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Interculturalidad

La interculturalidad se refiere a la interacción entre culturas, de una forma respetuosa,


donde se concibe que ningún grupo cultural esté por encima del otro, favoreciendo en todo
momento la integración y convivencia entre culturas. En las relaciones interculturales se
establece una relación basada en el respeto a la diversidad y el enriquecimiento mutuo; sin
embargo no es un proceso exento de conflictos, estos se resuelven mediante el respeto, el
diálogo, la escucha mutua, la concertación y la sinergia. Es importante aclarar que la
interculturalidad no se ocupa tan solo de la interacción que ocurre, por ejemplo, entre un
chino y un boliviano, sino además la que sucede entre un hombre y una mujer, un niño y un
anciano, un rico y un pobre, un marxista y un liberal, etc.

Por supuesto, la interculturalidad está sujeta a variables como: diversidad, definición del
concepto de cultura, obstáculos comunicativos como la lengua, políticas poco integradoras
de los Estados, jerarquizaciones sociales marcadas, sistemas económicos exclusionistas,
etc. Es decir que la interculturalidad se ha utilizado para la investigación en problemas
comunicativos entre personas de diferentes culturas y en la discriminación de etnias,
principalmente. Otros ámbitos de los estudios interculturales son aplicados en el ámbito de
la educación, los estudios de mercado y su aplicación en el diseño de políticas en Salud.
Según Almaguer, Vargas y García (2007), la interculturalidad del siglo XXI tiene referentes
precisos en los modelos de comunicación de masas en los Estados Unidos en la década de
los 50´s, los modelos de comunicación intercultural y migración en España y la integración
Europea, cuyo principal teórico es Miquel Rodrigo Alsina, investigador de la comunicación
en la Universidad Autónoma de Barcelona. Otro elemento presente en los modelos y los
procesos de gestión intercultural, son los desarrollados por los pueblos indígenas en
Nicaragua de la Costa Atlántica, la lucha de los pueblos Mapuches en Chile y las
poblaciones indígenas en Bolivia, que bajo un enfoque intercultural autonómico han sido
planteados por estudiosas como Myrna Cunninham y Alta Hooker. Según el sociólogo y
antropólogo Tomás R. Austin Millán "La interculturalidad se refiere a la interacción
comunicativa que se produce entre dos o más grupos humanos de diferente cultura. Si a uno
o varios de los grupos en interacción mutua se les va a llamar etnias, sociedades, culturas o
comunidades es más bien materia de preferencias de escuelas de ciencias sociales y en
ningún caso se trata de diferencias epistemológicas".

Otras variables a las que se expone son: insercción e integración, en la primera se asume la
presencia física de las personas a un determinados espacio donde prevalece la cultura
dominante o mayoritaria, en el segundo caso, no solo se acepta sino que entra en juego la
disposición a interactuar de manera intelectual, psicológica, y cultural al no solo dar por
aceptada a la nueva cultura, además disponerse a conocerla, respetarla y aprender de ella en
interacción mutua entre las mayorías y minorías culturales, dando como resultado un
proceso intercultural (entre culturas).

Una de las posiciones sobre la interculturalidad es planteada desde el seno de las teorías
críticas, y es ver a la interculturalidad como movimiento social. Gunter Dietz plantea que
los movimientos que inicialmente se llamaron multiculturales pretendían reivindicar
derechos, se puede mencionar entre ellos a las movilizaciones de los años 60 de los grupos
de chicanos, afroamericanos, gays y feministas de Estados Unidos.

Objetivos
Razón por la cual la interculturalidad es hoy más importante que nunca, para enriquecernos,
para crecer, para unirnos cooperativamente, para ser más flexibles, tolerantes y eficaces en
nuestra comunicación y por nuestra cultura.

Citas
Fragmentos de texto extraídos del artículo "La comunicación intercultural" de Miquel
Rodrigo Alsina:

Toda cultura es básicamente pluricultural. Es decir, se ha ido formando, y se sigue formando, a


partir de los contactos entre distintas comunidades de vidas que aportan sus modos de pensar, sentir
y actuar. Evidentemente los intercambios culturales no tendrán todos las mismas características y
efectos. Pero es a partir de estos contactos que se produce el mestizaje cultural, la hibridación
cultural...

- Una cultura no evoluciona si no es a través del contacto con otras culturas. Pero los contactos
entre culturas pueden tener características muy diversas. En la actualidad se apuesta por la
interculturalidad que supone una relación respetuosa entre culturas.

- Mientras que el concepto "pluricultural" sirve para caracterizar una situación, la interculturalidad
describe una relación entre culturas. Aunque, de hecho, hablar de relación intercultural es una
redundancia, quizás necesaria, porque la interculturalidad implica, por definición, interacción .

- No hay culturas mejores y ni peores. Evidentemente cada cultura puede tener formas de pensar,
sentir y actuar en las que determinados grupos se encuentren en una situación de discriminación.
Pero si aceptamos que no hay una jerarquía entre las culturas estaremos postulando el principio
ético que considera que todas las culturas son igualmente dignas y merecedoras de respeto. Esto
significa, también, que la única forma de comprender correctamente a las culturas es interpretar sus
manifestaciones de acuerdo con sus propios criterios culturales. Aunque esto no debe suponer
eliminar nuestro juicio crítico, pero si que supone inicialmente dejarlo en suspenso hasta que no
hayamos entendido la complejidad simbólica de muchas de las prácticas culturales. Se trata de
intentar moderar un inevitable etnocentrismo que lleva a interpretar las prácticas culturales ajenas a
partir de los criterios de la cultura del -la persona- intérprete.

Actitudes
La interculturalidad se consigue a través de tres actitudes:

 Visión dinámica de las culturas


 Considerando que las relaciones cotidianas se producen a través de la
comunicación.
 Construcción de una amplia ciudadanía, sólo aceptada con la igualdad de derechos
como ciudadanos..
Etapas
El enfoque intercultural tiene tres etapas:

 Negociación: es la simbiosis. Compresiones y avenencias necesarias para evitar la


confrontación
 Penetración: salirse del lugar de uno, para tomar el punto de vista del otro.
 Descentralización: perspectiva en la que nos alejamos de uno mismo, a través de
una reflexión de sí mismo.

El término "interculturalidad" aparece por primera vez en Alemania a fines de los años
70 del siglo pasado, ligado a los programas compensatorios convirtiéndose en la clave
de un enfoque educativo que considere el respeto por los derechos humanos, la
diversidad cultural, la fuerza y valor de la multiculturalidad, el refuerzo de la identidad
cultural, el proceso recíproco de aprendizaje entre las culturas, el diálogo cultural
basado en la relación interactiva y la igualdad de oportunidades para todas las
personas. La interculturalidad _de acuerdo a Mall, citado por De Vallescar _ sería el
nombre de una actitud o enfoque _filosófico_ que a pesar de reconocer sus centros,
intenta ir más allá de todo centrismo. El adjetivo inter _argumentado por Panikkar que
lo cita De Vallescar _, no es ningún apéndice o suplemento sino lo más relevante, ya
que ese prefijo denota relación (semejanza) diferencia, entre filosofías, culturas y
religiones. Por eso, supone de fondo la convicción de evitar la absolutización de
cualquiera de éstas. Esto es, no singularizar ninguna de ellas. En ese sentido, supera
todo planteamiento comparativo, que implicaría un punto ‘fuera de’ o neutral _que no
existe_ desde donde compararlas con justicia.

En América Latina y el Perú el concepto de interculturalidad, se introduce a inicios de la


década de 1980 en los proyectos de educación bilingüe destinados a la población
indígena y como respuesta al fracaso de la educación asimilacionista y homogeneizante
de los Estados nacionales. En el contexto nuestro, la interculturalidad es un proyecto
por construir bajo la interacción dialógica, interrelación y convivencia de culturas en su
diferencia; rebasa lo étnico, puesto que interpela a toda la sociedad en su conjunto; no
tiene que ver con un área geográfica; ni con un sector específico de escuelas o niveles
educativos, va más allá de ser una realidad objetiva: es una utopía. Un acto
intercultural, no constituye en sí mismo, valorar y disponer simultáneamente del
conocimiento occidental e indígena latinoamericano: no es remover el “kañiwaku” con
la leche de vaca.

En este sentido, la interculturalidad _para nosotros_, es fundamentalmente, la


generación de nuevas manifestaciones de conocimientos y valores humanos producto
de la interrelación dialógica entre los culturalmente diferentes que se confieren sentido
mutuamente, bajo el marco del respeto y la convergencia. Por eso constituye, un
proyecto por construir. La interculturalidad emitirá diferentes signos según las
peculiaridades de las culturas en interacción, es inadmisible pensar en un modelo
intercultural único y por consiguiente; es difícil, ofrecer un concepto acabado sobre
esta temática. De la misma manera, esto trae consigo que, no es razonable plantear
un modelo único de EIB, sino de varios modelos o tipos, respectivamente.

El concepto de interculturalidad, va de la mano con la capacidad de reconocer e


incorporar la diferencia como una constante en la vida contemporánea. La perspectiva
intercultural toma en cuenta la diferencia, no como un dato natural y estático, sino
como una interacción dinámica entre dos o más mundos culturales. Chiodi anota que,
la interculturalidad, constituye un enfoque relacionado con la gestión de la diversidad
cultural. Por su parte, Cañulef explicita que se debe entender como interculturalidad al
respeto y reconocimiento mutuo de las diferencias, a la aceptación del otro como
legítimo otro en la convivencia, al diálogo respetuoso y permanente, la comunicación y
la negociación para la búsqueda del bien común. Como se puede advertir, no existe un
solo concepto para referirse a interculturalidad, Walsh manifiesta que se refiere a
complejas relaciones, negociaciones e intercambios culturales, y busca desarrollar una
interacción entre personas, conocimientos y prácticas culturalmente diferentes; una
interacción que reconoce y que parte de las asimetrías sociales, económicas, políticas,
y de poder y de las condiciones institucionales que limitan la posibilidad que el “otro”
pueda ser considerado como sujeto con identidad, diferencia y agencia, la capacidad
de actuar. No se trata simplemente de reconocer, descubrir o tolerar al otro, o la
diferencia en sí, tal como algunas perspectivas basadas en el marco de liberalismo
democrático y multicultural lo sugieren. Tampoco se trata de esencializar identidades o
entenderlas como adscripciones étnicas inamovibles. Más bien, se trata de impulsar
activamente procesos de intercambio que, por medio de mediaciones sociales, políticas
y comunicativas, permitan construir espacios de encuentro, diálogo y asociación entre
seres y saberes, sentidos y prácticas distintas.

La interculturalidad, va traspasando los ámbitos de la educación indígena y el


reconocimiento de la diversidad, hoy cuestiona la estructura misma del Estado-Nación,
su organización homogeneizante y excluyente; y, se perfila como desafío permanente
para las sociedades plurinacionales o pluriculturales. Incluso desde la visión indígena,
lo intercultural plantea el tema de la descolonización, como un proceso fundamental
para los pueblos indígenas. La descolonización es entendida como un proceso ligado a
la interculturalidad, ya que se vincula con la valoración y la revitalización de las
culturas indígenas, sobre la base de la emergencia de los pueblos como sus
protagonistas. Esto supone seguir repensando y redefiniendo la noción de
interculturalidad.

MULTICULTURALIDAD
Es un concepto sociológico o de antropología cultural. Significa que se constata la existencia de
diferentes culturas en un mismo espacio geográfico y social. Sin embargo
estas culturas cohabitan pero influyen poco las unas sobre las otras y no suelen ser permeables a
las demás. Se mantienen en guetos y viven vidas paralelas. La sociedad de acogida suele ser
hegemónica y suele establecer jerarquías legales y sociales que colocan a los otros grupos en
inferioridad de condiciones, lo que lleva al conflicto, al menosprecio, a la creación de estereotipos
y prejuicios dificultando la convivencia social, siempre en detrimento de los grupos más débiles. En
los casos en que exista equidad y respeto mutuo se puede pasar de la multiculturalidad al
multiculturalismo.
PLURICULTURALIDAD:
El plurilingüismo, es más evidente porque todos conocemos a personas que pueden usar varios
idiomas dependiendo de la situación en la que se encuentren. Por el contrario, pensar que una
persona pertenezca a varias culturas, que las lleve dentro de si y que las pueda usar cuando las
necesite, eso sí puede ser más complicado de entender.
Entre algunas otras acepciones, solemos decir que alguien tiene mucha cultura si vemos que se
expresa con conocimiento; por otro lado, hablamos de “nuestra cultura” para indicar nuestra
pertenencia a un territorio o algún tipo de unidad socio-política (estado, comunidad autónoma,
etc.).
Por cultura aquí entendemos un conjunto de ideas y símbolos compartidos por un grupo. Así, los
habitantes de un país tendrán su cultura, pero también tiene su cultura una familia determinada,
un gremio concreto, una asociación en particular o una banda de música. Todos comparten una
serie de ideas y símbolos que les ayudan a entenderse y actuar de forma apropiada cuando están
desarrollando las actividades propias de ese grupo. En este sentido, el individuo es pluricultural
por definición porque pertenece a muchos de estos grupos y participa en muchas de estas
culturas: más que una única identidad cultural disponemos de múltiples identidades socio-
culturales.

