencia (Epítome, p. 31: 11·14), una dis­
tinción que ya la conocía Temistío, ver In Physica paraphrasís, p. 70: 6·8.
13 Epitome, p. 130: 19.
14 Epítome de física, ed. p. 131; tr. p. 230.
15 El error en el razonamiento de Aristóteles es de sobra conocido.
Véase la introducción de D. Ross a su Aristotles Physics, 1936, Sandpiper
Boooks, 1998, pp. 91-92.
236 JOSEP PUIG MONTADA [6]

motor y que con este objetivo se pregunta primero si el movi­


miento «en cuanto género» es eterno o innovado (f¡,ádith) 16.
Distingue luego dos géneros -aunque debería hablar de dos
especies- de movimientos: el de los movimientos múltiples que
se suceden unos a otros y el del movimiento continuo del cuer­
po celeste para centrarse en el primero, en el género de los
movimientos finitos. A través de la observación de los entes que
se generan y se destruyen constata que el movimiento es como
la vida (quasi vital de éstos y se permite extrapolar los resulta­
dos de esta observación al conjunto del universo. Es decir, si la
generación y la corrupción se suceden ininterrumpidamente
entre los seres naturales y su movimiento es eterno, igualmente
eterno es el movimiento del otro género.
Ahora bien, Averroes se distancia de esta interpretación,
que atribuye a Alfarabi en su libro Los entes cambiantes, una
obra perdida, y considera que Aristóteles busca demostrar la
eternidad del primer movimiento que corresponde al primer
móvil, al cuerpo celeste. ¿Podemos decir, sin más, que el gran
comentario ya no defiende esta opinión?
Algo más adelante, Averroes expone en primera persona
del plural la opinión de Alfarabi: el móvil es anterior, temporal­
mente, al movimiento de dos maneras.

En una, el móvil en que se halla la potencia, es de especie


distinta al móvil que se mueve. En la segunda, el móvil en que
se halla la potencia para el movimiento será móvil en acto, es
decir, el móvil en potencia es idéntico con el móvil en acto 17.

A continuación da dos ejemplos para la primera forma:


uno, el cambio de generación o destrucción y otro, el movi­
miento natural de los elementos. Inmediatamente ataca a Juan
Fílópono que, como veíamos, sostenía que en estos elementos
la potencia era simultánea con la actualidad y que decía que
«alguna potencia existe junto con aquello para lo que es poten­
cia» 18. No falta tampoco la referencia a la doctrina defendida

16 Aristotelis de Physico Audítu libri octo cum Averrois Cordubensis


variis in eosdem commentariis. vol. 4, Venecia 1562, fol. 338 F. En adelan­
te, se cita como CM.
17 CM, fol. 340 L.
18 CM, fol. 341 A.
[7] AVERROES y EL PROBLEMA DE LA ETERNIDAD ... 237

por Filópono de que es posible la generación a partir de la


nada, que se desvanece por la misma definición del movimien­
to 19, ni la referencia a los mutakallimíes, seguidores de Filópo­
no al respecto 20.
Hasta aquí, Averroes no ha abandonado la línea alfarabiana
de interpretación del capítulo VIII, 1 pero, de un modo un tanto
inesperado, nos advierte de su cambio: Alfarabi y otros piensan
que Aristóteles utiliza la definición del movimiento para estable­
cer que la potencia precede al acto, lo cual es cierto en los entes
innovados o temporales. Sin embargo, él piensa que Aristóteles
aduce la definición del movimiento para establecer quod motus
est in moto, que el movimiento necesita de un móvil 21.
A la pregunta que nos hacíamos podemos contestar de una
manera matizada: el comentario mayor, en la versión latina
impresa, contiene, en parte, la misma interpretación que da la
primera versión del compendio o epítome, aunque acto seguido
se distancie de ella. A no ser que una edición crítica desvele que
estas palabras son un añadido posterior, debemos pensar que Ave­
rroes incluye la interpretación por mor de ser exhaustivo.
2) El sábado 1 de Rajab de 565 (21 de marzo de 1170), Ave­
rroes terminaba en Sevilla la redacción de su comentario medio,
media expositio, a la Física, conservado sólo en su traducción
hebrea 22. La ausencia de una edición crítica nos impide, por el
momento, saber si se trata de una sola versión o si hay dos y en
tal caso, si la de esta fecha es la primera o segunda.
Como es habitual en un talkhf~, empieza el libro VIII con
un sumario de los temas a tratar y nos dice que su intención
es «investigar si el movimiento primero al que se remontan los
demás movimientos, si es eterno o no» 23. Este primer movi­
miento, ha-tenCt~ah ha-re'shonah, es causa de todos los demás,
y gracias a todos ellos los seres naturales subsisten.

