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Sin embargo, los logros humanos están en las particulares formas de convivencia que hayan
elaborado y trajinado para sí. Lo societal son las relaciones sociales que la acción humana
trabaja día a día a lo largo de su historia, y no precisamente en los instrumentos técnicos
con que se enfrentan a una naturaleza hostil que amenaza con eliminarlo a falta de una
adecuación a ella. El lugar de un grupo humano en la historia universal es su rol y
contribución a la sociodiversidad desplegada en y por su acción. De esta manera, ni la
tecnociencia ni el Estado son las formas naturales o prometidas del conocimiento y de la
convivencia. Muchas otras acaecieron, acaecen y están por suceder. Así es como la
complejidad social es el resultado y el proceso continuo de interacción entre los distintos
hombres de un mismo grupo, y entre sociedades necesariamente diferentes, y no el
resultado del surgimiento, desarrollo, presencia o ausencia de formas políticas
centralizadas, jerarquizadas, donde el poder es arrebatado del conjunto de los hombres y
monopolizado por una entidad, corporación o persona.
Fue asumiendo una sobresimplicación por parte de estos investigadores que Arvelo se
planteó evaluar la relación entre la intensificación agrícola y la complejización social
(entendida todavía como centralización política) a través de los patrones de asentamiento de
los antiguos quiboreños, y una estimación de su producción y consumo de maíz. De
acuerdo a dos modelos cronológicos alternos pero no excluyentes en su contenido, las
evidencias de cacicazgos para 2.500 años de ocupación le parecieron negativas. La
constante sería la presencia de sociedades tribales igualitarias.
El primer modelo excluye toda posibilidad de complejización social en la sucesión de los
portadores de los Estilos Tocuyano, El Dividival, San Pablo, Tierra de los Indios y
Guadalupe. El segundo modelo, sólo acepta la aparición de complejidad al final del período
prehispánico, sin significar en ningún desarrollo de organización cacical. Los cacicazgos
tempranos de quienes usaron cerámica especializada Estilo San Pablo en sus necrópolis, no
habrían existido en tanto la diferenciación funeraria no indicaría realmente ninguna
desigualdad política en el seno de la organización tribal.
Sin embargo, allí queda abierta la posibilidad de que la complejidad social en relación a
cacicazgos deba referirse a un nivel espacial superior al valle de Quíbor, a un nivel
macrorregional que podría incluir todo el noroccidente de Venezuela, en un sistema
sociopolítico de dependencia interregional que comprende diferentes esferas de interacción
con particulares formas sociopolíticas en su interior. Desde esta perspectiva Oliver plantea
su trabajo, siempre enfocando su análisis sobre los Caquetíos. Siempre en base a su
interpretación de la narración de Federmann, en detrimento de otros textos y aún de las
interpretaciones de Pedro Manuel Arcaya, Oliver plantea cinco grandes formas
sociopolíticas (polities). Utilizando una forma griega clásica en el derecho y en los estudios
políticos, podríamos traducir polity por politeia.
La politeia de los Caquetíos costeros aunque alcanza los grandes números poblacionales, es
de baja densidad debido a la dispersión de las aldeas. Su organización política es
jerarquizada y centralizada alrededor de la figura del diao, de autoridad basada en su
control de la naturaleza. No se trataría de una organización militarista, y de hecho el poder
político del diao estaba contrarrestado por un consejo de ancianos, jefes de las aldeas y
parcialidades menores, superiores al nivel comunal (se habla de dos grandes parcialidades
caquetías costeras). Esto está muy lejos de la imagen romántica del todopoderoso cacique
Manaure al que se ha identificado el histórico "cacique" Don Martín. Probablemente
manaure (Cf. la relación geográfica de Caracas y Caraballeda) es un nombre tan genérico
como diao y boratio, y probablemente se han fusionado en las interpretaciones de Don
Martín muchas imágenes precontacto y poscontacto, falconianas y no falconianas, más
legendarias y míticas que reales. Por lo tanto, no correspondería a la realidad un dominio de
Manaure desde Aruba hasta el Meta y desde la Guajira hasta Caracas, pues ni siquiera
establecían relaciones con otros grupos, relegados a las montañas, a pesar de su poco
énfasis en la guerra. Efectivamente, la división del noroccidente por Oliver en 5 variantes
de politeia desmiente una supraorganización caquetía con capital en Todaquiriva, y la
integración macrorregional debería se buscada en otros aspectos o en otro tipo de relaciones
distintas a la de la subordinación política, por ejemplo, amplias redes de intercambio de
productos.