Pluriculturalidad y Estado Pluricultural.

Inicio esta reflexión planteando un concepto que ha mi juicio sintetiza el concepto pluriculturalidad. En términos

académicos y políticos, la pluriculturalidad es: La existencia de un conjunto de culturas que se encuentran en un

territorio determinado y que igualmente se interrelacionan unas con otras, a través de un proceso intercultural.

Desde esta perspectiva podemos determinar que el Perú es un país pluricultural, ya que en él existen diversas

culturas que se distinguen unas de otras, así podemos citar a nivel nacional a las culturas Aymaras, Quechuas,

Ashaninkas, mashiyengas, etc. Siguiendo esta definición, es preciso indicar que cada una de estas culturas albergan

elementos culturales propios, que los hacen diferentes, como son: El idioma, el entorno en que vive, la música, las

costumbres, la organización, la religiosidad, entre otros elementos que asimismo forman parte de su identidad

cultural.

Entendido así, paso ahora entonces a abordar lo que significa un estado pluricultural. En términos generales, el

estado pluricultural está basado en la afirmación de las diversas culturas y su integración dentro de la identidad y

carácter del Estado. Desde este punto de vista, un estado pluricultural supone el reconocimiento y respeto de los

pueblos y comunidades indígenas y campesinas como sujetos políticos y no como objetos de políticas. Un modelo

de Estado Pluricultural pasa entonces por el reconocimiento y vigencia real, de un conjunto de derechos
económicos, territoriales, culturales y políticos de los pueblos indígenas. Dicho de otro modo, Un Estado Pluricultural

es un estado en el que el poder está distribuido y no concentrado ni centralizado.

Bajo estos conceptos generales, el cual de ninguna manera intenta disminuir las variadas significaciones que existen

en relación a un estado pluricultural, vale ahora hacerse la siguiente interrogante: ¿Es el Perú un estado

pluricultural? Para contestar esta interrogante nos remitimos al Art 2 Inc. 19 de la constitución política del Perú el

cual indica que: “Toda persona tiene derecho a su identidad étnica y cultural. El estado reconoce y protege la

pluralidad étnica y cultural de la nación”. Tomando esta afirmación probamos entonces que el Perú si reconoce la

pluralidad cultural de la nación. El mismo que se complementa con el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos

Indígenas y Tribales en Países Independientes, el cual también reconoce los derechos de los pueblos indígenas y

establece obligaciones no sólo a los Estados, sino que en la perspectiva de interpretación de los derechos humanos,

estas obligaciones se hacen extensivas a toda la sociedad en su conjunto.

La Central Hidroeléctrica Inambari y el Estado Pluricultural del Perú

Teniendo este miramiento preliminar, de primera intención quiero abordar la problemática de la construcción de la

central hidroeléctrica de Inambari considerado la siguiente afirmación: Si decimos que somos un estado pluricultural,

el mismo que supone el reconocimiento de un conjunto de derechos, territoriales, de recursos naturales, culturales,

políticos y económicos de los pueblos indígenas, ¿Por qué el gobierno central del Perú inició y autorizó el proceso

de prospección, negociación y posterior firma de convenio, con el gobierno de Brasil, de manera unilateral, sin antes

consultar y promover, oportunamente la participación directa de la población interesada? .

Ciertamente este aspecto es ahora el meollo del asunto, y es que, en la actual coyuntura por un lado la población

ahora se empecina mucho más en oponerse a la construcción de la hidroeléctrica Inambari porque considera que el

proceso fue un acto oscuro ya que nunca se promovió la consulta y participación directa y oportuna, de los actores e

instituciones claves, en el proceso de prospección, negociación y firma de convenio, mientras que por el otro lado, el

gobierno central a través de la empresa EGASUR, insiste en realizar la consulta popular bajo la figura de solución a

las demandas sociales (reubicación e indemnización de los pobladores afectados, no afección al Bahuaja Sonene,

reubicación de la carretera interoceánica, entre otras).

En torno a este tema, el artículo 15.2 del Convenio 169 es sumamente claro “…. los gobiernos deberán establecer o

mantener procedimientos con miras a consultar a los pueblos interesados, a fin de determinar si los intereses de

esos pueblos serían perjudicados, y en qué medida, antes de emprender o autorizar cualquier programa de

prospección o explotación de los recursos existentes en sus tierras”

Esto se complementa con el artículo15.1 del mismo convenio: “Los derechos de los pueblos interesados a los

recursos naturales existentes en sus tierras deberán protegerse especialmente. Estos derechos comprenden el

derecho de esos pueblos a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recursos”.


Desde aquí se advierte entonces que, el gobierno central no cumplió con dicho procedimiento, razón por la cual, y en

medio de una confusión social generalizada, en la actualidad el conflicto social por la construcción de la

hidroeléctrica se agudiza aún más. No obstante a ello, y para cubrir este "descuido” el gobierno central, a través de

la empresa EGASUR, “utilizando” el artículo 6.1 del referido convenio, el cual establece que los gobiernos deberán

“…a) consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus

instituciones representativas, cada vez que se prevean medias legislativas o administrativas susceptibles de

afectarles directamente…”, actualmente pretende (y para ello viene realizando visitas a las poblaciones locales,)

realizar el proceso de consulta en donde la figura sólo es la recepción de demandas sociales y, con ello, hacer notar

un supuesto proceso de participación.

Esta estrategia quiebra inconmensurablemente la razón esencial del modelo pluricultural y los diversos artículos del

convenio 169 y la constitución, en vista que el proceso de consulta no es un simple mecanismo de participación o

que se reduce a simples actos de información o recojo de demandas sociales, es fundamentalmente mucho más,

puesto que la referida consulta tiene carácter de toma de decisión oportuna y directa en torno a la prospección,

negociación y firma del convenio, en este caso de la construcción de la central hidroeléctrica de Inambari. En

consecuencia y frente a estos antecedentes, se viene haciendo lógica la demanda, al gobierno central, en razón a su

obligación y responsabilidad frente a este tipo de procesos, para la implementación de un verdadero y correcto

proceso de consulta.

Este proceso también tiene su sustento en el proyecto de Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos

de los Pueblos Indígenas, en el cual establece, en su artículo 26º, que: “Los pueblos indígenas tienen derecho a las

tierras, territorios y recursos que poseen en razón de la propiedad tradicional u otra forma tradicional de ocupación o

utilización, así como a los que hayan adquirido de otra forma”.

Con esto como referente, esta demás manifestar que el accionar del gobierno en este proceso fue de arriba – abajo,

acto que contraviene con los principios del modelo pluricultural reconocido por la carta magna del Perú.

Un camino, Nuevas luces para una solución.

Considerando el soporte preliminar, quedaría atrás continuar exigiendo al gobierno central Reglas Claras (o estudios

diversos) a un proceso que desde sus inicios de prospección, negociación y firma del acuerdo en relación a la

hidroeléctrica Inambari, no promovió la consulta oportuna y participación directa de la población interesada;

quebrando de esta manera la esencia real de un estado pluricultural y los diversos artículos que lo defienden. Desde

este marco como referencia y amparados en los principios del modelo pluricultural, se hace vital exigir al gobierno

central, la anulación del proceso de negociación actual, y la generación e implementación de un verdadero proceso

de consulta, el cual refleje, con real interculturalidad, la participación directa de los 03 niveles involucrados

(población interesada, gobierno central y empresa interesada) en torno a la referida hidroeléctrica. Esta medida, la
cual tendrá que ser producto del consenso local y regional, promoverá un nuevo proceso de negociación con

información veraz y transparente, de todas las partes y en ese marco, se obtendrá una decisión concertada y

equilibrada en relación a esta problemática. Con ello se protegerá los verdaderos intereses de la población.

El Perú es un crisol, un mosaico, una síntesis de culturas. En el Perú no hay


pureza cultural, en nuestro país concurren por lo menos cuatro sangres: la andina,
la hispánica, la africana y la sangre asiática: chinos y japoneses.

Hay diversas gradaciones de mestizaje, siendo las matrices culturales básicas:


andina, blanca, africana. El mestizaje se expresa en la comida, música, lenguaje,
arte, arquitectura; se ha evolucionado en la fusión étnica y cultural, pero las
ciudades se han vuelto caóticas. Hay relaciones de amor-odio; de aceptación-
rechazo, mundo ajeno- excluyente, ciudad de marginados y pobres con
predominio de informalidad.

Las ciudades de hoy son una mezcla de tradición hispana-mestiza, del mundo
andino y de la modernidad, es la convivencia y la incorporación del criollo
popular entremezclándose creando una nueva cultura. En cuanto a las sociedades
plurireligiosas es necesario que las actitudes vividas se conformen a la sinceridad
de los compromisos adquiridos, de lo contrario la disparidad que surge
descalifica el diálogo interreligioso.

Es necesario el fomento del diálogo intercultural para la prevención de los


conflictos. Los hombres y mujeres de buena voluntad de distintos orígenes
culturales, de diferentes creencias religiosas y diversas procedencias étnicas y
social a fin de lograr una cultura de paz.

Considerando todas las vicisitudes de la humanidad, uno se queda asombrado


frente a las manifestaciones complejas y varias de las culturas humanas. Cada
una de ellas se diferencia de las otras por su específico itinerario histórico y por
los consiguientes rasgos característicos que la hacen única, original y orgánica en
su propia estructura. La cultura es expresión cualificada del hombre y de sus
vicisitudes históricas, tanto a nivel individual como colectivo. En efecto, la
inteligencia y la voluntad le mueven incesantemente a "cultivar los bienes y los
valores de la naturaleza", 1 plasmando en unas síntesis culturales cada vez más
altas y sistemáticas, los conocimientos fundamentales que se refieren a todos los
aspectos de la vida y, en particular, los que atañen a su convivencia social y
política, a la seguridad y al desarrollo económico, a la elaboración de los valores
y significados existenciales, sobre todos de naturaleza religiosa, que permiten a
su situación individual y comunitaria desarrollarse según modalidades
auténticamente humanas.2

FORMACIÓN HUMANA Y PERTENENCIA CULTURAL

Si por esto es importante, por un lado, saber apreciar los valores de la propia
cultura, por otro es preciso tomar conciencia de que cada cultura, siendo un
producto típicamente humano e históricamente condicionado, también implica
necesariamente unos límites. Para que el sentido de pertenencia cultural no se
transforme en cerrazón, un antídoto eficaz es el conocimiento sereno, no
condicionado por prejuicios negativos, de las otras culturas. Por lo demás, en un
análisis atento y riguroso, frecuentemente las culturas muestran, por encima de
sus manifestaciones más externas, elementos comunes significativos. Esto se
puede ver también en la sucesión histórica de culturas y civilizaciones.

Las diferencias culturales han de ser comprendidas desde la perspectiva


fundamental de la unidad del género humano, dato histórico y ontológico
primario, a la luz del cual es posible entender el significado profundo de las
mismas diferencias. En realidad, sólo la visión de conjunto tanto de los elementos
de unidad como de las diferencias, hace posible la comprensión y la
interpretación de la verdad plena de toda cultura humana.3

DIVERSIDAD DE CULTURAS Y RESPETO RECÍPROCO

En el pasado las diferencias entre las culturas han sido a menudo fuente de
incomprensiones entre los pueblos y motivo de conflictos y guerras. Pero todavía
hoy, por desgracia, en diversas partes del mundo constatamos, con creciente
aprensión, la polémica consolidación de algunas identidades culturales contra
otras culturas. Este fenómeno puede, a largo plazo, desembocar en tensiones y
choques funestos, y por lo menos hace difícil la condición de algunas minorías
étnicas y culturales, que viven en un contexto de mayorías culturalmente
diversas, propensas a actitudes y comportamientos hostiles y racistas. Ante esta
situación, todo hombre de buena voluntad debe interrogarse sobre las
orientaciones éticas fundamentales que caracterizan la experiencia cultural de una
determinada comunidad.
Las culturas se caracterizan siempre por algunos elementos estables y duraderos
y por otros dinámicos y contingentes. En un primer momento, la consideración
de una cultura ofrece sobre todo los
aspectos característicos que la
diferencian de la cultura del observador,
asegurándole un carácter típico en el
cual convergen elementos de la más
diversa naturaleza. En la mayor parte de
los casos, las culturas se desarrollan
sobre territorios concretos, cuyos
elementos geográficos, históricos y
étnicos se entrelazan de modo original e
irrepetible. Este "carácter típico" de
cada cultura se refleja, de modo más o
menos relevante, en las personas que la
tienen, en un dinamismo continuo de
influjos en cada uno de los sujetos
humanos y de las aportaciones que
éstos, según su capacidad y su genio,
dan a la propia cultura. En cualquier
caso, ser hombre significa
necesariamente existir en una
determinada cultura. Cada persona está
marcada por la cultura que respira a
través de la familia y los grupos
humanos con los que entra en contacto,
por medio de los procesos educativos y
las influencias ambientales más diversas y .de la misma relación fundamental que
tiene con el territorio en el que vive. En todo esto no hay ningún determinismo,
sino una constante dialéctica entre la fuerza de los condicionamientos y el
dinamismo de la libertad.