19 CM, fol. 341 C. La generación y todo movimiento exigen una sus­


tancia en acto, previa.
20 CM, fol. 341 E
21 CM, foL 341K; el error provendría de Alejandro de Afrodisia, MaM­
di )al-kull, ea. Badawi, Arislú ~ind al<arab, Kuwait, 2." ed. 1978, pp. 262-263.
22 Manuscrito de Oxford, Bodleiana, catálogo A. Neubauer, Oxford
1886, n. 1380 (colección Huntington, n. 79), fol. 99.
23 Ms. Neubauer 1380. fol. 79. Trad. española en Averroes, juez, médi­
co y filósofo andalusí, Sevilla 1998, p. 96.

t
238 JOSEP PUIG MONTADA [8]

Averroes habla aquí de que el movimiento es la actividad


propia del móvil y de que el móvil es anterior al movimiento
solamente en naturaleza, be-teb~, no en el tiempo. Comprueba
que hay unos móviles que son también motores, que son ante­
riores a los demás movimientos y a los que se remontan: son
los cuerpos celestes y destaca, en especial, el cuerpo que mueve
con el movimiento diurno 24. Según Averroes, lo que se pregun­
ta Aristóteles es si estos cuerpos nunca dejaron ni dejarán de
moverse o, por el contrario, o bien estuvieron parados en un
determinado instante, o bien vinieron a la existencia.
Si son eternos, no pudieron estar parados por su propia
naturaleza o esencia, piensa Averroes. Si son generados, les
tuvieron que preceder otros cuerpos, de los que surgieron, y así
hasta el infinito. Un infinito actual, o simultáneo, es imposible
para Averroes que admite, sin embargo, un infinito no simultá­
neo y por accidente.
Aunque no la mencione, Averroes parece tener presente la
doctrina emanantista, según la cual unos cuerpos celestes se
generan, fuera del tiempo, unos de otros hasta llegar al Uno.
¿Sería admisible una primera generación? No, porque para él,
el proceso de generación no sólo es movimiento sino también
está subordinado y sigue al movimiento local, y entiende que
Aristóteles así lo ha explicado en el Libro III de la Física 25.
Su argumentación apunta ante todo a la posibilidad pri­
mera, es decir, la de que unos móviles eternos estuvieran para­
dos y en un determinado momento empezaran a moverse, algo
ya contestado por Aristóteles, como hemos visto. Todo móvil
que empieza a moverse después de estar en reposo, lo hace a
causa de un movimiento anterior, que o bien aparta el obstácu­
lo o bien produce una alteración en el sujeto, y de nuevo esta­
mos abocados a una reducción ad infinitum.
Si existen unos motores y unos móviles eternos, va en con­
tra de toda razón que estén parados, de modo que su movi­
miento es también eterno. ¿Para qué imaginar que hay una
voluntad eterna, inalterada, de Dios que, sin embargo, retrasa
este movimiento? Averroes aquÍ es bastante breve en la discu­
sión, que es bastante extensa en la Destrucción de la «Destruc­