La politeia de los Caquetíos de Barquisimeto alcanza también una población muy alta, así
como la densidad de sus asentamientos. Pero en lugar de tratarse esta nucleación de
asentamientos de un proceso de urbanización y de centralización de recursos y de poder, los
Caquetíos no presentan una autoridad central. En base a su interpretación de las relaciones
geográficas y descartando demasiado apresuradamente un Big Man, Oliver propone una
estructura dual para esta politeia caquetía: un jefe de paz (es decir, de tiempos de paz) y un
jefe de guerra (es decir, de tiempos de guerra). Con el primero identifica aquella figura
similar al Big Man buen productor y buen redistribuidor, resultando ser que en los tiempos
de paz la solidaridad intragrupal es reforzada y por lo tanto la jerarquía es horizontalizada
(por lo tanto, no entendemos por qué se mantiene el uso del término “jefe”). Este jefe de
paz no es nunca el mismo que el jefe de guerra, ya que en tiempo de crisis estos Caquetíos
son capaces de reunir a una gran cantidad de efectivos, verticalizándose la jerarquía social.
Tampoco creemos que se del todo apropiado asimilar la idea de una “jefatura” a esta
verticalización militar coyuntural. Mecanismos similares han mostrado grupos Arawak del
Amazonas colombo-venezolano-brasileño (y se trata de sociedades de linajes con marcada
desigualdad entre las fratrías o sibs), aunque Oliver no tenía noticia de esto en su momento.
Evidentemente en uno u otro caso no se trata de cacicazgos, y Oliver no recurre a este
concepto. Pero tanto contra los argumentos de Oliver como contra la idea de cacicazgos, la
Relación de Nueva Segovia refiere una mayor identidad entre los eventos en tiempos de paz
y la guerra, y de hecho, borra la distinción entre éstas: “en los tiempos anteriores a la
llegada de los cristianos, su gobierno era juntarse la mayor parte de las generaciones, cada
generación de por sí, y hacían mucho maçato… y acabando de beber se sale cada
parcialidad en demanda de sus enemigos” [González de Arévalo et al, 1964: 190]. Las
guerras a muerte interétnicas e intraétnicas parecen haber estado ritualizadas (así como
también relacionadas de alguna manera con la exogamia y recluta de efectivos jóvenes por
rapto, añadiría la Relación de El Tocuyo. Los sociobiólogos se encantarían con estas
nociones, que tanto han sido abusadas en el caso Yanomami... que no cuentan con ningún
sistema cacical).
Un problema del trabajo de Oliver es su énfasis en los Caquetíos. Aunque no constituye una
única organización la de este grupo étnico, y por lo tanto no se trataría de los cacicazgos
teocráticos que habría propuesto Steward ni del modo de producción teocrático en el primer
planteamiento de Sanoja y Vargas, Oliver mantiene el noroccidente de Venezuela como
una región esencialmente caquetía. En base a afirmaciones de Federmann y los patrones
culturales esperados por Oliver en su uso de hipótesis lathrapianas, los Caquetíos se habrían
distribuido siempre por las tierras bajas bañadas por ríos en la región, reproduciendo de esta
manera la cultura de selva tropical o interfluvial de su hogar ancestral en el Amazonas
central, empujando a los grupos no Arawak que ocuparon previamente la región hacia las
montañas. Aunque un área cultural (por ejemplo, un área cultural Arawak) no se
corresponde o no necesita corresponderse con un área lingüística (Arawak), ni con una
politeia (Arawak), el caracterizar a las 5 formaciones políticas como Caquetías vela la
sociodiversidad presente en la región, y esto es especialmente crítico en cuanto se muestre
que no había del todo dominio político de los Caquetíos sobre los otros grupos.