La acogida de la propia cultura como elemento configurador de la personalidad,


especialmente en la primera fase del crecimiento, es un dato de experiencia
universal, cuya importancia no se debe infravalorar. Sin este enraizamiento en un
humus definido, la persona misma correría el riego de verse expuesta, en edad
aún temprana, a un exceso de estímulos contrastantes que no ayudarían el
desarrollo sereno y equilibrado. Sobre la base de esta relación fundamental con
los propios "orígenes " a nivel familiar , pero también territorial, social y cultural
es donde se desarrolla en las personas el sentido de la "patria ", y la cultura tiende
a asumir, unas veces más y otras menos, una configuración "nacional"
En efecto las culturas, igual que el hombre que es su autor, están marcadas por el
« misterio de iniquidad» que actúa en la historia humana (cf. 2 Ts 2,7) y tienen
también necesidad de purificación y salvación. La autenticidad de cada cultura
humana, el valor del ethos que lleva consigo, o sea, la solidez de su orientación
moral, se pueden medir de alguna manera por su razón de ser en favor del
hombre y en la promoción de su dignidad a cualquier nivel y en cualquier
contexto.

Si tan preocupante es la radicalización de las identidades culturales que se


vuelven impermeables a cualquier influjo externo beneficioso, no es menos
arriesgada la servil aceptación de las culturas, o de algunos de sus importantes
aspectos, como modelos culturales del mundo occidental sostenido por poderosas
campañas de los medios de comunicación social, que tienden a proponer estilos
de vida, proyectos sociales y económicos y, en definitiva, una visión general de
la realidad, que erosiona internamente organizaciones culturales distintas y
civilizaciones nobilísimas. Por su destacado carácter científico y técnico, los
modelos culturales de Occidente son fascinantes y atrayentes pero muestran, por
desgracia y siempre con mayor evidencia, un progresivo empobrecimiento
humanístico, espiritual

DIÁLOGO ENTRE LAS CULTURAS

De manera análoga a lo que sucede en la persona, que se realiza a través de la


apertura acogedora al otro y la generosa donación de sí misma, las culturas,
elaboradas por los hombres y al servicio de los hombres, se modelan también con
los dinamismos típicos del diálogo y de la comunión, sobre la base de la
originaria y fundamental unidad de la familia humana

Desde este punto de vista, el diálogo entre las culturas, surge como una exigencia
intrínseca de la naturaleza misma del hombre y de la cultura. Como expresiones
históricas diversas y geniales de la unidad originaria de la familia humana, las
culturas encuentran en el diálogo la salvaguardia de su carácter peculiar y de la
recíproca comprensión y comunión es más bien expresión de la convergencia de
una multiforme variedad, y por ello se convierte en signo de riqueza y promesa
de desarrollo.

El diálogo lleva a reconocer la riqueza de la diversidad y dispone los ánimos a la


recíproca aceptación, en la perspectiva de una- auténtica colaboración, que
responde a la originaria vocación a la unidad de toda la familia humana. Como
tal: el diálogo es un instrumento eminente para realizar la civilización del amor y
de la paz como el ideal en el que había que inspirar la vida cultural, social,
política y económica de nuestro tiempo. Al inicio del tercer milenio es urgente
proponer de nuevo la vía del diálogo a un mundo marcado por tantos conflictos y
violencias, desalentado a veces e incapaz de escrutar los horizontes de la
esperanza y de la paz.

RESPETO DE LAS CULTURAS Y "FISONOMÍA CULTURAL" DEL


TERRITORIO.

Más difícil es determinar hasta dónde llega el derecho de los emigrantes al


reconocimiento jurídico público de sus manifestaciones culturales específicas,
cuando éstas no se acomodan fácilmente a las costumbres de la mayoría de los
ciudadanos. La solución de este problema, en el marco de una sustancial
apertura, está vinculada a la valoración concreta del bien común en un
determinado momento histórico y en una situación territorial y social concreta.
Mucho depende de que arraigue en todos una cultura de la acogida que, sin caer
en la indiferencia sobre los valores, sepa conjugar las razones en favor de la
identidad y del diálogo.

Por otro lado, se ha de valorar la importancia que tiene la cultura característica de


un territorio para el crecimiento equilibrado de los que pertenecen a él por
nacimiento, especialmente en sus fases evolutivas más delicadas. Desde este
punto de vista, puede considerarse plausible una orientación que tienda a
garantizar en un determinado territorio un cierto «equilibrio cultural » , en
correspondencia con la cultura predominante que lo ha caracterizado; un
equilibrio que, aunque siempre abierto a las minorías y al respeto de sus derechos
fundamentales, permita la permanencia y el desarrollo de una determinada «
fisonomía cultural », o sea, del patrimonio fundamental de lengua, tradiciones y
valores que generalmente se asocian a la experiencia de la nación y al sentido de
la « patria » .

Es evidente que esta exigencia de « equilibrio » , respecto a la «fisonomía


cultural » de un territorio, no se puede lograr satisfactoriamente sólo con
instrumentos legislativos, puesto que éstos carecerían de eficacia si no estuvieran
fundados en el ethos de la población y, sobre todo, estarían destinados a cambiar
naturalmente, cuando una cultura perdiera de hecho su capacidad de animar un
pueblo y un territorio, convirtiéndose en una simple herencia guardada en museos
o monumentos artísticos y literarios.

En realidad, una cultura, en la medida en que es realmente vital, no tiene motivos


para temer ser dominada, de igual manera que ninguna ley podrá mantenerla viva
si ha muerto en el alma de un pueblo. Por lo demás , en el plano del diálogo entre
las culturas, no se puede impedir a uno que proponga a otro los valores en que
cree, con tal de que se haga de manera respetuosa de la libertad y de la
conciencia de las personas. « La verdad no se impone sino por la fuerza de la
misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas ».4

CONCIENCIA DE LOS VALORES COMUNES

El diálogo entre las culturas, instrumento privilegiado para construir la


civilización del amor, se apoya en la certeza de que hay valores comunes a todas
las Culturas, porque están arraigados en la naturaleza de la persona. En tales
valores la humanidad expresa sus rasgos más auténticos e importantes. Hace falta
cultivar en las almas la conciencia de estos valores, dejando de lado prejuicios
ideológicos y egoísmos partidarios, para alimentar ese humus cultural, universal
por naturaleza, que hace posible el desarrollo fecundo de un diálogo constructivo.
También las diferentes religiones pueden y deben dar una contribución decisiva
en este sentido.

EL VALOR DE LA SOLIDARIDAD

Ante las crecientes desigualdades existentes en el mundo, el primer valor que se


debe promover y difundir cada vez más en las conciencias es ciertamente el de la
solidaridad. Toda sociedad se apoya sobre la base del vínculo originario de las
personas entre sí, conformado por ámbitos relacionales cada vez más amplios -
desde la familia y los demás grupos sociales intermedios hasta los de la sociedad
civil entera y de la comunidad estatal. A su vez los Estados no pueden prescindir
de entrar en relación

RECOMENDACIONES

Se debe reconocer la multiculturalidad de nuestras sociedades y fomentar la


convivencia intercultural rechazando toda discriminación por razones de género,
raza o religión.

Garantizar el pleno acceso a los medios de comunicación de los pueblos


comunidades y personas de las culturas originarias, incluyendo la transferencia
de tecnologías, la protección de los derechos individuales y colectivos de los
pueblos.

El derecho a la diversidad y a la diferencia, la preservación del patrimonio


cultural indígena fortaleciendo los valores de la paz.

La educación, en especial en los profesores de las Escuelas de Post- Grado, debe


desarrollar la capacidad de reconocer y aceptar los valores que existen en la
diversidad de los individuos, los géneros, los pueblos y las culturas y desarrollar
la capacidad de comunicar, compartir y cooperar con los demás ciudadanos de
una sociedad.

Debe haber contenidos sobre el problema del racismo y la historia de la lucha


contra el sexismo y todas las formas de discriminación y exclusión. En los
programas de estudio, se debe dar conocimientos sobre el respeto de la cultura de
los demás.

Promover la valorización de la propia cultura, respeto a la diversidad cultural, el


dialogo intercultural y la toma de conciencia de los derechos de los pueblos
nativos originarios y otras comunidades. La educación Bilingüe intercultural
debe ofrecerse en todo el sistema educativo, también en las Escuelas de Post-
Grado

La educación Bilingüe intercultural garantizará el aprendizaje y desarrollo de la


lengua materna y de una segunda lengua en los educandos como en los medios de
comunicación.

I. CULTURA E INTERCULTURALIDAD

¿Que es cultura?

Por comodidad, respondemos la pregunta con algunas definiciones del concepto antropológico de cultura que transcribimos en
seguida:

a « Una cultura es un conjunto de formas y modos adquiridos de concebir el mundo, de pensar, de hablar, de expresarse, percibir,
comportarse, organizarse socialmente, comunicarse, sentir y valorarse a uno mismo en cuanto individuo y en cuanto a grupo. Es
intrínseco a las culturas el encontrarse en un constante proceso de cambio ». (Heise, Tubino, Ardito: 1994 p.7)

b«Una cultura es una variedad de sistemas desarrollados por las sociedades


humanas como medio de adaptación al ambiente en el cual se vive; como
totalidad, un sistema cultural constituye el medio a través del cual el grupo al
cual pertenece dicho sistema consigue su supervivencia como una sociedad
organizada...» (Robert W.Young En: Abrahams y Troike, 1972.)

¿Que es interculturalidad?
La interculturalidad es la conducta cultural para desenvolverse en contextos de relación de culturas. Es una conducta de las personas
o de los grupos humanos en situaciones de multiculturalidad. Se trata de un saber manejarse entre miembros de diferentes culturas
con quienes se interactúa. La interculturalidad no implica a priori el "saber manejarse bien o mal", solo implica saber manejarse, pues
una u otra alternativa específica dependerá de la política sobre interculturalidad que asumen las personas o los grupos humanos.
Dicha política puede estar explícitamente formulada o, lo que es común, estará implícitamente vigente. En este contexto, el prefijo
inter no hace referencia sino a la relación entre dos o más culturas, en que actúa el individuo o el grupo humano.

2. Caminos para la interculturalidad

La interculturalidad es, en tanto realidad, una realidad cultural; y como todo fenómeno cultural, la conducta intercultural se aprende
sea como miembro de una determinada cultura, o de un grupo de culturas en contacto. Esa conducta intercultural puede tener una
realización adecuada o no adecuada en su propósito de permitir desenvolverse en situaciones de interculturalidad. EI juicio sobre
adecuación depende de un determinado sistema cultural.

La primera condición para que exista interculturalidad es el contacto de culturas. Pero para que la interculturalidad sea una conducta,
lo que debe ocurrir es un proceso de aprendizaje, ya sea natural -como parte de la socialización de las personas- o planificado, es
decir, formalmente.

Conviene aclarar que la educación en general puede ser intercultural y no ser bilingüe, tanto como puede ser bilingüe y no ser
intercultural. La vigencia de cualesquiera de estas alternativas concretas responderá a políticas específicas que asumen las sociedades
para la educación de sus miembros.

3. Los alcances de la interculturalidad

La interculturalidad tiene múltiples posibilidades. Por ejemplo, ella puede tener una práctica intracultural, es decir, puede ser un
ejercicio que involucra a grupos que conforman subculturas dentro de una estructura mayor. Es el caso de una interculturalidad que
tiene como componentes a las variedades de lo que se reconoce como una misma cultura. En esta perspectiva, todos en el mundo
son por lo menos intrainterculturales, pues no es imaginable la existencia de culturas homogéneas. De otro lado, no todos en el
mundo están en una relación intercultural, esto es, sus relaciones no involucran necesariamente a dos o más sistemas culturales
diferentes. La multiculturalidad no implica necesariamente interculturalidad, pues las personas pueden mantener separadas las
culturas de su multiculturalidad.

La globalización ha catapultado la conveniencia de la interculturalidad como conducta de los seres humanos, pues ha puesto frente a
sí a personas de diferentes culturas, generando como consecuencia convicciones sobre conductas apropiadas para desenvolverse en
el mundo globalizado. Si bien pareciera que nos dirigimos hacia un mundo de interculturalidad plena, tal vez con todas las culturas del
mundo en contacto; avizoramos sin embargo que no todas las culturas ahora existentes tienen la misma posibilidad de ser
componentes permanentes en la relación intercultural, ya que algunas están condenadas a la desaparición debido a las relaciones
desiguales entre las sociedades respectivas, en las que se generan etnocentrismo, racismo, etnocidio, genocidio, o falta de
autoestima.

La presunción sobre implicancia de homogeneidad cultural en el mundo, como consecuencia de la globalización, felizmente no es algo
absolutamente seguro, pues tiene en contra la imposibilidad de la invariación cultural. Lo previsible es que la globalización generara
necesariamente formaciones especificas de orden cultural, como parte del proceso normal de cambio del que no puede estar ajena
ninguna cultura, menos la "cultural global" [1] .