24 Ms. Neubauer 1380, foL 79v. Trad. española, pp. 99-100.


25 Ms. Neubauer 1380, fol. 80: 12. Trad. española, p. 100.
[9] AVERROES y EL PROBLEMA DE LA ETERNIDAD ... 239

ción» 26 aunque sí identifica la postura que él combate con la


del Kalám ash'arí: «lo que dicen los modernos mutakallimíes
(entre la gente de nuestra religión), de que el comienzo es ele­
gido mediante un acto eterno de volición en cuanto a las cosas
temporales que son elegidas 27.
Según Averroes, el propósito de Aristóteles al principio
del Libro VIII de su Física no era otro que establecer la natu­
raleza eterna del primer o primeros movimientos -el de los
cielos- y no establecer que antes de cada movimiento existe
otro, o después de cada uno, otro, de modo que el movimien­
to sea eterno, pues esta sucesión ilimitada es accidental. Ave­
rroes entiende que esta interpretación incorrecta tiene su ori­
gen en Juan Filópono, y que la siguen Alfarabi y los filósofos
posteriores a éste 28.
3) Un tercer momento lo representa la segunda redacción
del epítome así como la redacción que se nos ha conservado,
en su traducción latina, del comentario mayor, que insisten en
la rectificación del segundo momento. En cuanto a la fecha
de composición del comentario mayor, M. Alonso propuso la del
año 1186 29 , es decir, cuando Averroes tenía sesenta años. En
cuanto a la revisión del epítome, algunas referencias a un tafsír,
gran comentario, apuntan en el sentido de que la revisión es
posterior incluso a 1186.
Ya hemos indicado que Averroes anuncia en el mismo texto
un cambio en su interpretación: «Mas yo, cuando creía que la
interpretación de este lugar era solamente ésta, andaba un tanto
equivocado» 30. El verdadero propósito de Aristóteles es investigar
si el primer movimiento --o los primeros, caso de que fueran más
de uno-- que abarca el universo es innovado o eterno 31; este pri­
mer movimiento, o primeros, corresponde a un primer móvi1, el
cuerpo celeste. Se trata, pues, del mismo objetivo expuesto en
el comentario medio.

26 Taháfut at-Taháfut, ed. M. Bouyges, 1930, Beirut, 1987, pp. 7-16.


Trad. catalana en Averrois, Destrucció de la "Destrucció», Barcelona 1991,
pp. 57-67.
27 Ms. Neubauer 1380, foL 80v: 20-22. Trad. española, p. 102.
28 Ms. Neubauer 1380, fol. 81: 6-7.
29 Teología de Averroes, 1947, Sevilla 1998, p. 93.
30 CM, fol. 339 B-e.
31 CM, fol. 339 C-D.
240 JOSEP PUlG MONTADA [10]

En primer lugar, Averroes adelanta quasi fundamentum que


existe un primer movimiento, un primer móvil y un primer
motor, correspondientes al cielo y que antes de cada movimien­
to no existe otro por esencia, sino accidentalmente, para pro­
ponerse averiguar si este primer movimiento es primero secun­
dum tempus o bien secundum naturam 32.
Este primer movimiento tiene que ser eterno: Su móvil
puede ser eterno o generado; si es generado, en el tiempo tiene
que precederle otro movimiento, de generación, y así ad infini­
tumo Si es un móvil eterno, pero empezó a moverse en un ins­
tante detenninado, después de un reposo infinito, y siendo eter­
no su motor, alguna causa impedía el movimiento. Para
eliminar este impedimento, otro cambio ha tenido lugar ante­
rionnente y también aquí se produce la reducción al infinito 33.
Por tanto, el movimiento primero lo es sólo por naturaleza,
pues es eterno. Éste sólo puede ser un movimiento de trasla­
ción circular, ya que las demás clases, como la generación, no
son más que «fin» del movimiento local.
Averroes alude también a los teólogos ash'aríes, loquentes
nos trae legis, porque pretenden que los seres racionales, gracias
a la voluntad, son capaces de empezar a moverse o de detener­
se sin necesidad de un cambio anterior a estas dos acciones.
Esto no es posible, contesta, pues la voluntad para entrar en
acción debe experimentar el deseo y el deseo es producto del
cambio en el tiempo. También aquí se da una recurrencia al
infinito 34.
El argumento del Kalám sobre la voluntad eterna, visto en
el comentario medio, vuelve a ser objeto de refutación, y con
más detalle, pues Averroes considera dos posibilidades: una
voluntad eterna quae antecedít volitum novum sine mediatione
motus o una voluntad eterna que actuase a través de otros
movimientos. En ambos casos, llega a la conclusión de que un
infinito por esencia es imposible -y da la razón a los mutaka­
llimíes- pero no un infinito por accidente. Gracias a él Averro­
es explica la cadena ilimitada de seres contingentes 35.