Se presenta cierta confusión y los Caquetíos se hacen presentes en cada uno de los valles de
la región. Esto es problemático cuando se considera el valle de Quíbor. ¿Estaba
efectivamente éste ocupado y dominado en sus tierras bajas por Caquetíos? Existe
diversidad estilística en el valle. Oliver había adjudicado el estilo Tierra de los Indios a los
Caquetíos de Barquisimeto y el estilo San Pablo a los Caquetíos de Yaracuy. Si la
evidencia fuera puramente cerámica, quizá no habría problema, excepto cuando se empieza
a considerar la región de Sicarigua-Los Arangues y el valle de Carache. Moviéndose de
este a oeste, hay un viraje estilístico hacia Mirinday, que Oliver identifica étnicamente con
los Cuycas (Chibcha) de Trujillo, aunque la incluye dentro de la Macrotradición
Dabajuroide, que se refiere según él a una expansión tardía de los Arawak. Primera
inconsistencia que solventa aduciendo convergencia, quizá por el contacto.
Podríamos suponer a la tradición o serie Tierroide como problemática, quizá mal definida:
primeramente sufrió el arrebato del Estilo Caño del Oso hacia una nueva (pero más antigua)
Serie Osoide. En la tesis de Oliver se presenta dentro de Tierroid la inconsistencia de que
Tierran (Tierra de los Indios + San Pablo) es "Arawak" y Mirindayan es "Chibcha". Y
después de la tesis de Oliver, a Tierran y Tierroid le sería arrebatada el Estilo San Pablo,
que no sólo era también más antiguo de lo inicialmente supuesto (pues se correspondería
con la Fase Boulevard del I Milenio) sino que podría presentar relaciones con esa misma
serie Osoide, y por lo tanto, posiblemente no Arawak o relacionada con Arawak más
tempranos que aquellos que dieron origen a los Caquetíos. De esta manera, Tierra de los
Indios pertenece a un grupo Caquetío aislado de los demás… o de hecho, no es Caquetío en
Quíbor. Ya Arcaya, y Arvelo lo sigue en su tesis de doctorado, había identificado al valle
de Quíbor como repartido entre los Xagua (sean estos los Achagua Arawak o no, pero
distinguidos de los Caquetíos), y los Coyón.
En cualquier caso, los portadores del Estilo Tierra de los Indios en Quíbor podrían no haber
sido Caquetíos, y quizá ni siquiera Arawak sino Chibcha. A este problema de la tesis de
Oliver para Quíbor se añade que los grupos identificados con la producción (los
“salineros”) y el “comercio” de la sal de tierra desde Quíbor no son los Caquetío, sino los
Coyón (posibles productores) y/o los Xagua (posibles productores y seguros
“comercializadores”). Así que aunque Arvelo no consideró alguna relación de la
complejización social en Quíbor con el control de aguas pero sí con la sal de tierra, ambos
aspectos tecnológicos quiboreños, junto con las posibles identidades étnicas, no permiten
que la idea de una politeia Caquetía en Barquisimeto incluya homogéneamente al valle de
Quíbor, lo que es admitido por Oliver, pero también podría debilitar su identificación entre
Tierra de los Indios y los Arawak. Sin necesidad de considerar la existencia de cacicazgos,
así como tampoco sin necesidad de excluirlos, esto muestra en el noroccidente de
Venezuela, y en el valle de Quíbor, un panorama más complejo aún de lo que quienes
rechazan la simplificación han entrevisto.
Por lo tanto, quizá para entender la complejidad social cada vez menos relevante establecer
tipologías o taxonomías, sean diacrónicas (evolutivas) o sincrónicas (formales), en
compartimientos estancos, y más pertinente la consideración de una diversidad social
siempre dinámica y siempre redefinida por los propios actores, aun cuando estos ya no
existan en carne y hueso, lo que nos exige formular explicaciones antes que renunciar a
ellas.
Bibliografía
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