4. La practica de la interculturalidad

Las relaciones interculturales que se establecen entre los grupos humanos pueden ser armónicas, pero también pueden estar
marcadas por desequilibrios que hacen que dichas relaciones sean inequitativas, y atentatorias contra el desarrollo mismo de los
grupos humanos. La discriminación peyorativa entre culturas es uno de los factores nefastos para las relaciones interculturales
equitativas. Estas discriminaciones pueden implicar conductas racistas, antidemocráticas, genocidas, etnocidas, etc.

Algunos estudiosos señalan la vigencia de una interculturalidad negativa, con relaciones que no contribuyen a una convivencia
armónica entre las culturas y los grupos humanos. Frente a la interculturalidad negativa tenemos aquella que busca formas de
relación que amplían el conocimiento cultural sobre los otros, para que las personas y los grupos humanos puedan desenvolverse
creativamente y con tolerancia en su ambiente multicultural. Asimismo, podemos hablar de una interculturalidad pasiva frente a una
interculturalidad activa. En todo caso, es deseable para la construcción de la interculturalidad que los sujetos sean entes activos,
antes que pasivos.

5. Educar en interculturalidad

Los seres humanos en los últimos tiempos han llegado a la convicción de la condición positiva de la práctica de la interculturalidad
como estrategia de relación humana con miras a un desenvolvimiento armónico y creativo de las sociedades humanas. Este
convencimiento induce a plantearse estrategias para el aprendizaje de la interculturalidad, entendida asta como practica de un tipo de
relación entre miembros de distintas culturas, esencialmente positiva para el desarrollo humano. En tanto motivo de aprendizaje, la
interculturalidad ha devenido objeto de preocupación de la actividad educativa, al mismo tiempo que sujeto de planeamiento en la
tarea de enseñanza-aprendizaje. Muchos estados marcados por la multiculturalidad y el multilingüismo comenzaron a generar en las
últimas décadas espacios de preocupación en sus sistemas educativos para enfrentar la educación de sus miembros teniendo en
cuenta su realidad multicultural. Una estrategia para la interculturalidad ha sido imaginada desde lo que ahora se llama precisamente
la Educación Intercultural bilingüe, pensada especialmente en vista de las limitaciones conceptuales de la llamada educación bilingüe
e incluso de la educación bilingüe bicultural [2] . En el desarrollo de esta conceptualización tenemos a estudiosos latinoamericanos en
posiciones descollantes, como es el caso del lingüista venezolano Esteban Emilio Mosonny, quien fue el primero en usar la expresión
Educación Intercultural Bilingüe.

6. Aspectos de una Conducta intercultural positiva

No puede haber práctica intercultural positiva si es que los miembros de los grupos humanos no asumen una conducta de tolerancia
hacia la diversidad cultural. La intolerancia niega al otro, haciendo que la relación intercultural sea prácticamente inexistente.

La tolerancia en si es insuficiente, pues solo asegura que el otro exista. Un paso más avanzado para propiciar la interculturalidad será
el respeto mutuo de los componentes de la posible relación intercultural. Tolerancia y respeto hacen bastante, pero no todo. Se
necesita un esfuerzo cognoscitivo y de comprensión del otro como diverso de uno para construir una relación intercultural creativa,
duradera y positiva.

En el marco de tolerancia, conocimiento y comprensión del otro como diverso, los seres humanos estamos descubriendo y
enriqueciendo nuestra percepción de la humanidad, reconociendo a la diferencia y a la especificidad como un derecho humano, tal vez
el más importante, que esta en la base de la increíble diversidad de la vida misma en el planeta. A partir de esta aserción resulta fácil
identificar a la diversidad como un bien intrínseco y como un recurso para el desarrollo de la vida y de las sociedades humanas.

7. Estrategias de interculturalidad

En los últimos tiempos comienza a hacerse presente en la preocupación de los estados la necesidad de plantearse políticas para el
desarrollo de la interculturalidad. Es sintomático que estas preocupaciones surjan en los estados multilingües, como los americanos, e
incluso en aquellos estados no necesariamente multilingües, pero cuyo desarrollo les ha planteado la necesidad de relaciones amplias
y sostenidas con estados de culturas diversas, con la evidencia de beneficios que derivan de la práctica de la interculturalidad.

La preocupación por desarrollar la interculturalidad en el Perú ha venido de la mano con el quehacer educativo con los pueblos
amerindios involucrados en diversas modalidades de educación bilingüe. Tal como se ha señalado antes, las limitaciones conceptuales
de la educación bilingüe (e incluso bicultural) han sido la palanca para pensar en la interculturalidad como necesidad para el
desarrollo de relaciones cualitativamente superiores en términos de armonía entre los diferentes componentes del multilingüismo y
multiculturalismo. De un planteamiento inicial de educación bilingüe intercultural para los pueblos amerindios peruanos, se ha pasado
a percibir y plantear la necesidad de una educación intercultural para todos, aunque no necesariamente adoptando la modalidad
bilingüe.

Son muy pocos hoy los estados suramericanos que no se plantean una educación intercultural bilingüe para su población originaria
americana. También es verdad que en algunos estados se tiene conciencia de la necesidad de una educación intercultural para todos,
tal como en el Perú, o en Bolivia. La consigna "interculturalidad para todos" se hace cada vez mas fuerte en muchos países,
favorecida por el proceso de globalización y por la exigencia de procurar un posicionamiento auspicioso en el contexto de un mundo
globalizado.

Una política intercultural para estados como el peruano implica una labor de ingeniería social y cultural imaginablemente compleja, en
razón a la diversidad de culturas, lenguas y relaciones sociales vigentes al interior del país. Se trata de una tarea difícil en vista de la
complejidad de nuestra diversidad y en razón a las fuerzas contrapuestas que animan a la sociedad peruana, en la que el racismo, el
machismo, el autoritarismo, la ausencia de democracia étnica, la falta de respeto a la diversidad cultural, las múltiples formas de
discriminación, deberán dar paso a una conducta de tolerancia y respeto mutuos entre todos los miembros de los diversos pueblos
que vivimos en este espacio geográfico que llamamos Perú. A todas luces, más que una labor de ingeniería social, se trata de una
reingeniería de las culturas y de la sociedad peruanas. Es una reingeniería para la globalización, que deberá ser sin perdida de
nuestras identidades específicas como pueblos peruanos.

8. Condiciones para una interculturalidad rica y creativa

Hay en el mundo espacios multiculturalmente pobres y ricos, pues unos contienen más diversidad cultural que otros.

La riqueza de culturas es una condición básica para una interculturalidad rica y creativa. En esta perspectiva, el Perú es un espacio
rico en culturas, por lo que tenemos la posibilidad de desarrollar en el país una interculturalidad que puede significar un aporte
relevante para la humanidad. Para que esto sea posible necesitamos construir conocimientos mutuos respetuosos de la diversidad de
los peruanos, pues interculturalidad significa -como dice Heise, et alt. (1994): dialogo, negociación permanente, reflexión cotidiana
sobre derechos y modos de ser, aceptación del otro como legítimo para la convivencia. El requerimiento para la interculturalidad es
conocer la propia cultura y conocer las otras, para construir identidades desde las cuales nos relacionamos los unos con los otros. Este
conocimiento es respuesta a interrogantes fundamentales: sobre nuestro origen como pueblo, nuestras creencias, nuestra lengua,
sobre conductas cognoscitivas que nos hacen asumir, suponer, dar por entendido, o nos dicen de las realidades con las que contamos
en el mundo en que vivimos y convivimos.

La diversidad radical entre las culturas peruanas, así como el número de estas culturas, es una de las mayores riquezas de los
peruanos. Gran parte de estas culturas son plenamente vigentes, con capacidad creativa alta; pero también hay varias culturas
peruanas que corren el peligro de la extinción a muy corto plazo.

9. "Condiciones" adversas para el desarrollo de la interculturalidad

La interculturalidad tiene enemigos poderosos y mortales. Dos de estos enemigos son el genocidio y el etnocidio.

EI genocidio desaparece al otro en tanto entidad física y viva, y al desparecer1o, aniquila su cultura, anulando la posibilidad de
establecer relación con una diversa. A su turno, el etnocidio elimina a la otra cultura, o la discrimina. En la historia de la humanidad
las conductas etnocidas y genocidas son las causas mas recurrentes de la desaparición de pueblos y culturas, y del consiguiente
empobrecimiento de la humanidad en su posibilidad de usufructuar los logros generados con esfuerzos de miles de años.

Aparte de estas dos conductas extremistas, también son adversas las practicas de aculturación, que pueden ocurrir de forma violenta
e impositiva, pero también con delicada sofisticación. .

10. Política de interculturalidad

Una política intercultural es en lo fundamental política sobre actitudes de personas y sobre relaciones interculturales. En este
entendido, la interculturalidad es de las personas; pues como en el bilingüismo, que se da en el habla; en este caso se da en la
relación de las personas, pero marcada por la gramática de la cultura.

Tal como señala Xavier Albo [3] , la política sobre interculturalidad tiene en cuenta y asume:

a. EI derecho a la diferencia (que configura la identidad de las personas y de los grupos)

b. La conveniencia social de conocer al otro y de aprovechar (sus logros culturales, mediante el intercambio cultural)

De otro lado, es indispensable asumir la realidad de culturas tal como es, lo que en nuestro caso involucra:

- Culturas dominantes y culturas oprimidas y las consecuencias de esta realidad, situación que implica asunciones y estrategias
particulares en la política de interculturalidad.

La realidad peruana es de grandes desigualdades entre los componentes de la multiculturalidad, con actitudes profundamente
discriminatorias entre las personas de culturas diferentes. Conviene que nos examinemos sobre este nuestro carácter colectivo que se
percibe como de mutuo odio, tan chocante por evidente para un observador externo, ya que muestra a un colectivo social con partes
permanentemente de espaldas entre sí.

¿Que objetivos de interculturalidad cabe plantearse?

Considerando nuestra realidad específica-marcada por la inequidad étnica y cultural-deberemos considerar como fundamental:

- EI derecho a la propia cultura, en consecuencia desarrollar este derecho.

- La promoción de la interrelación respetando al otro, con miras a una mejor convivencia en la sociedad mayor.

Puede no percibirse adecuadamente esta propuesta de objetivos. Para aclarar, hagamos un ejercicio preguntándonos, ¿valen igual
todos los peruanos en el Perú? ¿Vale igual un huitoto frente a un aimara, a un quechua, o frente a alguien de origen español? ¿Valen
igual los peruanos según su color de piel? ¿Valen igual los peruanos según como se visten?

Todos sabemos en el Perú la respuesta, que es NO. Entonces, ¿no convendría formular una política para salvaguardar el derecho de
ser diverso, pero con equidad, sin discriminación que atente contra el otro, forjando así una convivencia mas deseable? Si la
quisiéramos tendríamos que asumir precisamente una política de interculturalidad signada por determinados rasgos, que nos
permitirla un estado multicultural con equidad étnica entre sus miembros (democracia étnica); sin actitudes negativas entre las
personas por razón de su especificidad cultural.

Si puestos imaginariamente en el futuro percibimos indicios tales como:

a. Todos en el Perú conocen la gramática de la cultura que se verbaliza a través del castellano.

b. Los miembros de la cultura dominante tienen una comprensión por lo menos básica de la gramática cultural de las culturas
oprimidas ahora, pero fortalecidas después, y esta comprensión orienta sus relaciones interculturales con miembros de las otras
culturas peruanas, estaremos participando de una convivencia cualitativamente más rica en el Perú.
Si este panorama nos parece deseable, entonces, la política de interculturalidad para el Perú [4] puede apuntar como meta a:

- Preservar nuestra rica pluriculturalidad

- Buscar el logro de la equidad cultural mediante la practica de una democracia cualitativamente superior. (La gente llama a esto
democracia étnica)

- Avanzar en el logro del conocimiento mutuo entre los peruanos de distinta cultura.

Aunque hay razones ahora para entusiasmos y esperanzas, no se debe olvidar que ninguna política intercultural asegura de por sí la
pluricultura en ningún lugar del mundo. Se requerirán otras acciones y el logro de otras metas, tales como libertad, autonomía,
democracia, etc.

Las políticas sobre interculturalidad deben tener en cuenta la gama de realidades geográficas, lingüísticas, culturales y sociales de los
pueblos, pues estos son factores que determinan políticas sobre lenguas, culturas, actitudes diferentes. Por ejemplo,

- ¿Cómo sería la política para la lealtad cultural o para la deslealtad?

- ¿Desarrollaríamos para todos los peruanos una segunda cultura general? Si así fuera, ¿cual sería ella?... ¿Castellana criolla?

- ¿Desarrollaríamos algunas estrategias de interculturalidad que han probado ser eficaces en ciertas culturas como el ayumpari de los
ashaninka, por ejemplo?

II. IDENTIDADES ETNICAS Y CULTURALES: PLURALIDAD DE EXPERIENCIAS EN EL PERU

Todo aquel que recorre el territorio del Perú ahora encuentra pueblos de habla y de conducta cultural diversa. A simple vista, son los
vestidos, o las creencias culturales, o los patrones de comportamiento, etc., o las variedades de una misma lengua, o las diferentes
lenguas existentes a lo largo y ancho del país, los que nos hacen ver el gran mosaico de variedad que es el Perú. La diversidad del
Perú fue tan evidente a la llegada de los españoles que obligó a que muchos cronistas lo anoten por escrito. Uno de ellos, Cieza de
León, para hacer patente lo diverso y plural que era el Perú al tiempo de su llegada, habla de las muchas naciones y lenguas que
existían en el territorio peruano. Lamentablemente, aquella riqueza real o imaginaria percibida por Cieza de León hoy se nos aparece
muy disminuida, pues ya no están presentes las naciones y lenguas de la costa, y muchas de la sierra y de la selva son ahora extintas
o en vías de desaparecer.