32 CM, fol. 342 L-M, con referencias al Libro V.

33 CM, fol. 342 M - 343 A.

34 CM, fol. 344 D-K.

35 CM, fol. 350 B-E.

[11] AVERROES y EL PROBLEMA DE LA ETERNIDAD ... 241

En la segunda versión de las jawame Averroes no deja dudas


sobre el objetivo que persigue, a su entender, Aristóteles: saber si
hay un primer movimiento que nunca cesó ni cesará, apoyándo­
se en unas premisas: 1) el movimiento no existe más que en un
móvil; 2) existe un primer movimiento, o quizá más de uno, el
cual comprende todo el universo; y 3) si hay un primer movi­
miento, y es eterno, tiene que ser circular 36.
El móvil del movimiento primero no puede ser generado,
sino eterno. Si fuera generado, dado que no se admite la gene­
ración ex nihilo, cada móvil se remontaría a otro sin que halle­
mos el móvil primero que nos hace falta. Este móvil tiene que
ser eterno, pero no puede haber estado detenido indefinidamen­
te y haber empezado a moverse, porque ello se debería a una
causa que sería otro movimiento o la consecuencia de un movi­
miento 37.
Averroes insiste en que ésta es la correcta interpretación de
Aristóteles, y no aquella que dice que el movimiento no se extin­
gue genéricamente. Quien cree lo segundo se basa en un error:
un movimiento no precede a otro por esencia, sino por acciden­
te, una tesis que conocemos de sus otros comentarios. Como
era de esperar, Averrocs atribuye el error a Juan Filópono, pero
antes que él a Platón, y recuerda que Alfarabi, Avicena y Avem­
pace siguieron esta línea, aunque con intenciones distintas, pre­
cisamente probar la eternidad del movimiento 38. En el epítome,
Averroes concentra, pues, lo esencial de la argumentación.
Algo semejante ocurre en las Masa'il fí 1-'ilm a(-(abí:z, o
"Cuestiones de ciencia natural». En árabe se conservan sola­
mente tres 39; según leemos al final de la cuestión «Acerca de
los libros VII y VIII de la Física», Averroes habría terminado
ésta en Sevilla el mes de Dhü I-I:Iijja de 592 (octubre-noviem­
bre 1196) 40, pero tal fecha no le pareció muy segura al editor,
al-'Alawi, según observó a pie de página. No cabe duda, sin

36 Epitome, p.129: 2 - 130: 5.


37 Epitome, pp. 130: 6 - 132: 10.
38 Epitome, pp. 133: 5 - 135: 8.
39 «Acerca de los libros VII y VIII de la Física», "Acerca del tempe­
ramento» y "Acerca de la semilla y el semen", publicadas por Jamál ad­
Din al-'Alawi, en Maqtlltlt fi l-man{iq wa-l-)lm at-tabf~f, Casablanca 1983,
pp. 223-263.
40 Maqálát, p. 243.
242 JOSEP PUIG MONTADA [12]

embargo, de que se trata de un escrito tardío, como la segunda


versión de las jawami~ o del gran comentario. En hebreo se con­
servan nueve cuestiones, que han sido traducidas al inglés 41.
La cuarta cuestión, en el orden de la serie hebrea, pone en
boca de Platón el siguiente argumento en contra de la eternidad
del movimiento: Cuando un movimiento es creado, antes tiene
que precederle otro en el tiempo y así hasta el infinito; de nuevo
leemos, pues, el argumento de la imposibilidad de una' cadena
infinita. Según Averroes, Aristóteles sólo podría aceptar este
argumento en el caso de que un movimiento fuera causa de otro
por esencia y no accidentalmente, como es de hecho 42. En favor
de la eternidad del movimiento también expone otros argumen­
tos. Uno de éstos hace referencia a que el primer motor eterno
no puede jamás haberse detenido, porque ello sería contradicto­
rio con su naturaleza, Averroes parece aludir a los argumentos
que el comentario mayor desarrollaba propiamente.
En la séptima cuestión, «Acerca de los libros VII y VIII de
la Física», Averroes se esfuerza en probar la cohesión de la Físi­
ca de Aristóteles, como obra. Al referirse al Libro VIII, y a su
primera parte, con claridad establece que el objetivo es «inves­
tigar si este primer movimiento, mediante el cual se mueve el
primer móvil [L e., el cuerpo celeste] por acción del primer
motor, es innovado o no» 43. En primer lugar, Averroes insiste
en la naturaleza eterna, no generada, de este primer móvil, de
lo contrario no sería primero.
¿Puede este móvil haber estado en reposo y haberse empe­
zado a mover en un instante determinado? Esta es la doctrina
de los teólogos mutakallimíes, quienes sostienen que Dios puso
en movimiento cosmos y Averroes la rechaza por absurda,
pues para moverse el móvil por sí mismo, necesita de un movi­
miento anterior 44.
Si las palabras de Averroes son breves en los temas prece­
dentes, por el contrario, son prolijas cuando contrapone esta

41 Helen T. Goldstein, Averroes, Questions in Phvsics, Dordrecht-Bos­


ton-Londres 1991. También editó el texto hebreo e~ su tesis doctoral de
Harvard-Radcliff (1956).
42 Trad. inglesa de Goldstein, p. 8.
43 Ed. 'Alawi, p. 230: 1-3; trad. Goldstein, p. 18.
44 Ed. 'Alawl, p. 231: 1-4; trad. Goldstein. p. 18.
[13] AVERROES y EL PROBLEMA DE LA ETERNIDAD .. , 243

forma de interpretar a Aristóteles en Phys., VIII, 1 con la forma


«tradicional» que, según él. se debe a Juan Filópono y que tam­
bién sigue Alfarabi en su obra Los entes cambiantes. Ya conoce­
mos esta vía tradicional: establece la eternidad del movimiento
a partir de la definición del mismo, pues por definición la capa­
cidad de moverse es anterior, temporalmente, al movimiento,
y el error está en considerar esta concatenación esencial. y no
accidental como es en realidad 45.
No falta la referencia a la tesis de Filópono, según la cual la
potencia no es anterior al movimiento en el caso de los cuatro
elementos, sino simultánea, ni la referencia a la respuesta de
Alfarabi, en Los entes cambiantes, que sostiene que la potencia
preexiste en aquel elemento del que se genera otro elemento 46.
La lectura que hace Averroes del Libro VIII de la Física es
sumamente enriquecedora tanto para conocer su recorrido inte­
lectual como los antecedentes históricos del problema de la eter­
nidad del movimiento. Averroes se hace eco de las críticas de Juan
el Gramático a su maestro Aristóteles y de las respuestas de Sim­
plicio a través de Alfarabi, que influye en Avempace, aunque para
él, estas respuestas son originales de Alfarabi. En la primera
redacción de su epítome o comentario menor, acepta esta inter­
pretación y cree que Aristóteles busca demostrar la eternidad del
movimiento «en cuanto género». Esta se demuestra en base a la
misma definición de movimiento o cambio. Una interpretación
similar leemos en el comentario mayor, aunque corregida por el
propio Averroes.
En un segundo momento, representado por la paráfrasis o
comentario medio, Averroes rectifica, lo que supone, de hecho, un
distanciamiento de Aristóteles. Piensa que éste quiere averiguar si
el primer movimiento, del que dependen todos los demás, es eter­
no o no, y no probar que el movimiento, o cambio, en general es
eterno. Averroes se apoya en la distinción entre «por accidente»
o «por esencia» para establecer que un movimiento no precede a
otro más que «por accidente». Aunque considera la hipótesis de
un movimiento no eterno en unos motores y móviles eternos

4S Ed. 'Alawi, p. 231: S 232: 11; trad. Goldstein, pp. 18-19. Recor­
demos que los comentadores aristotélicos hablan ya de potencia en sí, y
no de móvil.
46 Ed. 'Alawi, pp. 232: 11 - 233: 3; trad. Goldstein, pp. 19-20.
244 JOSEP PUIG MONTADA [14]

o innovados y concluye en la absurdidad de tal hipótesis, su inte­


rés está en un determinado móvil eterno, el universo.
En un tercer momento, representado tanto por el texto
general del gran comentario como por la revisión del epítome y
las quaestiones, Averroes insiste en su «rectificación». Parte de
algo que para él es un hecho: existen un primer móvil y un pri­
mer motor, y establece la necesidad de que su movimiento sea
eterno. Además de la distinción entre prioridad «por accidente»
y «por esencia», utiliza la distinción entre prioridad «por natu­
raleza» y «temporal». Puesto que el movimiento del universo es
eterno, no es anterior en el tiempo sino por naturaleza.
Entre las posibles razones que indujeron a Averroes a cam­
biar de interpretación contaría yo la discusión entre filósofos
helenizantes y teólogos ash'aríes sobre el carácter temporal o
eterno de la creación. Los ash'aríes insistían en que Dios había
decidido que el mundo existiera después de su inexistencia,
y que así el movimiento empezara. Un argumento demostrando
que a cada movimiento le tiene que preceder otro «por esencia»
podría dar la razón a los ash'aríes, poniendo un término. En
cambio, un universo creado eternamente espera de su Primer
Motor que nunca lo deje sin la acción que le es propia: moverse.

JOSEP PUIG MONTADA


Universidad Complutense
Madrid

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