1. Áreas culturales peruanas

Hace por lo menos unos cinco mil años que comenzó en lo que es hoy el Perú -con el neolítico- un proceso de sedentarización que
generó una serie de comunidades culturales y lingüísticas ampliamente diversificadas. Tales grupos humanos, desde mas o menos
nueve mil años, habían empezado a practicar la agricultura y, en el aislamiento sedentario favorecido por la practica de la actividad
agraria, desarrollaron una experiencia cultural rica y variada que fue haciéndose cada vez mas específica a través de la consolidación
de una serie de rasgos singulares que dan forma alas especificidades culturales. De allí que tengamos ante nosotros las culturas
concretas de los machiguengas, de los cocama, de los de Cajatambo; o la tradición aimara, yaminahua, bora, etc. Para cada uno de
los grupos humanos implicados podemos enumerar rasgos particulares y fundamentales de naturaleza cultural específica.

Aquella etapa de sedentarización que favoreció, por su aislamiento, el surgimiento de diversidad de comunidades lingüístico-
culturales, le sigue en el territorio peruano la etapa que los arqueólogos llaman del Desarrollo Regional, que da como resultado la
aparición de importantes organizaciones estatales de alcance regional, que implicaron: a) extinción de lenguas y culturas de grupos
sociales minoritarios de entonces, b) síntesis culturales de formaciones que se adscribían a culturas relativamente diferentes y, c)
advenimiento de idiomas con una comunidad de hablantes mas grande y territorios necesariamente mas extensos.

Todo esto es posible a partir de contactos humanos, lingüísticos y culturales intensamente homogenizadores de las diferencias
preexistentes. Hablando con el lenguaje actual, diríamos que en asta etapa de nuestra historia ocurrió un primer proceso de
globalización en el Perú (+), con todo lo que ello implica. EI panorama configurado durante la época del surgimiento de los estados
regionales es, en lo lingüístico, básicamente el mismo que aquel encontrado por los españoles a su llegada a Cajamarca en 1532.
Dicha configuración lingüístico-cultural sigue marcando la impronta de lo común y lo heterogéneo que advertimos aun hoy en el área
geográfica peruana.

Quienes se preocupan por la diversidad de tradiciones peruanas deben buscar en esta etapa las raíces de muchos de los rasgos que
caracterizan a los distintos grupos humanos del Perú, sea como rasgos de identidades especificas, o como rasgos que marcan
comunidad de experiencia adquirida y desarrollada en el espacio que llamamos Perú. Ha habido más procesos de globalización en el
Perú, pues las diferentes etapas del imperio incaico, ligadas a sucesivas lenguas diferentes, también significaron globalizaciones de
distinto grado. La invasión europea constituyo, como sabemos, una de las más recientes globalizaciones, involucrando a nuevos
mundos y culturas.
2. Enumeración de áreas culturales en el Perú

Una enumeración de conglomerados que ostentan rasgos de separación cultural en el Perú, que son la base de comportamientos
integrales que permiten hablar de culturas diferentes, y de las posibilidades de la interculturalidad, resulta sumamente importante y
relevante para reflexionar sobre la manera como en el Perú los hombres articulan sus respuestas ante los problemas de todo orden de
cosas. Entidades lingüístico-culturales, asentadas en el territorio peruano, específicamente diferentes en tanto experiencia cultural, y
con raíces que se hunden en una profundidad temporal que abarca fácilmente hasta los tres mil quinientos años de profundidad en el
pasado, figuran como propuesta enumerativa mas adelante.

3. Extinción de lenguas y de culturas: Empobrecimiento de las posibilidades de interculturalidad

Lenguas y culturas son realidades que se implican de manera mutua: la extinción de una es también la extinción de la otra, de allí
que es necesario evitar que ninguna lengua ni cultura específica de cualquier área de la tierra se vea amenazada por la extinción que
convierte en nada a una experiencia humana irrepetible e insustituible, milenaria en existencia, cuya muerte empobrece a la
humanidad tanto como la peor desgracia, pues minimiza la posibilidad de una interculturalidad mas rica, que depende de la diversidad
de sus componentes.

Algunos espacios geográficos del Perú, ahora de habla castellana, revelan substrato de culturas prehispánicas de reciente extinción.
Una de estas zonas en la Amazonía peruana es el espacio ubicado entre los ríos Huallaga y Marañón, entre Tingo Maria y Juanjuí,
correspondiente al grupo cholón-hibito. En el departamento de Lima, el área de Canta es otra zona donde una lengua indígena ha sido
reemplazada por el castellano. En el departamento de San Martín la extinción de la lengua chacha dejó paso en un primer momento la
ocupación quechua, pero esta se encuentra ahora en retirada, de modo que el territorio chacha quedará pronto como espacio
exclusivo de habla castellana.

4. Circuitos y contactos de interculturalidad

Resulta importante esclarecer las informaciones sobre circuitos de contacto en el Amazonas, cuya vigencia se relaciona con la
necesidad de hacer circular una serie de productos económicos o recursos tecnológicos. Un reciente trabajo de Chaumeil (1995), que
trata del intercambio de plantas de uso ritual o medicinal, es una buena evidencia de la vigencia de tales circuitos que involucraron a
poblaciones tan distantes unas de otras, algunas ubicadas en el litoral Atlántico.

Intercambios culturales en general entre la selva y la sierra se dieron a todo lo largo de estas dos regiones, especial mente a través
de los valles que los interconectan. No es explicable la riqueza de conocimientos de plantas medicinales selváticas por los callawaya
del Altiplano si no fuera porque ellos aprovecharon su situación estratégica, que permitía sacar ventaja de los conocimientos
adquiridos por grupos de selva de las regiones del Beni y del Chapare en Bolivia. He aquí una evidencia de la interculturalidad.

EI rió Amazonas es el elemento geográfico de mayor importancia sociocultural en la Selva. Su fácil transitabilidad permitió la extensa
difusión de una lengua general, el tupinimba, y con ella una serie de conocimientos de diversa naturaleza y procedencia en ambas
direcciones del Amazonas, llegando hasta el Atlántico por el este. He aquí otro espacio histórico de interculturalidad practicada por
pueblos amazónicos.

Un caso interesante de interculturalidad, que evidencia factores de la cultura como ecología positiva para la practica de una
interculturalidad compleja por el numero de culturas involucradas, es el de varios grupos Tucano de la cuenca del río Vaupes en la
Amazonía colombo-brasileña, descrito por Sorensen en 1971, a propósito de ejemplificar un caso muy especial de multilingüismo de
las personas.

5. Lenguas generales como vehículos de interculturalidad

Los idiomas quechua, aimara, mochica, tupinimba, omagua, cocama y secoya han sido instrumentos fundamentales en el Perú para la
difusión a grandes distancias, y a pueblos muy diferentes, de logros culturales importantes. En esta perspectiva, han sido en la
práctica factores poderosos para el desarrollo de la interculturalidad. Por ejemplo, una serie de conocimientos médicos fueron
elementos de intercambio generalizado en toda Suramerica, sobre todo aquellos conocimientos relacionados con el uso curativo de las
plantas.

Tanto a través del secoya, cocama y del tupinimbá desde tiempos precolombinos y, durante la Colonia, a través del Quechua, se
difundieron entre los distintos pueblos del continente conocimientos de toda clase en forma muy intensa, probablemente no
imaginable ahora. Más sorprendente resulta el callawaya, lengua de un grupo humano del altiplano, muchos de cuyos miembros eran
especializados en medicina, y cuya fama hacía que recorrieran casi toda Suramerica con sus conocimientos y medicinas a cuesta.

6. Áreas de identidades lingüístico-culturales en el Perú (Relación simple)

En la región de la costa (de norte a sur)

- EI Área Lingüístico-cultural del Tallan, en el extremo norte del Perú (de Sechura hacia el Ecuador). (Martínez de Compañón-Zevallos
Quiñones 1948)
- EI área Lingüístico-cultural mochica, con su centro principal en lo que es hoy Lambayeque.

- EI área Lingüístico-cultural del quignam (idioma también conocido como Pescadora, de Trujillo hasta el valle de Chancay (en Lima),
o quizá incluso hasta el Chillón, según referencias de algunas crónicas.

- EI área cultural y Lingüística primaria del quechua -la cuna del protoquechua (ubicada originariamente en la Costa Central y
serranías adyacentes de Ancash y Lima). Esta área original se modifica par la extensión geográfica que alcanzan los grupos culturales
quechua en épocas posteriores.

- EI área Lingüístico-cultural primaria del aru (ubicada en la costa sur central: Nazca-Ica y territorios inmediatos de la sierra en los
que su ocupación sin interrupción continua en Tupe y en otros pueblos de la cuenca del río del mismo nombre.)

- EI área de una hipotética lengua, que puede ser el idioma que se suele llamar chango (al sur de Ica y hasta alcanzar Tacna y Arica.)
Esta área presenta una serie de interrupciones de formaciones culturales diversas (puquina, aimara, quechua).

- EI área Lingüístico-cultural del Cunza (en el extremo sur, en las zonas del litoral y del desierto de Atacama, con influencias hasta
Tacna)

En la región de la sierra

En la parte norteña de esta región, las entidades Lingüístico-culturales parecen ser por lo menos tres:

- EI culle, con su centro histórico en Huamachuco (sitio arqueológico de Marca Huamachuco, territorio tradicional del reino de
Cuismanco según el historiador Silva Santiesteban 1983.) EI culle debió abarcar durante los incas desde el norte de Ancash hasta el
valle del los ríos Condebamba y Crisnejas en Cajamarca, y quizá inclusive todo el valle de Cajamarca. La lengua Culle estaba vigente
hasta las primeras décadas del presente siglo en algunos poblados de Pallazca (Ancash).

- Otras dos entidades Lingüístico-culturales habrían tenido vigencia en esta zona norteña de la sierra peruana. Una, la Llamada Den y,
otra, la Llamada Cat. Más al norte cabe señalar otras entidades culturales, por ejemplo, la Palta de Ayabaca, relacionada con el jíbaro.

- Al sur de las lenguas serranas que acabamos de señalar, se ubican hoy, inmediatamente el área Lingüístico-cultural del quechua y,
mediatamente, la del Aru (Esta ultima entidad es la antecesora del actual aimara del Altiplano.

- Hacia el extrema sur de la sierra peruana tendremos el área cultural Puquina, vigente como entidad Lingüística en pequeñas zonas
hasta el siglo pasado, pero que anteriormente tenia presencia desde las cercanías del Qosqo hasta las inmediaciones del lago
Titiqaqa, y también hacia el Pacifico por los derredores de Moquegua.

- Mas allá del territorio Puquina, en el extrema sur del Altiplano, estaba el Uroquilla, aun hoy con representantes en zona boliviana.
Por ser territorialmente adyacente también debe señalarse en esta relación el área cultural del Machaj Juyay, de ese singular pueblo
de médicos herbolarios itinerantes que hoy se suele Llamar Qallawaya.

La zona del altiplano es singularmente ilustrativa de los complejos eventos históricos de desplazamiento de lenguas, culturas y grupos
humanos (Bouysse Cassagne 1987). Como se sabe, esta zona ha sido el escenario en el que se han desenvuelto grupos humanos que
han desarrollado en el lapso de dos mil años no menos de cinco formaciones culturales específicas, correlacionadas con igual número
de lenguas respectivas. Varios de los grupos humanos creadores de culturas específicas en esta área han cambiado su cultura
originaria para tomar la de otros, haciendo que el mapa cultural actual de esta zona sea particularmente complejo por la variedad de
rasgos, muchos de los cuales hunden sus huellas en las matrices culturales que son sus antecedentes en el tiempo.

En la región de la Amazonía

Una propuesta de áreas Lingüístico-culturales para la región amazónica, valida hasta para una profundidad temporal de tres a cinco
mil años, podría ser coincidente con la distribución actual de las lenguas en esta región, sobre todo si la consideramos en términos de
grandes familias o troncos Lingüísticos. En ese sentido, dieciséis o dieciocho familias de lenguas existentes actualmente, parecen ser
las mismas de hace tres o cinco milenios; sin embargo, sus territorios tienen que haber sufrido a veces serias modificaciones a lo
largo de la historia, sobre todo desde cuando en la Sierra se constituyen sociedades con un alto grado de urbanización y con
correlatos organizativos del tipo de estados o imperios. Por ejemplo, es indudable que las lenguas selváticas vecinas de las serranas
estuvieron antes mucho más cerca territorialmente a estas, habiendo evidencias que solo en épocas recientes se han replegado mas
hacia la Amazonía, abandonando para los de la sierra amplias zonas que antes poseían.

A continuación, para dar una idea de la riqueza Lingüística y cultural de la Selva, y de las posibilidades de INTERCULTURALIDAD en
esta región, presentamos un listado simple de las familias Lingüísticas y de las lenguas respectivas (Pozzi-Escot 1998). Una familia
lingüística es casi siempre un grupo de lenguas que descienden de un idioma antecesor común. A veces una familia lingüística consta
de una sola lengua.

I. Familia Arawa : Lengua: Culina

II. Familia Arawak : Lenguas: Ashaninka, Machiguenga, Nomatsigenga, Piro, Cugapacori, Amuesha, Resígaro, ChamicuroIII. Familia
Bora : Lengua: Bora

IV. Familia Candoshi : Lengua: Candoshi-Shapra

V. Familia Harakmbet : Lenguas: Amarakairi (Huachipairi)

VI. Familia Huitoto : Lenguas: Huitoto, Ocaina, (Andoque)VII. Familia Jebero : Lenguas: Jebero, Chayahuita

VIII. Familia Jíbaro : Lenguas: Aguaruna, Huambisa, Achual

IX. Familia Pano : Lenguas: Amahuaca, Cashibo, Shipibo-Conibo, Yaminahua, Mayoruna, Capanahua

X. Familia Peba-yagua : Lengua: Yagua

XI. Familia Quechua : Lengua: Quechua

XII. Familia Simaco : Lengua: Urarina

XIII. Familia Takana : Lengua: Ese-eja

XIV. Familia Tupi-Guaraní : Lenguas: Cocama, Omagua

XV. Familia Tucano : Lenguas: Orejón, Secoya

XVI. Familia Ticuna : Lengua: Ticuna

XVII. Familia: Zaparo : Lengua: Andos-Shimigae, Arabela, Iquito, Taushiro, Cahuarano.

III. CONCLUSIÓN

En el contexto de lo señalado, la primera conclusión es reconocer que el Perú es un espacio de rica experiencia intercultural desde
hace miles de años. En un espacio como este, la interculturalidad es una práctica constante, potenciada por la diversidad cultural que
pone en juegos especificidades culturales que hacen de la interculturalidad una experiencia compleja y rica.

La constatación precedente nos lleva a una serie de conclusiones subsidiarias, de entre las que señalare solo cuatro por ser ahora
pertinentes:

1. La experiencia de interculturalidad en el Perú es una constante de nuestra historia.

2. Con cada lengua peruana tenemos especificidades culturales que hacen de la interculturalidad una posibilidad multiforme.

3. La cultura esta sujeta a los avatares de las sociedades que la sustentan, y las experiencias de interculturalidad son variables, en
unos casos enriquecedora, en otros simplemente negativas.

4. Varios grupos étnicos y sus culturas están en peligro de extinción, por lo que sus valiosos conocimientos, acumulados en miles de
años, también están por desaparecer irremediablemente. Esta eventualidad es una amenaza a las posibilidades de disfrute de una
rica experiencia intercultural en el Perú.

BIBLIOGRAFIA

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1. Cultura

Algunos reclaman por la vaguedad con que se suele utilizar el término cultura y su derivado
intercultural, pero ni bien se intenta una definición se descubre la complejidad que encierra
el concepto y, por tanto, la dificultad que representa definirlo. Ante este escollo, muchas
veces se renuncia al esfuerzo de precisar nuestras expresiones.

En realidad, si bien es cierto que el tema es muy complejo y que la definición de cultura
conlleva toda una perspectiva teórica, en el marco de un discurso orientado a elaborar una
propuesta educativa, es indispensable -y de hecho no es tan difícil como se piensa-
proponer una definición operativa de cultura y de interculturalidad. Así, por cultura
podemos entender los modos de vivir o los modos de ser compartidos por seres humanos.

La cultura y el lenguaje articulado son propios de los humanos: es lo que diferencia


específicamente a nuestra especie de todas las demás. Los humanos tenemos la capacidad
de ir amoldando y transformando no sólo la naturaleza, sino nuestras propias relaciones con
el mundo y nuestra propia forma de vivir. A través de nuestra historia, hemos ido creando y
modificando nuestra relación con el mundo en un proceso acumulativo y evolutivo hecho
posible porque lo que creamos y aprendemos lo transmitimos también a nuestra
descendencia sin necesidad de modificación genética. Para ello, hemos inventado -y
seguimos renovando constantemente- sistemas simbólicos complejos, que son muy
variados en el mundo entero. Tienen también un importante grado de arbitrariedad: ante
cualquier reto nuevo que se nos plantea, los humanos siempre tenemos varias -y a menudo
muchas- alternativas y posibilidades de creación. Las respuestas a las necesidades -y la
propia construcción de nuevas necesidades- son así un producto de nuestra historia. Hoy en
día reconocemos que la facultad de creación de sistemas simbólicos no es exclusivamente
humana 1, lo que nos abre una importante perspectiva ecológica, pero nos hace ver también
con mayor claridad la importancia decisiva que tiene esa facultad para la especie humana a
diferencia de todas las demás. Por ello seguimos hablando de cultura como el modo propio
del ser humano de relacionarse con el mundo.

La relación con el mundo implica la relación con la naturaleza, con los demás, consigo
mismo, con la trascendencia; nos relacionamos con el mundo con formas de mirar, de
sentir, de expresarnos, de actuar, de evaluar. Aunque las expresiones materiales manifiestas
son parte de la cultura, es importante entender que, en tanto es viva, una cultura no se
reduce nunca a la suma de todas sus producciones. Lo central de la cultura no se ve; se
encuentra en el mundo interno de quienes la comparten; son todos los hábitos adquiridos y
compartidos con los que nos relacionamos con el mundo. Por esta razón, podemos afirmar
que la cultura, a la vez que se internaliza individualmente, es un hecho eminentemente
social, puesto que es compartida y se socializa permanentemente en todas las interacciones
de la sociedad, y en forma muy particular en los procesos educativos.

Para terminar esta presentación de una definición operativa de cultura, recordemos que ésta
se gesta al interior de los diversos grupos a los que el humano se une por diversas
afinidades: ideológicas, de clase, de credo, de origen territorial, de origen étnico, de edad,
de sexo, etc. En estos grupos se generan y comparten modos de ser y hasta un lenguaje
propio que son cultura. La relación entre los miembros de las diversas culturas que existen
en cualquier país es compleja; y cuanto más estratificado sea el país, esa relación tenderá a
ser no solo compleja, sino conflictiva, por ser una relación entre desiguales. Ahora bien, la
relación entre miembros de culturas distintas puede recibir con propiedad el calificativo de
"intercultural". Sin embargo, si escuchamos el término interculturalidad, como hablantes
intuimos que se refiere a una noción cuyo contenido semántico requiere ser explicitado. La
comprensión del abstracto interculturalidad nos llevará a emplear el calificativo
intercultural con mayor precisión, buscando que se ajuste a la definición del concepto que
lo subyace. Esa es nuestra intención en los párrafos que siguen: discutir sobre qué entender
y qué no entender por interculturalidad, para precisar luego qué implica una educación
intercultural.

2. Interculturalidad

· Por qué no "mestizaje cultural"


La noción de "mestizaje cultural" ha tenido cierto éxito en el Perú al buscar dar cuenta del
encuentro -o del choque si se prefiere- de las culturas autóchtonas con la de los
colonizadores españoles. Tal vez el término pueda seguir siendo interesante para expresar
la voluntad de quienes, desde tradiciones étnicas y culturales diversas, buscan construir un
terreno común de entendimiento. Sin embargo, expondremos ahora varias razones que nos
hacen pensar que en la actualidad su uso no es muy conveniente.

El término se deriva de la simplificación extrema operada por la gran división colonial,


jerarquizante y excluyente, entre "indios" y "españoles", supuestamente reconciliados en el
"mestizaje". Se pasa así alegremente por alto la gran riqueza de la multiplicidad cultural. Se
confunde además en una sola categoría realidades culturales muy distintas (por ejemplo no
es igual el "mestizo" de las antiguas ciudades coloniales que el "indio" que ha adquirido
hábitos urbanos). Y finalmente, la noción de "mestizaje cultural", aunque construida a base
de las categorías coloniales, tiende a eliminar la percepción de la relación de dominación
propia de la situación colonial y heredada de ella. Es decir tiende a suponer armonía entre
todos, dejando de lado la desigualdad real de condiciones de los grupos sociales y étnicos,
en el acceso a los recursos culturales ajenos y en las posibilidades de desarrollo y difusión
de los propios.

En términos más teóricos, se critica también esta noción porque -como lo señalara
Fernando Fuenzalida (1992)- trata las culturas como si fueran entidades corpóreas con
capacidad de mezclarse de modo similar a los seres orgánicos. Para nosotros, en cambio, la
cultura no tiene existencia en sí misma, sino que se refiere a actitudes acostumbradas y a
maneras de ser compartidas (dimensión social) de las personas en concreto (dimensión
individual). Por esta razón, en el mejor de los casos, podría hablarse de "mestizaje" en un
sentido metafórico, pero es una metáfora que, lejos de ayudar a entender la realidad, más
bien conduce a confundirla.

Por todo ello, nos parece más provechoso dejar de lado ese término para centrarnos en lo
que realmente importa: el estudio de las transformaciones que ocurren en nosotros -y que
compartimos con otros- al entrar en contacto permanente con personas y grupos que suelen
expresarse, actuar, pensar o sentir de modo distinto al que acostumbramos. Lo importante
es entender de qué manera, en el contacto cotidiano entre grupos de orígenes históricos
distintos, ocurren las transformaciones sociales y cómo van de la mano con cambios en las
mentalidades, en los universos simbólicos, en el imaginario de las personas, en sus maneras
de sentir y percibir el mundo y, en especial, en sus maneras de adaptarse y enfrentar
situaciones nuevas, de relacionarse con datos culturales distintos a los propios.

. La diversidad cultural y la interculturalidad como situación de hecho

La diversidad cultural se presenta en espacios definidos donde coexisten grupos humanos


con tradiciones culturales diferentes. Por tal razón, no entenderemos por diversidad cultural
la existencia de influencias lejanas, como pudieron ser la adopción de los fideos o de los
molinos de viento asiáticos en Europa. En cambio, los contactos frecuentes entre
mercaderes y toda clase de viajeros en torno al mediterráneo, por la densidad de estas
relaciones, constituyeron espacios importantes de diversidad cultural que generaron
relaciones intensivas entre culturas o relaciones interculturales de hecho, esto es, relaciones
en las cuales, aunque las personas no necesariamente lo quieran ni lo busquen, se ven
influenciadas de manera importante por rasgos culturales originados en tradiciones
diferentes a la propia. En este sentido, el mundo andino se ha caracterizado siempre por una
gran diversidad cultural.

Ahora bien, puede ser muy variada la actitud frente a la diversidad cultural y a las
consiguientes relaciones interculturales en las que uno se encuentra sumergido de hecho.
Por ejemplo, es posible que ciertas influencias no sean reconocidas e incluso sean
rechazadas. El reconocimiento, desconocimiento o rechazo de influencias culturales
depende, naturalmente, del prestigio que está socialmente asociado a cada uno de los
ámbitos culturales. Pensemos cuánto de influencia árabe hay en la cultura hispana, sin que
sea generalmente reconocida. Del mismo modo ¿cuánto de influencia andina habrá en la
cultura criolla del Perú, aunque no se la quiera admitir? Es de esperar que cada persona
tienda a reconocer y valorar dentro de sí misma las influencias culturales de ámbitos que
gozan de mayor prestigio. Este proceso es complejo, no unilineal, y depende incluso en
parte del contexto en el que se encuentre la persona, pero aquí simplemente interesa señalar
que existen influencias que, pese a no ser reconocidas, actúan sin embargo eficazmente en
el comportamiento individual o colectivo. Pensemos por ejemplo en la influencia de la
lengua materna en la manera de hablar otro idioma: aunque se la quiera negar, esta
influencia jamás desaparece por completo.

Esta actitud variada ante influencias culturales, de acuerdo a su prestigio y proveniencia,


está íntimamente ligada al contexto de mucha desigualdad social en que se dan
generalmente las situaciones de interculturalidad, como es el caso del Perú. Las influencias
culturales mutuas no se procesan entonces de manera armoniosa y en un ambiente de
respeto mutuo y de diálogo. Es más bien lo contrario que ha venido dándose a lo largo de la
historia. Pero ello no significa que no hayan existido estas influencias mutuas (o esta
interculturalidad de hecho). Significa, eso sí, que para quienes viven ese proceso es difícil
reconocer y asumir plenamente la riqueza potencial que repesentan recursos culturales
generados a través de prolongadas experiencias históricas distintas, y que de pronto se
encuentran reunidas y al alcance. Al mismo tiempo, la historia de la humanidad, y en
especial también la del Perú, está llena de ejemplos de influencias mutuas que se han
producido en medio de relaciones sociales jerarquizadas y de procesos de dominación y
explotación. Sólo por tomar ejemplos materiales muy obvios, se puede recordar que Europa
se salvó de muchas hambrunas gracias a la papa andina y que la agricultura andina, por su
lado, adaptó con mucho éxito el buey y el arado a sus sistemas de producción.

En medio del conflicto y la injusticia de las relaciones sociales, siempre hubo quienes
soñaron con convertir las relaciones interculturales existentes de hecho, en un punto de
partida para establecer relaciones sociales más justas: la interculturalidad se convierte
entonces de una situación de hecho en un principio normativo orientador de cambio social.
· La interculturalidad como principio normativo

Más allá de la existencia de hecho de relaciones interculturales, la interculturalidad puede


entonces tomarse como principio normativo. Entendida de ese modo, la interculturalidad
corresponde a la actitud de asumir positivamente la situación de diversidad cultural en la
que uno se encuentra. Se convierte así en principio orientador de la vivencia personal en el
plano individual y en principio rector de los procesos sociales en el plano axiológico social.
El asumir la interculturalidad como principio normativo en esos dos aspectos -individual y
social- constituye un importante reto para un proyecto educativo moderno en un mundo en
el que la multiplicidad cultural se vuleve cada vez más insoslayable e intensa.

En el nivel individual, nos referimos a la actitud de hacer dialogar dentro de uno mismo -y
en forma práctica- las diversas influencias culturales a las que podemos estar expuestos, a
veces contradictorias entre sí o, por lo menos, no siempre fáciles de armonizar. Esto supone
que la persona en situación de interculturalidad, reconoce conscientemente las diversas
influencias y valora y aquilata todas. Obviamente, surgen problemas al intentar procesar las
múltiples influencias, pero al hacerlo de modo más consciente, tal vez se facilita un proceso
que se inicia de todos modos al interior de la persona sin que ésta se dé cabal cuenta de ello.
Este diálogo consciente puede darse de muchas formas y no sabemos bien cómo se
produce, aunque es visible que personas sometidas a influencias culturales diversas a
menudo procesan estas influencias en formas también similares 2. Por ejemplo, en
contraposición a la actitud de desconocimiento y rechazo de una vertiente cultural con poco
prestigio, actualmente ciertas corrientes ideológicas están desarrollando una actitud similar
de rechazo de la vertiente cultural de mayor prestigio. La interculturalidad como principio
rector orienta también procesos sociales que intentan construir -sobre la base del
reconocimiento del derecho a la diversidad y en franco combate contra todas las formas de
discriminación y desigualdad social- relaciones dialógicas y equitativas entre los miembros
de universos culturales diferentes. La interculturalidad así concebida, "(…) posee carácter
desiderativo; rige el proceso y es a la vez un proceso social no acabado sino más bien
permanente, en el cual debe haber una deliberada intención de relación dialógica,
democrática entre los miembros de las culturas involucradas en él y no únicamente la
coexistencia o contacto inconsciente entre ellos. Esta sería la condición para que el proceso
sea calificado de intercultural." (Zúñiga 1995)

En este sentido, la interculturalidad es fundamental para la construcción de una sociedad


democrática, puesto que los actores de las diferentes culturas que por ella se rijan,
convendrán en encontrarse, conocerse y comprenderse con miras a cohesionar un proyecto
político a largo plazo. En sociedades significativamente marcadas por el conflicto y las
relaciones asimétricas de poder entre los miembros de sus diferentes culturas, como es el
caso peruano, un principio como el de la interculturalidad cobra todo su sentido y se torna
imperativo si se desea una sociedad diferente por ser justa.

El asumir así plenamente la interculturalidad implica confiar en que es posible constuir


relaciones más racionales entre los seres humanos, respetando sus diferencias. El mundo
contemporáneo, cada vez más intercomunicado, es también un mundo cada vez más
intercultural -como situación de hecho- en el sin embargo que pocas culturas (y en el límite
una sola) disponen de la mayor cantidad de recursos para difundir su prestigio y
desarrollarse. Es decir es un mundo intercultural en el que tiende a imponerse una sola voz.
La apuesta por la interculturalidad como principio rector se opone radicalmente a esa
tendencia homogenizante, culturalmente empobrecedora. Parte de constatar la
interculturalidad de hecho y afirma la inviabilidad a largo plazo de un mundo que no asuma
su diversidad cultural como riqueza y como potencial.

3. La crisis de la modernidad

El proyecto de la modernidad nacido de la Ilustración afirmó el sueño de la posibilidad de


un progreso indefinido regido por la razón. La historia del siglo XX, sin embargo, es
también de algún modo la historia de la pérdida de credibilidad del proyecto así definido.
Para ello basta mencionar la constatación hecha sentido común de los horrores a los que
puede conducir el desarrollo tecnológico con su "razón instrumental" (basta la masacre de
Auschwitz como ejemplo).

Al mismo tiempo, nacen o renacen identidades nacionales y étnicas en los pueblos


subordinados dentro el nuevo orden mundial, dando lugar con frecuencia a movimientos
marcados por un claro anti-occidentalismo. Pese a los avances científicos y tecnológicos
que han puesto al Japón junto con otros países orientales a la punta de la modernidad, se
sigue muchas veces identificando a occidente con modernidad, con el rechazo de ambos,
con toda la ambigüedad que significa rechazar la modernidad de occidente mas no su
tecnología. Estos movimientos ceden también fácilmente a la tentación de intentar recrear
mundos cerrados en diversas formas de fundamentalismo.

La ideología de la posmodernidad es una forma de respuesta a esta crisis, aunque si se la


mira desde cierta distancia (y especialmente desde el sur), aparece como una respuesta en
realidad muy propia de la cultura moderna y, además, muy occidental. Paralelamente, y
casi independientemente de estos movimientos de crítica o negación de la modernidad, la
vida misma de las personas, de las instituciones y de los Estados, continúa en lo central
siendo regida por una búsqueda cada vez más exigente de eficiencia, propia de la
racionalidad moderna regida por el ideal del progreso. Tal vez el drama de la sociedad
globalizada de hoy sea que, aunque ya no se cree en el progreso, éste sigue siendo la meta
que todos persiguen, a falta de otro sentido que ha desaparecido del horizonte.

Muchos sostienen que el proyecto moderno, sin embargo, no está agotado. Su crisis
manifiesta más bien una insuficiencia de modernidad, es decir una insuficiencia de
racionalidad y razonabilidad (o sensatez, en el sentido de Eric Weil) en las relaciones
humanas. Se podría pensar, incluso, que recién están apareciendo las condiciones de una
modernidad mayor, o al menos que la sociedad está en crisis, no porque la modernidad la
destruyó, sino porque, al contrario, es insuficientemente moderna. El sueño de hoy ya no
es, claro está, el de un progreso indefinido logrado mediante una ciencia omnipotente, sino
más bien el de alcanzar una vida razonable en el planeta sobre la base del respeto de las
diferencias entre todos los humanos. Desde ahí es posible hablar nuevamente de un
universal, ya no impuesto desde fuera, sino surgido del diálogo y de la tolerancia.

4. La interculturalidad como respuesta posible a la crisis de la modernidad

El aprender a vivir entre los diversos se está convirtiendo así en el nuevo reto (y tal vez el
nuevo mito de una modernidad más amplia). El proyecto de interculturalidad, respetuoso de
las diferencias, es hasta ahora contradictorio con la homogeneización que produce la gran
empresa multinacional 3.Sin embargo, el mismo proceso que produce homogeneización,
pone también en comunicación cada vez más estrecha el planeta entero, ubicándonos a
todos cada vez más en situación de interculturalidad de hecho que crea condiciones para
luchar contra la tendencia uniformizante.

Existe entonces un campo enorme para una lucha cuyos resultados dependerán en gran
parte de la actitud de las sociedades subordinadas, de su capacidad de proponer con fuerza
valores al mundo de hoy, de difundir maneras de ver inspiradas en sus propias tradiciones,
de crear formas nuevas de modernidad. Lo que está en juego y en discusión, entonces es la
posibilidad de crear y recrear la modernidad desde múltiples tradiciones. Los japoneses han
mostrado que esto es posible al desarrollarse afianzando más su cultura y creando
modernidad desde ella: pensemos por ejemplo en el refinamiento puesto por ellos en el
acabado y en la presentación de los productos industriales. Frente a una modernidad
uniformizante (y básicamente occidental), es posible imaginar una modernidad de
diversidad y pluralidad, más rica, que explore muchas alternativas a la vez y las confronte
permanentemente en los nuevos espacios rapidos de intercomunicaciones.

En esta perspectiva, el Perú tiene mucho que aportar. Si el reto del mundo en el próximo
siglo es el de crear relaciones sensatas de convivencia sobre la base del respeto y
aprovechamiento de la diversidad, ese es un aspecto en que el Perú tiene ventajas
comparativas si es capaz de ir a sus raíces y aprender de sus antiguas culturas. Sabemos que
desde siempre, los antiguos peruanos supieron manejar la diversidad de la naturaleza. Pero
no sólo eso: también tuvieron muchos recursos para manejar la diversidad de los grupos
sociales y hacer posible la convivencia entre quienes se mantenían diferentes.

Un eje central de trabajo es entonces el proyectarnos al futuro desde una civilización -la
andina- cuyo rasgo más relevante, comparativamente con otras grandes civilizaciones,
siempre fue el de enfatizar el manejo de la diversidad en todos sus aspectos, tanto físicos
como sociales y culturales.

Esta lucha por un mundo regido por el principio de interculturalidad es, desde luego de
enormes dimensiones, pero está a la altura de los grandes retos que necesitan las nuevas
generaciones. Supone aprender a pensar el mundo desde nuestra experiencia y a la vez
desde el mundo mismo; trabajar la relación norte-sur en diálogo con el norte aprendiendo
también del sur, especialmente de quienes (como la India por ejemplo) han avanzado, desde
su propia historia en la construcción de propuestas del manejo de la diversidad.
. La compleja diversidad cultural en el país

La diversidad cultural no es exclusiva de los andes, es una constante de la historia de la


humanidad. Aun así, los antropólogos de campo han recalcado la gran diversidad de los
andes al punto que algunos llegan a decir que en los andes existen tantas culturas como
pueblos y variantes dialectales. Quisieramos por nuestra parte sugerir que en los andes la
diversidad cultural parece ser mantenida y reforzada conscientemente como una manera de
afirmar la identidad del grupo por diferenciación del otro. La actitud misma de construir la
identidad enfatizando así la diferencia, es sin embargo común a todos y es un rasgo cultural
que los une fuertemente, como los une también la búsqueda y creación de rituales que
afirmen la unidad del conjunto, preservando y marcando a la vez las diferencias.

Se conoce en la actualidad cada vez más acerca de la manera cómo los andinos han
utilizado y utilizan en la producción la gran diversidad de climas, terrenos y especies,
aprovechando lo mejor posible la multiplicidad de nichos ecológicos a su disposición.
Estamos ante la única gran civilización agrícola que logró avances considerables sobre la
base del policultivo en lugar del camino del monocultivo seguido por las demás grandes
civilizaciones agrícolas en el orbe.

Para los andinos, producir no es sólo una relación con la naturaleza, es simultáneamente
una relación social. El manejo de la diversidad también se evidencia en ese nivel. Las
sociedades andinas siempre han dado mucha importancia al desarrollo de instituciones y
rituales que hicieran posible que grupos de orígenes geográficos y étnicos muy diversos
pudieran convivir, manteniendo identidades propias muy fuertes, pero también
intercambiando entre sí y buscando mantener vínculos de buena vecindad con el menor
costo en tensiones y violencias.

Los estados andinos lograron expandirse cuando supieron aprovechar las tradiciones de
manejo de la diversidad, para mantener una paz basada en un cierto respeto de las
autonomías, y una economía que buscaba articular la diversidad en un nivel mayor.

Los conquistadores españoles, por su parte, eran ellos mismos producto de influencias
múltiples, aun cuando la España del siglo XVI negara esas influencias, afirmando la
"pureza racial": junto con las armas físicas, las armas mentales de la reconquista fueron
trasladadas a la conquista de América (Manrique 1993).

La relación colonial creó una brecha social y étnica entre "indios" y "españoles", con el
fuerte sistema jerárquico correspondiente. Pero las relaciones entre "vencedores" y
"vencidas" están a la vez llenas de ambigüedades: el indio rechaza al español pero aprende
de él, lo imita y busca apropiarse de los rasgos culturales que lo identifican (vestimenta,
herramientas, lengua, culto), aunque sin perder los propios. Aparece así un nuevo campo de
desarrollo del manejo de la diversidad, en una relación dual no simétrica sino de
subordinación, pero en la que el subordinado pretende arrebatarle sus poderes al dominante
al colocarlos al lado de los antiguos recursos culturales. Algunos llaman sincretismo esta
manera de yuxtaponer al santo con la huaca. También podríamos decir, más simplemente,
que se trata de un nuevo campo de aplicación de la antigua tradición de incorporar
elementos nuevos (diversos, distintos) otorgándoles sabiamente un espacio al lado de los
antiguos.

La emancipación de España -muchos lo han dicho- no significó la eliminación del racismo


que heredamos del periodo colonial y que es de difícil y lenta erradicación de las mentes
aun cuando ya no se confiesa abiertamente. En nuevos contextos, antiguas y variadas
tradiciones encuentran también a veces nuevos espacios en su lucha por el simple derecho a
existir. Entre ellas, y aunque son minorías muy pequeñas, los grupos amazónicos revisten
mucha importancia en términos cualitativos: a diferencia de los andinos, no llegaron a ser
colonizados y han mantenido por tanto identidades fuertes, pero también se encuentran muy
desarmados frente al contacto masivo con el mundo exterior.

A este gran tronco andino-amazónico originario se suman muchos grupos. Entre ellos
destaca el de origen africano, pero también son muchos otros, llegados al país en diversos
momentos de su historia y que se han adaptado en formas muy diversas: descendientes de
chinos y japoneses, pero también de árabes, italianos, alemanes, y muchos otros, con grados
diversos de mantenimiento de la identidad originaria. Son muchos y variados los aportes de
todos ellos a las actuales costumbres y actitudes. Más allá de la dureza de la relación
colonial y del racismo que de allí deriva, en la sociedad peruana se ha ido forjando también
-siempre en medio de ambigüedades- una cierta tolerancia por el otro, por quien es distinto,
y un aprecio por diferentes formas de mezcla (pensemos por ejemplo en la comida que se
ofrece en los restaurantes limeños).

Más allá de las diferencias, importa destacar y estudiar las relaciones nuevas que se han ido
gestando entre grupos y personas con orígenes culturales distintos y que, al verse obligados
a convivir, han ido también influenciándose mutuamente.

2. La percepción cotidiana de la diversidad cultural

La diversidad cultural no es un problema. Puede ser más bien, como decía Basadre del
Perú, una posibilidad. El problema no está en la diversidad misma sino en la manera de
percibirla. Es decir: el problema es considerarla un problema. Es frecuente la comparación
con países europeos, asiáticos o incluso latinoamericanos (Chile o Argentina por ejemplo),
para mantener esa afirmación. Curiosamente la referencia a los Estados Unidos debería
abrirnos a otra percepción: un país de immigrantes de orígenes tan diversos como Estados
Unidos fue capaz de convertirse en el país más poderoso del planeta.

Obviamente, detrás de esta percepción, asoma claramente el racismo que percibe la


diversidad y el "problema" solo ante una población no "blanca". Somo así tributarios de una
construcción ideológica que creó lo "occidental" y lo "blanco" a lo largo de la historia de la
colonización europea y al servicio de ella.

La percepción de la diversidad cultural como un problema va a la par con el hábito


compartido de ubicar a las personas dentro de una escala valorativa de prestigio social de
acuerdo a los rasgos que ostentan y que las diferencian de otras. Para señalar solamente el
caso más patente, el tener la piel clara y hablar el castellano ubica a las personas
"espontáneamente" por encima de quienes tienen la tez oscura y hablan quechua. No solo el
poder y la riqueza se asocian más facilmente con los primeros, sino también la belleza y la
bondad. Los cánones de belleza son particularmente rígidos en una sociedad que pone en la
escala más alta la nariz respingada y el cabello rubio y desprecia el color oscuro o la nariz
aguileña. De los patrones estéticos se pasa facilmente al juicio sobre los valores morales de
las personas: un muchacho "guapo", joven y vestido con elegancia de revista, será
normalmente creído más facilmente que un moreno viejo y andrajoso.

Estos ejemplos solo aluden a casos extremos y no deben hacernos creer que la realidad sea
tan simple. Las diferencias no son generalmente tan nítidas como las señaladas y los signos
que las marcan -o una combinación de muchos de ellos- son a menudo muy sútiles, pero en
conjunto son muy eficaces: al encontrarnos con una persona y al observar sus
características físcas, su forma de vestirse, su actitud, su manera de hablar, la ubicamos de
inmediato y casi siempre sin darnos cuenta, en una categoría estética, moral y social,
jerarquizada en relación con nosotros mismos: más, menos o igual. Es decir la clasificamos
de acuerdo a estereotipos que nos hacen prejuzgar de la persona antes de conocerla.

El luchar contra estos prejuicios no es fácil porque los hemos internalizado profundamente
y porque son compartidos por todos. En especial son patrones internalizados también por
quienes se encuentran desfavorecidos por el estereotipo y se lamentan por no poseer los
rasgos (físicos y culturales) que les darían prestigio en la sociedad. Desarrollan entonces
una actitud ambigua: por un lado, frustración y hasta desprecio por los propios rasgos, con
la ambición de acceder por lo menos parcialmente al modelo de mayor prestigio (véanse
por ejemplo los tratamientos de belleza, que aspiran a acercarnos al ideal de belleza
reconocido), y por otro lado, odio oculto y reprimido hacia ese modelo que se sabe
inalcanzable.

Una manera de luchar contra esta realidad es buscando invertir el valor atribuido al
estereotipo: convertir en positivos los rasgos despreciados. Una buena expresión de esa
actitud se vió en el movimiento negro en Estados Unidos al reivindicar la negritud bajo el
lema "black is beautiful" (lo negro es hermoso). Esa es en general la actitud de los
movimientos étnicos, como es el caso del indigenismo en nuestros países latinoamericanos.
El buscar afirmar identidad de ese modo permite sin duda desarrollar la autoestima de las
personas, combatiendo antiguos sentimientos de inferioridad, pero deben estudiarse el costo
y los peligros de esa manera de enfrentar el problema. Por un lado, no desaparece
fácilmente la ambigüedad con respecto a las marcas del poder identificado en términos
étnicos: la oposición radical muestra la fuerza de atracción que sigue teniendo el modelo
dominante para los oponentes. Por otro lado, la perspectiva sigue concediendo pertinencia a
estos rasgos étnicos (que siguen apareciendo como realidades naturales aunque -no lo
olvidemos- son construcciones sociales) y por tanto acepta reglas del juego originadas en la
relación colonial.

Sin negar entonces la importancia de estos movimientos en la lucha contra antiguas


discriminaciones, debe reconocerse que esa actitud, en su manera de cuestionar
radicalmente las antiguas escalas de valores, dificilemente escapa a su turno a una nueva
valoración jerarquizante basada en rasgos étnicos y que tiende a ser excluyente. Quedan
entonces para muchos grandes dudas sobre cómo articular desde ahí un profundo diálogo
intercultural. Éste es en todo caso un importante punto en debate.

En breve se podría decir que muchas formas de ejercicio del poder en el Perú siguen
obteniendo respaldo en forma importante en la exhibición de ciertos signos de distinción
(tener tez blanca, hablar de cierta manera, etc.) íntimamente vinculados con la percepción
de diferencias étnicas y raciales. La relación con estos signos encierra la misma
ambigüedad que la que se mantiene con el poder: deseo de acceder a ellos y odio por la
frustración de no tenerlos. La lucha contra esta realidad no es fácil. No basta en todo caso
con convertir antiguos estereotipos de positivos en negativos y viceversa.

3. Tendencias de los procesos culturales actuales

La metáfora del encuentro del zorro de arriba con el zorro de abajo en la obra conocida de
José María Arguedas (1971), es una manera muy andina de interpretar al país. Al presentar
a los zorros como representantes de la sierra y de la costa, el autor nos habla de las
relaciones difíciles entre andinos y criollos en la actualidad y nos recuerda simultánemente
distinciones anteriores a la relación colonial, y sobre las cuales se habían tejido antiguas
relaciones de reciprocidad. La metáfora de los zorros es muy útil y a su vez, aplicada a la
realidad del Perú contemporáneo, muestra sus limitaciones. "A qué habré metido estos
zorros tan difíciles en la novela", "estos "Zorros" se han puesto fuera de mi alcance", nos
confiesa Arguedas en el diario que puntúa la novela. En efecto, la metáfora construida
sobre un modelo dual se prestaba muy bien para interpretar la antigua realidad andina, pero
es de uso difícil para hablar del Perú de hoy (en el caso concreto de la novela, el Chimbote
del boom de la pesca), un país no solo múltiple y fragmentado, sino totalmente trastornado
ya que no logra mas articular sus diferencias al modo del encuentro de "zorros" que ya no
existen o han perdido identidad.

Este nuevo Perú "hirviente" ha sufrido cambios de tales magnitudes que las propias
categorías mentales que se utilizaban para entenderlo, resultan insuficientes y en muchos
casos obsoletas. Antes, las identidades se construían de manera clara con la pertenencia de
los individuos a grupos claramente identificables, con vínculos de parentezco y de vecindad
perfectamente definidos. Era entonces importante señalar claramente de qué manera se
diferenciaban y oponían los grupos, para desde ahí encontrar formas de unirlos en un
encuentro fructífero en el que la amistad no excluía tensión y pelea, pero suponía la
incorporación de las identidades particulares en una identidad superior que siempre corría
el riesgo de volverse a dividir. De ahí los múltiples rituales andinos que celebran a la vez la
competencia y la unión de los competidores.

En el Perú actual, sin embargo, los grupos no son fácilmente identificables, los vínculos de
parentezco sólo definen cierto tipo de pertenencia, las personas se vinculan a
simultáneamente a esferas sociales distintas y tienen más libertad para definir opciones
(como la elección de sus amigos y en especial la de su pareja). Las identidades ya no se
construyen como antes sobre la base de grupos corporativos que cubrieran el conjunto de la
vida de las personas en forma más o menos homogénea y estable. Esta nueva realidad de la
vida urbana moderna da lugar a muchos desconciertos y tensiones, pero es también
portadora de enormes posibilidades para el desarrollo de la libertad humana.

Todo ahora parece confuso, ya no existen los claros límites que los grupos señalaban para
marcar las identidades respectivas. Ahí donde antes existían separaciones, se producen
mezclas y fusiones. Todo parece incierto desde que las propias reglas básicas de la vida en
sociedad parecen escabullirse. Lo social, desde luego no desaparece, pero se construye y
reconstruye de otro modo. Los espacios de fusión y de indefiniciones no conducen
necesariamente al caos, generan también libertad para escoger y probar caminos nuevos,
crear identidades más abiertas que antes. Pero también se forjan identidades nuevas basadas
en el antiguo principio de constitución del grupo mediante oposición. En esta lógica de
separación, base posible para alianzas en una unión mayor, las identidades pueden
eventualmente referirse a la tradición, pero aun entonces pertenecen ya a un contexto
distinto, con nuevos significados. Es en tensiones de ese tipo entre una lógica de fusión
(que al trastocarlo todo también abre a la libertad) y una lógica de separación/unión (que,
en la busca de nuevas seguridades, tiende a crear nuevos cercos entre grupos), que se
construyen las nuevas relaciones y la nueva institucionalidad social.

En el nuevo contexto, la afirmación de identidad por separación/unión sigue siendo


imprescindible: todos necesitamos afirmarnos en grupos más o menos cerrados que buscan
alianzas con otros. Sin embargo, ya no pertenecemos en forma exclusiva a un grupo
nítidamente separado en el que se desenvolviera nuestra vida en todos sus aspectos, tal
como sucedía anteriormente en el seno del grupo familiar y étnico (era muy difícil entonces
cuestionar la pertenencia al grupo familiar y escapar a los derechos y obligaciones
derivados de ella). Las identidades construidas sobre un principio de separación excluyente
resultan ahora socialmente mucho más difíciles de sostener y por ello quienes optan por esa
vía recurren facilmente a métodos que tienden a crear y fortalecer artificialmente las
barreras: el discurso dogmático reiterativo y diversas formas de coacción psíquica e incluso
física. Muchas formas de violencia en la sociedad contemporánea podrían encontrar
explicación en ese esfuerzo por salir del desconcierto creando nuevas entidades separadas y
excluyentes, que para existir se cierran artificialmente mediante el dogma y la violencia.

Existe sin embargo otro camino, en el que las identidades creadas por oposición y
separación no se encierran en sí mismas. Desde ellas, y desde la libertad hecha posible por
la propia situación de incertidumbre, se asumen entonces identidades abiertas dispuestas a
dejarse influenciar en el diálogo con otros, es decir identidades que aceptan el pluralismo y
buscan la generación de consensos.

La lucha por la educación escolar, que en el Perú ha movilizado profundamente las


energías, es en esa perspectiva una lucha por cambiar la propia actitud cultural -o la de los
hijos- con la finalidad de estar en mejores condiciones al enfrentar la "confusión" del
mundo. Al abrir las mentes a nuevas realidades, la educación en general ayuda a relativizar
las propias concepciones y abre el camino a la perspectiva pluralista e intercultural de la
que hablamos. Sin embargo, este proceso no es fácil, pues la educación escolar en el Perú
no está terminando de cumplir su promesa. En lugar de abrir las mentes al respeto por el
pensamiento del otro, fortalece el dogmatismo cuando exige del alumno la mera repetición
de memoria de las "verdades" escritas en los libros y proclamadas como eternas por los
profesores.

Tampoco la escuela ayuda al diálogo intercultural cuando presenta las culturas andinas y
amazónicas como reliquias de pasado, que en el mejor de los casos pueden traer divisas
como objetos de museo, sin poner en duda la supremacía del castellano (o -claro está- del
inglés) y de la llamada cultura occidental. La educación bilingüe intercultural ha sido
marginada y en todo caso se la considera más como una estrategia de integración para
quienes no hablan castellano que como un espacio de diálogo entre integrantes de ámbitos
culturales diferentes. La interculturalidad como proceso recíproco en el que aprendamos
unos de otros, es un concepto practicamente desconocido en educación. De estas
deficiencias, pero también de las enormes posibilidades existentes, nos toca ahora hablar
con más detalle.

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